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CAPÍTULO II

P RINCIPIOS TEOLÓGICOS Y JURÍDICOS


DEL LIBRO III
(cann. 747-755)

Como es característico de todo el Código, el Libro III inicia con


unos cánones preliminares de carácter doctrinal, que constituyen
la plataforma sobre la que se va a levantar toda la normativa del
libro. Unos describen términos relacionados con la función de
enseñar de la Iglesia, otros hacen afirmaciones doctrinales o
asignan ciertas responsabilidades. A estos cánones preliminares,
que enuncian principios teológicos y jurídicos, vamos a añadir
otros que se encuentran entre los cánones sobre las obligaciones
y derechos de todos los fieles cristianos. También
mencionaremos otros principios tomados del Código de Cánones
de las Iglesias Orientales. Todos estos principios han de ser
tomados en cuenta para una comprensión recta e integral del
libro entero.

1. El depósito de la fe y los principios morales: fe y moral

Can. 747 § 1 La Iglesia, a la cual Can. 747 § 1 Ecclesiae, cui Christus


Cristo Nuestro Señor encomendó Dominus fidei depositum concredidit
el depósito de la fe, para que, con ut ipsa, Spiritu Sancto assistente,
la asistencia del Espíritu Santo, veritatem revelatam sancte custodiret,
custodiase santamente la verdad intimius perscrutaretur, fideliter
revelada, profundizase en ella y la annuntiaret atque exponeret, officium
anunciase y expusiese fielmente, est et ius nativum, etiam mediis
tiene el deber y el derecho communicationis socialis sibi propriis
originario, independiente de cual- adhibitis, a qualibet humana potestate
quier poder humano, de predicar el independens, omnibus gentibus Evan-
Evangelio a todas las gentes, gelium praedicandi.
utilizando incluso sus propios
38
medios de comunicación social21.
Las fuentes jurídicas de este primer párrafo se encuentran en
el cap. IV de la constitución dogmática Dei filius del Vaticano I
(1870) y el c. 1322 del CIC17. Sin embargo, su origen se
remonta hasta la misma sagrada escritura, cuando el Señor confió
a los apóstoles la potestad de enseñar con autoridad (Mt. 28, 18-
19), prometiendo la asistencia del Espíritu Santo (Jn. 14, 16-17).
El Vaticano II retoma esta verdad teológica y describe a la
Iglesia como la sucesora de los apóstoles y por ende
comprometida con la misma misión de ellos. Algunos textos que
ilustran esta afirmación son LG 25; DV 7, 8, 10; GS 76; cf. EN
15.

«Depósito de la fe» es el término que designa la fe y la forma


de vida dejada en herencia por los apóstoles y sus colaboradores
a las iglesias fundadas por ellos con la proclamación de la Buena
Nueva de Jesucristo. Es la verdad revelada por Dios contenida en
la Escritura y en la Tradición apostólica. Este cuerpo doctrinal
objetivo se cierra con la muerte del último apóstol. Es designada
con otros sinónimos: «depósito apostólico», «patrimonio
apostólico». Pero es más que un simple cuerpo doctrinal; es toda
una forma de vida, de fe y de culto derivante de él. Es un
depósito viviente, que permanece definitivo y perenne, aunque
requiere de una adaptación para su mejor comprensión y una más
eficaz comunicación del mismo (UR 6) 22.

21
Fuentes del can. 747 § 1: c. 1322; PIO XII, Enc. Mystici Corporis, 29 jun. 1943
(AAS 35 [1943] 193-248); JUAN XXIII, Aloc. 11 oct. 1962 (AAS 54 [1962] 790);
IM 3; LG 24, 25; CD 19; DV 7-10; DH 13; PABLO VI, Hom. 7 dic. 1965 (AAS 58
[1966] 51-59; PABLO VI, Exh. ap. Quinque iam anni, 8 dic. 1970, I (AAS 63 [1971]
98-100); SE Decl. In Spiritu Sancto, 25 oct. 1974, 4 (EV 5, 611-624); EN 6-15; RH
19.
22
Cf. J. WICKS, «Deposito della fede», en R.E. LATOURELLE, R. FISICHELLA (Dirs.),
Dizionario di teologia fondamentale, Cittadella editrice, Assisi 1990, pp. 297-310.
39
El Papa Juan XXIII hace un resumen de esta doble dimensión
del depósito de la fe: su sentido es siempre el mismo, pero
requiere de una continua adaptación a los nuevos tiempos y
destinatarios23.

El párrafo es uno de los cánones del proyecto de Ley


Fundamental de la Iglesia que pasó al actual código. Expresa un
principio que sin duda es la piedra angular de todo el libro III: la
Iglesia entera es la depositaria de la verdad revelada, contenido
de todo el depósito de la fe (sagrada escritura y sagrada
tradición). Por tanto, Ella es el sujeto activo, que con la
asistencia del Espíritu Santo, custodia, profundiza, anuncia y
expone fielmente dicha verdad que recibió de su fundador 24. El
Magisterio está implicado en esta tarea, pues a él corresponde la
función de interpretar auténticamente el dato revelado. Pero la
función de enseñar no es exclusiva del Magisterio, ya que todos
los miembros de la Iglesia participan en el oficio profético de
Cristo (can. 204).

La norma expresa dos derechos y deberes de la Iglesia: (1)


predicar a todas las gentes el Evangelio (Mt. 28, 19-20), corazón
del depósito de la fe, utilizando incluso los propios medios de

23
«É necessario che questa dottrina certa e immutabile, che debe essere fedelmente
rispettata, sia approfondita e presentata in modo che risponda alle esigenze del
nostro tempo. Altra cosa é infatti il deposito stesso della fede, vale a dire le verità
contenute nella nostra dottrina, e altra cosa è la forma con cui quelle vengono
enunciate, conservando ad essere tuttavia lo stesso senso e la stessa portata.
Bisognerà attribuire molta importanza a questa forma e, se sarà necessario,
bisognerà insistere con pazienza nella sua elaborazione: e si dovrà ricorrere ad un
modo di presentare le cose, che più corrisponda al magistero, il cui carattere è
preminentemente pastorale» (Discorso nella Solenne apertura del Concilio, 11 ott.
1962: EV 1, 55*).
24
La función de enseñar de la Iglesia consiste básicamente en estas cuatro tareas:
custodiar, profundizar, proclamar y exponer el mensaje revelado. J.C. ERRÁZURIZ
construye su libro sobre esta visión: véase Il munus docendi ecclesiae: diritti e
doveri dei fideli, Milano, Giuffrè editore, 1991, 279 p.
40
comunicación social; (2) hacerlo independientemente de
cualquier poder humano (cf. can. 1254 § 1), es decir, esta tarea
no le viene de ningún poder humano o civil, sino del mismo
Cristo, de tal manera que nadie se lo podría impedir.

A la luz de los textos del magisterio podemos sintetizar el


enunciado de este párrafo. La Iglesia, sucesora de los apóstoles,
está comprometida con la misma misión encomendada a ellos por
Cristo. Sabe que tiene la asistencia del Espíritu Santo, enviado
en pentecostés. Pero mientras la DV hace incapié en la función
de los apóstoles y de los obispos, sus sucesores, como
responsables de cuidar íntegro el depósito de la fe y de
anunciarlo a todos, la EN expresa esta misma tarea como
perteneciente a toda la Iglesia, aunque matiza diciendo: «… la
orden dada a los apóstoles ‘id y anunciad la Buena Nueva’, vale
también aunque de manera diversa para todos los cristianos»
(No. 13). Esta doctrina muestra la voluntad divina de confiarle a
la Iglesia el depósito de la fe, que contiene la verdad revelada.

Ahora bien, el título «función de enseñar» indica, a primera


vista, sólo la actividad docente de la Iglesia. Sin embargo, es
evidente que, antes de enseñar tiene que aprender. Por lo cual,
dicho título se convierte en una expresión incluyente de varias
tareas específicas, en relación a la verdad revelada:

- Para custodiarla santamente, es decir, cuidarla con buena


voluntad de cualquier ataque, para conservar su integridad y
pureza;

- Para profundizarla (novedad en este código), es decir,


descubrir cada día la voluntad de Dios que es insondable,
oculta en ella;

- Para anunciarla, es decir, no para tenerla escondida, sino


para darla a conocer a todo el mundo. Se trata del anuncio
kerigmático;
41
- Para exponerla fielmente, es decir, explicar incesantemente a
todos los miembros de la Iglesia, según la propia estatura en
su conocimiento, los contenidos de la verdad revelada. Se
refiere a la exposición catequética.

De esta verdad doctrinal, el Código hace emanar el


deber/derecho de la Iglesia de predicar el Evangelio a todas las
gentes. Es un deber y un derecho originario porque emana de su
fundador, y cada bautizado lo trae inscrito en su condición de
bautizado, por ser miembro de la Iglesia y de Cristo. Por ello, es
independiente de cualquier poder humano, es decir, que ninguna
potestad humana, individual, nacional o internacional puede
impedir, limitar o condicionar el ejercicio de este derecho. Pero
se trata de ofrecer el Evangelio no de imponerlo; la aceptación o
rechazo será responsabilidad de cada uno. Y por el hecho de que
todas las gentes son destinatarios del Evangelio, la Iglesia no
debe escatimar medios para ejercer esta función, debe hacer uso
de todos los medios, incluso de los propios medios de
comunicación social, para que no tenga que condicionarse o
supeditarse a la ideología de una determinada empresa o
autoridad, sino que tenga la entera libertad de realizar su misión.

Can. 747 § 2 Compete siempre y en Can. 747 § 2 Ecclesiae compe-


todo lugar a la Iglesia proclamar tit semper et ubique principia
los principios morales, incluso los moralia etiam de ordine sociali
referentes al orden social, así como annuntiare, necnon iudicium
dar su juicio sobre cualesquiera ferre de quibuslibet rebus hu-
asuntos humanos, en la medida en manis, quatenus personae hu-
que lo exijan los derechos funda- manae iura fundamentalia aut
mentales de la persona humana o la animarum salus id exigant.
salvación de las almas 25.

