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Tema 3

Gramática y Naturaleza: Las Etimologías (Isidoro de Sevilla) y Sobre


la naturaleza-Periphyseon (Juan Escoto Erígena)

1. Notas al tema 3
2. Textos
3. La imagen
4. Preguntas
5. Otros recursos
1. Notas al tema 3

En esta sección del curso trataremos dos autores que a pesar de una cierta diferencia
geográfica (Isidoro/Península Ibérica y Escoto Erígena/Irlanda) y temporal (Siglo
VI/Siglo IX) guardan una estrecha relación. Ambos quisieron transmitir el legado de la
filosofía antigua por medio de complejos ejercicios enciclopédicos por medio de tratados
en los que buscaron compilar todo el saber al que tuvieron acceso. Isidoro en las
Etimologías, enfocado en el uso del lenguaje en la lógica, la retórica, el derecho, la
historiografía y el estudio de las sociedades. Escoto por medio de una descripción de la
forma en que conocemos la naturaleza en sus diversas manifestaciones, tal como lo
indicaba Boecio: desde la naturaleza más universal y separable hasta las naturalezas
corporales unidas a la materia. Estos ejercicios coinciden con una clarificación del
significado del saber, del uso del lenguaje y la demostración lógica, así como una
descripción del origen causal de las cosas en un mismo origen, La naturaleza que describe
Escoto capaz de crear, aunque es increada de la cual dependen las naturalezas capaces de
crear, pero creadas: el ser humano.

a.) Etimologías

- Isidoro expone el origen histórico del lenguaje y su conexión con el aprendizaje y


el saber argumentando desde las etimologías de los términos scire/saber-
discere/aprender. También diferencia la disciplina del arte por la amplitud que
ofrece la primera, y la ductilidad del segundo. Argumentos que encuentran otra
manifestación en la definición de las Artes liberales, así como en la primera
descripción del origen del lenguaje escrita por un autor latino en tierra ibéricas.
Primero viene el sonido, luego la grafía y después las complejas relaciones de
significación con los objetos del mundo.

- Dialéctica/Retorica. En la iconografía medieval la mano abierta representa a la


segunda mientras la mano cerrada lo hace por la primera. El dialéctico propone
mientras el retórico convence. Esta rivalidad entre el rigor argumentativo y el
discurso sugerente nos muestra la flexibilidad del lenguaje que puede generar
registros con cualquier propósito, bajo ciertas reglas de planificación y orden.

- Dialéctica y Filosofía. Isidoro se inclina por la “expresión del pensamiento”. El


lektos griego ocupa el lugar de la retorica como disciplina que orienta la actividad
especulativa. Isidoro muestra un gran numero de definiciones de la filosofía
rescatadas de la tradición antigua, recuerda a Sócrates y lo erige como fundador
de la ética y de la filosofía natural. Sin haber conocido el Fedón de manera directa
Isidoro nos recuerda que el aprendizaje del morir caracteriza a la serenidad, la
eudaimonia del griego.

- Isagoge/Categorías. Gracias a las versiones latinas, boecianas, de estos tratados


lógicos Isidoro puede ofrecernos la estructura fundamental del lektos. El modo en
que el intelecto genera atribuciones en el lenguaje de los más general a lo
particular diferenciando lo que es una propiedad inherente de la que es meramente
accidental o pasajera. La diferencia de estos dos tratados se hará aún más
manifiesta en el siglo XII, ya que la cuestión de las categorías cederá un lugar a
las cuestiones sobre la naturaleza de los “géneros” últimos: se encuentran en las
cosas, en la mente, o como unos modelos trascendentales en el intelecto divino.
Sin embargo, Isidoro es un maestro ibérico que busca instruir e iluminar cuales
son las vías de la especulación lingüística. Sus definiciones de los géneros y los
predicamentos se acercan a la tradición boeciano, mostrándonos la importancia
del lenguaje como instrumento del conocimiento: aprender es discere.

Los textos de Isidoro muestran que la formación medieval esta mediada por una profunda
meditación sobre el lenguaje como herramienta, acceso al saber y conocimiento en sí
mismo. Por esto se nutre de todas las disciplinas (artes liberales) para indicar las
referencias más comunes, pero también las más complejas del discurso filosófico. Aquel
que pregunta “si el sol es del tamaño que se ve, o es aún mayor que la tierra entera; o si
la luna tiene forma esférica o es cóncava […] cuál es la magnitud del cielo y de qué
materia está compuesto; si permanece quieto e inmóvil”. Leemos especulaciones
astronómicas en un texto que pretende alimentar nuestra curiosidad.

b.) Sobre la Naturaleza

Juan Escoto Erígena aplica el discurrir de la lektio, de la expresión del pensamiento a un


problema neoplatónico central en la posibilidad de acceder racionalmente al Ser primero,
creador y dador de ser “que se dice de todas las cosas”, pero que también “la Divinidad
más allá del ser”. Si esta más allá es incognoscible, aunque es manifiesto en su creación,
por lo tanto, existen una divisiones o modos de acceder racionalmente al ser.

