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La vida de Juan Wesley: "Es necesario nacer de

nuevo"
Juan Wesley fue usado por Dios para traer uno de los avivamientos más grandes de la
historia. Durante su ministerio, miles y quizás millones de personas en Inglaterra se
convirtieron a Jesús y cambiaron sus vidas. Este avivamiento cambió el país entero.
Historiadores dicen que si no fuera por Wesley, Inglaterra hubiera sufrido una
revolución sangrienta igual como la Revolución Francesa. Así dice por ejemplo John
Telford en la introducción a su biografía de Wesley:

"(El historiador) Lecky atribuye al metodismo un lugar prominente entre las influencias que salvaron a
este país (Inglaterra) del espíritu revolucionario que arruinó Francia. El demuestra cuán 'especialmente
afortunada' fue que la industrialización en la segunda mitad del siglo XVIII haya sido 'precedida por un
avivamiento religioso que abrió un manantial de energía moral y religiosa entre los pobres, y al mismo
tiempo impulsó poderosamente la filantropía entre los ricos.' "

Casi al mismo tiempo, al otro lado del Océano Atlántico, Dios levantó a un predicador
que iba a iniciar un avivamiento igualmente grande: Jonatán Edwards. Un amigo de
Wesley, Jorge Whitefield, también iba a tener una gran influencia en este avivamiento.
Las fechas de estos dos avivamientos, el americano y el inglés, coinciden de manera
extraordinaria. Edwards experimentó los inicios del avivamiento en 1735; entre 1740 y
1742 este avivamiento se extendió sobre todas las colonias inglesas en Norteamérica, y
en 1745 alcanzó a los indios nativos (por medio del misionero David Brainerd). - Juan
Wesley experimentó su nuevo nacimiento en 1738, y entonces empezó en Inglaterra el
avivamiento que duró varias décadas. - Pocos años antes (1727) había empezado un
avivamiento en Alemania, con los Hermanos Moravos de Herrnhut, y de allí surgió el
primer movimiento de misiones mundiales desde la Reforma. - Parece que Dios decidió
renovar su iglesia a gran escala, durante aquellos años entre 1730 y 1750
aproximadamente.

Si comparamos este movimiento de avivamientos con la Reforma de Lutero y Calvino,


resalta una diferencia particular. La Reforma enfatizaba la doctrina correcta: la
justificación por la fe, por la gracia de Dios. Los avivamientos del siglo XVIII
enfatizaban el entrar personalmente en la justificación y en la gracia de Dios. En otras
palabras: Los reformadores preguntaban: "¿Crees en la doctrina de la salvación por fe?"
Los predicadores de avivamiento preguntaban: "¿Tienes evidencia en tu propia vida de
que eres salvo?"

No es que los predicadores de avivamiento hubieran tenido en poco la doctrina. Al


contrario, la doctrina de la salvación era sumamente importante para ellos. Sin este
fundamento puesto por los reformadores, los avivamientos no hubieran sido posibles.
Pero los predicadores como Edwards, Wesley, etc, se dieron cuenta de que no era
suficiente creer en la doctrina correcta. Era necesario experimentar personalmente el
gran cambio que Jesucristo obra en la vida de un creyente. O sea, era necesario nacer
de nuevo.

Juan Wesley experimentó esta necesidad muy profundamente en su propia vida.


Muchas buenas intenciones

Desde niño, Juan Wesley se esforzaba por llevar una vida disciplinada y metódica. Un
biógrafo dice que aun cuando le preguntaban si quería un poco más pan, no respondía
con "sí" o "no", sino decía: "Gracias, voy a pensarlo." Su padre se exasperaba por ello y
dijo un día a su esposa: "Te aseguro que nuestro Juan no haría caso ni a las necesidades
más urgentes de la naturaleza, si no pudiera nombrar una buena razón para ello."

Como estudiante de colegio, Wesley encontró que la vida de un estudiante típico era
informal y superficial. Se decidió cambiar esto, y redactó para sí mismo un reglamento
bajo el título: "Una regla general en todas las acciones de la vida." En esto él se
propuso, por ejemplo, "mantener siempre un temor pasmoso de la presencia de Dios",
"emplear cada hora libre en asuntos de la religión", "evitar la curiosidad acerca de
actividades y conocimientos inútiles". El se impuso también un horario rígido para su
vida diaria. Pero muchas veces tenía que reprocharse a sí mismo porque no podía
cumplir con estas reglas que él mismo había establecido.

Wesley estudió teología y fue ordenado pastor de la iglesia anglicana. Desde un


principio predicaba acerca de la necesidad de llevar una vida santa y disciplinada. Esto
impresionó a sus oyentes; pero muchos se molestaban porque Wesley era demasiado
estricto y rígido. Entonces se le presentó una oportunidad para ir a América, a una
colonia recién fundada en Georgia. Allí debía ser pastor de los ingleses que vivían allí;
pero Wesley pensaba aun más en evangelizar a los indios nativos de aquellos lugares.

La prueba de la tormenta

Wesley viajó a América junto con tres compañeros, entre ellos su hermano Carlos. En el
mismo barco se encontraba un grupo de hermanos moravos de Alemania, que también
iban a vivir en Georgia. Wesley se sentía muy atraído hacia ellos y asistía a sus
reuniones diarias. El escribió acerca de ellos:

"Ellos demostraron continuamente su humildad, llevando a cabo para los otros pasajeros
aquellos trabajos serviles que ninguno de los ingleses haría. No pedían ni aceptaban
ningún pago por ello, diciendo: 'Fue bueno para sus corazones orgullosos', y: 'su
Salvador amante ha hecho más por ellos'. Y cada día mostraban una mansedumbre que
no se alteraba por ninguna afrenta. Si eran empujados, golpeados o derribados, se
levantaban nuevamente y se alejaban; pero no se encontró ninguna queja en su boca."

Aun en el barco, Wesley mantenía su estilo de vida ordenado y rígido. En su diario


escribió:

"Nuestra manera normal de vivir era así:


Desde las cuatro hasta las cinco de la mañana, cada uno de nosotros se dedicaba a la
oración personal. Desde las cinco hasta las siete leíamos la Biblia juntos (..) A las siete
desayunábamos. A las ocho eran las oraciones públicas. De nueve a doce yo estudiaba
el alemán y el Sr.Delamotte el griego. Mi hermano escribía sermones, y el Sr.Ingham
instruía a los niños. A las doce nos reuníamos para rendirnos cuentas unos a otros acerca
de lo que habíamos hecho desde la última reunión, y de lo que planeábamos hacer hasta
la siguiente. Alrededor de la una almorzábamos. Después del almuerzo hasta las cuatro
leíamos para aquellos [pasajeros] de los que se había encargado cada uno de nosotros, o
les hablábamos aparte, según la necesidad. A las cuatro eran las oraciones de la tarde
(...) De cinco a seis orábamos en privado. De seis a siete yo leía en nuestra cabina a dos
o tres de los pasajeros (...) A las siete me reunía con los alemanes en su servicio público
(...) A las ocho nos volvíamos a reunir para exhortar e instruirnos unos a otros. Entre las
nueve y las diez nos acostábamos..."

El viaje fue bastante intranquilo, con vientos fuertes y tormentas, de manera que los
pasajeros empezaron a temer por sus vidas. En esto, Wesley se dio cuenta de que en el
fondo de su corazón él no estaba preparado para morir:

"Alrededor de las nueve, una ola pasó sobre nosotros desde la proa hasta la popa,
rompió las ventanas de la cabina donde estaban tres o cuatro de nosotros, y nos cubrió
completamente, aunque un escritorio me protegió del impacto más fuerte. Alrededor de
las once me acosté en la cabina grande y me dormí pronto, pero sin saber si iba a
despertarme con vida, y muy avergonzado porque no estaba dispuesto a morir. Oh,
¡cuán puro de corazón tiene que ser el que se alegraría de comparecer ante Dios sin
advertencia previa!"

Pero lo peor estaba todavía por venir. Wesley escribe en su diario acerca de esta
tempestad más fuerte:

"...A las cuatro, el viento era más violento que nunca... El barco se sacudía con
movimientos tan desiguales que solo con gran dificultad uno podía agarrarse de algo
para mantenerse en pie. Cada diez minutos hubo un golpe contra la popa o el costado
del barco, de manera que uno pensaba que los tablones iban a hacerse pedazos.
... A las siete fui donde los alemanes. En medio del salmo que cantaban para comenzar
el servicio, una marea rompió sobre el barco, rasgó la vela principal en pedazos, cubrió
el barco y se derramó por entre las cubiertas, como si el gran abismo ya nos hubiera
tragado. Los ingleses empezaron a gritar horriblemente. Los alemanes seguían cantando
tranquilamente. Después pregunté a uno de ellos: '¿No tuvieron miedo?' El respondió:
'Gracias a Dios, no.' Pregunté: '¿Pero no tuvieron miedo vuestras mujeres y vuestros
niños?' El dijo dulcemente: 'No, nuestras mujeres y niños no tienen miedo de morir.' -
De allí fui a sus vecinos que gritaban y temblaban, y les señalé la diferencia en la hora
de la prueba, entre el que teme a Dios y el que no le teme."

Pero el mismo Wesley tampoco tenía la tranquilidad que tenían los hermanos moravos.
Dice J.E.Hutton (en "Historia de la iglesia morava"): "Juan Wesley estaba
profundamente perturbado. Con toda su piedad, todavía le faltaba algo que estos
hermanos tenían. Le faltaba su confianza triunfante en Dios. El tenía todavía miedo a la
muerte. - '¿Cómo es que no tienes fe?', dijo a sí mismo."

El primer intento misionero

En Georgia, Wesley fue asignado un pastorado entre los ingleses. Sucedió allí lo mismo
como en Inglaterra: su predicación fuerte y estricta acerca de la santidad llamó la
atención de todos, pero solamente se volvieron en contra de él. Pocos se dejaron
convencer por él, y Wesley se vio constantemente envuelto en líos, intrigas y amenazas.
Un miembro de su congregación le reprochó un día:
"No me gusta nada de lo que Ud. hace. Todos sus sermones son sátiras contra personas
particulares, por tanto ya no quiero escucharle, y toda la iglesia dice lo mismo, porque
no queremos ser ultrajados más. Además, dicen que son protestantes; pero en cuanto a
Ud, nadie puede decir de qué religión es Ud. Nunca nadie aquí ha escuchado antes de
una religión así. La gente no sabe qué pensar de ello. Y además, su comportamiento
personal - todas las disputas que ha habido desde que Ud. vino, por culpa de Ud. De
hecho, a ningún hombre o mujer en esta ciudad le importa una sola palabra de lo que
Ud. dice. Así que Ud. puede predicar tanto como quiere; pero nadie vendrá a
escucharle."
Wesley añade en su diario: "El estaba demasiado calentado para escuchar una respuesta.
Así que no me quedó hacer nada sino agradecerle por su franqueza e irme."

Además, Wesley se metió en un enredo amoroso donde actuó con muy poca sabiduría.
Una joven, que al parecer amaba a Dios, empezó a interesarse por él. A Wesley también
le gustaba la joven, pero él había dicho muchas veces que era mejor quedarse soltero
para poder servir mejor a Dios, y entonces él dudaba si Dios le permitiría casarse. Por
causa de su propia inseguridad, vacilaba todo el tiempo entre hacerle esperanzas a la
joven y alejarse nuevamente de ella. Este comportamiento la confundía de tal manera
que al fin, en su desesperación, ella se casó precipitadamente con otro hombre.

Con todos estos problemas con su congregación y con su propia vida, Wesley nunca
pudo llevar a cabo su propósito principal, de evangelizar a los indios. Su trabajo entre
los nativos se limitó a unos pocos contactos.

Durante todo este tiempo, Wesley seguía reuniéndose con los moravos que vivían en el
mismo lugar, y de vez en cuando buscaba consejo de ellos. Parece que ellos eran los
únicos ante quienes él pudo abrir su corazón. En una conversación con uno de sus
líderes, Spangenberg, éste le preguntó:

- "Mi hermano, tengo que hacerte primero una o dos preguntas. ¿Tienes el testimonio
dentro de ti? ¿Testifica el Espíritu de Dios junto con tu espíritu, de que eres un hijo de
Dios?"
Juna Wesley estuvo tan atónito ante esta pregunta que no pudo responder.
- "¿Conoces a Jesucristo?", continuó Spangenberg.
- "Yo sé que él es el Salvador del mundo."
- "Cierto; pero ¿sabes que él te ha salvado a ti?"
- "Lo espero", respondió Wesley, "él murió para salvarme."
- "¿Te conoces a ti mismo?"
- "Sí", dijo Wesley, pero no lo dijo con convicción.

