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El concepto y la tragedia de la cultura

Que el hombre no se ubique incuestionablemente en el hecho natural,


como el animal, sino que se separe de él, se le contraponga, exigiendo,
luchando, ejerciendo y sufriendo la violencia; con este primer gran dualis-
mo se origina el proceso sin fin entre el sujeto y el objeto. En el interior del
mismo espíritu encuentra su segunda instancia. El espíritu produce innu-
merables figuras que continúan existiendo en una peculiar autonomía con
independencia del alma que las ha creado, así como de cualquier otra alma
que las acepta o rechaza. Así, el sujeto se ve tanto frente al arte como frente
al derecho, tanto frente a la religión como frente a la técnica, tanto frente a
la ciencia como frente a las costumbres, no sólo tan pronto atraído, tan
pronto expulsado por su contenido, ahora amalgamado con estas figuras
como un trozo del Yo, tan pronto en lejanía e intangibilidad frente a ellas;
sino que es la forma de la fijeza, del estar-coagulado, de la existencia petri-
ficada, con la que el espíritu, convertido de este modo en objeto, se opone
a la vivacidad que fluye, a la autorresponsabilidad interna, a las tensiones
cambiantes del alma subjetiva; y ello en tanto que espíritu ligado íntima-
mente al espíritu, pero justo por ello experimentando innumerables trage-
dias en esta profunda oposición de forma: entre la vida subjetiva que es
incesante, pero temporalmente finita y sus contenidos que, una vez crea-
dos, son inamovibles, pero válidos al margen del tiempo.
En medio de este dualismo habita la idea de cultura. En su raíz reside
un hecho interno que en su totalidad sólo puede expresarse por compara-
ción y algo vaporosamente: como el camino del alma hacia sí misma; pues
nadie es nunca sólo aquello que es en este instante, sino que es un plus, es
algo más elevado y más acabado de sí mismo, algo prelormado en él, irreal,
pero, sin embargo, existente de algún modo. Aquí no nos referimos a un
ideal nombrable, fijado en algún lugar del mundo espiritual, sino al ser-
libre de las energías potenciales que descansan en ellas mismas, al desarro-
llo de su núcleo más propio, obediente a un impulso formal interno. Así
como la vida —y en el punto más alto su acrecentamiento en la conciencia
contiene en sí de forma inmediata su pasado como algún trozo de lo inot-

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gánico, así como lo pasado continúa viviendo en la conciencia según su desarrollo de todo hombre, visto desde su posibilidad e ser denominado,
contenido originario y no sólo como causa mecánica de transformaciones aparece como un haz de líneas de crecimiento que se extienden según
posteriores, así también abarca su futuro en una forma respecto de la cual direcciones muy distintas y en longitudes muy diferentes. Pero no con és-
lo no viviente no posee ninguna analogía. En todo momento de la existen- tas en sus perfecciones singulares, sino sólo con su significación para o
cia de un organismo que puede crecer y procrearse, la forma más tardía como el desarrollo de la indefinible unidad personal se cultiva el hombre.
habita con una necesidad y una preconfigurabilidad tan interna que en O, expresado de otra manera, cultura es el camino desde la unidad cerra-
modo alguno cabe comparar, por ejemplo, a aquélla con la que el resorte da, a través de la multiplicidad cerrada, hasta la unidad desarrollada. Pero,
en tensión contiene su puesta en libertad. Mientras-que todo lo no-viviente sea como fuere, sólo puede tratarse del desarrollo hacia un fenómeno que
sólo posee el instante del presente, lo viviente se extiende de una manera está instalado en las fuerzas nucleares de la personalidad, un fenómeno,
incomparable sobre el pasado y el futuro. Todos los movimientos anímicos por así decirlo, que está esbozado en ella misma como su plan ideal. Tam-
del tipo del querer, del deber, de la vocación, del tener esperanzas, son las bién aquí el uso lingúístico ofrece una guía más segura. Á una fruta de
continuaciones espirituales rituales de la determinación fundamental de la jardín que el trabajo del jardinero ha extraído a partir de un árbol frutal
vida: contener en su presente su futuro en una forma específica, que preci- leñoso e incomestible la denominamos cultivada; o también: este árbol
samente no existe más que en el proceso de la vida. Y esto no sólo atañe a salvaje ha sido cultivado hasta conseguir un árbol frutal. Si, por el contra-
rio, a partir del mismo árbol se fabrica un mástil, y, en esta medida, se le
desarrollos y consumaciones particulares, sino que la personalidad en su
totalidad y como unidad porta una imagen en sí como trazada previamente aplica un trabajo teleológico no menor, entonces no decimos de ninguna
con líneas invisibles, imagen con cuya realización la personalidad, por de- manera que el tronco ha sido cultivado hasta conseguir un mástil. Este
cirlo de algún modo, en lugar de su posibilidad sería su plena realidad. Así matiz lingúístico manifiesta claramente que el fruto, a pesar de que no se
pues, por mucho que la madurez y el acrisolamiento de las fuerzas aními- verificara sin el esfuerzo humano, surge finalmente a partir de las mismas
cas pueda consumarse en tareas e intereses particulares y, por así decir, fuerzas del árbol y sólo satisface la posibilidad predibujada en sus mismas
provinciales, a pesar de esto, se encuentra de algún modo abajo o encima predisposiciones; mientras que la forma de mástil es añadida al tronco a
de ello la exigencia de que con todo esto la totalidad anímica como tal partir de un sistema de fines por completo ajeno a él mismo y que carece
satisfaga una promesa dada con ella misma, y, en esta medida, todos los de toda preformación en sus propias tendencias esenciales. Precisamente
perfeccionamientos particulares aparecen, en efecto, tan sólo como una en este sentido, todos los posibles conocimientos, virtuosidades y refina-
multiplicidad de caminos por los cuales el alma llega a sí misma. Ésta es, si mientos de un hombre no pueden todavía determinarnos a adscribirle el
se desea, una presuposición metafísica de nuestro ser práctico y afectivo, carácter de cultivado, si éstos, digámoslo así, obran sólo como añadiduras
por mucho que también esta expresión simbólica se mantenga a amplia que llegan a su personalidad a partir de un ámbito de valor externo a él y
distancia respecto de la conducta real, a saber, que la unidad del alma no es que, en última instancia, permanece también externo a él. En tal caso el
simplemente un vínculo formal que abarca el desarrollo de sus fuerzas hombre tiene, ciertamente, aspectos cultivados, pero él no está cultivado;
particulares siempre de la misma manera, sino que por medio de estas esto último sólo se presenta cuando los contenidos recogidos a partir de lo
fuerzas particulares es portado un desarrollo suyo como un todo, y este suprapersonal parecen desarrollar en el alma, como por una armonía pre-
desarrollo del todo está antepuesto interiormente a la meta de una forma- determinada, aquello que existe en ella misma como su impulso más pro-
ción para la que todas aquellas capacidades y perfecciones valen como pio y como diseño previo interne de su perfección subjetiva.
medio. Y aquí se muestra la primera determinación del concepto de cultu- Y aquí se pone de relieve, al fin, la condicionalidad de la cultura, a
ra, la cual, provisionalmente, sólo si sigue al sentimiento lingúístico. Aún través de la cual ofrece una solución a la ecuación sujeto-objeto. Nosotros
no estamos cultivados cuando hemos formado en nosotros este o aquel recusamos el concepto de cultura allí donde la perfección no sesiente como
saber o poder particular, sino sólo cuando todo lo que concierne al desa- desarrollo propio del centro anímico; pero tampoco es aplicable allí donde
rrollo, ciertamente ligado a lo anterior pero sin coincidir con ello, sirve a sólo se presenta como un desarrollo propio semejante, el cual no requiere
aquella centralidad anímica. Nuestros esfuerzos conscientes y aducibles ni de ningún medio ni de ninguna estación objetivos y externos a él. Múl-
valen, en verdad, para los intereses y potencias particulares, y por ello el tiples movimientos conducen realmente al alma a sí misma, tal y como