- La división por la naturaleza:

la primera es la que crea y no es creada: Ser primero ignoto pero manifiesto.


la segunda, la que crea y es creada: Naturalezas originadas como inteligencias en
las que se incluyen los ángeles y el ser humano. Escoto lector y traductor de
Pseudo-Dionisio, así que valora la complejidad de los intelectos seráficos carentes
de materia.
la tercera la que es creada y no crea: esta división de la naturaleza son las plantas,
los animales.
la cuarta, la que ni crea ni es creada: se trata del ultimo nivel de la creación, los
elementos y los minerales.

- La división de la naturaleza que crea y no es creada: esta naturaleza inalcanzable


por definición al ser primera, única y trascendente posee cinco modos de
manifestación:

*La división de aquellas cosas que se dice que son y que no son. El ser primeros
solo se manifiesta por lo que es, y como se vera en los siguientes modos lo que
es, es perceptible y entendible.
*Los órdenes y diferencias de las naturalezas creadas. En este orden opera el
dialecto que distingue entre propiedades y accidentes, se puede verificar todo este
vocabulario en los tratados expuestos por Isidoro.
*Aquellas cosas por las cuales se realiza la plenitud de este mundo visible. La
pregunta definitiva del filosofo natural que se cuestiona por todo lo que puede
experimentar por los sentidos
*Solamente las cosas que son comprendidas por el intelecto verdaderamente son:
si existen ideas, conceptos, nociones de lo creado estas también nos hablan de su
causa y se refieren a ella.
*La razón observa en la sola naturaleza humana: el conocimiento del ser humano
en su complejidad individual y colectiva.

Consultar

Para obtener más información sobre Isidoro y Juan Escoto de Erígena, ampliando el
alcance de su lectura:

Beuchot, pp. 45-47


Saranyana, pp. 35-38
Vignaux, pp. 15-20

En:

https://drive.google.com/drive/folders/1cOdTNLB6G12f-
LPjQIsThhE7wbIJefTs?usp=sharing

Sobre Isidoro de Sevilla:

https://digitum.um.es/digitum/bitstream/10201/28227/1/133351-513131-1-SM.pdf

Además de los artículos del apartado, Otros textos.

2. Textos

Etimologías, Isidoro de Sevilla

Sobre la ciencia y el arte

El término disciplina tomó su nombre de discere (aprender). De ahí que pueda llamarse
también ciencia: scire (saber) deriva de discere (aprender), ya que nadie scit (sabe), sino
el que discit (aprende). Por otro lado, se la denomina disciplina, porque se aprende entera.
Se la llama igualmente arte, porque se basa en normas y reglas del arte. Hay quienes
sostienen que este vocablo deriva del griego areté, esto es, de lo que en latín decimos
virtus, ¿a la que denominaron ciencia? Platón y Aristóteles delimitaron la diferencia
existente entre arte y disciplina al afirmar que existe arte en las cosas que se presentan de
una manera determinada, pero podían presentarse de otra; la disciplina, en cambio, se
refiere a aquellas cosas que no pueden ser de otra manera. Cuando algo se razona con
argumentos indiscutibles, pertenecerá al campo de la disciplina; se hablará, en cambio,
de arte, cuando lo que se debate es verosímil y opinable.

Sobre las siete disciplinas liberales

Las artes liberales constan de siete disciplinas 3, La primera es la gramática, es decir, la


habilidad en el hablar. La segunda, la retórica, que, por la elegancia y los recursos propios
de la elocuencia, se la considera sumamente imprescindible en los asuntos civiles.
Tercera, la dialéctica, también denominada lógica, que, con los más sutiles argumentos,
separa lo verdadero de lo falso. 2. Cuarta, la aritmética, cuyo contenido son los
fundamentos y las divisiones de los números. La quinta es la música, que trata de los
esquemas métricos y los cantos. 3. La sexta, la geometría, que comprende las medidas y
dimensiones terráqueas. Y la séptima, la astronomía, que aborda las leyes de los astros.

Sobre las letras comunes

Los fundamentos del arte gramatical son las llamadas «letras comunes», utilizadas por
copistas y contables. Su enseñanza viene a ser algo así como la etapa infantil del arte de
la gramática. De aquí que Varrón la llame litteratio (estudios elementales). Las letras son
pregoneros de las cosas, imágenes de las palabras, y tan enorme es su poder, que, sin
necesidad de voz, nos transmiten lo que han dicho personas ausentes. [Y es que nos
introducen las palabras no por los oídos, sino por los ojos]. Las letras comenzaron a usarse
por el deseo de mantener el recuerdo de las cosas: se las encadena a las letras para que no
caigan en el olvido. Pues en tan extensa variedad de materias sería imposible aprenderlas
todas ellas de oídas y guardarlas en la memoria. Se las llama litterae (letras), que viene a
ser como degiterae, porque van abriendo camino al que lee (legentiter), o porque se
repiten a lo largo de la lectura (legendo literari). El origen de las letras latinas y griegas
parece remontarse a los hebreos. Entre éstos, la primera letra se llama aleph; a partir de
ella, y alterando un poco la pronunciación, se dijo alpha entre los griegos; de aquí, a, en
latín. El autor del transvase adaptó la letra de acuerdo con la semejanza del sonido entre
una y otra lengua, de forma que podemos admitir que la lengua hebrea es madre de todas
las demás lenguas, así como de todas las letras. Los hebreos se sirvieron de veintidós
signos gráficos, tantos como son los libros del Antiguo Testamento. Los griegos, por su
parte, tienen veinticuatro. Situándose en un punto medio, veintitrés son las letras que
posee el latín.

