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Durante el invierno de 1827-1828, cuatro hombres cristianos, que durante algún tiempo
se habían sentido preocupados por la condición de toda la iglesia profesante existente,
acordaron, después de muchas consultas y oración, reunirse en Dublín (Irlanda) el día del
Señor, como lo hacían los cristianos primitivos, para el partimiento del pan, contando con
que el Señor estaría con ellos. Éstos fueron: el Sr. John Nelson Darby, el Sr. Edward Cronin,
el Sr. John Gifford Bellet y el Sr. Francis Hutchinson. Algunos estudiosos, como Thomas
Stewart Veitch, añaden en la lista a Anthony Norris Groves; aunque Andrew Miller lo
refuta: “En varios apresurados e inexactos bosquejos acerca del origen de los Hermanos
que han sido objeto de nuestra atención, se ha mencionado al Sr. Groves como el que
sugirió por primera vez la idea de reunirse para partir el pan sin la presencia de un
ministro. A partir de esta equivocación algunos lo han designado como “fundador” de los
Hermanos, y algunos como el “padre” de los mismos, pero esta conclusión no está en
absoluto respaldada por los hechos” (Miller, A.: Los Hermanos (según su designación
común). Un breve bosquejo, Girona, Sedin, 2001, p. 17,18).
H. A. Ironside menciona a siete hermanos como los fundadores del movimiento. Éstos son:
Edward Cronin, Edward Wilson, H. Hutchinson, William Stokes, J. Parnell (posteriormente
Lord Congleton), J. G. Bellet y John N. Darby. De éstos parecería que Edward Cronin fue el
instrumento escogido para influir en los otros, o al menos el primero que actuó de
acuerdo con sus convicciones, aunque los últimos dos habían estado pensando y
estudiando sobre los mismos asuntos independientemente del resto por varios años. “De
éstos parecería que Edward Cronin fue el instrumento escogido para influir en los otros, o
al menos el primero que actuó de acuerdo con sus convicciones, aunque los últimos dos
habían estado pensando y estudiando sobre los mismos asuntos independientemente del
resto por varios años.” Y agrega: “Entre las diversas manifestaciones de la obra del
Espíritu de Dios en el siglo pasado, que revivieron e iluminaron a su pueblo, hubo una
esfera de comunión y actividad cristiana, que tuvo su inicio a principios del siglo XIX, que
tuvo una Influencia mucho más amplia sobre los cristianos en general de lo que muchos se
dan cuenta. Me refiero a lo que comúnmente se conoce como el movimiento de los
Hermanos, o por otros denominados los Hermanos de Plymouth… En gran medida, la gran
mayoría de los líderes fundamentalistas destacados reconocen en seguida su deuda, al
menos en cierta medida, con el ministerio oral o escrito de los Hermanos” (A Historical
Sketch Of The Brethren Movement, p.1). Se caracterizaron por ser fieles expositores de la
Palabra de Dios y como sabemos no hay nada que transforme de manera más poderosa la
vida de la persona y de la sociedad que ella.
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De esa manera surgió lo que para ellos fue “un nuevo comienzo” de la iglesia. Los sábados
por la noche era necesario limpiar los muebles de la sala de subastas, para tener la
habitación lista para la reunión matutina del día del Señor. No podemos abstenernos de
citar las palabras de Edward Cronin: "¡Qué recuerdos benditos tengo de esos sábados por
la tarde cuando, J. Parnell (Lord Congleton), W. Stokes y otros, colocábamos los muebles a
un lado y poníamos una sencilla mesa con el pan y el vino para el día del Señor!
Momentos de dicha inolvidables, porque sabíamos que teníamos la autorización y la
aprobación del Maestro en ese testimonio”. Casi al mismo tiempo se iniciaron reuniones
similares en Londres y Plymouth, lo que posiblemente brindó la oportunidad de hablar de
estos pioneros como "Hermanos de Plymouth", que se usa con mucha frecuencia incluso
hoy en día, sobre todo entre los anglosajones, por unos, a veces en tono de burla, por
ellos mismos de una manera tal que hace que en ocasiones se les etiquete como "La
denominación de los hermanos". Pero, se debe tener siempre claro que "Uno es vuestro
Maestro, el Cristo, y todos vosotros (todos los cristianos) sois hermanos" (en inglés
antiguo, “brethren”), esto revela la mente del Señor para todo su pueblo, como está
escrito en Mateo 23: 8. Así comenzó de una manera tan simple el testimonio de las
Asambleas o los Hermanos como se les conoce en la actualidad en muchos lugares.
