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El término neoclasicismo (del griego νέος néos 'nuevo' y del latín classĭcus 'primera

categoría')1 surgió en el siglo XVIII para denominar al movimiento estético que venía a


reflejar en las artes los principios intelectuales de la Ilustración, que desde mediados del
siglo XVIII se venían produciendo en la filosofía y que consecuentemente se habían
transmitido a todos los ámbitos de la cultura. Aunque, coincidiendo con la decadencia de
Napoleón Bonaparte, el Neoclasicismo fue perdiendo adeptos en favor del Romanticismo.

Índice
 1 Orígenes
 2 Desarrollo

o 2.1 Arquitectura
o 2.2 Escultura
o 2.3 Pintura
o 2.4 Música
o 2.5 Literatura

 3 Véase también
 4 Referencias

Orígenes
Con el deseo de repetir y repercutir las huellas del pasado se pusieron en marcha
expediciones para conocer las obras antiguas en sus lugares de origen. La que en 1750
emprendió desde Francia el arquitecto Jérôme Charles Bellicard, dio lugar a la publicación
en 1754 de las Observations sur les antiquités de la ville d'Herculaneum (“Observaciones
sobre las antigüedades de la villa de Herculano”),2 una referencia imprescindible para la
formación de los artistas neoclásicos franceses. En Inglaterra la Society of Dilettanti
(“Sociedad de Amateurs”) subvencionó campañas arqueológicas para conocer las ruinas
griegas y romanas. De estas expediciones nacieron libros como Le Antichitá di Ercolano
(1757-1792) elaborada publicación financiada por el rey de Nápoles (luego Carlos III de
España), que sirvió de fuente de inspiración para los artistas a pesar de su escasa
divulgación.

También hay que valorar el papel que desempeñó Roma como lugar de cita para viajeros y
artistas de toda Europa e incluso de América. En la ciudad se visitaban las ruinas, se
intercambiaban ideas y cada uno iba adquiriendo un bagaje cultural que llevaría de vuelta a
su tierra de origen. Allí surgió en 1690 la llamada Academia de la Arcadia o Arcades de
Roma,3 que con sus numerosas sucursales o coloniae por toda Italia y su apuesta por el
equilibrio de los modelos clásicos y la claridad y la sencillez impulsó la estética neoclásica.
La villa romana se convirtió en un centro de peregrinaje donde viajeros, críticos, artistas y
eruditos acudían con la intención de ilustrarse en su arquitectura clásica. Entre ellos estaba
el prusiano Joachim Winckelmann (1717-1768), un entusiasta admirador de la cultura
griega y un detractor del rococó francés; su obra Historia del Arte en la Antigüedad (1764)
es una sistematización de los conocimientos artísticos desde la antigüedad a los romanos.

En Roma también trabajaba Giovanni Batista Piranesi (1720-1778); en sus grabados, como
Antichitá romana (1756) o Las cárceles inventadas (1745-1760), y transmite una visión
diferente de las ruinas con imágenes en las que las proporciones desusadas y los contrastes
de luces y sombras buscan impresionar al espectador.

El trabajo está cargado de simbolismo: la figura en el centro representa la verdad rodeada


por una luz brillante (el símbolo central de la iluminación). Otras dos figuras a la derecha,
la razón y la filosofía, están rasgando el velo que cubre verdad.

La Ilustración representaba el deseo de los filósofos de la época de la Razón (filosofía) por


racionalizar todos los aspectos de la vida y del saber humanos. Vino a sustituir el papel de
la religión (como organizadora de la existencia del hombre) por una ética laica que
ordenará desde entonces las relaciones humanas y llevará a un concepto científico de la
verdad.

