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Revista Chakiñan de Ciencias Sociales y

Humanidades
ISSN: 2550-6722
Universidad Nacional de Chimborazo

LA COLONIZACIÓN DEL NIÑO


González, María; Torres, Jaime
LA COLONIZACIÓN DEL NIÑO
Revista Chakiñan de Ciencias Sociales y Humanidades, núm. 10, 2020
Universidad Nacional de Chimborazo
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=571763429009
DOI: 10.37135/chk.002.10.09

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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
Artículo de Reflexión

LA COLONIZACIÓN DEL NIÑO


COLONIZATION CHILD

María González 1
Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Ecuador
ORCID: hp://orcid.org/0000-0003-0110-2220
Jaime Torres 2 jptorres@uce.edu.ec
Universidad Central del Ecuador, Ecuador
ORCID: hp://orcid.org/0000-0003-4999-4475

RESUMEN: El presente artículo de reflexión, analiza y cuestiona el proceso de


colonización en los niños y niñas al interior de la familia. Su intención es dar un marco
de referencia que permita entender la violencia sobre la infancia como una forma de
reproducción de la subjetividad colonial. Esta reflexión surge posterior a un trabajo
desarrollado en escuelas urbano-rurales del sector de Cayambe, donde se evidenció que
Revista Chakiñan de Ciencias Sociales y las prácticas de violencia físicas o simbólicas siguen replicando contenidos de la lógica
Humanidades, núm. 10, 2020
colonial instalada al interior de las familias, expresadas en la subordinación de los niños,
Universidad Nacional de Chimborazo de considerarlos como sujetos sin autonomía, sin pensamiento propio y portadores
de una naturaleza desviada que hay que corregir. El trabajo, utiliza la hermenéutica
Recepción: 29 Marzo 2019
Aprobación: 01 Julio 2019 como método, tiene como referencia los trabajos de Fanon y Memmi, en diálogo con
Mendel, ubicando a la infancia como el lugar donde se reproduce el sujeto colonizado.
DOI: 10.37135/chk.002.10.09 Este análisis desarrollado en el campo de la psicología social crítica, se fortalece con la
prespectiva de Michelle Foucault sobre la colonización y psiquiatrización de la infancia
CC BY-NC-ND y de Enrique Dussel en la pedagógica latinoamericana. Durante el análisis, se concluyó
que la paternidad y maternidad colonizadas, reproducen prácticas culturales de crianza
que perpetúan la condición de sujeto colonizado.
PALABRAS CLAVE: Colonización, psiquismo, internalización, sentimiento de culpa,
abandono, violencia infantil.
ABSTRACT: is reflection article analyzes and questions the process of colonization
in children within the family. Its intentionality is to provide a framework for
understanding violence over childhood as a form of reproduction of colonial
subjectivity. is reflection arises aer a work developed in urban-rural schools in the
sector of Cayambe. It was evidenced that the physical or symbolic violence practices
continue to replicate contents of the colonial logic installed within families, expressed
in the subordination of children, to consider them as subjects with no autonomy,
no thoughts and bearers of a deviant nature that must be corrected. e theoretical
reflection document uses hermeneutics as a method, it has as reference the works of
Fanon and Memmi, in dialogue with Mendel, locating childhood as the place where the
colonized subject is reproduced. is analysis, developed in the field of critical social
psychology, is strengthened by the views of Michelle Foucault on the colonization and
psychiatrization of childhood and Enrique Dussel in Latin American pedagogy. During
the analysis, it is observed how the paternity and maternity colonized, reproduce cultural
practices of upbringing that perpetuate the condition of colonized subject.
KEYWORDS: Colonization, psychism, internalization, guilt, abandonment, child
violence.

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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
María González, et al. LA COLONIZACIÓN DEL NIÑO

INTRODUCCIÓN

El presente artículo pretende contribuir a la comprensión de la situación


de violencia contra la infancia en los sectores populares y parte de una
aproximación a la comprensión de la colonización del niño.
Este acercamiento procura responder a la interrogante siguiente:
¿cómo opera la colonización del niño? y toma como punto de partida las
reflexiones de Fanon (citado por Oto 2003), (Memmi 1966) y (Mendel
1974) sobre el sujeto colonizado, en aras de contar con elementos para
comprender, por una parte, cómo el sistema social, impactado por la
experiencia colonial, habita los sujetos y por otra, que la reproducción
social de esta estructura es consecuencia de la internalización del sistema
colonial, ahora dispuesto en los regímenes disciplinarios-modernos, como
afirma (Foucault 2000).
Fanon (citado por Oto 2003) define cómo y bajo qué circunstancias
se establecen esos mecanismos psíquicos que generan los procesos de
identificación del yo, del sujeto colonizado con el mundo exterior
colonial. Haciendo uso de la propuesta de Germanie Guex (Guex 1964)
esclarece esos mecanismos internos de los sujetos que producen la
incorporación de la cultura colonizadora, como estructuras constitutivas
de carácter neurótico del sujeto colonizado producto de la escisión
de la cultura originaria, al colocar la experiencia de conquista como
componente fundante básico y arcaico en la estructuración del yo de este
sujeto colonizado.
En este marco, reconoce que esas experiencias y organización del yo
perpetúan una condición de inferioridad en el sujeto colonizado (hombre
o mujer), cuya salida a esa condición de negatividad se relaciona con la
sustitución de su yo (configurado en su cultura originaria conquistada)
por un yo que adquiere atributos de la cultura colonizadora, aspiración
de blanqueamiento como estrategia neurótica de superación de esa
inferioridad.
La teoría de Fanon (citado por Oto 2003) permite comprender cómo,
internalizado el régimen colonial en los sujetos, este se reproduce luego
en la crianza del niño aunque su trabajo tiende a centrarse en el hombre
colonizado y referir como característica única el deseo de amor de la
mujer colonizada por el colonizador. Estos mecanismos pueden esclarecer
cómo la reproducción social del sistema colonial-disciplinario en el niño,
perpetúa sistemas de dominación en tanto reedición del poder colonial.
Por otro lado, el trabajo de (Memmi 1966) sobre el retrato del hombre
colonizado, admite prestar atención y comprender cómo se reproduce
el sistema colonizador en los sectores urbanos y obreros empobrecidos.
Eso implica que el régimen colonial prolongado en los estados modernos
consiente acentuar los procesos de exclusión, pero al mismo tiempo
legitimar sistemas de explotación. El autor brinda algunas nociones sobre
qué comportamientos surgen del padre colonizado, que como expresión
o mecanismo de defensa y como artificio de sobrevivencia reproducirá
formas naturalizadas del ser colonial, pautas de comportamiento que