Por lo curioso que resulta la manera en que con el tiempo pasaron a ser conocido con
el nombre de los Hermanos de Plymouth -a pesar de que sus iniciadores rechazaban todo
nombre que sugiriera siquiera la idea de denominación- haremos una breve reseña del
mismo. Su primer local de reunión se llamaba Providence Chapel, y como ellos rehusaban
darse a sí mismos ningún nombre, en la ciudad se les llamaba “la gente de Providence”.
Cuando comenzaron a predicar el evangelio al aire libre y en los pueblos alrededor, se
suscitó no poca curiosidad por saber quiénes eran. Había algo nuevo en su predicación y
en su forma de llevar a cabo la obra. Pero como no pertenecían a ninguna de las
denominaciones entonces conocidas, fueron llamados como los “hermanos de Plymouth”.
Esto llevó de manera natural a la designación de “Los Hermanos de Plymouth”, que se les
ha aplicado desde entonces, a veces con el ánimo de ridiculizarlos.
Edward Cronin nació en Cork en 1801. Su padre era romanista; y fue criado en esa
Iglesia, pero su madre era protestante. Fue educado después de terminar la escuela
secundaria en la Universidad de Dublín.
convencidos por la misma verdad, la de la unidad del cuerpo. La presencia del Espíritu
Santo nos apareció como una verdad muy clara”.
El nombre de John Gifford Bellet siempre será reverenciado y su memoria siempre será
apreciada por aquellos que conocen la unción de su ministerio en los productos de su
pluma.
Tuvo un destacado ministerio público, tal como lo describe uno que tuvo el privilegio
de disfrutarlo durante su residencia en Bath, “tenía un hablar poético", así era de dulce y
casto el sentimiento y la expresión de sus sermones. El difunto R. Govett, de Norwich, un
muy buen juez, que había leído todos los escritos publicados por los líderes del
movimiento, opinó que Bellett era el más espiritual de ellos. En su servicio entre los
hermanos, fue un ejemplo sobresaliente de amor fraternal. Se caracterizaba por ser una
sabio consejero y por su actitud caritativa. Era un hombre de fuertes principios y era
reconocido por su humildad, su gracia y por la generosidad de su espíritu. Cuenta su hija
que “él siempre fue un madrugador. En las mañanas de invierno, tenía su mesa junto al
fuego de la cocina, con su Biblia y sus materiales de escritura, y leía, meditaba y escribía,
durante algún tiempo antes del desayuno. En los últimos años, a menudo se sentaba con
mi querida madre y conmigo, con la Biblia abierta y una pluma en la mano, meditando y
escribiendo, siempre dispuesto a responder cualquier pregunta o a decir alguna palabra
amorosa; y realmente puedo decir que nunca recuerdo que haya mostrado impaciencia
por ser interrumpido”. Sus libros más conocidos son "The Patriachs”,"The Evangelists",
"The Minor Prophets”, “Short Meditations” y la "Moral Glory of Jesus Christ".
Nació en Londres en 1800, en el seno de una acomodada familia irlandesa. Fue el hijo
menor de John Darby de Leap Castle. Después de unos brillantes estudios en la
Universidad de Dublín renunció a la carrera de abogado, para consagrarse al servicio de
Dios. Afirma Donald Cameron, que “probablemente ningún nombre, aparte de los
profetas mismos, sea mejor conocido en el campo de la profecía bíblica predictiva que el
de John Nelson Darby. Ningún nombre de los tiempos modernos es más respetado por
aquellos que anticipan ansiosamente el regreso del Salvador por su novia desposada, la
iglesia. Pocos nombres son más vilipendiados por los burladores de los últimos días de los
que Pedro predijo que vendrían (2 Pedro 2: 3-7). Darby no fue, como muchos afirman, el
primer "dispensacionalista", Padres de la iglesia como Justino Mártir (100-168 d. C),
Ireneo, obispo de Lyon (140-202) y Clemente de Roma (40-100 d. C) reconocieron
dispensaciones, incluso aunque no usaran el término. Más de un siglo antes del tiempo de
Darby, Pierre Poiret (1646-1719), John Edwards (1637-1716) e Isaac Watts (1674-1748)
formularon tablas de dispensaciones. De hecho, la contribución de Watts, así como la de
Darby, parecen respaldar las conocidas aplicaciones dispensacionales de Scofield. Sin
embargo, es el infatigable Darby a quien probablemente deberíamos agradecer más a
Dios por ayudarnos a comprender su plan revelado de las edades. Él fue quien expuso y
popularizó estas verdades”. Para J. Dwight Pentecost, él se encuentra entre los más
grandes exégetas y expositores que la iglesia haya conocido (Eventos del porvenir, p. 296).
