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Artículos 1 y 2
Taller
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Reflexión sobre la declaración universal de los derechos humanos.
Los estatutos de las Naciones Unidas otorgaban al Consejo Económico y Social el poder de
establecer “comisiones en campos económicos y sociales para la promoción de los derechos
humanos…”. Una de ellas fue la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que, bajo la
presidencia de Eleanor Roosevelt, se encargó de la creación de la Declaración Universal de Derechos
Humanos.
Dicho acto es concebido como un logro de todos los pueblos y naciones, la declaración universal
se ha convertido herramienta que sirve para evaluar el grado de respeto hacia los estándares de
derechos humanos.
La Declaración está compuesta por 30 artículos que hablan tanto de los derechos civiles y
políticos, como los económicos, sociales y culturales; y que pertenecen a todas las personas, sin
discriminación alguna.
Los derechos económicos, sociales y culturales están establecidos en los artículos 22 al 27 y son
derechos que pertenecen a todo individuo como miembros de la sociedad, el artículo 22 caracteriza a
estos derechos como indispensables para la dignidad humana y libre desarrollo de la personalidad e
indica que ellos serán obtenidos a través de los esfuerzos nacionales y cooperación internacional. A la
vez, se refiere también a las limitaciones para su completo goce, el cual depende de los recursos del
estado.
Quiero hacer un énfasis con los dos primeros artículos de la declaración y de cómo estos han
sido aplicados en nuestra República de Colombia.
Artículo 1: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos.
Artículo 2: Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin
distinción alguna.
Los sucesos recientes en nuestro país muestran una preocupante realidad: En Colombia, la
libertad, cada vez más, pierde su valor.
Es por ello, que tanto la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, y la Constitución de
Filadelfia encuentran en la libertad el pilar fundamental de todo el plexo de derechos que se concede a
los individuos dentro de la organización política del Estado.
En otras palabras, el Estado se justifica, antes que cualquier otra cosa, para garantizarnos
nuestra vida, y nuestra libertad.
En la Colombia de estos días, hay que decirlo, la libertad está perdiendo su valor, y se ha
relativizado su importancia.
Quienes vivimos en nuestro país, vemos con tristeza cómo los grupos alzados en armas nos
anuncian el regreso del secuestro y acuden a sofismas idiomáticos para justificar semejante acto de
barbarie.
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Pero el desconocimiento de la libertad no solamente proviene de los grupos delincuenciales
alzados en armas, sino que también nuestro Estado se encuentra en un lamentable proceso de limitación
de las libertades individuales, sin que encontremos de parte de los sectores sociales la reacción que
corresponde frente a semejante monstruosidad.
Es así como a diario se anuncian cientos de capturas, las cuales, en la inmensa mayoría de los
hechos están precedidas de escasos esfuerzos de investigación, y, en todos los casos, de violaciones
flagrantes del debido proceso, pues ya nuestra legislación permite privar de su libertad a quien no ha sido
aún oído dentro de un proceso cuya existencia, ni siquiera conoce. De manera paralela, día tras día se
incrementan de manera inhumana las penas para los diferentes delitos, lo que arroja, en la práctica, la
existencia entre nosotros de la prisión perpetua.
Lejos de levantarnos frente a esta realidad, lo que encontramos en la opinión pública colombiana,
es cada vez una mayor ansia de llenar las cárceles de ciudadanos, condenados o investigados, culpables
o inocentes, eso ya no interesa.
Es hora de replantear el funcionamiento de nuestro sistema jurídico, y, especialmente, nuestro
sistema penal, para reivindicar los derechos del individuo, regresarle su dignidad humana, y darle a la
libertad personal, nuevamente, su valor supremo.
Proponemos, entonces, el retorno al respeto por la libertad de las personas, estableciendo la
detención preventiva como un mecanismo verdaderamente excepcional, eliminando los fundamentos
difusos y subjetivos para su procedencia, como el detestable concepto de “peligro para la sociedad”, al
cual, lamentablemente, le debemos mucho en esta terrible situación.
Ojalá alguien ponga freno a este tren punitivito y comprenda que ni el derecho penal, ni la cárcel,
resuelven nada, sino que solamente multiplican los problemas sociales.
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Bibliografía
(s.f.). Obtenido de http://www.un.org/es/universal-declaration-human-rights/
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