25
Fuentes del can. 747 § 2: PÍO XI, Enc. Firmissimam constantiam, 28 mar. 1937
(AAS 29 [1937] 196); JUAN XXIII, Enc. Mater et Magistra, 15 mayo 1961 passim
(AAS 53 [1961] 401-464); JUAN XXIII, Enc. Pacem in terris, 11 abr. 1963 (AAS 55
[1963] 301); CD 12; DH 15; GS 76, 69; HV 4; SE Convenientes ex universo, 30
nov. 1971 (AAS 67 [1971] 923-942).
42
El Evangelio comporta un cambio de vida en quien lo recibe.
Por ello, este párrafo 2 es consecuencia lógica del párrafo
anterior, ya que enuncia la dimensión social y política de la
función de enseñar de la Iglesia, y la caracteriza como un
derecho y un deber. Este párrafo 2 no encuentra correspondencia
en el código de 1917. Se basa esencialmente en la doctrina del
Vaticano II: GS 76, DH 14. Se refiere a la competencia de la
Iglesia para proclamar los principios morales, incluso en el orden
social y también para juzgar cualesquiera asuntos humanos,
cuando así lo requieran los derechos fundamentales de la persona
y la salvación de las almas. Aunque la misión propia de la Iglesia
no es de orden político, económico o social, sino religioso (GS
42), sin embargo la salvación que se persigue es del hombre
entero: su persona, su dignidad, su salvación integral. Ello no
significa que la Iglesia tenga derecho de intervenir en cualquier
asunto humano, sino en lo que toque a los derechos
fundamentales de la persona y a la salvación de las almas. Como
ejemplos, están los documentos de la enseñanza social de la
Iglesia, sobre todo las encíclicas papales o algunas declaraciones
de conferencias episcopales; también concretizan este principio
del párrafo 2, los documentos del Magisterio sobre la doctrina
moral de la Iglesia.

Me parece que podemos afirmar que los dos párrafos del can.
747 corresponden, respectivamente, a la bina «fe y moral». En
efecto, mientras el primero hace referencia directa a los
contenidos de la fe, el segundo párrafo se refiere a los principios
morales, fundados también en la razón. Ambos contenidos
conforman el objeto de la función de enseñar de la Iglesia.

2. Obligación y derecho a buscar la verdad

Can. 748 § 1. Todos los hombres Can. 748 § 1. Omnes homines


están obligados a buscar la verdad veritatem in iis, quae Deum
en aquello que se refiere a Dios y a eiusque Ecclesiam respiciunt,
su Iglesia y, una vez conocida, quaerere tenentur eamque
43
tienen, por ley divina, el deber y el cognitam amplectendi ac ser-
derecho de abrazarla y observarla. vandi obligatione vilegis divi-
nae adstringuntur et iure gau-
dent.

§ 2. A nadie le es lícito jamás § 2. Homines ad amplectendam


coaccionar a los hombres a abrazar fidem catholicam contra ipso-
la fe católica contra su propia rum conscientiam per coac-
conciencia 26. tionem adducere nemini um-
quam fas est.

El presente canon deja patente que la función de enseñar de


la Iglesia debe tomar en cuenta el principio de la libertad
religiosa, fundada en la dignidad de la persona humana 27. Pero
también reconoce que toda persona tiene la obligación de buscar
la verdad en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia. Y no por ley
eclesiástica, sino por ley divina, tiene el deber y el derecho de
abrazarla y observarla. No se trata de una obligación impuesta
desde fuera; más bien, la tendencia a la verdad ha sido inscrita
en la naturaleza humana por el mismo Dios. Así lo declara el
Vaticano II:

«Por razón de su dignidad, todos los hombres, por ser personas,


es decir, dotados de razón y de voluntad libre, y por tanto,
enaltecidos con una responsabilidad personal, son impulsados
por su propia naturaleza a buscar la verdad, y además tienen la
obligación moral de buscarla, sobre todo la que se refiere a la
religión» (DH 2).

26
Fuentes del can. 748 § 1: c. 1322 § 2; JUAN XXIII, Enc. Ad Petri Cathedram, 29
jun. 1959 (AAS 51 [1959] 497-531); DH 1. Can. 748 § 2: c. 1351; Sec Notif. Se
referant, 25 ene. 1942; DH 2, 4; AG 13. Véase también cann. 211, 225 § 1; GS 16.
27
Pareciera que el Papa Pío IX era contrario a la libertad religiosa por condenar la
proposición siguiente: «Todo hombre es libre de abrazar y profesar la religión que,
guiado por la luz de la razón, tuviere por verdadera»: Syllabus, prop. 15, en DzH
2915. Sin embargo, en su contexto propio se condenaba justamente el relativismo,
basado en el propio juicio subjetivo.
44
Ahora bien, este principio de la libertad religiosa que se
apoya en la libertad de conciencia, no obstante que acompaña
siempre al ser humano, se aplica sobre todo al momento anterior
a la incorporación a una determinada iglesia. En este sentido,
decía el Papa Pablo VI que la libertad religiosa vale para la
decisión personal ante la fe, pero no es absolutamente válida
para la determinación del contenido y del alcance de la
revelación divina28. Por eso mismo, una vez que hemos abrazado
la fe, los católicos estamos obligados a conservar la comunión
con la Iglesia (can. 209) y a participar activamente en la
evangelización (cf. can. 747 § 1). Consiguientemente, un
católico no puede apoyarse en el derecho a la libertad religiosa
para oponerse a la doctrina de la Iglesia.

Los católicos que hemos encontrado la verdad relativa a Dios


y a su Iglesia, debemos abrazarla y observarla; es decir, ser fieles
a ella. Por eso mismo, en el contexto de la libertad religiosa, el
Vaticano II expresa esta convicción: «creemos que esta única
religión verdadera subsiste en la Iglesia católica y apostólica, a
la cual el Señor Jesús confió la obligación de difundirla a todos
los hombres…» (DH 1).

Sin embargo, no todos han llegado a conocer esta verdad. Y


en el cumplimiento de su deber, la Iglesia ha de respetar el
derecho a la libertad religiosa; por eso, nadie debe ser
coaccionado para abrazar la fe católica contra su propia
conciencia, porque el acto de fe es, por su misma naturaleza, un
acto libre y personal; el obsequio que la creatura humana ha de
prestar a Dios debe ser razonable y libre 29. Así lo declara el
Vaticano II:

28
Cf. PABLO VI, Exh. ap. Quinque iam anni, 8 dic. 1970 (EV 3, 2885).
29
Véase A.G. URRU, La funzione di insegnare della Chiesa nella legislazione
attuale, Vivere In, Roma 20012, pp. 34-35.
45
«Esta libertad consiste en que todos los hombres deben estar
inmunes de coacción, tanto por parte de personas particulares
como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y ello
de tal manera que en materia religiosa ni se obligue a nadie a
obrar contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a
ella en privado y en público, solo o asociado con otros, dentro
de los límites debidos» (DH 2).

Además, como esta verdad está ordenada a la vida, de allí la


obligación de abrazarla y observarla una vez conocida; es decir,
de hacerla norma de la propia vida. Si bien este derecho es
conculcado en algunas naciones, la misma ONU lo ha
proclamado en la carta de los derechos humanos (art. 18):

«Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de


conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de
cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de
manifestar su religión o su creencia, individual y
colectivamente, tanto en público como en privado, por la
enseñanza, la práctica, el culto y la observancia de ritos».

El Papa Juan Pablo II desglosa los alcances del derecho a la


libertad de conciencia y de religión en el plano personal,
comunitario e internacional.

En el plano personal, incluye: la libertad de adherirse o no a


una fe determinada y a la comunidad confesional
correspondiente; de realizar individual y colectivamente, en
privado y en público, los actos de oración y de culto, y de tener
las iglesias o lugares de culto en la medida que lo requieran las
necesidades de los creyentes; la libertad de los padres de educar
a sus hijos en sus convicciones religiosas que inspiren su propia
vida, así como la posibilidad de hacer frecuentar la enseñanza
catequética y religiosa dada por la comunidad; la libertad de las
familias de escoger las escuelas y otros medios que aseguren a
sus hijos esta educación sin tener que sufrir directa o
indirectamente cargos suplementarios tales que impidan ejercer
46
esta libertad; la libertad de las personas de beneficiarse de la
asistencia religiosa en cualquier parte que se encuentren,
especialmente en los luagres públicos de cuidado (clínicas,
hospitales), en los campamentos militares y en los servicios
obligatorios del Estado, así como en los lugares de detención; la
libertad de no ser coaccionado, en el plano personal, cívico o
social, de realizar actos contrarios a su propia fe, ni de recibir un
tipo de educación, o de adherirse a los grupos o asociaciones,
que tienen principios opuestos a sus propias convicciones
religiosas; la libertad de no sufrir, por razones de fe religiosa,
limitaciones y discriminación, con relación a otros ciudadanos,
en las diversas manifestaciones de la vida ( en todo lo que
concierne a la carrera, ya sea de estudios, de trabajo, de
profesión; participación en las responsabilidades cívicas y
sociales, etc.).

En el plano comunitario, el derecho a la libertad religiosa


abarca la libertad de tener su propia jerarquía interna o sus
ministros correspondientes libremente escogidos por ellos, según
sus normas constitucionales; la libertad para los responsables de
comunidades religiosas, como por ejemplo, en la Iglesia
Católica, los obispos y otros superiores eclesiásticos, de ejercer
libremente su propio ministerio, de conferir las ordenaciones
sagradas a sacerdotes o ministros, de nombrar para los cargos
eclesiásticos, de comunicar y de tener contactos con aquellos que
se adhieren a su confesión religiosa; la libertad de tener sus
propios institutos de formación religiosa y de estudios
teológicos, en los cuales pueden ser libremente recibidos los
candidatos al sacerdocio y a la consagración religiosa; la libertad
de recibir y de publicar libros religiosos sobre la fe y el culto, y
de hacer libremente uso de ellos; la libertad de anunciar y de
comunicar la enseñanza de la fe, por la palabra y por escrito, aún
fuera de los lugares de culto, y de hacer conocer la doctrina
moral sobre las actividades humanas y la organización social…;
la libertad de utilizar para el mismo fin, los medios de
comunicación social (prensa, radio y televisión); la libertad de
47
realizar actividades de educación, de beneficencia, de asistencia
que permita poner en práctica el precepto religioso del amor
hacia los hermanos, especialmente hacia aquellos que están más
necesitados.

En el plano internacional, este derecho incluye la libertad


de mantener comunicación recíproca entre una autoridad
suprema y los demás pastores y las comunidades religiosas
locales; la libertad de difundir los actos y textos del magisterio
(encíclicas, instrucciones, etc.); la libertad de encuentros y
reuniones de carácter multinacional y universal; la libertad de
intercambiar informaciones y contribuciones de carácter
teológico o religioso 30.

En conclusión, la Iglesia es consciente de su responsabilidad


de transmitir el mensaje revelado a toda la humanidad, pero en el
estricto respeto al derecho a la libertad religiosa de todos. Al
mismo tiempo, la iglesia espera el respeto a este mismo derecho
para todos sus miembros.

3. El magisterio eclesiástico

Entre los fieles, los pastores asumen la primera responsabilidad


en el ejercicio de la función de enseñar, que realizan con la
autoridad recibida de Cristo (LG 25), es decir, con su magisterio
auténtico. Por ello mismo, se le llama «potestad de magisterio».
Esta función ejercida por ellos, designada «magisterio
eclesiástico», en su acepción moderna se describe como «el
cuerpo de pastores que ejercen con autoridad la función de
enseñar» 31. Unas veces se entiende como el oficio mismo,

30
Véase JUAN PABLO II, Message L’Église catholique, a las altas autoridades de los
países subscriptores del Acta final de Helsinki (1 ago. 1975), sobre la libertad de
conciencia y religión, 1 sept. 1980 (EV 7, 564-567 o AAS 72 [1980] 1252-1260).
31
Para un estudio sobre el origen y desarrollo del término «magisterio» puede verse
Y. CONGAR, «Pour une histoire sémantique du terme magisterium», en Revue des
48
ejercido por dichos pastores; otras veces, en cambio, hace
referencia al contenido de la enseñanza. El Vaticano II también
le llama «magisterio vivo» de la Iglesia, en cuanto interpreta y
aplica, aquí y ahora, el depósito de la fe.