Desarrollo
Arquitectura
Esta sección es un extracto de Arquitectura neoclásica.[editar]

Representación de la Acrópolis de Atenas, obra de 1846 del arquitecto y pintor Leo von Klenze
(Neue Pinakothek, Múnich)

Proyecto de Opéra, obra no realizada de Étienne-Louis Boullée de 1781


Neue Wache (1816-18), Karl Friedrich Schinkel, Berlín

La basílica de San Francisco de Paula (1816-1846) en la piazza del Plebiscito, en Nápoles

La Rotonda (1822-1826) de la Universidad de Virginia, de Thomas Jefferson y Stanford White

Urbanización en Washington
La arquitectura neoclásica es un estilo arquitectónico occidental que produjo el movimiento
neoclásico que comenzó a mediados del siglo XVIII, por una reacción contra el estilo
barroco de ornamentación naturalista así como por el resultado de algunos rasgos clasicistas
nacidos en el barroco tardío. Se prolongó durante el siglo XIX, coincidiendo luego con
otras tendencias, como la arquitectura historicista y el eclecticismo arquitectónico. Algunos
historiadores llaman clasicismo romántico a la producción neoclásica de la primera mitad
del siglo XIX, jugando con el oxímoron (oposición de términos), ya que además de
coincidir con el romanticismo, estilísticamente compartía rasgos con la estética romántica,
al añadir cierta expresividad y espíritu exaltado a la sencillez y claridad de las edificaciones
clásicas grecorromanas.4

Los factores fundamentales que influyeron en el surgir de la arquitectura neoclásica fueron


los mismos que determinaron el contexto político, social y económico de la época, en la
que destacan la Revolución Industrial, la crisis del Antiguo Régimen, la Ilustración, el
enciclopedismo, la fundación de las Academias o el despotismo ilustrado. La Revolución
Industrial modificó profundamente la forma y el ritmo de vida en las ciudades y propició
nuevos adelantos técnico-constructivos y el empleo de nuevos materiales. Se buscaba dar
un carácter más científico a las artes, por lo que los artistas debían ser técnicos más que
inventores, e imitadores más que creadores. Ese espíritu científico llevó a considerar al arte
clásico como un arte progresista, desprovisto de adornos sin sentido y que anhelaba la
perfección de las leyes inmutables, sin depender de las impresiones subjetivas e imperfectas
del artista. Esa nueva orientación hizo que se rechazara la última arquitectura barroca y se
volvieran los ojos hacia el pasado a la búsqueda de un modelo arquitectónico de validez
universal. Nacieron movimientos de crítica que propugnaban la necesidad de la
funcionalidad y la supresión del ornato en los edificios. Francesco Milizia (1725-1798) en
Principi di Architettura Civile (1781) extendió desde Italia las concepciones rigoristas a
toda Europa. Mientras, en Francia, el abate Marc-Antoine Laugier (1713-1769)
propugnabaa en sus obras Essai sur l'Architecture (1752) y Observations sur l'Architecture
(1765) la necesidad de crear un edificio en el que todas las partes tuvieran una función
esencial y práctica, y en el que los órdenes arquitectónicos fueran elementos constructivos y
no solo decorativos, todo ello para hacer una arquitectura verdadera: la construida con
lógica. El concepto de economía relacionado con el funcionamiento de los propios edificios
cambió algunos esquemas de organización espacial y hasta la propia relación entre vanos y
macizos.

La Ilustración sostenía que la infelicidad del hombre se debía a la ignorancia y a la


