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“Los Trastornos de la Conducta Alimentaria y su relación con los trastornos psicológicos en

adolescentes de la actualidad”

Karla Camila Ramírez Vázquez

Adela Sandoval Corres

Universidad Iberoamericana Puebla

Investigación Documental

Roberto Giordano Longoni Martínez

09 de junio de 2022
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Antecedentes

En la actualidad se han desatado diferentes manifestaciones sobre los trastornos de la

conducta alimentaria, si bien se cree que es un tema del que no se habla, sin embargo, existen

múltiples casos que se han visto en los últimos años del siglo XX debido al uso de redes sociales

y los estereotipos que ha implantado la sociedad, así como las consecuencias que esto ha traído a

la vida, especialmente, de las jóvenes universitarias.

Los TCA (trastornos del comportamiento alimentario) se ha definido cómo:

Trastornos mentales caracterizados por un comportamiento patológico frente a la ingesta

alimentaria y una obsesión por el control de peso. Este tipo de trastornos se caracterizan

por una serie de síntomas que derivan de un elevado nivel de insatisfacción corporal

juntamente con la existencia de ideas distorsionadas referentes al comer, al peso y a la

imagen corporal. Son enfermedades multifactoriales: factores genéticos, familiares y

sociales y culturales. Entre los factores personales destacan la baja autoestima, el alto

nivel de autoexigencia y de perfeccionismo, miedo a madurar, a crecer (Serra, 2015,

p.20).

Respecto a los llamados trastornos de conducta alimentaria (TCA), un informe del Fondo

de las Naciones unidas para la Infancia (2002) revela que la anorexia (AN) y la bulimia (BN) son

los dos trastornos alimenticios más frecuentes, sobre todo en la población femenina.

La anorexia es un trastorno grave de la conducta alimentaria desde un punto de vista

físico como psíquico, es decir es de origen multifactorial que ha aumentado enormemente, la

persona presenta un peso inferior al que sería de esperar por su edad, sexo y altura. El peso que

se pierde es debido a los ayunos o una reducción extremada de la comida, pero casi el 50% del

100% de las personas que lo padecen usan también el vómito auto inducido, el abuso de laxantes
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y/o diuréticos y el exceso de actividad física para una pérdida de peso mayor, sin que exista una

enfermedad médica que explique dicha perdida. (Raich, 2018).

Existen ciertos criterios para diagnosticar la anorexia nerviosa desde lo físico hasta lo

psíquico, comienza con una baja de peso desde un 25 del 100% del peso corporal, por parte de la

persona existe la negación y el no querer aceptar ayuda, así como el rechazo a los alimentos y la

obsesión de verse extremadamente delgada, otro síntomas relacionados con este trastorno es la

amenorrea, este se cataloga como un signo que aparece constantemente haciendo que la pérdida

de peso sea mucho más notable debido a la reducción de la ingesta calórica, lanugo que es la

aparición de vellos que son similares a los recién nacidos, pulso en reposo, periodos de

hiperactividad, episodios de bulimia, vómitos inducido, etc. (Raich, 2018).

Por otro lado, la bulimia nerviosa fue descrita por Russell, a diferencia de la anorexia

nerviosa, como el trastorno caracterizado por la ingesta masiva de alimentos, seguido de una

“compensación” con la finalidad de controlar el peso. Esta enfermedad es de difícil detección ya

que a simple vista la persona puede no verse “mal nutrida”, y en ocasiones puede presentar

incluso sobrepeso y ya que esta se practica en secreto hace aún más difícil su diagnóstico

(Ramos, 2015).

El diagnóstico muchas veces es difícil por la ocultación de los síntomas y si bien es una

enfermedad que se inicia en la adolescencia, puede pasar desapercibida y sólo ser descubierta

después de muchos años, a veces después de más de una década de sintomatología (Rava &

Silber, 2004).

Los pacientes con bulimia nerviosa muchas veces llegan a ser impulsivos en diversos

ámbitos de su vida, así como pueden ser muy fáciles de irritar y pueden presentar, incluso,

labilidad emocional. Conjuntamente, estos pacientes a menudo presentan una baja autoestima y
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diversos trastornos depresivos o de la personalidad. En un estudio de mujeres bulímicas, el 33%

abusaban el alcohol y el 28% abusaban las drogas, con un 18% con sobredosis repetidamente

(Ramos, 2015); lo cual, parece pertinente investigar más a fondo.

Psicológicamente Zusman (2013), explica que “quienes padecen de un TCA proceden de

familias sobre protectoras aglutinadas, en las que resulta difícil resolver el conflicto en ese tipo

de entorno familiar”, sin embargo, hay otros factores o clases sociales en lo que se presenta dicho

trastorno.

Serra (2015) menciona que las jóvenes que sufren de estos trastornos tienden una

distorsión de imagen corporal. Existen varios factores, entre los cuales se destacan los

psicológicos que pueden contribuir a los trastornos alimenticios.

En el campo de la salud se destaca cada vez más el papel de la Psicología en las

denominadas enfermedades crónicas, las cuales son definidas por el Center for Disease Control

(CDC), como enfermedades de etiología incierta, habitualmente multicausales, con largos

períodos de incubación o latencia; largos períodos subclínicos, con prolongado curso clínico, con

frecuencia episódico; sin tratamiento específico y sin resolución espontánea en el tiempo (Ribes,

2008).

En resumen, la Psicología de la Salud tiene que contemplar en el abordaje de las llamadas

enfermedades multicausales, una transformación conceptual del factor psicológico que, de ser

considerado como una entidad interna similar a la biológica que asume una ostensividad

ontológica internalista espuria y fatalista, ha incorporado en sus diversas concepciones el

carácter interactivo que le da el encontrarse inmerso en un medio histórico, sociocultural y

ambiental (Piña & Rivera 2006).


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El desarrollo evolutivo de los modelos teóricos sobre los desórdenes alimenticios

contempla cuatro posturas teóricas generales las cuales guardan las siguientes características:

1) Posturas Psicopatológicas – Los modelos con esta orientación teórica tienen en común

una ostensividad ontológica internalista cuya característica principal es la de referir atributos

causales de índole interna conceptualmente confusos, que da lugar a considerar los desórdenes

alimenticios como trastornos producto de una psicopatología.

2) Posturas Sociales – La influencia cada vez mayor de los aspectos sociales como

factores determinantes en el comportamiento humano ha dado lugar a modelos sociales que

explican la relación de variables culturales y contextuales con los desórdenes alimenticios.

3) Hibridaciones Eclécticas – Contemplan diversos factores interactuantes los cuales

amalgaman una serie de variables que lejos de formar una estructura teórica integradora se

convierten en una ensalada conceptual producto de hibridaciones teóricas endebles.

4) Posturas de Campo – Aquellas en la que todos los eventos deben considerarse como

interacciones complejas de numerosos factores en situaciones específicas. Un modelo de campo

implica que la explicación psicológica, no busque causalidades productoras o creadoras de

fenómenos, sino más bien el poner de manifiesto el sistema de interdependencias existentes entre

los elementos participantes en ese campo psicológico.

El abordaje psicológico de los desórdenes alimenticios tendrá que reemplazar los hábitos

categoriales de las posturas psicopatológicas y enmarcarse dentro de una concepción holista que

contemple una geografía lógico-conceptual que ponga de manifiesto la lógica de sus

proposiciones conceptuales, dentro de un marco contextual y cultural y bajo una perspectiva de

campo (Ryle, 2005).


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Durante la década de los setenta surgen las posturas neo-psicoanalíticas que destacan el

papel preponderante de las alteraciones de la Imagen Corporal (IC) en los trastornos de conducta

alimentaria. La Dra. Hilde Bruch (1982), con su énfasis en la interpretación de procesos

inconscientes es bastante ineficaz, atribuye las alteraciones de la IC a un déficit del yo, en lo que

se refiere a autonomía y dominio del propio cuerpo, que da lugar a un sentido de ineficacia

personal.