de la semana , sino que fue en su casa, No. 9 Fitzwilliam Square, Dublín, donde la pequeña
compañía se reunió en el Nombre del Señor Jesús, teniendo la presencia y la acción
soberana del Espíritu Santo en medio de ellos”. A partir de entonces, como escribe la Sra.
E. Trotter, “la enseñanza y el testimonio de los hombres de 1828 no solo animaron e
inspiraron directamente el gran movimiento evangelista de 1857, sino que dieron un
nuevo carácter a la empresa misionera del siglo, y se anticiparon, en su estudio fresco y
sin trabas de las Escrituras, a muchas verdades que ahora son una herencia común de la
Iglesia de Dios”. El antiguo evangelismo se había convertido en gran medida en una
negación. Ahora había adquirido una visión y ese fue el secreto de la llama que ardía en el
corazón de ellos, fue la vida que los transformó de adentro hacia afuera.
El hijo mayor del barón Congleton, nació en Londres el 16 de junio de 1805. Se educó
en Francia, luego en la Universidad de Edimburgo, Escocia. Sucedió al título de 2nd Baron
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Durante los años 1827 y 1828 fue un visitante frecuente en la casa de un tío en Dublín.
Aquí se familiarizó con Anthony Norris Groves, John N. Darby, John G. Bellett, el Dr. Cronin
y otros cristianos devotos y dotados, que fueron utilizados por Dios para comenzar un
notable movimiento espiritual en el mundo.
El Sr. Henry Groves, biógrafo de Lord Congleton, nos dice que entre las verdades que
ejercieron estos hermanos se encuentran: primero, la unidad de la Iglesia de Dios, que
involucra una comunidad lo suficientemente grande como para abarcar a todos los santos
y lo suficientemente estrecha para excluir al mundo; segundo, la integridad y la suficiencia
de la Palabra escrita en todos los asuntos de la fe, y de manera preeminente en las cosas
que afectan nuestra vida y caminar en la Iglesia; tercero, el rápido advenimiento
premilenario del Señor Jesús. Comenta Milller: “Naturalmente, los teólogos dirán que sus
diferentes sistemas de teología son deducciones justas e imparciales de la Escritura y
están apoyadas por ella. Bien, supongamos que admitimos esto; pero, ¿cuánto de la
verdad de Dios queda fuera en estos cuerpos normalizados de doctrina? ¿A dónde iremos
para encontrar la doctrina de la iglesia de Dios como cuerpo y esposa de Cristo? ¿La
presencia del Espíritu Santo en la tierra y Sus diversas operaciones? ¿La venida del Señor
para recibirnos a Sí mismo? ¿El arrebatamiento de los santos? ¿Las relaciones celestiales
del cristiano? ¿La primera resurrección y el reinado milenario de los santos con Cristo por
mil años? (1 Corintios 12; Efesios 4; Apocalipsis 21; Juan 14; 15;16; Juan 14:1-3; I
Tesalonicenses 4:13-18; I Corintios 15:51, 52; Efesios 2:4-6; Colosenses 3:1-4; Apocalipsis
20:5-6). Estas benditas y preciosas verdades son enseñadas en la Escritura de una manera
llana y abundante, y caracterizan la enseñanza y los escritos de los Hermanos. Pero, ¿en
qué sistemas de teología se van a encontrar?” (Op. Cit., p. 56). Cuando él escribió esto
(alrededor del año 1878), estas verdades eran mayormente desconocidas en la mayoría de
las denominaciones.
