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DIARIO CLÍNICO

7 de enero, 1932

La insensibilidad del analista


(manera afectada de saludar, exigencia formal de "decir todo", supuesta atención flo-
tante que no siempre lo es y que ciertamente no es apropiada a las comunicaciones de los
analizantes, plenos de sentimientos cuya expresión les presenta generalmente muchas dificul-
tades) tiene por efecto: 1) que el paciente se sienta ofendido por la falta o la insuficiencia del
interés; 2) como no quiere pensar mal de nosotros ni considerarnos desfavorablemente, busca
la causa de esta no-reacción en sí mismo, es decir, en la cualidad de lo que nos ha comunica-
do; 3) finalmente, duda de la realidad del contenido que estaba anteriormente tan próximo al
sentimiento.
Así "retroyecta", podría decirse, introyecta la reprobación dirigida contra nosotros. En
realidad, el reproche se enuncia así: ¡usted no me cree! ¡No toma en serio lo que yo le comu-
nico! ¡No puedo admitir que permanezca ahí sentado, insensible e indiferente, mientras yo
me esfuerzo en imaginarme algo trágico de mi infancia! La reacción a esta acusación (que el
paciente jamás expresa espontáneamente y que debe ser adivinada por el médico) no puede
ser otra que considerar de manera crítica, y según lo que acabo de adelantar, el propio com-
portamiento y la propia actitud emocional, y admitir la posibilidad, incluso la realidad, de que
se esté experimentando fatiga, monotonía, o aun aburrimiento. El interés aumenta considera-
blemente después de tal quid pro quo: el tono y los gestos se vuelven más naturales, los inter-
cambios más ligeros, las preguntas y respuestas más naturales y fecundas...
La naturalidad y la honestidad del comportamiento (Groddeck, Thompson) constitu-
yen la atmósfera más adecuada y más favorable a la situación analítica; la actitud que consis-
te en aferrarse desesperadamente a una posición fundada sobre la teoría será muy rápidamen-
te reconocida por los pacientes que, en lugar de decírnoslo (o de decírselo), utilizan nuestra
particularidad técnica o nuestra manera unilateral de ver, para impulsarnos al absurdo. Re-
cuerdo por ejemplo el caso de N.G. que no cesaba de hablarme de su execrable gobernanta
que, aun siendo muy gentil con ella, no abandonaba jamás la posición pedagógica a pesar de
la intimidad de su vida en común. Anteriormente, la paciente había tenido una niñera que se
había comportado siempre con naturalidad. Estoy convencido de que el fracaso relativo de
este análisis puede ser vinculado a la no percepción de esta situación. Si yo hubiera compren-
dido sus acusaciones y quejas ocultas y modificado mi comportamiento en consecuencia, la
paciente no hubiera estado obligada a repetir inconscientemente, en su comportamiento a mi
respecto, la actitud obstinada de su infancia. Lo trágico de su caso residió pues en su incapa-
cidad de soportar el comportamiento rígido y en parte hipócrita de sus padres, preceptores y
médicos.
La sujeción rígida a la técnica de frustración llevó a mi Griego a hacer esta proposi-
ción: quizás debería, para acelerar la cura, intentar renunciar a comer, lo que hizo efectiva-
mente. Durante siete días enteros no probó bocado, y quizás hubiera llevado la experiencia
hasta el suicidio si yo no le hubiera levantado la medida. Es verdad que esto no lo hice sino
antes de que fuera más lejos proponiéndose también dejar de respirar. Estos casos extremos
me forzaron luego a suavizar sustancialmente mi "actividad". Es cierto que debí darme cuenta
entonces de que con el principio de relajación (pasividad), que comenzaba a predominar en
mí como reacción a la actividad, también se podían hacer experiencias desgraciadas. Los pa-
cientes comienzan a abusar de mi paciencia, se permiten cada vez más cosas, poniéndonos en
grandes dificultades y causándonos no pocas molestias. Es solamente después de haber detec-
tado esta tendencia y después de haberla manifestado como tal al paciente que desaparece el
obstáculo artificial creado por nosotros mismos. En todo caso, estos desaciertos y su repara-
ción tienen generalmente por consecuencia proporcionar un motivo y una ocasión de sumer-
girse profundamente en conflictos similares, mal resueltos en su momento. Por ejemplo, el
caso de Dm., una dama que "obediente" a mi pasividad, se permitía cada vez más libertades
y, en ocasiones, me besaba. Siendo que esto fue autorizado sin resistencia, como algo permi-
tido en análisis, y a lo sumo comentado teóricamente, ocurrió que ella hizo la siguiente obser-
vación, como al pasar, en un grupo de pacientes que estaban siendo analizados por otros: "yo
puedo besar a papá Ferenczi siempre que quiero". Al principio, traté el desagrado que se sus-
citó con una total ausencia de afecto en lo que concierne a este análisis. Pero entonces la pa-
ciente comenzó a ponerse en ridículo de manera, podría decirse, ostentosa, en su comporta-
miento sexual (en reuniones mundanas, bailando). Fue solamente la comprensión y el recono-
cimiento de la falta de naturalidad de mi pasividad, lo que la restituyó a la vida real en la que
debe tomar en cuenta las resistencias sociales. Al mismo tiempo, se hizo evidente que acá
también se trataba de un caso de repetición de una situación padre-niña: cuando era niña su
padre, que no se dominaba, abusó sexualmente de ella, siendo inmediatamente calumniada
por su padre, manifiestamente a causa de la mala conciencia y de la angustia social de este.
La hija debió vengarse de su padre de manera indirecta, con el fracaso de su propia vida.
Seguramente, también el comportamiento natural del analista ofrece puntos de ataque
para la resistencia. La consecuencia extrema fue extraída por esa paciente que planteó como
exigencia que también el paciente tuviera el derecho de analizar a su analista. En la mayor
parte de los casos esta exigencia pudo ser satisfecha en la medida que:
1) ¡Se admitieron teóricamente las posibilidades del propio inconsciente!
2) Se llegó incluso a contar fragmentos del propio pasado.
En un caso, esta comunicación de los contenidos psíquicos propios evolucionó efecti-
vamente hacia una especie de análisis mutuo del que yo también, el analista, extraje gran pro-
vecho. En verdad, esto me dio la ocasión de expresar ideas y opiniones concernientes al pa-
ciente que, de otro modo, no hubieran llegado jamás a sus oídos, por ejemplo, intenciones
desagradables de naturaleza moral o estética, o una opinión relativa a la paciente que yo ha-
bía escuchado en otra parte, etc. Si podemos enseñar al paciente a soportar todo esto, enton-
ces lo ayudamos a soportar mejor todas las cosas, y aceleramos su desprendimiento del análi-
sis y del analista, del mismo modo que la transformación en rememoración de las tendencias
repetitivas que no quieren cambiar.
10 de enero, 1932

Pensar con el cuerpo, como en la histeria


Quizás podamos encontrar un acceso al "salto inexplicable en lo corporal" tal como el
que caracteriza a la histeria. Punto de partida: una conferencia del doctor M.B. en la que dis-
tingue erotismo y educabilidad (capacidad de adaptación); las funciones puramente yoicas
(de utilidad) serían no eróticas (respiración-pulsaciones cardíacas). Los órganos en vías de
adaptación (los productos más recientes del desarrollo) son eróticos. La histeria es la regre-
sión del erotismo a los órganos que antiguamente sólo sirvieron a las funciones del Yo; se ve-
rifica lo mismo en las enfermedades corporales de órgano.
La oposición entre funciones utilitarias y funciones de placer, la deserotización pro-
gresiva de las funciones de los órganos y la transferencia del erotismo a un órgano particular,
han sido descriptas en detalle en la teoría de la genitalidad 1, y estudiadas a fondo en relación
con la ontogénesis; pero más allá de esto, era verdaderamente provechoso retomar este tema
y examinar los paralelos filogenéticos de este proceso, paralelos que sólo habían sido esboza-
dos en la teoría de la genitalidad.
Esta conferencia es entonces una nueva ocasión de relacionar más estrechamente la
1
Véase Thalassa.
cuestión de lo físico y lo psíquico en general. Hagamos una tentativa; se podría formular la
oposición entre los dos, también de la manera siguiente: en mecánica, hay causas, es decir,
fuerzas que empujan desde el exterior, que provocan cambios, mientras que lo psíquico es
gobernado por motivos. El motivo principal es el mantenimiento de una situación de reposo,
alcanzado de una manera u otra, por consiguiente, resistencia a todo cambio de esta situación,
y la tendencia, la necesidad imperiosa, la voluntad de mantener alejada la perturbación. Sin
embargo, la motivación supone capacidades que sólo podemos describir como intelectuales:
percepción de una situación de trastorno, de displacer, y desarrollo de una fuerza dirigida a
hacer cesar el displacer. Una analogía más profunda conduciría a las ideas modernas sobre la
energía y la materia. La sustancia inorgánica y orgánica es un enlace sólidamente organizado
de energías, tan sólidamente organizado que ni siquiera lo alcanzan estimulaciones perturba-
doras poderosas, es decir, que no experimenta motivos para cambiar. Las sustancias están,
por así decir, tan seguras de su fuerza y solidez, que los acontecimientos ordinarios del mun-
do pasan a su lado sin que sean incitadas a intervenir, ni siquiera a acordarles interés. Pero,
del mismo modo que fuerzas exteriores muy poderosas pueden hacer estallar incluso sustan-
cias fuertemente organizadas, por ejemplo, hacer explotar los átomos, mientras se instala na-
turalmente la necesidad de un deseo ardiente de nuevo equilibrio, del mismo modo puede
ocurrir en los seres humanos, en ciertas condiciones, que la sustancia (orgánica, quizás tam-
bién inorgánica) encuentre y mantenga la cualidad psíquica que no ha sido utilizada desde
tiempos inmemoriales. En otros términos, la capacidad de ser movilizado por motivos, es de-
cir, el psiquismo, sobrevive también, virtualmente, en las sustancias y, aunque inactivo en
condiciones normales, puede reanimarse en ciertas condiciones anormales. El hombre es un
organismo con órganos diferenciados para las funciones psíquicas necesarias (trabajo de los
nervios y del espíritu). En los momentos de gran angustia, frente a los cuales el sistema psí-
quico no está a la altura de la situación, o cuando estos órganos especiales (nerviosos y psí-
quicos) son destruidos con violencia, se despiertan fuerzas psíquicas muy primitivas que son
las que intentan controlar la situación perturbada. En esos momentos en que el sistema psí-
quico falla, el organismo comienza a pensar.
Veamos un ejemplo: alguien sufre, en su infancia, una agresión sexual de un gigante
violento. Durante un cierto tiempo, todas las fuerzas psíquicas están en estado de alarma;
aunque inútiles, se hacen todos los esfuerzos posibles para liberarse de esta violencia brutal
(resistir, gritar, experimentar por un breve tiempo emociones todavía conscientes de odio, de
sed de venganza, etc.), pero cuando el peso del hombre sobre el niño se hace cada vez más
"insoportable" y en particular cuando las ropas del agresor obstruyen despiadadamente las
vías respiratorias provocando una extrema falta de aire, desaparece toda sensación, sea la de
la presión, la de la herida genital, el saber concerniente a la causa y los antecedentes de la si-
tuación penosa; toda la fuerza psíquica disponible se concentra en el cumplimiento de una
única tarea: procurar aire a los pulmones de una manera o de otra. Pero aun esta tarea se hace
progresivamente cada vez más difícil de realizar. Aparecen entonces, seguramente como con-
secuencia del envenenamiento por el gas carbónico, violentos dolores de cabeza y sensacio-
nes de vértigo. (En la reproducción analítica, lo mismo que en las reproducciones nocturnas
de la pesadilla, este estadío es acompañado por un ritmo respiratorio de Cheynes-Stokes típi-
co. Los músculos son extendidos al máximo, después completamente relajados, el pulso es
acelerado e irregular).
El otro punto que retiene la atención es el corazón. La lentificación de la actividad
cardíaca se hace consciente y se intenta influir la actividad circulatoria, normalmente invo-
luntaria, por un esfuerzo voluntario. Al hacer esto, generalmente el displacer aumenta tan in-
tensamente que el paciente se alarma. Sin embargo, si logramos que permanezca en la situa-
ción de displacer, esto conduce a veces a una nueva fase: el displacer se trastoca en sensación
maníaca de placer, como si el paciente hubiera logrado sustraerse completamente a las sen-
saciones penosas en tanto tales. En la medida en que conseguimos mantener el contacto con
el paciente aun en este estado, advertimos que casi no se preocupa de su respiración ni de su
corazón, ni tampoco de la conservación de su vida en general, que incluso considera la des-
trucción y la mutilación con interés, como si ya no se tratase de él, como si fuese a otro ser al
que estos sufrimientos le fuesen infligidos. El paciente explica su hilaridad a partir de la dife-
rencia entre el sufrimiento colosal y la incapacidad en que se encuentra en adelante el agresor
para infligirle un sufrimiento, incluso desplegando con un máximo de fuerza sus energías
destructivas. (En la medida en que el motivo de la agresión era en el agresor el sadismo, la
venganza contra el sádico es obtenida efectivamente por la aparición de la insensibilidad: ya
no le puede infligir sufrimiento al cuerpo muerto, insensible, y debe experimentar su impo-
tencia.)
Pero cuando las fuerzas primarias intelectuales han sido despertadas, es decir, una vez
que la necesidad de recurrir a ellas se ha presentado, no es fácil hacer desaparecer otra vez
esta función primaria. Expresado en términos psicológicamente comprensibles, esto significa:
es imprudente organizarse en función de lo que es normal y soportable en el mundo circun-
dante; vale más fiarse de las propias fuerzas primarias, de lo que resulta que a partir de ese
momento, aunque se trate de heridas poco importantes (de naturaleza corporal y psíquica), ya
no se reacciona por medidas aloplásticas del sistema nervioso y del psiquismo, sino de nuevo
por la transformación histérica, autoplástica (formación de síntomas).
Otra analogía: si la sustancia, en sueño desde el punto de vista psíquico, es rígida, si el
sistema nervioso y el psiquismo presentan, al contrario, una capacidad de adaptación fluida,
entonces se podría designar al cuerpo reaccionando histéricamente como semifluido, es decir,
como una sustancia cuya rigidez y uniformidad anteriores han sido parcialmente resueltas en
psiquismo listo a adaptarse. Estas "semi-sustancias" tendrían entonces ese carácter extraordi-
nario y aun maravillosamente agradable de ser al mismo tiempo cuerpo y espíritu, es decir, de
expresar en las transformaciones de su estructura o de sus funciones, deseos, sensaciones de
placer-displacer, y aun pensamientos complicados (lenguaje de los órganos).
Es posible que un proceso interno complicado, incluso introducido por vía neuro-psí-
quica -por ejemplo, en el caso citado más arriba, la tentativa de controlar una situación muy
penosa- sea bruscamente abandonado y resuelto de manera autoplástica, mientras se produce
la regresión de los psiquismos especializados a las fuerzas psíquicas primarias; es decir, que
se encuentra transformado en una modificación de sustancia y se expresa por medio de esta.
El momento del abandono total del control exterior (aloplástico) y de la instauración de la
adaptación interna (en el curso de la que se hace concebible reconciliarse incluso con la des-
trucción del Yo, es decir, con la muerte en tanto forma de adaptación), será experimentada in-
teriormente como un parto (?), una liberación. Probablemente ese momento signifique para el
ser humano el abandono de la autoconservación para encontrar lugar en un estado de equili-
brio superior, quizás universal.
En todo caso, esta línea de pensamiento abre una vía hacia la comprensión de una in-
teligencia sorprendente del inconsciente, en esos momentos de gran angustia, peligro de
muerte o agonía. Ver también los casos frecuentemente citados de clarividencia.
12 de enero, 1932

Caso de esquizofrenia progresiva (R.N.)


(1) El primer shock se produjo a la edad de un año y medio (promesa de un adul-
to, pariente próximo, de "algo bueno", y en lugar de esto, drogada y violada). En el momento
de desvanecerse, repentina percepción de dolor, sentimiento de decepción y angustia totales,
quizás también sentimiento temporario de la ineficacia de todo recurso a su propia voluntad,
es decir, un sentimiento penoso de sugestibilidad. Persistencia de ese estado de semi-atonta-
miento, probablemente, en lo más profundo de ella, deseo de no vivir; sin embargo, bajo el
efecto de sugestiones, continúa llevando la existencia normal de una colegiala, en otros térmi-
nos, una doble vida artificial con una represión completa de sus propias tendencias y senti-
mientos.
(II) A la edad de cinco años, nueva agresión brutal, órganos genitales artificialmente
dilatados, sugestión insistente de mostrarse sumisa respecto a los hombres; administración de
tóxicos estimulantes. Más adelante (quizás bajó el efecto del shock reciente y de la tentativa
de adaptación renovada) rememoración repentina de los sucesos del segundo año de vida, im-
pulsión al suicidio, probablemente también sentimiento de morir (agonía) antes de que las ac-
ciones sugeridas fuesen realizadas. La enormidad del sufrimiento, la angustia, la ausencia de
esperanza de toda ayuda exterior, impulsan hacia la muerte; pero después de la pérdida o del
abandono del pensamiento consciente, los instintos vitales organizadores ("orfa") se despier-
tan, ubicando la locura en el lugar de la muerte. (Estas mismas fuerzas "órficas" parecen ha-
ber estado ya presentes en la época del primer shock.) El resultado del segundo shock es una
nueva "dislocación" de la individualidad. La persona está constituida en lo sucesivo por los
fragmentos siguientes:
1) Un ser que sufre de una manera puramente psíquica en su inconsciente, el niño pro-
piamente dicho, de quien el Yo que vigila no sabe nada. Este fragmento no es accesible mas
que en el sueño profundo, un trance profundo, después de un esfuerzo o un agotamiento exce-
sivo, por lo tanto, en una crisis neurótica (histérica). El analista sólo puede entrar en contacto
con esta parte, el afecto reprimido puro, con gran dificultad y respetando reglas de conducta
absolutamente especiales.
Esta parte se comporta como un niño desfalleciente que no sabe nada de sí mismo,
que no hace más que gemir y al que es necesario auxiliar psíquicamente, a veces físicamente.
Si no se hace esto con una creencia total en la realidad del proceso, toda la fuerza persuasiva
y la eficacia del auxilio fallarán. Sin embargo, si el analista tiene esa convicción y, en conse-
cuencia, los sentimientos de simpatía por la persona que sufre, se puede tener éxito en condu-
cir, por medio de preguntas prudentes (que la impulsen a pensar), la fuerza de pensar y la
orientación de este ser hasta el punto en que pueda hablar y recordar algo de las circunstan-
cias del shock.
2) Un ser singular, para quien la conservación de la vida tiene una importancia "coûte
au coûte"2 (orfa). Este fragmento juega el papel de un ángel guardián, suscita alucinaciones
de cumplimiento de deseos, fantasías de consuelo; anestesia la conciencia y la sensibilidad
contra sensaciones que se hacen intolerables. En el caso del segundo shock, esta parte mater-
nal sólo pudo ayudar expulsando toda vida psíquica fuera del cuerpo, sufriendo de manera
inhumana.
3) Desde el segundo shock, nos encontramos con una tercera parte sin alma de la per-
sona, es decir, el cuerpo ahora sin alma, y cuya mutilación no es en absoluto percibida, o es
considerada como algo que le ha ocurrido a otro ser, mirado desde afuera.
(III) El último gran shock vino a golpear a esta persona, ya escindida en tres partes, a
la edad de once años y medio. A pesar de la precariedad de esta tripartición, se estableció una
forma de adaptación a la situación aparentemente insoportable. Estar sometida a la hipnosis y
al abuso sexual se convirtió en el esquema de su vida. Como si la repetición constante de un
ritmo, por penoso que fuera, es decir, la facilitación de una vía, fuera suficiente para que lo
penoso pareciera menos penoso. Pero también el sentimiento inconsciente de que detrás de la
tortura por el adulto se ocultaban intenciones afectuosas, por deformadas que estuvieran, es
decir, la percepción de elementos libidinales aun en el sadismo. Finalmente, el hecho de que
el adulto observe y aprecie las realizaciones de la niña, etc.: la combinación de estos factores
y de otros más, incompletamente revelados hasta ahora, han podido instaurar un estado de
equilibrio, por precario que sea.
2
En francés en el texto: cueste lo que cueste.
En esta situación, el abandono repentino de su verdugo le cayó como un rayo. El he-
cho de haber sido privada de toda espontaneidad hacía imposible una adaptación razonable, o
incluso regocijarse con nuevas posibilidades. La situación se agravó entonces por cuanto el
padre, antes de la separación, a modo de adiós se podría decir, maldijo a la niña, es decir, uti-
lizó lo que le quedaba de influencia para imprimir indeleblemente en la niña la conciencia de
su propia deshonra, de su falta de valor y de su abyección. Hasta la infatigable Orfa se volvió
impotente, buscó incluso impulsar el suicidio, y cuando esto le fue impedido, la única forma
de existencia que quedaba era la atomización completa de la vida psíquica. (Volverse com-
pletamente loca; estupor catatónico alternando periódicamente con el terror, alucinaciones y
una confusión de impresiones mnésicas mezcladas de manera caótica que provenían del pasa-
do.)
Esta erupción, a la manera de una corriente de lava, terminó por una “incineración”
completa, una especie de ausencia de vida. La vida del cuerpo, sin embargo, forzada a la res-
piración y a la pulsación, evocó a Orfa que, en su desesperación, también se había hecho ami-
ga de la muerte, y tuvo éxito, como por milagro, en resucitar a este ser dislocado hasta los
átomos, es decir, crear una suerte de psique artificial para el cuerpo obligado a vivir. A pri-
mera vista, el "individuo" consiste en estas partes: (a) en superficie, un ser viviente capaz, ac-
tivo, con un mecanismo bien, incluso demasiado bien ordenado, (b) detrás de éste, un ser que
no quiere saber más nada de la vida, (c) detrás de este Yo asesinado, las cenizas de la enfer-
medad mental anterior, reavivadas cada noche por los fuegos del sufrimiento; (d) la enferme-
dad misma, como una masa afectiva separada, inconsciente y sin contenido, resto del ser hu-
mano propiamente dicho.
17 de enero, 1932

Análisis mutuo y limites de su aplicación.


Punto de partida: las fases de desarrollo de la técnica.
a) Catarsis original, precauciones en consecuencia y actitud impersonal.
b) Fracasos y éxitos incompletos, impulso hacia un cambio; aumento de la tensión (te-
rapia activa); efecto nocivo de la severidad excesiva. Ensayo con la pasividad, la relajación;
consecuencias extremas: caída de la autoridad, provocaciones ("¿cuál será el límite de la pa-
ciencia?"), sentimiento de llegar al absurdo.
c) Reconocimiento de lo que hay de artificial en los comportamientos del analista; ad-
mitir, en principio, emociones tales como la irritación, el displacer, la fatiga, "mandar todo al
diablo", y finalmente también las fantasías libidinales y lúdicas. Resultado: el paciente se
vuelve más natural, más agradable y más sincero.
d) R.N. reclama un análisis metódicamente conducido, como la única medida de pro-
tección posible contra la tendencia percibida en mí de matar o de torturar a los pacientes. Al
principio, una oposición violenta de mi parte: la paciente podría abusar de la situación, hacer
vano todo autoanálisis en el sentido proyectivo; analizarme a mí en lugar de ella. De manera
sorprendente, todo ocurrió de otro modo: la actitud adoptada por el analista hizo posible, del
lado del analizante, decirlo todo sin precauciones y sin diplomacia, todo lo que anteriormente
había retenido (por respeto a su sensibilidad); en la sesión analítica "correcta" que siguió, to-
dos los afectos hasta entonces reprimidos hicieron su aparición.
Naturalmente, lo que impresionó más intensamente a mi paciente fue mi reconoci-
miento de antipatías personales y físicas, mi confesión de que mi actitud amistosa anterior ha-
bía sido exagerada. La urbanidad, es decir la destrucción de todas las esperanzas de una con-
tratransferencia real, más allá de lo profesional. Al primer aflujo de afectos en la paciente
(deseo de morir, ideas de suicidio, huida), sucede, bastante curiosamente, un relativo aplaca-
miento y progresos en el trabajo: la atención se libera, en cierta medida, de las fantasías exa-
geradas y se vuelve hacia dos realidades: la realidad en el pasado y las posibilidades de reali-
dad en el porvenir. Todo ocurre como si el hecho doloroso de tener que soportar la pérdida de
la contratransferencia hubiera acorazado a la paciente para soportar el displacer, aquel que la
había conducido en el pasado a la represión y a una parálisis de tipo fóbico en relación al por-
venir.
Otro problema que no está todavía resuelto aquí, está ligado al hecho de admitir la po-
sibilidad de una transferencia positiva. En cualquier caso, admitirlo y discutirlo constituyen
aquí también, en cierta medida, una protección contra su exageración. Toda clase de secreto,
sea de naturaleza positiva o negativa, vuelve al paciente desconfiado; observa la presencia de
afectos a partir de pequeños signos (manera de saludar, apretón de manos, tono de la voz,
grado de vivacidad, etc.), pero no puede evaluar la cantidad y la importancia: revelarlos con
sinceridad le permite tener contra-reacciones y tomar contramedidas con mayor seguridad.
¿El analista así analizado puede y debe ser totalmente franco desde el comienzo? ¿No
debe considerar en qué medida el paciente es digno de confianza, tener en cuenta su grado de
comprensión y lo que es capaz de soportar? Por el momento, tengo cuidado en ejercer una
cierta prudencia, a saber, no cedo más que en la medida en que aumenta la capacidad de tole-
rancia del paciente. Ejemplo: situación financiera desesperada; ya han cesado todos los pa-
gos; después también se anula la deuda. En una ocasión anterior, una proposición impruden-
te: ofrecer ayuda financiera en caso de necesidad. (Seguido poco después por una oposición
interior, ligada al sentimiento: no es necesario dejarse devorar por el paciente.) Resultado ne-
gativo posible: apoyándose en esta promesa, el paciente descuidó poner en marcha todas las
energías y posibilidades reales de las que disponía; al mismo tiempo, buscó obtener una ayu-
da material (dinero) en lugar de ayuda analítica. Otro resultado negativo: irritación interior
contra el paciente que éste capta pero no comprende. Después de una franca discusión, au-
mento de la confianza, reconocimiento de la benevolencia manifiesta, deducida su exagera-
ción y reforzamiento frente al displacer ya evocado.
Ahora, algo "metafísico". Muchos pacientes tienen el sentimiento de que una vez al-
canzada esta especie de paz mutua, la libido, liberada de todo conflicto, tendrá, sin otro es-
fuerzo intelectual o de explicación, un efecto "curativo". Me piden que no piense demasiado,
sino que simplemente esté allí; que no hable tanto y que no haga esfuerzo; en realidad podría
incluso dormir. Los dos inconscientes se ayudarán mutuamente de esta manera: incluso el
"healer"3 recibe algo tranquilizante de aquel que cura, y viceversa. Ambos otorgan importan-
cia a la idea de tomar en un sentido sustancial este flujo mutuo, y no explicarlo sólo sobre el
plano psicológico; ambos tienen representaciones absolutamente idénticas sobre el hecho de
que el odio y la enemistad (en particular en los primeros años de la infancia) sustraen energía
vital a la personalidad e incluso pueden llegar a destruirla completamente (shock, angustia y
sus efectos paralizantes). Al fin de cuenta, la capacidad de pensar puede ser dañada por tal
presión o tales golpes. La psique, fragmentada o atomizada por el traumatismo, se siente
como rodeada de una sustancia adhesiva por el amor, purificada de toda ambivalencia que
fluya hacia ella; los fragmentos se aglomerarán en unidades más grandes; de hecho, toda la
personalidad puede converger en la reunión (homogeneidad).
Desgraciadamente, al fin de la sesión estas adquisiciones se destruyen de nuevo en
gran medida. ¿La falla reside en que la fuerza de la imaginación ha supuesto en nosotros más
amor que el que efectivamente podemos dar? ¿No es necesario incriminar, por esta repetición
penelopeana de construcción y destrucción, al hecho de que una vez terminada la sesión, des-
pachamos simplemente al paciente? Es indispensable tener una explicación sobre esto, que
puede de este modo remediarse. En todos los casos, nuestro objetivo debe ser llevar al pa-
ciente a que se contente con las posibilidades reales, aunque fuertemente mitigadas (actitud
amistosa, benevolencia), lo que significa aceptar también como forma adecuada para reunifi-
car los pedazos y curar, esta solución libidinal un poco diluida.
3
En inglés en el texto: curador.
Confesión subjetiva: esta libre discusión con los pacientes proporciona al analista una
especie de liberación y de alivio, comparado a las prácticas, por así decir, crispadas y fatigan-
tes en vigor en la actualidad. Si, por otra parte, logramos conquistar la benevolencia del pa-
ciente que se ha entonces liberado del egoísmo neurótico y ha comprendido la imposibilidad
de pedirnos más, nos sentimos recompensados de nuestras penas: a nuestro desinterés, res-
ponde con su desinterés. Nuestra psique está también más o menos fragmentada y, en particu-
lar, después de haber gastado cantidades considerables de libido sin que retorne nada, tiene
necesidad de tales reembolsos por parte de los pacientes bien dispuestos, curados o a punto
de serlo.

Actividad intelectual en el momento de todo cambio psíquico


Esta actividad se detiene cuando no llega ninguna perturbación del exterior. Resisten-
cia (obstinación, incomprensión) a toda agresión, tiempo y espacio determinados por esta re-
sistencia. El intelecto mismo está fuera del tiempo y del espacio, en consecuencia supra-indi-
vidual. "Orfa".
19 de enero, 1932

Continuación del análisis mutuo


Sueño de R.N.: una ex paciente, la Dra. Gx., fuerza a R.N. a tomar en su boca su seno
marchito. "No es lo que necesito, es demasiado grande, vacío, no tiene leche". La paciente
siente que este fragmento de sueño es una mezcla de contenidos psíquicos inconscientes del
analizado y del analista. Pide al analista que se deje sumergir, eventualmente adormecerse.
En realidad, las asociaciones del analista van en dirección de un suceso de la primera infancia
(una historia de "száraz dajka"4) a la edad de un año; mientras tanto, la paciente repite en sue-
ños escenas que representan sucesos horrorosos de la edad de un año y medio, tres, cinco y
once años y medio, y sus interpretaciones. El analista ha sido capaz, por primera vez, de aso-
ciar sentimientos a este suceso originario, y de otorgarle así al hecho el sentimiento de una
experiencia real. Simultáneamente, la paciente logra adquirir una intuición mucho más pene-
trante que antes de la realidad de estos sucesos, tan frecuentemente repetidos de manera inte-
lectual. A su demanda apremiante, la ayudo con preguntas simples que la fuerzan a pensar.
Debo dirigirme a ella como a una paciente de asilo, llamándola por su nombre de niña y for-
zándola a admitir la realidad de los hechos a pesar de su carácter penoso. Es como si dos mi -
tades del alma se completasen para formar una unidad. Los sentimientos del analista se intrin-
can con las ideas de la analizada y las ideas del analista (imágenes de representaciones) con
los sentimientos de la analizada. De este modo, las imágenes que de otra manera permanece-
rían sin vida, se transforman en hechos, y las tempestades emocionales sin contenido, se lle-
nan de un contenido representativo (?).
La percepción de las debilidades del analista lleva al abandono de las esperanzas exa-
geradas de indulgencia. Cómo podría garantir su felicidad completa a lo largo de la vida,
cuando yo mismo he sido y, en parte, soy siempre, un niño, es decir, tengo necesidad de que
se cuide de mí. Es por eso que ella se dirige a la Dra. X que está verdaderamente enferma,
pero que paga a la paciente si ella va, mientras que durante largo tiempo ella tuvo que pagar-
me a mí, y actualmente no recibe más que una ayuda moral, sin perspectiva de recibir una fe-
licidad más real. Es posible que sea esta percepción intuitiva, indiscutiblemente profunda, de
mis debilidades (lo que me ha hecho tomar conciencia5), de mi tendencia a querer desembara-
zarme de ella, de mi decisión de no darle ni ayuda libidinal ni financiera (las dos formas de
auto-protección intensificadas aún más por los traumatismos infantiles: el asunto de la nodri-

4
En húngaro en el texto: nodriza seca.
5
Verbo agregado por M Balint.
za más que el de la mucama).
El resultado combinado de los dos análisis es expresado por la paciente como sigue:
"Su traumatismo más importante ha sido la destrucción de la genitalidad; mi traumatismo fue
peor: he visto mi vida destruida por un loco criminal; mi espíritu destruido por venenos e in-
citado al embrutecimiento, mi cuerpo ultrajado por la horrible mutilación en el peor momento
y la exclusión de una sociedad donde nadie creerá en mi inocencia; por último, el horror de
los acontecimientos del último asesinato padecido."
Una vez destruidas estas ilusiones bajo el efecto del análisis mutuo, la paciente se per-
mite, o está en condiciones de confesarse a sí misma y a mí, los afectos de vehemencia y de
excitación sexual que hasta ese momento no había admitido en su conciencia. Una escena de
excitación furiosa a propósito de un asunto relativamente insignificante (contra las domésti-
cas) y, por primera vez, reproducción de sensaciones libidinales en la boca y en los órganos
genitales en relación con el hecho traumático. Sin embargo, estos sentimientos son siempre
estrictamente aislados por ella de las personas reprobadas; en el momento de sentir el vacío
del supuesto seno (fellatio), la necesidad de chupar es desplazada sobre los órganos genitales,
pero solamente bajo la forma de un deseo de ser tocada en ese lugar (aquí, el atributo común,
la identidad entre analista y analizante: ambos han sido conminados a hacer más y a dejar ha-
cer más, sobre el plano sexual, que lo que querían efectivamente). Mientras que en la realidad
se desarrollaban los episodios genitales reprobados y rechazados, en la parte escindida del
psiquismo se desarrolla un fantasma masturbatorio de contenido maravilloso, que debía ser
tanto más perfecto por cuanto las circunstancias verdaderas, con todos sus indecibles sufri-
mientos, fueron abominables. De la misma manera, su partenaire en el análisis mutuo se ofre-
ce la compensación, en su juventud, de una actividad masturbatoria sin fin, en la cual la parti-
cularidad puede ser apreciada por la eyaculación, usque ad coelum6.
¿El objetivo del análisis mutuo no es, quizás, encontrar ese atributo común que se re-
pite en cada caso de traumatismo infantil? ¿Y el descubrimiento, o la percepción de esto, no
es la condición de la comprensión y del flujo de compasión que cura?

Segundo caso de análisis mutuo: es la revelación de los propios sentimientos de an-


gustia y de culpabilidad lo que permite la puesta en evidencia de las mismas tendencias en la
analizada (Dm.) que, por vías similares, derrocha todas sus posibilidades en la vida y muchas
posibilidades de sus análisis. Casi se podría decir que cuantas más debilidades tiene un ana-
lista que lo conducen hacia errores y fracasos más o menos importantes, y que son enseguida
descubiertos y tratados en el análisis mutuo, más chances tiene el análisis de tener fundamen-
tos profundos y reales.
Desde que comienza un análisis pasan años con toda la severidad y reserva posible,
reforzados inútilmente por el deseo de hacer de modo que las diferencias sociales no cuenten.
La paciente, que había venido con la intención de abrirse con toda libertad, quedó como para-
lizada, al menos en su comportamiento. Colmada interiormente por los sentimientos de una
transferencia intensísima de la que no deja aparecer nada. Descongelándose poco a poco, se
decidió más tarde a progresar en el sentido de la confianza, en particular cuando en un mo-
mento de gran angustia (problemas de dinero) encontró en mí ayuda y protección, probable-
mente también sentimientos. Se produjo después una tentativa de desplazamiento sobre una
tercera persona (R.T.), pero a continuación de un segundo traumatismo (muerte del herma-
no), del que también pude aliviarle el sufrimiento, se resignó finalmente a volver a su familia
y a sus deberes. En este punto, tuve éxito en conducir a la paciente a pasar de su interés ex-
clusivo por los espíritus y la metafísica -ligado sin embargo a una gran angustia- a un interés
dirigido en los dos sentidos (permaneciendo en buenos términos con los espíritus, pero tam-
bién capaz y dispuesta a mostrarse solidaria en la realidad). Lo que parece totalmente ausen-
6
En latín en el texto: hasta el cielo.
te, es el deseo de relaciones sexuales.
En este estadío, la paciente comienza a interesarse en el psiquismo del analista y a
preocuparse por él. Exige que no se crispe en el esfuerzo, que no se fastidie si se duerme, o si
tiene envidia, etc., de hecho, como en el caso N0 1.
La culminación probable, o al menos posible, de este caso debería ser: el descubri-
miento de lo que hay de común en los dos casos, a saber, el daño precoz padecido en la esfera
genital y la persistencia de la ternura infantil, o la regresión a ésta; los paralelos de esto en el
adulto serían su bondad, su solidaridad, su serenidad y -una vez retirado de las luchas im-
puestas y de las explosiones convulsivas de la pasión- la aceptación resignada de lo que es la
esencia de su ser. Es necesario tomar nota, penosamente, con una resignación filosófica, y no
perseguir falsos ideales. El análisis mutuo será menos agotador, permitirá más amabilidad y
ayuda por parte de los pacientes, que la actitud inmutablemente rígida, plena de bondad y de
desinterés, detrás de la cual se disimulan el exceso de fatiga, el displacer, y aun intenciones
asesinas.
24 de enero, 1932

Sugestión, intimidación, imposición de una voluntad extraña


con escisión de la propia que permanece intacta: es análogo a la influencia violenta de
la anestesia y de los estimulantes: "Superyo".
I) R.N. (a) Seducción con bellas promesas y excitaciones voluptuosas que impulsan a
su cumplimiento; la percepción repentina de que se está por hacerle mal afirmando que es
"bueno". (Ver el trabajo de la Sociedad Británica de Psicología sobre la manera de educar a
los niños: se persuade al niño que las cosas que tienen buen gusto son malas y que las cosas
desagradables son buenas.) R.N. ha sido obligada a consentir por narcosis. La narcosis misma
es vivida como algo hostil a la vida y rechazada; en realidad, no se puede ser anestesiado más
que por la fuerza, aun cuando se haya consentido conscientemente. No se renuncia jamás a la
voluntad de mantener el control sobre las sensaciones y la motilidad, fuera de toda influencia
de fuerzas exteriores. Se cede a la fuerza pero con reservatio mentalis7. La represión, en reali-
dad, es reprimir manteniendo al mismo tiempo la tendencia originaria (entre otras, plantear
un juicio, por ejemplo, una contradicción). ¿Pero dónde se puede encontrar lo que está repri-
mido, cuál es su contenido, en qué forma lo reprimido continúa en relación con las partes del
individuo libradas a la violencia, por qué vía puede tener lugar la reunificación? Respuesta:
1) La voluntad reprimida, es decir, la voluntad que cede a la fuerza, se encuentra, tal como se
la experimenta y según la expresión corriente, "fuera de sí". La voluntad propia se encuentra
de algún modo en lo "irreal" en el sentido físico, es decir, en la realidad psíquica, como ten-
dencia que no tiene los instrumentos de poder, es decir, ningún recurso orgánico o cerebral a
su disposición, ni siquiera las imágenes mnémicas que son aún más o menos físicas; en otros
términos, esta voluntad, que se siente intacta y que ninguna potencia puede matar, se encuen-
tra en el exterior de la persona actuando con violencia, y continúa, por medio de esta escisión,
negando que sea ella quien efectúa los actos. Quizás convenga citar acá el caso de "B". A lo
largo de las actividades de la jornada que, aunque muy displacientes deben necesariamente
ser ejecutadas, tararea dulcemente algunos aires en los que la interpretación, tanto en lo que
se refiere a su carácter y su ritmo erótico, como a las asociaciones textuales que evoca, cons-
tituye una sorda protesta permanente contra esta clase de vida y de trabajo. En realidad, toda
realización personal fue suspendida por el Yo, el Yo más profundo, desde el momento en que
le fueron impuestas la voluntad y los juicios extraños, al punto que se impidió a la protesta
hacerse oír, es decir, hasta que fue reavivada por el análisis. Casi todo lo que ocurrió desde el
traumatismo es, en realidad, obra de otra voluntad; en consecuencia, no soy yo quien lo hago.
De allí las protestas raras, incesantes de R.N. de que no es una asesina aunque admite haber
7
En latín en el texto: reservas mentales.
disparado.
Como ha sido posible establecer penosamente a partir de centenas de fragmentos de
análisis y de síntomas, R.N. considera el efecto de los narcóticos como un monstruoso acto
de violencia. Esos narcóticos producen una hiperestesia (amenaza de muerte), cuyo efecto es
tan poderoso que, incluso antes de toda intervención, el más ligero contacto produce ese "do-
blegamiento ante la violencia". La narcosis es así una escisión transitoria del cuerpo: la ope-
ración no se efectúa sobre mi sino sobre un cuerpo al que yo pertenecí en otro tiempo. Se po-
dría intercalar acá el relato de una dama referido a la espantosa impotencia que había experi-
mentado para responder a preguntas en el momento de ser anestesiada: escuchaba la voz del
interrogador como viniendo de una enorme distancia, a varios kilómetros de allí, y en el curso
de la anestesia que duró dos minutos (etilmetil) tuvo una serie innumerable de imágenes
oníricas, entre ellas la de la operación terminada, lo que le proporcionó entonces el senti-
miento reconfortante de haber sobrevivido a la intervención cuando en realidad todavía no
había terminado. También sumergirse en la nada era para ella una sensación terrorífica. Al re-
cuperar la conciencia, su primera observación fue: "¡Lo que soñé!".
En el caso de R.N. la narcosis y la sugestión han sido utilizadas simultáneamente.
Desde el principio la narcosis aumentó la sensibilidad a toda violencia, a toda expresión de
odio y de cólera, incluso de la más leve insatisfacción, de donde resultó un aumento de la
"sugestibilidad".
Así, la sugestibilidad es, en realidad, el resultado de un shock; la hipnosis paterna
equivale al terror de ser muerto, la hipnosis materna equivale al terror de ser abandonado por
la madre, es decir, a la amenaza de retiro de la libido; esto último es sentido como algo tan
mortal como una amenaza agresiva contra la vida. Pero el horror de los horrores es cuando la
amenaza que viene del padre coincide con el abandono de la madre. Ninguna posibilidad de
llorar todas las lágrimas de su cuerpo sobre la injusticia cometida, o quejarse a una persona
comprensiva. Entonces solamente el mundo real tal como es, se vuelve tan insoportable, tan
absoluto el sentimiento de injusticia, de angustia y la desesperanza de mejorar, que el Yo se
retira de la realidad sin, no obstante, abandonarse a sí mismo. Por lo tanto, toda experiencia
de terror es una disociación de este género, toda adaptación tiene lugar en una persona que se
ha vuelto maleable por la disociación debida al terror y por la ausencia del Yo; la fuerza vio-
lenta imprime sus propios rasgos a la persona, o bien la lleva a modificarse en el sentido en
que esta fuerza lo quiere.

(X) Mimetismo8 ¿Cómo es impuesto el color de su medio a una especie animal o ve-
getal? El medio en sí mismo (regiones árticas) no saca ningún provecho del hecho de colorear
de blanco la piel del oso: el único que aprovecha esa situación es el oso. Sin embargo, teóri-
camente no es imposible que un atributo común superior comprenda a la vez al individuo y a
su medio, por ejemplo que la tendencia general de la naturaleza hacia un estado de reposo en
tanto que principio superior esté perpetuamente trabajando para nivelar la diferencia entre
acumulación de peligro y de displacer. Este principio hace que el medio ceda al individuo su
color y ayuda al individuo a adoptar el color exterior. Un ejemplo interesante de interacción
exitosa entre tendencias yoicas y universales -colectivismo individual-.
II) ¿Cuál es el contenido del Yo escindido? Ante todo, una tendencia, probablemente la ten-
dencia a completar la acción interrumpida por el shock. Para hacerlo, no consideración de la
injusticia padecida y afirmación de lo que se considera como justo, por medio de representa-
ciones de cumplimiento de deseo, durante el día y durante la noche. Dicho de otro modo, se
trata aún de un material de representaciones, pero limitado a una tendencia a la repetición y a
los esfuerzos para encontrar una mejor solución. El contenido del elemento escindido es pues
siempre: desarrollo natural y espontáneo; protesta contra la violencia y la injusticia; obedien-
8
Mimikri.
cia despectiva, incluso sarcástica, irónica y afectada respecto a la dominación, sabiendo inte-
riormente que, en realidad, la violencia no ha obtenido nada: no ha modificado más que las
cosas objetivas, las formas de decisión, pero no el Yo en tanto que tal; autosatisfacción a pro-
pósito de esta actuación, sentimiento de ser más grande, más inteligente que la fuerza brutal,
intuición repentina de una coherencia superior de las leyes de la naturaleza, tratando a la fuer-
za ciega como una especie de trastorno mental, aun allí donde esta fuerza triunfa; deseo na-
ciente de curar este trastorno mental. Lo que nos impacta como megalomanía en la enferme-
dad mental, bien podría contener este elemento como nudo real y justificado. El loco tiene
una mirada aguda para las locuras de la humanidad.
26 de enero, 1932

Aburrimiento.
Exclamación de alguien que se aburre a muerte: "Everything is lost, except killing"9.
Esto, junto con las observaciones de esquizofrénicos catatónicos, condujo a suponer que la
catatonia tanto en su forma hipotónica como rígida, protege a la sociedad de una agresividad
enorme. Como en casos más leves, la parálisis histérica localizada encubre generalmente in-
tenciones de asesinato, de venganza o de castigo; el desvío de toda actividad motriz es quizás
la contrapartida del ataque de epilepsia con sus intenciones destructivas o autodestructivas.
¿Qué quiere decir aburrirse? Tener que hacer lo que se detesta y no ser capaz de hacer
lo que se quisiera: en todos los casos, una situación de sufrimiento. Los casos se hacen difíci-
les y patológicos cuando la persona que se aburre no sabe conscientemente lo que quiere y lo
que no quiere. Ejemplo: un niñito fastidia sin cesar a su madre: "¡Mamá, dame algo!" -Pero
¿qué?- "No sé." Un sondeo más profundo en los deseos y sentimientos de displacer del pe-
queño hubiera aportado esclarecimientos. Una analogía en la poesía "Petike" de Vörösmarty.
La necesidad, incluso la compulsión a actuar, es la huida frente al sentimiento penoso
del aburrimiento o, más correctamente, frente a la inhibición total, resultante de la oposición
de dos corrientes de acción, donde la victoria corresponde a la pasividad o al negativismo.
Ninguna esquizofrenia puede ser curada sin proscribir todos los manierismos (incluso los tics
deben ser tratados "activamente"). ¿Cuál es la causa de esta angustia terrorífica y de la huida
frente a este vacío? Respuestas posibles: detrás de este vacío se oculta toda la experiencia o la
serie de experiencias que han conducido a esta incapacidad: irritación dolorosa, tendencias
coléricas y defensivas, sentimiento de angustia, o temor de la posibilidad de explosiones de
ira y de agresión irreparables. En los casos extremos, la acción se retira incluso de los actos
de pensamiento. Lo que queda en el campo de la acción, es jugar sin pensar con los órganos
corporales, o permitirse jugar (rascarse, retorcerse el bigote, poner mano sobre mano [mal-
mozni10] , agitar el pie) y, finalmente, toda actividad genital masturbatoria. A partir de allí se
puede comprender mejor el ensuciarse con materias fecales y la masturbación de los idiotas y
los catatónicos. Expresado en términos de temporalidad, hay regresión de la libido a las for-
mas de expresión anteriores, todavía no perturbadas, es decir, espontáneas.
Una aparente restitución es la sobreinvestidura puramente mecánica del negativismo o
de la apraxia por actividades de rutina puramente mecánicas y al mismo tiempo socialmente
posibles.
Otra manera de definir estos estados podría ser (como se ha dicho en otra parte): si-
mular ceder a la fuerza mientras que, al mismo tiempo, inconscientemente, se mantiene una
protesta permanente afirmando su espontaneidad a través de estereotipos y por ensueños o
fantasías conscientes o inconscientes. El hombre impaciente mata aporreando el piano. Detrás
del trabajo aparentemente preciso de una cierta dama, estaban constantemente las melodías
de las que ella no era sino raramente consciente.
9
En inglés en el texto: Todo está perdido, salvo matar.
10
En húngaro en el texto: retorcer (sobreentendido: con los pulgares).
28 de enero, 1932

Represión, conversión histérica; revelación de su génesis cuando


retorna tras la catarsis.
La paciente (B.) en la que los antecedentes reconstruidos por vía analítica hacen supo-
ner, con gran certidumbre, una violación incestuosa, tenía el hábito de producir en un estadío
bastante precoz de su análisis abreacciones catárticas casi alucinatorias de sucesos traumató-
genos reprimidos. (En realidad, desde la primera sesión, introducida por el "sueño del huevo"
hay una reproducción completa de sensaciones: incluso el olor del alcohol y del tabaco en la
boca del agresor, torsión violenta de manos y muñecas, sensación de sacarse de encima (con
las palmas) el peso de un cuerpo enorme ubicado sobre ella, después sensación de peso sobre
el pecho, obstrucción de la respiración por las vestimentas, sofocación, apertura forzada vio-
lenta (abducción) de los miembros inferiores, sensación extremadamente dolorosa en el abdo-
men con un ritmo manifiesto, sensación de leakage11, finalmente sensación de estar extendida
como clavada al suelo, hemorragia incesante, visión de una cara de mirada maligna, después
sólo visión de las piernas enormes de un hombre arreglando su ropa y dejándola allí extendi-
da. (Historia anterior: invitada a ir a una pieza alejada, un atelier, huir corriendo, aterrorizada,
ser atrapada en el jardín.) A pesar de la intensidad y la fuerza emocional de la experiencia ca-
tártica, enseguida, o inmediatamente después, sentimiento de irrealidad de todo el asunto. (In-
terpretación: sentimientos de inverosimilitud, estado doloroso, temor de las consecuencias
[aflicción de la madre, suicidio del padre, embarazo, vergüenza, temor de parir], y por esta
razón, todo esto no es verdad.) Una vaga impresión: 1) arreglarse en un baño; 2) ser reconfor-
tada por su niñera.
En el curso ulterior del análisis, largos períodos de desconfianza extrema y de resis-
tencia a mi respecto. Sesiones enteras transcurren entre acusaciones y sospechas. (Trampa -fi-
nanciera y sexual-, pereza, lentitud, a veces, quizás por las mismas razones, mejorías segui-
das de recaídas.)
En síntesis, intuición de su actitud de resistencia en el análisis, decisión de practicar
una verdadera relajación lo que, cada vez, era seguido de una serie de fenómenos depresivos.
En lugar de las ardientes escenas anteriores, se puso pálida, su piel fría, su respiración super-
ficial y apenas perceptible, su pulso irregular y débil. Cuando se la interrogaba, se quejaba de
tiritar, su voz era increíblemente débil, las cefaleas eran cada vez más intensas. Estos estados,
si no eran interrumpidos, duraban un cuarto de hora o más.
En el curso de varias sesiones, la paciente pidió insistentemente que no la dejase sufrir
de ese modo, que interviniese de alguna manera en estos estados, que le "hiciese" algo. En
respuesta a esta indicación, me he esforzado, hoy por ejemplo, por comenzar una simple con-
versación con la paciente, sin incitarla a salir de su estado de relajación y de sufrimiento. Esto
ha tenido éxito. De entrada (en realidad aun antes del semi-trance) me habló de su sueño alte-
rado, y hoy, con un poco más de detalles, de lo que llamó su "bumping"12. Durante años,
cuando era niña, no pedía dormirse sin antes ponerse en cuclillas y golpearse la cabeza contra
el colchón -siempre sobre la frente- innumerables veces y muy fuerte. Contaba los golpes por
centenas con los dedos de una mano, es decir, un miliar con las dos manos. A veces llegaba
hasta tres mil antes de caer bruscamente en el sueño más profundo. Debió abandonar este
procedimiento cuando creció, pero parecía haber inventado sustitutos equivalentes, aunque
menos llamativos: tonadas interminablemente repetidas; una nota interminable, saltando por
momentos a una nota más alta, después al cabo de un cierto tiempo, subiendo cada vez más
pero por sacudidas u ondas. Ocasionalmente, como por ejemplo hoy, este ascenso tomó un
carácter espacial, gráfico. En particular hoy, la subida correspondió o se asemejó al camino
11
Ën inglés en el texto: pérdida líquida.
12
En inglés en el texto: To bump: golpear, chocar.
que llevaba de su casa a la mía. Cada cuesta de la colina era vivida como una escalada para
alcanzar el espacio plano en la cima de la colina, delante de la casa. Esto correspondía a al-
canzar el objetivo y así dormir.
Como le repetí todo lo que me había dicho en el contexto precitado, la sensación de
frío generalizado de su cuerpo aumentó repentinamente y, a mi insistencia, me habló de toda
clase de parestesias. Aparte del frío, no sentía más que la opresión sobre sus dos muñecas en
la posición retorcida que ha sido expuesta anteriormente. Un rasgo sorprendente era la hipe-
restesia de la cabeza, que ya había observado ocasionalmente. El más ligero roce, aun una sa-
cudida impresa al diván, era sentido como increíblemente doloroso. De cada lado de su tórax
sentía una presión, como el apretón de dos codos. Repentinamente, conmoción total de la par-
te superior de su cuerpo, y refiriéndose a la parte inferior dice: ¡sé que hay allí un dolor pero
no puedo sentirlo! Hiperestesia de la parte superior del cuerpo, experimentalmente constata-
ble (probablemente con hipoestesia de la mitad inferior; esto, sin embargo, no ha sido contro-
lado). Después de haber explicado la represión de todas las sensaciones hacia arriba, y des-
pués de haber predicho que la toma de conciencia de las conexiones permitiría ahora el reflu-
jo de la excitación a la zona de origen real (utilicé la comparación siguiente: oprimo sus sen-
saciones de lo alto hacia lo bajo como se oprime una esponja), comenzó repentinamente a ex-
perimentar dolores violentos en la zona genital.
El desplazamiento hacia lo alto de las reacciones a la excitación le permite desemba-
razarse del temor de que los hechos no sean reales. Los golpes de cabeza en el colchón, las
melodías sin fin, la cefalea, que son el resultado de todo esto, desplazan el dolor hacia una
zona más anodina. El dolor proporciona de este modo un relativo alivio del dolor cuando su
localización es desplazada sobre una parte del cuerpo moralmente menos significativa y se-
guramente no real. Hay allí una fuente importante del masoquismo: el dolor como atenuación
de otros dolores más grandes.
Como en la "Sensación de vértigo al fin de la sesión de análisis" 13 ,la paciente tiene la
impresión de que cuando los golpes con la cabeza en el colchón o la ascensión a la colina son
interrumpidos de golpe, el movimiento, una vez comenzado y mantenido, se prosigue auto-
máticamente en su cabeza y produce sensaciones de vértigo. Este vértigo es el equivalente de
una inmersión brutal en la confusión y la inconsciencia.
31 de enero, 1932

La catarsis se estanca, ¿cómo remediarlo?


Se podría creer que la repetición infinita en análisis de la experiencia traumática, que
tan pronto pone el acento sobre uno como sobre otro factor, desemboca finalmente en la
construcción de una imagen completa, a la manera de un mosaico. En realidad, es lo que ocu-
rre, pero solamente con el sentimiento de una reconstrucción especulativa, y no con la firme
convicción de la realidad de los hechos. "Algo" debe agregarse para transformar la coheren-
cia intelectual de lo posible o de lo probable, en una cohesión más sólida de realidad necesa-
ria, incluso evidente.
Hasta ahora, he encontrado solamente dos factores, o mas bien fragmentos de explica-
ción, para identificar ese "algo". Pareciera que los pacientes no pueden creer, o no completa-
mente, en la realidad de un suceso, si el analista, único testigo de lo que ha pasado, mantiene
su actitud fría, sin afecto y, como a los pacientes les gusta decir, puramente intelectual, mien-
tras que los sucesos son de tal naturaleza que deben evocar en toda persona presente senti-
mientos y reacciones de rebelión, de angustia, de terror, de venganza, de duelo e intenciones
de ofrecer una ayuda rápida para eliminar o destruir la causa o el responsable; y como se trata
en general de un niño, de un niño herido (pero incluso independientemente de esto), hay sen-
timientos de querer reconfortarlo afectuosamente, etc., etc. Así, se está frente a la opción de
13
S. Ferenczi: “Sensaciones de vértigo al fin de la sesión psicoanalítica”.
tomar verdaderamente en serio el rol en el que uno se pone en tanto observador benevolente
y compasivo, es decir, que se es al fin de cuentas transportado con el paciente a este período
de su pasado (una manera de actuar vedada, sobre la cual Freud me había puesto en guardia)
con el resultado de que nosotros mismos como el paciente creamos en esta realidad, es decir,
en una realidad existente en el presente y no momentáneamente transpuesta en el pasado. La
objeción a esta actitud podría ser la siguiente: claro, nosotros sabemos que la cosa en cues-
tión, en la medida en que es verdadera, no tiene lugar actualmente. Somos pues deshonestos
si permitimos que los sucesos sean escenificados en una forma dramática, actuando nosotros
mismos en el drama. Sin embargo, si adoptamos este punto de vista e intentamos desde el
principio presentar los hechos al paciente como imágenes mnémicas, y no de la realidad pre-
sente, él puede seguir nuestra línea de pensamiento, pero queda acorralado en la esfera inte-
lectual y no alcanza el sentimiento de convicción. "No puede ser verdad que todo esto me
haya ocurrido, si no alguien hubiera venido en mi ayuda", y el paciente prefiere dudar de la
justeza de su juicio antes que creer en la frialdad de nuestros sentimientos, nuestra falta de in-
teligencia, en síntesis, nuestra estupidez y nuestra malignidad.
Los procesos psíquicos que siguen al despertar del traumatismo son análogos. Inme-
diatamente después de los acontecimientos (más frecuentemente en la infancia), la víctima
del shock hubiera podido todavía ser socorrida. La persona shockeada está tan confusa inte-
lectualmente que no puede decir nada preciso respecto a los acontecimientos (evocar aquí la
comparación con la amnesia retroactiva, después de una conmoción cerebral). Una persona
que se ha paralizado así en su actividad de pensamiento debe ser incitada al trabajo de pensa-
miento conectándola con las imágenes mnémicas vagas, débiles, o con fragmentos de estas.
(Acá se podría contar con más detalle cómo R.N. despierta de su estado brumoso cuando se
le solicita algo más que el esfuerzo mental más simple.)
Parece que en este punto del análisis se repite algo de la historia pasada. En la mayor
parte de los casos de traumatismo infantil, los padres no han tenido ningún interés en grabar
los incidentes en el espíritu del niño, al contrario, la terapéutica de la represión es la más fre-
cuentemente practicada. "No es nada en absoluto"; "no ha ocurrido nada"; "no lo pienses
más"; “katonadolog"14 ; pero jamás se dice nada de estas cosas despreciables (por ejemplo se-
xuales). Estas cosas simplemente son recubiertas por un silencio de muerte, las ligeras alusio-
nes del niño no son tomadas en cuenta, incluso rechazadas como incongruentes, y esto con el
total consenso de todo su medio y de modo tan sistemático que, frente a esto, el niño cede y
no puede mantener su propio juicio.
Al analista no le queda más que reconocer sus verdaderos sentimientos frente al pa-
ciente y, por ejemplo, admitir que, cargado de dificultades personales, le es frecuentemente
difícil interesarse en lo que dice el paciente. Otras confesiones: el médico exagera sus senti-
mientos amistosos, sonríe gentilmente y piensa: "que el diablo te lleve, me has importunado
en mi siesta", o bien: "he dormido mal hoy, tengo trastornos digestivos"; e incluso: "la resis-
tencia de este paciente es verdaderamente insoportable, me gustaría echado". Es necesario,
seguramente, plantear en principio que el paciente pueda tener este género de sospechas. Pero
parece que muchos de ellos no se contentan con saber lo que es posible, quieren saber cuál es
la verdad. Puede ocurrir también que el paciente tuviera la idea -o debe ser alentado a tenerla-
que una parte de las dificultades para ponernos en su lugar y nuestro displacer o nuestra inca-
pacidad para ser verdaderamente espectadores de este drama, estuviesen provocados por
complejos no resueltos, incontrolados, o completamente inconscientes, que subsisten en el
analista. En realidad, como analistas debemos reconocer que somos deudores de la agudeza
de la mirada crítica de nuestros pacientes, sobre todo cuando la provocamos para percibir me-
jor las particularidades o puntos débiles de nuestro propio carácter. No conozco ningún caso
de análisis de formación, comprendido el mío, que sea suficientemente completo para que ta-
14
En húngaro: “un soldado puede”, equivalente a “un hombre no llora”.
les correcciones, en la vida o en el curso del trabajo, resulten completamente inútiles. La úni-
ca cuestión es saber hasta dónde puede y debe llegar tal "análisis mutuo". Seguramente, que-
da la sospecha de que el paciente quiera aprovechar esta ocasión para distraer la atención de
sí mismo y poner en tela de juicio, de un modo paranoide, complejos del analista; el paciente
hace de doctor y convierte al analista en paciente. Pero incluso esto no puede ser descartado
sin discusión. (a) Aun en un caso de paranoia, es necesario buscar el grano de verdad oculto
en toda idea delirante. (b) No se debe descartar la idea de que el hábito de los analistas de
buscar siempre los obstáculos en la resistencia de los pacientes, de un modo paranoide, de al-
guna manera delirante, no sea practicado equivocadamente, a los fines de la proyección o
para negar sus propios complejos.
Caso particular de R.N. Los primeros progresos verdaderos en el sentido de la convic-
ción de la paciente se produjeron a continuación de fragmentos de análisis de coloración au-
ténticamente emocional, efectuados de manera completamente metódica sobre el analista,
con la demostración exagerada de los sentimientos y una sobreactuación casi insoportable,
con sentimientos de odio correspondientes hacia la paciente que, al mismo tiempo, hay que
asociar a sobreactuaciones de la infancia y la juventud, extremadamente penosas y aprehendi-
das únicamente por reconstrucción, como compensación de traumatismos completamente sig-
nificativos. La aversión a jugar la comedia que caracteriza al analista, el rechazo de los afec-
tos de manera "amanerada", rápidamente seguidos por la aparición de explosiones de senti-
mientos "de debilidad" (duelo, conmoción, disgusto, estallidos de llanto), en contraste con la
anterior frialdad de los sentimientos. En el mismo momento, la paciente se descongela, apare-
ce en ella el sentimiento de que por fin he comprendido (es decir, sentido) su sufrimiento, de
lo que se deriva un sentimiento mucho más seguro (a) de la realidad de lo que le ha ocurrido,
(b) del contraste entre el presente y la época de estos acontecimientos: soledad completa en
lugar de la, posibilidad de informar y ser escuchada con benevolencia.
Objeción evidente: no se puede hacerse analizar por cada paciente. Lo que yo puedo
responder a esta objeción, si es que puedo responder, queda en suspenso; la cuestión es: ¿hay
casos especiales en que no se puede alcanzar nada sin tal profundización de la situación analí-
tica?
2) Después de la eliminación de los obstáculos del lado del analista, que hacen apare-
cer de manera más visible los límites de la ayuda aportada, el paciente se ve forzado a buscar
otros medios de existencia; pero estos no pueden ser alcanzados más que por el camino de
una verdadera curación. La voluntad de curar, es decir, la voluntad de reconocer lo que la rea-
lidad tiene de penosa (aun en el pasado) fue sostenida soportando la desilusión proveniente
del analista y, sin embargo, aceptando amigablemente y sin obstinación lo que puede ser ver-
daderamente realizado; esto conduce a análogas modificaciones de investimiento en el mate-
rial mnémico, hasta entonces inconsciente en tanto que insoportable (después de la aparición
de las sobreactuaciones exageradas de parte del analista, se dedica la mayor parte del tiempo
a descontar la parte de exageración de los sentimientos de transferencia, y a afirmar los des-
agrados de toda clase que nunca habían podido ser formulados). El resultado final del análisis
de la transferencia y de la contratransferencia puede muy bien ser el establecimiento de una
atmósfera de benevolencia no pasional, tal como la que pudo existir antes del traumatismo.
Después de estas generalidades, es necesario intentar aplicar a cada caso particular la compa-
ración del "estancamiento catártico".
2 de febrero, 1932

