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ADORO LA SABIDURIA DE DIOS

ENERO 1: Solidaridad siempre

A principios de enero de 1787, el crudo invierno no tenía piedad con la población de


Inglaterra, particularmente con los más pobre. John Wesley, es predicador metodista, disponía
de un abrigo confortable, que le permitía enfrentar con tranquilidad la inclemencia de la
estación. A los 84 años de edad y con una salud no muy estable, tenía razones más que
suficientes para justificar el derecho de permanecer protegido en su residencia. Entre tanto,
todos los que lo conocían sabían de su disposición para hacer alguna cosa para aminorar el
sufrimiento de los pequeños desprotegidos de Dios.
Este amor por los pobres había nacido durante el periodo del Club Santo en Oxford.
Comenzaría por John Morgan, un irlandés integrante del grupo que desarrollaba innumerables
acciones benéficas. El instruía a niños huérfanos, cuidaba de pobres y viejos y visitaba
prisiones. Fue Morgan quien incito al grupo a desarrollar algunas actividades en esa dirección.
Por insistencia suya, el 24 de agosto de 1730, Wesley y su hermano visitaron la Prisión del
Castillo.
A finales de este mes, John Wesley visito a la señora Vasey, una de las señoras viejas y
pobres de Oxford, que dependían de la eventual caridad de la iglesia parroquial para cualquier
sustento material o espiritual. Dos años más tarde, junto con John Clayton, hijo de un
comerciante de libros de Manchester, que poseía la misma visión social que Morgan nace una
nueva área de trabajo para los miembros del club Santo. Clayton consiguió licencia para ir al
Asilo Santo Tomas dos veces por semana.
Cuando en enero de 1740 una fuerte nevada en la región de Bristol condujo a la miseria
a muchas personas, Wesley hizo algunas colectas especiales para los pobres que, no tenían
trabajo ni ayuda de sus parroquias, “estaba reducidos a una extrema necesidad”. En un viaje a
Holanda, en verano de 1786, el quedo maravillado con el ejemplo de los diáconos de
Ámsterdam, que socorrían semanalmente de 200 a 300 pobre con el mayor “silencio y
decencia”.
A los 84 años de edad durante una semana entera, la primera del año de 1787, el salió a
las calles de Londres para pedir alimento, abrigo y dinero para atender a los pobres. Deambuló
por diversos barrios de la capital, toco a muchas puertas y suplico apoyo, especialmente de los
metodistas, explicando con paciencia y obstinación que muchas personas sin casa y asistencia
necesitan ayuda. El resultado de su campaña solidaria fue decepcionante: Solamente 6 o 7
personas contribuyeron con 10 libras cada una. A pesar de la escasa solidaridad, consiguió
juntas 200 libras; poco, pero suficiente para hacer algo efectivamente. Creía que, si 40 o 50
personas hubieran donado 10 libras, su plan hubiera sido ejecutado a la perfección.
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2 de enero:
ESTUVE PRESO Y ME VISITASTE

En el texto UN NUEVO LLAMADO FERVOROSO A LAS PERSONAS RAZONABLES Y


RELIGIOSAS, Wesley comenta brevemente la situación del presidio de Newcate, en Bristol, un
lugar insoluble y sucio que inspira horror. El encontraba que de aquel lado del infierno no
había nada comparable a la prisión, donde las personas eran entregadas a la iniquidad,
totalmente desprovistas del temor a Dios y del respeto al ser humano. De tal forma que, al
salir de tal escuela, estaban complemente adaptados a todo tipo de maldad, perfectamente
brutales y diabólicos, preparados para cualquier palabra o acción maligna.
John Wesley siempre se mostró muy preocupados por los presos. Para hacerse una idea,
durante 9 meses, a partir de septiembre de 1783, visito y predico en las cárceles de Londres,
Bristol, y Oxford más de 60 veces. Consideraba que los carceleros eran responsables, en parte,
de la precaria situación de las cárceles. Cuando Dagee, carcelero de la prisión de Newgate, en
Bristol, se convirtió, después de oír un sermón metodista, la situación del presidio se
transformó extraordinariamente. En la carta escrita al editor del periódico de London
Chronicle, el 2 de enero de 1971, Jonh destaca algunos cambios muy importantes:
¡Que sorprendido quede cuando estuve ahí hace pocas semanas! cada lugar, por encima
y por debajo, hasta en el hoyo en donde se confinan los criminales durante la noche, esta tan
limpio como la casa de un caballero; Ahora es una regla para cada prisionero lavar y limpiar su
celda, completamente dos veces por semana. Aquí no hay peleas ni alborotos. Si alguien
considera ser tratado mal, lleva su causa inmediatamente al carcelero, quien escucha las
partes que disputan cara a cara y enseguida decide sobre el asunto. Fueron eliminados los
motivos de peleas en razón de que raramente uno engaña al otro. Si algo así es descubierto el
castigo significa una reclusión más estricta. Aquí no se permitido el uso de bebidas alcohólicas
no importa la ventaja que proporcione al carcelero o al dueño de la cantina. Tampoco se
admite las prostitución, puesto que las prisioneras son vigiladas con cuidado y separadas de
los hombres. Se hace todo el esfuerzo posible para evitar la pereza: son suministradas
herramientas y materiales para los que quieran trabajar en sus oficios. Están trabajando entre
otros, un zapatero, un sastre, y un calderero y un carretero. En el día del Señor no hay trabajo
ni juego, y todos se visten para asistir al culto público en la capilla. Ninguno puede faltar
excepto los enfermos. Para ayudar a los prisioneros hay una Biblia grande encuadernada al
lado de la capilla, accesible para todos. Por bendición de Dios, con esas reglas la cárcel tiene
un nuevo ambiente.
3 de Enero: Separación y autonomía