La convicción por el Espíritu Santo

Al fin, Wesley regresó a Inglaterra antes del tiempo, prácticamente huyendo de Georgia.
Durante el viaje en barco, él tuvo varias semanas para meditar acerca de su fracaso y las
causas de ello. Y allí fue donde Dios le mostró con toda claridad la verdad: ¡El mismo
todavía no había nacido de nuevo!
Durante este viaje, Wesley escribió en su diario estas palabras impresionantes:

"Me fui a América para convertir a los indios; pero ¡oh! ¿quién me convertirá a mí?
¿quién me librará de este corazón malvado de malicia? Tengo una religión de buen
tiempo de verano. Puedo hablar bien, sí, y creer yo mismo, mientras no hay ningún
peligro; pero cuando la muerte me mira la cara, mi espiritu se turba. Tampoco puedo
decir: 'Morir es ganancia'.
Tengo un pecado de miedo, de que al haber hilado
Mi último hilo, ¡pereceré en la orilla!"

Y más tarde:

"Son ahora dos años y casi cuatro meses desde que dejé mi país, para enseñar a los
indios de Georgia acerca del cristianismo. Pero ¿qué aprendí yo mismo en este tiempo?
Lo que menos sospeché: que yo, habiendo ido a América para convertir a otros, nunca
fui convertido a Dios yo mismo."

Tenemos que detenernos un poco en este momento tan importante en la vida de Wesley.
El era un teólogo, un pastor ordenado, un predicador, un misionero. El conocía y creía
todas las doctrinas importantes del cristianismo, y las enseñaba a otros. Sin embargo,
tuvo que reconocer que él mismo todavía no había nacido de nuevo. Cierto, él creía que
Jesús había muerto por él. Pero en el viaje y en Georgia, su fe había sido puesta a
prueba - y salió desaprobado. Wesley tuvo que reconocer que en el fondo de su corazón,
él no tenía fe.

¡Si tan solamente pudiéramos comprender la enseñanza grande y terrible que hay allí
para nuestras iglesias hoy en día! Cuán rápidos somos en dar a alguien el nombre de
"cristiano" y "hermano". Nos contentamos con que alguien asista a la iglesia, lea la
Biblia, ore, dé sus ofrendas y diezmos, y sepa hablar en "cristianés" ("Alabado sea
Dios", "Hermano, que Dios te bendiga", ...). Y si le hemos escuchado decir su "oración
de entrega", ya no dudamos de que se trata de un verdadero cristiano convertido. En
algunas iglesias hasta se considera un pecado mortal, cuestionar la salvación de una
persona así. Pero Wesley había hecho todo lo que hacen estos "cristianos promedios", y
aun mucho más. Había hecho sus votos de ordenación. Había cruzado el océano para
convertir a los indios. Había llevado una vida más disciplinada y más piadosa que sus
compañeros. Sin embargo, no había nacido de nuevo.

Entonces, ¿no sería lógico asumir que muchos de los supuestos "hermanos" en las
iglesias, tampoco han nacido de nuevo? ¿y que aun muchos de los pastores y
predicadores actuales no han nacido de nuevo?

Años más tarde, Wesley dijo en una prédica que durante todos aquellos años, él había
sido solamente un "casi-cristiano". Uno que se esfuerza por guardar los mandamientos
de Dios; que se esfuerza por hacer buenas obras; y que tiene un deseo sincero de agradar
a Dios. Uno que cumple de corazón todas sus obligaciones religiosas. ¿No es esto lo que
en muchas iglesias se entiende con un cristiano? ¿Y no hay muchos "hermanos" en las
iglesias, que según Wesley ni siquiera serían "casi-cristianos", porque todavía viven
conscientemente en pecado y no son sinceros en sus corazones? ¿Cómo pueden
entonces creer que son salvos?
Pero aun siendo un "casi-cristiano", a Wesley le faltaba lo más importante (como dijo
en aquella prédica): el auténtico amor de Dios y la auténtica fe. Su piedad y sus buenas
obras eran nada más que esfuerzos humanos. El había imitado la vida de un verdadero
cristiano; pero no había ninguna verdadera obra de Dios en su vida.

En otra oportunidad Wesley dijo que durante aquellos años, su fe era la fe de un


esclavo, pero después Dios le dio la fe de un hijo.

La vida de Wesley debería servir como ejemplo, para abrir los ojos a cualquiera que
piensa ser un cristiano, mientras en realidad solamente tiene costumbres religiosas.
¿Alguna vez Dios te ha convencido en lo más profundo acerca de tu pecaminosidad y tu
incredulidad?
¿Ha habido en tu vida una obra auténtica de Dios, que cambió tu vida y convirtió al
pecador que eras, en un santo hijo de Dios?
¿O es toda tu religiosidad solamente tu propia obra humana?

Una nota adicional importante: Dije arriba que en Georgia, la fe de Wesley salió desaprobada. Pero esto
no tiene nada que ver con lo que la gente decía acerca de él. Algunos "cristianos" piensan que están
"aprobados" cuando todo el mundo en la iglesia habla bien de ellos (y especialmente el pastor). Y piensan
que están "desaprobados" cuando en la iglesia hablan mal de ellos (y especialmente el pastor). Esta es una
idea muy equivocada. Solamente en tu relación personal con Dios se muestra si tu fe es aprobada.
Veremos a continuación que después de nacer de nuevo, Wesley fue criticado y maltratado todavía
mucho más - especialmente por los pastores de las iglesias. Sin embargo, su fe estaba entonces firme y
aprobada.

El nuevo nacimiento

A su regreso a Londres, Wesley se encontró allí con otro hermano moravo que había
llegado hacía poco desde Alemania, Peter Bohler. Le habló acerca de su desesperación,
y durante los siguientes cuatro meses Bohler le aconsejaba en sus tiempos de tormenta
espritual. En una de estas conversaciones, Bohler le dijo: "Mi hermano, mi hermano,
tienes que ser purgado de esta filosofía tuya."

Wesley relata la siguiente conversación, unas semanas más tarde:

"El domingo fui claramente convencido de incredulidad, de la falta de aquella fe que es


lo único por lo que podemos ser salvos.
Inmediatamente el pensamiento golpeó mi mente: 'Deja de predicar. ¿Cómo puedes
predicar a otros, sin tener fe tú mismo?' - Pregunté a Bohler si debía dejar de predicar.
El respondió: 'De ninguna manera.' - Yo pregunté: '¿Pero qué puedo predicar?' - El dijo:
'Predica la fe hasta que la tengas; y entonces, puesto que la tienes, predicarás la fe.'"

En otra oportunidad, Wesley volvió a preguntar a Bohler acerca de lo mismo, y éste le


respondió: "No, no escondas en la tierra el talento que Dios te ha dado."

Así que Wesley seguía predicando, y la verdad de Dios estaba obrando poco a poco en
su propio corazón.
El 24 de mayo de 1738, cuatro meses después de su regreso de América, Wesley estuvo
en una reunión donde se leía el prefacio de Lutero a la Carta a los Romanos. Wesley
relata:

"Aproximadamente a las cuarto para las nueve, mientras él describía el cambio que Dios
obra en el corazón por medio de la fe en Cristo, yo sentí mi corazón calentarse de
manera extraña. Sentí que confié en Cristo, en Cristo solo, para la salvación; y una
certeza me fue dada de que El había quitado mis pecados, aun los míos, y me había
salvado de la ley del pecado y de la muerte.
(...) No mucho después el enemigo sugirió: 'Esto no puede ser fe, pues ¿dónde está tu
gozo?' - Entonces fui enseñado que la paz y la victoria sobre el pecado son esenciales
en la fe en el Capitán de nuestra salvación; pero que el sentimiento del gozo (...) a veces
Dios lo da, a veces lo retiene, según el consejo de Su propia voluntad.
(...) Las tentaciones regresaron vez tras vez. Cada vez levanté mis ojos, y El 'me envió
socorro desde su lugar santo'. Y en esto encontré la diferencia principal entre este estado
nuevo y mi estado anterior. Yo estaba esforzándome, aun luchando con todas mis
fuerzas, tanto bajo la ley como bajo la gracia. Pero entonces yo fui a menudo vencido;
ahora, yo siempre era vencedor."

J.E.Hutton escribe acerca de este cambio: "A partir de este momento, a pesar de unas
dudas recurrentes, Juan Wesley era un hombre cambiado. Aunque no había aprendido
ninguna nueva doctrina, pero había ciertamente pasado por una nueva experiencia. El
tuvo paz en su corazón, estuvo seguro de su salvación, y a partir de entonces, como
saben todos los lectores, él fue capaz de olvidarse a sí mismo, de dejar su alma en las
manos de Dios, y de pasar su vida en la salvación de sus prójimos."

Es muy interesante leer como Wesley describe el efecto de sus prédicas durante aquel
tiempo:

"4 de febrero. En la tarde me pidieron predicar en S.Juan Evangelista. Lo hice, acerca de


estas palabras fuertes: 'Si alguno está en Cristo, es una nueva criatura' (2 Cor.5:17).
Después fui informado que muchos de los mejores en la congregación se ofendieron
tanto que yo no debía volver a predicar allí nunca más.
Domingo, 12. Prediqué en S.Andrés, acerca de: 'Aunque yo diera todos mis bienes para
alimentar a los pobres, y aunque yo diera mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor,
no soy nada" (1 Cor.13:3). Oh, ¡dichos duros! ¿Quién los puede escuchar? Aquí
también parece que no me dejarán predicar nunca más.
Domingo, 26. Prediqué a las seis en S.Lorenzo, a las diez en Sta.Catalina, y en la tarde
en S.Juan. Creo que Dios bendijo el primer sermón más que los otros, porque éste causó
más ofensa.
(...) Domingo, 7 de mayo. Prediqué en S.Lorenzo en la mañana, y después en
Sta.Catalina. Fui esforzado para hablar palabras fuertes en ambas; y por tanto no fui
sorprendido al ser informado que no debía predicar nunca más en una de estas iglesias.
Domingo, 14. Prediqué en la mañana en Sta.Ana, y en la tarde en la capilla Savoy,
acerca de la salvación libre por la fe en la sangre de Cristo. Prontamente fui avisado que
en Sta.Ana yo tampoco iba a predicar otra vez.
Domingo, 21. Prediqué en S.Juan a las tres y en S.Bennett en la tarde. En estas iglesias
también ya no debo predicar más."
¿Qué fue tan ofensivo en estas "nuevas" prédicas de Wesley? - Bueno, fue exactamente
lo que él mismo había experimentado: que era necesario nacer de nuevo. Wesley
entendió muy bien que los miembros (y pastores) de las iglesias estaban en la misma
situación como él antes de su nuevo nacimiento: pensaban que eran cristianos, pero eran
a lo máximo "casi-cristianos". Entonces Wesley les demostraba desde las Escrituras que
necesitaban nacer de nuevo. Esta es la prédica más ofensiva, pero es también la prédica
que la iglesia más necesita - no solo en los tiempos de Wesley, también en los tiempos
actuales. ¿Dónde están hoy los predicadores que demuestran a los miembros y pastores
de las iglesias evangélicas, que todavía les hace falta nacer de nuevo?

Wesley tomó este asunto tan en serio que según una anécdota, un oyente le preguntó
una vez: "¿Por qué predicas todas las veces sobre el nuevo nacimiento, de que es
necesario nacer de nuevo?" - Y Wesley respondió: "Porque tú necesitas nacer de
nuevo."

El avivamiento metodista: Rumbo hacia la iglesia


primitiva
(Vida de Juan Wesley, Parte 2)

La situación de las iglesias antes del avivamiento

Efectivamente, la situación de la iglesia antes del avivamiento se puede describir


solamente como "muerte espiritual". Los protestantes ingleses tenían "una apariencia de
piedad, pero negaban la eficacia de ella" (2 Tim.3:5). Así describe un historiador la
situación de la iglesia en Inglaterra al inicio del siglo XVIII:

"Los anglicanos tenían miedo a los extremos - a los católicos por un lado y a los
puritanos por el otro lado. Querían ser 'moderados' y sospechaban de cualquier
convicción apasionada. Sus prédicas eran ensayos morales sin poder.
Puesto que ya no hubo convicciones personales en la fe, surgió una tolerancia ilimitada.
(...) La 'nueva vida en Cristo' que ellos anunciaban, no se podía observar en la realidad
en ningún lugar. (...) El mismo Wesley habló claramente acerca de la irreligiosidad de
sus tiempos:
'¿Cuál es la característica principal del pueblo inglés en la actualidad? - Su impiedad. ...
¡La impiedad es nuestro carácter nacional en lo general y en lo particular!'
... 'Justo en este tiempo', recuerda Wesley, 'comenzaron dos o tres pastores de la iglesia
de Inglaterra a llamar seriamente a los pecadores al arrepentimiento. ... En dos o tres de
ellos ardía el fuego del amor a Dios.'"
(A. Skevington Wood, "Pietismo y Avivamiento", en "The History of Christianity", Lion
Publishing,Berkhamsted 1977)
Esta es a menudo la situación antes de un avivamiento: la iglesia está muerta, seca, lejos
de Dios. Pero unos pocos cristianos fieles se dan cuenta de la situación, claman a Dios
por avivamiento, y empiezan a predicar arrepentimiento.
Esta "sequedad" de la iglesia es a menudo debida a sus propios líderes y pastores. Jorge
Whitefield comentaba en aquel mismo tiempo (según el mismo historiador): "Las
iglesias estaban tan muertas, porque hombres muertos les habían predicado."

