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CARTAS
DE SAN ANTONIO DEL DESIERTO
 

CARTA
A TEODORO[196]

Antonio
a Teodoro, su hijo querido: gozo en el Señor. Sabía que el Señor no
haría
nada sin revelar su sentido a sus servidores, los profetas. No me parecía,
pues, necesario indicarte lo que el Señor me ha revelado hace ya tiempo. Pero
acabo de ver a tus hermanos, con Teófilo y Copres, y Dios me ordena escribirte
lo siguiente:

Muchos
de los que adoran a Cristo en verdad, y esto no puede decirse que en
todo el
mundo, han caído en el pecado después de su bautismo. Pero han
llorado y se
han arrepentido, y Dios ha acogido sus l grimas y su
arrepentimiento. Hasta el día
en que te envío esta carta ha borrado los pecados
de quienes así se han
portado. Léela a tus hermanos para que se alegren al
escucharla.

Saluda
a los hermanos. También te saludan los hermanos de aquí. Pido para
que obres
bien en el Señor.

[196]
Cf. Introducción, nota 10. Cf. también PG 40.1065.

CARTA
PRIMERA

Saludo
a vuestra caridad en el Señor. Hermanos, juzgo que hay tres clases de
personas
entre aquellas a quienes llama el amor de Dios[1], hombres o mujeres.
Algunos
son llamados por la ley del amor depositada en su naturaleza y por la
bondad
original que forma parte de ésta en su primer estado y su primera
creación.
Cuando oyen la palabra de Dios no hay ninguna vacilación; la siguen
prontamente. Así ocurrió con Abraham, el Patriarca. Dios vio que sabía
amarlo,
no a consecuencia de una enseñanza humana, sino siguiendo la ley
natural
inscrita en él, según la cual El mismo lo había modelado al
principio[2]. Y
revelándose a él le dijo: "Sal de tu tierra y de tu
parentela y ve a la tierra que Yo
te mostraré" (Gen. 12,1). Sin vacilar,
se fue impulsado por su vocación. Esto es
un ejemplo para los principiantes: si
sufren y buscan el temor de Dios en la
paciencia y la tranquilidad[3] reciben en
herencia una conducta gloriosa porque
son apremiados a seguir el amor del Señor.
Tal es el primer tipo de vocación.

He
aquí el segundo. Algunos oyen la Ley escrita, que da testimonio acerca de
los
sufrimientos y suplicios preparados para los impíos y de las promesas
reservadas a quienes dan fruto en el temor de Dios[4]. Estos testimonios
despiertan en ellos el pensamiento y el deseo de obedecer a su vocación. David
lo atestigua diciendo: "La ley del Señor es perfecta y es descanso del
alma; el
precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante", etc. (Ps.18,8,
traducción
oficial española). Así como en otros muchos pasajes que no tenemos
intención
de citar.

Y
he aquí el tercer tipo de vocación. Algunos, cuando aún están en los
comienzos, tienen el corazón duro y permanecen en las obras de pecado. Pero
Dios, que es todo misericordia, trae sobre ellos pruebas para corregirlos hasta
que se desanimen y, conmovidos, vuelvan a El[5]. En adelante lo conocen y su
corazón se convierte. También ellos obtienen el don de una conducta gloriosa
como los que pertenecen a las dos categorías anteriores.

Estas
son las tres formas de comenzar en la conversión, antes de llegar en ella
a la
gracia y la vocación de hijos de Dios.

Los
hay que comienzan con todas sus fuerzas, dispuestos a despreciar todas
las
tribulaciones, a resistir y mantenerse en todos los combates que les
aguardan y
a triunfar en ellos. Creo que el Espíritu se adelanta a ellos para
hacerles el
combate ligero, y dulce la obra de su conversión. Les muestra los
caminos de la
ascesis, corporal e interior, cómo convertirse y permanecer en
Dios, su
Creador, que hace perfectas sus obras[6]. Les enseña cómo hacer
violencia, a
la vez, al alma y al cuerpo para que ambos se purifiquen y juntos
reciban la
herencia. Primero se purifica el cuerpo por los ayunos y vigilias
prolongadas; y
después el corazón mediante la vigilancia y la oración[7], así
como por toda
práctica que debilita el cuerpo y corta los deseos de la carne.

El
Espíritu de conversión[8] viene en ayuda del monje. El es quien lo pone a
prueba por miedo a que el adversario no le haga desandar el camino. El
Espíritu-director
abre enseguida los ojos del alma para que también ella, junto
con el cuerpo, se
convierta y se purifique. Entonces el corazón, desde el interior,
discierne cuáles
son las necesidades del cuerpo y del alma. Porque el Espíritu
instruye al corazón
y se hace guía de los trabajos ascéticos para purificar por la
gracia todas
las necesidades del cuerpo y del alma. El Espíritu es quien
discierne los
frutos de la carne, sobreañadidos a cada miembro del cuerpo
desde la perturbación
original[9]. Es también el Espíritu quien, según la palabra
de Pablo, conduce
los miembros del cuerpo a su rectitud primera: "Someto mi
cuerpo y lo
reduzco a servidumbre" (I Cor.9,27); rectitud que fue la del tiempo en
que
el espíritu de Satán no tenía parte alguna en ellos y el cuerpo se hallaba
bajo la atracción del corazón, instruido, a su vez, por el Espíritu. El Espíritu
es,
en fin, quien purifica el corazón del alimento, de la bebida, del sueño y,
como ya
he dicho, de toda moción e incluso de toda actividad o imaginación
sexual,
gracias al discernimiento llevado a cabo por un alma pura[10].

Yo
señalaría tres clases de mociones violentas[11]. La primera reside en el
cuerpo, está inserta[12] en su naturaleza, formada al mismo tiempo que él en
el
primer instante de su creación. Sin embargo, no puede ser puesta en
movimiento sin que el alma lo quiera. De ella sólo se sabe esto: que está en
el
cuerpo. He aquí la segunda: cuando el hombre come y bebe con exceso sigue
una efervescencia de la sangre que fomenta un combate en el cuerpo, cuyo
movimiento natural es puesto en acción por la glotonería. Por eso dice el
Apóstol:
"No os emborrachéis con vino, en él está la liviandad" (Ef.5,18).
Del
mismo modo, el Señor en el Evangelio prescribe a sus discípulos: "Que
vuestros
corazones no se emboten por la comida y bebida" (Lc.21,34) o las
delicias. Más
que nadie, quien guarda el celibato debe repetirse: "Someto
mi cuerpo y lo
reduzco a servidumbre" (I Cor.9,27)[13]. En cuando a la
tercera moción,
proviene de los espíritus malos que nos tientan por envidia y
buscan manchar a
quienes se comprometen en el celibato.

Volvamos,
hijos míos queridos, a cuanto se refiere más de cerca a estas tres
clases de
mociones. Quien permanece en la rectitud, persevera en el testimonio
que el Espíritu
da en lo más íntimo de su corazón y permanece vigilante, se
purifica de esta
triple[14] enfermedad en su cuerpo y en su alma. Pero si no
tiene en cuenta
estas tres mociones, de las que da testimonio el Espíritu Santo,
los espíritus
malos invaden su corazón y siembran las pasiones[15] en el
movimiento natural
del cuerpo. Lo turban y entablan con él un duro combate. El
alma, enferma, se
agota y se pregunta de dónde le vendrá el auxilio, hasta que
se serene, se
someta de nuevo al mandamiento del Espíritu y cure. Así aprende
que sólo
puede hallar su reposo en Dios, y que permanecer en El es su paz[16]
[17].

Esto,
queridos, para indicaros cómo el cuerpo y el alma han de ir unidos[18] en
la
obra de conversión y purificación. Si el corazón sale vencedor del combate,
ora en el Espíritu y aleja del cuerpo las pasiones del alma que proceden de la
propia voluntad. El Espíritu, que viene a dar testimonio de sus propios
mandamientos, se convierte en el amigo de su corazón y le ayuda a guardarlos.
Le enseña cómo curar las heridas del alma, cómo discernir, una tras otra, las
pasiones naturalmente insertas en los miembros[19], de la cabeza a los pies, y
también las que, procedentes del exterior, han sido mezcladas al cuerpo por la
voluntad propia.

Así
es como el Espíritu conducirla mirada a la rectitud y pureza, y la retirará de
cuanto le es extraño[20]. El inclinar el oído sólo a palabras decorosas; y el
oído,
no cediendo al deseo de oír hablar de caída y debilidades humanas,
pondrá su
gozo en conocer el bien y la perseverancia de cada uno, y la gracia
dada a las
criaturas; cosas de las que estando enfermo, se había desinteresado
hasta
entonces.

El
Espíritu enseñara la lengua a purificarse porque ella es la que puso al alma
gravemente enferma. Por medio de la lengua expresa el alma la enfermedad
que
padece; incluso la atribuye a la lengua, pues ésta es su órgano. En efecto,
por la lengua le han sido infligidas graves enfermedades y heridas; por la
lengua
ha sido herida. Lo atestigua el apóstol Santiago cuando dice: "Si
alguien
pretende conocer a Dios y no frena su lengua se engaña en su corazón,
su culto
es vano" (St.1,26). En otro lugar afirma: "La lengua es un
miembro pequeño,
pero mancha todo el cuerpo" (3,5).

Cuando
el corazón está, pues, fortificado con el poder que recibe del Espíritu, él
mismo queda primero purificado, santificado, enderezado, y las palabras que
confía
a la lengua están exentas del deseo de agradar, así como de toda
voluntad
propia. En él se cumple lo que dice Salomón: "Mis palabras son de
Dios;
no hay en ellas dureza o perversión" (Prov.8,8) y "la lengua del
justo cura
las heridas" (Prov.12,18).

Viene
después la curación de las manos, que en otro tiempo se movían de
forma
desordenada, a gusto de la voluntad propia. El Espíritu dará al corazón la
pureza que conviene en el ejercicio de la limosna y la oración. Así se
cumplirla
palabra: "El alzar de mis manos es como una ofrenda de la
tarde" (ps.140,2), y
esta otra: "Las manos de los poderosos
distribuyen riquezas" (Prov.10,4)[21].

Después
de las manos el Espíritu purifica el vientre en cuanto a comida y
bebida. David
decía sobre esto: "Con el de ojos engreídos y corazón arrogante
no comeré"
(ps.100,5). Pero si el deseo y la gula en cuestión de comida y
bebida toman
preponderancia, y las voluntades propias[22] que lo trabajan lo
hacen
insaciable, a todo esto vendrá a añadirse todavía la actividad del
diablo[23]. Al contrario, el Espíritu se hace cargo de quienes buscan una
cantidad conforme a la pureza, y les señala una cantidad suficiente para
sostener su cuerpo sin conocer el atractivo de la concupiscencia. Entonces se
realiza en ellos la palabra de S. Pablo: "Ya comáis, ya bebáis o hagáis
cualquier
cosa, hacedlo todo para gloria de Dios" (I Cor,10,31)[24]. Si los
órganos
genitales producen pensamientos de fornicación[25], el corazón,
instruido por el
Espíritu, discierne la triple moción de que he hablado antes.
Gracias al Espíritu
que le ayuda y fortifica, hélo aquí dueño de esas
mociones. Las apaga con la
fuerza del Espíritu, que da la paz al cuerpo entero,
e interrumpe su curso. Como
dijo Pablo: "Mortificad vuestros miembros
terrenos: fornicación, impureza,
pasiones y malos deseos" (Col.3,5).

A
continuación, el Espíritu se entrega a la purificación de los pies, que antes
no
caminaban en la rectitud y perfección de Dios. Pero una vez colocados bajo
el
impulso del Espíritu, éste realiza su purificación y los hace caminar según
su
voluntad. Avanzan en la práctica de las buenas obras. Todo el cuerpo es así
transformado, renovado, entregado al poder del Espíritu. Ese cuerpo, totalmente
purificado, a mi modo de ver ya ha recibido una parte[26] del cuerpo espiritual
que deberíamos recibir en el momento de la resurrección de los justos[27].

