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EL CINE QUE TANTO AMAMOS – ENERO DE 2023

Hitchcock - Hawks - Serra

por Francisco López Martín

Inauguramos esta sección con la esperanza de que estas notas dispersas

encontrarán en el benévolo lector un destinatario que sepa disculpar sus faltas

y acoja con simpatía la voluntad de comunicar amor por el mejor cine, único

propósito que las guía. En cada entrada nos ceñiremos a unas pocas

incitaciones, persuadidos de que la brevedad es un valor en sí. Convencidos

también de que en el ámbito cultural no hay receptor omnipotente, con la

misma sensibilidad para toda clase de propuestas, intentaremos centrarnos en

aquellas que nos encontraron en horas propicias, y declararemos sin tapujos

nuestros problemas de comprensión allá donde se encuentren, absteniéndonos

por lo general (enunciada la regla, enseguida se darán las incongruencias de

rigor) de la desagradable tendencia a situar como falta del objeto lo que suelen

ser deficiencias del sujeto (aunque sólo sea debida a una dedicación de tiempo

inadecuada para entender la obra en cuestión).

1. El mes cinematográfico empezó con la revisión de Atrapa a un ladrón (To

Cath a Thief¸ 1955). En los últimos meses, el cine de Alfred Hitchcock se ha

convertido en uno de los polos fundamentales de nuestra obsesiva tendencia a

estar en contacto con el gran cine. Nuestra admiración se remonta a la primera

adolescencia y, desde entonces, no ha hecho sino acrecentarse.


Evidentemente, nada descubrimos en cuanto a la categoría del director

británico, si bien tampoco ha de creerse que sea universalmente aceptada: así,

en este mismo Bulevar, creemos que el señor Snoid matizaría mucho nuestras

alabanzas, fundamentalmente por encontrar sus propuestas demasiado

dirigistas, en el polo opuesto, digamos –gigante contra gigante– de un John

Ford.

En la ficha de la película que figura en Filmin, encontramos la siguiente

observación: "Su tono ligero fue malinterpretado como una debilidad en su

momento y hoy se reivindica como una gran película del maestro del

suspense". Creemos que esta confusión perdura también hasta cierto punto en

el aficionado actual. Y es que una cosa es la levedad de la historia, innegable,

y otra, muy distinta, —pero también, creemos, difícil de objetar— el dominio de

la forma que demuestra en la película el director británico, más allá de

celebrados hallazgos que han pasado a la historia, como el de la escena del

beso con los fuegos artificiales. La película se inserta, dentro de la filmografía

de Hitchcock, en un prodigioso ciclo de películas que éste dirigió en las

décadas de 1950 y 1960, y, más concretamente, justo antes de que rodara las

extraordinarias Vértigo (Vertigo, 1958), Psicosis (Psycho, 1960) y Los pájaros

(The Birds, 1963). Atrapa a un ladrón queda tal vez un escalón por debajo de

ellas, pero no deja de ser una lección magistral de construcción y dominio del

relato.

2. ¡Peligro… línea 7000! (Red Line 7000, 1965), de Howard Hawks, que

teníamos muy olvidada, nos pareció una película que ha envejecido muy mal,

empezando por esas horribles concatenaciones de formatos entre carreras

filmadas in situ y escenas con los actores rodadas en estudio y siguiendo por
un guión abominable (y, no, en esta ocasión no creemos que repetidas visiones

nos convencerían de lo contrario). y que, desde luego, bajo ningún concepto

puede figurar entre lo mejor de uno de los directores más importantes del

Hollywood clásico. Mucho más placentera resultó una nueva visión de El

Dorado (1966), en la que Hawks demuestra una precisión narrativa

excepcional, con uno de esos guiones que parecía rodar una y otra vez (si hay

directores que, como Ozu o Rohmer, dan la impresión de estar realizando

siempre el mismo film —dicho con toda nuestra admiración por el genial

realizador japonés y por el muy apreciable director galo—, se antoja que Hawks

tenía una plantilla que aplicó en varias ocasiones a los diversos géneros que

tocaba, en general, por otro lado, con resultados muy felices).

3. Pacifiction (2021), de Albert Serra, nos pareció una de las grandes películas

del año. La potencia de las imágenes —y de la banda sonora, deudora, como

algunos de sus giros, del cine de David Lynch— despertó en nuestra memoria

cinéfila desde el comienzo ecos hasta cierto punto irracionales —si bien resulta

claro que el título de Serra se inserta en algunas de esas tradiciones— con

diversos títulos del mejor cine de los años 70, entre los cuales sólo nos

atreveremos a citar dos: El reportero (Professione: reporter, 1976), de

Michelangelo Antonioni, y El asesinato de un corredor de apuestas chino (The

Killing of a Chinese Bookie, 1976), de John Cassavettes. Tal vez por ese

personaje masculino que sentimos abocado a una investigación de la que se

adivina que no saldrá nada bueno… y sobre todo por esa sensación

difícilmente expresable de que el cinematógrafo ha logrado atrapar algo más

poderoso que la vida. Menos gozosa resultó la nueva vuelta a la primera

película del director, Honor de cavalleria (2006), realización que parece


situarse más allá de toda categoría conceptual que nos permita pensarla con

rigor (sin duda, la limitación es nuestra) y que, quizá más preocupante, sigue

sin ejercer en nosotros el necesario atractivo que invitaría a un análisis

pausado, tal vez condición necesaria (la de entender su engranaje) para su

disfrute. No obstante, creemos que el cine de Albert Serra, por lo que

conocemos de él y pese a la distancia estética que nos separa de algunas de

sus propuestas, es una cita ineludible para los espectadores y analistas más

exigentes del cine contemporáneo. (El lector interesado puede encontrar una

estupenda visión panorámica realizada por un espectador sensible a las

bellezas de su filmografía: https://www.quaderndelesidees.press/albert-serra-

idealismo-y-fanatismo/).

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