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Libro Anual de Psicoanálisis

1985: Tomo 1 pp. 137-145

LA HISTERIA

ERIC BRENMAM

Generalmente consideramos que la salud es la capacidad de enfrentarse a las realidades (exter-


nas e internas) de la ,vida. Consideramos igualmente que esta capacidad es susceptible de desa-
rrollarse. Cuando se presenta una enfermedad, se emplean defensas excesivas como forma de en-
frentarse a las vicisitudes de la vida, con lo que se detiene el desarrollo y se incrementan los temo-
res de superar la realidad. En este artículo exploro aquella organización psíquica que tendemos a
denominar histeria. Espero demostrar cómo el histérico ,se siente sostenido por sus defensas y por
sus relaciones objetales defectuosas y cómo, en forma simultánea, mutila la realidad y se ve
aterrado por ella.
Al principio, pensaba que el concepto de histeria me era de muy poca utilidad y lo consideraba
como un diagnóstico obsoleto que formaba parte de la historia de la psiquiatría y del psicoanálisis.
Sin embargo, sentía al mismo tiempo que era un concepto que no podía pasar por alto ya que ras-
gos semejantes a los rasgos histéricos se presentaban tan a menudo y en forma tan penetrante en el
trabajo clínico. Pienso que muchos rasgos que se consideraban histéricos han sido estudiados y
comprendidos con mayor detalle, por ejemplo, a través de los estudios del narcisismo. El mismo
Preud tenía mucho que decir sobre el tema en sus primeros escritos (1893-5) pero pareció alejarse
del mismo a medida que se conocía más de la psicopatología.
Me preguntaba si el diagnóstico de "histeria" poseía o no significado y, al discutir este punto con
algunos de mis colegas, hallé que muchos compartían esta opinión. Algunos dijeron que no sabían
lo que era la histeria, pero que podían reconocer a un histérico cuando se encontraban frente a uno.
Esta opinión no carece de valor porque indica que existe un concepto de lo que es un "carácter
histérico" que nos afecta de manera tal que suscita antipatía. Espero demostrar en este artículo los
motivos que la producen.
También consideré el problema desde el punto de vista de la histeria en tanto que defensa contra la
psicosis y pensé que podría ser válido postular la existencia de una "defensa histérica". Al mismo
tiempo, en el curso del trabajo clínico, me he topado con conductas extremadamente "locas" y me
decía a mí mismo "este comportamiento no es psicótico sino histérico". Pienso que, en parte, tenía
razón y, en parte, no la tenía. La histeria es tan plástica y se presenta en todas y en cada una as
enfermedades: constituye, pues, un cajón ,astre que encierra una "multitud de pecados".

Todos los rasgos que describo en este artículo pueden advertir en otras enfermedades; no obstante,
pienso que en el carácter histérico se
ualiza un modelo particular. Si logramos commderlo, puede ser clínicamente útil, sea cual ere la
etiqueta de diagnóstico que uno prefiera utilizar finalmente.

Si consideramos las condiciones que se suelen ;eptar como histéricas, hallamos las siguientes: en
el caso de los fóbicos, se presenta un síntoma persecutorio amenazante; en la histeria de conersión,
un síntoma somático de parálisis. En ambos casos, los síntomas, o se consideran en términos de
una catástrofe en potencia o ya han producido una catástrofe de parálisis parcial, mientras que el
sector restante de la personalidad funciona aparentemente en forma adecuada. De hecho, sabemos
que esta escisión puede ser tan convincente que los médicos a menudo intentan tratar el síntoma y
pasan por alto la personalidad. Parece ser una combinación de la catástrofe y la negación. Esta
disociación defensiva es llevada al extremo en la belle indifference.

Según mi concepción, el carácter histérico, con sus rasgos de escisión y proyección, presenta la
misma combinación de catástrofe y negación; es decir, el paciente se ve perseguido por objetos en
torno a los cuales teje una lista interminable de historias de atrocidades catastróficas, mientras que
el resto de la personalidad sigue aparentemente en buen funcionamiento.

Esta escisión de catástrofe y negación está muy difundida en la psicopatología. A continuación


desearía considerar lo que distingue a la histeria de otros estados, en especial, de la psicosis. Con-
sidero que el histérico es capaz de establecer relaciones aparentes con objetos externos vivientes.
Tal objeto externo, una persona, resulta utilizada
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para sostener al histérico y para prevenir crisis más serias que lleguen a la depresión o a la desin-
tegración - a la esquizofrenia.

El tema fundamental de este artículo es que el uso de la relación objetal externa que se presenta
como relación con un objeto total es de carácter esencialmente narcisista, y que un objeto aparen-
temente total se utiliza como objeto parcial para evitar la crisis. También soy de la opinión de que
el uso que hace el histérico del objeto externo supone una agresión hacia su propia realidad psí-
quica. Me concentraré especialmente en este procedimiento. El procedimiento no es exclusivo de
la histeria; se advierte también en el fetichismo, en la perversión y, a decir verdad, en todos los
casos de psicopatología. Pienso que lo específico de aquellos casos que denominamos histeria es la
forma particular en que se intenta utilizar objetos externos cuya realidad psíquica es igualmente
susceptible de agresión.

El histérico tiene acceso a una diversidad de métodos a través de los cuales utiliza a su objeto
para negar la verdad psíquica. Emplea, en forma especial, la persuasión y pruebas aparentes para
negar la verdad y la identificación con un objeto de la fantasía.