Esta situación tiene muchas paralelas con el tiempo actual. Hoy también, las iglesias
están llenas de inmoralidad y corrupción, de manera que ya no se diferencian del
mundo. Hoy también, las iglesias tienen una "apariencia de piedad", pero no producen
vidas cambiadas. ¿Dónde están hoy los cristianos fieles que clamen a Dios por
avivamiento, y que llamen al pueblo evangélico al arrepentimiento?

Conversiones y una Reforma de la sociedad entera

Wesley llamaba fuertemente al arrepentimiento. Pero no hacía "invitaciones a


convertirse" como lo hacen los evangelistas actuales. Wesley sabía por su propia
experiencia, que Dios tiene que hacer una obra intensiva y profunda de convicción,
antes de que alguien pueda convertirse de verdad; y esta obra de Dios necesita tiempo.
El confiaba en que Dios iba a hacer esta obra en su tiempo. Así dijo Wesley después de
una prédica: "He echado mi pan sobre las aguas. Que lo vuelva a encontrar después de
muchos días." (según Ecl.11:1). Y en otra oportunidad, en su pueblo natal: "¡Que nadie
piense que esta labor de amor sea perdida porque el fruto no aparece inmediatamente!
Casi cuarenta años trabajó mi padre aquí, pero vio poco fruto de toda su labor. Yo
también hice algunos esfuerzos entre este pueblo, y también parecía que gasté mis
fuerzas en vano. Pero ahora apareció el fruto. ... La semilla, sembrada hace tanto
tiempo, brotó ahora, produciendo arrepentimiento y remisión de pecados."
Wesley entonces no contaba números de convertidos, como se hace en las campañas
actuales. El dejaba la obra en las manos de Dios, y en algunas oportunidades pudo ver
más tarde los frutos. Los métodos actuales de evangelización producen un número
inmenso de "conversiones" superficiales y falsas, que son solamente producto de la
manipulación por parte del evangelista. El avivamiento metodista no tenía este
problema, porque se esperaba que los convertidos vinieron por sí mismos a testificar del
cambio que Dios obró en ellos. Y normalmente este cambio sucedía al buscar a Dios en
secreto.
(Veremos más adelante que hubo también conversiones espectaculares que sucedían en
público. Pero Wesley nunca incentivaba esto para hacer un "show". El simplemente
predicaba arrepentimiento, y dejaba que Dios hiciera lo que a El le parecía bien.)

Estos son dos ejemplos de testimonios, de como Wesley se enteró más tarde del fruto de
su predicación:

"Una mujer me detuvo en la carretera y dijo: 'Señor, ¿no recuerda cuando estuvo en
Prudhoe hace dos años y desayunó donde Tomás Newton? Yo soy su hermana. Usted
me miró al salir, y dijo: 'Esté en serio.' Yo no sabía entonces lo que significaba seriedad,
ni pensé en ello; pero las palabras entraron en mi corazón, de manera que no pude
quedarme tranquila hasta que busqué y encontré a Cristo.'"
"'Hace doce años', dijo W.Row, 'yo estaba yendo a Gulval Downs y vi a mucha gente
reunida. Les pregunté cuál era el asunto, y me dijeron que un hombre iba a predicar.
Dije: No, este no es un hombre confundido. Usted había predicado de como Dios
levantó los huesos secos, y desde aquel tiempo yo no tenía descanso hasta que Dios tuvo
placer en soplar sobre mí y levantar mi alma muerta.'"

Ciudades enteras fueron transformadas por el avivamiento, como demuestran estos


testimonios (también del diario de Juan Wesley):

"El último invierno, varios decían a manera de burla al Sr.Whitefield: 'Si él quiere
convertir a paganos, ¿por qué no va a los mineros de Kingswood?' - En primavera,
efectivamente lo hizo. Y puesto que miles de ellos nunca iban a un lugar de adoración
pública, él les siguió a su propio desierto, para buscar y salvar lo que se había perdido.
Cuando él tuvo que ir a otra parte, otros seguían, 'yendo por las carreteras y por las
cercas, a obligarlos a entrar'. Y por la gracia de Dios, su labor no fue en vano. El
ambiente ya ha cambiado. Kingswood ya no resuena con groserías y blasfemias como el
año pasado. Ya no está lleno de borracheras e inmundicias y diversiones vanas que
resultan de ello. Ya no está lleno de guerras y peleas, de clamor y amargura, de enojo y
envidia. El paz y el amor están allí. Muchos de la gente son ahora mansos, amables y
tratables. No gritan ni se llenan de celos, (...) y su diversión es ahora cantar alabanzas a
Dios, su Salvador."

Acerca de la provincia de Cornwall, escribe:

"Esta práctica detestable de engañar al rey (por medio del contrabando) ya no se


encuentra en nuestras sociedades. Y desde que se deshicieron de esta cosa maldita, la
obra de Dios ha aumentado por todas partes."

Prédicas al aire libre

Hemos visto arriba como Wesley fue expulsado de una iglesia tras otra. La iglesia
toleraba la inmoralidad y la muerte espiritual; pero no toleraba la fuerte prédica de
Wesley acerca del nuevo nacimiento. Pronto ya no existía iglesia en Inglaterra que iba a
dejar predicar a Wesley.
En ese entonces, su amigo Whitefield ya había comenzado a predicar al aire libre - algo
completamente novedoso en aquellos tiempos. Whitefield comenzó a introducir a
Wesley en esta forma de predicar. Al inicio, esto le parecía algo muy extraño. Wesley
escribe en su diario: "Primero casi no pude conformarme a esta manera extraña de
predicar en los campos, de la que él (Whitefield) me dio un ejemplo el domingo. Toda
mi vida, hasta hace poco, yo me había aferrado tenazmente a todo lo que es decente y
ordenado, de manera que me parecía casi un pecado, salvar almas en algún otro lugar
que no sea una iglesia."
Pero poco después, Wesley se acordó del Sermón del Monte y dijo que éste era un
precedente notable de una prédica al aire libre. Si el mismo Señor Jesús predicaba en los
campos, ¿por qué no debía hacerlo Juan Wesley también? - El día siguiente, Wesley
predicó desde una pequeña elevación al lado de la carretera, a la salida de la ciudad, y
tuvo una audiencia de tres mil personas.
En su pueblo natal de Epworth, no solo le fue prohibido predicar en la iglesia; el pastor
también se negó a dejarle participar en la Cena del Señor, diciendo que Wesley "no era
apto". Entonces, en la tarde del mismo domingo, Wesley se fue al cementerio, se paró
encima de la lápida de su padre y predicó desde allí; y tuvo una audiencia mayor de la
que el pastor había tenido en la iglesia.

Desde entonces, Wesley se dedicó a predicar al aire libre; y comúnmente venían miles
de personas a escucharle. Así le resultó beneficioso ser expulsado de las iglesias, porque
pudo alcanzar a mucho más personas afuera de las iglesias, de lo que le hubiera sido
posible dentro de ellas. En una oportunidad, cuando Wesley ya tenía 70 años, tuvo una
audiencia de más de 30'000 personas. Se estima que a lo largo de su vida, Wesley
pronunció unos 40'000 sermones.

Envidia de los pastores

Como era de esperar, con esto los pastores se llenaron aun más de envidia contra
Wesley. Aparte de no estar de acuerda con su predicación, una de sus objeciones
frecuentes era, que Wesley no tenía derecho de predicar a las congregaciones de ellos.
Esta objeción es muy similar a lo que dicen los pastores actuales, tildando de "ladrón de
ovejas" a cualquiera que habla sin permiso de ellos a los miembros de su congregación
acerca del Evangelio. Tanto entonces como hoy, los pastores creían tener un derecho de
propiedad sobre los miembros de su congregación, y se olvidaban de que era el Señor
Jesús, no ellos, quien pagó con su vida por la salvación de ellos.

Esta fue la respuesta de Wesley a estas críticas:

"Por mientras, ustedes piensan que yo debería quedarme sentado y quieto; porque de
otra manera yo estaría invadiendo el oficio de otro, interfiriendo con el negocio de otra
gente, y metiéndome con almas que no me pertenecen. Por tanto, ustedes preguntan:
¿Cómo es que yo reúno a cristianos que no están a mi cuidado, para cantar salmos, y
orar, y escuchar la exposición de las Escrituras?, ¿y piensan que esto no se puede
justificar que yo lo haga en parroquias de otros hombres, por principios católicos?
(N.d.tr: Hoy dirían "principios evangélicos", pero en esencia es lo mismo...)
Permítanme hablar francamente. Si con 'principios católicos' (resp. 'evangélicos')
ustedes se refieren a cualquier principio que no es escritural, entonces esto no tiene
ningún peso para mí. Yo no permito ninguna otra regla, sea para la fe o para la práctica,
que no sean las Sagradas Escrituras. Pero con principios escriturales, no me parece
difícil justificar lo que hago. Dios me manda en las Escrituras, según lo que está en mi
poder, instruir a los ignorantes, reformar a los malos, afirmar a los virtuosos. Los
hombres me prohíben hacer esto en sus parroquias; esto es, de hecho, prohibirme
hacerlo en absoluto, puesto que no tengo ninguna parroquia propia y según toda
probabilidad nunca tendré una. ¿A quién tengo que escuchar entonces, a Dios o a los
hombres?
Yo considero el mundo entero como mi parroquia; o sea, en cualquier parte del mundo
que esté, lo considero apropiado, justo y mi deber encargado, declarar a todos los que
estén dispuestos a escuchar, las buenas nuevas de la salvación. Esta es la obra que sé
que Dios me llamó a hacerla; y estoy seguro de que Su bendición la acompaña. Por
tanto estoy grandemente animado a ser fiel en cumplir la obra que El me dio a hacer.
Soy Su siervo, y como tal, estoy ocupado según la clara dirección de Su Palabra, 'según
tengo la oportunidad, hacer bien a todos los hombres'; y Su providencia claramente
concuerda con Su Palabra, porque El me desocupó de todo lo demás, para que yo me
encargase únicamente de esta misma cosa, y siga haciendo el bien."

Las "sociedades religiosas"

Ya antes de Wesley existían "sociedades religiosas" dentro de la iglesia anglicana. Eran


grupos pequeños, mayormente de jóvenes, que se comprometieron a reunirse
semanalmente para edificarse unos a otros. Se contaban unos a otros sus experiencias
con Dios, y recaudaban dinero para ayudar a los pobres, pagar las deudas de prisioneros,
y educar niños. Más tarde se esforzaban también para ganar a nuevos miembros, pero
admitían solamente a aquellos que demostraban la misma entrega al Señor. Al parecer,
estas "sociedades" eran algo como un "pietismo inglés" (aunque parece que se
originaron independientemente del pietismo alemán).
El mismo Wesley fundó una tal sociedad junto con algunos compañeros de estudio en
Oxford, aun antes de nacer de nuevo. Después de su regreso de América, Wesley fundó
otra sociedad, con la ayuda de Peter Bohler. Pero esta sociedad se unió con la iglesia de
los moravos, y entonces Wesley la dejó y fundó otra, que permanecía en comunión con
la iglesia anglicana.

Wesley encontró pronto que estas sociedades eran el mejor medio para juntar a las
personas que habían sido "despertados" por sus prédicas y estaban buscando a Dios.
Cuando se juntaron más miembros a las sociedades, éstas fueron divididas en "clases"
pequeñas de unas doce miembros cada una. El más maduro de cada clase era su "líder",
con la responsabilidad de visitar semanalmente a cada miembro, y/o reunirlos juntos,
para preguntarlos acerca de su estado espiritual y aconsejarlos según podía. Así se
aseguraba una comunión personal continua entre los miembros de las sociedades. El
mismo Wesley (y más tarde sus colaboradores) reunía regularmente a los líderes para
enseñar y aconsejarlos.
El consejo principal de Wesley a las sociedades era: "Fortalézcanse unos a otros.
Conversen juntos con tanta frecuencia como puedan. Y oren en serio uno con otros y
unos por otros, para que puedan 'perseverar hasta el final y ser salvos'." - También se
estableció un reglamento bastante estricto para estas sociedades. Por su organización
"metódica", pronto recibieron el apodo de "metodistas".