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por aprendizaje vicario el hijo incorporará como conducta de sujeto


colonizado.
(Memmi 1966) identifica, además, el trocamiento de las formas
de representación del colonizado colocando como característica la
unificación de esas representaciones en la pereza; de ahí devendrá esa
conducta natural a las desviaciones, por lo que desde la niñez es necesario
el disciplinamiento a la subordinación y la obediencia del niño y del adulto
hacia la explotación. Asociada la pereza a la mediocridad y la debilidad
mental, se justifican los mecanismos de colonización del niño, como
aparente forma de integración a las relaciones sociales de producción
basadas en la explotación.
Este investigador propone que la colonización implica borrar todo
rastro de la memoria histórica del proceso de conquista, y colocar el
momento arcaico fundante de la existencia humana y el inicio de la
historia, es decir, la conquista como lugar de origen, y eliminar de toda
narración los registros de religiosidad, iconografía y textos que refieren
a las culturas originarias conquistadas. El niño colonizado aprenderá la
historia del colonizador como propia, a lo que Memmi (1966) denomina
usurpación.
A partir de allí, (Mendel 1974) entregará fundamentos para descifrar
los mecanismos de colonización del niño bajo la comprensión de
internalización de la autoridad a través de la conformación del super-
yo del sujeto, lugar en el que se internaliza la norma, o sea, la ley como
escenario de autorregulación del comportamiento en tanto estructura
moral-colonial.
La autoridad configurada a partir de la conquista, posterior al
resquebrajamiento de los objetos que ordenaban el psiquismo de los
pueblos originarios, se instala en una forma que persigue el sometimiento
y la subordinación de los sujetos para garantizar el saqueo y la extracción
de recursos. Para su efectividad es necesario construir un modo de ser
padre y madre, y garantizar la permanencia del sistema colonial mediante
una forma de autoridad que someta a la familia.
Esta forma de autoridad implicaba inicialmente poner al padre como
centro que oprime a la madre y somete al niño. Ello garantiza que el hijo,
a pesar de que busque maneras de rebelión frente al padre y la madre,
responda a los intereses del régimen colonial al evitar la posibilidad de
ruptura con el sistema colonial, mostrando así una efectividad de la familia
colonizada.
Este estilo de autoridad se transforma en su estética, pues el efecto
de subordinación se mantendrá en las aparentes sociedades de clase
donde se mixtifica el régimen de soberanía y el régimen disciplinario,
es decir, un estado colonial-moderno. Por ende, la autoridad colonial
no se resuelve, sino que se torna fantasmática, hecho no disipado e
inmutable. Dicha autoridad se transforma en la medida en que lo hacen
las relaciones sociales de producción, por lo que la colonización del niño
se enmascara en cuanto el ser padre y madre se transforma mediante
procesos económicos-políticos de carácter histórico, manteniendo su
finalidad colonizadora.

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Este análisis es un punto de partida para advertir que los


comportamientos adyacentes de los niños, de los jóvenes que son
consecuencia de los procesos de colonización, podrían ser interpretados
no como comportamientos patologizados, sino más bien como formas de
resistencia frente a esas relaciones colonizadas históricamente. Significa
que todo comportamiento identificado como una patología natural de
los sujetos pobres, es posible que sea signo del surgimiento de relaciones
alternativas o de nuevas prácticas sociales de resistencia, frente a un
sistema social que provoca la exclusión, explotación y subordinación de
las poblaciones, para satisfacer la acumulación de capital de los grupos
hegemónicos que representan a los intereses del nuevo sistema colonial-
moderno.
Se hace necesario, en primera instancia, develar cómo se produce
la colonización de los sujetos y a partir de allí, proyectarse a una
comprensión diferente de las poblaciones a las que se les atribuye una
serie de comportamientos identificados como inadecuados y que están
relacionados con sus desventajas sociales y económicas.

METODOLOGÍA

El presente artículo de reflexión toma como punto de partida la


concepción psicosocial de la colonización, para comprender cómo
se estructura la subjetividad del sujeto colonizado, al constituir esta
la forma fundamental de cómo se reproduce generacionalmente la
práctica de colonización, particularmente en la infancia. Esto facilita
explicar los comportamientos de los sujetos en las relaciones cotidianas,
especialmente en el ámbito de la violencia contra la infancia.
El trabajo asume una mirada hermenéutica, toma como referencia las
premisas propuestas por Gadamer, quien declara:
“una exigencia hermenéutica justificada el que uno se ponga en el lugar del otro
para poder entenderle”

(1993:188). Donde
“el horizonte del pasado, del que vive toda vida humana y que está ahí bajo la forma
de la tradición, se encuentra en un perpetuo movimiento”

(Gadamer 1993 :189).


