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El TESTIMONIO EN EL

MAGISTERIO DE LA IGLESIA
Álvaro Ginel Vielva
Director de la revista CATEQUISTAS

SÍNTESIS DEL ARTÍCULO.


1

El autor, experto conocedor de la catequesis, hace un recorrido por el


tratamiento que los documentos del Magisterio de la Iglesia han dado a
los conceptos de “testimonio” y de “testigo” desde el Concilio hasta
nuestros días: los textos conciliares Lumen gentium,Gaudium et Spes y
Ad gentes; la Evangelii nuntiandi de 1975 (para el autor, el texto más
importante sobre el tema que nos ocupa);
la Catechesi tradendae (1979); el Catecismo de la Iglesia Católica (1997,
aprobación de la edición típica); el Directorio General para la
Catequesis (1997) y los Lineamenta del Sínodo de octubre de 2012
sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. El
artículo constituye, creemos, un excelente retrato de la vocación
cristiana a ser testigos de la vida en Cristo, y resultará muy útil para
contextualizar la recepción de un documento que muchos esperamos
con ilusión, la próxima exhortación apostólica del papa Francisco sobre el
Sínodo de 2012.

Testigo: Persona que da testimonio de algo o lo atestigua. Persona que


presencia o adquiere directo y verdadero conocimiento de algo
(Diccionario de la RAE).

Testigo de la fe: Esta expresión la emplea el CIC (Catecismo de la


Iglesia Católica) para denominar a los creyentes que caminaron en la fe,
no en la visión, como Abrahán, María y otros (cf. CIC 164-165).

Testigos de la resurrección: Los Apóstoles que convivieron con Jesús


y que experimentaron su presencia resucitada y fueron enviados a
anunciarla a todo el mundo. (cf. CIC 858-860).

Testigo de Cristo: El que da a conocer el verdadero rostro de Dios y su


designio de amor y de salvación en favor de los hombres, tal como
Jesús lo reveló (cf. DGC 23). Por extensión, el que se asocia a los
testigos de la resurrección para ser también testigo de la resurrección
de Jesús (CIC, n. 995).

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Testimonio
– Las Tablas de la ley, las “diez palabras” o mandamientos que resumen
y proclaman de ley de Dios. Son llamadas “testimonio” en Ex 25,16;
31,18; 32,15; 34,29.

– La acción de manifestar la propia fe en Jesucristo en la realidad social


donde el creyente vive con obras y palabras. Es uno de los elementos
de la evangelización (cf. DGC 46).

Martirio: Supremo testimonio de la verdad de la fe.

Acotando el tema

La dirección de la revista “Misión Joven” me ha pedido un trabajo sobre


“El testigo en el Magisterio reciente”. Ya me tomo una licencia: el cambio
de testigo por el término testimonio. La razón es que el testimonio es la
comprobación de la verdad que da uno o una comunidad (los testigos)
de la verdad de la fe. Y una segunda advertencia al lector: el Magisterio
reciente lo he tenido que seleccionar nada más ponerme a trabajar. Las
primeras lecturas personales orientativas para hacer un esquema de
trabajo me proporcionaron dos constataciones:

a) La imposibilidad de abarcar todo el Magisterio reciente. No se


trataba de una tesis doctoral (¡bien posible!), sino de una línea
de acción que ayudara hoy a los agentes de pastoral a tener
una comprensión más clara cuando emplean el vocablo
b) La referencia continua al texto de Pablo
VI, Evangelii nuntiandi (1975), que se percibe en los
documentos posteriores.

El siguiente paso fue adoptar una metodología. Puse en el centro la


Exhortación Apostólica que acabo de mencionar y elegí unos
documentos que miraban al pasado y que posibilitó la doctrina contenida
en Evangelii nuntiandi.Meencontré con el Concilio Vaticano II,
3 Gaudium et Spes y Ad gentes. Los
especialmente con Lumen gentium,
años posteriores a 1975 están cargados de documentos. Es como entrar
en un bosque tupido de árboles o documentos. Todos tienen un mismo
río de riego: Evangelii nuntiandi. Tuve que seleccionar y
elegí: Catechesi tradendae (1979), elCatecismo de la Iglesia
Católica (1997, año de la aprobación de la edición típica), el Directorio
General para la Catequesis (1997).

La justificación de la elección es sencilla: estos documentos concentran


la reflexión catequética y sirven de manantial al que acuden y del que
beben otros documentos, tanto de la Iglesia Universal como de las
Iglesias Particulares. En espera de lo que será la nueva fuente, es decir,
la Exhortación Apostólica que sigue al último Sínodo (del 7 al 28 de
octubre de 2012) sobre La nueva evangelización para la transmisión de
la fe cristiana, he utilizado también la reflexión contenida en el texto
conocido como Lineamenta[1], a sabiendas de que no es un documento
magisterial propiamente dicho; pero sí es un lugar de encuentro y
concentración de reflexión del conjunto de la Iglesia, ya que se elabora
con las aportaciones que llegan de todo el mundo a la Secretaría del
Sínodo.

Actualidad de una reflexión sobre el testimonio

Hay palabras que se ponen de moda y que, con el uso, se pierde de vista
de dónde vienen y cuál es su sentido nuclear. Este fenómeno lleva a que
cada uno dé al término “su” sentido y este se convierta en una babel por
la pluralidad de significados. Así se acaba vaciando el término de su
contenido esencial.
Creo que es necesario tomar en consideración el momento presente que
vivimos y que viene de lejos: nos encontramos en un tiempo eclesial de
grandes desafíos por el cambio de época que atravesamos. Sin darnos
cuenta, están aconteciendo (no solo pasando a nuestro lado) unas
corrientes que sacuden todo el edificio pastoral que teníamos construido.
Los Lineamenta, después de describir la historia en la que la Iglesia
actúa y el periodo de fuertes cambios en nuestro mundo, concluyen así:
“La tarea de la evangelización se encuentra así frente a nuevos desafíos
4
que cuestionan prácticas hasta ahora consolidadas, que debilitan
caminos que eran habituales y estandarizados; en una palabra, que
obligan a la Iglesia a interrogarse nuevamente sobre el sentido de sus
acciones de anuncio y de transmisión de la fe. La Iglesia no llega, sin
embargo, sin preparación frente a tal desafío: se confrontó ya con él en
las asambleas que el Sínodo de los Obispos ha dedicado de modo
específico al tema del anuncio y de la transmisión de la fe, como las
correspondientes exhortaciones apostólicas
– Evangelii nuntiandi y Catechesi tradendae- lo atestiguan”[2]. Para
decirlo con otras palabras: vivimos una etapa histórica de construcción
lenta de pensamiento a base de profundización en el acervo teológico
pastoral del que la comunidad cristiana es portadora. Nos abrimos poco
a poco a la realidad eclesial y de la sociedad y llenamos de contenido
términos cuyo sentido dábamos por supuesto. No se trata de una “nueva
creación”, sino de una nueva reformulación que tiene en cuenta el
patrimonio de la Iglesia, su autoconciencia en estos momentos y los
desafíos del tiempo presente. En este marco histórico, ¿el uso del
término testimonio tiene connotaciones que en otras épocas no tuvo?