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En un folleto escrito por él titulado “The Open Meeting” (“La reunión abierta") se
enuncian algunos principios importantes. "Todo lo relacionado con la reunión abierta
requiere la mayor humildad mental. La mera capacidad natural santificada y el nivel
educativo en un miembro de Cristo no serán suficientes para edificar Su cuerpo, y todo el
que tiene alguna experiencia lo sabe. Un hombre debe tener un don para que además de
ser un miembro de Cristo pueda edificar a sus compañeros, y después de eso, tiene que
esperar en Cristo, la Cabeza del cuerpo, su Señor, para que le sirva de guía para saber
cuándo, una vez todos los miembros estén presentes, juntos en un solo lugar, él deba
moverse. Sólo los humildes esperarán, o discernirán u obedecerán esa guía. Y sólo los
humildes se someterán al juicio de los demás”.
Nació el 11 de marzo de 1807, era el más joven del grupo de los hermanos fundadores.
Tenía unos veinte años cuando se unió al grupo. La señora E. Trotter, en su muy
interesante libro, "Undertones of the Nineteenth Century" (“Los matices del siglo XIX”),
refiriéndose a los Hermanos, dice: "La inspiración les llegó en un primer momento a solas,
y no bajo la influencia de grandes multitudes; tampoco se extinguió, sino que los energizó
y los sostuvo en la vida con un trabajo y una duración inusual”.
La valiente iniciativa del Sr. Stokes con el Sr. Robert Keane, de Dublín, dio como
resultado la formación de lo que ahora se conoce como el Orfanato Protestante Harold's
Cross, Dublín, y también un Hogar de Rescate en 31 Marlborough Street, Dublín, todavía
en existencia. Estuvo enfermo durante muchos años antes de su fallecimiento, pero
siempre se mantuvo alegre, feliz y alabando a Dios por todas sus misericordias. Si hubiera
vivido hasta el 11 de marzo de 1881, habría tenido setenta y cuatro años, pero se quedó
dormido el día 3. Ciertamente "la memoria del justo será bendita" (Proverbios 10:7).
Fue el primer misionero de los Hermanos y quien marcó su estilo. Nació en Hampshire
en 1795 y se convirtió en su juventud en Exeter, por medio de la influencia de la Srta.
Paget, cuyo nombre era bien conocido en relación con los señores Chapman y Hake en
Barnstaple. Era dentista de profesión y pronto logró un negocio exitoso, cuyo ingreso
anual alcanzaba las 1,500 libras. Aunque tenía éxito en su carrera, sintió un fuerte deseo
de expandir el evangelio en lugares paganos. En un escrito suyo relata lo siguiente: “El Sr.
Bickersteth, vino a visitarme, y en nuestro salón comedor en Exeter le hablé de mis
circunstancias. Le hablé que me había ofrecido a la sociedad (se refería a la Church
Missionary Society) hacía diez años; y que todo mi deseo era hacer la voluntad del Señor y
el mayor bien a la iglesia en general, pero más especialmente en aquel tema a cuyo
intereses me había comprometido -la causa de las misiones. Pero esto, le dije, se podía
hacer de dos formas: primero, dando de los propios recursos; segundo, por el esfuerzo
personal. Desde la primera perspectiva tengo unos ingresos personales, y este año he
conseguido casi mil quinientas libras, y la querida Sra. Groves, a la muerte de su padre,
tendrá muy probablemente diez o doce mil libras más; todo ello, naturalmente, desde mi
perspectiva actual, se desvanecerá en el momento en que tomemos el paso que
contemplamos. La respuesta del Sr. Bickersteth fue: “Si usted es llamado a la obra del
Señor, el dinero no puede ser empleado como compensación; es a hombre que el Señor
envía, y Él necesita más a los hombres que el dinero”. Pensé que su parecer era sabio y
santo, y así lo pienso hasta el día de hoy” (Memoirs of A. N. Groves, p. 23).
opinión acerca de la ordenación cambió con sus estudios de las Escrituras. Y llegó a dudar
seriamente acerca de la necesidad de obtener ordenación. La noche del domingo previo a
viajar a Brooklyn para matricularse, entraron unos ladrones a la casa y le robaron las 400
libras que tenía para el viaje. Tomó este incidente como guía del Señor para no buscar la
ordenación. Sin embargo, aún deseaba partir en conexión con la “Sociedad Misionera de
la Iglesia” como misionero laico, pero cuando lo propuso, le dijeron que no podía oficiar
en la Cena del Señor sin ordenación.
