Está en la página 1de 28

18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

ACUERDO
En la ciudad de La Plata, a 31 de octubre de 2016, habiéndose establecido, de conformidad
con lo dispuesto en el Acuerdo 2078, que deberá observarse el siguiente orden de votación:
doctores  Kogan, Negri, de Lázzari, Hitters, Pettigiani, Soria, Genoud,  se reúnen los
señores jueces de la Suprema Corte de Justicia en acuerdo extraordinario para pronunciar
sentencia definitiva en la causa L. 117.537 "Sansevero, Roberto contra ETV SA y otros.
Despido".
ANTECEDENTES
El Tribunal de Trabajo n° 2 del Departamento Judicial Lomas de Zamora, con asiento en
dicha ciudad, acogió parcialmente la demanda promovida, imponiendo las costas del modo
que especificó (fs. 426/433 vta.).
La codemandada SIFEME SA interpuso recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley (fs.
456/461 vta.), el que, denegado parcialmente por el órgano judicial de grado (fs. 464 y vta.),
fue concedido por esta Corte (fs. 565/566) al hacer lugar a la queja deducida  a fs. 557/561.
Dictada la providencia de autos (fs. 571) y hallándose la causa en estado de pronunciar
sentencia, la Suprema Corte resolvió plantear y votar la siguiente
CUESTIÓN
¿Es fundado el recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley?
VOTACIÓN
A la cuestión planteada, la señora Jueza doctora Kogan dijo:
I. El tribunal de trabajo interviniente hizo lugar parcialmente a la demanda promovida por
Roberto Sansevero, condenando a ETV SA -por la afirmación de la existencia de
responsabilidad solidaria en los términos del art. 31 de la Ley de Contrato de Trabajo- a
Medical VIP SA y SIFEME SA al pago de la suma que especificó en concepto de saldo del
mes de febrero de 2007, salarios adeudados de marzo y abril del mismo año, sueldo anual
complementario, vacaciones, indemnizaciones por antigüedad, sustitutiva del preaviso,
integración del mes de despido y las previstas en los arts. 2 de la ley 25.323 y 16 de la ley
25.561. Asimismo, condenó a la accionada ETV SA a la entrega de las certificaciones
mencionadas en el art. 80 de la Ley de Contrato de Trabajo (fs. 433).
Dispuso, a su vez, que el capital de condena devengaría intereses de acuerdo a la tasa activa
que percibe el Banco de la Provincia de Buenos Aires (fs. cit.).
II. Contra dicho pronunciamiento, la codemandada SIFEME SA interpone recurso
extraordinario de inaplicabilidad de ley, en el que denuncia la trasgresión de los arts. 31 de la
Ley de Contrato de Trabajo; 3 y 622 del anterior Código Civil; 7 de la ley 23.982; 4 de la ley

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 1/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

25.561; 17, 18 y 75 inc. 12 de la Constitución nacional; 10, 15, 31 y 171 de la provincial; 21


y 29 del Pacto de San José de Costa Rica; y de la doctrina legal que cita.
Dos aspectos de la decisión suscitan el embate recursivo bajo examen:
1. El primero se vincula a la definición del fundamento de la responsabilidad solidaria
atribuida a las codemandadas, en tanto hubo de juzgarse configurada la situación prevista en
el art. 31 de la Ley de Contrato de Trabajo, esto es, que la empleadora ETV SA integró,
junto con Medical Vip SA y SIFEME SA, un conjunto o grupo económico permanente.
Alega que la norma actuada por el órgano judicial de grado subordina su aplicación -en
cuanto a la extensión de la responsabilidad- a la condición de que "hayan mediado
maniobras fraudulentas o conducción temeraria", recaudo que no fue invocado por el actor y,
en realidad, tampoco quedó acreditado (fs. 457 vta.).
En ese sentido, sostiene que el tribunal omitió analizar las condiciones de aplicabilidad que
impone aquel precepto legal, pues no basta con la simple existencia de un conjunto
económico para considerar la corresponsabilidad de las empresas que lo componen, toda vez
que resulta necesario demostrar una conducta reprochable en la dirección y conducción de
sus actividades (fs. 458/459).
2. El segundo aspecto se refiere a la tasa de interés activa que ordenó aplicar el  a quo  al
capital de condena. Sostiene que el juzgador, de acuerdo a lo resuelto por esta Corte en los
precedentes L. 94.446 "Ginossi" y C. 101.774 "Ponce" (ambas sents. de 21-X-2009), debió
liquidar los intereses moratorios con arreglo a la tasa que paga el Banco de la Provincia de
Buenos Aires en sus depósitos a treinta días (fs. 459 vta.).
A su vez, plantea la inconstitucionalidad e inaplicabilidad al caso de la ley 14.399 que
modificó el art. 48 de la ley 11.653 (fs. 459 vta./461).
III. El recurso debe prosperar con el siguiente alcance.
1.a. Sobre el punto medular que se debate en el recurso en examen, el tribunal de grado
juzgó acreditado que el accionante se desempeñó en calidad de "radio operador" bajo
relación de dependencia de la empresa ETV SA, dedicada a la explotación de servicios de
ambulancias (fs. 427). Asimismo, que tanto ésta como las restantes codemandadas
integraron un conjunto económico permanente (fs. 427 vta.).
Sobre esa plataforma fáctica, con fundamento en la norma del art. 31 de la Ley de Contrato
de Trabajo, dispuso extender solidariamente a Medical Vip SA y SIFEME SA la condena
impuesta a la empleadora ETV SA (fs. 431 vta.).
b. Teniendo en cuenta las circunstancias mencionadas estimo que la decisión del órgano
judicial de origen luce desacertada.
Ello es así porque los magistrados intervinientes se limitaron a definir, por conducto de la
evaluación de las pruebas que juzgaron idóneas para acreditar la existencia de la relación
https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 2/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

entre las sociedades demandadas, el hecho de su integración como grupo o conjunto


económico de carácter permanente. En ese contexto, queda resaltado que el órgano judicial
de grado soslayó todo análisis destinado a definir si, en esa conformación, mediaron
asimismo las "maniobras fraudulentas" o la "conducción temeraria" cuya configuración
requiere la aplicación de la norma del art. 31 de la Ley de Contrato de Trabajo.
Cabe destacar, en efecto, que esta Corte reiteradamente ha declarado que del texto de la
citada norma se desprende que no basta la existencia de un conjunto económico para
considerar la corresponsabilidad de sus integrantes -en cuanto a las obligaciones laborales y
de la seguridad social- pues resulta necesaria, además, la demostración de una conducta
reprochable en la dirección de las actividades del mismo (conf. L. 82.287 "Carnevale", sent.
de 4-IX-2002; L. 84.435 "Pérez", sent. de 27-IX-2006; L. 84.935 "López", sent. de 7-III-
2007; L. 90.484 "Macazaga", sent. de 21-V-2008 y L. 99.061 "Sacchi", sent. de 20-V-2009).
Con lo señalado, la decisión -en este aspecto- debe ser revocada, toda vez que ella exhibe un
fundamento sólo aparente: no lo abastece la norma invocada por el  a quo, en tanto ésta
asienta su aplicación sobre circunstancias no constatadas en la causa y, en rigor, producto del
apartamiento de sus términos, ni siquiera relevados.
2. Ahora bien, frente a la propuesta de revocación que dejo formulada -y ante la necesidad
de resolver definitivamente la controversia suscitada con motivo del reclamo de la extensión
solidaria de la condena (art. 289 ap. 2ª, CPCC)- advierto que corresponde atender los
términos del planteo ensayado en la demanda, y ello es así toda vez que, por razón del
resultado favorable que el actor obtuvo en instancia anterior, se ha visto imposibilitado de
renovarlo y aun de argumentar y sostener su pretensión con el contenido y los fundamentos
allí expuestos.
Se trata, en definitiva, de respetar el derecho de defensa y, en ese marco -más allá de la
ambigüedad de su denominación-, de actuar en esta instancia con apego al principio de
apelación adhesiva, que importa admitir -precisamente- que en la resolución del recurso de
inaplicabilidad de ley ha de atenderse lo que ha sido oportunamente alegado por la parte
ausente en su tramitación porque la sentencia le fue favorable (conf. causas L. 77.372 "Paz",
sent. de 14-IV-2004; L. 86.972 "H.,D.", sent. de 2-XII-2009 y L. 97.513 "Rodríguez", sent.
del 5-IV-2013; entre otras).
a) En ese orden, señalo que la pretensión de obtener la extensión de la condena por
responsabilidad solidaria no hubo de sustentarse, por lo menos, de manera expresa o
inequívoca, sólo en la configuración de la hipótesis que contempla el art. 31 de la Ley de
Contrato de Trabajo.
Sobre el punto, la postulación de la demanda resultó fundada en otros términos: en su ap. IV,
bajo el título "Interposición y mediación laboral. Solidaridad", se señaló que el actor fue