Finalmente, la actualidad de la reflexión sobre el testimonio se


desprende del mismo deber de evangelizar que es propio de la Iglesia.
Pablo VI terminaba su Exhortación apostólica así: “Él (el Señor) nos ha
ordenado transmitir a los demás, con su autoridad, esta revelación. No
sería inútil que cada cristiano y cada evangelizador examinasen en
profundidad, a través de la oración, este pensamiento: los hombres
podrán salvarse por otros caminos, gracias a la misericordia de Dios, si
nosotros no les anunciamos el Evangelio; pero, ¿podremos nosotros
salvarnos si por negligencia, por miedo, por vergüenza –lo que san Pablo
llama avergonzarse del Evangelio (Rom 1,16)- o por ideas falsas
omitimos anunciarlo? Porque eso significaría ser infieles a la llamada de
Dios, que, a través de los ministros del Evangelio, quiere hacer germinar
la semilla; y de nosotros depende el que esa semilla se convierta en
árbol y produzca fruto”[3].

Es decir, el testimonio, que es un elemento de la evangelización,


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no es opcional. Vamos a recorrer, aunque sea someramente, los matices
que la palabra ha ido recibiendo en el Magisterio reciente.

1. El Concilio Vaticano II

La primera mirada la tenemos que dirigir al Magisterio del Concilio


Vaticano II. Nos centramos en el documento conciliar sobre la Iglesia.

a) Lumen gentium

En la constitución dogmática Lumen gentium[4], el Concilio quiso


proclamar “con toda precisión a sus fieles y a todo el mundo su
naturaleza y su misión universal” (LG 1). Sin mencionar la palabra
testimonio cuando se habla de la Iglesia y su naturaleza, sí se dice que
“(la Iglesia) recibe la misión de anunciar el Reino de Cristo y de Dios, de
establecerlo en medio de todas las gentes, y constituye en la tierra el
germen y el principio de este reino” (LG 5). La misión de la Iglesia es
anunciar, establecer y ser germen del Reino en el aquí y ahora: en medio
de todas las gentes. Estar en medio, ser visible como luz y sal (Mt 5,13-
16) es tarea primera eclesial que tendrá concreciones según tiempos y
espacios.

Encontramos la palabra testigo explícitamente en el capítulo dedicado a


los laicos: “El apostolado de los laicos es la participación en la misma
misión salvífica de la Iglesia, a cuyo apostolado todos están llamados por
el mismo Señor en razón del bautismo y de la confirmación… Así pues,
todo laico, por los mismos dones que le han sido conferidos, se convierte
en testigo e instrumento vivo, a la vez, de la misión de la misma
Iglesia en la medida del don de Cristo (Ef 4,7)” (LG 33). La
palabra testigo es empleada en referencia directa a los laicos y expresa
su participación en la misión de la Iglesia por razón del bautismo y de la
confirmación. Podemos decir que el testimonio es la verificación práctica
de la misión de la Iglesia. Cuando “la misión de la Iglesia” deja de ser
una idea y deviene realidad, tenemos al testigo y con él, el testimonio.
La raíz y la razón del testimonio de los laicos arrancan de los
sacramentos recibidos, no de otra “delegación” recibida. En estos dos
6
sacramentos está el origen de todo; el apostolado no es un añadido a la
vida cristiana. Es la forma de ser Iglesia del laico. No es algo que se
confiere, que se manda, que se da o añade a la identidad cristiana por
una autoridad; es algo que se es.

Más adelante podemos leer: “Cristo, Profeta grande, que por el


testimonio de su vida y por la virtud de su palabra proclamó el Reino del
Padre, cumple su misión profética hasta la plena manifestación de la
gloria no solo a través de la jerarquía, que enseña en su nombre y con su
potestad, sino también por medio de los laicos a quienes, por ello,
constituye en testigos y les ilumina con el sentido de la fe y la gracia de
la palabra para que la virtud del Evangelio brille en la vida cotidiana,
familiar y social” (LG 35).

El testimonio de la Iglesia es la continuidad del testimonio de Cristo.


Parece, según este texto, que hay varias formas de ser testigo en la
Iglesia o de participar en el testimonio que es Cristo: el jerárquico y el
laical. El testimonio laical no es voluntarismo perfeccionista o
exterioridad, sino don u obra de Cristo profeta que hace que el mensaje
del Evangelio brille en la vida cotidiana, familiar y social.

No se impone uno a sí mismo la tarea de dar testimonio. El testimonio es


acción de Dios en el bautizado. Ser testigo y dar testimonio no es
ocurrencia personal: tiene un origen, que es el testimonio del mismo
Cristo en la forma de anunciar el reino; tiene también un ámbito: el seno
de la Iglesia. Cristo es el que constituye en testigos a todos los
bautizados. En Cristo, Dios se ha hecho visible; en el bautizado, Cristo se
hace visible y cercano entre los hombres y mujeres de hoy por la fuerza
del Espíritu. De este modo podemos decir que el testimonio es la obra
del Espíritu que se manifestaba en Jesús y que él entregó a su Iglesia[5].

