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UNIVERSIDAD MARIANO GALVEZ, Sede-Belén

FACULTAD DE CIENCIAS ECONOMICAS


Licenciatura en: AUDITORIA Y CONTADURIA PUBLICA

Sección “A”
Moneda y Banca

“La Gran depresión”

Álvarez Urizar, Melanie Yazmin


3532-20-23579

Guatemala 17 de febrero 2023


Introducción

La crisis de 1929, también conocida como la Gran Depresión, fue una de las
mayores crisis económicas que han afectado a las economías de los países
industrializados. Tuvo su origen en Estados Unidos, desde donde se expandió a
otros lugares. No se puede situar el fin de esta crisis en un momento concreto e
idéntico para todos los países. Lo que vino con esto fue una catástrofe económica
en la que las empresas no contaron con dinero para invertir. Los obreros fueron
despedidos y se quedaron sin salarios para vivir dignamente. Los bancos que
habían prestado dinero no pudieron recuperarlo y muchos tuvieron que cerrar sus
puertas.

Las secuelas del crac del 29 se sintieron pronto. Las personas desconfiaron de los
bancos y buscaron sacar su dinero. Entre 1929 y 1933, cientos de bancos
quedaron en la quiebra. Los industriales dejaron de invertir en la producción, ya
que las personas no tenían dinero para comprar productos. Aún peor, los dueños
de las fábricas, al tener que producir menos, despidieron a más obreros. Para el
año 1932, el tamaño de la economía en Estados Unidos se había reducido una
cuarta parte. La producción industrial cayó a la mitad. El desempleo en 1933 llegó
al 25 % y la producción agrícola descendió en 70 %, siendo también golpeada por
la sequía que afectó los campos de las planicies centrales en esa nación. Estados
Unidos dejó de importar muchos bienes y servicios, perjudicando a los
exportadores extranjeros. La crisis se extendió por el mundo.

La gran depresión llegó a Alemania cuando los bancos norteamericanos le


cortaron los préstamos. La industria alemana había dependido del dinero
estadounidense para recuperarse y ahora se veía en aprietos. Aún más, las
instituciones estadounidenses comenzaron a demandar el pago de créditos con
adelantos. Ante la falta de capital, las fábricas germanas se achicaron o incluso
desaparecieron. Los trabajadores despedidos no tuvieron dinero para gastar. Los
precios cayeron y la economía se desplomó. La pobreza y la desesperación
agobiaron a las familias, lo que les hizo perder su fe en la democracia y le allanó el
camino a los políticos radicales extremistas para ofrecer soluciones. En ese
ambiente apareció la figura de Adolf Hitler y del partido nazi. Su popularidad los
llevó a ser el partido con mayor representación en el parlamento en 1932, mientras
Adolf Hitler fue nombrado Canciller en 1933. Luego, ese gobierno provocó una
crisis política tan profunda en Europa que desembocó en la Segunda Guerra
Mundial.

Los impactos en América Latina fueron diversos: se encarecieron sus


importaciones y el precio internacional de las materias primas bajó; al mismo
tiempo la región tenía que amortizar deuda por 660 millones de dólares, es decir el
triple de sus entradas de capital. Esto llevó a que en 1935, 85% de los bonos en
dólares de Latinoamérica estuviera en moratoria. Para la Argentina, que tenía un
producto per cápita similar a los países europeos, el impacto de la crisis fue
mucho menor que para el resto de la región, cuyo producto per cápita era cinco
veces inferior. Es interesante anotar cómo las políticas proeuropeas del presidente
Porfirio Díaz no eran bien vistas en Washington, por lo que los estadounidenses
no fueron imparciales durante el proceso de la Revolución Mexicana y permitieron
a Francisco I. Madero residir en los Estados Unidos y preparar su lucha armada.

El subcontinente latinoamericano tuvo que dar un viraje en su visión de desarrollo


económico a raíz de la crisis de los años treinta dejando de ver a Europa como
centro económico mundial para comenzar, de manera forzada, a ser más influido y
dependiente de las decisiones económicas de los Estados Unidos.
“La Gran Depresión”
El 29 de octubre de 1929, jornada que es recordada como el Martes Negro. Wall
Street, una calle estrecha en el extremo sur de la isla de Manhattan, en Nueva
York, estaba inusualmente copada de gente. El edificio más importante de la calle,
la Bolsa de Valores de Nueva York, no abría sus puertas hasta las 10 de la
mañana, pero ya se habían congregado allí grandes multitudes. Esto no era una
buena noticia. No se trataba de una fiesta o un desfile. Por el contrario, la
atmósfera estaba llena de preocupación, miedo y pánico. En la última hora de
negociación de la tarde anterior, el mercado financiero se había desplomado, con
2,6 millones de acciones vendidas en una caótica oleada de negocios.

