Está en la página 1de 2

El 10 de diciembre de 1948, tras la finalizació n de la 2da Guerra Mundial, la Asamblea General de las

Naciones Unidas, adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos. En este documento histó rico,
se proclamaron los derechos inalienables que corresponden a toda persona como ser humano,
independientemente de su raza, color, religió n, sexo, idioma, opinió n política o de otra índole, origen
nacional o social, posició n econó mica, nacimiento, o cualquier otra condició n. Está disponible en má s de 500
lenguas, y es el documento que má s se ha traducido en todo el mundo.
Celebrar la Declaración Universal de los DD HH es una buena ocasió n para denunciar la violencia y
pobreza extremas que amenazan a la vida humana, y formular tres nuevos derechos: a la paz, al desarrollo y
al medio ambiente. Paz en los má s de 40 conflictos armados que se estima existen en la actualidad, porque el
recurso a la fuerza reporta ignominiosos beneficios solo a la industria militar y a la miríada de traficantes
que la hacen posible. Desarrollo, porque el 50% de la humanidad vive aú n por debajo de la línea de pobreza
y los problemas relacionados con la alimentació n mundial se agravan de forma alarmante. Medio ambiente,
porque las Convenciones y las Cumbres sobre el Cambio Climá tico está n má s orientadas a la adaptació n al
cambio climá tico que a su freno. Parecen utó picos pero son derechos absolutamente irrenunciables si
queremos dar dignidad suficiente a la condició n humana en todos los rincones del planeta.

ENLACES A PÁGINAS WEB INTERESANTES:


https://www.un.org/es/universal-declaration-human rights/https://www.ohchr.org/SP/Pages/Home.aspx

https://www.derechoshumanos.net/constitucion/index.htm

Constitución española y derechos humanos


Cada añ o se celebran en la primera quincena de diciembre dos efemérides que merece la pena recordar: el
día 6, la aprobació n en referéndum nacional de la Constitución española (1978), y el día 10, la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (DUDH) por la asamblea general de la ONU (1948). Aunque
separados entre sí por treinta añ os de diferencia, el contenido de ambos textos se halla relacionado: de
hecho, el Título primero de nuestra Carta Magna ( De los derechos y deberes fundamentales) aparece
inspirado en gran medida por la DUDH, de la que recoge el principio de igualdad ante la ley, el derecho a la
vida, las garantías jurídicas, las libertades de expresió n, de opinió n, asociació n, reunió n, culto o religió n, así
como los derechos a la participació n política, a la educació n, al honor, al trabajo, al matrimonio, a la
propiedad privada, a la protecció n de la salud, a la cultura, y a una vivienda digna, entre otros.
La Constitució n convierte así en ley positiva los principios proclamados en la DUDH, de tal modo que en
nuestro país los derechos humanos no son tan solo una referencia ética sino normas legales que
comprometen a los poderes pú blicos y a la ciudadanía. Otro problema es su interpretació n y desarrollo, así
como la resolució n de los conflictos que a veces se plantean entre ellos; por ejemplo, la libertad de expresió n
puede colisionar en ocasiones con el derecho al honor y a la propia imagen. Ademá s, no todos los derechos
recogidos en la Constitució n se cumplen por igual; pero que figuren en ella es un factor necesario, aunque no
sea suficiente, para su progresivo cumplimiento y extensió n. Precisamente porque su realizació n no es aú n
perfecta, por má s que su reconocimiento y plasmació n constitucional haya sido ya un gran logro, conviene
rememorarlos en estos días de sus aniversarios mundial y estatal.

- Compara la Constitución española a la Constitución italiana en mérito al tema de los Derechos Humanos.

http://www.governo.it/it/costituzione-italiana/2836, https://boe.es/legislacion/documentos/ConstitucionCASTELLANO.pdf

La cultura de los derechos


Sin el conocimiento de los derechos de los que son titulares los ciudadanos, las sociedades
democráticas no son sostenibles