Un dilema del análisis mutuo


1) El paciente impulsa a que se haga el análisis del analista, ya que siente que hay
obstáculos en él que hacen imposible alcanzar esta libertad interior de la libido, sin la cual los
fragmentos ya cien veces reconstruidos analíticamente no serán jamás soldados en una uni-
dad; en particular, inmediatamente después de la reproducción catártica, desgarra su conteni-
do en sentir y ver (saber), separados el uno del otro, sin lograr nunca mas que una reunifica-
ción momentánea.
2) Después de la superación de numerosas resistencias personales y puramente teóri-
cas (técnicas), se toma la decisión de ceder igualmente sobre este punto. A excepción de al-
gunos escasos momentos, todo es comunicado, respetando ciertos reparos por la sensibilidad
del paciente. La ambición de éste impulsa a la asociación cada vez más libre; finalmente se
presenta la ocasión de dejar caer también los reparos hacia el paciente. En particular, se hace
oír la crítica retenida hasta entonces. Lo más irritante para el paciente, lo que interviene inclu-
so de manera trágica, es el hecho de que el movimiento de ternura, efectivamente suscitado
por el análisis del paciente, toma otro curso. En la sesión siguiente, ella me comunica disposi-
ciones para interrumpir el análisis, ligadas por primera vez a un proyecto determinado, viaje a
lo de una pariente afectuosa, cuya intuición y atención personal ofrecen justamente a la pa-
ciente lo que le falta conmigo: amor y ternura.
3) El análisis parece enredarse en este dilema; el único punto que se ofrece para una
posición de repliegue es que el analista manifieste su pesar por este resultado y comprenda, a
partir de su propia experiencia, que si se quiere que el proceso encuentre otro resultado que el
que lo originó, es necesario ofrecerle a quien ha sufrido un ataque traumático algo en la reali-
dad, al menos tanta solicitud o la intención real de otorgaría, como la que un niño, duramente
golpeado por un traumatismo, debe recibir. Es verdad también que el niño así golpeado exige
en compensación, y como contrapeso del sufrimiento, enormes cantidades y cualidades de
amor. Si no se le ofrece esto, permanece en un sufrimiento mudo y arrogante, y si no hay allí
al menos un ser humano al que se pueda abrir, planea entonces en una soledad majestuosa por
encima de las circunstancias, mientras que en los síntomas, pesadillas, etc., y en los estados
de trance, los procesos de sufrimiento se desarrollan sin dejar el menor trazo de convicción.
4) Paralelamente, se presenta un segundo caso de inmersión espontánea en estado de
trance, de manera más tremenda y peligrosa (palidez mortal, respiración casi únicamente su-
perficial, ojos en blanco, etc.). Lo más penoso es al fin de la sesión cuando me veo obligado a
dejar a la paciente en este estado, con algunas breves palabras de despedida, o bien impulsar-
la a partir, o bien permitirle que se quede extendida algunos minutos, sola. En la última de es-
tas ocasiones, ella dice: "You could at least tell me that I am a good girl" 15, lo que hago efec-
tivamente. Acá también, entonces, demanda apremiante de ternura (la paciente precedente-
mente citada me dijo el día anterior que yo habría podido al menos, por un momento, acor-
darle la posibilidad de volver a ser de nuevo la analizada, para endulzar un poco el anuncio
de la orientación de la libido en otra dirección, fuente de una terrible conmoción. Los dos ca-
sos tienen, además, en común: (a) la arrogancia indispensable en relación con este desempeño
casi sobrehumano; (b) sentimientos de explosión en el universo, con imágenes de constela-
ciones extremadamente luminosas; en el primer caso, imágenes, y palabras de tipo alucinato-
rio, sin lazo aparente, tales como: "I am an universal egg"16, es decir, que es el centro del
mundo y que ha incluido en ella todo el universo.
Naturalmente, uno podrá decir que esto es megalomanía; pero sobre eso el paciente
dice que quien no ha pasado por esto no sabe cuánta razón tienen los locos y cuán limitadas
son las gentes razonables. En todo caso es indicado, si se quiere comprender algo de las en-
fermedades mentales y del shock traumático, no esgrimir tan rápido el arma racionalista
contra tales afirmaciones, sino mas bien pensar en el pequeño grano de verdad de que es jus-
tamente portador de manera casi mediúmnica, este enfermo mental de hipersensibilidad diri-
gida hacia el exterior.
En todo caso, se ofrece la posibilidad de echar un vistazo, no sólo sobre el contenido
15
En inglés en el original: Podría por lo menos decirme que soy una buena chica.
16
En inglés en el texto: Soy un huevo universal.
psíquico del inconsciente fragmentado, sino también sobre el arte y la manera de esta misma
fragmentación. Es necesario ir mas lejos y buscar también, en la forma y en el contenido de
las enfermedades mentales, intuiciones supra-materiales, metafísicas (¿como los físicos que
finalmente consideran que las sustancias se descomponen enteramente en energía?). El pro-
blema se plantea a cada uno.
4 de febrero, 1932

Sobre la psicogénesis del shock psíquico (B)


A consecuencia de una cierta fatiga de mi parte, he dejado hoy a la paciente bastante
tiempo sin fastidiaría en su actitud y humor de relajación, mientras que generalmente tengo el
hábito de impugnarlo, especialmente con esta paciente, me empeño de tiempo en tiempo en
una conversación y en discusiones de las cuales ella se defiende a veces con un enérgico:
"shut up"17. No obstante, incluso cuando caía en semi-trance, yo interrumpía la mayor parte
del tiempo bastante rápido, pidiendo explicaciones y esclarecimientos y dando interpretacio-
nes; los síntomas inquietantes, dificultades de respiración, interrupción del pulso y la respira-
ción, palidez, frío, sudores de angustia, etc., me llevaban también habitualmente, para aho-
rrarle sufrimiento, a despertar, por así decir, a la paciente. Todo esto no se produjo esta vez;
los síntomas se reforzaron y yo los dejé instalarse y desarrollarse sin interrumpirlos. Después
de alrededor de diez minutos, la paciente se puso a gemir, es decir, a comunicar algo sobre su
estado y sobre lo que sentía. De este modo, me informé del desarrollo de lo que había vivido
mientras estaba en ese estado de ausencia, acompañado de signos de sufrimiento. Indicó que
su respiración disminuía cada vez más, que su pensamiento no tenía absolutamente ningún
contenido, que no sentía más que una enorme confusión, violentos dolores de cabeza en la re-
gión de la nuca (esta misma localización ha sido ya indicada anteriormente por ella y por
otros pacientes en trance). El menor ruido, el más leve roce parecían en ese momento inso-
portables, sin que la paciente pudiera indicar por qué. Interrogada sobre las emociones que
experimentaba en este estado, respondió: "Una cólera inconmensurable, un furor inexpresa-
ble, ¡matar, nada más que matar, matar!" (De entrada parecería que a mi, puesto que yo era
quien perturbaba su tranquilidad.) Respuesta de mi parte: "Como usted no puede decir nada
de la causa de la ira y de la cólera, debemos limitarnos a suponer que impresiones que vienen
del exterior son conservadas en el inconsciente y reproducidas, impresiones que correspon-
den a ese quantum y a esa calidad de reacciones emotivas. Es necesario suponer que lo que
usted no quiere ni sentir, ni saber, ni recordar, es aún peor que los síntomas en los que busca
refugio". Los sufrimientos neuróticos son relativamente menos dolorosos que los del cuerpo
y del alma que ellos nos ahorran; en todo caso, la experiencia, que debo al azar, es una incita-
ción a repetirlos deliberadamente.
Mi hipótesis anterior de una doble serie de recuerdos, subjetivamente narcisísticos y
objetivos, poniendo el acento tan pronto sobre unos, tan pronto sobre los otros, permite echar
una mirada sobre la formación de los síntomas histéricos. Si se tiene éxito en concentrar toda
la atención sobre el proceso subjetivo durante el desarrollo de los afectos, entonces la vertien-
te objetiva del sistema de percepción está completamente vacía, no investida. Un gran dolor
tiene, en este sentido, un efecto anestésico; un dolor sin contenido de representación es inal-
canzable para la conciencia. No es imposible que toda anestesia sea, propiamente hablando,
tal hipersensibilidad. Acá también, la cuestión de la existencia de un sentir privado de objeto
encuentra una respuesta en el sentido positivo. Estos estados subjetivos pueden ser alcanza-
dos en el estado de trance, sentimientos de ahogo, percepciones subjetivas, auditivas y visua-
les, sin contenido ni forma, dolores diferentes. Sentirse ir, estallar...
¿Pero los procesos ligados a los objetos, despojados del sentimiento subjetivo, son
también registrados de alguna manera y susceptibles de ser reanimados? De la respuesta a
17
En inglés en el texto: Cállese.
esta cuestión va a depender si, en la repetición, el traumatismo estará efectivamente disponi-
ble como acontecimiento vivido o bien como recuerdo. Se puede insertar aquí la broma a pro-
pósito del deudor que responde a las invectivas de su acreedor en el teléfono con esta excla-
mación: "¡Qué maravillosa invención que es el teléfono! Se oye cada palabra". Indicación im-
portante: es necesario no dejarse imponer por el sufrimiento, es decir, no interrumpirlo pre-
maturamente; ver también mis experiencias a propósito de la epilepsia18.
14 de febrero, 1932

A propósito de la "afirmación del displacer"


Cuando se logra filosóficamente insertar la situación de displacer, existente en la rea-
lidad, en una unidad mayor representada o percibida como algo inevitable, incluso necesario
al pensamiento, pero sobre todo cuando se logra transferir la libido sobre esta mayor unidad
de clasificación, el sentimiento de displacer puede desvanecerse aunque sus causas subsistan;
incluso puede ocurrir que esta clasificación y su comprensión intuitiva esté, o bien devenga,
tan teñida de placer que actúe como fuerza de atracción. Puede que allí resida un elemento o
un factor de la posición masoquista. La "curación" de la compulsión masoquista podría desa-
rrollarse de la manera siguiente: en tanto que esta clasificación, que se podría llamar optimis-
ta, es inconsciente, tiene una tendencia -correspondiente al proceso primario en el inconscien-
te- a engancharse a cada tipo de displacer, y también a esas especies de displacer que, en la
realidad, no merecen esta apreciación optimista. Pero si el análisis tiene éxito en asociar
conscientemente el goce del displacer a la situación especial que ha tenido verdaderamente
lugar en la realidad, entonces puede que cese ese carácter compulsivo del masoquismo y que,
en cambio, aparezca la capacidad racionalmente justificada de soportar el displacer en nom-
bre de ventajas con las que se puede contar en el futuro. Cuanto más fuerte y destructivo el
sufrimiento y quizás también cuanto más precozmente ha sido sufrido, determinando una
orientación, tanto más grande debe ser el círculo de intereses a trazar alrededor del centro del
sufrimiento para que sea sentido como rico de sentido, incluso naturalmente necesario. Por
ejemplo (para anticipar lo más improbable): un niño sin defensa es maltratado, digamos, por
el hambre. ¿Qué pasa cuando el sufrimiento aumenta y supera la fuerza de comprensión del
pequeño ser? El uso común caracteriza lo que ocurre con la expresión: "el niño está fuera de
sí". Los síntomas de "estar-fuera-de-sí" (vistos desde el exterior) son: ausencia de reacción
desde el punto de vista de la sensibilidad, calambres musculares generalizados, seguidos fre-
cuentemente de parálisis generalizada ("haber partido"). Si creo en las declaraciones de mis
pacientes que me cuentan tales estados, y bien, este "haber partido" no es forzosamente un
no-ser, sino solamente un "no-estar-allí". Pero entonces, ¿estar dónde? Nos enteramos de que
han partido lejos en el universo, vuelan con una rapidez enorme entre los astros, se sienten
tan delgados que pasan, sin encontrar obstáculos, a través de las sustancias más densas; allí
donde están no hay tiempo; pasado, presente y futuro se les vuelve presente al mismo tiempo,
en una palabra, tienen la impresión de haber superado el espacio y el tiempo. Visto desde esta
gigantesca y vasta perspectiva, la importancia del sufrimiento propio desaparece, e incluso se
abre una comprensión satisfactoria de la necesidad, para cada uno, de sobrellevar el sufri-
miento cuando las fuerzas naturales, luchando y oponiéndose unas a las otras, se encuentran
justamente en su persona. Después de tal excursión en el universo, el interés puede retornar
hacia el propio yo, incluso quizás con una comprensión reforzada; el sufrimiento así "supera-
do" los hace más sabios y más pacientes.
Es verdad que esta sabiduría y esta paciencia pueden, quizás cuando el sufrimiento ha
sido demasiado fuerte y el distanciamiento en relación al yo demasiado enorme, pasar exte-
riormente por una restricción considerable de la calidad emocional de la vida en general. Des-
pués de una desilusión desmesurada, la mayor parte del interés queda suspendido en otro
18
Ver “Sobre ataques epilépticos. Observaciones y reflexiones”.
mundo, y el fragmento restante sólo alcanza para vivir una vida de rutina. ¿Qué aporta el aná-
lisis en tales casos? En mi experiencia, después que se ha establecido una verdadera confian-
za en la capacidad del analista para comprender todo, se produce una inmersión en los dife-
rentes estados de ese "estar-fuera-de-sí", "haber-partido" fuera del tiempo y fuera del espacio,
saberlo todo, visión a distancia y actuar a distancia, y esto en una sucesión incoherente e in-
termitente de imágenes, alucinaciones, lo que se podría caracterizar como una psicosis aluci-
natoria. Si no se tiene temor de este diagnóstico, e incluso si se intenta llevar a los pacientes a
reconciliarse con las imágenes hasta entonces terroríficas (S.I.) y si, en esta ocasión, no re-
chazamos a priori la posibilidad de la realidad, psíquica u otra, de sus observaciones, y bien,
en recompensa, recibimos el retomo parcial del interés por la realidad ordinaria y, en la ma-
yor parte de los casos, incluso una tendencia pronunciada a ayudarme a mi mismo tanto como
a otros que sufren, impulsando al optimismo. La tendencia a la creación de sus propias cos-
mogonías tan corriente en los esquizofrénicos que parece frecuentemente fantástica, es una
tentativa parcial de insertar su propio sufrimiento "imposible" en esta unidad mayor.
La diferencia entre aquel que sufre y el filósofo sería entonces que el que sufre está en
total rebelión contra la realidad específica penosa; lo que llamamos dolor no es quizás otra
cosa que tal rebelión. Los fisiologistas y los médicos dicen que el dolor es útil como señal de
alarma que anuncia un peligro. Uno puede preguntarse si la sujeción hipocondríaca al dolor,
es decir, a la rebelión contra la perturbación no es más bien un obstáculo en la vía de la adap-
tación (La frase de Coué: "no hay enfermedad, estoy mejor cada día" como la negación de la
enfermedad por Baker Eddy, quizás es eficaz, si realmente lo es, por el hecho de que detrás
se oculta una especie de adhesión benevolente a la enfermedad). En lugar de decir: "no hay
enfermedad", he encontrado que el consejo de no combatir el dolor, e incluso de dejarlo ago-
tarse, se mostró eficaz en ciertas ocasiones. (Analogía con la ausencia de mareo cuando mi
voluntad se pone de acuerdo con la del barco.) En todo esto permanece sin solución, es decir,
sin respuesta, la cuestión de saber en qué medida aquellos que "se han vuelto locos" ("Verru-
cktsein") de dolor, es decir, aquellos que se han "desplazado" ("Verrucken") del punto de vis-
ta egocéntrico habitual, son puestos por su situación particular en posición de captar algo de
esa parte de la realidad inmaterial que es inaccesible a nosotros, materialistas. Es allí que
debe entrar en juego la investigación en la dirección del supuesto ocultismo. Los casos de
transmisión de pensamiento en el curso de análisis de personas que sufren son extraordinaria-
mente numerosos. A veces se tiene la impresión de que la realidad de tales procesos tropieza
en nosotros, materialistas, con fuertes resistencias emocionales; las miradas que lanzamos so-
bre esto tienen tendencia a deshacerse como el tapiz de Penélope o como el tejido de nuestros
sueños.
Es posible que estemos allí frente a una cuarta "herida narcisística", a saber, que in-
cluso la inteligencia de la que estamos tan orgullosos, aun siendo analistas, no es nuestra pro-
piedad sino que debe ser renovada o regenerada por un derrame rítmico del yo en el universo
que es el único omnisciente y, por este hecho, inteligente. Pero sobre esta materia volveré en
otra oportunidad.
10 de febrero, 1932

Limitaciones del análisis mutuo


1) Discreción. Si el análisis quiere ser correcto, los secretos de otros pacientes deben
ser comunicados por el analista al analizante que lo analiza. Pero esto tropieza con obstáculos
éticos y lógicos. Los pacientes no saben que yo, en tanto analista, me hago analizar (y por un
paciente). Esto debería pues, en realidad, ser comunicado a mis otros pacientes, lo que, en
verdad, perturbaría considerablemente su ánimo de comunicar y su confianza total y serena.
Sería como un análisis con todas las puertas abiertas. Esta situación confusa se presenta como
particularmente difícil cuando los dos analizantes se conocen, en particular cuando aquél por
el que me hago analizar tiene particularidades neuróticas y debilidades de carácter que lo ha-
cen aparecer inferior a los ojos del mundo. (Aunque a pesar de estos defectos más o menos
grandes, debo reconocer su capacidad de encontrar en mí algo nuevo, desde el punto de vista
analítico). Una salida a esta situación inextricable: no hacerse analizar completamente por
ninguno de los pacientes, sino sólo en la medida en que (a) el paciente tenga necesidad, (b)
esté capacitado para esa situación. Con este análisis "polígamo" que corresponde aproxima-
damente al análisis de grupo de los colegas americanos (aunque no se conduzca en grupo) se
presenta la ventaja de un cierto control recíproco de los diferentes análisis. Al mismo tiempo
protege contra la influencia demasiado grande de un solo paciente. Sin embargo, la agudeza
de espíritu de alguno de estos analistas mutuos puede llegar a atravesar un día esta diploma-
cia: "Esto no va a llegar muy lejos en el inconsciente, si usted pone tales obstáculos artificia-
les en el camino de la transferencia. ¿Qué pensaría usted de mí, si yo me pusiese a elegir ade-
más de usted a un segundo analista? Quizá pensaría que con esta táctica querría protegerme
de una verdadera comprensión. Usted debe elegir. (Evidentemente él piensa que se trata del
único). ¿Y no es una debilidad de carácter analítico particular en usted, que no pueda guar-
darse ningún secreto, que se vea obligado a pregonar esta relación analítica, que tenga remor-
dimientos como si hubiera dado un mal paso, y que tenga necesidad de correr hacia la madre
o la esposa como un niño pequeño o un marido sometido, para confesarlo todo y recibir el
perdón?
En realidad, puedo exponer hoy tres análisis que se entrecruzan en este aspecto. Sólo
un paciente toma la cosa en serio, incluso demasiado en serio, y se desespera cuando no tomo
completamente en serio la siguiente proposición: (a) creencia verdadera en los obstáculos
causados por mis propios complejos. (b) Esperanza, ya expresada en otro momento, de en-
contrar en mí, una vez superadas las resistencias, al salvador esperado. (c) Tentativa de des-
plazar el acento de él a mí. La situación analítica crea un límite específico a esta especie de
mutualidad cuando, por ejemplo, dejo al paciente vivir algo de manera programada, sin co-
municárselo previamente. Vale preguntarse, por ejemplo, si se puede decir al paciente, sin
perjuicio para la continuidad del análisis, que lo torturo y lo dejo sufrir expresamente, que ni
mi bondad ni mi dinero van a ir en su ayuda, para llevarlo, primero a desarraigarse de la
transferencia, segundo, a abandonar el punto de vista de que, tarde o temprano, el sufrimiento
le procurará ayuda y compasión; tercero, que la angustia revela recursos de energía latente.
¿Se puede y se debe comunicar esto tan abiertamente y jugar verdaderamente estas cartas so-
bre la mesa? De entrada, quiero responder que no, pero veo la enormidad de dificultades que
pueden resultar de ello.
Se podría creer también que las confesiones, correspondiéndose a la capacidad de to-
lerancia del paciente, pudiesen ir cada vez más lejos. Pero a qué se parecería un análisis que
comenzara diciendo al paciente o a la paciente: "En el fondo, usted me da asco, su olor me es
insoportable, su cara, sus maneras, son detestables." Por otro lado, tengo sentimientos de cul-
pabilidad por no hacer observar individualmente a los pacientes y alumnos, en análisis con-
migo, maneras o particularidades que me son desagradables lo mismo que a otras personas,
para cuidar su susceptibilidad y reforzar la relación analítica.
Las experiencias que he reunido a lo largo del tiempo me hacen presentir que no sirve
de nada, o no de gran cosa, testimoniar al paciente más amistad que la que realmente experi-
mentamos. Discretas y casi imperceptibles diferencias en el apretón de manos, ausencia de
coloración o de interés en la voz, la disposición de nuestra prontitud o nuestra inercia en la
manera de seguir lo que se está produciendo, o de reaccionar a ello, todo esto y centenares de
otros signos, dejan adivinar al paciente mucho de nuestro humor y de nuestros sentimientos.
Algunos afirman con gran seguridad que perciben también nuestros pensamientos y senti-
mientos, independientemente de todo signo exterior e incluso a distancia.
He observado también, en tres casos, el efecto especialmente favorable de mi propia
relajación sobre las producciones de los pacientes, especialmente cuando he alcanzado nive-
les más profundos: (a) el paciente observa que tengo sueño. En lugar de sentirse herido, como
yo lo temía, se siente honrado de que me haya podido comportar tan naturalmente en su pre-
sencia. "¡Esto muestra que tiene gran confianza en mí! La próxima vez no se fuerce más y
duérmase tranquilamente". Este mismo paciente me pone en guardia sobre la posibilidad de
llegar al surmenage al servicio de mis pacientes. Pero al contrario, en una de las sesiones si-
guientes me dice: "Se lo ruego, hoy no se duerma, tengo absoluta necesidad de su presencia,
estoy completamente desconcertado". Frente a esta exhortación, me desperté de mi semi-
somnolencia, presté atención a las producciones del paciente, intenté conducir los pensamien-
tos y sentimientos fragmentarios hacia su causa y pude así hacer bastante bien mi trabajo.
(Quizás también por gratitud de que en otras ocasiones me dejó tranquilo y me testimonió,
además, bondad y consideraciones.) Después del trabajo con este paciente, no me sentí fati-
gado.
(b) Una paciente se sintió todavía más honrada cuando, después de años de amistad y
de análisis, me autoricé por primera vez a hacer uso del W.C. en su casa. Esto planteó la
cuestión de mi capacidad de relajación en general; en efecto, todo esto había sido considera-
blemente limitado en mi temprana infancia, por el tratamiento terriblemente brutal de una go-
bernanta motivado por la falta de higiene anal, lo que me causó una tendencia exagerada a
prestar atención a las consideraciones y deseos de otras personas, a complacerías o disgustar-
las, tendencia subrayada ocasionalmente por un acto fallido violento; por ejemplo, derramar
el café, el agua, caerme de manera ridícula, descuidar mi aseo, etc.
Quizás fuera necesario insertar aquí la espinosa cuestión de la relajación no solamente
del pensamiento, sino también del comportamiento (como dormirse y utilizar los W.C.).
Es necesario haber avanzado mucho en el análisis con un paciente, haber adquirido
mucha confianza en su criterio, antes de permitirse un cierto número de cosas a este respecto
(Ver mas arriba). Se debe estar seguro, por ejemplo, de que el paciente no nos querrá ver
muertos si hacemos un pequeño sueño, o bien que ha superado ampliamente la proscripción
convencional de las funciones primitivas del cuerpo. Por otra parte, se debe estar perfecta-
mente seguro de no hacer nada en el curso de la relajación que pudiera dañar al paciente, e in-
directamente a uno mismo. Se perfila entonces la imagen de un fin de análisis exitoso, que
podría recordar de algún modo a la despedida de dos alegres camaradas que, después de años
de duro trabajo, se encuentran siendo amigos, pero deben admitir, sin escenas trágicas, que la
camaradería de la escuela no es la vida y que cada uno se debe desarrollar en el futuro según
sus propios proyectos. También así se podría representar el resultado feliz de la relación pa-
dres-niños.
20 de febrero, 1932

A propósito de la mutualidad
Descontento persistente, insatisfacción en cuanto al resultado de las reflexiones con-
cernientes a los procesos traumáticos, incluso proseguidas intensamente y durante horas.
Ahora se asiste, como siempre, a la reproducción más viva, con todos los signos del sufri-
miento, aun de la agonía. Demanda impaciente: "No tantas palabras, algunas preguntas sim-
ples que soliciten mi pensamiento; no hay ninguna convicción en su voz; de qué me sirve que
usted lo sepa todo si yo no sé nada de nada. Nada más que un optimismo barato; me encuen-
tro en la mayor angustia, y me hacen hacer cosas como recibir a una dama de caridad con la
que debo mostrarme amable; jamás haré eso."
Siguiendo una inspiración repentina que ya había tenido ocasionalmente antes, e im-
pulsado por la angustia real de la situación ("un accidente terrible, se me deja tirada allí per-
diendo sangre, porque la señora espera para cenar, y además de esto, ese optimismo barato"),
preparo a la paciente para el hecho de que voy a decirle una cosa extremadamente penosa,
que no se le dice habitualmente a los pacientes: ¿es ella suficientemente fuerte para escuchar-
me? A decir verdad, sin duda lo es, de otro modo no me hubiera invitado a una actitud de
apertura mutua. Con gran determinación, la paciente exige una rectitud total; en consecuen-
cia, le digo que efectivamente he exagerado conscientemente hablándole sin cesar del resulta-
do esperable de su análisis. En realidad, frecuentemente tengo miedo de que esta cura fracase
y ella termine en la locura o el suicidio. No disimulé que esta comunicación me resultaba ex-
tremadamente penosa y dolorosa, tanto más puesto que sabía muy bien, por mí mismo, lo que
significaba ser puesto frente a tales eventualidades (referencia relativa a historias de mi pri-
mera infancia). (El resultado fue, de manera inesperada, un apaciguamiento total, si en su
momento hubiera podido conducir a mi padre a hacer tal reconocimiento de la verdad y a
comprender el peligro de la situación, hubiera salvado mi salud mental. Ese reconocimiento
me hubiera mostrado que yo tenía razón cuando hablaba de hechos que parecían imposibles
sin algún fundamento.) (Escenas de envenenamiento y de asesinato.)
Pregunta: ¿todo este proyecto de mutualidad no ha sido concebido con el único objeti-
vo de hacer surgir algo que el paciente suponía en mí y sentía rechazado? ¿No fue un antídoto
inconscientemente buscado contra las mentiras hipnóticas del tiempo de la infancia? Plena
comprensión de los recovecos más profundos de mi espíritu, con desprecio de todas las con-
venciones, incluso las de la bondad y las consideraciones.
Si esto hubiera sido un efecto de la simple brutalidad o de la impaciencia, no habría
servido de nada; pero ella vio qué combate tuve que dar contra mí mismo para resolverme, y
cuánto mal me hacía este cruel deber. (Ella sabía desde hacía mucho tiempo que yo no practi-
caba con agrado operaciones quirúrgicas, a causa de los obstáculos internos de este género, y
que, tanto como me fuera posible, también evitaba las autopsias.)
En otro caso, no sobrevino ninguna convicción, incluso después de meses de repeti-
ción del traumatismo. La paciente dice, muy pesimista: jamás le será posible al médico sentir
verdaderamente como yo misma los acontecimientos que atravieso y que siento. No puede
pues seguir las motivaciones intelectuales "psicofísicas" y participar en la experiencia. Res-
pondo: salvo cuando me sumerjo con ella en su inconsciente con la ayuda de mis propios
complejos traumáticos. La paciente admite esto, pero experimenta una desconfianza justifica-
da respecto de tal proceder místico.
21 de febrero, 1932

Fragmentación
Ventajas psíquicas: se economiza el displacer que resulta de poner en evidencia cier-
tas coherencias, abandonando estas coherencias. La escisión en dos personalidades que no
quieren saber nada una de la otra, y que están agrupadas alrededor de diferentes tendencias,
realiza la economía del conflicto subjetivo. Cuando se pierde la capacidad de soportar el dis-
placer, la falta de cohesión llega hasta la fuga de ideas: la psicosis alucinatoria en el momento
de una fiebre alta, es una "atomización" de este tipo de actividad mental. Tal desorganización
y anarquía aparece también en el dominio orgánico. La cooperación de los órganos se hace
más débil o cesa; en realidad, es un abandono provisorio de la individualidad corporal. Supo-
sición: el abandono del trabajo de cooperación, por la economía de energía y la limitación a
las tareas locales, podría favorecer los procesos de regeneración. Analogía, aquí, con las ex-
periencias de Löb sobre la fecundación asexuada de los huevos de erizo. (El proceso de des-
trucción tiene como consecuencia la productividad.) Algo parecido en el caso siguiente: un
niño es golpeado por una agresión imparable, consecuencia: "entrega su alma" con la convic-
ción total de que este abandono de si mismo (desvanecimiento) significa la muerte. Pero jus-
tamente, la relajación total que se establece por el abandono de sí puede crear circunstancias
más favorables para poder soportar la violencia. (Los órganos, los tejidos se hacen más exten-
sibles, los huesos más flexibles, sin romperse, en una persona desvanecida que no se opone a
la violencia, que en una persona en estado de alarma. Por ejemplo, rareza relativa de heridas
graves en las personas ebrias.) Aquel que ha "entregado el alma" sobrevive pues corporal-
mente a la "muerte" y comienza a revivir con una parte de su energía; incluso la unidad con la
personalidad pre-traumática es de este modo restablecida con éxito, acompañada es verdad, la
mayor parte del tiempo, de pérdida de memoria y de amnesia retroactiva de duración varia-
ble. Pero justamente, este fragmento amnésico es, en realidad, una parte de la persona que es-
tá todavía "muerta" o que se encuentra continuamente en la agonía de la angustia. Tarea del
análisis: hacer desaparecer esta escisión; pero surge allí un dilema. Si se considera este suce-
so reconstruyéndolo por su propio pensamiento, incluso aún si se llega a la necesidad de pen-
sarlo, esto quiere decir que se ha seguido manteniendo una escisión entre una parte destruida
y una parte que ve la destrucción. Si el paciente hace una inmersión catártica hasta la fase de
lo vivido, entonces, en este trance, siente todavía los sufrimientos, pero no siempre sabe lo
que pasa. De estas series de sensaciones de objeto y de sujeto, sólo son accesibles las del lado
del sujeto. Si se despierta del trance, la evidencia inmediata se desvanece enseguida; el trau-
ma es, una vez mas, aprehendido únicamente desde el exterior por reconstrucción, sin el sen-
timiento de convicción. Proposición de la paciente O.S.: durante el trance, incitar el pensa-
miento a la actividad planteando preguntas muy simples, hacer revivir, por así decir, el alma
que ha sido entregada, con tacto pero con energía, y llevar lentamente este fragmento muerto
o escindido a admitir que, sin embargo, no está muerto. Al mismo tiempo, es necesario que el
paciente haga la experiencia de una corriente suficiente de piedad y de compasión para que
valga la pena para él volver a la vida. Sin embargo, este tratamiento prudentemente tierno, no
debe volverse demasiado optimista; la realidad del peligro y la proximidad de la muerte, a sa-
ber, el abandono de sí, deben ser admitidas. En ningún caso, pues, se debe tratar el trauma
como una insignificancia, como ocurre frecuentemente con los enfermos y los niños. Es nece-
sario admitir, finalmente, que nuestra capacidad de ayudar, incluso nuestra voluntad de ayu-
dar, es limitada (en parte por las exigencias de nuestra naturaleza egoísta, en parte, por com-
plejos personales no controlados), es decir, que el paciente debe admitir, poco a poco, que la
ayuda no puede venirle sólo del exterior, que debe movilizar lo que queda disponible de su
propia voluntad. Finalmente, se debe incluso admitir, honestamente, que nuestro esfuerzo
puede ser vano si el paciente no se ayuda a sí mismo. Queda abierta la cuestión de saber si no
hay casos donde la reunificación del complejo, escindido por el traumatismo, es tan insopor-
table que no se efectúa totalmente y el paciente permanece en parte marcado por rasgos neu-
róticos, incluso hundido aún más profundamente en el no-ser o en la voluntad de no ser.

Modo de trabajo de la fisis y de la psique


La fisis está obstaculizada por resistencias, es decir, determinada por el pasado, al
cual adhiere. En la psique, estas resistencias se desvanecen completamente o en parte; la psi-
que está dirigida por motivaciones, es decir, algo del futuro. En la psique puede haber, ade-
más, grados de libertad de circulación fuera del tiempo, fuera del espacio. El pensamiento, si-
guiendo el principio de realidad, ya está cargado, determinado por cierta pesadez terrestre. El
predominio del principio de placer en el espíritu significa la libertad de la voluntad lo que,
por otro lado, es inimaginable para el pensamiento lógico.
23 de febrero, 1932

Principio masculino y femenino en la naturaleza


Me sorprendí, y continúo sorprendiéndome con razón, del hecho de que, psicológica-
mente, no pueda explicarse nunca enteramente la afirmación del displacer. Partiendo de mi
experiencia con una paciente (que después de años de sufrimiento, de quejas, de exaltaciones,
etc., más una frigidez completa, se ha despertado al mismo tiempo que su carácter ha cambia-
do, se ha vuelto comprensiva, llena de consideraciones por los otros, caritativa, generosa, lis-
ta a tolerar todo lo que hasta entonces le era insoportable, alcanzando una especie de madurez
tardía de sus sensaciones sexuales), llegué a la idea, siguiendo en realidad una indicación
consciente de la paciente, que en el organismo femenino, a saber, en la psique, se encarna un
principio particular de la naturaleza que, contrariamente al egoísmo y la afirmación de sí del
hombre, puede ser concebido como un querer -y poder- sufrir maternal. La capacidad de su-
frir sería, en consecuencia, una expresión de la femineidad, aun cuando el hecho de sufrir, de
soportar, de tolerar, se desarrollase en cualquier dominio de la naturaleza, por lo tanto en apa-
riencia completamente fuera de la sexualidad. Incluso si esto puede parecer exagerado, no es
quizás disparatado hablar de que en el momento en que una fuerza o una sustancia "está so-
metida" a la influencia cambiante, modificadora, destructora de otra fuerza, se debe, además
de la intensidad relativa y absoluta de la violencia, tomar igualmente en cuenta la influencia
de lo femenino, que debe ser admitido virtualmente en todas partes; incluso podría preguntar-
se si, sin el asentimiento de lo femenino en las sustancias, podría realizarse alguna vez un
cambio, incluso por la más potente de las fuerzas. Esta generalización me libera, es verdad,
de la tarea hasta ahora insoluble de explicar el altruismo simplemente por una complejidad de
motivaciones de egoísmo, como parecía evidente para los investigadores de las ciencias de la
naturaleza que somos. ¡Ay! se puede objetar a esto, desde el punto de vista científico, que de
este modo nos sustraemos a una tarea insoluble, como en la afirmación: la miseria viene de la
pobreza; el altruismo y la capacidad de soportar el sufrimiento provienen de un principio par-
ticular del altruismo y de la capacidad para soportar el sufrimiento. A pesar de todo, no es
completamente insensato sostener el punto de vista del dualismo; los ejemplos innumerables
que existen por todas partes, de bipolaridad, de ambivalencia, de ambitendencia, parecen jus-
tificar que se considere el conjunto de la naturaleza no solamente desde el punto de vista del
principio del egoísmo, sino también a partir de una dirección pulsional opuesta, la del altruis-
mo. Todo esto no sería más que una modificación aparentemente leve de la hipótesis freudia-
na de las pulsiones de vida y de muerte. Yo pondría otros nombres a la misma cosa. La pul-
sión de "hacerse valer" y la pulsión de conciliación constituyen juntas la existencia, es decir,
la vida en el universo. La vieja proposición: natura horret vacui19 y otra nueva que es necesa-
rio forjar: natura horret cumuli20 deben ponerse una al lado de la otra, ya que juntas expresan,
de un modo más bien antropomórfico, la ubicuidad de estos dos principios. El egoísmo es la
tendencia a desembarazarse a cualquier precio del quantum de tensión que produce displacer.
Es como si en cualquier parte en que emerge una entidad que no quiere y no puede sufrir, las
pulsiones y las tendencias de conciliación fueran movilizadas desde todos los costados, evo-
cadas como por magia, igual que en la sociedad humana lo femenino se combina con lo que
es fuertemente masculino.
La singular consecuencia de la hipótesis según la cual hay algo pulsional en la volun-
tad de conciliación, lleva lógicamente a la afirmación de que para la sustancia, o para el ser
en el cual esta pulsión es, o se hace, fuerte, incluso la única dominante, el sufrimiento es no
sólo algo tolerable, sino incluso algo deseado, fuente de satisfacción. Ejemplo principal: el
placer de la maternidad es, en realidad, el placer de tolerar seres vivientes parásitos que se de-
sarrollan de manera perfectamente egoísta a expensas del cuerpo propio de la madre. Analo-
gía con esto: el sufrimiento del ser humano privado de amor en el que la vida despierta el
principio femenino de la voluntad de conciliación. Sin pronunciarse por lo tanto sobre las di-
ferencias de valor de estas dos fuerzas naturales, parece cierto que el principio femenino, es
decir, el principio de sufrimiento, es el más inteligente. "El mas sabio cede." La prevalencia
unilateral del principio egoísta, corresponde al sadismo; la de querer-sufrir, al masoquismo.
Un sufrimiento muy fuerte o de larga duración, pero sobre todo algo inesperado que
tenga un efecto traumático, agota la pulsión de "hacerse valer" y deja que las fuerzas, los de-
19
En latín en el texto: La naturaleza tiene horror al vacío.
20
En latín en el texto: La naturaleza tiene horror a lo lleno.
seos, incluso las particularidades del agresor, penetren en nosotros. Ninguna sugestibilidad
sin participación del principio femenino. Bajo la pulsión de "hacerse valer" se puede ubicar el
principio de placer freudiano; bajo la pulsión de conciliación, el principio de realidad.
24 de febrero, 1932
1) (B.) El análisis mutuo puede haber sido inventado originariamente por los pacien-
tes como síntoma de la desconfianza paranoide: es necesario llegar a poner en claro que tu-
vieron razón en sospechar en el analista diversas resistencias debidas a la antipatía, y obligar-
lo a confesarlas. El consentir a este deseo es, naturalmente, el contraste más radical que se
pueda imaginar respecto a la disimulación rígida, impenetrable de los padres. Ejemplo de
hoy: en la anteúltima sesión, radiante de felicidad, contenta de ella misma porque, por prime-
ra vez, es capaz de consentirse el placer de la masturbación sin ningún temor ni restricción. A
la sesión siguiente, persistencia de este buen humor: en realidad no hace otra cosa que cantu-
rrear para sí aires de Tristán e Isolda. Además, por momentos, con el sentimiento inquietante
de que tal felicidad no puede durar, que pronto retornará la sensación de lo ilícito. En la se-
sión de hoy, hablando de la misma cosa, propongo la interpretación siguiente a propósito de
un sueño, en el que una mujer delgada que lleva una cánula después de una operación de car-
cinoma de laringe, por lo tanto, una persona muy debilitada, tiene tres o cuatro niños gigan-
tescos: las alegrías de la masturbación son un excelente hallazgo para evitar las dificultades
enormes de la maternidad. Fuerte oposición sobre esto: cada una de mis afirmaciones es re-
chazada. Después, largo planteo; explicación: yo no experimentaría mas que antipatía por
ella; preferiría por sobre todo mi explicación analítica rígida y no admitiría su opinión. (En
realidad yo estaba completamente predispuesto a dejar modificar mi punto de vista sobre la
interpretación de la masturbación; de todas formas, me represento por anticipación –analítica-
que la homosexualidad manifiesta de la paciente, en consecuencia, una suerte de masturba-
ción, hay que relacionarla con algo terrorífico en el sentido del sueño descripto anteriormen-
te). Querer conocer mis pensamientos más secretos es la repetición de un mismo deseo, en la
infancia, cuando la paciente se sentía inducida a error, incluso traicionada por los adultos. En
consecuencia, después que hubo expresado su descontento, incluso llorado bastante, cumpli-
miento de la predicción: después del orgullo, la caída.
2) En el caso de R.N., la voluntad metódica de analizar toma formas más complica-
das. A la manera de los enamorados, la paciente procura remontar lejos, en el pasado, su inte-
rés por mi persona. Con la ayuda de una tercera persona, un húngaro establecido antaño en
ese país lejano (ella sabía sólo desde hacía poco que él había estado allí), la paciente cree ha-
berme descubierto precisamente a mí, por las vías místicas de la transmisión de pensamiento
(N.B. tiene 31 años), como siendo la única persona que podría ayudar a la paciente muy an-
gustiada. (Insertar aquí el ejemplo de la paciente S.I. que, supuestamente, no había oído ja-
más hablar de mí pero que, cuando se enteró de mi nombre, comprendió inmediatamente que
sólo yo podía salvarla. En consecuencia, todas las otras tentativas analíticas fracasaron, pero
llegó a mí con los síntomas de una transferencia intensa.) Después de años de análisis, se le
ocurre la idea de una actitud de apertura mutua. Acá, a la simple tendencia a la repetición se
mezcla otra tendencia, realizar la idea del "amante ideal" con el analista. La posición favora-
ble del analista permitirá a los pacientes descartar los obstáculos para obtener mi amor y crear
entre nosotros una comunidad de intereses y de ideas para toda la vida; mi comprensión y mi
bondad harán a los pacientes capaces de soportar conscientemente la realidad de los aconteci-
mientos terribles de la infancia. En tanto esto no se produce y yo me mantengo a distancia
profesional, el paciente no puede ser curado. En mi ambición de ayudar a los pacientes, he
ido tan lejos que consagré a la paciente una gran parte de mi interés y de mi tiempo, comple -
tamente por nada. Desde hace algún tiempo, es verdad, me he visto obligado a sustraer, des-
plegando un esfuerzo considerable (llevo dentro mío la compasión por los pacientes), una
parte del tiempo que consagraba a los pacientes. Han sido necesarios alrededor de dos meses
para que este shock fuese superado; como los recursos de la paciente comenzaban a agotarse,
me decidí a dar el segundo paso, mas arriesgado, consistente en decir a la paciente que sólo
seguiría atendiéndola en el caso de que ella pudiera sostenerse a sí misma. Como yo lo supo-
nía, estaba persuadida de que yo iba a proveerla de todo lo necesario. Se agitó como una loca,
hizo alusiones al suicidio, pero permanecí firme. Las sesiones siguientes transcurrieron así:
con una paciencia infinita, restablecí la relación amistosa, sin modificar sin embargo mi pun-
to de vista.
En una palabra, la aceptación de la situación analítica en su totalidad hubiera realiza-
do, en este caso, como yo lo temí con razón, la mezcla de la situación analítica pura con la si-
tuación real, y eso con gran desventaja para el análisis. Como padres e hijos, es necesario que
médico y paciente se vuelvan finalmente independientes el uno del otro; el análisis, tal como
estaba proyectado por la paciente, era pues una vía indirecta para dejarse curar, de algún
modo de acuerdo con el cumplimiento de su deseo, por el amor y la ternura. El desvaneci-
miento de esta ilusión es siempre doloroso, pero debe tener lugar. La cuestión es saber si mi
bondad, quizás exagerada, no hizo esta separación todavía más difícil para la paciente. Por
otra parte, creo que este caso no era en absoluto accesible de otro modo que por la bondad.
Queda abierta la pregunta: ¿tengo el savoir-faire, el tacto y la paciencia para lograr esta re-
nuncia en toda amistad?
Ahora, a propósito de la contratransferencia, el hecho es que ciertos esclarecimientos
e indicaciones analíticas, como así también reacciones afectivas muy intensas, me han hecho
progresar en el curso de este trabajo. ¿Es pensable que abandonándose totalmente y sin inhi-
bición al análisis, esto llevara, o llevaría, a una profundidad jamás alcanzada de la compren-
sión y la experiencia?
3) Confieso, para ser más sincero aún, que hubiera preferido mucho más llevar ade-
lante un análisis mutuo con la paciente S.I. que, a pesar de traumas más horribles en su infan-
cia, es capaz de bondad y abnegación, mientras que con R.N. se tiene siempre el sentimiento
de la prosecución incesante de un fin en última instancia egoísta. Para recurrir a la manera de
hablar de R.N.: en R.N. encuentro la madre, la verdadera precisamente, que era dura y enérgi-
ca y a la que yo temía. R.N. lo sabe y me trata con una ternura exquisita; el análisis le permite
incluso transformar su propia dureza en amable dulzura, y surge allí la pregunta: ¿no se ha-
bría debido tener el coraje de exponerse, a pesar de todo, al peligro de la transferencia analíti-
ca y lograr a continuación la victoria? O bien no es y no era la única vía justa, practicar y pro-
vocar una auto-frustración pedagógica, percibiendo todas estas intenciones conscientes e in-
conscientes, y renunciando a las eventuales ventajas de tal análisis. Si yo ya hubiera alcanza-
do también aquí ese grado de fuerza de carácter profundamente grave como con S.I., enton-
ces hubiera podido exponerme a ser analizado por ella, verdaderamente sólo después que ella
hubiera terminado su análisis.
Mientras tanto, uno se debe contentar con tener restos de comprensión analítica en
fragmentos dispersos por parte de los pacientes, y no dejarles ocuparse de nuestra persona
mas que en aquello que es necesario para su análisis.
24 de febrero, 1932

Trauma en estado de inconciencia


El efecto de una conmoción debe ser particularmente peligroso, ya se trate de un pa-
vor repentino, o de un pavor además con herida corporal, cuando el trauma ha tenido lugar en
ciertos estados inhabituales. Ejemplo 1) R.N.: despertar repentino de un estado tóxico-hipnó-
tico, por privación repentina del anestésico tanto como de la ilusión hipnótica. El trauma gol-
pea aquí a un ser ya escindido que no puede, como las personas conscientes, concentrar en sí
todas las fuerzas de la voluntad. 2) Es en una situación semejante que se encuentra S.I. cuya
madre (verdaderamente igual que la de O.S.) cometió una agresión loca y terrorífica contra la
niñita dormida, a causa de alguna actividad masturbatoria practicada durante el sueño. Una
persona dormida también está sin defensa; cuando se duerme se cuenta con la seguridad de la
casa y del entorno, si no no se podría dormir. Una pequeña parte del Yo permanece en su
puesto de guardia aun durante la noche, pero solamente para dar signos de alarma ante la pro-
ximidad de un peligro. Pero si la agresión llega sin advertencia, por ejemplo, un golpe, un tiro
u otro shock, en medio del descanso o del sueño, cuando falta la contrainvestidura de los ór-
ganos sensoriales, entonces la impresión traumática penetra sin resistencia en el interior del
organismo psíquico y permanece clavada a la manera de una sugestión post-hipnótica durade-
ra. En otros términos: el efecto de terror está considerablemente aumentado en este estado. Se
es de algún modo reducido al estado de un animal temeroso, incluso poco inteligente. La in-
clinación a la bebida de ciertos neuróticos bien podría ser la indicación (la reproducción) de
estados de conciencia alterados o debilitados en el momento del trauma.
3 de marzo, 1932

A propósito del tema de la mutualidad


Cada vez más se me aparece como indigno hacer como si yo me las hubiera arreglado
muy bien con la mutualidad, mientras que sólo hice mi "autoanálisis" con una considerable
reservatio mentalis21. Esto, y las indicaciones que recibí de S.I. (en quien han tenido lugar
progresos terapéuticos importantes en estos últimos tiempos sin "mutualidad" y que me ha
llevado constantemente a ponerme en guardia contra demasiado auto-sacrificio), me reforza-
ron el sentimiento de overdoing22 (en tiempo y en esfuerzo) que experimentaba yo mismo; fi-
nalmente la consideración de mis propias finanzas, es decir, la realidad: todo esto puesto jun-
to, así como el recuerdo de la advertencia de Freud, a saber, que estaba "demasiado bajo la
influencia de mis pacientes", me impulsaron a hablar abiertamente del aspecto fragmentario
de mi participación en el análisis mutuo, y de mi decisión de no ir más allá. Una de las moti-
vaciones es naturalmente el temor, 1) que el análisis se transforme, por la ostentación del ana-
lizado y del analista, literalmente en un caldo de cultivo para favorecer las proyecciones y el
temor de las dificultades propias; 2) que la paciente comience a exigir ayuda financiera en
contrapartida de mi análisis con ella. Pero dar esa ayuda financiera, mezclaría demasiado el
análisis y la realidad, y volvería más difícil la separación. En efecto, la paciente hizo ya toda
suerte de planes para una colaboración de toda la vida, sobre el modelo de Schiller y Goethe.
La medida de protección que tomo, aceptando igualmente indicaciones de otros pacientes, es
rechazada, en razón de la particularidad de su caso y de nuestra técnica común, que penetra
en capas metafísicas profundas. Finalmente, da incluso a entender que mi capacidad de traba-
jo está seriamente amenazada y va a desmoronarse sin la ayuda de la paciente. Esta adverten-
cia se escuchó un poco como una amenaza (no olvidar a este respecto que la paciente se sien-
te en posesión de fuerzas sobrenaturales).
Consecuencias inmediatas: desilusionada, encara seriamente detener el análisis en ese
momento, para utilizar el dinero que le queda aún de manera práctica, antes de encontrarse
aquí "vis-a~vis du rien"23. Mi contrapropuesta es que acepte el compromiso según el cual yo
no proseguiría mi análisis más que un breve momento cada día, y solamente en función de su
análisis; los horarios fijos no deberán ser sobrepasados.
Después de un largo silencio, mortal y lleno de desesperación, esta vez, sin embargo,
curiosamente, sin que aparezca demasiado la cuestión del suicidio y de volverse loca, puede
lograrse que la paciente prosiga el trabajo, por el momento "en consideración al aspecto sim-
pático de mi persona", aspecto bien diferente de las particularidades del perseguidor infantil.
¿Qué puede esperarse de esto? 1) Como en la terapia activa, bajo la presión de la an-
21
En latín en el texto: Reserva mental.
22
En inglés en el texto: El sentimiento de hacer demasiado.
23
En francés en el texto: Frente a frente con la nada.
gustia, forzar la comprensión, hasta entonces incompleta, para penetrar la realidad del presen-
te y del pasado. 2) Ahora que la paciente no tiene nada más que esperar, muchos sentimientos
reprimidos, sobre todo los del odio, deberían poder salir. Todo lo vulgar y lo ordinario que la
paciente intenta ocultar, con una estética extremadamente civilizada, debería ahora mostrarse.
Es verdad que pueden esperarse también amenazas más peligrosas.
Al lado de esto, se encuentra la esperanza de que venga de alguna parte una ayuda ex-
terna; esto sería favorable al análisis, en la medida que la separación podría tener lugar de
manera más espontánea, siguiendo su propio movimiento y no aguijoneada por la pausa que
estaba por producirse. Finalmente, y para concluir, es verdad que no se debe dejar de lado la
idea de que a la mutualidad proyectada se asocia algo generoso, a lo que renuncio, teniendo
en cuenta sobre todo que no tengo una entera confianza. Esta actitud enérgica puede tener
una ventaja: the break of one of my patterns24, la superación de la angustia frente al "terroris-
mo del sufrimiento" que tiene, es verdad, orígenes infantiles.

Sobre el terrorismo del sufrimiento


S.I.: En ocasiones, siente, sobre todo cuando es agresiva, dura, sarcástica, etc., que
algo extraño habla por su boca, en lo que después no se reconoce. Hoy por ejemplo, esta cosa
feroz y extraña se revela como la madre feroz, incontrolada, agresiva y apasionada, y por esto
terrorífica para la niña; madre cuyos gestos, mímica, así como las crisis casi maníacas, son
imitadas por la paciente con una fidelidad tal que no puede ser más que la consecuencia de
una identificación completa. La paciente, psicologizando, describe con intensos detalles sus
procesos interiores en el momento de tal espanto: una parte de su persona es puesta "fuera de
ella", y el lugar así vaciado es tomado por la voluntad de aquello que la ha aterrorizado.
Como tratamiento, exige que los fragmentos de la personalidad, encastrados en ella a la fuer-
za, sean extraídos por mí pedazo por pedazo; al mismo tiempo, ella debe intentar reinsertar en
su personalidad las partes estalladas de su propia persona. Después de relajación prolongada
y pasividad de mi parte, exige ahora: you must poke the jellyfish 25, es decir, en lo que le con-
cierne debo ser un poco mas severo y más duro con ella.
2) Algo análogo en B.: me pide que la estrangule hasta el ahogo; mejor llegar hasta el
fondo del sufrimiento que arrastrar, por angustia, una tensión de displacer persistente en el in-
consciente.
6 de marzo, 1932

Mutualidad:
En la tercera sesión después de anular la ayuda material y la mutualidad, viraje repen-
tino: fui recibido por un rostro resplandeciente y un gesto de reconciliación; muchas excusas
por haberme irritado y encolerizado por su falta de control durante mi análisis (pues, en prin-
cipio, sigue enganchada a la mutualidad y considera las medidas que he tomado simplemente
como el resultado de pequeñas desviaciones de su parte). A pesar de todo, grosso modo, ha
dado claramente marcha atrás; exclamación admirativa de que me haya sostenido firmemente
en la cura a pesar de sus provocaciones. No reprimí la alegría de mi satisfacción e hice el elo-
gio de su capacidad para superarse. Ella me devolvió el cumplido: yo me había mostrado más
fuerte que mi verdadera tendencia a ser aterrorizado por el sufrimiento. No callé que esto me
había costado un gran gasto de energía. La sesión transcurrió en hablar esencialmente del
acontecer analítico, pero también logré ir más lejos llevándola a profundizar en el pasado.
Procesos similares en la paciente B. También ella comienza a exigir que el análisis
sea extendido a las 24 horas del día; si no se le garantiza esto, no puede arriesgar los peligros

24
En inglés en el texto: La ruptura de uno de mis modelos.
25
En inglés en el texto: Usted debe azuzarme.
que representa el abandono de las medidas intelectuales y conscientes de prudencia y protec-
ción. Sin embargo, acá como en el otro caso, mis alusiones a su voluntad de partir son enérgi-
camente rechazadas. Es verdad que ella dice frecuentemente que no hacemos progresos, pero
cuando hago alusión a esto, responde: "¿Cómo sabe usted que no hago progresos, toda esta
agitación ya es quizás un progreso."
Mientras que en el caso (A) parece que toda la gentileza desplegada en el curso de
años de trabajo ha sido suficiente para llevar a la paciente (después de una intensa reacción
de huida), a pesar de la incompletud de la realización de sus deseos, a doblegar su voluntad,
en oposición a su altivez, su obstinación, su superioridad, su desprecio habituales. Se puede
esperar algo análogo en el caso B. Si esto se logra, se puede efectivamente hablar aquí de un
cambio esencial del carácter que, seguramente, tendrá efectos en otras cuestiones. En conse-
cuencia, una especie de éxito pedagógico.
Se plantea aquí la cuestión de la relación entre relajación y actividad, o educación. El
análisis, como la vida, debe comenzar por la relajación; bajo la influencia de ésta, se hace po-
sible un objetivo de reproducción catártica. Una penetración más profunda en los sucesos de
displacer traumático, con realización completa, sólo parece poder obtenerse por el camino del
dolor del destete analítico. El camino de contraste entre pasado y presente no permite pene-
trar mas que hasta una cierta profundidad. Sin embargo, podrá evitarse un alto grado de dolor
si la vida ofrece algo más soportable. Debe pues aparecer en el análisis el sentimiento de estar
totalmente solo, de no contar más que consigo mismo, la desesperación de no poder engan-
charse a nadie (análisis, bondad del analista), y hacer así, esta vez por vía de la analogía, la
experiencia del dolor propiamente dicho. Sí, el dolor presente debe causar, justamente porque
está en el presente, mayor displacer que el que suscita, aún hoy, el recuerdo del dolor pasado.
En consecuencia, huida frente a la desesperación presente, en la situación traumática relativa-
mente más soportable (recuerdo). Para soportar este displacer es necesario, entonces, que sea
activado en el presente un gran displacer. Como acto final, después de la "catarsis profunda",
me represento, como en el caso de R.N., un período de reconciliación y finalmente de separa-
ción, con el sentimiento de ser liberado de la fijación traumática, es decir, de las emociones
de naturaleza forzada en materia de amor y odio. El carácter, orientado por el trauma, cesa de
existir y pueden desplegarse las otras disposiciones naturales de la personalidad. Agregar acá
la excelente comparación de Freud: la desintegración de los objetos desenterrados.
6 de marzo, 1932

Punto de vista general sobre lo que hay de tendencioso en el apar-


tamiento de la realidad en el curso de la psicosis
El prototipo de toda confusión es estar "extraviado" en cuanto a la confiabilidad de
una persona o de una situación. Estar desorientado es: haberse engañado; alguien, por su acti-
tud o sus palabras lo "hace ilusionar" con una cierta relación afectiva; el momento de la deso-
rientación ocurre cuando se va al encuentro de una situación con una cierta representación
anticipada y en lugar de esto se encuentra otra cosa, frecuentemente la opuesta; en conse-
cuencia: ser sorprendido por algo. La confusión corresponde al momento situado entre la sor-
presa y la nueva adaptación. (Ejemplo: el destete. Se rehúsa el seno al niño habituado a ma-
mar. reacción: 1) confusión; 2) defensa y rechazo; 3) adaptación.)
Ahora bien, en los casos donde la protesta y la reacción negativa, es decir, toda crítica
y expresión de descontento están prohibidos, la crítica sólo puede expresarse bajo forma indi-
recta. Por ejemplo, el juicio: todos ustedes son mentirosos, idiotas, alocados con los que no se
puede contar, es representado sobre uno mismo de manera indirecta por exageraciones, locu-
ras y producciones extravagantes, poco más o menos como el niño gesticulador que se defor-
ma a sí mismo pero sólo para mostrar al otro a qué se parece. El loco expresa pues por sus lo-
curas este juicio: soy el único ser humano inteligente y ustedes son todos locos. Es particular-
mente impresionante en los casos donde los padres, efectivamente enfermos mentales, han
ejercido influencia sobre el niño. El niño reconoce precozmente las locuras del comporta-
miento de aquellos que tienen autoridad sobre él, sin embargo la intimidación prohíbe ejercer
una crítica. Le queda como único medio de expresión las exageraciones irónicas, cuya natura-
leza no es reconocida por el entorno. Falta saber en qué medida y en qué momento la ironía
de las expresiones se hace inconsciente también para el niño. El hecho de que el Superyo loco
se imponga, es decir, sea impuesto a la personalidad propia, transforma en automatismo la
ironía precedentemente manifestada. Es así que se llega a producir, por vía de la tradición,
una aparente herencia de la psicosis por medio del injerto de un componente loco de la perso-
nalidad en el Superyo.
8 de marzo, 1932

El analista: agente funerario


1) Era ingenuo creer que la adaptación a una situación nueva se instalaría simplemen-
te y de manera durable con una modificación total de la orientación del carácter. Declararse
satisfecho con "un niño que sublima", es decir, consentir en concebir, en el dominio intelec-
tual, moral, espiritual, algo que no ha sido jamás, y reunidas todas estas fuerzas, pensando de
manera simultánea y similar, no era más que uno de los lados de la moneda; el otro lado,
sombrío, negativo, no ha cesado de existir y, después que ha caído el entusiasmo, reaparece
de nuevo con un vigor redoblado. A las palabras que yo tan cruelmente le había lanzado a la
cara como realidad, y a las cuales esperaba una reacción mucho antes (en lugar de lo cual
apareció la sorprendente reconciliación), la reacción se ha expresado hoy, mucho más tarde.
Mis palabras habrían sido asesinas. La sublimación es la locura (resignación, tomar la imagi-
nación por la realidad); yo haría lo mismo que su padre asesino, le inyectaría el veneno irri-
tante y excitante, provocaría la expectativa del orgasmo y después querría obtener el despla-
zamiento del objeto de amor. Ella rechaza esto, dice, con determinación e incluso concentran-
do todas sus fuerzas psíquicas, igual que con su padre asesino que jamás obtuvo de ella más
que una toma de conciencia de los sentimientos que, incompatibles con su persona y sus de-
seos, le fueron impuestos. No tiene otro recurso dice, que volverse loca, es decir, desviar de
la realidad las sensaciones (hambre de amor) que fueron provocadas en ella, y por esto debe
volverse "inside out"26. Expresado más simplemente: mientras que se comportaba y se deba-
tía obedeciendo a la compulsión del malvado, vivía en la imaginación la esperanza de que lle-
gara un "ideal lover"27. Toda su persona había pues estallado en pedazos. Una parte era puro
sufrimiento, accesible solamente en los sueños y los síntomas, y así irrealizado. Otra parte le
procuraba la satisfacción de sus deseos por la modificación de la interpretación de la realidad;
una tercera parte, el cuerpo, que obedecía completamente al veneno y al padre, permanecía
puro automatismo. La paciente vive pues en un hambre de amor insaciable; contentarse con
sublimaciones es imposible en estas circunstancias; más bien retornar a la locura o a la muer-
te.
2) B. Las dos últimas sesiones están bajo el signo de una total insatisfacción, desespe-
ranza, tendencias a huir, ante todo porque no tiene confianza en mí: en caso de verdadera an-
gustia, yo no querría ni podría ayudarla verdaderamente. A pesar de todo, se decidió, acep-
tando mi invitación, a sumergirse en las profundidades de su alma, abandonando todas las
medidas de autodefensa, se autorizó incluso a caer enferma. Violentos dolores de cabeza y
otros dolores y quejas a este respecto ocuparon todas las sesiones. Ayer tuvo que guardar
cama y me mandó a buscar. Estaba acostada, con fiebre alta, y como lo supimos después, es-
peraba sin cesar un poco de bondad y de humanidad de mi parte, un poco como un niño heri-
do de muerte, apenas capaz de beber, que sólo toma un poco de líquido con una pipeta. En lu-
26
En inglés en el texto: Lo de adentro afuera.
27
En inglés en el texto: El amante ideal.
gar de esto, tuvo que descubrir que yo continuaba, como antes, planteándole cuestiones analí-
ticas tontas y aburridas; y al final de la sesión, cuando partí como siempre dejándola sola, vio
que no tenía nada que esperar de mí, que debía ayudarse a sí misma, que tuvo razón en no ha-
ber tenido confianza en mí, que su juicio sobre su padre no era completamente justo, a saber,
que había sido un estúpido cobarde que la había dejado caer. (N.B. Era un día en que las otras
mujeres de la casa la habían tratado de manera hiriente.) El análisis, dice, reproduce punto
por punto el comportamiento de sus padres, que produce solamente displacer pero no puede
curarlo. Preveía que permanecería en el mismo punto aun después de otros ocho años, si no
lograba desprenderse del análisis, de la familia y quizás incluso de toda la humanidad, y arre-
glar su vida de manera independiente. Aparte de esto, tuvo un sueño en el que una niñita es
extendida en un féretro cuadrado, en una posición poco confortable, completamente muerta.
Sus cabellos caen sobre su cara, tiene también la cabeza cubierta por un lienzo. En el exterior,
se toca una melodía (canto fúnebre), se designa la región de la laringe para indicar que no
puede cantar con los otros. En síntesis, figuran allí tres personas, la muerta, la paciente y una
tercera persona (la interpretación es, provisoriamente: no podía hablar porque una parte de
ella estaba verdaderamente muerta; es por eso además que tampoco podía cantar; referencia a
la situación en el momento de la supuesta agresión, trastornos respiratorios).
2) Reacción subjetiva extremadamente penosa en ambos casos, a primera vista, de-
cepcionante. Manifiestamente no estoy de acuerdo en ser acusado sin cesar de ser un asesino.
En el caso B., llego finalmente a admitir que hay una tarea inevitable para el analista: cual-
quiera sea la manera en que se conduzca, aunque impulse tan lejos como pueda la bondad y
la relajación, llega el momento en que debe reproducir por sí mismo el asesinato perpetrado
en otro tiempo sobre el paciente. Sin embargo, a diferencia del asesinato de origen, no tiene
el derecho de negar su culpa; la falta analítica es que el médico no puede ofrecer todos los
cuidados, toda la bondad y la abnegación materna, y vuelve a exponer así, sin ayuda suficien-
te, a las personas de las que se encarga, al mismo peligro del que, en su momento, han salido
muy penosa y difícilmente. Después que hemos dejado a los pacientes expresar de manera su-
ficientemente exhaustiva su juicio sobre nosotros y los otros asesinos, ellos mismos llegan a
la pregunta: ¿qué tenía yo que replicar a esto? Respondí reconociendo sin disimulo la insufi-
ciencia de mi ayuda, y sin hacer tampoco ningún misterio acerca de mis sentimientos doloro-
sos a este respecto; además reconocí que nosotros, los hombres, en realidad, incluso los mejo-
res médicos de entre nosotros, somos torpes en los cuidados prodigados a niños y enfermos;
desde la infancia, los hombres son educados por el entorno, y por los otros muchachos, a no
mostrar sentimentalismo, considerando esto asunto de mujeres y de niños. Aun en su bondad,
son huraños y menos cálidos. ¡De cualquier modo, hay una diferencia entre nuestra sinceri-
dad y el silencio hipócrita de los padres! Esto, y nuestra buena voluntad deberían ser puestos
en nuestro crédito. Es por esto por lo que no pierdo la esperanza y cuento con el retorno de la
confianza, cualquiera sea la decepción. Si se logra reubicar, como está justificado, el acento
traumático del presente sobre lo infantil, quedarán suficientes cosas positivas para conducir la
relación, no hacia la ruptura, sino hacia la reconciliación y la comprensión.
En el caso B., la reacción, teniendo en cuenta la mutualidad, fue mucho más profunda.
Esto proporcionó la ocasión de penetrar más profundamente en mis propios infantilismos:
momento trágico de la infancia cuando la madre declara: tú eres mi asesino. Se pone clara-
mente en evidencia una reacción extremadamente fuerte a algo análogo en el análisis, seguida
de desesperación y de desaliento. De este modo, desligamiento del presente y retorno de la
simpatía, con tendencia a la sublimación y a la resignación. Cuando se sabe que este trabajo
de verdugo es inevitable pero que es finalmente útil al paciente, se superan las resistencias -
que pueden ser mas o menos fuertes- contra tal crueldad, cuando se hacen y se dejan hacer las
exploraciones analíticas necesarias, no se retrocederá espantado frente a las intervenciones
radicales que conducen al desprendimiento del paciente. Finalmente, es necesario separar al
niño de la madre también con ayuda de tijeras; diferir esta operación puede dañar a la madre
y al niño (analista y enfermo). Es cuestión de tacto, de técnica inteligente y comprensiva, de-
terminar 1) hasta dónde debe llegar la bondad; 2) cuándo y a qué ritmo debe ser mostrada la
dura realidad; 3) en qué medida la mutualidad del análisis es para esto una ventaja o una in-
soslayable necesidad.
10 de marzo, 1932

Lo que cura en la psicoterapia (Healing)


Un principio del psicoanálisis, inexpresado o raramente expresado es que, en oposi-
ción a otras psicoterapias, no quiere actuar ni por la sedación, el apaciguamiento, la estimula-
ción, la instigación (en consecuencia, por medidas que actúan directamente por efecto emo-
cional y sugestivo), ni por la piedad, la ternura, una amistosa buena voluntad, la comprensión
y una participación real en todos los movimientos del alma como el odio, la indignación, la
desesperanza, o la alegría compartida en el momento de las emociones positivas y de las feli-
cidades del amor, etc., sino al fin de cuentas sólo por la vía intelectual, despejando las inhibi-
ciones que afectan a los sentimientos y a los actos, por la toma de conciencia de las represio-
nes. El ideal del análisis sería pues un caso donde no se introduzca nada en absoluto en el pa -
ciente por el análisis, donde el analista no cambie o no mejore nada en cuanto a las relaciones
exteriores ni a las relaciones interiores, ni por una ayuda social o personal, ni por la satisfac-
ción de necesidades afectivas. En verdad el psicoanálisis moderno, desde el descubrimiento
del factor de transferencia en la situación analítica, ha señalado la importancia de los factores
afectivos, no intelectuales en el análisis, y finalmente ha arribado a la constatación de que só-
lo el efecto de transferencia y el desbloqueo de las resistencias contra éste, permiten la verda-
dera toma de conciencia y por este hecho, el dominio del inconsciente. Sin embargo, todos
estos factores afectivos en el análisis fueron concebidos como una suerte de interregno que
debe en definitiva ser completamente resuelto, y en última instancia, lo que el análisis ofrece
a los enfermos es la comprensión y el control de sí.
Las experiencias neo-catárticas parecen obligarme a desviarme muy frecuentemente
del mantenimiento rígido de este principio analítico hacia el fin de un análisis: en los momen-
tos de muy profunda relajación, la apelación al intelecto pareciera ser imposible, incluso per-
turbadora, en todo caso, sin utilidad. Las tareas de autoobservación y de autocrítica que exi-
gen las explicaciones analíticas, suponen ya una escisión de la persona en un observador y un
observado. Por otra parte, la relajación exige la unificación total de la personalidad permitien-
do a las percepciones actuar sobre sí de manera no fragmentada, es decir, revivirlas efectiva-
mente. En efecto, el paciente se hunde en un embrollo de alucinaciones, de explosiones, de
sentimientos, de dolores corporales y psíquicos, el sentimiento de estar sin recursos y en la
incapacidad de comprender, con explosiones de risa sarcástica e incoercible a propósito de
sus propias expectativas ingenuas y de la inflexible realidad. Si se toma todo esto como siem-
pre, con la amabilidad fría y civilizada del analista que además plantea por ejemplo la pre-
gunta estereotipada: "Y con esto ¿qué se le ocurre?", se asiste entonces al despertar repentino,
fuera del sufrimiento y del trance. Los pacientes rehúsan continuar, tienen el sentimiento de
que jamás podré ayudarlos y toman disposiciones para huir del análisis; no ocultan su despre-
cio por nuestra incapacidad de actuar, nuestra falta de sentimientos humanos en general; no
es raro que mezclen esta reacción a experiencias similares de su vida anterior, implicando en
particular a miembros de su familia. Ahora están completamente convencidos de nuestra sufi-
ciencia egoísta (aquella de su padre y la mía). La repetición no ha tenido demasiado éxito, di-
cen; ¿para qué sirve repetir el trauma al pie de la letra y con la misma decepción frente al
mundo entero y toda la humanidad? Intento no ser contaminado por la decepción del pacien-
te, a pesar del enorme esfuerzo que me cuesta sostenerme frente a las quejas y acusaciones
continuas. No se puede impedir, al menos yo no lo puedo, sentirse interiormente herido cuan-
do, después de años de un trabajo frecuentemente extenuante, se es apostrofado como inútil e
impotente para ayudar, únicamente porque no se puede ofrecer todo ni tan completamente
como lo merecería la situación precaria de aquel que sufre. Si esto ocurre, y nos volvemos
entonces avaros de palabras o silenciosos mientras deberíamos proporcionar febrilmente ayu-
da -y esta es la opinión de los pacientes-, hemos perdido nuestra apuesta con ellos. Hay dos
cosas en verdad, que se nos puede pedir: la confesión sincera de nuestro dolor de no poder
ayudar, y el hecho de mantener con firmeza y paciencia nuestra voluntad de ayudar y la pro-
secución del trabajo analítico a pesar de la ausencia aparente de toda perspectiva. En un caso,
la revelación y el reconocimiento del carácter limitado de nuestros medios afectivos (por opo-
sición a la hipocresía de la familia) no fue suficiente; sólo el desnudamiento de su propio in-
consciente por parte del analista -no sin explosión también de sentimientos-, permitió al pa-
ciente retomar la confianza, a pesar del fracaso. Un tercer caso, sin embargo (S.I.), alcanzó un
buen resultado sin tales tempestades. La paciente había llegado con mucho entusiasmo y se
desalentó de entrada con mi frialdad. Años de trabajo paciente, una inmensa indulgencia por
el hecho de que no pudiese sostener las promesas que me había hecho (a propósito de la dro-
ga), indulgencia que puso a prueba de todas las maneras posibles; una simpatía verdadera-
mente humana en los momentos de conmoción real, es decir un poquitín de "curar" condujo
casi imperceptiblemente a un cambio (al fin de cuentas también como consecuencia de la pa-
ciencia con la cual yo había ensayado y logrado descubrir detrás del galimatías de su metafí-
sica y de sus revelaciones sobrenaturales una realidad auténtica, aunque psíquica). Me trans-
formé de algún modo en un símbolo viviente de bondad y sabiduría, en el que la simple pre-
sencia curaba y ponía las cosas en orden. R.N. también decía cosas de este género en los mo-
mentos de apaciguamiento y después del fin de las fases de lucha. Insertar este curar en la
psicoterapia de la manera que conviene y en buen lugar, no es ciertamente una tarea del todo
indigna.