Uno de los temas más difíciles que acompañaron el ministerio de John Wesley fue la
separación de la iglesia de Inglaterra, la posibilidad de transformar el movimiento metodista
en una iglesia independiente.
A medida que ocurría la expansión y la consolidación del movimiento metodista, con la
organización de las sociedades y el establecimiento de sus casas de predicación, hubo una
creciente presión por parte de los predicadores y de los propios metodistas en el sentido de
una separación de la Iglesia de Inglaterra. Deseaban eso porque les traía autonomía: entre
otras cosas, la Santa Comunión podría ser administrada por los predicadores metodistas en
sus propias casas de predicación.
Había una gran incomodidad en torno a la administración de los sacramentos y Thomas
Walsh, un irlandés convertido del catolicismo, expuso la situación a Wesley, afirmando que el
pueblo necesitaba recibir las ordenanzas de Cristo, mas no ir a la iglesia por causa de los
sacerdotes impíos. Señalo que, con mucha alegría, las personas comulgarían con los
predicadores metodistas, que las habían llevado de regreso a Dios. Más allá del prejuicio
contra los sacerdotes anglicanos, un buen número de metodistas tenía dificultades para
encontrar oportunidades de recibir la comunión. Uno de ellos explico al vicario de Devlin que a
los miembros de su sociedad les era muy difícil recibir con frecuencia la comunión, incluso que
algunos tenían que andar más de 16 kilómetros a pie.
El asunto de la separación se volvió más urgente en julio de 1754, cuando Thomas
Sherlock, obispo de Londres, excomulgo al Sr. Gardiner por predicar sin licencia. La reacción de
John Wesley fue sucinta: “Es probablemente la cuestión que deberá ser determinada
rápidamente con respecto a la iglesia. Pues si precisamos ser disidentes o silenciosos, Actum
Est (Todo se acabó”. En diversas ocasiones la separación casi se llegó a concretizar. John
encontraba que era preferible la separación a renunciar a los cuatro puntos básicos del
programa metodista: predicadores laicos, predicación al aire libre, predicación de improviso y
organización de sociedades.
En la conferencia de 1756 se firmó un pacto de unidad, en el cual todos concordaban
unánimemente que, mientras fuera legal o posible continuar unidos, se evitaría la separación.
Charles Wesley fue el gran defensor de la no separación, luchando contra los
“melquizedéquios”, predicadores metodistas que querían volverse sacerdotes y empujaban a
John Wesley en dirección de la separación.
Para él, “nada, de no ser la gracia, puede proteger a nuestros hijos después de nuestra
partida de transformarse en millares de sectas y millares de errores”
4 de Enero: Itinerancia, sello metodista