Estas premisas permiten observar, a partir de los trabajos de (Fanon
1965), (Memmi 1966) y (Mendel 1974), que la reproducción de las
formas de colonización en la época actual se sitúa en escenarios y
condiciones organizativas familiares donde socializan los niños y por
tanto reviven la condición colonial de la infancia.
En este marco estos elementos son importantes para comprender la
violencia contra la infancia. A partir de todas estas nociones, las formas de
violencia que se producen en la infancia se vuelven cognoscibles, y facilitan
la comprensión psicosocial de su colonización.
De hecho, fue necesario ubicarse en diversos campos sociales. En
primera instancia se hizo un acercamiento a los trabajos de (Fanon

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1965), (Memmi 1966) y (Mendel 1974), y se situaron elementos para


comprender la estructuración subjetiva del sujeto colonizado, en su forma
yoica.
Este análisis permite colocarse en otros campos y analizar la manera
en que se configura la paternidad y maternidad colonizadas, y cómo ello
establece una condición para colonizar al niño en la vida cotidiana, con
estrategias y discursos diversos.
Esta reflexión sobre la madre, el padre, e hijo colonizados, se enlaza
con campos intra-subjetivos asociados a la incorporación de la culpa
y el sentimiento de abandono en los sujetos, como consecuencia de
la reproducción del proceso de colonización de la infancia, es decir,
reproducción histórica al interior de las familias.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Fanon sostiene que


Para inventariar la concepción del mundo de un hombre, conviene proceder en
las investigaciones como si, desde una impresión de la infancia hasta el estado de
cosas actual, se trazara una línea.

(Fanon 2009 :77), refiriéndose a la necesidad de comprender la historia


del sujeto en su singularidad, a partir de rastrear su infancia, incluyendo las
formas y contenidos que se producen en la relación que este establece con
su tejido e instituciones sociales, por lo que se puede dar cuenta y explicar
los comportamientos en la edad adulta.
Pero si a esta singularidad se la coloca en un contexto y la historicidad
de prácticas sociales específicas como lo sugiere (Gadamer 1993), facilita
una mayor comprensión de dichos comportamientos.
(Horkeimer 1994) por su parte, identifica la contradicción de que, a
pesar de los cambios en la economía, la política y las formas de Estado
en las sociedades, las familias quedaron ancladas a los estilos colonial-
hacendatario. Y es justamente esta estructura la que se mantiene en las
familias por hoy ubicadas como urbano-rurales, las familias campesinas
aún reproducen prácticas culturales de crianza en la lógica colonial.
La apuesta teórica de (Fanon 1965) permite comprender cómo
históricamente el régimen colonial se incorporó en los sujetos y, a pesar de
que se han transformado las lógicas económicas y las estructuras sociales
en las diversas sociedades, estas mantienen relaciones sociales basadas
en la reproducción de innovadoras formas coloniales, que reproducen
la exclusión y la marginación social, particularmente en los países
denominados de la periferia, donde se instalaron, posterior a la conquista,
los regímenes coloniales.
De hecho, en América Latina y en Ecuador en particular, la lógica
colonial se extendió en las relaciones hacendatarias que se emplazaron
incluso en los espacios urbanos. Por tal razón, una forma de comprender
comportamientos sociales ligados a formas de violencia en la familia, la
escuela y otros espacios sociales, supondría mirar cómo las relaciones

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coloniales se instalaron como prácticas culturales de crianza y prácticas


culturales educativas.
Se observa justamente, y a través de las siguientes reflexiones en campos
sociales distintos, particularizando las maneras de ejercer la paternidad
y maternidad, cómo dichas prácticas son esencialmente coloniales.
(Horkheimer 1994) plantea que
“la civilización moderna emancipó a la familia burguesa” (p.177). Al
ser precisamente esta su gran contradicción, pues “la familia siguió siendo
esencialmente una institución feudal basada en el principio de la sangre”

(Horkheimer 1994: 177).


Para comprender dicha afirmación en el contexto de América Latina,
hay que recordar que, en el siglo anterior, el régimen hacendatario seguía
en vigencia, las formas de trabajo basadas en el concertaje solamente
posterior al levantamiento indígena campesino en los años ´90 se
modificaron en formas de trabajo asalariado. Por lo que supone que la
estructura familiar colonial-hacendataria se sigue reproduciendo como
una forma natural-cultural.
Las reflexiones siguientes se ubican en esa dirección, para comprender
cómo la colonización de la infancia aún se reproduce, y cómo las formas
de la estructura familiar generan dichas prácticas.
En este marco, para comprender la reproducción de la infancia
colonizada, se inicia con una aproximación al sujeto colonizado desde una
mirada histórica, la paternidad y maternidad colonizadas, los efectos de la
internalización de lo colonizado a través de la culpa y el sentimiento de
abandono, para situar finalmente la colonización del niño.

