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Neurociencia para educadores

La obra tiene como tema principal explicar cómo los conocimientos de esta ciencia
pueden ayudar a los docentes en su práctica educativa, por qué algunas estrategias
pedagógicas funcionan y otras no y por qué pueden tener consecuencias negativas a
medio y largo plazo.

Definición de dignidad para el autor:


El respeto que cada uno merece por el hecho de ser como es, y que, en la misma
medida, debe ofrecer a todas las demás personas y a la sociedad; dignidad para
aprovechar al máximo nuestras fortalezas y afrontar sin miedo ni complejos nuestras
debilidades; dignidad para relativizar y atenuar las amenazas y para profundizar en las
oportunidades, individual y colectivamente; dignidad para establecer una sociedad cuyo
funcionamiento sea intrínsecamente digno y dignificante. (Bueno, 2018, 15).

En los dos primeros capítulos de la obra, se explica brevemente cómo se forma y cómo
funciona el cerebro. En un primer momento los genes provenientes de los progenitores,
intervienen en la formación y funcionamiento del cerebro y después de nacer sigue
creciendo, desarrollándose y formándose gracias a los diferentes tipos de ambientes con
los que tiene contacto.
Las conexiones neurales motivan que el temperamento y las capacidades de los alumnos
sean ligeramente diferentes. Sin embargo, el autor menciona que solo el 45% de las
diferencias son atribuibles a factores genéticos y que el ambiente familiar, social y
educativo que se le haya generado, influirá en los procesos de aprendizaje, de ahí que el
reto de la práctica educativa que generemos es conseguir el máximo provecho
individual y colectivo de las habilidades y capacidades.
Según la neurociencia, se distinguen tres grandes «ventanas» o etapas que presentan
características diferenciadoras: de 0 a 3 años, de los 4 a los 11 años y la adolescencia,
las cuales son examinadas por el autor de manera separada.

 En la primera ventana, el cerebro aprende las cosas más importantes de la vida y


permite que el comportamiento de los niños se adapte al ambiente social y
familiar en el que vive, para poder sobrevivir, por ello aprenden cómo reaccionar
a lo que pasa a su alrededor para evitar peligros e incluso memorizan el lenguaje
para poder interactuar.
 La segunda ventana se produce entre los cuatro y once años aproximadamente,
una primera característica es que la corteza cerebral establece conexiones con la
amígdala, que genera las emociones y el hipocampo que gestiona la memoria, en
consecuencia, en esta etapa son conscientes de las emociones y las pueden
evocar a voluntad. Sin embargo, disminuye la tasa con la que el cerebro
establece conexiones con otras áreas, en el aula se puede observar la diferencia
en los ritmos de maduración y la tendencia a aburrirse por parte los alumnos en
esta etapa. En el primer aspecto, se dice que el cerebro aprenderá hasta que haya
madurado, por lo que no se les debe obligar a desarrollar una destreza
académica, ya que puede generarse miedo y este dificultará el aprendizaje. Para
evitar esta emoción, es importante el apoyo familiar y que el docente genere
ambientes que estimulen el aprendizaje de la destreza en cuestión, sin presión y
por placer.
 En la tercera ventana o adolescencia, el cerebro prioriza conexiones neurales con
zonas lejanas del cerebro, facilitando los aprendizajes más conceptuales,
también busca el encaje social por lo que mantiene y refuerza en el adolescente
lo que es valorado positivamente por sus pares. Sin embargo, es riesgoso porque
es lo que va a predominar en su vida adulta. Aunque existe un gran descontrol
emocional en esta etapa, al final de ella se espera que exista la maduración del
control emocional, por lo que es necesario que los docentes les proporcionen
momentos y elementos para la reflexión.

Para el autor, las emociones son uno de los aspectos imprescindibles de la educación, en
el texto se definen como:

Patrones de comportamiento que se desencadenan de forma automática y preconsciente


ante cualquier situación que conlleve un cambio en el statu quo del momento, muy
especialmente si este cambio implica la existencia de posibles amenazas, con
independencia de que sean físicas o sociales. (Bueno, 2018, 61).

MITO DEL USO DEL 10% DEL CEREBRO


El mito del 10 % del cerebro es un mito popular muy extendido que afirma que la
mayoría o todos los seres humanos utilizamos solamente el diez por ciento de nuestro
cerebro. Por asociación, a menudo se sugiere que mediante algunos procesos una
persona puede ser capaz de aprovechar ese potencial no utilizado y que, al hacerlo, se
produce un aumento significativo de su inteligencia.
Aunque muchas capacidades intelectuales pueden ser mejoradas con el entrenamiento,
la idea de que grandes áreas del cerebro permanecen inutilizadas no tiene ningún
fundamento lógico. A pesar de que siga habiendo muchas incógnitas acerca del
funcionamiento del cerebro, se sabe que cada parte del cerebro tiene una función
determinada.