Podemos sintetizar el pensamiento de Lumen gentium diciendo que el


testimonio de los bautizados no arranca de un imperativo de acción
pastoral, ni de la necesidad de hacer algo; sencillamente mana de lo que
se es: bautizado, incorporado a la vida y misión de Jesús y de su Iglesia.
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Viviendo su bautismo, ya el bautizado da testimonio.

b) Ad gentes

El decreto Ad gentes[6] habla sobre la Iglesia enviada por Dios “a las


gentes” para ser “sacramento universal de salvación”. Dedica los
números 11 y 12 al testimonio cristiano.

El horizonte desde el que se habla de la Iglesia es su aspecto misionero,


es decir, una Iglesia enviada a lugares y personas donde el nombre de
Dios no es conocido y debe anunciarse la salvación y vida traídas por
Jesús.

Testimonio así se convierte en estar presentes, “en manifestar con el


ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra el hombre nuevo de que
se revistieron por el bautismo y la virtud del Espíritu Santo, por quien
han sido fortalecidos por la confirmación” (AG 11).

El testimonio es un “combinado” de presencia, de ejemplo de vida, de


testificación de palabra de la fe que les anima.

Si se analizan las sugerencias que el decreto Ad gentes propone de cómo


estar presente y dar testimonio, observamos concreciones como:
sentirse pueblo, participar en la vida cultural y social, participación en
tradiciones típicas reconociendo las semillas de la Palabra que en ellas
hay e intentando llevarlas a una transformación, escuchar el corazón de
los hombres, conversar con ellos… No se habla de una presencia “desde
la barrera”, como observadores, sino de una presencia de encarnación,
de meterse dentro de la realidad sin perder identidad (sacramentos de la
iniciación) y sin perder la fuerza renovadora de todo (fermento en la
masa, cf. Mt 13,33).

2. Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi

Damos un salto y nos situamos en la reflexión posconciliar, a los diez


años de terminado el Vaticano II. La Exhortación
apostólica Evangelii nuntiandi[7] (EN) es la síntesis que el papa Pablo VI
ofreció a la Iglesia tras el sínodo8 sobre La evangelización en el mundo
moderno. Vamos a seguir la lógica interna de la Exhortación para ver
cómo se llena de contenido el término testimonio. Estamos ante el
documento que hoy sigue siendo referencia indiscutible a la hora de
hablar de evangelización y de testimonio, entendido este como uno de
los elementos de la evangelización.

Al plantearnos las preguntas “qué se entiende por testimonio” y “qué


contenido le da la Exhortación” ahora analizada, destacamos estos
elementos:

a) El testimonio de Cristo: profecía y palabra de Dios realizada

– El punto de arranque de la reflexión sobre el testimonio en EN es la


persona de Jesús, la conciencia que Jesús tiene de sí mismo: “Tengo que
ir también a otras ciudades a llevarles la Buena Noticia del reino de Dios,
pues para esto he sido enviado” (Lc 4,43). Y un poco antes, en la
sinagoga de Nazaret, reconoce que en él se cumple la profecía de Isaías:
“El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha consagrado para llevar
a los pobres la buena noticia de la salvación” (Lc 4,18.21; Is 61,1-2). Así
pues, se siente con una misión y con la plenitud del Espíritu de Dios que
está sobre él. Está unido al Padre. Toda su predicación y sus gestos
proféticos no son una invención ni una ocurrencia personal: son misión,
una revelación: el querer del Padre sobre él (cf. Jn 4,34); por tanto, son
obediencia y cumplimiento de la promesa de alianza entre Dios y los
hombres. Jesús tiene conciencia de que está enraizado en el Padre que le
envía. Por eso puede testificar, y su testimonio será profecía y palabra de
Dios realizada, palabra de Dios que convoca, palabra de Dios que
provoca ya sea la conversión o el rechazo.

– De lo que Jesús hace y manda hacer a los Doce, nace la Iglesia. Esta es
“un fruto normal, deseado, el más inmediato y el más visible: Id, pues,
enseñad a todas las gentes” (EN 15). La Iglesia, por voluntad de Jesús,
permanece en el mundo como signo, opaco y luminoso al mismo tiempo,
de una nueva presencia de Jesucristo. En la Iglesia, nacida en el
9
momento de su partida hacia el Padre, sigue su permanencia: “En ella
(en la Iglesia, en la nueva comunidad nacida de la acogida de Jesús), la
vida íntima –la vida de oración, la escucha de la palabra y de las
enseñanzas de los Apóstoles, la caridad fraterna, el pan compartido- no
tiene pleno sentido más que cuando se convierte en testimonio, provoca
la admiración y la conversión, se hace predicación y anuncio de la buena
nueva” (EN 15).

Testimonio es el reflejo exterior de la vida de comunión con el Padre. O,


de otra manera, lo visible de lo íntimo, relacional y personal de cada
bautizado y de la Iglesia con el Dios trinitario. Por eso tiene enorme
sentido la afirmación de que el testimonio de la Iglesia depende de
evangelizarse a sí misma; tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que
debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor
(cf. EN 15).

b) ¿Cómo evangeliza Jesús?

Jesús lleva a cabo el anuncio y la proclamación del Reino de Dios:

– Con sus palabras, que desvelan el secreto de Dios y sus designios y


promesas (EN 11).

– Con signos que provocan estupor: enfermos curados, agua convertida


en vino, los pequeños son evangelizados, pan multiplicado y su propia
resurrección (EN 12).
– Con una comunidad formada por los que han acogido con sinceridad la
buena nueva y se reúnen en nombre de Jesús para buscar juntos el
reino, construirlo, vivirlo. Los evangelizados, se convierten en
evangelizadores (EN 13).

c) Importancia del testimonio

Desde este planteamiento cristológico, EN desarrolla la importancia del


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testimonio en la acción evangelizadora de la Iglesia:

– El testimonio forma parte de la evangelización, no es un elemento


aislado. Es constitutivo del complejo acto de evangelización, junto al
anuncio explícito, a la adhesión de corazón, a la formación de la
comunidad, a la renovación de la humanidad (EN 24).

