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Los Teques, 19/08/16

El Sermón del monte


Estudio 004
Parte I

Mateo 5:1-6.
1
Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.
2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
3
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
4
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.

Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Al acercarnos al estudio del sermón del monte, debemos tener presente que este sermón no
funciona como si fuese un mapa, sino que opera como un espejo, lo que se quiere decir es que
estas enseñanzas no fueron dadas para mostrar al pecador qué debe hacer para llegar al reino de
Dios, sino más bien para reflejar cuales son las características de aquellos que ya han entrado en
el reino de Dios, es decir de aquellos que son parte integral de ese reino.

Cuando deseamos llegar a algún sitio y no conocemos con exactitud el camino, lo que hacemos
es consultar un mapa, ese mapa podrá guiarnos hasta llegar a la meta, pero repetimos, que las
palabras que encontramos en este sermón no constituyen un mapa, algunas personas opinan que
su religión es el sermón del monte y lo que nos quieren decir con esto, es que ellos esperan
obtener la salvación de sus almas cumpliendo con los preceptos y las demandas que encontramos
en este sermón, por ejemplo nos dicen:

“Bueno, yo toda mi vida he tratado de vivir según las enseñanzas del sermón del monte y de
seguir la regla de oro: Hazle al otro como tú quieres que te hagan”
“Y es por eso que yo entiendo que esto y cuenta con Dios”

Estas personas esperan llegar al reino de los cielos y salvarse cumpliendo las demandas que
encontramos en el sermón del monte, pero si tales personas entendieran realmente lo que este
sermón enseña, verían de inmediato que es imposible, con nuestras propias fuerzas, vivir de
acuerdo a sus demandas; un individuo que piensa de ese modo no ha considerado seriamente sus
debilidades, esa persona no se conoce a sí misma y todavía no se ha dado cuenta de lo corrupta
que es en su interior.
Ningún estilo de vida, ni siquiera el que encontramos en el sermón del monte, ha sido diseñado
por Dios como un medio de salvación para los pecadores, por el contrario, el que desee conocer
cuál es la ruta que guía a la salvación, debe saber que esta consiste en fe y arrepentimiento, dice
en Marcos capítulo 1 que cuando nuestro Señor Jesucristo comenzó su ministerio, su predicación
se resumía básicamente en esto:
Mr.1:14-15. 14  Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio
del reino de Dios,
15 
diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en
el evangelio.

La salvación es por medio de la fe, es creer lo que Dios dice acerca de sí mismo y lo que Él dice
acerca de nosotros. Y cuando creemos en a Dios y nos contemplamos bajo esa perspectiva, todo
cae en su lugar, es allí que el pecador se da cuenta que no debe confiar en sí mismo, este nota que
toda su confianza debe ser depositada en la justicia perfecta de Cristo y en su obra redentora; esa
es la puerta de entrada al reino de Dios, no es haciendo esto o haciendo aquello, no es siendo
manso o siendo pacificador, es confiando en Cristo.
Todo creyente que verdaderamente confía en Cristo, posee ciertas características, las cuales son,
precisamente, las que encontramos en este sermón.
Dios ha usado y seguramente seguirá usando este sermón para traer a los pecadores al reino de
Cristo, pero no como un mapa, sino como un espejo, ya que cuando el pecador es iluminado por
el Espíritu Santo para entender el verdadero alcance de estas palabras, es entonces cuando
entiende su realidad, este hombre dice:
“Si este es el reflejo de los que son los ciudadanos de este reino, debo reconocer que yo no tengo
parte en este asunto”

Y al llegar a esta condición, el pecador pregunta angustiado como aquel carcelero en filipos:
Hch.16:30 Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?

Y la respuesta siempre será:


Hch.16:31. 31  Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.