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 3/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

contratado por ETV SA, cumpliendo tareas no sólo para ésta, sino también para Medical VIP
SA y para SIFEME SA, vale decir -se añadió- [que] "fue contratado por una empresa para
proporcionar su fuerza de trabajo a otras empresas", circunstancia que a juicio del
demandante puso de manifiesto la existencia de una interposición o intermediación laboral
cuya regulación -en cuanto a la responsabilidad solidaria- está prevista "en los arts. 29 y 30
siguientes y concordantes de la Ley de Contrato de Trabajo que establecen la solidaridad
laboral por deudas salariales, previsionales e indemnizaciones para todas las empresas que
participaron en la maniobra fraudelenta" (fs. 23).
b) En ese contexto, e independientemente de la mayor o menor precisión que pueda
aceptarse respecto del cumplimiento de la carga en la identificación del supuesto
determinante de la responsabilidad solidaria asignada a los distintos sujetos -ello, en
consonancia con lo declarado por esta Corte, por ejemplo, en la sentencia de la causa L.
87.336 "Sikora", sent. de 22-X-2008- es lo cierto que la justificación del reclamo en modo
alguno hubo de ceñirse, en cuanto a los hechos invocados, a la existencia de una dirección,
administración o control de la sociedad empleadora por las otras también demandadas, ni de
tal modo relacionadas que pudiesen constituir un conjunto o grupo económico de carácter
permanente.
La expresión, se puede ver, resultó más amplia y, ante ello, se constata que el tribunal,
además de preterir el análisis de la totalidad de los presupuestos condicionantes de la
aplicación de la norma en que pretendió fundar la decisión (art. 31, ley cit.), tampoco hubo
de plasmar una determinación concreta respecto de los factores de atribución fundados en la
existencia de la "interposición" o la "mediación" denunciada, ello, de cara a los fundamentos
normativos invocados (arts. 29 y 30, ley cit.), y sobre cuya aplicación -al no aparecer
definido el entramado fáctico evaluable- no es posible en esta instancia pronunciarse.
En definitiva, la inexistencia en autos de un estudio idóneo de las circunstancias fácticas y
probatorias imprescindibles para la solución del caso, resultan un escollo insalvable para
resolver en esta instancia el planteo de la responsabilidad solidaria de las restantes
demandadas, respecto de los créditos laborales a cargo de la codemandada ETV SA.
Asimismo, en razón de lo resuelto -en forma mayoritaria- por esta Corte en la causa "Ocón"
(C. 96.831, sent. de 14-IV-2010), corresponde extenderle el mérito de lo decidido al
legitimado pasivo que no recurrió el fallo (art. 31 bis, ley 5827).
3. Por consiguiente, si mi respuesta es compartida, corresponde devolver los autos al tribunal
de origen para que, con una nueva integración, renueve los actos procesales necesarios y
dicte el pronunciamiento que corresponda con arreglo a lo que aquí se ha resuelto y
atendiendo los planteos y defensas de las partes.

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 4/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

4. Finalmente, y a partir de la solución que propongo, pierde virtualidad analizar la crítica


que trae la quejosa dirigida a cuestionar la tasa que el tribunal del trabajo declaró aplicable
para el cálculo de los intereses.
IV. En virtud de lo expuesto, corresponde hacer lugar al recurso extraordinario de
inaplicabilidad de ley traído con el alcance establecido en el punto III ap. 1, 2 y 3. Las costas
de esta instancia se imponen por su orden, en atención a la forma en que se resuelve el
recurso (arts. 68 y 289, CPCC).
Voto por la afirmativa.
El señor Juez doctor Negri, por los mismos fundamentos de la señora Jueza doctora Kogan,
votó también por la afirmativa.
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor de Lázzari dijo:
I. Adhiero a la propuesta decisoria contenida en el voto de la doctora Kogan, aunque
discrepo con el alcance de la revocación que propone.
En mi opinión, la decisión del tribunal de grado, en cuanto dispuso extender solidariamente -
con fundamento en la norma del art. 31 de la Ley de Contrato de Trabajo- la condena
impuesta a la empleadora ETV SA a las empresas SIFEME SA y Medical Vip SA, se
encuentra firme respecto de ésta última, toda vez que no hubo de su parte impugnación de la
sentencia.
Como ya sostuve en la causa C. 96.831 ("Ocon", sentenciada el 14-IV-2010), y recordando
anteriores votos míos en las causas Ac. 62.638 ("Retondini", sent. de 32-III-1998); Ac.
63.968 ("Gómez", sent. de 15-VI-1999) y Ac. 77.121 ("Álvarez", sent. de 27-XII-2001), y
mas recientemente en L. 103.799 "Portillo", sent. de 15-VII-2015, entiendo (en contra de lo
que resulta ser, actualmente, la doctrina de esta Corte) que, por aplicación del principio de la
personalidad de la apelación, debe reputarse firme la condena impuesta a uno de los
obligados in solidum, sin que lo alcance la suerte del otro impugnante.
Creo propicia la ocasión para desarrollar con mayor detalle los argumentos sobre los que
asiento mi tesitura y proponer una revisión de lo sostenido hasta ahora.
1. Sucintamente, la actual doctrina de la Suprema Corte se apoya en los siguientes
fundamentos:
a) El principio de la personalidad de la apelación, en el caso de obligaciones solidarias,
indivisibles o  in solidum, carece de virtualidad porque la naturaleza de éstas se halla
vinculada al derecho de fondo, el que ha de prevalecer sobre la normativa procedimental
(punto 11 del voto del doctor Hitters en la causa C. 89.530, sent. del 25-II-2009).
b) Las obligaciones solidarias y las  in solidum  -caso en que existe un mismo acreedor e
identidad de objeto, aunque sea diversa la causa y el deudor-, reciben en nuestra legislación
un distinto tratamiento. Aunque no haya legislación al respecto, se corresponde con esta
https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 5/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

distinción el hecho de que en el último caso se haga excepción del principio de la


personalidad de la apelación.
c) Tratándose de deudores que deben responder concurrentemente, o  in solidum, el
contenido económico de la obligación no puede ser más que uno único para todos los
obligados, y -según elementales principios lógicos- todo objeto debe ser igual a sí mismo y
una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo, por lo que algo no puede concederse y
negarse a la vez (ver, entre las más recientes, causa C. 105.172, sent. de 11-III-2013).
d) Desde lo dikelógico, no es justo que un litisconsorte pague más o menos que otro, cuando
se trata de un mismo hecho litigioso con idénticas consecuencias jurídicas (también voto del
doctor Hitters en la citada causa C. 89.530).
e) Hay un hecho común a todos los litisconsortes que se acopla y pervive en la causa del
pedir y del oponer de todos los litisconsortes, que el juzgador no puede ignorar (voto de
doctor Roncoroni en la causa C. 77.960, sent. de 14-VI-2006, con cita de Lino E. Palacio,
"Efectos del recurso interpuesto por un litisconsorte en el caso de litisconsorcio facultativo",
publicado en ED, 153-572).
f) El exceptuar a este tipo de obligaciones del principio de personalidad de la apelación es
una analogía con la situación que se da en la apelación adhesiva (también causa C. 89.530).
2. Me parece que estos argumentos no son convincentes.
2.a) El argumento de la primacía: los institutos de derecho procesal (por ejemplo:
imposibilidad de la alzada de abordar cuestiones no planteadas, principio de congruencia,
alcances de la cosa juzgada, etc.) que se citan en aval de que la legislación de fondo debe
prevalecer (y, de hecho, prevalece) sobre la del rito, no conforman, en mi parecer, pautas
limitadas a una función exclusivamente instrumental. Esos institutos son, ni más ni menos,
que pilares procesales recostados en forma directa en garantías constitucionales tales como
las de debida defensa y propiedad privada, las que, a su vez, se hallan respaldadas en pautas
de orden supralegal. No hay, entonces, tal supremacía de las normas del Código Civil sobre
las procedimentales porque, a todo evento, es indudable la superioridad y el predominio de
los preceptos contenidos en los arts. 17 y 18 de la Constitución nacional sobre ambos
ordenamientos. Y es igualmente indudable la supremacía del reconocimiento que tales
derechos reciben del orden supranacional (conf. arts. XVIII y XXIII de la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre; 8, 10 y 17 de la Declaración Universal
de Derechos Humanos; 8 y 21 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; 2 y
14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; 75 inc. 22 de la Constitución
nacional).
La Corte Suprema de Justicia de la Nación defiende esta postura cuando sostiene que la
jurisdicción de los tribunales de segunda instancia está limitada por el alcance de los

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 6/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

recursos concedidos, que determinan el ámbito de su competencia decisoria, y la


prescindencia de tal limitación causa agravio al derecho de propiedad y la defensa en juicio
(Fallos: 276:216; 281:300) o cuando declara que el estatus de cosa juzgada adquirido por
una resolución judicial la convierte en una norma particular que rige el derecho de las partes,
por lo cual su desconocimiento a través de hechos o actos posteriores, transgrede el espacio
constitucional del derecho de propiedad (Fallos: 184:237), o cuando -por fin- expresa que al
resolverse sobre cuestiones que han quedado firmes se causa agravio a las garantías
constitucionales indicadas. (Fallos: 260:216: 268:323; 302:674; 304:355).
Si se acepta que el principio de congruencia y la cosa juzgada tienen naturaleza similar al de
la personalidad de la apelación (con el fin de extender a este último la imposibilidad de
entender en ellos por parte de la alzada), por implicancia habrá de aceptarse también que este
último -como los otros- tiene directa raigambre constitucional. Y ello derrota el argumento
de la supuesta prevalencia del derecho de fondo.
2.b) El argumento del distinto tratamiento: Coincido con Loutayf Ranea ("El recurso de
apelación en el proceso civil", t. 1. págs. 85 y sigts.) cuando afirma que, para el tema, es
irrelevante el tipo de obligación de que se trate: el principio de personalidad de la apelación
tiene vigencia en todos los supuestos, desde que el tribunal de alzada está limitado en su
pronunciamiento por los agravios de la parte apelante y en la medida de su interés. El hecho
de que exista una sentencia firme en relación a aquel litisconsorte que no ha apelado marca
la diferencia con el juego normal de los principios de la solidaridad en tanto esta opera en la
medida en que no exista ninguna decisión judicial (v.g. referida a la interrupción del curso de
la prescripción, o vinculada a la mora de uno de los deudores). En el caso, en presencia de un
decisorio que tiene autoridad de cosa juzgada para uno de los interesados, todo el panorama
cambia: el art. 715 segundo párrafo del Código Civil (texto según dec. ley 17.711/68)
establece que la cosa juzgada recaída en juicio puede ser invocada por todos los
coacreedores y oponible contra el deudor o los deudores que participaron en él, pero no es
oponible a los codeudores que no fueron parte en el juicio, aunque los codeudores puedan
invocarla contra el coacreedor que sí fue parte del litigio.
Esto significa que está normativamente admitida la posibilidad de que existan dos cosas
juzgadas cuando se hallan involucradas obligaciones solidarias: una, la recaída en un primer
juicio, y otra, la que afecte a uno posterior (tramitado este último con quienes no fueron
parte en el primero), aunque en ningún caso una tenga influencia sobre la otra.
Pues bien: estos conceptos -continúa Louytaf Ranea- pueden trasladarse a supuestos en que
existe un solo juicio y algunos litisconsortes consienten la sentencia y otros obtienen su
modificación a través de la apelación. La situación de los primeros es equiparable a la de los
que han participado en un primer juicio (si fuera el caso de juicios sucesivos) y la de los que