He
hablado de las enfermedades del alma que se han infiltrado en los miembros
naturales del cuerpo; las que lo hacen tambalearse y lo ponen en movimiento.
Porque el alma sirve de lugar de paso a los espíritus malos que actúan en el
cuerpo por medio de ella. He indicado también la existencia de otras pasiones
que no vienen del cuerpo y que ahora tenemos que enumerar: a esas pasiones
pertenecen los pensamientos de orgullo, la jactancia, la envidia, el odio, la
cólera,
el desprecio, la relajación y todas sus consecuencias.

Si
alguien se entrega a Dios de todo corazón, Dios tiene piedad de él y le
concede el Espíritu de conversión. Este Espíritu da testimonio ante él de
cada
uno de sus pecados para que ya no vuelva a caer en ellos. A continuación
le
revela los adversarios que se levantan ante él y le impiden librarse de
ellos,
luchando vigorosamente con él para que no persevere en su conversión.
Si a
pesar de todo conserva el ánimo y obedece al Espíritu, que le exhorta a
convertirse, el Creador se apresurara tener piedad del trabajo[28] de su
conversión. Y viendo las aflicciones que impone a su cuerpo: oración
incesante,
ayunos, súplicas, estudio de la Palabra de Dios, alejamiento del
mal, huida del
mundo y de sus obras[29], humildad y pobreza de corazón[30], l
grimas y
perseverancia en la vida monástica, - viendo, digo - su trabajo y su
paciencia[31], el Dios de misericordia tendrá piedad de él y lo salvar .

NOTAS,
1ª Carta

[1]
que llama el amor de Dios: según S.

[2]
Enseñanza repetida sin cesar en las Cartas: el estado original de gracia es
natural al hombre, y a este estado deben conducir de nuevo la llamada de Dios
y
es esfuerzo del hombre. Cf. Vita,14; y sobre todo el n.20.

[3]
Según el siríaco N&OElighut". Hay una huella en S: requies, única
alusión en
estas Cartas a la hesyquía, la quietud necesaria para que se
desarrolle en el
alma el don de Dios.

[4]
En la vocación del mismo Antonio fue decisiva la escucha dela Palabra de
Dios
(la Ley escrita):cf. Vita, 2.

[5]
Acerca de cómo las pruebas tienden a desanimar al monje para conducirlo a
poner
en Dios su confianza, cf. la Lettres esfils, de MACARIO, 11-12 (ed. A.
WILMART, Révue d'ascétique, Ide mystique, I (1920), 58-83.

[6]
Doble ascesis, exterior e interior, del cuerpo y del corazón, que se
encuentran
unidas inseparablemente desde los comienzos del monaquismo; cf.
Apotegmas,
AGATON 8. El Espíritu Santo suaviza la ascesis, cf. AMMONAS,
Cartas II,2.

[7]
y después el corazón...la oración, conjetura según S,E,G y la variante de un
manuscrito sirio.

[8]
Ammonas (Cartas II, XV, 5) también conoce un Espíritu de conversión que
precede al Espíritu de verdad; este último es sólo el Espíritu Santo. con el
cuerpo: según E.

[9]
Lo que nosotros llamamos concupiscencia. Según la concepción de los
antiguos
es ajena al hombre y le fue sobreañadida.
[10]
Esta purificación del corazón se dirige a todo cuanto influye indebidamente
en
él, a partir de la pesadez no natural del cuerpo en su estado actual. No es la
supresión de todo deseo o necesidad. El n.3 señalar una moción natural en el
hombre, que es según Dios.

[11]
La doctrina de las tres mociones se halla casi literalmente en los
Apotegmas,
Antonio 22. Cf. también AMMONAS, Cartas XI,3, que mencionan
tres deseos, que
encierran en parte las tres mociones, pero, invirtiendo su
orden.

[12]
Literalmente: plantada.

[13]
del mismo modo el Señor...a servidumbre: según S y G.

[14]
triple: según S,E,G.

[15]
Las pasiones proceden en este caso del diablo, que se aprovecha de
nuestra
inadvertencia. Alteran un movimiento o una moción que son naturales al
cuerpo.
movimiento natural: cf. S y G.

[16]
ella aprende así... es: según S,E,G.

[17]
Cf. MACARIO, Letra ... es filas, 10-12. han de ir unidos: según E.

[18]
han de ir unidos: según E.

[19]
En este caso la pasión es natural. Encierra, pues, el concepto de moción.
de
cuanto le es extraño: según S,E,G.

[20]
de cuanto le es extraño: según S,E,G.

[21]
y esta otra...riquezas: según S.E,G.

[22]
En plural, como aparece habitualmente en los textos antiguos. Se trata de
la
variedad de deseos inmoderados que, después del pecado, han roto la
unidad y
simplicidad del hombre.

[23]
vendrá a añadirse todavía: según E.

[24]
pero si el deseo...gloria de Dios: según S,E,G.

[25]
Si... fornicación: según S y G.

[26]
una parte: según S y G.

[27]
Texto muy fuerte. MACARIO, en su Letra ... es filas (n.14) habla del
Paráclito
"que hace alianza con la santidad del cuerpo", en un párrafo que
recuerda, más sobriamente, las largas ampliaciones de este n.4. En cuanto a
AMMONAS, habla de un cuerpo viviente, que viene de arriba (Cartas I,1). Cf. la
descripción del cuerpo de S. Antonio anciano en la Vita Antonii 93.
[28]
En la Carta de MACARIO aparece frecuentemente Dios que se muestra
solícito ante
el trabajo del monje tentado. Cf. también, en la Bita Antonia 10, la
respuesta
de Jesús: "estaba aquí, Antonio, y esperaba para ver tu combate"

[29]
huida ... obras: según G.

[30]
pobreza de corazón: según S,E,G.

[31]
paciencia: según S y G.

CARTA
SEGUNDA

Hermanos
muy queridos y venerados: Antonio os saluda en el Señor.

Sabemos
que Dios no ha visitado a sus criaturas sólo una vez. Desde los
orígenes del
mundo, todos aquellos que han hallado en la Ley de la Alianza el
camino hacia su
Creador, han estado acompañados por su bondad, su gracia y
su Espíritu. En
cuanto a los seres espirituales a quienes esta Ley causó la
muerte, tanto la
del alma como la de los sentidos de su corazón, se hicieron
incapaces de
ejercitar su inteligencia según el estado de la creación original y,
totalmente privados de razón, han sido esclavizados por la criatura en vez de
servir al Creador.

Pero,
en su gran bondad, Dios nos ha visitado por la Ley de la Alianza. En
efecto,
nuestra naturaleza permanecía inmortal. Y quienes han recibido la gracia
y[32]
han sido fortalecidos por la Ley de la Alianza, a quienes ha iluminado la
enseñanza
del Espíritu Santo y se les ha dado el espíritu de filiación, han podido
adorar a su Creador como es debido. De ellos dijo el apóstol Pablo: "Si no
se
han beneficiado plenamente de la promesa que les fue hecha, es por causa
nuestra (Hb.11,13.39).

En
su amor incansable, el Creador de todas las cosas deseaba, no obstante,
visitarnos en nuestras enfermedades y nuestra disipación: suscitó a Moisés,
el
Legislador, que nos dio la Ley escrita y echó los fundamentos de la Casa de
verdad, la Iglesia Católica. Ella ha llevado a cabo la unión de todos, según
el
designio divino de conducirnos a nuestra condición primera[33].

Moisés
emprendió su construcción, pero no la acabó; la dejó y se fue. Vino la
asamblea de los Profetas suscitados por el Espíritu de Dios. También ellos
continuaron la construcción sobre los cimientos de Moisés, sin poder acabarla.
Así la dejaron y se fueron. Cada uno, revestido del Espíritu, constató que la
llaga era incurable y que ninguna criatura podía curarla, excepto el Hijo Único,
fiel imagen del Padre, de Aquel que creó a esta imagen los seres dotados de
inteligencia. El, el Salvador, es un médico prudente. Ellos lo sabían. Se
reunieron, pues, y presentaron a Dios una oración unánime por los miembros de
esta familia de la cual formamos parte: "¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No
hay
médico? ¿por qué no sube uno de ellos para curar a la hija de mi
pueblo?"
(Jer.8,22). "Nosotros la hemos cuidado; no ha curado. Dejémosla
y marchemos
de aquí" (Jer.51,9).

Entonces
Dios, desbordante de amor, vino a nosotros diciendo por boca de sus
santos:
"Hijo de hombre, prepárate lo necesario para una cautividad" (Ez.12,3).
Y El, la imagen de Dios (II Cor.4,4), no pensó en arrebatar el rango que lo
igualaba a Dios; al contrario, se anonadó y, tomando la condición de esclavo,
se
hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Así Dios le dio el Nombre
sobre todo nombre, de suerte que al nombre de Jesucristo toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra y en los infiernos y, en adelante, toda lengua
confiese
que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre (Fil.2,6-11). Ahora,
muy
queridos hermanos, se ha realizado entre nosotros esta palabra: "Para
salvarnos, el amor del Padre no perdonó a su Hijo Único, sino que lo entregó
por nuestra salvación, a causa de nuestros pecados (Rom.8,32)"[34].
"El ha sido
herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El
soportó el castigo
que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido
curados" (Is.53,5). Su
Verbo omnipotente nos ha reunido de todos los países,
de un extremo a otro de
la tierra y del universo, resucitando nuestras almas,
perdonando nuestros
pecados, enseñándonos que somos miembros unos de otros.

Os
suplico, Hermanos, por el Nombre de nuestro Señor Jesucristo: penetraos
bien de
esta maravillosa Economía de la Salvación: Se ha hecho semejante a
nosotros en
todo, excepto en el pecado (Hb.4,15)[35]. Todo ser dotado de
inteligencia
espiritual - por quien ha venido el Señor - debe tomar conciencia de
su
naturaleza propia, es decir, le es preciso conocerse a sí mismo y llevar a
cabo
el discernimiento del mal y del bien, si quiere encontrar la liberación
cuando
venga el Señor. Llevan ya el nombre de servidores de Dios, que han
logrado su
liberación por esta Economía de Salvación. Pero ahí no está el
término
supremo. Este no es sino la justicia de la hora presente[36], el camino
hacia la
adopción filial.

Jesús,
nuestro Salvador, sabiendo bien que ellos habían recibido[37] el Espíritu
de
filiación, y que lo conocían gracias a la enseñanza del Espíritu Santo, les
decía: "Ya no os llamaré siervos, sino hermanos y amigos, porque os he
dado a
conocer y os he enseñado cuanto me ha enseñado mi Padre" (Jn.15,15).
Su
espíritu se enardeció - en adelante se conocían con su naturaleza
espiritual y
gritaron: "Hasta ahora te conocíamos en tu cuerpo, pero ahora
ya no es así" (II
Cor.5,16). Recibieron el Espíritu que hizo de ellos
hijos adoptivos y proclamaron:
"El Espíritu que hemos recibido ya no es un
espíritu que hace esclavo y
conduce a la tierra, sino un Espíritu de adopción
por el cual gritamos ¡Abba,
Padre! (Rom.8,15). Señor, ahora lo sabemos: nos
has dado el poder ser hijos y
herederos de Dios, coherederos de Cristo (Rom,8.17).

Pero
sabed bien esto, hermanos queridísimos: el que haya descuidado su
progreso
espiritual y no haya consagrado todas sus fuerzas a esta obra, debe
saber bien
que la venida del Señor ser para él día de su condenación. El Señor
es para
unos olor de muerte para muerte, y para otros, olor de vida para vida (II
Cor.
2,16). Así es para ruina y resurrección de un gran número en Israel y para
ser signo de contradicción (Lc.2,34).