[...]

Acerca de la retórica y la dialéctica-Sobre la retórica y su nombre


Retórica es la ciencia del bien decir en los asuntos civiles, con los recursos de la
elocuencia propios para persuadir lo justo y lo bueno. El nombre de retórica deriva del
griego rhetoridsein, es decir, del recurso de la palabra, ya que entre los griegos «palabra»
se dice rhesis, y «orador» rhetor. La retórica aparece inseparablemente ligada al arte de
la gramática. Con la gramática nos instruimos en la ciencia de hablar correctamente; con
la retórica aprendemos de qué modo deben exponerse los conocimientos adquiridos.

Sobre los inventores del arte de la retórica


Esta disciplina fue instituida por los griegos, por Gorgias, Aristóteles y Hermágoras; y
trasladada al latín por Cicerón, naturalmente, así como por Quintiliano, pero de forma tan
exuberante y variada que, a primera vista, causa admiración en el lector, pero resulta
imposible asimilarla entera. Pues mientras se tienen delante los folios, parece que se
quedan grabadas en la memoria toda la serie de figuras de dicción; pero tan pronto como
cierras el libro, todo recuerdo se borra. El perfecto conocimiento de esta disciplina hace
al orador.

[...]

Sobre la dialéctica
La dialéctica es la disciplina que expone los fundamentos de las cosas. Es una parcela de
la filosofía a la que se da el nombre de lógica, esto es, la capacidad racional de definir,
investigar y exponer. Enseña de qué manera, en muchos tipos de cuestiones, puede, por
medio de la discusión dialéctica, delimitarse lo verdadero de lo falso. Ya los primeros
filósofos se sirvieron de ella en sus enseñanzas, pero aún no la habían estructurado como
disciplina científica. Más tarde, Aristóteles delimitó en reglas concretas los principios de
este sistema y le dio el nombre de «dialéctica» por tratarse en ella de enunciados. En
griego, «expresión de un pensamiento» se dice lektos. En consecuencia, a continuación
de la retórica viene la dialéctica, ya que muchas cosas son comunes a ambas.

Sobre la diferencia entre la dialéctica y la retórica


En el libro noveno del De las disciplinas definió Varrón la dialéctica y la retórica
utilizando el siguiente símil: «La dialéctica y la retórica es lo que en la mano del hombre
el puño cerrado y la mano abierta: la primera concentra las palabras, la segunda, las
amplifica». La dialéctica resulta más sutil para la discusión de los temas; la retórica
proporciona mayor elocuencia para la enseñanza de los mismos. La primera llega en
ocasiones a las escuelas; la segunda alcanza inmediatamente el foro. Aquélla encuentra
contados seguidores; ésta, frecuentemente, tiene por tales incluso al pueblo bajo. Antes
de comenzar la exposición de la Isagoge (preámbulo), acostumbran los filósofos a
formular la definición de la filosofía, con el fin de desarrollar con más facilidad las
materias que a ella pertenecen.

Sobre la definición de la filosofía


Filosofía es el conocimiento de las cosas humanas y divinas, acompañado del deseo de
llevar una vida irreprochable. Consta, según parece, de dos componentes: la ciencia y la
opinión. Se da la ciencia cuando una cosa es conocida en su auténtico fundamento; se
trata, en cambio, de opinión cuando una cosa, aún no delimitada perfectamente,
permanece desconocida y no puede darse de ella ninguna explicación definitiva. Por
ejemplo, si el sol es del tamaño que se ve, o es aún mayor que la tierra entera; o si la luna
tiene forma esférica o es cóncava; si las estrellas están fijas en el cielo o andan errantes
por el firmamento; cuál es la magnitud del cielo y de qué materia está compuesto; si
permanece quieto e inmóvil, o gira a una increíble velocidad; cuál es el grosor de la tierra
y sobre qué cimientos se mantiene suspendida y en equilibrio. Esto es puesto de
manifiesto por su nombre mismo, que quiere decir en latín «amor a la sabiduría»; pues,
en griego, philos significa «amor», y sophia, «sabiduría». Tres son las partes de la
filosofía: la primera, la natural, que en griego se llama física, en la que se aborda el estudio
de la naturaleza; la segunda, la moral, llamada ética en griego, en la que se trata de las
costumbres; y la tercera, la racional, a la que se le da el nombre griego de lógica, y que
examina de qué modo se busca la verdad en los principios de las cosas o en las costumbres
de la vida. Y es que en la física se estudian los principios de toda investigación; en la
ética, el sistema de vida; y en la lógica, el método especulativo. El primero que entre los
griegos se dedicó al estudio de la física fue Tales de Mileto, uno de aquellos siete sabios.
Este, antes que ninguno, examinó con cuidadosa atención los fundamentos del cielo y las
propiedades de las cosas naturales. Más tarde, Platón dividió la física en cuatro partes:
aritmética, geometría, música y astronomía. Sócrates fue el primero que aplicó la ética a
la corrección y arreglo de las costumbres, y orientó todo su estudio hacia el examen de
lo que es una vida honesta; y la dividió en las cuatro virtudes del alma: prudencia, justicia,
fortaleza y templanza. Por la prudencia distinguimos en las cosas lo malo de lo bueno. La
fortaleza soporta ecuánimemente las adversidades. Mediante la templanza se refrena la
lujuria y la concupiscencia. Y la justicia, aplicando un criterio correcto, permite que se
distribuya a cada cual lo suyo. Platón añadió la lógica, conocida como filosofía racional,
mediante la cual, una vez examinados los principios de las cosas y de las costumbres, se
profundiza racionalmente en los fundamentos de los mismos. La dividió en dialéctica y
retórica. Se llama lógica, es decir, racional, porque entre los griegos significa tanto
«discurso» como «razón». En estas tres partes de la filosofía se apoyan también las
Sagradas Escrituras, pues suelen tener por tema la naturaleza —como ocurre en el Génesis
y en el Eclesiastés —; o bien tratan sobre las costumbres —como en los Proverbios y en
múltiples pasajes de otros libros—; o bien abordan la lógica, en virtud de la cual nuestros
autores vindican para sí la teorética —como en el Cantar de los Cantares y en los
Evangelios—.