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 7/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

han apelado equivale a la de los que han participado en un segundo litigio. En definitiva,
poco interesa, a los efectos del art. 715 del Código Civil, que hayan existido varios juicios
sucesivos o uno solo: cada litisconsorte debe conformarse con la cosa juzgada que le llega en
el momento oportuno, sea que la misma haya recaído en un juicio previo, sea que haya
recaído por el consentimiento de la sentencia en el juicio donde participaban todos. De otro
modo, si se admitiera que la apelación deducida por un litisconsorte beneficia a los que no
han apelado, razonablemente podría decirse también que cualquier nuevo juicio que se
suscitara entre los vinculados solidariamente tendría el efecto de alcanzar y beneficiar aun a
los que se han visto perjudicados por la decisión recaída en el juicio anterior.
2.c) El argumento lógico: según éste, de extenderse el principio (jurídico procesal) de la
personalidad de la apelación a casos como el presente, se estarían violando los principios
(lógicos) de identidad y de no contradicción.
Veamos esto más detenidamente. El primero, el principio lógico de identidad, enuncia,
afirmativamente, "lo que es, es" (o que "todo aquello que es, es igual a sí mismo"). El
segundo principio, el de no contradicción (en su versión ontológica), es reflejo especular del
anterior: "una misma cosa no puede ser y no ser a la vez y bajo el mismo respecto"
(conf., por ejemplo, "Lógica simbólica y elementos de metodología de la ciencia", Alicia
Gianella de Salama, ed. Ateneo; pág. 45). Si bien los estudios más modernos han
cuestionado estas reglas (Leibnitz ya había advertido sobre la innecesaria dualidad de los dos
principios citados, reduciéndolos al principio de contradicción, según el cual es falso lo que
encierra contradicción y es verdadero lo que sea opuesto -o contradictorio- a lo que es falso),
desde el sentido común y el discurso natural siguen siendo valiosos aportes para el recto
pensar, y -en lo que ahora interesa- son citados como fundamento de la doctrina que crítico.
Me planteo, entonces ¿hay violación del principio de no contradicción? ¿O es que, al usar
este principio como premisa ineludible, se cae en la falacia llamada de accidente (dicto
simpliciter)? la falacia de accidente consiste en aplicar una regla general a un caso
particular, cuyas circunstancias accidentales hacen, en realidad, inaplicable la regla (conf.
Copi, Irving; "Introducción a la lógica", EUdeBA, p. 92.), y pertenece a las falacias donde,
por atribuirse las genéricas cualidades del todo a lo que es sólo una parte con características
particulares, una predicación le es extendida indebidamente.
Tal es lo que, en mi opinión, aquí ocurre. Aquí se ha enunciado una premisa de una forma
tan genérica y omnicomprensiva que impide advertir los casos especiales que puedan
aparecer. En supuestos normales, aun reconociendo causas diversas en relación a cada
codemandado o litisconsorte pasivo, estaríamos de acuerdo en que varios deudores deben a
un solo acreedor una única y determinada prestación, como lo es la de abonar la
indemnización por los daños y perjuicios irrogados; habría, en tal caso, un único objeto que

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 8/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

es el pago. Afirmar su obligación (para algún litisconsorte) y negarla (para otro) constituiría
la infracción lógica que autoriza abandonar el principio de personalidad de la apelación.
Sin embargo, aquí ocurre otra cosa por demás importante: uno de los deudores ha
impugnado la condena, mientras los otros no lo han hecho. Ahí está el accidente, ahí está lo
que hace variar la situación, ahí está lo que torna inaplicable los asertos basados en estos
principios lógicos. Ahí está, en definitiva, la prueba de que no se incurre en contradicción
por resolver de distinta manera respecto de dos involucrados, porque el principio que
(presuntamente) la veda no es aplicable al no cumplirse en toda su extensión: una cosa no
puede ser y no ser a un mismo tiempo y  bajo un mismo respecto. Cuando uno de los
condenados apela y otro no, se colocan en circunstancias distintas; es decir, no estamos
ya bajo el mismo respecto, sino que ha ocurrido un accidente (accidente que es -ni más ni
menos- el consentimiento de uno de los demandados de los términos de la condena, o que
significa -ni más ni menos- la incorporación al patrimonio del acreedor del contenido
crematístico implicado en esa sentencia). Este cambio, antes que constituir una violación a
regla alguna, indica que las mismas no son aplicables: no se trata de las mismas cosas (no
hay identidad y no hay, por ende, violación de ese principio), y por lo tanto no puede
incurrirse en contradicción.
En definitiva, no debe caerse en el insidioso engaño que acarrea una rápida generalización, o
en confundir generalidad con universalidad; el que una regla o un principio lógico sean
apropiados para resolver de forma correcta una gran cantidad de casos no es garantía
absoluta y definitiva de que sean aplicables indiscriminadamente a todos los supuestos
posibles, por más parecidos que ellos sean entre sí.
Es por lo dicho que este argumento tampoco me parece convincente y que no encuentro
válido declarar que, por limitar los efectos de una resolución modificatoria solo al recurrente,
estemos violentando los venerables principios de la lógica tradicional.
2.d) El argumento dikelógico: bajo este aspecto se sostiene que no es justo que, por aplicarse
el principio procesal de personalidad de la apelación, en un único tema en disputa y por una
causa idéntica, unos coaccionados resulten acreedores y otros deudores, cuando todos
responden a una idéntica situación jurígena (voto del Hitters en la causa C. 89.530 ya citada,
donde una larga serie de preguntas retóricas concluye con alusiones a premios y castigos
divinos).
Nuevamente, como lo hice al votar en aquella ocasión, discrepo con tal criterio. Podría
también formular una retahíla de preguntas, tan retóricas como las del distinguido colega,
para defender mi postura. Podría imaginar, por ejemplo, que alguien ha promovido una
demanda contra varias personas y que, proceso mediante, ha obtenido sentencia favorable
respecto de dos codemandados. Uno de ellos, ha consentido tal pronunciamiento mientras

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 9/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

que el otro lo ha recurrido. El crédito que resulta de la condena ¿no ha ingresado, de alguna
manera, en el patrimonio del actor?; ¿no tiene algo más fuerte que un mero derecho en
expectativa?; ¿no hay cosa juzgada a su respecto? luego, ¿dónde está la justicia de despojarlo
de aquello cuyo derecho ha sido reconocido -aunque sea tácitamente- por su deudor?; ¿el
solo avatar de que otro codemandado sí hubiera recurrido -obteniendo un resultado dispar-
permite subvertir de tal manera los valores?.
Extender los efectos del recurso triunfante a quien consintió la sentencia, dejando de lado el
principio de personalidad de la apelación constituye, desde el punto de vista axiológico, un
acto de injusticia. Porque de esa manera se socaban las bases de principios constitucionales
hondamente arraigados como es el de igualdad (el art. 11 de la Constitución provincial es,
por sí y por su remisión a la Constitución de la Nación, su cristalización). Esta misma Corte
ha dicho, en reiteradas oportunidades, que la garantía de igualdad ante la ley significa que
todas las personas sujetas a una legislación deben ser tratadas del mismo modo, siempre que
se encuentren en idénticas circunstancias y condiciones. Ello implica la prohibición de
establecer excepciones que excluyan a unos de lo que se concede a otros en idénticas
circunstancias (causas B. 59.913, sent. de 10-VIII-2011; B. 59.530, sent. de 31-VIII-2011; B.
59.489, sent. de 21-XII-2011; B. 60.239, sent. de 23-V-2012; B. 59.462, sent. de 27-VI-
2012; B. 59.448, sent. de 11-VII-2012; B. 59.488, sent. de 5-IX-2012 y B. 59.480, sent. de
11-III-2013; etc.) Y ese principio de igualdad resulta tan inherente al ideal de justicia que a
ésta se la ha caracterizado (al menos formalmente) como la necesidad de igual tratamiento
para quienes están en iguales condiciones o situación.
Incumpliríamos esa exigencia si tratásemos de igual forma a quien apeló que a quien no lo
hizo, si reconociéramos un derecho (a la modificación de una sentencia) tanto a quien lo
reclamó como a quien no lo hizo, si hiciéramos valer para algunos la inviolabilidad de la
cosa jugada y no para otros, etc. En definitiva: estaríamos equiparando a quien ha
renunciado a un derecho con aquel que ha venido a reclamarlo, o a aquel que ha ganado
algún aspecto del juicio, con quien lo ha perdido. Y esa sí que es una circunstancia desde el
punto de vista axiológico (o dikelógico) de notoria injusticia.
Así es que, invirtiendo la valoración efectuada en aquella causa C. 89.530, soy de opinión
que resulta más justo reconocer el principio de la personalidad de la apelación que establecer
una excepción manifiestamente discriminadora.
2.e) El argumento del hecho común: su exposición también se debe a quien fuera nuestro
colega, el doctor Roncoroni, que seguía la postura de Palacio. Se resume en que si hay un
hecho común (no personal) que relaciona estrechamente a todos los litisconsortes, el
convencimiento sobre el mismo al que llega el juez le impide dictar una sentencia con