Poco antes de que esto ocurriera, los inversores de Wall Street pensaban que se
había iniciado una época dorada, en la cual los mercados continuarían durante
mucho tiempo con un alto grado de estabilidad y un nivel de precios elevados. El
economista norteamericano, Irving Fisher, llegaría a afirmar lo siguiente “Los
precios de las acciones han alcanzado lo que parece ser una meseta alta
permanente.”

Esos seis días de octubre estuvieron lejos de ser un bache. Le dieron un golpe
casi fatal a la economía estadounidense en su conjunto y un golpe fatal definitivo a
millones de finanzas personales. A la industria le resultó difícil comerciar, ya que la
creencia en el concepto del crédito y en la credibilidad del sistema bancario se
había hecho pedazos. La lucha por conseguir dinero para seguir operando y pagar
salarios fue intensa. La manufactura se redujo como resultado: a los tres años del
Crack, la producción de automóviles -un símbolo de los buenos tiempos de la
década de 1920- era aproximadamente una cuarta parte de lo que había sido. El
desempleo también aumentó espectacularmente. Seis meses después de los
acontecimientos de octubre de 1929, el total de desempleados se había más que
duplicado a 3,25 millones.

No fue una sorpresa que, en las elecciones presidenciales de 1932, Hoover fuera
destituido de su cargo. Su sucesor, el demócrata Franklin D. Roosevelt, ganó con
el 57,4% del voto popular. El mandato que le concedió su fuerte victoria, junto con
las grandes mayorías que obtuvieron los demócratas en ambas cámaras del
Congreso, permitieron una valiente lucha contra la difícil situación del país. Esa
acción vigorosa y directa se produjo en forma de 15 leyes principales destinadas a
crear empleos y reiniciar la industria, la economía y, simbólicamente, la
esperanza. Los avances legislativos que hizo fueron rápidos y considerables. La
Ley de Banca de Emergencia tenía como objetivo estabilizar -y por lo tanto,
restaurar la fe en el sistema bancario, a través de la introducción del seguro
federal de depósitos. En tanto, la Administración Federal de Ayuda de Emergencia
ofreció apoyo a los pobres en forma de mantas, comedores populares y
oportunidades de empleo. También se ofreció trabajo a quienes se inscribieron en
el Cuerpo Civil de Conservación (CCC), que colocó a los desempleados en
campamentos por seis meses, trabajando en proyectos de conservación y
ganando US$30 por mes. Al final del plan, en 1942, había empleado a 2,5 millones
de hombres. Se ofreció trabajo adicional a través de la Administración de Obras
Públicas, creada para mejorar la infraestructura del país. El programa de
Roosevelt, conocido como el New Deal, fue revolucionario en la forma en que
colocó al gobierno federal hasta entonces casi invisible en la vida cotidiana en el
corazón de la recuperación de la nación. El proyecto para reconstruir EE.UU.,
tanto material como psicológicamente, fue impresionante, pero la nación no estaba
completamente unida detrás de la causa.

Independientemente de cuán energizante fue el New Deal para la nación, no


resolvió la Gran Depresión. La productividad no pudo revivir de la manera que
Roosevelt esperaba, mientras que el desempleo se mantuvo alto durante la
década de 1930. Sin embargo, su éxito medido por otras tres victorias en
elecciones presidenciales- fue en términos de motivación e inspiración. La Gran
Depresión terminó debido a eventos que estuvieron fuera del control del
presidente. Cuando los japoneses bombardearon Pearl Harbor en 1941, obligando
a EE.UU. a entrar en la Segunda Guerra Mundial, la economía se recuperó
tardíamente. Para abastecer a las tropas en el extranjero, la productividad en los
sectores manufacturero y agrícola se expandió rápidamente, creando millones de
empleos.

Pese a su popularidad, la crispación política marcó el segundo mandato de


Roosevelt. El New Deal fue blanco de los ataques de propios y extraños debido a su
limitado éxito. La producción alcanzó los niveles de 1929 en 1936 y 1937, pero
persistía una tasa de desempleo del 15%. Las mejoras tecnológicas de la industria
habían reducido la demanda de trabajadores. Y el elevado número de
desempleados presionaba los salarios a la baja e impedía el alza del consumo
necesaria para relanzar definitivamente la economía.