– No se anuncia a otros algo distinto de lo que se es. El testimonio es la


asimilación e interiorización del mensaje de Jesús hecho vida visible:
“Hoy, más que nunca, el testimonio de vida se ha convertido en una
condición esencial con vistas a una eficacia real de la predicación. Sin
andar con rodeos, podemos decir que en cierta medida nos hacemos
responsables del Evangelio que proclamamos” (EN 76).

– El testimonio es una palabra sin palabras, una pregunta provocadora o


una afirmación que corrobora la palabra: “Todos los cristianos están
llamados a este testimonio y, en este sentido, pueden ser verdaderos
evangelizadores” (EN 21).

– Es un gesto inicial, es decir, insuficiente; necesita de la palabra, de la


explicación; lo que Pedro llama “dar razón de vuestra esperanza” (1Pe
3,15). “No hay verdadera evangelización mientras no se anuncie el
nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús
de Nazaret, Hijo de Dios” (EN 22).

– Pablo VI, al señalar los medios de evangelización, reconoce que la


pregunta de cómo evangelizar es siempre actual porque cambian las
circunstancias de tiempo, lugar y cultura (EN 40). Dicho esto, afirma:
“Para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un
testimonio de vida auténticamente cristiana,entregada a Dios en una
comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada igualmente
al prójimo con un celo sin límites” (EN 41). El testimonio no depende del
tiempo, ni de los lugares ni de las culturas. En todo contexto, es visible la
conducta de las personas, la pobreza y el desprecio de los bienes
materiales, la libertad frente a los poderes del mundo, la santidad de
vida.
11

En resumen, Evangelii nuntiandi va trenzando poco a poco el concepto


de testimonio comenzando por Jesús, que es el testimonio del Padre en
medio de este mundo, especialmente entre los pobres. La relación que
mantiene con el Padre, y cuanto de él nos revela, son el núcleo del
testimonio. Jesús es testimonio del Padre. De la misma manera, la vida
íntima de la comunidad de seguidores de Jesús es la prolongación y
continuación del testimonio iniciado por Jesús. La novedad que refleja la
comunidad de bautizados es la vida según el Evangelio. Una vida que
manifiesta el cambio interior y que provoca en los otros un proceso de
cambio interior hacia una vida íntima con Dios: la oración (relación con el
Padre a través de Jesús y por la acción del Espíritu); la escucha de la
Palabra y la fracción del pan, a ejemplo de la primera comunidad (cf. Hch
2,42); la caridad fraterna (cf. Hch 4,32-37).

3. Catechesi tradendae

La Exhortación apostólica Catechesi tradendae (CT) creó expectativa y


fue deseada y esperada en la Iglesia. Su lectura produjo un cierto
desconcierto porque reflejaba una sensibilidad un poco distinta de lo que
EN había significado.

Es llamativa la ausencia de términos como testigo y testimonio en la


Exhortación apostólica[8]Catechesi tradendae, fruto de la IV Asamblea
General Ordinaria, o Sínodo de los Obispos, del 30 de septiembre al 29
de octubre de 1977, que trató el tema El catecismo de nuestro
tiempo[9].
La Exhortación apostólica subraya la importancia de la catequesis en la
Iglesia “como una tarea absolutamente primordial de su misión” (CT 15).
El ángulo desde el que se ve la catequesis pone el acento en la
dimensión cognitiva, en la enseñanza. Hay expresiones como
“enseñanza catequética” (CT 17), “enseñar la fe” (CT 19), “la catequesis
en cuanto educación de la fe de los niños, de los jóvenes y adultos, que
comprende especialmente una enseñanza de la doctrina cristiana, dada
generalmente de modo orgánico y sistemático, con miras a iniciarlos en
12
la plenitud de la vida cristiana” (CT 18). Sin olvidar otras dimensiones de
la catequesis, “insisto en la necesidad de una enseñanza cristiana
orgánica y sistemática, dado que desde distintos sitios se intenta
minimizar su importancia” (CT 21).

Es cierto que la Exhortación no reduce la catequesis a enseñanza,


aunque acentúa este aspecto. También la catequesis es relacionada con
el primer anuncio “o predicación misional por medio del kerigma para
suscitar la fe apologética o búsqueda de las razones de creer,
experiencia de vida cristiana, celebración de los sacramentos,
integración en la comunidad eclesial, testimonio apostólico y misional”
(CT 18). “La catequesis es tan necesaria para la madurez de la fe de los
cristianos como para su testimonio en el mundo” (CT 25).

Podemos advertir una preocupación latente en toda la Exhortación: del


conocimiento mayor (que viene por la enseñanza de la doctrina
cristiana) de los misterios de Cristo depende la verdadera conversión, la
vida más coherente con el querer de Dios y el testimonio. Hay que
formar al cristiano de hoy para vivir en un mundo que ignora
ampliamente a Dios; de ahí que se apueste por formar a los jóvenes y
adultos para permanecer “lúcidos y coherentes en su fe, a afirmar
serenamente su identidad cristiana y católica, a ‘ver lo invisible’ (Heb
11,27), y a adherirse de tal manera al absoluto de Dios que puedan dar
testimonio de él en una civilización materialista que lo niega” (CT 57).
Para resumir, se parte de la existencia de un contexto cultural adverso
(civilización materialista) en la que el cristiano tiene que saber
“manejarse”, “defenderse” y “dar razón de su fe”. Para ello se insiste en
la necesidad de tener razones sobre la fe, de tener estructura orgánica
de la fe, de estar capacitado para dialogar y confrontar la fe con quien la
niega. El saber sobre la fe es esencial para la madurez de la fe y la
vivencia de la fe, y, en consecuencia, para dar testimonio de la fe.

Este enfoque de fondo de la Exhortación, que no niega otras


características de la formación religiosa sino que acentúa una, es posible
que haya que vincularlo al contexto de pastoral y de realidad social de
13
los que procedía el PapaWojtyla.

4. Catecismo de la Iglesia católica

Nos asomamos al Catecismo de la Iglesia Católica[10] (CIC). Se trata de


un documento magisterial bien distinto de los vistos hasta el momento.
El catecismo es “una presentación auténtica y sistemática de la fe y de
la doctrina católica”[11]. La catequesis encuentra en este libro el camino
plenamente seguro para presentar con renovado impulso a los hombres
de nuestro tiempo el mensaje cristiano en todas y cada una de sus
partes.