Así que las bienaventuranzas y todo el sermón del monte son un espejo, y los espejos no nos
sirven para mostrarnos cuál es el camino que debemos tomar en un momento dado, pero sí nos
muestran cuál es la realidad de nuestra condición. Por ejemplo, todos nosotros antes de salir de
nuestra casa, nos miramos en el espejo, este espejo, no nos dice:
“Me parece que debes vestirte de tal o cual color, este no nos dice que vestido debemos llevar,
este simplemente nos muestra nuestra la condición física en que nos encontramos”

Nuestro Señor Jesucristo nos dice: Que los ciudadanos de su reino son pobres en espíritu,
hombres y mujeres que conocen cuál es su condición espiritual delante de Dios, esa visión
realista que tienen de sí mismos los lleva a llorar y a lamentarse de su pecado, así como a ser
mansos en sus relaciones con los demás.
Como hemos visto anteriormente, estas bienaventuranzas se siguen una a la otra, es decir, no se
puede ser manso si no se es pobre en espíritu, pero nadie debe afirmar que es pobre en espíritu si
no es manso, ya que una cosa necesariamente sigue a la otra, cada bienaventuranza depende de
las anteriores, cada bienaventuranza nos lleva de la mano a la próxima y la que estudiaremos en
este manual, no es una excepción.
No obstante, aunque la cuarta bienaventuranza sigue a las anteriores, aun así notaremos que hay
un cambio de énfasis en esta bienaventuranza; ese cambio lo vemos en el hecho de que mientras
las primeras tres eran pasivas en esencia, esta es activa, es decir, las primeras tres
bienaventuranzas nos señalan lo que el cristiano es internamente ¿Qué es un cristiano? Él es
pobre en espíritu porque sabe que está en una total bancarrota espiritual y ahora que el ídolo de su
“yo” ha sido despedazado delante de sus ojos, este llora por su condición, no tiene nada que
defender y por lo tanto reacciona con mansedumbre ante Dios y ante los hombres. He aquí la
identidad del cristiano.
Pero al llegar a la cuarta bienaventuranza, lo que encontramos allí no es una descripción de lo que
el cristiano es en esencia, sino más bien de lo que el cristiano busca y anhela.
El creyente y el no creyente son distintos en esencia y por lo tanto son distintos en sus deseos y
aspiraciones.
¿Cuál es el anhelo primario de un inconverso?
Una existencia feliz y placentera en este mundo, he aquí lo que el hombre y la mujer que no
conocen a Dios, buscan, anhelan, aspiran y procuran en este mundo, una vida feliz y
bienaventurada, el inconverso anhela una vida bienaventurada, pero que nos dice el Señor Jesús
en el sermón del monte, él no dice allí bienaventurados los que tienen hambre y sed de ser
bienaventurados, él no dice bienaventurados los que tienen hambre y sed de ser inconversos, esto
no es lo que dice Cristo en la cuarta bienaventuranza, y esa es la gran tragedia del mundo, ya que
todos buscan la felicidad pero parece que ninguno la encuentra.
De acuerdo con la biblia, la felicidad es un producto, la felicidad es un resultado, no una meta a
alcanzar, la felicidad no es algo que deba buscarse directamente, sino más bien algo que viene
como resultado de buscar otras cosas.
Eso es lo que el Señor Jesús nos está enseñando, no importa cuántos anhelos logres saciar en tu
vida, siempre surgirá otro y otro y otro y al fin de cuentas volveremos a estar insatisfechos.
Nuestros deseos son como esa sanguijuela que describe el libro de proverbios:

Pr.30:15. 15  La sanguijuela tiene dos hijas que dicen !Dame! !dame!
Tres cosas hay que nunca se sacian;
Aun la cuarta nunca dice! Basta!

Nuestros deseos son como estas sanguijuelas, siempre piden más y más y más, ya que nunca se
sacian, pero hay un grupo de personas en este mundo, que verán cumplidos todos sus anhelos y
por eso serán felices, quiénes son estos dichosos:
6  “
los que tienen hambre y sed  de justicia”.

Ahora pasaremos a considerar esta cuarta bienaventuranza y lo haremos bajo tres encabezados
que se derivan de una forma muy natural de nuestro texto,
1. En primer lugar, veremos cuál es el anhelo primario de un cristiano
2. En segundo lugar veremos la naturaleza de ese anhelo
3. Finalmente veremos la promesa que el Señor le hace a los que tienen hambre y sed de
justicia.
1.- ¿Cuál es el anhelo primario de los cristianos?
Una lectura rápida y superficial de este texto, bastará para descubrir ¿Qué es? Lo que se supone
que todo cristiano debe perseguir en esta vida. El Señor Jesús dijo:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”

Ahora bien, ¿De qué clase de justicia es que está hablando el Señor? Para responder esta
pregunta, debemos ir al contexto histórico de este pasaje, debemos recordar que este discurso que
conocemos como el sermón del monte, fue dirigido originalmente a un grupo de personas
(hombres, mujeres, jóvenes y niños), que estaban muy familiarizados con las escrituras del
antiguo testamento, por lo tanto debemos preguntarnos:

¿Qué entendieron estos judíos cuando Cristo pronunció esta bienaventuranza?