irracionalidad y por eso el camino a la felicidad era llevar la luz de la razón por medio de la
educación. Aunque las primeras Academias para el estudio de las artes habían surgido en
Italia ya en el siglo XVI, las fundadas en el siglo XVIII ya eran ilustradas y sirvieron como
transmisoras de ideas contrarias al barroco y a favor del neoclasicismo y los diversos
tratados clásicos y renacentistas de las Tres nobles artes, así como de aquellas obras de
carácter técnico y científico que racionalizaban su práctica y ejecución. En ese momento el
arte comienza a sufrir las consecuencias de una crítica libre, fundada en los principios
éticos. La arquitectura podía ser analizada como una rama del arte social y moral y
L'Encyclopédie le atribuyó la capacidad de influir en el pensamiento y en las costumbres de
los hombres. Proliferaron así las construcciones que mejoraban la vida humana como
hospitales, bibliotecas, museos, teatros, parques, etc., eso sí, pensadas con carácter
monumental. Los arquitectos del siglo XVIII pasaron a rechazar la religiosidad intensa de
la estética anterior y la exageración lujuriante del barroco, buscando una síntesis espacial y
formal más racional y objetiva, pero aún no tenían una idea clara de cómo aplicar las
nuevas tecnologías constructivas y estructurales en una nueva arquitectura. El
neoclasicismo no pretendió, de hecho, un estilo nuevo diferente del arte clásico renacentista
y fue más una reinterpretación del repertorio formal clásico y menos una experimentación
de esas formas, teniendo como gran diferencia la aplicación de las nuevas tecnologías: en
este periodo, antiguos materiales como la piedra y la madera pasaron a ser sustituidos
gradualmente por el hormigón, y más adelante por el hormigón armado y el metal.

El enciclopedismo, el espíritu precursor de la Revolución francesa, trajo también consigo


una concepción romántica de la Grecia Antigua. En la arquitectura la formación requerida
implicaba el conocimiento de las fuentes antiguas tales como Vitrubio, Palladio, Vignola;
por lo que se hizo uso de los repertorios formales de las arquitecturas griega y romana (e
incluso de Egipto y Asia Menor). Todos los arquitectos partían de unos supuestos comunes:
la racionalidad en las construcciones y la vuelta al pasado. Aunque los enfoques diferían.

Los modelos greco-romanos dieron lugar a una arquitectura monumental que reproducía
frecuentemente el templo clásico para darle un nuevo sentido en la sociedad civil. El perfil
de los Propileos de Atenas sirvió al alemán Carl Gotthard Langhans para diseñar su puerta
de Brandeburgo en Berlín (1789-1791),5 un tipo muy repetido como atestigua la entrada al
Downing College de Cambridge (1806) obra del inglés William Wilkins o la posterior
Gliptoteca de Múnich de Leo von Klenze.6 También el inglés James Stuart (1713-1788), un
arquitecto arqueólogo al que se ha llamado el Ateniense, en su monumento a Lisícrates en
Staffordshire, reprodujo el monumento corágico de Lisícrates en Atenas. Los hermanos
Adam difundieron por toda Inglaterra un modelo decorativo para interiores con temas
sacados de la arqueología; una de sus obras más representativas es Osterley Park, con una
notable estancia etrusca y un clásico hall de entrada (1775-1780). Italia prefirió recrear sus
modelos antiguos ya bien avanzado el siglo XVIII y en los comienzos del siglo XIX. El
modelo del Panteón de Agripa en Roma se repite en un gran número de templos, como el
de la Gran Madre de Dio en Turín y San Francisco de Paula en Nápoles, ambos terminados
en 1831, que reproducen el pórtico octóstilo y el volumen cilíndrico del Panteón.

Otros arquitectos, los llamados utópicos, revolucionarios o visionarios, plantearon edificios


basados en las formas geométricas. No despreciaron la herencia del pasado clásico y,
aunque respetaron las normas de simetría y la monumentalidad, sus edificios fueron a veces
el resultado de la combinación caprichosa de las formas geométricas. Étienne-Louis
Boullée (1728-1799) y Claude-Nicolas Ledoux (1736-1806) encabezaron esta postura;
entre la gran cantidad de proyectos no construidos merece la pena mencionarse el cenotafio
para Isaac Newton, concebido por Boullée como una esfera, representación del modelo
ideal, levantada sobre una base circular que había de cobijar el sarcófago del científico.
Ledoux dejó edificios construidos, entre ellos una parte de la utópica ciudad industrial de
las Salinas de Arc-et-Senans, de planta circular en el Franco Condado o el conjunto de la
Villette en París.