El concepto de imagen corporal ha sido ampliamente definido en la literatura

científica. Aquí nos referiremos a él como la manera en que una persona percibe, siente y

actúa respecto a su propio cuerpo. En los trastornos alimentarios de anorexia y bulimia

nerviosas se presentan desproporciones al estimar el tamaño de su cuerpo en general o

partes de él. La evaluación de estos trastornos debe incluir necesariamente el estudio de la

percepción, los sentimientos, las conductas y las cogniciones relacionadas con su propio

cuerpo (Raich, 2018, p.14).

Bruch (1981) menciona una serie de características que distinguen el síndrome de

anorexia nerviosa: una persecución implacable por la delgadez; una preocupación casi delirante

por la imagen corporal; una incapacidad para identificar el hambre con otros estados de tensión

corporal; falta de identidad y un sentido de ineficacia paralizador. Desde entonces, se considera

un criterio diagnóstico de Anorexia y Bulimia a la alteración de la imagen corporal.

Existen áreas afectadas en un aspecto psíquico en las que la primera se enfoca en la

alteración de las proporciones del cuerpo donde las imágenes que perciben son delirantes es decir

ellos actúan y se siente “habitual “ cuando su apariencia es asombrante negativamente, no acepta

lo que está sucediendo y mucho menos su enfermedad, la interpretación cognoscitiva esta se

debe a que sus estímulos de hambre no ejercen de forma correcta haciendo que la persona llegue
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a no sentir sensación de apetito, los factores familiares hoy en la actualidad han sido una de las

principales causas y las características son el sobre envolvimiento, este se enfoca en la falta de

independencia y la poca autonomía individual, su comportamiento es rígido debido a que es

difícil adaptarse a cosas nuevas, se podría decir que su patrón de temperamento es el de una

persona difícil, es decir sus estados de ánimo son intensos con frecuencia negativa, responden

inadecuadamente a la novedad y al cambio, se adapta muy lentamente a situaciones y es casi

imposible que puedan tener una rutina (Staudt et al. 2006).

En resumen, para el Psicoanálisis en cualquiera de sus acepciones, la explicación de los

desórdenes alimenticios tiene una base psicopatológica en la que no se constituyen

conceptualmente con una nosología propia, sino que es una forma sintomática de otra estructura

clínica, llámese neurosis, perversión o psicosis (López, 1999).

Finalmente, al haber investigado dichos antecedentes, nos surge una gran preocupación

debido a que podemos notar que los trastornos de la psicología, de la mano con el uso incorrecto

de los medios de comunicación, pueden ser los principales creadores de un TCA; es por ello, que

buscamos profundizar en estos dos problemas teniendo como objetivo principal conocer cuáles

son las soluciones que podemos brindar a la población, en especial de jóvenes adolescentes, que

sufren anorexia y bulimia.


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Planteamiento del problema

El uso del internet ha traído cosas positivas y una fácil comunicación entre personas. Sin

embargo, el uso inadecuado también puede traer sucesos peligrosos. En el desarrollo de los TCA

se ha investigado que las jóvenes universitarias que padecen en especial Anorexia y Bulimia

tienden a el uso incorrecto del internet, presentan depresión, ansiedad y cuentan con una mala

información por parte de los medios de comunicación.

Es preocupante que en las edades de 18 a 28 años exista una gran insatisfacción corporal

y una difícil aprobación de la autoimagen; es principalmente la obsesión de distorsionar su

propio físico la causa principal de la creación de un trastorno de la conducta alimentaria. Los

estereotipos en la industria de la moda han impulsado a que las jóvenes sigan estándares de

belleza debido a la psicosis del peso ideal, la delgadez, las dietas y el ejercicio restrictivo, así

como las cuentas dirigidas a salud y fitness que en vez de poder brindar información correcta y

crear hábitos saludables, afectan psicológicamente a quien lo está viendo.

Es de suma importancia reconocer que las jóvenes hacen esto de manera inconsciente, sin

saber que en un futuro se están provocando un daño severo tanto físico como psicológicamente.

Investigaciones han mencionado que el uso de Facebook se asocia con la parte psíquica debido a

que forma la ansiedad y a una alimentación desordenada por la promoción de información

errónea dentro de su plataforma.

Debido a lo anteriormente mencionado, en esta investigación se busca profundizar en los

trastornos de la conducta alimentaria y su relación con la psicología en la actualidad, debido a las


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grandes consecuencias que ha traído este tipo de padecimientos y su gran importancia en la vida

de las jóvenes adolescentes.

La Agencia de Calidad de Internet (IQUA) y la Asociación Contra la Anorexia y la

Bulimia mencionan que, “las páginas web han provocado que los trastornos de alimentación

aumenten un 470% desde 2006 hasta la actualidad” (Luezca et al., 2022).

Existen cuentas que dan “consejos” incitando a las jóvenes a poner en práctica trucos para

la eliminación de grasa de forma inmediata sacrificando el dejar de comer y provocando sentirse

mal físicamente; beber agua helada, ayunar durante tiempos muy prolongados, dormir con

frecuencia y el uso de medicamentos y sustancias que su único fin es adelgazar de manera

inadecuada, son algunos de los muchos consejos erróneos dentro de las diferentes redes sociales.

Hacer hincapié en este problema y conociendo principalmente cuáles son las

herramientas necesarias para poder reducir la incidencia de casos, nos puede ayudar

notoriamente a crear consciencia de que los estereotipos de un cuerpo “perfecto” no existen. El

promover hábitos saludables desde la infancia podría cambiar la perspectiva de hoy en día y se

tomaría en cuenta que el padecer este tipo de trastornos no es un juego, al contrario, deben ser

tratados de manera inmediata. Estar conscientes de los diferentes factores que llevan a la

creación de estos Trastornos de la Conducta Alimentaria, es primordial, ya que las redes sociales

no son la única causa.

Esta investigación pretende analizar con profundidad la relación de la psicología con el

padecimiento de estas llamadas “enfermedades mentales”, para así lograr adentrarnos en algunas

señales desde el ámbito psicológico que provoquen o puedan ser provocadas de la mano con la

aparición de un trastorno de la conducta alimentaria, logrando de esta manera indagar si hay

alguna forma de tratarlos, o mejor aún, prevenirlos.


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Justificación

El ser humano, en su condición de animal racional, ha visto determinadas sus acciones y

sus decisiones a lo largo de la historia por múltiples factores externos e internos. Entre éstos

últimos deben reseñarse los instintos o impulsos primarios, entre los que merecen mencionarse el

hambre (necesidad de ingerir alimentos para mantener la vida, la homeostasis y también obtener

placer), y la sexualidad (promovida también por la necesidad de perpetuar la especie, fuente de

placer y condicionante además de requisitos estéticos para la autoestima y la atracción). Por otra

parte, desde antes el hecho de comer ha tenido una connotación social, resultando la comida el

momento del encuentro de los individuos para compartir conocimientos y experiencias,

propiciándose la relación y la empatía. Son otras las necesidades básicas del hombre, pero las

dos mencionadas tienen una estrecha relación con la cuestión de los trastornos de la conducta

alimentaria (TCA) y su evolución a lo largo de la historia (Cabasés, 2020).

Lo cierto es que en la última década la prevalencia de TCA se ha disparado hasta el punto

de constituir una auténtica epidemia, si bien dicho fenómeno, además de no presentarse

cronológicamente en la etapa en la que los medios de comunicación lo han puesto de moda

(últimos dos años), sino ya desde años atrás, no se corresponde tampoco con la importancia que

estos deberían ser investigados.