Al analizar el índice temático hay que destacar que se recogen los


términos testigo y testimonio.

a) Testigo

El término testigo va relacionado con dos grupos de miembros de la


comunidad cristiana:

– Los apóstoles: “testigos escogidos y enviados en misión por el mismo


Cristo” (CIC 857), “testigos del Resucitado… piedras de la fundación de
la Iglesia… La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el
testimonio de hombres concretos…” (CIC 642).

– El bautizado: “A los bautizados el sacramento de la confirmación los


une más íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una fortaleza
especial del Espíritu Santo. De esta forma quedan obligados aún más,
como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus
palabras y obras” (n. 1285).

La definición de testigo que el Catecismo proporciona es: “Ser testigo de


Cristo es ser ‘testigo de la resurrección’ (Hch 1,22), ‘haber comido y
bebido con él (Cristo) después de su resurrección de entre los muertos’
(Hch10,41)”. Los Apóstoles son testigos por contacto directo con el Señor
Jesús; el bautizado lo es por la fe y la gracia recibida en el bautismo. En
14
el fondo, se trata de un conocimiento y una aceptación del Resucitado
que cambia la vida al poner en el centro de la persona, por un acto de fe,
al Enviado de Dios, Jesucristo.

b) Testimonio

El testimonio es la manera visible y constatable de vida nueva con


palabras y con obras de los que han sido testigos de la Resurrección del
Señor y han aceptado el bautismo en el nombre del Resucitado.

El testimonio de los creyentes tiene varias manifestaciones o exigencias


intrínsecas y de anuncio:

– Para enseñar a otros a buscar a Dios (CIC 30).

– Como fidelidad de los bautizados a la nueva vida asumida; el


testimonio es condición primordial para el anuncio del Evangelio y para
la misión de la Iglesia en el mundo: “El mismo testimonio de la vida
cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural son
eficaces para atraer a los hombres a la fe y a Dios” (CIC 2044).

– Es un deber que se desprende de la misma fe: guardarla, vivirla,


testimoniarla (CIC 1816; 2087). El cristiano no debe avergonzarse “del
testimonio del Señor” (2Tim 1,8); en las situaciones que exigen dar
testimonio de la fe, el cristiano debe profesarla sin ambigüedad (CIC
2471). “El deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia
los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y de las obligaciones
que de él se derivan. Este testimonio es transmisión de la fe en palabras
y obras. El testimonio es un acto de justicia que establece o da a conocer
la verdad: “Todos los fieles cristianos, donde quiera que vivan, están
obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de su
palabra al hombre nuevo del que se revistieron en el bautismo y la
fuerza del Espíritu Santo que les ha fortalecido con la confirmación” (AG
11)” (CIC 2472).

– El servicio y el testimonio de la fe son requisitos para la salvación:


15
“Todo aquel que se declare por mí antes los hombres, yo también me
declararé por él ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10,32) (CIC
1816).

Lo que el CIC acentúa lo podemos resumir en tres puntos:

– El testimonio tiene como punto de arranque la confesión en la


resurrección de Jesús, es decir, el bautismo y la confirmación.

– El testimonio, por pequeño se sea, es la manera de vivir en la realidad


la vida cristiana. No puede no existir testimonio cristiano si hay vivencia
de la vida bautismal.

– El testimonio de los bautizados es necesario para el anuncio y para el


cumplimiento de la misión de la Iglesia. Gracias a él, otros hombres y
mujeres se pueden abrir al mensaje de Jesús y buscar a Dios.

5. El Directorio General para la Catequesis

El día 15 de agosto de 1997 firmaba Juan Pablo II el Directorio General


para la Catequesis[12] (DGC). La fecha de firma del Directorio coincide
con la de la Carta Apostólica Laetemur magnopere con la que se
aprobaba la edición típica del Catecismo de la Iglesia Católica. No
obstante, primero se presentó en público el Catecismo (8 de septiembre
de 1997), y posteriormente el Directorio (18 de septiembre de 1997).

Es interesante observar que hay una diferencia de 10 días en la


presentación de estos dos textos. Se hace coincidir en el tiempo tanto
el Directorio, instrumento de orientación de la catequesis para la Iglesia
católica, como el instrumento o referencia de los contenidos de la
catequesis, el Catecismo.

Nos importa rastrear en el DGC qué se dice del testimonio, ya que su


finalidad es orientar y regir la acción la acción pastoral, más en concreto,
la catequesis.

16
a) Dónde se sitúa el testimonio

El testimonio arranca de la misión primordial de la Iglesia, que es


anunciar y ser testimonio de Dios ante el mundo[13], y es un elemento
de la evangelización[14] junto al anuncio, la palabra, los sacramentos. La
importancia del testimonio en la evangelización es fundamental para la
catequesis porque manifiesta que el testigo ha asumido una nueva
manera de ser y de vivir propia de los cristianos[15]. Lo específico del
testimonio, tanto de la Iglesia como del bautizado, es el encuentro
personal con Dios y la permanente unión con él[16] que transforma toda
la existencia.

1. b) Testimonio y catequesis

El testimonio es un elemento de la evangelización, como acabamos de


ver. Al hablar de él desde el ángulo específico de la catequesis podemos
señalar alguna peculiaridad, no tanto en lo que es esencial al testimonio
(manifestación de la comunión e intimidad con Jesucristo que la persona
mantiene), sino en cuanto a lo que es propio de la catequesis. La
finalidad de la catequesis es justamente “poner a uno no solo en
contacto, sino en comunión, en intimidad con Jesucristo”[17]. ¿Qué
aporta la catequesis para alcanzar el objetivo?

– Una comunidad que es para el bautizando o catecúmeno “fuente,


lugar y meta… lugar visible del testimonio de la fe…”[18]. En algún
momento se define a la comunidad cristiana como “catequesis
viviente”[19].