En el antiguo testamento la palabra “justicia”, se usa a menudo como sinónimo de “salvación”,
vamos a ver algunos textos, y veremos en ellos, como hay un paralelismo entre la palabra Justicia
y la palabra salvación.
Dice el profeta Isaías:
Is.46:12-13. 12  Oídme, duros de corazón, que estáis lejos de la justicia:
13 
Haré que se acerque mi justicia; no se alejará, y mi salvación no se detendrá. Y pondré
salvación en Sion, y mi gloria en Israel.

Dios está diciendo aquí a través de su profeta: “yo traeré justicia al pueblo del pacto”.

¿Cuál es esa justicia?


“mi salvación”

Dice el profeta una vez más:


Is.51:5-6. 5  Cercana está mi justicia, ha salido mi salvación, y mis brazos juzgarán a los pueblos;
a mí me esperan los de la costa, y en mi brazo ponen su esperanza.

Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos
como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus
moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá.

Aquí se puede ver el paralelismo: “mi salvación será para siempre”, es decir, “mi justicia no
perecerá”.
Is.56:1.  Así dijo Jehová: Guardad derecho, y haced justicia; porque cercana está mi salvación
para venir, y mi justicia para manifestarse.

Así que en su sentido más amplio, cuando nuestro señor Jesucristo pronunció esta
bienaventuranza acerca de los que tienen hambre y sed de justicia, se estaba refiriendo
básicamente a todo el espectro de la salvación que él vino a ofrecer a los pecadores por gracia por
medio de la fe.
El tener hambre y sed de justicia, en otras palabras, es el anhelar el perdón de nuestros pecados,
justificación, santificación, adopción en la familia de Dios, entre otros anhelos.
Debemos notar que se está hablando de salvación en su alcance más amplio, la salvación que
Cristo vino a darnos no es un ticket gratis para el reino de los cielos, incluye también el ser
libertados de la esclavitud del pecado, para venir a ser siervos de Dios. De allí, que la palabra
“justicia”, no solo se usa para hablar de la salvación como quien escapa del infierno, sino
también para indicar una vida devocional, una vida dedicada a Dios.
Esta “justicia”, a la que se refiere el Señor Jesús, es conformar toda nuestra vida, con cada una
de sus áreas, con nuestras responsabilidades, con nuestras responsabilidades cívicas como
ciudadanos, es el hecho de sujetar todas nuestras cualidades y características a la mente y
voluntad de Dios.

¿Qué es vivir una vida justa?


Es conformar toda nuestra vida, cada una de sus áreas como un ente, a la voluntad y a la mente de
Dios. Dentro de las mismas bienaventuranzas, el Señor hace uso de la palabra “justicia”:
Mt.5:10. 10  Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de
ellos es el reino de los cielos.

¿Qué quiere decir esto?


Cuando el creyente manifiesta en su vida práctica esa conformidad con la mente y la voluntad de
Dios, será perseguido por el mundo, ya que ese estilo de vida es anormal para la gente del mundo,
el apóstol Pedro dice:
1P.4:3-4. 3  Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en
lascivias, concupiscencias, embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías.

A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de
disolución, y os ultrajan;

Ser perseguido por causa de la justicia, equivale a ser perseguido por la piedad, por la vida
devocional que llevemos.
2Ti.3:12. 12  Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán
persecución;

¿Cuál es entonces, el objetivo que los cristianos debemos anhelar y procurar?