Entre ambos grupos aparece una tercera opción, la de la arquitectura pintoresca, a partir de
la creación de jardines ingleses en el siglo XVIII, ordenados de forma natural lejos del
geometrismo del jardín francés; se valora la combinación de la naturaleza con lo
arquitectónico, la inclusión en el paisaje natural de edificios que remedan las
construcciones chinas, indias o medievales. Ese juego de formas caprichosas y el
aprovechamiento de la luz buscaban suscitar sensaciones en el espectador. Horace Walpole
(1717-1797) construyó la Strawberry Hill House (1753-1756) en las afueras de Londres,
una fantasía gótica de la que su autor dijo que le había inspirado para escribir El castillo de
Otranto, una novela gótica, expresión del efecto inspirador de la arquitectura. También
William Chambers (1723-1796) creó un conjunto pintoresco en los Jardines de Kew
(Londres) (1757-1763) con la inclusión de una pagoda china que reflejaba su conocimiento
de las arquitecturas orientales.

El neoclasicismo también fue muy importante en la planificación de la ciudad, los antiguos


romanos habían planificado un esquema consolidado de dirección urbana para la defensa y
la comodidad civil pero el origen de este esquema se remonta a civilizaciones aún más
antiguas. En su aspecto más básico, el sistema de calles de la cuadrícula, un foro central
con todos los servicios de la ciudad, dos bulevares principales ligeramente más anchos y la
calle diagonal eran características del diseño romano muy claro y ordenado. Las fachadas
antiguas y los diseños de edificios estaban enfocados hacia estos patrones de diseño de
ciudades y pretendían funcionar en proporción con la importancia de los edificios públicos.

Muchos de estos patrones de planificación urbana encontraron su camino en las primeras


ciudades planificadas modernas del siglo XVIII. Los clásicos ejemplos se ven reflejados en Karlsruhe
y Washington, DC. Pero esto no quiere decir que todas las ciudades planificadas y los vecindarios
están diseñados alrededor de los principios neoclásicos. Los modelos contrarios se pueden
observar en los diseños modernistas ejemplificados por Brasilia, el movimiento de Garden City,
levittowns y el nuevo urbanismo.

Palacio Bourbon (1722-1728) (hoy Asamblea Nacional), París


Fachada al patio de Somerset House (1776-1796), Londres

Puerta de Brandeburgo (1789-1791), de Carl Gotthard Langhans, Berlín

Museo del Prado (1785-1819) en Madrid, obra de Juan de Villanueva

Catedral de Kazán (1801-1811), de Andréi Voronijin, San Petersburgo

Escultura
Artículo principal: Escultura neoclásica
Psique reanimada por el beso del amor de Antonio Canova.

 También en la escultura neoclásica pesó el recuerdo del pasado, muy presente si


consideramos el gran número de piezas que las excavaciones iban sacando a la luz,
además de las colecciones que se habían ido formando a lo largo de los siglos.

Las esculturas neoclásicas se realizaban en la mayoría de los casos en mármol blanco, sin
policromar, puesto que así se pensaba que eran las esculturas antiguas, predominando en
ellas la noble sencillez y la serena belleza que Winckelmann había encontrado en la
estatuaria griega. En este mismo sentido habían ido las teorías de Gotthold Ephraim
Lessing (1729-1781) que en su libro Laocoonte, o de los límites de la pintura y de la poesía
(1766) había tratado de fijar una ley estética de carácter universal que pudiera guiar a los
artistas; sus concepciones sobre la moderación en las expresiones y en el plasmado de los
sentimientos son reglas que adoptará el modelo neoclásico.

Así, los escultores de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, crearán obras en las que
prevalecerá una sencillez y una pureza de líneas que los apartará del gusto curvilíneo del
Barroco. En todos ellos el desnudo tiene una notable presencia, como deseo de rodear las
obras de una cierta intemporalidad. Los modelos griegos y romanos, los temas tomados de
la mitología clásica y las alegorías sobre las virtudes cívicas llenaron los relieves de los
edificios, los frontones de los pórticos y los monumentos, como arcos de triunfo o
columnas conmemorativas.

