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CONCLUSIONES

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6. CONCLUSIONES
A lo largo de esta acción formativa, hemos pretendido hacer un recorrido por aque-
llos aspectos que intervienen en los procesos de relación social, haciendo especial
hincapié en los que facilitan la interacción entre las personas y favorecen el éxito en
los procesos de comunicación y, por tanto, de entendimiento.

En los primeros módulos, la propuesta se centró en un viaje al interior, ya que con-


sideramos que el desarrollo de habilidades y el crecimiento profesional tienen sus
raíces en nosotros mismos, en lo que somos, en lo que queremos y en lo que creemos
que somos capaces de hacer.

Poco a poco, nos hemos ido introduciendo en teorías sobre el comportamiento hu-
mano y sobre cómo podemos afrontar las relaciones con garantías de éxito. Por otro
lado, hemos podido experimentar, a través de los ejercicios prácticos y vivenciales,
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cómo lo aprendido lo podemos aplicar al día a día y cómo podemos obtener resul-
tados notables en poco tiempo.

A modo de recopilación o resumen de toda la experiencia formativa, te proponemos


cuatro pilares o acuerdos en los que consideramos que se concentra gran parte de
la información y las vivencias experimentadas.

Las reflexiones que haremos a continuación están basadas en Los cuatro acuerdos,
un ensayo escrito por el médico mexicano Miguel Ruiz sobre la sabiduría de los an-
tiguos toltecas.

El Dr. Miguel Ruiz explica que es imprescindible lograr entenderse a sí mismo y enten-
der a los demás para conseguir ser felices sin ninguna influencia externa, teniendo
6. en cuenta y comprendiendo que todo lo que necesitamos para lograrlo está dentro
de nosotros mismos.

En esta línea, debemos saber, en primer lugar, que todos los humanos estamos impreg-
nados por un complejo sistema de creencias, adquirido por influencia social, familiar,
educacional. Con frecuencia, dichas creencias nos perturban mental y emocional-
mente y nos crean infelicidad.

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Por otro lado, es necesario tomar conciencia de que podemos modificar el sistema
de creencias para conseguir el anhelado equilibrio interior que lleva a la felicidad.
Esto se puede lograr poniendo en práctica los cuatro acuerdos propuestos por el
Dr. Miguel Ruiz, que son los siguientes:

• Sé impecable con tus palabras.


• No te tomes nada personalmente.
• No hagas suposiciones.
• Haz siempre tu máximo esfuerzo.

Sé impecable con tus palabras

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El primer acuerdo consiste en ser impecable con tus palabras. A priori puede parecer
simple, pero, si eres capaz de llevarlo a la práctica, resultará sumamente poderoso.

Las palabras son esenciales en tu vida, porque constituyen el poder que tienes para
crear y para manifestar tu intención ante las circunstancias. Lo que sueñas, lo que
sientes y lo que realmente eres lo muestras por medio de las palabras. Constituyen el
poder que tienes para expresar y comunicar, para pensar y, en consecuencia, para
crear los acontecimientos de tu vida.

Como afirma el Dr. Miguel Ruiz, «las palabras son la herramienta más poderosa que 6.
tienes como ser humano, el instrumento de la magia. Pero son como una espada de
doble filo: pueden crear el sueño más bello o destruir todo lo que te rodea. || La
mente humana es como un campo fértil en el que continuamente se están plantando
semillas». Estas semillas son las opiniones, ideas y conceptos que expresamos cada
día y que, como ellas, dan su fruto con el tiempo. Si empleamos palabras y expresio-
nes positivas, de aliento, motivadoras, lo más probable es que en nuestra mente se
traduzcan en proyectos exitosos o en momentos agradables y de felicidad.

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Durante nuestra educación, nuestros padres, hermanos, maestros, amigos, etc., expre-
saron en cada momento sus opiniones sobre nosotros, sin pararse a reflexionar en las
posibles consecuencias. En la mayoría de los casos, nos creímos lo que nos decían y
aceptamos sin más las limitaciones que ellos vieron en nosotros. En la actualidad, es
habitual que dejemos de hacer algo que nos apasiona porque pensamos que no
seremos capaces de llevarlo a cabo. Y si alguien nos pregunta ¿Cómo sabes que
no puedes hacerlo?, normalmente nuestra respuesta será Porque lo sé o Porque no
soy bueno en eso.

Se trata de acuerdos que tenemos con nosotros mismos, muy complicados de romper.
Hemos acordado dar por válido que si alguien nos dice que no podemos, es que no
podemos. Supone una tarea compleja desmontar este tipo de verdades ancladas
desde nuestra más temprana edad, pero no es imposible. Puede ocurrir que un día
alguien, con palabras, te haga saber que sí puedes, que tienes todas las capaci-
dades para hacerlo y que, además, lo harás excelentemente. Y entonces romperás el
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acuerdo anterior y crearás otro, en este caso, constructivo y potenciador. Pero esto
también lo puedes hacer tú solo. Puedes, con palabras, convencerte de que eres
capaz y de que puedes luchar por lo que deseas.