13 de marzo, 1932

Análisis de dos niños


Ciertas fases del análisis mutuo representan, de una parte y de la otra, la renuncia
completa a toda compulsión y a toda autoridad; dan la impresión de dos niños igualmente
asustados que intercambian sus experiencias, que como consecuencia de un mismo destino se
comprenden completamente y buscan instintivamente tranquilizarse. La conciencia de esta
comunidad de destino hace aparecer a cada uno para el otro completamente inofensivo, al-
guien en quien se puede confiar con toda tranquilidad. En el origen, el goce de esta confianza
era unilateral; el niño gozaba de la ternura y de los cuidados maternales sin contrapartida
(verdaderamente este sentimiento maternal del que el niño goza es también una suerte de re-
gresión de la madre al estado infantil). La frialdad intelectual del análisis suscita finalmente
una especie de rebelión, con la tendencia a alejarse del analista y a colocar un fragmento de
Superyo en el lugar de la potencia exterior. Cumplir su deber y obedecer, observarse y con-
trolarse, parece a pesar de todo más soportable que el hecho de ser gobernado por otros (citar
aquí: el niño que se pone él mismo en el rincón para evitar ser castigado). Esta "bondad" y
esta obediencia son finalmente también una venganza contra la autoridad a la que le son arre-
batadas las armas de las manos.
Después de la decepción experimentada hacia los padres, profesores y otros héroes,
los niños se relacionan entre ellos y fundan vínculos de amistad (¿El análisis debe terminar
bajo el signo de tal amistad?).
La confesión recíproca de sus propios "pecados", es decir, una sinceridad de una inge-
nuidad infantil en lugar del querer ser superior y agradable de los adultos (hipocresía y fana-
tismo), proporciona al niño y al analizado esta tranquilidad: no es él quien es malo y loco
cuando da libre curso a las exigencias pulsionales naturales, sino que son los adultos quienes
son deshonestos y ciegos.
Si para la resolución de la amnesia infantil fuese necesaria tal liberación total del te-
mor al analista, encontraríamos allí la justificación psicológica del análisis mutuo.

Necesidad de elogios.
Una paciente (Dm.) que desde hace bastante tiempo protesta más o menos inconscien-
temente contra el análisis, dirigiendo su amor y su interés hacia un hombre joven (segura-
mente esperando que yo la odie por esto, aun sin expresarlo), llega un día espontáneamente
con esta proposición: tenía la intención, dice, de renunciar eventualmente a su relación con
este hombre que no le convenía y que además era mucho más joven que ella. Se observa a
este respecto signos de resistencia que no fueron resueltos hasta que me habló de su decep-
ción de que yo no reconociese la magnitud del sacrificio de sí misma consentido. Le di la ra-
zón. Pareció entonces querer buscar las razones de mi negligencia y pudimos constatar que la
paciente estaba en estado de resistencia desde hacía tres o cuatro meses. Causa: la historia de
sus chismes contra mí y las consecuencias para mí, por parte de Freud entre otros. Desde en-
tonces, dice, estuve mas reservado, es decir, irritado y desdeñoso; yo habría tomado la cosa
demasiado personalmente en lugar de continuar investigando las causas, esto también, causa
de la negligencia mencionada antes. Fin de la sesión, en un humor de reconciliación; ella se
queda con el sentimiento de que había reencontrado mi confianza, que yo no la traté pues
como la había tratado su padre en otro tiempo y también ese profesor, que no hicieron jamás
la confesión de su falta a su respecto. Por venganza, describió entonces las cosas de manera
más cruel y más horrible de lo que estaba objetivamente justificado. La hipocresía de los
adultos autoriza al niño a la exageración y a la mentira; Si las personas que tienen autoridad
fuesen más sinceras, entonces al niño se le ocurrirían espontáneamente propuestas bien inten-
cionadas. Pero cada una de estas afrentas demanda, como una escena entre madre y niño, ter-
minar con una reconciliación y elogios, es decir, con signos de confianza.

15 de marzo, 1932

El Yo autónomo y el Yo heterogéneo (S.I.)


Desde hace ya largo tiempo, la paciente había llegado a la conclusión de que una gran
parte de sus síntomas le fue, de una manera o de otra, impuesta desde el exterior. Desde que
está al corriente de la terminología psicoanalítica, nombra a estas sensaciones, tendencias,
desplazamientos, acciones impuestas, extrañas a su propio Yo y opuestas a las tendencias de
ese Yo y perjudiciales para éste, "acciones del Superyo". Se representa este fragmento im-
plantado, extraño al Yo, de manera completamente material. Las dos personas principales que
imponen a su personalidad fragmentos dolorosos de su propio Yo, pare desembarazarse de al-
gún modo de las tensiones y del displacer provocados por ellos, son ante todo su madre (que
en una falta de control demencial tenía el hábito de golpear atrozmente a sus niños [de mane-
ra autentificada]), y últimamente, también una dama de su conocimiento que ejerció sobre
ella durante algún tiempo una especie de influencia psicoanalítica, pero también metafísica;
también conoció influencias benevolentes y curativas, como las que me atribuye, en particu-
lar. Es claro que ante esta sintomatología nada sería más fácil que hacer el diagnóstico de lo-
cura paranoica, diagnóstico que, en el estado actual de nuestros conocimientos psiquiátricos,
implicaría la incurabilidad. Sin embargo, apoyándome sobre indicaciones análogas de Freud,
según las cuales ninguna representación delirante deja de contener un pequeño grano de ver-
dad, me decidí a comprometerme más a fondo en la investigación de la realidad, al menos
psíquica, contenida en estas ideas aparentemente delirantes, es decir, a identificarme durante
un tiempo al pretendido loco. Como modelo para este proceso, me serví seguramente de
aquel del Dr. Breuer, que no ha retrocedido ante el hecho de buscar y encontrar la verdad en
las declaraciones más disparatadas de una histérica, debiendo apoyarse para hacerlo, tanto
teórica como técnicamente, sobre las indicaciones y proposiciones de la paciente. A la obje-
ción esperada, que el psicoanálisis (y también yo precisamente) se ocupa ampliamente de la
realidad psíquica de las ideas delirantes presentándolas como proyecciones de contenidos psí-
quicos inconfesables, replicaría simplemente que continúo sosteniendo con firmeza el carác-
ter de proyección de una gran cantidad de "delirancia" 28, pero que no excluego que haya más
realidad objetiva en las producciones delirantes que la que suponíamos hasta el presente. Ya,
a priori, estuve inclinado a pensar que las alucinaciones de los locos, en parte al menos, no
son ideas que ellos se hacen, sino percepciones reales provenientes del mundo circundante y
de la psiquis de otros humanos, percepciones a las cuales acceden justamente a causa de su
hipersensibilidad motivada psicológicamente, mientras que los humanos normales, determi-
nados sólo por las cosas más próximas que les conciernen, no son tocados. Se piensa acá in-
mediatamente en las llamadas facultades ocultas de ciertas personas, tanto como el vínculo
próximo y el pasaje fluido entre los dos estados siguientes: paranoia y sobreactuación psíqui-
ca.
La segunda persona por la que la paciente se siente perseguida posee estas cualidades
"psíquicas". En verdad es de esta misma persona que la paciente sostiene que posee el poder
de hacer que la gente haga lo que ella quiere, con ayuda de su voluntad. (Una gran parte de
sus percepciones bien puede ser simplemente una proyección del temor que le ha sido inspi-
rado.).
La paciente S.I. siente la irresistible influencia, contraria a todas sus intenciones, ejer-
cida por el espíritu de esas dos personas cuyos fragmentos habitan, por así decir, en ella. La
influencia materna, por ejemplo, tiene tendencia a expandirse en ella. Siente con absoluta cer-
teza que si no hubiera venido a analizarse, se habría transformado completamente en una per-
sona como su madre; ya comenzó a volverse dura, maligna, avara, contenta de la desgracia de
otro, haciendo desdichados a otros como a sí misma, impulsando a su marido al borde de la
desesperación, atormentando a su hija, insuflando temor y displacer a todo el personal de la
casa. Fragmentos de transplante maternal conservan su vitalidad, incluso su energía de creci-
miento; la malignidad de las personas continúa, por así decir, viviendo en el espíritu de aque-
llos que han sido maltratados. (Que se piense en la vendetta que permanece viva durante ge-
neraciones.).
Pero la paciente siente también que cuando yo, el analista, logro extraer de ella los
fragmentos del espíritu extraño implantado, es útil a la paciente pero perjudicial para aquel
del cual provienen los fragmentos de malignidad. Esta idea está fundada sobre una teoría se-
gún la cual el fragmento heterogéneo implantado estaría enlazado de manera virtual, como
por un hilo, a la persona del "dador". De este modo, cuando el fragmento de malignidad no
fue aceptado o fue rechazado, retorna en la persona del dador, aumenta sus tensiones y sus
sentimientos de displacer y puede incluso tener por consecuencia el aniquilamiento mental y
físico de esta persona.
Teniendo en cuenta la amplitud de miras que caracteriza a las personas de esta clase,
no duda en generalizar esta experiencia hecha sobre ella misma. Todas las pulsiones malig-
nas, destructoras, deben ser recolocadas en las almas de las que son producto (en consecuen-
cia en los ascendientes, en los ancestros animales, incluso en lo inorgánico). Hay pues allí un
plan de mejoramiento del mundo, de una grandiosidad sin precedentes.
Acompañar a la paciente en este camino, aparentemente peligroso, fue un éxito tera-
péutico singular. La paciente misma dice, y esto me es confirmado desde todas partes, que su
28
Ferenczi compone el termino "wahnhaft", entre "wahnhaft" y "wahrhaft" (vinculado a la verdad), no hay más
que una letra de diferencia.
ser se habría transformado completamente; no atormenta más a su marido, muestra compren-
sión por sus particularidades y le da también la posibilidad de desarrollar las cualidades que
él posee; la relación con su hija, sus amigos, los que le son socialmente iguales, se vuelve una
fuente de placer; todo el mundo viene a pedir consejo a esta persona que lo único que hacía
en otro tiempo era a lo sumo lamentarse. Lo más singular es el cambio de su actitud hacia el
dinero. Se ha vuelto amplia, generosa, aunque juiciosa. A falta de otra cosa, el éxito terapéu-
tico excusa la audacia de haber tomado tan en serio las ideas delirantes de una enferma men-
tal.

17 de marzo, 1932

Ventajas y desventajas del "sentir con" intensivo


(R.N.) Violentos dolores de cabeza después de un análisis mutuo de una duración de
casi tres horas. Decisión de remediar esto y (en los dos casos) interrumpir la sesión al cabo de
una hora, sin consideración por el penoso estado psíquico de la paciente en relajación. Una
cierta angustia frente a la idea de dejar abandonado a aquel que sufre sin ayudarlo ni esperar
que se calme. Sin embargo, envalentonado por la lectura de un panfleto sobre Mary Baker-
Eddy, a quien se dejaba sola durante sus crisis histéricas y entonces se sosegaba, y un poco
aguijoneado por S.I. que me ha alertado seriamente a no dejarme "tragar" por mis pacientes
(incluso por ella), resolví ser duro. A pedido de la paciente, comencé por mi propio análisis,
que quería utilizar para comunicar mis sentimientos con toda libertad y franqueza. Pensé tam-
bién que un sueño que la paciente había tenido alrededor de dos días antes y que predecía una
gran revolución alemana en los dos días siguientes, habría sido, en efecto, un presentimiento
de mi rebelión contra la tiranía del sufrimiento. (Alemania significó siempre brutalidad: en
consecuencia, brutal interrupción de las buenas relaciones y de las consideraciones por ella.)
Pero todo ocurrió de otro modo. La paciente me recibió con la novedad de que alguien habría
puesto a su disposición una suma suficiente para otro año de análisis. Incluso la angustia en
cuanto al efecto de mi decisión de ser brutal se comprobó sin fundamento. La paciente apro-
bó completamente mi intención; mi irritación contra la extensión de las sesiones perjudicaba
más el análisis que los beneficios que esta extensión aportaba; la paciente sintió la irritación y
la resistencia, y fue esto lo que la condujo a la proposición del análisis mutuo. Desde el mo-
mento en que la agresividad se confirmó como inutilizable, tuve sentimientos de culpabilidad
en cuanto a mi proyecto de ser malo. Al comunicarle esto a la "analista" pude llegar más pro-
fundamente en la reproducción de sucesos infantiles. La imagen más impresionante fue la
vaga aparición de figuras de mujeres, seguramente domésticas, provenientes de mi más pre-
coz infancia; después la imagen de un cadáver al que yo le abría el vientre en lo que, sin
duda, era una sala de disección; ligado a esto, el fantasma loco que se me introduce por la
fuerza en esta herida del cadáver. Interpretación: efecto posterior de escenas pasionales que
verdaderamente han tenido lugar y en el curso de las cuales seguramente una mucama me ha
dejado jugar con sus senos y después ha apretado mi cabeza entre sus piernas, por lo cual
tuve miedo y comencé a ahogarme. Es el origen de mi odio a las mujeres; es por esto que
quiero disecarlas, es decir, matarlas. Es por eso que la acusación de mi madre: "eres mi ase-
sino", me alcanzó en pleno corazón y me llevó 1) a querer ayudar compulsivamente a todos
los que sufren, sobre todo las mujeres, 2) a huir de las situaciones en las que debía ser agresi-
vo. De lo que se deriva interiormente el sentimiento de que seguramente soy un buen mucha-
cho y con esto, reacción de ira excesiva incluso por una ofensa insignificante y, finalmente,
reacción de culpabilidad excesiva por la menor falta.
La "ventaja de sentir con" es el poder de penetrar profundamente en las sensaciones
de los otros y el deseo de ayudar, compulsivo, recibido con gratitud por los pacientes. Pero
tarde o temprano, el paciente no encuentra provecho en el simple "sentir con". O bien quieren
permanecer conmigo y que los haga felices toda la vida, o bien prefieren un fin en el horror,
al horror sin fin. Pero allí hay en mí una dificultad: cuanto más maravillosa y profundamente
avanza el período de relajación, más lento y desprovisto de energía me muestro en el momen-
to de la despedida. Es por eso que los pacientes tienen necesidad de analizarme, de hacerme
reconocer mis propios errores con la esperanza de que por el develamiento de mis debilidades
y de su origen, me haga más libre, menos alcanzado por su agresión y, en lugar de esto, capaz
de conducir más rápidamente la imagen de la situación actual al viejo trauma.
¿Esta sensibilidad es una propiedad puramente personal en mí o es un hecho humano
general? ¿Mi reacción no es, en suma, un modelo del sentimiento de culpabilidad, tendencia
tan ampliamente extendida? Todavía no he escuchado hablar de tales obstáculos en el análisis
a ningún analista (excepto a mis propios alumnos que han heredado de mí la manía de buscar
la falta en ellos mismos).
Se puede poner en mi haber que acompaño muy lejos a mis pacientes y que puedo,
con ayuda de mis propios complejos llorar, por así decir, con ellos. Si logro además la capaci-
dad de encauzar, de manera adecuada, la emoción y la exigencia de relajación entonces pue-
do considerar con seguridad el éxito. Mi propio análisis no pudo alcanzar una profundidad
suficiente porque mi analista (por su propia confesión, una naturaleza narcisística), con su fir-
me determinación de tener buena salud y su antipatía por las debilidades y las anomalías, no
pudo seguirme en esta profundidad y comenzó demasiado prematuramente con lo "educati-
vo". El fuerte de Freud es la firmeza de la educación, en tanto que el mío es la profundización
en la técnica de relajación. Mis pacientes me han conducido poco a poco a alcanzar también
esta parte del análisis. El tiempo de mi análisis no fue quizás lo suficientemente extenso para
que yo ya no tuviera necesidad de encontrar esta ayuda en mis propias criaturas. Con sufi-
ciente libertad en el "sentir con", tanto como con la inevitable severidad puedo incluso, espe-
remos, reducir considerablemente la duración del análisis. Creo también que mi viejo ideal de
"terminar el análisis" llega así a realizarse, por lo que mi contribución a la técnica del análi-
sis estará posiblemente concluida. (Quizás me entregaré entonces, al dejar de estar desviado
por estas cuestiones prácticas, a los problemas teóricos que me interesan más).

17de marzo, 1932

Dificultades que surgen por no tomar como real la escisión de la


personalidad
Una parte de mis dificultades con mi paciente R.N. surge de que las cosas que dije a
la paciente en estado de vigilia, o las que le he escuchado decir, las tengo por presentes o
conscientes, bajo una forma u otra, en el estado de relajación. Aparentemente, me resulta difí-
cil creer verdaderamente que las cosas de las que hemos hablado a fondo no sean, de algún
modo, conscientes para ese fragmento pretendidamente escindido. Por esto me irrito bastante
cuando la persona en relajación, si apelo a lo que hemos dicho poco tiempo antes, declara sin
ambages no saber nada de todo eso y me fuerza, por así decir, a contar una vez más todo el
asunto o a estimular la actividad intelectual de este fragmento hasta la comprensión de las co-
sas, acontecimientos y situaciones. Si cometo este error, el paciente se pone entonces casi fu-
rioso; la mayor parte de las veces se despierta más o menos del trance y me endilga un ser -
món donde me es reprochado, a veces con una impaciencia justa, mi estupidez en esta cues-
tión. Si el paciente se calma un poco (sobre todo cuando admito y reconozco mi falta), enton-
ces intenta con una paciencia angelical darme, una vez más, consejos precisos sobre la mane-
ra en que me debo comportar si quiero entrar en contacto con la parte inconsciente, asesinada
o, para decirlo de otro modo, rota de su personalidad y permanecer en contacto con ella. Me
son indicados también los caminos por los cuales, con una gran paciencia y comprensión ha-
cia ese aspecto primitivo, sensible, intelectualmente paralizado, pueda tener éxito la reunifi-
cación del fragmento traumatizado con la parte intelectual de la persona. He aquí pues un ob-
jetivo de trabajo pedagógico infantil completamente nuevo y que nadie sospecharía. Relacio-
nar con esto el modo mecánico de percepción de lo infantil en general, en particular en la hip-
nosis y la sugestión, y al mismo tiempo el buen camino para liberarse: desmecanizar y des-
hipnotizar.

20 de marzo, 1932

De la crisis histérica:
1) Remisión al origen de la palabra "histeria" (hysteron útero). 2) Charcot y Freud
han desenmascarado las "attitudes passionnelles" como representación del coito. (Freud, en
particular el opistótonos, como representación inversa del abrazo.) 3) El uso popular llama
histéricas a las personas, sobre todo a las mujeres, que son sexualmente incontroladas y a las
que es imposible satisfacer ("mujerzuelas histéricas".) Observación de un caso donde, en el
curso de la relajación ("trance"), sobrevienen posiciones de opistótonos; puede establecerse
contacto con la paciente y se obtiene la información de que la posición es la reacción a sen-
saciones de excitación dolorosa en el tracto genital que la paciente describe como un hambre
dolorosa; por esta posición son simultáneamente representados el displacer psíquico y la de-
fensa contra este deseo ardiente. Con la ayuda del juego de preguntas y respuestas, se consta-
tó que esta excitación había sido implantada por el padre con la ayuda de caricias tiernas, pa-
labras y promesas seductoras que la niña, en su ingenuidad, había tomado en serio. Se repro-
duce una escena: el padre pone a la niña sobre sus rodillas y verdaderamente se abusa de ella.
Como la niña no puede concebir tal comportamiento sino como una actividad conyugal, ella
es efectivamente hecha mujer, por más inverosímil que esto pueda sonar a nuestros oídos.
Este estado de hecho se complica por la prohibición de contarlo a la madre o a cualquiera en
general. Ligeras alusiones al hecho de haber sido ultrajada no son tomadas en serio por la ma-
dre que está, por así decir, acuciada por los celos y encima regaña a la niña por ser obscena.
Toma de conciencia repentina de la mentira y del engaño, quizás también la percepción intui-
tiva de la locura del padre (que se libra a las vías de hecho sobre la niña como si equivocán-
dose sobre la persona la pusiera en el lugar de su propia madre, dicho de otro modo, se ven-
ga); como consecuencia, (agregar aquí la escena del quinto año), "estallido", es decir, esci-
sión del Yo propio en otra "dimensión" donde no se sabe nada de lo ocurrido, pero donde se
mantiene una dolorosa nostalgia continua del "amante ideal". Mientras tanto, el cuerpo aban-
donado por el espíritu queda completamente librado a la potencia del mal, ejecutando mecá-
nicamente y sin tener conciencia los actos sexuales prescriptos y los gestos de la prostitución.
Un tercer fragmento de la persona es una especie de sustituto de la madre que vela sin des-
canso sobre los otros dos fragmentos. Ella efectúa la adaptación fisiológica del cuerpo a las
tareas en apariencia imposibles y hace todo lo posible para impedir la muerte fisiológica
como consecuencia del dolor, del agotamiento, etc. Al mismo tiempo, va en ayuda al lugar
donde se acumula el dolor (es decir, el Yo infantil propiamente dicho, profundamente sumer-
gido) por medio de sueños de realización de deseos y de fantasías que impiden la realización
del suicidio siempre amenazante. Por pura compasión pues, ella vuelve loco a este Yo-dolor.
(Antes de la crisis hubo una tentativa de desembarazarse de la tensión por vía masturbatoria.
El relato de esta tentativa degenera en una risa irreprimible; como un estallido de compren-
sión de lo ridículo de la tentativa de reemplazar la realidad por sucedáneos.) En medio de la
conversación, en estado de relajación, frecuente rebelión contra mi tendencia de llevar a la
paciente a la triste realidad, a comprender lo que había de engañoso en esta esperanza y la au-
sencia total de perspectivas futuras. (Quo ad29 el cumplimiento de enormes esperanzas infan-
tiles). 1) Es necesario constatar, y la misma paciente debe reconocerlo, que esta intervención
29
En latín en el texto; “En cuanto a”.
desilusionante, es decir, la crisis más los esclarecimientos, tiene un efecto tranquilizador. Si
una sesión termina sin esto, entonces se llena todo el intervalo de explosiones emotivas, el
sueño está perturbado, etc., hasta la sesión siguiente en que la conversación en estado de rela-
jación pone fin a la explosión. El factor principal de este resultado favorable podría ser la
toma de conciencia, es decir, la reparación del trauma de origen por esclarecimientos espon-
táneos y por aquellos que yo he prodigado; el saber, es decir la superación de factores de des-
conocimiento (angustia, fragmentación), pone en circulación una parte del trauma en la per-
sonalidad total. (Observación sobre "la personalidad total" de Alexander que, ignorando
nuestros datos, no merece la característica de totalidad). Un segundo agente o factor de éxito
no intelectual es el sentimiento de los pacientes de que no solamente no los despreciamos a
causa de sus rarezas, incluso de sus artificios de seducción ingenuos e infantiles, su ninfoma-
nía o su satiriasis, sino que al contrario los complacemos y los ayudamos de buen grado,
cuando está en nuestro poder. Creemos en su inocencia, los queremos en tanto que seres em-
pujados a la madurez contra su voluntad y pretendemos que acepten provisoriamente nuestra
compasión y nuestra comprensión, como cumplimiento en verdad imperfecto de sus esperan-
zas hasta tanto la vida les ofrezca algo mejor. Rendimos homenaje a la grandeza y a la fuerza
de que fueron capaces, ya que manteniendo la escisión con todas sus fuerzas impidieron el
hundimiento de su personalidad total en el "lodo del pecado". Un último factor, no menos im-
portante, es reconocer humildemente delante de los pacientes nuestras propias debilidades,
nuestras propias experiencias traumáticas y decepciones, confesiones que hacen desaparecer
completamente la distancia de inferioridad que el paciente antepone. De este modo, otorga-
mos también con naturalidad al paciente la alegría de poder ayudarnos, de volverse, por así
decir, nuestro analista, lo que a su vez eleva con razón su opinión de ellos mismos. Puede lle-
gar incluso el momento, como es mi caso, que vivir el sufrimiento del otro y el propio, arran-
que una lágrima (y no se debe ocultar esta emoción al paciente), entonces las lágrimas de mé-
dico y paciente se mezclan en una solidaridad sublimada que sólo encuentra su analogía en la
relación madre-niño. Y esto es el agente curativo que une durablemente, cimenta de algún
modo, los fragmentos intelectualmente recolectados e incluso rodea a la personalidad así re-
parada de un aire de alegría de vivir y de optimismo renovado.

22 de marzo, 1932

Retorno del trauma en los síntomas, los sueños y la catarsis, repre-


sión y escisión de la personalidad, desmontaje de la represión en y
después de la catarsis
(B.) La paciente relata haber tenido un sueño agitado. Fue despertada (en la realidad)
por una gigantesca perra San Bernardo; la primera vez, el animal ladró y quiso simplemente
ser calmado por ella (la paciente hace varios lapsus y habla de la perra como si fuese un pe-
rro). La segunda vez, el perro fue a su habitación y la despertó lamiéndole la cara. Esa misma
noche, un sueño: tiene un terrible dolor en el bajo vientre; por allí le sale sangre y se dice.
"sin embargo, no tengo mis reglas." Además, sensación de evacuación intestinal. Sentimiento
de un firebelt30 por encima del lugar doloroso (firebelt es el espacio de bosque talado que im-
pide, en los momentos de incendio de bosques, la propagación del fuego). Despierta (en con-
secuencia ya síntoma) con el sentimiento de que no puede moverse a causa del dolor. Piernas
extendidas a todo lo largo, inmóviles a causa de los dolores de vientre, sentimiento de estar
extendida sobre un piso duro, aunque el lecho sea muelle y confortable. Sentimiento de ser
aplastada, la respiración breve, las dos manos vueltas hacia arriba, como si un peso muy
grande que la agobiara acabara de alejarse dejando en todos sus miembros la impresión de

30
En inglés en el texto: extensión talada para prevenir el fuego, literalmente “cintura de fuego”.
agobio y aplastamiento. Durante el día, se sorprendió fantaseando: un gigantesco órgano ge-
nital masculino penetra en ella y la destroza. Ve su cuerpo extendido de manera sobrenatural,
como una persona muerta; violentas palpitaciones acompañan a esta fantasía. Después de
veinte a veinticinco sacudidas que la sumergen como olas de dolor, no siente más nada, pero
se considera desde afuera, considera su cuerpo como una persona extraña. Todavía no ha te-
nido sus reglas, no las espera antes de ocho días. Durante el día, múltiples sensaciones dolo-
rosas violentas en la región umbilical que orientan, por así decir, hacia las profundidades. Su
columna vertebral está como estallada, flexible y sin resistencia.
El sueño no es difícil de explicar; desde hace cerca de diez años sólo tiene sueños que
no pueden ser interpretados sino como sueños de violación. Millones de veces ha repetido es-
cenas, o una escena, donde es violada por el padre, sobre el prado liso y duro, las manos vuel-
tas hacia arriba, las piernas sujetas por encima de las rodillas y, después que hubieran sido
vencidos todos sus medios de defensa, sus piernas abiertas con violencia, la sensación de pe-
netración, etc., el despertar en un estado de agotamiento completo, incapaz de aprehender lo
que había ocurrido. La interpretación del sueño en estado de relajación consiste en intentar,
en lugar de un esclarecimiento consciente del sueño, reubicar a la paciente, con ayuda de ma-
terial asociativo consciente, en el sueño mismo, en el curso de la sesión de análisis. Para esto
es necesario un cierto estado de somnolencia, de relajación. Planteando en voz baja preguntas
simples, nunca difíciles, se busca permanecer en contacto con los pacientes durante el sueño,
invitándolos a penetrar más profundamente en lo que sienten, ven, experimentan a propósito
de cada detalle; producen entonces otros pequeños detalles y hechos que conciernen al frag-
mento del sueño y que, según todas las apariencias, provienen de la realidad. Esta especie de
inmersión en el sueño conduce, en la mayor parte de los casos, a un refuerzo catártico de los
síntomas que nos da inmediatamente la ocasión de acercarnos más a la realidad.
En ningún caso, sin embargo, puedo afirmar haber logrado, ni una sola vez, hacer po-
sible para el paciente la rememoración de los procesos traumáticos mismos, con ayuda del
fantasma-síntoma por medio de la inmersión en el sueño y la catarsis. Todo ocurre como si el
traumatismo estuviera rodeado por una esfera de amnesia retroactiva, como en los traumatis-
mos que suceden a una conmoción cerebral. Con cada catarsis, esta esfera se estrecha cada
vez más. Lo que no está completamente claro por el momento, es de qué manera puede ser
incorporado, y si puede serlo, el centro de la explosión en el espíritu del analizado como pro-
ceso consciente y por eso mismo pasible de ser rememorado como suceso psíquico. Se ofre-
cen allí varias posibilidades: 1) En el caso de numerosos pacientes que dicen no querer acep-
tar como solución definitiva más que una parte de la personalidad psíquica, ciertas cualidades
psíquicas como la esperanza, el amor en general, o en relación con ciertas cosas, han sido tan
totalmente destruidas por la conmoción que es necesario considerarlas como incurables, más
exactamente, como totalmente muertas. La curación de esta parte no puede ser entonces una
restitutio ad integrum, sino solamente la reconciliación con una carencia. Las personas su-
frientes tienen el sentimiento de que una cantidad y una cualidad de amor de naturaleza extra-
ordinaria, la felicidad genital, moral e intelectual más completa y más perfecta, podrían inclu-
so resucitar a estos fragmentos psíquicos muertos; dicho de otro modo, permitirían regenerar
los fragmentos de personalidad corporales y psíquicos por destruidos que estuviesen y devol-
verles una capacidad funcional total. Pero tal felicidad no es accesible en la realidad. (En el
caso de violación en la infancia, por ejemplo, el hecho de ser desposada por el mejor hombre
del mundo, en el sentido psíquico y espiritual con, por añadidura, una potencia colosal y co-
losalmente amorosa, sería todavía demasiado poco para poder actuar como antídoto contra el
envilecimiento y la reducción de la personalidad [mutilación] por el trauma.) 2) Con una pa-
ciencia colosal y abnegación por nuestra parte, después de cientos de ejemplos de la mayor
indulgencia, simpatía, renunciamiento a toda veleidad de autoridad, aceptando que el pacien-
te nos dé lecciones y nos ayude, espero lograr hacer renunciar al paciente a este gigantesco
cumplimiento de deseos, y se contentará con lo que se le puede ofrecer; y que por mi amor,
es verdad, pero más tarde por amor de su propia razón, hará revivir el fragmento del Yo
muerto, es decir, lo curará y lo sostendrá. (Vendajes en las caderas).

25 de marzo, 1932 (Vendajes en las caderas).


Vendaje psíquico. La paciente (B.) tiene la fantasía de que sus caderas están sosteni-
das por grandes vendas rígidas.
Las asociaciones han permitido concluir que esta fantasía corresponde al deseo de ser
protegida y sostenida. La transferencia será pues la ocasión de proporcionar la protección y el
sostén que han faltado en el momento del trauma. El amor y la fuerza del analista, suponien-
do que la confianza en él sea suficientemente grande y profunda, actúa poco mas o menos
como el abrazo de una madre amante y de un padre protector. La seguridad que ofrece el re-
gazo materno y el abrazo de brazos sólidos, permite una relajación completa, aun después de
un trauma conmocionante, de tal modo que las fuerzas propias de la persona conmocionada,
no perturbadas por tareas exteriores de precaución y de defensa, puedan ser consagradas, sin
dispersarse, a la tarea interior de reparación de las perturbaciones funcionales causadas por la
penetración inesperada. Los sentimientos positivos de transferencia proporcionan, en un cier-
to tiempo posterior, la contrainvestidura que no ha podido constituirse en el momento del
trauma. Este es el momento de decir algo de la contrainvestidura: a partir del momento en
que, aleccionado por amargas experiencias, se ha perdido confianza en la benevolencia del
mundo exterior, se produce una escisión durable de la personalidad, la parte escindida se es-
tablece como centinela contra los peligros, especialmente en la superficie (piel y órganos de
los sentidos) y la atención de este centinela está casi exclusivamente vuelta hacia el exterior.
No se preocupa más que de los peligros, es decir, de los objetos del mundo exterior ya que to-
dos pueden volverse peligrosos. Se produce así la escisión de un mundo que, con anteriori-
dad, dio la impresión de homogeneidad, en sistema psíquico subjetivo y sistema objetivo, te-
niendo cada uno su propio modo de rememoración, de lo cual, de hecho, sólo el sistema obje-
tivo es completamente consciente. (Ver aquí la hipótesis a este respecto en el trabajo sobre
los tics31). Sólo en el sueño logramos, gracias a ciertas disposiciones exteriores (creación de
la situación de seguridad cerrando puertas y ventanas, envolviéndose en la ropa de cama cáli-
da y protectora), retirar este centinela. (Relacionar aquí a la teoría del sueño-vientre de la ma-
dre y completarla con lo siguiente: el nacimiento no es más que una perturbación pasajera de
la situación intrauterina, el niño se despierta un momento, después continúa durmiendo en su
cuna. Por esta razón, el trauma de nacimiento no es peligroso y no deja huellas sustanciales,
porque el mundo circundante se ocupa inmediatamente de la reparación.) (Ver aquí mi crítica
de la teoría del trauma de nacimiento, según Rank 32.) El trauma propiamente dicho de los ni-
ños, es vivido en situaciones donde nadie se preocupa inmediatamente en remediarlo, y en
cambio, se le impone una adaptación, es decir, un cambio de su propio comportamiento; pri-
mer paso hacia el establecimiento de la diferencia entre mundo interior y exterior, sujeto y
objeto. Ni la experiencia subjetiva ni la experiencia objetiva tienen, en lo sucesivo, una uni-
dad completa de sentimiento (salvo en el sueño o en el orgasmo). Si el trauma afecta al psi-
quismo o al cuerpo sin preparación, es decir, sin contrainvestidura, actúa entonces sobre el
cuerpo y el espíritu de manera destructiva, es decir, perturbadora, por fragmentación. Falta la
fuerza que mantenía unidos los fragmentos y los elementos separados. Son disociados los
fragmentos de órgano, los elementos de órgano, los fragmentos y elementos psíquicos. En el
plano corporal se trata de la anarquía de los órganos, partes de órgano y elementos de órgano,
en consecuencia sólo la colaboración recíproca hace posible el verdadero funcionamiento
global, es decir, la vida; en el plano psíquico, la irrupción de la violencia o la ausencia de una
31
“Análisis del tic”.
32
“Crítica de la obra de Rank: ¨Técnica del Psicoanálisis¨”
contrainvestidura sólida, provoca una especie de explosión, una destrucción de las asociacio-
nes psíquicas entre sistemas y contenidos psíquicos que puede alcanzar hasta los elementos
de percepción más profundos. (Relacionar aquí mi hipótesis33 sobre las reducciones, pura-
mente aritméticas o algebraicas y de un nivel simbólico superior, de impresiones sensoriales
simples que, al fin de cuentas, provienen de ondas aisladas, de estímulos provenientes del
mundo circundante. Eventualmente también, a la teoría más antigua sobre el tiempo y el es-
pacio). Lo que es puramente subjetivo es también puramente aritmético; el hacer guardia del
centinela" (contrainvestidura) necesita ya de generalizaciones, es decir, la síntesis, la abstrac-
ción. Una asociación contradice la ley psíquica de la separación (impenetrabilidad de la mate-
ria). Una asociación no es ni A ni B, sino a la vez A y B, en consecuencia, algo metafísico.
En el momento de pensar, A y B están por un momento en un único y mismo punto de espíri-
tu; en el símbolo, todos los puntos aritméticos de las experiencias aisladas se encuentran con-
centrados de manera metafísica. Hipótesis: la experiencia más primitiva, puramente unitaria,
no es intemporal, sus huellas mnémicas son como los surcos de un disco, las depositarias de
cada vibración aislada. La onda aislada es la unidad de masa del tiempo real, es decir, de la
resistencia de los elementos corpusculares contra el cambio, es decir, contra los estímulos del
mundo circundante. El niño no protegido está, por así decir, listo al estallido (Relacionar con
el pequeño trabajo sobre el deseo de morir de los niños 34). La narcosis, la hipnosis, la angus-
tia, destruyen las funciones de síntesis. El sentimiento de no ser amado, o de ser odiado (rela-
cionar con la hipnosis materna y paterna35), hace desaparecer el deseo de vivir, de ser reunifi-
cado.
Incapacidad de estar solo.
Dar forma al mundo circundante.
Ausencia de forma de lo que no tiene límites.

29 de marzo, 1932

Transformación del análisis mutuo en simplemente, "ser analiza-


do"
Al principio, después que se superó la resistencia general contra la mutualidad a se-
cas, hubo un prolongado combate por la prioridad: ¿quién va a comenzar? Cada uno cedía el
paso al otro. Yo, el analista, tenía dos razones para esto: 1) Ante todo quería trabajar el mate-
rial antiguo y las impresiones de la víspera, y temía que lo que yo comunicase provocase ma-
terial nuevo y nuevas emociones antes que el material antiguo fuese elaborado.
2) Finalmente, consideré siempre y aún considero mi análisis como un medio auxiliar
del análisis del analizante. El analizado debía seguir siendo la persona principal, disponer de
la mayoría del tiempo, y yo solamente me analizaría en tanto que quedara tiempo después de
la abreacción total. (La duración global de dos horas fue estrictamente mantenida). El paso si-
guiente que se le ocurrió al analizante fue dividir el tiempo exactamente en dos. Esto no fue
posible sino una vez despejados los obstáculos que me hacían difícil lastimar a alguien (es
decir, no satisfacer a alguien): singular coacción, consecuencia de rendimientos y exigencias
excesivas en la infancia, en lo que concierne a la sexualidad; Biri 36. A partir de ahí, sesiones
dobles regulares. Tomando en consideración la objeción del analizante, a saber, que al fin de
la sesión de análisis era incapaz de ocuparse de mi objetivamente, también debió finalmente
complacerse este deseo y ahora cada sesión doble comienza por el análisis del analista.
Innegablemente noté en mí, al fin de mi propio análisis, una gran fatiga y una gran di-
33
“Las matemáticas”.
34
“El niño mal recibido y su impulso de muerte”
35
“Introyección y transferencia”.
36
Nombre de muchacha, aclara M. Balint.
ficultad de concentrarme en la nueva tarea y objetivar la atención. De la manera habitual en el
análisis, incluso en condiciones corrientes, intenté superar esta tendencia a la relajación, no
siempre con igual éxito; el interés seguía ligado a mi propio Yo y pedía ante todo reposo.
A propósito de un sueño donde alguien con la ayuda de sus propias convulsiones
comprendía estos mismos síntomas en otro, recordé viejas ideas del analizante que tenían por
objeto transformarme en Julio César, es decir, que yo debía tener una crisis de epilepsia antes
de tomar una gran decisión. Era a partir de este sentimiento que yo podía, dijo, comprender y
sentir los sufrimientos del paciente (es verdad, sólo puede tener una crisis así alguien que él
mismo en la infancia ha sido inmerso o casi en o por un trauma en la lucha (o crisis) con la
muerte (agonía) de la que retornó con falta de capacidad y falta de ganas de vivir, aunque, sin
embargo, con un horizonte inmensamente extendido por haber percibido también el más allá.
(Asociación con César: seize her, ser asido por la crisis.)
Una tentativa de poner esto en práctica fracasó la primera vez. El paciente contó un
sueño; el analizante analizado (analista), fatigado por su propio análisis, se adormeció pero
aun oyendo con una sola oreja y en una semi-somnolencia, captó algunas imágenes del sueño
y restos de palabras; repentinamente, despertado por el sentimiento de culpabilidad, intentó
hacer asociar al paciente sobre estos fragmentos, completamente secundarios para el paciente.
(Había recordado repentinamente que él era el analista.) Irritación del analizado sobre esta
cuestión a causa de mi inatención. Repliqué un poco molesto con razón: o bien soy Julio Cé-
sar, o bien no lo soy. No puedo al mismo tiempo tener crisis de epilepsia y prestar atención
conscientemente a todas las comunicaciones del paciente. El paciente estuvo de acuerdo.
Pero esperaba que, a pesar de esta ausencia, hubiera registrado todo lo que me había comuni-
cado. Y yo debí admitir que sumergirse así y al mismo tiempo analizar, era del orden de lo
imposible. Debí pues, con alguna vergüenza y confusión, retomar la antigua proposición del
paciente, es decir primero hacerme analizar hasta el fin, antes de proseguir el análisis. No sin
un cierto sentimiento de depresión y de vergüenza. Si ya me costaba bastante reconocer el he-
cho de ser puesto en pie de igualdad en el análisis mutuo, el proyecto de ser analizado de ma-
nera unilateral por el analizante implicaba aún más rebajamiento y humillación; debí degra-
darme a la condición de niño y reconocer al analizado como una autoridad vigilante sobre mí.
La primera consecuencia de esta decisión fue el estallido de mi migraña del lado iz-
quierdo. La depresión persistente condujo entonces a la siguiente modificación del proyecto:
el análisis del analizante no debe ser interrumpido salvo con el fin de que las tensiones del
paciente no se acumulen. Lo mejor será pues, un mismo día de análisis, analizar solamente a
este o a aquel, en consecuencia, no modificar la dirección del análisis. Para esto se analizará
pues cada día alternativamente en este sentido, o en el otro. Debo, sin embargo, reconocer
que este proyecto contiene todavía restos de la resistencia contra la humillación total proyec-
tada.
En realidad, la angustia de ser analizado es la angustia de ser dependiente. Si aquel
que analiza logra, como lo observo en mis pacientes, volvérseme indispensable, estoy a su
merced. En consecuencia, en tanto no tenga una completa confianza en él, no puedo ponerme
en poder de ella o de él. Llego entonces a la misma situación que ha determinado también a
mis pacientes analizarme: el paciente no tenía de mí la impresión de que fuera completamen-
te inofensivo, es decir, pleno de comprensión. El paciente sentía en mí resistencias y obstácu-
los inconscientes y fue por esto que se propuso el análisis mutuo. Y ahora, heme aquí en la
misma situación: no puedo sumergirme en las profundidades sin tomar precauciones; y tomar
esas precauciones quiere decir: analizar al analista y volver así claros y manifiestos para el
analizado todas las pulsiones quizás peligrosas, o al menos todos los obstáculos neuróticos
para la comprensión (que podrían inducir a error). No tenemos pues recíprocamente confian-
za el uno en el otro, o al menos no confianza en una comprensión libre de todo complejo. Es
por eso que exijo ahora el análisis alternativo y protesto contra el análisis unilateral.
31 de marzo, 1932

Análisis mutuo: decisión por la práctica. Complicaciones debidas


al hecho de tener más de un paciente en análisis
Dos días seguidos, nada más que ser analizado; sentimiento deprimente de haber per-
dido la dirección, las riendas. Idea poco regocijante: el paciente ha logrado sustraerse com-
pletamente al análisis y ponerme en análisis en su lugar. Con mi tendencia a arriesgar aun lo
más difícil y a encontrar los motivos para esto, me resolví, aunque con la mayor repugnancia,
a correr también este riesgo, y agregaría incluso una base teórica diciéndome que sólo hay
verdadero análisis si la relajación alcanza algo semejante a la relación padre-niño, es decir,
una confianza total y el abandono de toda independencia. De este modo, la habitual superiori-
dad del analista apareció primero en la mutualidad como la puesta sobre un mismo plano, só-
lo más tarde una subordinación total. A pesar de esta decisión, ningún bienestar, incluso sín-
tomas: dolor de cabeza, trastornos del sueño; sensación de fatiga y somnolencia durante las
sesiones de análisis y aun en el momento de representaciones teatrales de alguna longitud. La
experiencia práctica aportó la solución. La abstinencia de dos días hizo urgente que el pacien-
te fuera analizado, y la mutualidad fue reestablecida.
Complicaciones por la introducción de una tercera persona que quiere también anali-
zarme. Divergencia sobre esta cuestión entre la paciente Nº 1 y yo. Pienso que una inmersión
total, hasta la profundidad "de las madres" no es posible si el analista no se transforma en un
libro abierto, es decir, no solamente amable y gentil de manera formal y profesional, sino
también inofensivo, comunicando sus tendencias reprimidas y rechazadas, yoicas, peligrosas,
brutales y sin miramientos. La paciente Nº 1, en cambio, piensa que esto no es necesario sal-
vo en un caso excepcional como el suyo, mientras que la Nº 2 se siente relegada y confiesa
estar celosa de la Nº 1. También con frecuencia, la Nº 2 me preguntaba si no me molestaría
en tanto que analista, que ella intentara hacerse analizar por un paciente al mismo tiempo que
por mí. Para esto, eligió un hombre con el que se sentía particularmente impaciente. Al mis-
mo tiempo intentó, de manera un poco sospechosa, tranquilizarme, diciéndome que el hom-
bre era particularmente digno de confianza, de manera que mis secretos serían muy bien guar-
dados por él, en otros términos: ella me dice que un paciente (él mismo analista), analizado
sobre el modelo mutuo, si extiende esta mutualidad a sus pacientes, debe entonces liberar los
secretos del analista de origen (es decir los míos) a sus pacientes. Me encontraría así ante la
posibilidad de ver a personas que me son completamente desconocidas en completa posesión
de mis emociones, pecados, etc. más íntimos y más personales. Dicho esto, debo pues, o bien
reconocer la imposibilidad, incluso la locura de toda esta idea y de esta técnica, o bien perse-
verar en la audacia y llegar a la conclusión de que, en verdad, no es importante que se consti-
tuya un pequeño grupo de personas cuyos miembros sepan todo los unos de los otros, que
esto facilitaría incluso las relaciones con tal grupo en comparación con los constantes tapujos
recíprocos, las sospechas, las medidas de precaución, la inhibición de todas las manifestacio-
nes en la palabra y, finalmente, también en el sentimiento, tal como se acostumbra hoy. Una
vieja idea encontró un nuevo apoyo, una formulación nueva, por la extensión de la mutuali-
dad: la idea de que la expansión del gangsterismo puede conducir a la fundación de un nuevo
orden de sociedad a partir de la ausencia de esta hipocresía. Parecería que: 1) cuando somos
humillados, molestados, heridos, todos tenemos reacciones de gangsters. 2) Por otro lado, re-
conoceríamos y admitiríamos sin disimulo, en nosotros como en los miembros del grupo, es-
tas "debilidades" que ocultamos o reprimimos hoy por infantiles y ridículas, esta nostalgia di-
simulada detrás del cinismo más brutal de los gangsters, a saber, el deseo de una ternura dul-
ce y aniñada (activa o pasiva) y la felicidad de la confianza.
Todo análisis de una mujer debe terminar con la homosexualidad, como el de un hom-
bre con la heterosexualidad. La inmersión más profunda quiere decir: situación maternal o in-
trauterina; como es evidente, esta situación orienta en la mujer hacia el mismo sexo y en el
varón hacia el sexo opuesto. "On revient toujours37". Se diría: la homosexualidad es la anteúl-
tima palabra del análisis de la mujer. El analista (digamos, masculino) debe dejar reinar todas
las cualidades de la madre e inhibir todos los instintos masculinos agresivos (incluso incons-
cientes). Van a manifestarse entonces en la analizada femenina tendencias espontáneas, es
decir, no impuestas a la fuerza, a la pasividad, a ser amada de manera más penetrante, confor-
me a la anatomía. La última fase del análisis de una mujer será pues, sin excepción, la evolu-
ción espontánea hacia un querer-ser-pasiva y madre. Freud tiene entonces razón en incluir un
período masculino, marimacho (es decir fijada a la madre) antes de la femineidad; es necesa-
rio agregar una sola corrección: el hecho, resultante del análisis, de que una gran parte de la
sexualidad de los niños no es espontánea, sino injertada de un modo artificial por la ternura
exageradamente apasionada y por la seducción de los adultos.
Sólo cuando esta parte injertada sea revivida analíticamente y así fraccionada emocio-
nalmente, se desarrollará en el análisis, y primero en la relación de transferencia, esta sexua-
lidad infantil no perturbada de la cual surgirá, en la última fase del análisis, la normalidad a
la que se aspira.
Pero ¿qué es la normalidad? En la mujer; una tendencia preponderante a ser mujer y
madre, un dejar-hacer soberano para una cierta agresividad en el hijo y el esposo, que final-
mente no es más que uno de los niños de la madre de familia; hacia las hijas, persiste una
gran parte de amor homosexual entre madre e hija, a pesar del matrimonio y la maternidad.
La nostalgia de la mujer por una amiga del mismo sexo o por la madre, con mucha ternura re-
cíproca, es inmortal; además es aceptada como natural por la sociedad, y por excesiva que
sea, no es, sin embargo, despreciada ni aborrecida. En el hombre "normal", una gran parte de
la rudeza que hasta hoy subsiste, (y que se nombra virilidad) tenderá a disminuir; no será más
una vergüenza si un hombre adulto se muestra aniñado, tierno, no sexual, en todo caso, no
siempre sexual; estar emocionado, llorar, no serán mas manifestaciones no masculinas. Rela-
cionar aquí con los privilegios específicos del sexo masculino en el trabajo "Masculino y Fe-
menino". Probablemente también resultará de esto menos promiscuidad, un mayor número de
hombres tendrá el coraje de reconocerse en la simple y apacible vida de familia, esta imagen
de la situación infantil.

3 de abril, 1932

Extirpación e implantación de con tenidos y de energía psíquica


(S.I.)
Como muchas otras, esta paciente frígida que sufre de estados de angustia (crisis), de
pesadillas, de una compulsión cotidiana a beber alcohol todas las noches, de alucinaciones
diurnas de contenido angustiante, esta paciente pues, habla muy frecuentemente de una po-
tencia oscura, irresistible, extraña, que la obliga contra su voluntad, contra su interés, incluso
a contramano de su propio placer, a acciones y palabras destructivas, dañinas para ella misma
y para los otros; se podría pues hablar de demonomanía. No es raro que sus asociaciones psi-
coanalíticas degeneren en visiones extraordinariamente vivas, de cuya realidad no tiene la
menor duda, a pesar de que permanece consciente del hecho de que se trata de una manera de
ver diferente a la habitual. Automáticamente se cubre al mismo tiempo los ojos, presionando
sus antebrazos sobre sus globos oculares, olvidando casi mi presencia, aunque en cierto modo
parece seguir manteniendo la conciencia, puesto que me va comunicando sus sensaciones a
medida que ocurren. Es suficiente para esto que yo la invite a hablar. Teniendo en cuenta el

37
En francés en el texto: "Se vuelve siempre"
esfuerzo necesario para separar los brazos de su cara, se siente cuán difícil es arrancarla de
este estado. Con mucha frecuencia, inmediatamente después me mira como sorprendida pro-
nunciando palabras de este tipo: Entonces, ¿usted está allí? Qué curioso. Usted es el Dr. F. y
estuvo allí durante todo este tiempo. En ese momento agrega observaciones sobre cambios de
su ser suscitados por mi presencia. Habiéndole modestamente respondido que no sabía nada
de cualidades tan grandiosas en mí, me replicó con mucha seguridad que yo debía ser incons-
ciente de mis propias capacidades y acciones. El contenido de las alucinaciones: cambio de
tiempo, de lugar y de objetos con una versatilidad extrema, como en la fuga de ideas. Se sien-
te liberada de todas las cadenas y obstáculos de la distancia física. Vuela en la atmósfera, se
hunde en la profundidad de los mares, con todas las maravillas de las grandes profundidades;
emergen con frecuencia en ella las apariciones luminosas más variadas y sin contenido que
tienen bastante frecuentemente una orientación determinada. Casi siempre aparecen impetuo-
samente también personajes humanos o fragmentos de personajes que llama espíritus. Ciertos
tipos retornan con gran frecuencia, así en particular, los chinos. Un viejo hombre calvo se in-
clina sobre ella. Poco a poco, estas especies de espíritus se vuelven aterrorizantes, la paciente
hace gestos de defensa; a menudo, para terminar, lanza un grito agudo y con los signos del
más violento terror exclama: ¡Me golpean! ¡Me rompen la cabeza! ¡Me matan!. Al mismo
tiempo, se le pone la cara roja, las lágrimas caen de sus ojos. Tras varios minutos de combate,
repentinamente toda la persona se paraliza, se podría decir, permanece acostada, sin hacer
ningún ruido, pálida como una muerta, sin el menor afecto, en ese momento pretende no estar
más en el interior sino en el exterior de su cuerpo; en cuanto al cuerpo mismo, estará muerto,
matado. Los personajes (espíritus) son muy a menudo apariciones de un muerto, en particular
su hermano, muerto hace un año. El personaje no habla, sólo se expresa por gestos. Señala su
corazón (ha muerto de una crisis cardíaca), me señala (Dr. F.) como si él quisiera invitarla a
volverse hacia mi.
Desde que oyó hablar de la teoría de Freud sobre el Superyo en tanto que producto de
la escisión del Sí Mismo, repite con gran convicción que en su caso un Superyo feroz, la vo-
luntad de su madre, la encadena por una gran angustia y la fuerza a conductas autodestructi-
vas. (Siente incluso que su tendencia a engordar de manera no deseada es obra de esta volun-
tad extraña que le es impuesta y se descarga también físicamente sobre ella.)
Se representa la irrupción del dañino Superyo más o menos de la manera siguiente: el
dolor y el espanto paralizan las fuerzas de cohesión y de supervivencia de la persona, y es en
este “tejido que se ha hecho blando y sin resistencia" que penetra la voluntad extraña, dirigida
por el odio y el placer de agredir, con todas sus tendencias, mientras que una parte de su es-
pontaneidad propia es expulsada fuera de la persona.
El resultado de este proceso es, por una parte, la implantación en el alma de la víctima
de contenidos psíquicos dispensadores de placer, provocadores de dolor y de tensión; pero al
mismo tiempo, el agresor, por así decir, aspira dentro de él una parte de la víctima, a saber, la
parte que ha sido expulsada. De donde el efecto calmante de la explosión de furia en el furio-
so cuando ha logrado causar un dolor a otro: una parte del veneno será implantada en otra
persona (si en lo sucesivo, esta persona tendrá que pelearse contra los afectos de displacer,
sólo será a causa del tratamiento injusto); al mismo tiempo, (y esto es lo que hay de nuevo en
lo que cuenta S.I.), el agresor anexa el estado de felicidad ingenua, desprovista de angustia y
tranquila en que vivía la víctima hasta entonces. En términos simples, esto podría expresarse
más o menos de la manera siguiente: se encuentra en una situación de molestia y de dolor, se
envidia la paz de otro, digamos de alguien débil, un niño, se da de algún modo una patada a
un perro porque se está deprimido. Se obtiene así que el otro también sufra, lo que debe ate-
nuar absolutamente mi dolor. Por otra parte, anexo por este acto el estado de felicidad ante-
rior.
5 de abril, 1932

Todo odio es, en realidad, proyección psicopática.


Cuando se inflige dolor a alguien, o cuando se le retira el amor, hay dolor. La reac-
ción racional a esto debería ser la tristeza, con mantenimiento de la situación de amor real, en
consecuencia, algo como: todavía lo amo como antes, él no me ama más ¡qué dolor me es ne-
cesario soportar! La reacción de odio, en cambio, es completamente irreal; si soy maltratado
comienzo a pretender: no lo amo, lo odio, y en lugar de pasar por el sentimiento de dolor real,
le inflijo cualquier dolor físico o moral. Por este medio, obtengo que sea él y no yo quien su-
fra. Logro pues desplazar mi dolor, total o parcialmente, sobre algún otro. El mecanismo pa-
ranoide puede también manifestarse en el hecho de que el desplazamiento traza círculos cada
vez mayores y el odio es extendido sobre toda una familia, toda una nación, toda una especie.
En razón del desplazamiento y de la cualidad de proyección que se vincula de este modo al
odio, también será difícil o imposible que el odio, a semejanza del duelo, sea rápidamente re-
ducido filosóficamente o lentamente pulverizado de alguna manera. Si el herido vivió un due-
lo persistente en lugar del odio, el trabajo de duelo habrá poco a poco hecho su obra, mientras
que el afecto desplazado, quizás justamente a causa de esta irrealidad, podría persistir largo
tiempo, o definitivamente. Ejemplo más frecuente: decepción traumática en la infancia, odio
a un cierto tipo de personas durante toda la vida.

Diferencia esencial entre homosexualidad masculina y femenina


Atención insuficiente del hecho de que la homosexualidad femenina es, en el fondo,
algo muy normal, tan normal como la heterosexualidad masculina. Hombre y mujer tienen,
desde el principio, el mismo objeto de amor femenino (la madre). La profundización del aná-
lisis conduce en los dos sexos a decepciones y conflictos con la madre. La educación de la
limpieza, la formación de una "moral esfinteriana" es asunto de la madre. (Incluso se plantea
la cuestión de saber si no es a continuación de esta primera decepción por la madre, que una
parte de la libido es vuelta hacia el padre.) La fijación al padre, o al sexo masculino, en cam -
bio, es absolutamente anormal, está ante todo en contradicción con la anatomía que sostengo
(contrariamente a Freud) como fundamentalmente determinante para la psicología. Además
la sociedad no parece juzgar tan severamente la homosexualidad femenina. La relación de la
niña con la madre es mucho más importante que la relación con el padre. Incluso las agresio-
nes sexuales de la infancia provenientes del lado masculino, ejercieron principalmente un
efecto traumático porque dislocaron la relación con la madre.
Conforme a la hipótesis de la relación íntima entre anatomía y psique, se puede supo-
ner que el erotismo vaginal, en la vagina interna jamás tocada, sólo se despierta más tarde y
con él aumenta el interés por la pasividad.

Elementos complementarios inevitables concernientes al conflicto


edípico.
La experiencia a propósito del efecto traumático de las agresiones genitales por parte
de los adultos sobre los niños, me obliga a modificar la concepción psicoanalítica hasta ahora
admitida de la sexualidad infantil. El hecho de que exista una sexualidad infantil permanece
evidentemente intangible, pero una gran parte de lo que aparece como pasional en la sexuali-
dad infantil podría ser la consecuencia secundaria de una violencia pasional de los adultos,
impuesta a los niños contra su voluntad, implantada, de alguna manera, artificialmente en los
niños. Incluso, manifestaciones demasiado violentas de ternura no genital, como besos apa-
sionados, abrazos fogosos, en realidad afectan al niño de manera displacentera. Los niños só-
lo quieren ser tratados gentilmente, con ternura y dulzura. Sus gestos y sus movimientos de
expresión son tiernos, y cuando es de otro modo es que algo ya no va. Es necesario plantearse
la pregunta: ¿qué parte de lo que revela el amor indefectible del niño por la madre y qué parte
de los deseos de muerte del niño contra su padre rival se desarrollarían de manera puramente
espontánea, incluso sin implantación precoz del erotismo y de la genitalidad adulta apasiona-
da, es decir, qué parte del Complejo de Edipo es verdaderamente heredada y qué parte trans-
mitida de una generación a otra por vía de la tradición?

5 de abril, 1932

Efecto duradero de las exigencias genitales activas y pasivas im-


puestas, "obligatorias”; sobre niños pequeños
1) Violencia genital por parte del padre en la temprana infancia. Evolución: 1) Carác-
ter obstinado, incapacidad de terminar estudios, cualquiera que fuesen (Freud: la actividad se-
xual resulta ineducable), sensaciones histéricas, sobre todo en la cabeza y en el vientre. Oca-
sionalmente, crisis dolorosas; análisis mas profundizado; excitación permanente de la vagina
en forma de prurito, conversión de esta sensación en dolor, y desplazamiento sobre partes
alejadas del cuerpo. Abreacción ocasional en medio de crisis convulsivas histéricas.
2) Analogía completa de la sintomatología con la Nº1. Sin embargo, el motivo moral
de rechazo y displacer durante la crisis es particularmente transparente; pero, naturalmente,
incapacidad completa para defenderse y compulsión a sufrir. Protección de la personalidad:
por la pérdida de conocimiento, fantasmas de felicidad por compensación, escisión de la per-
sonalidad. El trauma alcanzó (y alcanza generalmente) al niño en un estadío donde la moral
esfinteriana ya se ha desarrollado, la niña se siente sucia, tratada de manera inconveniente,
querría quejarse a la madre, pero esto le es impedido por el hombre (intimidación, desaproba-
ción). El niño está sin recursos y confundido, debería pelearse para acabar con la voluntad de
la autoridad adulta, la incredulidad de la madre, etc. No puede, naturalmente, y se encuentra
frente a la opción: ¿el mundo entero es malo o soy yo quien está equivocado? y elige esta úl-
tima solución. Se producen sobre esto desplazamientos y falsas interpretaciones de las sen-
saciones que culminan finalmente en los síntomas descriptos más arriba.
3) Daños absolutamente semejantes en hombres prematuramente forzados a una acti-
vidad genital. Rasgo de carácter dominante: cargar con tareas sobrehumanas, sobre un fondo
de extrema fatiga y disgusto por el trabajo. (Naturalmente, lo mismo desde el punto de vista
libidinal.)

