Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El ambiente de lectura
México, FCE, 2007.
Colección Espacios para la lectura.
1ª edición en inglés: 1991.
Capítulo incluido
1. El círculo de lectura
Dime
México, FCE, 2007.
Colección Espacios para la lectura.
1ª edición en inglés: 1993.
Capítulos incluidos:
Cap. 2. Tres situaciones compartidas
Cap. 4. ¿Son críticos los niños?
Cap. 5. Los niños como críticos (fragmentos)
Cap. 6. Comunicar honorablemente
Cap. 8. ¿Qué significa…?
Cap. 12. Resaltar
[Aquí se transcriben algunos fragmentos del capítulo 5, en el cual se presenta una
serie de ejemplos de situaciones de clase.]
“Pueden los niños contar, o cuentan de hecho, "la historia de lectura"? ¿Realizan lo
que Auden esperaba de un crítico?
Comenzamos por escuchar más atentamente lo que decían los niños y leer con más
cuidado lo que escribían sobre los libros. Pronto nos dimos cuenta de cuánto no
habíamos advertido, especialmente cuando trabajábamos con clases numerosas.
Con frecuencia los niños se expresan en animados debates de rápidos diálogos,
mientras la maestra se ocupa simultáneamente de mantener el orden, decir lo que
quiere decir y escuchar lo que están diciendo los niños, por lo que se le escapa la
sustancia del pensamiento salpicada en la conversación.
Además, una buena parte de las cosas más valiosas se dice en privado, fuera de la
discusión formal de la clase. Uno debe también escuchar furtivamente” (p. 43).
“Mark, a quien alguien había definido como u n niño de ocho años con ‘habilidades
muy limitadas’, cuando la maestra preguntó a la clase si alguien podía encontrar algún
patrón en El búho que tenía miedo de la oscuridad, de Jill Tomlinson, contestó: ‘Hay un
patrón en el modo en que Plop va por la rama cada vez, luego se cae cada vez y
después se encuentra con otra persona cada vez’.
Mark está jugando el juego de ‘Yo espío’. Está descubriendo conexiones más o menos
escondidas entre diferentes elementos en la historia y se divierte al hacerlo. Una
buena parte de la actividad crítica, incluso del tipo más complejo, tiene que ver con
encontrar patrones: de lenguaje, de ‘códigos’ narrativos, de trama, de imágenes, de
personajes y otros. En dónde enfocamos nuestra atención, qué destacamos, varía de
acuerdo con la naturaleza de la historia y los imperativos personales de la lectura
propia de cada lector. Pero nuestra experiencia demuestra siempre que al encontrar
patrones creamos significados y cuando construimos significado nos vemos
recompensados con un sentimiento de placer. Mark podrá tener ‘habilidades muy
limitadas’ y sólo ocho años, pero es observador y simplemente preciso al decir lo que
descubrió” (pp. 45-46).
1
“Si juzgamos por el esquema de Auden, entonces podemos tranquilamente decir que
los niños son capaces de ser críticos. Los niños saben mucho sobre el mundo en el que
viven. La maestra debe descubrir cómo atraer ese conocimiento a la discusión, para
luego aumentarlo o modificarlo, de acuerdo con lo que ella sabe. Y vale la pena hacer
hincapié en estos puntos:
1. Los niños de todas las edades son tan diversos en sus lecturas de un libro como los
adultos. En cualquier grupo, algunos destacarán un rasgo y otros otro. Y aunque los
adultos que han trabajado mucho con niños pueden hacer suposiciones inteligentes
sobre los aspectos más atractivos o provechosos, nadie acierta del todo. Por el
contrario, en cualquier enseñanza que le permita a los niños una comunicación
honesta de sus reacciones, la maestra se lleva generalmente una sorpresa.
2. Con frecuencia subestimamos las capacidades de lectura y crítica de los niños. Los
maestros han sido especialmente entrenados para presumir que las ‘etapas de
desarrollo’ son comunes a todos los niños de más o menos la misma edad, y a aceptar
que no pueden distinguir entre ‘lo real’ —de la vida diaria— y ‘lo ficcional’ o entre lo
literal y lo metafórico o entre el papel lúdico del relato (cuando estamos ‘jugando a la
vida’) y el fin consiguiente e irreversible de ‘en realidad vivirla’. En todo caso es más
sabio, al menos en lo que a conversaciones literarias se refiere, actuar bajo el supuesto
de que los niños son potencialmente todo lo que nosotros mismos somos y que, al
contar sus propias historias y sus lecturas de las historias de otras personas, están
‘llamándose a ser’. Al contar sus lecturas activan sus potencialidades, pero sólo cuando
esa lectura es realmente suya y la comparten cooperativamente y no es una lectura
ajena que se les impone.