Os
suplico, queridísimos, por el Nombre de Jesucristo, no descuidéis la obra de
vuestra salvación. Que cada uno de vosotros rasgue, no su vestido, sino su
corazón (Joel,2,13). Que no llevemos en vano este vestido exterior
preparándonos
así una condenación. En verdad, está próximo el tiempo en que
aparezcan a
plena luz las obras de cada uno.

Sería
preciso volver sobre otros muchos puntos de detalle, pero está escrito:
"Da consejos al sabio y se hará más sabio" (Prov.9,9)[38]. Os saludo
a todos en
el Señor, del más pequeño al mayor (Hec.8,10), y que el Dios de la
paz sea,
queridos hermanos, vuestro guardián. Amén.

NOTAS,
Carta 2ª

[32]
han recibido la gracia...fortalecidos: según S.

[33]
Unión con Dios y comunión entre los hombres van a la par en el estado
original
de nuestra naturaleza. También en la salvación recuperada: cf. Vita
Antonia
91: unirse a Dios y después a los santos.

[34]
A partir de vino la asamblea de los Profetas...hasta aquí, hemos seguido G
y E,
contra S, que presenta un texto más breve y diferente.

[35]
De aquí hasta el final del párrafo seguimos una vez más G y E contra S.

[36]
Posible eco de una antigua doctrina que distinguía entre los cristianos a
justos y perfectos. Pero en S. Antonio los perfectos se llaman más bien
"los que
han recibido el Espíritu de filiación".

[37]
habían recibido: según E.

[38]
Desde ahora casi todas las cartas terminan con esta cita. Era como una
fórmula
de cortesía, en uso en el desierto de Egipto: cf. AMMONAS; Cartas I,3.

CARTA
TERCERA

Antonio
a sus queridos hijos. Sois hijos de Israel por nacimiento, y en vosotros
saludo
esta naturaleza espiritual. ¿Por qué nombraros con vuestros nombres
terrestres
y efímeros si sois hijos de Israel? Hijos: mi amor hacia vosotros no es
de la
tierra; es amor espiritual, según Dios.

No
me canso de orar a mi Dios día y noche por vosotros: que os sea dado el
tomar
plena conciencia de la gracia que os ha hecho. No es la primera vez que
Dios
visita a sus criaturas; las conduce desde los orígenes del mundo y
mantiene en
vela a todas las generaciones mediante los acontecimientos de su
gracia[39].
Hijos,
no nos cansemos de gritar a Dios día y noche. Haced violencia a la
ternura de
Dios. Desde el cielo os enviara Aquel cuya enseñanza os dará a
conocer lo que
os es bueno.

Hijos,
habitamos en la muerte. Nuestra morada es la celda de un prisionero. Los
lazos
de la muerte nos tienen encadenados.

No
deis sueño a vuestros ojos ni reposo a vuestros párpados (ps.131,4).
Ofreceos
a Dios como víctimas puras y fijad en El vuestra mirada pues, según
dice el apóstol,
nadie puede contemplar a Dios si no es puro (Hb. 12,14)[40].

Sí,
hijos muy queridos en el Señor, que esto os quede muy claro: no olvidéis la
práctica
del bien. Esto es tranquilidad para los santos, fuente de alegría para los
ángeles
en el servicio que llevan a cabo con vosotros[41], alegría para el mismo
Jesús
cuando venga. Pues hasta ese día no han estado tranquilos respecto a
nosotros.
Y también para mí, hombre débil, que aún estoy en esta morada de
barro, seréis
la alegría de mi alma.

Hijos,
es seguro que nuestra enfermedad y humillación causan dolor a los
santos y les
son motivo de llantos y gemidos que ofrecen por nosotros ante el
Creador del
universo. Por eso la cólera de Dios va contra nuestras obras malas.
Pero
nuestro progreso en la santidad provoca la alegría en la asamblea de los
santos
y los mueve a orar mucho ante nuestro Creador en el colmo de la dicha y
el gozo.
El también obtiene gran alegría por nuestras obras y por el testimonio
que los
santos le dan de ellas, y nos concede dones aún más importantes.

Pero
sabedlo: Dios ama para siempre a sus criaturas que, inmortales por
esencia, no
desaparecen con el cuerpo[42]. Esta naturaleza espiritual es la que
El ha visto
precipitarse en el abismo y allí encontrar la muerte perfecta y total.
La Ley
de la Alianza perdió su fuerza pero Dios, en su bondad, visitó a su
criatura
por Moisés. Moisés, que puso los cimientos de la Casa de verdad, quiso
curar
esta profunda herida y conducirnos a la comunión original. No lo logró, y
se
fue. Tras él vino la asamblea de los Profetas: se pusieron a construir sobre
estos cimientos sin llegar a curar la profunda herida de los miembros de la
familia humana; y reconocieron su impotencia. A su vez, la asamblea de los
santos se reunió y su oración se elevó hacia el Creador: "¿No hay bálsamo
en
Galaad? ¿No hay médico? ¿por qué no suben a curar a la hija de mi
pueblo?"
(Jer.8,22). "Nosotros hemos cuidado a Babilonia y no ha curado
¡Dejémosla y
vayámonos de aquí!" (Jer.28.9). Esta súplica que dirigían
los santos a la bondad
del Padre acerca de su Hijo Único -pues ninguna criatura
es capaz de curar la
profunda herida del hombre; sólo El podía hacerlo
viniendo a nosotros-,
impresionó al Padre y dijo: "Hijo del hombre, prepárate
lo necesario para una
cautividad" (Ez.12,3) y acepta tomar esta misión
sobre ti. El Padre no ha
perdonado a su Hijo Único para lograr la salvación de
todos nosotros, lo ha
entregado por nuestros pecados (Rom.8,32). "El ha
sido herido por nuestras
rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el
castigo que nos trae la paz,
y con sus cardenales hemos sido curados" (Is.
53,5). Nos ha reunido de un
extremo al otro del universo, ha resucitado nuestro
espíritu de la tierra y nos ha
enseñado que somos miembros unos de otros.

Cuidad,
hijos, que no se cumpla en nosotros la palabra de Pablo: que tengamos
"solamente la apariencia exterior de la obra de Dios, negando su
poder"
(Tito.1,16). ¡Que cada uno desgarre su corazón! (Joel.2,13). Que
corran las
lagrimas ante Dios y que todos digan: "¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que
me ha hecho?" (ps.115,12). Hijos, temo también que se nos
aplique esta
palabra: "¿Qué se gana con mi muerte si un día he de
convertirme en
podredumbre?" (ps.29,10).

Creedme,
me dirijo a vosotros como a hombres sensatos (I Cor.10,15).
Comprended lo que os
digo y declaro: si cada uno de vosotros no llega a odiar
cuanto pertenece al
orden de los bienes terrestres y a renunciar a ello de todo
corazón, lo mismo
que a cuantas actividades dependen de ellos, si después no
llega a elevar las
manos de su corazón al cielo, hacia el Padre de todos, no hay
salvación para
él. Pero si hacéis lo que acabo de decir, Dios tendrá piedad de
vosotros por
el trabajo que os tomáis. Os enviar un fuego invisible que consumir
vuestras
impurezas y devolverá a vuestro espíritu su pureza original. El Espíritu
Santo habitaren nosotros[43]. Jesús estar junto a nosotros y podremos adorar a
Dios como es debido. Mientras queramos vivir en paz con las cosas del mundo
seremos enemigos de Dios, de sus ángeles y de sus santos.

Os
conjuro desde ahora, queridos míos, en nombre de nuestro Señor
Jesucristo,
para que no descuidéis vuestra salvación, y que esta vida tan corta
no os sea
causa de desdicha para la vida eterna; que el cuidado concedido a un
cuerpo
perecedero no oculte el Reino de la inefable luz; que el país donde sufrís
vuestro destierro no os haga perder, en el día del juicio, el trono angélico
que os
está destinado. Sí, hijos, mi corazón se sorprende y mi alma se
espanta: nos
hundimos en el agua[44], estamos metidos en el placer como gentes
ebrias de
vino nuevo porque nos dejamos distraer por nuestros deseos, dejamos
reinar en
nosotros la voluntad propia y rechazamos dirigir nuestra mirada al
cielo para
buscar la gloria celeste y la obra de los santos y marchar en
adelante tras sus
huellas. Ahora, comprendámoslo: santos del cielo, ángeles,
arcángeles, tronos,
dominaciones, querubines, serafines, sol, luna, estrellas,
patriarcas, profetas,
apóstoles, el mismo diablo o Satán, los espíritus del
mal o el soberano de los
aires, en suma, todos, y los hombres y mujeres,
pertenecen desde el día de su
creación a un solo y mismo universo, en el cual,
sólo deja de estar contenida la
perfecta, bienaventurada Trinidad del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo.

La
mala conducta de algunas de sus criaturas ha obligado a Dios a darles el
nombre
en relación con sus obras. Pero dar una mayor gloria a las que más
hayan
progresado.

NOTAS,
Carta 3ª

[39]
Según G y S.
[40]
Según E.

[41]
Cf. AMMONAS, Cartas II, 1. Dios se regocija con sus ángeles por causa del
monje
que progresa. Doctrina repetida incansablemente por Antonio: IV,3.8.10;
V bis;
VI,3.

[42]
2,3 a 3,3 falta en E.

[43]
El Espíritu Santo enviado al hombre después de sus trabajos: esta
concepción
constituye la trama de la Carta de MACARIO. Cf. AMMONAS,
Cartas VIII.

[44]
agua; según S.

CARTA
CUARTA

Antonio
a todos sus hermanos de la región de Arsinoé[45] y sus alrededores, a
cuantos
se encuentran con ellos[46], salud en el Señor.

A
todos vosotros, que os preparáis para acercaros al Señor, os saludo en El,
hermanos muy queridos, pequeños y grandes, hombres y mujeres[47] santos
hijos
de Israel según vuestra naturaleza espiritual[48]. ¡Qué grande es, hijos
míos,
la dicha y la gracia[49] concedida a vuestra generación! Por Aquel que os
ha
visitado, es muy conveniente que no cedáis a la fatiga del combate hasta la
hora en que podáis ofreceros a Dios como víctimas puras; pureza sin la cual no
hay herencia en el cielo[50]. Sí, queridos hijos, es muy importante[51] que os
interroguéis acerca de la naturaleza espiritual, en que ya no hay hombre ni
mujer, sino solamente la esencia inmortal que tiene comienzo y no tendrá fin.
Es
indispensable conocer la razón de su caída hasta este punto de abyección y
vergüenza; nadie se ha librado de ella. Es preciso porque esta naturaleza
siendo inmortal por esencia, no participar de la disolución de los cuerpos.

He
aquí por qué, ante esta herida incurable y gravísima, Dios, por su clemencia,
visitó a sus criaturas. Por su bondad, les dio la ley en el tiempo oportuno y,
para
entregársela, dispuso el ministerio de Moisés. Para ellos echó Moisés
los
cimientos de la Casa de verdad, con intención de curar esta profunda
herida.
Pero no le fue posible terminar su construcción. Se reunió toda la
asamblea de
los santos y reclamó de la bondad del Padre un Salvador[52] que
viniera[53] a
salvarnos a todos, pues nuestro Sacerdote soberano, eminente y
fiel es el único
médico capaz de curar nuestra profunda herida[54]. Por
voluntad del Padre se
privó de su gloria: siendo Dios, tomó la forma de
esclavo (Fil. 2,6-7) y se entregó
por nuestros pecados. "El ha sido herido
por nuestras rebeldías, molido por
nuestras culpas. El soportó el castigo que
nos trae la paz, y con sus cardenales
hemos sido curados" (Is.53,5).

Querría
por tanto que estéis bien convencidos, queridos hijos míos en el Señor,
de
que por nuestra locura se ha vestido de la locura; por nuestra debilidad se ha
vestido de la debilidad; por nuestra indigencia se ha vestido de la indigencia;
por
la muerte, que ha partir de entonces era nuestra, se ha vestido de
mortalidad[55] y por nosotros ha sufrido tanto[56].