7 de abril, 1932

Destino de los niños de enfermos mentales


1) En realidad, no tenemos todavía ninguna representación adecuada de las cualidades
psíquicas de la personalidad de los niños. Muchos signos indican que la personalidad psicofí-
sica de un niño en el vientre de la madre, e incluso después del nacimiento, no ha terminado,
por así decir, de cristalizarse, sino que aún está, de algún modo, en un estado de "disolución".
(La hipótesis fantasiosa de esta comparación imaginada sería la idea de que antes de la con-
cepción la persona estaba de algún modo todavía disuelta en el universo. Sería necesario en-
tonces considerar la muerte como un retorno a ese "estado de disolución". Como ha sido ya
expuesto en otra parte, los niños mueren fácilmente38.) El paralelo fisiológico de esta repre-
sentación es el hecho de que el individuo, antes de la concepción, estaba dividido por lo me-
38
“El niño mal recibido y su impulso de muerte”.
nos en dos mitades. Una parte formaba el elemento constitutivo de la madre, la otra el del pa-
dre. Se plantea aquí la cuestión muy precisa de saber si este estado de escisión precoz no es la
prefiguración de todas las escisiones ulteriores y también la de la escisión de la personalidad
en la psicosis.
La idea del estado (consistencia) aún semi-disuelto de la personalidad infantil incita a
la imaginación a suponer que el contacto de la personalidad infantil con el universo, lo mis-
mo que su sensibilidad, es mucho mayor que la de los adultos que la cristalización ha rigidifi-
cado; tampoco nos sorprendería si un día se demostrara que en este estado precoz toda la per-
sona entra todavía en resonancia con el mundo circundante, y no solamente a nivel de ciertos
puntos que permanecen accesibles, a saber, los órganos de los sentidos. Las capacidades lla-
madas supranormales, el hecho de ser sensible a los procesos que se desarrollan fuera de las
percepciones sensoriales (clairvoyances39), cargar con la expresión de voluntades extrañas
(suggestion à distance40) podrían ser procesos cotidianos, lo mismo que los animales (perros),
cuya personalidad permanece evidentemente siempre en estado de disolución, poseen tales
capacidades aparentemente supranormales. (Olfato a distancias considerables, adopción inex-
plicable por los perros de las mismas simpatías y antipatías que su amo.) Aquí una primera
posibilidad de aprehender el fenómeno llamado de telegonía (influencia de experiencias psí-
quicas de la madre sobre el infante intra-uterino).
Relacionar a las imágenes oníricas extrañas concernientes a los "Wise babies"41.
Los médiums espiritas, en tanto realizan cualquier cosa, deben sus capacidades a una
regresión a esta suprema sabiduría y esta omnisciencia infantiles.
2) La formación del Superyo gana por estas representaciones un carácter más plástico.
Debo a varios pacientes la representación (consignada en otra parte), de que los adultos intro-
ducen a la fuerza su voluntad y más particularmente contenidos psíquicos de carácter displa-
centero en la persona infantil; estos transplantes extraños escindidos vegetan a lo largo de
toda la vida en la otra persona (recíprocamente, oigo declaraciones sobre el hecho de que las
partes expulsadas de la persona infantil son, por así decir, asimiladas por el dispensador del
Superyo).
Ya hablando teóricamente, se puede llegar a una confusión espantosa cuando un niño
sensible en este sentido y a este grado, es influenciado por un adulto perturbado, enfermo
mental. En uno de los casos, experiencias singulares muestran que no es imposible que el
"Wise baby", con su maravilloso instinto, asimile las cosas perturbadas y locas, incluso por la
fuerza, pero sostenga su propia persona, desde el principio, separada de lo anormal. (Acá, ac-
ceso a la bipartición permanente de la persona). El elemento de la personalidad que ha sido
expulsado de su marco propio representa esta verdadera persona originaria que protesta sin
cesar contra toda anormalidad y que sufre terriblemente. Esta persona sufriente se protege,
por la formación de alucinaciones de cumplimiento de deseos, contra la percepción de la tris-
te realidad, triste en la medida en que la voluntad extraña malvada inviste todo el ser psíquico
y físico (posesión).
En el caso citado, se producía entonces el hecho extraño de que la voluntad loca y ma-
ligna, después de un acceso maníaco que superaba todo lo que se había producido hasta ahí,
se encontraba repentinamente decepcionada, se retiraba de la persona que investía hasta en-
tonces y, bajo la forma de una pura voluntad de matar, se volvía contra la persona en la que
había vegetado de algún modo hasta entonces. La consecuencia es una enorme laguna en la
persona que se había habituado a poseer la voluntad extraña como esqueleto de su propia per-
sona. El resto de la persona entra en un estado de inseguridad como el provocado por un sis-
mo desde el momento en que el loco tomó la decisión de retirarse. Pero en el momento de la
39
En francés en el texto: Clarividencias.
40
En francés en el texto: sugestión a distancia.
41
“El sueño del bebé sabio”.
agresión, toda ilusión es destruida; la percepción repentina de esa existencia terrorífica que es
la suya en poder de un demente, no puede ser aceptada, el estado de escisión existente hasta
entonces deja lugar a un estado de desilusión completa; cumplido esto, todo el sector de este
episodio se desintegra en una masa de escombros atomizados, como después de la extinción
de un fuego de artificio.
La tarea del análisis es hacer volver el alma a la vida a partir de estas cenizas (día por
día, consolidación primero modesta, después progresiva de estas cenizas en briznas de com-
prensión; en un momento, todo será destruido otra vez, después de nuevo pacientemente re-
construido, finalmente, la experiencia vivida de transferencia y el aprendizaje del sufrimiento
que pasa por ella, allana el camino hacia las profundidades traumáticas). Indicación eugénica:
el recién nacido ya debe ser alejado de un medio demente.

10 de abril, 1932

La erotomanía como fundamento de toda paranoia.


Cada vez más frecuentemente encuentro en los sujetos paranoides, en las representa-
ciones delirantes más diversas (delirio de grandeza, delirio de celos, delirio de persecución),
detrás de la base homosexual, una causa más profunda de la homosexualidad constituida por
una estructura delirante erotomaníaca que se forma en tanto que psicosis de cumplimiento de
deseo de tipo "amencia", después de la pérdida traumática del objeto de amor, o después de la
toma de conciencia traumática del carácter ilusorio de la relación amorosa con ese objeto su-
puesto. Se plantea entonces la cuestión de saber si no es necesario buscar cada vez el trauma
originario en la relación originaria con la madre, y silos traumas de la época un poco más tar-
día, ya complicada por la aparición del padre, habrían podido tener tal efecto sin la presencia
de una cicatriz traumática materno-infantil, archioriginaria. Ser amado, ser el centro del mun-
do, es el estado emocional natural del lactante, no es pues un estado maníaco sino un estado
real. Las primeras decepciones de amor (destete, regulación de las funciones de excreción,
primeros castigos por medio de un tono brusco, amenazante, incluso la educación) deben te-
ner en todos los casos un efecto traumático, es decir, en el acto, psíquicamente paralizante. La
desintegración que resulta vuelve posible la constitución de nuevas formaciones psíquicas.
En particular, se puede suponer en ese momento la constitución de una escisión. El organis-
mo debe adaptarse al hecho de los sufrimientos del destete, por ejemplo, pero la resistencia
psíquica contra esto se aferra desesperadamente a los recuerdos del pasado real, y se demora
más o menos largo tiempo en la alucinación: nada ha ocurrido; soy amado como antes (omni-
potencia alucinatoria). Todas las decepciones ulteriores de la vida amorosa podrían ser una
regresión a este cumplimiento de deseo.

l2 de abril, 1932

La relajación del analista


Hasta ahora se consideraba casi exclusivamente la relajación del paciente; del analista
se esperaba solamente que favoreciera esta relajación por medio de medidas apropiadas o, al
menos, no la perturbase; eventualmente, se atraía la atención sobre lo más importante de estas
perturbaciones. La aparición de la idea del análisis mutuo es, en realidad, una extensión de la
relajación también al analista. Analista y analizante se relajan alternativamente.
Insertar aquí que, desde sus primeras comunicaciones sobre la técnica, Freud reco-
mienda tal relajación bilateral, sin poner este nombre al proceso. El paciente es invitado a
adoptar una actitud completamente pasiva hacia sus contenidos psíquicos. Por un lado, com-
para el estado psíquico que entonces se instala con la docilidad pasiva de aquel que se somete
a la hipnosis, estando ambos estados emparentados en su esencia. Pero también exige del
analista una "atención libremente flotante", es decir, un cierto grado de desapego en relación
a un pensamiento y a una búsqueda conscientemente orientada. Dicho de otro modo, Freud
exige tanto la relajación del médico como la del paciente, pero una relajación de una profun-
didad diferente. Del paciente se espera que se abandone, hasta nueva orden, a la conducción
del inconsciente, pero también el médico debe dejar jugar su fantasía en todas direcciones,
aun las más absurdas; sin embargo, tiene la obligación, o el deber, de no alejarse demasiado
de la superficie de la conciencia, y en ningún momento, por así decir, descuidar su tarea de
observar a los pacientes, evaluar el material producido y tomar las decisiones en cuanto a
eventuales comunicaciones, etc.
En el análisis mutuo, el médico renuncia, aunque no sea más que pasajeramente, al
puesto de "centinela". Esto quería decir hasta aquí (en la mutualidad) que mientras tanto el
analizado retomaba el rol del analista. De ello resulta o parece resultar una modificación ines-
perada y a primera vista completamente desprovista de sentido, la necesidad de que ambos se
relajen simultáneamente. Como lo acabo de decir, esto suena de entrada como un absurdo
completo, para qué sirve que dos personas caigan en trance simultáneamente y que cada una
hable sin oír nada, de manera disparatada, es decir, asocie libremente y dé libre curso a sus
sentimientos por gestos y también movimientos expresivos. Aquí la única brizna de paja que
nos ofrece la experiencia analítica actual es la idea lanzada por mí -si recuerdo bien- de dialo-
go de los inconscientes. Cuando dos personas se encuentran por primera vez -dije entonces-
se produce un intercambio de movimientos de afectos no solamente conscientes, sino también
inconscientes. Sólo el análisis podría determinar en ambos por qué razón se ha desarrollado la
simpatía o la antipatía que les es a ellos mismos inexplicable. En definitiva, quería decir que
cuando dos personas conversan, se trata, en realidad, de un dialogo no sólo de lo consciente,
sino también de ambos inconscientes. En otros términos, al lado, o paralelamente a la conver-
sación que retiene la atención, se desarrolla también un diálogo relajado. Algunos de mis pa-
cientes, sin embargo, no se contentan con esta explicación, pretenden férreamente que al lado
de esta receptividad para las manifestaciones de emociones inconscientes de nuestros congé-
neres, justificables por el análisis o la psicología corriente, también se desarrollan fenómenos
psíquicos que no son explicables en el estado actual de nuestros conocimientos en fisiología
de los órganos de los sentidos y en psicología. Otros antes que yo han mostrado con qué fre-
cuencia sorprendente los fenómenos llamados de transmisión de pensamiento se desarrollan
entre médico y paciente, frecuentemente de una manera que supera de lejos la posibilidad del
azar. Si estas cosas llegaran algún día a verificarse, podría parecernos plausible a nosotros,
analistas, que la relación de transferencia pudiese favorecer extraordinariamente la instaura-
ción de manifestaciones de receptividad más afinadas.
Y esto conduce, en realidad, a la historia del principio propiamente dicho de la última
modificación. La razón de la inversión del proceso (siendo el analista analizado) fue la per-
cepción de una resistencia emocional, más exactamente de una sordera obtusa, en el analista.
Se oía sin cesar la queja: "Usted es demasiado pasivo, no hace nada", etc. y también a menu-
do con manifestaciones de la mayor desesperación. Bajo la presión de la angustia, el paciente
separó de él una especie de fragmento de inteligencia que me prescribía lo que yo debía o ha-
bría debido hacer en el momento en cuestión, y cómo. Sin embargo, incluso cuando después
de haber superado una resistencia personal verdaderamente fuerte contra este tratamiento,
planteaba las preguntas requeridas que me habían sido prescriptas y obtenía las respuestas, el
resultado continuaba siendo insatisfactorio para el paciente en lo que concierne a la convic-
ción en cuanto a la realidad de las situaciones traumáticas reproducidas en estado de trance.
En todo caso, el "contraanálisis" puesto en marcha confirmaba casi palabra por palabra las
afirmaciones del analizante. Las quejas continuas (venidas desde lo más profundo del incons-
ciente) de que yo en realidad no compartía ni emociones ni sufrimiento, que estaba emocio-
nalmente muerto, se han verificado analíticamente en numerosos puntos, y han reconducido a
los traumas infantiles profundos (traumas que podían ser relacionados en particular con exi-
gencias desmesuradas en el dominio de la genitalidad por parte de los adultos y con conflic-
tos con el espíritu puritano de la familia, pero en último término, quizás con un trauma sufri-
do en la lactancia). Es allí qué entró en acción la extraordinaria analogía entre mi destino
(neurosis) y la psicosis de su propio padre. La paciente vivía en una total comunidad de alma
y de espíritu con el padre; unas veces se diría que la paciente vivía en la cabeza del padre,
otros el padre en la cabeza de la paciente. Pero a causa de su locura, él no sabía que todos los
tratamientos innobles infligidos a la hija estaban en realidad, destinados a la madre; el trauma
final atomizante sobrevino en el momento de una desilusión recíproca. Después de una últi-
ma tentativa incestuosa desesperada, el padre se alejó emocionalmente de su hija para difa-
marla desde entonces a todo lo largo de la vida, en un acto de venganza por lo demás, com -
pletamente lúcido. La atomización continuó, en el momento de darse bruscamente cuenta que
era imposible llevar al padre a reconocer sus locuras y sus pecados.
En mí, se trata de un desplazamiento sobre la paciente de la agresividad infantil y del
rechazo del amor hacia mi madre. Pero, igual que con mi madre, logro, con un esfuerzo gi-
gantesco, desarrollar de un modo puramente intelectual un exceso de bondad compulsiva, que
incluso me pone en estado de verter verdaderas lágrimas (lágrimas que tengo para mí por au-
ténticas). (¿Toda mi terapia de relajación y esta bondad excesiva que exijo de mí respecto a
los pacientes, serán solamente la demostración exagerada de sentimientos de compasión que,
en el fondo, están completamente ausentes?) En lugar de sentir con el corazón, siento con la
cabeza. La cabeza y el pensamiento toman el lugar de la libido. Desplazamiento de emocio-
nes libidinales psíquicamente más primitivas hacia la cabeza, quizás también bajo forma de
síntomas (dolor de cabeza) o por la inclinación a formar teorías, en las cuales los órganos ge-
nitales y la cabeza están identificados. (Acá, posibilidad de numerosas conexiones.) En suma,
una histeria de castración con los desplazamientos correspondientes. Eso que en mí falta a
mis pacientes es este cierto pequeño "algo".

24 de abril, 1932

Paranoia y olfato
La paciente recuerda que la víspera debió pasar algunas horas en compañía de Mrs. Dm., una
dama que conocía desde hacia mucho tiempo y que hizo también tentativas analíticas con
ella. Su antipatía hacia esta dama estaba fundada sobre su falta de cultura, su estrechez de es -
píritu muy Nueva Inglaterra y su manera primitiva de expresarse; y además, su imaginación
no contendría el menor rasgo de inclinación artística, etc. Esto la incitaba a huir de la compa-
ñía de esta dama. Ayer, como no pudo evitarlo se sintió obligada a embriagarse. Sólo podía
soportarla en un estado de embriaguez total, de desequilibrio, de semi-sueño como en un sue-
ño. En el momento que pensaba en ella, todas sus asociaciones se agrupaban alrededor del
olor de esta dama. Exhalaba como un olor a cadáver que espanta a la paciente y la incita a re-
chazarla.
El mismo día, Dm. viene a verme y dice que ella también bebió mucho (pero no estu-
vo ebria). Se siente espantada, dice, en compañía de esta paciente: esta dama sería demasiado
agresiva, demasiado enérgica, y le recordaría a su propia madre. (Esto se relaciona aquí con
un trauma infantil: su madre la arrastró tan violentamente por la muñeca que le rompió el bra-
zo.) Es necesario anotar aquí que Dm. tiene efectivamente un olor desagradable y disgusta
decididamente a las personas de olfato sensible. Se puede afirmar con gran probabilidad que
la intensidad de estos efluvios tiene algo que ver con el odio y la furia reprimidos. Como si, a
la manera de ciertos animales, a falta de otras armas, tuviera a la gente a distancia de su cuer-
po espantándolos con estas emanaciones de odio. (Conscientemente y en su comportamiento
manifiesto, la paciente sería más bien blanda con una inclinación por la obediencia ciega y la
sumisión sin queja).
No era demasiado osado relacionar la reacción de la paciente con el hecho de que po-
día realmente olfatear los sentimientos de la gente. Me contó entonces diversas experiencias
de esta clase. Hecho interesante: me contó largas historias de su madre que se asemejaban al
mismo género de ideas que las del Pr. Jaeger en su tiempo. Bañarse y lavarse es malsano; ella
no cambiaba jamás su ropa interior pero, sin embargo, nunca olía mal. Pero, por otro lado, era
de una energía poco común, regenteaba la casa (el padre era un borracho e iba poco seguido a
la casa, después de lo cual nacía un niño).
La teoría que podría fundarse sobre estas cuestiones y otras similares, sería la siguien-
te: las emanaciones de su madre, que eran conscientemente agresivas, no despedían mal olor;
pero las de Dm., que es aduladora y conciliadora en apariencia, pero llena de secreto odio,
traicionan el odio reprimido. (Acá, la asociación: "Así habla el sabio Salomón".)
Dm. se horroriza por las maneras abiertamente agresivas de la paciente y comienza a
heder. La paciente siente esto como un contraataque, como una persecución (delirio de perse-
cución), y debe o bien salvarse o bien anestesiarse con el alcohol. No es imposible que imite
así la embriaguez de su padre que no podía soportar su vida con la madre. En el tiempo en
que es maníacamente agresiva, imita a la madre; pero desde que comienza a olfatear la agre-
sividad oculta de Dm., comienza a jugar el rol del padre (?). Cualesquiera sean los detalles,
parece establecido que las personas atacadas de delirio de persecución pueden, a la manera de
ciertos animales, en particular los perros, olfatear los sentimientos y las tendencias ocultas o
reprimidas de las personas. Un paso más nos conduciría a una sensibilidad extraordinaria-
mente más afinada y matizada, en calidad y cantidad, que permitiría oler en otro ser humano
las pulsiones más finas, y aun los contenidos psíquicos de las pulsiones del deseo, es decir,
las representaciones. Una gran parte de lo que hasta ahora ha sido considerado como oculto, o
como sobre-rendimiento metafísico recibiría así una explicación psico-fisiológica. Un paso
suplementario y todavía más osado conduciría entonces a las actuaciones de los médiums es-
piritas, que pueden sentir las emanaciones globales de las personas que continúan vibrando
en alguna parte del espacio, aún después de tiempos infinitos. (Un poco como un perro, las
huellas de su patrón muerto). Los médiums espiritas reconstruirían pues, con la ayuda de su
olor, el pasado de un ser humano. Serían capaces, con su imaginación olfativa, de seguir a la
persona hasta su pasado más lejano, y en todos los lugares donde ha estado en vida. Por qué
el olor de Dm. es sentido como un olor de cadáver: es un problema en sí mismo. Tentativa de
solución provisoria: cuando una reacción emocional es reprimida, interrumpida o rechazada,
algo en nosotros es efectivamente aniquilado. La parte aniquilada de la persona cae en estado
de descomposición. Si la persona entera es impedida de actuar, se sigue una descomposición
general, es decir, la muerte. Relacionar aquí con la afirmación de tantos neuróticos en estado
de trance o de sueño de que una parte más o menos grande de ellos mismos está muerta o ase-
sinada y que la arrastran como un fardo sin vida, es decir, inepto para funcionar. El contenido
de este paquete de represión está en constante agonía, es decir, en descomposición. La desin-
tegración completa (muerte) le es tan imposible como el retorno a la vida por aflujo de ener-
gías vitales.
Nine Pin.
Silly servant42

26 de abril, 1932

La Pornofasia, como condición de la potencia genital


En realidad, un capítulo para una eventual recopilación sobre las exigencias genitales
infantiles excesivas. El super desempeño colosal que el niño se impone a si mismo tiene con-
42
“Juego de bolos. Estúpida sirvienta”. La paciente hace su análisis en lengua inglesa.
secuencias duraderas. 1) Destruye completamente el sentimiento de espontaneidad, es decir,
el origen del plus de placer del acto genital; 2) Inseguridad psíquica completa en cuanto a los
sentimientos de amor, no sabiendo nunca cuando y en qué medida se trata de una tarea a rea-
lizar o de un deber a cumplir. 3) Extrema fatiga general que se extiende sobre casi toda acti-
vidad, pero que se manifiesta por una mortal somnolencia después de cada acto sexual. 4)
Acá se plantea la cuestión de saber silos fenómenos llamados de fatiga neurasténica no serían
consecuencia de los super desempeños genitales impuestos a sí mismo en el curso de la mas-
turbación psíquica o psicofísica. (Citar el caso del joven víctima de una seducción en la in-
fancia, que a) Se sentía obligado a satisfacer a todas las mujeres, b) se masturbaba cuatro o
cinco veces por día y con una concentración formidable y la suma de todas las situaciones
eróticas excitantes, lograba la hazaña de hacer salpicar el esperma hasta el techo a una altura
de cinco o seis metros.) 5) Influencia sobre el modo de vida y el carácter. Tendencia continua
a ponerse en situaciones excesivamente peligrosas, difíciles, con frecuencia también moral-
mente peligrosas, de las que no salen más que a último momento, muy penosamente. Em-
prendimiento de tareas que exigen despliegue de fuerzas y mucha aplicación (estudios, exá-
menes), dilaciones de último momento, pérdida de tiempo en cosas inútiles, etc., y al mismo
tiempo, sentimiento de culpabilidad. ó) Pornofasia, variedad especial de potencia sexual con-
dicionada: la mujer debe declarar ser una prostituta, debe confesar todos sus pecados y con-
tarlos en todos los detalles, eventualmente inventarlos. Así, de un auténtico congreso sexual43,
el acto es degradado en una masturbación voyeurista. La imaginación del hombre permanece
aquí enganchada a la escena representada; la prestación genital propiamente dicha no es pues
ejecutada por él, sino por el hombre realmente potente. El mismo no tiene más que mirar y
masturbarse. La obligación de que la mujer se comporte como prostituta facilita la tarea; una
parte de la escena es realmente jugada y no tiene necesidad de ser representada en la fantasía.
En la terapia analítica de tales casos, será necesario esperar la aparición de una incapacidad
funcional y psicofísica general y, naturalmente, la desaparición de toda libido. En realidad, es
el estado infantil que se ha restablecido de nuevo, estadío donde normalmente todo es más
egoísta y menos sujeto a consideraciones.
Qué formidable irrupción en el desarrollo normal, cuando a tal niño, egoísta por nece-
sidad natural, le son dirigidas demandas emocionales desmesuradas de naturaleza altruista.
Después de haber permanecido un tiempo, frecuentemente incluso no muy largo, en este esta-
do de postración casi comatoso (los pacientes son capaces de dormirse en el teatro, en mitad
de un discurso), se anuncian en ese momento signos de libido espontánea, y más tarde, mani-
festaciones de sexualidad sin fatiga consecutiva. La fatiga que sucede a la fabricación de sen-
timientos intelectuales y de emociones intelectuales testimonia la fuerza fantástica que es ne-
cesaria para reprimir por la fuerza los procesos intelectuales a nivel de la alucinación. La libi-
do normal está siempre demasiado llena, las emociones desbordantes afectan también nuestro
sensorium44. El lema: "nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu"45 está acá inverti-
do y reemplazado por un “prius" del intelecto. Es plausible que en un examen más profundo,
todas las neurastenias reconduzcan a algo análogo. (Relacionar aquí con la oposición fisioló-
gica, señalada por mí, entre empobrecimiento de la libido por la masturbación y acumulación
de libido por el Coitus interruptus a saber, neurosis de angustia.)

26 de abril, 1932

Contribución al culto del falo


Sueño de una paciente (B.) en que la historia incluye de manera casi segura violencias
43
Ferenczi emplea la palabra “Kongressus”, que en el siglo XVII servía para designar un encuentro sexual.
44
En latín en el texto.
45
En latín en el texto: “Nada hay en el intelecto que no haya estado primero en los sentidos”.
genitales infantiles: ve una fila de soldados, o de gimnastas, todos sin cabeza, tiesamente ali-
neados. Sobre el lado izquierdo (espalda) de cada uno se levanta una protuberancia carnosa.
La asociación deriva hacia el juego de bolos (nine-pins). Cada golpe es simbolizado por uno
de los soldados; la idea del orgasmo quizás por intermedio de los nueve. Al mismo tiempo, el
hecho de que falte la cabeza representa la emotividad pura en ausencia de todo control inte-
lectual ("l'amour est un taureau acéphale", Anatole France46). Pero al mismo tiempo el esta-
do psíquico de la paciente está también representado: piensa que los nine-pins no logran sos-
tenerse en equilibrio a causa de la carga unilateral de la izquierda. Sin embargo, esta idea vie-
ne de que la paciente antes de ir a dormir, bebió una cantidad de cocktails que perturbaron
considerablemente su equilibrio. Cuando se ha perdido así la cabeza, parece posible que las
emociones de otras personas se vuelquen muy naturalmente sobre nosotros, como si la envol-
tura protectora del Yo hubiera sido disuelta por el narcótico. En otros términos: un niño em-
briagado o anestesiado (eventualmente también un niño en el que la autoprotección está para-
lizada por el terror o el dolor) se vuelve de tal modo sensible a los movimientos afectivos de
la persona que teme, que experimenta la pasión del agresor como la suya propia. La angustia
del falo puede así volcarse hacia la adoración o el culto del falo. (Acá, el problema del placer
sexual femenino, podría ser que en el origen no fuera mas que la angustia transformada en
placer.)
Subsiste un problema sin embargo: es solamente posible que la angustia sea transfor-
mada en placer, incluso si esto ocurre sólo después de la pérdida de su propia cabeza y de la
identificación al toro acéfalo. Sin embargo, se presenta también otra solución según la cual
todo masoquismo no nacería de la angustia, sino que la bondad y el sacrificio de sí contraba-
lancearían las tendencias yoicas, en tanto instinto, o quizás en tanto fuerza natural (S.I.).
¿O entonces es necesario oponer a lo que es masculino, la pulsión de muerte en tanto
que pulsión de bondad, de auto-sacrificio, como algo materno-femenino?

26 de abril, 1932

Anti-homosexualidad, como consecuencia de la "protesta viril"


Una fuerte antipatía consciente, como la suscitada por la homosexualidad, puede
constituir un obstáculo importante en el tratamiento de los casos manifiestos. Podría conside-
rarse que la resistencia tan extendida contra las "psicosis" y las perversiones (Freud) reposa
sobre un análisis insuficiente en relación con veleidades de esta clase. Estos pacientes nos re-
cuerdan quizás las experiencias más crueles de los tiempos primitivos, los momentos en que
los hombres debieron combatir por su salud psíquica y su destino libidinal.
Un analista que hubiera desarrollado un carácter agresivo, será excelente en el papel
de padre fuerte. Otro que comparta todas las emociones de los pacientes, será excelente como
sustituto maternal. Un verdadero analista debería tener la capacidad de jugar igualmente bien
todos estos roles.
La terapia activa era paternal-sádica, la terapia puramente pasiva era maternal. Un
comportamiento tranquilamente natural, sin plan preconcebido, podría hacer aparecer tan
pronto uno, tan pronto otro de estos rasgos de carácter. Subsiste la condición principal que es
solamente reconocer sinceramente frente a uno mismo sus verdaderos sentimientos.

1 de mayo, 1932

46
En francés en el texto: “El amor es un toro acéfalo”.
¿Quién está loco, nosotros o los pacientes?
(¿Los niños o los adultos?).
Una pregunta: ¿Freud está realmente convencido, o bien se fuerza a una crispación
teórica exagerada para protegerse contra su autoanálisis, es decir, contra sus propias dudas?
No olvidar que Freud no es quien descubrió el análisis, sino que tomó de Breuer algo ya listo.
Quizás sólo continuó a Breuer de un modo lógico, intelectual, pero no con una convicción
que depende del sentimiento; en consecuencia, no hay análisis más que de los otros, y no de
sí mismo. Proyección.

Inmensas resistencias de mi parte en el momento en que, cediendo a la proposición de


"Orfa", hice la tentativa de dejarme analizar por el paciente, es decir, de entregarme al poder
de un paciente, liberándome y relajándome completamente. Temor de que el paciente abuse
de esta situación en su propio provecho; en la inconciencia de sus propias tendencias malévo-
las, el paciente al que se le pone entre las manos tal potencia puede con razón 1) hacer todo
para liberarse del displacer, sin preocuparse de saber si esto perjudica al analizado, incluso si
lo aniquila; 2) el paciente encuentra satisfacciones compensatorias en los actos sádicos para
los cuales el análisis ofrece una ocasión.
Si se prosigue más lejos, de manera un poco demonomaníaca el camino de este pensa-
miento, se llega a la idea de que la malevolencia de un enfermo mental puede perseguir a al-
guien hasta en sus sueños, en una palabra, puede destruirlo de manera demoníaca; impulsa a
acciones peligrosas y nefastas, perturba el reposo del sueño, destruye las posibilidades de fe-
licidad por envidia, aniquila la potencia, empuja al suicidio, etc. etc.
Con razón, el paciente replica a la franca comunicación de estos factores de sospecha:
1) ¿Por qué debería él, el paciente, entregarse ciegamente al poder del médico? ¿No es posi-
ble, incluso probable, que un médico que no esté bien analizado (¿quién pues está bien anali-
zado?) no cure, sino deje libre curso a sus pasiones, a mi costa, de manera neurótica o psicóti-
ca? A manera de confirmación, de justificación de este factor de sospecha, debo acordarme
de ciertas observaciones que Freud dejó caer en mi presencia, contando manifiestamente con
mi discreción: "Los pacientes son la canalla". 2) Los pacientes sólo son buenos para darnos
para vivir, y como material para aprender. No podemos ayudarlos, de todos modos. Esto es
nihilismo terapéutico, y a pesar de esto, por la disimulación de estas dudas y el despertar de
esperanzas los pacientes se dejan atrapar.
Pienso, por mi parte, que al principio Freud creía verdaderamente en el análisis, si-
guió a Breuer con entusiasmo, se ocupó apasionadamente, con devoción, de la curación de
los neuróticos (permaneciendo tendido en el suelo horas, si era necesario, cerca de una perso-
na en crisis histérica). Pero debió ser, primero debilitado, después desencantado por ciertas
experiencias, más o menos como Breuer en el momento de la recaída de su paciente, y por el
problema de la contratransferencia abriéndose delante de él como un abismo.
En Freud, esto corresponde, sin duda, al descubrimiento de que las histéricas mienten.
Desde este descubrimiento, Freud no quiere más a los enfermos. Retornó al amor de su Supe-
ryo ordenado, cultivado (otra prueba es su antipatía y sus términos injuriosos respecto a los
psicóticos, los perversos y, en general, contra todo lo que es "demasiado anormal", lo mismo
que contra la mitología hindú). Después de este shock, de esta decepción ya no se trata tanto
del trauma, la constitución comienza a jugar el rol principal. A continuación, evidentemente,
una porción de fatalismo. Después de la ola psicológica, Freud tuvo que aterrizar de nuevo,
primeramente en el materialismo de investigador de las ciencias de la naturaleza; en lo subje-
tivo, ve casi únicamente la superestructura de lo físico, y en lo físico mismo ve algo mucho
más real; segundo, aún permanece intelectualmente interesado por el análisis, pero no emo-
cionalmente. Tercero, su método terapéutico, como su teoría, están cada vez más impregna-
dos por el interés por el orden, el carácter, el reemplazo de un mal Superyo por uno mejor; se
vuelve pedagógico.
La modificación de su método terapéutico, lo vuelve cada vez más impersonal (flotar
como una divinidad por encima del pobre paciente, rebajado a la condición de niño; no advir-
tiendo que una gran parte de eso que se nombra transferencia es artificialmente provocado
por este comportamiento, se pretende que la transferencia es fabricada por el paciente). En
verdad, esto puede ser cierto en parte, y considerado como útil para hacer surgir el material
antiguo, pero si el médico no se vigila, se demora más tiempo del necesario en esta situación
confortable para él, en la que los pacientes le ahorran el displacer de la autocrítica, proporcio-
nándole la ocasión de gustar el encanto de estar en posición de superioridad y de ser amado
sin reciprocidad (casi una situación de magnificencia infantil), y además siendo pagado por
esto por el paciente. De manera completamente inconsciente, el médico puede ponerse así
con toda inocencia consciente, en situación infantil frente a su paciente. Una parte del com-
portamiento de tal analista puede, con razón, ser designado como loco por el paciente. Ciertas
teorías del médico (ideas delirantes) no deben ser cuestionadas; si sin embargo se lo hace, se
es un mal alumno, se recibe una mala nota, se está en "resistencia".
Mi "terapia activa" fue un primer asalto inconsciente contra esta situación. Por la exa-
geración y la puesta en evidencia de esta metodología sádico-educativa, se me hizo claro que
no era defendible. A modo de nueva teoría (nuevo delirio) se me ocurre la teoría de la relaja -
ción, el laissez-faire completo respecto al paciente, la represión brutal de las reacciones emo-
cionales naturalmente humanas. Pero los pacientes recusan la falsa dulzura del maestro, irri-
tado en su fuero interior, igual que anteriormente la brutalidad del analista "activo" que deja
al paciente sufrir tormentos infernales e incluso espera que se le agradezca por esto. Final-
mente a uno se le ocurre preguntarse si no es natural y también oportuno ser francamente un
ser humano dotado de emociones, tan pronto capaz de empatía, tan pronto abiertamente irrita-
do. Lo que quiere decir: abandonar toda "técnica" y mostrarse sin disimulo, lo mismo que se
le pide al paciente. En cuanto se comienza a actuar de tal modo, al paciente se le ocurrirá, con
toda lógica, expresar su sospecha en cuanto al análisis imperfecto del analista y, despertando
de su timidez, osará poco a poco hacer observar él mismo tal rasgo paranoico o tal rasgo exa-
gerado; finalmente, llegará la proposición del análisis mutuo. Si se tiene una cierta confianza
en la propia capacidad de no ser al fin de cuentas impresionado más que por la verdad, puede
resolverse al sacrificio, aunque parezca espantoso, de entregarse uno mismo al poder de un
loco. Cosa curiosa, se es recompensado por este coraje, el paciente supera más fácilmente la
decepción de no ser amado por nosotros que la dependencia indefinida en relación a un pa-
riente (padre o madre) que en apariencia promete todo pero que, interiormente, rehúsa todo.
En contraste con el presente, se tiene así una chance más grande y más rápida de vol-
ver a sumergirse en el pasado traumático por donde se puede alcanzar un restablecimiento de-
finitivo, espontáneo, y ya no más fundado sobre la autoridad.
En cuanto al médico, decepcionado así de su delirio científico, ejercerá en los casos
ulteriores, una acción más fecunda; a manera de beneficio secundario, tendrá también acceso
a las posibilidades de gozar de la vida que hasta allí le eran neurótica o psicóticamente rehu-
sadas.

3 de mayo, 1932

Lucha inconsciente de las sensibilidades entre paciente y analista


Por momentos, se tiene la impresión de que una parte de lo que se llama situación de
transferencia no es, en realidad, una manifestación espontánea de las emociones del paciente,
sino que es creada artificialmente por medio de la situación engendrada por el análisis, es de-
cir, por medio de la técnica analítica; al menos, la interpretación, quizás exageradamente
acentuada por mí y por Rank, de que cada hecho particular primero en el sentido de un afecto
personal respecto al analista, es susceptible de crear una especie de atmósfera paranoide que
un observador objetivo podría describir como delirio narcisístico, incluso erotomaníaco del
analista. Es posible que se esté demasiado rápidamente inclinado a presuponer en el paciente
sentimientos de amor y de odio hacia nosotros.
Esto parece ser una repetición mucho más literal de la relación padre-niño; también en
la infancia, los adultos presuponen en el niño afectos desmesurados, sobre todo sentimientos
de amor. Es verdad que no se cesa de predicárselos al niño, seguramente una forma singular
de sugestión, es decir, de introducción fraudulenta de emociones no espontáneas que no exis-
ten realmente. Debe ser excesivamente difícil liberarse de tal trampa y volverse uno mismo.
Si la sugestión tiene éxito, el niño se hace obediente, es decir, que se siente bien en su depen -
dencia. Ocurre de otro modo en los casos donde una inteligencia, quizás precozmente desa-
rrollada, hace difícil una sumisión ciega. Tales niños se vuelven "malos", tercos y aún "obsti-
nados". A falta de otras armas para defenderse, se cierran intelectualmente a la comprensión
de las cosas que se exigen de ellos. Obtienen así 1) poder protegerse, gracias a su "incapaci-
dad", contra la aceptación de una regla que les parece falsa, disparatada y desagradable; 2) te-
ner a mano un arma eficaz, y además un arma invisible, con la cual se pueden vengar de la
injusticia que les acaece. Por más esfuerzos que hagan los padres y los maestros para poner
buena cara frente a una mala cabeza, el niño percibe la tensión irritada que crece en ellos, de
la que sólo se podrá obtener alivio si se continúa resistiendo hasta la explosión de odio que se
produce en el adulto. Pero si al fin de tal escena debió ser reñido y golpeado, tal fin procura al
niño una relativa satisfacción; está quizás allí la raíz última del placer masoquista y de la fan-
tasía “se pega a un niño”.
El paralelo de esta situación se desarrolla, entre otros, en el hecho de la demanda
(afirmación) permanente de sentimientos transferenciales y de la interpretación de su ausen-
cia como resistencia. El analista presenta esto con tanta certeza que es muy difícil para el pa-
ciente contradecir al médico sin herir sus sentimientos. (Recuerdo, sin embargo, haberme vi-
gilado constantemente para no ser nunca el primero en hablar de transferencia positiva, sin
manifestación espontánea de ésta; estaba tanto más generosamente inclinado a sospechar sín-
tomas de resistencia).
En el análisis mutuo, en el que me comprometí recientemente, esta interpretación ma-
quinal y egocéntrica de las cosas me impresiona de la manera más desagradable; encontré
esto positivamente enojoso, y debí rogar al analista que me dejara hablar hasta el fin. Es ver-
dad que el paciente aprendió de mí esta manera de hacer, podría ser pues que también yo lo
hubiera hecho demasiado, lo que por otra parte, bien pronto me fue dado a entender. La expli-
cación que tuvimos a este respecto condujo entonces a la suposición de que el paciente, por
las dificultades en parte artificialmente creadas, y sobre todo por el hecho de la insistencia
excesiva sobre la situación analítica contra su propia convicción emocional, se siente puesto
en una posición de coacción, por sugestión; su dependencia respecto de la disposición amis-
tosa del analista le impide ejercer su crítica exteriormente, pero es seguro que también inte-
riormente; se puede así mantener a un paciente durante años, sin progresos sustanciales, espe-
rando siempre que se esté por "elaborar" algo. Son numerosos aquellos a quienes oigo decir
entonces que el caso se habría estancado; más de uno se acuerda, en esta posición poco con-
fortable, de que existe algo como la fijación de un término, y expulsa brutalmente al paciente
de la cura.

5 de mayo, 1932

Caso R.N.
1) Principio del tratamiento analítico, sin simpatía particular de mi parte; va de suyo
que siento por la paciente, en tanto médico, un interés que tengo por leal. Mucho más tarde,
la paciente me dice un día que mi voz, en el curso de esta primera entrevista, y solamente esa
vez, era mucho más dulce e insinuante de lo que nunca había sido después. Advierto en ese
momento que es esa voz la que le prometió, por así decir, un interés personal profundo, al
mismo tiempo que amor y felicidad. He aquí lo que puedo sacar posteriormente de todo esto:
la antipatía mencionada más arriba podría ser la consecuencia a) de una independencia y una
confianza en sí misma desmesuradas, b) de una fuerza de voluntad extraordinariamente pode-
rosa en la fijeza marmórea de los rasgos de la cara, c) de una manera general, algo soberano,
algo de una superioridad de reina, o incluso de alteza real; todos rasgos que ciertamente no se
podrían calificar de femeninos. En lugar de tomar conciencia de estas impresiones, parece
que parto del punto de vista de que, en tanto médico, debo en todos los casos estar en posi -
ción de superioridad; superando mi evidente ansiedad delante de tal mujer, parece que hubie-
ra adoptado inconscientemente una actitud de superioridad, quizás la de mi virilidad intrépi-
da, que mi paciente tomó por verídica, mientras que se trataba de una pose profesional cons-
ciente, adoptada en parte como medida de protección contra la angustia.
Sin embargo, el malentendido fue aclarado desde la tercera o cuarta sesión, en el mo-
mento en que en el curso de sus asociaciones la paciente declaró que yo habría pretendido ha-
berme enamorado de ella. Esto no dejó de horrorizarme; recordé numerosos casos de histéri-
cas erotómanas que acusaban falsamente a su médico de haberles hecho declaraciones de
amor. De entrada negué pues, de manera clara y neta, haber hecho tal declaración, pero no lo-
gré aparentemente convencer a la paciente. Pero a medida que me sumergía en el trabajo ana-
lítico, desplegaba, como es habitual, un profundizado interés por todos los detalles de su his-
toria. Desde el principio, sin embargo, la paciente exigió contar para mí más que las otras pa-
cientes, lo que no me la volvía más simpática. Como el caso no mostraba ningún progreso,
redoblé los esfuerzos, decidí incluso no dejarme desanimar por ninguna dificultad, cedí poco
a poco a cada vez más deseos de la paciente, dupliqué el número de sesiones, fui hacia ella en
lugar de forzarla a venir a mí, la llevé conmigo en mis viajes de vacaciones, le di sesiones in-
cluso el domingo. Con la ayuda de tal exceso de esfuerzos, llegamos, de algún modo, gracias
al efecto de contraste de la relajación, a hacer posible la emergencia de la historia infantil,
evidentemente traumática, bajo formas de estados de trance o de crisis.
Permanecimos detenidos en esta etapa, sin otro progreso, durante otros dos años. Me
eran impuestas las peores exigencias por el hecho de que hacia el final de las sesiones la pa-
ciente caía en una crisis que me obligaba a permanecer otra hora más cerca de ella, esperando
que la crisis pasara. Mi conciencia de médico y de ser humano me impedían dejarla allí, en
este estado de privación. Pero el surmenage parece haber provocado en mí una tensión enor-
me que, por momentos, me volvía odiosa a la paciente. Las cosas llegaron a una especie de
punto crítico que tuvo como consecuencia que yo comenzara de algún modo a batirme en re-
tirada.
Sin poner el acento sobre el desarrollo cronológico, se me ocurrió la idea de que el
giro tal vez más importante se produjo de la manera siguiente: la paciente hizo el proyecto, o
manifestó la convicción que en el curso del verano, a saber, en los días correspondientes en el
calendario a la fecha del trauma infantil, iba a repetirse y rememorarse todo el proceso. Una
parte de la repetición tuvo lugar y, no obstante, cada crisis se remataba con la constatación:
"y, sin embargo, no sé si todo este asunto es verdadero". Los análisis de los sueños y el resto
del trabajo analítico mostraban la clara voluntad de no rendirse a la evidencia del horror de su
vida, es decir, de no suprimir la escisión de su persona en una parte que inconscientemente
sabe y sufre, y otra, siempre viva pero mecánica e insensible, hasta que no le fuera ofrecida
en la realidad, a manera de compensación, una vida donde sería plenamente amada y recono-
cida.
La paciente me atribuía el papel de este amante perfecto. Como para todas las fanta-
sías producidas por los pacientes, me esforzaba en penetrar igualmente en las profundidades
de ésta, es decir, conducir estas fantasías a desplegarse. Muy pronto tomaron un carácter se-
xual que yo analicé, como todo el resto, con interés y benevolencia. Pero cuando un día me
preguntó directamente si esto significaba que yo me había realmente enamorado, le dije con
toda honestidad que se trataba de un proceso puramente intelectual y que los procesos genita-
les que se consideraban no tenían nada que ver con mis deseos. E' shock así provocado fue
indescriptible. También este proceso fue, con seguridad, reconducido como siempre hacia el
pasado, al trauma, pero la paciente permanecía siempre enganchada a la vertiente transferen-
cial.
Esta crisis evocada más arriba me obligó, en oposición a mi sentimiento del deber, y
sin duda también a mi sentimiento de culpabilidad, a reducir mis sobreactuaciones médicas.
Después de un duro combate interior, dejé a la paciente sola durante el tiempo de vacaciones,
reduje el número de sesiones, etc. La resistencia de la paciente permaneció inquebrantable.
En un punto llegamos, por así decir, a chocar violentamente. Yo pretendía, férreamente, que
debía odiarme por mi maldad a su respecto, lo que ella negaba resueltamente, pero lo negaba
a veces con tanta irritación que los sentimientos de odio se transparentaban siempre. Ella, al
contrario, pretendía percibir en mí sentimientos de odio, y comenzó a decir que su análisis no
progresaría jamás si no me decidía a dejar analizar por ella los sentimientos ocultos en mí.
Resistí durante alrededor de un año, después me resolví, sin embargo, a este sacrificio.
Para mi gran sorpresa debí, sin embargo, constatar que la paciente tenía razón en va-
rios aspectos. Una ansiedad particular frente a las fuertes personalidades femeninas de su
temple que venía de mi infancia. Encontraba y encuentro "simpáticas" a las mujeres que me
idolatran, que se someten a mis ideas y a mis singularidades; en cambio, las mujeres de su
tipo me llenan de terror y provocan en mí la oposición y el odio de los años de la infancia. El
sobrerendimiento emocional, particularmente la gentileza exagerada, es idéntica a los senti-
mientos del mismo orden respecto de mi madre. Cuando mi madre afirmaba que yo era malo,
esto me volvía en aquel tiempo todavía más malo. Su manera de herirme más era pretender
que yo la mataba; fue el punto a partir del cual me obligué contra mi convicción interior a la
bondad y a la obediencia.
Las exigencias de la paciente de ser amada correspondían a exigencias análogas que
me dirigía mi madre; en los hechos, y en mi fuero interno, odiaba pues a la paciente, a pesar
de toda la gentileza aparente; era esto lo que ella sentía y a lo que reaccionaba, con la misma
inaccesibilidad que también había forzado finalmente al padre criminal a dejarla.
El análisis mutuo aporta aparentemente la solución. Me dio la ocasión de dar libre
curso a mi antipatía. La consecuencia fue, curiosamente, que la paciente se tranquilizó, sin-
tiéndose justificada; una vez que hube reconocido abiertamente los límites de mis capacida-
des, comenzó incluso a reducir sus reivindicaciones a mi respecto. Una nueva consecuencia
de este evidente circulus benignus47 es que en este momento la encuentro efectivamente me-
nos antipática, que incluso soy capaz de tener por ella sentimientos amistosos y juguetones.
Mi interés por los detalles del material analítico, y mi capacidad para absorberlos, que ante-
riormente estaban como paralizados, aumentaron visiblemente. Debo incluso reconocer que
comienzo a sentir la influencia benéfica del hecho de-ser-liberado-de-la-angustia también res-
pecto a otros pacientes, de modo que resulto mejor analista no sólo para esta paciente, sino de
una manera general para todos los otros. (Menos somnolencia durante las sesiones, más inte-
rés humano por todos, intervención marcada por una sincera y tan necesaria empatía en el
proceso analítico.)
¿A quién corresponde el mérito de este éxito? Ciertamente ante todo a la paciente que,
en su situación precaria de paciente, no dejó de combatir por su razón; sin embargo, esto no
hubiera servido de nada si yo mismo no me hubiera sometido al sacrificio inhabitual de arries-
gar la experiencia de ponerme, en tanto médico, entre las manos de una enferma seguramente
47
En latín en el texto: “Círculo benigno”.
peligrosa.

8 de mayo, 1932

Vida interior de tipo esquizofrénico,


recubierta de una hiperactividad exterior y de neurosis obsesiva, homosexualidad femenina
virando repentinamente hacia una mejoría después de alrededor de dos años de "estanca-
miento”; manifiestamente bajo la influencia del hecho de que el analista "despertó". (O.S.).
Comienzo del análisis con un plan preestablecido: no intervenir en la homosexuali-
dad, con la vaga esperanza de que se resolvería en el curso del análisis, y conducido por la
idea de que el análisis no puede comenzar con una prohibición. Complicación: la partenaire
que ha traído con ella, desea ser analizada. Con motivo de obstáculos exteriores y según el ar-
diente deseo de O.S., doy la mitad de las sesiones a la partenaire. Esta es un caso de sensibili-
dad ligeramente teñido de paranoia; alternancia de accesos de bondad exagerada y de explo-
siones de odio.
La paciente viene de una familia fuertemente deteriorada -la madre está en un asilo de
alienados- y se estableció que cuando tenía alrededor de un año y medio y se encontraba sola
con su madre demente durante días enteros, ésta usaba procedimientos horribles -no se sabe
de qué naturaleza- para proteger a la niña del onanismo. (Se comprobó que desde hace alre-
dedor de 150 años hay gran número de dementes en la familia de la madre. La abuela, la bis-
abuela, etc., todas las mujeres se volvieron locas después del nacimiento de un niño. Un her-
mano de la madre, millonario americano, vivía con ellos; la paciente vivía con una gobernan-
ta alemana hiperansiosa, en una parte alejada del castillo, rigurosamente vigilada.) Manifies-
tamente, todo era hecho 1) para proteger a la paciente de las emociones, 2) para mantener le-
jos de ella la idea de volverse loca; pero la pequeña, que se sentía perfectamente sana y era de
una inteligencia excepcional, parece haber advertido todo; sin embargo, ella misma fue asal-
tada por el temor de volverse loca y aceptó, con toda conciencia, la actitud de su entorno: 1)
Se protegía de las emociones (que identificaba a locuras), 2) rehuía la angustia consciente re-
curriendo a medidas fóbicas de protección, al mismo tiempo que se aburría espantosamente y
no comprendía por qué no la querían los niños de su edad (manifiestamente, por su racionali-
dad excesiva, hacía de aguafiestas). Se consolaba con la idea de que a partir de sus dieciocho
años, cuando fuera adulta, todo cambiaría, todo le sería permitido.
Mientras tanto, las relaciones entre los miembros de la familia se complicaban. El pa-
dre, un borracho, se divorció de la madre, la madre se casó con un médico célebre que mani-
fiestamente no la amaba y sólo se había casado por su dinero para poder construir, gracias a
ella, su gran hospital. Lo que hizo sobradamente. Parece que durante un cierto tiempo la pa-
ciente hubiera amado a este padrastro imponente; él la obligaba a una ambición desmesurada,
la abrumaba con reglas de vida rígidas que debía tener constantemente ante los ojos; al mis-
mo tiempo, era un tirano que echó de la casa a la gobernanta bien amada y al tío enfermo
(que tenían una relación); éstos se mudaron a California y la paciente iba de un lado a otro
entre Nueva York y California. En la Universidad, desde que estuvo en condiciones de expe-
rimentar tales sentimientos, se enamoro de varias jóvenes. Los jóvenes no le hacían absoluta-
mente ningún efecto. (Quizás a causa de la angustia de tener hijos que es algo que vuelve
loca.) En el curso de un viaje a Europa conoció a un extranjero frívolo que la desvirgó. De
vuelta a casa, se dio cuenta con espanto que estaba embarazada. Con enorme angustia, se di-
rige a su padrastro que reacciona de la siguiente manera: le hace creer que el aborto provoca-
do es imposible, que debe casarse con alguien sin decirle que está encinta. Un antiguo preten-
diente, joven de fortuna de la misma clase social, se sentiría muy feliz de hacerla su esposa.
Ella cree, sin embargo, que tanto el padrastro como el novio, sólo quieren ese casamiento por
la forma, pero que apenas tuviera lugar la operación, la dejarían divorciarse. Pero, en cambio,
los dos hombres esperan que ella se acostumbrará a la vida conyugal. No es este el caso, y se
vuelve a encontrar en un aprieto, se siente culpable por su silencio, y planta a su marido. En
parte por motivos neuróticos, no puede amarlo verdaderamente. Se enamora pues de mujeres,
parte en viaje de exploración con marido y amante. Mientras tanto, el padrastro contrae una
enfermedad mental, y se arroja por la ventana de su propio hospital. La paciente va a anali-
zarse con un médico americano que la ayuda en cierta medida pero que termina por volverse
moralizante, intentando persuadir a la paciente que debe acostumbrarse a la vida conyugal.
Desde hace años intentaba venir a verme, pero sólo pude aceptarla al cabo de tres años de es-
pera.
Lucha paciente contra la total ausencia de afecto, sin éxito visible, pero la partenaire
que ha hecho progresos más rápidos, comienza a ayudarme en el análisis. Algunos días, ha-
biendo renunciado completamente a las manifestaciones de hiperactividad, llega con el senti-
miento de un vacío interior absoluto. Aparentemente pues, un agravamiento, pero que consi-
dero como una actualización del estado de hecho, y como un progreso. Es en este momento
crítico que parece haber intervenido el "hecho-de-ser-despertado" (o de haberlo sido). Sentía
que este vacío interior era, en realidad, una aspiración a una inmensa compasión, en lugar de
la indiferencia que se siente habitualmente respecto de las personas desprovistas de afecto, o
profundamente dementes, o alienadas. La paciente misma explica que no quiere que se le
preste atención, que produce sin duda un efecto repulsivo, etc. Reuní todas mis fuerzas para
convencerla de lo contrario, y hacerle comprender que era el colmo de la injusticia despre-
ciar, por añadidura, a los seres así abatidos por la desgracia, y que en nombre de la humani-
dad injusta, yo debía otorgarle mas amor e interés que a las gentes felices. Aparentemente,
esto no la conmovió, pero esa misma noche su amiga pudo observar a la paciente masturbán-
dose en sueños. A la mañana no tenía ninguna conciencia de esto, y le rogó insistentemente a
su amiga que no me lo contase, lo que aquella, naturalmente, rehusó prometer.
Quizás bajo el efecto de la simpatía con la que contaba de mi parte, le sobrevino el
coraje de superar toda la ansiedad y todas las inhibiciones infantiles, y permitirse una pasión.
Quizás en este momento será una tarea menos difícil juntar la parte escindida de la persona,
la afectividad, con el resto de la personalidad.

10 de mayo, 1932

Auto-estrangulación traumática.
Uno de los casos donde la paciente es afectada por trastornos respiratorios nocturnos.
Cada tanto, se despierta y durante un breve instante oye su propio estertor como si fuera el de
otra persona, después se sobresalta, brutalmente angustiada. Los ejercicios de relajación en el
análisis, conducían de vez en cuando a estados análogos donde pude constatar: respiración
muy superficial, palidez cadavérica de la piel, voz baja, casi inaudible, pulso apenas percepti-
ble. Estas manifestaciones se vinculaban con fantasías relacionadas a "caricias" sin escrúpu-
los infligidas por un hombre adulto, probablemente el padre. Al mismo tiempo, incapacidad e
imposibilidad total a) no solamente de hablar a alguien del trauma, b) sino incluso de tener
verdadera conciencia. A continuación de una "confesión psicoanalítica" (revelación de mi
displacer hasta entonces nunca expresado respecto de una relación homosexual; al mismo
tiempo, un rastro quizás, de celos masculinos y médicos de mi parte), sentimiento de un enor-
me triunfo, una confianza que hasta ahora no había experimentado jamás: ¡así que después de
todo yo tenía razón! Esta experiencia analítica volvió a la paciente mucho más segura en
cuanto a la realidad de lo sucedido; incluso se sintió inmediatamente capaz de contárselo a su
hermano (curiosamente, ahora era al hermano a quien se le ocurría cuestionar el carácter del
padre) y obtener de él confirmaciones. En la misma noche, una pesadilla de una intensidad y
una duración nunca experimentadas antes y, esta vez, sin ninguna distorsión: se siente como
una niñita asaltada sexualmente por un gigante; el peso del cuerpo gigantesco le oprime el pe-
cho; se continúan una serie interminable de asaltos genitales terriblemente dolorosos que, du-
rante cierto tiempo, intenta soportar por medio de una violenta contracción de todas sus fuer-
zas musculares. Pero de golpe le falta la fuerza de voluntad; en el mismo momento se instala
una total insensibilidad respecto de su propia persona, sin que cese de tener conciencia de
toda la escena; al contrario, en adelante observa todo el proceso como desde afuera, ve un ni-
ño muerto del que se abusa de la manera descripta e incluso, curiosamente, con la muerte
desaparecen también completamente los lamentos (y naturalmente también la angustia, las
tentativas de salvataje, etc.); en cambio, su interés incluso su sentimiento y toda su compren-
sión se vuelven hacia el agresor. Encuentra lógico que la tensión acumulada en el agresor
deba descargarse de la susodicha manera.
Mientras tanto, se instaló una relajación muscular total, lo que permitió a la respira-
ción y a la circulación hasta entonces totalmente suspendidas volver a ponerse en marcha; la
paciente se despertó parcialmente, pero aún pudo sentir los últimos segundos de los estertores
y el sentimiento de estar muerta, como si fuera un sueño. Después del completo despertar, el
recuerdo de la repetición del trauma permaneció excepcionalmente conservado. En otras oca-
siones del mismo tipo (ver el sueño sobre los soldados-bolos), o bien el recuerdo estaba total-
mente ausente, o bien era distorsionado hasta hacerse irreconocible, reconstruible solamente
por el análisis. La paciente tenía el sentimiento de que sólo el aumento de la confianza en ella
misma y en mí le habían permitido sumergirse tan profundamente en la repetición.
En el plano teórico, se puede hacer la siguiente suposición: en el momento del agota-
miento total del tono muscular (crisis epileptiforme generalizada, opistótonos), se abandona
toda esperanza de un auxilio exterior o de una atenuación del trauma. No se teme más a la
muerte que, por así decir, ya está allí; seguramente desaparecen también todos los escrúpulos
morales o de otro tipo respecto al fin ineluctable, el individuo renuncia a cualquier expectati-
va de una ayuda exterior y sobreviene una última tentativa desesperada de adaptación, de al-
gún modo semejante al animal que se hace el muerto. La persona se escinde en un ser psíqui-
co de puro saber que observa los sucesos del exterior, y un cuerpo totalmente insensible. En
la medida en que el ser psíquico es todavía accesible a los sentimientos, concentra todo su in-
terés sobre el único sentimiento que subsiste del proceso, es decir, el sentimiento del agresor.
Todo ocurre como si el psiquismo, cuya única función es reducir las tensiones emocionales y
evitar los dolores en el momento de la muerte de su propia persona, trasladara su función de
apaciguar el sufrimiento automáticamente sobre los sufrimientos, tensiones y pasiones del
agresor, la única persona que podría sentir algo, es decir, se identificaba a ellos. La desapari-
ción de su propia persona, dejando figurar a otros en la escena, seria también la raíz más pro-
funda del masoquismo, por otro lado, tan enigmático, la raíz del sacrificio de sí en beneficio
de otros seres humanos, animales o cosas, o la identificación, disparatada desde el punto de
vista psicológico y egoísta, con tensiones y sufrimientos extraños. Si esto es así, ningún acto
masoquista ni ninguna emoción de esta clase es posible sin la muerte temporaria de la propia
persona. No siento pues incluso el dolor que me es infligido puesto que no existo. En cambio,
siento la satisfacción del placer del agresor que aún puedo percibir. La tesis de base de toda
psicología, que pretende que la única función de la psique es atenuar los sufrimientos, queda
así salvaguardada. Pero además es necesario que la función de atenuación de los sufrimientos
pueda volverse no sólo hacia el propio Yo, sino incluso hacia todas las clases de sufrimientos
percibidas o representadas por la psique. Considerado desde otro punto de vista, el de la in-
destructible pulsión de autoconservación, se podría describir el mismo proceso de la manera
siguiente: en el momento en que se abandonó toda esperanza de ayuda por parte de una terce-
ra persona, y que se sienten las propias fuerzas de autodefensa totalmente agotadas, no queda
más que esperar la clemencia del agresor. Si me someto tan completamente a su voluntad que
dejo de existir, si no me opongo pues a él, quizás me otorgará salvar la vida; al menos, tengo
más esperanzas de ver a la agresión actuar de manera menos destructiva, excluyendo toda lu-
cha de resistencia. Un cuerpo completamente relajado será menos destruido por un puñetazo
que un cuerpo que se defiende. Si el cuerpo está como muerto, en estado de relajación mus-
cular y casi sin circulación, entonces una cuchillada provocará también una hemorragia más
débil o nula (ver el desempeño de los fakires). Este modo de explicación implica sin embargo
la posibilidad de que, en los momentos de extremo peligro, la inteligencia se separe del Yo,
que quizás incluso todos los afectos existentes hasta entonces que estaban al servicio de la
conservación de la propia persona (temor, angustia, etc.) sean, en razón de la inutilidad de los
afectos en general, suspendidos y transformados en una inteligencia desprovista de afectos,
con una esfera de acción mucho más vasta.
En caso de extrema necesidad, se crea en nosotros un ángel guardián interno que dis-
pone de nuestras fuerzas corporales mucho más de lo que somos capaces en la vida ordinaria.
Se conocen los desempeños casi acrobáticos en caso de extremo peligro (mi propia caída en
la alta montaña en el momento en que me agarré del único peñasco que se adelantaba un poco
por encima del abismo y debí pasar toda la noche sentado sobre él). Este "ángel guardián" se
constituye a partir de fragmentos de la propia personalidad psíquica, probablemente de frag-
mentos del afecto de autoconservación. Por eso la insensibilidad mientras él está allí. La ayu-
da exterior que falta es pues reemplazada por la creación de un sustituto más antiguo. Claro
que no sin modificación de la personalidad anterior. En los casos más extremos de esta clase,
la retracción del propio Yo fue tan completa, que incluso se perdió el recuerdo de todo el epi-
sodio. Subsiste, sin embargo, una cierta influencia sobre el carácter de la persona que ha pa-
sado por esta clase de cosas; nuestra paciente, por ejemplo, casi seguramente desde que se
instauró el trauma, manifestaba un carácter terco, reservado, fiándose al fin de cuentas sólo
de sí misma, lo que justifica ahora triunfalmente en el análisis. En jerga psicoanalítica, habla-
ría pues aquí de un caso de escisión narcisística del Yo.
Pero para quien piensa solamente en términos de fisiología el proceso puede explicar-
se de la siguiente manera: en un pánico violento -una crisis dolorosa-, el paciente reacciona
con un enorme tensionamiento psicofísico de sus fuerzas. Esto conduce a retener la respira-
ción, a aumentar el ritmo cardíaco. Si la crisis dolorosa persiste, entonces se instalan trastor-
nos circulatorios que entrañan trastornos tróficos en el cerebro, y finalmente también en la
médula espinal. Los centros cardíacos y respiratorios se han paralizado, la conciencia se des-
vanece. Después de esto, relajamiento muscular completo, alivio de la actividad cardíaca,
despertar de las funciones cerebrales, muy a menudo sin ningún recuerdo de lo que ocurrió.
En todos los casos parecidos, los pacientes hablaban de cefaleas violentas en la región de la
nuca, inmediatamente antes de la pérdida de la sensibilidad; aparición frecuente de tales dolo-
res en el curso de procesos de repetición. La compulsión de dos pacientes a fumar sin cesar
era también un coqueteo con la auto-estrangulación.

12 de mayo, 1932

Compulsión a la repetición del trauma


1) Después del descubrimiento y la reconstrucción del supuesto trauma, siguen una
serie casi infinita de repeticiones en las sesiones de análisis, con todas las explosiones de
afecto imaginables. Los actuales alcances del psicoanálisis justificaban la esperanza de que
con cada una de estas explosiones un cierto quantum del afecto paralizado sería emocional y
muscularmente revivido y que una vez agotado el quantum total, el síntoma cesaría por si
mismo. En consecuencia, la tendencia del analista era descubrir y evitar todas las tendencias
de huida o de evitación del paciente para forzarlo a emprender el único camino que le queda-
ba, el del trauma; así, éste puede ser vivido conscientemente hasta el final, y las formaciones
sustitutivas neuróticas ya inútiles, cesan por si mismas. Pero, en realidad, la acumulación de
experiencias nos confronta a este respecto a decepciones cada vez más frecuentes. Es verdad
que las explosiones de afecto proporcionan un alivio momentáneo, a menudo sólo de unas
horas, bastante parecido a las acalmias que suceden a las convulsiones histéricas o epilépti-
cas. Pero lo que ocurre más frecuentemente es que a la noche siguiente haya ya un nuevo sue-
ño de angustia, y con él material de la repetición del trauma para la próxima sesión. No se
puede pretender tampoco que estas repeticiones, cualquiera sea la frecuencia de su retorno,
aporten material fundamentalmente nuevo. Parecen ser, al contrario, la repetición un poco
fastidiosa de tal o tal factor traumatógeno.
En el caso R.N. la crisis se intensifica hasta alcanzar un grado insoportable; en este
punto, la paciente pide ayuda con una extrema vehemencia apasionada, a menudo gritando
estridentemente: "Take it away, take it away!"48. El llamado se dirige visiblemente a mí, lo
que me pone en grandes apuros porque no tengo la menor idea de la ayuda que debo darle
para remediar este estado de sufrimiento. A veces obedezco a su deseo y planteo esta, por así
decir, sugestiva afirmación: sí, ahora me llevo el dolor. A veces un "fragmento" de inteligen-
cia del enfermo permanece en contacto conmigo, incluso durante la repetición del trauma, y
me da prudentes consejos en cuanto al modo de tratamiento. Es así que recibo el consejo de
vigilar antes de irme que el dolor permanezca separado del resto de la psique. El fragmento
psíquico doloroso es entonces representado materialmente como una sustancia y tengo por ta-
rea rodear esta materia con una fuerte envoltura impenetrable, o bien proteger del desmorona-
miento a la parte restante de la psique, localizada en la cabeza, con sólidas vigas certeramente
colocadas. Se me reclama también que, aun cuando me vaya, una parte de mí permanezca
con, o en, la paciente como un espíritu protector. Confieso francamente que durante mucho
tiempo me sentí molesto de dejarme llevar por tales maquinaciones sugestivas, porque estaba
muy lejos de creer en la realidad de estas extrañas representaciones mentales. Pero a menudo
no podía poner fin a una crisis antes de haber repetido palabra por palabra, aunque un poco
avergonzado, lo que el paciente reclamaba. Frecuentemente se producían milagros cuando
pronunciaba, como se me pedía, las mismas palabras, palabra por palabra. Pero el efecto no
duraba mucho tiempo, al día siguiente nuevamente debía oír hablar de una pesadilla, etc., lo
mismo que de síntomas que se producían en el curso de la jornada, y esto continuaba así, a
menudo durante meses, sin que hubiera el menor cambio. Era necesaria una gran dosis de op-
timismo para perseverar pacientemente, a pesar de todo esto, pero no era menor la paciencia
que yo imponía de este modo al enfermo.
Las crisis violentas terminaban habitualmente con el sentimiento de estar muerta, en
un relajamiento total. La paciente se sentía como desgarrada en pedazos, o inmediatamente
lograba desprenderse del resto de su persona. El alma se sentía a una distancia infinita o a una
altura colosal; sin embargo, por este desprendimiento de la realidad, se ponía en posición de
ver todo lo que pasaba en y alrededor de la persona. En este estado de clarividencia, me dijo
entonces: 1) que mi tarea esencial seria poner mis fuerzas mentales a disposición de la psique
escindida incitándola a la acción, no por explicaciones, sino planteándole preguntas apropia-
das, ya que después de haber sido separada, erraba sin comprender en la lejanía. Las pregun-
tas que yo debía formular a la parte escindida de la psique y a las que podría responder hasta
un niño medio muerto, eran preguntas formuladas de la manera más simple; se esperaban de
mí preguntas que se refirieran a los sentimientos expresados, de dónde vienen, cuál es su ori-
gen, etc., y éstas recibirían una respuesta clara. Pero en tanto que yo mismo dudaba de la rea-
lidad de los hechos, y no hacía más que repetir mecánicamente lo que se me pedía, el interro-
gatorio no obtenía verdadero éxito; y persistían la insatisfacción y los reproches debido a mi
persistente insuficiencia.
En realidad, se me pedían dos cosas sin las que no se concedería ningún cambio en la
repetición. 1) Una sinceridad total respecto de los sentimientos de displacer existentes en el
48
En inglés en el texto: “¡Lléveselo! ¡Lléveselo!”
analista, el esclarecimiento por medio del análisis mutuo, de los obstáculos en mí que volvían
como obstáculos en la transferencia libidinal. 2) Después de haber despejado la vía de esta di-
ficultad, desapareció la parálisis de la comprensión intelectual, y apoyadas sobre la convic-
ción interior, aparecieron por sí mismas las preguntas justas de mi parte.
Lo que es fundamentalmente importante en todo esto, es el hecho de que la abreac-
ción de las cantidades traumáticas no es suficiente, la situación debe hacerse diferente de lo
que es propiamente traumático para que sea posible otro resultado favorable. Lo esencial para
que se modifique la repetición es el abandono de la propia autoridad rígida y de la hostilidad
que se oculta tras ella; el alivio que se instala después de esto no es pasajero y las conviccio-
nes así adquiridas se enraízan también más profundamente.
2) Caso S.I. (¿"Caso" de represión más profunda o de revivir-hasta-el-fondo, de ma-
nera consciente, por primera vez?).