En cuanto a la membresía, se ejercía una disciplina estricta. Por ejemplo, no podía ser
miembro ningún ladron, vendedor o comprador de contrabando, o que evadía
impuestos.
Acerca de este tema, Wesley escribió en 1767 un tratado con el título: "Palabra a un
contrabandista". En este demostró que el que compra contrabando, es igual de culpable
como el mismo contrabandista. Tampoco escapaban de su juicio aquellos que se
justificaban: "Pero yo no sabía que era contrabando.": - "¡No! ¿No te dijo el vendedor
que era contrabando? Si te lo vendió más barato de lo común, él te lo dijo. El precio
bajo te dijo: 'Esto es contrabando.'" - Wesley señaló también que la compra-venta de
contrabando aumentaba la carga de impuestos sobre todos los hombres honestos. "Por
tanto, cada vendedor y comprador de contrabando es un ladrón general, que roba los
bolsillos tanto del rey como de sus prójimos."
(Según J.Telford, "La vida de Juan Wesley".)

Telford comenta también acerca del efecto de estas sociedades metodistas sobre la
sociedad en general:
"Dondequiera que se implantó el metodismo, contribuyó a una reforma general del
comportamiento. Hizo de sus miembros ciudadanos mejores, y elevó el estándar de la
moralidad. Nunca se hizo alguna tregua con el pecado. ...Wesley predicó: '¡Cuán grande
podría ser una sociedad (metodista) si les permitiríamos algún pecado! Sí, pero entonces
toda nuestra labor sería en vano. Si les permitiríamos un solo pecado, se detendría la
bendición entera.'"

En una oportunidad, Wesley comentó acerca de la importancia de estas sociedades y


clases:

"Fui convencido más que nunca, que aunque yo predicara como un apóstol, pero sin
juntar a los que se despiertan para entrenarlos en los caminos de Dios, yo estaría
solamente engendrando niños para ser asesinados. ¡Cuánto se ha predicado durante los
últimos veinte años por todo Fembrokeshire! Pero no hay sociedades regulares, no hay
disciplina, no hay orden ni comunión; y la consecuencia es que de los que se
despertaron una vez, nueve de diez están ahora más dormidos que antes."

En Georgia, Wesley había conocido los "ágapes" de los moravos (una cena de
comunión, a la manera de los primeros cristianos). Fue tan impresionado por ello que
introdujo esta costumbre también en sus sociedades.

Los predicadores laicos

Desde los primeros años del avivamiento, Wesley comenzó a nombrar a "ayudantes" o
"predicadores" que viajaban como él por el país, predicando y visitando las
"sociedades". Estos predicadores no eran reconocidos por la iglesia, y la mayoría de
ellos no tenían estudios teológicos. Wesley los escogió porque demostraban en sus vidas
que amaban al Señor, y porque se notaba el fruto de sus prédicas.

Telford escribe acerca de ellos:


"Wesley se vio a menudo inclinado a emplear a hombres de poca o ninguna educación.
Pero él hizo lo mejor para despertar en ellos un deseo de mejorar. En 1749 reunió en
Kingswood a tantos predicadores como podían dar su tiempo, y les dio clases, tal como
lo hacía antes para sus estudiantes en la universidad. ... En noviembre de 1764 escribió:
'Tuve muchos estudiantes en la universidad, y me esforcé bastante por ellos. Pero ¿con
qué resultado? ¿Qué es de ellos ahora? ¿Cuántos de ellos ya no se acuerdan ni de su
profesor ni de su Dios? Pero, ¡bendito sea Dios! Desde entonces tuve unos estudiantes
que me recompensan bien por mi labor. Ahora 'yo vivo, porque ustedes están firmes en
el Señor.'"

Por supuesto, este envío de predicadores no reconocidos fue algo sumamente "irregular"
a los ojos de los líderes de la iglesia. Un pastor dijo acerca de Wesley y sus
predicadores: "... El y sus laicos torpes - su legión andrajosa de predicadores caldereros,
cocheros, barrenderos, etc. - avanzan envenenando las mentes de los hombres."

El mismo Wesley respondió a la pregunta, "¿De qué manera debemos considerarnos a


nosotros y a nuestros ayudantes?": - "Quizás como mensajeros extraordinarios (a
diferencia de los ordinarios), destinados: 1) a provocar a celos a los ministros regulares,
2) a suplir su falta de servicio hacia aquellos que están pereciendo por falta de
conocimiento."

Este equipo de predicadores laicos sirvió también de consejo y corrección para Wesley
mismo, y él estaba consciente de esta necesidad. Telford relata:
"Henry Moore tiene la reputación de haber contradicho a Wesley más que cualquier otro
hombre en Inglaterra. Pero Wesley lo animó a hablar abiertamente, y lo estimó aun más
por su franqueza. - Uno de los predicadores se irritó porque un predicador joven había
señalado una falta de uno de los mayores. Pero Wesley le respondió: 'Yo agradeceré al
más joven entre ustedes si me señala cualquier falta que ve en mí; si lo hace, lo
consideraré mi mejor amigo.'"

Su preocupación por los pobres

Una característica de la iglesia primitiva fue su preocupación y ayuda práctica para los
pobres. Este fue también un asunto importante para Wesley, como demuestra esta
entrada en su diario, del 7 de mayo de 1741:

"Hice recordar la sociedad unida, que muchos de nuestros hermanos y hermanas no


tenían el alimento necesario; muchos no tenían vestimenta conveniente; muchos no
tenían trabajo, sin culpa propia; y muchos enfermos; que yo había hecho lo que yo podía
para alimentar a los hambrientos, para vestir a los desnudos, para emplear a los pobres,
y para visitar a los enfermos; pero yo solo no era suficiente para estas cosas; y por tanto
deseé que todos los que tenían el mismo corazón como el mío:
1) trajeran toda la ropa que les sobraba, para que sea distribuida entre los más
necesitados.
2) dieran semanalmente un penique, o lo que podían dar, para el alivio de los pobres y
enfermos.
Les dije que yo planeaba emplear por el momento a todas las mujeres que no tenían
trabajo, en tejer. A éstas les pagaríamos primero el precio común por el trabajo que
realicen, y después les anadiríamos según sus necesidades. Doce personas fueron
nombrados para inspeccionar a estas, y para visitar a los enfermos y proveerlos con lo
necesario. Cada uno de ellos debería visitar a todos los enfermos de su distrito cada dos
días, y deberían reunirse los martes por la tarde para rendir cuentas de lo que hizo cada
uno, y para consultar juntos acerca de lo que podrían hacer más."

"En la tarde visité a muchos de los enfermos; pero qué escenas, ¿quién lo puede ver sin
conmoverse? No existe algo así en los países paganos. Cuando uno de los indios en
Georgia se enfermaba (lo que sucedía muy raras veces, antes que aprendieran la
glotonería y la borrachera de los cristianos), los que estaban cerca de él le daban todo lo
que necesitaba. Oh, ¿quién convertirá a los ingleses (por lo menos) en paganos
honestos?"
A los 81 años de edad (!), Wesley escribió lo siguiente en su diario:

"En invierno normalmente distribuimos carbón y pan entre los pobres de la sociedad.
Pero ahora vi que les faltaba también ropa, no solamente alimento. Entonces en este día
y los cuatro días siguientes caminé por la ciudad y pedí dinero hasta recaudar doscientas
libras, para vestir a los que más lo necesitaban. Pero fue un trabajo duro, porque la
mayoría de las calles estaban llenas de nieve que se estaba derritiendo, a menudo hasta
los tobillos, de manera que mis pies estaban empapados de agua helada casi desde la
mañana hasta la noche."

Avivamiento es regresar a la iglesia primitiva

Cada avivamiento significa un nuevo acercamiento a lo que era la iglesia primitiva. En


los tiempos de apostasía, la iglesia se aparta de los principios y prácticas de la primera
iglesia. En los tiempos de avivamiento, la iglesia "vuelve a lo que fue en el principio".
Así también en el avivamiento metodista, volvieron a aparecer algunas características de
la iglesia primitiva:

 Primero y ante todo, el énfasis en el nuevo nacimiento. Una iglesia apóstata se


contenta con aumentar sus miembros, aunque sean cristianos de nombre no más,
de labios y no de corazón. Pero una iglesia avivada insiste en que solamente
aquellos son verdaderos cristianos, que nacieron de nuevo y muestran evidencia
de ello en sus vidas.
 Las prédicas al aire libre. La iglesia primitiva no estaba encerrada en cuatro
paredes y no conocía "lugares santos". Los apóstoles y Jesús mismo predicaban
a menudo en lugares públicos y al aire libre. Ya hemos visto como Wesley tenía
sus prejuicios contra esta forma de predicar; pero la necesidad le obligó, y
después él descubrió que esto era bíblico.
 La comunión personal en grupos pequeños, en las casas y con participación de
todos, sin distinguir entre "clérigos" y "laicos". Varios pasajes del Nuevo
Testamento dan testimonio de esta forma de reunirse:
"Y perseveraban ... en la comunión unos con otros ..." (Hechos 2:42)
"... y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez del
corazón..." (Hechos 2:46)
"¿Qué hay pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo,
tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo
para edificación." (1 Cor.14:26)
Esto fue lo que practicaron los primeros metodistas en sus "sociedades" y
"clases". Hemos visto que también redescubrieron las comidas "ágape", por el
ejemplo de los moravos.
 El envío de "predicadores laicos". Los mismos apóstoles eran un ejemplo de
ello, porque ellos no tenían el reconocimiento de ningún líder religioso y de
ninguna organización; salieron únicamente por el llamado del Señor mismo. Su
calificación no consistía en estudios teológicos, sino en haber conocido
personalmente al Señor Jesús. Fue este mismo criterio que Wesley aplicó al
comisionar sus predicadores.
 Su preocupación por los pobres, de una manera personal y motivada por el
amor cristiano. Esta fue también una marca distintiva de la iglesia primitiva:
"Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían
heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los
pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad." (Hechos
4:34-35)
"Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también
procuré con diligencia hacer." (Gál.2:10)

El autor wesleyano, Luke L. Keefer, está convencido de que Wesley tomó la iglesia
primitiva como modelo para la iglesia de todos los tiempos:

"En los primeros años del avivamiento, Wesley llegó a un nuevo entendimiento acerca
de la iglesia. ... Su eclesiología (doctrina acerca de la iglesia) malguiada en Oxford y
Georgia era debido a una vista estática de la iglesia antigua. Erróneamente, él había
atribuido valor universal a prácticas de la iglesia que simplemente eran acomodadas a
las condiciones culturales de aquella época. Su estudio de la iglesia en Hechos reveló un
concepto dinámico de la iglesia. El Espíritu guió la iglesia, de manera providencial, a
formas de gobierno y de ministerio que reforzaban la extensión del evangelio. Esto
encajó exactamente con las propias experiencias de Wesley con el avivamiento en
Bristol y en otros lugares, donde él había sido guiado a innovaciones para extender el
avivamiento.
En primer lugar, esto significaba que la verdadera iglesia era una iglesia misionera,
como lo era la iglesia primitiva. Wesley dijo a sus predicadores que su tarea principal
era salvar almas. No iban a tomar en cuenta los límites de las parroquias, establecidos
por siglos de tradición eclesiástica. Como los primeros apóstoles, los metodistas iban a
ir a cualquier lugar donde el Espíritu los guiaba a anunciar las buenas nuevas de la
salvación. Aun más, el metodismo rechazó la teología sacramental que vio la salvación
como algo otorgado a la comunidad entera por medio de los ritos de la iglesia. Para los
metodistas, el cristianismo no era un asunto de territorio o de ceremonia; era un asunto
personal de conversión.
En segundo lugar, Wesley consideró ahora el gobierno y la práctica de la iglesia como
algo meramente funcional. ... Ahora, la pregunta decisiva acerca de las prácticas
eclesiásticas fue: ¿Hasta dónde contribuyen o impiden la tarea misionera de la iglesia?
Wesley lo expresó de la mejor manera en su respuesta a 'John Smith':
'Yo pregunto, ¿cuál es el propósito de todo orden eclesiástico? ¿No es para traer almas
del poder de satanás a Dios, y para edificarlas en Su temor y amor? Entonces, el orden
tiene valor mientras sirve para estos fines; y si no sirve para ellos, no vale nada.'
Uno siente las implicaciones de estas palabras, al descubrir los cambios fenomenales
que Wesley hizo en su eclesiología durante la década de los 1740. Abandonó su
creencia anterior en la sucesión apostólica, en el triple orden del ministerio (obispos,
sacerdotes y diáconos), y en el derecho divino del gobierno episcopal en la iglesia. ...
Según su estimación, la iglesia oficial (que dio suma importancia a estos asuntos
eclesiásticos) no estaba ganando almas. De hecho, su misma insistencia en estas
estructuras impidió la obra de la evangelización. Por el otro lado, la predicación laica en
los campos e itinerante de los metodistas, cumplía con el mandato evangelístico de la
iglesia."
(Luke L. Keefer, Jr: "John Wesley, Disciple of Early Christianity")

Son interesantes también las observaciones del mismo autor acerca de la visión histórica
de la iglesia que tenía Wesley:
"Los primitivistas cristianos comparten una visión de la historia que divide el tiempo en
tres períodos: una Edad Dorada, una caída, y una restauración. (...)
Para Wesley, la Edad Dorada duró desde la encarnación de Cristo hasta la coronación
de Constantino. Pero su Edad Dorada consistía en una serie de círculos concéntricos.
Una analogía con el templo Bíblico puede ilustrar esta idea. La época pos-apostólica era
el atrio del templo. La época del Nuevo Testamento era el Lugar Santo,
cualitativamente distinta de los siglos II y III. Dentro de la época del Nuevo
Testamento, la iglesia de los primeros cuatro capítulos de Hechos era el Lugar
Santísimo. La iglesia de Jerusalén fue para Wesley el modelo supremo del cristianismo
primitivo.
En el núcleo de la caída, como la entendía Wesley, está el "misterio de la iniquidad".
Este ya existía en el Nuevo Testamento y manchó la misma iglesia en Jerusalén. La
codicia (Hechos 5), la parcialidad (Hechos 6) y los prejuicios (Hechos 15) eran
problemas incluso en la Edad Dorada. Las epístolas apostólicas reflejan varios defectos
en la iglesia. Wesley creía que estos defectos aumentaron más y más durante los siglos
II y III, detenidos de vez en cuando por avivamientos periódicos, y culminaron en una
caída abismal cuando Constantino intentó cristianizar el imperio.
Wesley creía que la restauración de la iglesia empezó con la Reforma protestante. Sin
embargo, fue una reforma inadecuada e incompleta. Wesley reconoció que los
reformadores habían purificado la iglesia en doctrina y en adoración; pero para él, estos
no fueron los asuntos esenciales. Purificar la iglesia del romanismo, todavía no removía
los errores del constantinismo. Mientras la gente no fuera reformada en sus corazones y
en sus vidas, una iglesia menos romana todavía no era una iglesia primitiva."
(Op.cit.)