Asimismo, algunos doctores hicieron la siguiente definición de la filosofía en relación


con su nombre y sus partes: «La filosofía es el conocimiento probable, en cuanto le es
posible al hombre, de las cosas divinas y humanas». Y, asimismo: «La filosofía es el arte
de las artes y la ciencia de las ciencias»; e incluso: «La filosofía es la meditación sobre la
muerte», definición esta que más conviene a los cristianos, que, menospreciando las
ambiciones del mundo, con un comportamiento ejemplar, viven a semejanza de su patria
futura. La filosofía se divide en dos partes: la primera, especulativa; la segunda, práctica.
Algunos autores sostuvieron que la ciencia filosófica constaba de dos partes: una, la
especulativa; otra, la práctica. La especulativa, a su vez, se divide en tres apartados: el
primero, el natural; el segundo, el doctrinal; y el tercero, el divino. El doctrinal, por su
parte, presenta cuatro apartados: primero, la aritmética; segundo, la música; tercero, la
geometría; y cuarto, la astronomía. En cuanto a la práctica, tres son sus apartados:
primero, el moral; segundo, el relativo a la economía doméstica; y tercero, el civil. A la
especulativa se la denomina así porque, elevándonos por encima de lo visible,
contemplamos gracias a ella algo de las cosas divinas y celestiales; y ello sólo podemos
apreciarlo con la mente, ya que están muy por encima de toda mirada corpórea. La natural
es así llamada porque examina la naturaleza de cada cosa, ya que nada se produce en la
vida sin la naturaleza: cada cosa es tenida en cuenta de acuerdo con las funciones que le
asignó el Creador, a no ser que se demuestre que se ha producido un milagro por la
voluntad de Dios.

La denominamos divina cuando, con la más profunda apreciación, consideramos la


inefable naturaleza de Dios y, en menor proporción, las criaturas espirituales. Llamamos
ciencia doctrinal a la que investiga la cantidad abstracta. Recibe el nombre de «cantidad
abstracta» la que consideramos solamente con el raciocinio después de haberla separado
intelectualmente de la materia o de otros accidentes: por ejemplo, la noción de par e
impar, o nociones de este tipo. Cuatro son sus apartados: aritmética, geometría, música y
astronomía.

La aritmética es la disciplina que estudia la cantidad numérica en sí misma. La geometría


es la ciencia de la magnitud inmóvil y de las formas. La música es la disciplina que habla
de los números que tienen un cometido y se encuentran en relación con los sonidos. La
astronomía es la ciencia que examina el curso de los cuerpos celestes y las figuras todas
de los astros, y estudia con método científico la situación de las estrellas, en sí mismas y
en relación con la tierra. Por último, se denomina práctica la que adopta las cosas
propuestas a su forma de obrar. Tres son sus apartados: el moral, el relativo a la economía
doméstica y el civil. Por el moral se busca un modo honesto de vivir y se formulan normas
que conducen a la virtud. El relativo a la economía doméstica dispone sabiamente el orden
de cuanto se refiere al hogar. Mediante el civil se administra lo que es útil a toda la ciudad.