Consideraré este problema desde el punto de vista de la negación de la realidad psíquica (la suya
propia o la de los demás); en seguida lo consideraré desde el punto de vista de su uso defensivo; en
otras palabras, como una forma de vida y como una defensa.

COMO UTILIZA EL HISTERICO SU OBJETO PARA NEGAR LA VERDAD PSIQUlCA

La propaganda persuasiva aparece tan organizada en la histeria que puede ofrecer pruebas de que
cierto estado es verdadero. Lo anterior resulta válido para la manía, para la paranoia y para la
depresión. Sin embargo, resulta particularmente notable en la histeria y se entreteje tan hábilmente
con la realidad que a menudo se revela extremadamente decepcionante.

Estamos familiarizados con mecanismos tales como:

1. "Soy de naturaleza frígida; por lo tanto, puedo negar la sexualidad", o, de lo contrario, "Tengo
muchísimos orgasmos y, por lo tanto, no tengo problema sexual alguno".
2. "Soy víctima de la agresión de los demás -he sido golpeada por mis tres maridos".
3. "He sido seducida o violada -he sido víctima de la sexualidad y de la agresión".
Los histéricos consumados sufren para procurarse pruebas, se esfuerzan muchísimo, renuncian a
matrimonios para cuidar de sus madres y siempre ofrecen una justificación. Pueden presentar
huellas de maltrato, falsas detenciones de movimiento, provocan que los demás se comporten con
ellos en forma horrible y se presentan a símismos libres de todo vicio. Pueden intentar convencer a
su analista para "probarle" que no tienen nada y que es su esposo o esposa, o su madre u otra
persona, quien no se encuentra bien. Pueden incluso recurrir a la idealización mutua para probar su
perfección.

Me referiré al síndrome de Don Juan para mostrar la negación de la realidad psíquica. Freud
(1893-5) consideraba que en la histeria se estanca la lucha entre la sexualidad y la represión. El
Don Juan se las arregla para lograr una pseudosexualidad que esté al sevicio de su conquista
narcisista. Utiliza a los objetos externos para convencerlos de su supremacía y vive a través del re-
trato imaginado de sí mismo que cree que sus objetos contienen.

Creo que este proceso no sólo se utiliza para la proeza y el triunfo sexual sino también para
triunfar sobre el "pecho" -el analista solícito-para que el histérico se convierta en aquel pecho sa-
bio, comprensivo y amoroso. Desearía ilustrar algunos. aspectos de dicha persuasión a través del
ejemplo de uno de mis pacientes que combinaba síntomas histéricos fóbicos con un carácter
histérico.

El Sr. X era un hombre casado y sin hijos. Al principio, presentaba dolores paralizantes al pecho.
Sentía que los dolores eran "como un vicio que se le prendía". Tanto lo abrumaba la angustia que
temía enloquecer. Insistió en que yo comenzase el tratamiento de inmediato y amenazó con una
crisis si yo no lo hacía. No accedí a sus pedidos, pero le dije que yo podía intentar buscar a otra
persona que iniciase el análisis antes, o que él podía ponerse en contacto conmigo si sentía que su
dolor y sus angustias eran excesivos. Cuando me telefoneó algún tiempo después me dijo que se
sentía mejor y que pensaba que el análisis no sería necesario. No obstante, comenzó su análisis en
la fecha acordada.

Se trataba de un próspero hombre de negocios que había levantado una empresa floreciente con
la ayuda de su esposa. Sus padres eran pobres, pero habían podido ayudarlo a que obtuviese una
educación universitaria.
La conducta que presentaba era arrogante y ostentosa. Presentaba episodios de dolores intensos
y de pánico que se resolvían en las sesiones. Intentaba manipu1arme para que le concediese las
horas precisas que deseaba, sin mostrar consi-
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deración alguna ni por los demás pacientes ni por mí mismo. Pagaba a regañadientes honorario
que podía costear perfectamente y quería que yo rabajase sin pago alguno para probarle que lo
quería. Se presentaba como una persona especial a través de manifestaciones contradictorias; era
fiel, afectuoso, era un solo de proezas sexuales, era sacrificado, insensible, y así sucesivamente
Intentaba controlarme y lograr que condujese e análisis "a su manera". Durante meses intente
convencerme de que abandonase mi técnica para probarle que en verdad me preocupaba por él y
que mi técnica no me dominaba fóbicamente aquella técnica que, según él, yo sentía terror de
abandonar. Una vez telefonearon a mi casa de jando un mensaje urgente para el paciente; yo se lo
transmití y, asÍ, rompí el encuadre que corresponde a mi técnica. Se mostró muy reconocido y me
lo agradeció: consideraba que se trataba de un triunfo de mi humanidad sobre la técnica. Este
hecho se vio sucedido por un tropel de sueño de los que relataré sólo tres:

La Marina rusa había hecho que la Marina ale. mana cayese en la trampa de la seguridad a
travéJ de la firma de un pacto de paz y amistad. Cuando la flota alemana llegó al puerto, fue
aniquilada.
Un sueño repetido sobre la película "Muerte en Venecia". Según su versión, un profesor se ve
seducido por un hermoso muchacho, lo que desemboca en la muerte del profesor.

Un sueño en el que él venía a la parte privada de mi casa a una sesión y sentía deseos de ir al
baño. Yo insistía en acompañarlo y no había luz en el baño. Yo le explicaba (mentira flagrante}
que nofuncionaba el suministro de electricidad, pero había en el cuarto de baño un calentador
eléctrico que refutaba mi explicación. Yo le sonreía enforma extraña que, al asociar, le recordaba
a un vendedor de autos de segunda mano que una vez había intentado vender/e un auto que se
veía hermosísimo y debía ser maravilloso, pero cuyo motor fallaba.