Por otro lado, el magisterio del Romano Pontífice y de los


Obispos es un «magisterio auténtico». Es decir, es el magisterio
ejercido con la autoridad recibida de Cristo y en comunión de
unos con otros. El adjetivo «auténtico» califica teológicamente
todo el ejercicio del magisterio eclesiástico, sea infalible y
definitivo o no. Puede decirse que auténtico es el género
teológico del magisterio eclesiástico, del cual falible o infalible,
ordinario y extraordinario, constituyen la especie32. Así, ni todo
magisterio auténtico es infalible, ni sólo el magisterio ordinario
es auténtico.

Ahora bien, cuando se dice que magisterio auténtico es el


magisterio ejercido con la autoridad de Cristo, no significa que
es Cristo quien habla por la boca de los pastores, o que éstos
hablen «in persona Christi». Más bien, significa que los
pastores enseñan «in nomine Christi» y bajo la particular
asistencia del Espíritu Santo. No se trata de la autoridad de un
especialista en la materia, porque no se basa principalmente en
argumentos o en razones aportadas; al contrario, se refiere a una
autoridad religiosa. Este es el fundamento teológico para exigir
de los fieles una adhesión determinada al magisterio de la
Iglesia, dependiendo del grado de autoridad con que se enseña y
de la categoría de la doctrina enseñada.

sciences philosophiques et théologiques 60 (1976) 95-97; ID., «Bref historique des


formes du magistère et de ses relations avec les docteurs», en Revue des sciences
philosophiques et théologiques 60 (1976) 99-112.
32
I. SCHINELLA, «Il magistero autentico. Genesi, semantica e significato teologico di
‘autentico’», en La Scuola Cattolica 118 (1990) 254.
49
El magisterio eclesiástico tiene como sujetos activos al
Romano Pontífice y a los Obispos; se ejerce de diversos modos y
en distintos grados.

3.1. La infalibilidad del magisterio

Can. 749 § 1. En virtud de su Can. 749 § 1. Infallibilitate in


oficio, el Sumo Pontífice goza magisterio, vi muneris sui gaudet
de infalibilidad en el magisterio, Summus Pontifex quando ut su-
cuando, como Supremo Pastor y premus omnium christifidelium
Doctor de todos los fieles, a Pastor et Doctor, cuius est fratres
quien compete confirmar en la fe suos in fide confirmare, doctrinam
a sus hermanos, proclama por un de fide vel de moribus tenendam
acto definitivo la doctrina que definitivo actu proclamat.
debe sostenerse en materia de fe
y de costumbres.

§ 2. También tiene infalibilidad § 2. Infallibilitate in magisterio


en el magisterio el Colegio de pollet quoque Collegium Episco-
los Obispos cuando los Obispos porum quando magisterium exer-
ejercen tal magisterio reunidos cent Episcopi in Concilio Oecu-
en Concilio Ecuménico, quienes, menico coadunati, qui, ut fidei et
como doctores y jueces de la fe morum doctores et iudices, pro
y de las costumbres, declaran universa Ecclesia doctrinam de
para toda la Iglesia que ha de fide vel de moribus definitive
sostenerse como definitiva una tenendam declarant; aut quando
doctrina sobre la fe o las per orbem dispersi, communionis
costumbres; o cuando, dispersos nexum inter se et cum Petri
por el mundo, pero manteniendo successore servantes, una cum
el vínculo de la comunión entre eodem Romano Pontifice authen-
sí y con el Sucesor de Pedro, tice res fidei vel morum docentes,
enseñando de modo auténtico in unam sententiam tamquam
junto con el mismo Romano definitive tenendam conveniunt.
Pontífice las materias de fe y
costumbres, concuerdan en que
una opinión debe sostenerse
como definitiva.
50

§ 3. Ninguna doctrina se § 3. Infallibiliter definita nulla


considera definida infalible- intellegitur doctrina, nisi id mani-
mente, si no consta así de modo festo constiterit.
manifiesto 33.

El dogma de la infalibilidad papal, de que se ocupa el


presente canon, fue definido por el Concilio Vaticano I, Const.
dog. Pastor aeternus, cap. 4 34. Véase también la Const. dog. Dei
filius, cap. 3. El Vaticano II, además de repetir la doctrina de la
infalibilidad papal, también reconoce la misma prerrogativa al
Colegio de los Obispos (LG 25).

El canon 749 expresa la convicción de que Cristo ha dotado a


su Iglesia del carisma de infalibilidad, de tal manera que la
totalidad de los fieles no puede errar en materia de fe y
costumbres (LG 12). La infalibilidad es aquella prerrogativa
sobrenatural, en base a la cual la Iglesia y, en particular, el
Romano Pontífice y el Colegio de los Obispos, asistidos por el
Espíritu Santo, no pueden errar en el profesar y definir la verdad
revelada. Es un carisma dado por Cristo, el maestro, que no
quiere que los suyos se pierdan en la duda o en la división.

33
Fuentes del can. 749 § 1 y 2: LG 25. Can. 749 § 3: c. 1323 § 3; SCpC Instr. Inter
ea, 4 nov. 1969, 9 (AAS 62 [1970] 126-127).
34
«... con aprobación del sagrado Concilio, enseñamos y definimos ser dogma
divinamente revelado que: el Romano Pontífice, cuando habla ex cátedra −esto es,
cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su
suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y las costumbres debe ser
sostenida por la Iglesia universal−, por la asistencia divina que le fue prometida en
la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el
Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la
doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por tanto, que las definiciones del Romano
Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia»,
en DzH 3073-3074.
51
A. Infalibilidad del Romano Pontífice

El carisma de infalibilidad corresponde no sólo a la Iglesia, sino


también a la persona del sucesor de Pedro. El canon repite, en su
mismo sentido, el Concilio Vaticano I, que determina las
condiciones y los límites para el ejercicio de esta prerrogativa:

(1) El Romano Pontífice debe hablar como supremo pastor y


doctor de todos los fieles. Es decir, no goza de esta prerrogativa
como persona privada, ni sólo como obispo de la Iglesia de
Roma, sino desde su oficio de pastor supremo de la Iglesia.
Desde esta posición juzga y define lo que debe ser creído o
rechazado por todos

(2) Debe proclamar, por un acto decisivo, una doctrina sobre


fe y costumbres. Por una parte, se trata de un acto positivo de la
voluntad del Papa, quien decide, consciente y libremente,
enseñar o definir una doctrina. Ordinariamente lo hace de modo
solemne, hablando «ex cathedra», es decir, como doctor de toda
la Iglesia. La finalidad y el ámbito del ejercicio de este carisma
es la custodia santa y la fiel exposición de la revelación
transmitida por los apóstoles, a saber, el depósito de la fe.
También incluye aquellas verdades y hechos que son necesarios
para custodiar y exponer el depósito de la fe. En otras palabras,
su objeto primario son las verdades de fe y moral contenidas en
el depósito de la fe; pero también incluye las verdades sobre fe y
moral que son necesarias para custodiar santamente y exponer
fielmente el depósito divino (objeto secundario de infalibilidad).
La última vez que el Papa usó de este privilegio fue en la
definición del dogma de la asunción de la Virgen María a los
cielos, en cuerpo y alma (1 nov. 1950) 35.

35
DzH 3903.
52
B. La infalibilidad del Colegio de los Obispos

El can. 749 § 2 se refiere a la infalibilidad del Colegio de los


Obispos, que es ejercida por todos los obispos en dos
modalidades: sea reunidos en concilio ecuménico (modo
solemne), sea dispersos por el mundo (magisterio ordinario y
universal).

(1) Reunidos en concilio ecuménico, los obispos usan de este


carisma bajo las siguientes condiciones: (a) deben ejercer su
magisterio como doctores y jueces de la fe y las costumbres,
porque enseñan con autoridad y juzgan sobre la integridad de las
doctrinas; (b) deben declarar definitivamente, para toda la
Iglesia, que cierta doctrina sobre fe y costumbres ha de ser tenida
como definitiva. De suyo, aunque el dogma de la infalibilidad
papal haya sido proclamado por el Papa Pío IX, fue una decisión
del Colegio de los Obispos, reunidos en Concilio Ecuménico.

(2) Dispersos por el mundo, los obispos usan de este


privilegio (a) mantiendo el vínculo de comunión con el sucesor
de Pedro y los demás obispos; (b) enseñando de manera auténtica
−con la autoridad de Cristo− junto con el Romano Pontífice las
materias de fe y costumbres; (c) concuerdan en que una doctrina
debe sostenerse como definitiva. Como se ve, en esta modalidad
no existe un acto formal definitorio; sin embargo, la voluntad de
sostener una doctrina como definitiva debe ser manifiesta,
explícita o implícitamente, en la enseñanza de los obispos.
Tampoco se trata de una concordancia material; más bien, se ha
de entender como una concordancia moral, en el sentido de que,
al menos, no se enseña lo contrario.

C. La definición infalible debe constar de modo manifiesto

El can. 749 § 3 recuerda un principio muy importante: ninguna


doctrina debe ser tenida como definida infaliblemente si ello no
consta de modo manifiesto. Por tanto, venga del Romano
53
Pontífice, o venga del Colegio de los Obispos, la definición
infalible de la doctrina debe ser hecha con un acto formal.
Ordinariamente el Papa proclama esta doctrina, hablando ex
cathedra y con una fórmula precisa. El Colegio de los Obispos,
reunido en Concilio, también puede juzgar que una doctrina sea
proclamada infaliblemente, en tal caso, el Papa lo hará como
cabeza del Colegio. En este sentido, la presunción es a favor de
la no infalibilidad de las doctrinas, a menos que conste lo
contrario.

Varias implicaciones prácticas podemos extraer de este


canon: (a) en muy raras ocasiones el Romano Pontífice y el
Colegio de los Obispos hacen uso del carisma de infalibilidad;
(b) debemos tener cuidado de no elevar al rango de dogma de fe
cualquier enseñanza del magisterio universal; (c) los obispos,
individualmente, no gozan del carisma de infalibilidad; (d) no
hay que esperar que una doctrina sea definida infaliblemente
para que sea juzgada como verdadera.