– Un catequista formado de tal manera que “su acción brote, en verdad,


del testimonio de su vida”[20]. El testimonio de los catequistas es
considerado de tal manera que se le denomina “patrimonio de
pedagogía de la fe”[21]. Si todos los miembros de la comunidad han de
dar testimonio de la fe, no todos reciben la misión de ser
17
catequistas[22]

Resumiendo, podemos decir que el DGC sintetiza la reflexión sobre la


evangelización del momento eclesial en que aparece. El Directorio
entiende el testimonio como un elemento de la evangelización, que unas
veces precede al anuncio[23] y otras sigue al anuncio, pero siempre es
elemento verificador de la fe de la persona. El testimonio de la
comunidad y del catequista son imprescindibles (catequesis viviente) en
la acción catequética.

6. Lineamenta

La XIII Asamblea General Ordinaria o Sínodo de los Obispos de 2012,


sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, tuvo
como documento previo para suscitar la reflexión y preparación
los Lineamenta[24].Advertimos desde el inicio que no se trata de un
documento magisterial. De todas formas, me ha parecido importante
asomarme a él puesto que recoge “el sentir” (no un cuerpo doctrinal) de
la Iglesia en el momento de abordar la reflexión sinodal sobre la nueva
evangelización y la transmisión de la fe. El tema del Sínodo de 2012 se
sitúa en la línea de los dos Sínodos precedentes: el del 1974 y el de
1977, agrupando en una única temática lo que la Iglesia reflexionó en
dos sínodos: evangelización (1974), catequesis (1977).

a) Nueva evangelización

Lo primero que hay que destacar es la novedad de vocabulario respecto


a los Sínodos mencionados del final del siglo XX. Nueva
evangelización es una terminología nueva. De hecho, Lineamenta se
encarga de precisar el significado de la expresión. Hay muchas
definiciones de nueva evangelización a lo largo del documento[25].
Destacamos una que puede englobar a todas las demás: “La nueva
evangelización es una acción sobre todo espiritual, es la capacidad de
hacer nuestros, en el presente, el coraje y la fuerza de los primeros
cristianos, de los primeros misioneros… es una acción que exige un
proceso de discernimiento acerca del estado de salud del cristianismo, la
18
evaluación de los pasos realizados y de las dificultades
encontradas”[26] . Ya vemos en la definición una orientación que estará
muy presente en todo el documento: subrayar que se trata de
una acción sobre todo espiritual.

b) Realizar experiencia de Dios

Lo que en definitiva se pregunta la comunidad eclesial en la presente


realidad que vive es cómo posibilitar la realización de la experiencia de
Dios a los hombres y mujeres de nuestro mundo. Al hacerse la pregunta,
parece que la respuesta incluye un principio básico: imposible posibilitar
la experiencia de Dios sin manifestar primero (o a la vez) una
experiencia de Dios vivida y visible. La interrogación mira al presente y
al futuro, y cuenta con la riqueza de la historia de la Iglesia. Por otra
parte, si hablamos de nueva evangelización no es por retórica, sino por
celo misionero para poder cumplir hoy el mandato del Señor: “Id y haced
discípulos” (Mt 28,19-20). La nueva evangelización ha sido siempre
presentada, cada vez con mayor claridad, como el instrumento gracias al
cual es posible hacer frente a los desafíos de un mundo en acelerada
transformación y como camino para vivir el don de ser congregados por
el Espíritu Santo para realizar la experiencia de Dios, que es para
nosotros Padre, dando testimonio y proclamando a todos la buena noticia
–el Evangelio- de Jesucristo[27] .

c) Acentuaciones
A la hora de responder a la pregunta de cómo facilitar la experiencia de
Dios y la transmisión de la fe, advertimos algunas claras acentuaciones
en relación con el tema del testimonio que a nosotros nos interesa:

– La presencia y acción del Espíritu. La evangelización no es solo


esfuerzo de creyentes, sino acción de Dios por su Espíritu: “La Iglesia no
asume solo el papel de actor, de sujeto de proclamación, sino también el
rol reflexivo de la escucha y del discipulado…La Iglesia es fruto visible de
19
esa ininterrumpida obra de evangelización que el Espíritu guía a través
de la historia, para que el pueblo de los redimidos dé testimonio de la
memoria viva del Dios de Jesucristo”[28]. La Iglesia es consciente de
que la dirección de la acción evangelizadora corresponde al Espíritu: en
él confía para reconocer los instrumentos, los tiempos y los espacios de
aquel anuncio que ella está llamada a emprender[29].

– La conversión de la Iglesia. Ya Pablo VI había dicho: “La Iglesia siempre


tiene necesidad de ser evangelizada, si quiere conservar su frescor, su
impulso y su fuerza para anunciar el Evangelio” (EN 15). En esta misma
línea podemos leer expresiones como: “La pregunta acerca de la
transmisión de la fe, que no es una empresa individualista y solitaria,
sino más bien una acontecimiento comunitario, eclesial, no debe orientar
las respuestas en el sentido de la búsqueda de estrategias
comunicativas eficaces y ni siquiera debe centrar la atención
analíticamente en los destinatarios, por ejemplo los jóvenes, sino que
debe ser formulada como una pregunta que se refiere al sujeto
encargado de esta operación espiritual. Debe transformarse en una
pregunta de la Iglesia sobre sí misma. Esto permite encuadrar el
problema de manera no extrínseca, sino correctamente, porque
cuestiona a toda la Iglesia en su ser y en su vivir”[30]. Y otro: “La nueva
evangelización es el nombre dado a esta nueva atención de la Iglesia a
su misión fundamental, a su identidad y razón de ser”[31]. La
transmisión de la fe es una experiencia que impulsa a la Iglesia y a cada
bautizado a descubrir continuamente la propia identidad, la presencia de
Cristo entre nosotros, el rostro de Dios que es nuestro Padre[32].
– Presencia consciente y responsable en el mundo. “La nueva
evangelización es una actitud, un estilo audaz. Es la capacidad de parte
del cristianismo de saber leer y descifrar los nuevos escenarios que en
estas últimas décadas han surgido dentro de la historia humana, para
habitarlos y transformarlos en lugares de testimonio y de anuncio del
Evangelio”[33] . “Nueva evangelización es sinónimo de renovación
espiritual de la vida de fe de las Iglesias locales, de puesta en marcha de
caminos de discernimiento de los cambios que están afectando la vida
20
cristiana en varios contextos culturales y sociales, de relectura de la
memoria de la fe, de asunción de nuevas responsabilidades y energías
en vista de una proclamación gozosa y contagiosa del Evangelio de
Jesús”[34].