Cuando hablamos de ser impecables con las palabras, nos referimos a que no las
utilices contra ti mismo. Cada vez que expresamos nuestro rechazo a otra persona,
podemos pensar que las palabras empleadas para ofenderla son contra ella, pero
en realidad las usamos contra nosotros mismos.

Si me quiero y me cuido a mí mismo, expresaré ese sentimiento en mis relaciones con


los demás y seré impecable con mis palabras, porque lo que hago tiende a provocar
una acción semejante en el otro. De esta forma, si voy por la vida ofendiendo, me
ofenderán. Si, en cambio, siento respeto y gratitud, el otro sentirá algo similar por mí.

6. Las palabras son semillas y, como ellas, requieren de un campo fértil para crecer. Si
somos impecables con las palabras, lograremos que nuestra mente se convierta en un
campo fértil para las palabras constructivas y enriquecedoras, así como árido para
aquellas que nos puedan llegar del exterior, limitantes y nocivas.

Si logramos ser impecables con las palabras, empezando por las que nos dedicamos
a nosotros mismos, conseguiremos hacernos inmunes a los mensajes limitantes y poten-
ciaremos nuestra capacidad de logro y superación.

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No te tomes nada personalmente
Este segundo acuerdo consiste en que evites en todo momento tomarte como per-
sonales los juicios emitidos por otras personas.

Habitualmente, cuando los que nos rodean nos dan su opinión sobre nosotros mis-
mos, solemos asumirlas como ciertas. En realidad, si nos tomamos en serio lo que otros
dicen sobre nosotros, significa que estamos de acuerdo con ellos. Esta actitud tiene
que ver con nuestro egocentrismo, tendemos a creernos que todo lo que ocurre a
nuestro alrededor sucede por nosotros.

Lo que los demás hacen o dicen tiene que ver con ellos mismos; no tiene que ver con-
tigo, no lo hacen o dicen por ti. Cada cual tiene su propio mapa del mundo y actúa
en base a su propia realidad. Es por esto que cada mensaje tiene que ver con ellos
mismos, con su realidad y situación personal. Si nos tomamos algo personalmente,
estamos intentando imponer nuestra perspectiva de las cosas por encima de la de
los otros. Si algo que me dice alguien me molesta, es porque pretendo que esté en
mi mente y que entienda qué es lo que necesito que me digan en cada momento de

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mi vida. Las personas dicen y hacen lo que consideran oportuno y lo que les dicta
su brújula personal.

Cuando alguien te agrede o insulta, tampoco debes tomarlo personalmente. En estos


casos, también tiene que ver con la otra persona, no contigo. Si aceptamos que so-
mos únicos y que vemos de forma genuina lo que ocurre en cada momento, debemos
aceptar que, cuando alguien emite un juicio de valor, tiene que ver con su forma
especial de percibir lo que pasa a su alrededor. Por esta razón, no está relacionado
con nosotros, sino con él mismo.
6.
Si damos por válidos los mensajes nocivos de las personas con las que nos relacio-
namos, estamos cargando sobre nuestras espaldas una serie de verdades con las
que en realidad no queremos vivir y que, además, no compartimos. Aceptándolas, las
incorporamos en nuestras vidas y terminamos por hacerlas nuestras, es decir, acaba-
mos por creernos lo que los demás piensan de nosotros.

Por todo esto, es importante que no te tomes nada de lo que te llegue desde fuera a
nivel personal. Esta norma la debemos aplicar tanto si lo que nos dicen es negativo

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como si es positivo. Si alguien te dice «Qué antipático eres», no debes tomártelo
como personal. De igual forma, si te dicen «Qué agradable eres», tiene que ver con
la otra persona y no contigo, por lo que tampoco debes darlo por válido.

Por otro lado, si las personas de nuestro entorno se sienten ofendidas cuando nos
comunicamos con ellas, no es por nuestra culpa. Si un amigo se queja y te hace saber
que se siente dolido por lo que le dices en un momento dado, realmente no tiene
que ver contigo. Probablemente existe una herida abierta en la otra persona que tú
rozaste con tus palabras. Es tu amigo el que se hace daño a sí mismo.

En definitiva, a lo largo de tu vida te encontrarás a gente que te diga cosas positi-


vas o negativas; en ambos casos, no te las tomes como personales. Si quieres saber
quién eres y lo que deseas o cómo te encuentras en un momento determinado, debes
buscar en ti mismo. Tenemos la información necesaria para descubrirnos, aunque en
ocasiones no escuchemos lo que nosotros mismos nos queremos decir y prefiramos
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aceptar lo que otros piensan de nosotros. Por esto, debes confiar en ti y decidir si
crees o no lo que los demás te dicen.