17de mayo, 1932

Trauma heterosexual, huida en la homosexualidad (femenina)


1) La paciente Ett. volvió a su casa (a su propio pedido), relativamente curada des-
pués de un análisis de alrededor de un año y medio. Ese término fue fijado por ella misma y
después también aceptado por mí. (Relación insatisfactoria con el marido, a causa de su inva-
lidez física, no sexual.). Vino a análisis de control conmigo, en América. Confesará más tarde
que conocía desde siempre, por una indiscreción, mi simpatía respecto de otra paciente. Qui-
zás como venganza por esto, se las arregló así: se reconcilió con su marido después que éste
le confesó su infidelidad. Paralelamente se enamoró de un hombre casado que no quería di-
vorciarse de su mujer.
Por último, se enamoró de una joven encantadora y compartió en adelante su libido
entre ambos mundos. Fue solamente dos años más tarde que reveló su insatisfacción respecto
de mí desarrollando una transferencia intelectual con un colega de América.
2) La joven en cuestión vino a analizarse conmigo asegurando sin cesar su fidelidad
hacia la amiga precitada. Después de una franca explicación respecto a la insatisfacción con-
migo, se produce de repente un súbito aumento de la confianza en sí misma y el sentimiento
expresado con seguridad de que, por poco que se lo proponga, puede seducir a cualquiera,
hombre o mujer. Y de hecho, se otorga este placer durante cierto tiempo aunque no sin un
sentimiento de culpabilidad. A causa de este arte de seducir, se considera como un peligro
público; tiene la impresión de que yo también caigo en dependencia libidinal respecto de ella.
El placer que saca de sí misma y del mundo entero le ocasiona a menudo sensaciones genita-
les persistentes, una especie de orgasmo prolongado.
Fragmentos de un sueño frecuente: después de una felicidad prolongada del tipo re-
cién descripto, y después de una escena de seducción exitosa con el Sr. Th., masturbación;
después cae de golpe dormida, para despertarse de una espantosa pesadilla una hora más tar-
de, completamente agitada, desorientada. Debe recurrir a diversas estratagemas para persua-
dirse de que es ella quien está allí donde está; tiene el sentimiento de haber sufrido durante un
tiempo infinito y se sorprende de la brevedad del tiempo de sueño. El sueño es más o menos
de esta manera: está acostada sobre el suelo de cemento y ligeramente inclinado del subte en
una masa viscosa, continuamente en peligro de deslizarse entre los rieles. Su pierna derecha
está paralizada. Con un dedo se agarra a un agujero; otra persona la recarga con su propio
peso, persona que a su vez está, de la misma manera que ella, en peligro de deslizarse hacia
abajo. La paciente se desembaraza de esta persona introduciendo sus dedos, que se agarran
convulsivamente a ella, dentro del mismo agujero. Pero finalmente también sus propias fuer-
zas ceden y cae sobre los rieles, es decir, pierde la conciencia. Se ve enseguida yendo penosa-
mente desde los rieles hacia una casa, donde un hombre de cierta edad la invita amablemente
(desde lo alto de un balcón). En el camino se siente horriblemente mal, es decir, siente una te-
rrible necesidad de vomitar, cae, se apodera de un valioso jarrón a modo de recipiente, y vo-
mita de manera ininterrumpida como un surtidor, finalmente, también vomita sobre el piso a
pesar de que todo da vueltas. El líquido tiene un gusto extraño y hay granos adentro. Se des-
pierta de este segundo desvanecimiento de la manera en que ha sido descripta más arriba. En
el camino hacia el lugar donde vomitó, hay gentes que la acusan injustamente. Caminando, su
pierna derecha duplicó su tamaño y debe andar con las rodillas dobladas, si quiere caminar.
Dejando de lado el resto del contenido de este sueño manifiestamente traumático, me
detengo en el hecho de tener que cargar con otra persona femenina y de la extraña manera de
desembarazarse de ella. Probablemente esto quiera decir que, no solamente debió sufrir el
trauma, sino también mantenerlo secreto para salvaguardar la paz, hábilmente mantenida, de
la vida de su madre. Una segunda interpretación va en el sentido de la masturbación mutua:
ella enseña a la madre a la cual está asociada sexualmente de manera compulsiva (de donde
la ligazón con Ett.), a satisfacerse por sí misma. Es solamente cuando logra remontarse más
allá de la homosexualidad que puede llegar hasta los acontecimientos reales, es decir, al trau-
ma heterosexual que la dejó con la nostalgia inmensa de una inmensa satisfacción en el plano
psíquico. Si el análisis logra que supere la angustia y su vergüenza a propósito de su formida-
ble erotismo, abandonará entonces completamente la homosexualidad (cuidado de la madre).
Subsiste el problema de lo que debe advenir en la realidad de la libido prematuramen-
te despertada.

19de mayo, 1932

A propósito de los factores constitutivos del sentimiento de culpa-


bilidad
Dos pacientes, de los cuales uno se permite para divertirse, analizar a la otra paciente,
la que llega enseguida a descubrir resistencias en el analista. Ella propone un análisis mutuo
que conduce de manera inesperada al descubrimiento de los siguientes hechos: la "paciente"
no llegó a adquirir confianza en este hombre sin que se sepa por qué; sin embargo, era de ma-
nera manifiesta extraordinariamente bueno hacia ella; sin embargo, en materia de dinero era
inconstante. 1) Respecto de un hombre, se mostraba de una prodigalidad desmesurada. 2)
Respecto de la paciente, mucho menos. 3) Recordaba haber dejado un día plantada a una mu-
jer, en circunstancias vitales para la vida de ésta. Estos recuerdos condujeron a la constata-
ción de tendencias homosexuales, o al menos a una fijación libidinal predominante hacia el
hombre. El odio contra la madre había conducido en la infancia casi al matricidio. En el mo-
mento dramático de la reproducción de esta escena, arroja, por así decir, el cuchillo violenta-
mente lejos de sí y se hace "bueno". La dama "analista" descubre así que, para salvar a la ma-
dre, el "paciente" se castró a sí mismo. Incluso la relación con el hombre (padre) es, en reali-
dad, la compensación de una rabia asesina todavía más profundamente reprimida. Toda la li-
bido de este hombre parece pues haberse transformado en odio, en cuyo caso la erradicación
significa, en realidad, la autodestrucción. En la relación con la amiga "analizante", el naci-
miento del sentimiento de culpabilidad y de autodestrucción fue sorprendido in status nas-
cendi.
Otros dos casos proporcionan hechos interesantes en un sentido inverso, en los cuales
el sentimiento de culpabilidad desapareció repentinamente, como por milagro. 1) S.I., herida
en la cabeza, detención de la auto-tortura, independencia (en parte, también respecto del aná-
lisis), como continuación del hecho de que yo la había dejado sola en un estado de inconcien-
cia que representaba un peligro vital, de modo que no podía elegir más que entre el suicidio o
la curación. 2) Caso B.: después de la confesión de mi propia falta de sinceridad, repentino
despertar de la confianza hacia mi. Tuve la fuerza de hacerle mal y eso aumentó su confianza
en ella misma. Vio que yo era suficientemente fuerte para dejarla incluso morir, si fuese ne-
cesario. (Analogía con mis experiencias con epilépticos49 ).

29 de mayo, 1932

Olvido de sí mismo (menos yo)


La represión de sí, la autodestrucción, es la condición previa de la percepción objeti-
va. ¿Qué motiva tal abnegación? Únicamente la experiencia de que así el yo será ayudado de
una manera mucho mejor. Desaparezco por un momento, no existo, pero en ese lugar las co-
sas existen fuera de mí.
Mi deseo original es: no debe existir nada que me perturbe, nada debe encontrarse en
mi camino. Pero ciertas cosas malas no quieren obedecerme y se imponen a mi conciencia.
En consecuencia: existen también otras voluntades además de la mía. Pero ¿por qué aparece
en mí una especie de fotografía del cuerpo exterior, tan pronto como, reconociendo mi debili-
dad, desaparezco retirándome? (¿Por qué aquel que es aterrorizado imita en su angustia los
rasgos de la cara aterrorizante?) La máscara del recuerdo quizás se desarrolle siempre a ex-
pensas de una muerte temporaria o permanente de un fragmento del Yo. Originariamente, un
efecto de shock. ¿Magia de imitación?
La memoria es entonces una colección de cicatrices de shochs en el Yo. El terror di-
suelve tan totalmente la rigidez del Yo (resistencia) que el material del Yo se hace como foto-
químicamente modelable -y es, en realidad, siempre modelado- por la excitación exterior. En
lugar de afirmarme yo, es el mundo exterior (una voluntad extraña) quien se afirma a mis ex-
pensas, se impone a mi y reprime al Yo. (¿Es la forma original de la "represión"?).
De este modo sólo sería posible una reparación completa en una completa inconcien-
cia, es decir, con el retorno a eso que todavía es inconsciente (estado aún imperturbado del
Yo).

Una manera científica de encontrar la verdad


Cierto descubrimiento se realiza a veces frente a la constatación repentina de un error
común o de una creencia errónea, sostenida hasta entonces. Creía en la Sra. F. a pie juntillas,
de repente veo hasta qué punto estaba equivocado en hacerlo.
La condición previa era el reconocimiento del egoísmo detrás de la apariencia de cul-
pabilidad. 1) Cuando quiero, ella no quiere. 2) Es asunto de la policía.
Por escrúpulo, me veo forzado, de todos modos, a decirle todo y no dejarme influen-
ciar unilateralmente por R.N. Finalmente, ella también es malintencionada.
¿O bien, estoy yo mismo atacado de delirio de persecución?
Me incliné ante la mujer. ¿La imité?
(Obediencia, sumisión)
Debería hacerme independiente de ella.
(¡Perder el amor de la mujer!)
Desinterés por el Yo, de manera consecuente, en el acto de pensar. (Abstracción).
Pienso:el perro ladra.
En realidad: Veo-el perro
viniendo simultáneamente de la misma dirección.
Oigo - ladra
En esta cuestión, abandono el elemento subjetivo y me siento con el derecho de consi-
derar (reconocer) "perro" y "ladra" como existiendo "realmente", incluso sin mi testimonio

49
Cf. “Sobre ataques epilépticos. Observaciones y reflexiones”.
subjetivo.
En el momento en que nos alcanzan dos impresiones sensoriales que vienen de un
mismo y único punto (dirección), admitimos la existencia de algo fuera de nosotros, en el lu-
gar de la intersección de la dirección de impacto de las dos excitaciones sensoriales. Cuando
esto es confirmado por otras excitaciones sensoriales, crece la certidumbre de esta existencia
(realidad) en el mundo exterior.
Poner en relación dos excitaciones sincrónicas es un acto de pensamiento. Es posible
que sea necesario precisamente abstraerse del Yo, es decir, aniquilar el interés por el Yo (la
cualidad placer(displacer) para adquirir la energía necesaria para el pensamiento (poner en re-
lación una cosa con la otra).
(Nota perdida. N.del E.)

1 de Junio, 1932 La palabra


Hablar, es imitar. El gesto y la palabra (voz) imitan a los objetos del mundo circun-
dante. "Mama", es la magia de la imitación. (El seno de la madre.) El primer "ma-ma" apare-
ce en el momento en que el seno de la madre es retirado. (Primer juego del niño, citado por
Freud). El temor de estar solo crea una "foto-hiperestesia" traumática (sensibilidad a la luz y
al sonido); una modificación quimiotrópica de la estructura en el curso de la cual la autoafir-
mación se abandona en parte (quizás solamente de manera temporaria) y el mundo exterior
puede modelar al Yo. Pero una parte del Yo permanece respetada por la demolición, en reali-
dad, intenta extraer provecho de esta demolición (cicatrices). Las impresiones del mimetismo
traumático son utilizadas como huellas mnémicas útiles al Yo: "perro", es decir, ¡guau!
¡guau!. Cuando tengo miedo del perro, me hago perro. Después de tal experiencia, el Yo es
constituido por el sujeto (no perturbado) y por la parte hecha objeto bajo la influencia del
trauma = huellas mnémicas = imitación permanente (la palabra es un relato de la historia del
trauma).
El Yo = resto del Yo + huellas mnémicas. A más alto nivel: resto del Yo + huellas
mnémicas + acceso a la conciencia por medio de la reproducción (gesto, palabra).

1 de Junio, 1932

¿Qué es el acceso a la conciencia?


Darse cuenta del desgarramiento entre el Yo y el mundo circundante (perro). La parte
de la experiencia interior que puede ser representada por el gesto y por la palabra será sepa-
rada del Yo propio como mundo exterior. Al mismo tiempo, me hago consciente de mí cons-
ciente del hecho de que existe un mundo exterior.
En realidad, la reproducción quizás sólo es necesaria para esto, la fotoquimia de la re
tina imita el mundo exterior bajo forma de imagen (o bien, el mundo exterior se apodera de
la sustancia particularmente traumatófila de la retina). Esta imagen del exterior, impuesta al
organismo (del que la forma original está contenida en la sensibilidad cutánea), es utilizada
para la orientación en el espacio. El resto del Yo reconoce así la soberanía del principio de
realidad. El sueño es una regresión hacia la unidad original todavía no escindida. (Incons-
ciente, y cuando está totalmente desprovista de objetos, sin sueño). Regresión a la esfera pre-
traumática.

3 de Junio, 1932
Consecuencias teóricas para la teoría de la libido y de las neurosis
La sintomatología de la sexualidad infantil debe ser, más precisamente de lo que lo ha
sido hasta aquí, separada en:
a) excitación espontánea,
b) excitación provocada.
Si se sustrae b), queda el deseo de ternura sin reciprocidad. Esto no es ni una respues-
ta, ni narcisismo, sino el amor de objeto pasivo. Ser amado en tanto que objeto, sin amor re-
cíproco. El orgasmo satisfactorio parece ser una reproducción exitosa de este estado. No ser
desgarrado en Yo y mundo. (La conciencia es superflua, la lucha inútil).

Regresión al tiempo anterior a la primera angustia

1) Infantilidad (Babyhood50).
2) ¡Intrauterino!

erotismo oral
¿Qué parte del erotismo anal es espontánea y qué parte es?
placer de la mirada

ya neuróticamente regresiva! ¡provocada por la cultura (educación)! ¡Desplazada! Menos


prohibida. De las dificultades anales, al menos, se puede hablar, son reconocidas como exis-
tentes. Por esta razón, un campo apropiado para el desplazamiento de los intereses genitales.
a) Las prohibiciones genitales y b) las exageraciones genitales se hacen genitófugas.
c) Obediencia mostrando un amor más fuerte del que siente. Es tan fuerte como se le pide no
como realmente es. (Be what you are, do no force feelings 51). d) Sentimiento de culpabilidad
a causa de la falta de sinceridad (porque se muestra demasiado amor). Terapia: soportar a), b)
y c) sin sentimiento de culpabilidad. Se asigna la culpabilidad a los adultos. (Los adultos de-
berían saber que no deben contar con el reconocimiento del niño).
e) ¿El reconocimiento está totalmente perdido? No, un vestigio también puede ser na-
tural. Pero mucho menos de lo que se espera habitualmente. f) Finalmente, renuncia a la esci-
sión narcisística del Yo ("Se es su propia madre, e incluso: madre de la madre"). Capacidad
de goce sin culpabilidad. g) Que la adaptación a la realidad por medio de su propia experien -
cia no se
a destiempo
haga
de manera impuesta.
1) Percepción de los límites
2) Aptitud para la felicidad (ser amado).

Problemas:
¿por qué se prefiere la homosexualidad (femenina) / (masculina)?
(Nada de guerra de los sexos: sin embargo nadie dice ¡Sí!).

3 de junio, 1932

50
En inglés en el texto: “primera infancia”.
51
En inglés en el texto: “Sea lo que es, no fuerce los sentimientos”.
¡Nada de análisis didáctico especial!
1) Los analistas deberían estar mejor analizados que los pacientes y no peor.
2) Actualmente, están peor analizados.
a) Límite de tiempo.
b) Nada de relajación (según lo que dicen los pacientes).
3) Serian necesarios 6 ú 8 años, imposible en la práctica. Pero debería ser corregido por un
análisis complementario continuo. Pero incluso así, no completamente satisfactorio.
4) Un grupo especial de personas verdaderamente analizadas que tienen la ambición de saber
más que los pacientes analizados.
5) Análisis mutuo: ¡Sólo a falta de algo mejor! Sería mejor un análisis auténtico con alguien
extraño, sin ninguna obligación.
6) El mejor analista es un paciente curado. Todo otro alumno debe: primero ser enfermado,
luego curado e instruido.
7) Cuestionamiento de los análisis de control, últimos recursos: reconocimiento y confesión
de las propias dificultades y debilidades. ¡Control severo por los pacientes! No defenderse.

3 de junio, 1932

(Dm.) Las vías de la pasión. Fin.


Síntoma: COMPRAR paz y amabilidad por un exceso de ofrendas, de ternura o de re-
galos de dinero. Sin esto, temor de ser abandonada. Ceder todo rápidamente. DETRAS DE
ESTO: explosiones de cólera si su expectativa de placer, muy excesiva, y sin reciprocidad, no
es colmada por cada objeto y cada persona. Primer impulso: ¡destruir el mundo que no es dig-
no de amor! Inmediatamente, sentimiento de angustia, exageración de la obediencia sólo
para escapar a la angustia. ¿La angustia no es el sentimiento de la influencia de la pulsión de
muerte, un comienzo de muerte (starvation52)?

Dm. 1) Nació con dientes, como su hermano, es decir, con intensas tendencias agresivas.
2) Rechazo del seno. Bottle53.

En caso de autoafirmación: La madre como de hielo.

1) La indiferencia, 2) la agresión, 3) el exceso de ternura, los tres tienen un efecto re-


gresivo sobre el niño. El niño siente con razón, el elemento agresivo incluso en la pasión libi-
dinal exagerada. (Síntoma pasajero a este respecto: she feels smothered54.)
3 de junio, 1932

Pasión
Catatonía, flexibilitas cerea55 superiormente irónica.
Exageración de la obediencia (Sra. Smith). Quizás un temor REAL DE QUERER
MATAR. ¿Qué es primero, la agresividad o la regresión a la autodestrucción? (F. una parte
del Yo debe ser preservada de la destrucción y es ESTO lo que impone la obediencia. La in-
teligencia es la comprensión intuitiva de la necesidad de obedecer. De lo contrario, matar o
ser matado.)
TERAPIA: El paciente debe tener, por una vez, la oportunidad de ser totalmente yo,

52
En inglés en el texto: “La muerte por hambre”
53
en inglés en el texto: “Biberón”.
54
En inglés en el texto: “se siente asfixiar”.
55
En latín en el texto: “Flexibilidad cérea”.
antes de que su Yo sea reconstruido nuevamente sobre la base de su propia comprensión in-
tuitiva. (Corrección de la educación, reemplazo por la autoeducación por medio de la expe-
riencia.) El análisis debe permitir al paciente, moral y psíquicamente, las utmost regressions56
¡sin vergüenza! Es solamente entonces, después que él (ella) haya gozado durante un tiempo,
sin escrúpulos, del taking everything for nothing57, que se pone al paciente en la situación de
adaptarse a los hechos, incluso también de soportar el sufrimiento extraño, de manera mater-
nal (sin esperar algo a cambio) (bondad).

3 de junio, 1932
(Dm.) No hay bondad allí donde se prevé el reconocimiento. La bondad es necesaria haberla
recibido de niño en cantidad suficiente para poder devolverla (a la generación siguiente).
(¡Mencionar Dm!).
Los niños obedientes de padres apasionados deben ser más advertidos que sus padres,
ya que juegan el rol maternal.
(Experiencia personal: madre rabiosa).
Pasión: relación incestuosa:
no es más que una agresión para el niño.

(B.)
Frío glacial - sentido en la Sra. E. Sus propios sentimientos:
1) Compulsión a endulzar la frialdad por una cordialidad exagerada.
2) Por detrás, el sentimiento:
a) no le amo, no amo a nadie (amable con todos). Seguramente, yo espero ser amada
por todos. Descontento porque esto no se produce. La agresividad suscitada es impul-
sada hasta el deseo de matar.
b) Temor de estar sola, de no ser amada. La situación de ser amada debe ser realizada,
cualesquiera sean las circunstancias.
c) Esto ocurre de manera exagerada.

9 de junio, 1932

Psico-soma
(R.N.) Cuando el dolor o toda otra sensación se hace "insoportable" (es decir, cuando
las fuerzas de contrainvestidura y los recursos de expresión emocional del organismo se ago-
taron): Contracción muscular a) agotada, b) demasiado dolorosa, c) interrumpe la respira-
ción; el corazón se paraliza (déficit de oxígeno) - vejiga e intestinos evacuados - parece que
la vida pudiera continuar con la ayuda de poderes puramente psíquicos. En términos de psi-
quiatría: la alucinación de la respiración puede mantener la vida en plena sofocación somáti-
ca. La alucinación de los músculos y de la fuerza muscular, de la fuerza cardíaca, de la eva-
cuación de la vejiga, del vómito, puede retardar el deterioro del organismo a pesar de la pará-
lisis completa de estos órganos. Los pacientes sienten, en cambio, que de una manera «tele-
plástica" en la que hasta ahora quizás sólo creían los espiritistas son creados verdaderos órga-
nos que contienen instrumentos prensiles, instrumentos agresivos a manera de órganos com-
plementarios que se encargan de aspectos más o menos importantes de la función del organis-
mo, mientras que el organismo gime, inanimado, en un coma profundo. La relajación se efec-
túa a continuación de manera extra-somática. Por ejemplo, una voluminosa burbuja (que pue-
de eventualmente ser más dilatada todavía) se constituye en el occipucio, donde todos los
afectos de displacer que no pueden ser resueltos son vertidos y neutralizados de manera ima-
56
En inglés en el texto: “Regresiones más extremas”.
57
En inglés en el texto: “Tomar todo por nada”.
ginaria. Sólo que los pacientes piensan que este producto de la imaginación también es real y
puede producir funciones de órgano tan eficientes y capaces como el organismo mismo. A
partir de un material todavía desconocido y con la ayuda de fuerzas desconocidas (en extre-
mo peligro), en el momento en que las fuerzas propias del organismo están agotadas, se for-
man nuevos órganos (Lamarck). Pero contrariamente a las concepciones admitidas hasta aho-
ra, tales órganos pueden aparecer no progresivamente sino de golpe (como los órganos de los
seres unicelulares).

10 de junio, 1932

El deber de silencio.

El sentimiento de responsabilidad en los niños pequeños cuando


los adultos actuaron mal con ellos
(B.) El padre tan desdichado después del acto, que el peligro de suicidio (incluso no
expresado) está muy presente. Reacción del niño: promesa muda de no dejar que nada se di-
vulgue (de lo contrario, la familia se disgregaría, sobre todo la posición de la madre, su amor,
toda su vida). (Para asegurar mejor el silencio, igualmente silencio interior: olvido, repre-
sión.) -Pero ¿cuál es la consecuencia?
1)De todos modos, la madre siente (inconscientemente):
a) que el padre es infiel; por esto, odia (inconscientemente) a la niña como una
rival, o bien es de un humor muy inestable: acceso de odio exagerado, después de
amor exagerado. (Se engaña mucho a sí misma.)
b) que el carácter de la niña no es franco; la regaña, la castiga: la niña se siente
entonces castigada porque es tan íntima con la familia del padre.
2) Consecuencias en la niña: Acceso de neurosis – psicosis - explosiones de rabia -
obediencia masoquista - fracasos en la escuela y en la vida. (Más tarde, en el momento opor-
tuno, búsqueda de una madre sobre el modelo homosexual.)
3) El padre experimenta la compulsión de poner a prueba la fidelidad de la niña por
un comportamiento cada vez más imposible (Griselidis). "A mí no me puede ocurrir nada"
(cualquier cosa que haga), es la consecuencia del gangsterismo coronado de éxito.

12 de junio, 1932

Doctor hating patients58


Freud: "canalla", "sólo buenos para hacer dinero y estudiar". (Es verdad, pero debe
ser confesado a los pacientes. Ellos lo sienten de todas maneras y hacen resistencias.) (En el
momento en que es confesado, la confianza aumenta.) Patients scolding: buzzing flies, monot-
onous noise - mother's, father's scolding and our helpless fury. "Bear hug" - children feel the
possessive aggressive element in it and do not dare show their fear, anxiety - and fury. They
displace the reaction to minor things (sensitiveness about the slightest intrusion in their right
- freedom). Outlet also in way of imitation mother - reflecting this way - like a mirror the af-
fect (aggression - tension) on others. Mostly in a hidden way (se deja caer una observación
infuriating - más tarde, completamente inconsciente) pero esto vuelve impopular. No sense of
humour - fury. Choosing medicine as job (conscious compensation of misanthropy). First
motive: birth of a new child -seems like intrusion in to a right. You were (be fore) treated, as
it were for ever. Fear of the eyes (wide open: they eat you up!). Hating mother's smell and

58
En inglés en el texto: “El médico que odia a los pacientes”.
saliva (after the disappointment59).

l2 de junio, 1932
Confusión respecto de su propia persona, con sentimiento de pánico (y pérdida consecutiva
de la memoria).
1) R.N. Después de haberla seducido, etc., el padre la castiga e insulta. Inconcebible
(en tanto que realidad). Sueño de una valija atiborrada a la fuerza con mas resortes de cama
de los que puede contener. Se rompe en pedazos (estalla).
2) R.N. Tratada de manera espantosa por el padre borracho, luego totalmente abando-
nada a sí misma; esto se repite más tarde. (Humiliations after seduction60). (Hate of
woman!61). Sueño: por debajo "tea”62. Está acostada en el pasillo, la cabeza vacía, tantea ha-
cia la puerta, 17-18- después 19, con un gran esfuerzo -ninguna luz. Constata que no es su ha-
bitación. (Esta no puede ser ella; cada vez se desmaya. En la habitación (del medio) (18)
ve. ..(Falta la continuación.).

12 de junio, 1932

Técnica:
Error (emoción en lugar de objetividad). 1) ejecutar; 2) reconocer, 3) corregir.
Desarrollo típico en B., desde el punto de vista de la transferencia: insatisfacción cre-
ciente de sesión en sesión, impaciencia a propósito de la no desaparición de los síntomas y a
propósito de nuestra incapacidad de ayudar. Uno siente la injusticia del reproche pero se es-
fuerza en disimularlo, en todo caso se hace avaro de palabras y se siente irritado. Pero en el
momento que esto llega a su apogeo y mi paciencia o la de la paciente amenazan con estallar,
se vuelve de repente completamente sumisa, amable y obediente, y durante algún tiempo tra-
baja con celo, pero después de cierto período de trabajo, se repite la amenaza de explosión.
No hubo un cambio más radical hasta que no fue reconocido este estado de hecho: el
analista debía darse cuenta de que los pacientes sólo tienen la obligación de decirlo todo, aun
si esto nos resulta desagradable; tomarlo para sí no tiene sentido y debe tener su causa en una
particularidad de nuestro propio carácter. El paciente utiliza nuestra susceptibilidad para re-
petir un pasado erróneo. Es por eso que se esfuerzan en ponernos a prueba. Sólo cuando su-
peramos esta prueba se llega más allá de la repetición de la represión infantil: obediencia apa-
rente, desafío interior. Como es humanamente imposible no irritarse y que los pacientes per-
ciban la manifestación, aun muda, de la irritación, no queda otra cosa que reconocer la irrita-
ción, admitir al mismo tiempo la injusticia y tratar amistosa y afectuosamente al paciente, in-
cluso si tiene un comportamiento desagradable. El niño reclama más o menos la misma cosa:
los padres no deben comportarse como protectores amistosos cuando, interiormente, están
por estallar de rabia; el niño no reacciona a las palabras amables sino al comportamiento, es
59
Reprimendas de los pacientes: moscas zumbonas, un ruido monótono -las reprimendas de la madre, del padre
- y nuestra furia impotente. “Abrazo del oso" - los niños sienten allí el elemento agresivo-posesivo y no se ani-
man a mostrar su temor; su angustia - y su furia. Desplazan la reacción sobre cosas mínimas (susceptibilidad a
propósito de la mis mínima intrusión en su derecho - su libertad). También descarga por vía de la imitación de
la madre - reflejando así - como un espejo - el afecto (agresión tensión) sobre otros. Generalmente de manera
disimulada.
Aspirando a hacer rabiar.
Ningún sentido del humor - furia. Elegir la medicina como profesión (compensación consciente de la misantro-
pía). Primer motivo: el nacimiento de un nuevo niño - aparece como una intrusión en un estado de derecho. Uno
fue tratado (antes) como si fuera para siempre. Temor de los ojos (grandes, bien abiertos: ¡ te devoran!) Detestar
el olor y la saliva de la madre (después de la decepción).
60
En inglés en el texto: “Humillación después de la seducción.
61
En inglés en el texto: “Odio a la mujer”.
62
En inglés en el texto: “Té”.
decir, a la voz, a los gestos, a la aspereza de los contactos, etc. El analista debe ser una autori-
dad que, por primera vez, reconozca su error, pero sobre todo la hipocresía. El niño soporta
mejor un tratamiento sin dulzura pero sincero que la objetividad y la frialdad denominadas
pedagógicas, pero que ocultan la impaciencia y el odio. Esa es una de las causas del maso-
quismo; ¡se prefiere ser golpeado que sentir la calma y la objetividad simuladas! Otro defecto
que debe ser conocido, reconocido y cambiado, es la inestabilidad del humor.

l2 de junio, 1932

Contrainvestidura psíquica de sensaciones que se hacen insopor-


tables
R.N.: En el momento en que se aproxima a escenas traumáticas con mutilaciones psí-
quicas y morales, crisis emocionales histéricas; cuando esto no es suficiente, en lugar de cri-
sis dolorosas, risa convulsiva. Parece que en ese momento sobreviene bruscamente una so-
breinvestidura psíquica de la realidad, por medio de fantasías de goce compensatorio. (Aun-
que la paciente pretende que la risa no tiene otra significación que desembarazarse de una
cantidad de tensión.) La paciente tiene la impresión de que en un lugar doloroso del occipu-
cio se constituye repentinamente una burbuja en la que encuentran lugar todos los dolores. La
burbuja es casi indefinidamente extensible. Una verdadera emisión de orina precede a este fe-
nómeno. En el lugar doloroso de la cabeza (lugar donde probablemente se le han hecho in-
yecciones a la paciente) se forma una vejiga complementaria y con esto ha comenzado la es-
cisión de la personalidad. También un trauma más reciente puede mostrarse más fuerte que
esta formación de burbuja y, por así decir, hacerla reventar. Aquí la tarea aparentemente im-
posible es: 1) encolar la burbuja a partir de sus fragmentos (en esto el analista debe dar prue-
ba tanto de fuerza intelectual como de la paciencia necesaria para soportar); 2) vigilar que la
burbuja así reconstruida reunifique nuevamente su contenido con el Yo (el cuerpo).
Una reconstrucción puramente intelectual por parte del analista no parece suficiente
para esta tarea. El paciente debe sentir que el analista comparte con él el dolor y que también
hace de buen grado sacrificios para aliviarlo. La frialdad respecto al analizado, incluso la an-
tipatía y la impaciencia, generalmente sólo pueden ser removidas después de haber superado
fuertes resistencias mediante un análisis a fondo del carácter. La paciente R.N. se imagina, lo
mismo que en la época del trauma principal y con la ayuda de una inteligencia todopoderosa
(Orfa), que investiga en una especie de universo en busca de auxilio (por medio de un órgano
teleplástico complementario). Es así que su Orfa me habría seguido la pista y descubierto,
una vez más, como en el pasado, como la única persona en el mundo que, en razón de un des-
tino personal especial, quiere y puede llevar adecuadamente a cabo la reparación del error.
Esta capacidad que tengo fue desenmascarada en el análisis mutuo como mi sentimiento de
culpabilidad frente a la muerte de una hermana dos años menor (Difteria). La reacción contra
este sentimiento de culpabilidad me hace antipática a la gente que sufre; lo que supero por un
exceso de bondad, de interés médico y de tacto (ciertamente exagerados). El análisis debe es-
tablecer la existencia de la impaciencia detrás de esta bondad y hacerla desaparecer. Los sen-
timientos amistosos permanecen, dicho de otro modo, el fantasma órfico en cierto modo se
hace verdadero en alguna medida. Cuando esto ocurre se logra el reposo, la personalidad esta-
llada y zambullida en una burbuja puede reunificarse de nuevo; al mismo tiempo, en lugar de
la repetición, se restablece el recuerdo de lo que ha ocurrido.

Trato amistoso con el mundo de loa espíritus. S.I. tuvo durante años alucinaciones espanto-
sas, sobre todo, después del consumo de alcohol. Repentina capacidad de abstinencia, des-
pués de una herida craneana. Nuevo progreso: no tiene necesidad de ser abstinente, puede be-
ber de nuevo sin consecuencias fastidiosas. Al mismo tiempo las alucinaciones toman un ca-
rácter menos aterrorizante y la paciente logra enfrentar mejor las tareas de la realidad; preten-
de que mi personalidad ejerce una influencia curativa sobre ella, que este gran cambio debe
adjudicarse a estas cualidades. También siente que por momentos me aburro o me siento con-
trariado, pero yo tendría la capacidad rara, o incluso única, de elevarme por encima de mis
propias debilidades.

Fracasos con alumnos. Dm. tiene ahora el coraje de reprocharme dejar caer a los alumnos al
primer signo de una adaptación o de una sumisión incompletas. Debo reconocerlo, pero me
disculpo haciéndole observar que los alumnos me roban mis ideas sin citarme. Freud en-
contró el mismo síntoma en mi complejo fraternal que acaba de reiterarse en el seno de la
Asociación Internacional.

14 de junio, 1932

Perturbación duradera de la libido de objeto


1) El paciente U. observa que en las relaciones sexuales no tiene inclinación por el placer pre-
liminar ni por los juegos preliminares, sino que siente el acto como una obligación, por así
decir, de la cual busca desembarazarse rápidamente; de la misma manera, ausencia de placer
"post-liminar". Se sorprende cuando una de sus amigas le deja entrever que tanto antes como
después, ella está "thrilled"63 durante largo tiempo.
Explicación: una especie de bruto, educado en las condiciones más frustrantes, llega
de pronto, a la edad de doce años, a un medio mucho más civilizado, al menos en apariencia
(emigración a América). Al principio humillado en toda su personalidad, utiliza el psicoanáli-
sis como trampolín para elevarse en una esfera más sublimada (para desembarazarse de una
angustia continua; angustia de volverse loco). Hundimiento reciente en el curso de un primer
análisis cuando, encontrándose en mala compañía, se lo amenaza de muerte.
La angustia fue determinada por múltiples factores: 1) real peligro de muerte, 2) recaída en el
estado frustro anterior a la emigración y angustia de la recaída, 3) temor de su propia agresi-
vidad, 4) autovalorización intelectual no controlada, desfavorablemente resuelta y transfor-
mada en angustia, y una obstinación tiránica que, después de un fracaso, se le impone como
locura.
No cree en las delicadezas, ternuras, ni simbolismos, alusiones, inhibiciones morales,
etc. Sólo el acto sin retorno le parece real. Lucha contra sus propias disposiciones criminales,
sin escrúpulos, de naturaleza egoísta-infantil.
Había sufrido mucho cuando niño por las explosiones caprichosas de amor de su ma-
dre; también es posible que ciertas experiencias homosexuales lo hayan desviado del sexo fe-
menino.
II) Paciente O.S. Traumas infantiles: 1) lesión anal infligida de dos maneras, por una
mujer y por un hombre, 2) como en el caso Nº 1 incapaz de sostener ninguna relación de obje-
to (no termina ningún libro, se retira de toda amistad al menor pretexto). Se esfuerza en so-
brecompensar con la bondad, pero se encuentra paralizado en su esfuerzo. Como lo había su-
puesto en mi trabajo sobre el tic 64, parece que un residuo de excitación persiste en el lugar del
trauma. La energía libidinal necesaria a este efecto es tomada del reservorio general, la geni-
talidad. Ubi bene vagina65.
Una segunda posibilidad es que el trauma concierna a la esfera genital (amenazas,
prohibiciones, etc.) y que la genitalidad regrese al estadío anal. En todo caso, la analidad con
63
En inglés en el texto. Este término significa a la vez: excitado, estimulado, intrigado; mezcla de excitación, de
goce, de temor y de curiosidad.
64
“Análisis del tic”.
65
En latín en el texto: “Donde se está bien, está la vagina”.
su autoerotismo se hace independiente de los objetos; el carácter anal, por hipocondríaco que
sea en apariencia, munido de su capital y de las satisfacciones de excitación anales, se siente
mucho más al abrigo de las decepciones a las que podría conducirlo la dependencia de otra
persona. Esta situación, sin embargo, se hace trágica cuando se despierta de nuevo en él la
nostalgia de una relación de objeto feliz, o cuando comienza a compararse a este respecto con
otras personas, más felices. Al mismo tiempo, el rasgo de carácter anal se presta a la manifes-
tación de sentimientos de odio, por ejemplo: 1) un pedo mantiene a la gente a cierta distancia,
o incluso las aleja de la habitación; 2) significa un desprecio de sí acentuado de manera pro-
vocativa: "Goodman66, huelo a podrido". Si se prosigue en este sentido, se podría encontrar
que un juicio demasiado severo e injusto, que los jueces no quieren corregir, termina por en-
suciarlo a uno mismo y también un poco a los demás. En consecuencia, acá también, fracaso
de la ternura original. El desorden personal y la falta de control anal son también un buen me-
dio de revancha aparentemente inocente. A falta de otras armas, se puede fastidiar a quien
nos ofende, aparentemente con toda inocencia.
La tendencia al desplazamiento sobre la analidad podría ser favorecida por un depósi-
to anormal de excitación retenida. Pero es posible que durante los conflictos del destete y por
estos conflictos, un fragmento de libido quede enganchada a la analidad, lo que facilita la co-
rriente regresiva. No es imposible, sin embargo, que originalmente sólo boca y órganos geni-
tales sean reservorios de libido (zonas erógenas), y que el erotismo anal sea en efecto una ge-
neralización histérica, por desplazamiento. El lazo, casi siempre demostrable, entre sadismo y
erotismo anal, es el resultado final de una lucha por la genitalidad. Se podría citar a este res-
pecto: 1) la amenaza de castración, 2) la solicitación prematura de los órganos genitales de
una manera forzada y que produce displacer; en consecuencia, la genitalidad impuesta a la
fuerza o impedida por la violencia, conduce al sadismo y al erotismo anal. (¿Quizás sería ne-
cesario mencionar aquí a Simmel?). Es posible que la aptitud para el narcisismo esté condi-
cionada, en general, por la posibilidad de aislamiento, para lo cual el dominio anal todavía no
se presta. Es verdad que en ningún otro lado como aquí pueden ser acumuladas tales cantida-
des de excitación y de materia. También hay una posibilidad de variación bastante importante
de los medios de expresión.
III) Sentimientos latentes de odio, amabilidad y bondad manifiestas, fisura anal, ema-
naciones absolutamente perceptibles de efecto desagradable. Motivo principal de esta tenden-
cia al odio y al sentimiento de superioridad: su convicción que de niña fue engañada y venci-
da en el combate por el amor de su padre. Con ella, su padre no hizo más que jugar; es la ma-
dre quien tuvo a la niña. Desde entonces, ninguna relación de amor se caracterizó por la ter-
nura; la que existe actualmente está igualmente mezclada con odio, fuertemente anal (inde-
pendiente) y fuertemente agresiva.

l4 de junio, 1932

Normális feminin homosexualitás67


"Los hombres no comprenden nada", dicen las mujeres y son (incluso en análisis)
muy silenciosas a propósito de sus sentimientos homosexuales. "Los hombres creen que las
mujeres sólo pueden amar a los poseedores de pene." En realidad, ellas continúan teniendo la
nostalgia de la madre y de la amiga con la cual intercambian los relatos de sus experiencias
heterosexuales sin celos. (B + Ett., Dm. + sus amigas). Prefieren a los hombres femeninos
(homosexuales pasivos) porque les ofrecen una continuación de la bisexualidad.

66
En inglés en el texto: “Que dios me condene”.
67
En húngaro en el texto: “Homosexualidad femenina normal”.
El rechazo de la homosexualidad
(La represión se produce en el momento de las primeras reglas, cuando el carácter de
varón fallido es repentinamente reprimido). Dm. me pide (después de haber superado una
fuerte resistencia), que querría ser una buena madre para U. (y para ella misma). (Dm.): su-
perar mi ambición de ser más grande que él, contentarme con el rol pasivo frente a él, pero al
mismo tiempo aceptar de ella su amor de varón fallido. Solamente entonces ella se permitirá
separarse de su dependencia conmigo. Masculino o femenino: debo confesar que quiero a U
(¡Daddy!) tanto como ella, así seremos (madre e hija) colegas. Una buena parte de la ternura
de la niña permanece (en tales circunstancias) ligada a la madre.

10 de junio, 1932

Sentimiento de la personalidad (sentimiento de su propia grandeza,


forma, valor) como producto del reconocimiento por el mundo cir-
cundante
La paciente S.I. después de una fase de transferencia breve, apasionada, pero manteni-
da totalmente en secreto, entra en una fase de fuerte resistencia acrecentada por una interrup-
ción inesperada de mi parte (viaje a América). Retorno progresivo de la confianza, favorecido
por mi participación sincera en la oportunidad de dos momentos trágicos: 1) cuando se cono-
cieron los enormes despilfarros de dinero de su marido en los juegos de azar y con mujeres;
2) cuando la muerte brutal de su hermano, profundamente amado. Sin embargo, la transferen-
cia tomó exclusivamente la forma de una comunión intelectual amistosa, sublimada en exce-
so. El tema de principal interés es la exploración común del inconsciente, en particular de una
capa más profunda, "metafísica", que no ha sido considerada hasta ahora, y que permite al in-
dividuo entrar en relación con una parte más o menos grande del universo. En este universo
caótico, ella encuentra espíritus de muertos y de vivos; en los estados de trance en relajación
profunda, esos espíritus la atemorizan. Después de haber alcanzado un grado extremo de des-
moronamiento (herida en la cabeza), se despierta repentinamente en ella la capacidad de 1)
frecuentar estos “espíritus" sin espantarse, sino más bien amistosamente, 2) hacer cesar re-
pentinamente su necesidad de beber hasta ahora incoercible, primero por una abstinencia for-
zada, después por la simple moderación. También dos débiles tentativas de ceder, hasta cierto
punto, a las insinuaciones de dos hombres. La primera se refiere a un hombre que le ha hecho
insinuaciones, pero al mismo tiempo, no puede deshacerse de una sumisión masoquista res-
pecto a su mujer. Además, es más bien un erudito y un esteta. Ama las cosas, no las personas.
Después de una breve llamarada de deseo, enfriamiento total bastante rápido. El segundo
caso fue menos importante; se sintió bastante halagada por la atención de un hombre igual-
mente inhibido, pero más natural, sin embargo, una vez más, casado.
Mientras, o quizás bajo la influencia de estos cambios, fuerte aumento del sentido de
realidad y de medidas muy positivas para salvar la situación financiera y moral de la familia.
Se hace la consejera de todos, toma en sus manos la educación de su hija, incluso va en ayuda
de toda una serie de personas de su entorno social.
De vez en cuando intenta, un poco como por "deber", entregarse a una actividad au-
toerótica, pero esto nunca se acompaña de fantasías eróticas. Estas son raras, incluso en sus
sueños. En cambio, prosigue infatigablemente el trabajo analítico; tiene una alta considera-
ción, a mi entender exagerada, por mis desempeños; siente que incluso mi sola presencia pue-
de ayudarla, de una manera de la que yo mismo no soy consciente. Casi cada sesión se su-
merge en un trance, con visiones incoherentes, la mayor parte del tiempo inexplicables, de las
que sin embargo se despierta no dejando de agradecerme por mi ayuda.
Este comportamiento, y la ausencia completa de toda actividad sexual, física o psíqui-
ca, me dio la idea de que la relación puramente intelectual conmigo le ofrece inconsciente-
mente un sustituto de la sexualidad. Se podría pensar acá en un caso típico de sublimación,
pero observaciones ocasionales muestran que las emociones puramente sexuales continúan
viviendo, de manera profundamente reprimida, en esta relación intelectual. En ocasiones, ha-
bla de un aura espiritual o de una aparición luminosa que se le aproxima viniendo desde mi
dirección; otras veces, el análisis de su interés positivo o negativo por los olores condujo a
admitir que (como ese colega que sólo podía llegar a la satisfacción genital por medio de un
soplido que rozara los órganos genitales) huele inconscientemente los productos químicos de
sublimación que emanan efectivamente de la persona que se encuentra cerca de ella, del mis-
mo modo, seguramente, que huele el cuidado tiernamente amistoso con el que el médico si-
gue todas las manifestaciones de sentimientos y todas las representaciones aparentemente sin
sentido, pero sentidas como valiosas, producidas por la paciente; todo esto contribuye abun-
dantemente a que ella se sienta envuelta aquí por alguna especie de benevolencia y de interés.
Es conmovedor también que esta persona, por lo demás económica y frecuentemente avara
en las pequeñas cosas, pague, con placer por así decir, los desembolsos no despreciables de la
cura, e incluso rechace enérgicamente mi proposición de reducir los honorarios o de que que-
de debiéndomelos; es, en verdad, una indicación de que una parte de la "sublimación" ha to-
mado el camino del erotismo anal. (El interés por los olores también podría ser apreciado
bajo este ángulo.)
Estos últimos tiempos, la encontré a ella y a su confianza, suficientemente sólidas
para comunicarle todo esto. Intenté, al mismo tiempo, la teoría siguiente relativa a su manera
de reaccionar manifestada en la vida como en el análisis: sabemos que la madre de la pacien -
te, durante los primeros tiempos de la infancia de ésta, tenía crisis seguramente patológicas,
quizás psicóticas. Un hermano (mencionado más arriba) y una hermana se acuerdan de haber
sido golpeados por la madre de la manera más brutal, incluso de haberles golpeado la cabeza
contra la pared. La paciente tiene, a veces, vagas representaciones de una explosión de rabia
furiosa que se dirigía a sus órganos genitales. Puede ser que en ese momento su himen haya
sido realmente herido, porque ella y su esposo no notaron que algún obstáculo se opusiera a
la relación, que no fue seguida además por sangramiento normal. Por lo demás, este marido,
tan erótico afuera, se mostró casi impotente en el lecho conyugal, sobre todo después del na-
cimiento del único hijo. La paciente reconoce, sin embargo, que su frigidez, su pudor extre-
mo y su inexperiencia tuvieron igualmente que ver.
Se puede interpolar otro incidente del que no se debe asegurar completamente su cer-
teza y precisión: está todavía en la cuna, el hermano precitado se dirige bailando hacia ella,
con un trozo de madera en la mano y hiere sus órganos genitales. Un trauma ulterior, que la
desvía completamente de la sexualidad, se constituye por la humillación infligida por su pa-
dre en el momento en que es sorprendida con un grupo de niños (entre ellos el hermano)
exhibiéndose mutuamente.
Es necesario advertir que la familia la había educado de una manera auténticamente
puritana, manteniendo a distancia todo lo "sucio". Una complicación que podría considerarse
casi trágica, fue la siguiente: la hermana que la precedía inmediatamente, la más bella de las
tres, contrajo sífilis por la relación sexual con un hombre del cual la paciente también estaba
enamorada. Más tarde, en compañía de una gobernanta, hizo con esta hermana un viaje alre-
dedor del mundo, y debió observar toda clase de cosas concernientes a la caída de su hermana
y de la gobernanta que era morfinómana. Se agregan escenas impresionantes en China: en
una ciudad china, por ejemplo, su palanquín pasó por un lugar donde se procedía a una ejecu-
ción y el verdugo la asustó lanzando un brazo cortado contra el automóvil. La teoría evocada
en el título se refiere pues a la relación entre esta "disolución" en el universo y la frialdad se-
xual causada por todos estos traumas.
En uno de sus sueños, la paciente veía fantasmas de personas que se le aproximaban,
mucho más grandes que lo que son en realidad. Pero pienso que este agrandamiento es, al
mismo tiempo, una dilución de la persona en cuestión. Una dilución todavía más intensa de la
libido que la rodea le permite extender, por así decir hasta el infinito, los límites de su perso-
na; aunque haciendo esto, es verdad que desaparece su persona real, es decir, la persona nor-
mal (inconciencia, incoherencia). La relación de amistad con estos hombres excesivamente tí-
midos, la actitud indiferente del médico en el análisis le han permitido alejarse de la realidad
y volverse hacia un-más-allá místico. Supongo que el cambio repentino en su conducta y en
su psicosis debe imputarse al azar de la situación siguiente: cuando en mi presencia, se hirió
casi mortalmente, me conmovió y trastornó de tal modo que hice el gesto de agarrarla para le-
vantarla del suelo y extenderla sobre el lecho, intentando reanimaría con ternura pero también
con energía. El gasto emocional manifestado en el curso de esta actividad parece haberle de-
vuelto el sentimiento de su propio valor, reflejado en mi compasión y en mi deseo apasionado
de ayudarla. Comenzó, entre otras cosas, a criticar ciertos fragmentos de sus "caras", por mo-
mentos incluso con escepticismo. Sin embargo, comenzó a interesarse más en su apariencia
exterior (aspecto, delgadez, vestimentas). La infatigable constancia con la cual, a pesar de to-
das las dificultades, busqué comprenderla y, por así decir, despertarla a la vida, fue verdade-
ramente para ella el equivalente de un abrazo masculino como aquellos que habían estado en
su destino, pero en un grado sublimado, asexual. Llegó entonces el momento en que pude de-
cirle que inconscientemente esperaba un hombre que no se dejara espantar incluso por su
frialdad sexual y que con un estrecho abrazo, le devolviera la confianza en sí misma. Su res-
puesta fue que encontraría un medio de escurrirle el bulto. Pero yo repliqué: es necesario que
sea un abrazo que la rodee toda y no le deje ninguna salida. Solamente entonces podrá reco-
nocerse a sí misma y llegar a apreciar sus propias cualidades en el espejo de la pasión del par-
tenaire. Pero también el abrazo psíquico le permite, o la obliga, a transformar su personalidad
diluida en el universo en una cosa real, de este mundo, y retirar más o menos su libido del
universo. Expresado en términos de física o de geometría, se podría afirmar, a partir de expe-
riencias análogas, que el narcisismo indispensable como base de la personalidad, es decir, el
reconocimiento y la afirmación del yo propio como entidad realmente existente, valiosa, de
dimensión, forma y sentido determinados, sólo puede adquirirse si el interés positivo del
mundo circundante -digamos, su libido- garantiza de algún modo, por una presión externa, la
consistencia de esta forma de personalidad. Sin tal presión recíproca, digamos de amor recí-
proco, el individuo tiende a explotar, a disolverse en el universo, quizás a morir.

l8 de junio, 1932

Una nueva etapa en la mutualidad

Relacionar con la experiencia con R.N. y S.I., más particularmente con esta última. Procuran-
do en lo sucesivo desenmascarar deliberadamente lo que se llama "transferencia" y "contra-
transferencia" como los escondrijos de los obstáculos más importantes para la terminación de
todos los análisis, se llega casi a la convicción de que ningún análisis puede tener éxito en
tanto no sean superadas las falsas diferencias supuestas entre "situación analítica" y vida ordi-
naria, lo mismo que la fatuidad y el sentimiento de superioridad que todavía acostumbran a
sostener ciertos analistas respecto del paciente. Se arriba finalmente a la convicción de que
los pacientes tienen razón una vez más cuando exigen de nosotros, además del hecho de ser
conducidos a la experiencia traumática, dos cosas suplementarias: 1) una verdadera convic-
ción y, si es posible, un recuerdo de la realidad de la reconstrucción, 2) como condición de
esto, un interés real, una verdadera voluntad de ayudar o, más precisamente, un amor capaz
de dominarlo todo respecto de cada uno en particular, el único amor que puede hacer apare-
cer la vida como valiendo la pena de ser vivida, y que instituye un contrapeso a la situación
traumática.
Sólo a partir de allí se hace posible 1) que los pacientes que han adquirido en lo suce-
sivo confianza en nosotros puedan ser liberados del esfuerzo a realizar para controlar (intelec-
tual y emocionalmente) la situación traumática; que sea puesto un término al proceso de esci-
sión que fue una necesidad del yo, y que los pacientes puedan ser conducidos a esa unicidad
de experiencia que existía antes del trauma. Es evidente que no hay convicción sin este senti-
miento de unicidad y no hay sentimiento de unicidad, es decir, no hay convicción, en tanto
que observándose se duda de sí mismo, incluso frente a una evidencia lógicamente perfecta.
(No se podría prever qué consecuencias podría entrañar para la ciencia, que los hombres libe-
rados de esta angustia se atrevan a ver y reconocer el mundo en su patente evidencia; y hasta
qué punto esto podría llevar más allá de la más osada de lo que hoy llamamos nuestra fanta-
sía. Dominar verdaderamente la angustia, o mas exactamente superarla, debería quizás hacer-
nos completamente clarividentes, y ayudaría a la humanidad a resolver problemas aparente-
mente insolubles. Quizás aquí se verifique posteriormente la confianza en sí, de manera me-
galomaníaca, que se manifiesta en las declaraciones de R.N.).
2) Por otra parte, ningún análisis puede tener éxito si en el curso del mismo no llega-
mos a amar realmente al paciente. Cada paciente tiene el derecho de ser considerado y cuida-
do como un niño maltratado y desdichado. Es pues un signo de debilidad en la organización
psíquica del analista si trata mejor a un enfermo que le es simpático que a otro que le es anti -
pático. También es erróneo responder a las fluctuaciones en el comportamiento del enfermo
por la fluctuación, no corregida, de nuestra propia reacción. Sin embargo, no es menos erró-
neo sustraerse simplemente a toda reacción emocional de naturaleza positiva o negativa y es-
perar, detrás de la espalda del paciente, el fin de la sesión, sin preocuparse de su sufrimiento
o haciéndolo sólo de manera intelectual, y dejando que el paciente haga casi solo todo el tra-
bajo de recolección e interpretación. Es verdad que en tanto médico, se está fatigado, irrita-
ble, un poco pontificante, sacrificando acá y allá los intereses del enfermo a su propia curiosi-
dad, o incluso, a medias inconscientemente, se aprovecha la oportunidad para dejarse llevar
de manera disimulada a manifestaciones de agresividad y de crueldad personales. Tales pasos
falsos no pueden ser evitados por nadie y en ningún caso, pero se debe 1) saberlo, 2) siguien -
do las indicaciones del paciente, confesar sus errores a sí mismo y al paciente.
A pesar de tales confesiones, incluso frecuentemente repetidas, no avanzamos nada a)
si no nos resolvemos a ir radicalmente al fondo de las cosas por medio del análisis mutuo, b)
y en consecuencia, si no logramos cambiar con éxito toda nuestra actitud hacia el paciente;
pero ante todo, abandonar finalmente esta pasividad y ponernos a disposición del paciente de
manera, diríamos, apasionadamente activa. Lo que exige esto es, en verdad, inhabitual: la
combinación aparentemente improbable del arrebato de un amor apasionado, que sólo es
comparable a la abnegación de una madre, con una prudente superioridad y control de sí, sin
duda también con la seguridad de no hacer demasiado, y la sensatez de ayudar al paciente
para que en adelante confíe en volver a hacer uso de sus energías intelectuales unificadoras y
logre así hacerlas conscientes.
El trauma es un proceso de disolución que se orienta en el sentido de una disolución
total, es decir, la muerte. El cuerpo, la parte más tosca de la personalidad, resiste mas largo
tiempo a los procesos de destrucción, pero la inconciencia y la escisión psíquica son ya sig-
nos de muerte de la parte más afinada de la personalidad. En realidad, es necesario considerar
a los neuróticos y a los psicóticos, aun cuando todavía puedan cumplir sus funciones parcial-
mente en tanto cuerpo y a medias en tanto espíritu, como siendo inconscientemente agonizan-
tes crónicos. El análisis tiene pues dos tareas: 1) descubrir completamente esta agonía, 2) ha-
cer sentir al paciente que a pesar de todo vale la pena vivir si existen seres humanos como
este médico solidario que está listo incluso a sacrificar una parte de sí mismo. (Lo que explica
también la tendencia de los pacientes a ponerse en dificultades financieras y probar así nues-
tro desinterés.)
Pero para alcanzar este éxito es necesario otra cosa: la confianza del analista en sí
mismo. Es sólo un beneficio a medias cuando alguien degrada el estúpido sentimiento de su-
perioridad en autocrítica exagerada, eventualmente masoquista. Si actúa así, entonces descu-
brirá en el análisis mutuo que su trauma ha culminado en el defecto de carácter de inhibición
de la acción. (Por ejemplo: a) amor por la madre, b) decepción, nacimiento de un hermano o
de una hermana, c) reacción de rabia, d) angustia frente a las consecuencias, e) transforma-
ción del odio en oposicionismo y deseo de contrariar, misoginia, impotencia relativa, capaci-
dad de ayuda incompleta respecto a los pacientes.) Expresado en el lenguaje de la teoría de la
libido, se podría pues decir que es necesario lograr el restablecimiento de una potencia real-
mente completa, móvil respecto de todos, si se quieren terminar los análisis. La antipatía es la
impotencia.

19 de junio, 1932

Olor específico de los enfermos mentales


La paciente Dm. que transpira efectivamente, sobre todo por accesos, despidiendo un
olor completamente notable y perceptible, encuentra una semejanza entre ella y la Sra. Smith,
una enferma mental. (Tuve la ocasión de ver a la Sra. Smith, una esquizofrénica, en la más
violenta angustia. Tenía un olor penetrante, algo parecido a orina de ratón.) En cambio Dm.
siente que ella misma despide olores sexuales. Sufre también de una fissura ani68. Los dos es-
tados; lo mismo que contracciones crónicas, por accesos, se manifiestan cuando reprime su
tendencia a un furor casi maníaco, en la palabra, la voz y los gestos. La furia reprimida desa -
rrolla en ella una modificación química (envenenamiento -ver veneno para furia), la transfor-
mación de la sustancia atractiva en una sustancia repulsiva. El análisis muestra que espera un
héroe que no se deje espantar, incluso por estos olores. El analista debe ser este héroe, debe
1) abandonar la insensibilidad hipócrita y reconocer su antipatía y su disgusto, 2) analizarse a
sí mismo, o dejarse analizar hasta que consiga no considerar desagradables estas sustancias y
este comportamiento; si esto ocurre 3) la paciente abandona su actividad provocativa.
En el caso de Dm., el encuentro con el analista comenzó de la siguiente manera: la pa-
ciente tuvo un comportamiento completamente inconveniente mientras bailaba. No habiéndo-
la momentáneamente aceptado como paciente, fue directo al departamento de un hombre y se
hizo desvirgar. Naturalmente, esto provocó reacciones de disgusto en el analista que debieron
ser superadas en el curso de un largo trabajo.
El modelo de todo este proceso era la rabia infantil a propósito 1) de la prohibición de
las manifestaciones sexuales, 2) de la constatación de qué los padres tenían actividad sexual
(nacimiento de un niño). Otro motivo de odio fue el despecho a propósito de la sumisión dé-
bil del padre a la potencia maternal. (Mucho de lo que aparece como envidia del pene podría
ser una protesta en relación al comportamiento de la mujer que permanece junto al hombre
débil).

20 de junio, 1932

Otra motivación del deseo de pene en la mujer


Motivo principal en Dm: deseo de ser amada por su madre. "Mi madre tenía siempre
algo que criticar a propósito de mi cuerpo" (Ya en la temprana, infancia, criticaba su tenden-
cia a la obesidad, su olor (?), sus maneras apasionadas cuando se la tomaba en brazos y, más
aún, su amor por el padre, muy tempranamente apasionado. Su deseo de volverse muchacho

68
En latín en el texto: “Fisura anal”.
fue determinado por el deseo de evitar lo que disgustaba a su madre en sus inclinaciones fe-
meninas. Se disfraza de hombre porque en tanto que mujer desagrada a su madre. Es odiada
por la madre, sin duda por celos).
Este deseo se encuentra intensificado en el momento de la pubertad, cuando la femi-
neidad no puede ser negada. (Menstruación.) Siente que su madre está descontenta (envidia,
celos). Busca una ocupación masculina. Siente que su madre no quiere verdaderamente deja-
da que se case y le obedece; o que la madre busca para ella hombres completamente inade-
cuados. Si ella se enamora de alguien (el padre, B., Mac.), esto termina trágicamente. Quiere
(fantasía del sueño) ser amada por el analista a pesar de la pasión y los humores de otro hom-
bre. Al mismo tiempo quiere un hombre que comprenda que además de la satisfacción geni-
tal, la mujer tiene también deseos que solamente una madre puede satisfacer. Nostalgia de un
triángulo sin envidia ni celos.