Dicha epidemia y patrones anteriormente mencionados encajan con mi propia experiencia

personal, la cual bosqueja a principios del año 2020 con la llegada de la pandemia mundial del

COVID-19, en donde, me encontraba en conflicto internamente conmigo misma, especialmente


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con mis sentimientos y mi imagen corporal. Gracias a esto, durante esas épocas me vi atrapada

en la creación de uno de los muchos Trastornos de la Conducta Alimentaria, la bulimia; no fue

hasta que mi situación se encontraba en un nivel tan grave que mi cuerpo dejó de hacer cosas que

naturalmente un cuerpo sano hace (amenorrea), que mis padres se percataron de mi situación

haciéndome entrar en razón y enviándome con dos especialistas vitales en la recuperación de un

TCA, el psicólogo y el nutriólogo.

Desde el primer momento en el que mi TCA se adueñó del control de mi vida empecé a

perderme de muchísimas experiencias y comencé a distanciarme de mi familia, pero

especialmente, me abandoné a mí misma. Para el 2021 decidí que mi situación debía cambiar, ya

que estaba viviendo la vida que definitivamente no quería vivir; gracias a la ayuda psicológica y

nutricional que recibí logré percatarme que en realidad no había nada malo conmigo físicamente,

sino mentalmente. Mi físico era completamente perfecto de cualquier forma y tamaño si este

simplemente se encontraba sano, y fue algo que no entendí hasta que mejoré mi relación

conmigo misma desde el aspecto psicológico y mental.

Es por esta razón que me parece especialmente sorprendente la forma en que nuestra

mente puede cambiar nuestra perspectiva de absolutamente todo lo que nos rodea; si nuestra

salud psicológica no se encuentra saludable en el interior, no podemos lucir una salud física en el

exterior.

Actualmente los TCA están entre las tres enfermedades crónicas más frecuentes entre los

adolescentes, en donde, la anorexia es la enfermedad mental con mayor tasa de mortalidad, por

encima de otras como la esquizofrenia o el trastorno bipolar (Asociación TCA Aragón, 2020).

Las cifras de aumento de casos de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) siguen una

progresión peligrosa. Según diversos estudios, los TCA aumentaron un 264,4% durante el
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confinamiento estricto, y un 826,3% en las primeras salidas tras el “encierro” y de acuerdo con la

Secretaría de Salud, en México, cada año hay cerca de 20 mil casos de anorexia y bulimia, la

población más afectada es la de entre 15 y 19 años (2017).

Pregunta de investigación

¿Existe una relación entre los Trastornos de la Conducta Alimentaria y los trastornos

psicológicos?

Objetivo

Indagar si existe una relación entre los Trastornos de la Conducta Alimentaria y los

trastornos psicológicos.

Argumento

Los trastornos de la conducta alimentaria se vinculan con los trastornos psicológicos a

causa de diferentes factores contextuales como, la familia, la sociedad y la obsesión de llegar a la

perfección con un peso “ideal”; provocando de esta forma un daño físico y psicológico en las

jóvenes adolescentes, volviéndolas personas principalmente con ansiedad, depresión, distantes en

su vínculo social, entre otros trastornos psicológicos.


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Marco teórico metodológico

En el siguiente apartado se darán a conocer diferentes conceptos que ayudarán a una

mejor compresión por parte del lector; conceptos los cuales cada autor tiene diferentes

definiciones de nuestro tema. Brindando información amplia y verídica que ayude a profundizar

y conocer lo que aborda nuestro tema, el objetivo es que, desde estos diferentes puntos de vista,

definamos de la manera más pertinente dichos conceptos teniendo en cuenta que son opiniones

sumamente importantes y que engolaban a nuestra investigación.

De esta forma destacaremos la importancia que tiene para nosotras el poder informar

sobre este contenido; comunicando y enfatizando el grave daño que ha causado dichos trastornos

actualmente en la sociedad.

Finalmente, y tomando en cuenta cada uno de nuestros conceptos a tratar, definiremos

también el tipo de investigación que buscamos plasmar en este artículo; así como los documentos

o fuentes con los cuales nos apoyaremos permitiendo de esta forma refutar o confirmar nuestra

hipótesis inicial.

Trastornos de la conducta alimentaria

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son:

Enfermedades mentales graves que se relacionan con una conducta alterada respecto a los

hábitos alimentarios, lo que se traduce en comportamientos que van desde comer de

manera descontrolada hasta la falta de ingesta de comida. Afecta principalmente a


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adolescentes y mujeres jóvenes y en su aparición influyen principalmente factores

biológicos y de personalidad (Clínic de Barcelona, s/f, p.1).

Por otro lado, Méndez, et. al. (2008, párr.9) define a los trastornos de la conducta

alimentaria como “alteraciones severas en la ingesta de los alimentos, en personas que presentan

patrones distorsionados en el acto de comer en respuesta a un impulso psíquico”.

Sin embargo, es importante destacar que los trastornos de conducta alimentaria (TCA) se

pueden reconocer por un patrón persistente de comer no saludablemente o de hacer dietas no

saludables. Estos patrones de conducta alimentaria están asociados con angustia emocional,

física y social. Los TCA no discriminan a base del género, edad, o raza. Se pueden encontrar en

ambos géneros, en cualquier edad, y pueden ocurrir en cualquier raza o grupo étnico (Center of

Excellence for Eating Disorders, 2010).

Trastorno psicológico/mental

Para la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-5) (2014, p.10) cada trastorno mental se

define como:

Una alteración clínicamente significativa de la cognición, la regulación emocional

o la conducta del individuo que refleja una disfunción en los procesos psicológicos,

biológicos o del desarrollo que subyacen en el funcionamiento mental. También, aparece

asociada a malestar, discapacidad o un riesgo significativamente aumentado de morir o de

sufrir dolor, discapacidad o pérdida de libertad. Además, este síndrome o patrón no debe

ser meramente una respuesta culturalmente aceptada a un acontecimiento particular.

Cualquiera que sea su causa, debe considerarse como la manifestación individual de una

disfunción comportamental, psicológica o biológica.


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Sin embargo, El sistema oficial de clasificación de la OMS (1992) recoge en el Capítulo

V los trastornos mentales afirmando que:

El término ‘trastorno’ se usa a lo largo de la clasificación para evitar los

problemas que plantea el utilizar otros conceptos tales como ‘enfermedad’ o

‘padecimiento’. Dicho término se usa para señalar la presencia de un comportamiento o

de un grupo de síntomas identificables en la práctica clínica, que en la mayoría de los

casos se acompañan de malestar e interfieren con la actividad del individuo.

Por otro lado, Gonzáles y Pérez (2007, p.15) nos describen que:

Los trastornos psicológicos no son entidades naturales como pueden serlo las

enfermedades propiamente, sino entidades interactivas, susceptibles de ser influenciadas

por el conocimiento, interpretaciones y explicaciones que se den de ellas en el contexto

clínico de la “entrevista psiquiátrica” y en el extraclínico de la cultura popular y la

“sensibilización de la población.

Trastornos Dismórfico Corporal

De acuerdo con American Psychiatric Publishing (2014) se define como:

La preocupación por uno o más defectos o imperfecciones percibidas en el aspecto

físico que no son observables o parecen sin importancia a otras personas, en el que, en

algún momento durante el curso de dichos trastornos, la persona ha realizado

comportamientos como, mirarse al espejo, querer asegurar la cosas y sobre todo la

aceptación de las demás personas. La preocupación causa malestar clínicamente

significativo en el que existe un deterioro social, laboral, psicológico.


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Por otro lado, Perkins define al trastorno dismórfico corporal (TDC) como “un tipo de

trastorno obsesivo-compulsivo que “empuja” a las personas a buscar la perfección” (2019).

Pero Tania, et al. (2012) determina el trastorno dismórfico corporal como:

Afección que hace que la gente crea que hay partes de su cuerpo que son muy

feas. La gente con este trastorno se pasa horas focalizada en lo que cree que está mal de

su aspecto físico. Muchas veces al día, hacen cosas para fijarse en su aspecto físico,

corregirlo o arreglarlo, cubrirlo o hacer preguntas a los demás sobre él. Se obsesionan con

defectos o imperfecciones que carecen de importancia o que pasan desapercibidos para

los demás.