Sobre la «Isagoge» de Porfirio


Después de las definiciones de filosofía, en las que se contienen todos los aspectos
generales que abarca, expongamos ahora la Isagoge de Porfirio. La Isagoge —término
griego que significa «introducción»— es propia de aquellos que se inician en la filosofía.
Contiene la exposición de los fundamentos primeros de cualquier cosa, y es formulada
mediante una definición inequívoca y sustancial. Determinado primeramente el género,
vamos añadiendo a continuación las especies y detalles que pueden tener conexión con
ello; al mismo tiempo, delimitadas las características que son comunes, establecemos
separaciones y cotejamos las diferencias, hasta llegar a lo que es exclusivo de lo que
estamos examinando y se nos muestra en su expresión característica. Por ejemplo: «El
hombre es un animal racional, mortal, terreno, bípedo y con capacidad de reír». Cuando
se dice «género animal», se está poniendo de manifiesto la sustancia del hombre. El
hombre, evidentemente, pertenece al género animal; pero al ser ésta una definición sobre
manera vaga, se le añade la especie: es «terreno». De esta manera queda excluido que sea
aéreo o acuático. Dado que los animales están provistos de varios pies, se agrega la
diferencia: es «bípedo». Añadimos, igualmente, que es «racional», frente a los que
carecen de razón, y que es «mortal», pues no es un ángel. Separados y aislados estos
aspectos, incorporamos en último lugar lo que le es exclusivo: «su capacidad de reír»,
dado que la risa sólo es propia del hombre. Así, la definición del hombre resulta perfecta
en todos sus aspectos. Aristóteles y Tulio consideraron que una definición completa de
esta ciencia tiene que partir del género y de las diferencias. Algunos autores posteriores,
ampliando esto, dividieron la perfecta definición sustancial en cinco partes, que vienen a
ser como sus miembros: la primera, se refiere al género; la segunda, a la especie; la
tercera, a la diferencia; la cuarta, a lo que le es característico; y la quinta, a lo que le es
accidental. Así, el género, «animal», que es un término general y común a todos los seres
dotados de vida. La especie, «el hombre», característica que lo separa de los demás seres
vivos. La diferencia, como «racional» y «mortal», pues en esas dos cosas difiere el
hombre de las demás criaturas. Así, cuando decimos «racional», lo diferenciamos de los
demás seres irracionales mudos, desprovistos de inteligencia; y al añadir «mortal», lo
distinguimos de los ángeles, que desconocen la muerte. Lo característico, que «puede
reír», ya que únicamente el hombre tiene capacidad para reírse, y, excepto él, ningún otro
animal. Lo accidental, como el color en el cuerpo, o la cultura en el espíritu. Con el paso
del tiempo, estos accidentes se transforman y varían. La definición completa consta de
estas cinco partes: «el hombre es un animal, racional, mortal, que puede reír y es capaz
del bien y del mal». Del mismo modo, en toda definición sustancial debemos aducir las
especies y las diferencias, al tiempo que deben aislarse todos los aspectos que puedan ser
comunes, para llegar a lo que se considere su propiedad característica. La Isagoge la
tradujo del griego al latín el orador Victorino, y sobre ella compuso Boecio un comentario
en cinco libros.

Sobre las categorías de Aristóteles


Vienen a continuación las «categorías» aristotélicas, que en latín se denominan
«predicamentos». Mediante ellas, toda palabra encierra en sí cuantos sentidos puede
tener. Las categorías pueden ser de tres clases: equívoca, la primera; unívoca, la segunda;
y la tercera, denominativa. Es equivoca cuando un mismo nombre designa a varias cosas
diferentes, aunque su definición no es la misma. Por ejemplo, «león», que, por lo que al
nombre se refiere, puede indicar un león verdadero, un pintado o la constelación Leo; en
cambio, por lo que a la definición respecta, una será la del león verdadero, otra la del león
pintado, y muy otra la de la constelación. Es unívoca cuando un mismo nombre y
definición son propios de dos o más cosas. Por ejemplo, «vestidura», ya que tanto
«capote» como «túnica» pueden recibir el nombre y la definición de «vestidura». Por lo
tanto, se interpreta como unívoco lo que entra en el campo de lo genérico, ya que presta
el nombre y la definición a sus distintas manifestaciones. Es denominativa, es decir,
derivativa, la que recibe su nombre de otro con apenas una ligera modificación; por
ejemplo, «bueno», derivado de «bondad», y «malo», de «malicia». Diez son las especies
de categorías: sustancia, cantidad, cualidad, relación, situación, lugar, tiempo, condición,
acción y pasión. Lo que propia y principalmente se entiende por sustancia es la que ni se
predica del sujeto ni está tampoco en el sujeto, como «algún hombre», «algún caballo».
Se llaman, en cambio, «segundas sustancias» aquellas que están contenidas en las
especies que apropiadamente reciben el nombre de «sustancias» y en ellas se determinan;
por ejemplo, «Cicerón», en cuanto hombre. Cantidad es la medida. Por ella se muestra
que algo es grande o pequeño, como «largo», «corto». La cualidad indica la índole de
algo, v.gr., si es orador o campesino, si es negro o blanco. La relación es aquello que pone
en conexión una cosa con otra. Así, cuando decimos «hijo», se está también señalando al
padre. Las cosas que se relacionan inician su coexistencia al mismo tiempo. Por ejemplo,
las denominaciones de «siervo» y «señor» comienzan en el mismo instante: no se
encontrará nunca un «señor» antes de que exista un «siervo»; ni un «siervo» antes de que
haya un «señor», ya que el uno no puede existir antes de que exista el otro. El lugar indica
dónde se encuentra una cosa; v.gr. «en el foro», «en la plaza». El movimiento de lugar
puede tener seis direcciones: derecha e izquierda, adelante y atrás, arriba y abajo. Estos
seis movimientos presentan además dos circunstancias: una de situación y otra de tiempo.
De situación, como «lejos» y «cerca»; de tiempo, como «ayer, hoy». Por lo demás,
situación (situs) viene de posición (positio), como: «está en pie, sentado o acostado».
Condición o hábito deriva de habere (tener), como «tener ciencia en la mente», «fuerza
en el cuerpo» o «un vestido»; en fin, todo cuanto cae dentro del campo de la pertenencia,
delimitado por los doctores. Por último, la acción y la pasión deben entenderse a partir
del significado de persona agente o paciente. Cuando digo «yo escribo», se emplea una
voz activa, que está indicando la función de quien hace algo; en cambio, «me escribe» es
pasiva, pues pone de manifiesto que se padece la acción. En estos nueve géneros, de los
que se han aducido algunos ejemplos, y en el género mismo de sustancia —lo que el
griego llama ousia — incluyen un número ilimitado de cosas; pues todo cuanto podemos
aprehender con la inteligencia lo expresamos en términos de alguno de estos diez
«predicamentos». El siguiente ejemplo recoge todas las categorías: «Agustín, gran
orador, hijo suyo, estando en el templo, hoy adornado, disputando se fatiga». Ousia es la
sustancia o cosa propia en que se basa todo lo demás; las nueve restantes son
«accidentes». La sustancia recibe tal denominación porque «subsiste». Así el cuerpo
subsiste, y por ello es «sustancia». Los accidentes, que descansan en el sujeto subsistente,
no son sustancia, ya que por sí mismos no subsisten, sino que se alteran. Es el caso del
color o de la forma. Emanan del sujeto o residen en él; son como si dijéramos «de su
misma persona» o «en su misma persona». Cuando se afirma que emanan del sujeto, se
trata de la sustancia, y es como si se afirmara que emanan de la sustancia. En cambio,
cuando se indica que residen en el sujeto, se trata de accidentes, es decir, de cosas que se
colocan encima de la sustancia, como pueden ser la cantidad, la cualidad o la figura. En
consecuencia, del sujeto emanan los géneros y las especies; y en el sujeto residen los
accidentes. De estos nueve accidentes, tres son connaturales a la ousia, —la cantidad, la
cualidad y la situación—, pues no pueden darse al margen de ella. Independientes de la
ousia son el lugar, el tiempo y el hábito. Y a un tiempo interiores y exteriores a la ousia:
la relación, la acción y la pasión. 14. Deben su denominación de «categorías» porque no
pueden ser conocidas si no se muestran en un sujeto. Porque ¿quién podría saber qué es
un hombre si no tiene ante los ojos a un hombre que sirva de sujeto ejemplar de tal
denominación? Hay que leer con atención esta obra de Aristóteles, pues, como hemos
dicho, en estos diez «predicamentos» está contenido todo cuanto el hombre puede decir.
Aprovechará también la lectura de estos libros, cuyo contenido sirve por igual a rétores y
a dialécticos.