LA JUSTIFICACIÓN DEL DOMINIO

La conquista, producto del expansionismo europeo hacia el resto de


continentes, y en particular al continente americano, dio paso al proceso
de configuración de un sistema colonial que tuvo que ser justificado
con argumentos que colocaban a las poblaciones conquistadas como no
humanas, o era una humanidad desviada, corrupta. El argumento de que
la acción de conquista obedecía a una ley natural de carácter divino fue
sostenido por la filosofía de la época. Con la finalidad de garantizar el
saqueo, la conquista y el hecho colonial garantizaron el despojo de la
riqueza de los pueblos colonizados, como una causa justa.
Gines de Sepúlveda (1996) argumenta que la guerra contra los indios
fue justa en la medida que obedecía a una ley natural que declara la
condición natural (ley biológica) de la mayoría de los hombres a la
servidumbre, al ser la servidumbre consecuencia de una imperfección,
donde
“lo perfecto debe imperar y dominar sobre lo imperfecto, lo excelente sobre su
contrario”

( Sepúlveda 1996 :85).

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Con este argumento, Sepúlveda arguye que la conquista por derecho


natural (ley eterna de Dios) es legítima, por tanto, irrefutable, y en
consecuencia se debe aceptar dicha servidumbre como cosa justa. El autor
asume que el dominio de estos hombres se debe a que son siervos por
naturaleza o por la corrupción de sus costumbres, pues “saciaban su
hambre monstruosa con la carne de sus enemigos” “siendo además estos
indios cobardes y tímidos” (Sepúlveda 1996 :105). Y continúa:
Por eso las fieras se amansan, y se sujetan al imperio del hombre. Por eso el varón
impera sobre la mujer, el hombre adulto sobre el niño, el padre sobre los hijos, es
decir los más poderosos y más perfectos sobre los débiles e imperfectos

. (Sepúlveda 1996: 85)


Sobre estos argumentos se sostienen las atrocidades cometidas en la
conquista, que se justifican como un acto de justicia para devolverles la
humanidad de la que carecían estos hombres, edificando de esa forma el
régimen colonial.

INTERNALIZACIÓN DEL DOMINIO

Instalado el régimen colonial, es necesario internalizar el dominio,


disciplinar y volver manejable a las poblaciones, despojarlas no solamente
de su tierra sino de su voluntad y reducirlas a una condición de
servidumbre. La guerra siempre dispone resistencias, pero doblegada
la población se hace inevitable sustraerle realmente su humanidad,
deshumanizarla y colocarla en situación de negatividad, la guerra es
atrocidad, pero la colonización demuestra la crueldad del colonizador.
Esa crueldad opera en la interioridad del otro, “su preocupación es
hacerle sufrir esta indispensable transformación. Y el mecanismo de esa
remodelación del colonizado es esclarecedor por sí mismo” (Memmi
1966: 95).
Se lo pinta al mismo tiempo frugal, sobrio, sin amplias necesidades y engullendo
repugnantes cantidades de carne, grasa, alcohol o cualquier otra cosa; como
un cobarde que teme sufrir y como un bruto al que detienen ninguna de las
inhibiciones de la civilización

. (Memmi 1966: 95)


Es despótico para colonizar su ser, que él sienta el dolor, sienta que la
guerra es necesaria para salvar su vida perniciosa.
Parece que la guerra nace en cierto modo de la naturaleza, puesto que una parte de
ella es el arte de la caza del cual conviene usar no solamente contra las bestias sino
también contra aquellos hombres que, habiendo nacido para obedecer, rehúsan la
servidumbre: tal guerra es justa por naturaleza

. (Sepúlveda 1996: 87)


Infringir dolor entonces es el mecanismo para doblegar el cuerpo
y la voluntad, artilugio para internalizar un amo, “Hágase lo que
debe hacerse aunque a él le duela, porque este dolor es lo único que
puede sanarle” (Sepúlveda 1996: 87). Y ello se logra instalando toda
una estructura colonial, instituciones y prácticas. Edificar, como diría

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(Foucault 2007) es el poder de soberanía, cuyo origen está en el orden de


lo divino o por derecho de victoria en la guerra. Este poder de soberanía
se fundamenta en la extracción del despojo y en la guerra, y para que se
reedite se logra a través de la violencia.
En consecuencia, para que esa relación de soberanía se mantenga efectivamente,
siempre existe, al margen del rito de recomienzo, de reactualización, al margen del
juego de las marcas rituales, la necesidad de cierto complemento de violencia o
cierta amenaza de violencia que está por detrás de esa relación, que lo anima y la
sostiene. El reverso de la soberanía es la violencia, la guerra

. (Foucault 2007: 63)


La violencia será el mecanismo que movilice o construya las nuevas
subjetividades en los sujetos, internalizar el miedo que esta provoca, y
movilizar la angustia de muerte que induce para colonizar el ser.
Tras instalarse en los pueblos conquistados el régimen colonial, y con
él, el poder de soberanía, a través de los sacrificios humanos que incluyen
la eliminación de lo sagrado, de los rituales, de sus formas de organización
y de su escritura, todo lo que no se encontraba en la lógica de las
representaciones del europeo se estacionará en lo demoníaco, lo bárbaro,
en el sitio de la no verdad. Dussel precisa: “buscaban la barbarie en cosas
que jamás habían sido bárbaras” (Dussel 1980: 19), al des-ritualizar su
existencia y al despojarlos de su religiosidad.
Entonces el más grande de los sufrimientos es el arrebatarle al otro
su propia existencia, dejarlo en indefensión, en negatividad, e iniciar un
nuevo proceso de dominación que sigue una suerte de linealidad, que
conquista a través de la muerte o apropiación del cuerpo del indio y
la dominación pedagógica (Dussel 1980) con el adoctrinamiento como
corolario o justificación de la conquista.

