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Miguel y la caja mágica de piratas 

Por Julia Dweck 


 
Miguel es un pirata y se sabe en todos los lugares 
que su destino son los grandes mares. 
‐Todos los piratas necesitan un tesoro ‐escucha Miguel mientras ve en la TV un programa de 
bucaneros con su tropel.  
 
Miguel grita: -¡AARGH! Los piratas vivieron hace tanto tiempo.  
¡Vendería mi vida para ser uno de ellos, la dejaría atrás rápido como el viento! 
De repente, aparece una bolsa. Es momento de adoptar medidas desesperadas. 
La bolsa puede ser muy peligrosa o contener fortunas inesperadas. 
 
Miguel pronto la boca de la bolsa expande. 
Dentro encuentra una pila de oro bien grande. 
Hay pecas doradas por todos lados. 
Entonces, se oye un bramido: -¡YO-HO-HO! 
Ese ha sido MI botín desde tiempos dorados. 
-Perdón amigo. No lo sabía. 
 
-¿Eres un amigo o un bribón? 
Miguel ondea su bandera pirata con gran emoción. 
Y ahí nomás se ofrece en forma presurosa  
a ser el primer oficial de Barba Pecosa. 
 
Su barba es de color marrón rojizo  
y está cubierta de pecas de modo antojadizo. 
Rápidamente exclama con un bramido: -Me dejas sin palabras. 
Escondamos mi botín en tu cuadra. 
 
Miguel toma el garfio de Capitán. 
-Vamos a esconderlo donde no lo encuentre ningún patán. 
-Seguro, mi amigo. -Vamos, mi camarada. 
¡Puedo darme cuenta de que tu mente piensa de la forma adecuada! 
 
-Vamos a esconderlo en mi arcón de juguetes. Eso será genial. 
Antes de cerrar la tapa, todas las pecas doradas escapan con un salto final. 
Barba Pcosa comienza a llorar, ya sin sentirse jocoso 
Miguel trata de alegrarlo con un viejo muñeco rotoso.  
 
Miguel piensa... "Tengo una idea aún mejor. 
Vamos a esconderlo cerca de la rueda de mi hámster que es un primor". 
A las pecas no les gusta estar enjauladas. 
Están molestas y muy enojadas. 
Dan vueltas con mucha excitación  
y dejan al hámster en estado de gran confusión.  
¡Escapan volando a través de la tolva de alimentación 
y despiden a la jaula con pecosa intención! 
 
Mantener el tesoro seguro es lo que espera. 
Por eso Miguel las arroja dentro de su pecera. 
Las pecas tienen una simple intención:  
lograr salir de ese tazón.  
Sintiéndose empapadas y bastante blanditas,  
escapan con ayuda de las pececitas. 
 
-Vamos a enterrarlas en el patio trasero. 
Miguel cava mientras el perro vigila con gran esmero. 
Luego, el perrito juguetón las recupera con gran rapidez, desenterrándolas de una sola vez.  
Mientras Miguel da un hueso a su cachorro,  
las pecas se alejan en un gran chorro.  
 
¡Splish-splash!  
Entre los árboles de afuera,  
Miguel espía los mares sin frontera.  
‐Las olas son fuertes y terriblemente crueles,  
pero no dentro de mi piscina para niños. 
Las esconderemos allí. Seré tu conductor. 
Navegaremos en este mar sobrecogedor. 
 
Miguel sonríe 
Navegan y avanzan rápidamente,  
pero en las olas se encuentran con Pantalones Malolientes. 
Es oscuro y rebosa infelicidad 
y viaja en un barco bravío. Fatalidad. 
Tiene una pata de madera  
y dos parches en los ojos que le producen una obvia ceguera. 
-¿Cómo puedes ver con dos parches en los ojos? 
-¡Por eso tengo tantos arañazos rojos! 
 
Y casi sin retraso,  
desaparece siguiendo su paso. 
Pero no puede ver dónde está yendo, 
y en círculos se va moviendo.  
Miguel quiere atraparlo y saquearlo, 
y hace un agujero para ahogarlo. 
Entonces lo agarra con un último tirón 
y obliga a maloliente a caminar por el tablón. 
 
Cuando en tierra firme desembarcan,  
el lugar que han descubierto con una X marcan. 
Cavan a través de tierra y rocas  
y una caja mágica desentierran tras sacar las últimas motas   
Las pecas sonríen, y esperan entrelazadas 
hilera tras hilera así anidadas. 
Les gusta su hogar. Ambos pueden ver 
que aquí estaban destinadas a yacer. 
 
-Éste es un tesoro para contemplar.  
Miguel sonríe al ver el oro brillar. 
Entonces Barba Pecosa  una nota le entrega 
y se aleja en su barco sin espera.  
 
Miguel  se enjuaga el agua salada 
para leer cada línea, blanda y húmeda por el agua pasada. 
Querido Miguel: 
Eres un pirata y mi amigo.  
Un día, cuando sea viejo y esté vencido, 
será para mí un placer singular 
encargarte mi tesoro guardar. 
Hasta ese entonces, diviértete 
en tu papel de hijo de un padre con suerte. 
 
Aunque este cuento suene un tanto extraño 
así conoció Miguel a Barba Pecosa en aquellos años. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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