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aquel ideal lo exige, esto es, la conducen a la realización del ser-pleno y mo, en un círculo que el ser sólo roza, y en cualquier instante en el que,
más propio que se le ofrece, pero que en primer lugar no existe más que desviándose por la tangente de su vía, desea penetrar en el ser, en ese ins-
como posibilidad. Pero en la medida en que, o en tanto que, el alma alcan- tante, la inmanencia de su ley le arrastra de nuevo a su rotación encerrada
za esto puramente desde el interior —en impulsos religiosos, autoabnega- en sí misma. En la formación de los conceptos sujeto-objeto como correla-
ción moral, intelectualidad dominante, armonía de la vida global-, en esta tos, cada uno de los cuales sólo encuentra su sentido en el otro, ya reside el
medida, puede incluso prescindir de la posesión específica de lo cultivado. anhelo y la anticipación de una superación de este dualismo rígido, últi-
No sólo se trata de que en ello pueda faltarle aquello total o relativamente mo. Ahora bien, aquellas acciones mencionadas lo transponen a atmósfe-
externo que el uso lingúístico rebaja como mera civilización. Este no im- ras específicas en las que se reduce la extranjería radical de sus partes y se
porta en modo alguno. Pero lo cultivado en su sentido más puro, más admite un cierto amalgamiento. Pero ya que estas acciones sólo pueden
profundo, no está dado allí donde el alma recorre exclusivamente con sus tener lugar bajo las modificaciones que, por así decirlo, han sido creadas
por las condiciones atmosféricas de provincias específicas, no pueden su-
fuerzas subjetivas personales aquel camino que conduce desde sí misma
perar la extranjería de las partes en su fondo más profundo y siguen siendo
hasta sí misma, desde la posibilidad de nuestro Yo más verdadero hasta su
realidad, si bien es cierto, quizá, que, desde un punto de vista más elevado,
intentos finitos de solucionar una tarea infinita. Pero nuestra relación con
aquellos objetos en los cuales, o que englobándolos en nosotros, nos culti-
precisamente estas perfecciones son las más elevadas; con lo cual sólo se
habría demostrado que la cultura no es el único definitivum axiológico del vamos, es una relación diferente, puesto que estos mismos son, en efecto,
alma. Con todo, su sentido específico sólo se satisface allí donde el hombre espíritu que se ha tornado objetual en aquellas formas éticas e intelectua-
engloba en aquel desarrollo algo que le es externo, allí donde el camino del les, sociales y estéticas, religiosas y técnicas; el dualismo con el que el suje-
alma discurre sobre valores y progresiones que no son anímicamente sub- to consignado a sus propias fronteras se opone al objeto que es por sí
jetivas ellas mismas. Aquellas figuras espirituales objetivas de las que ha- experimenta una modelación incomparable cuando ambas partes son es-
blaba al comienzo, arte y moral, ciencia y objetos conformados con vistas a píritu. De este modo, el espíritu subjetivo tiene que abandonar su subjeti-
un fin, religión y derecho, técnicas y normas sociales, son esciones sobre vidad, mas no su espiritualidad, para experimentar la relación con el obje-
las que debe marchar el sujeto para alcanzar el específico valor propio que to a través de la cual se consuma su cultivo. Ésta es la única manera por la
se denomina su cultura. Tiene que englobar éstas en sí, pero tiene también que la forma de existencia dualista, puesta inmediatamente con la existen-
que englobarlas en sí; no puede sencillamente dejarlas existir como valores cia del sujeto, se organiza hacia una referencialidad internamente unitaria.
objetivos. Es la paradoja de la cultura de que la vida subjetiva, que senti- Aquí acontece un tornarse-objetivo del sujeto y un tornarse-subjetivo de
mos en su corriente continua y que apremia desde sí a su consumación algo objetivo, acontecimiento que constituye lo específico del proceso cul-
interna, en modo alguno puede alcanzar (visto desde la idea de la cultura) tural y en el que, por encima de sus contenidos particulares, se muestra su
a partir de sí esta consumación, sino sólo discurriendo sobre aquellas figu- forma metafísica. Por ello, sa comprensión más profunda exige un análisis
ras que ahora se le han tornado completamente ajenas, que han cristaliza- ulterior de aquella objetualización del espíritu
do en una cerrazón autosuficiente. La cultura surge —y esto es lo absoluta- Estas hojas partían de la profunda extranjería o enemistad que existe
mente esencial para su comprensión— en tanto que se reúnen los dos ele- entre el proceso vital y creador del alma, por un lado, y sus contenidos o
mentos, ninguno de los cuales la contiene por sí: el alma subjetiva y el productos, por otro. A la vida vibrante, incesante, que no conoce fronteras,
producto espiritual objetivo. del alma, alma en algún sentido creadora, se le opone su producto fijo,
Aquí radica la significación metafísica de esta figura histórica. Un gran idealmente definitivo, y esto con el inquietante efecto retroactivo de inmo-
número de las acciones esenciales humanas decisivas construyen puentes vilizar aquella vivacidad, más aún, de petrificarla; a menudo es como si la
inacabables, y si acabados, destruidos siempre de nuevo, entre el sujeto y movilidad productora del alma muriera en su propio producto. Aquí resi-
el objeto en general: el conocer, sobre todo el trabajo, en algunas de sus de una forma fundamental de nuestro padecer en el propio pasado, en el
significaciones también el arte y la religión. El espíritu se ve frente a un ser propio dogma, a las fantasías propias. Esta discrepancia que, por así decir,
hacia el que le impele tanto la coerción como la espontaneidad de su natu- existe entre el estado físico de la "vida interna y el de sus contenidos es
raleza; pero permanece eternamente retenido en el movimiento en sí mis- racionalizada en cierta medida y cabe sentirla con menor intensidad por el

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hecho de que el hombre, por medio de su crear teórico o práctico, se en- mente, para el sentido cultural del objeto, que en definitiva es lo que aquí
frenta y divisa aquellos productos o contenidos anímicos como un cosmos nos interesa, lo decisivo es que en él están reunidos voluntad e inteligen-
del espíritu objetivado, cosmos en un sentido determinado autónomo. La cia, individualidad e índole anímica, fuerzas y estado de ánimo de las al-
obra externa o inmaterial, en la que se precipita la vida anímica, es sentida mas particulares (y también de su colectividad). Pero en la medida en que
como un valor de tipo peculiar; a pesar de que la vida, fluyendo allí dentro, sucede esto, aquellas significaciones anímicas alcanzan también un punto
se extravíe en un callejón sin salida, o a pesar de que continúe su oleaje que final de su determinación. En la felicidad del creador por su obra, ya sea
deja quietas en su sitio a estas figuras arrojadas, a pesar de ello, ésta es ésta grande o pequeña, junto a la descarga de las tensiones internas, junto
precisamente la riqueza específicamente humana, a saber: que los produc- a la patentización de la fuerza subjetiva, junto a la satisfacción por la exi-
tos de la vida objetiva pertenecen al mismo tiempo a un orden de valores gencia satisfecha, continúa existiendo probablemente, por así decirlo, una
objetivo, que no fluye, a un orden lógico o moral, a uno religioso o artísti- satisfacción objetiva por el hecho de que el cosmos de las cosas de algún
co, a uno técnico o jurídico. En la medida en que se manifiestan como modo valiosas es más rico gracias a este trozo. Más aún, quizá no haya
portadores de tales valores, como miembros de tales series, no sólo quedan ningún disfrute personal más sublime de la propia obra que cuando la
exonerados, en virtud de su entretejimiento y sistematización recíproca, sentimos en su impersonalidad y separación de todo lo nuestro subjetivo.
del rígido aislamiento con el que se distancian del carácter rítmico del pro- Y así como las objetivaciones del espíritu son valiosas más allá de los pro-
ceso vital, sino que este mismo proceso alcanza con esto una significativi- cesos vitales subjetivos que han pasado a formar parte de éstas como sus
dad que no cabe alcanzar a partir del caráctér incontenible de su mero causas, así también lo son más allá de los otros procesos que dependen de
transcurso. Sobre la objetualización del espíritu recae un acento axiológico ellas como sus consecuencias. Por mucho que estirmemos las organizacio-
que, ciertamente, tiene su origen en la conciencia subjetiva, pero con el nes de la sociedad y las conformaciones técnicas de los fenómenos natura-
que esta conciencia menta algo que reside más allá de ella. A este respecto, les, las obras de arte y el conocimiento científico de la verdad, las costum-
el valor no necesita en modo alguno ser siempre un valor positivo en el bres y la moralidad, aunque lo veamos tan influyente en su irradiación
sentido de lo bueno; antes bien, el hecho meramente formal de que el sobre la vida y el desarrollo de las almas, a pesar de todo ello, a menudo, y
sujeto ha colocado algo objetivo, de que su vida se ha corporeizado fuera quizá siempre, hay implicado allí dentro un reconocimiento de aquello
de sí, es sentido como algo significativo, puesto que precisamente sólo la que en general son estas figuras ahí, de que el mundo también abarca esta
autonomía del objeto, conformado de este modo por el espíritu, puede configuración del espíritu; se trata de una directriz en nuestros procesos de
solventar la tensión fundamental entre proceso y contenido de la concien- valoración que se detiene en la persistencia propia de lo objetivo-espiritual
cia. Pues así como las representaciones espacialmente naturales aquietan sin preguntar, más allá de lo definitivo de estas mismas cosas, por sus con-
lo intranquilizador de persistir en el marco del fluyente proceso de cons- secuencias anímicas. Junto a todo disfrute subjetivo con el que, por ejem-
ciencia como algo plenamente fijado, por el hecho de que legitiman esta plo, la obra de arte, digámoslo así, pasa a formar parte de nosotros, recono-
estabilidad en su referencia a un mundo externo objetivo, así también la cemos como un valor de tipo específico el hecho de que, en general, está
objetividad del mundo espiritual presta el servicio correspondiente. Senti- ahí, el hecho de que el espíritu se ha creado este recipiente. Así como por
mos toda la vivacidad de nuestro pensar en la firmeza de las normas lógi- lo menos una línea en el interior del querer artístico desemboca en la per-
cas, toda la espontaneidad de nuestro actuar ligada a normas morales, y sistencia propia de la obra de arte e implica una valoración absolutamente
todo nuestro transcurso de la consciencia está lleno de conocimientos, co- objetiva en el autodisfrute de la fuerza creadora que despliega sus energías
sas que nos han sido transmitidas, impresiones de un entorno conformado vitales, así también discurre una línea orientada en la misma dirección en
de algún modo por el espíritu; la fijeza y, por decirlo de algún modo, inso- el interior de la actitud del receptor. Y, en verdad, claramente diferenciada
lubilidad química de todo esto muestran un problemático dualismo frente frente a los valores que visten lo dado de una forma puramente objetiva, lo
al ritmo sin descanso del proceso anímico subjetivo, en el que, sin embar- objetivo de la naturaleza. Pues precisamente tales cosas, el mar y las flores,
go, se genera como representación, como contenido anímico subjetivo. los Alpes y el cielo cuajado de estrellas, precisamente esto posee lo que
Pero en la medida en que pertenece a uni mundo ideal por encima de la puede denominarse su valor sólo en su reflejo en las almas subjetivas. Pues
conciencia ideal, esta oposición queda justificada y fundamentada. Cierta- tan pronto como prescindimos de humanizaciones místicas y fantásticas