d) Testimonio

– Es difícil desgajar en un apartado específico el concepto de testimonio


en Lineamenta. El testimonio es un todo, un conjunto, una manera de
ser, vivir, estar en el mundo como bautizados y creyentes, como
comunidad nacida de la Resurrección. Esta es la originalidad que
presenta Lineamenta. Quien ama la propia fe se preocupará también de
transmitirla, de llevarla a otros y permitir a los otros participar en ella.
“La falta de celo misionero es carencia de celo por la fe”[35]. Nueva
evangelización “es el esfuerzo de renovación que la Iglesia está llamada
a hacer para estar a la altura de los desafíos que el contexto
sociocultural pone a la fe cristiana, a su anuncio y a su testimonio, en
correspondencia con los fuertes cambios que están teniendo lugar”[36].

– El término testimonio va muy unido a la expresión de san Pedro “dar


explicación a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1Pe
3,15). Se habla de un “nuevo estilo” de responder con delicadeza y con
respeto, teniendo buena conciencia (1Pe 3,16), con fuerza humilde que
proviene de la unión con Cristo en el Espíritu. El “nuevo estilo” es
descrito así: “El nuevo estilo debe ser global, es decir, debe abrazar el
pensamiento y la acción, los comportamientos personales y el testimonio
público, la vida interna de nuestras comunidades y su impulso misionero,
la atención educativa y la entrega cuidadosa a los pobres, la capacidad
de cada cristiano para tomar la palabra en los contexto en los cuales
vive y trabaja con el fin de comunicar el don cristiano de la
esperanza”[37].

– Será posible el testimonio si somos capaces de cuestionar[38] lo que


hacemos y el rostro de Dios que anunciamos…, de repensar su acción…,
aunque esté consolidada y estandarizada. La nueva evangelización es lo
contrario a la autosuficiencia y al repliegue sobre sí mismo, a la
21
mentalidad del status quo y a una concepción pastoral que considera
suficiente seguir haciendo las cosas como siempre han sido hechas[39].

A manera de resumen, tenemos que decir que Lineamenta mira muy de


cerca a EN. En esa Exhortación encuentra la fuente de su reflexión, la
profundiza y la actualiza para nuestro hoy. Como ejes de fondo que
recorren todo su pensamiento, en lo que se refiere a nuestro tema de
estudio, podemos destacar:

– El protagonismo del Espíritu en la misión evangelizadora de la Iglesia,


lo que hace irreductible la tarea evangelizadora a acciones y a métodos
puramente humanos o técnicos.

– La dimensión de conversión al Evangelio y vivencia de este por parte


de la Iglesia, lo cual es una invitación a permanecer constantemente en
actitud de discipulado, de continua evangelización para conservar su
frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el Evangelio.

– La conciencia de ser una Iglesia inmersa en el mundo sin miedo ni


repliegues sobre sí misma, en continuo ejercicio de discernimiento y
confrontación entre lo que cree, la forma de vivirlo y las realidades
terrenas en las que está implantada.

– El nuevo estilo de testimonio global, es decir, que abarque el


pensamiento, la acción, los comportamientos, la vida interna de la
misma comunidad.
Conclusiones

– El magisterio reciente de la Iglesia está atravesado a lo largo del


tiempo y de los diversos documentos por una continua referencia a los
testigos y a la acción de estos: el testimonio.

– Ser testigo y dar testimonio pertenece a la esencia del bautizado, del


incorporado al misterio de Dios, a través de su Hijo y por la acción del
22
Espíritu y la mediación de la Iglesia. En este sentido, el testimonio no es
algo exigido desde fuera, por una imposición o mandato, por un
voluntarismo (“¡Hay que dar testimonio! ¡Hay que ser buenos! ¡Hay que
dar ejemplo!”), sino que es sencillamente una consecuencia inherente a
la vivencia bautismal.

– El testimonio es una presencia humilde, como fermento, pero al mismo


tiempo una presencia muy enraizada en la realidad donde vive el
bautizado; el testimonio es una prueba visible de la acción del Espíritu
en la persona que es capaz de cambiar el corazón hasta transformarlo
según el modelo de vida de Jesucristo.

– Existe una continuidad de reflexión sobre el testimonio que nace de la


profundización en las fuentes y raíces que sustentan el testimonio: la
vida de Jesús, el mandato de Jesús a los suyos de que la Iglesia anuncie
a todos la Buena Nueva, la incorporación a la Iglesia por el bautismo y la
confirmación, la vivencia personal y comunitaria de alianza y relación
con el Padre, a través de Jesús y por la fuerza del Espíritu.

– Sí se percibe en algunos documentos (EN y Lineamenta) una


acentuación del testimonio de la Iglesia y de cada bautizado en el
momento presente. Así, en el capítulo titulado medios de evangelización,
EN pone como primer medioel testimonio de vida de la Iglesia. Martín
Velasco hace una interesante reflexión sobre la prioridad del testimonio
en el momento actual: “La eficacia del testimonio –en el caso del
testimonio religioso– me parece que reside en el hecho de que, al poner
la propia vida como garantía de la fidelidad a la persona de la que se da
testimonio, se pone ante los destinatarios del mismo un acto en el que el
sujeto realiza el reconocimiento de Dios como Dios y transparenta el
descentramiento absoluto, el trascendimiento absoluto de sí que
caracteriza a la actitud creyente. De esta forma, el testimonio no
transmite la fe, ni la suscita de forma automática; tal transmisión
eliminaría la fe, que solo puede existir como el acto más libre de la
persona. Pero la eficacia del testimonio reside en que refleja el absoluto
de Dios como no podría reflejarlo ninguna otra realidad humana;
23
transparenta la Presencia originante, a la que el creyente-testigo
consiente como ninguna otra acción podría hacerlo. De esa forma, el
testimonio constituye la más adecuada y eficaz invitación a la fe, la más
perfecta propuesta de la fe que pueda darse. En el testimonio, la “huella
de la Presencia, presentida en la realidad de la existencia del testigo,
transparenta esa Presencia y constituye su más cercana señal y la más
eficaz invitación a su reconocimiento”[40]. Por decirlo con palabras de la
EN, el testimonio es exigido hoy de una manera más fuerte porque: a)
“el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan
testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan es
porque dan testimonio”[41]; b) el testimonio es la prueba de “fidelidad a
Jesucristo, de pobreza y despego de los bienes materiales, de libertad
frente a los poderes del mundo, en una palabra: de santidad”[42].

