Está en la página 1de 9

Bloque 1: La Península Ibérica desde los

primeros humanos hasta la desaparición


de la monarquía Visigoda (711)
Tema 1. Los condicionantes geográficos
Principales condicionantes geográficos:

● Situación geográfica: Posición excéntrica en Europa, a la vez que estratégica →


Puente entre: África/Europa y Mediterráneo/Atlántico

● Forma física de la península: Bloque poco recortado con amplio litoral y muy
macizo: altitud media→ +600m (enorme meseta central + grandes formaciones
montañosas de las que surgen tres vertientes hidrográficas diferentes (cantábrica,
atlántica y mediterránea), con pocos ríos navegables).

Estas características físicas originan tres medios biogeográficos:


• Mediterráneo: altas temperaturas, escasas lluvias, vegetación adaptada a falta de
agua y altas temperaturas.
• Atlántico: temperaturas suaves, precipitaciones abundantes y regulares,
vegetación frondosa adaptada a lluvias.
• Continental: temperaturas extremas, escasas precipitaciones, vegetación
adaptada a sequía y cambios de temperatura.

Estas circunstancias causan:


Punto de vista histórico:
- Paso indispensable entre el Mediterráneo (cuna de las más antiguas civilizaciones) y
el Atlántico (que proporcionará una nueva dimensión del mundo)
- Dificultades en la configuración de una unidad peninsular propia, además de
entorpecer la relación entre las distintas áreas dentro de la península, dificultando la
cohesión de los pueblos peninsulares (debido a la poca navegabilidad de la mayoría
de sus ríos, relieve abrupto...).
- Cierto aislamiento de los procesos continentales (por su situación excéntrica y
alejada con respecto al resto de Europa)

Punto de vista del desarrollo económico:


- Diferencias regionales entre zonas debido a las características geográficas.
- Medios biogeográficos → decisivos en el desarrollo de diferentes actividades
económicas según las distintas regiones: agricultura, pesca o minería, y han
dificultado o facilitado otras como el comercio. De hecho, el relieve y forma de la
península son causantes de enormes dificultades para el transporte terrestre y
fluvial.

De lo que no cabe duda es de que esa presencia constante de diferentes civilizaciones


ha provocado una enorme variedad y riqueza cultural sin comparación en Europa.
Tema 2. La Prehistoria
Paleolítico en la Península Ibérica (1.300.000 – 6.000 aC)
Restos homínidos hallados en la Península Ibérica→ escasos y fragmentarios, pero por
todo el suelo peninsular.
- Restos de mayor antigüedad→ Hombre de Orce (Granada) → +1 millón de años

- Restos que hicieron de la Península Ibérica lugar determinante para comprender y


configurar el mapa cronológico de las primeras poblaciones europeas→ Homo
antecessor (Sierra de Atapuerca, Burgos) → El yacimiento de la Gran Dolina
(depresión circular producida por el hundimiento de una caverna), fue descubierto
durante la construcción de un ferrocarril a finales del XIX, pero el estudio de los
restos homínidos encontrados no se hará sino hasta los años 70 y 80 del siglo XX.

Procedente de África y con unos 800.000 años de antigüedad, el Homo antecessor


se configuró como uno de los eslabones no conocidos de la cadena evolutiva. Sus
rasgos presentan un patrón de tamaño y forma intermedio entre los Homo
"primitivos" africanos y asiáticos del Pleistoceno inferior: con mandíbulas robustas y
cráneos más reducidos; y los "evolucionados", (neandertales y cromañones).

También en Atapuerca, se han encontrado 32 cadáveres de Homo heidelbergensis


(350.000 años de antigüedad), y de su ascendente, el Neanderthal (45.000 – 35.000
aC), cuyos restos son bastantes fragmentarios, y que acabaría extinguiéndose al no
poder adaptarse al cambio climático de la última glaciación.