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e a ésta es un todo que se halla unido de forma continua y movida, por la que todo sentido, valor, significación, no sólo es producido,
mentado erente legalidad no permite a ninguna parte un acento funda- sino en la que también habita todo ello. Pero, por otro lado, no es menos
jetivamen E objetiva, más aún, ni siquiera una existencia ob- comprensible la acentuación radical del valor que se ha tornado objetivo.
humanas e delimitada frente a otras existencias. Sólo nuestras categorías Por supuesto, ésta no está ligada a la producción original de obras de arte
oe a de ella los trozos particulares a los que enlazamos reac- y religiones, de técnicas y conocimientos; pero aquello que un hombre
os seen, simbólicamente significativas: que lo bello de la haga tiene que contribuir al cosmos ideal, histórico, materializado, del es-
Poética. sea dichoso en sí mismo” existe con derecho sólo como ficción píritu para que sea considerado como valioso. Esto no incumbe a la inme-
dicha ma la conciencia que se esfuerza por la objetividad, no existe más diatez subjetiva de nuestro ser y actuar, sino 2 su contenido objetivamente
ques] es naturaleza que la que provoca en nosotros. Asi pues, mientras normado, objetivamente ordenado, de modo que tan sólo estas normacio-
So Subier, ucto de las fuerzas por completo objetivas sólo puede ser valio- nes y ordenaciones contienen la sustancia axiológica y la comunican al
es valios rm el producto de las fuerzas subjetivas, por el contrario, acontecer personal que fluye. Incluso la autonomía de la voluntad moral
les en las 0 jetivamente para nosotros, Las figuras materiales e inmateria- en Kant no involucra ningún valor de ésta en su facticidad psicológica,
05%, 2 e está investido el querer y el poder, el saber y el sentir huma- sino que la enlaza a la realización de una forma que existe en idealidad
a que está ahí objetivamente, aquello que sentimos como objetiva. Incluso el sentimiento y la personalidad poseen una significación,
OS CO : ad y enriquecimiento de la existencia incluso cuando abstrae- en lo bueno como en lo malo, en el hecho de que forman parte de un reino
des a etamente de su ser-contempladas, ser-utilizadas O ser-disfruta- de lo suprapersonal. En tanto que estas valeraciones del espíritu subjetivo
der Pen el valor y la significación, el sentido y la importancia, se pro- y del objetivo están respectivamente la una enfrente de la otra, la cultura
de tin a en el alma humana, a pesar de ello, esto se acredita lleva adelante su unidad a través de ambas: pues la cultura significa aquel
de “mala > rente a la naturaleza dada, pero no estorba el valor objetivo tipo de perfección individual que sólo puede consumarse por medio de la
tes y po iguras en las que aquellas fuerzas y valores anímicos —creado- incorporación o utilización de una figura suprapersonal, en algún sentido
templa nin tmadores— ya están investidos. Una puesta de sol que no con- ubicada más allá del sujeto. El valor específico del estar-cultivado resulta
O EXcelso gún hombre no hace al mundo de ninguna manera más valioso inaccesible para el sujeto si no lo alcanza por el camino que discurre sobre
st Ena pues que su facticidad objetiva no posee lugar alguno para realidades espirituales objetivas; éstas, por su parte, son valores culturales
lb E pero tan pronto como un pintor introduce en un cuadro sólo en la medida en que conducen a través de sí aquel camino del alma
caPacidaq esta de sol su sentimiento, su sentido formal y cromático, su desde sí misma hasta sí misma, desde aquello que podría denominarse su
CAS, quede expresiva, tenemos a esta obra (desde qué categorías metalísi- estado natural hasta su estado cultural.
valor de pa sin elucidar) por un enriquecimiento, por una elevación de Así pues, la estructura del concepto de cultura también puede expre-
más digno q en general; el mundo se nos aparece, por así decir, sarse de este modo: no hay ningún valor cultural que sólo sea valor cultu-
todo óleos e existencia, más próximo a su sentido, cuando la fuente de ral; más bien, cada uno, para alcanzar está significación, tiene que ser tam-
Pertenecio, ' alma humana, se vierte en un hecho semejante, asimismo bién valor en una serie objetiva. Pero también allí donde un valor presenta
dientemen: q mundo objetivo (en esta peculiar significación indepen- este sentido y algún interés o una capacidad de nuestro ser experimenta a
do par mx e de si un alma posterior redimirá de nuevo este valor produci- través de él un estímulo, significa un valor cultural sólo cuando este desa-
de sal o y lo disolverá en el flujo de su sentir subjetivo). La puesta rrollo parcial eleva al mismo tiempo nuestro Yo-global a un escalón más
encuentra a y la pintura están ambas ahí como realidades, pero aquélla próximo a su unidad y perfección. Sólo así se tornan comprensibles dos
empes u valor sólo en la supervivencia en sujetos psíquicos, en ésta, fenómenos de la historia del espíritu negativos y que se corresponden en-
objeto, Ao ya ha empapado tal vida en sí y la ha configurado en un tre sí. Por una parte, que hombres que poseen el interés más profundo por
0 requiere de sensación axiológica se detiene como en un definitivum que la cultura muestren a menudo una notable indiferencia, más aún, rechazo,
o e ninguna subjetivización. o ante los contenidos objetivos particulares de la cultura, en la medida en
ces, por A éstos momentos hasta una polaridad partidista, enton- que no tienen éxito en descubrir su superespecializado rendimiento para
ado, está la evaluación privativa de la vida subjetivamente el fomento de las personalidades globales; y no hay ningún producto hu-
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mano que tenga que mostrar necesariamente un rendimiento semejante, y la pasión por la cosa en cuya perfección, perfección según sus propias
aunque sin duda tampoco hay ninguno que no pueda mostrarlo. Por otra leyes, el sujeto se torna indiferente ante sí mismo y se extingue. En el ge-
parte, cabe encontrar fenómenos que sólo parecen ser valores culturales, nio, estas dos corrientes son una sola: el desarrollo del espíritu subjetivo
ciertas formalidades y refinamientos de la vida tal y como son propios de hacia sí mismo, por mor de sus apremiantes fuerzas, es para el genio una
épocas excesivamente maduras y cansadas. Pues allí donde la vida se ha unidad que no cabe diferenciar de la entrega absolutamente autoolvidada a
tornado en sí estéril y absurda, todo desarrollo hacia su plenitud, desarro- la tarea objetiva. La cultura objetiva, como se mostraba, es siempre sínte-
llo volitivamente posible y que puede ser, es tan sólo un desarrollo esque- sis. Pero la síntesis no es ni la única ni la más inmediata forma unitaria,
mático y ya no está en condiciones de extraer a partir del.contenido obje- puesto que siempre presupone la separación de los elementos como lo que
tivo de cosas e ideas sustento y estímulo, al igual que el cuerpo enfermo ya le precede o como su correlato. Sólo una época tan analíticamente sintoni-
no puede asimilar por medio de los alimentos las materias a partir de las zada como la moderna puede encontrar en la síntesis lo más profundo, el
cuales el cuerpo sano se desarrolla y gana fuerzas. El desarrollo individual uno y el todo de la relación formal del espíritu con el mundo —mientras
puede extraer aquí de las normas sociales tan sólo la conducta socialmente que, en efecto, existe una unidad original, prediferencial; en la medida en
buena, de las artes tan sólo el disfrute improductivo, de los progresos téc- que ésta hace salir de sí los elementos analíticos, de igual modo como el
nicos tan sólo lo negativo de la facilidad y la lisura de transcurso cotidiano; núcleo orgánico se ramifica en la multiplicidad de miembros separados,
surge una especie de cultura subjetivo-formal, sin aquel entretejimiento in- está más allá de análisis y síntesis, a no ser que estas dos se desarrollen a
terno con el elemento objetivo en virtud del cual se satisface por vez pri- partir de ella en interacción, presuponiendo la una a la otra a cada nivel, a
mera el concepto de una cultura concreta. Así pues, por una parte, hay una no ser que la síntesis lleve con posterioridad los elementos analíticamente
acentuación de la cultura tan apasionadamente centralizada que el conte- separados a una unidad, que es, empero, algo del todo diferente a la uni-
nido objetivo de sus factores objetivos le resulta excesivo y excesivamente dad puesta antes de toda separación, El genio creador posee aquella uni-
desviante, puesto que éste como tal no cabe exactamente, ni puede caber, dad originaria de lo subjetivo y de lo objetivo que debe primero separarse
en su función cultural; y, por otra parte, una debilidad y vacío de la cultura para, en cierto modo, resucitar de nuevo en el proceso de cultivo de los
tal que ésta no se encuentra en modo alguno en condiciones de englobar individuos de una forma completamente diferente, una forma sintética.
en sí los factores objetivos según su contenido objetivo. Ambos fenóme- Así pues, por ello el interés en la cultura se encuentra relacionado con estas
nos, que a primera vista se presentan como instancias contrapuestas frente dos cosas: con el puro autodesarrollo del espíritu objetivo y con el puro
a la ligazón de la cultura personal a hechos impersonales, confirman más emerger en la cosa, no en un nivel situado más allá del impulso axiológico
bien la consideración más exacta de esta ligazón. interiormente inmediato de la cosa, sino que en ocasiones, en tanto que
Que en la cultura se unifiquen de este modo los factores vitales últimos emerger secundario y conforme a la reflexión, busca protección en este
y decisivos, se manifiesta precisamente en el hecho de que el desarrollo de emerger como un emerger abstracto general. La cultura sigue en juego en
cada uno de éstos puede acontecer con una autonomía que no sólo puede tanto que el alma tome su camino, por así decirlo, sólo a través del ámbito
prescindir de la motivación mediante el ideal cultural, sino que lo rechaza propio y se consume en el puro autodesarollo del propio ser —tanto da
directamente. Pues la mirada en una o en otra dirección se siente desviada cómo se encuentre éste determinado desde un punto de vista objetivo.
de la unidad de su intención cuando tiene que determinarse en virtud de Veamos el otro factor de la cultura: aquella producción del espíritu que
una síntesis entre ambas. Precisamente los espíritus que crean los conteni- ha madurado hasta llegar a una existencia aislada ideal, independiente, por
dos que permanecen, y que por lo tanto crean el elemento objetivo de la lo tanto, de toda movilidad psíquica; contemplada en su aislamiento auto-
cultura, estos espíritus se negarían a tomar prestados motivos e ideas de su suficiente, tampoco su sentido y valor más propios coinciden en modo
realización, justo a partir de la idea de cultura. Aquí se da, más bien, la alguno con su valor cultural, más aún, aquél, desde sí, deja completamente
siguiente situación interna. En el fundador de religiones y en el artista, en atrás su significación cultural, La obra de arte tiene que ser perfecta según
el hombre de Estado y en el inventor, en el sabio y en el legislador, actúan las normas del arte, que no preguntan por otra cosa que no sea ellas mis-
dos cosas: la descarga de sus fuerzas esenciales, la elevación de su natura- ras, y que darían o denegaríana la obra su valor aun cuando, por así
leza a la altura en la que hace salir de sí los contenidos de la vida cultural, decirlo, no hubiera sobre el mundo otra cosa más que esta obra; el resulta-

