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“Agustín -.

¿Negarás ahora que un hombre a quien le falta un ojo puede vivir


rectamente?

Evodio -. Lejos de mí demencia tan grande.

Agustín -. Concediéndome, pues, que los ojos del cuerpo son un bien, cuya pérdida
no impide, sin embargo, vivir rectamente, ¿te parecerá que no es un bien la libertad, sin la
cual nadie puede vivir bien? (…)

Conoces, en efecto, la justicia, de la que nadie abusa. Se la considera como uno de los
bienes más grandes que tiene el hombre y una de las virtudes del alma que constituyen la
vida recta y honesta. Nadie, efectivamente, usa mal de la prudencia, ni de la fortaleza, ni
de la templanza, porque en todas ellas, como en la justicia, de la que tú has hecho
mención, impera la recta razón, sin la cual no puede darse virtud alguna, y de la recta
razón nadie puede usar mal. (…)

Por consiguiente, las virtudes, por las cuales se vive rectamente , pertenecen a la
categoría de los grandes bienes (magna bona); en cambio, las clases diversas de cuerpos sin
los cuales se puede vivir rectamente son los bienes más pequeños (minima bona); y las
potencias del alma, sin las cuales no se puede vivir rectamente, son los bienes intermedios
(media bona). De las virtudes nadie usa mal, de los demás bienes, es decir, de los
intermedios y de los inferiores, cualquiera puede usar bien, y también abusar.

Pero de la virtud nadie abusa, porque la función propia de la virtud es precisamente


hacer buen uso de aquellas cosas de las que podemos abusar; y nadie que usa bien, abusa.”

(SAN AGUSTÍN, De libero arbitrio, L. II,


XVIII-XIX, 189-191.) Trad. Evaristo Seijas

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