La demanda social ha puesto de relieve una creciente presencia de trastornos

psicológicos. Esta mayor presencia de trastornos psicológicos en la segunda mitad del siglo XX

tiene que ver con las formas de vida y ciertas características de la sociedad actual que han dado

lugar, incluso, a trastornos nuevos como, por ejemplo, los relativos a la alimentación (anorexia,

bulimia). Los llamados Trastornos de la conducta alimentaria, descritos finalmente como un tipo

de trastorno psicológico grave que se relacionan con una conducta alterada respecto a los hábitos

alimentarios asociados con angustia emocional, física y social.

Así pues, no es una casualidad que se use el término ´trastorno psicológico’ u otro afín

como pudiera ser desorden del comportamiento o alteración psicopatológica, en vez de

´enfermedad mental´ o, incluso, ´trastorno psiquiátrico´. Es por ello, que es pertinente describirlo

como “trastorno psicológico” señalando así que se refiere a la presencia de un comportamiento

susceptible de ser influenciado e identificable en la práctica clínica, que en la mayoría de los

casos se acompañan de malestar e interfieren con la actividad del individuo. En especial,

asociado con la preocupación por imagen corporal, o mejor descrito como otro tipo de trastorno
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llamado dismórfico corporal, el cual, podemos describirlo como la preocupación por uno o más

defectos o imperfecciones percibidas en el aspecto físico que no son observables o parecen sin

importancia a otras personas, teniendo como resultado final a un tipo de trastorno obsesivo-

compulsivo que “empuja” a las personas a buscar la perfección.

La presente investigación será de tipo documental, por lo cual, para poder dar una

respuesta a nuestra pregunta principal, nos apoyaremos de diferentes artículos como son

“Trastornos de la conducta alimentaria” por Vargas, M; “Psicología y desórdenes

alimenticios” por Sánchez, J, et.al; “Trastornos de la Conducta Alimentaria: Opiniones y

expectativas sobre estrategias de prevención y tratamiento desde la perspectiva de diferentes

actores sociales” por March, J; et.al; “Los factores psicosociales de la Anorexia y Bulimia en

adolescentes” por García, L & González, Y; y “Tratamiento psicológico de los trastornos de la

conducta alimentaria” por Lechuga, L & Gámiz, N.

Estos documentos nos parecen pertinentes por su amplio contenido y abarcamiento en el

ámbito tanto cognitivo como conductual de los trastornos de la conducta alimentaria y su

relación con los trastornos psicológicos. De esta forma abarcando una visión completa, profunda

y sistemática con hincapié en nuestro tema de interés lograremos confirmar o desechar nuestro

argumento inicial.
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Resumen

Los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA) son trastornos psicológicos graves que

conllevan alteraciones de la conducta alimentaria. La persona afectada muestra una fuerte

preocupación en relación al peso, la imagen corporal y la alimentación, entre otros. Estos

trastornos de la conducta alimentaria constituyen alteraciones severas en la ingesta de los

alimentos, en personas que presentan patrones distorsionados en el acto de comer en respuesta a

un impulso psíquico. La gran dificultad es que no existen tratamientos farmacológicos o

nutricionales de eficacia demostrada, por lo que éstos se dan mediante grupos interdisciplinarios,

basándose en psicoterapia, estrategias de apoyo durante el proceso psicoterapéutico y un

programa psico-educativo, proceso que lleva meses o años. El papel del psicólogo en el abordaje

de los TCA es crucial. A menudo, puede pensarse de forma equivocada que los TCA son

problemas básicamente relacionados con la comida, cuando los conflictos emocionales, las

distorsiones cognitivo-conductuales, los aspectos relacionales (tanto con la familia como a nivel

social), factores individuales como rasgos de personalidad, baja autoestima, etc. tienen un papel

central en el desarrollo y mantenimiento de estos trastornos. El tratamiento de los TCA debe

abordar los problemas psicopatológicos desde una aproximación multidisciplinar. El cuadro

psicológico se caracteriza por ansiedad, depresión, distorsiones cognitivas, baja autoestima y

falta de autocontrol. El presente trabajo busca descubrir la relación que existe entre los trastornos
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de la conducta alimentaria y la psicología, abriendo nuevas vías para la prevención y el

diagnóstico psicológico de dichos trastornos. Una visión más flexible y dinámica resulta de gran

utilidad para comprender tratar, pero, sobre todo prevenir estos padecimientos.

Palabras clave: Trastorno de la Conducta Alimentaria, Psicología, diagnóstico,

distorsión cognitiva-conductual.

Abstract

Eating Disorders (ED) are serious psychological disorders that involve alterations in eating

behavior. The affected person shows a strong preoccupation in relation to weight, body image

and food, among others. These eating disorders are severe alterations in food intake, in people

who present distorted patterns in the act of eating in response to a psychic impulse. The great

difficulty is that there are no pharmacological or nutritional treatments of proven efficacy, so

these are given through interdisciplinary groups, based on psychotherapy, support strategies

during the psychotherapeutic process and a psycho-educational program, a process that takes

months or years. The role of the psychologist in the approach to ED is crucial. Often, it can be

mistakenly thought that EDs are basically food-related problems, when emotional conflicts,

cognitive-behavioral distortions, relational aspects (both with the family and socially), individual

factors such as personality traits, low self-esteem, etc. play a central role in the development and

maintenance of these disorders. The treatment of ED should address psychopathological

problems from a multidisciplinary approach. The psychological picture is characterized by

anxiety, depression, cognitive distortions, low self-esteem and lack of self-control. The present

work seeks to discover the relationship between eating disorders and psychology, opening new

avenues for the prevention and psychological diagnosis of these disorders. A more flexible and

dynamic vision is very useful to understand, treat and, above all, prevent these disorders.
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Keywords: Eating Disorder, Psychology, diagnosis, cognitive-behavioral distortion.

Introducción

Alrededor del mundo hay una gran influencia de los medios de comunicación como la

televisión, el Internet, las revistas y otros, los cuales promueven patrones de belleza inadecuados,

que pueden impulsar a las jóvenes a desarrollar trastornos de la conducta alimentaria, sin

embargo, también se piensa que dichos trastornos vienen asociados con características

patológicas de personalidad.

Según la Asociación Americana de Psiquiatría y Dietética (2014) los TCA constituyen

unos de los trastornos más difíciles de tratar, siendo perjudiciales para la salud, por lo que su

tratamiento requiere de un equipo multidisciplinario de especialistas.

Los TCA representan en la actualidad, según la Organización Mundial de la Salud

(OMS), el problema de salud más importante de la humanidad, tanto por el número de personas

afectadas que va en aumento, como por las muertes que ocasiona, asociados con una baja calidad

de vida y altas tasas de comorbilidad psicosocial.

Son definidos como “alteraciones específicas y severas en la ingesta de los alimentos,

observadas en personas que presentan patrones distorsionados en el acto de comer y que se

caracterizan, bien sea por comer en exceso o por dejar de hacerlo” (Méndez, et.al; 2008, p.580).

Todo esto tiene un impulso psíquico y no por alguna necesidad biológica o metabólica. Así
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mismo este grupo de enfermedades son multifactoriales y complejas, debido a que engloba una

serie de entidades patológicas, es decir que, aunque comparten ciertos atributos, varían las

expresiones físicas, psicológicas y conductuales.

Los trastornos de la conducta alimentaria en la actualidad han sido más frecuentes en las

mujeres y generalmente en la adolescencia y la juventud. Se han caracterizado por su

complejidad y la aparición de recaídas provocando alteraciones en el funcionamiento psicosocial

de las personas, ya que tienen un efecto devastador en los pacientes que padecen este trastorno

debido a que se han relacionado con un alto riesgo de conductas suicidas.