4. El Objeto de la fe divina y católica

Can. 750 § 1. Se ha de creer con Can. 750 § 1. Fide divina et


fe divina y católica todo aquello catholica ea omnia credenda sunt
que se contiene en la palabra de quae verbo Dei scripto vel tradito,
Dios escrita o transmitida por uno scilicet fidei deposito
tradición, es decir, en el único Ecclesiae commisso, continentur,
depósito de la fe encomendado a et insimul ut divinitus revelata
la Iglesia, y que además es proponuntur sive ab Ecclesiae
propuesto como revelado por magisterio sollemni, sive ab eius
Dios, ya sea por el magisterio magisterio ordinario et univer-
solemne de la Iglesia, ya por su sali, quod quidem communi
magisterio ordinario y universal, adhaesione christifidelium sub
que se manifiesta en la común ductu sacri magisterii manifes-
adhesión de los fieles bajo la tatur; tenentur igitur omnes
guía del sagrado magisterio; por quascumque devitare doctrinas
tanto, todos están obligados a iisdem contrarias.
evitar cualquier doctrina contra-
54
ria36.

La fuente jurídica del can 750 § 1 se remonta a la Const. dog.


Dei filius, cap. 3 del Vaticano I y al canon 1323 § 1 del código
de 1917, y está directamente relacionado con LG 25 y DV 10. El
objeto de la fe divina y católica es el depósito de la fe, es decir,
lo que está contenido en la palabra de Dios, escrita (Biblia) o
transmitida oralmente por los apóstoles y sus sucesores
(Tradición). Se trata de la respuesta que los fieles han de dar a la
revelación de Dios. Se llama divina porque tiene a Dios como
autor; y es además católica porque el magisterio de la Iglesia
corrobora que dicha doctrina es de revelación divina. Los modos
por los cuales esta verdad viene propuesta, son dos:

4.1. Por el magisterio solemne

El Papa ejerce el magisterio solemne cuando habla ex


cathedra; el Colegio de los Obispos ejerce el mismo magisterio
sólo cuando está reunido en concilio ecuménico.

4.2. Por el magisterio ordinario y universal

Este magisterio se refiere a la enseñanza corriente y


constante de la Iglesia, representada por aquellos que tienen en
ella la responsabilidad magisterial, es decir, el Romano Pontífice
y los obispos. Los dos adjetivos, ordinario y universal, van
siempre juntos37. Se trata de la enseñanza de la fe universal de la

36
Fuentes del can. 750 § 1: c. 1323 § 1; PÍO XII, Const. ap. Munificentissimus
Dominus, 1 nov. 1950 (AAS 42 [1950] 753-771); LG 25; DV 5, 10; SCDF Ep. Cum
Oecumenicum, 24 jul. 1966 (AAS 58 [1966] 659-661); SE Decl. Ratione habita, 28
oct. 1967, 2 (EV 2, 1720); SCDF Decl., 24 jun. 1973, 2-5 (AAS 65 [1973] 398-404).
37
«Magisterio ordinario y universal» es un concepto introducido por la carta Tuas
libenter, 21 Dic. 1863, de Pío IX (PII IX Pontificis Maximi, Acta pars prima, vol.
III, p. 642: DzH 2879) y repetido después por el Concilio vaticano I, en la Const.
dog. Dei Filius, Sesión III, Cap. 3 (Acta et decreta sacrosancti oecumenici Concilii
55
Iglesia hecha por los obispos de ayer y de hoy en comunión con
el Papa. La universalidad se juzga en el tiempo y en el espacio.
Es decir, debe ser una enseñanza constante en los diferentes
testimonios de la tradición, presente en la predicación, en los
símbolos de la fe, en la liturgia, en el consenso de los Padres y
de los doctores, en los concilios, en la enseñanza corriente de los
obispos en sus respectivas Iglesias; en fin, es la palabra de Dios
en la palabra diaria de la Iglesia. El magisterio ordinario y
universal puede ser descrito como el consensus pastorum de
todos los tiempos sobre un punto de doctrina de fe divina y
católica. La adhesión común de los fieles a esta enseñanza
(consensus fidelium) muestra que el Espíritu Santo también
asiste al pueblo de Dios que se mantiene y progresa en la unidad
de la fe (LG 25).

Es importante recordar que aunque el Papa o los obispos


hablaran solemnemente, ello no significa que necesariamente
estuvieran haciéndolo infaliblemente. De suyo, el Concilio
Ecuménico Vaticano II se abstuvo de definir algún dogma, y no
por eso deja de ser magisterio solemne. Por otro lado, el
contenido del magisterio no infalible se compone de elementos
pertenecientes a la revelación y de elementos contingentes,
susceptibles de cambios. Nunca es fácil distinguir o separar unos
de otros.

La fe divina y católica exige, como consecuencia, evitar toda


doctrina contraria a la revelación de Dios y que además haya
sido propuesta como tal por el magisterio solemne u ordinario y
universal. Esta prescripción viene reforzada y tutelada por los
cann. 751 y 1364, que describen el concepto de herejía y su
penalización con la excomunión.

vaticani, in quatuor prioribus sessionibus, ex Typographia Vaticana, Romae 1872,


p. 179: DzH 3060).
56
5. El objeto de la adhesión firme y definitiva

Ca. 750 § 2. Deben también aco- Can. 750 § 2. Firmiter etiam


gerse y retenerse firmemente amplectenda ac retinenda sunt
todas y cada una de las verdades omnia et singula quae circa
que de manera definitiva doctrinam de fide vel moribus ab
proponga el magisterio de la Ecclesiae magisterio definitive
Iglesia respecto a la fe y las proponuntur, scilicet quae ad
costumbres, es decir, aquellas idem fidei depositum sancte
que se requieren para custodiar custodiendum et fideliter expo-
santa-mente y exponer fielmente nendum requiruntur; ideoque
el mismo depósito de la fe; se doctrinae Ecclesiae catholicae
opone pues a la doctrina de la adversatur qui easdem proposi-
Iglesia católica quien rechace las tiones definitive tenendas
mismas proposiciones que han de recusat.
considerarse definitivas 38.

El can 750 § 2 resulta de una modificación que el Papa Juan


Pablo II hizo a la norma del derecho. En efecto, el 18 de mayo de
1998 promulgó la carta apostólica dada m.p. Ad tuendam fidem.
En ella manda modificar el Código de derecho canónico y el
CCEO. El can. 750 deberá contener dos párrafos. La norma
existente se convierte en párrafo 1 y lo añadido en párrafo 2.
Este último se refiere a lo que ha solido llamarse objeto
secundario de la infalibilidad del magisterio eclesiástico.
Coincide con el segundo de los últimos párrafos de la fórmula de
profesión de fe. Se refiere a las verdades que son necesarias para
custodiar santamente y exponer fielmente el mismo depósito de
la fe. Se trata del objeto secundario de la infalibilidad
magisterial en el sentido de que dichas verdades son infalibles no
en razón de sí mismas, sino por razón de las verdades reveladas,
a las cuales van conexas. La CDF explica el objeto de este

38
Fuentes del can. 750 § 2: JUAN PABLO II, m.p. Ad tuendam fidem, 18 may. 1998
(AAS 90 [1998] 457-461).
57
magisterio como aquello que está conectado con la revelación
mediante una relación histórica o una conexión lógica 39.

Aquellas verdades que están en relación histórica con la


verdad revelada se basan en los hechos como, por ejemplo, la
legitimidad de la elección del Romano Pontífice o la celebración
de un concilio ecuménico, la canonización de los santos (hechos
dogmáticos), o la declaración de León XIII sobre la invalidez de
las ordenaciones anglicanas. Este tipo de verdades, que se funda
en los hechos, está necesariamente conectado con el depósito de
la fe, de modo que negarlo llevaría a poner en peligro la
integridad del mismo depósito. Vgr. Si negamos la legitimidad
de la elección del Papa Pío XII negaríamos también el dogma
mariano de la asunción.

De acuerdo con la CDF, las verdades que tienen conexión


lógica con el depósito de la fe expresan «una etapa en la
maduración del conocimiento de la misma revelación, que la
Iglesia está llamada a recorrer». De hecho estas verdades
agregan al dato de fe elementos no revelados o no reconocidos
todavía expresamente como tales; por tanto, no se excluye «que
en cierto momento del desarrollo dogmático, la inteligencia tanto
de la realidad como de las palabras del depósito de la fe pueda
progresar en la vida de la Iglesia y el magisterio llegue a
proclamar algunas de esas doctrinas también como dogmas de fe
divina y católica»40. Ejemplos de estas verdades serían: el

39
Davide Salvatori expone sintéticamente la teología de los manuales anteriores al
Vaticano II sobre el objeto secundario del magisterio infalible. En ellos se describe
como pertenecientes a este magisterio: las conclusiones teológicas, los hechos
dogmáticos, las leyes universales de la Iglesia, la aprobación de las órdenes
religiosas, la canonización de los santos y las censuras acerca de una doctrina o
proposición. Véase D. SALVATORI, L’oggetto del magistero definitivo della Chiesa
alla luce del m.p. Ad tuendam Fidem: Il can. 750 visto attraverso i Concili Vaticani,
Editrice Pontificia Università Gregoriana, Roma 2001 (Tesi Gregoriana. Serie
Diritto Canonico 51) 193-201.
40
L'Osservatore romano 30 (1998) 416.
58
desarrollo del dogma de la infalibilidad papal antes de la
definición del Concilio Vaticano I; es decir, desde antes de la
definición, la doctrina sobre el primado de jurisdicción y la
infalibilidad del Romano Pontífice ya se reconocía como
doctrina definitiva; el concilio lo proclamó como verdad
divinamente revelada. Otros ejemplos son la declaración de la
ilicitud de la eutanasia, de la prostitución y de la fornicación.

Este tipo de verdades enseñadas por el magisterio exige del


fiel cristiano una adhesión firme y definitiva. La misma
Congregación enseña que esta respuesta está basada en la fe en la
asistencia del Espíritu Santo al magisterio y sobre la doctrina
católica de la infalibilidad del magisterio41.

El párrafo concluye declarando que, quien rechace estas


proposiciones que han de considerarse como definitivas, se
opone a la doctrina de la Iglesia católica. Se entiende en el
sentidio de que, quien se oponga a dichas verdades, que también
forman parte de la doctrina de la Iglesia, pone en peligro la
integridad del mismo dato revelado. Incluso se podría incurrir en
un delito contra la fe, sancionado con pena justa por el can.
1371,1º.

6. El objeto del obsequio religioso al magisterio universal

Can. 752. Se ha de prestar un Can. 752. Non quidem. fidei


asentimiento religioso del enten- assensus, religiosum tamen intel-
dimiento y de la voluntad, sin lectus et voluntatis obsequium
que llegue a ser de fe, a la praestandum est doctrinae, quam
doctrina que el Sumo Pontífice o sive Summus Pontifex sive

41
La Congregación para la Doctrina de la Fe emitió una Nota Ilustrativa de esta
carta apostólica, en L'Osservatore romano 30 (1998) 416-417. Para una explicación
más amplia, véase M. MEDINA BALAM, «Para defender la fe. Un comentario», en
Revista Mexicana de Derecho canónico 5 (1999) 7-30; D. SALVATORI, L’oggetto del
magistero definitivo della Chiesa alla luce del m.p. Ad Tuendam Fidem.
59
el Colegio de los Obispos, en el Collegium Episcoporum de fide
ejercicio de su magisterio autén- vel de moribus enuntiant, cum
tico, enseñan acerca de la fe y de magisterium authenticum exer-
las costumbres, aunque no sea su cent, etsi definitivo actu eandem
intención proclamarla con un proclamare non intendant; chris-
acto decisorio; por tanto, los tifideles ergo devitare curent quae
fieles cuiden de evitar todo lo cum eadem non congruant.
que no sea congruente con la
misma 42.