Consciente de que su llamado provenía del Señor, se dispuso partir junto con su esposa
y sus dos hijos hacia Bagdad, prescindiendo de la ayuda que pudiese prestarle no sólo la
“Sociedad Misionera de la Iglesia” sino cualquier otra institución humana. Se embarcaron
en Gravesend rumbo a Bagdad el 12 de junio de 1829, y arribaron allí tras un azaroso viaje
el 6 de diciembre. Una vez allá y habiendo gastados sus fondos personales, se propuso
hacerle conocer sólo al Señor sus necesidades y Él, en su gracia, suplió para todas sus
carencias de acuerdo a sus promesas. Refiere Robert Bernard Dann en el prólogo de su
libro Father of faith missions: the life and times of Anthony Norris Groves, lo siguiente:
“Diez años antes de que David Livingstone tomara un barco para África, un inglés de
treinta y cuatro años, con su esposa y dos niños, subió con sus cansados caballos hasta las
puertas de Bagdad. Ellos habían viajado más de dos mil millas a través del desierto de
rocas y montañas, para traer las buenas nuevas de Jesucristo a la antigua capital de las
Noches Arábigas, la “ciudad de las cien mezquitas”.
Groves luego abandonó Bagdad, en donde murió su esposa, y viajó a Madrás (India).
Thiesen dice “que había Plymouth Brethren en la India en 1833, pero que no empezaron
la obra misionera hasta 1836”. Luego de aprender el Telugú se ubicó en el Delta de
Godavari donde Dios le bendijo mucho y pudo llevar, conjuntamente con otros que
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central en primer lugar para Dios y después, como consecuencia de ello, también para los
hombres” (El culto en la Biblia y en la historia, p. 266).
Su gran obra de fe mostrada en los orfanatos que fundó, ha hecho que su nombre sea
conocido en toda la cristiandad. Sobre él comenta William MacDonald: “Jorge Müller es
un ejemplo clásico con el don de fe. Sin nunca dar a conocer sus necesidades a nadie
excepto a Dios, cuidó de 10,000 huérfanos durante un período de sesenta años”. El dinero
que pasó por sus manos para los huérfanos en respuesta a la oración excedió
considerablemente el millón y medio de libras esterlinas (7.500.000 dólares). Además de
esto, recibió donaciones similares en la medida de unas 397,000 libras esterlinas para
poner en circulación Biblias y tratados, apoyar escuelas bíblicas y ayudar a misioneros. Su
influencia alcanzó a un joven que llegó a ser uno de los misioneros más destacados que el
mundo ha conocido, Hudson Taylor, quien llevó al evangelio al interior de la China.
Relatan el Dr. y la Sra. Howard Taylor, lo siguiente: “En Inglaterra, un hombre sin dinero –
que literalmente no contaba con más recursos que las aves del cielo o los lirios del campo-
estaba ya manteniendo, mediante la oración y la fe, a una familia de aproximadamente
dos mil niños huérfanos; la cual más tarde habría de duplicarse. Sin un centavo de
patrimonio, ninguna petición de ayuda, y ni siquiera dar a conocer sus necesidades a nadie
salvo al Padre celestial en cuya promesa confiaba, Jorge Müller estaba comprobando la
fidelidad de Dios en una forma que había estimulado desde hacía bastante tiempo la fe de
Hudson Taylor y la de muchos otros” (El secreto espiritual de Hudson Taylor, p. 140).
Müller era un hombre de oración. En una ocasión le preguntaron cuántas horas pasaba
de rodillas y respondió: “Varias horas todos los días. Pero vivo en espíritu de oración; oro
al caminar, oro al acostarme y cuando me levanto. Y las respuestas siempre siguen
llegando. Mis oraciones han sido contestadas decenas de miles de veces. En cuanto estoy
persuadido de que algo es correcto, sigo orando hasta que llega la respuesta. ¡Nunca me
doy por vencido! En respuesta a mis oraciones, miles de almas han sido salvas. Me
encontraré con decenas de miles de ellas en el cielo.” Samuel Chadwick, en un libro
sumamente inspirador: “The Path of Prayer” (“La senda de oración”), relata acerca de
cierta ocasión cuando el Dr. A. T. Pierson era huésped de George Müller en su orfanato.
Dice: "Una noche, cuando todos se habían retirado a dormir, él [Müller] le pidió a Pierson
que lo acompañara en oración. Le contó que no había absolutamente nada en la casa para
el desayuno de la mañana siguiente. Mi amigo trató de regañarlo y de recordarle que
todos los negocios estaban cerrados. Müller sabía todo eso. Oró como siempre oraba, y
nunca le contó a nadie sus necesidades, sino sólo a Dios. Oraron –por lo menos Müller
oró– y Pierson trató de hacerlo. Se acostaron y durmieron, y a la hora usual del desayuno
había comida en abundancia para dos mil niños”.