El Homo sapiens, que convivió con el Hombre de Neanderthal, hizo acto de presencia en la
península hace unos 40.000 años, pero los restos aparecidos en el País Vasco y la meseta
son muy fragmentarios. Este proceso de hominización coincidió en sus últimas etapas con
el Paleolítico en la Península Ibérica (1.500.000 aC – 6000 aC), cuyas características
principales son las siguientes:
• Hábitat: grupos nómadas en asentamientos al aire libre o en cuevas, cerca de las
terrazas de los ríos, donde hay pesca y vegetación y se encuentran las zonas de
paso de manadas de animales en busca de agua.
• Economía: se trata de una sociedad depredadora que vive de la caza, la pesca y
la recolección de moluscos, frutos silvestres, hierbas…
• Sociedad: los seres humanos se organizan en clanes basados en los vínculos de
sangre y no existe todavía ni la jerarquía social ni la división del trabajo.
• Técnica: utilizan utensilios de piedra o hueso tallados y enmangados con madera o
hueso. Podemos distinguir tres sub-periodos según las técnicas utilizadas.
- Paleolítico Inferior (1.300.000-60.000 aC): los utensilios son muy básicos y
se realizan con cantos rodados. En principio sólo se talla una de las caras;
después las dos (bifaces), hasta la aparición de utensilios sobre lascas.
- Paleolítico Medio (60.000-35.000 aC): ha habido una importante evolución.
Podemos ver que todos los utensilios se realizan sobre lascas y aparecen
varias tipologías diferentes, aunque los útiles más comunes son las raederas,
puntas, cuchillos y denticulados.
- Paleolítico Superior (35.000-6000 aC): aparecen los utensilios sobre
láminas muy pequeños, especializados y mucho más eficientes. Se
desarrolla la técnica del hueso y aparecen puntas de flecha, arpones y
bastones de mando en los que se une funcionalidad y decoración.

Uno de los hallazgos más importantes es el del arte rupestre realizado por el hombre en el
Paleolítico Superior en distintas zonas de la Península. El primer descubrimiento de arte
rupestre tuvo lugar en las Cuevas de Altamira (Cantabria). Las pinturas y grabados del
magdaleniense presentan un fuerte realismo, siendo algunas polícromas (se las conoce
como la “capilla sixtina del arte rupestre”), y otras negras, rojas y ocres, que representan
figuras aisladas de animales, formas humanas y abstractas.
A dicho descubrimiento siguieron otros en toda la costa cantábrica (“escuela
franco-cantábrica”), e incluso en el centro y sur de la Península, entre los que destaca la
Cueva de la Pileta (Málaga). No está clara cuál era la intención de los pintores paleolíticos,
pero está claro que tendría un fin mágico-religioso: rendir culto a fuerzas de la naturaleza o
facilitar la caza.

Neolítico en la Península Ibérica (5500 – 3000 aC)


Desde el Próximo Oriente llegaron hasta la Península Ibérica las novedades neolíticas
(excepto la cerámica), de la que sí hay ensayos en algunos yacimientos peninsulares.

Novedades del Neolítico:


• Hábitat: aparición de poblados sedentarios, cerca de los campos cultivados.
• Economía: surgen la ganadería y la agricultura (aunque siguen teniendo gran
importancia la caza, recolección, pesca...)
• Sociedad: aumento demográfico debido a la existencia de una fuente abundante y
segura de alimento proporcionada por la agricultura, ganadería y sedentarización
(descenso notable de la mortalidad). Comienzo de la división social y la
especialización económica (gracias a la aparición de excedentes).
• Técnica: se desarrolla el pulimento de la piedra, mucho más efectivo, aparecen
útiles relacionados con la agricultura (hoces, hachas, molinos de mano...), se
inaugura el uso de la cerámica (importante como recipiente de lo recolectado y
posible por la sedentarización), la cestería, los telares…

En cuanto a la evolución ocurrida en la Península durante el Neolítico, podemos hablar de


dos etapas bien diferenciadas:
• Neolítico inicial: se desarrolla en la costa mediterránea, donde llegan antes las
influencias del Próximo Oriente. Cerámica todavía muy rudimentaria y tosca,
conocida como cerámica cardial (decorada con conchas de molusco). Se producen
los primeros adelantos técnicos y económicos, aunque aún de forma incipiente.
• Neolítico pleno: que se desarrolla por la llegada de pueblos procedentes del otro
lado de los Pirineos que traen nuevas formas de enterramiento, una metalurgia
incipiente y mayor complejidad social y económica. La cultura más importante es la
cultura de los sepulcros de fosa y se desarrollará en Cataluña, siendo los
yacimientos más importantes las necrópolis y los poblados.
La Edad de los Metales (3000 – 1000 aC)
El uso del metal trajo una serie de novedades técnicas, sociales y económicas que
acabaron afectando también al hábitat. Los distintos metales (cobre, bronce y hierro), fueron
sucediéndose con el tiempo (debido a su mayor dureza y menor coste, que llega a su punto
culminante con la utilización del hierro).
La utilización de metales aumentó las diferencias sociales pues los poseedores de metal se
convirtieron en los más poderosos de la sociedad. También introdujo cambios económicos
derivados de las necesidades técnicas del trabajo del metal, mucho más complejo que el de
la piedra. Todo ello repercutió en una mayor jerarquía social y del trabajo y en la conversión
de los poblados en aldeas.

