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2023-2024
2. La ministerialidad eclesiológica
a) Ministerio Instituidos
b) Ministerios Ordenados
3. El diaconado
a) Historia
b) Celebración
c) Servicios
Bautismo
Eucaristía
Matrimonio
Exequias
Bendiciones
Liturgia de la Horas
4. El Presbiterado
a) Celebración
b) Servicios
Reconciliación
Unción de los enfermos
Eucaristía
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 93
Teología de la Celebración
consumado y con todas sus fuerzas espera y ansia unirse con su Rey
en la gloria.
10. Cristo Señor, Pontífice tomado de entre los hombres (cf. Hb 5,1-
5), de su nuevo pueblo «hizo... un reino y sacerdotes para Dios, su
Padre» (Ap 1,6; cf. 5,9-10). Los bautizados, en efecto, son
consagrados por la regeneración y la unción del Espíritu Santo como
casa espiritual y sacerdocio santo, para que, por medio de toda obra
del hombre cristiano, ofrezcan sacrificios espirituales y anuncien el
poder de Aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz
(cf. 1 P 2,4-10). Por ello todos los discípulos de Cristo, perseverando
en la oración y alabando juntos a Dios (cf. Hch 2,42-47), ofrézcanse
a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios (cf. Rm 12,1) y
den testimonio por doquiera de Cristo, y a quienes lo pidan, den
también razón de la esperanza de la vida eterna que hay en ellos
(cf. 1 P 3,15).
entre los fieles que están sellados con el orden sagrado son
destinados a apacentar la Iglesia por la palabra y gracia de Dios, en
nombre de Cristo. Finalmente, los cónyuges cristianos, en virtud del
sacramento del matrimonio, por el que significan y participan el
misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia
(cf. Ef 5,32), se ayudan mutuamente a santificarse en la vida
conyugal y en la procreación y educación de la prole, y por eso
poseen su propio don, dentro del Pueblo de Dios, en su estado y
forma de vida [21]. De este consorcio procede la familia, en la que
nacen nuevos ciudadanos de la sociedad humana, quienes, por la
gracia del Espíritu Santo, quedan constituidos en el bautismo hijos
de Dios, que perpetuarán a través del tiempo el Pueblo de Dios. En
esta especie de Iglesia doméstica los padres deben ser para sus hijos
los primeros predicadores de la fe, mediante la palabra y el ejemplo,
y deben fomentar la vocación propia de cada uno, pero con un
cuidado especial la vocación sagrada
13. Todos los hombres están llamados a formar parte del nuevo
Pueblo de Dios. Por lo cual, este pueblo, sin dejar de ser uno y
único, debe extenderse a todo el mundo y en todos los tiempos, para
así cumplir el designio de la voluntad de Dios, quien en un principio
creó una sola naturaleza humana, y a sus hijos, que estaban
dispersos, determinó luego congregarlos (cf. Jn 11,52). Para esto
envió Dios a su Hijo, a quien constituyó en heredero de todo
(cf. Hb 1,2), para que sea Maestro, Rey y Sacerdote de todos,
Cabeza del pueblo nuevo y universal de los hijos de Dios. Para esto,
finalmente, envió Dios al Espíritu de su Hijo, Señor y Vivificador,
quien es para toda la Iglesia y para todos y cada uno de los creyentes
el principio de asociación y unidad en la doctrina de los Apóstoles,
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 101
Así, pues, el único Pueblo de Dios está presente en todas las razas de
la tierra, pues de todas ellas reúne sus ciudadanos, y éstos lo son de
un reino no terrestre, sino celestial. Todos los fieles dispersos por el
orbe comunican con los demás en el Espíritu Santo, y así, «quien
habita en Roma sabe que los de la India son miembros suyos» [23].
Y como el reino de Cristo no es de este mundo (cf. Jn 18,36), la
Iglesia o el Pueblo de Dios, introduciendo este reino, no disminuye
el bien temporal de ningún pueblo; antes, al contrario, fomenta y
asume, y al asumirlas, las purifica, fortalece y eleva todas las
capacidades y riquezas y costumbres de los pueblos en lo que tienen
de bueno. Pues es muy consciente de que ella debe congregar en
unión de aquel Rey a quien han sido dadas en herencia todas las
naciones (cf. Sal 2,8) y a cuya ciudad ellas traen sus dones y tributos
(cf. Sal 71 [72], 10; Is 60,4-7; Ap 21,24). Este carácter de
universalidad que distingue al Pueblo de Dios es un don del mismo
Señor con el que la Iglesia católica tiende, eficaz y perpetuamente, a
recapitular toda la humanidad, con todos sus bienes, bajo Cristo
Cabeza, en la unidad de su Espíritu [24].
