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Globalización

Cuando se inició el Siglo XX, el mundo ingresaba a un proceso de


globalización económica que se vio frenado abruptamente por la Primera
Guerra Mundial y la depresión económica de fines de los años 20.

Al finalizar el siglo, la humanidad vuelve a vivir un proceso de globalización,


impulsado también por el comercio y apoyado fuertemente en la innovación
tecnológica, principalmente de las telecomunicaciones.

¿Proceso irreversible?

Negar la globalización es negar la realidad, dicen sus defensores.


Argumentos no les faltan: hoy las empresas cruzan las fronteras sin parar,
adquieren subsidiarias en distintos países y sus datos económicos recorren
el planeta en cuestión de segundos.

Ocurre lo propio con las transacciones financieras: los negocios se


concretan de un país a otro en cuestión de segundos gracias a las nuevas
tecnologías de las comunicaciones.

Innovaciones como la Internet han hecho que el comercio supere barreras


antes insoslayables. Más aún, las distancias entre las personas desaparecen
ya no existen en el ciberespacio.

Hasta aquí lo económico, pero la globalización se ha extendido paso a paso


a otros ámbitos. Los temas políticos ya superan lo nacional y los conceptos
de soberanía han tenido que cambiar.

Incluso los problemas son globales y lo que sucede en una lejana población
indígena del Amazonas es conocido en todo el mundo gracias a los medios
de comunicación, con sus consecuencias respectivas.

Más aún, los políticos, economistas e intelectuales que la apoyan, aseguran


que esta globalización de fines del siglo XX permite la expansión de la
democracia y sus valores por todos los rincones del planeta.

¿Una bendición?

Indudablemente, la globalización es un proceso que se ha vuelto cotidiano,


pero ¿trae sólo beneficios?

Los críticos del proceso afirman que la globalización está profundizando las
desiglualdades en el planeta y sus riesgos son muy grandes para la
humanidad.

Se apoyan en ejemplos recientes como la crisis financiera del sureste de


Asia, que se extendió cual rayo por el planeta. De la noche a la mañana,
miles de personas perdieron sus empleos y, en cuestión de segundos, miles
de millones de dólares se esfumaron, desestabilizando economías
consideradas emergentes.

Quienes atacan a esta tendencia, aseguran que la globalización sólo ha


servido para consolidar las ventajas de las naciones desarrolladas,
ampliando aún más la brecha con las más pobres.

También afirman que bajo "el universalismo" esgrimido por la globalización,


los llamados países centrales han encontrado una nueva forma de intervenir
en la vida de los denominados periféricos.

En medio de la discusión, la globalización avanza; con todas sus virtudes y


también con todos sus defectos.

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