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Amaba la Biblia, la leía no sólo en los momentos establecidos, sino siempre que
encontraba la oportunidad, creyéndola, actuando sobre ella y encontrándola verdadera
en su experiencia. Y el epítome de su enseñanza era que si la leyéramos nosotros y
actuáramos acorde con ella, todos podríamos disfrutar de la misma experiencia, cada uno
en su propia estación de vida o esfera de servicio. Esto, de hecho, es sobre lo que muchos
otros pueden dar testimonio; y muchos de ellos han sido ayudados a aprenderlo por el
testimonio y el ejemplo de George Müller. Él afirmó: “He leído la Biblia de principio a fin
más de cien veces, y siempre con mayor deleite. Cada vez me parece un libro nuevo.
Grande ha sido la bendición que he recibido del estudio consecutivo, diligente y diario.
Considero día perdido aquel en que no haya dedicado tiempo suficiente a la Palabra de
Dios”.
Temprano en la mañana del 10 de marzo de 1898, a sus noventa y tres años, este
hombre de Dios fue llamado repentinamente de su servicio en la tierra a la presencia del
Rey en lo alto. El día anterior lo había visto atareado en su ocupación ordinaria, y por la
noche había tomado su parte habitual en la reunión de oración. La convocatoria fue
momentánea e indolora, como si hubiera cambiado "en un abrir y cerrar de ojos".
De él dijo George Müller: “El Sr. Craik era eminentemente un hombre de oración y un
hombre dado al estudio de la Palabra de Dios. Tal espíritu de oración con respecto a las
Sagradas Escrituras, tal verdadera excavación en la Palabra como a tesoros escondidos, tal
meditación sobre la Palabra, como a la que él era dado, nunca conocí que haya sido
superado por ningún siervo de Cristo. La principal pérdida que la Iglesia de Cristo en
general ha sufrido con su remoción, no es simplemente que él era un cristiano
encantador, amable y verdaderamente espiritual para todos los que lo conocían
íntimamente y un predicador sincero y devoto del Señor Jesús; sino uno que realmente
había estudiado de rodillas, con gran diligencia, los oráculos de Dios. Entre todos los miles
de creyentes que conozco, no hay ninguno cuyo juicio sobre cualquier parte de la verdad
debí haber estimado más que el de mi amigo difunto, debido a su gran precaución, su
oración, su diligencia al comparar las Escrituras con las Escrituras, su humildad de alma, su
considerable conocimiento del griego y el hebreo, y su lectura habitual de las Escrituras en
sus idiomas originales” (W. Elfe Tayler. Passages from the diary and letters of Henry Craik
of Bristol, p. XVII-XVIII).
ingresó a la Universidad de St. Andrews, poco tiempo después de haber cumplido quince
años de edad, y estudió con el profesor Alexander y el Dr. Hunter.
Del mismo modo, Craik había repudiado la práctica del bautismo infantil y el concepto
de una iglesia establecida cuando comenzó su pastorado en Shaldon. Pero no fueron sólo
las similitudes de sus jornadas espirituales lo que unió a estos dos hombres, sino que
como dijo el mismo Müller: “Fue la calidez de su corazón hacia el Señor lo que me atrajo a
mí”.
A pesar de que sintió la pérdida de su esposa con gran intensidad, fue un mes después
que finalmente aceptó una insistente invitación para predicar en la Capilla Gideon, Bristol.
Estipuló que visitaría la iglesia durante un mes, pero su llegada causó un considerable
interés. Las multitudes acudieron en masa para escucharlo y los domingos siguientes la
capilla estuvo abarrotada. Sin embargo, ya había decidido que no aceptaría una llamada a
Bristol a menos que Müller decidiera unirse a él, esto surgió de la convicción de la pareja
de que un ministerio unipersonal no era bíblico. F. Roy Coad menciona las estipulaciones
que pusieron en su carta a la compañía en Bristol: “Considérennos solo como ministros
entre ellos (o sea, entre los hermanos de Bristol), pero no en ninguna relación pastoral
fija, de modo que prediquemos como lo consideremos según la mente de Dios, sin
referencia a ninguna regla entre ellos; que las rentas de los bancos se deben eliminar; y
que deberíamos seguir, respetando el suministro de nuestras necesidades temporales
como en Devonshire”. Con el “alquiler” de los bancos en la iglesia, siendo los mejores
bancos los más caros, era como se obtenía el salario de los pastores. Pero esta práctica
afectaba a los más pobres e iba en contra de lo que enseña Santiago 2:1-6, por lo tanto, se
negaron a recibir salarios fijos por sus labores pastorales.
