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Isabella Ossa Maya 11-²

UN VOTO ANTES DE LOS 2000

Y por fin llego tan esperado día, más esperado que conseguirme un marido con
una finca y dos hectáreas repletas de ganado, más esperado que ser la hija ama
de casa y la señora más admirada de todo el pueblo, pero en realidad ninguno de
esos era mi sueño, ese era el de mi familia, yo quería trascender e ir más allá, no
quería permanecer bajo las sombras de un hombre, yo quería romper con esa
típica frase de mi pueblo que dice: “detrás de un gran hombre siempre hay una
gran mujer” yo quería demostrarles que no, que para ser una gran mujer no tenía
que estar detrás de un hombre y mucho menos necesitaba alguno de ellos para
resaltar o brillar; yo no quería continuar con el legado de mi familia, ni quería ser
una ama de casa que preparara a sus hijos en la mañana para luego dedicarme a
las labores del hogar y luego en la tarde recibir a mi marido cansado y exhausto,
aunque no me parece una mala labor yo no la quería para mí, no, yo quería ser
una mujer diferente a las de mi pueblo, quería ser una mujer libre la cual
participará en las decisiones de mi país, yo era la niña que soñaba con las normas
y la que se preocupaba por cómo funcionaba el país.

Cuando aprendí a leer de corrido esperaba ansiosa cada martes a mi padre, él


llegaba de comprar las cosas de comida y junto a ellas traía un periódico con
noticias nacionales e internacionales, él se dividía por secciones y generalmente
me interesaba más la sección de política y economía, nunca entendí mi interés ni
de donde prevenía, creo que es algo que ya venía conmigo. Generalmente
creerían que es algo de familia, pero no, la mía entre más alejada estaba de la
política mejor, mis padres decían que todos los políticos eran iguales y que cada
uno nos acercaba más a la ruina del país y la miseria, yo no entendía como era
posible que dijeran eso y que simplemente el juicio del país se limitara en su boca
y no pasará de la punta de su lengua cuando en ellos existía lo posibilidad de
elegir algo mejor y de aportar esa gran opinión sobre que creen que nos brindaría
un beneficio común para todo como país.

A mis 11 años no lo podía dimensionar y ahora a mis cuarenta no lo justifico sin


embargo creo que era una época de mucha desinformación y el poder se
aprovechaba de eso para asumir una postura autoritaria y unificadora del mando.

En fin, mi idea en ese momento no trascendió y simplemente deje que con el paso
de los días y con cada periódico de cada martes mi gusto e interés por el gobierno
y la nación fuera aumentando.