En virtud de esta catolicidad, cada una de las partes colabora con sus
dones propios con las restantes partes y con toda la Iglesia, de tal
modo que el todo y cada una de las partes aumentan a causa de todos
los que mutuamente se comunican y tienden a la plenitud en la
unidad. De donde resulta que el Pueblo de Dios no sólo reúne a
personas de pueblos diversos, sino que en sí mismo está integrado
por diversos órdenes. Hay, en efecto, entre sus miembros una
diversidad, sea en cuanto a los oficios, pues algunos desempeñan el
ministerio sagrado en bien de sus hermanos, sea en razón de la
condición y estado de vida, pues muchos en el estado religioso
estimulan con su ejemplo a los hermanos al tender a la santidad por
un camino más estrecho. Además, dentro de la comunión
eclesiástica, existen legítimamente Iglesias particulares, que gozan
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 102
Todos los hombres son llamados a esta unidad católica del Pueblo de
Dios, que simboliza y promueve paz universal, y a ella pertenecen o
se ordenan de diversos modos, sea los fieles católicos, sea los demás
creyentes en Cristo, sea también todos los hombres en general, por la
gracia de Dios llamados a la salvación.
2. MINISTERIALIDAD
Capítulo III
97. No rehúsen los fieles servir con gozo al pueblo de Dios cuantas
veces se les pida que desempeñen algún determinado ministerio u
oficio en la celebración.
187. Las funciones que el acólito puede ejercer son de diversa índole
y puede ocurrir que varias de ellas se den simultáneamente. Por lo
tanto, es conveniente que se distribuyan oportunamente entre varios;
pero cuando sólo un acólito está presente, haga él mismo lo que es
de mayor importancia, distribuyéndose lo demás entre otros
ministros.
Ritos iniciales
Liturgia Eucarística
Ritos iniciales
Liturgia de la palabra
100. En ausencia del acólito instituido, pueden destinarse para el servicio del altar
y para ayudar al sacerdote y al diácono, ministros laicos que lleven la cruz, los
cirios, el incensario, el pan, el vino, el agua, e incluso pueden ser destinados para
que, como ministros extraordinarios, distribuyan la sagrada Comunión.[85]
101. En ausencia del lector instituido, para proclamar las lecturas de la Sagrada
Escritura, destínense otros laicos que sean de verdad aptos para cumplir este
ministerio y que estén realmente preparados, para que, al escuchar las lecturas
divinas, los fieles conciban en su corazón el suave y vivo afecto por la Sagrada
Escritura.[86]
102. Es propio del salmista proclamar el salmo u otro cántico bíblico que se
encuentre entre las lecturas. Para cumplir rectamente con su ministerio, es
necesario que el salmista posea el arte de salmodiar y tenga dotes para la recta
dicción y clara pronunciación.
103. Entre los fieles, los cantores o el coro ejercen un ministerio litúrgico propio,
al cual corresponde cuidar de la debida ejecución de las partes que le
corresponden, según los diversos géneros de cantos, y promover la activa
participación de los fieles en el canto.[87] Lo que se dice de los cantores, vale
también, observando lo que se debe observar, para los otros músicos,
principalmente para el organista.
104. Es conveniente que haya un cantor o un maestro de coro para que dirija y
sostenga el canto del pueblo. Más aún, cuando faltan los cantores, corresponde al
cantor dirigir los diversos cantos, participando el pueblo en la parte que le
corresponde.[88]
d) Los que, en algunas regiones, reciben a los fieles a la puerta de la iglesia, los
acomodan en los puestos convenientes y dirigen sus procesiones.
106. Conviene que al menos en las iglesias catedrales y en las iglesias mayores,
haya algún ministro competente, o bien un maestro de ceremonias, con el encargo
de disponer debidamente las acciones sagradas para que sean realizadas con
decoro, orden y piedad por los ministros sagrados y por los fieles laicos.
107. Los demás ministerios litúrgicos que no son propios del sacerdote o del
diácono, y de los que se habló antes (núms. 100 - 106) también pueden ser
encomendados, por medio de una bendición litúrgica o por una destinación
temporal, a laicos idóneos elegidos por el párroco o por el rector de la iglesia.
