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Libertad de enseñ anza, religió n,

petició n, intimidad

Libertad de Religión

La religión es un conjunto fundamental de creencias o dogmas sobre la divinidad, que


se traduce en una serie de principios de carácter metafísico que impulsan al hombre a
adoptar determinados comportamientos y a cumplir con ciertos ritos acordes con
aquellas creencias. La libertad de religión comprende dos potestades. La libertad de
creencia o de conciencia y la libertad de cultos. La primera es una manifestación de la
libertad de pensamiento sobre una materia religiosa. La segunda es la libre
exteriorización de ese pensamiento a través de prácticas y ritos que conforman el culto.
La libertad de religión es creencia y práctica. Abarca la libertad de creer, o no, en
aquellos principios metafísicos, y de exteriorizar esas creencias mediante la práctica
libre del culto de una religión, sin que se le pueda imponer al individuo la obligación de
practicar un culto determinado. la libertad de religión, en la medida que genera
relaciones sociales que gravitan sobre la configuración de la vida social, puede ser
objeto de reglamentación legal pero solamente en sentido negativo. La ley no puede
indicar cuál debe ser el contenido del culto, sino limitarse a describir los
comportamientos vedados con motivo de la práctica religiosa y que, básicamente, son
aquellos lesivos para el orden público, la moral pública y los derechos subjetivos de los
habitantes. La libertad de religión está expresamente reconocida por el art. 14 de la
Constitución, en el art. 2º, se impone al gobierno federal la obligación de sostener el
culto católico apostólico romano; en el art. 19 se declaran reservadas exclusivamente a
Dios todas las acciones privadas que no ofendan el orden o la moral pública ni
perjudiquen a un tercero. Sin embargo, cuando la confesión religiosa es el factor
determinante de una relación social razonable, es viable condicionar a ella el ejercicio
de ciertos derechos. La pertenencia a determinada creencia no permite excluir a quienes
la poseen de establecimientos educacionales que no tienen carácter confesional, así
como tampoco la expulsión de ellos a menores de edad que, sobre la base de sus
creencias, no están dispuestos a reconocer los símbolos patrios. La ley 21.745 y sus
normas reglamentarias, en particular el decreto 2037/79, establecen los recaudos que
deben cumplir las organizaciones religiosas, con la salvedad de la Iglesia Católica
Apostólica Romana, para ser reconocidas como tales e inscriptas en el registro de
cultos. El Registro Nacional de Cultos es el organismo administrativo habilitado para
disponer el reconocimiento y la consecuente inscripción de las organizaciones religiosas
o su cancelación. Para obtener el reconocimiento, las organizaciones deben informar
sobre su nombre y domicilio; identificar a sus autoridades responsables; describir los
principios fundamentales de su doctrina; la forma de nombramiento de sus autoridades
religiosas; su forma de gobierno; describir las actividades permanentes y regulares de su
culto; indicar el número aproximado de sus adherentes o fieles. Tanto la denegación del
reconocimiento como la cancelación sólo pueden ser dispuestas previa sustanciación de
un proceso administrativo en el cual se deberán respetar las reglas sustantivas del
debido proceso. Asimismo, la decisión que se adopte es susceptible de revisión judicial.

Libertad de enseñanza

La libertad de enseñar y aprender, prevista en el art. 14 de la Constitución Nacional,