Atribuciones erróneas
El mito ha sido erróneamente atribuido a numerosas personas, entre ellas a Albert
Einstein:
Es probable que el mito del 10 % haya surgido de una mala comprensión o
interpretación de las investigaciones neurológicas llevadas a cabo a finales del siglo
XIX y principios del XX, en las cuales los investigadores:
Descubrieron que sólo el 10 % de las neuronas del cerebro están “encendidas” en un
momento determinado;
Anunciaron que sólo habían registrado en mapas las funciones del 10 % del cerebro en
ese momento (los informes difieren en este punto).
Otro posible origen del mito del 10 % es que las neuronas solo componen el 10 %
(aproximadamente) de las células del cerebro; el resto son células gliales que, a pesar de
estar implicadas en el aprendizaje, funcionan de manera distinta a las neuronas.
No hay una relación directa entre el rendimiento del cerebro y su nivel de activación;
esta variable ha confundido a los científicos, ya que muchos individuos superdotados
han demostrado tener una menor actividad cerebral que la media. Haier propone que los
individuos superdotados poseen unos circuitos cerebrales más eficientes.
Dr. James W. Kalat, autor de libros de texto sobre psicobiología, señala que los
neurocientíficos en la década de 1930 conocían la existencia de un gran número de
neuronas “locales” en el cerebro, pero solo conocían aquellas células que eran más
pequeñas. Una mala comprensión de la función de las neuronas locales quizá haya dado
lugar al mito del 10 % del cerebro.
El filósofo William James, argumentó en The Energies of Men que “estamos haciendo
uso de solo una pequeña parte de nuestros posibles recursos mentales y físicos”, y es
posible que esa fuera una de las fuentes en las que se basa el mito.

Refutación
El neurocientífico Barry Beyerstein establece siete tipos de pruebas que desmienten el
mito:
Estudios sobre el daño cerebral: Si el 90 % del cerebro no se utiliza, entonces cuando se
lesionan ciertas áreas no debe afectar al rendimiento. En cambio, no hay ningún área del
cerebro que pueda ser dañada sin que se pierda alguna habilidad. Incluso los daños en
las áreas más pequeñas pueden conllevar consecuencias graves.
Evolución: El cerebro necesita un enorme gasto energético en comparación con el resto
del cuerpo, consume una gran cantidad de oxígeno y nutrientes. Si el 90 % del mismo
no fuese necesario los humanos con el cerebro más pequeño tendrían grandes ventajas
para sobrevivir, ya que sus cerebros serían más eficientes. Así que el proceso
de selección natural debería haber eliminado los cerebros ineficientes.
Imágenes cerebrales: Tecnologías como la tomografía por emisión de positrones (PET)
y la imagen por resonancia magnética funcional (fMRI) permiten monitorizar la
actividad cerebral de personas vivas. Estas técnicas han revelado que, incluso mientras
dormimos, todas las partes del cerebro presentan algún nivel de actividad. Sólo cuando
el cerebro sufre un daño grave, tiene “silenciadas” algunas áreas.
Localización de función: En lugar de trabajar como una sola masa, el cerebro
tiene regiones distintas para los diferentes tipos de procesamiento de la información.
Varias décadas de investigación han permitido mapear las funciones de las áreas del
cerebro, y no se han encontrado áreas que no tengan ninguna función.
Análisis microestructural: Mediante la técnica de grabación de unidades individuales
(single-unit recording), los investigadores han insertado un electrodo diminuto en el
cerebro para monitorizar la actividad de una sola célula. Si no se utilizan el 90 % de las
células, esta técnica lo debería haber demostrado.
Estudios metabólicos: Otra técnica científica implica estudiar la adopción de moléculas
de 2-desoxi-D-glucosa etiquetadas radiactivamente en el cerebro. Si el 90 % del cerebro
estuviera inactivo, entonces esas células inactivas deberían aparecer como áreas en
blanco en una radiografía del cerebro. Una vez más, no hay tal resultado.
Enfermedades neuronales: Las células del cerebro que no se utilizan deberían
degenerarse. Por lo tanto, si el 90 % del cerebro permaneciera inactivo, las autopsias de
cerebros adultos tendrían que revelar una degeneración a gran escala.

Perpetuación
El mito del 10 % ha sido trasmitido involuntariamente por individuos que simplemente
creían en él y deliberadamente por aquellos que podían obtener algún beneficio del
mismo.
Algunos partidarios de la nueva era y los fenómenos paranormales propagaron esta
creencia para justificar los poderes psíquicos y afirmar que, mediante un entrenamiento
apropiado, el 90 % del cerebro humano «inutilizado» serviría para llevar a cabo
la telequinesis y la percepción extrasensorial.17 Además de que los seres humanos
utilizan la totalidad de su cerebro, no hay pruebas científicas que apoyen la existencia
de poderes psíquicos.
https://es.wikipedia.org/wiki/Mito_del_10_%25_del_cerebro

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