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Gricel Ávila Ortega

Profesora: Iracema Almora Hernández


Curso: Metodología de la investigación filosófica
Módulo II-27 de febrero de 2016

¿Filosofía o muerte?
En los terribles años del terror de Yezhov hice cola durante siete meses
delante de las cárceles de Leningrado. Una vez alguien me "reconoció".
Entonces una mujer que estaba detrás de mí, con los labios azulados, que
naturalmente nunca había oído mi nombre, despertó del entumecimiento
que era habitual en todas nosotras y me susurró al oído:
-¿Y usted puede describir esto?
Y yo dije: -Puedo.
Entonces algo como una sonrisa resbaló
en aquello que una vez había sido su rostro.
Ana Ajmátova

Gertrudis Stein en su lecho de muerte preguntó: “¿Cuál es la respuesta?”, al no obtener


contestación del amigo que la contemplaba, preguntó de nuevo: “¿Cuál es el pregunta?”; el
filósofo Sócrates prefirió la muerte con la cicuta a retractarse de su pensamiento filosófico;
Galileo Galilei con su frase “Y sin embargo se mueve”, reafirmó la teoría heliocéntrica sin
importar que esta acción lo condenara a muerte por la Inquisición. Entonces preguntar como
Stein y estar dispuesto a morir antes que retractarte de lo que se ha descubierto, como Sócrates y
Galileo, enfoca el grado de compromiso que el ser humano, el filósofo y el científico deben tener
con la verdad, con los diagnósticos que se han investigado de la realidad y con los que aún no se
han hecho.

El verdadero espíritu investigador, no descansa en buscar la verdad, no descansa en


intentar interpretarla, diagnosticarla e ir más allá de los límites mentales, prejuicios y
delimitaciones absolutistas (Toscano Medina, Marco. La investigación filosófica 15). Stein,
Sócrates y Galileo, con sus acciones revelan este espíritu que, sin importar las circunstancias
adversas, siguen adelante, incluso, a costa de su vida.

Durante la Revolución Rusa, padeció y pereció toda una generación de poetas e


intelectuales a manos de un gobierno dictador, como Boris Pilniak, Anna Ajmátova, Boris
Pasternak, Isaak Bábel, entre otros; todos ellos fueron encarcelados, torturados o fusilados por
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negarse a aceptar una realidad injusta, por negarse a silenciar su poesía, la cual denunciaba el
sistema de terror. Todos ellos respondían al grito: “Poesía o muerte”…Esta frase es sumamente
fuerte porque revela un espíritu combativo que, a través del arte, diagnostica y señala el mal que
aqueja la realidad hasta las últimas consecuencias, aunque la propia vida esté en juego; porque la
verdad y su búsqueda no acaban; y ese es el mensaje que Sócrates, Galileo, Stein y los poetas
rusos transmiten con sus acciones.

Ahora, centrándonos únicamente en la figura del filósofo, cabe preguntar, ¿qué entraña el
espíritu combativo de uno auténtico –filósofo-? Analicemos la etimología de espíritu y de
combatir. Espíritu viene del latín spiritus. Tiene varia acepciones. Indica soplo, vaho y como se
relaciona también a la capacidad de respirar, entonces termina refiriéndose a la fuerza vital, al
coraje y al ánimo (Etimologías de Chile, “Etimología de Espíritu”, 2016). Combatir proviene del
latín combattuĕre, y significa atacar, embestir, pelear de forma violenta o con ímpetu
(Definiciona. Definición, historia e etimología de las palabras, “Combatir”, 2015). Por lo tanto,
el espíritu de búsqueda de un filósofo debe ser de coraje, de ánimo, de fuerza, de no dejarse
desfallecer y atacar con ímpetu, a fuerza de sus observaciones y de sus preguntas, la realidad. El
filósofo, tal y como asevera Gabriel Marcel, debe estar vigilante, velando lo que ocurre a su
alrededor (Marcel, Gabriel, Dos discursos y un prólogo autobiográfico, “El filósofo y la paz”,
26), de lo contrario, si se deja seducir por cualquier afán partidista, poniéndose al servicio de
alguna élite, no sólo la verdad se le escapará de las manos1, también el espíritu filosófico estará
muerto. Filosofía o muerte. Si el filósofo no aborda a la filosofía como un compromiso personal,
como un compromiso de vida, entonces no será un filósofo, sino un simulador, un elemento más
del manojo de funciones en que se ha convertido la sociedad contemporánea (Marcel, Gabriel,
Dos discursos y un prólogo autobiográfico, “Que puede esperarse de la filosofía” 31:32).