Este canon encuentra su fuente directa en la LG 25, e


indirectamente en el canon 1324 del CIC1743. Se refiere al
ejercicio del magisterio auténtico y no definitivo del Romano
Pontífice y del Colegio de los Obispos y a la respuesta que los
fieles han de prestarle. Se trata del magisterio auténtico por
cuanto se ejerce con la autoridad recibida de Cristo. El objeto de
esta enseñanza son las materias de fe y costumbres.

Lo que distingue este magisterio del infalible, es que no


intenta proclamar la doctrina de manera definitiva. A este
respecto, la CDF decía que este magisterio

«pretende un mejor entendimiento de la revelación y hacer


explícito su contenido, o recordar cómo algunas enseñanzas

42
Fuentes del can. 752: PÍO XII, Enc. Humani generis, 12 ago.1950 (AAS 42 [1950]
567-568); LG 25; Vaticano II, Notif. Quaesitum est, 15 nov. 1965 (AAS 58 [1966]
836); SCDF Ep., 24 jul. 1966 (AAS 58 [1966] 659-661); SE Decl., 28 oct. 1967, 2
(EV 2, 1720); SCpC Instr. Inter ea, 4 nov. 1969, 9 (AAS 62 [1970] 126-127);
SCDF, Decl., 24 jun. 1973, 2-5 (AAS 65 [1973] 398-404).
43
Véase F.A. SULLIVAN, «The Reponse Due to the Non-Definitive Exercise of
Magisterium», en Studia canonica 23 (1989) 267-283; F.J. URRUTIA, «Obsequio
religioso de entendimiento y voluntad (can. 752). Clarificación de su sentido», en
J.M. URTEAGA (Ed.), La misión docente de la Iglesia, pp. 21-40.
60
están en conformidad con las verdades de fe o finalmente
guardarla contra ideas que sean incompatibles con ellas» 44.

Al igual que en el can. 750, se pide a los fieles que eviten


todo lo que no sea congruente con esa doctrina. Ello no impide
que, si alguien tiene razones fundadas para dudar de alguna de
estas enseñanzas, esté en desacuerdo con ellas; en tal caso puede
continuar investigando ya que, estrictamente hablando, no son
enseñanzas irreformables.

La respuesta que han de dar los fieles a la doctrina del


magisterio auténtico no infalible se califica como «obsequium
religiosum de la inteligencia y de la voluntad»45. Se trata de una
respuesta proporcionada a una determinada enseñanza; porque en
este magisterio pueden darse varios grados de aproximación a la
verdad revelada. De cualquier modo, es un asentimiento, que por
ser del entendimiento, conlleva la aceptación de la doctrina 46. El
Vaticano II nos ofrece algunos elementos para discernir nuestra
respuesta a este magisterio, si bien se refiere directamente al
magisterio del Romano Pontífice: «Según su manifiesta mente y
voluntad, que se colige principalmente ya sea por la índole de los

44
Donum veritatis, 17, 23 (EV 12, 266. 273-274). Dice también el Vaticano II:
«Pues por voluntad de Cristo, la Iglesia católica es la maestra de la verdad, y su
misión es exponer y enseñar auténticamente la verdad, que es Cristo, y al mismo
tiempo declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que
fluyen de la misma naturaleza» (DH 14).
45
El concepto «obsequium» puede interpretarse de diversos modos, que van desde la
sumisión hasta el respeto. Véase L. ÖRSY, «Magisterium. Assent and Dissent», en
Theological Studies, 48 (1987) 473-497; L. BLYSKAL, «Obsequium: A case Study»,
en The Jurist 48 (1988) 559-589.
46
Véase F.J. URRUTIA, «La réponse aux textes du magistère pontifical non
infaillible», en L’Année canonique 31 (1988) 97-99; cf. L. ÖRSY, «Reflections on
the Text of a Canon», en America 154 (1986) 397.
61
documentos, ya sea por la frecuente proposición de la misma
doctrina, ya sea por la forma de decirlo»47.

Por ser, también, asentimiento de voluntad, la motivación de


esta respuesta es de carácter religioso, es decir, está enraizada en
una actitud de fe, más que de carácter científico; nuestra
adhesión no depende solamente del examen crítico de las razones
intrínsecas de la doctrina propuesta, sino de saber que la misión
de enseñar con autoridad fue confiada a los pastores por el
mismo Cristo. Ello implica también que los pastores han de
comunicar el mensaje del Señor. Así, el último criterio de
discernimiento de la doctrina del magisterio será la misma
revelación divina.

En este contexto, uno se pregunta sobre la posibilidad del


disenso de ciertas doctrinas del magisterio no infalible. La CDF
describe el disenso como «la actitud fundamental de general
oposición a la doctrina de la Iglesia, que a veces se manifiesta en
grupos organizados» 48. Y de ahí concluye que el asentimiento
religioso no admite en ningún caso el disenso público. Sin
embargo, muchos teólogos, lo mismo que algunos pastores y
conferencias episcopales admiten un «legítimo disenso
teológico» 49, que consistiría en un legítimo desacuerdo respecto a

47
LG 25.
48
CDF, Instr. Donum veritatis, 30-32 (EV 12, 282-287).
49
Por ejemplo la Conferencia de los Obispos Católicos de Estados Unidos en 1968
exponía ciertas condiciones para un legítimo disenso teológico: (1) cuidadoso
respeto del que disiente por la conciencia de aquellos que carecen de la competencia
que él posee, o la oportunidad de investigar; (2) expresar su disenso con propiedad,
dependiendo de la gravedad de la materia y del respeto debido a la autoridad que ha
expuesto tal doctrina; (3) proponer el disenso con prudencia; (4) tener en cuenta que
el magisterio autoritativo de la Iglesia, aun el no infalible, goza de la presunción de
verdad; (5) que quien disiente tenga razones bien fundadas, no cuestione o impugne
la autoridad del magisterio de la Iglesia, ni de escándalo; (6) que el disenso sea
efectivamente expresado, de tal manera que permita diálogo entre obispos y
teólogos; (7) el disenso no excluye de presentar fielmente la doctrina auténtica de la
62
algún punto de doctrina. Sería legítimo, en cuanto se trata del
ejercicio de unos derechos fundamentales, a saber, la justa
libertad para investigar y manifestar prudentemente los hallazgos
(can. 218), y el derecho/obligación de expresar la propia opinión
para el bien de la Iglesia (can. 212 § 3). A este respecto, me
parece que un tal legítimo disenso debe observar las siguientes
condiciones: (1) se debe referir sólo a la doctrina del magisterio
no infalible; (2) el que disiente debe ser competente en la
materia en cuestión; (3) el disenso debe ser el último recurso,
después de un sincero esfuerzo de asentir a la enseñanza
auténtica de la Iglesia; (4) el disenso debe ser formulado con
propiedad, mostrando debido respeto por la autoridad de la
Iglesia; (5) el disenso debe ser propuesto prudentemente,
teniendo en cuenta el tipo de audiencia, para evitar escándalo en
la comunidad.

Dos extremos hay que evitar en esta materia: no se puede


decir que toda enseñanza del magisterio no infalible es
reformable; tampoco se puede catalogar todo pronunciamiento
del magisterio como si tuviera el mismo peso doctrinal. Debemos
presumir que el magisterio eclesiástico enseña siempre con la
verdad; pero no cualquier pronunciamiento tiene el mismo peso
doctrinal.

El código aplica ciertas sanciones a quienes no observan la


norma del can. 752. En efecto, el can. 1371, 1° establece:

«Debe ser castigado con una pena justa: 1° quien fuera del caso
del que trata el can. 1364 § 1, enseña una doctrina condenada
por el Romano Pontífice o por un Concilio Ecuménico o
rechaza pertinazmente la doctrina descrita en el can. 750 § 2 o

Iglesia; véase NATIONAL CONFERENCE OF CATHOLIC BISHOPS, Statement Human


Life in Our Day, November 15, 1968, nn. 49-54, en Pastoral Letters of the United
States Catholic Bishops, ed. por HUGH J. NOLAN, NCCB, [Washington, DC], vol. 3,
pp. 173-174.
63
en el can. 752, y, amonestado por la Sede Apostólica o por el
Ordinario, no se retracta».

De semejante manera, un religioso puede ser dimisionado del


Instituto por defender pertinazmente o difundir una doctrina
condenada por el magisterio (can. 696 § 1) 50.

7. El objeto del obsequio religioso al Magisterio de los


obispos

Can. 753. Los Obispos que se Can. 753. Episcopi, qui sunt in
hallan en comunión con la Cabeza communione cum Collegii capite
y los miembros del Colegio, tanto et membris, sive singuli sive in
individualmente como reunidos en conferentiis Episcoporum aut in
Conferencias Episcopales o en conciliis particularibus congre-
Concilios particulares, aunque no gati, licet infallibilitate in do-
son infalibles en su enseñanza, cendo non polleant, christi-
son doctores y maestros autén- fidelium suae curae commisso-
ticos de los fieles encomendados a rum authentici sunt fidei doc-
su cuidado; y los fieles están tores et magistri; cui authentico
obligados a adherirse con asen- magisterio suorum Episcoporum
timiento religioso a este magis- christifideles religioso animi
terio auténtico de sus Obispos 51. obsequio adhaerere tenentur.

Este canon tiene su antecedente en el c. 1326 del CIC17 y


está enriquecido por el Vaticano II 52. Tiene su paralelo en el can.

50
Cf. La Documentation catholique 82 (1985) 262.
51
Fuentes del can. 753: c. 1326; PÍO XII, Aloc., 31 may. 1954 (AAS 46 [1954] 313-
317); LG 25; SCDF Ep., 24 jul. 1966 (AAS 58 [1966] 659-661); SE Decl., 28 oct.
1967, 2 (EV 2, 1720). Véase también ASu.
52
Véase R. SOBANSKI, «Les canons 753 et 754: problèmes choisis», en Studia
canonica 23 (1989) 285-298; L. DE J. HERNÁNDEZ MERCADO, «La naturaleza
teológica y Jurídica de las Conferencias Episcopales», en Revista Mexicana de
Derecho Canónico 5 (1999) 105-120; F.A. PASTOR, «Authenticum Episcoporum
Magisterium. Las Conferencias de Obispos y el ejercicio de la potestas docendi», en
Periodica 89 (2000) 79-118; G. GANSWEIN, «I vescovi... sono autentici dottori e
64
600 del CCEO. La doctrina conciliar sobre la función magisterial
de los obispos está a la base del can. 753, sobre todo LG 25, 21;
CD 38, 18.