***

PERÍ PHÝSEOS MERISMOÛ, ESTO ES ACERCA DE LA DIVISIÓN DE LA


NATURALEZA

ACERCA DE LA PRIMERA DIVISIÓN DE TODAS LAS COSAS EN AQUELLAS


QUE SON Y AQUELLAS QUE NO SON

MAESTRO. A menudo cuando pienso y con mayor aplicación en la medida en que las
fuerzas me alcanzan me pregunto acerca de todas las cosas que o bien pueden percibirse
por el espíritu o bien superan la capacidad de este, me parece que existe una primera y
extrema división entre aquellas que son y aquellas que no son; de todas ellas surge un
vocablo general que en griego se llama physis, pero en latín, natura. ¿Acaso a ti te parece
otra cosa?
DISCÍPULO. Estoy completamente de acuerdo. Porque también yo, en tanto abordo este
camino del razonamiento, encuentro que así ocurre.
MAESTRO. Entonces natura es una denominación general, como dijimos, de todas las
cosas que son y de las que no son.
DISC. Así es. Nada pues puede estar presente en nuestros pensamientos que permita
carecer de tal palabra.
MTRO. Puesto que entre nosotros está claro el carácter general de este vocablo, quisiera
que enuncies la razón de su división en especies, por sus diferencias; o, si prefieres,
primero intentaré dividir, pero a ti te corresponderá juzgar rectamente.
DISC. Comienza, te pido. Me impaciento por escuchar de ti una razón verdadera sobre
este asunto.

ACERCA DE LA DIVISIÓN DE LA NATURALEZA


MTRO. A mi parecer, la división de la naturaleza admite cuatro especies por cuatro
diferencias, de las cuales la primera es la que crea y no es creada; la segunda, la que crea
y es creada; la tercera la que es creada y no crea; la cuarta, la que ni crea ni es creada.
Pero cuatro de aquellas se oponen de dos en dos mutuamente entre sí; pues la tercera se
opone a la primera, la cuarta a la segunda; pero la cuarta se pone entre los imposibles
cuyo ser es no poder ser. ¿Tal división te parece correcta, o no?
DISC. Sin duda es razonable. Pero quiero que expongas nuevamente la oposición de las
formas dichas antes para que se manifieste con mayor claridad.
MTRO. Ves, si no me engaño, la oposición de la tercera especie con respecto a la primera.
En efecto, la primera crea y no es creada, por lo que la que es creada y no crea se opone
desde el punto contrario. También la segunda de la cuarta, ya que la segunda es creada y
crea por lo que universalmente la cuarta la contradice porque ni crea ni es creada.
DISC. Lo veo con claridad. Pero mucho me impresiona la cuarta especie que por ti es
añadida. Pues de las otras tres de ningún modo me atrevería a dudar, porque la primera,
a mi juicio, se entendería como causa de todas las cosas que son y no son, que es Dios; a
su vez la segunda, en sus causas primordiales; la tercera, en aquellas cosas que son
conocidas en la generación, en los tiempos y lugares. Y también por esto, como veo, es
necesario discutir más detalladamente cada una de ellas.
MTRO. Lo consideras rectamente. Pero dejo a tu juicio qué orden de raciocinio deba
tener, es decir, de qué especie de la naturaleza habremos de discutir primero.
DISC. Me parece correcto exponer acerca de la primera, antes que, de las otras, todo lo
que hubiese sido dado como luz de las mentes.
MTRO. Así se haga. Pero considero que hay que hablar brevemente de la primera y
principal de todas las cosas, como dijimos, de la división entre la que son y no son.

