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Autoformación 1
Psicología
Autoformación 1
Rionegro
Octubre de 2021
Autoformación 1
La entrada al abismo
Lo primero que relata Viktor Frankl en su libro, hablando acerca la experiencia que supuso
verse preso en un campo de concentración, es sobre las primera impresiones que él y el resto
de judíos prisioneros tenían antes de su llegada a los campos de concentración, incluido entre
ellos el más famoso de todos gracias a las indescriptibles aberraciones que allí ocurrieron,
Auschwitz, y con eso mismo me gustaría iniciar, con ese momento dónde los aún
corazón la ilusión de dirigirse a alguna fábrica para servir como esclavos, un destino
Cada instante de tiempo que dediqué al libro me pasaba una imagen continuamente por la
cabeza, la de avistar desde la lejanía la inminente llegada a uno de aquellos campos al ritmo
chirriante de los frenos del tren que se detenían lenta pero consistentemente en la entrada del
interior dicho sentimiento soy consciente de que ni por asomo lograré percibir una porción del
terror que debió haber sentido un padre al verse acompañado de su hijo divisando el grisáceo
cielo bañado en ceniza a la espera de aquella devastadora pregunta: Papi, ¿A dónde vamos?
La ilusión y esperanza del ser humano pareciera no tener final en aquellas ocasiones
donde todo se divisa perdido en el horizonte, y eso es lo que quiere decir Viktor Frankl al
muchos de los pasajeros de aquellos atiborrados vagones, la fugaz esperanza de que por un
momento sería relevados por alguien más y serían enviados a alguna fábrica de munición al
interior de Alemania, o bien a algún familiar suyo ya que como bien lo deja ver Viktor Frankl,
el recuerdo de un ser querido vivo puede ser el mejor combustible para enfrentar el gélido
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invierno Bávaro. Lastimosamente ese indulto no llegaría jamás al descender de los vagones la
sobrehumano de afrontar la peor pesadilla de sus vidas lejos de la seguridad de una cama.
Más allá del shock inicial de los prisioneros podemos empezar a analizar el alcance del
cinismo al que el ser humano es capaz. Los prisioneros primerizos eran recibidos por un
veteranos provenientes de toda Europa que portaban máscaras con caras amigables y
para desempeñar las arduas e interminables albores físicas del campo, así pues se abría el
telón ante los leños que descendían temerosos de los vagones para alimentar los hornos de la
industria militar alemana, aunque ahora tenían algo de lo que aferrarse al ver que los
prisioneros no se encontraban tan mal como pensaban ya que esa visión de prisionero no era
Tras el espectáculo de bienvenida interpretado por los “prisioneros falsos”, los del comité
de bienvenida, los recién llegados serían seleccionados para ver quienes pasarían directamente
a las cámaras de gas y los crematorios, y quienes serían los afortunados de vivir e ingresar al
campo, aunque de fortuna parezca no tener mucho a menos que el destino te tenga deparada
seleccionados para vivir otro día más al entrar y conocer su probable tumba y ver a los
verdaderos prisioneros, los decrépitos y los enfermos, los desesperanzados y los agónicos, los
nube sobre la cual los nazis pretendieron ponerlos con su calurosa bienvenida, una caída
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similar a dejar caer una bomba atómica en sus corazones. La realidad supera la ficción en
muchos aspectos, y este no es la excepción. Dudo que a algún prisionero le pasara algún
pensamiento por la cabeza que superara en crudeza y brutalidad a las imágenes que ya sus
de trabajos físicos y la insaciable hambre que se padecía hasta dejarte en los huesos.
Perderlo todo
Si hay algo que lo alemanes entendieron rápidamente era que necesitaban la mayor
cantidad de esclavos posibles para atender a sus fines expansionistas, siguiendo el ejemplo de
todas las grandes potencias que abarcaron gran territorio, todo gracias a una sola cosa: el
sometimiento. En este caso del pueblo judío, y ¿Cómo se puede someter a alguien?, las
respuestas pueden ser variadas pero me centraré en la que creo idónea, y sería el
sometimiento, hacerle sentir a una persona que no vale absolutamente nada, o aún peor, que
solo vale lo que la persona que lo somete quiera. En los campos de concentración se despojó a
los prisioneros de todo aquello que poseían, tanto material como inmaterial, empezando por
aquello que los hacía reconocibles en este mundo de personas tan distintas empleadas para
usos tan parecidos, en una fábrica todos los empleados pueden ser distintos pero al fin y al
cabo todos son empleados a excepción de los jefes, a diferencia de algo tan nuestro que ni
siquiera elegimos, nuestro nombre. Para los prisioneros su nombre se convirtió en un número
clasificatorio que los diferenciaba del resto, una mera estadística sobre cuantos han muerto y
cuantos siguen trabajando, como productos en un supermercado, cada uno con su código de
barras, y también con fecha de caducidad. Así mismo debieron de sentirse, como un producto
más que sin ninguna dificultad ni rastro de humanidad podía ser reemplazado por uno más
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completamente distinto, y eso sin contar con que ya te había sido arrebatado todo lo material:
hogares, negocios, ahorros, ropa, joyas, vecinos, familiares, amigos, etc. Un sinfín de cosas
Aún más allá de todo esto lo más devastador debe ser que te quiten aquello que te mueve
día a día incluso en las condiciones más infrahumana, que se apoderen de tu fuerza de
voluntad para que la emplees trabajando hasta que no quede nada de ti y te conviertas en una
máquina de carne y hueso, más hueso que carne, sin ningún tipo de brillo, de ese brillo
creativo y creador que constituye la naturaleza del ser humano, en donde evidentemente se
evidencio aquí más que nunca que así como el ser humano es capaz de crear las cosas más
maravillosas, es capaz de destruirlas con una capacidad incluso más asombrosa, catastrófica, y
perturbadora.
¿Qué esperar?
nuestra especie a lo largo de la historia, y esto tiene que ver con la libertad y la capacidad de
decisión, de decidir seguir con vida a pesar de lo que pase o lo que pueda pasar, y de saber
que a pesar de lo que pase el ser humano siempre será capaz de encontrar algo que motive su
existencia y algo que le dé sentido, ya que sin esto, no seremos más que inertes sacos de carne
desprovistos de toda humanidad. Aún queda mucho camino para entender por qué hay
personas que no valoran nuestra cualidad más bella, la de ser seres libres, y más aún para que
aprender algo nuevo, algo que puede o no, darle sentido a mi vida.