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do de la investigación como tal debe ser verdadero y nada más emabsoluto, totalmente profunda y el sentimiento de que los elementos sordos e irre-
la religión concluye su sentido en sí con la salvación que lleva al alma, el dentos que existen en nosotros se han tornado de pronto luminosos y ar-
producto económico mónicos, así como, más bien, a menudo tenemos que agradecer esto a un
desea ser perfecto en tanto que económico y, en esta
medida, no reconoce para sí ningún otro patrón de valor que no sea el paisaje de lo más sencille o al juego de sombras de un mediodía de verano,
económico. Todas estas series transcurren en la cerrazón de una legislación así tampoco cabe aún contemplar la significación de la obra del espíritu, ya
puramente interior, y si y con qué valor se dejan insertar en aquella evolu- sea alta o baja en su propia serie, en aquello que esta obra pueda ofrecer-
ción de las almas subjetivas, esto no es en modo alguno de la incumbencia nos para el camino de la cultura. Pues aquí todo depende de que aquella
de su significación medida según normas meramente objetivas y válidas significación especial de la obra tenga, por así decirlo, el rendimiento cola-
por sí solas. A partir de esta situación objetiva se torna comprensible el teral de servir al desarrollo central o general de las personalidades. Y que
hecho de que tanto en los hombres que sólo están orientados hacia el suje- este rendimiento pueda ser inversamente proporcional respecto del valor
to, cuanto en aquellos que sólo están orientados hacia el objeto, encontre- propio o interior de la obra tiene diversas causas más profundas. Hay obras
mos a menudo una aparentemente notable indiferencia, más aún, una aver- humanas de una perfección inalcanzable a las cuales, precisamente a causa
sión, frente a la cultura, Aquél que sólo pregunta por la salvación del alma, de esta redondez sin lagunas, no tenemos ningún acceso o que, por ello,
por el ideal de la fuerza personal, o por el desarrollo individual-interno en no tienen ningún acceso a nosotros Una obra semejante permanece, digá-
el que no puede interponerse ningún momento externo a él, es el tipo de moslo así, en su lugar, desde el cual no cabe transportarla a nuestros domi-
hombre cuyas valoraciones recusan precisamente uno de los factores inte- nios; es una perfección solitaria hacia la que quizá podemos dirigirnos,
grantes de la cultura; mientras que el otro factor falta a aquel otro tipo que pero que no podemos llevar con nosotros para alzarnos en ella a la perfec-
sólo pregunta por la pura perfección objetiva de nuestras obras, de tal modo ción de nosotros mismos. Para el sentimiento vital moderno, la Antigúe-
que éstas, y nadie ligado de algún modo con ellas, satisfacen su idea. El dad posee con frecuencia esta cerrazón autosuficientemente consumada
extremo del primer tipo viene representado por el estilista, del otro, por el que se niega a ingresar en las pulsaciones y el desasosiego de nuestro tempo
especialista encerrado en el fanatismo de su especialidad. A primera vista evolutivo; y esto, hoy en día, puede determinar a muchos a buscar otro
hay algo de chocante en que los portadores de tales “valores culturales” factor fundamental para nuestra cultura. Lo mismo sucede con ciertos ideales
indudables, como la religiosidad, la formación de la personalidad, técnicas éticos. Las figuras del espíritu objetivo así caracterizadas están quizá más
de todo tipo, tengan que menospreciar o combatir el concepto de cultura. determinadas que otras a portar la evolución desde la mera posibilidad
Pero esto se aclara de inmediato por la comprensión de que la cultura hasta la más elevada realidad, y a darle la dirección. Pero algunos impera-
significa siempre sólo la síntesis de un desarrollo subjetivo y un valor espi- tivos éticos contienen un ideal de una perfección tan rígida que a partir de
ritual objetivo, y de que la sustentación de uno de estos elementos al extre- ellos, por así decir, no cabe actualizar ninguna energía que pudiéramos
mo de su exclusividad ha de impugnar el entretejimiento de ambos. recoger en nuestra evolución. Con toda su altura en la serie de las a
Tal dependencia del valor cultural respecto de la cooperación de un éticas, en tanto que elemento cultural quedarán fácilmente por detrás de
segundo factor que está más allá de la serie valorativa-propia del objeto otros que desde su lugar más bajo en aquella serie asimilan y ensamblan
hace comprensible que precisamente éste alcance a menudo en la escala de reforzando desde sí el ritmo de nuestra evolución. Otro motivo de tal des-
los valores culturales una graduación por entero diferente a la que alcanza proporcionalidad entre el valor objetivo y el valor cultural de un objeto
en la de las meras significaciones objetivas. Una multiplicidad de obras reside en la unilateralidad del estímulo que experimentamos por medio de
que, en tanto que artísticas, técnicas, intelectuales, permanecen por debajo aquél. Muchos contenidos del espíritu objetivo nos hacen más listos ,
de la altura de lo ya alcanzado en otras ocasiones, tienen, en efecto, la mejores, más felices o más hábiles, pero con ello no nos desarrollan rea
capacidad de ensamblarse de la forma más eficaz en el camino evolutivo de mente, sino que, por decirlo de algún modo, desarrollan un aspecto o cuá-
muchos hombres, como fomentadoras de sus esfuerzos latentes, como puen- lidad, el mismo objetivo, que está adherido a nosotros; aquí, se e “ñ
te hacia su próximo estadio más elevado. Así como entre las impresiones supuesto, de diferencias resbaladizas e infinitamente tenues, en modo a
!
de la naturaleza en modo alguno existen sólo las dinámicamente más po- guno aprehensibles externamente, diferencias que enlazan con la misteri
derosas o las estéticamente más perfectas, de las que nos llega una dicha sa relación entre nuestra totalidad unitaria y nuestras energías y perfeccio
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De la esencia de la cultura
Georg Simmel