Una de las principales características del metodismo era la itinerancia de sus


predicadores. Existía el llamado circuito, compuesto por una determinada parroquia (área
geográfica) con aproximadamente 25 lugares de predicación. El predicador responsable del
circuito tenía la obligación de atender la parroquia, predicando en cada lugar por lo menos
una vez por mes. John Wesley encontraba que los constantes viajes a caballo eran
extremadamente saludables e impedían que sus predicadores metodistas se transformarán en
predicadores indolentes y acomodados. En una carta dirigida a Francis Asbury afirma estar
alarmado por las alteraciones hechas en el metodismo norteamericano, donde se despreciaba
la itinerancia.
El propio Wesley cuidaba de la organización de los circuitos, algunos de los cuales eran
amplios y exigían mucho trabajo de los predicadores. Hacían sus viajes a caballo y ocurrían
muchos accidentes, uno de ellos de consecuencia grave. En enero de 1774, recuperándose de
una caída ocurrida años antes y que, al momento, parecía no tener mayor importancia, él
relata:
“Hace tres o cuatro años, el caballo tropezó y me lanzo al suelo. Sentí mucho dolor, pero
luego me recupere y no presté más atención a lo sucedido. Meses después observe testiculum
alterum altero duplo majoren ese (Uno de los testículos estaba dos veces más grande que el
otro). Consulte a un médico, quien me dijo que era un caso común y no significaba
enfermedad alguna. Un año más tarde, en mayo, el testículo había adquirido el tamaño de un
huevo de gallina. Estando en Edimburgo el Dr. Hamilton insistió en que pidiera la opinión de
los doctores Gregory y Monro. Ellos inmediatamente diagnosticaron una hidrocele y me
recomendaron buscar, tan pronto llegará a Londres, una cura radical, que pensaban podría
hacerse en 16 días. En Londres, consultando al Dr. Whaten, me aconsejará que no pensará en
una cura radical, ya que esta no podría hacerse sin tomar reposo de 15 a 16 días. El no sabía si
mi constitución física pudiera ser perturbada con la cirugía, de la cual nunca me recuperaría.
También me sugirió no hacer nada mientras no se presentarán mayores dificultades, consejo
que decidí tomar. El mes pasado, la hinchazón estuvo acompañada de un dolor constante y
hoy, el Dr. Whaten realizo la operación, retirando más de 11 onzas (medida antigua
equivalente a 28.69 g) de un líquido amarillento y transparente. Junto con el líquido salió, para
su gran sorpresa, una piedra del tamaño de una pequeña bala, lo que supuso fue la causa del
trastorno.”
A pesar de la cirugía para extraer la hidrocele, realizada a principios de 1774, la dolencia
volvió a molestarlo meses más tarde, hasta el punto de exigir atención medica, cada nueve o
diez semanas.
5 de enero: Críticas y oposición

El movimiento metodista era bombardeado por todos lados con críticas de diversos
tipos, desde la acusación de que los metodistas eran agentes secretos del príncipe Charles
Edward Stuart joven que vivía en Francia e iría a invadir Inglaterra para reclamar el trono a su
familia hasta que transformaban a los trabajadores en vagabundos y a sus familias en
mendicantes.
Wesley siempre las refuto todas. El 5 de enero de 1761, él envía una carta al editor del
Westminsmer Journal, reclamando la afirmación del periódico que el metodismo habría
diseminado un espíritu anárquico de fanatismo, propagado por holgazanes y aprobado por
tontos. Wesley escribió:
“Señor, puede usted llamarme holgazán y tonto. Sin embargo, pruebe que soy uno u
otro. Dice que soy fanático, ¿Qué quiere decir con ese término? ¿Un creyente en Jesucristo?
¿Defensor de su igualdad con el Padre y con toda la revelación cristiana? ¿Se refiere a alguien
que sustenta las doctrinas anticuadas del nuevo nacimiento y de la justificación por la fe? Si es
así, entonces yo soy un fanático.
Dice que el metodismo pretende ser un nuevo descubrimiento de la religión. Ése es un
gran error. No pretendemos tal cosa, afirmamos que es la única antigua religión, tan antigua
como el cristianismo, Moisés y Adán.
Quisiera, Señor, que antes de escribir cualquier cosa sobre los metodistas, leyera con
cuidado cualquiera de nuestros escritos. Resumiendo el asunto, los ingredientes completos de
nuestra religión son amor, alegría, paz, paciencia, mansedumbre, bondad, fidelidad, humildad
y modestia. Contra ellos, pienso que no hay ley y, por lo tanto, sigo pensando que deben ser
tolerados, por lo menos en un país cristiano.
6 de Enero: El Carácter de un Metodista

