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Las 10 mejores películas de Netflix

Es imposible que una lista de “lo mejor de...” conforme totalmente ya no a todos sus
lectores sino siquiera a uno solo. Pero esto es justamente lo mejor de ellas: confrontar
con el criterio de otro que cuestione el nuestro y, en el mejor de los casos, que
atraviese la tensión superficial del ego y nos permita descubrir algo que habíamos
pasado por alto. Las listas de “lo mejor” no son la manifestación de una regla objetiva
para calificar las producciones artísticas, porque no existe tal cosa, ni una
manifestación completamente arbitraria y libre de nuestro caracter, moldeada solo por
el gusto, porque éste está condicionado por la clase, la nacionalidad, las ideas
dominantes en la subcultura de cada uno, etc. A veces estas listas son militantes,
intentan cumplir con un objetivo político, por ejemplo, reivindicar la obra de autores
postergados, pero generalmente son la expresión de un balance entre el espíritu de un
momento y el canon. Las listas revelan, sobre todo, los sesgos de quienes las hacen
pero hasta en ese sesgo tal vez haya un orden, una idea o un ítem en el que no
habíamos pensado. En ésta, por ejemplo, están sobrerrepresentados el cine
norteamericano y la ciencia ficción. De todos modos, cualquier lector disidente queda
invitado a encontrar en Netflix una película mejor que Blade Runner. Y también,
desde luego, a hacer su propia lista.

La invitación (The invitation, Karyn Kusama, 2015)

Un grupo de amigos se reencuentra para cenar tras no verse por varios años. Pronto
queda claro que los vínculos son más complejos de lo que parecían y, como si hiciera
falta enrarecer el clima, los dueños de casa muestran un video sobre una secta
religiosa a la que se unieron y que parecen promover. Desde ese momento sabemos
que la velada no puede terminar bien: aunque es evidente que todo se irá al demonio,
no está claro cómo, ni cuándo. La película explota magistralmente esa anticipación,
que genera una tensión inédita incluso en las situaciones más inanes. Esta es de las
raras incursiones en el terror que no dependen de lo sobrenatural, el gore o los
sobresaltos apoyados por repentinos ataques musicales, sino que con el hábil manejo
del tono, de la construcción formal de una perpetua amenaza, alcanza para crear una
experiencia intensa.

Uncut gems (Safdie Brothers, 2019)

Así como la película anterior de los hermanos Benny y Joshua Safdie seguía el
derrotero enloquecido de un hombre (Robert Pattison) por liberar a su hermano
menor de la cárcel, en ésta sigue el de otro, un insufrible joyero neoyorkino
(interpretado por Adam Sandler), por hacer una apuesta. La anécdota es mínima
porque también es irrelevante: la película trata sobre su propio impulso narrativo, que
es un reflejo de la personalidad hiperkinética del apostador compulsivo que la
protagoniza. Una vez que se pone en marcha es una fuerza maníaca que jamás se
detiene. También da fin a dos mitos: que Netflix no puede hacer buenos films y que
Sandler no puede actuar.
El origen (Inception, Christopher Nolan, 2010)

Esta película, que Nolan filmó entre las dos últimas partes de su trilogía sobre
Batman, está planteada como un film clásico de asalto a un banco: el hombre con el
plan maestro (Leonardo Di Caprio) selecciona a un grupo de especialistas para
ingresar a una bóveda de máxima seguridad, solo que en este caso, la bóveda se
encuentra en el subconsciente de un heredero millonario. Bajo una clara influencia de
William Gibson y el cyberpunk, se nos presenta una narrativa de cajas chinas con
personajes que pasan por diferentes niveles de paisaje interior para configurar un
relato acaso demasiado rebuscado pero que es, a la vez, una película de acción
superlativa y una reflexión sobre este género.

Manchester junto al mar (Manchester by the sea, Kenneth Lonergan, 2017)

Quizás no haya acuerdo sobre si Manchester by the sea es una de las mejores
películas en el catálogo de Netflix pero no hay dudas de que es la más triste. Lee
(Casey Affleck) regresa al pueblo del título tras la muerte de su hermano para
descubrir que es el guardián legal de su sobrino, una tarea para la que no se siente
predispuesto ni capacitado. A medida que avanza el relato se desanda la tragedia que
anida en la vida del personaje y que reconfiguró su relación con el mundo. Esta es
una película sobre el duelo y el inevitable dolor que acecha la existencia de cada uno.
Como en la vida real, aquí no necesariamente hay aprendizaje, clausura o redención.
El dramaturgo volcado al cine Kenneth Lonergan ganó un Oscar al mejor guión
original por este film y Casey Affleck, uno igualmente merecido como mejor actor.

Burning (Lee Chang-dong, 2018)

Al principio, esta película parece apenas seguir la deriva existencial de un estudiante


coreano, luego se convierte en una disección de los conflictos de clase de su país y
finalmente en algo más, impensando hasta ese momento. Adaptada de una nouvelle
del japonés Haruki Murakami, este es un relato que gana en misterio e intensidad a
medida que avanza, apoyado en una enigmática interpretación de Steven Yeun (Glenn
en The Walking Dead). También es un excelente punto de partida para iniciarse en la
cinematografía coreana, que tiene una larga y extraordinaria tradición pero que
empezó a ser descubierta por el público internacional tras el triunfo de Parasite en los
últimos Oscars.