No hagas suposiciones
El tercer acuerdo propone evitar suponer lo que ocurre cuando no contamos con
evidencias. Es habitual que hagamos suposiciones de lo que creemos que pasa a
nuestro alrededor. Suponemos las razones que mueven a otros a reaccionar de una
forma determinada, a decir algo concreto, a hacer algo o a dejarlo de hacer. Pero,
en realidad, no tenemos la certeza de que lo que suponemos sea realmente así.

Cada vez que hacemos una suposición, la damos por cierta y actuamos en con-
6. secuencia. De esta manera, generamos conflictos innecesarios a nuestro alrededor.
Una vez que aceptamos como real una suposición, filtramos la información que nos
llega y solo tomamos en cuenta la que confirma lo que hemos supuesto, por lo que
descartamos aquella que nos pudiera despojar de la razón. Además, tendemos a
compartir lo que hemos imaginado con más personas, buscando apoyos y reforzan-
do la mentira que hemos creado en nuestra cabeza.

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Por ejemplo, una tarde sales a pasear y te encuentras con alguien que hace tiempo
que no ves. Lo saludas, pero la otra persona no te devuelve el saludo y sigue de
largo. En este momento suelen comenzar las suposiciones: «Pero qué le pasa a este
antipático»; «Seguro que no me saludó porque no lo invité a mi cumpleaños»; «Claro,
ahora se lleva bien con Antonio, lo más probable es que le haya hablado mal de
mí»… Si das por válidas estas suposiciones, la próxima vez que te encuentres con
él, no lo saludarás o te mostrarás molesto. Pero puede ocurrir que el día del suceso
inicial, esta persona caminara pensando en sus cosas y, simplemente, no se hubiera
percatado de tu presencia. Si esto fuera así, que no deja de ser otra suposición,
habremos construido un conflicto sin base alguna.

En cambio, directamente damos por hecho que rechazó saludarnos por voluntad
propia. En estos casos en los que no hay razones evidentes que justifiquen el suceso,
es importante no suponer nada en concreto y analizar la situación desde la más
absoluta objetividad. Lo que ocurrió realmente es que, cuando paseábamos, nos
encontramos con un conocido al que saludamos y que no nos devolvió el saludo, así
que lo recomendable es llamar a esta persona y preguntarle por qué no nos saludó.
De lo contrario, haremos un sinfín de elucubraciones que no traerán nada positivo

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consigo.

Esta situación, aunque nos pudiera parecer aislada, se repite muy a menudo en nues-
tras vidas. Como apunta el Dr. Miguel Ruiz, «en cualquier tipo de relación, podemos
suponer que los demás saben lo que pensamos y que no es necesario que digamos
lo que queremos. Harán lo que queremos porque nos conocen muy bien. Si no lo
hacen, si no hacen lo que creemos que deberían hacer, nos sentimos heridos y pen-
samos: “¿Cómo ha podido hacer eso? Debería haberlo sabido”. Suponemos que la
otra persona sabe lo que queremos. Creamos un drama completo porque hacemos
esta suposición y después añadimos otras más encima de ella».
6.
Desde su punto de vista, «el funcionamiento de la mente humana es muy interesante.
Necesitamos justificarlo, explicarlo y comprenderlo todo para sentirnos seguros. Tene-
mos millones de preguntas que precisan respuesta porque hay muchas cosas que
la mente racional es incapaz de explicar. No importa si la respuesta es correcta o
no; por sí sola, bastará para que nos sintamos seguros. Esta es la razón por la cual
hacemos suposiciones».

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Por tanto, es fácil darnos cuenta de lo comunes que son las suposiciones en nuestro
día a día, de hecho, también hacemos suposiciones de nosotros mismos. Suponemos
que podemos hacer o dejar de hacer algo y, después, comprobamos que no es
cierto. Esto ocurre porque evitamos tomarnos el tiempo necesario para preguntarnos
y conocernos.

En definitiva, el reto real de este tercer acuerdo radica en preguntar aquello que
no entiendes o de lo que no tienes suficiente información. Si ocurre algo que puede
conllevar varias interpretaciones, pregunta a la otra persona las razones por las que
actuó de esa forma en concreto, hizo ese comentario o dejó de cumplir con un com-
promiso. Una vez recibida dicha información con claridad, no será necesario hacer
suposiciones. Sea cual sea la respuesta recibida, no olvides el segundo acuerdo y
no te tomes nada como personal.
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Haz siempre tu máximo esfuerzo


La clave para consolidar un nuevo hábito está en la constancia y en repetir la nue-
va acción durante un periodo de tiempo determinado, hasta que lo incorporemos
como un elemento cotidiano de nuestra vida.