En el texto El Carácter de un Metodista, John Wesley señala que metodista es aquel que:
“Tiene el amor de Dios derramado en su corazón por el Espíritu Santo que le fue dado”
(Rom. 5.5)
(…) ama al Señor su Dios con todo su corazón, y con toda su alma, y con toda su mente y
con todas sus fuerzas” (Mr. 12.30)
(…) confía completamente en el Señor y recibe todas las cosas con alegría en el corazón;
sea dificultad, alegría, enfermedad, sea salud, vida, sea muerte, él siempre da gracias al buen
Dios, desde lo más profundo de su corazón, sabiendo que así como toda buena dádiva y todo
don perfecto desciende de lo alto, solamente aquello que es bueno podrá venir del Padre de
las luces (Stg. 1.17) Y en virtud de esta confianza, no vive ansioso e intranquilo, porque lanza
sobre sobre Dios toda su ansiedad y descansa en Él.
(…) ama al prójimo como a sí mismo. Su corazón está lleno de amor por la humanidad,
por los enemigos y por los que lo persiguen.
(… ) Se purifica de todo pensamiento de venganza, envidia, malicia, rabia, ira o de toda y
cualquier inclinación maliciosa.
(… ) Tiene como propósito fundamental hacer la voluntad de Dios. Su única intensión, en
todo momento y en todas las cosas, no es la propia voluntad, sino complacer y hacer la
voluntad de aquel que lo salvo.
(… ) Ama al Señor y guarda sus mandamientos, no algunos de ellos o la mayoría, sino
todos, del menor al mayor. Procura evitar todo lo que Dios prohíbe, realiza todo lo que Dios
ordena, ya sea fácil o difícil, alegre o doloroso.
(… ) Se pone al servicio de Dios, dispuesto a obedecerle en todas las circunstancias.
Presenta continuamente su cuerpo y su alma en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios,
completamente y sin reservas, entregando todo lo que posee para la gloria del Padre.
(… ) Hace el bien a todos, de todas las maneras posibles. Alimenta al hambriento, cubre
al desnudo, visita a los enfermos y presos. Más allá de esas obras de misericordia, trabaja
también en favor de sus almas, despertando a los que duermen, animando a los cansados y
estimulando a todos para que sean siempre abundantes en la obra del Señor.
7 DE ENERO: MEDICO DE CUERPO Y ALMAS

John Wesley estaba profundamente fascinado por la medicina. Seguía de cerca la


literatura sobre el tema, llegando a cuestionar la capacidad profesional de algunos médicos.
Conforme a la anotación del 7 de enero de 1773, él visitó a una niña que estaba muriendo de
viruela. Al descubrir que la medicación medica era únicamente azafrán, él interfiere con el
tratamiento, recomendado a sus padres que cambiaran los remedios. Días después, cuando la
paciente ya se encontraba restablecida, él señala haber salvado a la criatura de la muerte y de
los médicos, e indaga sobre la competencia profesional: “¿Cómo puede una persona ser tan
ignorante?”
En otra ocasión (16 de agosto de 1748), durante un viaje de Newcastle a Leeds, lee el
Relato de la Plaga en Londres, escrito por el Dr. Hodge, y quedo sorprendido al verificar que el
doctor no se daba cuenta, incluso con los síntomas tan evidentes, de que la primera parte
atacada por la infección es el estómago. Por lo tanto continuaba insistiendo obstinadamente
en el régimen de cura por medio del calor, a pesar de los pésimos resultados obtenidos, o sea,
la muerte de la mayoría de sus pacientes.
En LA CARTA A UN CLERIGO (4 de mayo de 1738), Wesley concuerda que la vida y la
salud son muy importantes y afirma que el hecho de que los médicos deban estar muy bien
preparados para ejercer la profesión es incuestionable. Entretanto, él se cuestiona sobre que
pensar cuando un médico formado, por ejemplo en la Universidad de Dublin, y considerado
apto para ejercer la profesión, no consigue realizar su objetivo. Si entre más o menos 500
pacientes no consigue curar a ninguno, ¿qué pensar de ese medico? Pregunta sobre qué hacer
cuando, por otro lado, alguien que no posee la formación profesional de médico, pero tiene
conocimientos de medicina y compasión por los enfermos y moribundos, llega a curar muchos
de los dolores que el doctor no curó, además sin pago alguno.
El tema de la práctica médica exclusiva por parte de los portadores de diplomas
universitarios es cuestionada por John Wesley. “¿Debe ser condenado aquel que consigue
curar enfermos que el medico titulado no logra curar, sólo porque no posee estudios
completos y una educación universitaria? ¿Será que el hecho de no ser médico debidamente
autorizado le quita el derecho de ejercer su oficio?” Wesley no concuerda con esta opinión,
puesto que medico sería aquel que cura y no médico sería aquel que no cura. Considera que el
título de doctor en medicina confiere autoridad y ofrece un mínimo de garantía, mas no
siempre ocurre eso. Según él, muchos médicos no están capacitados para desempeñar la
profesión.
8 DE ENERO: ¿HAY EN MI ALGUN MAL CAMINO?