Examinemos ahora el material. El Sr. X es un paciente que se ha dedicado a convencerme de que


abandone mi técnica para demostrarle que de veras me preocupo por él. A pesar de que apa-
rentemente está satisfecho de que yo le haya transmitido el mensaje, vemos que aparezco en el
primer sueño representado a través de la Marina alemana (cree que Brenman es un apellido
alemán), soy seducido y hacen que .caiga en la trampa de una seguridad aparente a través de la
firma de un pacto de paz y amistad. Como resultado, se considera que capitulo ante sus maquina-
ciones, lo que conduce a mi aniquilación. Este tema se repite en el segundo sueño.

En el tercer sueño, aparezco retratado como el seductor que finge. acompañarlo y ofrecerle
amor, pero que, por el contrario, lo priva de la 'luz, de la verdad. Yo le recordé a un vendedor de
autos de segunda mano (de segunda mano porque contiene sus proyecciones y me convertí para él
en este sujeto) que intentavenderle una fachada superficial (auto reluciente), una solución
aparentemente maravillosa que encierra, sin embargo, un motor fallado: una combinación de
perfección y omnipotencia que finalmente carece de logros y es impotente. El reclama y dice que
fui yo el que lo condujo al cuarto de baño; es decir, que mi aparente amabilidad es un "truco de
mierda". Sin embargo, es él quien me pone en el cuarto de baño, en la "mierda".

Vemos. que me coloca entre la espada y la pared. Me pide con insistencia que sea amable y me
seduce con el mismo fin (siente que se trata de su iniciativa). Tan pronto como le transmito el men-
saje, me aniquila por corrupto. Si es que yo, por el contrario, no le hubiese dado el mensaje (la
anulación de una cita en una ciudad europea a casi mil kilómetros de distancia -si no hubiese
recibido el mensaje hubiese hecho un inútil viaje en avión) hubiese tenido un motivo para ponerme
en la picota por cruel y rígido y hubiese tenido una "queja justificable". El hecho de que yo le
transmitiera el mensaje era experimentado por el paciente, en un nivel, como la sustracción de una
queja justificable. Esta situación de doble exigencia lo atormentaba internamente, por ejemplo, en
la conducción de los asuntos de su empresa. Si se mostraba generoso, una voz interior lo hacía
sentir que estaba siendo vencido y que era un "tonto". Si se mostraba despiadado, una voz interior
le reprochaba su avaricia y su falta de piedad. Así, le era imposible resolver conflicto alguno, y
cuando se veía atascado en un conflicto, se sentía menospreciado y débil. Carecía, desde luego, del
sentido del equilibrio. No había ningún objeto disponible que le procurase tanto la ambivalencia
como el equilibrio, rasgo al que me referiré más adelante.

La organización narcisista es de extrema importancia. Al fingir el paciente ser cariñoso y


amable, no persigue lograr una relación afectiva sino ser el objeto de amor falsamente adorado y
triunfar sobre los denominados objetos amorosos que son luego despreciados y aniquilados.

Según mi concepción, esto también arroja luz sobre un punto que posee importancia técnica en
el tratamiento de casos semejantes. En virtud de una proyección, el paciente cree que todo lo que
el analista dice tiene el fin de hacerle creer la mentira del analista que se muestra amoroso,
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bueno y omnipotente. He descubierto que este factor es de suma utilidad. Antes de analizar este
episodio, el paciente sentía que todas mis interpretaciones eran fruto de mi persuasión y que es-
taban al servicio de mi narcisismo.

Lo que intento aclarar en lo que atañe al carácter histérico es que la histeria anticuada convertía
el conflicto en síntomas somáticos, pero intentaba, asimismo, convencer al médico de algo falso:
de que el resto de la personalidad era normal. Creo que en el carácter histérico, el analista es el
blanco de la conversión para que acceda a las maquinaciones del paciente.

Si volvemos a considerar los sueños, hallaremos un punto más. Es difícil determinar quién es la
Marina rusa y quién la Marina alemana, quién es el profesor y quién el muchacho seductor: ¿quién
seduce a quién? Es tan grande la confusión entre quién está identificado con qué que surge una
maraña de identificaciones cuya plasticidad y variabilidad constituirán mi próximo punto de
referencia.

LA IDENTIFICACION

Siempre se ha considerado que la identificación es un rasgo de la histeria. El verdadero


problema reside en la "naturaleza de la identificación".

En el caso Dora, Freud (1905, págs. 40-2) citaba como ejemplo que Dora había adquirido una
tos igual a la de la Sra. K, su rival sexual. Citaba igualmente el caso de una epidemia de desmayos
en una escuela de niñas. Una de las chicas había recibido una carta de amor y se desmayó, y las
otras chicas, deseosas también de recibir cartas de amor, se desmayaron al igual que la primera
(1908).

En su artículo sobre la bisexualidad, Freud describía a una paciente que presa de un ataque de
histeria intentó quitarse las ropas con un mano en tanto que, con la otra, hacía esfuerzos por no
quitárselas. Freud consideró que la paciente se identificaba simultáneamente con un hombre que
violaba a una mujer y con una mujer que estaba siendo atacada. He tratado a pacientes que han
intentado convencerme, tras haberse convencido ellos mismos, tanto de su pureza como de su
atractivo sexual.