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 10/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

contenidos distintos según sea el colitigante. Si lo hiciera de otra manera, ese juez
vivenciaría la situación como una intolerable contradicción.
A este razonamiento cabe oponer,  mutatis mutandi, lo que anticipara al ocuparme del
argumento lógico: el hecho común (el hecho de origen, no personal), ya ha sido juzgado y a
su respecto se ha dictado una sentencia. Luego, contra ese pronunciamiento, algunos han
recurrido y otros no. A esta altura, ante tal circunstancia, el hecho ha dejado de ser común;
más precisamente, alguno de los colitigantes ha ingresado un hecho (id est, consentir la
sentencia) que lo aparta de la suerte que corran los demás, y tal circunstancia exime. El
hecho novedoso autoriza a apartarse de esta postura.
Igualmente puede mirarse la cuestión desde este otro aspecto: el que ciertas defensas
opuestas o pruebas ofrecidas por un litisconsorte afecten a los demás durante el juicio, no es
automáticamente trasladable al momento de revisión de la sentencia. Como señala Wetzler
Malbrán ("Los recursos en el litisconsorcio facultativo y la sentencia revocatoria en la
alzada", ED, t. 154, p. 1031), una cosa es el principio de indivisibilidad -y también el de
adquisición- en la Primera Instancia y otra la competencia del órgano revisor, restringida a lo
que haya sido materia de recurso (principio dispositivo). En otras palabras, en virtud del
adagio tantum devolutum quantum apellatum, a la Cámara no le es dado subrogarse en la
situación del litisconsorte facultativo que consintió la sentencia, porque ello implicaría
avanzar sobre aspectos que no le han sido sometidos y que, por ende, le están vedados, so
pena de violentar el postulado de la congruencia. Tales conclusiones pueden trasladarse, sin
pérdida de sus virtudes, al caso del recurso extraordinario.
Este conjunto de razones me lleva a desechar también este argumento en pro de la extensión
de los efectos de la apelación.
2.f) El argumento analógico: la última motivación indica que la regla de la personalidad de
la apelación tiene como excepción el caso de las obligaciones in solidum por ser éste similar
al de la apelación implícita (o adhesiva). Se dice: "No es el único caso que modifica la pauta
antes apuntada, pues cuando opera el instituto de adhesión a la apelación, obviamente el
vencedor no puede recurrir, sin embargo si tiene éxito el embate de su contrario, el superior
debe tratar sus agravios, aún obviamente sin la apertura recursiva del que antes había sido
triunfador" (ver la ya citada causa C. 89.530). Estas razones se basan, como es de ver, en
cierta analogía que ocurriría entre los dos institutos.
En la interpretación analógica (es decir, aquella que se expresa mediante razonamientos no
deductivos basados en la comparación) debe comenzarse por un reconocimiento de las
propiedades comunes y las relaciones recíprocas que se dan entre distintas entidades -
desconsiderando las que no resulten esenciales- para luego extender los principios que
pudieran extraerse de una de ellas hacia la otra u otras. Pues bien: dentro de tal marco

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 11/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

interpretativo, no encuentro analogía o equivalencia entre ambos supuestos; una cosa es la


consideración -obviamente previa a la sentencia- de las originales defensas de uno de los
litigantes por parte de una Cámara que ahora da la razón a su contrincante y otra es extender
los efectos de la nueva sentencia ya dictada a quien no recurrió.
En definitiva, tampoco este razonamiento analógico alcanza a convencerme de exceptuar, en
estos casos, el principio de personalidad de la apelación, lo que me lleva a ratificarme en la
postura que adopté en su momento: no es posible extender los resultados de la apelación
interpuesta por un litisconsorte hacia otro u otros que han consentido el decisorio, ya sea de
primera instancia o de una Cámara de Apelación.
3. Tales fueron (al menos durante la vigencia del Código velezano) las razones por las que
me aparté de la doctrina de esta Suprema Corte. La sustancial reforma habida con la entrada
en vigencia -desde el 1° de agosto de 2015- del nuevo Código Civil y Comercial, y el
conocer la postura sustentada por el doctor Hitters en distintas causas donde se trató la
cuestión, me impulsan a agregar algunas consideraciones más.
3.a) El distinguido colega ha vuelto en otras ocasiones sobre la cuestión dikelógica
preguntándose "¿Es justo que en el caso aquí juzgado un litisconsorte pague más o menos
que otro cuando se trata de un mismo hecho litigioso con idénticas conductas y
consecuencias jurídicas? ¿Qué pasaría, para ir a un hecho más drástico, si varios
legitimados pasivos son condenados a abonar una obligación solidaria o indivisible, y unos
apelan y otros no, y luego el  ad quem  anula el pronunciamiento en beneficio de los
impugnantes, o hace lugar a una eventual reconvención, y ciertos deudores, antes
perdidosos, finalmente pasan a ser acreedores?"; y continúa en el párrafo siguiente "¿Puede
suceder que por aplicarse el principio procesal de personalidad de la apelación; en un
único tema en disputa, por una causa idéntica, unos coaccionados resulten acreedores y
otros deudores, cuando todos responden a una idéntica situación jurígena? ¿Es justo que en
un accidente de tránsito, por ejemplo el dueño del vehículo que es traído al pleito por
responsabilidad refleja, tenga que saldar las reparaciones, y el conductor condenado en el
evento, no sólo no abone, sino que cobre en la hipótesis de que triunfe ante el ad quem en
una eventual reconvención?". Inmediatamente se advirtió a sí mismo que, desde la mera
lógica y por la justicia del caso, la respuesta parece obvia: se trataría de un verdadero
escándalo jurídico y lógico.
El escándalo lógico no se advierte por ninguna parte, a menos que se quiera usar la lógica no
como disciplina que regula la validez de los razonamientos y la atinencia de los argumentos,
sino como un entramado de convicciones a priori a las cuales los hechos deben sujetarse.
No hay tampoco escándalo jurídico: las contradicciones y las injusticias que se anuncian
provienen de una interpretación no del todo afortunada de la situación a que nos

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 12/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

enfrentamos. No estamos aquí ante una obligación solidaria, ni ante las mismas conductas de
las partes, ni hay una causa idéntica, según afirma el distinguido colega (aunque luego esta
visión es enmendada). En el caso nos hallamos ante obligaciones  in solidum,  conexas o
concurrentes (para usar la terminología del nuevo Código, art. 850), en las cuales hay varias
relaciones y en las cuales varios sujetos deben el mismo objeto en razón de causas
diferentes. Así se ha sostenido en la causa C. 113.969, sentencia de 19-II-2014, con voto del
propio doctor Hitters, y se ha declarado en otras ocasiones (ver causas A. 69.648, sent. de
18-IV-2012; C. 108.300, sent. de 27-VI-2012 y C. 105.172, sent. de 11-III-2013, etc.). En el
caso, además, nos hallamos ante conductas diferentes (con una diferencia capaz de modificar
los caminos por los que transita el litigio) como también ante causas diversas por las que la
suma de condena es debida, lo que hace que deban ser juzgadas según distintos parámetros.
Lo que es injusto es tratar a quienes están en distinta situación de manera uniforme, no
distinguiendo allí donde debe distinguirse y haciendo tabla rasa con las particularidades de
cada caso, particularidades que provienen de actos y acciones libremente dispuestos por los
interesados o de la situación en la que cada uno prefirió colocarse.
3.b) También ha estimado el doctor Hitters que no debe haber diferencias de tratamiento en
lo que a la cuestión se refiere por más que se trate de obligaciones solidarias o in solidum (a
las que, sin embargo, reconoce ciertos rasgos distintivos), asimilando ambas figuras y
sujetándolas a un mismo régimen sustancial y adjetivo, con prevalencia del primero.
Es verdad que hay elementos esenciales similares en las obligaciones solidarias y en las que
llamaré concurrentes. Pero también hay diferencias, y éstas son de tal entidad que impiden
esta asimilación que se pretende y en virtud de la cual se extiende una excepción particular a
otro caso no contemplado.
La principal diferencia reside en que la causa fuente de unas y otras es distinta: mientras hay
una única causa fuente para cada obligado en las solidarias (la ley, la voluntad de las partes,
etc.) y los vínculos con el acreedor aparecen aunados de manera de darle a la obligación una
estructura unitaria, en las concurrentes no sólo la causa es otra sino que aquellos vínculos
son independientes entre sí como ocurre con las obligaciones simplemente mancomunadas.
Y estas diferencias arrojan consecuencias particulares y diversas según el tipo de obligación
de que se trata: las defensas que pueden ser opuestas, el plazo de las prescripciones, los
efectos producidos por la confusión, la novación o la renuncia, la ocurrencia de la mora, el
cumplimiento fraccionado, la posibilidad de ejercer una acción recursoria, etc. No es,
entonces, tan fácil asimilar un tipo de obligación a otra ni extender el caso excepcional que
la doctrina autoral prevé para una a la otra. Me repito: las diferencias son muchas y son
medulares, de manera que el tratamiento de ambas debe ser sustancialmente diverso, lo que
incluye -desde luego- la cuestión de la personalidad de la apelación.