Edad de Cobre en la Península Ibérica (III milenio aC)


El uso del cobre se inició de forma temprana en la península debido a una evolución
autóctona posible gracias a la existencia de cobre en abundancia.
Cultura más antigua: Cultura del Vaso Campaniforme de Ciempozuelos (Madrid)
Cultura más importante: Cultura de los Millares (Almería), que alcanzó un gran desarrollo
agrícola, ganadero y técnico, que llevó al amurallamiento de los nuevos poblados que
temían los ataques de otros pueblos más pobres, y en los que aparecen por primera vez
enterramientos megalíticos (tholois). Hasta esta zona llegará también la cerámica
campaniforme, muy extendida gracias al comercio del metal.

Edad de Bronce en la Península Ibérica (II milenio aC)


La edad del bronce da comienzo en pleno desarrollo del megalitismo peninsular.
Núcleos:
- Cultura del Argar (Almería, sureste peninsular): Los poblados presentan una
estructura casi urbana con un trazado de calles y casas rectangulares con
medianeras y una mayor jerarquización social con jefes (tumbas con ajuares
consistentes en armas y joyas).
- Cultura talayótica (Baleares): Murallas ciclópeas y monumentos megalíticos muy
peculiares: navetas, taulas y talayots.

Edad del Hierro en la Península Ibérica (I milenio aC)


Se divide la península en dos grandes escenarios culturales, cada uno de ellos producto de
diferentes influencias:

● Zona sur y mediterránea: la edad del hierro tiene un carácter peculiar debido a la
influencia de los pueblos colonizadores (fenicios, griegos y cartagineses), que se
instalan en la península y entablan relaciones comerciales con los pueblos
autóctonos.
● Zona norte y centro: se desarrolla la cultura celtíbera como producto de la
influencia de los pueblos indoeuropeos que llegan a la península e introducen el uso
del hierro entre los pueblos guerreros del norte.

Zona sur y mediterránea: pueblos colonizadores y Tartessos.


Los pueblos colonizadores comenzaron a llegar a partir del siglo X aC en busca de
metales como el cobre, la plata y el oro, abundantes por aquel entonces en la zona,
así como por la situación estratégica de la región en la ruta del estaño.
Fenicios: Los primeros en llegar fueron los fenicios, que fundarán Gadir (Cádiz),
primera ciudad de la península. Estos introdujeron el olivo, novedades técnicas
relacionadas con la extracción del metal, y el culto a algunas de sus divinidades. Se
situaron en toda la costa mediterránea meridional y fundaron Sexi (Almuñécar,
Granada), Abdera (Adra, Almería), Malaka (Málaga)...

Griegos: Los griegos se asentaron poco después (VIII aC) en la zona del levante
peninsular, donde fundaron dos colonias muy importantes Roses y Ampuries, al
norte del Ebro. A ellos se debe la aparición de la moneda en la península, nuevas
modas en la cerámica y el culto a nuevos dioses de origen griego.

Cartagineses: Los últimos en llegar fueron los cartagineses, procedentes del norte
de África (Cartago). En la presencia cartaginesa pueden distinguirse claramente dos
etapas, una pacífica, en la que fue fundada Eybissos (Ibiza), y otra de conquista
violenta en la que fundan Cartago Nova (Cartagena), desde la que realizarán una
conquista sistemática de la zona costera mediterránea con la idea de extraer de ella
todo tipo de recursos que le permitieran salir victoriosos en las guerras púnicas, que
libraban contra Roma en el Mediterráneo. Los cartagineses introdujeron en la
Península el esclavismo y crearon una red de caminos del interior a la costa. Su
asentamiento en la Península acabó con la presencia de fenicios y griegos y
provocó, de paso, el fin de la civilización tartesia que entró en crisis al desaparecer
las relaciones comerciales con los otros pueblos colonizadores, mayor fuente de
riqueza de Tartessos.

Tartessos: Fenicios y griegos fundaron factorías desde las que comerciar con los
indígenas. Este contacto estimuló importantes cambios culturales entre pueblos, que
dieron lugar a un período orientalizante en las sociedades indígenas: primero
Tartessos y después los pueblos íberos, que surgen tras la desaparición de
Tartessos.