En
verdad, queridos en el Señor, no deis sueño a vuestros ojos ni reposo a
vuestros párpados (ps.131,4) sino suplicad, violentad la bondad de Dios hasta
que se incline a socorrernos y podamos prepararnos a consolar a Jesús cuando
venga, y a dar su eficacia al ministerio de los santos[57], que suplen nuestra
presente indigencia terrena, y determinarlos a ayudarnos con todo su poder en
el
día de nuestra tribulación[58]; porque ese día se gozar n juntos el que
siembra y el que siega.

Quiero
que sepáis, hijos, la gran pena que siento por vosotros cuando veo la
profunda
ruina que a todos nos amenaza[59] y considero esta solicitud de los
santos para
con nosotros y los gemidos y oraciones que por nosotros elevan
constantemente
hacia Dios, su Creador. No ignoran lo que nos ha hecho el
diablo[60] y los
funestos proyectos que maquina junto con sus secuaces. Est n
constantemente
preocupados por llevarnos a la perdición. El infierno será un día
su
herencia, y quieren aumentar el número de los condenados[61]. Sí,
queridísimos
en el Señor, hablo a prudentes (I Cor.10,15)[62]. Conoced con
exactitud la
Economía de la salvación que el Creador ha previsto para nosotros.
Se nos
manifiesta tanto por la acción secreta como por la proclamación pública
de su
Palabra. Nos llaman criaturas racionales y nos comportamos
irracionalmente[63]
ya que ignoramos[64] las múltiples maquinaciones del
diablo. Su envidia hacia
nosotros[65] data del día en que se dio cuenta que
intentábamos tomar
conciencia de nuestra abyección y buscar los medios para
huir las obras malas
de que él es cómplice. Así rechazamos obedecer a sus
malos consejos,
sembrados en nosotros, y, en gran parte, nos hemos burlado
de sus asechanzas. El
demonio no ignora que el Creador nos ha perdonado,
que El es su muerte y que ha
preparado la gehena como término de su rechazo.

Quiero
que sepáis, hijos, que no ceso de rogar a Dios por vosotros día y noche:
que
abra los ojos de vuestro corazón para que percibáis los múltiples maleficios
secretos[66] lanzados sobre nosotros cada día, en todo tiempo[67]. Hago votos
para que Dios os dé un corazón clarividente[68] y un espíritu de
discernimiento,
a fin de que os presentéis ante El como una víctima pura, sin
mancha.

Sí,
hijos, los demonios no dejan de manifestar su envidia hacia nosotros:
designios
malos, persecuciones solapadas, sutilezas malévolas, acciones
depravadas; nos
sugieren pensamientos de blasfemia; siembran infidelidades
cotidianas en
nuestros corazones; compartimos la ceguera de su propio
corazón,[69] sus
ansiedades; hay además los desánimos cotidianos del nuestro,
irritabilidad por
todo, maldiciéndonos unos a otros, justificando nuestras propias
acciones y
condenando las de los demás. Son ellos quienes siembran estos
pensamientos en
nuestro corazón. Ellos quienes, cuando estamos solos nos
inclinan a juzgar al
prójimo, incluso si está lejos. Ellos quienes introducen en
nuestro corazón
el desprecio, hijo del orgullo[70]. Ellos quienes nos comunican
esa dureza de
corazón, ese desprecio mutuo, ese desabrimiento recíproco, la
frialdad en la
palabra, las quejas perpetuas, la constante inclinación a acusar a
los demás y
nunca a sí mismo. Decimos: es el prójimo la causa de nuestras
penas; y, bajo
apariencias sencillas, lo denigramos cuando sólo en nosotros, en
nuestra casa,
es donde se encuentra el ladrón. De ahí las disputas y divisiones
entre
nosotros, las riñas sin más objeto que hacer prevalecer nuestra opinión y
darnos públicamente la razón. Son también ellos quienes nos hacen solícitos
para llevar a cabo un esfuerzo que nos supera[71] y, antes de tiempo, nos
quitan
las ganas de lo que nos convendría y nos sería muy provechoso.

Así
nos hacen reír a la hora de llorar, y llorar en el momento de reír. En
resumen: buscan obstinadamente desviarnos del recto camino utilizando otros
muchos engaños para dominarnos. Pero esto basta de momento. Cuando
nuestro
corazón está saturado de cuanto acabo de decir y de ello hacemos
nuestro pasto
y subsistencia, Dios, tras larga indulgencia[72] para con nuestra
perversidad,
vendrá por fin a visitarnos. Nos arrebatará el peso de este cuerpo.
Para vergüenza
nuestra, el mal que hasta este momento hayamos hecho se
revelaren nuestro
cuerpo, entregado al tormento, pero que un día revestiremos
de nuevo por la
bondad de Dios[73]. Así nuestra situación final ser peor que la
primera (Lc.
11,26). No ceséis, pues, de implorar la bondad del Padre para que
su ayuda nos
acompañe y nos muestre el mejor camino.

Con
toda verdad os digo, hijos míos, la envoltura de nuestra morada presente
es
perdición para nosotros, casa donde reina la guerra. En verdad os digo, hijos
míos,
quien se haya deleitado en sus propios deseos y sometido a sus propios
pensamientos[7475], quien haya acogido de todo corazón esta semilla[76] y
buscado en ella su gozo, puesta en ella la esperanza de su corazón como si
fuera un misterio grande y excelente, y se haya servido para justificar una vez
más su conducta, su alma, como el aire[7778] estar habitada por los espíritus
del mal. Le ser consejera funesta y hará de su cuerpo la copa de sus secretas
abyecciones. Sobre este hombre tienen los demonios pleno poder, porque no ha
querido poner a plena luz su ignominia.

¿Ignoraréis
la variedad de sus trampas? Si no es así, ¡qué fácil es conocerlas y
preservaros de ellas! Pero por más que mires no podrás percibir materialmente
el pecado, la iniquidad que maquinan contra ti, pues ellos mismos no son
visibles materialmente[79]. Comprendedlo bien: nosotros les servimos de
cuerpo
cuando nuestra alma acoge su malicia. En efecto, por ese cuerpo, que
es nuestro,
es por donde el alma introduce en sí a los demonios. Así pues, hijos,
cuidémonos
de dejarlos pasar. De otro modo la cólera divina pesar sobre
nosotros y vendrán
a su nueva casa para reírse de nosotros, seguros de la
eminencia de nuestra pérdida.
No despreciéis mis palabras porque los
demonios saben que nuestra vida depende
de estos intercambios entre
nosotros[80]. Pues, ¿quién ha visto alguna vez a
Dios? ¿quién ha encontrado
en Él el gozo? ¿quién lo ha retenido junto a sí
a fin de que le ayude en su
peligrosa condición? Y, ¿quién ha visto jamás al
diablo[81] hacernos guerra,
alejarnos del bien, atacarnos, estar físicamente
aquí o allí, lo cual nos permitiría
temerle y escapar de él? Es que se
mantienen ocultos a nuestros ojos[82]. Son
nuestras acciones[83] las que
manifiestan su presencia.

Porque
todos, en cuanto existen forman una sola y única naturaleza espiritual:
por
haberse separado de Dios han visto aparecer entre sí tales diferencias
como
consecuencia de sus distintas actividades[84]. Por la misma razón les han
sido
dados tantos nombres distintos, según su particular actividad[85]. Así unos
han sido llamados arcángeles, otros tronos o dominaciones, principados,
potestades, querubines. Les fueron atribuidos estos nombres por su docilidad a
la voluntad de su Creador.

En
cuanto a los otros, por su mal comportamiento se les llamó mentirosos,
Satán,
así como otros demonios fueron llamados espíritus malos e impuros,
espíritu
de error, príncipes de este mundo y otras numerosas especies que hay
entre
ellos.

También
entre los hombres que les resistieron[86] a despecho del duro peso de
este
cuerpo, algunos recibieron el nombre de patriarcas, otros de profetas, de
reyes,
sacerdotes, jueces, apóstoles, y tantos otros nombres escogidos
semejantes a
estos, según su comportamiento santo. Estos diversos nombres
les fueron
atribuidos sin distinción de hombre o mujer, según la diversa
naturaleza de
sus obras: porque todos tienen el mismo origen[87].

Quien
peca contra el prójimo, peca contra sí mismo; quien lo engaña, se
engaña; y
quien le hace bien, se lo hace a sí mismo[88]. Por el contrario, ¿quién
engañara
Dios? ¿quién le dañar ? ¿o quién le prestar un servicio? O incluso
¿quién
le dar una bendición que juzgue necesaria? ¿Quién podrá jamás
glorificar al
Altísimo según su dignidad, exaltarlo según su medida?

Vestidos
aún con el peso de este cuerpo despertemos a Dios en nosotros
mismos
respondiendo a su llamada[89], entreguémonos a la muerte para la
salvación de
nuestra alma y de todos[90]. Así manifestaremos el origen de la
misericordia de
que somos objeto[91]. No nos dejemos llevar del egoísmo si no
queremos
participar de la caída del demonio[92].

Quien
se conoce a sí mismo conoce también a las demás criaturas que Dios ha
creado
de la nada, como está escrito: El, que ha creado todo de la nada
(Sab.1,14). Lo
que los libros santos quieren decir con esto se refiere a la
esencia espiritual,
velada por la corrupción de nuestro cuerpo; que no existiendo
desde un
principio, un día se nos quitar . Quien sabe amarse a sí mismo ama
también a
los demás[9394].

Queridos
hijos, os suplico que os améis unos a otros sin cansancio ni hastío.
Tomad el
cuerpo de que estáis revestidos, haced de él un altar[95], poned sobre
él
vuestros pensamientos y, ante los ojos del Señor, abandonad todo designio
malo,
levantad hacia Dios las manos de vuestro corazón (ps.133,2) - es lo que
hace el
Espíritu cuando obra[96] - y rogadle que os conceda ese hermoso fuego
invisible
que descender desde el cielo sobre vosotros y consumir el altar y sus
ofrendas.
Que los sacerdotes de Baal, el enemigo y sus malas obras, cojan
miedo y huyan
ante vosotros como ante el profeta Elías (I Re.18,38-40).
Entonces, por encima
de las aguas veréis como las huellas de un hombre que
os traerla lluvia
espiritual, la consolación del Espíritu Paráclito[97].

Mis
queridos hijos en el Señor[98], auténticos hijos de Israel, ¿qué necesidad
tengo de invocar la bendición sobre vuestros nombres mortales, y de
mencionarlos, si son efímeros? Ya sabéis que mi amor por vosotros no se dirige
a vuestro ser mortal; es un amor espiritual, según Dios. Estoy convencido de
esto: es grande vuestra dicha, que consiste en haber tomado conciencia de
vuestra miseria y haber afirmado en vosotros esta esencia invisible que no pasa
como el cuerpo. Pienso así porque esta dicha os ha sido concedida[99] ya
desde
ahora.

Estad
bien convencidos[100] de que vuestro comienzo y adelantamiento en la
obra de
Dios no son tarea humana sino intervención del poder divino que no
cesa de
asistiros. Tomad siempre a pecho el ofreceros como víctima a Dios
(Rom.12,1) y
acoged con fervor la fuerza que os ayuda. Consolareis a Cristo
Jesús[101] en su
Venida, y a toda la asamblea de los santos. Y también a mí,
pobre hombre, que
sigo retenido dentro de este cuerpo de barro, en medio de
las tinieblas.

Si
os insisto y si quiero daros esta alegría es porque todos somos criaturas de la
misma invisible esencia, que tuvo comienzo pero no tendrá fin[102]. Quien se
conoce verdaderamente no tendrá duda alguna acerca de[103] su esencia
inmortal.