Resulta conmovedor el epígrafe con el cual inicia este ensayo. El texto hace referencia al
terror que padeció la poeta Anna Ajmátova cuando su hijo fue hecho prisionero y llevado a un
campo de concentración. Ajmátova, junto con otros cientos de mujeres, pasaba hambre y frío,
aguardaban horas y días en la entrada del terrible sitio, en espera de alguna noticia de sus seres
queridos. En medio de esa situación devastadora, el análisis, la reflexión y el diagnóstico de lo
que se vivía, traslució en el espíritu de la artista. Ella convirtió el terror en un poema que reflejó
1
Platón le dijo a un joven discípulo que se aventurara a la tarea de investigar por más arduo que pareciera, porque de
lo contrario la verdad se le escaparía de las mano (Zubiri, Xavier, The Xavier Zubiri Review, “Qué es investigar”, 7).
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la realidad. Esta misma actitud debe ser la del filósofo. Anna Ajmátova pudo haber respondido al
automatismo de la catástrofe y dejar de escribir -por miedo-, pero no lo hizo. Al igual que
muchos poetas de su época, se elevaron como un faro para señalar lo que se vivía producto de un
gobierno absolutista y represor. El filósofo también debe ser un faro que diagnostique la
cotidianidad y debe tener la fuerza y la voluntad férrea para no dejarse influenciar -siguiendo a
Gabriel Marcel- por propagandas que sirven a la política o por la somnolencia (Marcel, Dos
discursos y un prólogo autobiográfico, “El filósofo y la paz”, 25). El filósofo debe cuidarse de
no convertirse en instrumento de otros. Él sólo puede ser instrumento de la verdad.

¿Y qué se requiere para ser un instrumento de la verdad? Fernando Savater nos da la


respuesta: ser un animal que pregunta, sembrar sin descanso el cuestionamiento para preguntar
cada vez mejor, para seguir cultivando la pregunta por medio de la respuesta. La actitud filosófica
es el empeño (Savater, Fernando, Las preguntas de la vida, “Introducción” 22:23). Sin empeño, sin
compromiso, la verdad huye y nos convertimos en funcionarios de la vida, tal y como observa
Gabriel Marcel. Es necesaria la voluntad férrea, como la de Anna Ajmátova para escribir en medio
de la represión, como la Gertrudis Stein para preguntar en los últimos instantes de su vida, como la
de Sócrates y la de Galileo para enfrentar a los grupos de poder a costa de su vida; esa es la actitud
que se necesita en la filosofía para poder distinguir la ignorancia que ata a un mundo de sombras, de
imaginaciones y de prejuicios.