El canon hace referencia a otro nivel de autoridad


magisterial. Se trata del magisterio del obispo, de los concilios
particulares y de las conferencias episcopales.

Sea individualmente como en grupo, aunque son doctores y


maestros auténticos de los fieles encomendados a su cuidado, los
obispos no gozan del carisma de infalibilidad. Sin embargo, los
fieles están obligados a un asentimiento religioso a este
magisterio. No es el mismo nivel de asentimiento que el canon
anterior pide para el magisterio ordinario del Romano Pontífice y
del Colegio de los Obispos; por ello el canon no insiste en que se
haya de evitar toda doctrina contraria, como lo hace en los
cánones anteriores.

7.1. El Magisterio del Obispo

«Con la Ordenación episcopal cada Obispo ha recibido la


misión fundamental de anunciar autorizadamente la Palabra. El
Obispo, en virtud de la sagrada Ordenación, es maestro
auténtico que predica al pueblo a él confiado la fe que se ha de
creer y aplicar a la vida moral» (PG 29).

Por tanto, el Obispo diocesano, en cada iglesia particular,


apacienta en nombre del Señor la grey que le ha sido confiada
como su Pastor, ordinario e inmediato. Asimismo, está
constituido como doctor y maestro de la fe, pero no se dirige a la
comunidad universal, sino únicamente a los fieles confiados a su
atención pastoral, a los cuales corresponde el deber de adherirse
con religioso asentimiento del espíritu al juicio del propio

maestri della fede. Annotazioni sulla genesi e l’interpretazione del can. 753 CIC», en
Ius Ecclesiae 14 (2002) 135-155.
65
Obispo, dado en nombre de Cristo, en materia de fe y moral. Así
lo declara el Vaticano II:

«Los Obispos, cuando enseñan en comunión con el Romano


Pontífice, merecen el respeto de todos, pues son los testigos de
la verdad divina y católica. Los fieles, por su parte, deben
adherirse a la decisión que sobre materia de fe y costumbres ha
tomado su Obispo en nombre de Cristo y aceptarla con espíritu
de obediencia religiosa ». (LG 25).

7.2. El magisterio de los concilios particulares y de las


conferencias episcopales

Los concilios particulares, plenarios o provinciales (can. 439),


son las asambleas de los obispos de una conferencia episcopal o
de una provincia, y de otros fieles según el derecho; son de
naturaleza temporal. Su finalidad es eminentemente pastoral (cf.
can. 445). Por su parte, la conferencia episcopal, como
institución de carácter permanente,

«es la asamblea de los Obispos de una nación o territorio


determinado, que ejercen unidos algunas funciones pastorales
respecto de los fieles de su territorio para promover, conforme
a la norma del derecho, el mayor bien que la Iglesia
proporciona a los hombres, sobre todo mediante formas y
modos de apostolado convenientemente acomodados a las
peculiares circunstancias de tiempo y de lugar» (can. 447).

Respecto a la autoridad magisterial de las conferencias


episcopales, queda disipada una cierta discrepancia, que había en
la interpretación del can. 753. En efecto, por un lado, G.
Ghirlanda y J.P. Green sostenían que es el obispo quien goza de
la autoridad magisterial y la ejerce ya sea en su diócesis, ya sea
junto con otros obispos reunidos en conferencias 53. Por otro lado

53
G. GHIRLANDA, «De episcoporum conferentia deque exercitio potestatis
magisterii», en Periodica 76 (1987) 573-603; J.P. GREEN, Conferences of Bishops
66
F.J. Urrutia, J. Manzanares y otros, sostenían que el canon se
refiere a la conferencia episcopal como sujeto de esta autoridad
magisterial54. Así las cosas, y a petición del Sínodo general
extraordinario de Obispos (1985), de que se hiciera una
explicitación de la naturaleza teológica y de la autoridad
doctrinal de las Conferencias Episcopales, el Papa Juan Pablo II
encomendó a la Congregación para los Obispos la coordinación
de un estudio sobre la naturaleza teológica y la autoridad
doctrinal de las conferencias episcopales.

En 1988 el cardenal B. Gantin envió a los presidentes de las


conferencias episcopales un esquema sobre esta materia, que
recibió muchas observaciones. Después de esta consulta no
habíamos tenido más noticias sobre el asunto sino hasta el 21 de
mayo de 1998, que el mismo Papa promulgó la Carta Apostólica
dada m.p. Apostolos suos, donde sanja la cuestión acerca de la

and Exercise of the Munus Docendi of the Church, Gregorian University, Rome
1987, 2 vols.; G. MUCCI, «Le Conferenze episcopali e l’autorità di magistero», en La
Civiltà cattolica 138 (1987) I, 321-337.
54
F.J. URRUTIA, «De exertitio muneris docendi a Conferentiis episcoporum.
Impugnatio sententiae praecedentis», en Periodica 76 (1987) 605-636; J.
MANZANARES, «La autoridad doctrinal de las Conferencias episcopales», en H.
LEGRAND, J. MANZANARES, A. GARCÍA Y GARCÍA (Eds.), Naturaleza y futuro de las
Conferencias episcopales, Departamento de publicaciones de la Universidad
Pontificia, Salamanca 1988 (Actas del coloquio internacional de Salamanca, Enero
3-8, 1988), pp. 289-321; A. ANTÓN, Conferencias episcopales ¿Instancias
intermedias? El estado teológico de la cuestión, Ediciones Sígueme, Salamanca
1989, 491 p.; ID., «Ejercen las conferencias episcopales un munus magisterii?», en
Gregorianum 70 (1989) 439-494; L. ÖRSY, «Reflections on the Teaching Authority
of the Episcopal Conferences», en T.J. REESE (ed.), Episcopal Conferences.
Historical, Canonical and Theological Studies, Georgetown University Press,
Washington, D.C. [1989], pp. 233-252; A. DULLES, «Doctrinal Authority of
Episcopal Conferences», en T.J. REESE, Episcopal Conferences, pp. 207-232; ID.,
«The mandate to Teach», en America 158 (1988) 293-295; ID., «The teaching
Authority of Bishops’ Conferences», en America 148 (1983) 453-455; Id.,
«Bishops’ Conference Documents: What Doctrinal Authority?», en Origins 14
(1984-1985) 528-534.
67
autoridad magisterial de las conferencias episcopales, sobre todo,
cuando emiten alguna declaración doctrinal.

El ejercicio conjunto de algunas actividades del ministerio


episcopal incluye también la función doctrinal. Concretamente,
el ámbito del magisterio auténtico de las Conferencias
Episcopales se circunscribe a las materias de fe y costumbres,
sobre todo, cuando transmiten fielmente e ilustran la fe que se ha
de creer y aplicar en la vida, es decir, siempre que enseñan la
doctrina de la Iglesia universal, en comunión con el Romano
Pontífice y el Colegio episcopal. Sin embargo, el progreso social
y el avance de la ciencia, suele desarrollar fenómenos inéditos y
plantear nuevas cuestiones, cuyas respuestas requieren la
iluminación de la fe. Para tales circunstancias e interrogantes se
espera una declaración del magisterio de la Iglesia55. Así lo
expresa el Papa Juan Pablo II:

«Al afrontar nuevas cuestiones y al hacer que el mensaje de


Cristo ilumine y guíe la conciencia de los hombres para
resolver los nuevos problemas que aparecen con los cambios
sociales, los Obispos reunidos en la Conferencia Episcopal
ejercen juntos su labor doctrinal bien conscientes de los límites
de sus pronunciamientos, que no tienen las características de un
magisterio universal, aun siendo oficial y auténtico y estando
en comunión con la Sede Apostólica. Por tanto, eviten con
cuidado dificultar la labor doctrinal de los Obispos de otros
territorios, siendo conscientes de la resonancia que los medios
de comunicación social dan a los acontecimientos de una
determinada región en áreas más extensas e incluso en todo el
mundo.

55
En una Carta dirigida a los Presidentes de las Conferencias Episcopales, 13 de
mayo de 1999 (Prot. No. 763/98), la Congregación para los Obispos ofrece unas
indicaciones para la revisión de sus estatutos, sobre todo, en lo referente al
procedimiento para la aprobación de las declaraciones doctrinales con valor de
magisterio auténtico; véase Comm. 31 (1999) 34-37; L’Osservatore romano 31
(1999) 380.
68
«Dando por supuesto que el magisterio auténtico de los
Obispos, es decir, aquel que realizan revestidos de la autoridad
de Cristo, debe estar siempre en comunión con la Cabeza del
Colegio y con sus miembros, si las declaraciones doctrinales de
las Conferencias Episcopales son aprobadas por unanimidad,
pueden sin duda ser publicadas en nombre de la Conferencia
misma, y los fieles deben adherirse con religioso asentimiento
del ánimo a este magisterio auténtico de sus propios Obispos.
Sin embargo, si falta dicha unanimidad, la sola mayoría de los
Obispos de una Conferencia Episcopal no puede publicar una
eventual declaración como magisterio auténtico de la misma al
que se deben adherir todos los fieles del territorio, salvo que
obtenga la revisión (recognitio) de la Sede Apostólica, que no
la dará si la mayoría no es cualificada. La intervención de la
Sede Apostólica es análoga a la exigida por el derecho para que
la Conferencia Episcopal pueda emanar decretos generales. La
revisión (recognitio) de la Santa Sede sirve además para
garantizar que, al afrontar las nuevas cuestiones planteadas por
los rápidos cambios sociales y culturales característicos del
tiempo presente, la respuesta doctrinal favorezca la comunión y
no prejuzgue, sino que prepare, posibles intervenciones del
magisterio universal» (ASu 22).

Por tanto, para que la Conferencia Episcopal ejerza su


magisterio auténtico, en declaraciones doctrinales que respondan
a las nuevas cuestiones planteadas por los rápidos cambios
sociales y culturales, y por el progreso científico, requiere de
ciertas condiciones, reguladas en la Carta apostólica Apostolos
suos, Art. 1:

«Para que las declaraciones doctrinales de la Conferencia de los


Obispos a las que se refiere el n. 22 de la presente Carta
constituyan un magisterio auténtico y puedan ser publicadas en
nombre de la Conferencia misma, es necesario que sean
aprobadas por la unanimidad de los miembros Obispos o que,
aprobadas en la reunión plenaria al menos por dos tercios de los
Prelados que pertenecen a la Conferencia con voto deliberativo,
obtenga la revisión (recognitio) de la Sede Apostólica».
69
Básicamente, el Papa determina dos modos en que la
conferencia episcopal puede ejercer, como institución, su
magisterio auténtico, para emitir declaraciones doctrinales.
También declara la conveniencia de ejercer este magisterio en
reunión plenaria: «la naturaleza misma de la función doctrinal
de los Obispos pide que, si la ejercen unidos en la Conferencia
Episcopal, se realice en la reunión plenaria» (ASu 23). Las dos
variantes del ejercicio del magisterio auténtico, con sus
respectivas condiciones son las siguientes:

(1) Por aprobación unánime de los Obispos miembros de la


conferencia. Significa que todos los obispos que sean miembros
de la conferencia, que estén presentes en la reunión plenaria y
gocen de voto deliberativo, deben aprobar la declaración. Se
excluye a aquellos miembros de la conferencia, que no tienen el
carácter episcopal 56. Del n. 23 de la carta Apostolos suos, se
infiere que las declaraciones doctrinales han de ser aprobadas en
reuniones plenarias. Por tanto, los que no estén presentes en la
reunión no podrán votar, a no ser que los estatutos prevean lo
contrario, o la Santa Sede lo conceda 57.