Parece de moda sostener que vivimos una nueva etapa de la Democracia, caracterizada por la presencia de
la indignació n como motor primario, incluso por el predominio de los sentimientos, emociones o pasiones,
frente a la razó n. Abundan las etiquetas: democracia o política de indignados, democracia reivindicativa o
reactiva, o, con la conocida fó rmula de la “democracia de la desconfianza” o “contrademocracia”.
Sin embargo, como se ha podido comprobar sin demasiada dificultad ante fenó menos de revuelta social, sus
orígenes son mucho má s viejos. Lo saben los estudiantes de primero de Derecho a quienes aú n se les habla
en clase de la importancia del sentimiento de lo jurídico, en su variante del sentimiento de lo injusto: el “¡no
hay derecho!” como principio del Derecho y aun de la política.
El papel de los cahiers de doléances, esos cuadernos de quejas ciudadanas en los que encarnó el sentimiento
de revuelta que llevó a la revolució n de 1789, es solo un antecedente pró ximo. Las primeras manifestaciones
vienen de esa conciencia de humillació n, de falta de reconocimiento de lo que es —de lo que creemos que es
— nuestro derecho. Esa clave de “lucha por mi derecho” es la que aplicó el gran maestro Jhering para explicar
su versió n del alma del Derecho. Y lo concretó en el lema: “Todo derecho en el mundo tuvo que ser adquirido
mediante la lucha”. En el bien entendido de que esa lucha no consiste solo, aunque desde luego resulta
imprescindible, en la confrontació n social. Porque también se lucha por los derechos aplicá ndose en su
conocimiento, esto es, en la pedagogía sobre la mejor forma de satisfacerlos y garantizarlos, de conjugar los
derechos inevitablemente enfrentados. Por eso, la educació n bá sica y especializada y la transferencia de
conocimientos sobre los derechos humanos, mandato de la ONU y la Unesco, forman parte de lo que nos
gusta llamar cultura de los derechos, que muchos consideramos la paideia*, base imprescindible para la
tarea política por excelencia, que es la formació n crítica de la ciudadanía.
La educació n en los derechos es una necesidad bá sica y una prioridad tanto para los poderes pú blicos como
para los agentes sociales.
Las sociedades democrá ticas, que tratan de hacer y vivir má s y mejor democracia, no son sostenibles sin el
conocimiento de los derechos de los que son titulares los ciudadanos, sin la toma de conciencia de su
condició n de verdaderos señ ores del Derecho, de señ ores de los derechos. Pero en unas sociedades como las
nuestras, en las que impera el atomismo individualista, es preciso educar en la distinció n entre deseos,
expectativa, intereses y derechos. Aprender que, incluso los que podemos considerar como nuestros
derechos, entrará n muchas veces en conflicto con derechos de otros. Porque el verdadero test de los
derechos es aprender a conocer, respetar y tomar en serio los derechos de los otros. Ademá s, los derechos
no se adquieren de una vez para siempre, sino que la lucha por su garantía es una tarea permanente, lo que
compromete a todos los ciudadanos —no solo a los poderes pú blicos y los funcionarios—, a una actitud de
vigilancia, de control que va má s allá del mero uso y disfrute de los mismos. La cuestió n, pues, es có mo
formar y mantener despierta esa disposició n.
Esta es la propuesta: fortalecer los instrumentos para que arraigue en nuestras sociedades la cultura
de los derechos. Educar específicamente en derechos, como exigió en sus Observaciones finales al
Gobierno españ ol el comité de la ONU para la eliminació n de las formas de discriminació n de quienes
monstraron su preocupació n por la sustitució n de la materia obligatoria de enseñ anza en secundaria
“educació n en la ciudadanía y los derechos humanos” por materias optativas sobre “valores cívicos y
sociales”, o “valores éticos”. Esa educació n en los derechos, desde la enseñ anza secundaria, es una necesidad
bá sica y como tal debe ser una prioridad para los poderes pú blicos, pero también para los agentes sociales,
sobre todo para todos los implicados en el proceso educativo. Para tomarnos en serio los derechos y
aprender a actuar con y por ellos.

* La paideia (en griego παιδεία, "educació n" o "formació n", a su vez de παις, país, "niñ o") era, para los antiguos griegos,
el proceso de crianza de los niñ os, entendida como la transmisió n de valores (saber ser) y saberes técnicos (saber
hacer) inherentes a la sociedad.

ACTIVIDADES DEL TEXTO:

- Dividir el texto en pá rrafos y resumir el contendido de cadauno de ellos en un ú nico y breve texto escrito;
- Buscar en el vocabulario las palabras subrayadas o desconocidas con sus sinó nimos y antó nimos;
- Identifica los principales “actores” del proceso de difusió n y aplicació n de los derechos humanos;
- Analiza el papel de la cultura, de la educación y de los centros educativos;
- Trata de definir el concepto de “Sociedad Democrática”: ¿cuá ndo una sociedad se puede definir democrá tica?
- Reflexiona: ¿Te parece la nuestra una “sociedad de derechos o “democrá tica”? ¿Crees que los derechos
recogidos en la Constitució n se cumplen por igual? ¿Por qué los derechos y libertades de uno entran muchas
veces en conflicto con los derechos de otros? ¿Qué significa para tener libertad y derechos?

También podría gustarte