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 13/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

3.c) Por fin, el doctor Hitters ha asegurado no advertir sacrificio alguno del debido proceso
al extender los efectos de la revocación hacia el no apelante, si la solución puede dejar al
desnudo el error o la lisa y llana inexistencia de un derecho, agregando que de lo que se trata
es de expandir los efectos de una decisión que deja al descubierto un error y que el mandato
de  afianzar la justicia  no se venera oponiendo el instituto de la preclusión cuando se ha
consagrado un crédito que con certeza no correspondía reconocer.
De tomarse al pie de la letra estas afirmaciones, buena parte de nuestro derecho procesal
debería ser puesto en tela de juicio. Sin ir muy lejos, la cosa juzgada, la perención de la
instancia, la negligencia en la producción de la prueba o la defensa de prescripción, al igual
que la preclusión, imponen cortapisas a los jueces que les impiden reconocer la existencia de
un derecho sobre cuya existencia pueden haber obtenido -por otra vía- certeza. Ello no es
razón suficiente para imponer de oficio soluciones sobre cuestiones que son claramente
discrecionales para las partes, o referidas a derechos subjetivos renunciables o comprensivas
de la esfera de libertad de los individuos: si alguien ha desistido de ejercer una facultad que
le correspondía, o abandonado una potestad que tenía (en el caso, si alguien no ha recurrido
una resolución pudiendo hacerlo) no puede suplirse el imperativo del propio interés porque
de esta manera no sólo no se beneficia a la parte renuente (que pudo tener buenas razones
para abdicar de su derecho) sino que se perjudica a la otra haciéndole soportar cargas
indebidas.
En el camino de formular preguntas retóricas planteo estas otras: si, dentro del plazo para
apelar, una de las partes condenadas consintiera expresamente la sentencia renunciando a su
derecho de interponer cualquier tipo de recurso, y si luego esa sentencia fuera revocada
provocando una situación más favorable al renunciante ¿también deberíamos reconocer este
efecto expansivo del pronunciamiento revocatorio? y si se viera que, a pesar de tales
consentimientos y renuncias, quiere oponerse a la ejecución que se le dirige ¿no
admitiríamos una denuncia de violación de la doctrina de los propios actos?.
Afianzar la justicia  es, entre muchas otras cosas, actuar como Jano y mirar hacia ambos
lados (hacia ambas partes) con el fin de evitar que corregir algo que parece erróneo
signifique una nueva y más gruesa incorrección.
3.d) He anticipado que también trataría en este capítulo la influencia que el nuevo Código
Civil y Comercial puede tener sobre la cuestión. Ello porque considero relevante la nueva
legislación para arrojar más luz sobre la temática.
i) Aunque muchas de las normas del nuevo Código Civil y Comercial parezcan ser una
reproducción remozada de la obra de Vélez, no debemos confundirnos: todas ellas (todo el
Código, en definitiva) fluyen de un hontanar diferente y deben ser analizadas, comprendidas

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 14/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

y aplicadas desde una perspectiva diversa, bajo la decisiva influencia de los arts. 1 y 2
nuevos.
Intento resumir ideas referidas a este tema: mucho se discute sobre el derecho transitorio, el
sentido del art. 7 del Código Civil y Comercial, la doctrina francesa de Roubier y la
reinterpretación que de ella hiciera Borda, el significado y los alcances posibles de la
expresión "consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas existentes", etc. Aclarar
todo esto es, sin duda, de medular importancia para el tráfico diario y para la seguridad y
fluidez de las transacciones jurídicas: se trata, ni más ni menos, que de reconocer las normas
que han de regular -o no- hechos y conflictos que, ocurridos bajo la vigencia de otra ley,
perviven o producen efectos durante el imperio de esta nueva, situación que genera dudas,
controversias e incertezas.
Tales incertidumbres, empero, no se trasladan -a mi entender- a la regla que emerge del art. 2
de la reciente codificación. Allí se indica cómo se ha de interpretar la ley (y las normas, en
sentido amplio): teniendo en cuenta sus palabras, sus finalidades, las leyes análogas, las
disposiciones que surgen de los tratados sobre derechos humanos, los principios y los
valores jurídicos, y se ha de hacerlo de un modo coherente con la totalidad del ordenamiento.
Ese mandato, más allá de otras posibilidades -eventuales y atendibles, aunque
excepcionales-, tiene como directos y naturales destinatarios a los jueces; a los jueces
concretos y actuales, y no al juez/entelequia; a los jueces reales a los que compete resolver
ya bajo el nuevo código y que tienen la misión de definir la ruta que ha sido señalada (pero
no definitivamente trazada) por el legislador. En otras palabras: a los jueces, especiales
receptores del Capítulo 1 del Título preliminar del nuevo Código, no sólo nos toca reconocer
ciertas fuentes jurígenas, por el art. 1, o cumplir inexcusablemente ciertos deberes, conforme
el art. 3, sino también interpretar el derecho y las leyes -cualesquiera sean: las que se
consagran ahora o las del venerable legado de Vélez- a la luz de las pautas actuales, esto es,
criterios gramaticales, teleológicos, analógicos, integrativos y sistemáticos han de convivir y
enlazarse dialécticamente con el reconocimiento de los valores jurídicos y de los principios
que (sin perjuicio de su alto grado de abstracción) los actualizan y concretan.
ii) Sobre tales bases, paso a ocuparme del tema.
La categoría de las obligaciones  in solidum, indistintas o conexas, que antes eran
reconocidas unánimemente por la doctrina, ahora se hallan consagradas expresamente en el
texto del nuevo art. 850 con el nombre de obligaciones concurrentes. Se las conceptualiza
allí como aquellas en las que varios deudores deben el mismo objeto en razón de causas
diferentes. Un ejemplo típico de las mismas es un accidente de tránsito. Una persona (el
acreedor) reclama una indemnización (un mismo objeto) a varios deudores (conductor y

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 15/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

aseguradora) en razón de causas diferentes (el hecho ilícito y el contrato de seguro). Otro, el
caso que aquí se juzga.
Nada nos dice el Código respecto de cómo regular el caso en que alguno de los deudores
litisconsortes apele y logre una modificación de la sentencia original respecto de los efectos
de tal modificación con relación al otro u otros litisconsortes. Pero sí regula (en su art. 851)
otros efectos que son, por extensión, aplicables al caso: la confusión entre el acreedor y uno
de los codeudores, y la renuncia del crédito a favor de uno de esos deudores, no extingue la
deuda de los otros obligados concurrentes (inc. "d"); la prescripción (como así tampoco la
suspensión o la interrupción de su curso) no produce efectos expansivos (inc. "e"), como
tampoco la situación de mora en que incurriera uno de los deudores (inc. "f"), etc. Es más:
concretamente se prescribe que la sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada dictada
contra uno de los codeudores no es oponible a los demás, pero éstos pueden oponerla cuando
no se funda en circunstancias personales del codeudor demandado (inc. "g", art. 851, Cód.
Civ. y Com.). Ello implica, por un lado, el reconocimiento de claras diferencias entre las
situaciones de los distintos deudores, puesto que a cada cual le corresponde un vínculo
distinto con el acreedor y, por otro (que es consecuente), que la suerte de uno no se halla
encadenada a la de otro, sea en la apelación o en cualquiera de las defensas o
argumentaciones que pudiera oponer.
3.e) Me hago cargo ahora de una posible objeción a mi tesitura, proveniente de la misma
norma que vengo analizando: el objeto de la obligación ha de ser uno único, lo que no
ocurriría si uno de los litisconsortes fuera condenado al pago de cierta suma y otro de los
deudores debiera abonar una cantidad diferente.
Al respecto debe puntualizarse que una cosa es el objeto de la obligación (por ejemplo, como
en el caso, indemnizar) y otra diferente la cuantía de esa obligación (que tienen que ver con
el monto del resarcimiento); se trata de entidades que no pueden ser confundidas ni
identificadas a riesgo de indiferenciar el monto de una obligación de su naturaleza. Para
clarificarlo, imaginemos el caso de una póliza de seguro que establece una cobertura parcial
y un asegurado que comete un daño cuyo resarcimiento supera la cuota prevista; en tal
supuesto, ambos -asegurado y aseguradora- deben una indemnización, pero la compañía
debe en la medida del seguro, y no la suma de condena en caso de que ésta sea mayor (el
ejemplo no me pertenece; puede encontrárselo en "Código Civil y Comercial de la Nación
comentado", Ricardo Luis Lorenzetti Director; tomo V, pág. 316, cuando se comentan las
obligaciones concurrentes). Entonces, no hay violación del principio de identidad porque,
simplemente, no hay identidad entre el objeto y la extensión que al mismo pudiera darse.
4. Unas pocas consideraciones más. Por un lado, creo de clara influencia sobre el tema la
doctrina de la Corte Suprema donde se instruyó que la preclusión impide que en un proceso