En el texto ORACIONES PARA CADA DIA DE LA SEMANA, en el fragmento


correspondiente al domingo por la noche, John Wesley destaca algunas preguntas que un
cristiano serio debe hacerse a si mismo al iniciar sus devocionales vespertinos:
1. ¿Cuál es el grado de atención y fervor de mis oraciones matutinas, públicas y privadas?
2. ¿Hice algo sin la debida atención, sin procurar la gloria de Dios?
3. ¿Consideré por la mañana qué virtud en particular iría a practicar y los asuntos que trataría
durante el día?
4. ¿Fui cuidadoso al descubrir y practicar todo bien a mi alcance?
5. ¿Me interesé por los asuntos de otros más de lo que el amor cristiano requiere?
6. ¿Antes de hacer una visita o ser visitado, ¿consideré la ayuda que podría dar o recibir?
7. ¿Mencioné algún fracaso o falta de alguien, cuando no era necesario para su beneficio?
8. ¿Reclamé a alguna persona sin necesidad?
9. Antes de hacer cualquier cosa, ¿consideré cómo esta acción podría ser motivo de bendición
durante el día?
En cuanto a las preguntas relacionada al amor de Dios, él enumera las siguientes:
1. ¿Reserve alguna parte del día para pensar sobre la perfección divina y su misericordia?
2. ¿Procure hacer del día un día de descanso celestial, sagrado al amor divino?
3. ¿Emplee en obras de misericordia las partes del día que no use en oración, lectura o
meditación?
Más adelante él ruega:
Líbrame de la indolencia, del miedo y del abatimiento del espíritu…
Líbrame, oh Dios, del amor idolátrico a cualquier criatura. Sé que muchos se pierden por
amar esas criaturas. Líbrame de tal afección ciega,… Sobre todo, líbrame de la idolatría de
amarme a mí mismo. Sé que esa es la raíz de todos los males. Sé que me creaste no para hacer
mi voluntad sino la tuya. Ayúdame contra él, el más peligroso de todos los ídolos, para que yo
pueda discernir todas sus astucias y resistir todo su poder.
Pastor de Israel, recíbeme esta noche y me pongo bajo tu protección. Acepta mis pobres
servicios y perdona todos mis pecados… Que todos nosotros que esperamos tu salvación
podamos amarla y alabarla eternamente. Oh Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo… Padre
nuestro.
9 DE ENERO: ENFRENTANDO OPOSICION

En verano de 1781, John Wesley recibe una carta de la sociedad metodista de Yorkshire,
firmada por diversos líderes, respecto a una cuestión bastante difícil. Ya que Wesley incitaba y
hasta exigía que todos los metodistas continuaran participando en los cultos de la iglesia
Anglicana, ¿qué deberían hacer cuando escucharán doctrina falsas de los ministros
anglicanos? En la carta se afirmaba que los predicadores insistían mucho en el abordaje de
temas queridos por los metodistas. ¿Qué hacer: oír y quedarse callado?
En su respuesta (9 de enero de 1782), Wesley reconoce que la cuestión es difícil y
confiesa que no sabría qué decir si recibiera la denuncia. Como el problema no era aislado,
afectando no únicamente a uno u otro local, sino prácticamente a todas las sociedades, el
aguarda a la siguiente reunión de conferencia y expuso públicamente la cuestión. En la carta,
leída delante de los participantes, los metodistas de Yorkshire señalan que el Sr. R., ministro
de la Iglesia Anglicana, afirma e insiste en probar que no podemos ser salvados de nuestros
pecados en esta vida, ni debemos esperar la perfección en el amor antes de nuestra muerte.
Esa era la doctrina que consideraban peligrosa. ¿Qué hacer? ¿Deberían continuar participando
en los cultos sin reclamar o denunciar aquel tipo de enseñanza? Ellos estaban dispuestos a
obedecer la decisión de Wesley, y si la respuesta era continuar participando, ellos
obedecerían. Podrían continuar oyendo herejías de cualquier tipo, más no sería conveniente.
Aquellas doctrinas, repetidas insistentemente, podrían ser nocivas y debilitar sus almas.
La cuestión fue expuesta en la conferencia. Como el problema era común en toda Gran
Bretaña, Wesley permitió que los predicadores miembros de aquél cónclave hablaran al
respecto. Después del debate, se decidió por unanimidad que “todos los metodistas, educados
como metodistas, asistan a los servicios de la Iglesia Anglicana con la mayor frecuencia
posible; sin embargo, cuando el ministro comience a predicar sobre los Decretos Absolutos o a
ridiculizar la doctrina de la perfección cristiana, deben salir de la iglesia callada y
silenciosamente, regresando la próxima oportunidad.”
En la carta, Wesley señala que cuando más reflexiono sobre el tema, más se convenció
de que la decisión de la conferencia había sido la más acertada:
“Aconsejo a mis amigos que cuando eso ocurra, salgan de la iglesia de manera callada y
silenciosa. Solamente les debo advertir que no sean críticos, no acusen a nadie por una
palabra, ni por pocas oraciones. Cualquier persona que cree en nuestros decretos puede
mencionarlos sin pensar. No obstante, si el ministro en cualquier momento hablará
deliberadamente de la Predestinación Absoluta o refutara la Perfección Bíblica, entonces
aconsejo a todos metodistas que salgan calladamente”
10 DE ENERO: TOLERANCIA CERO

