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DESARROLLO DEL CONFLICTO

El asesinato de dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua trajo ecos de la masacre de seis


religiosos jesuitas que fueron asesinados en El Salvador en 1989, en medio de la guerra
civil, y que desató indignación a nivel internacional.

Si bien entre 1973 y 2011 se tenía reporte de 47 jesuitas muertos de forma violenta en el
mundo, el caso más resonado fue el de los sacerdotes jesuitas muertos en la Universidad
Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), el 16 de noviembre de 1989.
Cinco de los seis eran españoles y, junto con ellos, fueron asesinadas la cocinera de la UCA
y su hija de 16 años.

Los asesinatos se llevaron a cabo bajo las órdenes del coronel Guillermo Alfredo Benavides
Moreno. En aquel momento, las Fuerzas Armadas acusaban a los jesuitas de estar del lado
de la guerrilla del Frente Marabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
DESARROLLO DEL CONFLICTO
En la mañana del 16 de Noviembre de 1989, El Salvador y el mundo despertaron con las
noticias que seis Jesuitas, su ama de llaves y la hija de ésta habían sido brutalmente
asesinados. El ejército salvadoreño llevo a cabo el crimen como parte de su
desencaminada defensa contra una ofensiva lanzada por el Frente Farabundo Martí para
la Liberación Nacional (FMLN). El ejército buscaba desviar atención de su papel en los
asesinatos y culpo al FMLN pintando la consigna del FMLN en las paredes de la escena del
crimen que falsamente acusaba a los sacerdotes de haber colaborado con el gobierno.
Como esta resumido en el reporte de la Comisión de Verdad, en la noche del 15 de
Noviembre, 1989, el Coronel Ponce, en la presencia del General Juan Rafael Bustillo,
Coronel Juan Orlando Zepeda, Coronel Inocente Orlando Montano y Coronel Francisco
Elena Fuentes, ordeno al Coronel Guillermo Alfredo Benavides que matara al Padre Jesuita
Ellacuría y que no dejara testigos. Esa misma noche, Benavides le ordeno a Espinoza
Guerra que llevara a cabo la misión de matar a Ellacuría y no dejar testigos.
Espinoza Guerra y su sección llegaron a la Universidad de Centro América en San Salvador
y en la madrugada del 16 de Noviembre, 1989 y se abrieron paso a traves del Centro
Pastoral. Cuando los sacerdotes salieron para averiguar cuál era todo el alboroto, fueron
ordenados a salir al jardín y acostarse boca abajo en el suelo, mientras los soldados
revisaban el edificio. A este punto, el Teniente Espinoza Guerra dio la orden de matar a
los sacerdotes. Al final, seis sacerdotes, la ama de llaves y su hija fueron brutalmente
asesinados.
El Teniente Espinoza Guerra y sus tropas intentaron cubrir su papel en la masacre
tratando de hacer parecer que los asesinatos fueron cometidos por miembros del FMLN.
Hicieron esto por pintar la consigna del FMLN en las paredes y usando un rifle asociado
con matanzas del FMLN.
En respuesta a una petición presentada por Human Rights Watch en 1999, la Comisión
Inter-Americana de Derechos Humanos (IACHR) encontró que El Salvador había violado los
derechos a la vida, garantías judiciales y persecución efectiva de las victimas. La IACHR
recomendó que El Salvador condujera una investigación completa, imparcial y efectiva en
acuerdo con los criterios internacionales para identificar, perseguir y sentenciar a todos
los grupos responsables. La Comisión también hizo el llamado a El Salvador para
indemnizar los grupos afectados y ajustar sus leyes internas para cumplir con el Convenio
Americano de Derechos Humanos, que incluyera la revocación de la Ley de Amnistía.

El Salvador todavía no ha tomado los pasos necesarios para cumplir con estas
recomendaciones. La Ley de Amnistía todavía está en efecto, y ninguno de los
responsables han sido traídos a justicia. En vez, muchos de ellos ocupan importantes
posiciones políticas en el país. Todo esto ha ocurrido aunque la Masacre de los Jesuitas
es, junto con el asesinato del Arzobispo Romero y las de las mojas y mujer laica
estadounidenses, uno de los casos más emblemáticos de impunidad de la guerra civil en El
Salvador.
Los jesuitas, conocidos por su cercanía con los más pobres, los más afectados por el
conflicto, eran partidarios de que el gobierno salvadoreño llegara a un acuerdo negociado
con el FMLN, que llevaba años luchando contra el régimen de derecha.

El coronel Juan Orlando Zepeda, entonces viceministro de Defensa, acusaba a la UCA de


ser centro de operaciones del FMLN, al que consideraba “terrorista”.
Los asesinatos son reconocidos como el punto de inflexión que obligó al gobierno a
emprender el diálogo con los rebeldes.

Sin embargo, la justicia fue lenta, y polémica. En total, nueve miembros del ejército
salvadoreño fueron llevados a juicio, pero sólo el coronel Benavides y el teniente Yusshy
René Mendoza fueron condenados a 30 años de prisión.

La indignación creció cuando los dos fueron liberados, en abril de 1993, gracias a una Ley
de Amnistía que se promulgó.

En 2016 se consideró inconstitucional la Amnistía y Benavides regresó a prisión, pero en


septiembre de 2020, la Sala de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia ordenó cerrar la
causa por la masacre. El caso fue archivado, hasta que en noviembre de 2021, la decisión
fue apelada.

(El Universal, 2022)

(Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos,SciELO México, 2019)

(Responsabilidad, 2008)

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