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Cristo es el centro de la liturgia. Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción
litúrgica: en el sacrificio de la misa, en las especies eucarística. Está presente con su fuerza en
los sacramentos, de modo que cuando alguien bautiza es Cristo quien bautiza; en la palabra, pues
cuando se lee, es él quien habla. Está presente, cuando la Iglesia suplica y canta salmos: donde
están dos o tres en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (SC7).
La liturgia en la tierra pregusta ya la del cielo y anticipa la venida del Señor. Lo que celebra la
Iglesia peregrina en la tierra es una preparación y a la vez unión con la iglesia celeste que está de
forma más plena a Jesucristo.
“En la Liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella Liturgia celestial, que se celebra
en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos” (SC 8).
7. ¿Por qué podemos afirmar que la liturgia es la cumbre y fuente de la vida eclesial?
Porque es en ella donde toda la actividad de la Iglesia, la vida eclesial tiene su fuente de fuerza
para continuar. Así todos los bautizados que tienen una labor apostólica se reúnen para celebrar
los sagrados misterios y así retomar fuerzas, de forma especial la Eucaristía es el alimento de la
vida eclesial ya que anima a la misión “ite missa est” (Cf. SC 10).