En diversas ocasiones, John Wesley recomendó a los predicadores metodistas que no se


envolvieran en controversias. Entre tanto, el mismo se vio envuelto en varias. Una de ellas,
probablemente la más indefensa de todas, fue la ruidosa oposición a la Ley de Tolerancia a los
Católicos, de 1778
En la carta enviada al editor de The Public Advertiser, de enero de 1780, Wesley usa
palabras muy fuertes para combatir la referida ley y enfatizar su apoyo al trabajo de la recién
formada Asociación Protestante, liderada por Lord George Gordon. Las actividades de esta
asociación seguían rumbo propio, pero es bastante probable que el apoyo de Wesley hubiera
contribuido aún más a estimular los ánimos intolerantes.
En junio de 1780, Gordon lideró una multitud de más de 20 mil personas en marcha al
parlamento, con el objetivo de presionar la Ley de Tolerancia a los católicos. Como la Cámara
de los Comunes se negó a considerar la propuesta, hubo una gran revuelta y la ciudad de
Londres se convirtió en escenario de verdaderos actos de vandalismo durante cuatro días, con
saqueos, pillajes e incendios en todos los barrios. Para acabar con las protestas, la policía entro
en acción, encerrando a George Gordon en la prisión de la Torre de Londres. En ese momento
Wesley no se encontraba en la capital, lo que ciertamente lo libro de algunas confusiones. Al
final del año, de regreso en la ciudad, Wesley visito al líder del movimiento, que todavía
estaba cumpliendo su sentencia.
En la carta al editar, Wesley señala haber recibido el panfleto titulado: “Un llamado de la
Asociación Protestante al Pueblo de Gran Bretaña” y haber apuntado sus puntos principales
después de haberlo leído. Según Wesley, el panfleto había sido escrito en un lenguaje claro y
sencillo, con argumentos fuertes y convincentes, además de propósitos bondadosos y
bienintencionados.
Procurando explicar los términos de su envolvimiento en la referida Asociación, Wesley
dice:
“No tengo nada que ver con las persecuciones. No persigo a ninguna persona por sus
principios religiosos. Estimo que haya “una libertad tan amplia en religión” como cualquier
persona pueda imaginar. Sin embargo, ése no es el punto; no quiero discutir si la religión es
verdadera o falsa… Mi argumento no está basado en esa suposición. Por lo tanto, ¡dejemos a
un lado todas las declaraciones sobre intolerancia y persecución en la religión! Supongamos
que toda palabra dicha en el credo del Padre Pio es cierta, supongamos que el concilio de
Trento es infalible; aun así, insisto que ningún gobierno no católico romano debe tolerar a
personas de creencias católicas romanas…
Aquellos que reconocen el poder espiritual del Papa no pueden garantizar su lealtad a
ningún gobierno. No obstante, todos los católicos romanos lo reconocen, y por lo tanto no
pueden garantizar su lealtad a Inglaterra. Poniendo la religión a un lado, está claro que,
apoyándose en argumentos racionales, ningún gobierno debe tolerar a las personas que no le
pueden asegurar su lealtad y conducta pacífica”.
11 DE ENERO: VALORACION DEL OBRERO

En la carta a la sociedad de Keighley (11 de enero de 1779), Wesley comenta el caso de


William Shent, predicador medio itinerante, persona de fundamental importancia para el
establecimiento del metodismo en Leeds. La figura del predicador medio itinerante surgió por
primera vez en 1753, cuando 12 personas fueron designadas como itinerantes de medio
tiempo. William Shent, por ejemplo, era barbero en Leeds y viajaba solamente la mitad del
año.
John Wesley se enteró de que Shent, acusado de haber cometido un pecado grave,
había sido expulsado de la sociedad y estaba viviendo una terrible crisis financiera, sin tener
casa para morar, y pasando hambre. Defendiendo al predicador, afirma:
Tengo algunas preguntas que me gustaría hacerle a la sociedad en Keighley.
¿Quién hizo posible que los primeros predicadores metodistas entrarán en Leeds?
William Shent.
¿Quién fue el primero en recibir a John Nelson en su casa cuando llego? William Shent.
¿Quién me convido y me recibió cuando llegué allí? William Shent.
¿Quién permaneció a mi lado cuando yo predicaba en la calle con piedras volando por
todos lados? William Shent.
¿Quién soporto la tormenta de persecución de todo el pueblo y la detuvo, poniendo en
riesgo su propia vida? William Shent.
¿De quién fue la palabra de alabanza a Dios por muchos años de manera notable? De
William Shent.
¿Por medio de quien fueron llevadas al Señor tantas criaturas que ahora están en el
paraíso y también muchas que todavía viven? De William Shent.
¿Quién ahora está siendo despedazado y arrojado a la calle? William Shent.
Y a nadie le importa. William Shent cayó en pecado y fue públicamente despedido de la
sociedad. ¿Más tendrá que morir de hambre también? ¿Él, con su cabello blanco y todos sus
hijos deben quedarse sin lugar donde reposar la cabeza? ¿Ustedes pueden soportar eso?
¿Dónde está la gratitud? ¿Y la compasión? ¿Dónde está el cristianismo? ¿Y la humanidad?
¿Dónde está el interés por la causa de Dios? ¿Quién es sabio entre ustedes? ¿Quién tiene
interés en el evangelio? ¿Quién está encubierto de misericordia? Que se levante esa persona y
haga lago para resolver esa situación. Todos ustedes levántense, como un solo cuerpo, y
retiren el oprobio. Vamos a ponerlo en pie una vez más. Puede ser que se salve, él y su familia.
Hagámoslo de inmediato.
12 DE ENERO: PLAN DE VISITAS