Así comenzó una obra que el Señor bendijo abundantemente. El ministerio comenzó en
Gideon, pero luego fue transferido a la Capilla Bethesda, y un poco más tarde también se
alquiló la Capilla Salem.
Cuando la Sra. Anne Evans escuchó predicar a Craik en Bethesda un sermón sobre la
Segunda Venida de Cristo, dijo lo siguiente: “La exposición bíblica de Henry Craik fue para
mí algo nuevo en un culto de adoración; de veras, fue un verdadero alimento espiritual.
Expuso con tanto acierto el significado del texto, que me sentí como si descansara “en
lugares de delicados pastos”. El Dr. Maclaren, de Manchester es el único hombre que
conozco que puede compararse a Henry Craik. Su conocimiento de las lenguas originales
era más profundo que el de la mayoría de los eruditos, y también su comprensión de las
Escrituras. Fue un gran privilegio escucharle. Dije que iría otra vez, y así fue. Mientras
estuve en Bristol no asistí a otra iglesia. Para mí fue como una nueva conversión. Por fin
podía oír y entender un mensaje claro del evangelio. La Biblia vino a ser como un libro
nuevo para mí” (Roger Steer. Deleitándose en Dios, p. 92).
Si bien es cierto que Puerto Plata no fue la primera ciudad en la cual los Hermanos
predicaron el evangelio, sí con el tiempo pasó a ser la estadía casi obligada de los
misioneros que fueron llegando con el pasar de los años. En el 1932, desembarcó en su
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puerto el joven Ralph Carter, quien más tarde casó con Mariana Snowdon y residieron
durante unos años en la ciudad de La Vega, pasando luego a Santiago, en donde tuvieron
un fructífero ministerio hasta la muerte de ésta última en 1988. Junto con él fue
encomendado Ian M. Rathie, quien aunque nació en Glasgow, Escocia, se crió en
Vancouver, Canadá. Se había graduado como maestro en la universidad de Columbia
Británica y venía para trabajar como instructor de los hijos del Sr. Arturo Peterkin en La
Vega. Con el tiempo casó con Dorothy Taylor y pasaron a residir a la ciudad de Puerto
Plata hasta que en 1940 se trasladan a Santo Domingo, en donde plantaron la primera
asamblea de los Templos Bíblicos de la zona.
Ian M. Rathie, junto con Mr. Reid, en el año 1938 -sólo siete años después de la
primera transmisión que efectuaron los señores Clarence W. Jones y Reuben E. Larson, en
la ciudad de Quito, Ecuador, en una emisora de 200 vatios, la HCJB, “La voz de los Andes”-,
comenzaron a realizar transmisiones de programas evangélicos por la radio,
constituyéndose de esa manera en pioneros no sólo en la República Dominicana sino en
toda Latinoamérica. En el 1941 fundó Prensa Bíblica, la primera imprenta evangélica en el
país.
En el 1947, llega James Cochrane junto con su esposa, Grace. Desarrolló una labor de
enseñanza de valor inapreciable, muy particularmente en la costa norte y la ciudad de
Santo Domingo. Posteriormente realizó una Maestría de Estudio Cristianos en el Regent
College de Vancouver, Canadá. Junto a los hermanos Donald McIntosh (quien vino al país
con su esposa Margaret en el 1942 y residieron en Santo Domingo, Santiago, La Vega y en
Puerto Plata) y Mr. Ian Rathie, en el mes de septiembre del año 1951, iniciaron en la
comunidad de Joba Arriba, Moca, los llamados Cursillos Bíblicos, con el objeto de entrenar
en la Palabra de Dios a los ancianos y líderes de las diferentes iglesias locales, y que
permanecen siendo de mucha utilidad hasta el día de hoy. Hoy que estamos celebrando
los cien años de la llegada de estos hermanos a nuestro país, estamos profundamente
agradecido de la bondad del Señor para con nosotros y decimos: Ebenezer, “hasta aquí
nos ha ayudado el Señor”.
Franklin Álvarez