El retrato también ocupó un importante lugar en la escultura neoclásica; Antonio Canova


(1757-1822) representó a Napoleón como Marte (1810, Milán) y a su hermana Paulina
como Venus Victrix (1807, Roma) tomando así los modelos de los dioses clásicos. No
obstante otros prefirieron un retrato idealizado pero al tiempo realista que captara el
sentimiento del retratado, como Jean-Antoine Houdon (1741-1828) con su Voltaire anciano
(Museo del Hermitage) o el bello busto de la emperatriz Josefina (1806, castillo de
Malmaison) de Joseph Chinard (1756-1813).

Antonio Canova (1757-1822) y Bertel Thorvaldsen (1770-1844) resumen las distintas


tendencias de la escultura neoclásica. Mientras Canova llega al Clasicismo desde una
formación barroca y configura un estilo de gran sencillez racional, el danés Thorvaldsen
siguió más directamente las teorías de Winckelmann hasta conseguir un estilo
voluntariamente distante y frío que debe mucho a la estatuaria griega. Su Jasón o Marte y el
Amor reflejan esa fidelidad al modelo griego.

Pintura
Artículo principal: Pintura neoclásica

La fuente, obra de Ingres.


Dos mujeres en el baño (1763) de Joseph-Marie Vien, Musée de Cahors Henri-Martin, Cahors.

Los pintores, entre los que destacó Jacques-Louis David (1748-1825), reprodujeron los
principales hechos de la revolución y exaltaron los mitos romanos, a los que se identificó
con los valores de la revolución. La claridad estructural y el predominio del dibujo sobre el
color son algunas de las principales características formales de la pintura neoclásica. Obras
como el Juramento de los Horacios, por ejemplo, plantean un espacio preciso en el que los
personajes se sitúan en un primer plano. Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867)
aunque no fue un pintor neoclásico, tiene obras —como La fuente— que representan este
movimiento artístico.

Música
Artículo principal: Música del Clasicismo

Véase también: Música culta

Según la musicología actual, el término "música clásica" se refiere únicamente a la llamada


música del Clasicismo (1750-1827) aprox., coincidente con el período neoclásico, inspirada
en los cánones estéticos grecorromanos de equilibrio en la forma y moderación en la
dinámica y la armonía.

Comúnmente se llama "música clásica" al tipo de música que se contrapone a la música


popular y a la folclórica. Esto puede comprobarse en los medios de comunicación, en las
revistas de divulgación musical y los folletos que acompañan a los CD de música
académica. Para definir ese tipo de música que se relaciona con los estudios en
conservatorios y universidades, los musicólogos prefieren el término "música académica" o
"música culta".

Como los antiguos griegos y romanos no pudieron inventar maneras de conservar la música
(mediante soportes gráficos como partituras o soportes sonoros como grabadores), el
Neoclasicismo de los siglos XVIII y XIX como resurgimiento de las artes clásicas
grecorromanas (arquitectura, escultura, pintura) no alcanzó a la música. De todos modos los
músicos de fines del siglo XVIII, influenciados sin duda por el arte y la ideología de la
época, trataron de generar un estilo de música inspirado en los cánones estéticos
grecorromanos:

 Notable maestría de la forma,


 Moderación en el uso de los artificios técnicos (en el barroco el contrapunto y la armonía
habían llegado a un punto que el público consideraba extravagante),
 Suma reserva en la expresión emocional.

Después de la Primera Guerra Mundial varios compositores (como Igor Stravinski y Paul
Hindemith) realizaron composiciones donde se notaba un retorno a los cánones del
Clasicismo de la escuela de Viena (de Haydn y Mozart), aunque con una armonía mucho
más disonante y rítmicas irregulares. Ese movimiento musical se denominó "música
neoclásica".