EL PADRE Y LA MADRE COLONIZADOS

El proceso de dominación para la transformación del vencido en el ser


colonizado, debió sostenerse en la variación o alienación de las formas de
organización existentes, y la más cercana al parecer es la familia. ¿Cómo
lograr el adoctrinamiento del que habla Dussel sino a través de configurar
una forma de ser padre y una forma de ser madre para garantizar un hijo
colonizado? El poder eclesiástico se hará cargo de instalar una manera de
ejercer la autoridad-familia.
Fray Bernardino de Sahagún (como se cita en Marín-Guadarrama
2012: 76) argumenta:
Ustedes que son padres y madres necesitan urgentemente y fuertemente inducir a
sus hijos a la obediencia. Díganle a su hijo (a): Hijo(a) mío(a), ten mucho cuidado;
sé obediente. Con esto, tú serás feliz y serás amado aquí en la tierra y allá en el cielo.
Escucha hijo mío; necesitas obedecer en dos formas. En primer lugar obedece a
aquellos que gobiernan y dirigen espiritualmente a la gente; por ejemplo, aquellos
que son sacerdotes. En segundo lugar obedece a aquellos que gobiernan a la gente
en las cosas de la tierra; por ejemplo, los gobernantes…ustedes necesitan amonestar
con esto a sus hijos (as)

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Para que opere esta nueva forma de padre y madre se los despoja de
su ser, y son entonces el padre y la madre colonizados, “como zona de
un no ser, una región extraordinariamente estéril y árida, una rampa
esencialmente despojada” (Fanon 2009: 42). Al padre lo estaciona como
figura central de la familia y quien ejercerá el dominio sobre el hijo y la
madre, y a la madre la marca de doble dominación.
La madre colonizada no se hará cargo del adoctrinamiento del hijo.
Colonizada por la Iglesia y dominada por el poder patriarcal, sufre de
doble dominación. Es portadora de imperfección:
la mujer crea y cría individuos los primeros años, pero los deja imperfectos. El
responsable de arreglar dichos desperfectos es el padre. Es él quien mediante las
enseñanzas en las creencias cristianas, los convertirá en jades pulidos mediante su
enseñanza espiritual

(Marín-Guadarrama 2012: 80).


El proceso colonial desarticula las formas de ser padre y ser madre de
los pueblos conquistados.
Esta estructura cambió proponiendo una jerarquía colonial diferente. En dichas
representaciones se vislumbra la introducción del modelo patriarcal, que al mismo
tiempo que impregnaba de un poder inmenso a la figura paterna, también lo volvía
un instrumento del poder eclesiástico

. (Marín-Guadarrama 2012: 76)


Pero el poder del padre está al servicio del sistema colonial, aunque él es
subordinado a su lugar de servidumbre. Este cambio fue impregnando
de una forma de autoridad represiva al interior de las familias, pero su
condición (la del padre) es de inferioridad frente a la autoridad colonial.
Inferioridades producidas por el despojo de su cosmovisión y del lenguaje
de crianza, propios de su pueblo. Padre y madre son inferiorizados:
“Todo pueblo colonizado -es decir, todo pueblo en cuyo seno nace un complejo
de inferioridad- en virtud de la destrucción de su cultura originaria, se sitúa frente
al lenguaje de la nación civilizadora”

(Fanon 1965: 22).


La crianza no es entonces ni del padre o de la madre, sino del régimen
colonial, pues el padre ahora es portador del lenguaje del colonizador, la
obediencia es la finalidad y el castigo del cuerpo del niño es el mecanismo
de reproducción colonial, no hay lenguaje que hable de la vida del
pueblo originario sino del europeo. Al mismo tiempo, constituir un padre
colonizado y una madre colonizada tiene como propósito perpetuar el
saqueo, ya no por el despojo que produjo el botín de guerra. Ahora es
la extracción de la fuerza de trabajo como mecanismo, para perpetuar la
depredación de la tierra del pueblo colonizado.
El régimen colonial según (Fanon 1965) es un régimen de explotación,
el adoctrinamiento a cargo del padre colonizado es la naturalización
de la explotación por decreto bíblico, y este preparará al hijo para la
explotación. La inferioridad de la familia colonizada se evidencia en la
aceptación natural a la explotación por la exterioridad colonizadora.

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Para que opere en él (el colonizado) la explotación y sea efectiva la


extracción de su fuerza de trabajo como forma voluntaria, es necesario
crear entonces otra narración, ya no desde lo demoníaco ni desde la
brutalidad: “nada podría legitimar mejor el desvalimiento del colonizado
que su ociosidad. El retrato mítico del colonizado incluirá, pues, una
increíble pereza” (Memmi 1966: 2). Y el trabajo como forma de
explotación es ahora la manera de redimir al colonizado. El padre
colonizado será el indio y el campesino explotado; la madre será sometida
a la servidumbre de la casa, con el devenir se transformarán las formas de
explotación, reeditándose el proceso colonial, modernizándose.

EL SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD

Este proceso que inició con la conquista -uso de la violencia sobre el


cuerpo, el saqueo y eliminación de su memoria social dispuestos en su
iconografía y sus formas textuales, la expropiación sistemática de la tierra,
el trastrocamiento de las religiosidades y la alteración de las formas de
organización social-, provocó una transformación de la vida anímica de los
pueblos conquistados. Los colonizados conformarán un mundo interno,
trazado por una situación inicial de estado y sentimiento de orfandad,
para luego colocarse el sentimiento de culpabilidad como negación a su
lugar de origen. Y de ahí acontece la conformación de un nuevo sujeto, en
tanto toda forma de estructura social es estructurante, el sujeto es un ser
producido socialmente.
El sujeto es consecuencia de la cultura donde habita, y si esta cultura se
rompe este se desgarra, ya no hay contención ni proyecto o pulsión de vida
y se instala el sentimiento de orfandad. La orfandad es la eliminación de
los objetos que nos estructuran, y esos son la madre, el padre, los espacios
sociales, las religiosidades, la memoria, que se le arrebató al pueblo-sujeto
colonizado. Su religiosidad fue sustituida, y ahí se depositó la angustia y
el intento de re-estructurarse,
En esa Cristiandad los indios, en situación de orfandad, rotos los lazos con sus
antiguas culturas, muertos sus dioses tanto como sus ciudades, encuentran un lugar
en el mundo. Se olvida con frecuencia que pertenecer a la fe católica significaba
encontrar un sitio en el Cosmos. La huida de los dioses y la muerte de los jefes
habían dejado al indígena en una soledad tan completa como difícil de imaginar
para un hombre moderno

