Dimensiones físicas, históricas, culturales y políticas se suman en la conformación de un cuadro de situación de gran complejidad respecto de las condiciones de accesibilidad física en Argentina. Trataremos de hilar las maneras en que cada una de estas dimensiones se manifiestan en algunos rasgos del diseño de la ciudad, propiciando o restringiendo la inclusión a un amplio colectivo de personas con movilidad o comunicación reducida. Recorreremos problemáticas de diferentes órdenes y escalas, procurando ofrecer una dinámica de análisis aplicable a otros campos de decisiva importancia, tales como transporte, vivienda o lugares de trabajo. Topografía e itinerarios peatonales Nuestro país se desarrolla a lo largo y ancho de territorios con gran diversidad topográfica y climática, elementos éstos que inciden fuertemente en las condiciones de base para gestar accesibilidad en cada localidad, en especial, respecto de las circulaciones peatonales y los sistemas de transporte. En localidades emplazadas sobre extensas llanuras de las Provincias de Buenos Aires, Santa Fe o La Pampa, además del estado de las veredas - variable según la calidad de su pavimento, las raíces del arbolado, la frecuencia de mantenimiento, y las maneras de ocuparlo - podría afirmarse que el principal accidente topográfico de las veredas es el cordón cuneta (pasaje de acera a calzada). Esto es así, especialmente cuando las ordenanzas locales determinan para cada frente la cota de nivel correspondiente y explicitan que los límites entre frentes contiguos deben presentar continuidad a lo largo de cada cuadra. En un extremo opuesto se encuentran ciudades como San Salvador de Jujuy, Tilcara (ambas en Jujuy), Ushuaia (Tierra del Fuego) o Bariloche (Río Negro), con una topografía montañosa de pronunciadas pendientes en los itinerarios peatonales de las calles transversales a la emplazada sobre una cota de nivel, siendo ésta la arteria más físicamente accesible. Como situaciones intermedias desde su topografía - pero no menos complejas - se encuentran las ciudades emplazadas en la costa de ríos, cuyas crecidas obligaron a elevar el nivel de las construcciones, o en zonas serranas, o con suaves declives: los barrios de La Boca o Retiro, en Buenos Aires; Rosario (Santa Fe); otras de menor escala como Colón (Entre Ríos); en la costa de lagunas como Chascomús (Pcia. de Buenos Aires). Otra causal de niveles elevados de las construcciones respecto del nivel de la calzada es la ausencia de adecuados sistemas de desagüe pluvial: tal el caso de Hurlingham (Pcia. de Buenos Aires). Aunque allí el tema fue resuelto hace años, han quedado los edificios construidos elevados, testimoniando aquella situación. ¿Qué ocurre en tales casos, cuando por ausencia de normativas o de controles, cada frentista define su propio nivel de vereda (cota)? Ésta se presenta como sucesivos escalonamientos, o discontinuada por una rampa de acceso vehicular a un edificio. La continuidad está garantizada para los vehículos, pero no para los peatones. Es, pues, por la calzada por donde circulan las personas con movilidad o comunicación reducida. Y en ocasiones también el resto. (Otro ejemplo es Santa Rosa, en La Pampa). El problema se agrava en ciudades antiguas, o de áreas de preservación histórica, con pavimento de empedrado en la calzada, intransitable para quienes tienen problemas en su deambulación (San Telmo y Montserrat en Buenos Aires, o Coronel Pringles, en Pcia. de Buenos Aires). En Junín (Pcia. de Buenos Aires), la combinación de empedrado, veredas en buen estado y vados, dio lugar a que las veredas se trasformen en bicisendas. En Mendoza, las acequias resuelven adecuadamente la circulación de aguas de deshielo destinadas al riego; y los puentes peatonales que las cruzan, vinculando acera y calzada, resultan una excelente solución de accesibilidad, a la cual solo cabría mejorar mediante protecciones laterales. Vados y rampas En numerosas localidades, las soluciones en materia de accesibilidad se limitan a bajadas de cordón peatonales circunscriptas al área céntrica (plaza principal y un par de cuadras a la redonda). Dentro de la gran variedad de bajadas de cordón detectadas, las más antiguas, resueltas con rampas, datan de hace un par de décadas. Cuentan con pasamanos a ambos lados, que pudieran haber resultado funcionalmente útiles para la instalación de publicidad o para identificación de la entidad privada patrocinante de dicha iniciativa, hoy de variada y dudosa legibilidad. Coexisten