Creo que la identificación múltiple se produce siempre en los casos de histeria. La identificación
no se basa en la identificación simpática, en la empatía. No se produce una identificación
introyectiva real de estar compartiendo o de que alguien esté compartiendo con ellos. En lugar de
esto, aparecen identificaciones proyectivas que suelen ser del tipo "objeto total", no con un objeto
real, sino con un objeto de la fantasía. La comprensión del objeto con el cual se identifican es
mínima y se utiliza sólo para las ilusiones. Este proceso es promiscuo y cambia con facilidad ca-
maleónica, como Walter Mitty. Estos pacientes viven indirectamente, a través de los demás. Lo
que se advierte igualmente es que la importancia mínima que cobra el "verdadero sí-mismo" ante
mi mente es proporcional a la negación de la realidad psíquica y al uso excesivo de objetos totales
exteriores vivientes o, mejor aún, de objetos-totales-viviente s-más fantasía, fantasía que aún apa-
rece ligada a una persona real.

En el caso del paciente que he descrito, desearía mostrar algunas de estas identificaciones múl-
tiples. El paciente le era infiel a su esposa y tenía una aventura con una de sus empleadas. Estaba
furioso porque ella se oponía a la aventura y gritaba histéricamente que él tenía que ser absoluta-
mente libre. Declaraba ser respetuoso de la libertad de los demás y ofrecía una relación de ejem-
plos en calidad de prueba, incluyendo el permiso que le daba a su esposa para tener cuantas aven-
turas quisiera; sin embargo, se sentía seguro de que esto jamás ocurriría. En aquel momento se
identificaba con los paladines de la libertad -la nueva generación y creía en esto a pie juntillas.

Cuando descubrió que su amante no le era fiel, se sintió ultrajado y decía "¿Cómo me pudo
hacer esto a mí?" Lo había sacrificado todo por ella y la quería muchísimo. Buscó vengarse no
sólo despidiéndola sino también asegurándose de que nadie la volviera a emplear. El se erguía
como un modelo de fidelidad y afecto y se identificaba por completo con esa imagen. Podemos
apreciar aquí la identificación, plástica y caprichosa, con "ideales" y no con personas reales.

Algún tiempo después, cuando ya mejoraba, reorganizó su empresa para elevar los sueldos y la
participación de sus socios de menor antigüedad. Se daba cuenta de que el enfrentamiento entre
opciones contradictorias lo abrumaba. Por un lado, sentía que se debía dar todo a la compañía, que
las ganancias debían invertirse nuevamente y que, tanto él como sus socios, debían sacrificar sus
sueldos. Se daba cuenta de que él era la empresa -tanto el bebé que tenía que tenerlo todo como la
madre que proporcionaba el alimento. Simultáneamente, detestaba a la empresa que tanto le exigía
y pensaba que tenía que retirar todo de la compañía y no velar más por ella y que ésta, más bien, le
debía proporcionar todo.

Se daba cuenta de que en este conflicto él era tanto el pecho ideal que debía serIo todo como el
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bebé ideal que debía tenerlo todo. Estaba atrapado en el conflicto de desear satisfacer a ambos
completamente, sin tener la capacidad de dar ni de recibir. Ligaba esto a lo que él consideraba que
era el carácter de su madre. Me referiré a este punto más adelante. En estos rasgos se advierte una
dependencia ávida y violenta, como demostraré inmediatamente.

Deseo ahora referirme al problema de la dependencia ávida y ligarla a los rasgos de pruebas,
persuasión e identificación antes descritos.

Este paciente, que a menudo profería injurias contra el análisis acusándolo de inútil y de estar
arruinándolo financieramente, decía que yo lo hacía desperdiciar su tiempo y, sin embargo, quería
que las sesiones durasen todo el día y todos los fines de semana. Intentaba igualmente que
modificase mi técnica y traía citas de obras psiquiátricas para demostrar que él tenía razón.

Al inicio de su análisis, se trataba de una dependencia inútil porque al no atribuirme valor ni


reconocimiento, jamás incorporó una experiencia provechosa que apoyase su visión interior. Me
veía condenado a la misma suerte que su esposa a quien le decía que era una carga financiera enor-
me después de que lo había apoyado emocionalmente y ayudado a levantar la empresa. Se identi-
ficaba con el pecho, mientras que nos identificaba, a su esposa, y a mí mismo, con bebés parásitos
y presumidos.

Soñó que atravesaba una gran extensión de agua de espaldas sin que nadie lo ayudase. En una
sesión me contó la historia de una mujer histérica que había convencido a dos monjes budistas
para que la ayudasen a atravesar un río. (Cabe poner de relieve cuán asexuales deben ser los
ayudantes.) En aquella sesión, llegó a admitir que recibía algún tipo de ayuda de parte mía, de su
esposa y de sus padres y que la gente lo llevaba a cuestas, qué no flotaba por sí mismo.

En la sesión siguiente, soñó que estaba en un jardín rodeado de altos muros en el que habían
dos figuras que luego asoció con los dos monjes. En aquella sesión volvió a referirse a mi
inutilidad y al poco servicio que le prestaba. Cuando le recordé su experiencia de ser ayudado, me
relató el resto de la historia de los monjes.

Había un monje anciano y sabio y un novicio quienes después de ayudar a la mujer 6istérica,
continuaron su camino. Una hora más tarde, el monje novicio dijo "iVaya caradura la de esa mu jer
que hizo que la cargásemos!", a lo que el sabio monje anciano respondió "Aquello ocurrió hace
una hora". Así, insinuaba que el monje novicio (yo) estaba armando un lío histérico, lleno de
quejas histéricas; no obstante lo cual el sabio monje anciano (el paciente) continuaba el viaje hacia
la sabiduría. El paciente describe un objeto cuyas quejas no tienen dónde acabar que no hace
progresos en la vida, y otro objeto que olvida, como si los acontecimientos no hubiesen ocurrido.
Desde mi concepción, esta falta de equilibrio es otra manifestación de la combinación de catás-
trofe y negación.