. (Dussel 1980: 19)


Este intento de reestructuración elaboró un nuevo comportamiento
ligado a la servidumbre, y este paralizó el impulso por la vida, debido a los
nuevos contenidos de la religiosidad impuesta que exigían la obediencia
e instalaban el sentimiento de culpa como dispositivo de dominación,
sostenido en nuevas formas de represión.
“El método de dominio más importante del cual los otros derivan es, nos dice
Freud, este sentimiento de culpabilidad”

(Rozitchner 1979: 207). Una religiosidad culposa que transforma a la


violencia en un acto de benevolencia producida por el colonizador.

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El sentimiento de culpa no es sino internalización de la autoridad


colonizadora, se encarna en el mundo interno del sujeto para colocarse
como acción de auto-punición y genera la dependencia, pues la
desarticulación interna de los objetos contenedores produce indefensión
en el sujeto. Esta indefensión ocasionará la conformidad social y la
estructuración de un yo disminuido, un yo inferiorizado, reprimiendo
internamente el deseo de liberación. Es un sujeto en falta, por lo tanto,
desarrolla un sentimiento de abandono.

EL ABANDONO

(Fanon 1974) al citar a Germaine Guex (Guex 1964) planteará que se


arraiga la neurosis de abandono en el colonizado, y el comportamiento
que el observa es el sentimiento abandónico. La represión del odio hará
que el padre y la madre colonizados reviertan la frustración hacia el hijo,
como proyección de rechazo sobre sí mismos, al reproducir la obediencia
no al padre sino al régimen colonial.
Se forjará a partir de ahí una forma de reflejo con el Otro colonizador,
el colonizado se mirará desde sus rezagos objetales como circunstancia
negativa,
el entronizamiento del régimen colonial no entraña la muerte de la cultura
autóctona. Por el contrario, de la observación histórica resulta que el fin buscado
es más una continua agonía que una desaparición total de la cultura preexistente.
Esta cultura otrora viva y abierta hacia el futuro, se cierra, congelada en el estatuto
colonial, puesta en la picota de la opresión

. (Fanon 2009: 41)


Cuando la propia cultura o el propio mundo de la vida se cierra, este
encerramiento ya no permite procesos de identificación con lo propio,
que se vuelve alteración, despersonalización. El yo está escindido y el
sujeto se queda anclado en el pasado, en el dolor.
“En el sujeto de tipo negativo agresivo, la obsesión del pasado, con sus
frustraciones, sus vacíos, sus derrotas, paraliza el impulso hacia la vida”

( Fanon 2009: 85). Y al quedar anclado en el pasado, el padre y la madre


colonizados refundan el despojo al que fueron sometidos, ya no como
expropiación, sino bajo la forma de carencia. Aparece la pobreza entonces
como reedición del sometimiento colonial, y con ella tiende a repetir
“sus decepciones pasadas y presentes, desarrollando en él una zona secreta
de pensamientos, de resentimientos amargos y desencantos” (Fanon
2009:85).
El desencanto se vivirá como ausencia de reconocimiento social hacia
sí mismo, y de ahí la dependencia brotará como característica del
colonizado:
la ausencia de valoración, partiendo de la seguridad afectiva, es en él casi completa,
de allí un fuerte sentimiento de impotencia frente a la vida y los seres, y el
desprendimiento total del sentimiento de responsabilidad. Los otros lo han
traicionado y frustrado y por lo tanto espera que solamente los otros le mejoren
su suerte

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María González, et al. LA COLONIZACIÓN DEL NIÑO

. (Fanon 2009: 85)


Estos desencantos serán proyectados en el hijo que vivirá una doble
colonización, la del padre y la madre como autoridad internalizada y la
del sistema colonial como exterioridad en el proceso de internalización.
El hijo estructurará el sentimiento de abandono e incorporará en él la
inferioridad. ¿De qué otra manera puede ser tan efectiva la perpetuación
del régimen colonial sino a través de la colonización del niño?

LA COLONIZACIÓN DEL NIÑO (EL HIJO COLONIZADO)

Esta proyección será vivida por el niño como identificación, el yo del niño
internaliza los objetos primarios, como son la madre y posteriormente
el padre. Al internalizarlos como objetos, se incorporará en este ciertas
cualidades de esos objetos y con ello su mundo interno se irá configurando
como un mundo interno colonizado, producto del condicionamiento a la
autoridad del padre, reeditándose el poder de servidumbre:
“los propios adultos explotados eran los que se encargaban de condicionar a sus
propios hijos a someterse a la explotación y al reflejo de sumisión del adulto, lo que
evitaba tener que recurrir incesantemente a la coacción física”

(Mendel 1974: 97).


