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Para entender al Neoclasicismo, al igual que todos los estilos, hay que entender el
contexto en el que surgió y se desarrolló. Siendo así, ubicarse en los mediados del siglo XVIII
es el primer paso a tomar.
Dicho siglo, también llamado Siglo de las Luces y Edad de la Razón, es una época de
cambio, de ciencia, de movimiento cultural e intelectual. Este movimiento fue llamado
Ilustración, algunos también lo llamaban Iluminismo haciendo referencia, pues, al siglo de
las luces. Es una época de cambio social, hay una marcada búsqueda de lo mejor, de lo que
es bueno, pero sobre todo es una búsqueda de la verdad. Viene después de varias eras en
las que el conocimiento era resguardado del público, en los que hay mucha privación y
retención, incluso represión, en los que el pensamiento era muy cerrado.
Surgen entonces importantes pensadores que vendrían a presentar una manera distinta
de entender la relación de poder entre el gobierno y los pueblos. El suizo Rousseau, un
ilustrado que se desempeñaba como escritor, pedagogo, filósofo e incluso músico, botánico
y naturalista, fue un precursor del totalitarismo que hoy identificamos con regímenes como
los de Stalin y Hitler, en el que el Estado ejerce todo el poder, casi sin libertad; fue un
desarrollador de las teorías republicanas que influyeron a la Revolución Francesa que llevaría
a Napoleón Bonaparte al poder en 1799. Por su parte, el ilustrado francés al que se conoció
como Voltaire (un escritor, historiador, filósofo y abogado) enfatizó el respeto a la
humanidad y a la ciencia, dándole importancia al poder de la raza humana, pronunció una
vez las palabras por las que sería recordado, más allá de sus muy vendidos libros:
“No comparto lo que dices, pero defenderé a muerte tu derecho a decirlo”- Voltaire
“La observación de los preceptos canónicos se vuelve más rigurosos y el control racional
sobre el proyecto se vuelve más exigente y sistemático”. Esto es lo que dijo Leonardo
Benévolo con respecto al juicio de la Academia de Bellas Artes con respecto al
descubrimiento de la verdadera morfología de las formas canónicas que tanto habían
admirado durante décadas y que ahora resultaban ser falsas. Esto presenta una – cabe
llamarla – aversión hacia el arte Barroco, pues este no era “real” en lo que planteaba, que
era seguir el arte clásico. Las excavaciones revelaron muchísimos menos adornos en la
decoración, dieron a conocer las verdaderas proporciones que tenían las partes, los
materiales originales, entre todas las características específicas que pudieron obtener de los
restos de aquellas míticas ciudades que estuvieron perdidas bajo la lava por más de un
milenio. “No existe ya frontera entre las reglas generales y las realizaciones concretas, los
modelos pueden ser conocidos con toda la precisión que se quiera” (L. Benévolo)
“Se busca el conocimiento recto del arte griego, no solamente los restos romanos”- L.
Benévolo
Es así entonces, como nace este movimiento. De allí en adelante, cualquier obra que se
proyectase debía seguir con rigurosidad el estilo neoclasicista. Convierten en normal la
forma clásica. Se permiten algunos cambios, como la separación de los órdenes del sistema
de muros, y se ponen en manifiesto el entramado de columnas y cornisas Algunos
arquitectos, como Ledoux y Boulée, lo exageran, le agregan una idea de monumentalidad.
Las ciudades del período industrial presentaban la problemática del sobre poblamiento.
Eran ciudades que crecían muy rápido debido al proceso de industrialización, que atraía a
una gran cantidad de mano de obra con la idea de los mejores niveles de subsistencia para
los que vivían y trabajaban en el campo, y que la idea del futuro, de lo que en esa época era
moderno, era un faro que llamaba la atención hacia el estilo de vida de estas ciudades para
los más acaudalados. Era esencial para las industrias que sus trabajadores vivieran cerca y
que pudieran transportarse rápidamente.
Es entonces cuando aparecen grandes proyectistas con diversas ideas de cómo resolver
el problema, el más grande fue quizás el prefecto del Municipio Sena, el Barón Georges
Eugene Haussmann, quien ideó el famoso Plan de París, que sería ejemplo luego para todas
las demás ciudades industriales, y aquellas ciudades nacientes, sobre todo en América Latina,
uno de sus más grandes “fanáticos” fue el presidente de Venezuela, Antonio Guzmán Blanco.
Haussmann fue contratado por el que era fue el único emperador del Segundo Imperio
Francés hasta su caída en 1871, Napoleón III. Su idea era acabar con el barrio insurrecto que
se había creado en las afueras de la ciudad, en esas zonas en las que la población
desmesurada había construido caseríos sin control alguno de las leyes y ordenanzas. Estos
barrios resultaban inexpugnables para las fuerzas de la ley del Emperador, por lo que se
quería que se proyectaran obras físicas y legislativas que ayudasen a controlar, y si fuese
posible, erradicar la problemática.
El Plan de París de Haussmann fue tan significativo que influyó en la forma de proyectar
un urbanismo por el resto del siglo, e incluso en las épocas posteriores. De hecho, la
urbanística moderna se basa en esa idea de la renta del suelo, así que no solo fue un impacto
constructivo, fue uno económico y legislativo.