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Algo de estudio histórico: El concepto de Caudillo

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Sobre el concepto de caudillo y su uso en la historiografía

Como refiere Inés Quintero el caudillismo tiene “manifestaciones


diversas y peculiares de acuerdo a las
circunstancias concretas en que se
manifiesta, a las especificidades de cada país, o bien, a las distintas formas
de ejercer su liderazgo los diferentes caudillos”(Quintero,1989:19) y en este
sentido, las cabezas del sistema
caudillista, es decir,  los caudillos, no pueden ser caracterizados
de manera unívoca estrictamente toda vez que
poseen “distintas formas de
ejercer su liderazgo”, más bien, lo que se ofrece en la historiografía son
diferentes
rasgos que intentan ofrecer un marco de análisis para abarcar el
concepto de Caudillo y de esa manera
caracterizar a un personaje como caudillo
o no.
 
Como definición general y característica más común se maneja el de
caudillo[1]
como el personaje fuerte de la
política que se destaca incluso por sobre las
instituciones democráticas y que se presenta sobre todos cuando
estas últimas
están en los comienzos de su desarrollo –así ocurrió durante los inicios de la
etapa republicana
en latinoamericana-. El autor John
Lynch, por ejemplo, destaca tres elementos básicos que caracterizan al
caudillo: una base económica, una implantación social y un proyecto político[2].
Así, se considera que el
Caudillo, en una primera instancia, emerge como héroe
local, como hombre fuerte en la región de la cual es
originario, y que ejerce
su autoridad primordialmente como propietario de la tierra y mediante el
control de los
recursos de su región, teniendo un carisma y un liderazgo que le
permite acceder con facilitar a los hombres y
riquezas de la zona, de tal
manera que los diversos caudillos regionales llegaban a luchar entre sí por el
poder
sustituyendo el factor democrático por la lucha armada en el desarrollo
político.
 
Entre caudillo y sus hombres la relación fundamental era la el
clientelismo, esto es, patrón-cliente, y esta
relación para su funcionamiento
se fundamentaba en la fidelidad o lealtad de los clientes para con su patrón[3].
Rafael Carrera (1814-1865) en Guatemala, Juan Manuel de Rosas (1793-1877) en
Argentina, José Antonio
Páez (1790-1873) en Venezuela y Gaspar Rodríguez y
Francia (1766-1840) en Paraguay, fueron caudillos que
emergieron en sus
respectivos países respondiendo a la situación histórica para el momento en su
región[4]
y
se convirtieron en los líderes del momento. Así Páez, por ejemplo, surge en
Venezuela “como el individuo
capaz
de conciliar los intereses de las élites” y por tanto “ la base efectiva de poder que sostiene la hegemonía
paecista no es una red de alianzas caudillistas sino el consenso entre los
notables, comerciantes, hacendados
e intelectuales, por adelantar un proyecto
que permita la estructuración de un Estado liberal basado en un
sistema
censitario capaz de contener los factores de disolución social heredados de la
contienda
emancipadora”[5].
 
Y en general esos cuatro caudillos mencionados surgen en y lideran procesos
diversos, y ya desde su misma
procedencia se establecen diferencias  y semejanzas, así, por ejemplo, Gaspar
Rodríguez y Francia, a
diferencia de los otros tres caudillos no procede del
ámbito militar. También en la actitud del pueblo hacia ellos
se destacan
diferencias, así, todos ellos fueron venerados hasta en forma religiosa[6],
como por ejemplo Rosas
y Carrera, fueron adorados por los gauchos de
Argentina  y Guatemala, y se les nombró
hasta como dioses.
Aunque en la historiografía se relaciona muchas veces el
concepto de caudillo con el de dictador perpetuo, no
todos los caudillos
buscaron perpetuarse, aunque en el caso de los cuatro mencionados todos lo
buscaron y
sólo Carrera y Rodríguez y Francia lo lograron. Páez y Rodríguez y
Francia surgieron de su participación en la
gesta emancipadora, Páez de su
lucha en la guerra y Rodríguez de su participación en las juntas
emancipadoras.

Historiografía consultada

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CARMAGNANI, Marcelo. Estado y sociedad en América


Latina 1850-1930. Barcelona. Editorial Crítica. 1984.
pp. 260.

HALPERIN DONGHI, Tulio. Historia contemporánea de América


Latina. Madrid. Alianza Editorial, 2005. pp.
750.

QUINTERO, Inés. El ocaso


de una estirpe (la centralización restauradora y el fin de los caudillos
históricos).
Caracas. Fondo Editorial Acta Científica Venezolana. Alfadil
Ediciones. 1989. pp.144.

 
MARTÍNEZ
ASSAD, Carlos. Caudillismo. En: BACA OLAMENDI,
Laura. Léxico de la política. FLACSO
Mexico, 2000. Consultado en
línea desde: http://books.google.co.ve/books?id=QK79r_mPPG8C. Mayo 2009.

LYNCH, John.  Caudillos en Hispanoamérica


1800-1850. Madrid. Editorial Mapfre. 1993.

[1] Se indica que la palabra caudillo tiene


sus orígenes etimológicos en el “latín capitellum, derivado de caput o
cabeza”(Martínez Assad,2000:29). Además se indica que “En la Roma
imperial se designó así a quienes tenían
capacidad de mando sobre el ejército
Sin embargo, traducciones del Antiguo Testamento ya emplean el término
como
cuando se designa a “el caudillo Holofernes” en el libro de Judith; éste
también tenía mando sobre sus
tropas y sus soldados, quienes, como buenos
seguidores, lamentar” (Martínez Assad,2000:29). Se da cuenta,
entonces, del
uso diverso del término a lo largo de la historia y que en general, refiere la
destacada
participación en el ámbito de poder –a través sobre todo de la
dominación militar de donde provenían la
mayoría de los caudillos- de un personaje
en el desarrollo histórico. En el caso de Latinoamérica, el caudillo
surgió
durante el proceso de inicios de la etapa republicana como parte de la
respuesta al vacío de poder que
se generó en el desarrollo de dicho proceso.

[2]
Véase John Lynch. Caudillos en hispanoamérica. 1800-1850. Refiere Lynch
que “no hay un modelo de
caudillo, aunque sí algunos aspectos del liderazgo, a
los que unos y otros se adhieren en mayor o menor
medida”.

[3]  Así se refiere que “El


mecanismo clientelar (...) es el que permite el dominio incontestado de la
oligarquía,
tanto en el campo como en la ciudad”(Carmagnani,1984:58)

[4]  “Los
caudillos (con su capacidad de controlar a las clases populares) representaban
la solución al desorden
social, señalando asimismo que la agenda política que
ellos tenían moldeó a la nación”(Lynch,1993:35). Así,
dependiendo del nivel del
desorden social y las expectativas nacionales (que iban siendo moldeadas por el
caudillo) se ofrecía el proyecto político por parte del caudillo.

[5]
[6]  Rosas por ejemplo incluso en su
accionar político utilizó el lema “religión y federación”

Realizado por: Mery Pérez

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