Aunque tener la voluntad férrea, siendo honesta, es cada vez más complicado. Gabriel
Marcel señala que la realidad de ahora es una desorbitación, porque el individuo prácticamente está
aplastado por todo un mecanismo de funciones a las que debe cumplir, como la función del trabajo,
la del sueño -para poder cumplir con la primera-, la función sexual, la función de empleado, etc.
Toda la sociedad está construida en base a funciones y cuando existe una ruptura, como la
enfermedad, el individuo es reparado en una clínica. Pero si el individuo no puede ser reparado y
muere, será desechado. La muerte es entonces el punto final de lo utilizable (Marcel, Gabriel,
Filosofía para un tiempo de crisis, “Qué puede esperarse de la filosofía” 33). El complejo
mecanismo de funciones de la sociedad está diseñado para aplastar y encadenar el espíritu reflexivo
del ser humano, está diseñado para que se torne más ajeno y extraño del mundo que vive. Entonces
nuestra cotidianidad no es nada diferente a la de los hombres del famoso mito de “La caverna”,
-planteado en el texto La República-: encadenados a imaginaciones; hombres que viven de observar
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sombras y figuras de objetos sensibles, como animales, plantas o cosas fabricadas… ¿a eso estamos
condenados? Platón nos da una esperanza. Si existe un reducto de hambre por conocer, un reducto
de voluntad para realizar el viaje que tendrá como fin la verdad…la salvación de ser devastados por
el automatismo y la funcionalidad de la vida, será posible. El mito de la caverna representa la
posibilidad de una evolución en el ser y en el conocimiento a través del ímpetu por descubrir qué es
la realidad. El ímpetu, la pasión es clave, porque el viaje hacia la verdad no es sencillo, pero si se
empecina, si se logra ir más allá de la realidad sensible que se extiende, entonces se podrá seguir
escalando hasta llegar al sol, a la luz, que es el mundo de la verdad; donde descansan las ideas.

El título del ensayo “Filosofía o muerte” advierte la necesidad de superar el mundo


superficial, autómata y funcional. La filosofía se tiende como una posibilidad para reflexionar y
explorar la realidad. En la medida que se explore y se reflexione daremos cuenta de nuestra
condición de seres humanos participes de una realidad dinámica. De lo contrario, estamos
destinados a dejarnos llevar por las circunstancias y a convertirnos en simples actores que
responden a estímulos o circunstancias. Filosofía o muerte, reflexión o expiración de nuestra
capacidad intelectiva.

En un mismo punto, la filosofía debe ser comprendida como un compromiso y no como un


mero ejercicio intelectual. Si la filosofía es tomada como un juego entonces es mejor que no exista.
La filosofía inquiere actitud y coherencia ante la vida, de lo contrario todo se vuelve una impostura
(Marcel, Gabriel, Filosofía para un tiempo de crisis, “Responsabilidad del filósofo” 39). La
filosofía exige la misma determinación del hombre del mito de La caverna. Este hombre, una vez
liberado, escaló y luchó para superar su condición y llegar a la verdad. Pero ese hombre, no se
contentó con ello, sino que volvió a descender a la caverna que había sido su prisión para intentar
mostrar la verdad descubierta. Ese hombre se volvió un faro que intentó alumbrar a la ignorancia.
Ese es el papel del filósofo, el cual sólo puede estar al servicio de la verdad y de la sociedad. ¿Y
cómo un filósofo hará el servicio a la sociedad? Sencillamente señalando las reflexiones o
diagnósticos que con ímpetu investigativo y racional, ha descubierto.

Un verdadero filósofo comprenderá que de él depende escudriñar la realidad para mostrar el


fruto de sus desvelos a una sociedad cegada de funcionalidad. La voluntad del filósofo y su pasión
por investigar es una de las llaves que revierten y trascienden el mundo de todos los días, el mundo
de los prejuicios, el mundo de las tinieblas o de las sombras.
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Sin embargo, no se debe pensar que un filósofo mejorará nuestra realidad con algún
descubrimiento práctico. No. Un buen filósofo ayudará a pensar, ayudará a que uno se atreva a
realizar por sí mismo el viaje hacia la investigación, pero no hará la investigación por uno (Savater,
Fernando, Las preguntas de la vida, “Introducción” 25). El filósofo estimulará a los demás a
atreverse a pensar por sí mismos, se convertirá en una suerte de vigía que se subirá a la parte más
elevada de un terreno para señalar el posible camino, o en su defecto, diagnosticar los obstáculos
que el camino conlleva.