John Wesley anota en su diario (12 de enero de 1774) que estableció para sí mismo un
plan de visitas. “Comencé al extremo oriente del poblado a visitar la sociedad casa por casa.
No conozco actividad pastoral alguna de mayor importancia que esta. Sin duda, es un trabajo
muy penoso, incomodo, fatigante y sólo puede contar con algunos pocos, entre nosotros
predicadores, que se comprometen a hacerlo.
El recomendaba a sus predicadores que visitaran no únicamente a los miembros de las
sociedades, sino también a los pobres no ligados a los metodistas. Obviamente los
predicadores itinerantes tenían dificultades para hacer ese tipo de trabajo, ya que se la
pasaban corriendo de un lado a otro. Era, por lo tanto, a los predicadores locales, trabajadores
en las cercanías de su residencia y no viajantes, y a los líderes de las sociedades de las clases y
de las bandas que Wesley recomendaba visitar.
Más allá de destacar que los líderes tenían la obligación de realizar este tipo de
actividad, John Wesley siempre estímulo a los demás metodistas para que tuviesen ese
contacto, especialmente con los más pobres y dolientes. Él mismo estableció un método de
visita a enfermos, creando un grupo de 12 personas para esta misión específica que, los
martes por la noche se reunían con él. En la carta a la Srta. J. C. March (7 de febrero de 1776)
él aconseja: “Vaya y vea al pobre y al huérfano en sus humildes chozas. ¡Tomé su cruz, mujer!
¡Acuérdese de la fe! ¡Jesús fue delante de usted e ira a su lado!” En otra ocasión, para la
misma persona, él recomienda:
“Visite a los pobres, a las viudas, a los dolientes, a los huérfanos en su aflicción, aunque
ellos no tengan nada que los recomiende, a no ser que fueran con la sangre de Cristo: Es
verdad que eso no es agradable a la carne ni a la sangre. Hay millares de circunstancias,
generalmente ligadas a esa realidad, que chocan contra la delicadeza de nuestra naturaleza o
más bien de nuestra educación. Más las bendiciones que siguen a ese trabajo de amor irán
más allá de equilibrar la cruz.”
En otra carta a la Srta. March (10 de diciembre de 1777), afirma que, a pesar de viajar un
promedio de casi 8 mil kilómetros por año, aún encuentra tiempo para visitar a los
necesitados. Por creer en la Biblia, considera que esa es su obligación. Y prosigue: “esas son las
características por las cuales el Pastor de Israel conocerá y juzgará a las ovejas en el gran día”
En su diario (9 de septiembre de 1776) Wesley anota:
Comencé lo que hacía mucho tiempo deseaba hacer: visitar las sociedades de casa en
casa, dedicando por lo menos dos horas diarias a ese propósito. Me sorprendí al descubrir la
sencillez con que todos hablaban de su estado de ánimo y espiritual. No podría haber
conocido de otra manera la gran obra de Dios. Encontré pocas cosas reprobables y mucha
alabanza a Dios. Pude observar algo que nunca espere: visitando las familias de los
alrededores del asentamiento de Lawfords Gate, las más pobres de la ciudad, no encontré
ninguna persona desempleada.
13 DE ENERO: BIENAVENTURADOS LOS PERSEGUIDOS

