Está en la página 1de 3

El concepto de “sociedad”, argumentos a favor y en contra.

El principal eje del debate analizado gira en torno al concepto de sociedad en las ciencias
sociales, y la posibilidad de que este haya quedado obsoleto producto de los cambios en la
disciplina antropológica. En los próximos párrafos, se abordará las diferentes posturas de
cada uno de lxs autores incluídos en la bibliografía.
Para Tim Ingold, el término “sociedad”, es indispensable a la hora de identificar el discurso
propio de la antropología social. Sin embargo, señala que se trata de una palabra que debe ser
puesta en tela de juicio ya que acarrea una serie de problemáticas inherentes a la disciplina.
El autor sostiene que es un error asumir que la teoría en las ciencias sociales fue constituída a
partir de la oposición al dato; en paralelo, también se opone a la idea de sociedad, entendida
como opuesta al individuo. En los dos casos citados, el problema es el mismo: las relaciones
entre conceptos no tienen vínculo con el mundo real, sino que se trata de constructos
imaginarios dotados de una existencia aparte. Para Inglod, el replanteo del término sociedad,
no se apoya en la idea de abandonar el concepto, sino en reformularse por fuera de la
dicotomía entre sociedad e individuo, y entre teoría y dato.
Muchos de los autores que se citarán a continuación, consideran que uno de los mayores
problemas del término “sociedad” es que necesariamente, acarrea una oposición o plantea
una dicotomía en relación a individuo. En este sentido, Edmund Leach, en un debate
realizado en 1961, se posicionó en contra de las dicotomías existentes en aquel momento -
ecología contra estructura social- y argumentaba que no existía una esfera autónoma de la
existencia que pudiese ser enfrentada contra los hechos materiales de la propiedad o la
localidad, ya que, de manera previa, los hechos materiales son representados por las
relaciones sociales. El resultado fue que las dicotomías adquirieron un realismo superficial
producto de la oposición en determinados conceptos. En consecuencia, la idea de “sociedad”
fue creada como si fuera un objeto abstracto de pensamiento, y por lo tanto, tratada como tal.
Para el autor, la sociedad no debe ser entendida como un objeto, sino que se trata de una
forma de ordenar la experiencia.
Por su parte, Marilyn Strathern coincide en que el término “sociedad” es obsoleto ya que el
verdadero problema reside en el orden de conceptos que produce, y en particular, en la
relación pendular que sostiene con la idea de “individuo”. Para ella, presentar al individuo en
oposición a la sociedad es un mecanismo para ocultar las formaciones sociales y las
relaciones de poder: “se trata de un individualismo prescriptivo que, entre otras cosas, hace
invisibles los intereses comerciales y militares masivos de las multinacionales, ya que todo lo
que vemos es el grado en el que el cliente es el destinatario de los servicios” (xx, 12). Por
último, concluye que es necesario elaborar un análisis preventivo sobre el concepto. El
objetivo de esta reformulación no debe ser negar la abstracción, sino recuperar la intención
original del término, es decir, transmitir el significado de las relaciones en la vida humana y
el pensamiento. Además, la autora agrega que las relaciones sociales son intrínsecas a la
existencia humana. La principal consecuencia de concebir a la sociedad como una entidad fue
que las relaciones dejaron de entenderse como una estructura primaria a la existencia humana
y pasaron a ocupar un lugar secundario. En síntesis, el problema reside en que el concepto
sociedad interfiere demasiado con “socialidad”, y por lo tanto, debe quedar en desuso.
Peel, al contrario de lxs autores citados en los párrafos anteriores, considera que el término en
disputa no debe considerarse obsoleto. Por un lado, él explica que la noción de sociedad es
compleja y tiene una multiplicidad de significados. En su argumentación, realiza un breve
recorrido histórico de la aparición del término, y deja en evidencia que el significado de
“sociedad” ha ido mutando y transformándose con el paso del tiempo. Algunxs de lxs
participantes del debate, sostienen que la sociedad es un término que pertenece sólo al
pensamiento oocidental; en contraposición, Peel responde que el término no se utiliza sólo en
Europa Occidental, sino que atravesó varias fronteras y fue incorporado por varios
movimientos populares opositores a los regímenes estatistas: “en en el nombre de la sociedad
que los polacos, húngaros y checos han derrocado estructuras estatales osificadas, y aquí al
menos se evidencia cuánto de la formación individual y disposición tiene la sociedad como su
precondición, no como antítesis” (xx, 20).
A diferencia de Peel, Toren afirma -al igual que Strathern- que la noción de sociedad es
teóricamente obsoleta. Para ella, los seres humanos no son solo productos de procesos