Quiero,
pues, que tengáis un claro conocimiento de ello: Jesucristo nuestro
Señor es
el Verbo auténtico del Padre, a partir del cual fueron creadas todas las
naturalezas espirituales, a imagen de la Imagen que es El, ya que El es la
cabeza de toda la creación y del cuerpo que es la Iglesia.

Así
pues, somos miembros unos de otros, y somos el cuerpo de Cristo (I
Cor.12,27).
La cabeza no puede decir a los pies: no os necesito; y si sufre un
miembro todo
el cuerpo se resiente y sufre (I Cor.12,21-26).

Por
tanto[104] un miembro separado del cuerpo, sin unión con la cabeza, que
busca
el placer en las pasiones corporales, está herido, por lo que hemos dicho,
con
una herida incurable. ha perdido de vista tanto su principio como su fin.

He
aquí por qué el Padre de la creación tuvo piedad de esta herida que nos
dañaba:
ninguna criatura podía curarla, sólo podía hacerlo la bondad del Padre.
Envió,
pues, a su Hijo Unico el cual, viéndonos esclavos, tomó sobre sí la forma
de
esclavo (Fil. 2,7). El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por
nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus
cardenales
hemos sido curados (Is.53,5). Después nos ha reunido de todos los países
para
hacer que nuestro corazón resucite de la tierra y para enseñarnos que
todos
somos una sola y misma esencia, miembros unos de otros[105]. Amémonos
pues, profundamente unos a otros: en efecto, quien ama a su prójimo amara
Dios,
y quien ama a Dios se ama a sí mismo[106].

Tened
también esto muy presente[107], queridos hijos míos en el Señor, santos
hijos
de Israel por vuestro nacimiento. Estad siempre dispuestos a acercaros al
Señor
para ofreceros a Dios como víctimas puras, con esta pureza que nadie
puede
heredar si no la practica desde aquí abajo. ¿Acaso ignoráis, queridos
hijos,
los funestos designios que sin cesar alimenta contra la verdad el enemigo
de la
virtud[108]? Estad, pues, vigilantes, queridos hijos, no deis sueño a
vuestros
ojos ni reposo a vuestros párpados(ps.131,4), sino gritad día y noche a
vuestro Creador para que venga de lo alto el socorro que proteger vuestro
corazón
y vuestros pensamientos y los establecer en Cristo.

En
verdad, hijos, ocurre que habitamos la misma casa del ladrón y en ella
estamos
encadenados por los lazos de la muerte.

Sí,
os lo digo, este estado de negligencia, de caída, de exclusión de la santidad,
no sólo causa nuestra perdición sino también el sufrimiento de los ángeles y
santos de Cristo, pues aún no les hemos dado nunca motivo de paz. Sí, hijos,
es verdad que este estado de caída en que estamos les causa tristeza y que, al
contrario, nuestra salvación y nuestra entrada en la gloria les proporcionar n
gozo y alegría.

Sabedlo:
desde el día en que se puso en marcha la bondad del Padre no cesa
de ayudarnos,
hoy como ayer, a escapar de esta muerte que hemos merecido.
Porque hemos sido
creados libres, y los demonios[109] nos acechan
incesantemente. De ahí la
palabra de la Escritura: "El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles
y los protege" (ps.33,8).

Ahora,
hijos, quiero que sepáis que desde que El vino en ayuda nuestra[110]
hasta hoy,
quienes se excluyen de la vida santa para seguir sus malos instintos
son
contados entre los hijos del diablo. Quienes lo son, lo saben bien. Por eso
se
preocupan tanto de que cada uno de nosotros haga su voluntad propia.
Saben que
si el diablo cayó del cielo fue por su orgullo; por eso atacan primero
al que
se eleva a un grado de eminente santidad, pues tienen habilidad para
manejar el
orgullo y la vanidad que se encuentran entre nosotros. No olvidan
que gracias a
esta arma nos separaron de Dios en otro tiempo.

Sabiendo
también que el amor al prójimo es semejante al amor a Dios, los
enemigos de la
santidad arrojan en nuestro corazón una semilla de división y
desean que entre
nosotros se eleven sentimientos de odio profundo que ya no
nos permita dirigir
la palabra al prójimo, ni siquiera a distancia.

Y
quiero que también sepáis, hijos, que hay algunos, y su número es grande,
que
se han tomado muchas fatigas durante toda su vida y que, por falta de
discernimiento, lo han perdido todo[111]. Sí, hijos, no os sorprendáis si por
negligencia o por falta de discernimiento en vuestras acciones caéis
peligrosamente, como pienso, hasta poneros al nivel del diablo por haber
pensado
con demasiada facilidad que gozabais de la amistad divina y si, en vez
de la luz
que esperabais, os alcanzan las tinieblas. Por eso Jesús tuvo tanto
interés en
que, ceñidos con una toalla lavéis los pies a vuestros inferiores
(Jn.13.4 y
5). Si El mismo nos dio ejemplo es para enseñarnos a no perder de
vista nuestro
primer origen. Porque el orgullo está en el origen del primer
desorden, es lo
primero que se vio aparecer. Por eso os es imposible poseer el
Reino de Dios a
menos que grabéis en vuestro corazón, en vuestro espíritu, en
vuestra alma y
hasta en vuestro cuerpo, una profunda humildad[112].

Puedo
decir, hijos míos en el Señor, que noche y día ruego a mi Creador, por el
Espíritu
recibido en herencia[113], que abra los ojos de vuestro corazón para
que
comprendáis el amor que os tengo. Que se abran también los oídos de
vuestro
corazón para que toméis conciencia de vuestra miseria. Que quien tome
conciencia de su vergüenza se ponga inmediatamente en busca de la gloria a
que
está llamado; que quien comprenda su muerte espiritual encuentre
enseguida el
gusto de la vida eterna.

Me
dirijo a prudentes (I Cor.10,15). De verdad, hijos, temo que durante el
camino[114] pueda atormentaros el hambre en un lugar en que hubierais debido
hallar abundancia. He deseado ir junto a vosotros y veros con mis propios ojos,
pero esperaré más bien el día, ya próximo, en que podremos encontrarnos
juntos, cuando hayan pasado los sufrimientos, tristezas y gemidos, y la alegría
sea nuestra corona (Is.35,10; Ap.21,4). Quería deciros algo más pero, como
dice el proverbio: "Da consejos al sabio y se hará más sabio"
(Prov.9,9).

Queridos
hijos: os saludo a todos y a cada uno.

NOTAS,
Carta 4ª

[45]
Unica carta cuyos destinatarios pueden ser localizados. Y también única
referencia geográfica que ya conocía S. Jerónimo. Esto basta para probar que
hemos encontrado el mismo corpus de Cartas. En la Bita Antonia 15. Arsinoé
está
situada en el camino que lleva a una comunidad de hermanos.

[46]
de la región...con ellos, omitido por E.

[47]
Parece que el autor no se dirige sólo a monjes.

[48]
hombres y mujeres...espiritual, en E: "Que sois verdaderos
israelitas".

[49]
la dicha...gracia, en S: "la promesa que habéis recibido".

[50]
sin...en el cielo: omitido por E.

[51]
E resume desde aquí hasta el párrafo 3.

[52]
Salvador según G, en contra de S, que dice: "salvación".

[53]
S añade: "bajara la tierra".
[54]
Importancia de la comunión eclesial a través de los siglos y más allá de los
dos Testamentos.

[55]
La librea de un mortal según G, en contra de E, que dice: "ha gustado la
muerte", y S: "tomó el aspecto de la muerte".

[56]
E añade: "y por su muerte hemos sido salvados".

[57]
dar su eficacia al ministerio según G.

[58]
no deis...tribulación lo resume E.

[59]
cuando veo...todas, omitido por E.

[60]
No ignoran... según G y S contra E, que añade: "Intenta dimitarlos. Han
visto la Economía del Creador en la admirable Encarnación y los trabajos que
por nosotros ha llevado acabo".

[61]
E omite: desean...condenados

[62]
E omite: hablo a prudentes.

[63]
E añade: "por nuestra atracción hacia lo que agrada al enemigo que hace
el
mal, al padre de la mentira".

[64]
ya que ignoramos según S.

[65]
Acerca de la envidia que nos tienen los diablos, cf. Vita Antonii 22.

[66]
Esta misma gracia de discernimiento se pide en la Vita Antonii 38 y en
AMMONAS,
Cartas IV, que unen este don al de la filiación adoptiva. Para la
apertura de
los ojos del corazón cf. AMMONAS. Cartas XV, 13.

[67]
E omite en todo tiempo.

[68]
E: "despierto".

[69]
ceguera de su propio corazón: añadido por la carta de Besa a Herón.

[70]
hijo del orgullo: según la carta de Besa.

[71]
Esta tentación está descrita en la Carta de MACARIO, 6.Cf.Apotegmas,
POIMEN
129, y Bita Antonia 25.

[72]
E resume a partir de aquí hasta el fin del párrafo 5.

[73]
Texto oscuro que parece aludir a un tormento de los cuerpos que tendrá
lugar
antes de su glorificación definitiva.

[74]
Deseo y pensamiento, lo mismo que voluntad, son nociones equivalentes.
Designan
lo que en nosotros tiene parte con el pecado y nos inclina a él.
[75]
E añade: "caer espontáneamente".

[76]
G y S: semilla.

[77]
como el aire según G.

[78]
Que el diablo habita los aires, cf. Bita Antonia 21.

[79]
S omite: ellos mismos... materialmente.

[80]
#1000 No despreciéis...: según E, y contra G y S, que parecen tener a
mano un
texto corrompido.

[81]
#1001 E resume desde aquí hasta el fin del párrafo.

[82]
Importancia del diálogo espiritual, destinado a hacer visibles a los dos
antagonistas invisibles por esencia: Diosy el diablo. Esta misma insistencia se
da en AMMONAS, Cartas VI,2: "Ahí donde los padres reciben a sus hijos,
Dios
está presente en una y otra parte".

[83]
#1002 S: "nuestros mayores esfuerzos".

[84]
#1003 E omite: han visto crearse... actividades.

[85]
Para la gran diferencia entre los diablos, cf. Bita Antonia 21.

[86]
#1004 E: "que han odiado el peso de este cuerpo".

[87]
#1005 E añade: "y la misma sustancia".

[88]
#1006 E omite: y quien le hace...a sí mismo.

[89]
#1007 respondiendo a su llamada, según G.

[90]
#1008 entreguémonos, según G.

[91]
#1009 de que somos objeto, según S.

[92]
#1010 si no queremos... demonio, según S y G.

[93]
#1011 E: "ser arrebatada, incluso si ahora obramos por medio del cuerpo.
Quien sabe esto, sabe amar sólo a Dios, y quien ama a Dios ama también a los
demás".

[94]
La naturaleza espiritual, que poseemos a imagen del Hijo, constituye el lazo
de
unión entre Dios y el hombre, y también de los hombres entre sí. Por eso
interesa conocer esta naturaleza para que el esfuerzo espiritual sea de buena
ley. Por eso también es necesario reconocer la divinidad de Jesús, a través
de
quien estamos unidos, al mismo tiempo, a Dios y a los demás hombres. Esta
afirmación es la clave de toda la doctrina de S. Antonio.
[95]
#1012 E: "incensario".

[96]
#1013 E: "la potencia espiritual".

[97]
Este párrafo contiene una definición descriptiva de la oración, una de las
más
antiguas en la tradición monástica. Ya menciona el abandono de todo
pensamiento, del sacrificio espiritual, del fuego y del consuelo del Espíritu.

[98]
#1014 E omite desde aquí hasta ya desde ahora.

[99]
#1015 S omite: que consiste en...sido concedida.

[100]
#1016 E resume desde aquí hasta el fin del párrafo. Que el conocimiento
de sí
mismo sea el comienzo de todo el esfuerzo espiritual, cf. la Carta de
MACARIO,
1.

[101]
#1017 G: "Dios".