Tartessos → riquísima civilización mítica, culta y pacífica, pero aún misteriosa,


debido a que la mayor parte de las noticias que tenemos de ella son literarias.
Se han encontrado algunos restos arqueológicos e importantes tesoros (Aliseda y
Carambolo, en el Aljarafe sevillano) que nos demuestran su influencia por todo el sur
peninsular y su avanzada cultura.
Los tartesios desarrollaron una rica economía, una agricultura y ganadería variadas,
una metalurgia muy desarrollada... y una evolucionada cultura en la que se
desarrolló la escritura (aunque aún no ha sido totalmente descifrada).
Podemos rastrear sus orígenes desde el bronce final pero su auténtica evolución
llegó con el contacto con fenicios y griegos. Gracias a ellos desarrollaron técnicas
metalúrgicas y un intenso comercio, extendiendo su influencia por toda la mitad sur
peninsular.
Sin embargo, Tartessos entra en crisis y acaba desapareciendo debido a la marcha
de griegos y fenicios, pues en los últimos tiempos su economía se había
especializado excesivamente en la extracción de metal, y ahora no tenían con quien
comerciar.
Zona norte y centro: pueblos indígenas, íberos y celtas
Los pueblos celtas peninsulares surgieron de la mutua influencia que tuvo lugar
entre los pueblos indígenas del norte y centro peninsulares y los pueblos
indoeuropeos que colonizaron la península Ibérica desde el otro lado de los Pirineos.
No podemos hablar de unidad política, pero sí de características comunes en cuanto
a economía, cultura y sociedad. En primer lugar, podemos decir que se trata de
pueblos incultos, que no conocían la escritura y con una economía rudimentaria
basada casi siempre en la ganadería, aunque tenían una desarrollada metalurgia del
hierro, por lo que eran pueblos guerreros que vivían del saqueo a los pueblos íberos.
Socialmente podemos hablar de sociedades tribales y matriarcales con escaso
desarrollo urbano, que resistirán ferozmente a los romanos. Entre los pueblos más
característicos podemos citar a los vacceos, vetones, lusitanos, celtíberos,
cántabros, astures y vascos, estos últimos de origen desconocido.

Tras la desaparición de Tartessos, los pueblos de las distintas zonas peninsulares


siguieron una evolución peculiar. Su existencia estaba documentada en las fuentes
romanas (principalmente Plinio y Estrabón) pero fueron desconocidos hasta que en
1870 aparecieron los primeros restos arqueológicos en el Cerro de los Santos
(Albacete), a los que después se unieron las Damas de Elche (Alicante) y Baza
(Granada), los relieves de Osuna y multitud de exvotos.

Las diferencias principales entre estos pueblos radican en sus formas políticas, que
van desde la república hasta la monarquía, y en los alfabetos, pero comparten las
mismas formas económicas (muy desarrolladas y basadas en la existencia de
agricultura, ganadería y metalurgia), sociales y culturales (el mismo panteón de
dioses de origen griego y fenicio), el desarrollo de santuarios naturales y exvotos, la
existencia de escritura, misma tipología arquitectónica, y enorme desarrollo de la
escultura. Aunque no fueron tan pacíficos como los tartesios sí sabemos que
siguieron manteniendo contacto comercial con los pueblos colonizadores, aunque en
menor medida que sus antecesores.

Tema 3. Edad Antigua: la romanización


La República romana llega a la Península Ibérica con el objetivo de ampliar sus territorios y
privar a los cartagineses de su principal fuente de abastecimiento, asfixiándolos
económicamente para así derrotarlos con facilidad en el Mediterráneo. Aprovechando una
disputa entre los cartagineses y la colonia de Ampurias, desembarcaron en ella y atacaron
desde allí a los cartagineses (218-202 aC). Una vez expulsados los cartagineses, Roma se
asentó en toda la costa mediterránea, teniendo que hacerse cargo ahora de un nuevo
enemigo: los pueblos celtíberos que lanzaban continuos ataques contra los romanos.
Debido al desgaste que los celtas provocaban, Roma decidió emprender la conquista
definitiva de la Meseta.

La fase de conquista de la Meseta tuvo lugar entre 154-133 aC y se caracterizó por la


ferocidad de los pueblos indígenas, sobre todo los celtíberos (Numancia) y lusitanos
(liderados por Viriato) en su lucha contra Roma. Una vez tomada la meseta, sólo quedaba
por conquistar la zona montañosa del norte, que, en principio, no interesaba a los romanos
y que estaba bien protegida por el relieve. Sin embargo, entre el 29-19 aC, el primer
emperador, Octavio Augusto, ordenó someter la zona y rápidamente la conquista se dio por
finalizada, iniciando el proceso de romanización o aculturación de los pueblos indígenas por
parte del Imperio Romano. Roma impuso en la zona su organización territorial, económica y
social, así como su cultura, de la que son elementos destacados la lengua (latín), la ley (el
Derecho Romano), el urbanismo, la religión (primero el panteón romano y más tarde el
cristianismo) y el arte.