Wesley y la iglesia oficial

Se levanta aquí la pregunta acerca de la relación de Wesley con la iglesia oficial.


Wesley había nacido y crecido dentro de la iglesia anglicana, y fue ordenado pastor de
esta iglesia. Durante toda su vida permaneció fiel a la iglesia anglicana. ¿Cómo pudo
Wesley reconciliar esta fidelidad a la iglesia oficial, con su deseo de volver a la iglesia
primitiva? Ciertamente, debe haber sentido muy profundamente esta tensión en su
propia vida, y más aún en las sociedades metodistas. Vez tras vez surgió en las
sociedades la controversia de si debían separarse de la iglesia o no. En estas
controversias, Wesley siempre opinaba tajantemente que no podían separarse de la
iglesia, y que los metodistas debían seguir asistiendo a los servicios de la iglesia
anglicana. Parece que él no se dio cuenta de que la separación era la consecuencia
lógica del camino que él mismo había señalado. Y efectivamente, poco después de la
muerte de Wesley, los metodistas se separaron de la iglesia anglicana y formaron su
propia denominación.
En una sola ocasión, pocos años antes de su muerte, Wesley reconoció que no podía
impedir que sus seguidores siguieran este camino hasta su última consecuencia. Escribió
en su diario, acerca de su pueblo natal:

"¿Qué se puede hacer entonces? Yo preferiría impedir que los miembros aquí
abandonen la iglesia; pero no puedo hacerlo. Puesto que el señor C. (el pastor) no es un
hombre piadoso, mas bien un enemigo de la piedad, que frecuentemente predica en
contra de la verdad y en contra de quienes la mantienen y aman, yo con toda mi
influencia no puedo persuadirlos que le escuchen o que participen en el sacramento
administrado por él. Si yo no puedo insistir en este punto mientras vivo, ¿quién podrá
hacerlo cuando yo muera? Y el caso de Epworth es el caso de cada iglesia donde el
ministro no ama ni predica el evangelio. Los metodistas no asistirán a sus
ministraciones. ¿Qué se puede hacer entonces?"

No se trataba tanto de un problema doctrinal, como de un problema muy práctico. Así lo


demuestra la siguiente nota, escrita alrededor del mismo tiempo, acerca de una
conferencia nacional de los metodistas:

"Uno de los puntos más importantes que fue considerado en esta conferencia, fue el de
abandonar la iglesia. La suma de una larga conversación fue:
1) Que a lo largo de cincuenta años, nunca nos habíamos apartado conscientemente de
un solo artículo de la doctrina o de la disciplina de la iglesia.
2) Que no estábamos conscientes de estar en desacuerdo con la iglesia en algún punto
de la doctrina.
3) Que a lo largo de los años, por necesidad y no por quererlo, poco a poco nos
habíamos apartado en algunos puntos de la disciplina, al predicar en los campos, al
hacer oraciones espontáneas, al emplear a predicadores laicos, al formar y regular
sociedades, y al tener conferencias anuales. Pero no hicimos ninguna de estas cosas,
hasta que fuimos convencidos de que no podíamos omitirlas más, excepto al peligro de
nuestras propias almas."

Wesley se esforzaba siempre, hasta donde era posible, para mantener buenas relaciones
con los pastores anglicanos. Y hacia el fin de su vida, parece que realmente tuvo éxito,
porque en una oportunidad escribió: "Los tiempos han cambiado. Ahora tengo más
invitaciones para predicar en iglesias, de las que puedo aceptar."
Por el otro lado, ya en 1746 Wesley había cambiado sus convicciones en cuanto al
gobierno de la iglesia, y había llegado a una posición mucho más conforme con la
iglesia primitiva. Escribiendo acerca de este evento, describe sus creencias anteriores
como un "prejuicio vehemente de mi educación":

"Partí para Bristol. En el camino leí la 'Crónica de la Iglesia Primitiva', por Lord King.
A pesar del prejuicio vehemente de mi educación, estuve dispuesto a creer que este era
un relato equitativo e imparcial. Pero si era así, ¡entonces habría que concluir que
obispos y ancianos son (esencialmente) del mismo orden, y que originalmente cada
congregación cristiana era una iglesia independiente de todas las demás!"

¿Por qué entonces Wesley seguía tan aferrado a la iglesia anglicana? ¿Mantenía él
quizás la misma esperanza como Lutero en sus primeros años, de poder reformar la
iglesia desde adentro, sin separarse de ella? - Quizás él pensaba tener más razón para
esta esperanza, porque en su caso ya no se trataba de la iglesia católica romana. Se
trataba ahora de una iglesia de la Reforma, una iglesia que profesaba los principios del
mismo Lutero. Pero la rueda eterna de avivamiento y apostasía había dado una vuelta
más; y eran ahora las iglesias reformadas las que estaban en camino hacia la apostasía.
El comentario de Wesley acerca de los pastores que "no aman ni predican el evangelio",
es prueba suficiente de ello.
Es difícil explicar esta contradicción en el actuar de Wesley. Por un lado, exhortaba
siempre a sus seguidores a que no abandonasen la iglesia. (Posiblemente vio que se iban
a perder muchas oportunidades evangelísticas, si se separaban de la iglesia.) Pero por el
otro lado, dio pasos que inevitablemente tenían que llevar a una separación entre
metodistas y anglicanos. Envió a predicadores no autorizados, e incluso ordenó a
ministros para la obra en América, sin tener la autorización de la iglesia. Levantó toda
una estructura de una organización independiente de la iglesia.
El biógrafo John Telford da la siguiente explicación:

"La Escritura de Declaración de Wesley, sus ordenaciones, y el licenciamiento de sus


capillas y predicadores ... demuestran que él tuvo más cuidado por la continuación de la
obra, que por la conexión formal con la iglesia de Inglaterra. ... Wesley tomó todas las
precauciones posibles para que el metodismo no pereciera con su muerte. La conexión
con la iglesia se aflojaba gradualmente, y las sociedades adquirían poco a poco una
completa organización propia. La muerte de Wesley removió la última barrera ante la
independencia completa. Seguramente era mejor, en el interés de la religión, que los
metodistas tenían los sacramentos debidamente administrados por sus propios
predicadores, en lugar del arreglo insatisfactorio que existía al final de la vida de
Wesley, solamente para evitar una separación."

Si esta valoración es cierta, entonces para Wesley la lealtad hacia la iglesia anglicana
era muy fuerte; pero aun más fuerte era su deseo de que la obra comenzada continuara.
El se esforzaba por mantener juntos estos dos principios contradictorios hasta el final de
su vida. Pero después de su muerte, la continuidad de la obra ganó como el principio
más importante, y entonces la separación de la iglesia fue inevitable.

- A pesar de su fuerte apego a la iglesia oficial, Wesley no tenía prejuicios contra otras
confesiones, como muestra el siguiente encuentro:

"Al cabalgar por un pueblo llamado Sticklepath, alguien me detuvo en la calle y


preguntó abruptamente: '¿No es tu nombre John Wesley?' Inmediatamente, dos o tres
otros aparecieron y me dijeron que debía quedarme con ellos. Lo hice; y antes de hablar
muchas palabras, nuestras almas se amistaron unos con otros. Descubrí que ellos eran
cuáqueros; pero esto no me molestaba, viendo que el amor de Dios estaba en sus
corazones."

Algunos otros aspectos del avivamiento metodista


(Vida de Juan Wesley, Parte 3)

Persecuciones y sufrimientos

Como todos los grandes hombres de Dios, Wesley tuvo que pasar por muchas
persecuciones y sufrimientos; especialmente en la primera etapa del avivamiento. A
veces predicaba en circunstancias inimaginables:

"En Chelsea expliqué la fe que obra en amor. Estuve muy débil cuando entré a la sala;
pero cuanto más 'las bestias de la gente' aumentaron su locura y rabia, más fui
fortalecido, en cuerpo y alma; de manera que creo que nadie en la casa (que estaba
repleta) se perdió una sola oración de lo que hablé. De hecho, ellos no podían verme, ni
verse unos a otros a pocos metros de distancia, por causa del humo espeso de los
incendios que habían causado (la turba), y otras cosas que continuamente tiraban hacia
adentro. Pero los que podían alabar a Dios en medio de los fuegos, no tenían miedo a un
poco de humo."

(Durante una reunión al aire libre, unos hombres arrearon un toro en medio de la
congregación.) "Cuando ellos habían forzado su camino hasta la mesita sobre la cual yo
estaba parado, intentaron varias veces voltearla, empujando el toro contra la mesa, pero
él no la empujó. Una o dos veces empujé su cabeza con mi mano, para que la sangre no
gotease sobre mi ropa; y me propuse continuar tan pronto como la interrupción hubiera
pasado. Pero la mesita se cayó, y algunos de nuestros amigos me cogieron en sus
brazos, y me llevaron sobre sus hombros; mientras los intrusos hicieron venganza contra
la mesa, arrancando pedazo por pedazo de ella. Nos alejamos un poco de allí, y terminé
mi discurso sin más bulla ni interrupción."

Pero Wesley relata también ocasiones donde Dios le dio una gracia sobrenatural ante
sus mismos perseguidores:

"Cuando llegué a casa, encontré una turba incontable delante de la puerte, y todos
abrieron sus gargantas tan pronto como me vieron. Deseé que mis amigos entraran a la
casa; y entonces caminando en medio de la gente, proclamé 'el nombre del Señor, lleno
de gracia y misericordia, y que se arrepiente del mal.' Ellos se quedaron mirándose unos
a otros. Les dije que no podían huir del rostro de este gran Dios, y por tanto los exhortó
a unirnos clamándole a El por misericordia. Ellos estuvieron prontamente de acuerdo.
Entonces los encomendé a Su gracia y entré a la pequeña reunión en la casa, sin ser
molestado más."

"Llegamos a Bolton alrededor de las cinco de la tarde. Tan pronto como habíamos
entrado a la calle principal, que nos dimos cuenta de que los leones de Rochdale eran
corderos en comparación con los de Bolton. Tal rabia y amargura apenas he visto
alguna vez en alguna criatura que tiene forma de hombre. Ellos nos siguieron gritando
todo el tiempo hasta la casa adonde íbamos; y tan pronto como habíamos entrado,
ocuparon todas las calles que llevaban allí y las llenaron de un extremo al otro. Después
de algún tiempo, las olas ya no bramaban tan fuerte. El Sr.P. pensó que entonces podía
salir afuera. Inmediatamente lo rodearon, lo echaron al suelo y le dieron vueltas en el
lodo; de manera que al liberarse de ellos y entrar a la casa otra vez, uno podía apenas
ver qué o quién era. Cuando nos llegó la primera piedra a través de la ventana, esperé
que muchas más seguirían; cuánto más, que ahora habían conseguido una campana para
llamar a todos los demás. Pero ellos no pensaban en llevar el ataque desde la distancia:
enseguida alguien subió a nosotros y nos avisó de que la turba había forzado la puerta y
entrado en la casa; y añadió, que se habían apoderado de J.B. Así fue; y él aprovechó la
oportunidad para hablarles acerca de 'los terrores del Señor'. Por mientras, D.T. ocupó a
otros de ellos con palabras más suaves. Pensé que mi tiempo había llegado, y bajé en
medio de ellos. Ellos habían llenado ahora todas las habitaciones de abajo. Pedí una
silla. El viento se calmó, y todo se hizo silencio. Mi corazón se llenó de amor, mis ojos
de lágrimas, y mi boca con argumentos. Ellos se asombraron; se avergonzaron; se
derritieron; devoraron cada palabra. ¡Qué cambio fue este! Oh, ¡cómo cambió Dios el
consejo del viejo Ahitofel en locura, y trajo a todos estos borrachos, maldicientes,
profanadores del día de reposo, y toda clase de pecadores, a este lugar para escuchar
acerca de Su redención!"