[102]
#1018 S añade: "amémonos, pues, unos a otros".

[103]
#1019 S: "la misma esencia".

[104]
#1020 E omite desde aquí hasta la última frase del párrafo.

[105]
Comparando con los lugares paralelos aparece claramente que en
Antonio, la
doctrina de la única esencia espiritual sólo puede comprenderse
plenamente a
la luz del Cuerpo Místico de Cristo. Es clara la alusión al cuerpo y
a los
miembros. Si hay resabios de gnosticismo, es fundamentalmente
Cristológico.

[106]
#1021 S omite: quien ama a Dios se ama a sí mismo.

[107]
#1022 E sólo tiene las dos últimas frases del párrafo 10.

[108]
Cf. Bita Antonia 89.

[109]
#1023 S: "los santos interceden continuamente por nosotros".

[110]
#1024 S: "desde el principio del mundo", omitido por E.

[111]
Cf. Apotegmas, ANTONIO 8, y San Juan CASIANO, Conferencias II, 2.

[112]
La misma insistencia sobre la humildad en MACARIO, Cartas 17; cf.
Apotegmas
ANTONIO 7.

[113]
#1025 E: "en cuyas manos está mi espíritu".

[114]
#10000 E añade: "la caridad y".

 
CARTA
QUINTA

Hijos,
reconoced[115] la liberalidad de nuestro Señor Jesucristo: de rico que era,
se
ha hecho pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza (II
Cor.8,9).
Su esclavitud nos ha devuelto la libertad[116], su debilidad nos ha
dado la
fuerza, su locura nos ha enseñado la sabiduría. Pero esto no es todo:
quiere
también, por su muerte, procurarnos la resurrección. Tenemos razón para
elevar la voz y decir: "Incluso si conocimos a Cristo según la carne,
ahora ya no
es así: porque en Cristo hay una creación nueva" (II Cor. 5,
16-17).

Os
digo con verdad, queridos hijos en el Señor, que, si tuviera que detallar los
mensajes de salvación que nos da, tendría mucho que decir; pero aún no ha
llegado la hora. De momento me basta con saludaros, queridos hijos míos en el
Señor, hijos de Israel, nacidos santos según vuestra naturaleza
espiritual[117]. A
vosotros, que habéis deseado acercaros a vuestro Creador, os
conviene buscar
la salvación de vuestras almas en la Ley de la Alianza[118]. Es
verdad que, a
consecuencia de nuestros innumerables pecados, de nuestras
funestas
rebeldías, de nuestras pasiones sensuales[119], se ha enfriado[120] la
Ley de la
Promesa y se han embotado las facultades de nuestras almas. Por la
muerte[121] en que estamos precipitados se nos ha hecho imposible tener
cuidado
de nuestro verdadero título de gloria: nuestra naturaleza espiritual[122].
Por
eso se lee en las divinas Escrituras: "Como en Ad n todos los hombres
morimos, en Cristo todos somos vivificados" (I Cor.15,22).

Ahora
es El la vida de toda inteligencia espiritual entre las criaturas hechas a
imagen de la Imagen que es El mismo, pues es la auténtica inteligencia del
Padre y su Imagen inmutable. Por el contrario, las criaturas hechas a su imagen
tienen una naturaleza mudable. De ahí la desgracia que nos hirió, en la que
todos hallamos la muerte y que nos hizo perder nuestra condición primera de
naturaleza espiritual. Por esta misma razón, dejada nuestra primera naturaleza,
adquirimos una morada de tinieblas[123] en que por todas partes reina la
guerra.

Nosotros
mismos hemos dado testimonio de ello: no teníamos la menor noción
de virtud.
Pero Dios, nuestro Padre, contemplando nuestra debilidad, nuestra
incapacidad
para revestir nuestra verdadera naturaleza, quiso[124], por su
bondad, visitar a
sus criaturas mediante el ministerio de los santos.

Os
suplico a todos en el Señor, queridos hijos, que os penetréis bien de cuanto
os escribo[125] porque mi amor hacia vosotros no se dirige sólo a vuestros
cuerpos sino que es caridad espiritual, según Dios.

Volved
vuestra alma hacia vuestro Creador y rasgad vuestro corazón en vez de
vuestro
vestido (Joel, 2,13)[126]. Preguntaos qué podríamos devolver al Señor
por
todas sus gracias. El se acuerda siempre de nosotros por su gran bondad,
por su
indecible amor. Y aquí mismo, en la presente morada de nuestra miseria,
no nos
ha dado lo que merecían nuestros pecados. Su bondad es tan grande
que ha
querido que el mismo sol se ponga a nuestro servicio en esta casa de
tinieblas,
y también la luna y las estrellas para apoyo físico de un ser al que su
propia
debilidad condenaría a perecer. Sin hablar de sus otros poderes, ocultos,
pero
también a disposición nuestra sin que podamos verlos con los ojos
corporales.

Así
pues, ¿qué le devolveremos el día del juicio?[127]; o, si preferís, ¿qué
beneficio podemos imaginar que ya no nos haya concedido? Los Patriarcas,
¿no
han sufrido por nosotros? ¿No nos han enseñado los Sacerdotes? ¿Acaso
no
combatían por nosotros los Jueces y Reyes?[128]. ¿No mataron a los
Profetas
por nosotros?[129]. Los Apóstoles, ¿no sufrieron persecución por
nosotros? Y
el Hijo predilecto, ¿no murió por nosotros?

Por
nuestra parte dispongámonos ahora a ir hacia nuestro Creador por el
camino de
la pureza[130]. Porque viendo que los santos, o más bien todas sus
criaturas,
no conseguían curar la profunda herida[131] de sus propios
miembros[132], y
conociendo la imperfección de su espíritu, El, el Padre de las
criaturas, les
manifestó su misericordia, y por su gran amor no perdonó a su Hijo
Único, al
cual entregó por nuestros pecados para salvación de todos
(Rom.8,32). "El
ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras
culpas. El soportó
el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos
sido curados" (Is.53,5).
Así su Verbo omnipotente nos ha reunido de todos los
países para llevar a cabo
la restauración de nuestro espíritu caído y enseñarnos
que somos miembros
unos de otros.

Así[133],
ya que hemos vuelto a nuestro Creador, conviene que todos
ejercitemos nuestra
inteligencia y nuestro espíritu para conocer exactamente la
naturaleza propia
del bien y para saber discernir el mal, para conocer bien[134]
la Economía
establecida por la venida de Jesús a este mundo[135], el cual se
ha hecho
semejante a nosotros en todo excepto en el pecado (Hb.4,15).

Es
verdad que a consecuencia de nuestra gran malicia, del desorden de nuestra
vida,
de las pesadas consecuencias de nuestra inestabilidad, la venida de Jesús
fue
para algunos un escándalo[136], para otros un beneficio (cf. I Cor,1,23),
para
algunos sabiduría y poder, para otros también resurrección y vida. Pero
estad
convencidos: su venida fue[137] el juicio del mundo entero. Está escrito:
"He aquí que vienen días - oráculo del Señor - en que todos me conocer
n,
pequeños y grandes, y no tendrán que enseñarse unos a otros diciendo
'conoced a Yahvé '" (Jer.31,33-34) porque seré yo quien hará resonar mi
Nombre hasta los confines de la tierra. Toda boca se cerrar y el mundo entero
quedar bajo la soberanía de Dios (Rom.3,19). No conocían a Dios, no le daban
gloria como a su Creador (Rom.1,21), a consecuencia de su locura que les
impedía
comprender su sabiduría. Y cada uno de nosotros se abandonaba a
sus voluntades
propias[138] para cometer el mal y hacerse esclavo de él. Por
eso también se
despojó Jesús de su gloria[139] tomando condición de siervo
(Fil.2,7) a
fin[140] de que su esclavitud fuera nuestra libertad. Entregados a la
locura habíamos
conocido toda clase de males; El se revistió con esta locura
para que, hecha
suya, fuera nuestra sabiduría. Habíamos caído en la miseria y
la miseria nos
había arrebatado toda fuerza; El abrazó la pobreza para
colmarnos por ella de
ciencia e inteligencia. Y esto no fue todo: nuestra
debilidad la hizo suya y su
debilidad fue nuestra fuerza. Por su Padre quiso
obedecer en todo hasta la
muerte, y muerte de cruz (Fil.2,8), para que ella[141]
fuera nuestra resurrección
y su dueño, el diablo fuera aniquilado. Si esta
liberación que nos ha traído
su venida a este mundo llega a hacerse
verdaderamente nuestra, nos hará un día
discípulos de Jesús, por quien
entraremos en la herencia divina.

A
decir verdad, queridos hijos en el Señor, es grande mi inquietud y mi espíritu
está turbado y agitado. Hemos tomado el hábito y llevamos el nombre de
santos,
título de gloria entre los incrédulos, pero temo que se cumpla en
nosotros la
palabra de Pablo: "Profesan seguir a Dios, mas con sus obras
niegan su
poder" (Tito 1,16; Rom.2,20)[142].

El
amor que os tengo me hace suplicar a Dios que os lleve a reflexionar sobre la
vida[143] que lleváis y a considerar como herencia vuestra lo invisible. Sin
duda,
hijos míos, esto no supera nuestra naturaleza sino que, normalmente, la
corona,
incluso si debemos utilizar nuestras fuerzas en la búsqueda de Dios.
Porque
buscar a Dios, o servirle, sigue siendo siempre para el hombre una búsqueda
natural. El pecado de que somos culpables[144] es lo que está fuera y más allá
de las condiciones normales de nuestra naturaleza[145].

Hijos
queridísimos en el Señor, vosotros que habéis querido estar dispuestos a
ofreceros a Dios como víctimas puras, no os hemos ocultado nada de cuanto
puede
seros útil. Atestiguamos, más bien, lo que nosotros mismos hemos visto
(Jn.3,11)[146]
porque los enemigos de la santidad piensan incesantemente en
atacar a quienes de
verdad la desean. Estad convencidos: el hombre carnal
persigue siempre al
espiritual (G l.4,29), y quien quiere vivir piadosamente la
vida de Cristo
sufrir persecución (II Tim.2,12)[147].

Por
este mismo motivo, Jesús dirigía a sus apóstoles estas palabras
confortadoras: "en este mundo tendréis muchas tribulaciones, pero no temáis:
Yo he vencido al mundo" (Jn.16,33). El sabía que a los apóstoles les
esperan en
este mundo inquietudes y pruebas. Pero su paciencia vencer el poder
del
enemigo, es decir, la idolatría. Les enseñaba también: "No temáis
al mundo, sus
males no tienen comparación con la gloria que os espera (Rom.8,18).
Si han
perseguido a los profetas antes que a vosotros, también a vosotros os
perseguir
n; si a Mi me han odiado, también a vosotros os odiar n (Jn.15,20);
pero no
temáis porque vuestra paciencia vencer el poder del enemigo".

Entrar
en los detalles del tema sería preparar un largo discurso, y está escrito:
"da consejos al sabio y se hará más sabio" (Prov.9,9). Pocas
palabras bastan
para consolarnos. Cuando el espíritu las ha aprendido ya no
necesita de las
palabras, con frecuencia de doble sentido, de nuestra boca.

Pido
por la salvación de todos vosotros, queridos hijos en el Señor. Que la
gracia
de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros (II Cor.13,13).
Amén.

NOTAS,
Carta 5ª

[115]
E: "he conocido".

[116]
E omite.

[117]
E omite esta frase.

[118]
E: "conviene luchar para librarnos de las pasiones según la Ley
espiritual".

[119]
E añade: "de las tentaciones del diablo".

[120]
G: "reseca".

[121]
E: "a causa de las pasiones".

[122]
E añade: "no hay salvación para nosotros sino por el Señor
Jesucristo".

[123]
E: "hemos nacido en la carne".

[124]
E: "enviado su Hijo Único, que ha tomado nuestra carne y, con sus dones,
ha visitado su creación, sus ministros y sus santos".