Este gusto siempre fue reprimido, pues mis hermanas mayores no tuvieron la
oportunidad de ir a la escuela por lo cual tenían una visión muy estrecha de lo que
era aportar como ciudadano al país. Y a mi, que por fortuna pude recibir una
educación básica no podía expresar mi opinión ya que nos veíamos regidos por
una cátedra estrictamente religiosa la cual tenía forma de patriarcado que
lentamente consumía nuestra alma como mujer y como ciudadanas. Sin embargo,
nunca deje que esto me opacara y no podía contar las veces que mi padre me
pegaba un coscorrón porque recibía quejas de la señora Elizabeth sobre mi
compartimiento en el colegio y en como influía negativamente en mis compañeros,
cuando lo único que hacía era enseñarles que podíamos elegir y que podríamos
estar en un país democrático donde se escucharán a todos y cada uno.
Con el tiempo mi padre se fue acostumbrando y pasaba de ser una sorpresa a ser
una decepción continúa, él y mi madre creían que mi lugar era en la cocina o
arreglando el bello jardín de mi madre, ella tenía las orquídeas más bellas de este
mundo, y aunque me gustaba no las quería cultivar, quería ser como ellas, bellas
e imponentes, pasajeras y que dejan una marca ya que todos nos acordamos de
ellas y de su bello color, lo resplandecientes que son.
Al pasar los días, meses y años, cada vez estaba mas cerca de tal esperado día,
sin embargo, mis padres no sabían lo que iba a hacer, pues cumplí 18 y ahora
según el estado, estaba en la capacidad de decidir por mi misma, y en este caso
la suerte estaba de mi lado, pues el mismo año que me habilitaron mi cedula para
votar también eran las elecciones presidenciales.
El día de las votaciones, antes de poder salir de mi casa mi padre me dio un
sermón machista diciendo que ese no era ni mi deber ni mi derecho, que eso solo
lo podían hacer los hombres, después de un rato de desacuerdo accedió
totalmente inconforme, diciéndome que hiciera lo quiera que no le importaba.
Me pareció rara su disposición y aunque no se veía conforme tampoco se molestó
en prohibírmelo. Dispuse de 20 minutos para arreglarme hasta que por fin estaba
lista para salir, me dirijo hacia la puerta emocionada sin saber lo que iba a
encontrar. Mi casa era una casa antigua de puertas de madera gruesa y acero fino
de lo que estaban hechas las chapas, que generalmente se cerraban con candado
desde la parte externa, cosa que se digno a hacer mi padre, pues cuando intente
abrirla desde adentro no se abrió y por más que forcejee no pasaba nada, desde
el otro lado de la puerta escuche una voz, era la de mi padre, él me decía que
luego lo entendería y que descubriría cual era mi papel en el mundo. Yo no podría
creerlo, me parecía absurdo el acto que estaba cometiendo mi padre y ni siquiera
llegaba a dimensionarlo totalmente.
Después de un rato ya había aceptado mi postura derrotada, pues no podía hacer
mucho, me sentí imponente y derrotada, me senté en la esquina de mi cama y
meto mi cabeza entre mis manos, de repente mi oído se agudizo y escuche como
alguien abría la cerradura desde el otro lado de la puerta; pensé que era mi padre,
el cual venia a dirigirse hacia mi con un discurso rebuscado sobre que era lo mejor
para mí, así que levante mi cabeza y mis ojos no se encontraron con los de mi
padre, eran unos ojos mas amigables que me brindaban una presencia cálida y
comprensiva, acompañada de sororidad, pues la que me abrió la puerta era mi
hermana mayor y las primeras palabras en salir de su boca fueron
- No te preocupes, creo en ti y en tu capacidad de pensar, se que eres capaz
de razonar y de ver que es lo mejor para nosotros, no hagas caso a nuestro
padre, el es viejo y terco y su amor hacia nosotras no lo cambiara, sin
embargo, respétalo y entiende que la crianza que le brindaron a el es
diferente a la nuestra. Ahora disponte de ir a ejercer tu derecho.
No lo pensé dos veces, no tenia resentimiento con mi padre y estaba agradecida
con mi hermana, ella se encargaría de hablar con mi padre en el momento que
notara que no estaba en casa, y yo me iría, así que no lo dude, metí mis cosas en
un bolso, ya que iba un poco tarde
Al llegar a las urnas de votaciones, una gran emoción recorría todo mi cuerpo,
sentía un cosquilleo de cabeza a pies, y llegue a pensar que mi estomago estaba
lleno de mariposas, pero no era así, solo era la emoción de la primera vez, esa
sensación fue inolvidable, pues pude conscientemente elegir a una persona que
en algún momento creí ser digna para representarnos a nosotros los colombianos.
Mi voto fue consciente y estaba orgullosa de eso. Con el paso del tiempo esta
acción se volvió repetitiva y pude hacerlo durante varias veces, también mi padre
reflexiono y entiendo que yo era una mujer capaz y libre de tomar decisiones y
más si eran de política. Muchas cosas tuvieron solución tanto en opinión social
como en la de mi familia, por fin pude ejercer mi derecho a opinar y votar sin tabús
y opiniones sociales.

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