Actualmente, hay que entender por trastorno de la conducta alimentaria aquellas

alteraciones en las que la conducta alimentaria se encuentra modificada, pero fundamentalmente

como consecuencia de los dramáticos intentos que las pacientes hacen para controlar su peso y

su cuerpo. Las características que forman la personalidad de los seres humanos modulan, en

mayor o menor grado, todas sus reacciones ante las distintas situaciones que se le presentan en la

vida, cuando éstas son patológicas hacen sufrir tanto a la persona que la padece como a las

personas que la rodean.

De acuerdo con el Manual de Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales DSM-IV-

TR (American Psychological Association, 2002), se clasifican en tres tipos: Anorexia Nerviosa

(tipo restrictivo y compulsivo-purgativo); Bulimia Nerviosa (tipo purgativa o no); y Trastornos

de la conducta alimentaria no especificados.

En la sociedad actual, se percibe un incremento de enfermedades psicosomáticas, las

cuales constantemente se encuentran en análisis y estudios desde diversos enfoques teóricos,

como en el caso de los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA); siendo su tratamiento


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constantemente actualizado. Es por esta razón que son fenómenos llamativos y relevantes para

estudios desde diferentes disciplinas, ya que, además, presentan una alta implicancia en la

sociedad junto con un aumento de casos en los últimos años.

Se ha optado por un modelo pluricausal en el que interactúan diferentes tipos de variables

biológicas, psicológicas y relacionales, dando lugar a una serie de factores predisponentes

precipitantes y de mantenimiento que permiten explicar la aparición y cronificación de los

trastornos de la conducta alimentaria.

Desde el punto de vista del Psicoanálisis, teóricos contextuales, intentan abordar estos

trastornos dando respuestas a sus causas y consecuencias, señalando algunos factores que

contribuyen a su formación y mantenimiento. De esta forma, el presente trabajo por medio de

una indagación profunda acerca de los trastornos de la conducta alimentaria desde el ángulo

particular de la psicología pretende dar respuesta a nuestra más grande inquietud, averiguar si en

realidad existe una relación entre los trastornos alimenticios y los trastornos psicológicos, la cual,

nos ayude no solamente a tratar y diagnosticar a estos tipos de enfermedades, sino también nos

sirva para ser capaces de prevenirlas.

Desarrollaremos nuestro tema en cuatro diferentes apartados. En el primer apartado

explicaremos de manera muy general el concepto de los Trastornos de la Conducta Alimentaria

(TCA) y de esta forma, tomando en cuenta los factores que pueden llegar a crearlos, en el

segundo apartado hablaremos de uno de los causantes principales, y que también se califica

como otro tipo de trastorno llamado: “Dismórfico corporal”, el cual, nos parece sumamente

importante por su amplia relación con la psicología. En el tercer apartado de manera muy

profunda nos adentraremos en el punto de vista de estos trastornos de la conducta alimentaria

desde los ojos de la perspectiva psicoanalítica, permitiéndonos de esta forma concluir con
23

nuestro cuarto apartado, en donde, finalmente descubrimos la verdadera relación de los TCA con

la psicología: las emociones.

Trastornos de la Conducta Alimentaria

Los trastornos de la conducta alimentaria se han visto con mayor frecuencia en la

actualidad. La anorexia y la bulimia son dos de los más comunes, los cuales, van en aumento en

las últimas décadas y sus efectos negativos han tenido sobre el desarrollo psicológico y la salud

del adolescente notables alteraciones. Nilo y Rosaura (s/f) señalan que existe una multiplicación

de casos. Investigaciones han confirmado que una de cada dos adolescentes de entre 18 a 26 años

sufren pensando que son “imperfectas” y que su peso es “elevado”.

Un trastorno de la conducta alimentaria se ha definido como:

Trastornos mentales caracterizados por un comportamiento patológico frente a la

ingesta alimentaria y una obsesión por el control de peso. Este tipo de trastornos se

caracterizan por una serie de síntomas que derivan de un elevado nivel de insatisfacción

corporal juntamente con la existencia de ideas distorsionadas referentes al comer, al peso

y a la imagen corporal. Son enfermedades multifactoriales: factores genéticos, familiares,

sociales y culturales. Entre los factores personales destacan la baja autoestima, el alto

nivel de autoexigencia y de perfeccionismo, miedo a madurar, a crecer (Serra, 2015,

p.20).
24

Esto nos provoca una inquietud, ya que los factores que han desarrollado estos trastornos

son etiopatogenias, es decir, que interviene diferentes factores ya sean genéticos psicológicos,

sociales, culturales, nutricionales, neuroquímicos y hormonales que actúan como principales

causas que desencadenan o alteran un TCA.

En factores ambientales han sido los cambios que ha tenido la dieta, la influencia de los

medios de comunicación y la mala información que se han implantado en la sociedad, así como

la industria de la moda, que busca la “perfección” induciendo a las jóvenes a seguir pasos muy

restrictivos, como las dietas que procuran eliminar ciertos grupos de alimentos, en especial los

hidratos de carbono, debido a que se cree que son “malos” y hacen “engordar”.

Ahora bien, otro factor causante es la cuenta excesiva de kilocalorías. Esto se hace para

tener un mayor control de qué y cuánto es lo que consume una persona al día, de modo que su

objetivo es cumplir sus gastos energéticos de una manera incorrecta y sin apoyo de un

profesional; orientando así el satisfacer necesidades emocionales o sociales, sin darle una

importancia a lo nutricional (Nilo, et al (s/f)).

Es importante mencionar que, en la etapa de la adolescencia, los adolescentes tienden a

buscar su identidad, así como la búsqueda de su imagen corporal ideal, de manera que estos

mensajes con información falsa hacen que los tomen de una manera positiva sin concientizar los

daños que se provocan en un futuro.

Por otro lado, la grave tendencia social y cultural ha considerado la delgadez como una

situación ideal de aceptación y éxito que ha influido a que cada vez más adolescentes,

especialmente las mujeres, desarrollen una gran preocupación por su estética y su imagen

corporal provocándoles de esta forma un tipo de trastorno llamado “dismórfico corporal”. Este
25

trastorno se basa en un miedo a no verse estéticamente perfecta. Al respecto, Tania, et. al. (2012)

lo define como una afección que hace que la gente crea que hay partes de su cuerpo que son

desagradables. La gente con este trastorno se pasa horas focalizada en lo que cree que está mal

de su aspecto físico, muchas veces al día, hacen cosas para fijarse en su aspecto físico, corregirlo

o arreglarlo, cubrirlo o hacer preguntas a los demás sobre él. Se obsesionan con defectos o

imperfecciones que carecen de importancia o que pasan desapercibidos para los demás.

Ahora bien, se ha confirmado que los trastornos más comunes y que han afectado a miles

de jóvenes son la anorexia y la bulimia. La anorexia no ha sido algo nuevo de modo que

diferentes autores lo han definido de manera diferente, sin embargo, Raich (2018), investigó y

concluyó que la anorexia es un trastorno grave de la conducta alimentaria desde un punto de

vista físico como psíquico, es decir, es de origen multifactorial. La persona presenta un peso

inferior al que sería de esperar por su edad, sexo y altura. El peso que se pierde es debido a los

ayunos o una reducción extremada de la comida, pero casi el 50% del 100% de las personas que

lo padecen usan también el vómito auto inducido, el abuso de laxantes y/o diuréticos y el exceso

de actividad física para una pérdida de peso mayor, sin que exista una enfermedad médica que

explique dicha pérdida.

Existen ciertos criterios para diagnosticar la anorexia nerviosa, desde lo físico hasta lo

psíquico. Al respecto, existe una negación por parte de la persona, lo cual la lleva a rechazar

cualquier ayuda. Así como el rechazo a los alimentos y la obsesión de verse extremadamente

delgada (Raich, 2018).

Por otro lado, la bulimia nerviosa fue descrita por Russell, a diferencia de la anorexia

nerviosa, como el trastorno caracterizado por la ingesta masiva de alimentos, seguido de una

“compensación” con la finalidad de controlar el peso. Esta enfermedad es de difícil detección ya


26

que a simple vista la persona puede no verse “mal nutrida”, y en ocasiones puede presentar

incluso sobrepeso y ya que esta se practica en secreto hace aún más difícil su diagnóstico

(Ramos, 2015).