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 16/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

se retrotraigan etapas o actos para discutir algo ya superado, o que se reabran plazo
procesales trascurridos, o que se rehabiliten facultades procesales si se han vencido los
términos legales para su ejercicio (ver CSJN, causa "Bonorino Peró", Fallos: 307:966). De
ello puede inferirse que si alguien no apeló cierto pronunciamiento, una modificación del
mismo en virtud de la actividad de otro litisconsorte, no puede beneficiarlo porque tal
posibilidad se halla preclusa.
Por otro lado, quiero señalar que la postura mayoritaria de esta Suprema Corte que admite
ese derrame o extensión de los efectos de la apelación (he citado varias causas en las que se
ha concretado tal concepto), dista de ser un enclave monolítico. A la postura del doctor
Soria[1], anticipada en la causa C. 89.530 -donde declara que extender la solución de un
conflicto a quienes no han apelado importaría un agravio de las garantías constitucionales de
defensa en juicio y de propiedad- puede agregarse que, a pesar de una salvedad más bien
parca, en la causa Ac. 72.148 (con voto inicial del doctor Pettigiani), se sostuvo que había
violación del principio de congruencia si se extendía una condena dictada por la Cámara en
un expediente de los actores de una causa acumulada donde habían perdido el derecho de
apelar.
Pues bien: dejando aparte estos casos particulares, la doctrina mayoritaria de esta Corte
indicaba (antes de la entrada en vigencia de la ley 26.994) que, haciendo excepción del
principio de la personalidad de la apelación, en el caso de obligaciones  in solidum, debe
considerarse que la revocación dispuesta respecto de una sentencia alcanza también al
colitigante no recurrente. Tal es la posición que invito a replantear.
Por mi parte, redundo en sostener que, por aplicación del principio de personalidad de la
apelación, debe reputarse firme la condena impuesta al obligado in solidum  o concurrente
que no haya recurrido, sea cual fuere la suerte de la apelación deducida por otro obligado de
igual tipo (causas Ac. 62.638, sent. de 31-III-1998; Ac. 77.960, sent. de 14-VI-2006; C.
94.421, sent. de 6-X-2010; C. 101.600, sent. de 2-III-2011, etc.) Lo contrario -es decir,
extender los beneficios de la nueva resolución a quien no ha recurrido contra la anterior-
implicaría no solo un apartamiento del principio de congruencia sino que también
constituiría una  reformatio in pejus  respecto del apelado, quien vería modificadas sus
expectativas sin que le hubiera dirigido ataque alguno (causas C. 102.771, sent. de 18-VIII-
2010; C. 104.564, sent. de 2-III-2011; C. 97.197, sent. de 21-IX-2011; C. 108.008, sent. de
5-X-2011; C. 107.960, sent. de 5-IV-2013, etc.).
II.  Por lo expuesto, propongo hacer lugar al recurso extraordinario deducido y revocar la
sentencia atacada (sólo en cuanto afecta a la recurrente) en tanto en ella se dispuso extender
solidariamente a SIFEME SA la condena impuesta a ETV SA. Los autos deberán volver a la
instancia de origen para que, debidamente integrado el tribunal, renueve los actos procesales

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 17/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

indispensables y dicte nuevo fallo atendiendo a los planteos y defensas de las partes y con
arreglo a lo aquí resuelto.
Las costas han de imponerse en el orden causado, en atención a la forma en que se resuelve
el recurso (arts. 68 y 289, CPCC).
Con el alcance indicado, voto por la afirmativa.
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Hitters dijo:
Adhiero al voto de mi distinguida colega, doctora Kogan, sin perjuicio de efectuar algunas
consideraciones en relación a la extensión de los efectos de la revocación de la sentencia
impugnada -esto es, con el alcance señalado en el apartado III del sufragio que abre este
Acuerdo- a la codemandada Medical VIP SA.
Al respecto, he leído atentamente las reflexiones que, en derredor a la doctrina sentada en la
causa c. 96.831 ("Ocon", sent. de 14-IV-2010) y, en particular, respecto del alcance del
principio de la personalidad del recurso, formula en su voto mi distinguido colega el doctor
de Lázzari; en un intento por apuntalar la tesis contraria a la que decide aquella doctrina
legal que he memorado -y que personalmente, y a diferencia de él, comparto-, en torno a la
cual nos separa un profundo desacuerdo de opiniones, que se remonta a más de tres lustros
de ejercicio de la función jurisdiccional.
Creo necesario, antes de abordar los argumentos que allí se plantean, recordar mi posición
sobre la cuestión en debate.
A. MI POSTURA HISTÓRICA EN RELACIÓN AL TEMA.
Al expedirme en los primeros asuntos -sobre esta álgida problemática- en los que tuve
oportunidad de insinuar mi opinión (vgr. causa Ac. 62.638 "Retondini", sent. de 31-III-
1998), presté mi adhesión a la postura que ya sostenían quienes por entonces integraran este
cuerpo, adelantando el sentido que hoy refleja la citada doctrina de la causa C. 96.831.
Por entonces, el doctor de Lázzari postulaba la tesis opuesta a la mía, que aún hoy defiende.
No obstante mi posición, fue recién a partir de la controversia que se registra en Ac. 63.968
("Gómez", sent. de 15-VI-1999) cuando exterioricé con precisión los fundamentos de mi
postura, ya insinuada en las anteriores adhesiones.
En esta última oportunidad, formulé las siguientes precisiones, que creo en el caso reiterar.
1. Personalidad de la apelación. Principio general.
Señalé entonces que está en juego uno de los más endiablados problemas del derecho
procesal -que en este caso tiene muchísimos puntos de contacto con el derecho sustancial-
como lo es sin hesitación el de la personalidad de las vías recursivas (la regla), que
constituye justamente la contracara de la figura también adjetiva denominada extensión
subjetiva de los recursos (la excepción a aquella regla).

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 18/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

Corresponde resolver -en definitiva- sobre el efecto de los canales recursivos en la situación
-como la de autos- de pluralidad de partes, cuando algunos de los legitimados pasivos se han
quejado del fallo y otros no. Ante tal desideratum es necesario preguntarse si la apelación
incoada por unos afecta a los otros que han consentido el pronunciamiento.
La doctrina se ha ocupado de esta problemática generalmente en el ámbito de la apelación
pero la respuesta es válida para todos los recursos.
En el antiguo derecho romano imperaba el principio del  beneficie comune remedii, en el
sentido que el alzamiento de un colitigante producía efectos para todos los litisconsortes.
En el derecho comparado e inclusive en el campo autoral se aprecian dos corrientes sobre el
particular, ya que un sector -el mayoritario- está por el principio de la personalidad del
recurso, considerando que la interposición de dicho sendero sólo aprovecha a quien lo ha
propuesto; en cambio otros -por el contrario- propugnan su extensión subjetiva, en
determinadas circunstancias, partiendo de la base -tal cual anticipé- que el ataque de uno
vale para todos los participantes.
Por ejemplo, el art. 509 del Código de Processo del Brasil participa de esta última postura al
receptar que el recurso interpuesto por uno de los litigantes aprovecha a todos salvo que sus
intereses sean distintos o contrapuestos. Habiendo solidaridad pasiva -añade- el recurso
incoado por un deudor beneficia a los otros cuando las defensas opuestas al acreedor les
fueren comunes. En esos casos -dice el jurista brasileño Barbosa Moreira- la puesta en
marcha de este remedio se extiende a todos, inclusive a aquéllos que desistieron de la
impugnación (Barbosa Moreira, José Carlos, "Comentarios ao Código de Processo Civil",
editora Forense, año 1998, 7ª edición, p. 373).
En cambio la antigua jurisprudencia francesa, tomando la opinión de Merlin, se apartó del
esquema romano y también canónico, regenteando el principio opuesto -que hoy ha ganado
adhesión mayoritaria- permitiendo que la impugnación recursiva tenga un efecto personal
(Costa, Agustín, "El Recurso de Apelación en el Proceso Civil", p. 58), criterio adoptado
luego por la jurisprudencia italiana, no sin algunos cabildeos (Mattirolo, "Tratado de
Derecho Procesal", vol. IV, p. 337).
Como es por demás sabido nuestro Código del rito no resuelve expresamente esta cuestión,
aunque los doctrinantes argentinos casi unánimemente se han pronunciado por la teoría de la
personalidad. Empero, y como resulta obvio, si se trata de una sentencia que condena a
prestaciones solidarias o indivisibles la respuesta varía, pues si el superior modifica el
pronunciamiento atacado, ello perjudica o beneficia a todos los litisconsortes, y esto también
acontece, según mi parecer, en situaciones donde están en juego las denominadas
obligaciones in solidum.

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 19/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

En síntesis, estimo que en este casillero de las obligaciones -como trataré de explicarlo-
cuando varios coaccionados son condenados a una única prestación, que le puede ser
exigible a cualquiera de ellos en su totalidad, es imposible fragmentar el conocimiento del
juez del recurso y mantener soluciones diferentes y aun contradictorias para una misma
cuestión litigiosa, es ésta justamente la hipótesis donde se contornea, por excepción, el
postulado de la extensión subjetiva de la apelación, a la usanza brasileña.
2. Extensión subjetiva de los recursos. Excepciones al principio general.
La regla es entonces la de la personalidad de los meandros impugnatorios, pero ello es así en
la medida que cada una de las prestaciones que dispone la condena tenga cierta
"independencia"; más cuando el contenido es indivisible o solidario, y si todos los
legitimados pasivos deben saldar un crédito común, la cuestión varía y aquí renace como el
Ave Fénix el criterio romano-canónico del  beneficie comuni remedii, esto es el de la
extensión subjetiva de los recursos.
Principiando el análisis de la cuestión desde la vertiente dikelógica ¿es justo que en el caso
aquí juzgado, un litisconsorte pague más o menos que otro? cuando se trata de un mismo
hecho litigioso con idénticas conductas y consecuencias jurídicas. Qué pasaría, para ir a un
ejemplo más drástico, si varios legitimados pasivos son condenados a abonar una obligación
solidaria o indivisible, y unos apelan y otros no, y luego el  ad quem  anula el
pronunciamiento en beneficio de los impugnantes, o hace lugar a una eventual reconvención,
y ciertos deudores, antes perdidosos, finalmente pasan a ser acreedores.
¿Puede suceder que por aplicarse el principio procesal de personalidad de la apelación, en un
único tema en disputa, por una causa idéntica, unos coaccionados resulten acreedores y otros
deudores, cuando todos responden a una idéntica situación jurígena?; ¿es justo que en un
accidente de tránsito, por ejemplo el dueño del vehículo que es traído al pleito por
responsabilidad refleja, tenga que saldar las reparaciones, y el conductor condenado en el
evento, no sólo no abone, sino que cobre en la hipótesis de que triunfe ante el ad quem  en
una eventual reconvención?. La respuesta desde la vertiente de la mera lógica y por la
justicia del caso parece obvia, estaríamos en presencia de un verdadero escándalo jurídico y
también lógico, algo así como que una cosa sea y no sea a la vez; o que el justo vaya al
infierno y el pecador al cielo.
El recordado Maestro latinoamericano Eduardo Couture se apontoca en el principio de la
personalidad de los recursos, pero con la aclaración de que ello es así en la medida que no
opere la excepción a aquella regla; y ésta -dice- se da justamente en los casos de solidaridad
o de indivisibilidad de la prestación (Fundamentos de Derecho Procesal Civil, p. 370).
Aunque aclara que tal solución no se da para evitar sentencias contradictorias, lo que para él
no disminuye el prestigio de la solución, sino por razones sistemáticas.