A veces se difundieron las calumnias más absurdas acerca de Wesley:

"Uno de los jinetes dijo: 'Señor, le contaré la razón de esto. Todos los caballeros de
estos lugares dicen que Ud. ha estado mucho tiempo en Francia y en España, y que Ud.
fue enviado ahora acá por el Pretendiente (al trono); y que estas sociedades son para
unirse a él. Ciertamente, ¡todos los caballeros de estos lugares no mentirán contra su
propia conciencia!"

"(Los de Breage) eran tan salvajes hace diez años, y esto no es ninguna maravilla,
puesto que su ministro desgraciado les había dicho desde el púlpito que 'John Wesley
fue expulsado del colegio por mal comportamiento, y había sido muy confundido desde
entonces; y que todos los metodistas, en sus sociedades privadas, apagan las luces', etc."

"Lunes, 7 de diciembre. Prediqué acerca de: 'Confía en el Señor Jehová, porque en el


Señor hay fuerza eterna' (Is.26:4). Demostré cuánta razón tenemos en confiar en el
Capitán de nuestra salvación, cuando alguien en medio de la sala exclamó: '¿Quién fue
su capitán el otro día, cuando Ud. se ahorcó? Conozco al hombre que le vio cuando
cortaron la soga para bajarle.' - Parece que este cuento inteligente había sido esparcido
diligentemente, y creído de corazón, por mucha gente en Bristol. Deseé que hicieran
espacio para el hombre para que se acercase a mí. Pero en el momento que él vio que el
camino estaba libre, se corrió a la máxima velocidad posible, sin siquiera mirar atrás.
- Sábado, 12 de diciembre. En la tarde, alguien quiso hablar conmigo. Le vi en extrema
confusión, de manera que por algún tiempo no podía hablar. Por fin dijo: 'Yo soy el que
interrumpió en la sala, el lunes. Desde entonces no tuve descanso, día y noche, hasta
que hubiera hablado con Ud. Espero que Ud. me perdone y que será una advertencia
para mí, todos los días de mi vida.'"

Las persecuciones se dirigían no solamente contra el mismo Wesley, sino también


contra sus predicadores y seguidores. En cierto lugar se había dado una orden para
reclutar forzosamente para el ejército a todos los que eran conocidos como metodistas:

"(La orden) era avalada por el mayordomo de don John St.Aubyn con los nombres de
siete u ocho personas. La mayoría de ellos eran conocidos de tener un trabajo legal e
ingresos suficientes con ello. Pero esto no importaba: eran llamados 'metodistas', por
tanto tenían que ser reclutados. Debajo estaba añadido: 'Una persona de nombre
desconocido, que perturba la paz de la parroquia.' Una palabra a los sabios: Los buenos
hombres entendieron fácilmente que éste no podía ser otro que el predicador metodista;
porque ¿quién 'perturba la paz de la parroquia', sino uno que dice a todos los borrachos,
fornicarios y groseros, que están camino al infierno?"

Estos son algunos otros de los muchos incidentes que Wesley menciona en su diario:

"...Todos los agricultores aquí se habían puesto de acuerdo hace un tiempo, de despedir
a todos sus siervos y de no dar trabajo a ninguno que iba a escuchar a un predicador
metodista. Pero no hay consejo en contra del Señor. Uno de los principales de ellos, el
señor G, se convenció de la verdad poco después, y deseó que estos mismos hombres
predicaran en su casa. Muchos de los otros confederados vinieron a escuchar, y sus
siervos y trabajadores les siguieron alegremente. Así todo el designio de satanás cayó
por tierra, y la Palabra de Dios creció y prevaleció."

"En la tarde prediqué en una plaza en Colne, a una multitud de gente, todos deseosos de
escuchar la palabra. Raras veces he visto una congregación donde hombres, mujeres y
niños estaban parados tan atentos; ¡y esta es la ciudad donde hace treinta años ningún
metodista podía atreverse a mostrar su cabeza! El primero en predicar aquí fue John
Jane. El estaba cabalgando inocentemente por la ciudad, cuando la turba celosa lo jaló
de su caballo y lo metieron en el cepo. El aprovechó de la oportunidad y los exhortó
vehementemente 'a escapar de la ira venidera'."

"Cabalgué a una ciudad vecina para ver a un juez de paz, un hombre de buen
entendimiento. Yo había sido informado de que unos vecinos enojados habían llevado
ante él un carro lleno de estos nuevos herejes. Pero cuando él preguntó qué habían
hecho, hubo un silencio profundo; porque este era un punto que sus acusadores habían
olvidado. Por fin dijo uno: 'Es que ellos pretenden ser mejores que los demás; y además,
ellos oran desde la mañana hasta la noche.' - El juez preguntó: 'Pero no hicieron nada
aparte de esto?' - 'Sí, señor', dijo un hombre viejo, 'por favor, ellos han convertido a mi
esposa. Antes de unirse a ellos, ¡ella tenía tal lengua! Y ahora ella está quieta como un
cordero.' - 'Llévenlos de regreso, llévenlos de regreso', respondió el juez, 'y déjenlos
para que conviertan a todos los regañones en la ciudad.'"

Wesley estaba tan acostumbrado a las persecuciones y a la enemistad de la gente, que se


asombraba cuando le trataban con amabilidad. Cuando pasaba algún tiempo sin
persecución, él empezaba a examinarse ante Dios si quizás le había fallado en algo:

"Me sorprendí mucho, por todas partes donde iba, de la amabilidad de la gente. Nadie
me señaló con el dedo, nadie me insultó como antes; ni siquiera se rieron. ¿Qué
significa esto? ¿Me he vuelto un siervo de hombres? ¿O se acabó el escándalo de la
cruz?"

Wesley y los niños

Wesley tenía un interés especial en los niños. En su propia niñez, él había recibido la
mejor educación posible: hasta la edad de once años fue instruido, junto con sus siete
hermanos, por su propia madre. Susana Wesley era una mujer piadosa con fuertes
principios cristianos, y sembró durante este tiempo todas las semillas de la Palabra de
Dios en los corazones de sus hijos - además de enseñarles a obrar de manera
disciplinada, ordenada y respetuosa. Cada actividad de la familia - cultos familiares,
comidas, materias escolares - tenía su hora asignada. Wesley sabía por experiencia
propia cuan importante es el ambiente familiar para un niño, y defendía siempre la
familia cristiana. Por el otro lado, observó la influencia dañina de las escuelas sobre la
fe de los niños:

"En la tarde tomé té donde A.O. ¡Pero cuánto me escandalicé! Los niños que antes
solían seguírme y escuchar atentamente cada palabra mía, habían asistido a una de las
mejores escuelas. Allí habían desaprendido toda religión y toda seriedad, y habían
aprendido el orgullo, la vanidad, la hipocresía, y todo lo que los puede alejar del
conocimiento y del amor de Dios. Padres metodistas, si quieren enviar a vuestros hijos
directamente al infierno, ¡envíenlos a una de estas escuelas elegantes!"

En una prédica sobre "La religión en familia", dice Wesley:

"Particularmente debes esforzarte a instruir a tus hijos, desde temprana edad,


claramente, frecuentemente, y pacientemente. Instrúyelos desde la primera hora que ves
que su razón despierta. La verdad puede alumbrar sus mente mucho más temprano de lo
que suponemos. Quien observa las primeras aperturas de la mente del niño, proveerá
poco a poco la materia para que trabaje en ella, y dirigirá los ojos de su hijo hacia lo
bueno. Cuando un niño empieza a hablar, puedes estar seguro de que su razón está
trabajando. En este mismo momento, los padres deben empezar a hablarle de las
mejores cosas, las cosas de Dios. Y desde ese tiempo, no se debe perder ninguna
oportunidad para infundirles todas las verdades que son capaces de recibir.
... Les pregunto, entonces, ¿para qué fin envías a tus hijos a la escuela? - 'Qué, para que
sean preparados para vivir en el mundo.' - ¿De qué mundo hablas, de éste o del por
venir? Quizás pensaste solo en este mundo, y te olvidaste de que hay un mundo de por
venir; sí, ¡y uno que durará eternamente! Por favor considera mucho esto, y envía a tus
hijos a tales maestros que mantengan este mundo venidero siempre delante de sus ojos.
De otra manera, enviarlos a la escuela (permítanme hablar claramente) es poco mejor
que enviarlos al diablo. De toda manera, entonces, envía a tus hijos, si tienes alguna
consideración por sus almas, no a una de estas grandes escuelas públicas, (porque estas
son cunas de toda clase de maldad), sino a una escuela privada, donde enseñe un
hombre piadoso, quien se esfuerce a instruir a un número pequeño de niños en la
religión y la enseñanza juntos."

Cuando el avivamiento metodista ya había bien progresado, Wesley pudo ver el fruto de
sus esfuerzos por los niños. En una ocasión dio el siguiente testimonio conmovedor:

"A las tres me encontré con cerca de mil niños de nuestras Escuelas Dominicales.
Nunca antes vi algo así. Ellos estaban todos perfectamente limpios, y muy sencillos en
su atavío. Todos estaban serios y se comportaban bien. Muchos, tanto niños como niñas,
tenían las caras más bonitas que hay en Inglaterra o Europa. Cuando todos cantaban
juntos, y ninguno se salía de la melodía, sonaba mejor que cualquier teatro. Y lo mejor
de todo: muchos de ellos verdaderamente temen a Dios, y algunos se regocijan en Su
salvación. Estos son un ejemplo para la ciudad entera. Su pasatiempo usual es visitar a
los pobres enfermos (a veces van seis, ocho o diez juntos), para exhortarlos, consolarlos,
y orar con ellos. A menudo diez o más de ellos se juntan para cantar y orar, a veces
hasta treinta o cuarenta juntos, y están tan seriamente ocupados en cantar, orar y llorar
por turnos, que no saben como parar. Ustedes niños que escuchan esto, ¿por qué no
andan y hacen lo mismo? ¿No está Dios aquí igual como en Bolton? ¡Que Dios se
levante y pelee por Su propia causa, aun 'de la boca de los niños y de los que maman'!"

La doctrina de la perfección cristiana

Wesley enfatizaba que la meta de una vida cristiana es la perfección. Esta es


probablemente la doctrina más controversial, y la más malentendida, de Wesley. El
enfatizaba mucho los versos 1 Juan 3:6 y 9:
"Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le
ha conocido. ... Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la
simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios."
Algunos hicieron mal uso de esta enseñanza, diciendo que entonces para un cristiano ya
no había tentaciones, y que podían vivir despreocupados sin cuidarse contra el mal.
Otros, al contrario, pensaban que estaban condenados cuando cometían alguna
equivocación, y que no eran cristianos verdaderos si no lograban vivir una vida perfecta.
Así se imponían un yugo demasiado pesado, y Wesley fue acusado de un
"perfeccionismo" que no es bíblico.

Estos extremos no eran en el sentido de Wesley. El escribió una obra extensa, "Un
relato franco de la perfección cristiana" ("A Plain Account of Christian Perfection"),
para explicar su punto de vista. A la vez, esta obra muestra que el mismo Wesley tenía
cierta dificultad en definir concretamente lo que él entendía con "perfección cristiana".
Por un lado, dejó claro que un cristiano según las Escrituras es alguien que "ama a Dios
de todo su corazón", de manera que en su corazón ya no hay lugar para ninguna maldad
(porque de otra manera, ya no amaría a Dios de todo corazón). Por el otro lado, enfatizó
que aun un "cristiano perfecto" puede todavía tener tentaciones y cometer
equivocaciones y pecados inconscientes. Dijo que es posible para un cristiano ser
"perfecto", pero nunca se atrevió a decir que es posible estar "sin pecado" ("sinless" en
inglés).

Otra acusación que se levantó contra esta doctrina, fue que si alguien se llamaba
"perfecto", negaría la necesidad del sacrificio de Jesús. Pero Wesley contestó: Al
contrario, la perfección es posible solamente a base del sacrificio de Cristo y la gracia
de Dios. La victoria sobre el pecado no es ninguna obra humana (vea Juan 15:4-5).