nes particulares. Es claro que la realidad plena y cerrada que denomina- cultural y, como tal, superespecializada del individuo se ha consumado
mos nuestro sujeto sólo podemos caracterizarla con la suma de tales parti- por medio de este único contenido unilateral, o bien que junto a su autén-
cularidades, sin que fuera, sin embargo, componible a partir de éstas; y la tico cultivo se ha configurado además un considerable poder o saber res-
única categoría que está a disposición, a saber, la de las partes y el todo, en pecto de un contenido objetivo. Por ejemplo, la cultura artística de un
modo alguno agota esta relación única. Pues todo lo singular, considerado individuo —si es que debe ser algo además de las perfecciones artísticas que
por sí, posee un carácter objetivo, podría existir en su aislamiento en cua- pueden también representarse en el “carácter incultivado” de un hombre—
lesquiera sujetos distintos y alcanza el carácter de nuestra subjetividad por sólo puede indicar que en este caso son precisamente estas perfecciones
vez primera en su lado interior, con el que hace erecer precisamente aque- objetivas las que han obrado la consumación del ser global personal.
lla unidad de nuestro ser. Pero con el primero tiende en cierto modo el Ahora bien, en el interior de esta estructura de la cultura surge una
puente hacia el valor de las objetividades, reside en nuestra periferia con la grieta que, ciertamente, ya está puesta en su fundamento y que a partir de
que nos enlazamos al mundo objetivo, tanto externo como espiritual. Pero la síntesis-sujeto-objeto, a partir de la significación metafísica de su con-
tan pronto como esta función dirigida hacia el exterior, alimentada desde cepto, hace surgir una paradoja, más aún, una tragedia. El dualismo de
el exterior, se desgaja de su significación que va hacia el interior, que desem- sujeto y objeto, el cual presupone su síntesis, no es sólo, por así decirlo, un
boca en nuestro centro, surge aquella discrepancia; nos tornamos instrui- dualismo substancial, que concierne al ser de ambos, sino que la lógica
dos, nos tornamos finalistas, más ricos en el placer y en las capacidades, interna según la cual se desarrolla cada uno de ellos no coincide de ningu-
quizá también “más formados”, pero nuestro cultivo no guarda el paso con na manera de una forma autoevidente con la del otro. Cuando han sido
ello, pues vamos desde un tener y poder más bajo hasta otro más elevado creados ciertos primeros motivos del derecho, del arte, de la moral —quizá
pero no desde nosotros mismos en tanto que lo más bajo hasta nosotros según nuestra espontaneidad más propia y más íntime—, entonces ya no
mismos en tanto que lo más elevado. tenemos a la mano hacia qué figuras particulares se desarrollarán tales
He puesto de relieve esta posibilidad de discrepancia entre significa- motivos. Produciendo o recibiendo estas figuras vamos más bien a lo largo
ción objetiva y significación cultural de uno y el mismo objeto sólo para de un hilo conductor de una necesidad ideal que es completamente objeti-
hacer visible con mayor claridad la fundamental duplicidad de elementos vo y que ya no se preocupa más de las exigencias de nuestra individuali-
en cuyo entrejuntamiento consiste exclusivamente la cultura. Este entre- dad, por muy centrales que sean, que de lo que sean los poderes físicos y
juntamiento es absolutamente único, en tanto que el desarrollo cultural- sus leyes. Sin duda, en general es correcto que el lenguaje imagina y piensa
mente significativo del ser personal es un estado que existe puramente en por nosotros, esto es, que recoge los impulsos fragmentarios o ligados de
el sujeto, pero es un estado tal que no puede ser alcanzado de absoluta- nuestro propio ser y conduce a una perfección a la que éstos, incluso pura-
mente ninguna otra forma que no sea la incorporación y el aprovecha- mente para nosotros mismos, no habrían llegado en caso contrario. Pero
miento de contenidos objetivos. Por ello el cultivo es, por una parte, una este paralelismo de los desarrollos objetivos y de los subjetivos no tiene,
tarea que reside en lo infinito —pues nunca cabe considerar como cerrada sin embargo, ninguna necesidad fundamental.
la utilización de momentos objetivos para la perfección del ser personal-; Incluso en ocasiones sentimos e! lenguaje como un poder natural extra-
por otra parte, el matiz del uso lingúístico sigue muy exactamente este ño que falsea y mutila no sólo nuestras manifestaciones, sino también nues-
estado de cosas en la medida en que la cultura ligada a un único objeto tras orientaciones más íntimas. Y la religión, que ciertamente ha surgido de
(cultura religiosa, cultura artística, etc.) no es utilizada por lo general para la búsqueda del alma de sí misma, que es como las alas que las propias
la caracterización del estado de los individuos, sino sólo de los espíritus fuerzas del alma producen para llevarla a su propia altura, incluso la reli-
públicos; en el sentido de que en una época se encuentran muchos conte- gión, una vez surgida, posee ciertas leyes conformadoras que desarrollan
nidos espirituales, o especialmente relevantes, de un tipo determinado, a su necesidad, pero no siempre la nuestra. Aquello que a menudo se ha
través de los cuales se consuma el cultivo de los individuos. Éstos, visto reprochado a la religión como su espíritu anticultural no son sólo sus oca-
con mayor exactitud, pueden estar cultivados sólo más o menos, pero no sionales enemistades con valores intelectuales, estéticos, morales, sino tam-
especializadamente de esta o aquella manera; una cultura del individuo bién esto más profundo: que ella recorre su propio camino, determinado
objetivamente singularizada sólo puede significar, o bien que la perfección por su lógica inmanente, camino en el que, ciertamente, engloba a la vida;

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De la esencia de la cultura
Georg Simmel

pero encuentre el alma los bienes transcendentales que encuentre por este hecho cultural aprieta una contra otra y de la forma más estrecha las partes
camino, dicho camino con frecuencia no la conduce a la consumación de de esta colisión, en la medida en que liga el desarrollo de cada una de ellas
su totalidad, a la cual le remiten sus propias posibilidades y que, recogien- (esto es, sólo así la deja que se torne cultivada) al hecho de que englobe a
do en sí la significatividad de las figuras objetivas, se denomina precisa- la otra en sí y, por lo tanto, presupone un paralelismo o una adaptación
mente cultura. recíproca de ambas partes. El dualismo metafísico de sujeto y objeto, que
En la medida en que la lógica de las figuras y conexiones impersonales esta estructura de la cultura tendría que superar, resucita de nuevo como
está cargada con una dinámica, en esta medida surgen entre éstas y los discordancia entre los contenidos particulares empíricos y los desarrollos
impulsos y normas internas de la personalidad duras fricciones, que en la objetivos.
forma de la cultura como tal experimentan una concentración única. Des- Pero quizás el desgarramiento siga aún abierto cuando en sus partes no
de que el hombre se dice Yo a sí mismo, desde que se ha convertido, sobre hay en modo alguno contenidos orientados en dirección contraria, sino
y ante sí mismo, en objeto, desde que en virtud de tal forma de nuestra cuando lo objetivo se sustrae de su significación para el sujeto por medio
alma sus contenidos pertenecen a un centro, desde entonces, tenía que de sus determinaciones formales: la autonomía y la inmensidad. La fórmu-
crecerle a partir de esta forma el siguiente ideal: que esto así ligado con el la de la cultura era, en efecto, la siguiente: que las energías anímico-subje-
punto central sea también una unidad cerrada en sí y, por ello, un todo tivas alcanzan una forma objetiva, en lo sucesivo independiente del proce-
autosuficiente. Pero los contenidos en los que el Yo tiene que consumar so vital creador, y ésta, por su parte, es incluida de nuevo en el proceso
esta organización hacia un mundo propio y unitario no sólo le pertenecen vital subjetivo de una manera que lleva a sus portadores a la perfección
a él; le están dados desde alguna exterioridad espacial, temporal, ideal; son redondeada de su ser central. Pero esta corriente de sujetos a sujetos a
al mismo tiempo los contenidos de cualesquiera otros mundos, sociales y través de objetos, en la que una relación metafísica entre sujeto y objeto
metafísicos, conceptuales y éticos, y en estos otros mundos poseen formas adquiere realidad histórica, puede perder su continuidad; el objeto, en una
y conexiones entre sí que no desean coincidir con aquellas de Yo. En estos forma más fundamental que la hasta el momento aludida, puede salirse de
contenidos, que el Yo configura de forma específica, los mundos externos su significación mediadora y, en esta medida, romper los puentes sobre los
capturan al Yo para recogerlo en sí; y en la medida en que estos mundos que discurre su camino cultivado. En primer lugar, el objeto adopta tal
conforman los contenidos según sus exigencias, no permiten que aquellos aislamiento y enajenación frente a los sujetos creadores sobre la base de la
contenidos lleguen a centrarse en torno al Yo. Puede que esta situación división del trabajo. Los objetos que han sido producidos mediante la co-
encuentre su manifestación mas amplia y más profunda en el conflicto operación de muchas personas forman una escala según la medida en la
religioso entre la autosuficiencia o libertad del hombre y su inclusión en que su unidad se apoye en la intención unitaria, reflexiva, de un individuo,
los órdenes divinos; pero esta manifestación, al igual que el conflicto social o se haya producido sin tal origen consciente de sí misma a partir de las
entre el hombre como individualidad redondeada y el mero miembro del aportaciones parciales de los cooperantes. En el polo caracterizado por lo
organismo social, es tan sólo un caso de aquel dualismo puramente formal último se encuentra, por ejemplo, una ciudad, que no ha sido construida
en el que nos enreda de manera inevitable la pertenencia de nuestros con- según los planes existentes con anterioridad, sino según las necesidades e
tenidos vitales a otros círculos al margen del de nuestro Yo. El hombre no inclinaciones accidentales de los individuos particulares y que, sin embar-
sólo se encuentra innumerables veces en el punto de intersección de dos go, es una figura plena de sentido er. tanto que todo, cerrada visualmente,
círculos de fuerzas y valores objetivos, cada uno de los cuales querría arras- ligada orgánicamente. El otro polo lo ejemplifica quizás el producto de una
trarlo consigo, sino que él se siente a sí mismo como centro que ordena en fábrica en el que han actuado conjuntamente veinte trabajadores, cada uno
torno a sí armónicamente y conforme a la lógica de la personalidad la tota- de ellos sin conocer ni los otros trabajos parciales ni su ensamblaje, y sin
lidad de sus contenidos vitales —y se siente al mismo tiempo solidario con interés por ello -mientras que, sin lugar a dudas, el todo es dirigido por
cada uno de estos contenidos periféricos que, sin embargo, también perte- una voluntad e intelecto central personal-; o la dirección de una orquesta
necen a otro círculo y que aquí son reclamados por otra ley del movimien- en la que el oboísta o el timbalero no tienen ni idea de la afinación del
to—; de modo que nuestro ser, por así decir, conforma el punto de intersec- violín o del cello y que, sin embargo, son llevados juntos con éstos por la
ción entre sí mismo y un círculo de exigencias extraño. Ahora bien, el batuta del director a una unidad de acción perfecta. Entre estos dos fenó-