(2) Por aprobación cualificada e intervención de la Sede


Apostólica: La declaración doctrinal debe ser aprobada en
reunión plenaria por dos tercios de los obispos miembros de la
Conferencia que asisten a la reunión plenaria, con voto
deliberativo. Significa que solo se incluye a los Obispos que por
derecho tienen voto deliberativo en las reuniones plenarias y se

56
La razón de ser, de la inclusión de los obispos y la exclusión de los prelados no
obispos, se funda en el carácter episcopal. Los obispos, en la consagración
episcopal, han recibido la función de enseñar con la autoridad de Cristo (cf. can. 375
§ 2).
57
Cf. C ONGREGACIÓN PARA LOS O BISPOS , prot. N. 763/98, en Revista
mexicana de derecho canónico 12 (2006), 131.
70
excluye a los que solo tienen voto consultivo 58. Antes que dicha
declaración sea publicada debe ser enviada a la Sede Apostólica
(CDF) para su recognitio (revisión) 59.

Asimismo, ningún organismo o comisión de la Conferencia


Episcopal puede actuar con magisterio auténtico, ni siquiera en
forma delegada:

«Ningún organismo de la Conferencia Episcopal, exceptuada la


reunión plenaria, tiene el poder de realizar actos de magisterio
auténtico. La Conferencia Episcopal no puede conceder tal

58
De acuerdo con un escrito de la Congregación para los Obispos (prot. 763/
98), 17 febrero 2006, no publicado, el término «praesules» del art. 1 del m.p.
Apostolos suos debe entenderse sólo como «Obispos» por ser quienes han
recibido la función del magisterio auténtico. Por tanto, quienes se equiparan
al Obispo diocesano, por presidir comunidades de fieles equiparadas a la
diócesis, como son la abadía territorial, la prelatura territorial, el vicariato
apostólico, la prefectura apostólica, y la administración apostólica erigida de
modo estable (cc. 381 § 2, 368), si carecen del carácter episcopal, aunque
tengan de propio derecho voto deliberativo en las reuniones plenarias (c. 454
§ 1), sólo podrán votar cuando se trate de aprobar decretos generales.Cf.
C ONGREGACIÓN PARA LOS O BISPOS , prot. N. 763/98, en Revista mexicana de
derecho canónico 12 (2006), 131-132.
No deja de llamar la atención el supuesto del prelado no Obispo, equiparado
al Obispo diocesano, que rigiendo como pastor propio una Iglesia particular,
no pueda enseñar auténticamente a los fieles confiados a su cuidado. Cf. G.
G HIRLANDA , «Il m.p. Apostolos suos sulle Conferenze dei Vescovi», en
Periodica 88 (1999), 656.
59
El Directorio para el Ministerio Pastoral de los Obispos interpreta de modo
diverso la prescripción del m.p. Apostolos suos. En efecto, dice que «Cuando se trata
de aprobar las declaraciones doctrinales de la Conferencia episcopal, los miembros
no obispos del organismo episcopal no tienen derecho de votar en el seno de la
Asamblea Plenaria» (n. 31). Sin embargo, el m.p. es claro cuando dice: «…vel
postquam eas in plenario conventu duae saltem partes Praesulum qui ad
Conferentiam pertinent ipsique suffragio deliberativo fruuntur comprobaverunt»
(ASu art. 1). Es decir, el documento papal no excluye de la votación a ningún
miembro de la conferencia episcopal que goza de voto deliberativo en la reunión
plenaria. En todo caso, habría inconsistencia en el m.p. Apostolos suos.
71
poder a las Comisiones o a otros organismos constituidos
dentro de ella» (Art. 2) 60.

«La eficacia vinculante de los actos del ministerio episcopal


ejercido conjuntamente en el seno de las Conferencias
episcopales y en comunión con la Sede Apostólica deriva del
hecho de que ésta ha constituido dichos organismos y les ha
confiado, sobre la base de la sagrada potestad de cada uno de
los Obispos, competencias precisas» (Asu, 139).

8. Herejía, apostasía y cisma

Can. 751. Se llama herejía la Can. 751. Dicitur haeresis,


negación pertinaz, después de pertinax, post receptum bap-
recibido el bautismo, de una tismum, alicuius veritatis fide
verdad que ha de creerse con fe divina et catholica credendae
divina y católica, o la duda denegatio, aut de eadem pertinax
pertinaz sobre la misma; aposta- dubitatio; apostasia, fidei chris-
sía es el rechazo total de la fe tianae ex toto repudiatio; schis-
cristiana; cisma, el rechazo de la ma, subiectionis Summo Pontifici
sujeción al Sumo Pontífice o de aut communionis cum Ecclesiae
la comunión con los miembros de membris eidem. subditis detrec-
la Iglesia a él sometidos 61. tatio.

A diferencia del c. 1325 del CIC17, que describía al hereje,


al apóstata y al cismático, el can. 751 se fija en la acción y no en
la persona, pues para imputar el delito a un fiel se requiere la
mala fe. 62 Por otro lado, el canon se refiere a los bautizados o
recibidos en la Iglesia católica, no a aquellos cristianos que han
nacido y continúan perteneciendo a otras comunidades eclesiales
no católicas. Asimismo, por tratarse de las más serias ofensas
contra la comunidad de fe, el canon debe interpretarse

60
Véase Comm. 31 (1999) 35.
61
Fuente del can. 751: c. 1325 § 2.
62
Cf. Communitaiones 9 (1977), 260.
72
estrictamente (cf. can. 18). Veamos cada una de estas posturas
negativas hacia la fe y la comunión eclesial:

8.1. Herejía

“Es la negación o la duda pertinaz, después de recibido el


bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y
católica.” El objeto de la negación o duda es la revelación divina
que, además, ha sido enseñada como tal por el magisterio
eclesiástico (can. 750 § 1); por tanto, no se trata de la negación
de cualquier enseñanza oficial de la Iglesia ni mucho menos de
las normas disciplinares. El adjetivo pertinaz significa que la
persona bautizada ha sido advertida de antemano e invitada a
cambiar de forma de pensar, pero persiste en su obstinación.

8.2. Apostasía

“Es el rechazo total de la fe cristiana recibida en el bautismo”.


Se trata del rechazo total de la fe cristiana, no simplemente de
una parte, que sería calificada como herejía. Este acto tiene lugar
cuando un católico se une formalmente 63 a alguna secta que niega
la divinidad de Cristo, o abandona totalmente la religión
cristiana. El simple hecho de no ser un católico practicante o
pasarse formalmente a otra Iglesia cristiana no sería apostasía
(cf. cann. 1086 § 1, 1117, 1124).

8.3. Cisma

“Es el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión


con los miembros de la Iglesia a él sometidos.” Consiste en
romper con el vínculo de la unidad por la que Cristo oró (Jn. 17,

63
Unirse formalmente, o pasarse formalmente a una secta no cristiana, significa que
la persona, bautizada en la Iglesia católica o recibida en ella, se adscribe a dicha
secta o con sus acciones manifiesta que se ha adherido a ella.
73
20-21): se trata de una actitud de rechazo a la autoridad papal, no
un simple acto de desobediencia. En la práctica, implica
inevitablemente la herejía, por rechazar la supremacía e
infalibilidad papal. Ejemplo claro es el caso de Mons. Lefevre
después de la ordenación de obispos en 1988 64.

En conexión con este canon han de verse los cann. 1364, 194
§ 1, 2°, 1041, 2°, 1044 § 1, 2°, 1184 § 1, 1°, que se refieren a
ciertas penas y sanciones contra los delitos de herejía, apostasía
y cisma.

9. Algunos documentos de la autoridad eclesiástica

Can. 754. Todos los fieles están Can. 754. Omnes christifideles
obligados a observar las consti- obligatione tenentur servandi
tuciones y decretos promulgados constitutiones et decreta, quae ad
por la legítima autoridad de la doctrinam proponendam et erro-
Iglesia para proponer la doctrina neas opiniones proscribendas fert
y rechazar las opiniones erróneas, legitima Ecclesiae auctoritas,
y de manera especial los que speciali vero ratione, quae edit
promulga el Romano Pontífice o Romanus Pontifex vel Colle-
el Colegio de los Obispos 65. gium Episcoporum.

Las fuentes directas de este canon se encuentran en el


Vaticano I: conclusión de la Constitución dogmática Dei filius y
c. 1324 del código de 1917 66. Pese a ciertos cambios positivos

64
Véase La Documentation catholique 85 (1988) 739, 788; AAS 75 (1983) 392-
393.
65
Fuentes del can. 754: c. 1324; PÍO XII, Enc. Humani generis, 12 ago. 1950 (AAS
42 [1950] 561-578; SCDF Ep., 24 jul. 1966 (AAS 58 [1966] 659-661); SE Decl., 28
oct. 1967, 2 (EV 2, 1720).
66
Véase M.R. SOBANSKI, «Les canons 753 et 754: problèmes choisis», en Studia
canonica, 23 (1989) 295; A. MARZOA, J. MIRAS y R. RODRÍGUEZ-OCAÑA (dirs.),
Comentario exegético al Código de Derecho Canónico, EUNSA, Pamplona 1996,
vol. 3, pp. 68-69; M. MEDINA BALAM, The Obligations to Observe the Constitutions
and Decrees of Church Authorities: An Analysis of Canon 754 (Tesis Doctoral),
74
que recibió durante el proceso de formulación, el can. 754
conserva una visión juridicista de la función del magisterio de la
Iglesia, en el sentido de que impone a la observancia de los fieles
ciertos documentos emitidos por la legítima autoridad de la
Iglesia. Los documentos a que se refiere son las constituciones y
decretos.

La autoridad legítima que las emite: se hace mención


especial del Romano Pontífice y del Colegio de los Obispos,
pero también se incluye la curia romana, los concilios
particulares, las conferencias episcopales y los obispos en sus
respectivas diócesis.

El objeto de estos documentos es proponer la doctrina de la


Iglesia y rechazar opiniones erróneas contra la fe.

Para una justa interpretación de este canon, hay que tomar en


cuenta ciertos principios subyacentes, como son la
responsabilidad particular de los pastores de velar por la
integridad de la fe y las costumbres y de la comunión eclesial,
así como de la misión particular del magisterio de interpretar
auténticamente la revelación divina 67.