Creo que a través de estas identificaciones múltiples, se pone en evidencia una dependencia
ávida y una identificación simultánea con el pecho en tanto que fuente de sabiduría y apoyo, y con
la víctima de la explotación. En este caso, se advierte otra identificación más en la que el paciente
es el sabio sacerdote, anciano y maduro, que puede hacer frente a todo y alcanzar el éxito en los
aspectos fundamentales de la vida.

En esta dependencia, los histéricos intentan modificar la realidad haciendo que el analista /
madre / padre crea en la versión de la verdad que ofrece el paciente. Su objetivo es cambiar la
figura "de lo que son, de lo que hacen, además de lo que uno hace y de lo que uno es" y tienen
pruebas, teorías, evidencias, etc. Recortan y cambian identidades para destruir el conocimiento
intuitivo de lo que es real y verdadero. Esto es lo que le hacen al analista y se lo hacen a sí mismos
trayendo como consecuencia lo que describiré más adelante.

Esto difiere de la paranoia psicótica en que el ansia de amor (en realidad, amor narcisista) está
allí en forma evidente, o muy cercana a la superficie. Se comportan como si quisieran indicar: "Te
haré quererme aunque no te deje ni un hueso sano", o, más precisamente, "Te haré adorarme en-
loqueciéndote y modificando tu sentido de la realidad". Esto va aparejado con la creencia de que
uno puede ser un "histérico logrado" y, si no pueden emplear la idealización mutua como defensa,
emplearán el método que describo.

La identificación es tan poco profunda como sus elecciones objetales y sus vidas. Se identifican
con una fantasía y no con un objeto real; por lo tanto, esta avidez no les procura alimento psíquico
y se estanca el desarrollo de esta naturaleza.
Son numerosos los ataques hacia el verdadero saber y hacia las preguntas que se les formulan y,
a pesar de que anhelan hallar pruebas de amor, no lo buscan de verdad, ya que sólo se trata del
amor delusorio del infante narcisista. Lo trágico es que no son capaces de recibir amor en forma de
ayuda. En otras palabras, no hay narcisismo saludable, se exige amor para el sÍ-mismo omni-
potente y falso.
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Hasta ahora he intentado mostrar cómo la realidad psíquica verdadera se ve atacada y cómo se
hacen intentos por modificada. La consecuencia es no poseer objetos reales que los sostengan para
alimentar a la parte verdadera y autodependiente de la personalidad. Los pacientes introyectan
objetos dañados y persecutorios de los que tienen que defenderse. Por lo tanto, contienen
igualmente impulsos primitivos que no han sufrido modificación alguna, así como un severo su-
peryó primitivo. Como resultado de este modus vivendi, tienen que defenderse de la catástrofe
psíquica.

Llegado este punto, examinaré la relación que existe entre la histeria y la melancolía.

El histérico intenta librarse de la culpa a medida que se libera de la angustia, logrando que un
objeto externo cargue con la culpa y procurando "pruebas" que amparen sus opiniones. No les co-
bra una venganza final a sus objetos puesto que los necesita y, así, los tortura haciéndolos sentirse
culpables.

Este es un rasgo que Freud (1917) y Abraham (1924) describen en la psicopatología de la me-
lancolía. Ambos autores se dieron cuenta de la arrogancia y de la omnipotencia del melancólico.
En la melancolía, los pacientes consiguen que el analista los lleve a cuestas, que éste asuma la res-
ponsabilidad y que los recompense haciéndolos sentirse un fracaso, culpables y responsables del
suicidio potencial. Se podría sostener que éstos constituyen aspectos histéricos de la depresión. No
deseo hacer hincapié en este punto, pero sí desearía referirme a la relación entre la histeria y la
depresión, relación que permitiría postular la existencia de una defensa histérica contra la
depresión.

El melancólico suele anunciar su enfermedad con "delusiones" de su autorreproche: es un esta-


fador, carece de valor moral, vive una mentira. Freud consideraba que la autoacusación conllevaba
mucho de verdad y que era poco científico negar estas afirmaciones. A partir de lo anterior, se
podría sostener que, antes de que se produjese la crisis melancólica, este tipo de pacientes habían
llevado vidas falsas y eran una especie de "histéricos logrados" que utilizaban a otras personas
para coludirse en la negación de la verdad. La
melancolía es el momento de la verdad: resulta insoportable enfrentarse a la verdad debido al su-
peryó severo. Esto es muy cierto, sobre todo cuando el objeto viviente que se utilizaba fallece o se
marcha y el paciente se encuentra solo a merced del superyó.
Por tanto, se pueden postular dos procesos:

1. La mentira histérica se viene abajo y el paciente se hunde en la depresión.


2. Para evitar la agonia desesperanzada de la depresión, se utilizan los mecanismos histéricos de
proyección de la culpa y de la responsabilidad para lograr salvarse.

Este doble proceso arroja luz sobre el difícil problema del suicidio y sobre el riesgo de suicidio.
Pienso que si la defensa histérica se viene abajo y el histérico se acerca a la melancolía, está en
peligro de cometer suicidio. Por otro lado, el histérico utiliza la amenaza del suicidio para hacer
que los demás carguen con la culpa y velen por él. A veces resulta difícil evaluar el riesgo ya que
las amenazas de suicidio contienen ambos elementos. Pienso que comprender el problema de la
relación entre la melancolía y la histeria puede ser de gran utilidad.