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 20/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

En esto último me permito disentir con el insigne jurista montevideano, pues por lo menos
desde el cuadrante de nuestra legislación sustancial, fácil es advertir que ella busca evitar el
estrépito de pronunciamientos judiciales contrapuestos, por ejemplo en la hipótesis que un
fallo civil pueda contradecir a una sentencia penal (arts. 1101 a 1103 del anterior CC,
actuales 1774 y siguientes del Cód. Civ. y Com.). Y ello con más razón -digo yo- si el
contrapunto surge de una misma sentencia.
Se ha expresado que el principio dispositivo no le permite al  ad quem  conocer puntos no
planteados por el recurrente, pues ello afecta el postulado de la congruencia; y si un litigante
no ataca la decisión, la misma -para él- pasa en autoridad de cosa juzgada.
Esa es -perdóneseme la reiteración- la regla y por supuesto que la comparto, pero tanto en las
condenas "solidarias", como en las "indivisibles", o en las in solidum, juega la excepción. Y
éste no es el único caso que modifica la pauta antes apuntada, pues cuando opera el instituto
de adhesión a la apelación, obviamente el vencedor no puede recurrir, sin embargo si tiene
éxito el embate de su contrario, el superior debe tratar sus agravios, aun -obviamente- sin la
apertura recursiva del que antes había sido triunfador. Este es sólo un ejemplo.
Es cierto que algunos doctrinantes y parte de la jurisprudencia han admitido la dicotomía
entre las obligaciones solidarias y las in solidum. Se ha dicho que la teoría de la solidaridad
tuvo nacimiento en el derecho romano, conocida con el nombre de correalidad.
Para ciertos autores existen dos clases de solidaridad: la perfecta o correalidad y la
imperfecta o in solidum. No obstante como dice Salvat tal bifurcación no fue aceptada por
todos y hasta había sido discutida por los sabios romanistas (ob. cit., t. II, p. 59).
Lo cierto es que muchos publicistas, como De Gasperi, admiten la existencia de una
solidaridad imperfecta que caracteriza a las obligaciones  in solidum. En este orden de
pensamiento, tanto Busso como Borda, toleran la existencia de ellas cuando se establece la
responsabilidad integral de varios sujetos por un idéntico hecho dañoso con prescindencia de
toda idea de solidaridad. Se trata -dicen- de los casos donde concurre la responsabilidad
directa del autor del hecho dañoso y la indirecta de quien, sin haber participado del evento,
la ley lo obliga a indemnizar los perjuicios originados, sea en su carácter de titular del bien
que motivó la indemnización o de principal autor del mismo (Cazeaux-Trigo Represas ob.
cit., t. II, p. 391; véase Busso, Cód. Civ. Anotado, t. V, ps. 92, 93, 167 y 168).
Esta Corte también ha reconocido la viabilidad de esa especial categoría de obligaciones,
denominadas in solidum (causas Ac. 47.780, res. de 31-VIII-1993; Ac. 51.687, res. de 1-X-
1996; Ac. 62.638, res de 31-III-1998, inclusive mi voto, Ac. 61.601, res. de 7-VII-1998),
marcando ciertas disimilitudes con las obligaciones solidarias (art. 699 del anterior CC); mas
creo que para el caso aquí discutido esas diferencias se desvanecen, y por ende podemos
asimilar a ambas figuras.

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 21/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

No resultaría baladí enfatizar entonces que la doctrina legal de este Tribunal ha admitido tal
dicotomía sosteniendo que las obligaciones solidarias, que forman parte de las obligaciones
conjuntas, se caracterizan porque existen dos o más acreedores o dos o más deudores de una
misma obligación, naciendo el vínculo que los une de una única fuente, siendo ésta una de
las características de todas las obligaciones conjuntas y se las denomina unidad de causa: "el
deber de prestar de todos los deudores o la pretensión de todos los acreedores deriva de un
hecho o título justificante. Si no fuera así no podría hablarse de una sola obligación, sino de
obligaciones distintas derivada de fuentes distintas" (causa Ac. 47.902, res. de 7-II-1995).
De allí se ha derivado que las obligaciones del causante de un daño y las de los responsables
indirectos, no son solidarias sino in solidum, o más propiamente concurrentes, "consistiendo
en aquellas que tienen un mismo acreedor e identidad de objeto, aunque diversidad de causa
y de deudor" (Ac. 47.770, res. de 31-VIII-1993). Agregando este Tribunal que lo que
caracteriza a esta figura "es el que varias personas adeuden al acreedor la misma prestación
sin ocupar, ni por contrato ni por ley la posición de deudores solidarios, o el tener un mismo
acreedor e identidad de objeto, aunque diversidad de causa y de deudor" (Ac. 62.638, ya
citado).
Si bien es verdad que ello es así y que con cierta sutileza se puede encontrar tonalidades
entre las dos figuras abordadas (Cazeaux-Trigo Represas, ob. cit. t. II, p. 393), nuestro
antiguo Código Civil parece no haber receptado esta demarcación, ya que el art. 701
considera a ambas como sinónimos (Salvat, ob. cit., t. II, p. 60, núm. 878c., véase Cazeaux
Trigo- Represas, ob. cit., t. II, p. 390, nota 27), aunque actualmente, la categoría tiene un
tratamiento bien diferenciado en la regulación que trae el Código Civil y Comercial de la
Nación (arts. 850 a 852).
No obstante lo expresado, y aun reconociendo la existencia de ciertos rasgos distintivos entre
las solidarias y las in solidum -como por ejemplo la diversidad en materia de prescripción, o
en lo atinente a la acción recursoria-, lo cierto es que, en mi parecer, a los fines aquí en
juego, tales diferencias no son de esencia, ni suficientes para desglosarlas de las pautas de la
solidaridad (art. 701 del viejo Cód. Civ.; y pauta que surge del art. 852 del nuevo Cód. Civ. y
Com. de la Nación), por lo que es necesario aplicar a ambas el mismo régimen sustancial y
adjetivo, y por ende aparece la excepción al principio procesal de la personalidad de los
recursos, retornando el postulado del benefici comuni remedii. De lo que se infiere que no
es factible fracturar el pronunciamiento atacado como pretende el quejoso.
Son variados los casos donde la legislación de fondo prevalece sobre la del rito, o si se
quiere, la primera impone una excepción al principio procesal de la personalidad de la
apelación. No olvidemos que como enseña Cappelletti, el derecho procesal -por ser adjetivo-
debe amoldarse al derecho fondal que es justamente, sustancial.

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 22/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

B. RESPUESTA A LA POSICIÓN DEL DOCTOR DE LÁZZARI.


1. Asumo que en la diaria faena -en el caso a caso-, esto es, en cada replanteo de estas
cuestiones a lo largo de tan dilatado tiempo (no son excepcionales, por cierto, las
controversias donde estos tópicos se renuevan en nuestro diario cometido jurisdiccional, con
mayor frecuencia -aunque no exclusivamente-; en el ámbito de la responsabilidad civil),
vuelven a mi memoria las cavilaciones que me han rodeado en la alternativa histórica de
definirme por la solución que ya defendía desde la docencia y que -aún hoy- postulo sobre
tan espinoso tema en el campo autoral.
2. Por cierto, y en la concreta cuestión suscitada en autos -al igual que en los restantes casos
que he abordado-, no pude evadirme de la mencionada relectura y reiteración de argumentos
y contraargumentos que nutren la aludida controversia.
Máxime, cuando en esta específica oportunidad mi colega esgrime un menú de precisiones
enderezadas a proponer una revisión de aquella solución que -reitero- constituye la doctrina
legal del Tribunal, cuyo contenido participé a conformar.
Ahora bien, luego de un período en el cual el mencionado integrante de esta Suprema Corte,
doctor de Lázzari, prestó acatamiento a la interpretación del tópico por ser éste el parecer
mayoritario del Tribunal, en los términos de lo normado en el art. 31 bis de la ley 5827 (vgr.
causas L. 116.857, sent. de 27-VIII-2014 y C. 118.128, sent. de 8-IV-2015), el citado
Ministro propone una revisión de la misma, a partir de los precitados fundamentos que
expone en el sufragio que aquí respondo.
Mas debo adelantar, liminarmente, que no advierto que se planteen ahora consideraciones
que no se encontraran de manera franca, o aún en estado embrionario o germinal, en aquella
prístina convocatoria donde cada uno de nosotros plasmamos nuestros pareceres. En
sustancia, sus desarrollos profundizan una línea de pensamiento ya insinuada en aquellos
precedentes.
Tal lo que acontece con lo expresado por dicho Ministro en relación al rango constitucional
(arts. 17 y 18 de la Carta Magna) al que trepan los efectos que dimanan de la firmeza del
decisorio no impugnado por el obligado solidario o concurrente, y al alcance que le asigna a
esta inmutabilidad el voto en análisis.
Aquí se postula que al arroparse la "cosa juzgada" en esa categoría fundamental de tutelas,
quedaría destruida la supuesta supremacía de la ley de fondo por sobre la de forma.
Sin embargo, la tesis que vengo sosteniendo no se asienta tanto en la jerarquía del uno sobre
el otro (me refiero al plano procesal y al sustancial), sino en la necesaria complementación
"razonable" de ambos modelos, ante la ausencia de una previsión ritual expresa que resuelva
la cuestión (a diferencia de lo que acontece, por caso, en la legislación foránea a la que aludí
en mi viejo sufragio).
https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 23/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

