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GERMÁN DE LA FRONTERA

Me llamo Cristina, tengo ocho años y como cada viernes yo, mi hermana pequeña Susy de
cinco años y mi hermano Pablo de cuatro nos pusimos de camino junto a nuestros padres
hacia la casa de nuestros abuelos. Al cruzar la calle vimos a un hombre con la cara quemada y,
nos lo quedamos mirando ya que nunca habíamos visto algo similar.
El hombre se nos quedó mirando. Tenía una mirada triste. Se giró de nuevo y siguió con su
camino.
Nada más llegar a casa de los abuelos Pablo le explicó al abuelo lo del hombre con la cara
quemada, yo le dije que iba triste pero que no entendía el porqué.
Entonces al abuelo, como siempre solía pasar, se acordó de una historia que nos quiso contar.
Así que se sentó en su sillón, nosotros tres nos sentamos en el suelo delante de él y la abuela,
papá y mamá dijeron de ir a preparar la merienda.
Entonces el abuelo empezó a contar….

<<Había una vez, en unas tierras lejanas cuyo nombre no recuerdo, nació un niño llamado
Cristian. Su familia era gente pobre pero honrada. Nada más nacer, sus padres se dieron
cuenta de que había nacido ciego, eso les afectó mucho ya que eso es uno de los sentidos más
preciados por las personas, pero lo tuvieron que aceptar ya que no había cura para ello.
Ese pueblo, era bastante conocido por las regiones de los alrededores las cuales bautizaron
hacía años como “el pueblo del monstruo”.
Y ahora os preguntareis a que viene ese nombre. Bien, pues ese nombre viene porque hace
tiempo, llegó al pueblo una criatura extremadamente horrorosa, tan horrorosa que no parecía
un ser humano. Tenía los pies un pelín más grandes que los de un humano normal y la cara la
tenía algo desfigurada.
Caminaba algo cojo, de tantas piedras que la gente del pueblo le había arrojado por que en vez
de aceptarlo como a uno más, no hicieron más que rechazarle, así que actualmente vive e a las
afueras del pueblo, ya que su presencia allí, no era bien recibida. Entonces esta criatura
empezó a cogerles odio a los habitantes de ese pequeño pueblo hasta el punto que no dejaba
ni entrar ni salir a nadie de él, y si lo conseguían hacer, era cuando estaba despistada, nunca en
su presencia.
Cristian cumplió los 12 años, ya hacía 2 años que sus padres le permitían salir a jugar con sus
amigos a juegos que pudiera jugar él.
Un día, sus amigos decidieron ir a visitar a la horrorosa bestia. Pues cogieron provisiones y se
dirigieron a las afueras.
-Cristian agáchate, la bestia está cerca, la podemos ver, pero si nos acercamos más nos verá-.
Le susurró uno de sus amigos al oído. El simplemente asintió y se agachó como le habían dicho.
Entonces, en un momento dado, uno de sus amigos sin querer, no se dio cuenta y partió con el
pie una pequeña rama de un árbol que había entre los hierbajos donde estaban escondidos.
Eso hizo alertar a la criatura y se acercó sin pensárselo dos veces a donde estaban ellos. Sus
amigos le dijeron que corriera, ellos se fueron corriendo y el muchacho, con la orientación
completamente perdida, quedó enfrente de la criatura.
-Tú, niño, como no te vayas como tus amigos, acabarás mal-. Le dijo con voz grave.
-Es que no sé por dónde se han ido, no sé volver a casa-.
-¿Pero es que no sabes quién soy yo? ¿No me temes?-.
-Todos hablan de ti mal, dicen que eres una bestia horrorosa y con un corazón oscuro, pero no
sé cómo eres, nací ciego, así que no te temo-.
La criatura alzó las cejas, era la primera vez que alguien no le temía, eso era nuevo para él, al
fin había aparecido alguien que le aceptaba, aunque no supiera su físico, pero al menos no
huía, ni hacía comentarios despreciables, tampoco le tiraba piedras como toda la gente de
aquel pueblo había hecho.
-¿Quieres venir a mi casa? Seguro que tienes hambre-.
-Mi mamá dice que no me vaya con desconocidos-.
-Tranquilo, puedes confiar en mí. Todo el mundo me rechaza por mi aspecto físico, pero nadie
se ha parado a pensar como soy por dentro…-. Y bajó la mirada. –A mí me encanta ayudar a la
gente, pero hasta ahora solo he podido ayudar a los animales, que son los únicos que no me
temen-.
Cristian se lo pensó y a los segundos aceptó y se fue con él a comer algo, y es que de verdad
tenía hambre.
Por la noche, cuando todo el mundo estaba durmiendo, la criatura acompañó al muchacho a
su casa.
A partir de ese día, Cristian iba por las mañanas a ver a su nuevo amigo y volvía a su casa al
atardecer. Al principio le costaba ir solo todo el camino ya que solo tenía un pequeño bastón
para no tropezarse con ninguna piedra ni ningún bache y saber por dónde debía ir, pero luego
se le hizo más fácil.
Cristian al paso de los días se fue dando cuenta de que la gente lo había mal juzgado, que esa
criatura, cuyo nombre era Germán, era un trozo de pan, dicho de otra forma, era un ser que
siempre estaba por los demás, que siempre se preocupaba por la gente.
Y es que la gente del pueblo, no veía más allá de la nariz, y eso pasa hoy en día.
Des del primer día que se conocieron, Germán y Cristian fueron los mejores amigos que nadie
hubiese podido tener, los amigos de Cristian se fueron distanciando de él ya que no quería salir
a jugar con ellos y es así, cómo surgió la mejor amistad que nadie nunca podrá tener, una
amistad verdadera>>

-¿Veis? Ese buen hombre que cruzaba la calle sería un ejemplo de Germán, iba triste porque
poca gente se ajuntará con él por su buen corazón, la mayoría de gente le criticará, sin saber
cómo realmente es. Así que os pido, que si alguna vez veis a alguna persona así, nunca la
miréis mal, es más, sonreírle, y si es de vuestra edad, ofrecerles vuestra amistad, estará muy
agradecido/a.
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