El ver en todas las áreas de nuestra vida, una mayor conformidad con la vida piadosa descrita en
las sagradas escrituras, es decir, debemos tener una vida devocional, donde cada impureza, cada
pecado sea mortificado con el fin de erradicarlo, pero algunos cristianos dirán:
¡Pero, hermano, yo he oído que uno no alcanzará esa perfección hasta que lleguemos al cielo¡

Este argumento es cierto, la perfección total será allá en el cielo, pero de lo que se está hablando,
es de “los que tienen hambre y sed de justicia”, es decir de los que anhelamos fervientemente
que llegue el día en que podamos servir a Dios sin impedimentos y cuando el pecado no tenga
más cabida en nuestros corazones.
El objetivo de un cristiano, debe ser el clamor constante pidiéndole al Señor que lo haga todo lo
santo que pueda llegar a ser un pecador salvado, el cristiano desea ser santo, lucha por ello, se
abate cuando se da cuenta de que en alguna situación específica ha sido vencido por su pecado.
Si algún creyente no ha experimentado esa lucha, si desconoce lo que significa ese anhelo,
sencillamente no es cristiano.
Cristo dice en su palabra, que los cristianos (los ciudadanos de su reino) Tienen hambre y sed de
justicia.
El gozo del cristiano consiste en poder obedecer la voluntad de Dios, pero Cristo añade algo más,
él nos dice que sólo los que tienen ese anhelo pueden ser realmente felices, él dice:
“bienaventurados los que tienen esa hambre, porque ellos serán saciados”.

¿Por qué solo los que tienen esa hambre son bienaventurados?
Son bienaventurados, porque hay una sola cosa que obstaculiza al hombre para obtener su
felicidad, lo que impide al hombre ser feliz, no es la carencia de bienes materiales, ni la falta de
salud, ni la falta de que alguien lo quiera, el impedimento es “la falta de justicia”, esto se debe a
que el hombre es injusto y pecador y por esto es infeliz.
Cuando Dios Creó y luego formó al hombre, este ser creado tenía un anhelo constante de conocer
más y más a Dios, desarrollar cada vez más una relación íntima con él, durante algún tiempo este
fue su anhelo y durante este tiempo, Adán y Eva fueron plenamente dichosos y felices, es decir,
fueron bienaventurados pero, nuestros padres pecaron y la maldad y la desobediencia entraron en
sus vidas y el deseo ferviente de conocer a Dios fue sustituido por “otros deseos” los cuales
hundieron a Adán y Eva en una existencia miserable. He allí el impedimento, lo que imposibilita
al hombre para ser feliz es el pecado, ninguna otra cosa.
EL señor Jesús nos dice en esta bienaventuranza, que los hombres y mujeres que han dirigido
correctamente sus deseos y emociones son felices.

¿Y que tienen estos hombres y mujeres?


“tienen hambre y sed de justicia”, Vamos a ilustrarlo de la siguiente manera:
“Pensemos en este momento en un deportista que estando en el tope de sus facultades, de su
vigor, y de su coordinación muscular, comienza e experimentar decaimiento físico, falta de
energía y falta de coordinación corporal; este atleta se preocupa pone más atención a su
alimentación, a su descanso e implementa una rutina de ejercicios en su casa, con miras a
restaurar su nivel competitivo, pero nada resulta, sigue empeorando cada vez más y más.
Finalmente, acude al médico desesperado, y luego de varios exámenes médicos se determina que
tiene una enfermedad que está causando todos esos síntomas.
¿Qué se supone que debe hacer el médico en este caso?
El médico tratará de que el mal sea erradicado, ya que de lo contrario el deportista no podrá
recobrar su salud, es decir, todo lo que este individuo ha hecho para superar sus problemas
físicos no han resultado porque el mal, el problema y su debilitamiento no ha sido atacado
desde la raíz”.
Esto es lo que ha sucedido con el hombre, este se da cuenta de que algo no está funcionando bien,
siente que no tiene paz, observa que no tiene gozo, ni tiene tranquilidad en su alma, pero en lugar
de atacar el mal que ha causado toda esa miseria, el hombre se ha dedicado a buscar gozo, a
buscar paz y a buscar tranquilidad pero sin remover el mal que tiene dentro. El hombre ha
buscado por sí mismo, paz, gozo, tranquilidad y bienestar pero eso no ha funcionado.

¿Por qué no ha funcionado?


Porque satanás, ha hecho del mundo una gigantesca feria llamada: “La feria de la vanidad”,
donde este vende todo tipo de mercancías a través de la cual se pretende anular todos los efectos
del pecado pero si eliminar el pecado.
Todos los efectos que pecado ha causado en el hombre, Satanás vende una mercancía para
“sustituirlo”, pero sin remover el pecado. Por eso el autor del libro de hebreos dice que el pecado
es un engaño:
He. 3:13. 13  antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que
ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.

