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MAESTRÍA EN BIOÉTICA UNA-UCR

Curso: Bioética y gestión en Salud


Docente: Patricia Allen
Alumno: Jonatán Pérez Rocha

ANÁLISIS CRÍTICO
Lectura: Pardo, A. ¿Qué es la salud? Editorial. Departamento de Bioética. Universidad de Navarra.
REVISTA DE MEDICINA DE LA UNIVERSIDAD DE NAVARRA ABRIL.JUNIO 1997
Sobre el concepto de salud, según hemos visto en los artículos trabajados en clase Pardo (1997)
y Guerrero & León (2008), aún queda mucho por trabajar, pues es un concepto subjetivado a lo largo de
la historia humana y con muchas aristas.
¿Qué es salud? parece ser entonces una cuestión que obedece a las necesidades de un
constructo colectivo dinámico a medida que adquirimos nuevos saberes de la mano con la tecnología y
la producción académico-científica y en general a medida que nuestras sociedades se desarrollan o
avanzan con el tiempo, en cierta medida, también la humanidad madura como colectivo si a sus
integrantes se le da la oportunidad de educarse un poco sobre la historia y el precio de los avances
sociales.
Pardo, hace desde mi perspectiva un interesante esfuerzo al intentar definir o conceptualizar la
salud y tratar de establecer o demarcar el objeto de estudio de las ciencias de la salud, aunque desde
una perspectiva un tanto confusa, una mezcla de lo fisiológico y una especie de medicina conductual
directiva, con una desesperanza por el cambio en las igualdades sociales, apuntando sobre una
comodidosa y falsa equidad pseudo-pragmática 1a la luz de los recursos de cada paciente. Usa como
parte de su método discursivo la contrastación de la visión que maneja de salud animal y evalúa a partir
de ahí lo que se debe entender por salud humana, apelando al hecho de que somos una especie de
animales y reconociendo nuestras capacidades psíquicas particulares.
Forzadamente hace giros de discusión de la salud en torno a la reproducción humana, generando
una duda de otra dimensión: ¿Quién no se reproduce, no está sano?
“Pero mantener la identidad individual no es el único objetivo del vivir: de alguna manera,
la identidad también se mantiene cuando el animal se reproduce. Al reproducirse,
consigue mantener vivo, en otro individuo de la misma especie, lo que en sí mismo no va
conseguir: vivir siempre con la vida propia de su especie. Por esta razón, en el “seguir
viviendo” de la definición se debe considerar incluida la posibilidad de la reproducción. Un
animal que puede vivir pero que no se puede reproducir no está sano.”
Aunque nunca me quedó clara la intención del autor, de si es una exhortación a la reflexión o una
denuncia, apunta hacia un peligroso camino que lleva a retrocesos en el avance de los derechos
humanos que, en esencia buscan el bienestar protegiendo sus libertades a las objeciones de conciencia,
en contraposición a las que percibe que les restriñen para vivir o para poder sobrevivir. En ese sentido
vuelven a la etiqueta de insanos, todas aquellas personas cuyas libertades de pensamiento están

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Dicha equidad se restringe a señalar las limitaciones de recursos económicos disponibles para que los más
vulnerables puedan optar por servicios de salud de calidad y se desliga o dispensa las obligaciones del Estado para
garantizar el bien colectivo.
relacionadas con la idea de no desear reproducirse, indiferentemente sus razones y conclusiones.
También serían estigmatizadas de insanas las personas que por azares2 de la naturaleza no pueden tener
descendencia, menoscabando su imaginario de completitud, que ya en algunos casos se ha deteriorado
por no alcanzar el mandato de poblar la tierra, más los ideales emotivos implicados en la crianza y en la
trascripción genética.
Pardo, intenta insertar el macro conjunto de simbolismos que constituye el bienestar humano,
dentro del conjunto de ideas que componen su concepto de salud, así el bienestar está supeditado a la
salud, con ello introduce la duda ¿sin bienestar podría haber salud?, arrinconando la percepción de
bienestar a un componente más de la salud, camino peligroso debido a que esta postura podría restar
peso a tipos de sufrimiento no fisiológico si se preponderan los elementos que componen la salud en
general? como ocurre con la salud paliativa que solo aborda el síntoma físico y no las somatizaciones
productos del malestar psíquico, a manera de ir poniendo curitas a los componentes de la salud y en
detrimento de la necesidad creciente de abordajes interdisciplinarios a la luz de los conocimientos
actuales. En este punto hay que tener en cuenta que Pardo publicó hace más de dos décadas y que
además, en este artículo el autor se devuelve es sus disertaciones para retomar discursos en uno y otro
sentido:
“Dicho de otro modo: la salud incluye un cierto grado de bienestar físico, y de agrado en
la actividad que es necesaria para vivir (bienestar psicológico); sin embargo, la salud no es
bienestar. Más bien, el bienestar es, en cierta medida, una parte de la salud, es decir, es
uno de los medios necesarios para poder seguir viviendo.”
“Sin embargo, en el hombre, estar sano no es una mera yuxtaposición de la consideración
de la salud propia del animal y de la más típicamente humana. Las actividades
propiamente humanas no pueden ser llevadas a cabo sin un adecuado funcionamiento
físico y psicológico. Por esta razón, la salud que podríamos llamar meramente animal está
al servicio de actividades más altas: es un bien instrumental para la actividad espiritual.”
Por otro lado, el autor apela a los elementos componentes de la salud en su relación con la
medicina y critica el concepto de salud dado por OMS sin desarrollar o profundizar los alcances
conceptuales al referirse esta última a un estado de “perfecto bienestar físico, psíquico y social”, y no
sólo la ausencia de lesión o enfermedad. Hace eco de la novela Un mundo feliz, al lanzarse con saña con
el concepto de salud de dicha Organización Mundial, y solo aporta en una línea que Huxley versa su
narrativa crítica, en la panacea de la farmacoterapia y los psicotrópicos, no obstante punta bien al decir
que podría ser subjetivamente perfecto y socialmente imperfecto.
No ahonda en las raíces etimológicas y epistémicas del concepto de bienestar, concepto que
pareciera le es incómodo en su relación con el paciente y su autonomía, en la definición de salud. En
algunos de sus argumentos recurre a una especie de falacia Ad baculum ya que pareciera que su
malestar se centra la supuesta experticia dada por su profesión, en relación a la in-experticia del
paciente como socio en la toma de decisiones médicas, un debate válido hasta cierto punto, sin
embargo, no deja claro lo que defiende y se contradice al afirmar que:
“la atención sanitaria, si se sigue esta idea de la OMS, tendría un objeto parecido a la
veterinaria: arreglar las lesiones físicas (de modo muy mecanicista, como se realizan en el
taller los arreglos de los coches), y conseguir que el paciente se sienta a gusto.”