[89] En cuanto al ministerio de servir al sacerdote en el altar, obsérvense las
normas dadas por el Obispo para su diócesis.
a) En el Nuevo Testamento
Los Hechos de los Apóstoles relatan la institución de los siete primeros
diáconos helenistas, justificando este ministerio en la necesidad de una
asistencia caritativa a los pobres, sin detrimento de la función de los apóstoles:
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 110
Los diáconos son mencionados por primera vez junto a los epíscopos
en la carta a los Filipenses: «Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos
los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos, con los epíscopos y diáconos»
(Flp 1, 1). En la primera epístola a Timoteo se enumeran las cualidades
exigidas a los diáconos y guardando un lugar subalterno con respecto a los
epíscopos:
«También los diáconos deben ser dignos, sin doblez, no dados a
beber mucho vino ni a negocios sucios; que guarden el Misterio de la fe
con una conciencia pura. Primero se les someterán a prueba y después, si
fuesen irreprensibles, serán diáconos» (1Tm 3, 8-10).
Los datos del Nuevo Testamento tendrán la mayor importancia en la
Historia de la Iglesia; realizan un ideal de servicio, inspirado en el ejemplo de
Jesucristo «Entre ellos hubo también un altercado sobre quién parecía ser el
mayor. Él les dijo: “Los reyes de las naciones gobiernan como señores
absolutos, y los que ejercen la autoridad sobre ellos se hacen llamar
Bienhechores; pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como
el menor y el que manda como el que sirve”» (Lc 22, 24-26); el ejercicio de la
autoridad en la Iglesia es presentado como un servicio, una diaconía. El
diaconado se presenta en la Iglesia apostólica como una manifestación de la
caridad que debe distinguir a la jerarquía eclesiástica. Por otro lado, la fuerza
del Espíritu que obra en los primeros diáconos, especialmente en san Esteban,
marcará siempre en la Liturgia y en la Tradición la figura del diácono,
apuntando las fuentes de su vida espiritual. Los diáconos asumirán, a través de
los tiempos y según las necesidades, formas apropiadas para la vitalidad del
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 111
RITUAL DE ÓRDENES
Capítulo III
ORDENACIÓN
DE DIÁCONOS
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 114
INTRODUCCIÓN
I. IMPORTANCIA DE LA ORDENACIÓN
174. Es oficio propio del diácono, según le fuere asignado por la autoridad
competente, administrar solemnemente el Bautismo, reservar y distribuir la
Eucaristía, asistir al Matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el
Viático a los moribundos, leer la sagrada Escritura a los fieles, instruir y
exhortar al pueblo, presidir el culto y la oración de los fieles, administrar los
sacramentales, presidir el rito de los funerales y de la sepultura. Dedicados a
los oficios de la caridad y de la administración, recuerden los diáconos el
1 Cf. PABLO VI, Carta apostólica Sacrum diaconatus Ordinem, 18 de junio 1967: A.A.S.
59 (1967) 697-704.
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 115
175. Los que van a ser ordenados diáconos deben ser admitidos por el
Obispo como candidatos, exceptuando los que están adscritos por los votos a
un instituto clerical.3
177. Por la libre aceptación del celibato ante la Iglesia, los candidatos al
diaconado se consagran a Cristo de un modo nuevo. Están obligados a
manifestarlo públicamente aun aquellos que hayan emitido el voto de castidad
perpetua en un instituto religioso.
179. Es propio de todos los fieles de la diócesis acompañar con sus oraciones
a los candidatos al diaconado. Háganlo principalmente en la oración universal
de la Misa y en las preces de Vísperas. Como los diáconos “se ordenan al
servicio del Obispo”,4 deben ser invitados a su Ordenación los clérigos y otros
fieles, de manera que asistan a la celebración en el mayor número posible.
Principalmente han de ser invitados todos los diáconos a la celebración de las
Órdenes.
2 Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, núm. 29.
3 Cf. PABLO VI, Carta apostólica Ad pascendum, núm. 1; A.A.S. 64 (1972) 538; CIC, can.
1034.
4 HIPÓLITO, Traditio Apostolica, 8.
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 116
III. LA CELEBRACIÓN
181. Conviene que la Iglesia local, a cuyo servicio se ordena cada uno de los
diáconos, se prepare a la celebración de las Órdenes.
Los candidatos mismos deben prepararse con la oración en retiro
practicando ejercicios espirituales al menos durante cinco días.