Es que, como antes señalé -y lo reafirmo ahora- los actos realizados por un litisconsorte,
perjudican y benefician a los otros no tanto por el efecto de la relación procesal, cuanto por
lo que surge del derecho sustancial, sobre la base de lo que ya disponían los arts. 699, 705,
706, 716 y 717 del Código de Vélez, y que en un sentido similar -en lo que aquí concierne-,
plasma el Nuevo Código Civil y Comercial en torno al tópico (arts. 827, 833, 834, 840 y
concordantes), con la novedosa incorporación normativa del régimen de las obligaciones
concurrentes, ausente en el régimen antecesor (arts. 850 a 852 del citado ordenamiento).
Valga la redundante aclaración: el régimen legal instituido a partir de la entrada en vigencia
del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación no ha hecho más que consagrar
normativamente aquella comprensión que doctrinaria y jurisprudencialmente campeaba en
materia de obligaciones concurrentes o in solidum. De allí que -manteniéndose inalteradas
en lo que aquí interesa las similitudes y diferencias entre esa categoría y las solidarias- la
nueva regulación poco aporta a esta antigua discusión.
Al opinar de ese modo no desconozco que finalmente los derechos que consagra el
ordenamiento jurídico encuentran su anclaje y razón de ser en los textos constitucionales y
convencionales, sin que por tanto unos hayan de prevalecer por sobre los otros, sin más.
La pauta madre, sin embargo, ha de ser siempre la de su razonable armonización (art. 28 de
la Constitución nacional).
Sólo he de añadir ahora que no advierto -como lo apunta el Ministro preopinante- sacrificio
alguno al debido proceso en la propuesta decisoria (en tanto está garantizado el
contradictorio por el amplio debate suscitado en devenir del pleito en sus diversas
instancias), ni arrebato significativo al patrimonio del acreedor, en tanto -en estas especiales
circunstancias- la solución pudiera dejar al desnudo el error o la lisa y llana inexistencia de
un derecho indebidamente incorporado al amparo de una situación procesal preclusa.
¿Acaso no se trata, en el fondo, de expandir los efectos de una decisión que deja al
descubierto el error (in iudicando  y aun  in procedendo) en el que hubo de incurrir la
decisión recurrida, condenando a quien no debía, o en una medida injusta?; ¿es posible
sostener que se venera el mandato de afianzar la justicia en el caso concreto, cuando
admitimos en estas particularísimas hipótesis, que por el juego de la preclusión (más
pequeño, frente a los derechos fundamentales en danza) se ha consagrado un crédito de
indemnización que con certeza no correspondía reconocer?; ¿es el sentido profundo del
derecho de propiedad del acreedor tutelar un crédito que no le es suyo, y que sólo le fue
reconocido en base a un quebrantamiento comprobado de la ley (art. 289 del CPCC)?.
3. Concluyo, pues, que es esta mi convicción sobre uno de los modos (acaso perfectible y no
exento de juicios dogmáticos contrarios), de hacer justicia en el caso concreto, sin indebidos

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 24/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

quiebres de los principios lógico jurídicos que largamente expuse, en los precedentes
fundantes de mi doctrina.
C. LA SOLUCIÓN DEL CASO:
Por derivación de los razonamientos antes vertidos, reitero que los efectos de la revocación
de la sentencia a propósito de la impugnación de SIFEME SA -y que, de acuerdo a lo
consignado en el apartado III. del sufragio inaugural, lleva a anular la extensión a su respecto
de la condena dispuesta contra el empleador ETV SA con sustento en el art. 31 de la ley
20.744- benefician también a la codemandada Medical VIP SA, y ello en atención a que esta
última firma fue reputada deudora solidaria de los créditos laborales con base en idéntico
encuadre normativo.
Con el alcance indicado, voto por la afirmativa.
El señor Juez doctor  Pettigiani,  por los mismos fundamentos de la señora Jueza doctora
Kogan, votó también por la afirmativa.
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Soria dijo:
I. Adhiero al voto emitido por mi distinguida colega doctora Kogan bajo las siguientes
consideraciones.
En cuanto a la extensión de la solución que se propicia respecto de la codemandada Medical
VIP SA, liminarmente cabe remarcar que, en el  sub lite,  nos hallamos ante obligaciones
solidarias por imperio de lo expresamente normado en el art. 31 de la Ley de Contrato de
Trabajo.
Ahora bien, en materia de solidaridad el art. 829 del nuevo Código Civil y Comercial ha
venido a receptar el criterio que la doctrina ya sostenía con anterioridad en derredor de la
representación de cada uno de los codeudores solidarios respecto de los demás en los actos
que realiza como tal, nota en la cual se fundaba la propagación de efectos entre los diversos
obligados solidarios (v. notas a los arts. 706, 711 y 714 del Cód. de Vélez Sarfield).
Asimismo, su art. 832 replica la previsión del art. 715 del anterior Código Civil, según
párrafo incorporado por la ley 17.711, que establecía que los codeudores solidarios pueden
invocar la cosa juzgada que emane de una sentencia dictada contra uno de los codeudores
cuando aquélla no se funda en circunstancias personales del codeudor demandado.
De otra parte, en lo que atañe a las obligaciones concurrentes o  in solidum, comparto lo
observado por el doctor Hitters en cuanto señala que las consideraciones que ahora replantea
el doctor de Lázzari ya se encontraban presentes en oportunidad de que tal cuestión fuera
sometida a conocimiento de esta Corte en el precedente C. 96.831 "Ocon" (sent. de 14-IV-
2010). En efecto, el régimen legal instituido en el art. 850 y ss. del Código Civil y Comercial
no ha hecho mas que consagrar las similitudes y diferencias entre las categorías mencionadas
que doctrinaria y jurisprudencialmente se reconocían con anterioridad.
https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 25/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

En consecuencia, si bien no adherí a la postura mayoritaria de esta Corte delineada  in


re  "Ocon" -sin perjuicio de haberla acatado haciendo reserva de mi opinión en
pronunciamientos posteriores-, es lo cierto que el nuevo régimen legal no ha aportado un
cambio que justifique una revisión de la doctrina allí sentada (art. 31 bis de la ley 5827).
II. Las razones brindadas me conducen también a suscribir lo resuelto en la opinión
inaugural incluso en orden a los alcances del pronunciamiento a dictarse en la presente
causa.
Con el alcance expuesto, voto por la afirmativa.
A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Genoud dijo:
Adhiero al sufragio de la doctora Kogan y a su propuesta de rescindir el pronunciamiento de
origen en cuanto estableció, con fundamento en los términos del art. 31 de la Ley de
Contrato de Trabajo, la responsabilidad solidaria de la impugnante SIFEME SA, así como
también de la codemandada Medical Vip SA.
Esto último, de conformidad con la doctrina legal elaborada a partir del precedente C. 96.831
"Ocón" (sent. de 14-IV-2010), que resulta de aplicación al caso a tenor de los coincidentes
señalamientos formulados por los doctores Hitters y Soria, que comparto.
Con el alcance indicado, voto por la afirmativa.
Con lo que terminó el acuerdo, dictándose la siguiente
SENTENCIA
Por lo expuesto en el acuerdo que antecede, se hace lugar al recurso extraordinario de
inaplicabilidad de ley traído y, en consecuencia, se revoca –por mayoría- la sentencia
impugnada con el alcance establecido en el punto III, aps. 1, 2 y 3, del voto emitido en
primer término.
Vuelvan los autos al tribunal de origen para que, nuevamente integrado, renueve los actos
procesales necesarios y dicte el pronunciamiento que corresponda conforme a lo que aquí se
resuelve.
Costas de esta instancia por su orden (arts. 68 y 289, CPCC).
Regístrese y notifíquese.
 
 
 
 
         LUIS ESTEBAN GENOUD
 
 
https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 26/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

 
 
HILDA KOGAN                 HECTOR NEGRI
 
 
 
 
EDUARDO JULIO PETTIGIANI       EDUARDO NESTOR DE LAZZARI
 
 
 
   
DANIEL FERNANDO SORIA   JUAN CARLOS HITTERS
 
 
 
 
                        ANALÍA S. DI TOMMASO
                        Secretaria Interina
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
gt

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 27/28
18/2/22, 12:00 SCBA - JUBA

[1] En posteriores sufragios plegó su postura a la establecida por la S.C.B.A. en la causa C.


96.831, “Ocón” (sent. del 14-IV-2010), en los términos del art. 31 bis de la ley 5827; por
ejemplo: Causa C. 104.564, sent. del 2-III-2011; causa C. 105.172, sent. del 11-III-2013; etc.

https://juba.scba.gov.ar/VerTextoCompleto.aspx?idFallo=139954 28/28

También podría gustarte