En el texto EL CRISTIANISMO MODERNO MANIFESTADO EN WEDNESBURY Y OTROS


LUGARES VECINOS DE STAFFORDSHIRE, John Wesley relaciona diversos testimonios de
persecuciones sufridas por metodistas. Según el relato de Jonathan Jones (13 de enero de
1744), él se encontró con un enorme grupo de alborotadores afirmando que irían a destruir
sus pertenencias y derrumbar su casa, como ya lo habían hecho con la de Joshua Constable.
Puesto que conoció al líder del rgupo, Thomas Tonks, fue hasta él y converso en tono amable y
convincente, dándole un poco de dinero. A los otros del grupo les ofreció cerveza y procuró
persuadirlos del proyecto que tenían en mente.
Aquel día las cosas se tranquilizaron, pero al siguiente apareció John Stokes con un
garrote en mano, exigiendo una buena cantidad de dinero o de lo contrario rompería las
ventanas de la casa. De igual modo, consiguió frenarle el ímpetu ofreciéndole una bebida. Más
tarde, alrededor de la 6 de la tarde, llegaron John Bagot y John Lynyard, cada uno armado con
un garrote y diciendo la misma cosa. Como él había dado dinero a los otros, también ellos lo
querían, o si no, llamarían a todos los otros compañeros y harían lo mismo que ya les habían
hecho a los vecinos. Después de una larga conversación y un poco de dinero, también ellos se
fueron. El mismo día aparecieron también John Wilks, con una pistola en mano, y seis u ocho
más, armados de garrotes. Nuevamente, sólo después de largas conversaciones y bebidas,
ellos igualmente se fueron.
Al final del relato, Jonathan Jones explica que todo comenzó cuando el Rev. Sr. E., junto
con otras personas, redactaron un documento afirmando que nunca se reunirían para leer,
cantar u orar, ni escuchar al Sr. Wesley. El documento fue pasado de mano en mano por toda
la vecindad y quien no lo firmaba tendría la casa destruida. En el relato de Humphrey Hands
está escrito que el mayor temor de los metodistas era la posibilidad de negar al maestro.
Según él, a pesar de todas las amenazas, con la gracia de Dios, la gran mayoría prefirió perder
todas las cosas que negar la fe en el Salvador.
14 DE ENERO: SUSANA, LA MADRE DEL METODISMO

En enero de 1727. John Wesley, estudiante del Lincoln College, le comenta a su madre
que comenzó a leer la polémica entre los obispos Atterbury y Hoadly. Al llegar a la mitad del
libro, interrumpió la lectura porque pensó que no valía la pena gastar 20 o 30 horas para saber
si ellos estaban interpretando bien o mal el pensamiento de uno acerca del otro. Entonces
Wesley tenía 24 años de edad y la preocupación de compartir con la madre su lectura
confirma su profundo respeto y admiración hacia ella.
Susana siempre se mostró muy interesada en la educación de los hijos. Incluso sin
poseer educación universitaria, pues en esa época las mujeres no podían inscribirse en las
universidades, ella era adelantada para su tiempo e implanto en casa una ley estipulando “que
a ninguna niña se le enseñaría a trabajar antes de que supiera leer bien”. Para ella, “poner a la
cría a coser antes de que pueda leer perfectamente, es la verdadera razón por la cual tan
pocas mujeres pueden leer al punto de ser escuchadas, y nunca al punto de ser bien
entendidas”
Todos los hijos fueron bastante influenciados por la madre, particularmente John que,
hasta en la universidad, mantuvo la costumbre de pedir su opinión acerca de los asuntos que
él consideraba interesantes. En una carta enviada a su madre (28 de mayo de 1725), afirma
haberle recomendado el libro IMITACION DE CRISTO, de Thomas Kempis. Después de haberlo
hojeado varias veces aún no había podido leerlo con cuidado y atención, concluyo que el autor
debía haber sido una persona muy devota, mas no concordaba con las ideas principales allí
expuestas. Wesley señala que no podía creer que, al enviarnos al mundo, Dios hubiera
decretado irrevocablemente que seríamos perpetuamente infelices, y enumera otra serie de
cuestiones con las cuales está en desacuerdo.
En otra carta (18 de junio de 1725), Wesley agradece a su madre los comentarios
enviados sobre el libro de Kempis “La señora me explico muy bien los principios de Thomas
Kempis” y afirma haber oído de determinada persona que LA VIDA Y LA MUERTE, de Jeremías
Taylor, no era recomendable para jóvenes. Él le pide a su madre explicaciones sobre algunos
de sus puntos y la respuesta llega con rapidez. Once días más tarde, otra carta de Wesley
indica su agradecimiento por los nuevos comentarios, especialmente los relacionados a la
cuestión de la humildad. El 22 de Noviembre de 1725 señala estar esperando las opiniones de
su madre sobre un libro publicado por el obispo George Berkeley, defendiendo un idealismo
filosófico que negaba la existencia de la materia. Por esa carta nos damos cuenta que la madre
también hizo observaciones sobre la obra.

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