ORDENACIÓN DE DIÁCONOS
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 118
193.Estando todo dispuesto, se inicia la procesión por la iglesia hacia el altar según el
modo acostumbrado. Los ordenandos preceden al diácono portador del libro de los
Evangelios que ha de utilizar se en la Misa y en la Ordenación. Siguen los demás
diáconos, si los hay, los presbíteros concelebrantes y, finalmente, el Obispo, con sus
dos diáconos asistentes ligeramente detrás de él. Llegado s al altar, y hecha la debida
reverencia, todos se dirigen a su respectivo lugar.
Mientras tanto, se canta la antífona de entrada con su salmo, u otro canto apropiado.
194.Los ritos iniciales y la liturgia de la Palabra se realizan del modo acostumbrado, hasta
el Evangelio inclusive.
LITURGIA DE LA ORDENACIÓN
Presente.
198. Todos los llamados permanecen de pie ante el Obispo, y un presbítero designado
por el Obispo dice:
El Obispo le pregunta:
Y él responde:
Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al
pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido considerados
dignos.
El Obispo:
Todos dicen:
Homilía
Queridos hermanos:
Ahora que estos hijos nuestros, de los cuales muchos de ustedes son
familiares y amigos, van a ser ordenados diáconos, conviene
considerar con atención qué grado de ministerio reciben.
también ustedes deben dar testimonio del bien, llenos del Espíritu
Santo y del gusto por las cosas de Dios.
200. Después de la homilía, solamente se levantan los elegidos y se ponen de pie delante
del Obispo, quien los interroga, conjuntamente, con estas palabras:
Sí, quiero.
El Obispo:
Sí, quiero.
El Obispo:
Los elegidos:
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 124
Sí, quiero.
El Obispo:
Sí, quiero.
El Obispo:
Los elegidos:
Sí, quiero.
El Obispo:
Los elegidos:
201. Enseguida, cada uno de los elegidos se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus
manos juntas entre las manos del Obispo, a no ser que, según la Introducción General, n.
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 125
El elegido:
Sí, prometo.
Pero si el Obispo no es su Ordinario, dice:
El elegido:
Sí, prometo.
Sí, prometo.
El Obispo concluye siempre:
Oración litánica
202. A continuación, todos se levantan. El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las
manos juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:
203. Entonces, los elegidos se postran en tierra y se cantan las letanías; todos responden.
En los domingos y durante el Tiempo pascual, se hace estando todos de pie, y en los demás
días, de rodillas, en cuyo caso el diácono dice:
En las letanías, pueden añadir se, en su lugar respectivo, otros nombres de santos, por
ejemplo, del Patrono, del Titular de la iglesia, del Fundador, del Patrono de quienes reciben
la Ordenación, así como otras invocaciones apropiadas a cada circunstancia.
204. Concluido el canto de las letanías, el Obispo ordenante principal, de pie, y con las
manos extendidas, dice:
Todos:
Amén
El diácono, si el caso lo requiere, dice:
205. Los elegidos se levantan; se acerca cada uno al Obispo, que está de pie delante de la
sede y con mitra, y se ponen de rodillas ante él.
206. El Obispo impone en silencio las manos sobre la cabeza de cada uno de los elegidos.
207. Estando todos los elegidos arrodillados ante el Obispo, éste, sin mitra, con las manos
extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:
A
de quien procede toda gracia,
que estableces los
ministerios
regulando sus órdenes;
inmutable en ti mismo, todo lo renuevas; por
Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro –
palabra, sabiduría y fuerza tuya-, con
providencia eterna todo lo proyectas y
concedes en cada momento cuanto conviene.
Todos:
Amén
209. Mientras tanto, puede cantarse la antífona siguiente con el Salmo 83 (84), u otro
canto apropiado de idénticas característica s que concuerde con la antífona, sobre todo
cuando el Salmo 83 (84) se hubiere utilizado como salmo responsorial en la liturgia de la
Palabra.
Antífona
Salmo 83 (84)
El ordenado responde:
Y con tu espíritu.
212. Mientras tanto, puede cantarse la antífona siguiente con el salmo 145, u otro canto
apropiado de idénticas características que concuerde con la antífona.
Antífona
Salmo 145
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 134
No se dice Gloria al Padre. Pero se interrumpe el salmo y se repite la antífona una vez
que el Obispo y los diáconos hayan dado el beso de paz a los ordenados.
213. Prosigue la Misa como de costumbre. Si lo indican las rúbricas se dice el Símbolo de la
fe.
Se omite la oración universal.