Surgieron divisiones internas en el Partido Demócrata. Muchos senadores y


congresistas veían con recelo el rumbo excesivamente intervencionista que había
tomado el New Deal en 1935. Roosevelt cometió dos errores que erosionarían su
autoridad. El primero fue político. Su insistencia en aprobar una ley para cambiar a
los magistrados del díscolo Tribunal Supremo llevó a la formación en el Congreso
de lo que se denominó Coalición Conservadora.

El segundo error del presidente fue reducir el déficit presupuestario. El consiguiente


recorte del gasto público contribuyó a la reaparición de la depresión a finales de
1937. La Bolsa volvió a hundirse y el desempleo llegó a alcanzar en 1938 el 19% de
la población activa. Aunque apenas se introdujeron durante este período nuevas
medidas de bienestar social, sí que se aprobó el establecimiento de un salario
mínimo y de la semana laboral de cuarenta horas.

Tras un lapso de indecisión, Roosevelt y sus asesores retomaron la senda del


recurso al déficit presupuestario defendido por el keynesianismo, la teoría del
economista británico John Maynard Keynes, quien años antes se había entrevistado
con el propio Roosevelt en la Casa Blanca. También se persiguieron las prácticas
monopolistas de las grandes corporaciones, que al limitar la competencia y
mantener los precios artificialmente altos impedían el despegue del consumo.

La economía volvió a remontar en 1940 gracias en parte al aumento del gasto


público en programas de ocupación. Pero fue el estallido de la Segunda Guerra
Mundial lo que realmente procuró al país un crecimiento sostenido y el retorno a la
prosperidad. Oficialmente Roosevelt compartió la postura aislacionista imperante en
el país, pero se preparó de antemano para la guerra invirtiendo a gran escala en
defensa. Para cuando los japoneses atacaron Pearl Harbor, la depresión ya había
terminado. La recuperación económica, apoyada en un incremento vertiginoso de la
producción, llevó al pleno empleo durante la Segunda Guerra Mundial. Superada la
crisis, la agenda reformista quedó aparcada y el gobierno afianzó una economía
basada cada vez más en el consumo.

Roosevelt moriría el 12 de abril de 1945, poco antes del fin de la guerra. El modelo
consumista y la expansión del comercio internacional, dominado por sus empresas,
serían los motores del espectacular desarrollo económico de Estados Unidos a lo
largo de las siguientes décadas.
Conclusión
La crisis de 1929 estuvo ligada a una combinación de subconsumo y
sobreinversión lo que causo una economía ficticia el cual, en un momento
determinado, se produjo una pérdida de confianza que favoreció que el consumo y
el gasto de inversión se redujesen significativamente. Como consecuencia causo
el pánico en muchas personas que intentaron mantenerse a salvo alejándose
de los mercados y manteniendo el dinero en efectivo. El dinero en efectivo, con la
caída de precios, hizo tener la esperanza porque se podría consumir más bienes.
Este hecho agravó la situación de subconsumo, lo cual hizo que la economía se
resintiera.

La Gran Depresión era una recesión de forma cíclica que afecta a las economías
capitalistas. No obstante, el papel de las autoridades monetarias agravó la
situación. Fruto de la política monetaria, especialmente de la Reserva Federal,
cayó la oferta de dinero de forma paralela la cual sufrió una deflación que
aumentó el valor real de la deuda de aquellos que habían obtenido un préstamo o
crédito debieran más de lo que recibieron.

El desempleo aumentó de forma alarmante donde los trabajadores que


consiguieron mantener su empleo vieron reducido drásticamente sus salarios, con
esto aumentó la desigualdad y afectó a la cohesión social y la estabilidad del
sistema. No solamente la clase obrera se vio afecta. La clase media se
empobrecieron lo que causó una gran polarización social.

Las democracias liberales comenzaron a ser puestas en duda desde diferentes


corrientes políticas e ideológicas, algunos países los totalitarismos de carácter
fascista como Alemania e Italia se redujeron a muchas personas que ansiaban
una salida a la difícil situación que se vivía, desde otros sectores se comenzó a
ver al socialismo soviético como una posible alternativa. A pesar de las muchas
diferencias la intervención económica del Estado era un elemento en común. Las
intervenciones estatales parecían aptas para reducir los efectos de la crisis.

También en los países con un sistema capitalista liberal se implantó la idea de


intervenir en la economía su objetivo fue sostener a las capas más pobres de la
población, reformar los mercados financieros mediante un programa de
intervención pública en la economía.

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