consiste en la potestad reconocida a toda persona para acceder, mediante su
capacitación intelectual, al conocimiento de la labor científica en todas sus áreas y
niveles, y para transmitir esos conocimientos a los demás en un marco de pluralismo y
libertad de opinión. El rol de la educación es fundamental en toda sociedad política
moderna y particularmente en un sistema democrático constitucional, cuya eficiencia y
perdurabilidad están supeditadas a la capacidad de raciocinio de las personas. La
educación es la única herramienta que permite desarrollar las facultades intelectuales y
morales del ser humano. Ella lo relaciona con los progresos científicos de la humanidad
y le brinda la capacitación necesaria para el ejercicio adecuado de sus derechos y el
cumplimiento de los deberes que le impone una convivencia social armónica. Esa
importancia está claramente reflejada en el texto de la Constitución. El art. 5°
impone a las provincias, para disfrutar de la garantía federal, el deber de asegurar la
educación primaria. El art. 14 reconoce a todos los habitantes del país el derecho de
enseñar y aprender conforme a las leyes reglamentarias. El art. 25 dispone que el
Gobierno federal no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en
el territorio nacional de los extranjeros que traigan por objeto introducir y enseñar las
ciencias y las artes. El art. 75, inc. 18, establece que el Congreso debe proveer lo
conducente para el progreso de la ilustración mediante el dictado de planes de
instrucción general y universitaria. El art. 75, inc. 19, determina que el Congreso debe
sancionar leyes de organización y de base de la educación que, entre otros aspectos,
garanticen los principios de gratuidad y equidad de la educación, y la autonomía y
autarquía de las universidades nacionales. La libertad de enseñanza está integrada por
tres conceptos. En primer lugar, involucra la potestad de transmitir las opiniones y
conocimientos científicos o dogmáticos que tiene una persona, exponiendo los
fundamentos de su postura en la forma que se considere más conveniente para su
comprensión. Esto se traduce en la llamada libertad de cátedra. En segundo lugar,
abarca el derecho de aprender que tiene todo individuo para acceder
al conocimiento y enriquecimiento cultural. El derecho de aprender y enseñar,
reconocido por el art. 14 de la Constitución a todos los habitantes del país, puede ser
ejercido tanto en establecimientos públicos como privados, aunque conforme a los
lineamientos generales que, en materia de planes de estudio y exigencias, imponga la
autoridad estatal. El Estado puede y debe tener establecimientos educacionales y
también puede subvencionar, total o parcialmente, los establecimientos de enseñanza
privada. Conforme al art. 75, incs. 18 y 19, corresponde al Congreso dictar planes de
instrucción general y universitaria, así como también sancionar las leyes de
organización y de base
de la educación que consoliden la unidad nacional, con respeto de las particularidades
provinciales y locales. En aquellos niveles en que la enseñanza reviste carácter
obligatorio, la aportada por el Estado debe ser gratuita. Sin embargo, consideramos que
la educación universitaria nacional no está sujeta a esa imposición. El carácter
autárquico y autónomo de las universidades nacionales (art. 75, inc. 19, CN) les permite
fijar aranceles en procura de conciliar los principios de gratuidad y equidad, con respeto
de las imposiciones provenientes de la igualdad. En tercer lugar, importa la facultad que
tiene toda persona para recibir el tipo y contenido de enseñanza que considere más
conveniente para el desarrollo de su personalidad. Esto conlleva una potestad de
elección sobre el material, procedimientos y establecimientos que efectuarán la
enseñanza.

Libertad de petición

Libertad de petición, se traduce en el derecho de peticionar a las autoridades, es


la facultad constitucional que tiene toda persona para solicitar o demandar, en forma
individual o colectiva, a los funcionarios que ocupan los cargos gubernamentales para
que produzcan determinados actos u omisiones. Como toda libertad, no es absoluta,
pues su ejercicio debe adecuarse a las leyes reglamentarias dictadas en el marco de la
razonabilidad establecida por el art. 28 de la Ley Fundamental y con respeto del límite
consagrado por la propia Constitución en su art. 22 para no incurrir en un acto de
sedición. Así, la petición deja de ser un derecho que merece la tutela legal cuando, por
su intermedio, se incurre en la comisión de delitos o se lesiona el orden o la moral
pública. Tal es lo que acontece cuando la petición está acompañada deliberadamente
con la ejecución, individual o colectiva, de actos prohibidos por la ley o que lesionan
arbitrariamente los derechos de las personas (art. 19 CN). En esta categoría incluimos a
los "piquetes", el corte de vías de comunicación impidiendo el tránsito, la ocupación de
establecimientos públicos o privados donde, a la petición, se le añade un ingrediente
ilícito con el objeto de incrementar su envergadura. En un sistema republicano, donde el
poder emana de la comunidad y donde los gobernantes tienen el deber de servir a los
gobernados, el ejercicio del derecho de petición genera para las autoridades una
obligación mínima, cual es la de recibir, atender y analizar el contenido de las
peticiones. Otro tanto acontece en todos aquellos supuestos en que el contenido de la
petición recae sobre temas para los cuales la ley impone al funcionario la obligación de
expedirse sobre ellos o de imprimir un determinado curso de acción, aunque la petición
no esté relacionada con un derecho subjetivo del peticionario. En estos casos existe la
obligación de dar curso al contenido de la petición, aunque no necesariamente la de
informar al peticionario sobre la decisión adoptada. Resulta difícil comprender cómo es
posible hacer valer los derechos subjetivos que reconoce la Ley Fundamental si no es al
acudir al ejercicio de la facultad de peticionar a las autoridades

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