LITURGIA EUCARÍSTICA
Intercesiones
utilizar las tres formas del acto penitencial y no sólo la primera, cada
formulario tiene su peculiaridad propia.
Señor ten piedad, aclamaciones laudativas: Es una invocación con la que los
fieles aclaman al Señor y piden su misericordia. Es la traducción de la
expresión griega “Kyrie eleison”. Súplica de los cristianos, que siempre ha
estado presente en la liturgia, durante prácticamente más dos mil años.
Oración colecta: Es la primera oración que la comunidad congregada realiza
como tal. La comunidad, que ha ido entrando en un clima celebrativo,
concluye y culmina esta entrada orando con las palabras del que preside. Esta
oración debe decirse de modo relevante, precedida de un momento de silencio.
El sacerdote invita a orar.
Memorizar: Corta: Por Cristo nuestro Señor. Larga: palabras con que
terminamos cada oración: « Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos.
Conviene que esta oración se haga de ordinario en las Misas con participación
del pueblo, de tal manera que se hagan súplicas por la santa Iglesia, por los
gobernantes, por los que sufren diversas necesidades y por todos los hombres
y por la salvación de todo el mundo. OGMR 69
Presentación de dones:
• Se prepara el altar, en silencio, o con música de fondo o con un canto.
• Las oraciones para la presentación de los dones pueden decirse en
secreto o en voz alta con aclamación de los fieles.
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 142
Plegaria eucarística:
• Es como el culmen de toda la celebración, es la oración de acción de
gracias y de santificación, y busca que la asamblea entera se una a Cristo en la
proclamación de las maravillas de Dios y en la oblación del Sacrificio.
Corresponde al sacerdote que preside la celebración.
• Durante la plegaria, el órgano y otros instrumentos deben guardar
silencio.
• Se deben utilizar todas las plegarias, no solo la II.
Ritos de la Comunión:
• Oración del Señor: El sacerdote invita orar y los fieles dicen, todos a
una con el sacerdote, la oración. Sólo el sacerdote añade el embolismo, y el
pueblo se une a él para terminarlo con la doxología. El embolismo pide para
toda la comunidad de los fieles la liberación del poder del mal. La invitación,
la oración misma, el embolismo y la doxología se cantan o de dicen con voz
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 143
Purificaciones o abluciones:
• El sacerdote, el diácono o el acólito instituido (no el ministro
extraordinario de la comunión) purifica los vasos sagrados, después de la
comunión o después de la Misa, si es posible, en la credencia. La purificación
del cáliz se hace con agua o con agua y vino, que tomará quien haya
purificado el cáliz. La patena se limpia con el purificador, como es costumbre.
Se debe procurar que lo que sobre eventualmente de la Sangre de Cristo,
después de la distribución de la comunión, se consuma inmediata y
completamente en el altar.
TEOLOGIA DE LA CELEBRACIÓN 144
-Con dos movimientos: Las reliquias y las imágenes de los Santos expuestas
para pública veneración, y únicamente al inicio de la celebración, después de
la incensación del altar.
*La cruz, sí está sobre el altar o cerca de él, se turifica antes de la incensación
del altar, de lo contrario cuando el sacerdote pasa ante ella.
*El sacerdote inciensa las ofrendas con tres movimientos del turíbulo, antes de
la incensación de la cruz y del altar, o trazando con el incensario el signo de la
cruz sobre las ofrendas.
19. Signos de veneración al: Santísimo, altar, ambón, libro de los evangelios
Santísimo: Genuflexión, el arrodillarse, inclinación profunda
Hacia el altar son el beso y el incienso.
Respecto al ambón se le hace reverencia al no usarlo como mesa de objetos
ajenos a la celebración.
En lo referente al libro de los Evangelios su proclamación se reserva a los
ministros ordenados los cuales se preparan con una oración o piden la
bendición, se incensar y se besa el libro en señal de veneración.
Himno del Gloria: El Gloria se canta o se recita los domingos, fuera del
tiempo de Adviento y Cuaresma las solemnidades y fiestas y en algunas
celebraciones peculiares” (OGMR2000, n.53)
Profesión de Fe: El credo o profesión de fe de la Iglesia, es una respuesta a la
Palabra de Dios. Tiene un valor de tradición que expresa la unidad de la
Iglesia en la misma fe. El misal propone el símbolo bautismal o símbolo de los
Apóstoles y también el símbolo Niceno-Constantinopolitano. Es bueno utilizar
ambas fórmulas (la primera se recomienda los domingos de Cuaresma y
Pascua) por razones catequéticas.