Con lo anterior expuesto, se vuelve claro el papel preponderante del filósofo en la sociedad.
Al igual se evidencia la necesidad de que el filósofo tome a la filosofía como un asunto de vida,
porque de lo contrario, la sociedad pierde a su vigía, pierde a su elemento reflexivo. ¿Y qué ocurre
sin ese elemento reflexivo? Pues la realidad se hunde en una sociedad de individuos funcionales.
Por ello, también es importante que el filósofo se comprometa a hacerse comprender por los demás;
que no se deje llevar por el fastidio y la desilusión de que sus diagnósticos sean despreciados; debe
ser incansable en tratar de hacerse comprender a los demás (Toscano Medina, Marco Arturo, La
investigación filosófica, 11). Ante cualquier circunstancia, como Anna Ajmátova, debe estar
dispuesto a responder: “Puedo”, a decir, “Yo filósofo pese a cualquier problema, puedo describir,
reflexionar y señalar lo que he descubierto”.

No olvidemos que el filósofo debe cuidarse a sí mismo para cumplir con su responsabilidad
social. Debe cuidarse de los oportunistas que se disfrazan bajo una fachada de buena voluntad y de
luchas pacifistas (Marcel, Gabriel, Dos discursos y un prólogo autobiográfico, “El filósofo y la paz”
22). El filósofo debe, como dice Marcel, mantenerse caminando en aristas y no caer bajo el influjo
de límites mentales, delimitaciones absolutistas de alguna propaganda que sólo quiera aprovecharse
de su peso ético al incorporarlo en una circunstancia política.

El filósofo, repito, como Gertrudis Stein, como Galileo, como Sócrates, como los poetas
rusos de la Revolución, debe estar dispuesto a crear conceptos, problemas, teorizaciones hasta sus
últimas consecuencias. Y al mismo tiempo debe intentar que todo su trabajo sea entendido por la
sociedad. Debe ser como Ajmátova, quien pese a la devastación dio esperanza a una mujer al
afirmarle que sí podía transmitir lo que se estaba viviendo.
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Es en tiempos de crisis cuando el trabajo de un filósofo se vuelve más esencial, porque sin
su ejercicio comprometido con la razón y la verdad, la realidad se hunde en lecturas irracionales,
automáticas y prácticas.

En tiempos difíciles es necesaria la capacidad de indagación y de intelección de un filósofo.


Cuando la realidad se vuelve más abrupta y mecanizada, la tarea de un filósofo comprometido,
puede salvar del precipicio a una sociedad, ¿cómo?, con la voluntad y la pasión por analizar,
observar y reflexionar.

En conclusión, un verdadero filósofo debe ser fiel a la verdad hasta el final, incluso ante
situaciones represoras; debe mantener un espíritu combativo para no doblegarse en la tarea de la
investigación y la reflexión de la realidad. Debe mantenerse firme y razonable para entender que si
llega a desfallecer y a ceder ante las tentaciones del automatismo de la vida, un vigía de la realidad
caerá, así como una parte de la verdad. Por eso, el filósofo antes de dejarse seducir por el
funcionalismo existencial, debe pensar si elige la filosofía o la muerte.
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Obras consultadas

Marcel, Gabriel. “El filósofo y la paz” en Dos discursos y un prólogo autobiográfico. Frankfurt:
Herder. 1967. 17-34 pp. Documento PDF.
____________. “¿Qué puede esperarse de la filosofía?” en Filosofía para un tiempo de crisis.
Madrid: Guadarrama. 1971.19-35 pp. Documento PDF.
____________. “La responsabilidad del filósofo en el mundo actual” en Filosofía para un tiempo
de crisis. Madrid: Guadarrama. 1971.19-35 pp. Documento PDF.
Savater, Fernando. “Introducción” en Las preguntas de la vida. Barcelona: Ed. Ariel. 2005. 15-
26 pp. Documento PDF.
Toscano Medina, Marco Arturo. La investigación filosófica. Michoacán: Facultad de Filosofía

“Dr. Samuel Ramos”-Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo. 2013. 7-65pp.


Documento PDF.

Zubiri, Xavier. “Qué es investigar” en The Xavier Zubiri Review. Vol. 7 (2005): 5-7.
Documento PDF.
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