[125]
E: "por el amor que os tengo"; omite lo que sigue.

[126]
E omite.

[127]
E omite.

[128]
E omite.

[129]
E omite.

[130]
S: "santidad"; E omite el final del párrafo.

[131]
S: "hecha a los judíos, es decir, a sus miembros".

[132]
Es decir, de sus hermanos, miembros del mismo cuerpo. Otra vez la
insistencia en
el carácter social, tanto de la caída como de la salvación.

[133]
S: "a cuantos se apresuran a ir hacia su Creador El les enseña cómo han
de ejercitar su inteligencia".

[134]
E: "para cambiarnos e ir al encuentro del Señor".

[135]
S: "por amor hacia nosotros".

[136]
G: "una prueba".

[137]
E: "los juicios de unos y la vida de otros".
[138]
G: "a su voluntad"; E: "espontáneamente al mal".

[139]
E omite.

[140]
E: "de salvarnos"; omite hasta muerte de cruz.

[141]
S: "su muerte y anonadamiento".

[142]
Cita que se encuentra en AMMONAS, Cartas IX,3-4.

[143]
#1000 E: "que está oculta en vosotros, por la cual obráis para adquirir
la
herencia invisible".

[144]
#1001 E: "Somos dignos de corrección o de castigo porque es extraño a
nuestra naturaleza".

[145]
#1002 S omite esta frase.

[146]
#1003 E y S omiten.

[147]
#1004 E omite y continúa: "Os hago saber que el cuerpo hace siempre la
guerra al Espíritu, como dice el Apóstol Pablo(G l.5,4). Quien quiere llevar
una
vida piadosa en Jesucristo debe expulsar de sí los deseos del cuerpo
mediante
oraciones dirigidas a nuestro Señor Jesucristo. El, en su
misericordiosa bondad,
os quitar el trabajo y las tentaciones que proceden del
cuerpo".

CARTA
QUINTA BIS

Es
grande mi alegría a causa de vosotros, hijos queridísimos, amados del
Señor,
verdaderos hijos de Israel[148], santos según vuestra naturaleza
espiritual.

Lo
primero que importa al hombre dotado de razón es conocerse a sí mismo;
después
conocer cuanto viene de Dios y todas las gracias que de El recibe
incesantemente. Que sepa también que cuanto es pecado y merece reproche
queda
fuera de su naturaleza espiritual[149].

Nuestro
Creador se dio cuenta de que cuanto estaba así fuera de nuestra
naturaleza
procedía del libre albedrío, y que también la muerte procede de él.
Sus
entrañas se conmovieron por nosotros

En
su bondad, quiso conducirnos de nuevo a nuestro estado original, que jamás
debió
desaparecer. No se perdonó a sí mismo sino que visitó a sus criaturas
para
salvarlas a todas. Porque se entregó por nuestros pecados. "El ha sido
herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el
castigo
que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados" (Is.53,5).
Por su
Verbo omnipotente nos ha reunido de todas las regiones, de un extremo al
otro
del universo, enseñándonos que éramos miembros unos de otros. Por esto,
si el
hombre dotado de razón quiere ser absuelto cuando venga el Señor, le es
preciso examinarse y preguntarse qué podría devolver a Dios por todos los
bienes que de El ha recibido.

También
yo, el más miserable de todos, que estoy escribiendo esta carta
despierto de mi
sueño de muerte, he pasado la mayor parte de los días que me
fueron concedidos
en la tierra preguntándome, con l grimas y gemidos, qué
podría devolver al Señor
por todo lo que me ha dado. Verdaderamente no
hemos carecido de nada en cuanto
El ha emprendido en favor de nuestra
miseria. Nos ha dado ángeles como
servidores; ha ordenado a sus propios
profetas que nos instruyan con sus oráculos;
ha mandado a sus apóstoles
evangelizarnos. Más aún: ha pedido a su Hijo Unico
que tome la condición de
esclavo por nuestra causa.

Muy
queridos míos en el Señor, a vosotros, coherederos de los santos[150], os
suplico despertéis en vuestros corazones el temor de Dios. Os es preciso saber
claramente que Juan, el Precursor, bautizó para remisión de los pecados por
causa nuestra a fin de que después seamos santificados por el Espíritu en el
bautismo[151] de Cristo. Preparémonos, pues santamente y purifiquemos
nuestro
espíritu[152] para estar puros y dispuestos a recibir el bautismo de
Jesús y a
ofrecernos como víctimas agradables a Dios. El Espíritu Consolador
recibido en
el bautismo[153] nos[154] conduce de nuevo a nuestro estado
original. Nos hace
entrar en nuestra heredad y aplicar de nuevo el oído a su
enseñanza[155].
Porque cuantos han sido bautizados en Cristo han sido
revestidos de Cristo. Ya
no hay hombre o mujer, esclavo o libre[156] (G l.3,27).
En el mismo momento en
que, recibiendo su santa herencia, acogen la
enseñanza del Espíritu Santo, les
fallan sus recursos corporales: fallan la voz y
la lengua y adoran al Padre como
es debido, en espíritu y en verdad (Jn.4,23)
[157].

Sabed
también esto, queridos hermanos: no hay que esperar el juicio futuro
cuando
venga Jesús. Porque su primer Adviento ya ha traído el juicio para
todos[158].
Y sabed también que los justos y los santos, revestidos del Espíritu,
oran sin
cesar por nosotros para que sepamos someternos humildemente[159]
a Dios, a fin
de recuperar nuestra gloria primera y tomar de nuevo el vestido que
habíamos
rechazado[160], el que corresponde a nuestra naturaleza
espiritual[161].

Con
frecuencia también, a quienes han sido revestidos del Espíritu[162] se
dirige
una voz procedente del Padre y les dice: "Consolad, consolad a mi
pueblo,
dice el Señor; sacerdotes, hablad al corazón de Jerusalén" (Is.40,1-2).
Porque Dios viene siempre a visitar a sus criaturas y a dar prueba de su bondad
para con ellas[163].

En
verdad os digo, queridos hijos: está lejos de agotarse esta palabra de
salvación
y libertad por la que hemos sido librados (G l.5.1). Está escrito: "Da
consejos al sabio y se hará más sabio" (Prov.9,9)[164].

Que
el Dios de la paz os conceda la gracia y el espíritu de discernimiento para
permitiros comprender bien cuanto os he escrito: son mandamientos del Señor.
Y
que el Dios de toda gracia os guarde en el camino de la santidad en el Señor
hasta vuestro último suspiro[165]. Ruego por la salvación de todos vosotros,
queridos hijos en el Señor.

Que
la gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con todos vosotros (II
Cor.13,13).
Amén.

NOTAS,
Carta 5ª bis

[148]
amados del Señor, verdaderos hijos de Israel, omitido por E.

[149]
El final de este párrafo está resumido u omitido en E.

[150]
E omite vosotros que sois...santos.

[151]
S omite el bautismo.

[152]
E añade: "y nuestro cuerpo"; S lee: "mens sensualis", difícil
de traducir:
"espíritu dotado de razón" (?).

[153]
recibido en el bautismo, según E.

[154]
E: "hace realizar obra de penitencia".

[155]
E omite y aplicar...enseñanza.

[156]
E omite ni esclavo ni libre.

[157]
Este párrafo resume la evolución de la vida espiritual según S. Antonio:
paso
del bautismo para remisión de los pecados al bautismo en el Espíritu
Santo y
Consolador, que hace capaz de escuchar su enseñanza, de ofrecerse
como víctima
agradable a Dios y adorar al Padre en espíritu y en verdad. En
este estado
tiende a desaparecer toda oración exterior o vocal. Terminología
bíblica que
se ordena a una experiencia espiritual muy concreta.

[158]
E ha entendido lo contrario: que no seremos dispensados del juicio final,
anunciado por Jesús en su primera Venida.

[159]
E: "unirnos".

[160]
E: "por la desobediencia".

[161]
S: "Sabed que quienes llevan en sí el Espíritu mirar n y ser n revestidos
de
este vestido, que había sido quitado, y que era nuestra naturaleza
espiritual".
[162]
S: "que llevan en sí al Espíritu".

[163]
Cf. Apotegmas POIMEN 87: "Preguntó un hermano al Abad Poimen: ¿es
bueno
interceder? El anciano le contestó: el Abad Antonio dijo: he aquí que sale
una
voz de junto al Señor que dice: 'Consolad a mi pueblo, dice el Señor,
consolad
a mi pueblo'". El contexto de la Carta V bis aclara el sentido oscuro del
apotegma tomado aisladamente. Se trata de la respuesta de Dios a los santos
que
interceden por nosotros y por la cual les anuncia que ha sido escuchada su
oración.
Es, pues, positiva la respuesta de Poimen a su interlocutor: ya que Dios
escucha
la oración, según atestigua S. Antonio, ésta es buena.

[164]
E omite esta frase.

[165]
G: "hasta la cima de la ascensión espiritual".

CARTA
SEXTA

El
hombre dotado de razón que se prepara a la liberación que le traerla Venida
del Señor, debe conocer lo que es, según su naturaleza espiritual. Porque si
se
conoce, conoce igualmente la Economía de la salvación llevada a cabo por el
Creador y cuanto El hace por sus criaturas.

Queridos
hijos en el Señor, que sois como mis propios miembros y coherederos
de los
santos, os suplico por el Nombre de Jesucristo que obréis de tal modo
que Dios
os dé el espíritu de ciencia para discernir y comprender que el gran
amor que
os tengo no es caridad natural, sino espiritual, según Dios. ¿Tendré
necesidad de escribir vuestros nombres terrestres, que son efímeros? El que
sabe su verdadero nombre también conocer su sentido[166]. He aquí por qué
Jacob, en su combate nocturno con el ángel, no cambió de nombre en toda la
noche. Pero al llegar el día, recibió el de Israel, que significa: "Espíritu-que-ve-a-
Dios"
(Gén.32,24-28)[167].

Creo
que jamás habéis dudado que los enemigos de la santidad piensa sin
cesar en
alguna mala jugada contra la verdad. Por eso Dios no ha venido una
sola vez a
visitar a sus criaturas. Desde el comienzo, la Ley de la Alianza[168]
puso a
muchos en camino hacia el Creador. Les enseñó a adorar a Dios como
es debido.
Pero la amplitud del mal, el peso del cuerpo, las malas pasiones,
hicieron
impotente la Ley de la Alianza[169] e imperfectos los sentidos
interiores.
Imposible recobrar el estado de la primera creación. El alma, aunque
inmortal y
no sometida a la corrupción como el cuerpo, no llegó a liberarse por
su propia
justicia[170]. He aquí por qué Dios, en su bondad, le hizo conocer,
mediante
la Ley escrita, el modo de adorar al Padre.

No
olvidéis esto: Dios es uno. Igualmente toda naturaleza espiritual está
fundada
en la unidad. Donde no reina la unidad y la armonía, se prepara la
guerra.
Constató
el Creador que la llaga se estaba envenenando y que era preciso
recurrir a un médico:
Jesús, que ya había creado a los hombres, vino a curarlo.
Sin embargo, envió
precursores delante de El. No vacilamos en afirmar que
Moisés, por quien se dio
la Ley, fue uno de esos profetas, y que el Espíritu que
caminaba con él fue
también el apoyo de toda la asamblea de los santos. Pero
todos, en su oración,
llamaban al Hijo Único de Dios.

Juan
es también de esos profetas. Por eso está escrito: "La Ley y los profetas
llegan hasta Juan" (Lc.16,16), y "El Reino de los cielos padece
violencia y sólo
los violentos lo arrebatan" (Mt.11,12)[171]. Quienes habían
sido revestidos del
Espíritu[172] comprendieron que nadie entre las criaturas
podía curar esta
profunda herida, sino la bondad del Padre: el Hijo Único[173]
enviado para
salvar al mundo. El es el gran médico que puede curarnos de esta
profunda
herida. Así pues, rogaron a Dios y a su bondad[174].