Literatura
Véanse también: Literatura española de la Ilustración y Neoclasicismo hispanoamericano.

La Ilustración fue un movimiento intelectual que provocó que el siglo XVIII fuera


conocido como el «Siglo de las Luces». El culto a la razón promovido por los filósofos
ilustrados conllevó un rechazo del dogma religioso, que fue considerado origen de la
intolerancia, y una concepción de Dios que pasaba de regir el mundo mediante las leyes
naturales a desaparecer en concepciones ateas del universo. Los ilustrados promovieron la
investigación de la naturaleza, el desarrollo científico-técnico, la educación y la difusión
general de todo tipo de conocimientos; fueron los tiempos de L'Encyclopédie. El arte se
hizo así más accesible y con menos pretensiones, y la literatura se dirigió a un público más
amplio, planteándose como un instrumento social. La literatura se caracterizó por la
sencillez, la claridad y la armonía que tenían como objetivo transmitir el pensamiento
ilustrado. No se aceptaba el arte por el arte, sino que una obra tenía que transmitir valores
que ayudaran al ser humano a superar sus limitaciones y además se rechazaban los
conocimientos impuestos y solo se admitían los que podían conocer a través de la razón y
experiencia. El aumento del número de lectores, especialmente entre la burguesía, plantea
la figura del escritor como un profesional, y la escritura como su fuente principal o
secundaria de sustento.7

Francia fue la primera en reaccionar contra las formas barrocas, y los tres grandes
ilustrados, Voltaire, Montesquieu y Rousseau se cuentan entre sus principales exponentes.
También destacaron Pierre Bayle, Denis Diderot, Georges Louis Leclerc y Pierre de
Marivaux. En el Reino Unido tuvo una gran cantidad de adeptos la novela de aventuras,
destacando Daniel Defoe, Jonathan Swift, Samuel Richardson y Henry Fielding, junto a los
poetas John Dryden y Alexander Pope.8

De la novela se pasó al ensayo como género divulgador de ideas por excelencia y que se
caracterizó por un lenguaje cuidado y sencillo, la presentación de problemas con el fin de
analizarlos y argumentar sus soluciones y la recolección de temas de interés. La literatura
neoclásica realizó una crítica de las costumbres, incidiendo en la importancia de la
educación, el papel de la mujer y los placeres de la vida.9 Destacaron en España el monje
benedictino Benito Jerónimo Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos y José Cadalso.

La poesía se caracterizó por una poesía reflexiva y culta y se abandona por completo la
poesía barroca. Esta poesía persigue el ideal neoclásico, unir lo bello con lo útil, y
aprovecha los recursos de la poesía lírica (brevedad, ritmo y fácil memorización) para
instruir y reformar la sociedad.

En este género destaca Jovellanos con sus ensayos y su poesía crítica y reflexiva. También
cobraron importancia la fábula, relatos o poesías normalmente ejemplificadas con animales,
donde se exponen enseñanzas morales. La fábula se caracterizaba por ser una composición
de carácter didáctico, por la crítica de vicios y costumbres personales o de la sociedad, y
por la recurrencia a la prosopopeya o personificación. Es el subgénero que más se adaptó a
las preceptivas neoclásicas: una composición sencilla en la que la naturaleza interviene, y
que enseña divirtiendo. Destacaron los fabulistas Félix María de Samaniego y Tomás de
Iriarte en España, y el francés Jean de la Fontaine.10

En España, hubo una continuidad barroca en la poesía, con autores como Diego de Torres y
Villarroel, que consideraba a Quevedo su maestro; Gabriel Álvarez de Toledo y Eugenio
Gerardo Lobo. La segunda mitad del siglo XVII mostraba ya una poesía neoclásica,
dominada por su admiración por la ciencia y los temas filosóficos, o centrada en temas
anacreónticos y bucólicos, y marcada en ocasiones por el fabulismo. Destacaron Nicolás
Fernández de Moratín, autor de Arte de las putas, prohibida por la Inquisición, que pudo
inspirar los Caprichos de Goya; Juan Meléndez Valdés y José Cadalso, de la escuela
salmantina; los fabulistas Iriarte y Samaniego en Madrid; en la escuela sevillana destacaron
José Marchena, Félix José Reinoso, José María Blanco-White y Alberto Lista.11