Qué pensaría usted del médico de nuestra ilustración, si en lugar de erradicar el mal de raíz, le
ofrece al deportista algún tipo de medicina que solo le dé una tranquilidad momentánea, ¿Qué
pensaría usted de ese médico?
Ese galeno es un irresponsable, mientras este se dedica a “aliviar” solo los síntomas de la
enfermedad del deportista, el mal sigue latente dentro de él.
Hoy en día, existen muchos cristianos que quisieran que los ministros del evangelio fueran como
ese médico, ya que van detrás de la religiosidad, buscando un alivio a su desasosiego, pero no
tienen un sincero deseo de que la causa de su desasosiego sea eliminada, acuden a las iglesias y a
distintos eventos cristianos, esperando escuchar algo que les de consuelo, pero no comprenden
que su verdadero alivio vendrá cuando sus ojos sean abiertos y el cáncer del pecado sea
eliminado
El Señor Jesucristo prometió a sus discípulos, enviarle al Espíritu Santo como un consolador que
estaría con ellos durante su ausencia física y como su mismo nombre lo indica, una de las cosas
que el Espíritu haría era proveer consuelo.

¿Qué tipo de consuelo vino a dar el Espíritu Santo?


Es un consuelo paradójico y sorprendente. Los discípulos están sorprendidos porque su Señor los
deja y se quedarán solos y Jesús está tratando de calmar la carga, el dolor y la tristeza del corazón
de sus discípulos y les dice lo siguiente:
Jn.16:7-8 7  Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el
Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré.

Dice el Señor, yo enviará al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo será para vosotros un consolador
Y nos preguntamos: ¿Qué tipo de consuelo viene el Espíritu Santo a proveer?

Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.

Pero, cuando el venga, lo primero que hará es abrir nuestros ojos para que veamos nuestro
pecado, nuestras injusticias y nuestra maldad y mientras este mal no sea removido no tendremos
consuelo.
Hemos visto en primer lugar el anhelo primario de un cristiano, ahora veremos en segundo lugar:

2.- La naturaleza de ese anhelo.


Los cristianos persiguen la justicia, pero veamos ahora la naturaleza de ese anhelo que el
cristiano siente por la justicia.

¿Cómo describe El señor Jesús la naturaleza de ese anhelo?


Haciendo uso de dos palabras muy familiares para nosotros, El Señor Jesús dice:
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed” 

El anhelo del cristiano es descrito por el Señor Jesús como “hambre y sed”, Consideremos
primeramente algunas de las características que poseen en común el deseo y la necesidad de tener
hambre y sed, ya que cuando comprendamos lo que es el hambre y la sed, entonces
comprenderemos lo que es tener hambre y sed.