ACERCA DE LOS CINCO MODOS DE LA PRIMERA DIVISIÓN

DISC. Con justicia lo consideras. En efecto no veo necesario comenzar el raciocinio desde
el otro origen; no sólo porque se trata de la primera de todas las diferencias sino porque
parece ser más oscura que las demás, y lo es.
MTRO. De tal modo que ella misma, la diferencia primordial, la más distinguida de todas,
requiere cinco modos de su interpretación. El primero de los cuales parece ser el mismo
por el cual la razón aconseja que todo lo que cae bajo la percepción del sentido corporal
o de la inteligencia, puede con verdad y razonablemente decirse que es, pero las cosas
que por la excelencia de su naturaleza no sólo escapan a todo sentido, sino también a todo
intelecto y razón, justamente parecen no ser. En efecto estas cosas se comprenden
rectamente sólo en Dios y en las razones y esencias de todas las cosas que fueron creadas
por Él. Y no sin mérito, Él mismo, en efecto, es la esencia de todas las cosas; el que sólo
en verdad es, como dice Dionisio Areopagita: “el ser que se dice de todas las cosas es
también la Divinidad más allá del ser”.

ACERCA DE QUE NINGUNA ESENCIA O SUSTANCIA PUEDE SER ENTENDIDA


POR SÍ MISMA

Así como el mismo Dios que subsiste en sí mismo más allá de toda creatura no es
comprendido por ningún intelecto, así considerado en el secretísimo corazón de la
creatura por Él hecha y en Él existente es también incomprensible. En efecto, aquello que
se percibe en toda creatura ya sea con el sentido corpóreo o bien con el intelecto, se
considera que no es otra cosa sino cierto accidente para cada esencia por sí misma
incomprensible, como se dijo. Porque de ella se conoce o por la cualidad, o por la
cantidad, o por la forma o la materia o cierta diferencia o el lugar o el tiempo, no qué es
sino el hecho de que es. Por consiguiente, ese modo primero y supremo es el de la división
de aquellas cosas que se dice que son y que no son. Porque, como pienso, de ninguna
manera debe aceptarse lo que parece ser en cierto modo, lo que se constituye en las
privaciones tanto de las sustancias como de los accidentes. Así pues, lo que
profundamente no es ni puede ser, ni supera al intelecto por la eminencia de su existencia,
no veo en qué modo pueda ser aceptado en la división de las cosas, a menos, quizá, que
alguien haya dicho que las ausencias y privaciones de las cosas que existen no son
completamente nada, sino que están contenidas por cierta admirable virtud natural de
aquellas cuyas privaciones o ausencias están para que de algún modo existan.
Véase entonces el segundo modo de ser y no ser que se considera en los órdenes y
diferencias de las naturalezas creadas; el cual, comenzando desde la fuerza intelectual
excelsísima y constituida próxima a Dios, desciende hasta la extremidad de la creatura
racional e irracional; esto es, para decirlo con más claridad, desde el más sublime ángel
hasta la parte extrema del alma racional e irracional, digo la vida nutritiva y aumentativa,
que es la última parte general del alma, puesto que nutre y aumenta el cuerpo. Donde por
un modo admirable de la inteligencia cada orden, con el mismo en último lugar hacia
abajo, que es propio de los cuerpos, y en el que toda división se termina, puede decirse
que es y que no es. En efecto la afirmación de lo superior es la negación de lo inferior.
Asimismo, la negación de lo inferior es la afirmación de lo superior. Del mismo modo la
afirmación de lo superior es la negación de lo inferior. A su vez la negación de lo superior
será la afirmación de lo inferior. Ciertamente, la afirmación del hombre, me refiero
todavía al mortal, es la negación del ángel, pero la negación del hombre es la afirmación
del ángel: y viceversa. Si en efecto el hombre es un animal racional, mortal, visible, en
realidad el ángel no es animal racional ni mortal ni visible. Por su parte si el ángel es
esencial movimiento intelectual alrededor de Dios y de las causas de las cosas, en realidad
el hombre no es movimiento intelectual alrededor de Dios y de las causas de las cosas.
La misma regla puede observarse en todas las esencias celestes hasta el momento que se
alcance el orden supremo de todas las cosas; ciertamente Él mismo se determina en la
negación suprema, porque de su negación no se confirma ninguna creatura superior a ella.
[…]
El tercer modo no incongruentemente indaga en aquellas cosas por las cuales se realiza
la plenitud de este mundo visible, y en sus precedentes causas, en las profundidades
secretísimas de la naturaleza. Pues lo que de estas mismas causas se conoce por la
generación en la materia y forma en tiempos y lugares, se dice que es por cierta costumbre
humana. Pero lo que hasta aquí es contendido en las profundidades mismas de la
naturaleza y no aparece en la forma o la materia, o en el lugar o en el tiempo y en los
restantes accidentes, por la misma costumbre ya mencionada se dice que no es. Los
ejemplos de este tipo se muestran ampliamente y en grado sumo en la naturaleza humana.
En efecto, cuando Dios constituyó simultáneamente a todos los hombres en aquel primero
y único que hizo a su imagen no los produjo simultáneamente para este mundo visible,
sino que, a la naturaleza, que había creado simultáneamente la conduce en un determinado
orden a la esencia visible en lugares y tiempos ciertos, que Él mismo conoce, los que
ahora aparecen y los que ya aparecieron visiblemente en el mundo, se dice que son, pero
los que ahora están ocultos o sea los que pertenecen al porvenir, se dicen que no son.
Entre el primer modo y el tercero dista esto: el primero concierne generalmente sobre
todas las cosas que simultáneamente y en cada una de ellas fueron hechas en sus causas
y efectos.
El tercero especialmente en las cosas que en parte todavía están escondidas en sus causas
y en parte se manifiestan en sus efectos, en los cuales precisamente se encadena este
mundo. A este modo pertenece aquella razón que considera la fuerza de las semillas, tanto
en los animales como en los árboles y en las hierbas. La fuerza de las semillas por el
tiempo en que permanece en silencio en los secretos de la naturaleza, porque aún no
aparece, se dice que no es. Pero cuando aparece en los animales que nacen y crecen, o en
las flores o frutos y hierbas se dice que son.
El cuarto modo es el que según los filósofos y no de manera improbable, afirma que
solamente las cosas que son comprendidas por el intelecto verdaderamente son, pero las
que varían, se unen, desligan a través de la generación, por distensiones de la materia, o
detracción de los lugares y también por los movimientos de los tiempos, ciertamente se
dice que no son, como son todos los cuerpos que pueden nacer y corromperse.
El quinto modo es el que la razón observa en la sola naturaleza humana; la cual cuando
abandonó pecando la dignidad de la imagen divina en la que con propiedad se sustentó,
con merito perdió su ser y por consiguiente se dice que no es. Pero cuando, restaurada
por la gracia del hijo unigénito de Dios, es conducida al prístino estado de su substancia,
en la que fue creada según la imagen de Dios, comienza a ser, y en él, ya que fue creada
según la imagen de Dios, comienza a vivir. A este modo parece que pertenece lo que dice
el Apóstol: y llama a las cosas que no son, tanto como las que son; esto es, a los que se
perdieron en el primer hombre, y cayeron a una cierta insubsistencia, Dios Padre los
llama por la fe en su Hijo para que sean […]