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De la esencia de la cultura
Georg Simmel

menos puede estar, por ejemplo, el periódico, cuya unidad porlo que hace una figura material, sentido que no ha introducido ninguna conciencia,
al aspecto y a la significación se apoya de algún modo, por lo menos exter- sino que está adherido a la facticidad pura y más propia de esta lorma.
namente, en una personalidad conductora, pero que, sin embargo, se ori- Frente a la naturaleza, el caso análogo no ofrece problema: ninguna volun-
gina en una medida considerable a partir de las contribuciones más dife- tad artística ha prestado a las montañas dei Sur la pureza estilística de su
rentes y recíprocamente accidentales de las personalidades más diferentes contorno o al mar tempestuoso su simbolismo estremecedor. Pero en las
y completamente extrañas entre sí. El tipo de estos fenómenos es, expresa- obras del espíritu tiene parte, o puede tenerla, en primer lugar, lo pura-
do absolutamente, el siguiente: por medio dela actividad de diferentes mente natural, en tanto está provisto de tales posibilidades significativas,
personas surge un objeto cultural que, en tanto que todo, en tanto que pero, acto seguido, también la tiene o puede tenerla el contenido espiritual
unidad que está ahí y que actúa específicamente no tiene ningún productor, de sus elementos y su conexión resultante de sí misma. La posibilidad de
no ha surgido a partir de una correspondiente unidad de un sujeto aními- alcanzar a partir de esto un contenido espiritual subjetivo está investida en
co. Los elementos se han aunado como si siguieran una lógica e intención ellos como una conformación objetiva no describible con posterioridad,
conformadora que habita en el interior de ellos mismos, en tanto que rea- que ha dejado completamente tras de sí su origen. Por poner uqemplo
lidades objetivas, con la que no han cargado a su creador. La objetividad extremo: un poeta ha compuesto una adivinanza cen una solución deter-
del contenido espiritual, que lo hace independiente de todo ser-admitido o minada; si se le encuentra otra solución que sea exactamente tan ajustada,
no-ser-admitido, cae aquí ya del lado de su producción: tanto da lo que los tan plena de sentido, tan sorprendente, como aquella otra, entonces es
individuos particulares hayan deseado o dejado de desear; la producción también exactamente igual de “correcta” y, a pesar de que estuviera muy
posee sin embargo la figura acabada, realizada de una forma puramente lejos de su proceso creativo, reside en la adivinanza creada como objetivi-
corporal, no alimentada por ningún espíritu con su significación ahora dad ideal exactamente del mismo modo como aquella primera solución
efectiva, y puede seguir dándole curso en el proceso cultural -de una for- sobre la cual fue creada tal adivinanza. Tan pronto como nuestra obra está
ma sólo gradualmente diferente a cuando un niño pequeño ordena por ahí, no sólo posee una existencia objetiva y una vida propia que se ha
azar las letras con las que juega en un sentido correcto; este sentido está ahí separado de nosotros, sino que en este ser-sí-misma —como por gracia del
en ellas con objetividad y concreción espiritual, a pesar de haber sido pro- espíritu objetivo contiene fuerzas y debilidades, partes constitutivas y sig-
ducido sin tener la más remota idea. Pero visto exactamente se trata, en nificatividades, de las que somos totalmente inocentes y por las que a me-
efecto, sólo un caso sumamente radical de un destino espiritual-humano nudo somos sorprendidos nosotros mismos. El
muy general, que se extiende también a aquellos casos de división del tra- Estas posibilidades y medidas de autonomía del espíritu objetivo e
bajo. La mayor parte de los productos de nuestro crear espiritual contienen deben poner en claro que, también allí donde éste es producido a partir de
en el interior de su significación una cierta cuota que nosotros no hemos la conciencia de un espíritu subjetivo, posee tras la objetivación que ha
creado. No me refiero con esto a la falta de originalidad, a valores hereda- tenido lugar una validez al margen de ésta y una posibilidad a
dos, a la dependencia respecto de modelos previos, pues con todo ello la de resubjetivización; es claro que esta posibilidad no necesita e .
obra podría haber nacido según su contenido a partir de nuestra concien- alguno realizarse —puesto que, en efecto, en el ejemplo de más arri a, la
cia, si bien con ello esta conciencia sólo daría curso a aquello que ha reci- segunda solución de la adivinanza existe con pleno derecho en su espiri-
bido tale quale. Más bien, en casi todas nuestras realizaciones hay conteni- tualidad objetiva, también antes de que fuera encontrada e incluso si esto
do algo de signficación que puede ser extraído por otros sujetos, pero que no sucediera nunca. Esta peculiar condición de los contenidos culturales
nosotros mismos no hemos introducido. Naturalmente, lo siguiente no es —que hasta el momento rige para los contenidos particulares, por así pe
válido en sentido absoluto en ninguna parte, pero sí en todas en sentido lo, aislados— es el fundamento metafísico de la funesta autonomía con la
relativo: lo que teje, no lo sabe ningún tejedor. La realización acabada con- que el reino de los productos culturales crece y crece, como si una >
tiene acentos, relaciones, valores, puramente según su existencia objetiva e dad lógica interna extrajera un miembro tras el otro, a menudo casi S A
indiferentemente frente a sí el creador ha sabido que éste será el resultado relación con la voluntad y la personalidad de los productores como sl Sl
de su crear. Es un factum tan misterioso como indudable el que un sentido estuviera afectado por la pregunta por cuántos sujetos y en qué rot
espiritual, objetivo y reproducible por toda conciencia pueda estar ligado a profundidad y extensión es recogido y conducido a su significación CU
115:
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Georg Simmel De la esencia de la cultura