En primer lugar debemos saber que el hambre y la sed son necesidades conscientes, todos
tenemos una serie de necesidades físicas pero no todas son a nivel consciente, por ejemplo:
Cuando usted está en estado de reposo, sentado u acostado, la sangre está corriendo por sus venas
a lo largo de todo el cuerpo y esa sangre está alimentando las células de su cuerpo, sus células
necesitan ser alimentadas, pero nosotros no estamos conscientes de esa necesidad, muy pocas
veces escucharemos a alguien decir: “Ay tengo un deseo de alimentar mis células”.
Esto no tendría sentido, ya que esta necesidad no se percibe a nivel consciente, pero el apetito por
la comida y por la bebida es distinto, ya que percibimos este apetito a través de ciertas
sensaciones que activan nuestra atención a esas necesidades y por más que queramos, no
podemos ignorarlas, esto se debe a que son necesidades conscientes.
Por otro lado, el apetito por la comida y la bebida es una necesidad en cierto modo desagradable,
ya que nadie disfruta el hambre y la sed en sí mismos.
El hambre y la sed son necesidades útiles y que nos ayudan a recordar que nuestros cuerpos
necesitan alimento para poder subsistir. Estamos plenamente conscientes de que es agradable
comer con hambre, pero el agrado proviene del hecho de tener con qué saciar el hambre, no del
hambre misma. Si no tuviésemos que comer o qué beber, el hambre y la sed se convertirían en un
deseo angustioso y hasta doloroso, así que en primer lugar es una necesidad consciente, en
segundo lugar desagradable y en tercer lugar podemos decir que son deseos muy útiles el hambre
y la sed, son una bendición de Dios, ya que nos ayudan a cuidar el cuerpo que Él nos dio.
El hombre es tan codicioso que preferiría seguir trabajando sin comer y beber si no sintiera
hambre ni sed, pero el Todopoderoso nos puso un mecanismo llamado “hambre y sed”, para que
recordáramos que el cuerpo necesita ser alimentado y sostenido.
Cuando el Señor Jesús dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed”, está hablando de un
anhelo espiritual consiente, real y en ocasiones doloroso por la justicia. Él se está refiriendo a
aquel hombre que ha sido convicto de pecado, es un hombre pobre en espíritu, que reconoce los
estragos que el pecado ha hecho en su vida y desea ser librado de su propia maldad.
¿Qué es tener hambre y sed de justicia?
Es, tener el anhelo de ser cada día más parecidos a nuestro señor Jesucristo, de tener más y más
victorias sobre nuestros pecados, es tener el anhelo de vivir más cerca de Dios y de conformarnos
más y más a su voluntad.
Si nuestra respuesta es que no tenemos ese anhelo, es que no tenemos esa hambre, entonces no
pertenecemos a este grupo de personas que el Señor Jesús está describiendo en este texto, es
decir, no pertenecemos al reino de Dios y si muriéramos en este momento bajaríamos al infierno
con nuestros pecados, ya que Cristo dice aquí que los ciudadanos de su reino tienen hambre y sed
de justicia, tienen hambre y sed de conformarse a su semejanza, tienen hambre y sed de que
aquellos pecados que nos llevan al polvo sean mortificados y erradicados.
Esta es una de las características esenciales del creyente, que experimente ese anhelo que, en
ocasiones, llega a ser doloroso. El apóstol Pablo dice al respecto lo siguiente:

Ro.7:24. 24 ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?

2Co.5:4. 4  Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque
no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.

El creyente no regenerado se lamenta de las consecuencias que vienen a su vida por causa del
pecado, eso es lo que el hipócrita lamenta, como Caín, cuando Dios emitió juicio sobre él, su
grito de angustia fue:
Gn.4:13. 13  Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado.

Caín se lamentaba del castigo, no se lamentaba del pecado cometido, no se lamentaba de haber
cometido un homicidio, no, solo se lamentaba de su castigo, he allí el grito de angustia de un
hombre no regenerado.
Pero el cristiano verdadero, experimenta hambre y sed de justicia y cuan útil es esa necesidad
para nosotros, ya que es el apetito que nos mantiene cerca de Cristo, porque sabemos que él y
solo él puede saciar nuestra hambre y nuestra sed.
Jn.6:53-58. 53  Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del
Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
54 
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
55 
Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
56 
El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
57 
Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también
vivirá por mí.
58 
Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y
murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.

El señor no se estaba refiriendo a la ostia que algunos toman en la misa, por supuesto que no, En
Juan capítulo 7, versículos 37 y 38, tenemos el significado divino de estas palabras:
Jn.7:37. 37  En el último y gran día de la fiesta,  Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si
alguno tiene sed, venga a mí y beba.
¿Y qué es esto?
38 
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Aquí no se está hablando de comerse literalmente a Cristo, ya que esto es imposible, aquí se está
hablando de apropiarse de Cristo por medio de la fe.
Debemos notar que el verbo “tener” está en presente continuo, aquí no dice que nosotros fuimos a
Jesús a beber y que ya fuimos saciados cuando le aceptamos como nuestro Señor y salvador, ni
que ya no tenemos que seguir yendo hacia él, no, Cristo dice:
“Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”.

Y una de las características del verdadero cristiano es que tiene sed todo el tiempo y todo el
tiempo tiene que ir a Cristo para saciarla. Así que cuan útil es esta sed, ya que es la que nos
mantiene cerca de Cristo todo el tiempo.
Finamente, habiendo considerado el anhelo del cristiano y la naturaleza de su anhelo, veamos
ahora el consuelo prometido, es decir, la promesa que el Señor hace a los que tienen hambre y
sed de justicia.