Pero esto, que ocurre al interior de la relación padre-madre-hijo, se verá
apuntalado con el surgimiento de instituciones que penetrarán en la vida
interna de los sujetos, debido a la “innovación económica e innovación
política” (Foucault 2007: 85). Con ello se produce el paso del poder de
soberanía al poder disciplinario, lo extraño de América Latina es que inicia
una coexistencia de estas dos formas de poder. Por un lado, el régimen
disciplinario se irá constituyendo en las elites criollas ligadas al poder de
la Iglesia y por otro, el régimen de soberanía se quedaría anclado en las
haciendas. Por lo que el colonizador europeo colonizará y disciplinará a
los criollos y ellos perpetuarán su propia forma de colonización sobre los
campesinos e indios.
Con el surgimiento de un intento de sociedad de clase, pero aún
dispuesta en un control político de la Iglesia a pesar de una aparente
frontera con el Estado después de la independencia, el régimen de
soberanía y el régimen disciplinario coexistirán incluso en las postrimerías
del siglo XX, perpetuándose de una o de otra manera el régimen colonial
como estructura social arcaica, en la que se basa el surgimiento de las
formas de estado contemporáneas en América Latina.
De ahí que la colonización del niño continúa en cada época, más allá de
la conquista europea, la independencia y las democracias. La colonización
tomó otras formas cuando el régimen colonial se perpetuó en el discurso
de la pobreza, como se afirmó anteriormente. La hacienda se extendió a
los pequeños talleres, las fábricas, ampliando el margen de los colonizados:
indígenas, campesinos y obreros.
Por lo tanto -y también aquí de una manera muy sistemática-, estos sistemas
disciplinarios aislados, locales, laterales, que se constituyeron en la Edad Media,
comienzan a abarcar entonces toda la sociedad mediante un tipo de proceso

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que podríamos llamar de colonización externa e interna, en el cual encontramos


decididamente los elementos de los sistemas disciplinarios

… (Foucault 2007: 93)


El efecto de este proceso es calar en el individuo el sistema colonial,
el padre fue el niño conquistado y fue el niño colonizado. La fuerza
externa manifiesta podrá ser así reemplazada en cierto modo por una
fuerza interna que escapará a la conciencia y al poder del sujeto, haciendo
de él un ser dirigido desde el interior, un autómata que reaccionará por
un reflejo de sumisión a determinados estímulos. Estímulos provenientes
de la autoridad, no es más que “la emanación del poder de la minoría
sobre la mayoría” (Mendel & Vogt 1978: 83). El padre, por lo tanto,
ejerce una autoridad sobre el niño que no es real y por ello lo abandona,
es un padre en presencia-ausencia. El Estado como representación de
minoría se hace cargo del niño, pero también lo abandona, el efecto del
régimen colonial-disciplinario es la orfandad del niño, una orfandad real-
simbólica, abandono del padre y del Estado.
El niño -ya padre- repetirá este patrón de relación como formas
vinculantes históricas escindidas, que se van constituyendo por objetos
internos abandonados por el proceso colonial, “no podríamos expresar
la intensidad del sufrimiento que acompaña tales estados de abandono,
sufrimiento que se liga por una parte a las primeras experiencias de
exclusión de la infancia, y que se revive con toda agudeza” (Fanon
2009: 87). Estos objetos abandonados hacen que el sujeto no estructure
seguridad en sí mismo, y la negatividad sobre su yo se manifiesta en
los espacios sociales con un débil reconocimiento social. “La primera
característica parece ser el miedo a mostrarse tal y como es” (Fanon
2009 :88). Reconocerse en el Otro como inferior implica que la
representación individual del hijo tiene versiones de los otros, es decir, los
aspectos del otro-padre se han internalizado.
Este acontecimiento se da en la medida que el hijo es consecuencia
de estructuras rígidas provocadas por el sistema social colonial. En los
procesos de identificación aparece el padre como centro y la madre
colocada en el plano de la inferioridad y sometida a la autoridad del padre,
por lo que el hijo se encuentra sumiso y dependiente del padre.
El colonizado hijo es consecuencia entonces de una mutilación
histórica que lo margina a una posición de pasividad y privación social.
Esta mutilación social e histórica es posiblemente la más grave y de más duras
consecuencias. Contribuye a crear carencias en los otros aspectos de la vida del
colonizado, y por un efecto de retroacción, frecuente en los procesos humanos, se
alimenta de las demás debilidades del colonizado. No considerándose ciudadano,
el colonizado pierde pronto la esperanza de que su hijo llegue a serlo. Renunciando
él mismo de inmediato, descarta hasta el proyecto, lo excluye de sus ambiciones
como padre y no le concede ningún espacio en su pedagogía

(Memmi 1966: 106-107).

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COLONIZACIÓN DE LA NIÑA (LA HIJA COLONIZADA)