El cuarto acuerdo tiene que ver con el trabajo que debes realizar para lograr que
los acuerdos anteriores se conviertan en nuevos hábitos. En este caso, la propuesta
se centra en que hagas siempre lo máximo que puedas, tanto en lo relativo a los
acuerdos anteriores como en todas las facetas de tu vida.

Independientemente de la circunstancia en la que te encuentres, haz siempre lo máxi-


mo que puedas, ni más ni menos. Es importante que tengas en cuenta que las capa-
6. cidades varían dependiendo del momento en el que te encuentres. Por esta razón, en
ocasiones, con lo máximo que puedas hacer obtendrás resultados de alta calidad
y, en otros momentos, no serán tan buenos. Por ejemplo, por las mañanas, después de
haber descansado, tu rendimiento es mejor que por la noche cuando estás agotado.

El Dr. Miguel Ruiz afirma que «en tus estados de ánimo diarios, lo máximo que po-
drás hacer cambiará de un momento a otro, de una hora a otra, de un día a otro.
También cambiará con el tiempo. A medida que vayas adquiriendo el hábito de los

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cuatro nuevos acuerdos, tu rendimiento será mejor de lo que solía ser».
No tengas en cuenta los resultados, simplemente sigue haciendo en todo momento lo
máximo que puedas, ni más ni menos. Si te empeñas en hacer más de lo que puedes,
consumirás más energías de las necesarias y esto se reflejará en una disminución
considerable de tu rendimiento. Si te sobrepasas, tu organismo se resentirá y al final
la situación se volverá contra ti, por lo que la consecución del objetivo se alejará.

Si, por el contrario, haces menos de lo que puedes hacer, entrarás en un estado de
frustración, y te juzgarás y te culparás a ti mismo por no haber hecho todo lo que
eras capaz de hacer, todo lo que podías hacer.

Por esta razón, si te limitas a hacer lo máximo que puedas en cualquier ámbito de
tu vida, no tendrás que juzgarte a ti mismo por haber hecho menos o no te verás
sobrepasado o agotado por haber hecho más de lo que podías.

En su ensayo, el Dr. Miguel Ruiz reproduce el siguiente relato al respecto:

«Había una vez un hombre que quería trascender su sufrimiento, de modo que se fue

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a un templo budista para encontrar a un maestro que le ayudase. Se acercó a él y
le dijo: “Maestro, si medito cuatro horas al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar
la iluminación?”. El maestro le miró y le respondió: “Si meditas cuatro horas al día, tal
vez lo consigas dentro de diez años”.
El hombre, pensando que podía hacer más, le dijo: “Maestro, y si medito ocho horas
al día, ¿cuánto tiempo tardaré en alcanzar la iluminación?”.
El maestro le miró y le respondió: “Si meditas ocho horas al día, tal vez lo lograrás
dentro de veinte años”.
“Pero ¿por qué tardaré más tiempo si medito más?”, preguntó el hombre.
El maestro contestó: “No estás aquí para sacrificar tu alegría ni tu vida. Estás aquí
para vivir, para ser feliz y para amar. Si puedes alcanzar tu máximo nivel en dos horas
6.
de meditación, pero utilizas ocho, solo conseguirás agotarte, apartarte del verda-
dero sentido de la meditación y no disfrutar de tu vida. Haz lo máximo que puedas,
y tal vez aprenderás que independientemente del tiempo que medites, puedes vivir,
amar y ser feliz”».

Si haces siempre todo lo que puedes, conseguirás ser más productivo y disfrutar con
el proceso. De esta forma, actuarás para lograr tus objetivos por el simple placer de
lograrlos y con la condición de que disfrutarás haciéndolo. Si adquieres el hábito

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de hacer en todo momento lo máximo que puedes, entrarás en un proceso de au-
toconocimiento, pues tendrás la posibilidad de observar cuáles son tus límites, hasta
dónde puedes llegar sin sobrepasar el esfuerzo máximo que puedes hacer.

Cuando logres hacer siempre lo máximo que puedes, harás las cosas porque te
resultan agradables, no te sentirás obligado, ya que cada acción la emprenderás
porque lo has decidido tú, así que te sentirás vivo y parte de los procesos. De esta
forma, todo lo que hagas, poco a poco, se irá alineando con lo que eres y con lo
que deseas.

Si cada día, en cada momento, hacemos lo que deseamos y disfrutamos con cada
paso que damos, garantizaremos nuestro bienestar y, por tanto, estaremos capacita-
dos para ofrecer nuestra mejor actitud en las relaciones personales y profesionales.
Esta es una de las mejores garantías de excelencia en las organizaciones.
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