El diagnóstico muchas veces es difícil por la ocultación de los síntomas y si bien es una

enfermedad que se inicia en la adolescencia, puede pasar desapercibida y sólo ser descubierta

después de muchos años, a veces después de más de una década de sintomatología (Rava &

Silber, 2004).

Los pacientes con bulimia nerviosa muchas veces llegan a ser impulsivos en diversos

ámbitos de su vida, así como pueden ser muy fáciles de irritar y pueden presentar, incluso,

labilidad emocional. Conjuntamente, estos pacientes a menudo presentan una baja autoestima y

diversos trastornos depresivos o de la personalidad. En un estudio de mujeres bulímicas, el 33%

abusaban el alcohol y el 28% abusaban las drogas, con un 18% con sobredosis repetidamente

(Ramos, 2015)
27

Trastorno dismórfico corporal en la actualidad

El principal problema de la investigación en Psicología sobre trastornos de conducta

alimentaria es que se ha centrado en la determinación de alteraciones de la imagen corporal

como el elemento psicológico a considerar, tanto en la etiología, al considerarlo un factor

predisponerte (insatisfacción de imagen corporal) a la vez que se le considera como criterio

diagnóstico (distorsión perceptiva del tamaño corporal).

El manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales cuarta edición (DSM-IV)

en su versión castellana de 1995, señala dentro de las características diagnósticas de la anorexia a

la alteración de la percepción del peso y de las siluetas corporales como criterio. Tal designación

ha provocado que se estudie la imagen corporal casi exclusivamente como una variable asociada

a trastornos de comportamiento alimentario.

A este respecto, Sánchez-Sosa (2007) considera que existe una contradicción respecto al

considerar a la alteración de imagen corporal como una categoría diagnóstica de trastornos de

conducta alimentaria, ya que estos trastornos están directamente asociados con una condición de

infrapeso, mientras que la alteración de imagen corporal tendría que ser considerara como factor
28

de riesgo de problemas alimenticios que abarcarían no solamente a problemáticas relacionadas

con el infrapeso, sino que estarían igualmente asociadas a actividades en donde el sobrepeso

estaría presente, lo cual presupone que la determinación de imagen corporal no puede ser

conceptualizada como un trastorno actitudinal o perceptual, sino más bien deberá de considerarse

como una aceptación social de acuerdo a parámetros preestablecidos.

Una perspectiva Psicosocial tendría que valorar la participación directa del factor

sociocultural en el desarrollo psicológico, por lo que resulta trascendental el abordaje de los

diversos contextos en que se desenvuelve el ser humano. Considerando que durante el período de

la adolescencia es cuando se establece una mayor influencia social.

De lo anteriormente comentado, se desprende una pregunta en relación a qué es lo que

realmente evaluamos cuando medimos la imagen corporal, una distorsión perceptiva o cognitiva

de la imagen corporal en términos de representaciones mentales, derivadas de un proceso

cognitivo de comparación, autoevaluación y autorechazo, o bien una determinación individual

respecto al grado de aceptación y adopción al modelo de la delgadez, lo cual implica

conceptualizar a ésta no como distorsión perceptual o cognitiva, sino como una adaptación a los

parámetros sociales impuestos respecto al ideal de la figura femenina.


29

Los trastornos de la conducta alimentaria desde la perspectiva del psicoanálisis

El psicoanálisis y la terapia psicoanalítica sirve para aquellas personas que sienten que

caen en forma recurrente bajo el peso de síntomas psíquicos lo que impide que puedan

desarrollar todo su potencial para ser felices individualmente, con sus amigos o su familia, así

como sentirse exitoso y pleno en trabajo o en las tareas habituales de la vida. La ansiedad, las

inhibiciones y la depresión generalmente son signos de conflictos internos. Esto puede originar

dificultades en las relaciones y si no son tratadas pueden tener un impacto considerable tanto en

la vida personal como profesional de las personas. Las raíces de dichos problemas a menudo van

más profundas de lo que la conciencia puede alcanzar, esta es la causa por la cual es irresoluble

sin psicoterapia.

El psicoanálisis contextual, ha brindado aspectos teóricos relevantes para explicar la

dinámica a la base de los trastornos de la conducta alimentaria. El primer autor psicoanalítico del

contexto a considerar es Ronald Fairbairn, quien abandona las nociones y teorías de los autores

del conflicto intrapsíquico, como de la teoría del aparato mental del Ello, Yo intra-sistémico y

del determinismo psicológico freudiano (Fairbairn, 1952). Más tarde Donald Winnicott, vincula
30

la postura de Fairbairn en cuanto a la necesidad primaria de cada ser humano en contactarse con

el medio ambiente (Nemirovsky, 2002). Además, realizó grandes aportes desde la teoría del

desarrollo emocional temprano, enfatizando la relación madre/bebé como unidad elemental,

describiendo funciones claves del ambiente como el sostenimiento, manipuleo y presentación de

objeto. Por su parte, Hilde Bruch (1973), fue una de las primeras psicoanalistas en realizar

estudios acerca de los defectos en la autopercepción y autorregulación de las sensaciones de

hambre en relación a los trastornos de la alimentación, ayudó a entender el mundo interno de

estas pacientes, convirtiéndose una de las precursoras en diseñar un tratamiento específico

enfocado en una relación real con ellas, advirtiendo los desafíos de este trastorno.

Aun y cuando se admite el carácter multifactorial de los trastornos alimenticios, la

investigación en torno a conducta alimentaria sigue haciendo énfasis en el carácter causal

internalista del factor psicológico o atiende a la relación entre factores biológicos, psicológicos y

sociales sin contemplar las diversas dimensiones en que se pueden analizar dicha relación.

Los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) son manifestaciones de una variedad

de preocupaciones experimentadas por hombres y mujeres, en relación al peso, su cuerpo e

importancia de la comida. Referente a su clasificación, de acuerdo con el DSM-IV-TR

(American Psychological Association, 2002), existen tres tipos de trastornos alimentarios:

Anorexia Nerviosa de tipo restrictivo o compulsivo-purgativo; Bulimia Nerviosa, que puede ser

de tipo purgativa o no; y los Trastornos de la Conducta Alimentaria no especificados (donde se

incluye el trastorno por atracones).

En relación a esto, Kernberg (2005) señala que la mayoría de los “pacientes con

trastornos graves de la conducta alimentaria, sufren de una significativa patología del carácter”

(p.199). En hombres, los TCA se relacionan principalmente con el Trastorno Obsesivo


31

Compulsivo, mientras que, en el caso de las mujeres, la asociación es mucho mayor,

involucrando Trastornos vinculantes, Trastornos Fobo-obsesivos, Trastorno Narcisista de la

Personalidad, Histeria (en el sentido más clásico posible), Trastorno Límite de la Personalidad y

Trastornos depresivos (Pedreira, 1999; Kernberg, 2005).

Desde el psicoanálisis contextual, la comprensión de la Anorexia Nerviosa se explica

desde el rol fundamental de la madre. Díaz y Cruzat (2011) describen a esta madre con fallas en

la relación temprana con su hija, caracterizada por una vinculación absorbente, con dificultad en

la niña para realizar una verdadera separación e independencia de la madre. Gabbard (2002)

plantea que el origen de la Anorexia Nerviosa se remonta a una falla en la relación entre la bebé

y la madre. Además, se señala que la madre cría a la hija de acuerdo a sus propias necesidades

por sobre las de la niña. Esto repercute negativamente en las hijas, ya que no se perciben a sí

mismas, como un individuo separado, sino como una prolongación de su madre.