21 de junio, 1932

Trastornos respiratorios traumáticos permanentes durante el sue-


ño
Dos casos de trastornos del sueño existentes desde la temprana infancia: 1) Despertar
de un sueño profundo con sentimiento de vértigo y dolor de cabeza; en estado de semisueño,
se observa que no respira absolutamente durante diez segundos o más, y que no siente incluso
el impulso de inspirar. Repentinamente, sentimiento de angustia que induce la inspiración,
pero desde el momento en que se reinstala la somnolencia, la respiración se detiene. Si la fati-
ga aumenta, llega a dormirse por un tiempo un poco más largo, pero cuando se despierta de
este sueño está como después de una sofocación grave y peligrosa que ha durado mucho
tiempo. Sensación de calor en la cabeza, todas las mantas rechazadas, violento acceso de tos,
expectoración durante horas de una mucosidad viscosa, clara como el cristal, y en la cual las
ramificaciones reproducen los bronquiolos. No hay duda de que los bronquiolos estaban com-
pletamente obstruidos y que sectores enteros de pulmón estaban fuera de función. Pulsacio-
nes aceleradas, pulso irregular. Era necesario casi medio día para expectorar todas las muco-
sidades, restablecer a medias la actividad cardíaca-pulmonar y triunfar sobre la perturbación
del trabajo intelectual que, entre otros, fue gravemente perturbado. Observadores advertidos
constatan que el paciente rechina los dientes casi continuamente, que ronca ruidosamente
cuando el sueño es un poco mas profundo hasta que este trastorno respiratorio del tipo Chey-
ne-Stokes cesa finalmente despertando sobresaltado. Sucede que el trastorno respiratorio de-
genera en convulsiones espasmódicas con lo que la analogía con una crisis epileptoide se im-
pone.
Sin embargo, el mismo grupo de síntomas se reproduce en el curso de cada sesión de
análisis, en el momento en que la relajación alcanza la profundidad deseada. Parece que el
paciente presenta en realidad una tendencia permanente a sumergirse en una agonía de sofo-
cación que persiste también durante el día, de modo que su respiración es ya, en realidad, una
medida de defensa consciente, y no se desarrolla automáticamente como en las personas nor-
males. Una parte de la atención consciente vela para no dejar que se interrumpan demasiado
tiempo los movimientos respiratorios. El trastorno respiratorio se reinstala desde el momento
en que la atención se restringe por la fatiga o el sueño, o cesa completamente. En el curso de
la relajación analítica recomendada por mi, este tipo de trastorno respiratorio sobrevenía tam-
bién en estado de semi-vigilia. Si en el momento del despertar sobresaltado, presionaba al pa-
ciente para que me informara fragmentos de las fantasías oníricas a las cuales de otro modo
no prestaba casi atención, y cuando a propósito de estos fragmentos lo dejaba por una parte
asociar libremente y por otra lo ayudaba un poco planteándole las preguntas adecuadas, llegá-
bamos a la reconstrucción de un trauma infantil de naturaleza homosexual. Agresión por un
varón de más edad, completamente olvidada a nivel consciente, pero manifiestamente repeti-
da con frecuencia y que tuvo como consecuencia: 1) una inclinación marcada a subordinarse
a un hombre dotado de una fuerte voluntad. A manera de compensación: oposición obstinada
a toda clase de influencia y compulsión a una independencia moral e intelectual completa. Le
quedó la voz un poco femenina, la relación al sexo femenino perturbada; siente respecto a las
mujeres: 2) Impotencia relativa con salidas (heterosexuales) ocasionales; pasión violenta en
las fantasías masturbatorias; ejaculatio usque ad tegmen camerae69; 3) Trastornos respirato-
rios descriptos; por momentos, dolores punzantes en la espalda, a veces con sueños de angus-
tia (y de rabia) después de años sin sueños.
Caso II. - Fuerte dependencia de la madre, ninguna relación al padre (un extravagan-
te). "Difficult child", "problem child"70. Desde la infancia "golpearse la cabeza contra el col-
chón" (¡2 a 3 mil veces!) antes de dormirse. Trastornos respiratorios en el curso de la relaja-
ción, exactamente igual al caso 1. Con anterioridad, vivos dolores en el abdomen así como
en, y alrededor, del trasero. Rostro descompuesto, sentimiento de ser aplastada; Cheyne-Sto-
kes, cara pálida, sensación subjetiva de tener la cabeza ardiendo. El dolor aumenta a tal punto
que provoca -al ser tan inverosímilmente intenso- una risa loca. Es demasiado bestial (en
consecuencia, ¡no verdadero!). Sueños de tener que liberarse a sí misma de situaciones impo-
sibles a fuerza de ser penosas. Sentimiento de volverse loca. (La realidad de un displacer pue-
de ser aniquilada por la concentración sobre una representación o una imagen. Los lamas no
sienten el dolor si se concentran sobre ciertas representaciones de palabras.)
Tales pacientes, aparentemente bien adaptados, son inconscientemente enfermos men-
tales (huyen de la realidad). La liberación de un dolor consciente salva la vida. En el curso de
la relajación (en el sueño), les surge la sensación de que deben morir, si el despertar por la
angustia no logra poner término al dolor, o si el sentimiento de ser maternalmente amados no
los mantiene en vida a pesar de los dolores. El amor es de algún modo elaborado como antí-
doto. Sin embargo, aguda sensibilidad para distinguir si es solamente una bondad fingida o
bien una verdadera bondad la que está en juego. Sólo esta última proporciona ayuda (recono-
cida sin duda en el comportamiento, en los gestos, en los síntomas de ternura apasionada). Si
no la siente, entonces debe ayudarse a sí misma, es decir, permanecer escindida y loca, y ne-
gar la realidad.
Caso III.- Ningún trastorno respiratorio como en los casos precedentes pero -cuando
marcha bien la relajación- espuma de rabia por sentirse dominada sin recursos, crueldad "sin
nombre", "imposible", y, para colmo (¡es loco!) ser insultada y denigrada. Consecuencia:
querer morir antes de ser asesinada. Sensación: la cabeza es, de manera no visible, partida
en cuatro. La mitad derecha es "la imaginación" del sufrimiento y la determinación de la de-
cisión de morir. Pero el conjunto está partido en cuatro. Sólo puede ser realizado pedazo por
pedazo, a menos que aparezca un verdadero amante (ideal) que repare todo (Masculino y fe-
menino: no quiere curarse antes de estar convencida de que vale la pena.) Sólo puede llegar a
esta convicción si el analista, que ve todo, la ama a pesar de esto o justamente por esto.
Aquí se plantea la cuestión práctica: ¿el analista debe darse sin reserva a cada pacien-
te (también como persona privada y como ser sexuado)? ¡Muy poco posible! Solución (R.N.):
Cuando el paciente siente la capacidad de amor potencial en el analista (no le es absoluta-
mente necesario vivir esto realmente). Quizás haya en esta división en cuatro una descripción
más detallada del proceso de represión histérica.
Comienzo de un proceso de disolución, en el curso del cual la acumulación de los
procesos de disolución inhibe de algún modo una disolución más extendida (mortal), que
hace posible (más particularmente por la desconexión de la cualidad de dolor-displacer cons-
ciente) una adaptación a un estado de semi-disolución. Por la separación del alma y del cuer-
69
En latín en el texto: “Eyaculación hasta el techo de la habitación”.
70
En inglés en el texto: “Niño difícil, niño con problemas (y que trae problemas)”.
po, es posible continuar viviendo. Pero el mantenimiento de la separación... (La continuación
falta.).

23 de junio, 1932

Anestesiar el trauma
El dilema que consiste en curar una neurosis haciendo revivir de nuevo el trauma pa-
tógeno -y esta vez sin "represión"- tropieza con las siguientes dificultades, a primera vista,
aparentemente insuperables: logramos, con la ayuda de apremiantes incitaciones, que el pa-
ciente vuelva a sumergirse en sucesos dolorosos, localizados en tiempos y lugares precisos,
manifestando todos los signos de sufrimiento moral y psíquico, lo conducimos incluso, en el
curso de la crisis a reconocer con palabras para sí mismo y para nosotros, la realidad de estos
hechos; sin embargo, el efecto alcanzado no logra ser duradero, y una larga serie de sesiones
de análisis transcurre sin progresos notables en lo que concierne a la curación de los síntomas
o a la convicción duradera. O bien esta convicción que parecía definitivamente establecida se
evapora en el transcurso del día siguiente (y más aún durante el curso de la noche y de las vi-
vencias oníricas), o incluso el dolor aumenta en el curso de la experiencia traumática-analíti-
ca en una medida tan insoportable que el paciente deja de ser un observador, testigo objetivo
que toma conciencia de los hechos, y cae en un afecto de dolor que ahoga todo pensamiento y
todo deseo, todo acceso a la razón, y sólo deja subsistir la terrible crisis de angustia: ser libe-
rado de este dolor.
Si se responde a este pedido de socorro -y las palabras tranquilizadoras y los propósi-
tos sugestivos tienen acá un efecto seguro-, el dolor cesa, pero junto con él todo saber acerca
de lo que lo ha causado. Si no cedemos a este clamor y dejamos persistir el sufrimiento de la
situación traumática, es seguro que finalmente aparece una confusión mental, con frecuencia
acompañada de risa convulsiva o de una parálisis grave, tremenda, de aspecto casi cadavéri-
co, no sólo de la actividad mental y de la musculatura, sino también de la respiración y del
corazón. Los pacientes torturados de esta manera comienzan a dudar del análisis, nos acusan
de ignorancia, de temeridad a sus expensas, de crueldad, de impotencia, se esfuerzan por ale-
jarse de nosotros (en un caso, Dr. S., con éxito), nos conducen a la desesperación y a la duda
en cuanto a lo que hacemos. La fría excusa habitual, que todo esto vendría de la resistencia
del paciente a sumergirse todavía más profundamente en el trauma, no nos es acá de ninguna
ayuda. Los pacientes sienten con certeza que han alcanzado los límites de sus posibilidades, y
que en adelante es algún otro, yo, el analista, naturalmente, quien debe "hacer algo", ¿¡pero
hacer qué!?
En un caso particularmente impresionante, obtuve la respuesta de que lo que convenía
dispensar como antídoto al dolor no era sólo una explicación sino también ternura y amor
apasionados (y solamente una empatía verdadera, no simulada). Como lo desarrollé en otra
parte, tal experiencia analítica puede a menudo entrañar efectivamente un cambio hacia la
mejoría, de una sorprendente rapidez. (Ver el caso S.I.). Pero en muchos otros casos esto no
tiene éxito. Pienso en tres casos, actualmente en observación: 1) El caso R.N. donde, es ver-
dad, sólo puedo experimentar esta simpatía de manera pasajera, si bien intensamente y supe-
rándome a mí mismo. Fue necesario un profundo autoanálisis para descubrir en mi los moti-
vos de la antipatía, paralizarla y reforzar mi propio carácter, o más exactamente mi potencia
analítica para poder auxiliar también a las personas antipáticas. Con ayuda de estas medidas,
me hice capaz de emprender el combate contra el demonio que poseía el espíritu y también el
cuerpo de la enferma; y haciendo esto drenar de una manera que requiere mucha inteligencia
y sagacidad, el dolor de la paciente por medio de la compasión. Con la aplicación prolongada
de tal drenaje psíquico pude descargar suficientemente la tensión que, de lo contrario, tendía
a explotar, para crear una mejor posibilidad de estimular la comprensión y la convicción.
Cualquiera haya sido el éxito y el progreso, incluso si existieron visiblemente, se lograron
con una lentitud espantosa.
En los otros dos casos no fue incluso posible encauzar el análisis traumático. La rela-
jación de los pacientes no alcanzó nunca la asociación libre, y mucho menos el estado de se-
mi-inconciencia o de inconciencia intelectual y emocional. Ambos se protegen del displacer
por leve que sea con una violencia tan convulsiva, y ambos están engañados y acostumbrados
a una vida y a una mentalidad tales que permanecen a leguas de distancia de los verdaderos
trastornos de su vida. En el caso 2) ya había tenido la idea -por el hecho de que los traumas se
habían verdaderamente desarrollado en un estado de inconciencia y de parálisis (del cuerpo y
del espíritu) provocado artificialmente (narcótico) que sería indicado anestesiar a la paciente
con ayuda de éter o de cloroformo, y dormir así suficientemente el dolor para que las circuns-
tancias que acompañan al trauma se hagan accesibles; se espera de tal procedimiento que sur-
jan fragmentos de pruebas materiales que el paciente no pueda renegar, o que no pueda ate-
nuar su importancia, incluso después de despertar. Se podría pensar también en combinar la
anestesia con la sugestión hipnótica, que debería limitarse a la profundización, tanto subjetiva
como objetiva, de las resistencias contra el hecho de anoticiarse de los sucesos traumáticos fí-
sicos y mentales y de fijarlos incluso para el momento del despertar (post-anestésico y post-
hipnótico). Es necesario hacer observar que los dos pacientes (2. y 3.) ya han aplicado el mé-
todo de la anestesia como hábito propio en su vida privada.
El caso 3), O.S. tiene tal aprensión al dolor físico que hizo traer expresamente de Pa-
rís un aparato de anestesia por 200 $ que se hace aplicar en la más insignificante intervención
dentaria. El caso 4), N.H.D, recuerda haber parido su único niño sin el menor dolor, bajo
anestesia con morfina y éter (¡fórceps en el estrecho superior!). Siempre tiene el sentimiento
de que, por este hecho, ha perdido algo que debe recuperar. Ocurrió que en el curso del análi-
sis debió operarse de un pequeño tumor. Al despertarse de la anestesia, le dice a su analista:
"Tuve un sueño durante la anestesia en el cual todo lo que buscamos se ha hecho completa-
mente evidente." Sin embargo, después del despertar, nada de esto fue consciente. Quizás una
ayuda suplementaria por parte del analista durante la anestesia, hubiera sido de una cierta
ayuda. Considerar los trabajos preliminares de Frank y de Simmel a este respecto.

26 de julio, 1932

Efecto permanente (quizás también efecto a distancia) de horribles


maldiciones
1) S.I. se encontró, durante años, de manera demonomaníaca, bajo la influencia de es-
píritus maléficos que intentaban devorarla, aterrorizarla, que la amenazaban de muerte y que
dirigían contra ella su odio y su intención asesina. Relacionar aquí con un estallido que se
produjo hace 3 o 4 años, en el curso del cual, rompiendo con la amabilidad transferencial, se
puso repentinamente a acusarme de saber que R.N., una paciente conocida de ella, la amena-
zaba y la perseguía de lejos, y que yo la dejaba hacer. En esa época, la paciente se dejó tran-
quilizar por mis francos desmentidos. Pero mientras tanto se me apareció claramente que la
paciente decía la verdad, en la medida en que en el análisis de R.N. yo me identificaba por
momentos con esta última, o la alentaba a dejar libre curso a su agresividad. También sabía
bien que esta paciente expresaba sentimientos de odio contra S.I.
Ayer, en el análisis de R.N., se reprodujeron crueldades espantosas cometidas a su
respecto. Esta vez, en particular, inyecciones de veneno en la región de la nuca que entraña-
ron una inflamación de la región mastoidea. Hace dos años, repetición de esta inflamación
que el otorrino no podía explicar de ninguna manera. Debo confesar -pero la paciente tam-
bién me lo pedía a grito pelado- que estaba inclinado a suavizar los espantosos dolores de la
enferma. Es lo que hice, con éxito, con la ayuda de consuelos y sugestiones liberadoras. La
noche siguiente, S.I. que no podía saber nada de todos estos sucesos, o a lo sumo apenas al-
guna intuición, tuvo el siguiente sueño: tiene excrecencias encima de la oreja. Estas excrecen-
cias son hongos, un hongo grande y otro pequeño. Los examina con cuidado y encuentra que
estos hongos no forman parte de su cuerpo, también, prudentemente, separa de ella la excre-
cencia. Este sueño sobreviene en el momento en que S.I. logra finalmente considerar objeti-
vamente los demonios en otro momento horrorizantes, e incluso puede reconocer que su in-
menso pavor sólo proviene de la incorporación del odio que, en realidad, le es extraño. ("El
horror es odio exógeno, impuesto al Yo"). Con este descubrimiento se hace independiente del
efecto aterrorizante de las amenazas, las aleja de algún modo de su persona. La forma del
hongo conduce a asociaciones de orden sexual; R.N. tenía la costumbre de explicarlo todo en
términos de símbolos sexuales. Se hace pues independiente de éste, lo mismo que de la obe-
diencia ciega (también a mi respecto).
Mientras S.I. temía, su atención estaba ansiosamente dirigida hacia el mundo circun-
dante, sobre todo hacia los deseos y los humores de las personas que le eran importantes y, en
consecuencia, particularmente aterrorizantes. Perece que la hipersensibilización de los órga-
nos de los sentidos, como lo constaté en muchos médiums, debe ser relacionada con la escu-
cha ansiosa de las pulsiones de deseo de una persona cruel. Es pues verosímil que todos los
médiums sean hiperansiosos que perciban las más débiles vibraciones, aun quizá aquellas que
acompañan los procesos de pensamiento y de sentimiento, incluso a distancia. Relacionar
aquí con las alucinaciones telegráficas, eléctricas, radiotelegráficas y telefónicas de los enfer-
mos mentales. Es posible que no se tratase de alucinaciones, sino a lo sumo de una elabora-
ción de procesos reales a nivel de la ilusión. La isocronía en varios enfermos, de sueños co-
rrespondientes a la realidad, podría ser explicada 1) como una reacción de obediencia (quizás,
en realidad, una rebelión contra las reacciones emocionales respecto a otros pacientes, en
consecuencia una identificación conmigo, por angustia). 2) Quizás mi persona no es más que
un intermediario por el cual otros dos entran en contacto directo el uno con el otro. En este
sueño, este shock quería abrirse nuevamente un camino, pero la mayor independencia adqui-
rida en el análisis rechazó la admisión de la materia o de la emoción exógena en el Yo. Rehú-
sa a muerte el manjar que se le ofrece diciendo más o menos: ¡le ruego que se lo coma usted
mismo! ¡Arrégleselas solo! No quiero dejarme torturar en su lugar. Para hacer esta explica-
ción más verdadera, es necesario decir también que la crueldad más espantosa infligida a esta
paciente fue efectivamente haber sido forzada a tragar los órganos genitales cortados de un
negro repugnante que se acababa de matar.

26 de junio, 1932

A propósito de la compulsión a suavizar los sufrimientos de otros,


o también, a proporcionar ayuda para promover el talento de otro
La paciente O.S. se presenta a mí como una joven dama bastante enferma, vestida a la
última moda, en actitud de seducción. Había traído con ella a Budapest a una amiga, ya que
quería vivir tranquilamente con ella, independiente de su marido celoso, y ayudar a la madu-
ración del talento de escritora de aquella. Sin embargo, no viene a análisis sola, sino con la
amiga, dos monos, tres perros y varios gatos. La amiga, que más tarde también viene a anali-
zarse, se reveló como una persona para quien nada es más detestable que quieran hacerla feliz
a pesar de ella o sin consultarla. Entonces se pone recalcitrante e incapaz de actuar, frecuente-
mente también irritada, incluso furiosa. A eso siguen los conflictos más variados, y conse-
cuentemente un enfriamiento progresivo. Además de los animales y de la amiga, O.S. tam-
bién adoptó una niña llena de talento que estaba en real peligro de depravación, con el fin de
darle la formación necesaria para transformarla en una artista de valor. Hoy es quizás una de
las bailarinas más ricas del mundo en esperanzas y promesas.
O.S. engordó 17 kilos en el curso de los últimos cuatro meses, y tiene una compulsión
a comer mucho. No logra cumplir un régimen (de niña era exageradamente grande y gorda,
mal vestida, aunque su madre y su tío fuesen multimillonarios). Sentía en ella talentos que la
rigidez de los métodos educativos alemanes le impidió desarrollar. Nadie se juntaba con ella
a causa de su apariencia rara, cómica. Siendo ya una joven, el suceso más extraordinario fue
encontrar a la bailarina más célebre de la época, la Pavlova, en la casa de su padrastro. Pero
quedó conmovida hasta el punto de no poder pronunciar una palabra, solamente admirarla.
O.S. se identifica manifiestamente a los talentos abandonados que es necesario soco-
rrer, sin embargo, todavía vivía en ella la secreta esperanza de ser algún día bella y atractiva,
brillante física e intelectualmente. En la actualidad, el análisis parece haber reducido intensa-
mente su capacidad de realizarse a través de los otros. (Ante todo, admitió que en el caso de
su amiga su tacto psicológico-psiquiátrico había fracasado. No llegó a desarrollar su talento
ni a obtener su gratitud. Pero sin esta gratitud, la identificación parece relajarse y se refuerza
el sentimiento de salir de este asunto con las manos vacías).Pero ayer se produjo el siguiente
hecho: su niña adoptiva bailó para ella, más bella que nunca, delgada y ágil. En lugar de ale-
grarse como habitualmente, surgió repentinamente la plena sensación de sus propias formas
pesadas y voluminosas, y se vio como un elefante. Mientras yo la incitaba vivamente a dejar-
se llevar por este sentimiento, no dejando de mostrarle mi simpatía, estalló en lágrimas des-
garrantes. Curiosamente, no sintió nunca que esto significara una desesperación extrema a
propósito de ella misma, ni tampoco tenía la idea de que no pudiera vivir así: a pesar de todo
lo que expresaba su actitud, pretendía no sentir nada, a lo sumo un vacío interior. Con respec-
to a esto le fue señalado que la auto-observación de un vacío interior justificaba sentimientos
de tristeza.
De esta observación se deriva una vía hacia la comprensión de la necesidad compulsi-
va de ayudar, del mismo modo que esto ya ha sido reconocido en la homosexualidad masculi-
na como resultado de la identificación. Juega el papel de una madre que ofrece a su niño las
mejores posibilidades de desarrollo y comparte la felicidad de sus niños adoptivos. Existen
personas, sobre todo mujeres, que no puede ver sufrir, ya se trate de un animal o de un hom-
bre enamorado. Incluso podría ser que la idea de que un hombre sexualmente excitado deba
soportar fisiológicamente la tensión del pene en erección, sea a tal punto insoportable que
deba darse a este hombre para aliviar su sufrimiento, y no se sienta tranquila hasta que la eya-
culación y la calma hayan tenido lugar. Los sufrimientos extraños pueden, curiosamente, ha-
cerse más insoportables que las sensaciones dolorosas que ella misma debe soportar cuando
se abandona al hombre atormentado por el deseo. Como si el deseo fuera el mayor dolor posi-
ble, más grande que el sufrimiento físico. Se trata probablemente de una curiosa inversión de
la realidad, asistida por la formación de fantasías, cuando el deseo sobrepasa la medida de lo
soportable. En lugar de continuar sufriendo y haciendo otros esfuerzos, frecuentemente peno-
sos, para quizás alcanzar con un trabajo laborioso y paciente los objetos del deseo en la reali-
dad, la paciencia se debilita rápidamente y en su lugar sobreviene una identificación imagina-
ria con un ideal ya listo de belleza o de vida exitosa. A fuerza de descuidar la realidad que no
tienen en cuenta, profundamente sumergidos en los goces por el rodeo de la identificación,
apenas se dan cuenta que haciendo esto el tiempo pasa, que se hacen viejos; que atracción
disminuye, no siempre han fundado un hogar y que su poder de atracción disminuye. Sin
duda el análisis tiene su parte en el hecho de que ella haya comprendido todo esto. Comienza
a sospechar que mientras vive en un mundo fantástico, su universo real y sus perspectivas de-
generan cada vez más. Uno de los principales coadyuvantes para, el hundimiento en el mun-
do fantástico ha sido la pérdida de la noción del tiempo. La paciente dejaba acumularse y no
abría el correo de varios meses con la idea de que tenía tiempo. Como si el tiempo repentina-
mente se hubiese vuelto algo infinito; como si la vida no debiera concluir por la vejez y la
muerte. Al menos, no la vida de ella. En el análisis es pues necesario obtener que la paciente
sufra de deseos, en lugar de lograr la ausencia de estos por medio de identificaciones fanta-
seadas. Es ésta la ocasión para especular sobre el problema de saber si existe un solo princi-
pio en la naturaleza, a saber, el de que los elementos de la realidad intentan afirmarse y hacer-
se valer, o si existe también un segundo principio, el de la resignación, es decir, la adaptación
obediente y la sumisión. Este último principio sólo parece intervenir si la presión de la ten-
sión se opone a, o apoyándose sobre el hecho de hacerse valer, se hace tan intolerable-mente
fuerte que incluso la esperanza, por así decir, de realizar sus deseos, debe ser abandonada.
Por esta presión, el Yo es completamente aniquilado, los elementos no son más mantenidos
juntos en alguna unidad, y este segundo principio puede intervenir formando a partir de la
sustancia, que se ha hecho informe, una nueva especie de materia. Analogía con la presión de
gas que resiste a medida que la compresión aumenta lo que, sin embargo, es seguido de un
abandono de la resistencia y de la licuefacción (adaptación) en el momento en que la presión
sobrepasa un cierto nivel, la situación se hace así insoportable y también sin esperanzas.

24 de junio, 1932

De "lo que no se oye", una forma particular del acto fallido


Actores: Dm. Sra. Sp. Sra. Sch.
a b c
a b c toman conjuntamente un baño de sol
Relato de los hechos por ab + bc:
Charlan durante bastante tiempo las tres; finalmente, Dm. se despide. B + C, creyendo
que A ya se ha alejado comienzan, sobre todo C, a murmurar de ella de manera abierta, e in-
cluso en voz alta. Ella sería "common"71. Her language low - scum of populace. No original-
ity, boring, common, common, common. - Suddenly appears Dm. who after taking leave72 se
había sentado, desenredando sus cabellos, en una cabina de baño vecina. "Now I caught
you"73, dice y se aleja de mal talante. (Esto también era "common" dice C. Ella (C) lo habría
tomado de otro modo, con más humor.) En todo caso, B + C están considerablemente pertur-
badas por este episodio.

Relato de a (todo esto en análisis)


“I had an epileptic fit"74. Ayer en la piscina Gellért –a continuación en Pest- después
en casa, en la cama. Jerks75 durante horas. ¡Del incidente ni una palabra! Sospechando un "no
oído" intencional, le conté la historia de B + C. No sabe nada, no escuchó.
Teoría: 1) Oyó todo.
2) Con ayuda de su capacidad de tragarse las acusaciones injustas, se traga
todo el saber de lo que oyó. No oye las absurdidades, la mentira y la injusticia -para no
explotar (matar).
3) Todos los agravios anteriores de esta especie vuelven y provocan:
a) una rabia inconsciente ("Epileptic fit"76).
b) sueños que se refieren a la palabra que no ha sido oída y a las aso-
ciaciones relativas a esto. (Madre, Yo). Las emociones aparentemente absur-
71
En inglés en el texto: “Vulgar”.
72
En inglés en el texto: “Su lenguaje es trivial – escoria de populacho. Ninguna originalidad, aburrida, vulgar,
vulgar, vulgar. De pronto apareció Dm., que después de haberse despedido...”
73
en inglés en el texto: “Ahora las agarré”.
74
En inglés en el texto: “Tuve una crisis de epilepsia”.
75
En inglés en el texto: “Movimientos convulsivos”.
76
En inglés en el texto: “Crisis epiléptica”.
das, las explosiones y los movimientos se descubren como siendo la furia in-
consciente y las reacciones de revenge77.
c) vínculo entre el acto fallido y el sueño. El sueño de la noche siguien-
te contiene una alusión al incidente y a la historia de su origen.

Procesos de represión
1)Puesta en marcha de una reacción.
2) Cambio de dirección in statu nascendi78 (quizás una identificación fantaseada con
el agresor), o bien, que sea conducido "ad absurdum" a la esperanza: terminará por recono-
cerlo(?). En todo caso: separación por escisión de la emoción. Reacción en el cuerpo, de la
conciencia del Yo. Salto en lo corporal. En el origen, toda reacción es corporal y psíquica. En
lo sucesivo, capacidad de reaccionar sólo de manera corporal.

24 de junio, 1932
Ayer, claro, ella estaba de mal humor. (La paciente está "resfriada". ¡Mi vileza es in-
soportable!) A continuación, había leído dos chapters79 del libro de Chadwick. Ayer, pensó
que había leído en ese libro algo a propósito de los sentimientos de angustia y de suciedad
(leakoge80) en el momento de las reglas. "Yo quería hacer el elogio en una book review"81. En
la segunda lectura se confesará (¡la verdad!) que Chadwick no había escrito nada a este res-
pecto. Ella quería hacer el regalo (inconscientemente) a Chadwick de su propia idea. Detrás
de esto: yo, (Dr. F.) robo las ideas de la paciente y a continuación me siento superior. En
consecuencia, un segundo acto fallido, anterior, cargado de intenciones: introducir en la lec-
tura lo que le es propio, como hoy: no oír, pasar por encima, mentir, como por ejemplo a) la
negación de su propia competencia, b) no oír las injusticias de los otros. Fanfarroneo sobre
esto, me cito incluso a mí mismo (no importa de quien sea la cita) - ¡citas de Rousseau, La-
martin, Platón!- al final del trabajo. ¡Excelentes aforismos a partir de mis teorías, qué tenta-
ción para un profesor hay en esto!
C. cuenta el sueño de esta misma noche: alguien (¿su madre?) pronuncia estas pala-
bras: "ese hombre debía estar loco para hacer semejante cosa". Interpretación: el trauma a)
causado por el hombre es verdadero: la duda de la madre condujo a la niña a desaprobarse a
sí misma, conscientemente. Aprende así la sugestibilidad, no tiene confianza en mí, ni en su
propio juicio ni en sus amigos. Agregado al sueño: las personas que están muertas, entre
ellas, también (su madre) y yo (Dr. F.).

28 de junio, 1932

La femineidad como manifestación del principio de alivio del sufri-


miento frente a un caso de impotencia
S.I., frígida hasta la actualidad, pero con accesos de compulsión a beber y ataques
contra su marido; después de la gran conmoción se hace buena, atenta, servicial hacia casi
todo el mundo. Se encuentra confrontada, por azar, a los órganos genitales de su marido que
penden tristemente. En lugar del disgusto experimentado hasta ahora, siente una profunda
piedad. Análisis: querría consolar a su marido y permitirle ser siempre infiel de alguna mane-
ra, pero no puede soportar la tristeza y la inhibición de un muchachito que se siente culpable.
77
En inglés en el texto: “venganza”.
78
En latín en el texto: “En estado naciente”.
79
En inglés en el texto: “capítulos”.
80
En inglés en el texto: “pérdidas”.
81
En inglés en el texto: “nota de lectura”.
Está también más favorablemente dispuesta en lo que concierne al despilfarro frenético y a la
pasión por el juego de su marido. Como ha logrado, con ayuda de esta comprensión, mejorar
el control de su marido sobre sí mismo, espera inconscientemente aumentar su potencia per-
donándole sus pecados sexuales. El paso siguiente debería ser entonces el despertar de su co-
raje también respecto de su mujer, y una consecuencia suplementaria correspondiente debería
ser el propio don de ella misma para apaciguar el deseo de su marido en adelante dirigido ha-
cia ella. La esposa de un hombre impotente debe ser pues más femenina todavía que la mujer,
pero en la mayor parte de los casos la mujer fracasa frente a esta segunda tarea más difícil: se
hace rebelde, despreciativa, e inhibe así el último resto de potencia.
Todo el proceso es la repetición del período de los pensamientos y deseos incestuosos
del muchacho. En el matrimonio, la infidelidad toma el lugar del incesto como pecado imper-
donable. La verdadera esposa no va a imitar a la madre del muchacho que condena toda se-
xualidad, con más razón el incesto, sino que sabrá asegurar con su amor al muchachito inti-
midado, cualesquiera sean los impulsos que éste sienta, e incluso si cede a estos impulsos.
Como recompensa a esta abnegación recogerá el aumento del sentimiento de su propio valor
en su marido, el despertar de su sentido de responsabilidad, al mismo tiempo que su potencia,
poniendo así fin a la compulsión de repetición originada en la infancia. Teniendo en cuenta
la educación actual de las mujeres es difícil esperar tal comportamiento comprensivo e indul-
gente. Del mismo modo, en este caso fue necesario mucho tiempo y una experiencia analítica
conmovedora para hacer posible tal actitud. La paciente está en lo sucesivo en mejores condi-
ciones de considerar los acontecimientos traumáticos de su propia infancia con un espíritu de
comprensión y de perdón y no con un espíritu de desesperanza, de odio y de venganza. Una
verdadera curación de la conmoción traumática quizás sólo es pensable a partir del momento
en que los acontecimientos son, no sólo comprendidos, sino también perdonados.
La aptitud para tal adaptación a la renuncia quizás sólo puede explicarse si admitimos
la existencia en la naturaleza, al lado del principio egoísta de hacerse valer, de un segundo
principio de apaciguamiento; en consecuencia: egoísmo (infantilidad, masculinidad), opuesto
a maternal, es decir, a la bondad.
Quizás mencionar aquí, como analogía, el hecho de la compresión del gas y de su
licuefacción terminal en el mundo inorgánico, y el mimetismo, etc. en biología. Todo ocurre
pues como si la naturaleza sólo se preocupara de instaurar la paz, de una manera o de otra. La
paz por el apaciguamiento, sin ninguna consideración de los deseos, o la paz por la abnega-
ción.

28 de junio, 1932

Utopía: supresión de las pulsiones de odio, interrupción de la ca-


dena de crueldad del tipo vendetta; adiestramiento progresivo de
toda la naturaleza por medio del control por el conocimiento
Relacionar con las ideas surgidas en otro momento respecto del porvenir del psicoa-
nálisis: si es que no obstante fue posible inhibir las pulsiones y los reflejos por la compren-
sión, es solo cuestión de tiempo (pienso yo) saber cuándo todas las pulsiones yoicas serían
domadas en el momento de pasar por un cerebro humano.
Las hipótesis audaces respecto al contacto de un individuo con todo el universo deben
ser consideradas no solamente desde el punto de vista según el cual esta omnisciencia hace al
individuo capaz de rendimientos particulares, sino también (y es quizás lo más paradojal de
lo que jamás fue dicho), en la perspectiva de que tal contacto pueda actuar de manera huma-
nizante sobre todo el universo.

30 de junio, 1932
Proyección de la psicología de los adultos sobre los niños. (Fal-
sum82)
Es cierto que Freud ha seguido genéticamente la psicología del adulto remontándola a
la lejana infancia. Partiendo siempre del punto de vista de que las reacciones de los niños, de
los lactantes, incluso de todo lo que está vivo, son de esencia idéntica a la de los adultos, con
la diferencia de que los niños están impedidos de hacer valer la sed original de omnipotencia
que conservan secretamente, bajo forma reprimida, durante toda su vida. Se piensa entonces -
y ver a este respecto mis propios "estadíos de desarrollo"83 - que el niño nace con una fuerte
voluntad propia que intenta afirmarse a toda costa y que, cuando está impedida, se satisface
por vía alucinatoria. La existencia misma de una satisfacción de esta clase habría debido sor-
prendernos y conducimos a pensar que los individuos, al principio de su existencia, todavía
tienen reacciones de una especie diferente que las que tienen más tarde en la vida, y que qui-
zás es igualmente inapropiado poner en la base de estos procesos vitales primordiales los mo-
dos de reacción de los adultos.
En un proceso psíquico del que quizás no ha sido apreciada suficientemente toda la
importancia, incluso por Freud, a saber el proceso de identificación como etapa previa a la
relación de objeto, no hemos apreciado suficientemente hasta ahora la fuerza operatoria de
una forma de reacción ya perdida para nosotros, pero sin embargo existente; tal vez se trate
de la fuerza operatoria de un principio de reacción de otra clase, para el cual quizás no con-
venga del todo la designación de reacción; en consecuencia, un estado en el cual todo acto de
autoprotección y de defensa está excluido, y donde toda la influencia exterior permanece en
estado de impresión, sin contrainvestidura del interior. El resumen mas conciso de este cua-
dro fue probablemente el encontrado por el Dr. Thompson que dice: los seres humanos, al
principio de su vida, todavía no tienen individualidad. Acá podría insertarse mi afirmación
sobre la tendencia a extinguirse (caer enfermo y morir en los muy niños), y el predominio en
ellos de la pulsión de muerte; la fuerte impresionabilidad (Mimikri84) quizás es también sólo
un signo de la debilidad de la pulsión de vida y de la autoafirmación, tal vez ya es incluso una
muerte que comienza pero aplazada de alguna manera85. Pero si esto es verdad, y si esta espe-
cie de mimetismo, esta manera de ser impresionado sin autoprotección es la forma de la vida
original, entonces fue osado, incluso injustificado, atribuir a este período casi desprovisto de
motilidad, y de seguro también probablemente inactivo intelectualmente, los mecanismos de
autodefensa y de alucinación (pulsiones de deseo) que son los únicos que nos son conocidos
y familiares. Antes del período alucinatorio hay pues todavía un período de mimetismo puro;
incluso en éste, se le pone finalmente un término a la situación de displacer pero, sin embar-
go, no por una modificación del mundo circundante, sino por la sujeción de la sustancia viva,
es decir, un abandono parcial de la débil tendencia a la afirmación que acaba de ser intentada,
una resignación y una adaptación inmediata de sí mismo al medio. La vida todavía incomple-
tamente desarrollada recuerda pues, en su efecto, el resultado al que sólo llegan, en la vida
posterior, seres de excepción, eminentemente dotados en el plano moral y filosófico.
El hombre religioso está desprovisto de egoísmo ya que renuncia a su propio Yo; la
vida primordial está desprovista de egoísmo porque en ella no hay todavía un Yo desarrolla-
do. El hombre egoísta, gracias a sus mecanismos de defensa contra las excitaciones, se aísla
en gran parte, como por una piel, del mundo circundante. En el lactante estas medidas de pro-
tección no están todavía desarrolladas, de manera que se comunica con el mundo circundante
por una superficie mucho más extensa. Si tuviéramos el medio de lograr que tal niño nos co-
municase para qué lo hace apto esta hipersensibilidad, sabríamos probablemente mucho más
82
En latín en el texto: “Error”.
83
“El sentido de realidad y sus estadíos”.
84
Mimetismo, imitación.
85
“El niño mal recibido y su impulso de muerte”.
sobre el mundo que lo que nuestro horizonte estrecho nos permite.
C.S., que sufre de una compulsión inexorable a no poder mirar un sufrimiento sin ali-
viarlo de algún modo, que permite a casi todo el mundo gozar una parte de su gran fortuna,
con excepción de ella misma, ha sido analizada durante años sobre la base del principio de un
sadismo reprimido, sin el menor éxito, y también sin darle el sentimiento de haber sido algu-
na vez comprendida por alguien. Debí finalmente resolverme a plegarme completamente a
sus posiciones aceptando la probabilidad del hecho de que en ella la reacción originaria no
fuera la defensa sino la obligación de ayudar. Las influencias del medio, en su infancia, fue-
ron más o menos las siguientes: vivía en la casa de un tío hipocondríaco al que casi se podría
calificar de enfermo mental, y su gobernanta le enseñó muy temprano que todo ruido perjudi-
caba terriblemente a este tío. Su reacción no fue, por ejemplo, la cólera; la gobernanta y el tío
se le imponían de tal modo que no solamente no osaba contradecirlos sino que incluso ni se le
ocurría que pudiesen estar equivocados. Bruscamente se transformó en una persona temerosa
que imitaba completamente la hipocondría del entorno, y no sabía hacer otra cosa que ir y ve-
nir en puntas de pie, completamente persuadida de que era la única manera de hacerlo, y la
más natural en los niños. La única fantasía de cumplimiento de deseos era para ella crecer.
Cuando yo, sea grande ya no deberé caminar sobre las puntas de los pies, sino que serán
otros, quizás mis niños, quienes caminarán en puntas de pie para asegurar mi tranquilidad.
Mucho más precozmente, el desarrollo de su personalidad fue perturbado por su ma-
dre. Esta era verdaderamente una enferma mental, y es un hecho conocido en la familia que
en el curso de uno de sus accesos de locura había encerrado a la niña durante dos días en su
propia habitación. Nadie sabe lo que pasó durante ese tiempo, sólo las tentativas de reproduc-
ción analítica (la madre siempre tenía la preocupación torturante de impedir a su hija tener
una actividad masturbatoria) condujeron a la suposición de que la madre había atacado los ór-
ganos genitales de la niña. Lo que es trágico en este caso, es que la paciente, incluso ya adulta
y en posesión de su fortuna y del derecho de disponer de ella, no tenga siempre verdadera-
mente el coraje de disfrutar ella misma de esta libertad. Como en el pasado, tiene siempre la
compulsión de sacrificarse por los otros, como en realidad debió sacrificar toda su infancia y
su juventud, pero también una parte de su inteligencia, a su medio demente, loco. Se emocio-
na hasta las lágrimas y se siente inmediatamente impulsada a una intervención caritativa.

30 de junio, 1932

Hipocresía y "enfant terrible"86


Dm.: La hipocresía es la consecuencia de la cobardía de aquellos que dan el tono (las
autoridades tienen miedo de las autoridades). Predican la mentira y hablan con desprecio de
toda persona que dice la verdad sin rodeos.
Los buenos chicos se han vuelto hipócritas. Los enfants terribles son revolucionarios
(cuando son empujados al extremo) contra los hipócritas, y exageran la simplicidad y la de-
mocracy87. Un desarrollo verdaderamente favorable (optimum) conduciría al desarrollo de in-
dividuos (y de razas) que no serían ni mentirosos (hipócritas) ni destructores.
La esquizofrenia es una reacción de mimikiy88 "fotoquímica", en lugar de la autoafir-
mación (revanche, defensa). (Dm.: los esquizofrénicos son afectados por el trauma, en reali-
dad, antes de que tengan una personalidad.)
La "reacción de mimetismo" fotosensible en la naturaleza es más primaria que la
reacción de afirmarse y de hacerse valer. El segundo principio, que aparentemente incluso no
existe y que la ciencia no toma en consideración (la reacción de apaciguamiento) es el más
86
En francés en el texto.
87
En inglés en el texto:
88
En inglés en el texto: “mimetismo”.
primario. (El más infantil.) Parece que estuviera perdido por el hecho de una educación erró-
nea (irritante).
"Bondad reprimida" (El análisis niega esto -o lo admite sólo en una capa superior
[¡Pfister!]).
Los analistas quieren aplicar sus propios complejos (maldad, mala intención) incluso
a aquellos (esquizofrénicos) que han sufrido heridas precoces. ¡Equivocado! Incluso los neu-
róticos deben ser llevados más allá de la malevolencia traumatógena (behind) hasta la bondad
confiada. "El segundo "principio" es el más primario.

Influencia de las pasiones de los adultos sobre las neurosis de ca-


rácter y el desarrollo sexual de los niños
¿Qué son las pasiones? En la Encyclopedia Britannica: "Passion" = 1) Suffering of
Pain, 2) Feeling of emotion, 3) Sufferings of Jesus Christ.. and of Saints and Martyrs. "The
modern use generally restricts the term to strong and uncontrolled emotions." V. 418 C.V.
420 C, V. 425 D. (Descartes: If reason be contradictory in itself, truth must be found in un-
reason.)
It is not easy to conceive how the same being who is determined by passion from with-
out should also be determined by reason from within. How in other Words can a spiritual be-
ing maintain its character as self-determined or at least determined only by the clear and dis-
tinct idea of the reason which are its innate forma in the presence of his foreign element of
passion that seems to make it the slave of external impressions? Is reason able to crush this
intruder or to turn it into a servant? Can the passions be annihilated or can they be spiritual-
ized? Descartes could not properly adopt either alternative89.
Descartes pues intentó fundar la esencia de la sublimación de manera especulativa.
Freud intentó definir toda sublimación y toda pulsión hacia la perfección por pulsiones de de-
seo irrealizables y que deben permanecer siempre insatisfechas, de algún modo como fanta-
sías y acciones compensatorias y consoladoras. Un examen y una observación más particula-
res de la desviación de la pasión en control de sí lógico y ético, más tarde incluso en placer
positivo de lo que fructifica y se desarrolla en todas partes (en consecuencia, en sí como en el
mundo circundante), condujo a la suposición de que, probablemente, dos procesos intervie-
nen en la sublimación, es decir, en el placer del bienestar, del apaciguamiento, de la bondad y
de la ternura recíprocas: 1) efectivamente, en el sentido freudiano, un cambio de dirección de
las pulsiones pasionales agresivo-egoístas, que son irrealizables; 2) se llega a suponer que
existe todavía una segunda fuente de la benevolencia recíproca, más primaria, conforme a la
naturaleza y no neurótica. Si logramos tener acceso a la vida psíquica del niño todavía respe-
tado por los dolores y los sufrimientos, arribamos finalmente a la hipótesis de que es sola-
mente el sufrimiento el que ha hecho al hombre apasionado y sin consideraciones. Si el niño
vive todavía en una atmósfera óptima en cuanto al medio, tendrá tendencias a) a hacer parti-
cipar de su placer al medio, b) a encontrar un placer todavía desprovisto de envidia con res-
89
En inglés en el texto: “Pasión = 1) Sufrimiento de un dolor, 2) Sentimiento de una emoción, 3) Sufrimientos
de Jesucristo... y de los santos y mártires. “El uso moderno limita generalmente el término a las emociones fuer-
tes e incontroladas”. (Descartes: Si la razón es contradictoria en sí misma, la verdad debe ser encontrada en la
sinrazón).
No es fácil concebir cómo el mismo ser que está determinado por la pasión del exterior debería estar
también determinado por la razón del interior. ¿Cómo, en otros términos, un ser espiritual puede preservar su
carácter de autodeterminación o al menos de determinación, sólo por la idea clara y distinta de la razón, que son
sus formas innatas, en presencia de este elemento extraño de pasión que parece hacerse el esclavo de impresio-
nes extrañas? ¿La razón es capaz de aniquilar a este intruso o de hacerlo un servidor? ¿Las pasiones pueden ser
aniquiladas, o pueden ser espiritualizadas? Descartes no pudo adoptar, propiamente hablando, ninguna de las
dos alternativas”.
pecto a la prosperidad y al bienestar en el medio circundante.
Este comportamiento y este sentimiento de una ética aparentemente tan elevada no
tiene, sin embargo, nada de la pretensión de los adultos virtuosos, es simplemente el paralelo
psíquico de su propia creencia física y mental libre, en consecuencia, no un mérito particular
y tampoco experimentado como tal. Una felicidad tan perfecta tal vez sólo se la ha experi-
mentado en el vientre de la madre, en consecuencia, en un período desprovisto de pasión,
brevemente interrumpido por la conmoción del nacimiento, pero del cual se continuará go-
zando en el curso del período de cuidados de la lactancia. Los sufrimientos inevitables, en
parte quizás superfluos e inútiles, de la primera adaptación (regulación de las funciones orgá-
nicas, aprendizaje de la limpieza, destete), hacen a todo humano más o menos apasionado. En
los casos más favorables, persiste sin embargo en el individuo como resto y efecto de la feli-
cidad de la que ha gozado, una parte de optimismo y un contentamiento sin malicia en cuanto
al progreso y la prosperidad del entorno.
Quizás es falso entonces relacionar todas las manifestaciones de bondad o de exceso
de bondad de las personas afectadas de neurosis obsesiva a una agresividad sádica compensa-
da o sobrecompensada. Incluso si todos los sufrimientos que ha provocado la agresividad in-
consciente han sido reproducidos en el análisis y liquidados de una manera nueva con com-
prensión y simpatía, e incluso si la capa de terror y sus estructuras defensivas ansiosas y fóbi-
cas han sido demolidas, subsiste el problema de lo que puede haber hecho al niño capaz de
encontrar, se diría gustosamente, una forma de adaptación tan inteligente, tan desinteresada,
en lugar de perseverar como ocurre manifiestamente tan a menudo en las actitudes de defensa
y desafío, y destruirse. Se puede pensar también en los maravillosos procesos de la naturaleza
como el mimetismo y, sobre todo, la simbiosis.
La prodigiosa capacidad de adaptación aloplástica del ser humano fuerza a grandes
cantidades de la energía del mundo circundante a emprender vías económicas. (Ver Benjamín
Franklin: "Eripuit coelo fulmen sceptrumque tyrannis"90.) Una parte de la energía del mundo,
bajo la influencia del ser humano, está de algún modo domesticada y humanizada. Es necesa-
rio calificar de menos exitosos los resultados de la adaptación mutua de los humanos entre sí.
Si hubiera un medio de atenuar en el conjunto el arrebato pasional de los humanos, arrebato
que no toma nada en cuenta, dejándoles gozar un poco más de tiempo de la verdadera felici-
dad de la infancia, domando sus propias pasiones en consideración a sí mismos y no haciendo
todavía más difícil el trabajo de resignación inevitable del período de adaptación por sufri-
mientos superfluos, entonces quizás no seria imposible atenuar los conflictos del egoísmo in-
dividual y llevar a la naturaleza, quizás no enteramente egoísta en su origen, a florecer en sus
aspectos conciliadores, equilibrantes, incluso felices de desarrollarse. Incluso si uno se permi-
tiera hacer profecías sin avergonzarse, se diría que lo que se espera del porvenir no es ni la
victoria del capitalismo unilateral y brutal ni la del igualitarismo fantasioso, sino un pleno re-
conocimiento de la existencia de pulsiones puramente yoicas que permanecen bajo control,
pero que deben ser en parte realmente satisfechas, y la eliminación de mucha bondad exage-
rada, neurótica y todavía apasionada, podría decirse, violenta en sus efectos (política del "Pá-
jaro, traga o revienta"), y finalmente quizás la lenta eclosión de una benevolencia ingenua.
El trabajo preparatorio para esto debería ser proporcionado por la educación de los ni-
ños, pero el trabajo preparatorio para la educación de los niños es la experiencia y la práctica
psicoanalítica. Desde luego que de este modo caerá sobre uno la sospecha de haber simple-
mente aumentado con una unidad más el número de locos que quieren mejorar el mundo,
pero esto puede ser rebatido por el hecho de que 1) este proceso de transformación tiene un
efecto duradero en los casos individuales, 2) que la transformación favorable del carácter del
neurótico curado influencia desde ahora su entorno en el sentido benéfico antes mencionado,
3) que se puede desde ya dar cuenta de intentos muy prometedores en cuanto a los resultados
90
En latín en el texto: “El rayo es arrancado del cielo y el cetro al tirano”.
de una educación de los niños psicoanalíticamente sostenida.
Mi propio optimismo es un éxito psicoanalítico. Tenía en otro tiempo como rasgo de
carácter manifiesto un pesimismo pronunciado, tanto en lo que se refiere a los conocimientos
y a los progresos, como a propósito de las posibilidades de adaptación en la naturaleza. Sólo
veía por todas partes circulus vitiosus91. Hoy me arriesgo a veces a pensar en un circulus be-
nisnus92.
"Cartesianism. Encyclopedia Britannica, Vol. V, 1910-11. The passions are... provi-
sions of nature for the protection of the unity of soul and body, and stimulate us to the acts
necessary for that purpose. Yet, on the other hand, he could not admit that these passions are
capable of being completely spiritualized... It is impossible to think that the passions which
arise of this unity, can be transformed into the embodiment and expression of reason.
Descartes points out: "...every passion has a lower and a higher form; and while in
its. Lower or primary form it is based on the obscure ideas produced by the motion of the an-
imal spirit, in its higher form it is connected with the clear and distinct judgments of reason
regarding good and evil"93.
Suposición: incluso las formas más inferiores de la existencia (anorganic, purely ve-
getatiue94) son el resultado de dos tendencias: buscar la vía 1) por medio de la autodefensa y
la autopreservación, 2) por medio de la adaptación, el compromiso, el apaciguamiento. El sa-
ber humano superior (igualmente ético) es un retorno al compromiso, o principio de apaci-
guamiento que existe por todos lados.
Lo inorgánico: sentir todo, no saber nada. (Únicamente principio de realidad.)
Lo vegetativo: saber, tanto como sea posible, todo lo que es provechoso para uno mis-
mo. (Únicamente principio de placer.)
Human95: descartar por medidas de protección y de defensa todo lo que no es sí mis-
mo. (Represión). Principio de placer.
Dos formas: 1) Coerción: únicamente principio de realidad (abnegación).
2) ¡Toma en consideración del principio de placer y del principio de
realidad!
Pero incluso Descartes ve ya que "no ideal morality is possible to man in his present
state"96.
Dualism of Descartes in Metaphysics and in Ethics97.
¿Se puede pensar un progreso en el punto en que se renuncia completamente a las ten-
dencias yoicas (pasionales)? Solamente si los centros de uno mismo en tanto tales cesasen de
existir y si los individuos aislados (átomos, etc.) llegasen a la "convicción" que vale más no
existir en tanto que seres aislados. Unificación del universo en un punto ideal.
Actualmente, sólo es posible un optimum relativo (Filosofía del puercoespín.) Pero

91
En latín en el texto: “Círculos viciosos”.
92
En latín en el texto: “Círculos benignos”.
93
En inglés en el texto: “Cartesianismo: Enciclopedia Británica. Las pasiones... son provisiones de la naturaleza
para la protección de la unidad del alma y del cuerpo y nos estimulan a los actos necesarios para este fin. Sin
embargo, él no podía admitir, por otra parte, que estas pasiones fuesen capaces de ser completamente espirituali-
zadas... Es imposible pensar que las pasiones que surgiesen de esta unidad pudiesen ser transformadas en la en-
carnación y la expresión de la razón. Descartes observa: “...toda pasión tiene una forma inferior y una superior;
y mientras que en su forma inferior o primaria está basada en las ideas oscuras producidas por el movimiento
del espíritu animal, en su forma superior está ligado al juicio claro y distinto de la razón que considera el bien y
el mal”.
94
En inglés en el texto: “Inorgánicas, puramente vegetativas”.
95
En inglés en el texto: “Lo humano”.
96
En inglés en el texto: “No hay moralidad ideal posible para el hombre en su estado actual”.
97
En inglés en el texto: “Dualismo de Descartes en metafísica y ética”.
esto puede ser mejorado (Progress98. Malebranche, Church-father99:
"My pain is a modification of my substance but truth is the common good of all spir-
its ."
100

Ferenczi: (La pasión es puramente egoísta, "truth"101 es el bien común de todo lo que
existe. C.11 principle (peace)102.
Ferenczi (a) "Combate de todos contra todos" -Ciencias modernas de la naturaleza.
(b) "Compromiso de todos con todos" (peace-Principle103).
Malebranche: The idea of the infinite is prior to the idea of finite104."
Ferenczi: La reacción de todos a todo (en el universo) está antes que la organización de la au-
todefensa (Individualidad).
Malebranche: "We conceive of the infinite being by the very fact that we conceive of being
without thinking wether it be finite or no. But in order that we may think of a limite being we
must necenarily cut off or deduct something fom the general notion of being, which conse-
quently we must previously posess105." -(El hecho de sentirse a sí mismo postula la existencia
de un no-yo, el Yo es una abstracción. Antes de esta abstracción, debemos haber sentido el
todo [universo].)
El niño está todavía más próximo a este sentimiento de lo universal (sin órganos de
los sentidos); sabe (siente) todo, seguramente mucho más todavía que los adultos a los que
los actuales órganos de los sentidos les sirven esencialmente para excluir una gran parte del
mundo exterior (en realidad, todo, excepto lo que es útil).
Los adultos son relativamente idiotas. Los niños son omniscientes.

6 de julio, 1932

Proyección de nuestras propias pasiones o disposiciones pasiona-


les sobre los niños.
¿Las perversiones son y en qué medida realmente infantilismos? ¿El sadismo y el ero-
tismo anal no son ya una reacción histérica a los traumatismos?

Ventajas e inconvenientes, es decir, límite óptimo de la contra-


transferencia
1) R.N. Casi todos los días el mismo escenario: 1) examina a fondo las asociaciones del ana-
lista que naturalmente no puede ocultar que siente diversas reacciones negativas respecto a la
paciente. R.N. tiene tendencia a considerar estas declaraciones con una comprensión analítica
pero se observa, a pesar de su habitual objetividad, un interés particular por las declaraciones
que la conciernen, así como por las declaraciones de los otros a su respecto, pero todo parti-
cularmente: en qué medida yo me identifico con aquellos que no la estiman.
98
En inglés en el texto: “Progreso”.
99
En inglés en el texto: “Padre de la iglesia”.
100
En inglés en el texto: “Mi sufrimiento es una modificación de mi sustancia, pero la verdad es el bien común
de todos los espíritus”.
101
En inglés en el texto: “verdad”.
102
En inglés en el texto: “Principio C.11 (paz)”.
103
En inglés en el texto: “Principio de la paz”.
104
En inglés en el texto: “La idea de infinito es anterior a la idea de finito”.
105
En inglés en el texto: “Tenemos el concepto del ser infinito por el mismo hecho de que tenemos el concepto
de un ser sin pensar que sea finito o no. Pero a fin de que podamos concebir un ser finito, debemos necesaria-
mente suprimir o deducir algo de la noción general de ser, de debemos en consecuencia poseer con anteriori-
dad”.
2) Cambio en la dirección de la investigación, la sesión comienza con quejas a) respecto de la
lentitud de los progresos respecto de su dolor y de los síntomas de éste, b) apoyadas también
en las confesiones analíticas de la víspera, quejas respecto a la ausencia de ese grado de inte-
rés y simpatía, incluso de amor, que sólo puede suscitar su confianza en mi capacidad de vol-
ver a reunir en una unidad su alma desgarrada. c) En otro momento, yo reaccionaba a esto
con un marcado aumento de mi antipatía y con el sentimiento de ser forzado al sentimiento.
(Lo que entrañaba la correspondiente defensa interior.)
Desde que examiné más a fondo las causas de mis simpatías y antipatías, una gran
parte de éstas pudo ser reconducida a una fijación infantil a mi padre y a mi abuelo, con la
misoginia correspondiente. Correlativamente un sensible aumento de mi compasión por esta
persona martirizada, casi hasta la muerte y, por añadidura, acusada erróneamente. Cuando mi
emoción alcanza cierto nivel, la paciente se calma y quiere continuar trabajando; la crítica
que sigue persistiendo se refiere sólo a la torpeza en la manera de plantear las cuestiones y,
con pocas excepciones, a la falta de un esfuerzo interno de voluntad apropiado y eficaz de mi
parte, inmediatamente percibido por la paciente que, desde el momento en que está en estado
de trance, siente las cosas de manera telepática, incluso clarividente. Es así que las sesiones
dobles terminan siempre con reconciliaciones que, de vez en cuando, son casi tiernas. La
antítesis de estos procesos se encuentra en la historia anterior: el responsable de los trauma-
tismos estaba tan enceguecido que acusaba a su niña de la manera más repugnante. Ese fue el
momento del derrumbe y la pérdida de toda esperanza, que se transfirió también sobre el aná-
lisis.
Por otra parte, no se puede negar que el paciente trabajo de ocho años merece ser re-
conocido, y que un niño martirizado casi hasta la muerte debe ser tratado con ternura. ¿Pero
cuando pues debe comenzar la adaptación a la realidad? ¿Será posible conducir al enfermo a
renunciar a sus fantasías irrealizables? A veces casi desespero, pero hasta aquí la perseveran-
cia ha sido siempre recompensada. Hoy, por ejemplo, sueña con un toro que la ataca, siente
ya su cuerno en contacto con su piel y se abandona. Esto le salva la vida porque el animal
pierde todo interés por la criatura que no se defiende más y parece muerta, y la deja.
Sin embargo, la paciente no me encuentra suficientemente contrito, pero por otro
lado, como lo muestra el sueño, quizás esté dispuesta en la actualidad a borrar el hecho de
que yo la reconozca y le muestre amistad, y lista entonces a renunciar a otras cosas. Valió
pues la pena haber controlado enérgicamente los eventuales accesos de impaciencia, e incluso
haber tomado sobre uno gran parte de la responsabilidad de esta impaciencia. El analista no
tiene pues que irritarse, sino comprender y ayudar. Cuando la aptitud a hacerlo se bloquea,
debe buscar las faltas en sí mismo. Finalmente llega un momento -al menos así lo esperamos-
en que los pacientes toman su parte en lo irremediable, aunque lamentándolo, incluso si el
análisis sólo les ofrece para la vida comprensión y simpatía, e incluso si la vida real sólo les
promete fragmentos de esa felicidad que hasta ese momento les había sido negada.
B. Intenso acrecentamiento del estado de malestar. Ni una noche sin trastornos del
sueño y de la respiración; lo soporta durante semanas, después desborda la rabia contra el
análisis que sólo la prepara para los sufrimientos, abre viejas heridas y luego no hace nada
por ella. Imprecaciones y griteríos durante toda la sesión, acusaciones, insultos, etc. Exige
que yo reconozca mi impotencia y, para terminar, llega incluso a la idea de que debo repetir
el trauma si esto es lo único que puede ayudar. En el pasado, cuando ocurrían estas series de
crisis o explosiones similares, yo experimentaba de algún modo un sentimiento de culpabili-
dad, e intentaba tranquilizar a la paciente esforzándome en tratarla -transformada en una niña
que sufre- con una ternura profundamente sentida; sin embargo, todo permanecía como antes.
Desde entonces, he aprendido a dominar mi emoción, y pienso incluso que un tratamiento
amistoso más frío, y las explosiones inevitables que se continúan son, en realidad, un progre-
so en relación a la disimulación anterior de la rabia (que ella había aprendido en su casa).
Pienso que un nuevo acrecentamiento de la rabia, tratada de la misma manera, encontraría de
nuevo el camino hacia el pasado. Si uno se deja llevar demasiado por la transferencia positiva
o negativa quizás escapa a las experiencias desagradables en el curso de la sesión, pero si no
se evita esto último se podrá ser muy bien recompensado por un progreso inesperado.
Dm., Desde que ve y siente que no respondo simplemente con antipatía a sus actos y
comportamientos provocativos, se puede obtener todo de ella. Los progresos son enormes.
S.I., En el fondo ha sido siempre simpática, pero durante mucho tiempo resistente.
Después media vuelta repentina, frecuentemente desvalorizada, hacia la serenidad y la subli-
mación.
En conclusión, no se encuentran siempre allí reglas generalmente válidas.

7 de julio, 1932

Reflejo en transparencia e inversión.


Como consecuencia psíquica de la desintegración de la personalidad (y de la pérdida
de la aptitud para la convicción, incluso también para el saber y la rememoración). 1) R.N.:
sueño frecuentemente recurrente: dos, tres o incluso varias personas representan, después del
análisis acabado del sueño, tantas partes constitutivas de la personalidad. El sueño analizado
hoy, por ejemplo, se presentó bajo la siguiente forma dramatizada: la soñadora misma recibe
un mensaje escrito de la persona amada que le es más próxima, con este texto: Here I am. I
am here!106. La soñadora intenta comunicar esto a una tercera persona masculina, pero sólo
puede entrar en relación con ella indirectamente, por un llamado telefónico a larga distancia,
y todo el diálogo con este hombre se percibe efectivamente de manera muy indistinta, como
viniendo de una distancia considerable. La dificultad aumenta hasta transformarse en un es-
fuerzo impotente, pesadillesco, por el hecho de que el texto del mensaje no puede ser leído
directamente; la soñadora no lo ve más que como una escritura en espejo mientras la luz atra-
viesa la tarjeta postal, y ella está sentada en una especie de tienda y sólo puede ver en espejo
lo que está escrito.
La incapacidad de hacerse comprender es relacionada por asociación en el análisis a)
con su desesperación causada por el hecho de que yo, el analista, durante tanto tiempo la
haya comprendido al revés (que haya comparado su caso con otro, diferente, mucho más leve
(S.I.) y que le haya reprochado de algún modo no ser optimista, gentil y graciosa, como esta
otra). b) Este comportamiento de mi parte reprodujo el momento en que perdió la esperanza
de volver a encontrar en su padre el amor que le había mostrado un día. Reconoció así la ver -
dadera naturaleza de su padre como la de la rabia ciega y loca (distorsionada), furiosa y cruel.
c) Intrincada, por añadidura, con la idea diabólica, efectivamente puesta en práctica, de trans-
formar a la paciente en una autómata totalmente sin defensa, por medio de diferentes vene-
nos. El hombre del sueño, difícil de alcanzar, es por una parte este espíritu persecutorio, por
otra parte yo mismo, el analista obtuso. El análisis histórico de este personaje masculino (que
se comporta en el sueño como un payaso que, en lugar de mostrar su propio dolor, divierte a
los otros y produce números acrobáticos y cómicos) conduce a) a su propia historia infantil,
representaciones de circo, etc., b) a sucesos infantiles análogos supuestos en el analista (em-
briaguez y violación). Por otra parte, ver en transparencia a través de la tela de una tienda, in-
cluso leer en espejo y oír al interlocutor telefónico como de muy lejos, corresponden a acon-
tecimientos históricos.
Sin embargo, la explicación que resume mejor esta pesadilla es que la personalidad
estallada y sin defensa por el sufrimiento y el envenenamiento, intenta una y otra vez, pero
siempre sin éxito, reunir las diferentes partes de sí misma en una unidad, es decir, compren-
der los sucesos en ella y alrededor de ella. Pero en lugar de comprenderse (de darse cuenta de
106
En inglés en el texto: “¡Aquí estoy; estoy aquí!”.
su propia miseria), sólo puede poner en evidencia indirecta y simbólicamente los contenidos
que la conciernen y que son inconscientes para ella misma: debe ocuparse de estados de alma
análogos de otras personas (origen de la elección de su profesión), quizás con la secreta espe-
ranza de ser un día comprendida por uno de esos seres sufrientes. Su hipersensibilidad -como
dice la asociación- va tan lejos que puede enviar y recibir "mensajes telefónicos" a distancias
enormes. (Cree en la curación a distancia por la concentración de la voluntad y del pensa-
miento, pero sobre todo por la compasión.) Como ha relacionado su propia historia a la del
analista, supone que ya de niña, a "larga distancia", encontró por telepatía al analista que esta-
ba expuesto a sufrimientos semejantes, y que alrededor de cuarenta años más tarde, después
de largas errancias, finalmente llegó hasta él. Pero los obstáculos y amnesias en el analista
mismo, retardaron la emergencia de la comprensión (en el analista -ver las quejas respecto a
mis juicios erróneos sobre ella) y es solamente ahora que he comenzado a reconocer mis erro-
res y a reconocerla y rehabilitarla a ella como una persona inocente y benévola (en efecto, re-
cientemente se la he descripto a S.I. en los mejores términos), que nos acercamos a la posibi-
lidad de reajustar los fragmentos de su personalidad, y hacerla capaz de reconocer, lo mismo
que de rememorar, no solamente de manera indirecta sino también inmediata, el hecho mis-
mo y las causas de este estallido. Hasta ahora sólo pedía leer (saber) algo concerniente a su
propio estado en una escritura en espejo, es decir, por reflexión, en los sufrimientos análogos
de otros. Pero ahora ha encontrado a alguien que le demuestra que lo que ha descubierto res-
pecto al analista, de una manera convincente para ella misma, la obliga a reconocer el reflejo
lejano de sus propios sufrimientos.
Si esto tiene éxito, el estallido anterior y con él la tendencia a la proyección (locura)
se habrán, en realidad, hecho retroceder mutuamente.
2) Los fragmentos aislados de la personalidad nos permiten, en este análisis de las
profundidades, estudiar en sus detalles la constitución de la represión. La cuestión de saber si
existen sentimientos y sufrimientos reprimidos, es resuelta acá de un modo positivo. En ver-
dad, dosis gigantescas de cantidades sensibles de excitación, desprovistas de representacio-
nes, separadas de la descarga motriz y del pensamiento, son acumuladas en el neurótico y en
el psicótico. Este hecho de estar separada de la inteligencia aumenta todavía más la tortura.
Vemos en todo caso la confirmación evidente de Freud en cuanto a la formación de la repre-
sión por la sustracción de los contenidos psíquicos a sus reacciones emocionalmente adecua-
das.