Las constituciones y los decretos se refieren a los


documentos doctrinales, como son los documentos conciliares,
pero también a los documentos disciplinares emitidos para
tutelar el depósito de la fe y el adecuado ejercicio de la función
de enseñar de los diversos miembros de la Iglesia. De todos
modos, estos documentos han de estar ligados de alguna manera
con el depósito de la fe; por ello, creemos que ciertas
constituciones como son las de los institutos religiosos, no
estarían incluídas en este canon.

Saint Paul University, Ottawa, 1996; ID, «Los documentos eclesiásticos del canon
754», en Revista mexicana de derecho canónico 6 (2000) 61-135.
67
Véase can. 212 § 1, can. 605 de CCEO, PB art. 48.
75
En base a este canon, se podría pensar que todos los
documentos del magisterio de la Iglesia vinculan jurídicamente a
los fieles. Más bien, por encima de este canon está el can. 212 §
1 que enuncia el principio de relación pastores-fieles. Más aun,
para el discernimiento del peso doctrinal y obligatorio de los
diversos documentos de la autoridad eclesiástica, hay que tomar
en cuenta los principios teológicos de los cann. 749-753,
identificando el grado y la autoridad del autor, el modo en que se
ejerce el magisterio (extaordinario u ordinario) y la certitud con
que la doctrina se enseña (infaliblemente o no definitivamente).

10. El movimiento ecuménico

Can. 755 § 1. Corresponde en Can. 755. § 1. Totius Collegii


primer lugar a todo el Colegio de Episcoporum et Sedis Aposto-
los Obispos y a la Sede Apos- licae imprimis est fovere et
tólica fomentar y dirigir entre los dirigere motum oecumenicum
católicos el movimiento ecumé- apud catholicos, cuius finis est
nico, cuyo fin es reintegrar en la unitatis redintegratio inter uni-
unidad a todos los cristianos, versos cristianos, ad quam pro-
unidad que la Iglesia, por volun- movendam Ecclesia ex volun-tate
tad de Cristo, está obligada a Christi tenetur.
promover.
§ 2. Episcoporum item est, et, ad
§ 2. Compete asimismo a los normam iuris, Episcoporum con-
Obispos y, conforme a la norma ferentiarum, eandem unitatem
del derecho, a las Conferencias promovere atque pro variis
Episcopales, promover la misma adiunctorum necessitatibus vel
unidad y, según la necesidad o opportunitatibus, normas practi-
conveniencia del momento, esta- cas impertire, attentis praes-
blecer normas prácticas, teniendo criptis a suprema Ecclesiae
en cuenta las prescripciones auctoritate latis.
dictadas por la autoridad suprema
de la Iglesia 68.

68
Fuentes del can. 755 § 1: PÍO XI, Enc. Mortalium animos, 6 ene. 1928 (AAS 20
[1928] 5-16); LG 13-15; OE 24-30; UR 4, 8,9; AA 13, 14; AG 15, 36; SCDF Ep., 24
76
Este canon encuentra su fuente principal en el Vaticano II,
sobre todo en el decreto Unitatis redintegratio; véase los nn. 1,
4, 8, 9; véase también OE 24-30; AG 15, 3669. El movimiento
ecuménico está dirigido a restaurar la unidad entre los cristianos,
como es el deseo de Jesucristo (Jn. 17, 22). De aquí, el canon
adquiere su fuerza obligatoria. Sin embargo, ésta no fue siempre
la actitud de la Iglesia. Con el Papa Juan XXIII y el Vaticano II,
esta actitud ha cambiado. Debido a la complejidad de materias
implicadas en este movimiento, la promoción y dirección no es
asunto de personas privadas, sino de la autoridad eclesiástica. El
párrafo 1 indica que, a nivel universal, el fomento y la dirección
del movimiento ecuménico corresponden a la Sede Apostólica y
al Colegio de los Obispos. Para este efecto, el Vaticano II emitió
el decreto Unitatis redintegratio, que a su vez fue implementado
por el Directorio para los asuntos ecuménicos, publicado en dos
partes por el Secretariado para la Promoción de la Unidad de los
Cristianos70 y, a su vez, actualizado por el Directorio La
récherche de l’unité 71.

En la misma línea, el Papa Juan Pablo II ha establecido tres


Consejos que se encargan de las relaciones con otras

jul. 1966, 10 (AAS 58 [1966] 661); DO I, 2; SE Convenientes ex universo, 30 nov.


1971 (AAS 63 [1971] 938). Can. 755 § 2: SCSO Instr. Ecclesia catholica, 20 dic.
1949 (AAS 42 [1950] 142-147); UR 4, 8, 9; SCDF Ep., 24 jul. 1966, 10 (AAS 58
[1966] 661); DO II, 64-66; SCUF Instr. En mars, 15 ago. 1970 (EV 3, 2686-2694);
DPME 48; SCUF Normae, 22 feb. 1975 (EV 5, 1096-1198). Véase también
PONTIFICIO CONSEJO PARA EL FOMENTO DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS,
Directorio La récherche de l’unité, 25 mar. 1993 (AAS 85 [1993] 1039-1119).
69
R.P.S. MANNA, «Délimitations et éléments de la formation œcuménique (can.
755)», en Studia canonica 23 (1989) 299-323.
70
En AAS 59 (1967) 574-592; 52 (1970) 705-724.
71
Los principios del Directorio sólo se aplican a las Iglesias y comunidades
eclesiales con las cuales la Iglesia Católica ha establecido relaciones ecuménicas,
sea en el ámbito universal como local. La base de la cooperación y participación es
el reconocimiento mutuo de la comunión que ya existe, que conlleva a la apertura y
al respeto mutuo (n. 36).
77
confesiones: Consejo para el Fomento de la Unidad de los
Cristianos, Pontificio Consejo para el Diálogo entre las
Religiones y Consejo Pontificio de la Cultura72.

El párrafo 2 establece que, en el ámbito particular, a los


obispos73 y a las conferencias episcopales compete promover esta
unidad; más aún, las conferencias episcopales pueden establecer
normas concretas, de acuerdo con las normas universales de la
Iglesia, mismas que provienen tanto del código de derecho
canónico, como del Directorio antes mencionado. Los cánones
que hacen referencia a las responsabilidades de las conferencias
episcopales son: 825, 844 § 5, 1126, 1127; otros que se refieren
al obispo diocesano son: 383, 463 § 2, 844 § 5, 1125, 1127,
1128, 1183. Por su parte, el can. 256 hace referencia a la
formación de los futuros sacerdotes en el ecumenismo.

El deseo de la unidad late en el corazón de todos los


cristianos sean católicos o no católicos. Sin embargo, parece que
la acción ecuménica sólo se realiza en el ámbito de las cúpulas,
al menos en el continente latinoamericano. Pero es un hecho que
la interacción con personas no católicas está presente en ciertos
momentos de la vida de los fieles cristianos, y el código trata de
dar normas para dichas situaciones. Véase, por ejemplo, los
cann. 844, 861, 908, 933, 1086 § 2, 1124-1129, 1127 § 3, que
regulan las materias sobre la «communicatio in sacris» y la
«communicatio in spiritualis». Otros ámbitos de trabajo en este
movimiento son: la edición ecuménica de la Biblia (can. 825 §

72
Véase PB arts. 135-138, 159-162, 163-165.
73
La tarea que compete al obispo diocesano en el fomento de la unidad de
los cristianos, puede verse en P ONTIFICIO C ONSEJO PARA LA P ROMOCIÓN DE
LA U NIDAD DE LOS C RISTIANOS , Vademecum ecuménico El Obispo y la
unidad de los cristianos, 4 diciembre 2020, en
https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2020/12/04
/doc.html.
78
2), los templos ecuménicos compartidos, los institutos
ecuménicos, etc.

11. Obediencia cristiana de los fieles hacia sus pastores

El can. 212 se ocupa de manifestar algunas obligaciones que los


fieles tienen respecto a sus pastores: a seguir, por obediencia
cristiana lo que sus pastores, en cuanto representantes de Cristo,
declaran como maestros de la fe o establecen como rectores de la
Iglesia. De la misma manera, tienen el derecho de manifestar sus
necesidades, especialmente las espirituales, y sus deseos. Y
tienen no sólo el derecho, sino a veces el deber de manifestar su
opinión públicamente sobre aquello que pertenece al bien de la
Iglesia, con las debidas condiciones (conocimiento, competencia
y prestigio sobre el asunto, salvando la integridad de la fe y las
costumbres, guardando la reverencia hacia los pastores y, que
sea de utilidad para el bien común y para la dignidad de las
personas).

12. Justa libertad de investigación y publicación sobre


ciencias sagradas

El can. 218 reconoce la justa libertad de quienes se dedican a las


ciencias sagradas. La libertad de investigación y la manifestación
de las conclusiones han de realizarse con prudencia y con el
debido obsequio al magisterio eclesiástico.

13. Otros principios del CCEO

El CCEO incluyó entre los cánones introductorios al Título XV


sobre el Magisterio Eclesiástico otros principios jurídicos
importantes, que no aparecen claramente en el CIC. Se enuncian
a continuación, porque pueden ser útiles para mejor comprender
y aplicar los cánones del Libro III.
79
- Corresponsabilidad en la función de enseñar (can. 596). Los
obispos enseñan en nombre de la Iglesia; quienes tienen el
mandato de enseñar ciencias sagradas cooperan con el obispo
en la misma tarea.

- Inculturación del Evangelio, tomando en cuenta las diversas


culturas y los signos de los tiempos (can. 601). Se debe
inculturar el Evangelio para responder a las perennes
interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida,
para ayudar a encontrar la solución a los problemas más
urgentes y nuevos o para mantener y promover el sentido de
la fe y, para proteger la integridad y la unidad de la fe (can.
604).

- La ayuda de las ciencias para llevar a una más consciente y


reflexiva vida de fe (can. 602).

- La ayuda de las letras y las artes para expresar y comunicar el


sentido de la fe (can. 603).

- La misión propia de los teólogos: profundizar, ilustrar y


defender la fe de la Iglesia, en fidelidad al magisterio y en el
contexto de una conveniente libertad (can. 606).

Conclusión

En todos estos cánones introductorios podemos descubrir el sello


inmediato del Vaticano II, exceptuando los cann. 751 y 754. Sin
embargo, la visión del Código de Derecho Canónico, en esta
parte, es claramente jerárquica, pues se fija más en la función
activa del magisterio de la Iglesia y sólo considera pasivamente
la participación de los demás fieles cristianos en la función de
enseñar de la Iglesia. En este sentido, el CCEO refleja mejor la
visión conciliar en los cánones introductorios sobre el magisterio
eclesiástico. De hecho ha omitido los cánones que serían
80
paralelos a los cann. 751 y 754 del código latino. Sin embargo,
en el resto del Libro III puede verse mejor la aplicación del
principio de la corresponsabilidad diferenciada en la función de
enseñar.

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