sociales y culturales (un recién nacido no es una tabula rasa, sino que desde el principio, está
atravesado por relaciones sociales) sino que también comparten el proceso de desarrollo con
áreas como la psicología. La antropóloga afirma que la clave no reside en cambiar el enfoque
de los estudios sociales, sino en ser conscientes del modelo de ser humano que se utiliza en
los estudios. En ese sentido, tanto el concepto de sociedad, como el de individuo, quedaron
obsoletos.
Al igual que Peel, Jonathan Spencer resalta que el concepto de sociedad no es simple ni
unitario, sino que es una palabra polisémica. Ambos coinciden en varios puntos -la variación
histórica del término, su utilización en distintos contextos históricos y diferentes puntos
geográficos- pero además, agrega que el lenguaje suele ser creativo, y prohibir una palabra
implica que en un futuro se va a encontrar un substituto para servir a ese propósito. Él explica
que no se siente amenazado por aquellas personas que decidan no utilizar el término, pero
que en su caso, prefiere esclarecer la descripción en vez de supervisar el lenguaje teórico
“correcto”. Por otro lado, Spencer afirma que -al contrario de algunas argumentaciones- los
hechos sociales pueden ser cosas, ya que a veces, en determinados contextos, es importante
tener en cuenta la fuerza del colectivo.
Mi opinión en relación al concepto de sociedad coincide con la perspectiva de Spencer y
Peel. Si bien estoy lejos de adquirir los conocimientos que poseen los pensadores que
expusieron en el debate, me inclino a pensar que el concepto de sociedad mutó y se
transformó desde la primera vez que fue utilizado. A la vez, no caben dudas de que traspasó
fronteras. En su discurso “El caudillo del sur”, Emiliano Zapata -el revolucionario mexicano-
llamó a la sociedad campesina a unirse contra la opresión de Carranza. A la vez, en “Los
condenados de la tierra”, Frantz Fanon, describe a la sociedad colonial africana, y al
individuo colonizado como producto de ella. En 2018, durante el Foro Permanente de las
Naciones Unidas para los Derechos Indígenas, Evo Morales proclamó que los indígenas no
están por fuera de la sociedad, sino que son parte, y eso no implica dejar afuera la armonía
con la Madre Tierra.
Los ejemplos citados en el párrafo anterior corresponden a diferentes contextos
socioculturales en los que el término sociedad fue utilizado. En cada caso, el expositor se
apropió de alguno de sus significados y lo utilizó en función de la causa que encabezaba. Esto
deja en evidencia que, más allá de su polisemia, el concepto sigue siendo útil. Algo similar
ocurre con la oposición entre sociedad e individuo. Marilyn Strathern afirma que la relación
pendular entre ambos términos acarrea una serie de problemas; sin embargo, en su discurso,
Evo Morales apela a ella, no como una herramienta de opresión u homogeneización, sino
como un recurso discursivo para incluir a los pueblos originarios dentro de un país marcado
por el racismo.
En “El hombre rebelde”, el filósofo Albert Camus dice que sólo podría formar parte de un
partido que estuviese constantemente criticándose a sí mismo. Coincido en que debe haber
una relación similar con las disciplinas humanísticas, en tanto esa crítica constante sea
verdaderamente pluralista y no implique un freno o un descarte sistemático del material
producido que se encuentre por fuera de esa norma. Todxs lxs antropólogxs que participaron
del debate, provienen de zonas centrales. En sus argumentaciones, varios citan hechos
históricos de caracter revolucionario ocurridos en la periferia, sin embargo, ningunx se
pregunta qué postura adoptaría un académico proveniente de América Latina o de África. La
relación de poder es tal, que ellxs consideran que son dueñxs de la capacidad de decidir si un
término es o no obsoleto. Como dice Spencer, el lenguaje suele ser ingenioso, y el resultado
de prohibir una palabra, suele ser la consecuente creación de otra que ocupe la misma
función. Por último, el hecho de que el término “sociedad” se siga utilizando con frecuencia
en la disciplina humanística, deja en evidencia que no es obsoleto, sino que por el contrario,
es una categoría necesaria en el pensamiento social. El concepto fue mutando a lo largo del
tiempo, y nada impide que en un futuro, vuelva a serlo. Sin embargo, parece que de alguna
manera, esa cierta ambigüedad de la que el significante está dotado, es justamente lo que
permite un funcionamiento eficiente. Una de las mayores críticas que se le realizó a Thomas
Kuhn, es que en “La estructura de las revoluciones científicas”, el concepto de Paradigma
tiene más de 30 acepciones. No por eso, dejó de ser un término central en el estudio de las
ciencias. Quizás, el planteo no debería girar en torno a la obsolescencia; sino en la necesidad
de entender los distintos significados, y las distintas variaciones atravesadas por la cultura.

También podría gustarte