Una vez finalizada la conquista, los romanos reorganizaron administrativamente la nueva


provincia conquistada, a la que llamaron Hispania, y en la que crearon seis provincias:
Baética, Lusitania, Gallaecia, Tarraconensis, Cartaginensis y Baleárica. La Baética fue la
provincia más romanizada y dio a Roma dos de sus emperadores más conocidos: Trajano y
Adriano. En todas ellas existía una capital y varias ciudades secundarias que organizaban
todo el espacio y de las que dependían las zonas rurales.
Hispania se organizó como una retícula de ciudades cuya construcción se hizo a imagen y
semejanza de Roma, la capital del imperio. Entre todas ellas se construyeron varias
calzadas o vías, destacando la Vía de la Plata y la Vía Augusta. Los habitantes de Hispania,
por su riqueza y grado de asimilación cultural, tendrían un trato preferente en el Imperio
hasta el siglo III, momento en el que todos los habitantes del mismo tengan el estatus de
ciudadanos.

Por lo que respecta a la economía, destacó la agricultura caracterizada por amplios


latifundios trabajados por esclavos y por el desarrollo de la tríada mediterránea (trigo, vid y
olivo) y los cultivos de regadío. Tras la conquista, las tierras de Hispania habían sido
repartidas entre el Estado y los colonos, que podían ser senadores (propietarios de
enormes latifundios), soldados, gentes llegadas de Roma o indígenas, aunque el Estado
arrendaba las suyas. Se introdujeron nuevas técnicas como el barbecho, sistemas de
regadío y los animales de tiro, que aumentaron la producción. Se desarrollaron también la
ganadería, la pesca, la artesanía, el comercio y la minería (plata, oro, cobre, mercurio...),
que fue monopolizada por el Estado, aunque éste arrendaba las minas a particulares que
las explotaban con mano de obra esclava o con condenados, generalmente. El final de la
presencia romana en la Península Ibérica tuvo lugar tras la caída del Imperio Romano de
Occidente (476 d.C.), que venía anunciándose desde la crisis del siglo III. Esta crisis tuvo su
origen en una triple problemática:

• Crisis económica que se extendió por todo el Imperio. Sus causas se deben al
empobrecimiento del Estado, provocado por la disminución de los impuestos que
sobrevino tras la extensión de la ciudadanía a todos los habitantes del Imperio
(caída en la recaudación de impuestos), al fn de las conquistas (escasez de mano
de obra esclava y de los recursos obtenidos con ellas) y la llegada de invasiones
bárbaras. Los resultados de esta situación fueron: el descenso de rentabilidad de la
agricultura, la crisis del comercio y la artesanía (paralizados por las invasiones y la
falta de compradores), el despoblamiento de las ciudades, el estallido de revueltas
urbanas y saqueos y la práctica desaparición de la moneda. La economía y la vida
urbana se hundieron, y ello fue especialmente visible en Hispania, donde se volvió
prácticamente al trueque y la economía de autosuficiencia. Las villas se convirtieron
en islotes de población, de actividades agrarias y de protección donde se refugiaban
los habitantes del Imperio buscando la protección económica y personal que el
Estado ya no le proporcionaba.

• La crisis militar, debida a la continua presión de los pueblos bárbaros sobre las
fronteras del Imperio. Finalmente, hubo que llegar a acuerdos con los pueblos
bárbaros más adelantados, a los que se les permitió el asentamiento en el Imperio a
cambio de ayuda militar contra otros bárbaros, lo que nos demuestra la debilidad de
un Imperio demasiado grande y casi imposible de controlar.

• Una crisis política generada por la mala situación económica. La pérdida de


credibilidad de las autoridades centrales dio el poder a las autoridades locales, más
capaces de atender las necesidades inmediatas de la población, y que controlaban y
pagaban a los ejércitos romanos formados por mercenarios, quienes obedecían a
sus pagadores y no al poder legalmente establecido.