19 de julio,1932

Percepción de su propia paranoia,


como brillante rendimiento (¿por primera vez?) del espíritu de consecuencia lógica y de la
"perseverancia" (fuerza de carácter).
A pesar de un gran displacer y un despliegue de fuerzas casi sobrehumano, en lucha
incesante con el conflicto interior (ver tics: ordenamiento (solución) musical y encantatoria
del caos), crear una unidad lógica en el tumulto demente a) de sus propios sentimientos y
pensamientos, b) en el caos del mundo circundante. Pero cuando he fracasado, incluso por
muy frecuentes que hayan sido los fracasos, jamás he abandonado la esperanza de que esto
algún día pudiese tener éxito. Casi había renunciado antes del episodio del "pasaje de fronte-
ra". Sin embargo, es precisamente en este momento que la desesperación se invirtió en una
actividad psicológica sostenida por el "consejo interior" (descubrimiento del inconsciente).
Se trataba de ser o de no ser
(S.S.S.).
Después de este breve intermedio, desemboqué en el "servicio por amor" junto a un
hombre fuerte, y permanecí dependiente. Un nuevo impulso, después de la experiencia del
psicoanálisis. 1) Entusiasmo, trabajo personal, mucha originalidad; 2) sumisión a la letra
(gran visir secreto - ambivalencia). Ya en América, relajamiento parcial del entusiasmo. 1)
Pero a lo sumo silencio e improductividad.
Ultima decepción: "No quiere a nadie, sólo a sí mismo y a su obra" (y no permite a
nadie mostrarse original). Después Berlín, París... El alejamiento libidinal permite innovacio-
nes técnicas "revolucionarias": actividad, pasividad, elasticidad. Retorno al trauma (Breuer).
Por oposición a Freud, desarrollé en un grado particularmente elevado la aptitud a la humili-
ty107 y a la apreciación de la clarividencia del niño (paciente) no depravado. Finalmente, les
permití incluso:
1) una percepción completa de mis debilidades, análisis con cada uno,
2) y mi superioridad mentirosa (tranquilidad).

19 de julio, 1932
La superioridad (prestigio) existente hasta ahora me procuraba la agradable sensación
de que todos los otros son tontos (locos), salvo yo.
La percepción psicoanalítica de mi propia vida emocional enmascarada de manera
sobrecompensatoria (psicosis reprimida inconsciente), condujo al auto-diagnóstico: esquizo-
frenia. (Que es lo que hace que las compensaciones debieran desafiar la realidad, es decir, ser
delirantes, "paranoides".) El odio a la mujer, la veneración del hombre (compulsión a la pro-
miscuidad a manera de superestructura) permitieron la racionalización de la impotencia trau-
mática. Causa fundamental: el padre del padre = dios, rey, patriarca. (Era imposible tener ra-
zón contra dios.) Sin embargo, la manera de querer tener razón persistió en todos los otros
dominios.
El mundo entero era sistemáticamente criticado. Finalmente, la crítica se volvió
contra mí mismo. (Querer tener razón, no mentir, era más fácil que la muerte, la angustia o el
dolor.) Así me rendí, por espíritu de consecuencia lógica, a la idea deseada. Esto condujo fi-
nalmente: a la búsqueda de las causas de la manía de querer tener razón (del odio de las mu-
jeres), la solución del trauma, las compensaciones. Resultado final: percepción de lo que que-
da de enceguecimiento (cobardía) delante de la autoridad masculina. Finalmente, percepción
de la paranoia de la autoridad (dios es loco, el mundo está en el caos). Toma de conciencia:
mi paranoia era del orden de la imitación (representación) de la de los poderosos adultos.
Ahora se trata de separarme de ellos tranquilamente, después, quizás, curarlos (ense-
ñarles la comprensión). Tarea específica: desprender a los pacientes, que la paranoia psicoa-
nalítica infantiliza y los hace obedientes y durablemente sometidos, por una liberación verda-
dera, incluso de nosotros mismos.
Orgullo: soy el primer loco que ha adquirido intuición crítica y que ha reconocido su
inferioridad respecto a todos. (Me he resuelto a instruirme por el "consciente".)
Recompensa: los locos se muestran sanos, sinceridad intelectual y simbólica solamen-
te en "pensamiento", en palabras. La sinceridad es transformada (Coraje de criticar).
En el caso I (R.N.), muy difícil. Utilización del material del autoanálisis en el caso 1.
En el caso II, IV, Dm., B., etc., más rápido.
Aún está "discourqged"108, llora.
Si el analista no brinda valientemente su ayuda a la repetición (sin temor), el paciente
no avanza. Los bloqueos del analista deben ser resueltos y confesados previamente. Así re-
torna la confianza en sí mismo del paciente (o se manifiesta por primera vez). Herida infligi-
da a sí mismo si no pasa nada que venga del exterior o si (por temor) es tratado con demasia-
da dulzura (S.I.). Suicidio.
La escisión es como el amor de sí -puesto que aterroriza se prefiere, en consecuencia,
107
En inglés en el texto: “Humildad”.
108
En inglés en el texto: “desanimada”.
ser matado.
Técnica: poner fin al período de dulzura.
Se exige la ausencia de consideraciones.

Naciente autoconciencia en B. (niña)


Su amiga es de una susceptibilidad disparatada.
Los analistas provocan el "odio" en todas partes.
"Alucino", es decir, admito que todos ellos (hombres y mujeres) están locos: se irritan
por insignificancias, odian en lugar de amar. Sin embargo, no llega a creer que sea la única
que tenga el espíritu claro, debe pues repetirse sin cesar: estoy loca. (En lugar de: todos ellos
lo están.)

19 de julio, 1932

Orden en el caos
B. Incapaz de asociar libremente. Siempre lógica. Pero en lugar de esto se observa, después
de haber superado enormes resistencias para contarlo que, junto al trabajo de pensamiento
claro y consciente, tiene constantemente una melodía en la cabeza, una especie de polifonía
disarmónica, que debe resolver siguiendo una lógica musical. Solución: al lado de su existen-
cia consciente lógica, que es la sobrecompensación de su estado y de su modo de funciona-
miento verdadero, alberga en ella una existencia caótica, que es necesario poner en "orden"
sin cesar. (Una gran parte de la persona está "loca", desorientada.)
(Ver también el sueño del niñito en el que la cabeza llega exactamente al borde de la
mesa.) El trauma se fija en el momento traumático (y no en el pretraumático). Se querría te-
ner éxito, es decir, aprehenderlo conscientemente y ordenarlo en el pasado (recuerdos). Pero
esto se hace imposible 1) si el trauma es demasiado intenso para ser revivido plenamente to-
davía una vez más,
2) cuando no se recibe ninguna ayuda para esto, 3) sobre todo si se... (Falta la continuación.).

21 de julio, 1932

A propósito del sentimiento de pudor


1) Punto de partida, B.: (a) N.F., quien comparte su vivienda, se enfurece por tonterías, se en-
fada durante todo el día, sin una palabra; y después, tartamudea. La paciente B. tiene frecuen-
temente la fantasía casi alucinatoria de que N.F., cuando habla actúa como si ejecutase con la
boca una función anal. (Po-po-po-po-po).
(b) B. sueña que ve un hombre que repta por tierra, gimiendo como un animal herido. La re-
gión anal está distorted, twisted109, color rojo sangre, igual que una boca abierta con dos lí-
neas de dientes y una lengua.
(c) N.F., rompiendo su mutismo, se sienta de golpe, casi a la fuerza, sobre las rodillas de B., y
dice con furia: "By God, 1 love you"110.
B. intentó hacer comprender a N.F. que ella (N.F.) presupone en ella (B.) cosas que
simplemente no son así. N.F. responde a esto (de una manera muy psicoanalítica): "Pero sí,
estas cosas están en ti, pero tú no sabes nada." (Quiere decir que se tiene tanta vergüenza de
ciertas tendencias que se las vuelve inconscientes.) Pude alentar a B.; existen también segura-
mente sentimientos verdaderos detrás de los cuales no se oculta nada "inconscientemente re-

109
En inglés en el texto: “Deformada, torcida”.
110
En inglés en el texto: “Por dios, te amo”.
primido". A partir de allí, el diálogo analítico condujo al problema del pudor en general. Le
dije que el pudor era una invención típicamente masculina, en el fondo completamente absur-
da. ¿Por qué sería necesario considerar partes vergonzosas a un órgano y la función de éste,
cuando uno y otro están bien donde están? Los niñitos son mucho más púdicos que las niñi-
tas. Estas se hacen súbitamente púdicas a la edad de la pubertad. (Citar acá el ejemplo de la
pequeña Erzsike.) Los hombres hacen las leyes morales y obligan a las mujeres a aceptarlas.
Una transmisión ininterrumpida vigila la impregnación de la generación siguiente por la mo-
ral.
Pero ocurrió que B., por el hecho de haber tenido conciencia de la función genital y
de su carácter voluptuoso desde su más tierna infancia, mientras que su espíritu no estaba aún
pervertido por la moral, se hizo, por así decir, clarividente; aceptó sólo en apariencia las con-
venciones sociales, en lo más profundo de ella misma guardó su convicción de que el pudor
es una absurdidad (locura) y una mentira. Desenmascaró el puritanismo y el snobismo de su
madre, la cobardía y la dependencia impotente de su padre, puesto que a este último lo había
visto como negligente moral. También temió el moralismo en el psicoanálisis, que habla sin
cesar de represión debida al pudor, mientras que (en la infancia) son sentidas tantas cosas sin
represión y sin vergüenza.
Los analistas no saben hasta qué punto la ingenuidad infantil de los neuróticos es real
e inmutable. El analista no le cree suficientemente al neurótico lo que debe desalentar a este
último que sabe cuán sinceramente es impúdico y cuán injusto es imputarle represiones. No
es el niño sino la sociedad la que es vergonzante e impulsa a la represión.
Así, en los dos casos precedentes, B. ve en N.F. la deformación: en razón de la ver-
güenza genital, los órganos genitales y la función genital están, por así decir, excluidos y, en
su lugar, el ano y la boca son investidos de libido: la vida amorosa está centrada sobre el he-
cho de morder y de evacuar. Siendo niña tuvo probablemente la impresión de que todo lo que
es genital es tratado como algo tan desagradable como la evacuación fecal. Se es castigado de
la misma manera que cuando se ensucia. Es así que el sadomasoquismo y el erotismo anal se
han instalado en el lugar de la genitalidad. Ocurre la misma cosa con el hombre en su sueño.
B. ve claramente la personalidad del Dr. R.N.N. Ve detrás de su virilidad exagerada y de su
furiosa necesidad de conquistar a todas las mujeres, la distorsión anal causada por las prácti-
cas homosexuales de su abuelo. Ve que en realidad es impotente y débil. Ve algo parecido en
casi todos los hombres civilizados.
Estos esclarecimientos y las respuestas positivas de mi parte a la cuestión de saber si
yo también soy civilizado, aportan un singular cambio en el estado de la paciente. En su sue-
ño siguiente, se trata de un hombre más bien vigoroso con un pene minúsculo. Los detalles
orientan hacia mi persona. Pude satisfacer su curiosidad y contarle ciertas cosas que concier-
nen a mi propia ansiedad y a mi pudor, a mi complejo de pene pequeño, etc. Como observó
que no hacía ningún misterio de mis debilidades, que no podía pues herirme más por alusio-
nes a estas debilidades, cesó de ponerme bajo las narices mi incapacidad analítica y otras, y
comenzó a reflexionar acerca de si no había un apetito sexual insatisfecho que se ocultaba de-
trás de sus dolores (in abdomine111) aparentemente insoportables, mortales, y si el "trauma"
en su caso no estaba instituido más que por la dominación violenta, por el retiro del amor.
El retiro del amor y el hecho de estar completamente sola con su demanda de amor
frente a una mayoría compacta y abrumadora, suscita en los niños llamados normales, la ver-
güenza y la represión (neurosis). El despertar del pudor puede sobrevenir de manera comple-
tamente repentina y significa probablemente el comienzo de una época nueva, con olvido
(amnesia) de la precedente. B. era considerada por su familia como una "difficult child", una
"problem child"112. Su obstinación era el síntoma de que había cedido a la presión de pudi-
111
En latín en el texto: “En el abdomen”.
112
En inglés en el texto: “niña difícil, niña con problemas”.
bundez puritana sólo formalmente. Ahora encuentra finalmente en mí a la persona que aun-
que pudibunda (civilizada) por su educación, ha conseguido sin embargo "mejorarse", es de-
cir, reconocer y confesar el carácter absurdo de la pudibundería. Comienza ahora a admitir
que si se apoya exclusivamente en el "pene de elefante" de su experiencia infantil, y rechaza
todo lo que es menos que eso, está condenada a tener hambre toda su vida, y comienza a pre-
guntarse si no podría renunciar a lo inalcanzable y tranquilizarse, al menos en parte, con lo
que es alcanzable. Comienza a reconocer incluso el "pequeño pene" del hombre "civilizado"
como instrumento de amor posible. Existe la perspectiva de verla renunciar a ridiculizar a los
hombres por el sesgo de la homosexualidad femenina.
(¿Cuál puede ser la causa fundamental de la tradición de pudor en el hombre? Es ne-
cesario rendir aquí homenaje a los trabajos de Davis.) ¿Qué es lo que motivó los ritos de la
pubertad que han marcado los órganos genitales como órganos de sufrimiento y a la mujer
como peligrosa y sucia? Ver el trabajo de Freud sobre la historia de la civilización.

II) Hoy, O.S. tuvo la pequeña aventura siguiente: siempre pretendió no haber tenido casi nun-
ca sentimientos de furia, de cólera u otros parecidos, lo que todo el tiempo ha sido puesto en
duda e incluso ridiculizado por su amiga N.D. Su amiga (que tenía seguramente una tenden-
cia a la paranoia) supuso siempre, detrás de su apatía, las peores intenciones asesinas. En rea-
lidad, O.S. es infantil en el más alto grado, es una niña absorbida por el juego, pero estos ni-
ños son originariamente incapaces de tales actitudes de desafío y de rabia, sienten quizás mo-
mentáneamente la cólera, pero la olvidan desde el momento en que se les sonríe gentilmente.
O.S. quería pues agradar a su amiga diciéndole, como si le hiciese un regalo: "Lo ves, hoy he
estado celosa de tal o cual persona." Sin embargo ¿qué ocurrió? La amiga (N.D.), en lugar de
cumplimentar a O.S. por su franqueza, buscó en ella otras intenciones malignas, todavía más
terribles.
Es también eso lo que hacen los adultos cuando proyectan sobre los niños su propia
disposición a las pasiones, y es lo que hemos hecho también nosotros, analistas, planteando
como teorías sexuales infantiles nuestras propias distorsiones sexuales impuestas cuando ni-
ños. O.S. tiene razón cuando dice: "yo (como, por lo demás todos los niños) sé muy exacta-
mente cuando quiero algo malo, cuando temo algo, cuando tengo sentimientos de culpabili-
dad y de vergüenza. Pero me sublevo cuando se trata de hacerme cargo de las acusaciones
exageradas de los adultos, lo mismo que rechazo declarar vergonzosas ciertas cosas que no lo
son absolutamente para mí".
¿Cómo y por qué la niña se vuelve repentinamente púdica con la aparición de las re-
glas? El sangramiento menstrual la remite al tiempo pasado en el que todavía no tenía control
de sus evacuaciones y de sus orinas. Se lo quiera o no y aún manchándose con eso, no se pue-
de reglar el sangramiento uterino por la voluntad, y de repente se toma conciencia de todas
las reprimendas e invectivas que antes de la menstruación se rechazaban riendo.

23 de julio, 1932

Experimentum analyticum cum B.113


B. es incapaz de asociación libre. Causa: 1) malas experiencias con superiores (madre) cuan-
do cedía a la demanda: "Dilo todo con tranquilidad, no te ocurrirá nada", y a pesar de todo era
castigada. No puede pues creer en realidad, que cuando la invito a decírmelo todo, incluso lo
que me es desagradable, lo pienso verdaderamente.
2) Sabe, por su propia experiencia, qué insoportable es ser regañada, en particular con una
voz fuerte y estridente, sabe también cómo seria odiada por el analista al que le dijera todo.
3) La inhibición es más fuerte cuando el comportamiento del analista no muestra nada del
113
En latín en el texto: “Experiencia analítica con B.”.
efecto desagradable, ya que el silencio repentino y la reserva excesiva significan una contra-
riedad oculta. (No será remediado este estado, en tanto no se comporte más francamente res-
pecto al analizado. Relacionar aquí con el alivio ya anotado más arriba, después de un reco-
nocimiento de mi parte de la irritación experimentada a su respecto.) Sin embargo, se plantea
aquí la cuestión de saber si es suficiente decir al paciente lo que me molesta, me contraría o
me irrita a su respecto, o si es necesario también informar los sentimientos positivos, tierna-
mente amistosos, etc.
4) Una susceptibilidad particular de la paciente respecto de este "silencio cobarde e hipócrita"
tiene su origen en observaciones de su temprana infancia. Había observado que su padre im-
ponente se volvía un pusilánime aterrorizado cuando la madre comenzaba a gritar. Más tarde,
descubrió que los hombres eran pusilánimes en general, y por brutales y agresivos que fueran
huían delante de la voz estridente de una mujer. Es posible que viendo la escena primitiva, se
haya identificado al padre. (Quizás porque ella sostenía más a la madre que al padre. En con-
secuencia debía transformarse en el padre para cuidar a la madre. Pero si en una ocasión ulte-
rior encontraba a su padre cobarde y temerosamente mudo frente a la madre, se ponía impa-
ciente y tenía necesidad de mostrar a su padre: mira cómo deberías portarte tú con mi madre.)
En la situación analítica se pone terriblemente impaciente cuando observa que, frente a su ra-
bia, me retiro (en verdad, a menudo casi me duermo) en lugar de ponerla en su lugar como
hubiera deseado que hiciese su padre, deseo que permaneció siempre insatisfecho.
En el análisis, ella es pues la madre vociferante, y si de mi lado sólo viene la pregunta
estereotipada: "¿Qué es lo que se le ocurre a este respecto?", entonces se enfurece verdadera-
mente y reclama a grito pelado: "¡Pero, por Dios, haga algo, actúe, si no no avanzaremos un
paso!". Si continúo permaneciendo mudo y reservado, llega a agotarse completamente y pue-
de comenzar al día siguiente a trabajar con aplicación. Pero, como lo hemos podido constatar,
en esta aplicación no hay, en realidad, ningún progreso; muestra solamente que está desarma-
da frente a mi cobardía, se resigna y presionada y forzada, con su voluntad quebrada, hace
como si estuviera de acuerdo con mi actuar. A fuerza de protestar, su agotamiento puede ha-
cerse tan completo que incluso ya no sepa más de qué quería protestar.
Vivió así en la proximidad de su padre durante años, sin ni siquiera saber qué signifi-
cación emocional tenía para ella. Lo que la paciente, como por lo demás muchos otros, enten-
día por "es necesario hacer algo", se descubría probablemente por ciertos "temores" aparente-
mente absurdos, como: "a menudo creo que usted quiere darme un coscorrón, cuando hace un
movimiento casi siento el golpe". Con esto quiere decir que lo que más me gustaría cuando
me ha martirizado durante largo tiempo, es aporrearla o echarla. Esto los pacientes lo saben
por experiencia personal, conocen la rabia que los invadía cuando debían soportar injurias o
injusticias. (Una fuente importante, quizás la más importante del masoquismo, del deseo de
ser golpeado, podría ser una protesta contra la hipocresía, impregnada de rabia, y disfrazada
de comportamiento benevolente de los padres y los maestros.)
Es insoportable para los niños creer que ellos son los únicos malvados porque reaccio-
nan a las torturas por la rabia. Los adultos no sienten nunca nada similar, ya que son y sienten
siempre de manera justa, prudente y clarividente. Es insoportable ser el único malo en una so-
ciedad grandiosa y ejemplar, por lo cual es un consuelo cuando logro hacer salir de sus casi-
llas a estos señores que son mi padre o mi maestro y hacerles así reconocer indirectamente
que no están menos afectados de "debilidades" que sus propios niños.
En el caso de B. ésta también ha llegado a preguntarse, no sin haber sido influenciada
por el caso de R.N., qué pasaría si repentinamente invirtiéramos nuestros roles, a saber, si yo
me tendiera en el diván y ella se instalase confortablemente en mi sillón. Yo quería mostrarle
qué era la asociación libre y que ella me mostrara cómo era un comportamiento correcto del
analista. Me puso exultante la libertad reconquistada y la liberación que me había permitido.
En contrapartida a las vociferaciones e insultos, exigí ternura, amabilidad (le pedí que me
acariciara la cabeza, deseaba ser recompensado de todos mis esfuerzos por el afecto, la ternu-
ra, abrazos y besos), pero reconocí también hasta que punto era a pesar mío que yo permane-
cía en la otra situación, donde sólo me era permitido soportar y apenas pedir algo en cambio.
Esto es lo que caracteriza típicamente la actitud algo infantil del hombre respecto a la mujer.
No menos característica, sin embargo, fue la reacción de la pseudoanalista; estaba dispuesta,
con naturalidad, a plegarse a todos mis deseos, incluso debió reconocer que el sentimiento de
pudor y de moderación le era casi extraño; tuvo un poco de miedo, pero no demasiado, frente
a la idea: "¿Cómo podría ser analista si cedo tan fácilmente a los deseos de mis clientes?".
La respuesta a esta cuestión, que nos puso seriamente en apuros, se podría intentar
formularla de la siguiente manera: a) quizás las mujeres son buenas analistas sólo en la medi-
da en que adivinan los deseos de los pacientes rápida y seguramente, como una madre los de
sus hijos, pero malas analistas cuando se trata -segunda tarea de la educación- de enseñar la
moderación y el auto-control necesarios en la vida. Hombre y mujer pueden pues, de la mis-
ma manera, ser bastante buenos analistas, pero la mujer para serlo debe aprender algo del au-
tocontrol y de la moderación masculina, para enseñarlo también al niño. Pero también el
hombre sólo puede ser verdaderamente buen analista si, además de las reglas lógicas y éticas
que le son familiares, aprende, utiliza y enseña también la capacidad de intuición femenina y,
si es necesario, la inculca a los otros.
La ausencia total de pudor y de moral en esta enferma femenina podría provenir de su
iniciación prematura y además completa en la realidad sexual, es decir, en la voluptuosidad,
antes incluso de que, en su ignorancia, pudiese sospechar los peligros sociales y prácticos que
esto le acarrearía. "La satisfacción sexual prematura hace al niño ineducable" (Freud). Esto
equivaldría igualmente a la ineducabilidad analítica. Pero creo que se puede, con mucho, mu-
cho esfuerzo, es verdad, educar por el análisis incluso a aquellos que han sido prematuramen-
te iniciados. Naturalmente, sólo si se renuncia a su respecto, al menos en el pensamiento y los
sentimientos, pero también en la palabra y el comportamiento, a toda especie de pudor hipó-
crita para motivar la moderación, sólo y únicamente, en obstáculos de orden social y en otros
obstáculos reales.

24 de julio, 1932

A propósito de la abreacción.
Desde hace más de dos años trabajamos con R.N. de manera que los fragmentos de
traumas, frecuentemente toda la prehistoria traumática, sean revividos y perelaborados con
considerable emoción, por medio de explosiones y todos los signos de las espantosas expe-
riencias vividas. Las asociaciones, casi sin excepción, se relacionan con los sueños. Una parte
de los sueños mismos son penosos, con carácter de pesadilla, otros sueños tienen una fachada
inofensiva y no perturban el dormir y son sólo las asociaciones las que hacen surgir la masa
de afectos. A pesar de esos esfuerzos de mi parte, y de la abreacción de los afectos, de la
suya, no se pudo hasta ahora registrar ningún efecto durable de estas explosiones afectivas.
Es verdad que las crisis culminan muy a menudo con un cierto apaciguamiento, y que durante
estas crisis e inmediatamente después, la enferma experimenta un sentimiento de convicción
en cuanto a la realidad de los acontecimientos vividos, pero muy rápidamente después de ta-
les sesiones se anuncia la duda, y al cabo de algunas horas todo vuelve a ser como antes, des-
pués la noche siguiente trae una nueva pesadilla y la sesión siguiente una nueva crisis.
No tenemos mucha claridad en cuanto a las causas de este fracaso. Es observable que
estas crisis sobrevienen en la paciente sólo después de que hubo dejado caer su personalidad
diurna y su nombre, y que se hubo transformado completamente en esta niña, con su nombre
de niña, sobre la que fueron perpetrados los ataques traumáticos. En otros términos: la parte
que abreacciona vive verdaderamente todavía en el pasado; la paciente repite o, más exacta-
mente, continúa, las emociones de la infancia. Cuando se despierta después de la crisis, se
transforma en la persona adulta que no tiene ningún recuerdo de la realidad de las agresiones
de la infancia y de los acontecimientos penosos. Tiene, es verdad, el recuerdo de la crisis, a
este respecto no es pues amnésica, pero al despertar pierde la impresión de realidad de las si-
tuaciones en las cuales las agresiones han tenido lugar en la infancia. Mientras que dura la es-
cisión de la personalidad, la paciente está por una parte despierta, consciente y amnésica, por
otra parte, dormida o en trance y, en este estado, continuando el pasado, mientras que las par-
tes escindidas de la personalidad no se junten unas con otras, las abreacciones no tienen más
efecto que las crisis histéricas que sobrevienen espontáneamente cada tanto.
Esto parece muy decepcionante, sin embargo se comienzan ya a vislumbrar algunos
rayos de esperanza.
¿En qué circunstancia se produce la reunión de ambas personalidades, aunque sea pa-
sajeramente, y con ella la convicción? Mientras asisto a la nueva explosión un poco irritado,
quizás incluso con un poco de aburrimiento -de lo cual mi paciente se da cuenta, en cierta
medida, por mi comportamiento, mi voz, mi manera de interrogar-, el dolor y la agudeza de
la crisis aumentan, y si no hago ninguna otra cosa esto termina con una risa aguda y demente,
seguida del despertar en la apatía. Pero si la paciente observa que experimento por ella una
real compasión, y que pongo todo mi celo en explorar las causas de sus sufrimientos, se hace
repentinamente capaz no solamente de darme una representación dramatizada de los aconte-
cimientos, sino incluso de hablarme. La atmósfera amistosa le permite pues proyectar los
traumas en el pasado y contarlos como recuerdos. El contraste con el entorno de la situación
traumática, en consecuencia, la simpatía, la confianza recíproca debe ser establecido antes de
que aparezca una actitud nueva: la rememoración en lugar de la repetición. La sola asociación
libre, si no son creadas nuevas bases para una atmósfera de confianza, no conduce pues a una
verdadera curación. El médico debe estar en el caso verdaderamente con toda su alma, o bien,
si no lo está, debe reconocerlo honestamente, a la inversa del comportamiento de los adultos
hacia los niños.
A partir de los obstáculos para la reunión de los elementos de la personalidad en una
unidad, es posible quizás remontarse a la manera en que se constituye la escisión misma. En
el curso de una tortura psíquica o corporal, se agota la fuerza para soportar el sufrimiento en
la esperanza de que tarde o temprano esto va a cambiar. Se mantiene pues la unidad de la per-
sonalidad. Pero si la cantidad y la naturaleza del sufrimiento sobrepasan la fuerza de integra-
ción de la persona, entonces se rinde, se cesa de soportar, ya no vale la pena reunir estas co-
sas dolorosas en una unidad, y se fragmenta en pedazos. No sufro mas, ceso incluso de exis-
tir, al menos como Yo global. Los fragmentos aislados pueden sufrir cada uno por sí mismo.
El cese del sufrimiento global y su reemplazo por fragmentos de sufrimiento podrían propor-
cionar ese alivio repentino que hace que las lágrimas, la lucha, las crisis, se inviertan brusca-
mente en risa. Una comparación física: cuando una bola se descompone en cien pequeñas bo-
litas, el sufrimiento aumenta cien veces, si bien le corresponde mucho menos sufrimiento a
una unidad de superficie de la envoltura exterior, digamos de la envoltura cutánea del cuerpo.
Esta podría ser la causa de las alucinaciones de multitudes, la visión de cientos de ratas, de
ratones, en el apogeo del delirio. Las alucinaciones de personas bajo anestesia, o de los al-
cohólicos, pertenecen a esta categoría. Puede ser que los fenómenos observados en el curso
de una anestesia, por ejemplo una anestesia de cloroformo, den una representación experi-
mental de los efectos psicológicos del shock. La inhalación de gas irrespirable y mortal susci-
ta bruscamente un gran displacer, cuyo carácter insoportable culmina en la descomposición
de la personalidad. Al despertar, el Yo global no puede recordar los episodios que han tenido
lugar durante la escisión.
Identification versus hatred114
Es porque me identifico (comprendo todo = perdono todo) que no puedo odiar. ¿Pero
qué ocurre con la emoción movilizada, cuando está impedida toda descarga psíquica sobre el
objeto? ¿Permanece en el cuerpo bajo forma de tensión que intenta descargarse sobre objetos
desplazados (con la exclusión de los objetos reales)? Castigarse a sí mismo (matarse, suici-
darse) es más soportable que ser matado. La proximidad del aniquilamiento violento, amena-
zando desde el exterior, es absoluto, inevitable e insoportable. Si me mato a mí mismo, sé lo
que va a ocurrir. El suicidio es menos traumático (no es imprevisto).
Lo que es traumático, es lo imprevisto, lo inexplorable, lo incalculable. La muerte de
la cual se decide por sí mismo el modo y el momento, es menos traumática -el espíritu puede
funcionar hasta el último momento. La amenaza exterior, inesperada, de la que no se
aprehende el sentido, es insoportable.
¡Detrás de la humbleness115 un narcisismo enorme -justified116! El niño es el único ser
razonable en un mundo loco.

Ambivalencia: dos opiniones y emociones a propósito del mismo objeto:


1) Loco, odiado
2) Inteligible, amado.

Para poder odiar debe quedar abierta la posibilidad de amar a algún otro, algo de otro.

La peligrosidad del objeto exige también comprensión.

IDENTIFICACION EN EL TRAUMA
Sra. G. Escena primitiva: C. masculino y femenino.
Hatred of mother:
Killing impossible Emotion 1) Killing object (I do exists,
Lying neglecting her No outlet. Dying. She not)
(loneliness) cheating Defence: Identification 2)Killing oneself (no emotions
Instead of killing: Of my own –living somebody
else’s life)
Posttraumatic effect: Identifications (superegos) instead of one's own life117.
Represión (salto en lo corporal) (James -Lange)

EXCITACIÓN puramente sensible (sensitiva) (excitación permanente).


Sin outlet118 de los músculos estriados (sin emociones) sin embargo, con inervación cardíaca
(corazón de perro).

114
En inglés en el texto: “identificación en oposición al odio”.
115
En inglés en el texto: “humildad”.
116
En inglés en el texto: “Justificado”.
117
Odio de la madre:
Imposible de matar. Ningún resultado 1) Matar al objeto (yo existo, no
Mentir. Descuidarla Por la emoción. Morir. Ella).
(soledad) Engañar Defensa: Identificación 2) Matarse a sí mismo (no mis
En lugar de matar. Propias emociones –vivir la vida
de algún otro).
Efecto post-traumático: Identificaciones (del Superyo) en lugar de su propia vida).
118
En inglés en el texto: “descarga”.
Represión (B.)
Incapacidad de injuriar y de agredir a la madre. Se le anuda la garganta. El pie se
bloquea en posición equina. La voz de la madre la enmudece. Incluso si se la mata, no debe
(no puede) gritar; gritar "está fuera de cuestión".

Identification versus hatred119


1) G. - Madre + Padre. Dejada sola.
2) Dm. - Ninguna comparación con personas no provocativas, razonables, porque su existen-
cia no es conocida. El niño ve a los padres: se pegan (insensatos, locos). Si admito esto, en-
tonces permanezco sin padres; pero esto es absolutamente imposible (para el niño). Es porque
el niño se hace psiquiatra que trata al loco con comprensión y le da la razón. (Se hace así
menos peligroso.) El niño incluso intencionalmente comete faltas para justificar y apaciguar
la necesidad de agresión de los adultos (Dm.: oler mal).

Las perversiones no son fijaciones, sino productos del espanto. El temor, el espanto frente a
la normalidad (trauma), provoca la huida hacia caminos desviados de la satisfacción del pla-
cer. La homosexualidad (auto-sadismo) está prohibida, pero no tan "imposible", "impensa-
ble", "inexpresable" como la unión heterosexual.
1) Homosexualidad: intensificación de la manifestación de amistad hasta la satisfacción com-
pleta del placer.
a) Utilización masculina de los hombres, como si fueran mujeres
a / Inversión del hombre
b / Inversión de sí mismo.
b) femenino: reemplazo de los sentimientos maternales por sensaciones orgásticas
(exageración): sucedáneo de la heterosexualidad.
c) "hacerse el niño" para no dejar ver la heterosexualidad. Prolongar o simular el ca-
rácter infantil).
A los niños todo les está permitido
2) Sadismo - erotismo anal. No se puede prohibir completamente a los niños quejarse de tras-
tornos intestinales o urinarios. Los adultos tampoco pueden negar totalmente que se trata allí
de funciones y de órganos posibles que ellos también (los adultos) poseen. Por el hecho de la
proximidad física, es fácil desplazar el interés y la sensación de los órganos genitales sobre la
vejiga y el intestino, lo mismo que el interés por el orgasmo sobre la libertad de evacuación.

No es la suma de la uretralidad y de la analidad (amfimixia) lo que conduce a la geni-


talidad, sino que es el estallido de la genitalidad en uretralidad y analidad lo que constituye el
verdadero proceso. ¡La aplicación literal de las teorías de Freud era falsa!

La idea del desplazamiento de lo alto hacia lo bajo y la acumulación de toda la libido


en los órganos genitales ¿es pues falsa? ¿ Y cómo se constituye entonces la genitalidad?
¿Qué es la teoría del “reservorio”?
Nuevo ensayo: la genitalidad se constituye loco propio120 como una tendencia especí-
fica ya lista de los órganos para funcionar (mecanismo sensorio-motor). Antes del desarrollo
de este mecanismo, el niño no tiene sexualidad. Retorno a la concepción generalmente admi-
tida: no hay sexualidad infantil extragenital, pero hay una genitalidad precoz, en la cual la re-
presión suscita síntomas histéricos:

119
En inglés en el texto: “Identificación en oposición al odio”.
120
En latín en el texto: “En su propio lugar”.
1) Chupetear (?)
2) Juegos anales
3) Juegos uretrales
4) Sado-masoquismo
5) Exhibicionismo-voyeurismo
6) Homosexualidad

La "organización oral" ya es secundaria.


La "organización sádico-anal" también lo es.

Chupetear: en el origen no tiene nada que ver con la sexualidad -solamente después
de la represión del onanismo que comienza muy temprano. ¿El complejo de Edipo no es tam-
bién una consecuencia de la actividad de los adultos - la tendencia pasional?
En consecuencia, ninguna fijación por el placer
sino fijación por el temor:
Hombre y mujer quieren matarme si no les amo.
(si no me identifico a sus deseos).

26 de julio, 1932

Clítoris y vagina.
Quizás fue demasiado prematuro representar la sexualidad femenina como comenzan-
do por el clítoris, con una transposición mucho más tardía de esta zona a la vagina. Es dudoso
incluso que exista algún órgano del que pudiese concebirse que "no ha sido descubierto" por
la psique, psíquicamente neutro de algún modo, es decir, no existiendo. Al contrario, se está
en el derecho de suponer que el aparente no descubrimiento de la vagina es ya un signo de
frigidez, mientras que la erogeneidad aumentada del clítoris es ya un síntoma histérico. El
mismo desplazamiento provocaría también la acentuación de la región uretral y anal, es decir,
el estallido de la genitalidad en desplazamientos vecinos o más lejanos. Los motivos de la
precoz represión vaginal infantil podrían ser: el hecho de mantener la mano sistemáticamente
a distancia de la abertura vaginal, casi desde el momento del nacimiento, mientras que la re-
gión clitoridiana es excitada desde el principio por el lavaje y el empolvamiento.
En los casos traumáticos precoces, se llega analíticamente a la convicción dé que la
vagina infantil reacciona vivaz y normalmente en el plano sensorial y motor a las excitacio-
nes por intrusión; lo traumático propiamente dicho comienza cuando el niño quiere repetir de
algún modo la experiencia y es rechazado, amenazado y castigado por el partenaire, general-
mente cargado de sentimientos de culpabilidad.

26 de julio, 1932

Revisión del complejo de Edipo.


Caso G. Recuerdo consciente e imagen óptica de la relación sexual de los padres. La
madre se mostraba siempre desprovista de consideraciones, egoísta, su amor inaccesible. La
paciente debía contentarse con el padre. El padre era desgraciado con la madre (la madre era
de una infidelidad habitual, cosa que la niña sospechaba bastante). El padre buscaba en parte
consuelo en su amor por la niña; este amor se hizo apasionado. La mirada apasionada del pa-
dre determina un shock, es interpretada como una amenaza vital. En vista de sus propias de-
bilidades, de la falta de instrumentos de agresión aloplásticos, físicos y psíquicos, no le queda
más que perecer por falta de amor, o adaptarse autoplásticamente a los deseos, incluso a los
más ocultos del agresor, para apaciguarlo. Identificación en el lugar del odio y la defensa.
Una ventaja suplementaria de la identificación al padre es ponerlo fuera de circuito: una vez
que ella misma sea el padre, reconquistará a la madre que, de otro modo, permanecía inacce-
sible. Las fantasías eróticas, la masturbación, representan la relación sexual, activa o pasiva,
con la madre. Cuando la madre abandonó al padre (la niña tenia diez años), el padre se apoyó
sobre la niña con más pasión todavía, e incluso un día, luchando contra el insomnio fue a su
cama, se quejó en términos dramáticos de su desgracia, la conminó a no tener temor de él y le
confió en debida forma el manejo de la casa. Pero al mismo tiempo, la sermoneaba sin cesar
y muy severamente para que tomara a la madre como un ejemplo negativo, es decir, que so-
bre todo no fuera sexual. El hecho de que la fantasía infantil se hubiera hecho realidad le ha-
cía absolutamente imposible alejarse del padre, tanto más cuanto que las prohibiciones man-
tenían las fantasías sexuales en el inconsciente; se hizo completamente imposible la transfe-
rencia sobre una tercera persona, y no había ningún medio de desentrañar cuáles eran, y si los
tenía, los sentimientos espontáneos, no provocados de la paciente.
Este sería un ejemplo de los casos, verdaderamente no tan raros, donde la fijación a
los padres, es decir, la fijación incestuosa, no aparece como un producto natural del desarro-
llo sino que es implantada desde el exterior en la psique, en consecuencia, es un producto del
Superyo. Seguramente, no sólo las excitaciones sexuales sino también las de otras clases, ni
aplastantes ni controlables (odio, espanto, etc.) pueden, como el amor impuesto, producir un
efecto mimetizante.
El individuo todavía inacabado sólo puede prosperar en un medio óptimo. En una at-
mósfera de odio no puede respirar y perece. Psíquicamente, la destrucción se expresa en la
fragmentación misma de la psique, es decir, en el abandono de la unidad del Yo. Si el indivi-
duo todavía "semi-líquido" no es sostenido de todos los costados por este optimum, tiende a
"explotar" (pulsión de muerte de Freud). Pero de una manera que nos parece mística, los frag-
mentos del Yo permanecen ligados, aunque de una manera deformada y oculta, los unos con
los otros. Si se logra... (Falta la continuación.).

27 de julio, 1932

¿La rabia juega un rol en el proceso de represión?


B. en ciertos estados de relajación está como paralizada, lívida, respirando apenas, los
ojos hundidos, la piel helada. Excepcionalmente, y superando grandes resistencias (asocia-
ción libre forzada, huida en las melodías, en los ritmos), se llega a penetrar bajo, o más bien
detrás de esta capa. La cara se vuelve repentinamente rojo sangre, las manos y los pies crispa-
dos, gritos incoordinados a partir de los cuales se forman, con mi ayuda, palabras y frases
ininteligibles, injurias e insultos contra el padre y la madre, representación animada de casti-
gos despiadados (matar a la madre, torturar sin cesar al padre).
La paciente describe lo que siente cuando "se muere": “Everything turns inside
out”121 -quiere decir con esto que la mayor parte de su personalidad se coagula como una cor-
teza helada. Esta corteza es una protección contra una abertura hacia el exterior de lo reprimi-
do, tan profundamente oculto en el fondo, en el interior, como herméticamente encerrado.
Esta observación habla en favor del hecho de que el odio y la rabia juegan un rol en
los procesos que preceden a la represión; si esto es así, entonces ningún análisis estará termi-
nado hasta que esta emoción no haya sido, ella también, conducida a su culminación. Es posi-
ble que cuando se produce un shock abrumador haya de entrada una primera tentativa de de-
fensa agresiva aloplástica, y que sea solamente frente a la toma de conciencia del hecho de
que se está totalmente débil e inerme, que se llegue a una sumisión sin condiciones, incluso a
la identificación con el agresor. Además la toma de conciencia de su propia debilidad, la exis-
tencia de conflictos de ambivalencia puede conducir al abandono de su propia persona (en el
121
En inglés en el texto: “todo lo que está en el interior se vuelve hacia el exterior”.
caso de B., los sentimientos de placer que el padre podía despertar en la niña, en el caso G.,
además de éstos, sentimientos de ternura y de gratitud hacia el padre).
La idea de "inside out"122 quiere decir, psicológicamente hablando, el pasaje al exte-
rior de algo irreal, fantasioso, que será manejado como si fuera "nosotros mismos", mientras
que no es más que un mecanismo inanimado, una "simulación-de-vivir", incluso si funciona
correctamente. En el caso de O.S., las ofensas mas ásperas y también las agresiones efectivas
de su amiga son vividas supuestamente sin rabia ni odio; pero las interpretaciones sistemáti-
cas de la rabia en análisis, quizás también el hecho de tranquilizarse porque yo no la condeno,
llevarán poco a poco a la confesión de sentimientos de rabia y de odio, incluso a la confesión
de intenciones asesinas.
El motivo más eficaz de la represión es, en casi todos los casos, la tentativa de anular
la herida sufrida. Otro motivo, quizás todavía más eficaz, es la identificación por angustia; es
necesario conocer exactamente al adversario peligroso, seguir cada uno de sus movimientos,
para poder protegerse. Last no least123: se hace una tentativa para conducir a la razón al terri-
ble tirano cuyo comportamiento da la impresión de embriaguez o locura. Cuando la Medusa,
amenazada de decapitación, pone una cara aterrorizantemente mala, en realidad tiende un es-
pejo al agresor bestial, como si dijera: esto es a lo que te pareces. Frente al agresor no se dis-
pone de ningún arma, falta toda posibilidad para instruirlo o hacerlo razonar de otra manera.
Tal disuasión por medio de la identificación (tender un espejo) puede ayudar en el último mo-
mento (ta twam asi124 : eres esto).

Relaciones sexuales normales y patológicas en la familia:


Caso de G. Mi tentativa de ayer de volver a llevar toda la situación edípica a una in-
fluencia exterior (desbordes del padre) erró el tiro. La paciente afirma con certidumbre -y no
tengo ninguna razón para no acordarle un crédito total- que después del shock infantil (escena
primitiva con identificación en la fantasía con la madre, posteriormente), se había recuperado
completamente y estaba en el punto de separarse de sus padres para dirigirse hacia objetos
exteriores. Fue más bien la segunda aproximación, cuasi real, del padre (huida de la madre
fuera de escena, volver a tomar la niña la autoridad de ama de casa) que la llevó a la petrifica-
ción de la cual no tuvo ninguna escapatoria. La genitalización apasionada de la relación con
el padre no fue por su propia voluntad sino que le fue, por así decir, impuesta. Defenderse es-
taba excluido (ver mas arriba la rabia reprimida). La situación incestuosa fue sentida con de-
masiada pasión y tomó la forma de un complejo de Edipo insoportable, con su inevitable re-
presión. La libido que ya había investido la vagina se fragmentó (la vagina es evacuada) y la
satisfacción desplazada sobre zonas pregenitales infantiles y más lícitas, incluso en la rela-
ción incestuosa: fantasías de senos femeninos (factor de ternura en la sexualidad); fantasías
de ser golpeado en las nalgas, a saber, golpear = desplazamiento retrógrado del elemento apa-
sionado sobre la zona anal y sobre medidas punitivas por falta de limpieza. Seguir observan-
do en qué medida Freud tiene razón cuando dice que normalmente la situación edípica no es
mas que un juego de niños y se hace un complejo patógeno solo en situaciones patológicas,
bajo el efecto de los traumas.

¿ Qué es lo traumático: una agresión o sus consecuencias?


La "response"125, por una capacidad de adaptación de los niños incluso a las pequeñas
122
En inglés en el texto.
123
En inglés en el texto: “Finalmente, pero no en último lugar”.
124
En sánscrito.
125
En inglés en el texto: “Respuesta, reacción”.
agresiones sexuales o a otras agresiones apasionadas, es mucho más grande de lo que se ima-
gina. La confusión traumática sobreviene la mayoría de las veces por el hecho de que la agre-
sión y la "response" son desaprobadas por los adultos que están bajo el peso de la mala con-
ciencia, incluso son tratadas como mereciendo castigo.

Juego cruel con los pacientes.


La manera en que el psicoanálisis juega en la relación entre médico y paciente debe
producir en este último el efecto de una crueldad reencontrada. Se recibe al paciente amable-
mente, se busca asegurar la transferencia, y mientras el paciente se atormenta, se fuma tran-
quilamente un cigarro en su sillón, se hacen aburridamente observaciones convencionales que
tienen el efecto de frases hechas, y a veces uno se duerme. En el mejor de los casos, se hacen
enormes esfuerzos para superar los bostezos de aburrimiento, incluso se esfuerza en ser ama-
ble y compasivo. Si se educa al paciente en una verdadera libertad y se lo impulsa a superar
también todo temor y consideración púdica a nuestro respecto, nos será dado a entender que
el paciente está bien informado, en alguna capa de su alma, de nuestros verdaderos pensa-
mientos y sentimientos. En vano se intenta salir de la cuestión con nuevos esfuerzos, esto
también el paciente lo siente como forzado. Las analogías infantiles y su transferencia sobre
el presente le impiden separarse de nosotros en estas circunstancias. Mientras subsiste la más
leve huella de esperanza de realización de la satisfacción de amor, el paciente, sobre quien
cada uno de nuestros gestos y palabras actúa como una poderosa sugestión, no puede separar-
se de nosotros y buscar a su alrededor otras posibilidades mas reales en la vida. En conse-
cuencia, por valiosa que sea su inmersión, lleno de comprensión por las quejas y los tormen-
tos de los pacientes (sin tal inmersión profunda en las sutilezas de los sentimientos del pa-
ciente no alcanzaríamos jamás estas profundidades) debe llegar el día en que... (Falta la conti-
nuación.).

30 de julio, 1932

La repetición "literal" indefinidamente repetida -y ninguna rememo-


ración.
La paciente B. sueña con una prima: está acostada en un prado, un toro la persigue y
la viola. Segunda escena: ve a la misma prima (llamada Shore), flotando inanimada en el
agua, después observada por una multitud y arrastrada a la costa. La paciente se despierta. In-
mediatamente después de despertar se golpea la cabeza para saber por qué es incapaz de acor-
darse de estas cosas, por qué solamente aparecen en sueños y de esta forma distorsionada. Me
plantea también la misma pregunta. Mi primera respuesta es: otros análisis me han enseñado
que una parte de nuestra persona puede "morir", y si el resto sobrevive al traumatismo se des-
pierta con una laguna en la memoria, una laguna en la personalidad propiamente hablando,
porque no solamente el recuerdo de la agonía sino también todas las asociaciones que se rela-
cionan a ella han desaparecido de manera selectiva, y son quizás aniquiladas. "Sí, pero ahora
que yo sé todo esto por qué no puedo acomodarme al estado de muerte de la parte matada y
ver que, después de todo, yo viví siempre con una gran parte de mi persona; por qué no pue-
do ocuparme del presente y del porvenir y, finalmente, no dejo de preguntarme y de pregun-
tarle esto: ¿cuando me ocupo del pasado por qué lo hago bajo forma de sueño y de esta mane-
ra deformada?".
Salgo de este brete con la siguiente respuesta: "Otros casos me han enseñado que pue-
de haber momentos terriblemente penosos donde se siente la vida tan espantosamente amena-
zada y a sí mismo tan débil o tan agotado por el combate, que se abandona la lucha. En reali-
dad, se abandona a sí mismo". A título de analogía, me refiero al relato digno de fe de un
amigo y cazador hindú que vio a un halcón atacar a un pajarito; frente a su proximidad éste se
puso a temblar y al cabo de algunos segundos, voló derechamente hacia el pico abierto del
halcón y fue tragado. La espera de una muerte cierta parece ser tan penosa que, en compara-
ción, la muerte real es un alivio.
Se conocen casos donde las gentes se pegan un balazo en la cabeza por temor a la
muerte (antes de un duelo, una batalla o una ejecución). Privarse a sí mismo de la vida (como
castigarse a sí mismo) parece ser un alivio relativo. En cambio, lo que parece insoportable es
verse aplastar con certeza por una fuerza que nos domina, comenzar incluso a sentir este
aplastamiento, mientras que la extrema tensión de nuestras fuerzas físicas y mentales parece
ridículamente débil en comparación con la violencia de la agresión. Pero cómo se sentiría
este pajarito si, después de ponerse a temblar, en el momento en que volaba hacia la muerte,
mi amigo el cazador hubiera abatido al halcón antes de que hubiera tragado al pajarito, ¿cuál
hubiera sido el estado de espíritu del pajarito? Quizás al cabo de un momento se hubiera re-
cuperado, sin embargo, probablemente sólo subsistiría un recuerdo del momento de su tenta-
tiva de suicidio, porque qué es pues acordarse: la conservación de una huella mnémica en vis-
ta de su utilización futura. Pero cuando ya se ha renunciado a la vida, donde ya en consecuen-
cia no hay más porvenir delante nuestro, por qué el individuo debería tomarse el trabajo de
retener algo; como ya me di por perdido, es decir, ya no soy para mí mismo más importante
que los otros humanos y los objetos del mundo exterior, por qué no debería facilitarme las co-
sas, incluso por el poco tiempo que me queda por vivir, no sintiéndome yo mismo -como mis
sueños me han acostumbrado- como la persona que sufre, sino mirando desde el exterior, yo
o una persona que se me parece, como B. en el sueño mira la muerte de su prima.
Más simplemente, se podría pues decir, que el temor de una muerte violenta inevita-
ble puede conducir al auto-abandono y, por medio de éste, a una ilusión o a una alucinación
onírica. Puedo evocar aquí ejemplos en que colegas agonizantes hicieron una consulta con su
médico tratante a propósito de un enfermo agonizante (que eran ellos mismos). Quizás exis-
tan después de todo dos manera de morir: una a la cual el sujeto se resigna y otra contra la
cual se protesta hasta el fin. Pero una de las formas de esta protesta es la denegación de la
realidad, es decir, un trastorno mental. La negación total de la realidad es el desvanecimiento.
La negación parcial y la deformación de la realidad, es el reemplazo de ésta por un sueño. Si
ocurre que a continuación de circunstancias exteriores, o por medio de fuerzas vitales con las
cuales no se cuenta en el momento de tomar la decisión de morir, se escapa al peligro mortal
o se sufre sin sucumbir la violencia que se había creído mortal, es comprensible que los acon-
tecimientos sobrevenidos durante la ausencia mental no puedan ser evocados subjetivamente
en tanto que recuerdos sino solamente bajo forma objetivada, como algo que le habría ocurri-
do a otra persona, y que solo pueda representárselo bajo esta forma.
Esta podría ser la causa de que, instigada por mí, usted se vea tan frecuente y tan pro-
fundamente sumergida, y con una gran vivacidad, en la representación de estos acontecimien-
tos traumáticos de la infancia, que incluso usted haya actuado estos procesos conmocionantes
dramatizándolos con su comportamiento corporal y mental, pero una vez despierta de este
trance, esta realidad grave y dolorosa se vuelva simplemente un "sueño", es decir, que la con-
vicción ya casi adquirida se encuentre mermada y rápidamente corroída por entero.
Debo volver a la idea que usted había expresado: ¿por qué preocuparse tanto de este
fragmento inaccesible de la personalidad que ha caducado o se ha encapsulado de alguna ma-
nera, "¿por qué no dejar a los muertos estar muertos y a nosotros mismos continuar vivien-
do?" -"La respuesta es fácil, Doctor. Esta parte separada parece de entrada haber constituido
una gran parte, quizás incluso la parte más importante de mi alma, y aunque usted quisiera
persuadirme, lo que espero que no hará, no cesaré jamás de esforzarme en hacer consciente-
mente mía esta parte de mi persona, por dolorosa que sea." "Debo agregar -respondí- que us-
ted no podría, aunque lo quisiera, sustraerse a los efectos de la escisión. El hecho de estar es-
cindida puede hacer imposible la rememoración consciente, pero no puede impedir que el
afecto que le está asociado se abra un camino bajo forma de humores, de explosiones afecti-
vas, de susceptibilidades, frecuentemente bajo forma de depresión generalizada o de una ale-
gría compensatoria inmotivada o, todavía más frecuentemente, por diferentes sensaciones
corporales y diversos trastornos funcionales." "Pero ¿cómo me llevará usted a pasar por el su-
frimiento al cual yo me había hábilmente sustraído desde el momento del trauma sin una nue-
va escisión, es decir, sin la repetición del trastorno mental, y a restablecer así la unidad de mi
personalidad, es decir, hacer consciente lo que no lo ha sido nunca? ¿No le parece esto una
empresa imposible?". Respondo: "Yo mismo no lo sé, pero estoy convencido de la reversibi-
lidad de todos los procesos psíquicos, es decir, de todo lo que no es hereditario"... (Falta la
continuación.)

¿Qué es el "trauma"?
"Conmoción", reacción a una excitación exterior o interior de un modo autoplástico
(que modifica el yo) más bien que aloplástico (que modifica la excitación). Esta neoforma-
ción del yo es imposible sin una destrucción previa parcial o total, o sin disolución del yo
precedente. Un nuevo yo no puede ser formado directamente a partir del yo precedente, sino
a partir de fragmentos, productos más o menos elementales de la descomposición de éste.
(Estallido, atomización.) La fuerza relativa de la excitación "insoportable" decide del grado y
de la profundidad de la descomposición del yo:
a) Cambio del estado consciente (trance, estado de sueño).
b) Pérdida del estado consciente:
c) Síncope
d)Muerte.

La eliminación de la conciencia del yo entraña una disminución del carácter penoso


de la acción excitatoria y permite a la parte del yo que ha permanecido intacta restablecerse
más rápidamente.
(La eliminación de la angustia facilita las funciones corporales automáticas.) El re-
torno de la conciencia indica las lagunas de la memoria o las certidumbres de la memoria re-
lativas a lo que ha pasado durante la conmoción. Sin modificación de la situación exterior o
de la capacidad de resistencia del yo, el retorno de la situación traumática tendrá por conse-
cuencia la desagregación y la reconstrucción. (Repetición).
Elementos nuevos en el análisis:
1) Presencia de una persona que socorre (comprensiva y dispuesta a ayudar). Atenua-
ción de la pena.
2) Ayuda sugestiva en el momento en que la energía está paralizada: socorrer al pa-
ciente, pronunciar palabras estimulantes. Se produce inmediatamente el sentimiento de que
las fuerzas aumentan, o de una menor debilidad de la "capacidad de pensamiento y de acción"
aloplástica. Ninguna "desesperación" ni "imposibilidad". La "descomposición" es anulada.
"Glue"126. Liquidación. La rememoración sólo es posible si el yo suficientemente consolidado
(homogéneo o en trance de serlo) resiste a las influencias exteriores, es influenciado por
ellas, pero no fisurado.

Los sistemas de cicatrices mnémicas constituyen un tejido nuevo con funciones pro-
pias: reflejos, reflejos condicionados (sistema nervioso). Esta función, en el origen sólo una
modificación ininterrumpida del yo (destrucción), será puesta al servicio de la autoconserva-
126
En inglés en el texto: “Cola, goma”.
ción, en tanto que trabajo de pensamiento aloplásticamente orientado. La compulsión de re-
petición en el traumatizado es una tentativa renovada para una mejor liquidación.

Un doble shock:
1) Trauma
2) Denial127.

1) Fragmentation Mouldability (sugestión e hipnosis)


2)Atomisation Magnetic Power
Anxiety: atomisatio Willpower
Adaptability Instant128

Understanding is eo ipso identification.


One can not really understand without identifying with the subject.
Identification = understanding can be put in the place of emotion (hatred).
(Case Frkd.: She understands Fr. instead of hating him.
Mort = feminine, mother.
Using his patients to give birth to his child (Conocimiento psicoanalítico)129.

Jamás gratitud por la comprensión (quizás porque mother's hatred is not benevo-
lent130)
El ruiseñor cantaba: oh bella esfinge.
¡ Oh amor! ¿Qué significa
Que mezcles tormentos mortales
A todas tus felicidades?
Prefacio a los poemas líricos IV

"Actitud apasionada" de los psicoanalistas.


El analizante, favorito de los padres.

1) Confort personal. Lack of consideration. Using Analysands instead of letting them


develop131.
2) Se introducen elementos sádicos y masoquistas en esta misma atmósfera, en el origen neta-
mente benevolente. Placer en el sufrimiento de otros porque se han reprimido sus propios su-
frimientos analíticos. Yo mismo, oscilo entre sadismo (actividad) y masoquismo (relajación).
En lugar de estar sereno, de buen humor y benevolente.
Susceptibilidad del analista (injusta) (deseo de venganza).
Insistencia exagerada sobre la situación analítica. (Vanidad) TYRANNY: against inde-
127
En inglés en el texto: “denegación, desaprobación”.
128
Nota enteramente en inglés:
1) Fragmentación Plasticidad (sugestión e hipnosis)
2) Atomización Fuerza magnética
Angustia: atomización Fuerza de voluntad
Adaptabilidad Instante
129
Comprensión, es precisamente identificación.
No se puede comprender verdaderamente sin identificarse al sujeto.
Identificación = comprensión, quizás puesta en el lugar de la emoción (odio).
(Caso Frkd: Ella comprende a Ferenczi en lugar de odiarlo).
Él utiliza a sus pacientes para dar nacimiento a su niño.
130
El odio de la madre no es benevolente.
131
Falta de consideración. Se utiliza a los analizantes en lugar de dejarlos desarrollarse.
pendence132.

Los analizantes son niños. Análisis prolongado (retener a los niños en lugar de liberarlos).

La escena primitiva provoca el sadismo en el niño ¡(porque es realmente sádica)!.


Fr.133 La escena primitiva es interpretada como sádico-anal por el niño (¡porque se
encuentra en la edad sádico-anal!).
F.134 Anal.
Sanción (no poder estar solo).
Los niños no se fían de sus propios pensamientos y actos hasta que no son aprobados
por los padres. Por eso R.N. y Fr.: Dígame (la significación) -una vez que la haya encontrado
usted mismo. (Prueba que una parte ha permanecido verdaderamente como una niñita.) Inclu-
so en el proceso de pensamiento, el niño no puede permanecer solo, debe ser sostenido como
durante el aprendizaje de la marcha.

4 de agosto, 1932

Causas ligadas a las personas por las cuales el psicoanálisis se ha


desviado
1) ¿Por qué antitrauma y predisposición? En el caso de F., parece que Fr. hubiera escapado a
algo traumático, transformando la situación exterior conforme a los deseos neuróticos del pa-
ciente.
a) Contra todas las reglas técnicas establecidas por él mismo, adoptó a Dr. F. como un
hijo. Como lo supe por él mismo, lo consideraba como el heredero más acabado de sus ideas.
Y finalmente se transformó en el delfín declarado, con la perspectiva de hacer su entrada so-
lemne en América (es algo parecido a lo que Fr. parece haber esperado, en su tiempo, de par-
te de Jung; de donde se explican los dos síntomas histéricos que había observado en él: 1ro.
El desvanecimiento en Brême, 2do. la incontinencia en Riverside-Drive, a lo que se agrega
allí el pequeño fragmento de análisis que nos propuso: morir desde el momento que el hijo
viene a tomar su lugar y regresión a la infancia, infantilmente ridículo cuando reprime su va-
nidad americana. (Es posible que su desprecio respecto de los americanos sea una reacción
frente a esta debilidad que no pudo disimular ni frente a nosotros ni frente a si mismo. "¿Có-
mo podría regocijarme tanto con las distinciones americanas puesto que desprecio tanto a los
americanos?"). También es importante hacer notar su emoción que, incluso sobre mí, espec-
tador deferente, produjo una impresión un poco ridícula cuando casi con lágrimas en los ojos,
agradeció al presidente de la universidad por su doctorat honoris causa.
La idea angustiante, quizás muy fuerte en el inconsciente, de que el padre debe morir
cuando el hijo se hace grande, explica su temor de permitir a alguno de los hijos hacerse in-
dependiente. Al mismo tiempo, esto nos muestra que Freud, en tanto que hijo, quería verda-
deramente matar a su padre. En lugar de reconocerlo, estableció la teoría del Edipo parricida,
pero manifiestamente sólo para los otros y no en relación a sí mismo; se encuentra allí su te-
mor de dejarse analizar, incluso también la idea de que en los humanos civilizados adultos los
impulsos revelan pulsiones primitivas que realmente no existen, ya que la enfermedad de
Edipo es una enfermedad infantil como la rubeola.

II) La agresividad dirigida a la castración mutua, sin duda groseramente agresiva en el


132
TIRANÍA: contra la independencia.
133
Freud.
134
Ferenczi.
inconsciente, es recubierta por la necesidad, que es necesario llamar homosexual, de una rela-
ción armoniosa entre padre e hijo. Así, por ejemplo, pudo tolerarme en tanto que hijo hasta el
momento en que lo contradije por primera vez (Palermo).
Otto R. era un caso mucho más cómodo, lo mismo que nuestro amigo von Fr. (Val-
dría la pena buscar mis notas de Berchtesgaden - 1908; mi entusiasmo, mi depresión cuando
era descuidado aunque fuese un solo día; mi inhibición absoluta para hablar en su presencia
hasta que él hubiera abordado un tema, después el deseo ardiente de obtener su aprobación
porque lo comprendía perfectamente y continuaba incluso inmediatamente en la dirección
que él preconizaba, todo esto me designa como un hijo enceguecido y dependiente. El ha de-
bido sentirse muy a gusto en este papel, podía entregarse a sus fantasías teóricas sin molestar-
se por la contradicción, y utilizar el acuerdo entusiasta del alumno deslumbrado para aumen-
tar su propia seguridad. En realidad, sus intuiciones geniales se apoyaban la mayoría de las
veces en un caso único, como iluminaciones; con las cuales yo, por ejemplo, quedaba maravi-
llado y deslumbrado de sorpresa. "Es prodigioso que sepa esto." En este reconocimiento apre-
ciativo, reconozco la duda oculta: es sólo un deslumbramiento pero no una convicción lógica,
es decir, era sólo la adoración y no un juicio independiente el que me hacía seguirlo.
Las ventajas de esta manera enceguecida de seguirlo eran: 1) pertenecer a un grupo
distinguido porque en tanto garantizado por el rey, esto me otorgaba dignidad de mariscal en
jefe. (Fantasía de príncipe heredero.) 2) Se aprendían de él y de las modalidades de su técni-
ca, diferentes cosas que volvían la vida y el trabajo más cómodos: permitían retirarse tranqui-
lamente, sin emoción, apoyarse imperturbablemente sobre el hecho de saber más sobre las
teorías, buscar y encontrar las causas del fracaso en el paciente, sin considerar en eso nuestra
parte. La deshonestidad que consiste en reservar la técnica para sí mismo, el consejo de no
dejar aprender nada a los pacientes en lo que concierne a la técnica, y finalmente el punto de
vista pesimista comunicado a algunos íntimos: los neuróticos son canallas, sólo buenos para
sostenemos financieramente y permitirnos instruirnos a partir de su caso; el psicoanálisis
como terapia no tendría valor.
Este fue el punto de vista en que rehusé seguirlo. Comencé, contra su voluntad, a tra-
tar públicamente cuestiones concernientes a la técnica. Rechacé abusar así de la confianza de
los pacientes, no compartí tampoco su idea de que la terapia no tuviera valor, pensaba más
bien que la terapia era buena pero que quizás nosotros éramos todavía insuficientes, y comen-
cé a buscar nuestros errores. En esta búsqueda di muchos pasos en falso; fui demasiado lejos
con Rank porque en un punto (la situación transferencial) me había deslumbrado con su intui-
ción novedosa. Intenté llevar hasta sus últimas consecuencias, de manera honesta y sincera, la
técnica freudiana de frustración (terapia activa). Después del fracaso de ésta, intenté la permi-
sividad y la relajación; de nuevo, una exageración. Después de estos dos fracasos, me dedi-
qué a trabajar, con humanidad y naturalidad, con benevolencia y libre de todo prejuicio per-
sonal para la adquisición de conocimientos que me permitieran proporcionar ayuda.
Mme. F. se sintió, con razón, atraída por la esencia misma del psicoanálisis: trauma y
reconstrucción, pero asqueada por la manera en que todos los psicoanalistas se servían de
esto. Por oposición, el Pr. K., sin ser analista, es confiable ya que deja que se extienda confia-
damente la inteligencia propia de los pacientes; en consecuencia, aunque no es analista, auxi-
lia analíticamente. Los profesores Bl. y M., al contrario, cabalgando sobre sus propias teorías
y no reconociendo lo que hay de genial en Freud, son a sus ojos inaceptables. Ella aspira a un
analista que tenga dones analíticos idénticos o semejantes a los suyos, que tenga ante todo la
preocupación por la verdad, pero no solamente la verdad científica sino también la veracidad
respecto a la gente.
Lo que es antitraumático en Freud es pues una medida de protección contra el recono-
cimiento de sus propias debilidades.
4 de agosto, 1932
2) Se observa en Freud la ligereza con la cual sacrifica a los pacientes masculinos los
intereses de las mujeres. Esto corresponde a la orientación unilateral, andróflia, de su teoría
de la sexualidad. En este punto ha sido seguido por casi todos sus alumnos, incluso por mí
mismo. Mi teoría de la genitalidad tiene quizás muchos aspectos buenos, pero en lo que con-
cierne a su presentación y la reconstrucción histórica, está supeditada a las palabras del maes-
tro; una reedición implicaría una reescritura.
Citemos como ejemplo la teoría de la castración en la femineidad. Freud piensa que el
clítoris se desarrolla y funciona más temprano que la vagina, es decir, que la niña nace con el
sentimiento de tener un pene; no es sino más tarde que aprende a renunciar, del mismo modo
que a la madre, y a acomodarse a la femineidad vaginal y uterina. Descuida así la otra posibi-
lidad, a saber, que la orientación pulsional heterosexual esté fuertemente desarrollada desde
temprano (quizás en la fantasía solamente), y que la masculinidad no venga a tomar su lugar
sino por razones traumáticas (escena primitiva), en tanto que síntoma histérico.
Es posible que el autor tenga una repugnancia personal respecto de una sexualidad es-
pontánea de la mujer, de orientación femenina: idealización de la madre. Retrocede frente al
hecho de tener una madre sexualmente exigente y de tener que satisfacerla. En un momento
dado, ha debido ser ubicado frente a tal tarea por el carácter apasionado de la madre (La esce-
na primitiva puede haberlo vuelto relativamente impotente).
La castración del padre, de aquel que tiene la potencia, en tanto que reacción a la
humillación experimentada, condujo a la construcción de una teoría en la cual el padre cas-
tra al hijo y, además, es inmediatamente adorado por el hijo como un dios. En su conducta,
Fr. juega solamente el rol de dios castrador, no quiere saber nada del momento traumático de
su propia castración en la infancia; es el único que no debe ser analizado.
7 de agosto, 1932

Sentimiento de culpabilidad autóctono.