La hija colonizada, en cambio, será sometida a perpetuar su condición


de inferioridad. Encerrada en apariencia al interior de la casa, su deber
será el matrimonio apenas concluya el desarrollo de los caracteres sexuales
secundarios. Se convierte en una estrategia de carácter económico, pero
reedita el sentido de imperfección de la mujer, por tanto, incapaz de
sostenerse a sí misma, por lo que necesita de un marido para que la
mantenga. Deberá la hija entonces desde muy pequeña arreglar la casa,
cocinar, y aprender que ella quedará a cargo de la crianza inicial del niño.
El encierro es aparente en la medida que su fuerza de trabajo es necesaria
para las faenas del campo, trabajar la parcela, ayudar al padre en la crianza
de los animales, para luego ayudar al marido en las labores.
Por otro lado, la crianza de la hija está implícitamente relacionada
con las relaciones sexuales y con la función reproductiva, por lo que una
característica de la mujer colonizada fue su analfabetismo. Se reeditaba
así una mirada de la mujer ligada a una función natural presente en las
otras especies: la reproducción y de su incapacidad de pensar. Por lo que la
mujer-hija es subordinada en todos los aspectos de la vida social y reducida
a una doble servidumbre, la del padre y luego la del hijo.
La madre tendrá disposiciones diferentes con el hijo, así como
concesiones afectivas y conductuales, mientras que con las hijas existe
una disposición menos condescendiente, se deberán disciplinar para que
su condición de sumisión se observe el momento de servir al padre y
posteriormente al marido. Ello deviene de una mirada de menor valor a
la mujer.
Aconsejaban -educar- a las mujeres para ser única y exclusivamente hijas y esposas
sumisas y buenas madres de familia; por tanto, tenían que hablar poco, someterse a
las decisiones del marido, salir a la calle lo menos posible y abstenerse de amistades
femeninas

. (Fraile 2004: 75)


La mirada que se fue construyendo sobre la mujer colonizada, india o
negra, se mantendrá en los siglos posteriores a la conquista y al régimen
colonial.
Ello supuso para las -mujeres- indias y negras una ubicación en el escalón más bajo
de la sociedad colonial en donde se les equiparó con bestias hembras, sin ningún
asomo de pensamiento, voluntad y sentimientos; técnicamente no eran mujeres.
Estas ideas no sólo funcionaron durante la Colonia, sino que mantuvieron su
vigencia en los procesos de conformación de los estados nacionales y durante
los procesos de modernización tal como se evidencia en las descripciones que las
políticas de desarrollo hacen de las mujeres pobres de los países subdesarrollados

. (Moreno 2014: 33)


Reducida la actividad de la mujer a la reproducción y a la crianza de los
hijos, también se asoció con la actividad manual, por lo que las actividades
comunes para su aprendizaje estaban relacionadas, por ejemplo, con el
bordado y las buenas costumbres. No es extraño que las mujeres como
totalidad hayan sido colonizadas, la mujer colonizadora es colonizada en sí

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misma. Se emplazaron las actividades de la mujer de las urbes a los sectores


rurales y a los tugurios.
Ello implica no solamente una colonización de la mentalidad y la
actividad sino del cuerpo. La mujer colonizada asumirá que la niña está
destinada a la maternidad, al cuidado de los hijos y al trabajo doméstico,
aunque en realidad está direccionada a que la niña-mujer reconozca el
poco valor de su trabajo pues reedita esa condición de inferioridad.

CONCLUSIONES

La paternidad y la maternidad siguen reproduciendo comportamientos


asociados a formas de violencia física y simbólica que producen en
los niños actitudes de conformidad y sometimiento, propias del sujeto
colonizado, y que se presentan frente a prácticas autoritarias multiplicadas
en otros espacios de la vida social, como la escuela y posteriormente los
ambientes laborales.
Muchos de los comportamientos situados en los niños y adolescentes
de los sectores populares, vistos como -patológicos-, no son sino
consecuencia de esta estructura colonial. La violencia a la que están sujetos
por parte de las familias y el Estado, como maneras o estilos de crianza
naturalizados, coloca a los niños en desventaja social, y se emplazará a otras
formas de desventaja.
Uno de los efectos es que desde la infancia se asumirá la auto-
culpabilización de su propia situación social, y una auto-referencialidad
situada como disminuido social, se auto-estigmatizan por las formas de
representarse en el cuerpo, y la exterioridad los mira como portadores
de marcas asociadas a una especie de mal-moderno que no son sino esas
grietas provocadas por el mismo sistema y que les colocan múltiples veces
en situación de indefensión.
Sin embargo, como en todo sistema social entropizado, surgen formas
de reconstitución de lo psíquico, por un lado, como alternativa a las
escindidas relaciones vinculares y por otro, como portavoz de lo que el
sistema provoca en los sujetos.
Esta reflexión da cuenta de la posibilidad de hacer otras lecturas hacia
las nuevas maneras de exclusión social, y encontrar la relación entre
estas modalidades coloniales instaladas ahora en las instituciones, con
otras formas de jerarquización social que sería importante analizarlas,
pero también situar las formas de resistencia que se producen en estas
poblaciones.
Si se parte de la importancia de conocer cuáles o qué mecanismos se
producen internamente desde la infancia, para descubrir en el sujeto su
colonialidad, es importante también establecer cuáles son las formas de
resistencia que el sujeto colonizado construye como prácticas sociales
alternativas a las dispuestas por el sistema social.
De todo esto se desprende que, a pesar de la orfandad simbólica
que les provoca el abandono de esas estructuras familiares coloniales
y sus prácticas de crianza y producto del abandono sistemático de los
estados asumidos en la infancia; sería importante conocer por qué en

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su adolescencia-juventud proponen otras narraciones y prácticas que


pueden ser leídas desde lo patológico por las instituciones, pero que son
posiblemente la forma en mediante la cual estructuran un tejido social que
les contiene y apuntala.
Hay que preguntarse, además: ¿por qué los sectores populares que se
encuentran en condiciones de precarización social y económica siguen
siendo objeto de innumerables formas de extracción de conocimiento,
reeditándose así a partir del conocimiento científico nuevas formas de
colonización?
Qué finalidades se persigue cuando los hijos de los sectores populares
son estandarizados a partir de su coeficiente intelectual, limitando los
accesos a los sistemas educativos y reproduciendo una jerarquización
social basada ahora en los rendimientos, coeficientes y récords policiales

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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