EN TORNO A LAS DEFENSAS HISTERICAS

He tocado el tema de las relaciones entre la histeria y la depresión. Lo que me pregunto es:
"¿Qué ocurriría si el histérico no recurriese a los mecanismos histéricos? ¿Se derrumbaría acaso y
se hundiría en la psicosis? ¿Podemos afirmar que la histeria lo defiende de la psicosis más que
cualquier otra enfermedad?" No lo creo. No obstante, la cuestión que se debate es la utilización de
los objetos de apoyo - una persona viviente que hace que el histérico funcione y que no permite
que se escinda.

Una paciente que presentaba rasgos histéricos tuvo este sueño en un momento en que se sentía
por un lado víctima de la agresión y por otro inocente de su propia agresión.

Estaba en su apartamento y éste había sido ocupado por pacientes irlandeses que yacían en
cama desahuciados. Le indignaba el hecho de que estuviesen allí y quería que abandonasen el
apartamento. Comenzó a abrir la puerta intentando deshacerse de ellos, pero, al entreabrir la
puerta, vio que afuera había perros y gatos peligrosos que aullaban. Si los dejaba entrar, la
situación sería extremadamente peligrosa y hasta pondría en peligro su propia vida. Hizo una
asociación con el Ejército Republicano Irlandés que quería tomar el poder en Irlanda del Norte y
que no era, por tanto, tan inocente: era, más bien, mortalmente peligroso. Pronto reconoció que se
trataba de ella misma: una enferma, una inválida desamparada que castigaba a los demás
haciéndoles sentirse res-
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ponsables y culpables de la forma en que la trataban. No obstante, si se libraba de aquella parte de
sí misma, podría estarle abriendo la puerta a ciertos aspectos incontrolables y peligrosos de su
personalidad.

Más aún, los pacientes irlandeses necesitaban que los cuidasen y que velasen por ellos y lo exi-
gían como se exige un derecho. Así, se ocupaban de ellos y los cuidaban y podían ocupar la vida
entera de la madre que los alimentaba y la del doctor. (Los histéricos consiguen en efecto que la
gente se ocupe de ellos y que los cuiden).

Tal y como lo veo, se defendía del miedo incontrolado y de las exigencias abrumadoras (perros y
gatos) siendo una inválida y evitando, por tanto, la amenaza y el peligro de la catástrofe; no
obstante, en la posición de defensa, al convertirse en inválida, experimentaba partes de sí misma
como el Ejército Republicano Irlandés que intentaba tomar el poder en el país. Deseaba alcanzar, a
través de su propia enfermedad y de su invalidez,. el dominio y la posesión totales, sin tener que
enfrentarse a los medios que empleaba. En mi opinión esto sugiere que la histeria es una defensa
contra la angustia abrumadora así como un modus vivendi

Otro aspecto de su sueño es que advertía en un rincón a su madre. Esta se lavaba la cabeza.
Asociaba esto a aspectos histéricos de su madre quien, según la paciente, se lavaba ella misma la
cabeza haciendo ostentación para que la familia sintiese que ella les ahorraba dinero mientras que
los demás lo gastaban y vivían bien.
Surge en seguida otro problema. La persona que podía ayudarla a enfrentar este problema
presentaba las mismas características histéricas que ella. Esto nos lleva a otra pregunta: ¿Qué tipo
de objeto ayuda al histérico a enfrentarse con los problemas? Más adelante me referiré a este tema,
pero me gustaría ocuparme de algunos aspectos:

1. La madre de la paciente no se dedica al problema de cómo ayudarla, sino que la deja sola.
2. En el propio acto de "lavarse la cabeza", se disocia del problema y se libra del mismo.
3. La paciente también es la madre que se lava la cabeza para librarse del problema y sentirse
virtuosa, ya sea a través de la proyección de la paciente o modelándose a imagen de la madre. El
problema se repetirá y se lavará una y otra y otra vez.
4. Además de lo anterior, la paciente lavaba los aspectos buenos y serviciales de la madre y se
quedaba con los aspectos histéricos de la madre en el papel de madre interna. Más adelante, la
recuperación de los aspectos positivos de su madre la ayudaron a hacerse más fuerte.

LA COMBINACION DE LA NEGACION y LA CATASTROFE

En las fobias, el área fóbica amenaza constantemente con desatar una catástrofe mientr'\S que se
supone que el resto de la personalidad se encuentra saludable gracias a la negación y la invención.
Dicha combinación resulta también válida én la histeria de conversión con síntoma de parálisis.
También resulta válida en el caso del carácter del histérico, que siempre es "demasiado bueno para
ser cierto" y cuyo objeto siempre resulta insoportablemente atroz. Esta combinación no es
privativa de ia histeria y se inscribe dentro de los procesos de escisión subyacentes.

Acaba de publicar un libro un periodista americano cuyo hijo se suicidó. El muchacho había
visitado a ocho psiquiatras: de ellos, cuatro le dijeron que no tenía nada y los otros cuatro que es-
taba tan enfermo que tenía que internarse en un hospital psiquiátrico.

Parece ser que el histérico tiene la capacidad de hacerles creer a los demás que no tiene nada.
Algunas veces puede provocar una reacción del tipo: "No tienes nada: haz un esfuerzo y deja de
quejarte y de sentir lástima por ti mismo". De la misma manera, crean estragos en sus objetos y les
producen fuertes angustias. En cambio, no tienen la habilidad de procurarse una visión equilibrada
de las cosas ni de ayudar al médico a que éste se procure tal visión.