Hasta aquí sólo se ha tratado del sentimiento de culpabilidad que se instala en el lugar
del temor al castigo, como institución del Superyo opuesta al resto del Yo y al Ello. Las ob-
servaciones hablan en favor del hecho de que puede instalarse un sentimiento de culpabilidad
opresivo, incluso si no se ha cometido nada contra sí mismo.
Ejemplo clásico: la masturbación excesiva. El yo sólo se siente bien en el "equilibrio
libidinal". El empobrecimiento de la libido, el bombeo artificial de la libido sin presión inter-
na, ejerce una influencia paralizante sobre la capacidad funcional del alma y del cuerpo. Fi-
nalmente, es necesario dar fe a las quejas del masturbador a este respecto; sus quejas son de-
masiado elocuentes y sería un acto de violencia atribuir únicamente a la angustia y al terror
las quejas tan uniformemente repetidas. Es posible que si las advertencias contra la masturba-
ción son tan eficaces, es porque su efecto se agrega a los sentimientos de culpabilidad ya pre-
sentes.
Queda abierta la cuestión de saber por qué la evacuación artificial y excesiva de la li-
bido se manifiesta precisamente por el sentimiento de culpabilidad. Parece que uno se res-
ponsabiliza a sí mismo cuando se perturban funciones del yo nada más que para procurarse
placer. "Ante todo, yo estoy ahí, Yo; es solamente una vez que he sido satisfecho, incluso ya
quizás molesto por un exceso de libido, que puede encararse el gasto libidinal." Que se falte a
esta regla y el yo nos castiga por una especie de strike135 cumpliendo sus funciones con dis-
placer y fuerzas reducidas; resulta una hipersensibilidad general que castiga todo esfuerzo de
alguna importancia con fatiga y un sentimiento de dolor.
Pero pasa algo parecido cuando el bombeo de la libido es provocado, no por sí mis-
mo, sino por otra persona, lo que ocurre muy frecuentemente cuando el entorno es apasiona-
135
En inglés en el texto: “Huelga”.
do e ignora todo sobre la psicología del niño.
El niño recién nacido utiliza toda su libido para su propio crecimiento, y es necesario
incluso darle libido para que pueda crecer normalmente. La vida normal comienza pues por
un amor de objeto pasivo, exclusivo. Los lactantes no aman, es necesario que sean amados.
El segundo estadío de la economía libidinal es -es decir, comienza- cuando el niño se
pone a amarse a sí mismo. (Este estadío es probablemente introducido por las imperfecciones
y las insatisfacciones pasajeras, inevitables, que comporta el hecho de ser amado.) Pero es
igualmente concebible que, cuando el primer período tormentoso del crecimiento cede el lu-
gar a un período más calmo, las cantidades de libido superflua ya movilizadas comienzan a
buscar un objeto. El primer objeto de amor es entonces el yo. Un acrecentamiento todavía
mayor de la tensión y de las cantidades libidinales, interiormente inutilizables, busca enton-
ces objetos también en el exterior del yo. Además de ser amado y de amarse a sí mismo, se
puede también introyectar personas o cosas en tanto que objetos de amor. Ignoramos enton-
ces cuándo, y en qué momento de la evolución, se producen estos cambios.
Imponer prematuramente modos de satisfacción inoportunos perturba el desarrollo
normal del yo, que se ve así ubicado frente a tareas para las cuales no está todavía suficiente-
mente maduro. La práctica de ciertas nodrizas perezosas y sin escrúpulos que duermen a los
niños excitando sus partes genitales de manera masturbatoria, es verdaderamente perjudicial
al lactante. No menos inoportuna y perturbadora para el yo es la agresión masturbatoria tan
frecuente, perpetrada a la fuerza por los adultos sobre los niños en vías de crecimiento, en los
cuales la genitalidad no ha sobrepasado todavía el período de los toqueteos inocentes despro-
vistos de pasión. Naturalmente, debe ser realizado un esfuerzo todavía más considerable tra-
tándose de un yo aún no desarrollado, cuando es necesario soportar la violencia y el shock
tanto como las emociones de una relación sexual real. Sin embargo, tales casos son mucho
mas frecuentes de lo que se imagina. Sólo es descubierta una parte muy pequeña de las se-
ducciones incestuosas de los niños y de los abusos cometidos sobre ellos por las personas en-
cargadas de vigilarlos, pero aun en estos casos, la mayor parte del tiempo son mantenidos en
secreto. El niño, trastornado por el shock de la agresión intempestiva y por su esfuerzo de
adaptación, no tiene la fuerza de juicio suficiente para criticar la conducta de estas personas
de autoridad. Los tímidos esfuerzos hechos en este sentido son rechazados por el culpable de
manera brutal o amenazante, al niño se le reprocha entonces mentir. Además, el niño se sien-
te intimidado por la amenaza de retiro del amor, incluso por castigos corporales. Enseguida
comienza a dudar de sus propios sentidos o -lo que es más frecuente- se sustrae a toda la si-
tuación conflictual refugiándose en sueños diurnos y respondiendo en lo sucesivo a las exi-
gencias de la vida despierta a la manera de un autómata. (Referencias del caso: medio aristo-
crático; el preceptor: él sólo conoció cinco casos de niños seducidos.)
El niño precozmente seducido se adapta a esta difícil tarea con la ayuda de una identi-
ficación completa con el agresor. El análisis del caso F. muestra que tal amor de identifica-
ción deja insatisfecho al yo propiamente dicho. En el análisis, la paciente debe entonces ser
reconducida a la época venturosa anterior al trauma y al período de desarrollo sexual que co-
rresponde a este momento (Balint: Evolution de curactere et renouveau), y llegar a la com-
prensión de la conmoción y de sus consecuencias internas, por una parte partiendo de allí, por
otra parte, por el deshilachado del tejido de la superestructura neurótica, después gradualmen-
te y por accesos, restaurar su capacidad para manifestar sus propias variedades de libido.
Citar, por ejemplo, la "perversión" de infantilismo persistente, cuando esta perturbado
el desarrollo libidinal. En F. la libido heterosexual que en la fantasía evolucionaba ya en una
dirección normal, es escindida después de la conmoción en el curso del segundo año, en sa-
domasoquismo (fantasías infantiles de ser pegado) y en fetichismo del seno, a los cuales se
agrega una fijación materna homosexual, activa y pasiva. Es verdad que anteriormente hubo,
muy en la temprana infancia, una escena primitiva perturbadora (la escena primitiva sólo es
traumatizante si por otra parte, la vida es totalmente asexuada e hipócrita).
Puede preguntarse si el sentimiento de culpabilidad consecutivo a la intempestiva
agresión sufrida (o, en los niños, a las sobreactuaciones impuestas a la fuerza), no está ligado
al sentimiento de culpabilidad porque se adivinan y se experimentan, de acuerdo con él, los
sentimientos de culpabilidad del agresor. Quizás es solamente esta percepción del sentimien-
to de culpabilidad en el agresor lo que da al displacer del yo este carácter de culpabilidad, a
causa de la perturbación sufrida. El comportamiento de las personas investidas de autoridad,
una vez cometido el acto (silencio, desaprobación, conducta ansiosa), agregado a las amena-
zas dirigidas al niño, es adecuado para sugerirle la conciencia de su propia culpabilidad y de
su complicidad.
Una contribución no despreciable para este sentimiento de culpabilidad -naturaleza de
la reacción post-sexual- puede estar constituida por el hecho de que los órganos genitales
reaccionen a la excitación por sensaciones voluptuosas. El placer sentido en el momento del
proceso sexual, que el sujeto no se puede negar a sí mismo, despierta en nosotros la tendencia
a sentirnos responsables o co-responsables de lo que ha ocurrido. Una contribución suple-
mentaria a este sentimiento podría provenir de que los niños, es verdad que en un nivel de se-
xualidad más inocente, se acusan de ser seductores respecto de los adultos, por medio de co-
quetería, exhibición, toqueteos, etc. Claro que esto es porque ellos querían seducir a los adul-
tos y es completamente diferente de lo que les ha ocurrido. Qué conflicto formidable entre
una reacción de órgano con tonalidad de placer y la defensa psíquica. No es sorprendente que
el niño represente toda la escena mediante formas regresivas (vómitos) y llegue a sustraerse,
bajo el modo de conversión histérica, al displacer mayor de las experiencias psíquicas cons-
cientes. Es una histeria de esta clase la que está en la base de toda neurosis traumática, inclu-
so si más tarde ésta es recubierta por síntomas neuróticos obsesivos, o psicóticos paranoicos,
o incluso por particularidades caracteriales. (La cuestión es: ¿cuándo se trata de carácter,
cuándo de neurosis y cuándo de psicosis?).

8 de agosto, 1932

Soportar la soledad.
B.: Hace alrededor de un año, a causa de mi insistencia, dolores, estados que evoca-
ban la agonía, debilidad cardíaca, etc., hasta un punto muy elevado de debilidad corporal.
Esto duró unos ocho días, haciéndose cada vez más amenazante; después emergencia repenti-
na de este estado, curación completa y prosecución del análisis. Sólo hay algo que no se pro-
duce, o casi no se produce más: la asociación libre. La paciente estaba terriblemente asustada
frente a la posibilidad de recaer en ese estado.
Entonces ella misma expuso la idea de retirarse del mundo, vivir sola e intentar toda-
vía una vez más superar el temor que tenía. Al mismo tiempo, comenzó a esforzarse seria-
mente en la asociación libre, preguntándose qué había podido cambiar para que se sintiera
más a la altura de esta penosa tarea. Ella misma respondió: "A lo largo de este tiempo, mi
confianza en usted se ha reforzado de tal modo que, basada en esto, me he sentido capaz. Es-
pero que usted me tratará de otro modo ahora, que en otros tiempos de mi enfermedad."
Esta esperanza está perfectamente justificada; en el intervalo, habíamos llegado a la
convicción de que, apoyándome en las reglas fundamentales del análisis, me había conducido
a su respecto con demasiada frialdad, se podría decir con crueldad. Esta confesión de mi par-
te, y el cambio de mi disposición emocional que se derivaba lógicamente, aumentó su con-
fianza cada vez más, de manera que ella misma estaba dispuesta a intentar la repetición, espe-
rando que yo no la dejaría hundirse, es decir, que tendría la buena voluntad y también la ca-
pacidad de volver a sacarla de su confusión traumática. Si podía, una vez por día solamente,
expresarse libremente delante mío y después recibir de mí aliento y explicaciones, estaría en
condiciones de soportar la soledad en el intervalo. Por otra parte, sabe que estoy a su respecto
con disposiciones suficientemente amistosas para ocuparme de ella en el intervalo, si fuera
absolutamente necesario. Dicho de otro modo: la soledad es soportable sólo si no se siente
nunca completamente abandonada; si se trata de una soledad verdaderamente total, donde in-
cluso no se tiene la esperanza de ser comprendido y ayudado por el mundo exterior, es inso-
portable. ¿Pero qué es verdaderamente lo "insoportable"? Sin duda ninguna otra cosa que
continuar viviendo deformando la realidad de esta existencia interior (psíquica) o exterior.
Las asociaciones de la paciente desembocaron rápidamente en varias fantasías, en una
de las cuales escuchaba murmurar a su padre: "Sentirás siempre mi cuerpo desnudo, sin verlo
jamás."
Tiene recuerdos más o menos oscuros de su primera infancia donde veía frecuente-
mente a su padre desnudo cuando se bañaba o en otras circunstancias. Pero por lejos que se
remonte en sus recuerdos más precisos su padre siempre fue de un increíble pudor a su res-
pecto, hasta aproximadamente los cuatro años donde repentinamente, de buenas a primeras,
le hizo una proposición amorosa. Su comportamiento de entonces proporciona un sostén po-
deroso a nuestra hipótesis de la realidad de las fantasías de violación.
Lo que espera ahora de mí, es 1) que dé crédito a la realidad del acontecimiento, 2)
ser tranquilizada con la seguridad de que la tengo por inocente, 3) inocente incluso si confe-
sara que experimentó una enorme satisfacción en el momento de la agresión y que se consa-
gró a la admiración de su padre, 4) la certidumbre de que no me dejaré arrastrar a un movi -
miento pasional de esta clase.
La soledad traumática, la prohibición y la voluntad de prohibir del padre, la sordera y
el enceguecimiento de la madre, es lo que hace traumática a la agresión, es decir, adecuada
para fisurar el psiquismo. El ser que queda solo debe ayudarse a sí mismo y, a este efecto, es-
cindirse en aquel que ayuda y aquel que es ayudado. Sólo cuando ha sido ganada la confianza
y abandonados esta auto-asistencia, esta autoobservación y este control de sí (todos enemigos
de la asociación libre) ver más arriba-, pueden ser profundamente vueltos a sentir los estados
de otro tiempo, experimentados en el momento de la completa soledad después del traumatis-
mo.
La paciente B. llega por sí misma a la idea de que la completa escisión en el padre
(epilepsia, embriaguez) ha provocado una escisión análoga en ella: Dr. Jeckyll y Mr. Hyde.
El murmullo de estas palabras es la impresión formulada acústicamente de la voluntad del pa-
dre, quizás transmisión de pensamiento. (Me es necesario decididamente abandonar mi idea
según la cual la transmisión de pensamiento es diferente del Cumberlandismo.) Todo pensa-
miento es motriz y puede, en consecuencia, provocar un movimiento asociado. Ver los "pen-
samientos que se hacen sonoros" en caso de cera en las orejas.

La reproducción del trauma es, por sí sola, ineficaz desde el punto


de vista terapéutico.
R.N. Hace alrededor de tres años, descubrimiento de la amnesia, hace dos años repro-
ducción del trauma terminando cada vez con terribles dolores y una risa loca. Desde enton-
ces, todos los días, casi sin excepción, una crisis. Yo, ateniéndome estrictamente a la teoría
según la cual la cantidad de las abreacciones terminaría por agotarse y entonces sobrevendría
la curación, continué produciendo las crisis. Las dificultades financieras conducían necesaria-
mente a la ruptura, pero mi creencia obstinada me hizo continuar, incluso sin ser pagado. Pro-
greso casi nulo. Sometido a una presión financiera más importante, necesitando dedicar mi
tiempo y mi interés a otras cosas, se agotó mi paciencia; estábamos a punto de interrumpir la
cura cuando se presento una ayuda por un sesgo inesperado. El debilitamiento de mi disposi-
ción a ayudar, hasta entonces infatigable, fue el principio del "análisis mutuo" (ver más arri-
ba), donde todo lo que hasta allí había retenido de antipatía, de resistencia a un exceso de su-
frimiento, fue reconocido y reconducido a lo que hay de infantil en mí. Bajo la influencia de
este análisis, muchas cosas en mis relaciones y en mis actitudes cambiaron respecto a todo;
pero la simpatía no alcanzó nunca el grado que B., por ejemplo, llegó a obtener tan fácilmen-
te, quiero decir, tanto más fácilmente (de hecho, ya bajo la influencia de las cosas aprendidas
con R.N.).

El peligro del sadismo latente y de la "erotomanía" en el analista.


La situación analítica, pero sobre todo sus reglas técnicas rígidas, provocan la mayor
parte del tiempo en el paciente un sufrimiento136... y en el analista un sentimiento de superio-
ridad injustificada, con un cierto desprecio por el paciente. Si se agrega la aparente amabili-
dad, el interés por los detalles y, eventualmente, la compasión real por un sufrimiento dema-
siado fuerte, el paciente se encuentra trabado en un conflicto de ambivalencia casi insoluble
del cual no puede desembarazarse. Se utiliza entonces un incidente cualquiera para dejar fra-
casar el análisis por la "resistencia del paciente".
No conocí ningún analista que pudiese declarar su análisis teóricamente terminado (el
mío menos que los otros). En cada análisis, tenemos pues bastantes cosas que aprender sobre
nosotros mismos.
El análisis proporciona a las personas, por otra parte bastante inhibidas ya que la po-
tencia y la confianza en sí mismas están perturbadas, la ocasión de llegar sin ningún esfuerzo
a estos sentimientos sultánicos que compensan sus insuficientes capacidades de poder amar.
El análisis de este estado conduce, por una desilusión saludable a este respecto, al despertar
de un verdadero interés por los otros. Una vez que se ha vencido de este modo el narcisismo,
bien pronto se adquiere esta simpatía y este amor por los hombres sin los cuales el análisis no
es más que un proceso de corte prolongado.

11 de agosto, 1932

A propósito de la criminalidad.
Un antiguo paciente, analizado durante un cierto tiempo y relativamente liberado de
su angustia, vuelve a verme; actualmente tiene ciertas dificultades pero que no trastornan de-
masiado su humor. Se ha dejado arrastrar a empresas comerciales demasiado importantes en
relación a los capitales de que disponía. En el curso del primer análisis, yo lo había alentado a
entregarse a todas las fantasías científicas y comerciales posibles, y yo mismo había en-
contrado un cierto placer en ver como llegaba a medirse en el plano de la inteligencia, con
casi todos los eruditos con los que se encontraba, a excepción de los matemáticos. En el espa-
cio de algunos meses, este hombre, que apenas sabía escribir su nombre, discutía con los es-
pecialistas los problemas más arduos de física, química, fisiología, filosofía y psicología. Al
mismo tiempo, se comprometía en relaciones amorosas, simultánea o sucesivamente, con
doce o catorce mujeres. Últimamente, de manera bastante durable, con tres a la vez: 1) su co-
cinera, que le manifestó desde entonces una devoción de perra, 2) una de las jóvenes más
atrayentes y más inteligentes de la mejor sociedad, igualmente dotada en el plano científico
(esta ligazón fue rota por él porque la dama rehusaba hacerla pública, sabiendo que esto
arruinaría su reputación y su carrera en los mejores medios aristocráticos), 3) una eminente
doctora húngara que, al contrario, exhibía esta relación de una manera muy ostentosa y se
comportaba como si fuese su esposa. El le había sacado con artimañas una suma considerable
de dinero y, sin embargo, siguió debiéndome por un buen número de meses, mis honorarios

136
“Lenteszierendes”. Nada parecido figura en el diccionario. Posiblemente “Sufrimiento interminable”.
por el análisis.
Ahora que ve que no podrá enriquecerse rápidamente, piensa en sustraerse a sus obli-
gaciones. Al mismo tiempo, me anuncia que durante su estadía en París contrajo una gono-
rrea con una prostituta, pero que desde entonces igualmente ha tenido relaciones con la coci-
nera y la doctora. Le he dicho que debía hacerse atender y hacer examinar a las dos mujeres.
Aproveché la ocasión para decirle que en lo sucesivo debería pagarme, no obstante la
proposición que le había hecho de que provisoriamente no me abonara más que la mitad de
los honorarios y que, por el momento, permaneciera debiéndome la suma precedente. Es cu-
rioso que en el momento de la primera entrevista estuviera de nuevo inclinado a consentirle
todo, y fue solamente después de reflexionar que me dije que ya era tiempo de mostrar a este
hombre los límites de la realidad, incluso aquí, en el análisis. (La lentitud con la cual llegué a
reconocer esto encontró su explicación en mi autoanálisis: identificación con el cobarde que,
superando su temor, se transforma en un héroe, más allá del bien y del mal.) En el curso de
una discusión con sus empleados se dejó llevar a las peores groserías y fue provocado en due-
lo. Rehusó, por el momento, aceptar mis condiciones; pero permanecí firme y espero su deci-
sión; probablemente mañana. El paso siguiente que se decidió a dar, fue la decisión de rom-
per su amistad con la doctora. Cree que yo lo perjudico en favor de ella, que quiero impulsar-
lo a desposar a esta "son of a witch"137, también quiere decirle que no podrá tenerlo más como
“fuckíng instrument"138, que no habría debido tomar "my cock"139 en su boca. Permanecí con
él esperando que esta discusión pudiese clarificar la situación. La antipatía creciente por la
doctora neurótica quedaría así mejor fundada, su actitud provocativa, su credulidad, etc., se-
rían explicadas analíticamente.
Pero lo que es importante también es la lentitud y el retraso con los que yo llegué a es-
tas conclusiones. No hay nada que hacer, debo buscar la causa en mi propia criminalidad re-
primida. Experimento una cierta admiración por el hombre que se atreve a cumplir actos que
yo me prohíbo. Lo admiro incluso por la imprudencia con la que me engaña. La causa funda-
mental no puede ser otra que mi temor de estos malhechores; probablemente, en un momento
dado, he sido efectivamente dominado e intimidado por tales individuos.
Es interesante anotar lo que hoy me ha pasado por la cabeza a propósito de este hom-
bre: pensé que iba a agredirme físicamente y tuve la idea de poner mi pistola en el bolsillo.
Provisoriamente, postergué hasta mañana el arreglo de este asunto, pero estoy decidido a per-
manecer firme y, eventualmente, a dejarlo partir. Tengo la impresión de que si cedo me toma-
rá -como casi todo el mundo- por imbécil, y me explotará. Si permanezco firme, puede verda-
deramente agredirme; ha comenzado a hacer alusiones en el sentido de que ya me había dado
suficiente dinero anteriormente (que no quiere, en consecuencia, pagarme más), que puede
amenazarme de escándalo, despreciarme en mi círculo de amigos, etc. Todo esto me dejará
frío. Quizás intentará entonces, para ablandarme, poner en jugo la posibilidad de su propio
hundimiento, en ese caso le propondré continuar el tratamiento si acepta mis condiciones.
Problema: ¿Cuándo es curable la criminalidad? ¿Qué dosis de reconocimiento de su propia
enfermedad es aquí -como en las psicosis- necesaria? Trazado más preciso de las fronteras
entre fantasía y realidad durante el análisis. (Citar otros dos casos: el Dr. G. que ha engañado
a Freud, y el padre de B.)

12 de agosto, 1932

Representación subjetiva de la escisión de la función


La paciente O.S. sufre de obesidad. Los productos adelgazantes más eficaces, tales
137
En inglés en el texto: “hija de bruja”.
138
En inglés en el texto: “Instrumento de coger”.
139
En inglés en el texto: “mi pija”.
como extractos tiroideos, hipofisiarios, diuréticos, mercuriales, no le hacen efecto. No puede
seguir ningún régimen porque si no come bien y mucho se siente agitada. Pero una profunda
depresión (evidencia de la vanidad de todos sus esfuerzos para hacer cambiar a su respecto la
actitud de una amiga que se puede calificar de maníaca) le proporciona la ocasión de some-
terse a un ayuno, además del tratamiento médico. Está en tal estado de vacío afectivo que no
le importa nada, tampoco incluso la sensación de hambre. Ahora ayuna desde hace seis días,
bebe todos los días uno o dos pequeños vasos de cognac y un vaso de naranjada.
Describe su estado de la siguiente manera: en la medida de lo posible, no efectúa nin-
gún trabajo, pero cuando se ve obligada a hacerlo se siente extremadamente agotada. A cada
solicitación reacciona con una sensación extraña en la región abdominal. Aunque no experi-
menta conscientemente ni terror, ni angustia, ni emoción de ninguna clase, sabe, según la na-
turaleza específica de esta sensación, si esto significa tal sentimiento o tal otro. Pero puede
afirmar con toda honestidad que lo que sabe es en ella puramente intelectual. Habla de una
completa escisión en dos de su personalidad. Como se ha descripto más arriba, en esta aneste-
sia sólo su cuerpo reacciona a lo que es desagradable. Su humor permanece completamente
libre de toda perturbación e influencia. Cuando quiere describir más exactamente esta reac-
ción corporal interna "en la región del plexo solar", dice que es "como si se quisiese expulsar
algo lejos de sí y retirarse de algo". Habiéndole preguntado por lo que había pasado antes, se
sabe que se comporta de manera diferente en relación al alimento, en diferentes momentos. A
veces, debe atenuar esta sensación rápidamente, comiendo o bebiendo. "Como un niño se cal-
ma mas rápidamente, cualquiera sea la cosa que le ocurre, cuando se le tiende el biberón o el
seno." Una situación de displacer más profundo paraliza incluso esta capacidad de ser calma-
do o de poder calmarse.
La paciente misma evoca el trauma que debió sufrir a la edad de seis semanas, ya que
estando encerrada con su madre, enferma mental, en un hotel durante dos o tres días, no se
supo con seguridad cómo fue tratada por ésta, hasta que fueron descubiertas. Este ha sido sin
duda el momento en que la niña debió pasar por un violento terror, reclamando alimento; por-
que probablemente la madre la dejaba hambrienta de modo que, finalmente, la niña debió
agotarse al punto de renunciar incluso a reclamar alimento, de algún modo experimentando
en lo sucesivo sólo la sensación de extinguirse. Incluso si inmediatamente, una vez reen-
contrada, fue reanimada y nutrida de la mejor manera posible, parece que no hubiera aprendi-
do a readaptarse a la vida más que con una parte superficial de su personalidad y de un modo
mas bien automático. Una hermana gemela, digamos de alrededor de seis semanas, está ente-
rrada en ella, en el mismo estado de petrificación que aquél en que ella había caído en el mo-
mento del trauma. Desvanecida (impotente, incapaz de toda manifestación motriz) sólo reac-
cionando en parte por reflejos de huida o pataleos de defensa, quizás pudiendo todavía ser sa-
tisfecha durante cierto tiempo por la mamada; pero más allá de una cierta duración de la sen-
sación de displacer por la falta de asistencia, la motilidad y probablemente también el deseo
de vivir están completamente extinguidos. (Véase aquí, la explicación propiamente dicha de
la relación entre "erotismo oral" y depresión, o más exactamente, melancolía; Abraham,
Rado.)
Es ésta quizás la ocasión de obtener una percepción de las singularidades tróficas de
los "maníacodepresivos". Esta paciente parece capaz de engordar, en ciertas condiciones, sin
tomar alimento y, supuestamente, sin beber otra cosa que lo que ha sido señalado mas arriba.
Desde que ayuna ha perdido hasta ayer cuatro kilos; sin cambiar nada de su régimen (ayunar)
y a pesar de la ingestión de sus medicamentos, engordó un kilo desde ayer. Admitiendo que
se excluya toda posibilidad de engaño, no se puede descartar que sea la hermana gemela "bio-
lógicamente inconsciente y puramente vegetativa" (quizás como una planta o un embrión)
que, tomando oxígeno, C02, H2O, en el medio ambiente (aire) realiza tales aparentes mila-
gros... Aumento de peso de los esquizofrénicos. Sra. SJ.: el Superyo hace engordar. (El caso
S.I. debe ser revisado en función de la teoría de la hermana gemela.) Durante los días comu-
nes (de la semana), la paciente O.S. siente agitación, una compulsión a la actividad, pero los
días de fiesta, esta salida está también rigurosamente cerrada, y siente entonces solamente esa
tranquilidad totalmente insoportable que es lo que más teme (¿neurosis de domingo?). La
tranquilidad de los días feriados la obliga, de manera ineluctable, a oír los sonidos internos de
la gemela.
B.: Sueño: 1) Un chofer loco hace dar curvas tan cerrrdas al ómnibus completo, que
éste vuelca. La paciente ve el peligro, está sentada cerca de la puerta, sale del vehículo volca-
do, todos los otros yacen allí con los miembros mutilados (cubiertos de ropa); por ejemplo, el
pie cortado de un hombre. Al descender sólo siente un pequeño pedazo de vidrio en la oreja
externa. Condensación simbólica de la herida sufrida, de la venganza deseada, del recuerdo
(la rememoración desplazada al despertar, quizás también una vaga percepción de ruidos pe-
nosos, o de sus propias crisis). 2) Físicamente agredida por un hombre,... (Falta la continua-
ción.).

13 de agosto, 1932

Registro de los pecados del psicoanálisis. (Reproches de una pa-


ciente.)
1) El psicoanálisis atrae a los pacientes a la "transferencia". La profunda comprensión,
el gran interés por los detalles más ínfimos de la historia de su vida y los movimientos de su
alma serán muy naturalmente interpretados por la paciente como las marcas de una profunda
amistad personal, incluso de ternura. 2) Como la mayor parte de los pacientes son náufragos
psíquicos que se agarran a la menor brizna de paja, se hacen sordos y ciegos frente a los he-
chos que podrían mostrarles hasta qué punto los analistas tienen poco interés personal por sus
pacientes. 3) Durante ese tiempo, el inconsciente de los pacientes percibe todos los senti-
mientos negativos del analista, sentimientos de aburrimiento, de irritación, de odio cuando el
paciente dice algo desagradable que puede irritar los complejos del médico. 4) El análisis es
una buena ocasión de efectuar sin culpabilidad (sin sentimiento de culpabilidad) acciones in-
conscientes puramente yoicas, sin escrúpulos, inmorales, incluso que se podrían calificar de
criminales, y tener conductas de la misma naturaleza; por ejemplo, el sentimiento de poder
sobre la serie de pacientes que lo consideran con una devoción sin defensa y lo admiran sin
reservas. Placer sádico frente a su sufrimiento y su impotencia. Ninguna preocupación en
cuanto a la extensión de los análisis, incluso una tendencia a prolongarlos por razones finan-
cieras: se puede así transformar a los pacientes, si se lo desea, en contribuyentes de por vida.
En razón de experiencias infantiles de esta clase, se le hace imposible separarse, in-
cluso después de un largo trabajo infructuoso (y el analista por el hecho de que no clarifica la
situación analítica ni su propio comportamiento, no ayuda a eludir la situación ni a extraer
conclusiones a partir del presente sobre el pasado), igual que un niño que no puede salvarse
lejos de su casa (porque librado a sí mismo, se siente desarmado).
La transferencia, a la que se encuentra en demasía en la constitución del análisis, y
que la ignorancia de los analistas no permite resolver (debería conocerse mejor a sí mismo y
a su propio comportamiento para poder hacerlo), juega al fin de cuentas el mismo papel en el
análisis que el amor de sí (egoísmo) de los padres en la educación.
(El odio inexpresado fija más que la mala educación. La reacción contra ésta es una
bondad exagerada por sentimiento de culpabilidad, que no puede ser eliminada sin ayuda ex-
terior.)
Los pacientes sienten lo que hay de hipócrita en el comportamiento del analista, lo
sospechan a partir de cientos de pequeños indicios. (Algunos piensan que leen los sentimien-
tos y los pensamientos del analista.) Estos indicios se convierten muy raramente en objeto de
análisis (y de reconocimiento por parte del analista.).
El remedio, por más lejos que hayan "evolucionado" las cosas, es la auténtica "contri-
ción" del analista. En cambio, se reacciona habitualmente con la morosidad, el silencio, la
irritación, y el sentimiento de haber querido hacer lo mejor y, sin embargo, hacerse reprender.
Deseo de interrumpir el análisis, y quizás incluso hacerlo.
(Es posible que ningún analista sea suficientemente "perfecto" para poder evitar esta
clase de cosas. Pero si se lo piensa y se lo trabaja suficientemente a tiempo, se acorta sensi-
blemente el análisis. Tal vez se sostiene allí la causa fundamental de la duración infinita de
las repeticiones traumáticas (¡durante 6 ú 8 años!) (porque falta el contraste con el pasado,
contraste sin el cual la desdicha del pasado, con ayuda de las asociaciones actuales con el su-
frimiento de la repetición, es siempre sentida como presente, y sin la cual la rememoración
del trauma culmina con el estallido, el reforzamiento del síntoma y la represión del trauma.)
Sólo la simpatía cura. (Healing140 )
La comprensión es necesaria para poder utilizar la simpatía en el buen momento (aná-
lisis) y de la manera correcta. Sin simpatía, ninguna curación. (A lo sumo percepciones de la
génesis del sufrimiento.)
¿Se puede querer a todo el mundo? ¿No hay límites para esto? El régimen actualmente en vi-
gor (educación de los niños, actitud apasionada de los adultos) hace difícil para cada uno
prescindir de las simpatías, de las antipatías y de su injusticia. ¿Quizás el carácter de la huma-
nidad mejorará algún día? (Límite de la capacidad de cambio). La ciencia también es "apasio-
nada" cuando sólo ve y reconoce los instintos yoicos. Pero la necesidad natural de compartir
los sentimientos de placer después de la saturación normal correspondiente, y el principio de
armonía de la naturaleza no son suficientemente considerados.
La idea de la pulsión de muerte va demasiado lejos, está ya teñida de sadismo; la pul-
sión de reposo y el COMPARTIR (co-municación141, sharing142) el placer y el displacer acu-
mulados "en exceso", es lo verdadero, o lo fue hasta que apareció una perturbación artificial,
es decir, traumática.

ESTAR SOLO conduce a la escisión.


La presencia de alguien con quien se pueda compartir y comunicar alegría y sufri-
miento (amor y comprensión), CURA el trauma.
La personalidad es reunificada, "CURADA". (Como glue143).
Es el odio por el enfermo lo que se oculta detrás de la amabilidad hipócrita del médi-
co. Es necesario despertarlo y volver a conducirlo a las causas (internas); sólo entonces se
puede ayudar, compartir y comunicar su propio sufrimiento, y compartir el sufrimiento de
otro.
Cuando uno mismo está saciado y sin avidez, querer, sentir y actuar bien van de suyo.

EL ORGANO GENITAL no es el órgano con ayuda del cual se libera de los sufrimientos
(¡Reservorio de sufrimientos!), sino el órgano de la comunicación y del compartir la energía
excedente (placer).

1) El niño debe ser saturado de amor y de alimento.


2) Pubertad - sobrecarga de placer.
Una especie
de maternidad.

140
En inglés en el texto: “Curar”.
141
“Mit-teilung” = compartir con; “Mitteilung” = comunicación.
142
En inglés en el texto: “Compartir”.
143
En inglés en el texto: “encolada”.
Desembarazarse por la Amor por el
Comunicarlo genitalidad fragmento separado:
esperma, niño.
Residuos del amor de sí.
El amor mencionado más arriba: 1) Amor por las células seminales y los óvulos.
2) Amor por aquel con quien se los comparte.
Colocación de una bomba peligrosa (F.)
Colocación del ser amado
de fragmentos (F.)
El analista, después de haberse visto y reconocido en el registro de los pecados y des-
pués de haber superado la reacción de despecho: derrumbado - haber querido hacer lo mejor
y "¡llegar a este punto!".
El paciente: está en condiciones de perdonar. Haber podido dar el primer paso hacia
el perdón de lo que ha causado el trauma, significa que ha comprendido. El hecho mismo de
que haya sido posible llegar a la comprensión y retornar sobre sí mismo, pone fin a la misan-
tropía general. Finalmente es posible ver y rememorar el trauma con sentimientos de perdón
y consecuentemente de comprensión. El analista a quien se ha perdonado, goza en el análisis
de lo que le ha sido rehusado en la vida y que ha endurecido su corazón.

¡¡¡Perdón mutuo!!! Éxito final.

14 de agosto, 1932

Trauma y escisión de la personalidad: ruptura entre sentimiento e


inteligencia.
Caso G.: Shock repentino (rápido, imprevisto) observando la relación sexual entre los
padres. Lo que le fue dado a ver y a sentir de manera extremadamente repentina (los padres
se pegan, el padre estrangula a la madre, la madre parece completamente de acuerdo, nadie
piensa en mí, no puedo refugiarme junto a nadie, estoy librada a mí misma, ¿pero cómo po-
dría subsistir sola? Comer algo me tranquilizaría pero nadie piensa en mí; querría gritar pero
no me atrevo, es mejor que permanezca muda y oculta si no van a hacerme algo, los odio a
ambos, querría empujarlos -imposible, soy demasiado débil y además esto sería demasiado
peligroso, querría huir pero no sé dónde, querría escupir toda esta historia como se escupe
algo desagradable); todo esto le era insoportable y, sin embargo, debía soportarlo: esto le fue
impuesto. El carácter insoportable de una situación conduce a un estado psíquico cercano al
sueño, donde todo lo que es posible puede ser transformado de modo onírico, sufrir una de-
formación alucinatoria positiva o negativa. La idea del carácter repugnante de la situación y
de la emoción provoca el sueño: no es nada, simplemente he comido algo desagradable; vo-
mito y estaré liberada, o bien "alguien vendrá y me dará algo mejor para comer". Pero si el
displacer se prolonga sin que sobrevenga una ayuda, se regresa a estadíos todavía más leja-
nos: "estoy tan abominablemente sola, seguramente, porque incluso todavía no he nacido,
floto en el vientre materno".
Pero una vez que se ha logrado liberarse del displacer psíquico con la ayuda de tal
sueño despierto, se ha instituido un punto débil para todo el porvenir, al cual el yo (las emo-
ciones) regresa fácilmente en el momento en que pasa algo que produce displacer. (Así en
nuestra paciente, en el momento en que la madre abandonó bruscamente la casa y cuando,
mucho más tarde, fue decepcionada por su marido al que amaba locamente.)
Pero el efecto-shock va todavía más lejos en nuestra paciente. Toda su vida afectiva
se había refugiado en la regresión, de modo que en la actualidad no experimentaba ninguna
emoción profundamente; en el fondo, nunca es a ella a quien le ocurren las cosas, ella se
identifica solamente a otras personas. Así, mientras que su vida afectiva desaparece en la in-
conciencia y regresa a una pura sensación corporal, la inteligencia liberada de todo senti-
miento realiza un considerable progreso, pero -como ya ha sido dicho- completamente des-
provista de toda emoción, en el sentido de un desempeño de pura adaptación, por el sesgo de
una identificación con los objetos terroríficos. La paciente se volvió terriblemente inteligente:
en lugar de odiar al padre o a la madre, se sumergió tan profundamente con el pensamiento
en los mecanismos psíquicos, los motivos, incluso los sentimientos (con la ayuda de su saber
en cuanto a estos últimos), que llegó a aprehender claramente la situación en otro momento
insoportable, puesto que había dejado de existir en tanto que ser dotado de sentimientos. El
trauma la había reducido a un estado emocionalmente embrionario, pero al mismo tiempo ha-
bía adquirido una sabiduría intelectual como un filósofo comprensivo, completamente objeti-
vo y sin emociones.
Lo que es nuevo en todo este proceso es que al lado de la huida frente a la realidad en
sentido regresivo, hay también una huida hacia lo progresivo, un desarrollo repentino de la
inteligencia, incluso de la clarividencia, en síntesis, una huida hacia adelante, una eclosión re-
pentina de las posibilidades evolutivas, virtualmente inscriptas, pero hasta ahora funcional-
mente inutilizadas; por decirlo así, un brusco envejecimiento (al mismo tiempo que la vuelta
de las emociones al estado embrionario). Se podría pues pensar que a continuación del shock,
los sentimientos son arrancados de las representaciones y de los procesos de pensamiento, y
ocultados profundamente en el inconsciente, incluso en el inconsciente corporal, mientras que
la inteligencia efectúa por sí misma la huida hacia adelante descripta más arriba. El espanto
es la fuerza que ha arrancado y disociado los sentimientos de los pensamientos; pero este
mismo espanto está siempre actuando, y es quien mantiene separados los contenidos psíqui-
cos así arrancados. Si mediante una presión imprevista o con la ayuda de la asociación libre,
se llega por un momento a eliminar la angustia, el repentino contacto entre las partes del psi-
quismo, separadas hasta ese momento, produce una ruidosa explosión: convulsiones, sínto-
mas corporales sensitivos, sensoriales y motores, una explosión de cólera maníaca y, más fre-
cuentemente, para terminar, una risa irreprimible e inextinguible como expresión de los mo-
vimientos emocionales incontrolables; finalmente, se continúa un agotamiento completo y un
relativo apaciguamiento como en el despertar de un mal sueño. Sin embargo, una vez más, no
era más que un sueño, sin ninguna convicción durable en cuanto a la realidad de lo que le ha
ocurrido. En lugar de rememoración, la tentativa de repetición sólo ha culminado en una cri-
sis de histeria, con amnesia emocional consecutiva.
¿Qué es lo que puede provocar un cambio en esto? Sólo y únicamente la confianza en
la bondad y la comprensión del analista. Este debe ser capaz de reconocer todos sus movi-
mientos emocionales negativos, y liberar así al paciente del sentimiento de su hipocresía.
Pero es necesario además que el paciente sea conducido a sentir la verdadera bondad del ana-
lista. Esta simpatía permitirá a los pacientes compartir sus sufrimientos con nosotros y encon-
trarse así liberados en gran medida. En tales circunstancias, la bondad y la energía del analis-
ta permiten evitar la explosión en el momento del contacto entre el mundo de los sentimien-
tos y el del pensamiento, y permiten que la rememoración tome finalmente el lugar de las re-
peticiones.

l7 de agosto, 1932

Proyección de las propias tendencias incestuosas reales sobre los


niños y los pacientes; ninguna comprensión de la diferencia entre
las fantasías infantiles y su realización.
A) En la vida.
B) En el análisis.
Caso G.: Un poco fatigado del autoanálisis ininterrumpido, de las quejas incesantes
concernientes a la incapacidad de vivir su propia vida y de la necesidad de identificarse a los
objetos más bien que odiarlos o amarlos, intenté conducir a la paciente, con ayuda de la aso-
ciación libre, a confesarse los sentimientos que podía alimentar en el inconsciente frente a su
padre. El padre, bruscamente abandonado por la madre, volvió hacia la hija sus demandas
afectivas. Se hicieron camaradas. Cuando ella buscó entrar en relaciones amistosas, quizás un
poco teñidas de erotismo, con jóvenes de su edad, el padre le hizo severas advertencias para
que, sobre todo, no se transformase en alguien como su madre. En el curso de este relato, le
hice observar: "En el fondo, era un matrimonio feliz entre su padre y usted."
Al día siguiente, me doy cuenta de que la paciente ha pasado toda la jornada en una
profunda depresión, muy desesperanzada de mí: "Si tampoco él (yo) puede comprenderme,
¿qué puedo esperar? El también llama a esto un matrimonio feliz, es decir, algo que yo hubie-
ra querido. En lugar de ver que si de niña yo hubiera podido querer algo semejante en mi
imaginación, nada más lejos de mí que la idea de que esta voluntad o este deseo verdadera-
mente se realizaran. Pero me ha sido impuesta esta realidad y se encuentra cerrado el camino
de una evolución normal: en lugar de amar o de odiar, no pude en adelante más que identifi-
carme." Los sueños de la noche siguiente son característicos: 1) yo la analizo, pero estoy
acostado a su lado en la cama. 2) El Dr. Brill la analiza, se inclina sobre ella, la besa: por pri-
mera vez en su vida ella tiene un principio de orgasmo después del beso. Despertar repentino,
sin culminación del orgasmo. Interpretación: mi afirmación de ayer muestra que como su pa-
dre Brill (¿Horace?), tampoco yo he comprendido adecuadamente sus verdaderos sentimien-
tos, no puede esperar nada de su análisis conmigo puesto que no puedo ni siquiera llevarla a
experimentar un orgasmo con Brill (el más antipático de los hombres), por identificación con
mis propios deseos. Es por temor a nosotros, los hombres, que ella hace esto. Es este temor el
que hace que en la escena primitiva no se identifique al padre sino a la madre que, en ese te-
rrible momento, era la menos aterradora.
Admito que envuelto en mis hipótesis teóricas le supuse, de manera superficial y des-
considerada, la manera de sentir de una persona adulta y sexualmente madura allí donde ver-
daderamente sólo había fantasías eróticas infantiles irrealistas.
Espero haberme mostrado capaz de intuición y de reexaminar mi propia conducta, y
de haber acompañado inmediatamente, sin prejuicios, a la paciente en la dirección de un sen-
timiento penoso de identificación, y de este modo haber podido salvar el análisis amenazado.
Se pueden extraer a partir de esto varias enseñanzas importantes: 1) que nosotros, analistas,
proyectamos sobre los niños, dios sabe qué parte de nuestras teorías sexuales, y también pro-
yectamos intensamente sobre los pacientes en lo que hace a la cuestión de la transferencia; no
llegamos a advertir que los pacientes aunque adultos, han permanecido verdaderamente niños
que solamente quieren jugar con las cosas, que, incluso en la transferencia están horrorizados
por la realidad, pero que no dicen nada por temor a nosotros y, para agradarnos, se comportan
como si estuvieran enamorados de nosotros; todo esto en gran parte porque en nosotros, ana-
listas, existen estas representaciones anticipadas o incluso estas ansias inconscientes. 2) No
diferenciamos como convendría las veleidades eróticas imaginarias y lúdicas de los niños (y a
este respecto nos comportamos más o menos como el padre de B. que, arrastrado por el juego
sexual de su hija, la violó). 3) La fijación a un estadío infantil está determinada a) por el he-
cho de imponer tipos de libido adulta, b) por injurias degradantes, golpes, etc., a causa de las
fantasías edípicas que, en realidad, sólo se han hecho reales justamente porque han sido to-
madas en serio, c) la fijación es todavía peor cuando -como ocurre tan frecuentemente- se
permite de entrada, de manera positiva, tomar las cosas a nivel real, después, por temor y re-
mordimientos, se aplica una actitud de reserva y un castigo (para hacer de modo que el niño
olvide y para tranquilizar su propia conciencia).
Además de la dimensión pasional, esta especie de incomprensión de la naturaleza pro-
funda del niño y, en particular, la ausencia de creencia en la inocencia de los niños (y de los
pacientes) debe llevar a éstos a la desesperación que los adultos contribuyen a transformar en
decepción o desafío, a veces en ambición llevada al exceso, pero, en todo caso, siempre en
rasgos de carácter desdichado; mientras que en el análisis esto conduce a un "encallamiento"
que el analista interpreta como resistencia del paciente, en lugar de buscar la falta en él mis-
mo. El remedio sólo puede ser proporcionado por un análisis que tampoco trate con indulgen-
cia al analista ni a la teoría analítica. Si nuestros propios analistas no actuasen de tal modo,
entonces deberemos estar a la escucha de las palabras de nuestros pacientes y trabajar sobre
los índices que nos dan. En consecuencia, es necesario llegar a hacer expresar a los pacientes
lo que sospechamos en ellos. De ahí resulta: alivio y capacidad de sentir las cosas indepen-
dientemente del hecho de que nos sean agradables o no. Se introduce así el fin de la identifi-
cación.

17 de agosto, 1932

Agregado a la fragmentación. (R.N.)


Se aplica aquí la observación hecha en G.: la regresión de los afectos a lo embrionario
y la progresión del intelecto (en la identificación, por temor, al agresor) en dirección de posi-
bilidades virtuales de desarrollo en el sentido del masoquismo, es decir, la maternidad, ha
proporcionado a R.N., en una explosión emocional, la representación óptica de un tercer
modo de fragmentación: el alma se va hacia el universo por un agujero en la cabeza y luce a
lo lejos como una estrella (ésta sería la única clarividencia que sobrepasaría la comprensión
respecto al agresor comprendiendo, por así decir, todo el universo, para poder aprehender la
génesis misma de tal monstruosidad). Así, bajo la presión del shock, una parte de la persona-
lidad deja las esferas yoicas de la existencia terrestre y se hace omnisciente. Este fragmento
omnisciente puede, en razón de la distancia, de la claridad y del conocimiento de todas las
conexiones, intervenir y ayudar incluso allí donde todo parece perdido y sin esperanza. Un
ejemplo extremo: el fragmento de estrella ve a una gran distancia a la única persona a la cual
el destino y las, penas ofrecen las posibilidades de un retorno sobre si, a pesar de la similitud
entonces, una comprensión plena acompañada de benevolencia en lugar de la agresividad
pura (padre). Solamente cuando alguien cree, además de en los otros fragmentos, también en
éste (ve, de algún modo, con un ojo a través del agujero de la cabeza, a la estrella lejana, ob-
servando con el otro ojo los procesos que se desarrollan en el cuerpo y en el alma).
Incluir aquí: las sensaciones están presentes en el fragmento astral; lo mismo que con
la anestesia no se puede economizar el dolor, se puede solamente desplazarlo hacia lejanías
infinitas. El fragmento astral ayuda al individuo impulsándolo a la locura. En muchos casos,
no hay ninguna otra posibilidad; es la última, antes de la muerte o el suicidio. Astra produce
también imágenes oníricas y fantasías de felicidad, por ejemplo, concernientes al amante
ideal, y a las relaciones maravillosas entre esposos, mientras que en realidad quizás se viola
cruelmente al niño, dilatando exageradamente sus órganos en la relajación bajo anestesia, for-
zando al útero a asumir prematuramente funciones maternales.
Con la capacidad de reunir intelectualmente los fragmentos, es necesaria también la
bondad porque sólo ella hace durable la reunificación. Sólo el análisis es la disección intelec-
tual. Un niño no puede ser curado sólo por la comprensión. Es necesario ayudarlo, primero
realmente, después consolándolo y despertando en él la esperanza. Nuestro desprecio de la
sugestión debe borrarse frente a la angustia totalmente infantil del neurótico. La bondad sola
no sería tampoco de gran ayuda, solamente lo serían las dos juntas.

22 de agosto, 1932
Espontaneidad refrescante - provocación deprimente.
El paciente U. se enamora de una dama de cierta edad. Durante las sesiones, habla de
ella en términos injuriosos, pero no puede prescindir de la intimidad con ella. Al mismo tiem-
po, tiene relaciones con otras cinco o seis mujeres de las que no hace ningún misterio frente a
esta dama. La dama toma en serio este cortejo y comienza a comportarse como si fuera la no-
via de este joven, lo que el paciente no rechaza con suficiente energía. Sin embargo, las rela-
ciones sexuales con ella son a menudo más satisfactorias que con ninguna otra. El termina
por ponerla en peligro de ser contaminada. Siguen momentos de cólera y de odio manifiesto
por parte de la mujer. Pero aun cuando U. era dolorosamente afectado por estos ataques, se-
guía experimentando sentimientos amistosos por ella. Pero enseguida la dama se ponía a lu-
char por su amor como si lo hubiera perdonado; se mostraba como apenada y deprimida por
su comportamiento. Cuando esto ocurre, se produce de nuevo un brusco cambio de los senti-
mientos de U.: si, anteriormente, estaba un poco triste con la idea de la separación inevitable
y feliz de experimentar sentimientos verdaderos, así como gratitud y amistad, se siente de
nuevo ligado (obligación) y forzado a permanecer con ella. Al mismo tiempo, se despiertan
nuevamente los celos respecto de otro hombre joven.
Este es un ejemplo que muestra que las personas de más edad (adultos), por medio de
un comportamiento que provoque piedad, pueden inducir en un niño un sentimiento de culpa-
bilidad que lo deje así dependiente y sin recursos, de manera durable, pero además esta situa-
ción puede provocar sentimientos inconscientes de odio, incluso impulsos criminales. Una
parte de estos impulsos podría entonces realizarse efectivamente (falta de precauciones en
caso de peligro de contaminación). Si esto es seguido de castigo y reprimenda, en lugar de
una modificación comprensiva de la situación, se crea en el niño una nueva fijación por el
sentimiento de culpabilidad.
Así se encuentra establecida la tendencia a la repetición dirigida a desposar a la ma-
dre, o a enamorarse de alguien como ella, seguida de sentimientos de culpabilidad y de odio.
Los celos son, en realidad, el deseo de deshacerse de un lugar indeseable, con ayuda de un
tercero. (Szegény tatàr144)
Lo que al niño más le gustaría es ver felices a sus padres, pero si esto no ocurre, se
siente obligado a tomar sobre sus espaldas toda la carga del matrimonio desdichado. Lo que
más le gustaría es jugar, solamente jugar a ser el padre o la madre pero no serlo realmente.
(Nosotros, psicoanalistas, consideramos también, como lo he dicho frecuentemente -ver más
arriba-, la situación infantil muy desde nuestro punto de vista de adultos, y nos olvidamos de
la autoplasticidad de la infancia, y de la naturaleza semejante al sueño. de toda su existencia
psíquica.- Proceso primario.) Los pacientes son como los niños, no se atreven a contradecir.
Es necesario educarlos; algunos están tan asustados que sólo un nuevo temor puede empujar-
los a enojarse.

24 de agosto, 1932

¿El rigor del tabú del incesto es la causa de la fijación al incesto?


En el caso de G., las fantasías de la niña se hicieron bruscamente realidad cuando la
madre partió y el padre se aproximó a ella. Durante la pubertad, apenas un poco más indepen-
diente, con una mirada hacia el exterior del lado de la sexualidad: el padre la pone en guardia
de no ser como su madre. Esto obligó a la niña a tomar por real su fantasía de incesto. Pero
ésta no es real para ningún niño, los niños tienen algo en ellos que repugna al incesto real,
que encuentra a la madre vieja y ridícula, en todo caso inepta para ser amada. Es necesario no
mostrar que el incesto es impuesto para no herir a la figura parental. (Analogía en psicoanáli-
144
Expresión húngara: “Pobre tártaro”.
sis: tomar-por-verdaderos los deseos de incesto.) Sin el rigor del tabú, las pulsiones a trans-
gredir el tabú hubieran sido al crecer en parte probablemente superadas espontáneamente y
habrían desaparecido.
(Hipótesis posible en cuanto al efecto-shock de la escena primitiva: en la imaginación,
se puede jugar con tal posibilidad -observación de animales; lo terrorífico era tener que mirar
esta fantasía como realidad.)

Exceso de salud o de capacidad de adaptación del cuerpo, como


medida de protección contra la incapacidad mental.
Familia con un número muy grande de enfermos mentales desde hace alrededor de
300 años, pero gozando de una salud corporal extraordinariamente robusta. Junto con esto,
una tendencia general a la obesidad, en la que incluso los medicamentos más activos no tie-
nen efecto sino en dosis muy considerables. Todo ocurre como si la robustez corporal quisie-
ra acumular fuerzas de reserva y mecanismos para el mantenimiento de la vida, incluso para
el caso en que el espíritu estuviera completamente desfalleciente. Comparar con la obesidad
de los paralíticos al comienzo del debilitamiento mental.

Revisión del registro de los pecados.


Parece no ser suficiente librarse a una confesión general y obtener una absolución glo-
bal, los pacientes quieren ver corregidos, uno por uno, todos los sufrimientos que les hemos
causado, castigarnos, y después esperar que no reaccionemos más con el desafío y con un
sentimiento de ofensa, sino con la comprensión, el pesar, incluso un compartir afectuoso de
sus sentimientos. Finalmente debemos (con la ayuda de nuestro propio análisis) hacernos su-
ficientemente fuertes para, en lo sucesivo, estar inmunizados contra la repetición de tales fal-
tas. Es en este estadío que el enfermo toma confianza en nosotros y es sólo entonces que pue-
de, a partir de tener asegurada su posición presente, volver su mirada hacia el pasado sin re-
petición de la explosión. Habiendo así merecido la confianza ciega del paciente, nos es posi-
ble ahora presentarle lo que ha vivido durante el trance como realidad, y poner fin a los auto-
matismos de obediencia organizados sobre el modelo infantil post-hipnótico, por contra-su-
gestiones; y evitar al paciente la repetición inútil de sufrimientos por medio de una determi-
nación real y de la expresión verbal de ésta (proceso catalítico).

El temor del psicoanálisis respecto de la sugestión.


El psicoanálisis ha considerado la reacción al pasado traumático y la toma de concien-
cia en lugar de la represión (y más tarde la tarea de superar las resistencias contra este saber),
como siendo al mismo tiempo un medio terapéutico. La paciente de Breuer fue liberada de
sus síntomas por la toma de conciencia y por la abreacción. Más tarde, Freud nos ha enseña-
do que la transferencia latente, en consecuencia, algo emocional, era el factor principal. La
técnica analítica provoca la transferencia, pero se retira enseguida, hiere al enfermo sin darle
ninguna chance de protestar o de irse; de donde resulta la fijación infinita al análisis, por el
hecho de que el conflicto permanece inconsciente.
Si el paciente es liberado de estas cadenas, protesta entonces contra el procedimiento
sádico; si el paciente siente realmente que nos preocupamos verdaderamente por él y que nos
tomamos en serio su necesidad infantil de ser auxiliado (una buena parte del paciente es sólo
un niño angustiado que no puede resolver teoremas cuando sufre terriblemente), entonces se
lo puede llevar sin terror a volver su mirada hacia el pasado. Una nueva prueba de que el
efecto durable del trauma proviene de la ausencia de un entorno benevolente, comprensivo y
esclarecedor.
Estar solo. La personalidad infantil, todavía tan poco consolidada, no tiene, por así
decir, ninguna capacidad de existencia si su entorno no la sostiene por todos lados. Sin este
sostén, los mecanismos parciales, psíquicos y orgánicos, divergen y, de algún modo, explo-
tan; no existe todavía centro del yo con una fuerza digna de ser mencionada que logre mante-
ner el todo junto, incluso de manera autónoma. Los niños todavía no tienen yo, sólo tienen
Ello y el Ello reacciona todavía con el modelo aloplástico, y no con el modelo motor. El aná -
lisis debería estar en condiciones de procurar al paciente el medio favorable que le faltó en
otro momento para la construcción del yo, y poder así poner fin al estado de mimetismo que,
como un reflejo condicionado, sólo incita a las repeticiones. Por decirlo así, una nueva incu-
bación y un nuevo despegue. (Si el trauma encuentra un yo ya más evolucionado, entonces se
producirán reacciones de cólera y actitudes de desafío; criminalidad - U.)

"Terrorismo del sufrimiento".


Espanto: Una parte de la persona está situada “FUERA DE ELLA". Escisión. El lugar que se
vació será ocupado por el agresor. Identificación.

Representación del niño: "Ustedes son locos" por imitación. (Sinrazón).

Mueca.
El enfermo mental por desesperación
Niños Estado de desamparo

Un hombre loco Tradición


(Padres enfermos mentales)! A lo largo
de las generaciones

Médicos Nada de niños


Los hombres Enfermera

Repetición del trauma Mito


¡Healing!145

Creer realmente en la escisión. (No dar conferencias científicas.)


Curso técnico.

Coito real con niños (actos incestuosos). ¡Repercusiones mucho más frecuentes!

2 de octubre, 1932
Regresión en ψ - Estado embrionario φ during analysis146 (en una descomposición orgánica).
Regresión más profunda hacia el estado de muerte (el peligro es no-haber-nacido-to-
davía. ¿Es posible una nueva solución del problema de la personalidad después de semejante
inmersión en lo traumático?).
En mi caso, me sobrevino una crisis sanguínea en el mismo momento en que com-
prendí que no solamente no puedo contar con la protección de una "potencia superior", sino
que al contrario, soy pisoteado por esta potencia indiferente desde el momento que voy por
145
En inglés en el texto: “Curar”.
146
En inglés en el texto: “Durante el análisis”.
mi propio camino - y no por el suyo.
La comprensión a la que me ha hecho acceder esta experiencia es que no fui valiente
(y productivo) sino en tanto me apoyé (inconscientemente) sobre otra potencia, y que, en
consecuencia, jamás he sido "adulto". Rendimientos científicos, matrimonio, lucha contra co-
legas muy fuertes -todo esto sólo era posible bajo la protección de la idea de que puedo en to-
das las circunstancias contar con este sustituto del padre. ¿La "identificación con la potencia
superior, la repentina "formación del Superyo", es el apoyo que me preservó en otro tiempo
de la descomposición definitiva? ¿¿Es que la única posibilidad de seguir existiendo es aban-
donar la mayor parte del propio yo para ejecutar plenamente la voluntad de esta potencia su-
perior (como si fuera propia)??
¿Y así como ahora debo reconstituir nuevos glóbulos rojos, debo (si puedo) crearme
una nueva base de personalidad y abandonar como falsa y poco confiable la que tenía hasta
ahora? ¿Tengo aquí la elección entre morir y "reacomodarme" -y esto a la edad de 59 años?
Por otra parte: ¿vivir siempre la vida (la voluntad) de otra persona, tiene algún valor -
una vida así no es ya casi la muerte? ¿Pierdo demasiado si arriesgo esta vida? ¿Chi lo sa?147.
La confianza que los alumnos tienen en mí puede darme alguna seguridad; muy parti-
cularmente la confianza de una persona que es a la vez alumno y maestro.
(En este mismo momento recibo algunas líneas personalmente amistosas de Jones.)
(Rosas anunciadas, circular ofrecida). No puedo negar que incluso esto me ha impresionado
agradablemente. En efecto, me sentía también abandonado por los colegas (Rado, etc.) ya que
todos tienen demasiado temor a Freud para, en caso de una disputa entre Freud y yo, compor-
tarse a mi respecto de manera objetiva, incluso simpatizando conmigo. En realidad, ya está en
curso desde hace mucho tiempo un intercambio más estrecho de circulares entre Freud, Jones
y Eitingon. Soy tratado como un enfermo al que es necesario cuidar. Mi intervención debe lo-
grar que me reponga, de modo que los "cuidados" se hagan inútiles.
Parece subsistir cierta fuerza en mi organización psicológica de manera que en lugar
de caer enfermo psíquicamente, sólo puedo destruirme –o ser destruido- en las profundidades
orgánicas.
La sensiblería se apoderó de mí cuando recordé cómo un día fui públicamente felicita-
do siendo soldado (voluntario por un año), por mi excelente (y espontánea) actividad en cam-
paña (maniobras). Esto es lo que parece faltarme, y me ha faltado desde mi infancia. La dure-
za y la incomprensión me han forzado a hacer el papel de "mal muchacho". El desprecio a mi
respecto, particularmente sensible de parte de mi hermana mayor de quien parece que estuve
desesperadamente enamorado. Encontré un sucedáneo en la masturbación apasionada. La
masturbación es siempre psicopática -escisión de la personalidad- una parte satisface a la otra
(mundo imaginario). En la realidad, uno se siente enseguida 1) sobreagotado, 2) culpabiliza-
do. (Identificación con el objeto de amor tomando a su cuenta los pensamientos y los juicios
despreciativos de esta misma persona: me desprecio como ella me despreciaría si supiera
todo de mi (¡voyeurismo!). Pero la parte que he introyectado identificándome, es una identifi-
cación que, al mismo tiempo, sabe todo de nosotros.)
Es interesante constatar que el asunto con mi hermano J. me da la ocasión de explicar-
me (paralelamente a la controversia con Freud) también con J., es decir, reconocer la realidad
(la desesperanza) también en esta dirección y hacerla conocer al partenaire. Antipatía abierta
en lugar de una fingida amabilidad.

Mutualidad - sine qua non


Tentativa de proseguir el análisis unilateralmente. Desaparece la afectividad; el análi-

147
En italiano en el texto: ¿Quién lo sabe?
sis se hace insípido. Relations - distant148. Cuando alguna vez en alguna parte se ha intentado
la mutualidad, deja de ser posible la unilateralidad - no fecunda.
La cuestión ahora es: ¿es necesario que cada caso sea objeto de mutualidad? ¿Y en
qué medida?

1) U. la confesión de mi debilidad lo angustió -desamparado -despreciativo.


2) Dm. se ha hecho independiente - se siente herida a causa de la ausencia de
mutualidad de mi parte. Al mismo tiempo, adquiere la convicción de haber sobreestimado la
importancia de su padre (y la mía). Todo viene de la madre.
3) R.N. Mi "incompetencia" ha hecho finalmente de mí el padre que no quiere
(y no puede) ayudar. (Ha reconocido finalmente haber tenido mucha agresividad y resistencia
respecto a mí, en tanto que sustituto paternal. Mi cualidad de "ideal lover"149 está pues perdi-
da (es decir, también la esperanza de encontrarlo algún día en mí). Al mismo tiempo, encuen-
tra penoso y superfluo mi continuo "sondeo", una manera de vigilar (y de atormentar) a los
pacientes.
Espera de mi análisis la comprensión de los factores históricos y personales (comple-
tamente independientes de ella) que determinan mi comportamiento respecto de los pacientes
-y así la separación definitiva. Espera que lo que quedará, es el reconocimiento mutuo "muy
meritorio" de este desempeño recíproco de haber llegado a fondo en un caso así.

R.N.: mutualidad, perseverancia

F.: Aceptación de la mutualidad -Reconocimiento de sus propias debilidades - Confesión.

He liberado a R.N. de sus tormentos, repitiendo el pecado del padre, reconociéndolo ensegui-
da, y obteniendo el perdón.

Progresión.

Sudden motherhood150
Eclore intellectuelle151
(Estado carcomido)

Racial progression152
Omnisciencia
Mediumnidad
Healer153
Genio y demencia
(Fejére esett)154
Insanity of body only (R.S.)155
Obesidad cíclica, etc.

148
En inglés en el texto: “Relación – distante”.
149
En inglés en el texto: “Amante ideal”.
150
En inglés en el texto: “Maternidad repentina”.
151
En francés en el texto: “Eclosión intelectual”.
152
En inglés en el texto: “Progresión de la raza”.
153
En inglés en el texto: “Curador”.
154
En húngaro en el texto: “Cayó sobre la cabeza”.
155
En inglés en el texto: “Locura del cuerpo solamente”.
REGISTRO DE PECADOS
Indignación de la Facultad en el momento que dije: "Los colegas deben cometer erro-
res" (chiste)156.

1) Sadismo. No consideración de los sufrimientos de los pacientes. 2) Locura de grandezas:


(verse rodeado de adoradores) - Erotomanía. 3) Teorías sin valor. Enceguecido. Determinado
por los propios complejos. Estos son imputados a los pacientes. Los pacientes no se atreven a
rebelarse. 4) Es necesario perdonarlos (los hombres cuentan por encima de eso).

Pecado
Confesión
Perdón

Es necesario que haya castigo. (Contrición.)

156
“Kollenge uüssen Irrtümer ´begehen¨ (cometer) en lugar de “bestehen” (reconocer).

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