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Entre 1996 y 2001, más de 270.

000 mujeres peruanas fueron esterilizadas en el marco del


programa de control de natalidad, implementado por el entonces presidente Alberto Fujimori.
La medida estaba destinada a combatir la pobreza y reducir las tasas de natalidad en los
sectores populares. A lo largo de una década, el gobierno de turno sostuvo que los
procedimientos quirúrgicos fueron realizados con el consentimiento de lxs pacientes. Sin
embargo, más de 2000 mujeres han declarado lo contrario ya que muchas de ellas fueron
chantajeadas, engañadas u hostigadas para dejarse efectuar la operación. En la actualidad,
Fujimori está preso. En 2009 fue condenado a 25 años de cárcel por crímenes de lesa
humanidad y varios cargos de corrupción. Aún así, nunca fue juzgado por el caso de las
esterilizaciones forzadas, y al día de hoy, la causa continúa impune. El 1 de marzo de 2021
comenzó el juicio luego de 25 años de reclamos encabezados por aquellas mujeres -la
mayoría pertenecientes a pueblos originarios- que fueron víctimas de esta práctica.
En “Bajo los ojos de Occidente, Academia Feminista y discurso colonial”, Chandra Talpade
Mohanty plantea la necesidad de problematizar una serie de rasgos -en particular el
reduccionismo y la homogeneización- propios de la producción académica en torno a las
“mujeres del tercer mundo” generado por el discurso feminista “occidental”1.
La primera presuposición analítica que señala Mohanty implica una crítica al uso de la
categoría “mujeres”. Desde la visión propia del feminismo occidental, existe una tendencia a
plantear a las mujeres como un grupo constituido y coherente, con intereses y deseos
idénticos más allá de la clase social, la ubicación geográfica o las contradicciones étnicas. En
este sentido, la noción de género puede aplicarse de forma universal y homogénea a todas las
personas que se auto perciben como feminidades y por lo tanto, se trata de una premisa previa
a cualquier análisis. Bajo esta perspectiva, las mujeres son caracterizadas como un grupo
singular formulado en base a una opresión común de la que son víctimas. El resultado es que
las “mujeres del tercer mundo” son retratadas como un colectivo ya constituido, y
caracterizado por la falta de poder, o como sujetos determinados por la dominación patriarcal.
En el caso de las mujeres que fueron víctimas de las esterilizaciones forzadas en Perú, no es
un detalle menor el hecho de que la gran mayoría de ellas pertenecieran a familias con pocos
recursos económicos, fueran provenientes de la comunidad quechua y viviesen en zonas
rurales. Podemos afirmar que aquellas mujeres, no sólo estaban atravesadas por la
desigualdad de género, sino también por la clase social, el racismo y un contexto histórico
determinado. En ese sentido, utilizar el término “mujeres latinoamericanas” o “mujeres
peruanas” resultaría reduccionista e insuficiente a la hora de comprender la verdadera
naturaleza del crimen perpetrado por el gobierno de Fujimori. En una nota realizada por
Página 12, María Elena Carbajal -una de las personas que hoy encabezan la demanda contra
el Estado- cuenta que, a diferencia de la mayoría de las mujeres esterilizadas que eran
campesinas, ella vivía en un barrio popular de Lima. Por otro lado, un artículo de la BBC cita
un informe elaborado por el Congreso Peruano en 2002 en el que se menciona que un gran
porcentaje de mujeres esterilizadas sólo hablaba quechua por lo que de ninguna manera
podrían haber accedido a la intervención quirúrgica ya que los documentos que se
presentaron como supuesta prueba del consentimiento estaban redactados y firmados en
español. Los detalles citados son relevantes para entender la diversidad y heterogeneidad de
las mujeres afectadas. Si bien todas comparten un contexto de vulneración de derechos, todas
están atravesadas por diferentes desigualdades -de edad, de origen, de clase social, de etnia-
dentro del conjunto analizado. No tener en cuenta la variabilidad dentro del mismo conjunto
daría como resultado una versión sesgada de los hechos.

1 El término “feminismo de occidente” también aplica a aquellas autoras del tercer mundo que
escriben acerca de sus propias culturas adoptando estrategias analíticas similares a las utilizadas en
Europa occidental y Estados Unidos.

