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Curso Humanismo y Cultura Ciudadana:

Edgar Alonso Vanegas Carvajal


“Museo Casa de la memoria: Colombia, violenta por antonomasia”
Por: Esteban Arbeláez Ramírez
Violentos, así es como se suele describir a los Colombianos, y tal y como sugiere el título
Colombia se ha convertido en un país mundialmente reconocido, lastimosamente no por su
café, ni por sus fiestas y carnavales, mucho menos por su maravilloso paisajimso y
biodiversidad; somos reconocidos por algo de lo que seguramente todos compartirán mi
sentimiento y es por “violentos”, por ser una nación que en más de 200 años de historia no ha
podido aprender que los conflictos no se revuelven a punta de machete ni matando a un
candidato presidencial sólo por el hecho de que no piense como yo quiero, que no tenga mi
misma ideología. Presisamente por ese rechazo sistemático e involuntario en muchas ocaciones
es que no sabemos amar y comprender la diferencia, reconocer que precisamente porque el
otro es diferente a mí guarda un tesoro que no soy capaz de comprender, un tesoro que
debería esforzarme por preservar hasta que pueda comprenderlo, no destruirlo a la más
mínima muestra de descuido.
En el Museo Casa de la memoria se hace un recorrido de más de 200 años de historia
republicana en los cuales se puede comprobar que la guerra ha sido un factor que ha estado
marcado a fuego en nuestra mentalidad desde los tiempos de la colonia hasta nuestros días y,
que lastimosamente, ha marcado la historia de este país. A través de las distintas exposiciones
que ofrece el museo podemos encontrar cantidad de testimonios de personas que han vivido el
conflicto en carne propia y conocen de primera mano los horrores de la guerra, quienes han
visto morir parientes a su lado y han tenido en sus brazos cuerpos carentes de vida con la
esperanza de que sus lágrimas les devolvieran el don de soñar del que fueron despojados.
Las exposiciones muestran a los protagonistas de nuestra historia, una historia que nos
compete a todos y no exclusivamente a las víctimas, por mi parte puedo decir que soy
afortunado de no haber vivido el conflicto en carne propia, como miles de habitantes en
Colombia, pero eso no nos da el derecho de ser indiferentes frente a la situación de otros miles
sino por el contrario deberíamos tener un sentimiento de solidaridad y así juntos intentar
buscar los mecanismo propicios para ayudar a sanar las heridas que la guerra dejó abiertas.
Posiblemente muchos de los que lean este escrito tengan historias para contar sobre su
experiencia con el conflicto, posiblemente muchos hablen en nombre de sus familiares, amigos,
conocidos, etc; pero yo hablaré en nombre de mi padre, un hombre trabajador que hace 17
años se ganaba la vida vendiendo mercancía a lo largo y ancho del departamento Antioqueño,
un comerciante que, acompañado por su hermano, no tenían más opción que arriesgarse día
tras día recorriendo su amada tierra para ganarse el sustento de sus familias, y como pregona
mi padre, a todo marrano le llega su noche buena. Cierto día cuándo se encontraba rumbo al
municipio de Puerto Triunfo fué detendio por un camión cuando se encontraba cerca del
corregimiento de Doradal, lo hicieron bajarse de su vehículo junto con su hermano, eran
combatientes paramilitares, mi padre y tío fueron brutalmente golpeados y se les dejó
amarrados de un árbol durante dos días, dos días en los cuales lo único que escuchaban
además del canto de las aves eran opciones discutidas por aquellos hombres sobre cómo los
matarían por ser sospechosos de colaborar con la guerrilla, por ser mensajeros decían. Una
silenciosa noche de Noviembre mi madre recibió una anhelada llamada que le diera alguna
pista del paradero de su esposo, era una llamada del comando de policía de Doradal
anunciando que mi padre junto a su hermano fueron encontrados a una orilla de la carretera
con evidentes señales de tortura y que inmediatamente fueron llevados al hospital, mi madre
tenía en sus brazos a un niño de poco más de medio año de vida al momento de recibir aquella
llamada, una llamada que le pudo haber dado un giro de 180 grados a su vida de haber
resultado un tanto diferente en su desenlace. Con ésto quiero referirme a que todos somos
protagonistas del conflicto, a todos nos ha afectado, muchos han perdido la vida, su familia, su
hogar, sus sueños, su esperanza, pero de lo que no nos podemos dar el lujo de perder es el
recuerdo.
El museo no es simplemente la representación de 60 años de conflicto armado como algo
pasajero e intrascendente en nuestras vidas sino que se debe convertir en un cuaderno abierto
al cual aún le quedan páginas para escribir una historia diferente, una historia que pueda sanar
las heridas de un conflicto que nos marcará como país y como sociedad para siempre.
Una de las partes que logró captar mi atención a lo largo del recorrido fué la parte dónde se
encuentran recopilados los testimonios de las víctimas, ya que nos da un panorama más amplio
del punto de vista particular de cada persona frente al conflicto.

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