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Aunque la ciencia y la tecnología lleguen a la comprensión de ciertos fenómenos y le adjudiquen correlaciones
probabilísticamente válidas, estas condiciones congénitas o adquiridas tocan a unos sí y a otros no, de forma
azarosa.
“Si, como defiende la OMS, la salud es básicamente bienestar, entonces las peticiones del
paciente tendrán una gran preponderancia en la atención médica. Es el autonomismo que
se observa actualmente en actitudes agresivas y exigentes de algunos enfermos: ellos son
quienes deciden; se hace lo que ellos dicen. Este modo de comportarse suele ir unido a una
comercialización de la Medicina: se la concibe como otros bienes de consumo, algo que se
compra con dinero y que debe cumplir las expectativas de satisfacción (o bienestar) del
cliente.
“Evidentemente, la justa autonomía del paciente es una realidad que debe ser respetada;
es otra manera de decir lo que mencionamos en la definición clásica: estar sano depende
del modo de vida que lleva la persona, y el médico debe contar con ese modo de vivir a la
hora de enfocar un tratamiento. Pero eso es radicalmente distinto a aceptar que el
paciente siempre tiene razón, como si fuera el cliente de unos grandes almacenes, donde
se compra lo que más agrada, sin más motivo que el gusto.”
Dentro de los argumentos sociales que rescata el autor, los que mejor eco hacen a la diversidad
de la clientela, los utiliza para defender/denunciar su punto relacionado a la no igualdad de condiciones
a los que apela la OMS y propone a manera de ejemplo, que se contemple ésta desigualdad (ya que la
realidad social es así de injusta, dirían algunos pseudo-pragmatistas) y que las recomendaciones estén
(abusivamente ligadas) a la situación de vulnerabilidad en cada caso particular, con diferencias de
precio/costo/beneficio, según su valoración social:
“…en el caso de una enfermedad grave, propondrá medidas drásticas que podrán conseguir la curación
a costa de un gasto grande y sin muchas probabilidades de éxito al paciente joven, con serias
responsabilidades familiares o profesionales en las que no podrá ser sustituido. Sin embargo, si el
paciente es mayor, sin vínculos familiares, y le expresa su idea de que la vida ya no tiene mucho sentido
para él, es razonable que se abstenga de proponer tratamientos curativos de alto precio, agresivos,
molestos y de efectividad sólo marginal. Por estas razones, el buen médico se abstendrá de recomendar
tratamientos muy penosos, o que vayan contra la conciencia o la sensibilidad cultural de su paciente.
Pareciera ser que Pardo, esboza entre las líneas de su ejemplo, que en un estado liberal podría
ser válido pensar, que hasta la eutanasia bioquímica podría salirle más barato a su paciente (no deja
claro si se trata de una enfermedad terminal), que optar por trabajar su salud mental en momentos de
mayor crisis fisiológica, sin reflexionar sobre los recursos del estado en garantía de sus ciudadanos,
simplemente porque así es la desigualdad social y estando así las cosas, el autor evita la engorrosa
responsabilidad social como gestor de cambio, en cuya postura no es necesario hablar de
consentimientos informados, bienestar o calidad de vida de los pacientes y mucho menos de salud
mental, de cara a la realidad de los sistemas asistenciales de salud de los Estados Unidos en su época.
En conclusión, aunque su hilo conductor me parece un tanto confuso, para Pardo el acceso a la
salud es una situación complicada de zanjar en una sociedad con desigualdades sociales tan reales como
la asistencia sanitaria en USA, en donde actuar y resolver eficientemente según los recursos de cada
paciente, es prácticamente más valorado que denunciar los abusos del no cumplimiento de los acuerdos
normativos que considera irreales propuestas de la OMS, denuncia o defiende (no queda claro), que el
sistema no cambiará en beneficio del paciente y al hablar de salud en un sistema capitalista, reconoce
la disparidad, el detrimento de unos y en favor de otros en la atención sanitaria.

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