¿Por qué son bienaventurados los hombres y mujeres que tienen ese anhelo por llevar una
vida justa?
“porque ellos serán saciados”
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Cristo está hablando aquí de algo que ciertamente, ocurrirá, no hay un solo destello de duda en su
palabra, todos los que tienen hambre y sed de Justicia disfrutarán de una vida bienaventurada.
En cambio, todos aquellos que busquen afanosamente la felicidad serán defraudados y sus deseos
los llevarán de frustración en frustración, pero Cristo ha prometido a los que tienen hambre y sed
de justicia, no de bienaventuranzas, que serán saciados y porque serán saciados disfrutarán de una
vida bienaventurada.
¿Cuándo serán saciados?

Desde el mismo momento en que sientan el hambre y vayan a Jesús a saciarlas, ya que él dijo:
Jn.6:35. 35  Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que
en mí cree, no tendrá sed jamás.

La idea que el Señor está expresando, es que él tiene un almacén repleto para darnos alimento
espiritual y en el mismo instante en que el creyente acude a Cristo clamando por misericordia y
reconociendo que no tiene nada que ofrecer, ni nada que exigir, cuando ese hombre va a Dios
como el publicano (Lc.18:9-14) Diciendo:
“Dios, sé propicio a mí, pecador”, no tengo méritos propios, no tengo nada que ofrecer, no tengo
nada que alegar, soy un perverso y merezco el infierno, en el mismo instante en que un pecador
hace eso, ocurre algo extraordinario en el reino celestial, ya que la justicia del Señor Jesucristo es
puesta a su cuenta y ahora El Padre Todopoderoso ve a este creyente como ve a Cristo, ya nunca
más sus pecados serán expuestos porque son arrojados en el fondo del mar (Mi.7:19).
Al que no conoció pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él.
Esta es la promesa, El que tiene hambre y sed de justicia pedirá ser saciado y al pedirlo será
saciado de inmediato, ya que esa fue la promesa que el Señor Jesús dio en el monte “serán
saciados”.
El predicador Charles Spurgeón decía frecuentemente en sus sermones lo siguiente:
“En el día final de la rendición de cuentas, no se hallará una sola alma que pueda decir, llamé a
la puerta de la misericordia pero Dios se negó a abrirla”

Ni uno solo encontraremos que diga esto, no habrá una sola alma que pueda ponerse de pie ante
el gran trono y decir:
¡ oh Señor Jesucristo, yo pude haber sido salvado por ti, pero tú no me quisiste salvar, me puse
en tus manos pero me rechazaste, arrepentido pedí que tuvieras misericordia pero no la obtuve!

Cristo dice claramente en su palabra:


Lc.11:9. 9  Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
Jn.6:37. 37  Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.

El pecador solo tiene que venir y clamar por misericordia y será saciado, la justicia de Cristo será
puesta en nuestra cuenta y seremos limpiados de la carga del pecado, pero el cumplimiento de
esta promesa no se limita al momento de nuestra conversión, sino que es un proceso que continúa
a través de toda nuestra vida, el creyente anhela continuamente ser conformado a la imagen de
Cristo y a medida que ese anhelo crece en esa medida se acerca a Cristo buscando, no solo el
perdón de sus pecados, sino también la gracia necesaria para tener victoria sobre ellos.
El apóstol Juan en su primera carta dice:
1Jn.1:5.  Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.

Todo aquel, que dice que conoce a Dios y anda en tinieblas es un mentiroso.

¿Significa esto que el cristiano ya no peca?


No, la biblia en primera de Juan nos dice:
1 Jn.1:8-10. 8  Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad
no está en nosotros.

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad.
10 
Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.

Esto nos muestra que el cristiano se ha acercado a Dios, Dios es luz y al acercarse a esa luz, este
ha evidenciado cuantos pecados tiene, el cristiano lleva sus pecados delante del trono de la
misericordia, confiesa su maldad, la sangre de Cristo lo limpia y ahora está más cerca de Dios.
Y al estar más cerca de la luz, más pecados ve, pecados que no veía antes y una vez más la sangre
de Cristo lo limpia de todo pecado y eso lo lleva a acercarse más a Dios y sigue viendo pecados
y Cristo lo vuelve a limpiar y esto se repite vez tras vez, siempre acercándose a Dios, siempre
siendo limpio y siempre creciendo en santidad.
Pero el cumplimiento pleno de esta promesa se encuentra aún en el futuro, cuando este cierpo de
muerte sea sustituido por uno glorificado en el que ya no tendremos más conflictos con nuestros
pecados y con nuestra maldad.
1Jn.3:2. 2  Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser;
pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como
él es.