3. La Imagen

En esta imagen se encuentra una de las doctrinas por las que Juan Escoto de Erígena fue
condenado: el alma del mundo o anima mundi. Una vez más representada en una figura
femenina. La naturaleza sublunar posee una especie de esencia inteligente que ordena y
dispone todos los procesos naturales. Si ven la figura, el alma del mundo sostiene la
división de los seres: vegetales, animales, y el ser humano racional. Y esta rodeada de la
complejidad de los elementos que circulan alrededor de ella: el agua, el fuego, el aire, la
tierra. Esta especie de Gaia medieval competía con la concepción de un ser creador,
omnipotente y omnisciente que definía la historia de la salvación humana, compitiendo
en cierto modo con la fidelidad espiritual del ser humano. En estas distinciones de la
imagen están las descritas por Juan Escoto: lo que es, lo visible, lo concebible, lo
observable en nosotros mismos.

4. Preguntas

1. Exponga la definición Isidoriana de filosofía y compárela con la dialéctica ¿Cuál


es la relación entre las dos?
2. Que significa la etimología discere/scire según Isidoro, relaciónela con alguna de
las disciplinas de las artes liberales.
3. Exponga la importancia filosófica de los tratados lógicos Isagoge y las Categorías.
4. Exponga las divisiones que expone Escoto ¿Cuál guarda más relación con la
actividad filosófica?

5. Otros textos (también deben ser estudiados, elija al menos uno)

Ana Isabel Magallón García, “Artes liberales y grammatica desde Isidoro a Juan Gil de
Zamora”, Estudios de Latín Medieval Hispánico: Actas del V Congreso Hispánico de
Latín Medieval, Barcelona, 7-10 de septiembre de 2009 / coord. por José Martínez
Gázquez, Óscar de la Cruz Palma, Cándida Ferrero Hernández, 2012, págs. 179-192
https://www.researchgate.net/publication/290436991_ARTES_LIBERALES_Y_GRA
MMATICA_DESDE_ISIDORO_A_JUAN_GIL_DE_ZAMORA

Agnieszka Kijewska, El fundamento del sistema de Eriúgena, Anuario filosófico, ISSN


0066-5215, Vol. 33, Nº 67, 2000 , págs. 505-532.
https://dadun.unav.edu/handle/10171/448

Ludueña, E. (2012). El lugar de Juan Escoto Eriúgena en el programa filosófico de


Bertoldo de Moosburg. Studium. Filosofía Y Teología, 15(29), 223-239.
https://revistas.unsta.edu.ar/index.php/Studium/article/view/511

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