1
La segunda presuposición analítica señalada por Mohanty es la carencia crítica para presentar
los datos empíricos capaces de sustentar la universalidad y la validez de una determinada
afirmación aplicable a todas las culturas. En el marco de la noticia analizada, no caben dudas
de que la esterilización forzada es una práctica que viola los derechos humanos. También
podría ponerse en tela de juicio la política estatal de incentivar la práctica de la ligadura de
trompas entre las mujeres en situación de vulnerabilidad como medida para controlar la
natalidad de una determinada región. Sin embargo, sería absurdo afirmar que aquellas
mujeres que, por razones personales, eligen efectuarse una ligadura de trompas, están siendo
sometidas, o que la intervención es sinónimo de control patriarcal sobre el cuerpo de las
mujeres. Si bien la operación es la misma, es fundamental tener en cuenta el significado
específico de la práctica, los objetivos, y cómo varía según el contexto cultural e ideológico.
Por último, la socióloga citada, explica que la tercera presuposición consiste en asumir una
noción homogénea de la opresión de las mujeres como grupo, que por consecuencia, genera
una determinada construcción de la “mujer promedio del tercer mundo” cuya vida está
signada y limitada por el género y la pertenencia a una región del tercer mundo. A la vez, esta
representación se plantea como antagónica a la mujer occidental supuestamente secular,
liberada y en control de su propia vida. De esta manera, quedan borradas todas las
experiencias revolucionarias o de resistencia adoptadas por distintos grupos de mujeres “del
tercer mundo”.
Lejos de la visión paternalista ofrecida por el feminismo occidental, fueron las mismas
mujeres afectadas por las esterilizaciones forzadas quienes -hace 25 años- vienen impulsando
y organizándose para que la causa no quede impune. En 2004, Hilaria Supa fundó junto a
otras compañeras la Asociación de Mujeres Peruanas Afectadas por las Esterilizaciones
Forzadas (AMPAEF). Se trata de una organización autoconvocada cuyo objetivo es luchar
por la verdad, la justicia y la reparación histórica frente a los hechos de violencia cometidos
en el marco del programa de control de natalidad elaborado por el gobierno de Alberto
Fujimori.
Uno de los puntos centrales de “Género y colonialidad: del patriarcado comunitario de baja
intensidad al patriarcado moderno de alta intensidad”, es el mecanismo por el cual, al tratarse
de políticas de protección hacia las mujeres indígenas, el Estado entrega con una mano lo que
ya retiró con la otra. En referencia a esto, Rita Segato explica: “entrega una ley que defiende
a las mujeres de la violencia a la que están expuestas porque ya rompió las instituciones
tradicionales y la trama comunitaria que las protegía” (2015, 73).
La mayoría de las mujeres que fueron esterilizadas contra su voluntad eran Quechuas, y como
consecuencia de la interseccionalidad entre colonialismo y género, se encontraban en una
situación de mayor vulnerabilidad. A principios del 2021, el gobierno promulgó una ley que
permitirá indemnizar a aquellas mujeres que fueron sometidas a una esterilización forzada.
En paralelo, varias organizaciones -entre ellas la AMPAEF- piden que, a causa de los delitos
cometidos sean condenados Alberto Fujimori junto a varios ex funcionarios. Para la
antropóloga argentina, el concepto de pluralismo histórico refiere a los pueblos, en tanto
sujetos colectivos de una multiplicidad de historias. A la vez, están dotados de una autonomía
deliberativa que les permite producir su propio proceso histórico, incluso estando en contacto
con la experiencia y los procesos de otros pueblos. Éste sujeto colectivo se caracteriza por la
autopercepción por parte de los miembros de compartir una historia común, provenientes de
un pasado determinado y que apunta a un futuro conjunto. En los casos en los que esta
historia -trazada de manera colectiva- fue interrumpida por una fuerza proveniente de una
intervención externa (como el colonialismo) lo esperable sería que el pueblo buscase “suturar
la memoria” y seguir adelante. Siguiendo este razonamiento, para Segato, el rol del Estado
debería consistir en otorgar la devolución de la jurisdicción y la garantía para deliberar que
habían sido quitadas por la intervención externa.

2
Es innegable que tanto el inicio del juicio, como el otorgamiento de indemnizaciones
constituyen un avance en materia de derechos. Sin embargo, tomando la crítica hacia la
acción estatal elaborada por la antropóloga argentina, es importante señalar que aún no hay
ninguna medida que apunte a restituir la autonomía de los pueblos originarios o a reconstruir
la estructura social que el colonialismo quebró. Por otro lado -y quizás desde una perspectiva
más optimista- también podría entenderse que el reconocimiento por parte del Estado, los
procesos de justicia, y el otorgamiento de las indemnizaciones constituyen un paso muy
grande hacia la restitución de la autonomía. En su ensayo, Rita Segato se pregunta qué es un
pueblo, y ella concluye que un pueblo es el proyecto de ser una historia. Es cierto que la
herida generada por el colonialismo es imborrable, pero en un futuro, nada impide que
aquellas mujeres que -tras décadas de lucha- consiguieron iniciar un proceso jurídico, en un
futuro contribuyan a retomar las riendas de aquella historia arrancada de cuajo por el
colonialismo.

3
Noticias utilizadas como fuente
https://www.pagina12.com.ar/307169-esterilizaciones-forzadas-en-peru-demanda-ante-la-onu
https://www.france24.com/es/am%C3%A9rica-latina/20210301-peru-juicio-fujimori-
esterilizaciones-forzadas-ddhh
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-56243650
https://www.youtube.com/watch?v=M5R1aJ2ZkrM&t=2s

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