En relación al acto de comer, (Bruch, 1987, p. 211) menciona que las pacientes con

Anorexia Nerviosa transforman su ansiedad y problemas psicológicos a través de la

manipulación de la ingesta de comida y manipulación de su cuerpo por medio de su talla. Se

plantea que el alimento pasa a representar a la madre, siendo tragado, en representación de la

dificultad que tiene la niña de incorporarla, como la que satisface las necesidades de afecto y

protección, no pudiendo integrar aspectos idealizados y devaluados.

Por otro lado, el cuadro bulímico tiene relación con la ausencia de un objeto transicional,

Winnicott (1953) lo explica como una experiencia ilusoria, con su creatividad y la aceptación de

la realidad. Entonces, este objeto puede ayudar en el intento de separación entre la niña y su

madre, como una lucha, donde la comida representa este objeto. Es decir, la ingesta simboliza un

intento de lograr fusión simbiótica con la madre, y la expulsión de esta refleja un esfuerzo por
32

separarse de ella, además de un temor inconsciente al abandono (Gabbard, 2002). Otros aspectos

son, la búsqueda desesperada de comida para devorar, de objetos para poseer, relaciones sexuales

indiscriminadas y el uso de drogas, como intentos de llenar un vacío interior: sentirse aceptada y

querida y conseguir sensaciones de relajación para combatir la depresión. Todo lo cual estaría

marcado por dificultades en las relaciones interpersonales (Espina, 2007).

Hilde Bruch considera que la base para los diferentes trastornos del comportamiento

alimentario, se centran en los problemas en la identificación de sensaciones y emociones, en la

percepción de la imagen corporal, la dependencia hacia la madre y la fragilidad de la identidad

(Bruch, 1982). El eje central de sus postulados radica en la relevancia que adquiere la distorsión

de la imagen corporal. Esta distorsión, junto con disfunciones de tipo alimentarias son

simbólicas, ya que se consideran como formas de camuflaje para diversos problemas, que no han

logrado resolverse por otros medios (Bruch, 1973). “Las anoréxicas transforman su ansiedad y

problemas psicológicos a través de la manipulación de la ingesta de comida y la talla” (Bruch,

1987, p. 211). Además, menciona que en estos trastornos se presentan problemas en su sentido

de la individualidad e identidad antes de manifestarse el trastorno alimentario, necesitando ayuda

en su búsqueda de autonomía. Por lo tanto, al clarificar la meta principal del tratamiento, se

busca comprender el trastorno emocional subyacente del paciente involucrado con su autonomía,

más que el problema de no comer (Bruch, 1982).

Con respecto al rol que cumple la madre, Bruch (2002) menciona que ésta sobrepone sus

propias emociones corporales, excluyendo las necesidades del bebé en esta relación madre–hijo.

Por lo tanto, ella no es capaz de identificar adecuadamente las necesidades de su hijo, pudiendo

terminar en un desconocimiento de los límites del Yo, la imagen corporal y el sentido de

identidad. Complementando lo anterior, cuando la madre ofrece el alimento en respuesta al llanto


33

del bebé, éste desarrolla la sensación de hambre, pudiendo diferenciarla de otras. Sin embargo, la

madre al no atender adecuadamente las necesidades, el bebé confundirá a futuro la sensación de

apetito con otras desagradables y al crecer interpretará erróneamente cualquier tipo de frustración

(Bruch, 2002).

Cuando las señales de la niña no reciben respuestas confirmadoras y validantes, ésta no

puede desarrollar un sentido sano del yo. Por lo tanto, la niña se experimenta a sí misma

simplemente como una extensión de su madre, no como un centro de autonomía con su propio

derecho (Gabbard, 2002). El cuerpo se percibe entonces, como habitado por una madre

introyectada negativamente, y la inanición puede ser un intento para detener el crecimiento de

este objeto interno intrusivo y hostil (Gabbard, 2002).

Es así entonces que el síntoma surge durante el periodo de crecimiento, específicamente

en la adolescencia, donde la hija comienza a adquirir mayor independencia. La madre al verse

vulnerable por la pérdida de la dependencia de la hija reacciona privándola de afecto,

favoreciendo reacciones regresivas en ella. A su vez, la madre utiliza como objeto a su hija para

suplantar sus propias fallas afectivas.

Es preciso señalar que no se pretende hacer un maridaje meta teórico de las posturas

gestálticas e interconductuales, mismas que, por lo anteriormente mencionado son concepciones

inconmensurables. Sin embargo, existen antecedentes de aproximaciones eco-conductuales que

permiten considerar la estructura contextual, de los cuales los múltiples factores influyen

interactivamente en el desarrollo del individuo, por lo que es necesario recurrir a un modelo que

integre la estructura contextual con variables personales desde una perspectiva interactiva

Psicosocial.
34

Esta concepción de campo interconductual de las variables psicológicas da sentido al

concepto de variables psicosociales. Se asume que la perspectiva de campo interconductual tiene

una concordancia lógica con la estructura contextual con los conceptos psicosociales.

Respecto a los factores personales, hemos realizado una reconceptualización de los

términos, considerando que cuando se habla de eventos privados se hace referencia a su

especificidad y a su unicidad de ocurrencia; es decir que son propios de la persona, sin que esto

implique necesariamente subjetividad.

Una de las funciones psicológicas más importantes que se le atribuyen a la familia es la

formación del auto concepto o identidad de los miembros que la componen a través de las

distintas técnicas de socialización que los padres utilizan, mediante el grado de comunicación

padre-hijo o el clima familiar que se establece en el seno de la familia (Musitu & Allat, 1994).

El auto concepto como constructo psicológico ha sido objeto de diferentes posiciones

teóricas, probablemente las de mayor representatividad según son las orientaciones emanadas de

la Psicología cognitiva y el interaccionismo simbólico (Jiménez, 2006).

Musitu y Allat, consideran que el interaccionismo simbólico y la Psicología cognitiva son

orientaciones complementarias y coincidentes en muchos aspectos, pero que, éstas difieren en el

énfasis que le otorgan al estudio del Yo y del Mí, en donde el interaccionismo se centra en el Mí,

es decir, en el componente social del auto concepto, en cómo éste se configura a partir de la

interacción del individuo con los demás miembros de la sociedad, mientras que la Psicología

cognitiva se ha preocupado de investigar los aspectos procesales centrándose en lo que los

autores llaman estudio del Yo, abocándose a las estructuras de conocimiento relativas a uno

mismo y su incidencia en la conducta del individuo.


35

Contemplando las principales áreas de interés de las posiciones teóricas antes

mencionadas, estos autores consideran que la perspectiva interaccionista es la que mejor puede

explicar cómo la familia y los estilos de socialización que asume conforman el contenido del

auto concepto de sus miembros. Así, mientras que para el Interaccionismo Simbólico el punto de

partida es el sujeto, para el conductismo social comienza observando a la sociedad como un todo

(Forni, 1988).

La autoestima se define en términos de la autoevaluación que de sí mismo hace una

persona, expresando cómo considera su interacción ante situaciones específicas a través de

juicios valorativos de aprobación o rechazo; mediante este constructo expresa el grado en que la

persona se considera capaz, exitosa, significativa y valiosa. En suma, la autoestima es un juicio

que tiene de sí mismo una persona; es decir, es un evento privado, pero no en el sentido

internalista, sino de unicidad, por lo que debe de conceptualizarse como un evento personal y no

subjetivo. Es la satisfacción personal del individuo consigo mismo.

Razón por la cual el concepto de autoestima será contemplado como un tipo de

aprendizaje social de auto descripción producto de la interacción y la historia comportamental

del individuo.
36

La verdadera relación: el control de las emociones.

De esta forma, podemos adentrarnos en el abordaje de las emociones, el cual, es

especialmente intrincado y generalmente se encuentra sujeto a entidades subjetivas de naturaleza

interna que en algunas posturas teóricas guarda aún un carácter innato. Sin embargo, una

supuesta evolución del mentalismo argumenta que estas entidades internas son interactivas, lo

que genera una doble función, que por un lado son independientes (como causa), pero a la vez

dependientes (como elemento interactuante) de la relación social entre los individuos.