El huesped (The Host, Bong joon-ho, 2006)

Quien quiera adentrarse en la filmografía de Bong joon-ho, el realizador coreano que


hizo historia al conquistar el Oscar a mejor película (y también a la mejor película
internacional, mejor dirección y mejor guión) por Parasite, en la última entrega de
estos premios, bien puede comenzar por este film acerca de un monstruo que surge
del contaminado río Han, en Seul y la familia de clase trabajadora, mayormente
desempleada, que debe enfrentarlo. Como suele suceder en la filmografía del
realizador, hay un conflicto social en el centro del relato, que aquí se expande hacia la
corrupción gubernamental y hasta las relaciones internacionales, a medida que los
problemas escalan. Y también como suele suceder en las cinematografía coreana, esta
película no tiene un género fijo: es una película de terror y a la vez un melodrama y
una comedia negra. Lo que Alien hizo por los monstruos en el siglo XX, ésta lo hizo
en el nuevo milenio.

Tiempos violentos (Pulp Fiction, Quentin Tarantino, 1994)

Esta es la película que cambió el cine norteamericano, creo el adjetivo “tarantinesco”


y provocó una pandemia de imitaciones con personajes que se ponen a hablar de
superhéroes o viejas series en medio de un robo a mano armada. Tarantino inventó un
universo cerrado donde solo existen el cine y la cultura pop, en el que cohabitan
todos sus films y que no tiene vínculo alguno con el mundo en el que vivimos los
espectadores. El inusual éxito de esta película en episodios resucitó la carrera de John
Travolta, un poco también la de Bruce Willis (quienes venían de ponerles sus voces a
bebés parlantes en Mirá quien habla 1 y 2) y convirtió nuevamente en éxitos a varios
de los tracks que Tarantino rescató para la excelente banda sonora.

Los cazadores del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, Steven Spielberg, 1981)

A fines de los años 70 surgió la idea del supergrupo de rock: las figuras de varias
bandas exitosas se unían en un mismo grupo que en teoría potenciaría los atributos de
cada uno al infinito. En verdad pasaba lo opuesto y la mayoría de los supergrupos
fracasaba. Esta película es el equivalente de un supergrupo, pero uno en el que todo
sale bien. Combina y extrema los talentos de Steven Spielberg, George Lucas,
Lawrence Kasdan y Harrison Ford en una cita moderna de los viejos seriales de
aventuras de los años 30. La inventiva de Spielberg para las escenas de acción, los
diálogos brillantes de Kasdan, el ritmo narrativo sin respiro, el sentido de humor y el
carisma de Ford hicieron de esta película un clásico instantáneo. Netflix también
tiene Tiburón, que es perfectamente intercambiable por ésta en la lista.

Blade Runner (Ridley Scott, 1982)

En su estreno, Blade Runner mostró la ciudad del futuro como nunca antes se la había
visto. Scott hizo de Los Angeles de 2019 una representación arquitectónica del paso
del tiempo (el tiempo como eso que nos hace humanos es el tema del film). El pasado
y el futuro conviven en esta ciudad: es una acumulación de capas de sedimento
tecnológico con lo nuevo adosado a lo viejo como un parásito. Su inspiración fueron
los historietistas franceses Moebius y Enki Bilal. Se trata de la primera visión fílmica
de una ciudad posmoderna, signada por la mezcla y la recombinación y muy diferente
a todas las anticipaciones previas. Este impacto obviamente se redujo mientras más
crecían la influencia y las imitaciones del film. El impacto que no disminuyó es el de
la descomunal interpretación del desaparecido Rutger Hauer como el replicante Roy
Batty, uno de los mejores antihéroes de la historia y el elemento crucial que faltó en
la bienintencionada secuela de este film, estrenada 35 años más tarde.

El padrino (The Godfather, Francis Ford Coppola, 1972)

Regularmente citada como la mejor película norteamericana o una de las mejores de


la historia del cine, este film es visto, a la vez, como una cumbre moderna del
clasicismo cinematográfico y también del “New Hollywood”, el conjunto de nuevos
realizadores que desde fines de los años 60 venían imponiendo una visión personal,
influida por los nuevo cines europeos, al cine norteamericano, opuesta al dominio del
productor y a los dogmas de los estudios. Coppola convirtió al best seller de Mario
Puzo sobre gángsters italianos en Nueva York en una tragedia shakespeareana y de
aliento operístico en la que el acceso al poder se paga con el sacrificio de lo más
querido y de la propia alma. Esta es la película definitiva sobre la mafia, que impuso
las idiosincracias y “tradiciones” (confesamente inventadas por Puzo para su novela)
de las que se nutrieron todas las películas posteriores. Con diálogos infinitamente
citables, una violencia inédita y la icónica interpretación de Marlon Brando en el rol
central (y con Al Pacino, John Cazale, James Caan y Robert Duvall entregando lo
mejor de su carrera), El Padrino es una película que en 50 años no envejeció un día.

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