otras soluciones, tales como vados (rampas que cuentan a ambos lados con superficies de transición con la vereda). Se registran múltiples modelos y grados de eficacia: con terminación superficial que continúa la de la vereda; con superficie texturada y colores según especificaciones técnicas (amarillo vial), con el isotipo internacional de persona con discapacidad, marcado en gran escala en su superficie; con superficies laterales de transición de las más variadas dimensiones y pendientes; con desnivel entre calzada y acera de hasta 2 cm, que comúnmente llega hasta 5 y 7 cm. No están exentas las grandes ciudades, como Buenos Aires, Córdoba, Rosario o Mar del Plata. En todas ellas, tal como los estratos de las eras geológicas en zonas de cañones, podemos deducir diferentes momentos de iniciativas a favor de la accesibilidad peatonal, procurando implementar soluciones superadoras. En particular en Buenos Aires, con pendientes progresivamente más suaves, desnivel entre acera y calzada tendiendo a desaparecer (entre 0 y 1 cm), e incorporación de avisadores táctiles para personas ciegas. Itinerarios peatonales inclusivos La idea de construir vados o rampas aislados en localizaciones puntuales, va siendo superada por la noción de itinerarios peatonales accesibles. En Buenos Aires, se realizan actualmente pruebas de bajadas que abarcan toda la esquina, de manera que todos, con o sin movilidad reducida, pueden circular por el mismo espacio, con mayor comodidad y menor riesgo de tropiezos. Esta es una solución que hace años se implementa exitosamente en numerosas ciudades del exterior, tales como Barcelona, Oslo, París y Washington. Hasta ahora nos hemos referido tan solo a lo más trabajado en materia de accesibilidad en la mayoría de las localidades de Argentina: la circulación peatonal, con sus veredas y vados. Calles de tierra y barro Pero el desarrollo urbano y edilicio en Argentina, reflejo a su vez del social y económico, manifiesta fuertes contrastes, combinando alta tecnología con áreas de condiciones menos que básicas: donde no existe ni vado, ni vereda en la cual insertarlo; donde se circula por tierra transformada en barro en días de lluvia. No sólo es imposible transitar para personas con movilidad reducida: tampoco ingresa la ambulancia ante una emergencia, o una obligada diálisis. ¿Es un lujo pretender allí accesibilidad? Todo lo contrario: en los sectores más pobres es donde con más frecuencia anida la discapacidad. Es allí entonces donde es necesario priorizar mejoras y adecuaciones. Baños accesibles: condición obligada para una permanencia lejos de casa La infraestructura que se va gestando a lo largo de nuestro país con la construcción de autopistas incluye sanitarios públicos accesibles en su red de servicios. Sin embargo (al igual que los vados de las veredas) sus soluciones de diseño y construcción son de dispar eficacia. Los hay correctamente resueltos, y los hay absolutamente inaccesibles. Un error frecuente es la fijación de sólidas barras de apoyo a ambos lados del inodoro, sin posibilidad de rebatimiento, impidiendo así una adecuada aproximación lateral y transferencia al mismo, desde una silla de ruedas, constituyéndose la propia barra en un obstáculo. Es extremadamente difícil encontrar adecuaciones en lugares de uso público que no sean vados o rampas, tales como un baño al que pueda ingresar un usuario con silla de ruedas. Baños accesibles se encuentran tan sólo en algún hotel 5 estrellas o en algún excepcional restaurante. En estas condiciones, dichas localidades son imposibles de visitar por quienes requieren instalaciones accesibles. Al igual que el baño convencional, el baño accesible es condición de permanencia. Cabe citar a Francia, donde tradicionalmente ha habido públicos, y hoy cuenta con una verdadera red de baños públicos accesibles presente en cada pueblo, por pequeño que sea. Escuelas inclusivas Miles de niños con discapacidad motora que no requieren de educación especial están excluidos de las escuelas comunes, tanto públicas como privadas, en gran medida por ausencia de una tradición en accesibilidad edilicia. Aunque la problemática está siendo difundida entre los profesionales especializados en arquitectura escolar, y figuran normativas en la materia entre los requisitos de diseño, ésto es insuficiente: la temática les resulta aún ajena. Conocer especificaciones técnicas no implica asumir la lógica y el sentido de su aplicación, sólo posible desde una profunda compenetración