En el último tercio del siglo se desarrolla la comedía de buenas costumbres o comedía


neoclásica en el teatro que se caracterizaba por el respeto a las tres unidades del teatro
clásico (acción, lugar y tiempo), temas sobre la vida cotidiana de personajes de clase media,
la búsqueda de la verosimilitud con hechos obtenidos de la realidad y el fin didáctico.

Se dio también una fuerte influencia barroca en el teatro español, especialmente durante la
primera mitad del siglo XVIII, con autores como Antonio de Zamora o José de Cañizares.
El teatro en España tuvo cambios como la prohibición oficial de representar autos
sacramentales, la reaparición del gusto popular por el sainete y la transición de los antiguos
corrales a los teatros, como locales adecuados a la nueva concepción del teatro. A finales
del primer tercio de siglo los dramaturgos españoles comienzan a seguir los modelos
franceses, como Boileau y Racine, renovando las estéticas aristotélicas y horacianas. La
obra de teatro debe ser verosímil, cumplir con las unidades de acción, de espacio y de
tiempo, y tener un enfoque didáctico y moral. Destacaron en la tragedia Nicolás Fernández
de Moratín, José Cadalso, Ignacio López de Ayala y Vicente García de la Huerta; en el más
popular género del sainete, destacaron Antonio de Zamora, el prolífico Ramón de la Cruz e
Ignacio González del Castillo. Destacó especialmente la figura de Leandro Fernández de
Moratín, creador de lo que se ha dado en llamar «comedia moratiniana» (La comedia nueva
o El café, El sí de las niñas), en que ridiculizaba los vicios y costumbres de la época,
usando el teatro como vehículo para moralizar las costumbres. Seguidores de esta línea son
también Manuel Bretón de los Herreros y Ventura de la Vega.12

Véase también
 Neoclasicismo en España
 Neoclasicismo hispanoamericano

Referencias
1.

 «Neoclasicismo». etimologias.dechile.net. Consultado el 19 de marzo de 2021.


  Bellicard, Jérôme Charles (1754). Observations sur les antiquités de la ville d'Herculaneum (en
francés). Paris, C. A. Jombert. Consultado el 29 de agosto de 2017.

  ARCADIA Accademia Letteraria Italiana. «L’Arcadia tra innovazione e tradizione».


http://www.accademiadellarcadia.it. Archivado desde el original el 10 de noviembre de 2018.
Consultado el 29 de agosto de 2017.

  J. Maroto (2009) Historia del Arte, Casals, pg. 290-291.

  «1791: Abertura do Portão de Brandemburgo». Deutsche Welle (6 de agosto de 2007) (en


portugués). 2007. Consultado el 24 de enero de 2008.

  «Munich». Deutsche Welle (29 de marzo de 2005) (en inglés). 2005. Archivado desde el
original el 28 de junio de 2008. Consultado el 24 de enero de 2008.

  Andrés Amorós. Antología comentada de la literatura española: historia y textos: siglo XVIII ,
pp. 37-41.

  Correa Pérez, Alicia y Arturo Orozco Torre. Literatura Universal, p. 223.

  Arriaga González Anabel. Literatura 1, p. 37.

  Rosa Mendoza Valencia. La literatura universal y yo, p. 202.

  José Antonio Pinel Martínez Manual de literatura española, "La poesía en el Siglo de las
Luces", pp. 75-83.

 José Antonio Pinel Martínez Manual de literatura española , "El teatro en el siglo XVIII", pp. 277-
286.

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