¿Cuál es el método del que se vale este tipo de locura? Me parece que los estados extremos ejer-
cen en el sujeto "atracción", cuando no un ansia por estos estados. Existe igualmente el temor de
que la integración les genere culpa y locura. Freud señaló que la fantasía cargada de ilusiones era
uno de los fundamentos de la histeria. Mi interés radica en los predeterminantes de un nivel más
temprano. ¿Existen acaso conflictos tempra
nos que funcionan como precursores del conflicto entre la confusión entre realidad y deseo, por un
lado, y la represión, por otro?

Melanie Klein en Notes on some schizoid mechanisms se refería al problema situándolo en el


nivel más temprano del infante, en el pecho. Cito de dichos apuntes:

"En la gratificación alucinatoria se dan dos procesos interrelacionados: la evocación


omnipotente del objeto
ideal y de la situación, y la aniquilación igualmente importante del objeto persecutorio malo
y de la situación dolorosa. Estos procesos se basan en la escisión tanto del objeto como del
yo" (p. lo2).

Klein muestra el conflicto que existe entre la confusión entre realidad y deseo en su forma
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primitiva y la amenaza de una catástrofe persecutoria.

En el mismo artículo, Melanie Klein afirma más adelante:

"El objeto idealizado no asimilado va unido a la sensación de que el yo carece de vida y de valores
propios. Sugeriría que las condiciones para que se produzca la huida a un objeto idealizado no
asimilado (los sueños diurnos) exigen procesos de escisión mayores dentro del yo, debido a que
ciertas partes deÍ yo intentan unirse con el objeto ideal, en tanto que otras partes se esfuerzan por
enfrentarse a los perseguídores internos. Si se desencadenan con demasiada frecuencia, y por pe-
ríodos demasiado prolongados, los estados de escisión, y por tanto de desintegración que el yo es
incapaz de superar, me parece que dichos estados se deben considerar como señales de
esquizofrenia..."(p. lo3).

El problema, según lo concibo, es: ¿Cómo logra el histérico evitar la catástrofe psicótica? He
tocado el tema de la relación entre histeria y melancolía, pero un asunto de importancia mayor es
cómo evita el histérico la fragmentación del yo y la esquizofrenia.
Antes de intentar arrojar luz sobre este punto, deseo referirme a mis propias observaciones de
casos de carácter histérico. Estos pacientes creen que uno puede ser un histérico logrado y los ob-
sesiona el hecho de que otras personas logren serIo, ya sea:
1. Fingiendo que están sanos y buenos cuando no lo están, o
2. Fingiendo que están enfermos e inválidos cuando podrían estar perfectamente bien y
controlarse

A esta obsesión va aparejada la sensación de que otros "histéricos logrados" se las arreglan para
procurarse amor, admiración y simpatía, entre otras cosas, para conseguir lo mejor de todo sin
experimentar el conflicto inevitable que es la verdad de la vida psíquica. En otras palabras, mane-
jan el concepto de evitar la verdad psíquica y las consecuencias de la catástrofe psíquica.

Vuelvo ahora al tema de la utilización de objetos externos vivientes para evitar la catástrofe.
Bion (1962) ha descrito un mecanismo de una relación temprana de la siguiente manera: El
bebéexperimenta una angustia insoportable tal como el temor a la muerte y se lo comunica a la
madre. En una buena relación, la madre soporta esta angustia intolerable, la comparte con el bebé
y'lo ayuda a transformar su temor. Sin embargo, una madre puede sentirse abrumada por la
angustia y comunicarIe al bebé que esta angustia es insoportable. Al mismo tiempo, puede
ofrecerIe alimento material, en parte por comodidad o a m¡ de panacea para negar la angustia. De
mane mejante, el analista puede ofrecer lo que se ( mina una interpretación para explicar y evitar la
angustia.
Considero que dicho mecanismo abarco gama completa de psicopatologías; pero p mas por
ejemplo a una madre que presel combinación siguiente: (1) se siente abrumada por la angustia y
transmite que ésta es catastrófica; (2) ofrece una panacea cuya intención es hacer que el bebé crea
que todo está perfecto y que la madre se siente absolutamente segur; (3) atiende al bebé al mismo
tiempo con un cuidado excesivamente indulgente, con exceso dedicación, con idealización
omnipotente y con ( va estimulación sensual. Entonces, estamo te al ingrediente de una madre
histerogénica que se ofrece, por un lado, como modelo que alienta la negación de la realidad
psíquica y, por otro lado como objeto externo de amor para evitar la catastrofeo Estamos, por
tanto, ante un ataque a realidad psíquica y, al mismo tiempo, ante una madre externa viviente que
ofrece una pseudorrelación. Se establece, así, un modus vivendi, de una defensa contra la
catástrofe.
Ahora bien, si la madre siente rencor hacia su propia dedicación y, al mismo tiempo, le ofrece al
infante todo y lo hace sentirse culpable porque le transmite que no tiene derecho alguno a quejarse,
estamos frente a un conjunto confuso de experiencias que pueden producir en el infante un
carácter histérico porque: el objeto siempre esta allí; se comunica inconscientemente a través de la
conducta que la angustia es catastrófica; se finge que todo es ideal y se niega que exista ma
alguno; se emplea la culpa para proyectarse y evitar la responsabilidad; no se le ofrece al infante
una disposición psicológica que lo ayuda a l frentarse a la vida sino, por el contrario, una
compresión falsa; el infante sólo puede ider con un objeto irreal de la fantasía. Si nos referimos al
sueño en que la madre se lavaba 1a cabeza advertiremos algunos de estos elementos