con la problemática, en contacto directo con personas con movilidad o comunicación reducida, comprendiendo lo que les sucede a diario en sus espacios cotidianos. Propiciar encuentros de intenso intercambio entre profesionales y usuarios es esencial para el desarrollo de una accesibilidad realmente útil. Las nuevas escuelas contarán con accesibilidad, si ésta se implementa correctamente. Pero aún así, la pesada inercia de los edificios escolares existentes no revierte las cifras de niños excluidos por inaccesibilidad física, que superan el 90% [1]: es necesario priorizar adecuaciones asignando presupuesto y extremando creatividad y recursos de diseño. Locales y visitantes: accesibilidad para el turismo y la comunidad En Argentina se entrelazan dos amplias tramas de uso del territorio: por una parte, los propios habitantes en el desarrollo de su vida cotidiana; por otra, un importante y ascendente desarrollo del turismo nacional e internacional, inspirado en privilegiados escenarios naturales. Para quien es portador de una discapacidad, las cadenas de accesibilidad, en las que cada eslabón sea confiable, son condición básica para desarrollar proyectos de vida. Para visitantes que viniendo de lejos dependen exclusivamente de la estructura de accesibilidad que se les brinde, la confiabilidad de cada eslabón es esencial. Citamos el importante trabajo de localidades como Bariloche (Río Negro) o San Martín de los Andes (Neuquén), procurando brindar turismo accesible desde instalaciones hoteleras y excursiones. También Cataratas del Iguazú (Misiones), con sus itinerarios adecuados para personas ciegas. Destacamos como ejemplo de inclusión la presencia de la temática de accesibilidad en la Página Web Oficial de San Martín de los Andes. Normativas y gestión en accesibilidad En el plano legal y político, la vigencia de normativas para todo el territorio nacional (Carta Magna, legislación en materia de salud, de educación, de seguridad e higiene, entre otras) se combina con procedimientos propios de una nación en la que impera el sistema federal, donde las iniciativas jurisdiccionales – provinciales y municipales - definen libremente su adhesión total, parcial o nula a normativas “marco”, enunciadas desde leyes nacionales. Tal el caso de nuestra legislación en materia de accesibilidad, cuyo alto grado de elaboración y detalladas especificaciones para un abordaje integral de las adecuaciones del medio físico en espacios públicos y edilicios, a excepción de códigos de edificación como el de Vicente López o de Buenos Aires [2], se refleja escasamente, y en muchos casos de manera inexistente, en las soluciones implementadas. También, como por estratos correspondientes a diferentes épocas, múltiples localidades de nuestro país cuentan con ordenanzas que datan de los años ’80 y ’90, especificando accesibilidad para diversos usos públicos... que hoy se desempolvan como antiguas reliquias de territorios inexplorados. Otras localidades, conscientes de contar con ordenanzas similares y de la necesidad de su aplicación, padecen la crónica evasión a su aplicación. Otras, lentamente, van modificando sus normativas, adhiriendo a la Ley marco, o dentro de su mismo espíritu. Entre ellas, Posadas (Misiones) y Rosario (Santa Fe). Cabe aquí reflexionar: legalidad no es lo mismo que legitimidad. La Ley es una valiosa herramienta, sólo si se sustenta desde el accionar, tanto de funcionarios como de quienes requieren de su aplicación, mediante el reclamo y el control de su cumplimiento. Por otra parte, este “resurgir” de viejas ordenanzas, el análisis de las mismas, y el debate sobre la adhesión total o parcial a la Ley “marco” 24314/94 y a su Decreto Reglamentario 914/97, develan el amplio y profundo movimiento existente hoy con relación a esta temática en Argentina [3].
1 Educación Inclusiva y Accesibilidad Edilicia en Argentina. Fundación Rumbos, 2005, Informe elaborado para Itineris – Banco Mundial. 2 La Ley 962 de la Ciudad de Buenos Aires incorpora integralmente normas de accesibilidad en el Código de Edificación. 3 Es oportuno señalar la vigencia del Plan Nacional de Accesibilidad, implementado desde la CONADIS, propiciando la adhesión a dicha Ley; así como la disponibilidad, para municipios, de recursos económicos provenientes de la Ley de Cheques destinables a un importante porcentaje de las inversiones necesarias para adecuaciones en aquellas localidades que adhieran a dicho Plan y elaboren sus propios planes locales de accesibilidad.