Los siguientes párrafos dan una impresión de la lucha que Wesley tenía acerca de la
expresión "sin pecado":

"... Aun los mejores hombres siguen teniendo necesidad de Cristo en su oficio
sacerdotal, para expiar sus omisiones, sus limitaciones, sus errores en juicio y en
práctica, y sus defectos de toda clase. Porque todos estos son desviaciones de la ley
perfecta, y por tanto necesitan ser expiados. Pero estos no son pecados propiamente
dicho, como aparece desde las palabras de San Pablo: 'El que ama, ha cumplido la ley;
porque el amor es el cumplimiento de la ley.' (Rom.13:10) Ahora, los errores, y
cualquier debilidad que necesariamente fluye desde el estado corruptible del cuerpo, no
son de ninguna manera contrarios al amor; por tanto no son pecado en el sentido de las
Escrituras.
Para explicarme un poco más acerca de este tema:
1.) No solamente el pecado propiamente dicho (o sea, uan transgresión voluntaria de la
ley) necesita la sangre de la expiación; también lo necesita el pecado impropiamente
dicho (o sea, una transgresión involuntaria de una ley divina conocida o desconocida).
2.) Yo creo que no existe en esta vida ninguna perfección tal que excluiría estas
transgresiones involuntarias, que son consecuencias naturales de la ignorancia y de los
errores inseparables de la mortalidad.
3.) Por tanto, nunca uso la expresión "perfección sin pecado", para que no parezca
contradecirme a mí mismo.
4.) Creo que una persona llena del amor de Dios sigue siendo sujeta a estas
transgresiones involuntarias.
5.) Ustedes pueden llamar pecado a tales transgresiones, si desean; yo no las llamo así,
por las razones que mencioné.

Pregunta: ¿Qué consejo daría Ud. a los que lo llaman pecado, y a los que no lo llaman
así?

Respuesta: - Que los que no lo llaman pecado, nunca piensen que ellos o alguna otra
persona alcanzaría un estado donde podrían estar en pie ante la justicia infinita sin un
Mediador. Asegurar esto sería la ignorancia más profunda, o la arrogancia y presunción
más altiva.
Que los que lo llaman pecado, tengan cuidado de no confundir estos defectos con el
pecado propiamente dicho. ¿Pero cómo harán para no confundirlo, si a todo lo llaman
pecado sin distinción? Temo que si permitimos que el pecado sea consistente con la
perfección, pocos limitarían la idea a aquellos defectos solamente que no son pecados
propiamente dicho."

El problema más grande en esta enseñanza de Wesley fue que él separaba


completamente la santificación de la justificación. El enseñaba que la "santificación
completa" es una "segunda obra" del Espíritu Santo, que puede suceder en un instante, y
que libera al cristiano de todos los malos pensamientos y actitudes. En consecuencia,
Wesley admitió que él mismo todavía no había experimentado esta "santificación
completa", y que existían muy pocos cristianos que la habían alcanzado. Esta es, por
supuesto, una enseñanza problemática que tiene muy poca base bíblica. En mi opinión,
hubiera sido suficiente si Wesley hubiera afirmado que para un cristiano es posible, en
la gracia y el poder de Dios, vivir sin cometer pecado voluntario (como efectivamente
se concluye de su pasaje favorito, 1 Juan 3:6-9). Esta ya es una afirmación muy
controvertida en la situación actual de la iglesia, pero es conforme a las Escrituras.
Wesley en cambio deseaba presentar toda una "doctrina" detallada de la perfección
cristiana, y en esto se fue "más allá de lo que está escrito".

Pero en vez de debatir sobre los errores doctrinales de Wesley, deseo señalar otro punto
más importante: ¿Por qué Wesley lo vio necesario, en primer lugar, predicar acerca de
la "perfección cristiana"? ¿No era porque la iglesia de su tiempo se había apartado tan
lejos de esta perfección, que ya no se veía diferencia entre la iglesia y el mundo? De
hecho, una marca común de todos los avivamientos es que vuelven a resaltar la
santidad.
En los tiempos de apostasía, siempre se introduce una forma de "gracia barata" en las
iglesias. Se predica el perdón de los pecados sin arrepentimiento. A veces - como en la
iglesia católica - se sustituye el arrepentimiento por algo diferente: el someterse a los
ritos y sacramentos de la iglesia, el comprar una indulgencia, el conformarse con las
costumbres exteriores de la iglesia, o cosas parecidas. En otros casos - como en muchas
iglesias reformadas - se enseña un "perdón automático", como si Dios ya no tomara en
cuenta el pecado. En cualquiera de estos casos, ya no hay arrepentimiento de corazón, y
la iglesia se corrompe.
Los predicadores de avivamiento siempre confrontaron directamente esta corrupción de
la iglesia. Volvieron a resaltar que la iglesia del Señor es santa; por tanto, una iglesia
que no es santa, no es la iglesia del Señor. Enfatizaron que un cristiano verdadero sigue
"la santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (Hebreos 12:14). Para hacer volver la
iglesia de su apostasía, siempre es necesario predicar la santidad.
Este debe haber sido el motivo de Wesley para enseñar acerca de la "perfección
cristiana". El quiso demostrar desde las Escrituras, cuál es el carácter de un verdadero
cristiano, y así dar a sus seguidores una meta a seguir; a diferencia de los cristianos solo
de nombre.
Así lo dice Wesley en una carta del año 1767:

"Hace 35 ó 36 años, yo admiraba mucho el carácter de un cristiano perfecto, como


descrito por Clemente de Alejandría. Hace 25 ó 26 años, el pensamiento llegó a mi
mente de describir un tal carácter yo mismo, solamente de una manera más conforme a
las Escrituras, y mayormente en las mismas palabras de las Escrituras. Lo titulé 'El
carácter de un metodista', pensando que la curiosidad induciría a más personas a leerlo,
y que así algunos prejuicios serían quitados de encima de unos hombres ingenuos. Pero
para que nadie se imagine que yo intentaba una apología de mí mismo o de mis amigos,
me guardé contra esto en la misma página del título, diciendo en el nombre de mí
mismo y de ellos: 'No como si ya lo hubiera alcanzado, ni que ya fuera perfecto.' Lo
mismo dije en la conclusión: 'Estos son los principios y prácticas de nuestro grupo; estas
son las marcas de un verdadero metodista'; o sea, de un verdadero cristiano, como
explico inmediatamente después: 'solo por estas desean los que son víctima del escarnio
ser distinguidos de otros hombres'. 'Nos esforzamos por estas marcas, a distinguirnos de
aquellos cuyas mentes o vidas no están de acuerdo al evangelio de Cristo.'"

Era necesario, frente a la corrupción y la tibieza de la iglesia, mostrar cuales son las
marcas de un verdadero cristiano. En este sentido, era muy necesario que Wesley
predicara acerca de la santidad y la perfección. Y la misma necesidad existe en las
iglesias actuales.

Manifestaciones extraordinarias

Varias veces en su diario, Wesley relata unas manifestaciones extraordinarias que


ocurrieron durante su ministerio, o en personas convertidas por su ministerio. Este es un
ejemplo:

"Hablé largamente con Ana Thorn y dos otros, que habían estado varias veces en
trances. Todos coincidían en que: 1) cuando ellos 'se iban', como lo llamaban, era
siempre en los momentos en que ellos estaban más llenos de amor por Dios; 2) que esto
les sobrevenía en un instante, sin aviso previo, y tomó de ellos todos sus sentidos y
fuerzas; 3) que en general - con unas excepciones - a partir de ese momento, ellos
estaban en otro mundo y ya no sabían nada de lo que hacían o decían los que estaban
con ellos.
... El Sr.B. se me acercó y me dijo que Alicia Miller, de quince años, había caído en un
trance. Bajé inmediatamente y la encontré sentada en una banquita y apoyada en la
pared, con los ojos abiertos mirando hacia arriba. Hice un movimiento como si iba a
golpearla, pero ella ni se movió. Su cara expresaba una mezcla indescriptible de
reverencia y amor, mientras unas lágrimas corrían por sus mejillas. ... Después de media
hora vi que su rostro cambió a una expresión de temor, compasión y desesperación;
después ella rompió en una inundación de lágrimas y exclamó: 'Querido Señor, ¡ellos
serán condenados! ¡Todos ellos serán condenados!' Pero cinco minutos más tarde volvió
su sonrisa, y hubo solo amor y gozo en su rostro. ... Más tarde, ella dijo: '¡Grita a alta
voz! ¡No retengas nada!' Después dijo: 'Den la gloria a Dios.' - A las siete, sus sentidos
volvieron. La pregunté: '¿Dónde estuviste?' - 'Estuve con mi Salvador.' - '¿En el cielo o
en la tierra?' - 'No lo sabría decir; pero estuve en la gloria.' - '¿Y por qué lloraste?' - 'No
por mí, pero por el mundo; porque vi que ellos están al borde del infierno.' - '¿Y de
quiénes deseabas que dieran la gloria a Dios?' - 'De los ministros, que griten a voz alta
al mundo; porque si no lo hacen, serán orgullosos, y entonces Dios los abandonará, y
perderán sus propias almas.'"

Menciona también el siguiente testimonio, contado por John Pearce:

"Mientras él vivía en Helstone, durante una reunión de su clase (metodista) una noche,
una mujer de ellos gritó con un tono fuera de lo común: 'No nos quedemos aquí;
vayámonos a ...' (una casa que se encontraba en otra parte de la ciudad). Todos se
levantaron inmediatamente y fueron, aunque ni ella ni ellos sabían por qué. Poco
después de que se habían ido, una chispa cayó en un barril con pólvora que se
encontraba en la habitación adyacente, y la casa explotó. Así protegió Dios a los que
confiaban en El..."

Wesley relata también varias ocasiones de expulsión de demonios.

Aparentemente, esta clase de manifestaciones fueron también muy criticadas. En


respuesta, Wesley señala el fruto espiritual que resultó:

"Durante este tiempo fui preguntado casi continuamente ...: '¿Cómo pueden ser estas
cosas?' Y recibí incontables advertencias (generalmente basadas en graves
malentendidos), de no dar crédito a las visiones y los sueños, ni de imaginarme que la
gente tenía perdón de sus pecados por causa de sus clamores o lágrimas o testimonios
externos. A alguien que me escribió varias veces acerca de este tema, mi respuesta
resumida era así:
La cuestión entre nosotros se reduce mayormente a un asunto de hechos. Ud. niega que
Dios obre hoy en día estos efectos; o por lo menos, que los obre de esta manera. Yo
digo que sí, porque he oído estas cosas con mis propios oídos y las he visto con mis
propios ojos. He visto (hasta donde esto puede verse) a muchas personas cambiar en un
instante de un espíritu de miedo, horror y desesperación, al espíritu de amor, gozo y paz;
y de un deseo pecaminoso que los gobernaba, a un deseo puro de hacer la voluntad de
Dios. Estos son hechos de los que he sido testigo, casi diariamente.
En cuanto a visiones o sueños, esto es lo que tengo que decir: Conozco a varias
personas en quienes este gran cambio sucedió en un sueño, o durante una fuerte
representación ante el ojo de su mente, acerca de Cristo en la cruz o en la gloria. Este es
el hecho; que cada uno lo juzgue como desea. Y yo no lo juzgo solamente por sus
lágrimas, o por caer en un trance o por gritar (como Ud. parece suponer); sino por el
cambio de su vida entera: anteriormente malvados de muchas maneras; después santos,
justos y buenos.
Le mostraré a aquel que antes era un león y ahora es un cordero; a aquel que era un
borracho y ahora es ejemplarmente sobrio; a aquel que era un fornicario y ahora
aborrece aun el vestido manchado por la carne. Estos son mis argumentos vivos para lo
que aseguro: que Dios da ahora igualmente como en los tiempos antiguos, la remisión
de los pecados y el don del Espíritu Santo a nosotros y a nuestros hijos; y esto
instantáneamente, hasta donde lo sé; y a menudo en sueños o visiones de Dios. Si no es
así, yo seré hallado un testigo falso ante Dios."
Hemos visto arriba que Wesley tuvo que vencer unos prejuicios muy arraigados cuando
Whitefield le mostró como predicar al aire libre. Ahora, en este asunto de las
manifestaciones extraordinarias, parece que fue Whitefield quien luchó con prejuicios.
Wesley relata:

"Tuve una oportunidad de hablar con él (Whitefield) acerca de estas señales exteriores
que a menudo han acompañado la obra interior de Dios. Encontré que sus objeciones se
basaban mayormente en graves tergiversaciones de los hechos. Pero el día siguiente, él
tuvo una oportunidad de enterarse mejor; porque apenas comencé (en la prédica) a
invitar a todos los pecadores a creer en Cristo, que cuatro personas se desmayaron cerca
de él, casi al mismo momento. Uno de ellos quedó echado sin sentido ni movimiento.
Otro tembló excesivamente. El tercero tuvo convulsiones por todo su cuerpo, pero no
hizo ningún sonido excepto unos gemidos. El cuarto, también convulsionado, clamó a
Dios con fuertes gritos y lágrimas. Desde este momento, confío que todos permitiremos
a Dios a llevar a cabo Su propia obra de la manera que le place a El."