ral. El “carácter de fetiche” que Marx adscribe a los con frecuencia sólo una convención, casi una etapa de la he de
objetos económicos en
la época de la producción de mercancías es sólo un traerla peón en an
caso peculiarmente los sabios en pro de una inquietantemente
modificado de este destino general de nuestros conten
idos culturales. Es- del espíritu científico cuyos productos, sin embargo, son ao en pe o
tos contenidos están bajo la paradoja —y, con una “cultu interno, como en el de la actuación ulterior, infructuosos. quí se E
ra” creciente, cada
vez más— de que, ciertamente, han sido creados por sujetos menta el servicio fetichista que desde hace mucho tiempo sepone e relie-
y están deter-
minados para sujetos, pero en la forma intermedia ve con el “método”: como si una realización fuera ya valiosa so , por carác-
de la objetividad que
adoptan más allá y más acá de estas instancias siguen ter correcto de su método; éste es el muy astuto medio para la A
una lógica evolutiva
inmanente y, en esta medida, se alejan tanto de su origen y tasación de múltiples trabajos, que están ligados por el senB nn. a ES
como de su fin.
No son necesidades físicas las que entran en cuestión nexión del desarrollo cognoscitivo, sentido y conexión api ehen 2 e
a este respecto, sino
realmente sólo necesidades culturales que, sin duda,
no pueden saltar por una forma excesivamente generosa. Por supuesto, surge la at e mn
encima de las condicionalidades físicas. Pero lo que el también mediante las investigaciones aparentemente IEEE ib
producto, como tal
producto del espíritu, extrae (aparentemente uno a desarrollo ha sido favorecido en ocasiones de la forma más pl €
partir del otro) es la
lógica cultural del objeto, no la científico-natural. Aquí reside Éstas son posibilidades imprevistas, tal y como sucedan A E O tc
el funesto
impulso coercitivo interno de toda “técnica” tan pronto
como su perfeccio- pero que no nos pueden impedir asignar o denegar a un hacer su Se
namiento la empuja fuera del alcance del uso inmediato.
Así, por ejemplo, y su valor de acuerdo con nuestra racionalidad existente en esta E ml
la fabricación industrial de alguna manufacturas puede bien tal racionalidad no es, en verdad, omnisciente—. Nadie qe pa A
recomendar la de
productos colaterales para los que en realidad no se razonable perforar al azar en algún lugar del mundo en pa e pr
encuentra ninguna
necesidad; pero la presión a utilizar completamente aquell petróleo, por muy innegable que sea la posibilidad de que a e o A
os utillajes, una
vez creados, urge a ello. La serie técnica exige desde realmente algo. Existe un cierto umbral de probabilidad para la u pi
sí completarse me-
diante miembros que la serie anímica, que es la
auténticamente definitiva, los trabajos científicos, que en un caso entre mil puede ciertamen coa
no requiere —y así surgen ofertas de mercancías que
despiertan necesida- trarse como situado erróneamente, pero que en vista de ello e Jue e
des artificiales y, visto desde la cultura de los sujetos, absurd empleo en los 999 esfuerzos que caen en el vacío. Esto, consi EE . e
as. En algunas
ramas de la ciencia no sucede otra cosa. La técnica filológ rico-culturalmente, no es también más que un fenómeno particular de A >
ica, por ejemplo,
se ha desarrollado, por una parte, hasta alcanzar una crecimiento de los contenidos culturales en un suelo en el que ste
libertad incompara-
ble y una perfección metodológica; pero, por otra parte, zas y fines distintos a los culturalmente plenos de sentido los cto Es a
los objetos que
merecen ser trabajados así desde el punto de vista del recogen y en el que producen inevitablemente flores que no : a
interés real de la
cultura espiritual no crecen con tanta rapidez, y, de este trata del mismo motivo conformador último que cuando en la ev mon
modo, el esfuerzo
filológico se convierte con frecuencia en una micrología, del arte el poder técnico se torna lo bastante pra —
en una pedantería
y en un cultivo de lo inesencial —por así decirlo, un paso parse de la servidumbre respecto del fin cultural global el arte. pon
en el vacío del
método, un avanzar de la forma objetiva cuyo autónomo obediente sólo a la lógica interna, la técnica desarrolla relinamiento q
camino ya no
coincide con el de la cultura en tanto que perfección de refinamiento que, sin embargo, no son sino sus perfecciones, La Pa
vital. En muchos
ámbitos científicos se origina de este modo aquello que
puede denominar- perfecciones del sentido cultural del arte. Toda la excesiva especia iza «+
se el ser superfluo: una suma de conocimientos metod que hoy en día es deplorada en todos los ámbitos de a pe
ológicamente irre-
prochables, no impugnables desde el concepto abstracto cución apremia, sin embargo, bajo la ley como con implacabi A
de ciencia, y que,
sin embargo, están enajenados respecto del auténtico
sentido final de toda níaca, es sólo una configuración particular de aquel destino S A
investigación; con lo cual, evidentemente, no me refiero elementos culturales: que los objetos poseen una has propia Ss e
a ningún fin exter-
no, sino a los fines ideales y culturales. La increíble-oferta de
fuerzas (tam- rrollo no una lógica conceptual, no una lógica natural, sino sólo pc
bién favorecida por obra y gracia de la economia) que
están dispuestas, y a desarrollo en tanto que obras culturales humanas— y en cuya EE ES
menudo también aprovechadas para la producción espirit se desvían de la dirección con la que podrían insertarse en e a En
ual, ha conduci-
do a una valoración de todo trabajo científico por sí mismo
, cuyo valor es personal de las almas humanas. Por ello esta discrepancia no es en
116 117
hpaa-
De la esencia de la cultura
Georg Simmel

alguno idéntica a aquella otra puesta de relieve a menudo: con la elevación tra sólo limitada según la fuerza y la duración de la vida, sino mediante una
de los medios al valor de fines finales, tal como las culturas avanzadas lo cierta unidad y relativa cerrazón de su forma, y, por ello, realiza una elec-
muestran a cada paso. Pues esto es algo puramente psicológico, es una ción, con un ámbito de juego determinado, entre los contenidos que se le
acentuación a partir de casualidades o necesidades anímicas y sin ningún ofrecen como medios de su desarrollo individual. Ahora bien, en aparien-
tipo de relación firme con el contexto objetivo de las cosas. Pero aquí se cia esta inconmensurabilidad no necesita convertirse para el individuo en
trata precisamente de éste, se trata de la lógica inmanente de las conforma- una inconmensurabilidad práctica, en la medida en que éste deja de lado
ciones culturales de las cosas: el hombre se convierte ahora en mero porta- aquello que su desarrollo propio no puede asimilar. Pero la cosa no tiene
dor de la coerción con la que esta lógica domina los desarrollos y los con- éxito de manera tan sencilla. La provisión del espíritu objetivado, provi-
tinúa como en la tangente de la vía por la que regresarían de nuevo a desa- sión que crece hasta lo indescriptible, plantea exigencias al sujeto, despier-
rrollo cultural del hombre viviente. Esta es la auténtica tragedia de la cultu- ta veleidades en él, lo golpea con sentimientos acerca de la propia insufi-
ra. Pero por destino trágico —a diferencia del triste o del perturbado desde ciencia y desamparo, lo enreda en las relaciones globales de cuyo carácter
el exterior entendemos, en efecto, lo siguiente: que las fuerzas negativas total no puede sustraerse sin poder subyugar sus contenidos particulares.
orientadas contra un ser surgen precisamente a partir de los estratos más De este modo surge la típica situación problemática del hombre moderno:
profundos de este mismo ser; que con su destrucción se consuma un des- el sentimiento de estar cercado por un sinnúmero de elementos culturales
tino que está ubicado en él mismo y que, por así decirlo, el desarrollo que no carecen de significado para él, pero que en el fondo más profundo
lógico es justamente la estructura con la que el ser ha construido su propia tampoco son plenamente significativos; que en tanto que masa tienen algo
positividad. Es el concepto de toda cultura el que el espíritu cree un objeto sofocante puesto que no puede asimilar internamente todo lo particular,
objetivo autónomo, a través del cual el desarrollo del sujeto tome su cami- pero que tampoco puede rechazar sencillamente dado que, por así decirlo,
no desde sí mismo hasta sí mismo; pero precisamente con ello, aquel ele- pertenece en potencia a la esfera de su desarrollo cultural. Podría caracte-
mento integrador, que condiciona la cultura, queda predeterminado hacia rizarse esto con la exacta inversión de la frase que designaba a los primeros
un desarrollo propio que consume cada vez más fuerzas de los sujetos, que franciscanos en su pobreza de alma, en su absoluta liberación de todas las
arrastra cada vez más sujetos a su vía, sin llevar con ello a estos últimos a la cosas que aún atravesaban de algún modo el camino del alma a través de sÍ,
cima de sí mismos: el desarrollo de los sujetos ya no puede recorrer el y al que querían convertir en un camino indirecto: Nihil habentes, omnia
camino que toma el de los objetos; siguiendo, sin embargo, este último se possidentes —en lugar de ello, los hombres son muy ricos y las culturas so-
extravía en un callejón sin salida o en el vaciamiento de la vida más íntima brecargadas omnia habentes, nihil posidentes.
y más propia. Estas experiencias pueden expresarse de múltiples formas"; lo que aquí
Pero el desarrollo cultural pone a los sujetos fuera de sí mismos de importa es su profundo enraizamiento en el centro del concepto de cultu-
forma aún más positiva mediante la ya aludida ausencia de forma y de ra. Toda la riqueza que este concepto realiza descansa en que las figuras
fronteras que llega al espíritu objetivo en virtud del carácter numérico ili- objetivas, sin perder su objetividad, son englobadas en el proceso de per-
mitado de sus productores. Cada uno de los contribuyentes puede contri- feccionamiento de sujetos como su camino o su medio. Quede al margen
buir a la provisión de los contenidos culturales objetivados sin ningún tipo si, visto desde el sujeto, se alcanza de este modo la forma suprema de su
de consideración a los otros contribuyentes. Esta provisión tiene en las perfección; pero para la intención metafísica, que busca llevar a la unidad
distintas épocas culturales una coloración determinada, esto es, una fron- el principio del sujeto y del objeto como tal, existe aquí una de las máxi-
tera cualitativa trazada desde el interior; pero no tiene de igual modo una mas garantías frente a lo siguiente: no tener que reconocerse a sí misma
frontera cuantitativa, no tiene absolutamente ningún motivo para no pro- como ilusión. La pregunta metafísica encuentra con ello una respuesta his-
pagarse hasta lo infinito, para no ensartar libro a libro, obra de arte a obra tórica. El espíritu ha alcanzado en las figuras culturales una objetividad
de arte, invención a invención: la forma de la objetividad como tal posee que lo hace independiente de todo azar de la reproducción subjetiva y que,
una capacidad ilimitada. Pero con esta capacidad de acumulación, por así
decir, inorgánica, convierte a la forma de la vida personal en inconmensu- * En mi Philosophic des Geldes las he expuesto para un número mayor de ámbitos históri
5 " 4 ¡ i ica-

rable en lo más profundo. Pues su capacidad de ser recogida no se encuen- mente concretos.