Aquí la promesa es que “seremos semejantes a él”, para el que no tiene hambre y sed de justicia
esta promesa no tiene nada de espectacular, pero para el verdadero cristiano no existen palabras
más alentadoras, el apóstol Juan nos dice:
1Jn. 3:3. 3  Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es
puro.

La vida del cristiano es una paradoja, ya que hemos sido saciados, pero deseamos más, el escritor
Martyn Lloid- Jones, en sus comentarios sobre el sermón del monte, afirma lo siguiente:
“El cristiano que tiene hambre y sed, siempre sigue adelante, de gloria en gloria y aunque está
saciado, nunca tiene bastante”.
Esto es algo que solo los cristianos entendemos.

¿Qué pasa con los que tienen hambre y sed de bienaventuranzas?


Todos aquellos que tienen hambre y sed de ser felices y dichosos, aquellos que desean ser
millonarios, esos que tienen hambre y sed de bienaventuranzas, que vienen a nuestras
congregaciones con la mirada puesta en la prosperidad, les espera una vida miserable y limitada
aquí en la tierra y por toda la eternidad.

¿Y a los que tienen hambre y sed de Justicia, qué les espera?


Cristo dijo que solo los que tienen “hambre y sed de Justicia”, es decir, de santidad, de piedad,
serán saciados plenamente.
Aquí podemos apreciar cuan diferente es el evangelismo moderno del que encontramos en las
sagradas escrituras, el evangelio moderno dice al creyente:
¡Deseas ser feliz, deseas ser próspero, si ese es tu anhelo, ven a Cristo!

Como si la preocupación de Cristo y toda su obra redentora tuviera como meta la felicidad del
pecador; muchos son seducidos y atraídos por esos sermones y vienen a ese Cristo que el
predicador les presenta como si el Señor Jesús fuera una especie de “Ado madrino” que está allí
para satisfacer sus deseos, para que los esposos dejen de pelear, para que sus hijos se porten bien,
para que los problemas económicos se resuelvan, predican un Cristo como el genio de la lámpara,
pero no quieren ir al cristo de las escrituras, que no solo vino a salvar al hombre del infierno, sino
también de la esclavitud del pecado, ese cristo que es rey de reyes, que no solo es salvador y
profeta, ese Cristo, sí que no les gusta.
Nuestra responsabilidad como ministros de Jesús es hacerle ver a los hombres su debilidad y
luego guiarlos al único que puede satisfacerla. Como dice el apóstol Pablo:
2Co.5:20. 20  Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de
nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.

Debemos cuidarnos de las necesidades que el mundo crea, porque cuando se multiplican los
deseos, también se multiplican las insatisfacciones.
Cristo dijo que lo único que debemos perseguir con hambre y sed es la justicia y a su vez dijo que
los que persiguen la justicia serán bienaventurados porque solo ellos serán saciados, al respecto el
profeta Isaías dijo:
Is.55:2  ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia?
Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura.

Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto
eterno, las misericordias firmes a David.

Cristo dijo: “Los que tienen hambre y sed de Justicia serán saciados”, es decir, serán satisfechos,
si nosotros como cristianos no nos sentimos satisfechos con lo que el Señor nos ha dado, es
porque tenemos “hambre y sed” por otra cosa que no es la justicia, es decir, no anhelamos la
santidad.
Nuestro problema no es que nos falta esto o que nos falta lo otro, el verdadero problema es que
estamos deseando algo que no debemos desear y es por ello que quedaremos insatisfechos,
iremos de frustración en frustración, dando mal testimonio delante del mundo ya que seremos
unos cristianos necesitados y pobres.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Rogamos al Señor que nos permita tener ojos cada vez más claros para ver las realidades eternas,
porque solo así podremos quitar la vista de las mercancías que este mundo ofrece en la feria de la
vanidad.

Tomado de : Las conferencias del Pastor, Sugel Michelén.


Fuente : Recopilación de los estudios del Pastor Manuel Orangel Carrasquel
Tema : “El Sermón del monte”
Transcrito por: Hno. Carlos Jiménez Carrasquel
En la ciudad de: “Los Teques, el 19 de Agosto de 2016.

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