Me parece que el histérico le plantea al analista los problemas siguientes: dependencia ávida,
dedicación siempre presente y adoración; comprensión de que existe una catástrofe absolutamente
insoportable; presión en el sentido de que el analista niegue todo lo anterior y le diga al que todo
está perfecto y que es encantador ; presión en el sentido de que el analista niegue todo lo anterior y
le diga al paciente que todo esta perfecto y que es encantador; presión en el sentidode que el
analista debe asumir aquella culpa y aquella responsabiblidad ; presión en el sentido de que se
entregue amor y se conceda aprecio a falsas virtudes sin examinarlas de verdad ni ponerlas en
duda.

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Semejante estado de cosas interfiere con el logro de una verdadera comprensión e impide la
creación que puede surgir entre dos personas que se reúnen para conocerse y para desarrollar algo
significativo suceptible de desarrollarse aún más.
He intentado demostrar cómo lo que llamo "madre histerogénica" puede coadyuvar al desarrollo
de un carácter histérico. De igual manera, el infante que no puede soportar el dolor con avidez
excesiva y envidia podría "alucinar" a una madre semejante y rechazar a la "madre suficientemente
buena" y hacer que ésta se sienta culpable y sienta que no vale nada por no haberle podido
proporcionar estas "exigencias ideales". Además, puedo imaginar al infante ligado a un retrato de
fantasía semejante y 'buscando constantemente un objeto que se asemeje al pezón de la madre o
una transferencia posterior al pene masculino como "respuesta al rezo de la doncella".
Puedo imaginar igualmente infinitas combinaciones de ambos sistemas. Lo único que podemos
decir es que clínicamente parece tratarse del retrato de una madre interna en el cual se experimenta
odio hacia el deseo de aferrarse y por el cual se intenta revivir esto en la transferencia.
Me parece que hay pruebas de pacientes que se aferran a los "aspectos histéricos" de la madre y
que niegan y rechazan los aspectos maduros y solícitos de la madre volviendo a vivir esto en la
transferencia. El problema es, pues, uno de naturaleza compleja.
El siguiente punto al que deseo referirme es que cuando los histéricos se relacionan con gente
razonablemente normal, que es, en general, amable, servicial y comprensiva, no la utilizan en for-
ma adecuada, sino que se aprovechan de dicha gente. Este punto nos atañe porque creemos que
podemos proporcionar algo de amor y de comprensión que resulte útil. Sólo se nos permite ser
buenos y serviciales y comprensivos si encajamos en las maquinaciones del paciente y aceptamos
su versión de la verdad, aunque tengamos motivos para creer que se nos despreciará verdadera-
mente si lo hacemos.

Si no logramos más que una pseudorrelación, no ayudaremos a los pacientes a que se enfrenten
a sus problemas. Cuando no encajamos con sus exigencias nos volvemos iguales a sus demás
objetos y el histérico se siente "defraudado" y desilusionado y nos trata como cree que merecemos
ser tratados. Sin embargo, también tenemos motivos para creer que puede sentirse aliviado.
Si nos preguntamos por qué el histérico no utiliza a personas reales que pueden brindarle ayuda, y
sólo nos considera en tanto que padres internos, una explicación posible es que se trata de la
transferencia. Tampoco puede renunciar a su modus vivendi original porque: se consuela y se
amamanta con esta "madre interna"; ansía este estado ideal y no tiene un conjunto de buenas
experiencias de una madre amorosa que "solucione los problemas" y que tenga fe en que los
problemas se pueden solucionar; no puede enfrentarse a la envidia de relaciones que logren cosas
reales. Por sobre todas las cosas, sigue utilizando la defensa histérica como medio de super-
vivencia, porque su madre original la utilizaba, o permanece fijado en esta "gratificación
alucinatoria" a manera de defensa o recurre a una éombinación de ambos factores.

Espero haber aclarado que el análisis de la sintomatología es insuficiente. El objeto al que los
"pacientes histéricos" se aferran les impide un verdadero desarrollo. El objetivo del paciente es el
de ser un histérico logrado. Es necesario analizar estos rasgos detalladamente de manera que el
analista pueda mostrar una alternativa viable de fe en la búsqueda de la verdad. El analista necesita
mostrarle al paciente una y otra vez que lo que le ayuda es la verdad y no el objeto interno delu-
sorio, como también, hacerle reconocer sus ataques envidiosos contra la capacidad para buscar la
verdad y confrontarla con la supuesta supremacía del bebé/niño delusorio en relación con la de-
lusoria madre interna.

RESUMEN

Este artículo intenta vincular la sintomatología de la histeria con la personalidad histérica. El


autor sostiene que en la histeria el paciente se ve dominado por temores de que se produzca una
catástrofe que van aparejados con la negación total de los problemas: esto puede tener como
resultado síntomas catastróficos junto con una belle indifference o una personalidad escindida en-
tre la catástrofe total y la creencia de que no hay problema alguno.

El autor muestra cómo operan estas fuerzas en la transferencia / contratransferencia a través del
modo en que el histérico se ve dominado por un objeto externo que recurre a los mismos
mecanismos. Este artículo se centra en el empleo que el histérico hace de esta constelación con el
fin de evitar crisis más graves (la psicosis) y cómo se convierte en un modo de vida.

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