Sin embargo, Wesley no dio demasiada importancia a estas manifestaciones. El estaba


consciente de que no todo lo extraordinario es de Dios, y que era necesario tener
discernimiento. En otra ocasión escribe:

"En la tarde, Dios estaba eminentemente presente entre nosotros ... Pero observé una
diferencia notable, desde la última vez que estuve aquí (en Everton). Ahora nadie estaba
en trance, nadie exclamó a gritos, nadie cayó al suelo ni convulsionó; solamente algunos
temblaban fuertemente, se escuchaba un murmullo suave, y muchos fueron refrescados
con plenitud de paz.
El peligro era de dar demasiada importancia a las circunstancias extraordinarias, tales
como gritos, convulsiones, visiones y trances; como si éstas fueran esenciales para la
obra interior ... Otro peligro es, condenar todo esto y pensar que no hay nada de Dios en
ello. Pero la verdad es:
1) Dios convenció a muchos instantánea y fuertemente de que eran pecadores perdidos;
y la consecuencia natural de ello eran las exclamaciones repentinas y las convulsiones.
2) Para fortalecer y animar a los que creyeron, y para hacer Su obra más obvia, El
favoreció a varios de ellos con sueños divinos, a otros con trances y visiones.
3) En algunas de estas ocasiones, después de un tiempo, la naturaleza se mezcló con la
gracia.
4) Igualmente, satanás imitó esta obra de Dios, para desacreditar la obra entera; sin
embargo no es sabio desechar esta parte, no más de lo que sería sabio desechar la obra
entera. Al inicio, sin duda era todo de Dios. Ahora todavía es así parcialmente, y El nos
capacitará para discernir hasta donde, en cada caso, la obra es pura, y donde está
mezclada o degenerada."

En el presente hay una gran controversia acerca de esta clase de manifestaciones. Por un
lado, hay una "mania" por manifestaciones cada vez más extraordinarias y extrañas. Y
por el otro lado hay sospechas y rechazo contra cualquier cosa que es un poco fuera de
lo común. Los comentarios de Wesley pueden ayudarnos a ver más claro en este asunto:
Primeramente, Dios ha obrado muchas veces por medio de sueños, visiones, y otros
medios "extraordinarios". Las Escrituras lo testifican, las experiencias de Wesley lo
confirman, y nada impide que Dios haga cosas parecidas en nuestros tiempos. Ciertas
manifestaciones extraordinarias - pero no todas - son plenamente respaldadas por la
Biblia. Aparte de sueños y visiones, la Biblia menciona también diversos dones
sobrenaturales del Espíritu Santo.
Segundo, cuando hablamos de caídas, temblores, convulsiones, etc, Wesley testifica que
estas cosas sucedieron; pero nunca dijo que hubiera algo "espiritual" en ello. Al
contrario, dice que estas fueron "consecuencias naturales" cuando un pecador
experimentó una fuerte convicción de su pecaminosidad. En otras palabras, fueron
reacciones de la naturaleza humana ante la convicción obrada por el Espíritu Santo. Y
cuando estos pecadores alcanzaron la paz con Dios, entonces esta clase de
manifestaciones desaparecieron, y en lugar de ello experimentaron la paz y el gozo de
ser salvos.
Esta es una diferencia notable con los movimientos actuales de "caídas" etc. En estos
movimientos actuales, las caídas, convulsiones, etc. son tomadas como una "bendición
espiritual". No hay base bíblica para afirmar esto, y las experiencias de Wesley lo
contradicen. Los oyentes de Wesley, cuando caían al suelo, no afirmaban haber recibido
"una bendición especial de Dios". Al contrario, estaban horrorizados al darse cuenta de
su propia pecaminosidad, y al enfrentarse con un Dios santo y puro. Y sabían que
necesitaban nacer de nuevo para poder estar de pie ante Dios. Entonces, las
experiencias de Wesley no son ningún precedente para las "caídas" etc. que ocurren hoy
en día en ciertos círculos. Muy al contrario.
La siguiente cita del diario de Wesley lo corrobora:

"Prediqué acerca de la justicia de la ley y la justicia de la fe. Mientras hablaba, varios


cayeron como muertos, y entre los demás se escuchó tal clamor de pecadores clamando
por la justicia de la fe, que casi ahogó mi voz. Pero muchos de estos pronto levantaron
sus cabezas con gozo y estallaron en alabanzas, porque habían recibido la seguridad de
que ahora tuvieron el deseo de su alma, el perdón de sus pecados."

Cuando ocurrían cosas aun más extrañas y contrarias a las Escrituras - tales como risa
incontrolable, comportamiento animal, etc. -, Wesley no dudaba en denunciarlas como
imitaciones de satanás.
Tercero, la ocurrencia de manifestaciones "extrañas" no es razón para desacreditar un
movimiento entero. Wesley dice que en su propio movimiento habían sucedido estas
"imitaciones" de satanás; y llamó a sus colaboradores a ejercer discernimiento. Ahora, si
un movimiento se fundamenta sobre tales manifestaciones extrañas y las promueve
activamente, allí sí lo calificaría como sospechoso. Pero donde hay un avivamiento
genuino, espiritualmente sano, no se debe descartar el movimiento entero solamente por
causa de algunas manifestaciones extrañas. (Mas bien los líderes de un tal movimiento
deberían cuidar de que el movimiento no llegue a ser dominado por tales
manifestaciones.)

La preocupación de Wesley por las condiciones sociales

Ya hemos visto como Wesley se preocupaba por proveer por los pobres dentro de las
propias sociedades metodistas. En algunas oportunidades él se pronunció también
claramente acerca de las condiciones de la sociedad en general. Pero para Wesley, este
no era un asunto de "justicia social" a la manera como se proclama hoy en día. Para él,
era un asunto de moral y ética cristiana. La "justicia social" es un concepto mundano
que da la máxima importancia al hombre. En cambio, la moral cristiana como la
predicaba Wesley, da la máxima importancia a la gloria de Dios.
Un ejemplo es la experiencia siguiente, como Wesley la relata en su diario:

"Caminé a Knowle, a una milla de Bristol, para ver a los prisioneros franceses. Según
fuimos informados, aproximadamente 1100 de ellos estaban encerrados en este lugar
pequeño, con nada para dormir encima excepto un poco de paja sucia, y nada para
cubrirse de día y de noche, excepto unos pocos trapos delgados y podridos, de manera
que morían como ovejas enfermas. Fui muy afectado y prediqué en la noche sobre
Exodo 23:9: "No oprimirás al extranjero; porque conoces el corazón de un extranjero,
puesto que ustedes también eran extranjeros en la tierra de Egipto." - Inmediatamente
fueron contribuidos dieciocho libras, y al día siguiente tuvimos veinticuatro. Con esto
compramos tela de lino y de lana para hacer camisas, chaquetas y calzones. A esto se
añadieron unas docenas de medias; y todo esto lo distribuimos donde era la necesidad
más grande. Poco después, la Corporación de Bristol envió una gran cantidad de
colchones y frazadas. Y pronto se pusieron en marcha contribuciones desde Londres y
desde varias partes del reino. Así creo que desde entonces ellos fueron bastante bien
provistos con las cosas necesarias de la vida."

Durante un período Wesley se encontraba en la ciudad de Newcastle, la cual estaba bajo


vigilancia militar por la amenaza inminente de una guerra. Viendo el comportamiento
de los soldados, Wesley escribió la siguiente carta al gobernador:

"Señor:
El temor a Dios, el amor por mi patria, y la estima que tengo por su majestad el rey
Jorge, me obligan a escribir unas palabras francas a alguien que no es extraño a estos
principios de acción.
Mi alma ha estado adolorida día por día, al caminar por las calles de Newcastle, por la
insensibilidad, la malvad desvergonzada, la profanidad ignorante, de los pobres
hombres a quienes nuestras vidas están encomendadas. Las continuas groserías y
maldiciones, la blasfemia liviana de los soldados en general, tienen que ser una tortura
para el oído sobrio de cualquier cristiano, o incrédulo honesto. ¿Puede alguien que teme
a Dios, o ama a sus prójimos, escuchar esto sin preocupación? especialmente si
consideran los intereses de nuestro país, y de estos mismos hombres infelices. Porque
¿podemos esperar que Dios esté del lado de aquellos que le afrentan en Su cara
diariamente? Y si Dios no está de su lado, ¿cuán poco nos servirá su número, o su
valentía, o su fuerza?
¿No hay nadie que se preocupe por estas almas? Sin duda, algunos deberían hacerlo.
Pero muchos de esos, si estoy informado correctamente, reciben grandes salarios y
simplemente no hacen nada. Yo deseo por Dios, que estuviera en mi poder suplir de
alguna manera su falta de servicio. Estoy dispuesto a hacer lo que puedo, para llamar a
estos pobres pecadores al arrepentimiento, una o dos veces al día (mientras me quede en
estas partes), a cualquier hora y en cualquier lugar. Y no deseo ningún pago en absoluto
por hacerlo, excepto lo que mi Señor me dará en Su venida."

También por asuntos más "profanos" se preocupó Wesley, como demuestra esta parte
de una carta que escribió a un gran diario en Edinburgo:

"... Y la avenida principal, tan ancha y finamente pavimentada, con las sublimes casas a
cada lado (muchas de ellas de siete u ocho pisos), es mejor que todas en Gran Bretaña.
Pero ¿cómo se puede soportar que toda clase de suciedad siga siendo tirada
continuamente a esta misma avenida? ¿Dónde están los magistrados, el señorío, la
nobleza de la tierra? ¿No se preocupan por la honra de su nación? ¿Hasta cuándo
apestará la ciudad capital de Escocia, y su avenida principal, peor que un desagüe
común? ¿No hay ningún amante de su país, o de la decencia y del sentido común, que
encontrará un remedio para esto?"

Un hombre profundamente impactado por la preocupación social de Wesley, fue el


parlamentario William Wilberforce (1759-1833). Dos personas en particular
contribuyeron a su conversión: su tía metodista, y el predicador John Newton, que antes
de su conversión había sido un traficante de esclavos. Entonces Wilberforce decidió
dedicar su vida entera a la lucha contra la esclavitud. A la edad de tan solamente 21
años fue elegido al parlamento, y entonces presentó continuamente sus proyectos de
leyes contra la esclavitud, aunque vez tras vez fueron rechazados. Pero con su tenacidad
obtuvo el éxito: En 1807 se prohibió el tráfico de esclavos, y en 1833 (el año de su
muerte), Inglaterra abolió la esclavitud por completo. Esta fue efectivamente la obra de
la vida entera de Wilberforce.
Aparte de esta lucha, Wilberforce fue uno de los líderes de un grupo de parlamentarios
cristianos, que se esforzaban por impulsar una política cristiana en todos los aspectos. Y
en una oportunidad él dijo que tenía una meta política aun más importante que la
abolición de la esclavitud: Lograr la libertad para la obra misionera en la India (que en
aquel tiempo era una colonia inglesa). También en este asunto, Wilberforce tuvo éxito.

Conclusión

El avivamiento metodista - junto con su contraparte, el "Primer Gran Despertar" en


Norteamérica - es uno de los ejemplos más impresionantes de como Dios obra en un
avivamiento. Intentaré resumir lo más importante que podemos aprender de esta
historia:

 Un avivamiento es en primer lugar una "limpieza" dentro de la iglesia, con una


"convicción del pecado" que viene de Dios. Los miembros de la iglesia - ¡y los
pastores! - tienen que darse cuenta de que todavía no son cristianos verdaderos y
necesitan nacer de nuevo.
 Por tanto, un avivamiento es siempre un escándalo para la iglesia oficial. Las
iglesias existentes son quienes se oponen más fuertemente a un avivamiento.
 Aquellos miembros de la iglesia que se dejan "avivar", empiezan a vivir más
como los primeros cristianos, y así surge una iglesia renovada, santificada, más
parecida a la iglesia primitiva que a las iglesias contemporáneas.
 Con una tal iglesia renovada, Dios puede obrar a una escala más grande de lo
normal:
- Grandes multitudes se interesan en asuntos espirituales y se convierten a
Cristo.
- Suceden señales sobrenaturales y extraordinarios de Dios.
- La sociedad entera es transformada.
 Pero no olvidemos que estos efectos mencionados son solamente "efectos
secundarios" de un avivamiento. Lo primero es el regreso de la iglesia a "lo que
fue en el principio".
La historia del avivamiento metodista resalta todos estos principios con mucha claridad.
Nos da un ejemplo adonde "apuntar" hoy en día también.

Parte 2: El avivamiento metodista: Rumbo a la iglesia primitiva


Parte 3: Algunos otros aspectos del avivamiento metodista

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