118 s 119
De la esencia de la cultura
Georg Simmel

al mismo tiempo, aprovecha para el fin central de la perfección subjetiva. cultural, le da una objetividad sin alma con la que se lo arranca del autén-
Mientras que las respuestas metafísicas a aquella pregunta acostumbran tico proceso cultural. Y entonces se manifiesta el trágico desarrollo que la
amputarla realmente, en tanto que muestran como nula la Oposición suje- cultura enlaza a la objetividad de los contenidos; los contenidos, empero,
to-objeto, la cultura se atiene al enfrentamiento pleno de las partes, a la precisamente por su objetividad, están por último entregados a una lógica
lógica suprasubjetiva de las cosas conformadas espiritualmente, a lo largo propia y se sustraen a la asimilación cultural mediante sujetos. Este trágico
de la cual el sujeto se yergue sobre sí mismo hacia sí mismo, La capacidad desarrollo se manifiesta al fin en la posibilidad de acrecentar arbitraria-
fundamental del espíritu, poder separarse de sí mismo, salirse al encuentro mente los contenidos del espíritu objetivo. Puesto que la cultura no posee
como un tercero configurando, conociendo, valorando, y alcanzar por vez para sus contenidos ninguna unidad de forma concreta, sino que, más bien,
primera en esta forma la conciencia de sí mismo, esta capatidad, ha alcan- cada creador coloca su producto junto al del otro como en un espacio sin
zado con el hecho de la cultura, digámoslo así, su radio más amplio, ha fronteras, por ello crece aquella masificación de cosas, cada una de las
puesto en tensión de la forma más enérgica al objeto frente al sujeto para cuales tiene con un cierto derecho la pretensión de ser considerada valor
volverlo a traer de nuevo a éste. Pero precisamente en esta lógica propia del cultural y que también hace resonar en nosotros un deseo de ser valorada
objeto, por la que el sujeto se reconquista como un sujeto en sí mismo y de este modo. La ausencia de forma del espíritu objetivado le permite un
conforme a sí mismo más perfecto, rompe el entrelazamiento de las partes. tempo de desarrollo a cuya zaga debe quedar el del espíritu subjetivo a una
Aquello que estas hojas ya han puesto de relieve: que el creador no acos- distancia rápidamente creciente. Pero el espíritu subjetivo no sabe conser-
tumbra pensar en el valor cultural, sino sólo en la significación objetiva de var por completo la cerrazón de su forma frente a los contactos, tentacio-
la obra, significación que se halla circunscrita por su propia idea, esto se nes, deformaciones, por medio de todas aquellas “cosas”, la preponderan-
desliza con las imperceptibles modulaciones de una lógica evolutiva pura- cia del objeto sobre el sujeto, realizada en general por el transcurso del
mente objetiva hasta lo caricaturesco: hasta una especialización separada mundo, superada en la cultura en [eliz equilibrio, se torna de nuevo apre-
de la vida, hasta la autocomplacencia de una técnica que ya no encuentra ciable en el marco de ésta en virtud de la ausencia de fronteras del espíritu
el camino de regreso a los sujetos. Precisamente esta objetividad posibilita objetivo. Aquello que se deplora como el recubrimiento y sobrecarga de
la división de trabajo, bajo, que reúne en los productos particulares las nuestra vida con miles de supetficialidades de las que, sin embargo, no nos
energías de todo un complejo de personalidades sin preocuparse de si un podemos liberar, que se deplora como el continuo “estar-estimulado” del
sujeto puede volver a desarrollar para su propio fomento el quantum de hombre de cultura, al que todo esto no incita, sin embargo, a la creación
espíritu y de vida invertido en ello, o si con esto sólo se satisface una nece- propia, que se deplora como el reto conocer o disfrutar de miles de cosas
sidad externamente periférica. Aquí reside el motivo profundo del ideal que nuestro desarrollo no puede englobar en sí y que permanecen en él
ruskiniano de sustituir todo el trabajo fabril por el trabajo artesano de los como lastre, todos estos sufrimientos culturales específicos a menudo for-
individuos. La división del trabajo independiza el producto como tal de mulados no son otra cosa que las manifestaciones de aquella emancipación
cada uno de los contribuyentes; el producto está ahí en una objetividad del espíritu objetivado. Que exista esta emancipación significa, en electo,
autónoma que, sin duda, lo hace apropiado para acomodarse a un orden que los contenidos culturales siguen por último una lógica independiente
de las cosas o para servir a un fin particular objetivamente determinado; de su fin cultural y que los conduce cada vez más lejos de ésta, sin que el
pero con ello se le escapa aquel estado interno dotado de alma que sólo el camino del sujeto sea eximido de todos estos contenidos que se han torna-
hombre en su totalidad puede dar a la obra en su totalidad y que porta su do inadecuados cualitativa y cuantitativamente. Ántes bien, puesto que
inclusión en la centralidad anímica de otros sujetos. Por ello la obra de arte este camino, en tanto que cultural, se encuentra condicionado por el tor-
es un valor cultural tan inconmensurable, porque es inaccesible a toda narse autónomos y objetivos de los contenidos anímicos, surge la trágica
división del trabajo, esto es, porque aquí (por lo menos en el sentido ahora situación de que la cultura ya esconde realmente en sí, en su primer momen-
esencial y al margen de interpretaciones metaestéticas) lo creado conserva to existencial, aquella forma de sus contenidos que esa determinada a hacer
al creador de la forma más íntima. Aquello que en Ruskin podía aparecer sin guía y de manera discrepante, a desviar, a gravar, su ser interno (a saber,
como odio a la cultura es en realidad pasión por la cultura: se dirige a la el camino del alma desde sí misma, en tanto que imperfecta, hasta sí misma,
anulación de la división del trabajo que desprovee de sujeto al contenido en tanto que perfecta) como en virtud de una inevitabilidad inmanente.

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Georg Simmel

La gran empresa del espíritu, vencer al objeto como


tal por-el hecho de
ha
que se c
crea aa Sísí Emis como
] objeto, para regresar a sí mismo con el enri
cto o conseeSguido mediante esta creaci
creaciónón,
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el espíri e pagar esta autoconsumación con 1 a trágica po-A:
sibili ad de ver producirse en la legalidad pr opia del
mundo creado por él
mismo,
e legalidad que tal APA Ain condiciona, una lógica y una
que aleja a los contenidos de la cultura del fin de
la cultura : con Cultura femenina
celeración
una acelera ción cada
c: vezez másmá elevada y a una distancia cada vez mayor

Cabe considerar la cultura como el perfeccionamiento de individuos


que se alcanza gracias al espíritu objetivado en el trabajo histórico de la
especie. Por el hecho de que la unidad y la totalidad del ser subjetivo se
consumen mediante la apropiación de estos valores objetivos: la moral y el
conocimiento, el arte y la religión, las configuraciones sociales y las formas
de expresión de lo interior, por esto aparece como cultivado. De este modo,
la cultura es una síntesis única del espíritu subjetivo y del objetivo, cuyo
sentido último, ciertamente, sólo puede residir en el perfeccionamiento de
los individuos. Pero puesto que este proceso de perfeccionamiento ha de
afrontar primero los contenidos del espíritu objetivo como autónomos,
separados tanto de quien los crea cuanto de quien los recibe, para entonces
englobarse en este último como sus medios o estaciones, por esto cabe
caracterizar a estos contenidos (todo lo expresado y conformado, lo que
la
existe realmente y lo que es efectivo realmente, cuyo complejo integra
posesión cultural de una época) como su “cultura objetiva”. De su consta-
tación distinguirmos el siguiente problema como el problema de la “cultura
los
subjetiva”: en qué medida, según extensión e intensidad, participan
el punto de vista de la
individuos en aquellos contenidos Tanto desde
e inde-
realidad como desde el del valor, ambos conceptos son sumament
está
pendientes entre sí. De una cultura objetiva altamente desarrollada
mien-
quizás excluida la gran masa de las personalidades que hacen al caso;
en una
tras que, por el contrario, precisamente esta masa puede participar
alcan-
cultura más o menos primitiva, de tal modo que la cultura subjetiva
el juicio de valor varía corres-
za una altura relativamente extraordinaria. Y
e individua-
pondientemente: el que está inclinado de una forma purament
puramente social,
lista y, sobre todo, el que está inclinado de una forma
hombres y en
enlazará toda significación de la cultura al hecho de cuántos
cuánta be-
qué extensión participan de ella, cuánta formación y felicidad,
vida realizada en el individuo. Pero aque-
lleza y moralidad extrae de ella la
la utilidad de la cosa, sino la cosa
llos otros a los que interesa no sólo

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