En la primera mitad del siglo V, suevos, vándalos y alanos habían llegado a las puertas de la
Península Ibérica. Para combatirlos, el Imperio romano pidió ayuda a los visigodos (también
de origen germano, pero bastante más romanizados). Su cometido era mantener a raya a
los invasores e impedir que estorbaran el abastecimiento de Roma por las rutas que
recorrían el Mediterráneo. Los visigodos llegaron en el 418 después de firmar un foedus
(tratado) con los romanos. Parte de ellos se situó en la zona que va desde Guadalajara
hasta el Mediterráneo, mientras que el resto permaneció en la Gallia (actual Francia).
Finalmente, consiguieron arrinconar a los suevos en Gallaecia y expulsar a los vándalos, los
más violentos de todos los bárbaros, al norte de África, mientras que los alanos se
asimilaban con rapidez al resto de la población peninsular. Pero, una vez dentro, los
visigodos se plantearon la siguiente cuestión: ¿por qué habrían de entregar Hispania a un
imperio moribundo, más aún, encontrándose ellos dentro de la Península? Poco después,
en 476, la situación de Roma se hará insostenible, produciéndose así la caída definitiva del
Imperio Romano de Occidente.

Tema 4. El reino visigodo de Toledo


Tras la caída del Imperio Romano, los visigodos siguieron gobernando en Hispania como
sucesores de los romanos y en su nombre, pero su centro de operaciones estaba en la
Gallia (actual Francia). Sin embargo, un enfrentamiento con los francos que tenían la
intención de asentarse en la Galia los llevó, tras la derrota de Vouillé en el 507, a dejar la
Galia en poder de los francos e instalarse en Hispania, inaugurando así el primer Estado
netamente peninsular, con capitalidad en Toledo.

Sin embargo, el reino visigodo tuvo desde el primer momento serias dificultades para
mantener el orden y subsistir debido a las continuas luchas internas por el poder, que daban
una gran inestabilidad al Estado. Para evitar su derrumbe, los principales monarcas
visigodos (Leovigildo, Recaredo y Recesvinto) iniciaron un proceso de unificación territorial,
política, religiosa y jurídica.
Para conseguir la unidad territorial, los visigodos sometieron a cántabros, vascones y
astures, expulsaron definitivamente a los suevos del noroeste y a los bizantinos del sureste,
convirtiendo así la península en un reino plenamente visigodo.
Para solventar la cuestión política, estructuraron una monarquía que pasó de ser electiva a
hereditaria.
La unifcación religiosa se logró con la conversión de Recaredo al cristianismo (589), religión
mayoritaria entre los hispanorromanos, lo que provocó una intolerancia creciente contra los
judíos.
Finalmente, a mediados del VII, Recesvinto promovió la creación del Líber Iudiciorum como
ley única para conseguir la unificación jurídica.

La economía visigoda fue principalmente rural y se basaba en la agricultura y la ganadería,


lo que aceleró la decadencia del comercio por el Mediterráneo (en manos de sirios, griegos
y judíos) y las ciudades, cayendo las vías de comunicación en desuso y desapareciendo
casi por completo la moneda. La mayor aportación visigoda reside en su excelente
orfebrería: cruces, coronas votivas... y en lo que respecta a la cultura, en la que la influencia
romana fue muy importante, siendo la figura clave la de San Isidoro de Sevilla.

En cuanto a la sociedad visigoda, lo más destacable son las grandes desigualdades


existentes entre las capas altas, producto de la fusión de la nobleza visigoda y la
hispanorromana, y las capas bajas, que no ostentaban nunca los cargos importantes y
debían trabajar sin descanso para pagar tributos a sus señores, ya que el Estado era
incapaz de recaudarlos por sí mismo. De esta manera se formaron grupos nobiliarios rivales
con cierto poder económico y pequeños ejércitos propios.

Tras la muerte el rey visigodo Witiza, sube al trono Don Rodrigo, cosa que no gusta en
absoluto a los hijos de aquel, iniciándose de nuevo una lucha por el poder. A esta crisis
política hay que sumarle las continuas revueltas que en el norte protagonizaban cántabros,
astures y vascones y el enorme descontento de ciertos estratos sociales maltratados por el
Estado.

Así, cuando en el año 710 los musulmanes se asoman a las puertas de la península desde
África, se encuentran con un ejército visigodo dividido y grupos de fieles de uno y otro
señor, incapaces de actuar de forma coordinada.
La derrota fue rápida y fulminante. En el año 711 los musulmanes se harán con casi la
totalidad de la Península, inaugurando así un nuevo estado, conocido como Al-Andalus,
bajo el poder del Imperio Islámico.

También podría gustarte