Desde una perspectiva de campo interconductual, las emociones son consideradas como

conductas complejas que tienen una base biológica y por lo mismo este tipo de conductas no son

propias del ser humano como comúnmente se cree, sino que también está presente en otros

organismos. Sin embargo, en los humanos, estas conductas emocionales (Alegría, Tristeza,

Euforia, Nostalgia, Coraje, etc.), son en la mayoría de los casos conductas aprendidas, en el

sentido de que su ocurrencia se da bajo condiciones complejas no naturales.


37

Desde esta perspectiva, se considera a la sintomatología depresiva como una variable

emocional que evalúa específicamente el comportamiento, producto de la interacción emocional,

entendida como aquellas interacciones que propician respuestas fisiológicas de abatimiento,

somnolencia, que generalmente están acompañadas de aislamiento social, incumplimiento en las

actividades propias de su rol social.

A pesar de que la naturaleza de las emociones ha sido objeto de debate, la mayoría de los

teóricos consideran las emociones como procesos complejos en los que interviene cambios a

nivel fisiológico, conductual y cognitivo (Rodríguez et.al, 2007). Las emociones guían nuestras

decisiones, influyen en nuestras interacciones sociales y facilitan que podamos responder ante

distintas situaciones. Por tanto, la capacidad para regular adecuadamente las emociones es vital

tanto para un buen funcionamiento social, como para el mantenimiento de una adecuada salud

mental.

Los pacientes que sufren un TCA presentan dificultades en el procesamiento de las

emociones, mostrando un deterioro en la capacidad para reconocer sus propias emociones, así

como, en ocasiones, para identificar las experiencias emocionales de los demás (Tchanturia et

al., 2015). Estos déficits en el procesamiento de las emociones suelen causar reacciones intensas

y frecuentemente descontroladas.

Los problemas alimentarios que sufren los pacientes con AN y BN a menudo han sido

conceptualizados como una consecuencia de la incapacidad que sufren estas personas para

controlar sus emociones negativas. Así pues, las conductas alimentarias problemáticas podrían

ser empleadas como un modo para descargar, paliar o controlar el malestar producido por

emociones negativas tales como la ansiedad y la depresión (Tchanturia et al., 2015).


38

Con todo ello, se puede llegar a la conclusión de que la N está asociada a déficits

importantes en la utilización de habilidades de regulación emocional adaptativas, hecho que

pudiera actuar como factor mantenedor de este trastorno, así como predecir los resultados a largo

plazo (Davies, et al., 2012).

En relación a la BN, la evidencia existente sugiere que, de modo similar a lo que ocurre e

la AN, las personas con este trastorno presentan mayores dificultades de regulación emocional en

comparación con individuos sanos. Concretamente, algunos estudios han encontrado que estos

pacientes tienen una menor conciencia y claridad de sus propias emociones, una menor

aceptación de las mismas, una mayor dificultad para actuar de acuerdo a un objetivo, controlar

las conductas impulsivas y hacer uso de estrategias de regulación emocional adaptativas (p.ej.: la

revaluación cognitiva), así como una mayor tendencia a emplear técnicas de regulación

disfuncionales (p.ej. la supresión de emociones) (Lavender et al, 2015). No obstante, a diferencia

de la AN, en los individuos con BN las dificultades para reconocer las emociones de otras

personas no parecen ser tan evidentes (Lavender et al. 2015).

Algunos modelos explicativos sobre las conductas de atracón en la BN y el TA han

propuesto que las emociones negativas podrían actuar como factores precipitantes y

mantenedores de estos trastornos, y que dichas conductas se emplean como mecanismos

(inadecuados) de regulación emocional (Tchanturia et al., 2015).

En general, se ha visto que existen distintas variables individuales (personalidad,

psicopatología comórbida, etc.) que podrían influir en la asociación entre las emociones y los

TCA (Lavender et al, 2015). La evidencia disponible al respecto sugiere que tanto la AN como la

BN muestran una elevada sensibilidad al castigo y una alta ED. Además, los hallazgos indican

que los individuos con BN presentan una elevada sensibilidad a la recompensa y una alta BS,
39

mientras que la AN (particularmente la de tipo restrictivo) se caracteriza por una baja

sensibilidad a la recompensa, rasgos de personalidad evitativos y problemas respecto a los

síntomas ansiosos y depresivos, los cuales fomentan que la experimentación de emociones sea

vivida como algo aversivo e incontrolable.

Esta vivencia negativa de las emociones tiene como resultado la evitación emocional, es

decir, el deseo de rehuir la experimentación o expresión de sensaciones físicas, pensamientos,

impulsos o conductas relacionadas con los estados emocionales. En este sentido, se ha

hipotetizado que los síntomas típicos de los TCA (tales como el ayuno y la restricción

alimentaria, el ejercicio físico excesivo, las rumiaciones acerca de la comida, la figura y el peso,

las conductas de atracón y/o vómito, o las autolesiones) podrían emplearse como estrategias para

evitar o escapar de emociones negativas no deseadas, prevenir la experimentación de emociones

y reducir la intensidad y duración de las mismas (Lavender et al, 2015).


40

Conclusión

Esta investigación se realizó gracias a la preocupación que se tenía como equipo debido

al incremento de casos de trastornos de la conducta alimentaria en la actualidad y al gran

surgimiento de nuestra interrogante principal: ¿Existe una relación entre los Trastornos de la

Conducta Alimentaria y los trastornos psicológicos?

. Los trastornos de la conducta alimentaria requieren un cuidadoso tratamiento

multidisciplinario, que debe empezarse lo antes posible para evitar consecuencias futuras en el

desarrollo. Al identificar y describir estos trastornos, se establece una relación entre los TCA y

los y la psicología, en donde, el interés de este trabajo se centró en conocer cómo es que diversos

contextos (familia, escuela y comunidad) mediados por una serie de variables personales

(psicosociales), influyen en la conducta alimentaria. Es decir, consideramos que estas variables

psicológicas actúan directamente en la conducta alimentaría de riesgo y a la vez como

mediadoras en la relación entre los diversos contextos y dicha conducta desadaptativa.


41

En resumen, podemos concluir que el modelo explicativo de conducta alimentaria de

riesgo integra una estructura contextual ecológica que presenta una relación indirecta y

significativa del contexto, principalmente familiar, sobre la variable dependiente, así como una

relación causal significativa de las variables psicológicas con la conducta alimentaria de riesgo.

Sin embargo, se considera que la mayor aportación de la presente investigación y quizá el punto

más crítico de la misma, sea el que no se contemplan a las variables psicosociales como eventos

mediadores de procesos causales de naturaleza interna o psicopatológica (psíquicos o cognitivos)

debido a que el replanteamiento meta teórico de campo de la Psicología Social, considera que lo

psicológico y/o sus supuestos procesos (emoción, aprendizaje, percepción etc.), no es algo que le

sucede a un organismo o que sucede en el organismo; en vez de esto, se considera que cualquier

cambio conductual es un cambio en el campo total.

Después de haber realizado este trabajo podemos confirmar nuestra hipótesis planteada

inicialmente. Los trastornos de la conducta alimentaria se vinculan con los trastornos

psicológicos a causa de diferentes factores contextuales como, la familia, la sociedad y la

obsesión de llegar a la perfección con un peso “ideal”; provocando de esta forma un daño físico

y psicológico en las jóvenes adolescentes, volviéndolas personas principalmente con ansiedad,

depresión, distantes en su vínculo social, entre otros trastornos psicológicos. Destacando

principalmente que nuestro lazo más fuerte entre los trastornos de la conducta alimentaria y la

psicología es el control que se tiene sobre las emociones.

De esta forma, y como equipo, creemos que es necesario que el desarrollo de modelos

multifactoriales que expliquen la conducta alimentaria se apoye en técnicas de modelos

estructurales que generen modelos predictivos más refinados, tomando en cuenta los diversos

factores interactuantes que hemos mencionado a lo largo de nuestra investigación.


42

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