El
Padre no perdonó a su Hijo Único para salvarnos a todos; lo entregó por
todos
nosotros (Rom.8,32). "El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por
nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus
cardenales
hemos sido curados" (Is.53,5). Por su Verbo omnipotente nos
reunió de todos
los países, de un extremo a otro de la tierra. Ha resucitado
nuestro corazón de
la tierra[175] para enseñarnos que somos miembros unos de
otros.

Os
pido, queridos hijos en el Señor, que consideréis este escrito como un
mandamiento del Señor[176]. Es muy importante, en efecto, comprender bien el
estado que Jesús abrazó por nosotros: "Se hizo semejante en todo a
nosotros,
excepto en el pecado" (Hb.4,15). A nosotros toca ahora[177]
trabajar por
nuestra liberación, gracias a su Venida. Que su locura sea nuestra
sabiduría, su
pobreza nuestra riqueza, su debilidad nuestra fuerza. Que obre en
nosotros su
resurrección y derrote al que detentaba las llaves de la muerte.
Entonces
dejaremos de invocar a Jesús de forma demasiado exterior y material.
Pues la
Venida de Jesús nos invita a un servicio más alto en el día en que
quedar n
destruidas nuestras iniquidades. Entonces no dirá : "Ya no os
llamo siervos, sino
hermanos" (Juan.15,1). Una vez, pues, que ha sido dado
el espíritu de filiación
adoptiva a los apóstoles, el Espíritu Santo les
enseña cómo adorar al Padre en
verdad[178].

En
cuanto a mí, pobre y maldito de Cristo, la edad a que he llegado me ha
traído
gozo y gemido de l grimas. Porque muchos de nuestra generación han
vestido el hábito
de la obra de Dios sin conocer su poder (II Tim.3,5). Me
alegran quienes se han
dispuesto y están preparados a su liberación, gracias a
la Venida de Jesús.
Pero otros, que pretenden llevar su existencia en el Nombre
de Jesús y, de
hecho, siguen su propia voluntad tanto en sus sentimientos como
en sus actos, me
hacen llorar. Aquellos a quienes el tiempo les parece siempre
largo, que se han
dejado desanimar, que han rechazado el hábito de la obra de
Dios para colocarse
a nivel de los animales, me hacen derramar muchas l
grimas. Es, pues, preciso
que sepáis que estos ser n severamente condenados
cuando venga Jesús. Pero
vosotros, queridos hijos en el Señor, comprended
bien lo que sois para
aprovechar vuestro tiempo, y preparaos a ofreceros como
víctima agradable a
Dios.

Sí,
es verdad, queridos hijos en el Señor, os escribo esto como a quienes
pueden
comprender (I Cor.10,15) porque sois capaces de tener incluso un
conocimiento
justo de vuestro estado[179]. Y ya sabéis que quien se conoce a
sí mismo[180]
conoce a Dios y la Economía de la salvación que prepara para
sus criaturas.

Y
sabed también que no es un amor puramente natural el que os tengo, sino un
amor
espiritual, según Dios, ese Dios que encuentra su gloria en la asamblea de
los
santos (ps.78,8). Preparaos, pues, porque aún tenemos intercesores que
rueguen
a Dios para que ponga en nuestro corazón ese fuego derramado en la
tierra por
Jesús (Lc.12,49). Así ejercitaréis vuestro corazón y vuestros sentidos
para
discernir el bien del mal, la derecha de la izquierda, lo sólido de cuanto no
lo es.

Sabía
Jesús que la materia de que está hecho este mundo está en manos del
diablo[181]. Llamando a sus discípulos les dijo "No acumuléis tesoros
sobre la
tierra, no os inquietéis por el mañana, cada día tiene su afán"
(Mt.6,19 y 34).

Sí,
queridos hijos, cuando los vientos se calman el piloto se distrae; pero si se
alza un viento violento y contrario, muestra su competencia[182]. A vosotros
toca reconocer el tiempo al que hemos llegado.

Estas
palabras de salvación requerirían una explicación más detallada, pero
basta
dar un poco al sabio para que se haga más sabio (Prov.9,9).

Queridos
hijos, os saludo a todos, del menor al mayor (Hc.8,10). Amén.

NOTAS,
Carta 6ª

[166]
S: "que cada uno conozca su verdadero nombre".

[167]
La insistencia de Antonio sobre el verdadero nombre espiritual de sus
corresponsales, en oposición a su nombre terrestre, ¿hay que relacionarla con
la antigua costumbre de los monjes de recibir otro nombre al comienzo de su
vida
monástica, a ejemplo de Jacob, que acaba de ser citado? La costumbre
está
atestiguada por AMMONAS (Cartas IX, en la única versión siríaca), con
idéntica
alusión a los ejemplos del Antiguo Testamento. Ammonas la justifica
así:
"Ya que habéis crecido en Dios, debe cambiarse el nombre de vuestro
progreso en El".

[168]
E: "por la ley de su corazón".

[169]
E: "los sentidos del cuerpo".

[170]
S: "de la injusticia".
[171]
S resume desde el comienzo de este párrafo.

[172]
S: "que llevaron en sí al Espíritu"; E: "revestidos de
Dios".

[173]
S añade: "que es su imagen y a su imagen del cual se hizo el mundo
entero".

[174]
S añade aquí las citas de Jer.7,23; Jer.51,9; Ez.12,3;Fil.2,6-11.

[175]
S añade: "resucitando nuestros sentidos y perdonando nuestros
pecados".

[176]
Antonio no duda en subrayar así la autoridad de su palabra de padre
espiritual.

[177]
S comienza aquí un texto diferente y omite cuanto sigue hasta la
penúltima
frase del párrafo: "Así pues, toda criatura dotada de razón, por quien
ha venido el Salvador, debe discernir su estado y la ignorancia de su espíritu.
Debe intentar distinguir el bien del mal y liberarse gracias a su Venida.
Quienes
así han sido liberados se llaman siervos de Dios. Esto es solamente una
perfección provisional, que debe llevarnos a la filiación adoptiva. Cuando se
acercó el tiempo en que debían recibirla, el Señor hizo reconocerlo por la
enseñanza del Espíritu Santo y saber que la Venida de Jesús sería un juicio
para los hombres".

[178]
En este contexto, "adorar al Padre (en espíritu y) en verdad",
expresión
frecuente en las Cartas, debe comprenderse en el sentido de un paso
de la
oración exterior a una oración más interior. Este paso es consecuencia
del don
del Espíritu.

[179]
E: "una justa noción de la Sagrada Escritura".

[180]
E: "la Escritura".

[181]
E: "Jesús sabía que el diablo es seductor".

[182]
La misma imagen en AMMONAS, Cartas X,2.

CARTA
SÉPTIMA

Antonio
os saluda, queridos hermanos en el Señor: el gozo sea con vosotros.

No
me cansaré de recordaros, miembros de la Iglesia católica. Sabedlo: el amor
que os tengo no es puramente natural, sino espiritual y según Dios. Porque en
nosotros el amor simplemente natural es débil, inconstante, incesantemente
abatido por vientos mudables[183].

Los
que temen al Señor y guardan sus mandamientos son sus servidores. Tal
servicio
aún no es la perfección, pero es la justicia que, poco a poco, nos
conduce al
Espíritu de filiación[184]. He aquí por qué los profetas, los apóstoles,
las asambleas de los santos, los escogidos por Dios y a quienes se confió la
predicación apostólica, todos por la bondad de Dios Padre, estaban unidos en
Jesucristo. El apóstol Pablo dice, efectivamente: "Pablo, prisionero de
Jesucristo, elegido para ser apóstol" (Rom.1,1; Ef.3,1).Que la Ley escrita
os
sea, pues, una ayuda en vuestro santo servicio hasta el día en que os sea
dado
dominar las pasiones y adquirir la perfección en el santo ejercicio de la
virtud,
gracias al don que también recibieron los apóstoles[185186].

Cuando
estemos a punto de recibir esta gracia nos dirá Jesús: "ya no os llamaré
siervos sino amigos y hermanos porque os he dado a conocer cuanto me ha
enseñado
el Padre" (Jn.15,1). En efecto, quienes se han acercado a la gracia
han
recibido de ella la enseñanza del Espíritu Santo, y han conocido su
naturaleza
espiritual. Ahora bien, este conocimiento de ellos mismos les hace
gritar y
decir: "No hemos recibido un espíritu de servidumbre para vivir en el
temor, sino el espíritu de adopción filial, que hace gritar ¡Abba!: ¡Padre!"
(Rom.8,15) para que reconozcan el don de Dios. Porque somos herederos de
Dios y
coherederos de los santos (Rom.8,17).

Hermanos
queridos, llamados a compartir la herencia de los santos, ahora
estáis cerca de
todas las virtudes. Todas os pertenecen, si[187] no os cayereis
en la vida
carnal sino que permaneciereis trasparentes ante Dios[188].

Ahora
bien, el Espíritu de Dios no entra en relación con un alma entregada al
mal,
no establecer su morada en un cuerpo herido por el pecado. Es un
poder[189]
santo, que sortea las asechanzas del mal (Sab.1,4-5).

Queridos
hijos, escribo a personas capaces de comprenderme, capaces de
conocerse a sí
mismas. Ahora bien, quien se conoce, conoce a Dios; y quien lo
conoce debe
adorarlo como merece.

Sí,
queridos hijos en el Señor, conoceos a vosotros mismos porque quienes se
conocen, conocen el tiempo en que viven[190191] y, conociéndolo, pueden
mantenerse, sin dejarse impresionar por las doctrinas que corren.

Respecto
a Arrio, aparecido en Alejandría para decir cosas contrarias a nuestra
fe
acerca del Hijo Único de Dios[192], atribuyendo tiempo a Aquel que está
fuera
del tiempo[193], límite a quien, al contrario de las criaturas, no tiene
límite[194]
y movimiento a un Ser inmutable, sólo diré esto: si el hombre ofende
al
hombre, los hombres rogar n a Dios por él; pero si ofende a Dios ¿quienes
rogar n por él? (cf.
I Sam.2,25). Este
hombre ha querido hacer demasiado por
sus propias fuerzas y el mal que así ha
contraído no tiene remedio. Si hubiera
tenido el conocimiento propio de que
hablo, su lengua no hubiera dicho lo que
ignora. Tras lo que ha ocurrido, está
claro que no se conocía a sí mismo[195].

NOTAS,
Carta 7ª

[183]
C contra G,S,E: "exteriores".
[184]
Cf. Carta II, nota 2.

[185]
don sugerido por C, contra S y E: "palabras", y G: "vida".

[186]
En este pasaje el don ulterior del Espíritu Santo se relaciona mas
particularmente con la gracia de los apóstoles, íntimamente unidos a Jesús
con
vistas a la predicación del mensaje.

[187]
si, según C y E.

[188]
El mismo vocabulario en la Bita Antonia 20: "(la virtud) no está lejos de
nosotros, ni fuera de nosotros mismos, y nos es fácil abrazarla, si
queremos".

[189]
poder, según C,G,E.

[190]
en que viven, según C y G.

[191]
Cf. AMMONAS; Cartas I,3: "Que el Señor os dé inteligencia en todo para
escapar al error de estos tiempos"; cf.VI,3.

[192]

[193]
San Atanasio describe con términos semejantes el testimonio dado por
San
Antonio acerca de la doctrina de Arrio: "Es impío decir que hubo un tiempo
en que El no era" (Bita Antonia 69). La ausencia de cambio en el Verbo
aparece
también en el discurso de Antonio a los filósofos (Bita Antonia 74).

[194]
un límite...de límite, según C,G,E.

[195]
S añade: "en su temeridad ha presumido demasiado acerca del misterio
del
Hijo Unico, a quien sea toda gloria, majestad, honor y adoración, con el
Padre
y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos".

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