– El testimonio es propio de todo bautizado y es un elemento del


complejo proceso de evangelización. Pueden darse acentuaciones,
matices, pero es necesario un equilibrio sin exclusivismos, como podría
ser: “Tal colectivo eclesial es el que tiene que dar testimonio, nosotros
no”. Argumentos de este tipo olvidan algo esencial: el testimonio tiene
como fuente el bautismo común a todo bautizado, no la función que se
realiza en la Iglesia. Es la Iglesia entera, y cada uno de sus miembros, la
que está llamada a dar testimonio de vida auténticamente cristiana,
“entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y a la
vez consagrada igualmente al prójimo con un celo sin límites”[43].
ÁLVARO GINEL VIELVA

[1] http://www.vatican.va/roman_curia/synod/documents/rc_synod_doc_2
0110202_lineamenta-xiii-assembly_sp.html. Yo utilizaré, para citar en
este trabajo, la edición española hecha por la BAC, Madrid 2012.
[2] Sínodo de los Obispos. XIII Asamblea General Ordinaria, La nueva
evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Lineamenta, Edición
BAC, Madrid 2012, p. 24.
24
[3] EN 80.
[4] http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/docume
nts/vat-ii_const_19641121_lumen-gentium_sp.html
[5] JOSÉ M. ÁBREGO DE LACY, “Testimonio”, en Nuevo Diccionario de
Catequética, Ed. San Pablo, Madrid 1999, p. 2208.
[6] http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/docume
nts/vat-ii_decree_19651207_ad-gentes_sp.html
[7] PABLO VI, Evangelii nuntiandi (La evangelización del mundo
contemporáneo), PPC, Madrid 1975.
http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/apost_exhortations/documents/
hf_p-vi_exh_19751208_evangelii-nuntiandi_sp.html
III Asamblea General Ordinaria del Sínodo: 27 de septiembre al 26 de
octubre de 1974. La Exhortación Apostólica aparece el 18 de diciembre
de 1975. En ese momento confluían en la Iglesia varios acontecimientos:
clausura del Año Santo, que desbordó las mejores previsiones; la
celebración de los diez años de clausura del Vaticano II; el primer
aniversario de la clausura del Sínodo de la evangelización, el que más
interés había suscitado en la Iglesia hasta ese momento.
[8] JUAN PABLO II, Catechesi tradendae. Exhortación apostólica sobre la
catequesis
hoy. http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_exhortations/d
ocuments/hf_jp-ii_exh_16101979_catechesi-tradendae_sp.html
[9] El sínodo de 1977 quería ser una continuación y concreción en su
aspecto catequético del de 1974. Después del Sínodo, varios
acontecimientos hicieron que la reflexión post sinodal sufriera
variaciones. En primer lugar, Pablo VI, el Papa que había convocado el
Sínodo y firmado la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, muere el
6 de agosto de 1978. Le sucede Juan Pablo I el 26 de agosto de 1978,
pero muere el 28 de septiembre, un mes después, sin poder ofrecer a la
Iglesia la reflexión sinodal. El 16 de septiembre de 1978 es elegido Juan
Pablo II, que publicará Catechesi tradendae el 16 de octubre de 1979.
Tres Pontífices tuvieron sobre la mesa esta Exhortación fruto del Sínodo
de 1977.
[10] http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html. Edición
en papel: Catecismo de la Iglesia Católica, Asociación de Editores del
25
Catecismo, Bilbao, edición 2006.
[11] Carta apostólica Laetamur magnopere por la que se aprueba la
edición típica latina del Catecismo de la Iglesia Católica, p. IX, edición de
papel.
[12] http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cclergy/document
s/rc_con_ccatheduc_doc_ 17041998_directory-for-catechesis_sp.html
Edición en papel, CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio General
para la Catequesis, Librería Editrice Vaticana, Madrid 1997. El sentido y
oportunidad de la aparición delDirectorio se encuentra en
el Prefacio (DGC 1-13) que firma el Pro-Prefecto de la Congregación para
el Clero.
[13] DGC 23.
[14] Cf. DGC 39, 46, 50
[15] Cf. DGC 48, 87.
[16] Cf. DGC 26.
[17] Cf. DGC 80.
[18] Cf. DGC 158.
[19] Cf. DGC 141.
[20] Cf. DGC 239.
[21] Cf. DGC 141.
[22] Cf. DGC 221.
[23] Cf. DGC 46.
[24] http://www.vatican.va/roman_curia/synod/documents/rc_synod_doc_
20110202_lineamenta-xiii-assembly_sp.html
Edición en papel: cfr. Lineamenta, BAC-documentos, Madrid 2011.
[25] Cf. pp. 18, 31, 32, 50…
[26] Ibídem, p. 31.
[27] Cf. ibídem, p. 18.
[28] Cf. ibídem, p. 22. Pablo VI, escribió: No habrá evangelización posible
sin la acción del Espíritu Santo… El Espíritu Santo es el agente principal
de la evangelización (EN 75).
[29] Cf. ibídem, pp. 22-23.
[30] Cf. ibídem, p. 20.
[31] Cf. ibídem, p. 50.
[32] Cf. ibídem, p. 58.
26
[33] Cf. ibídem, p. 36.
[34] Cf. ibídem, p. 32.
[35] Cf. ibídem, p. 50.
[36] Cf. ibídem, p. 32.
[37] Cf. ibídem, p. 70.
[38] Cf. ibídem, p. 24.
[39] Cf. ibídem, p. 51.
[40] JUAN MARTÍN VELASCO, La transmisión de la fe en la sociedad
contemporánea, Sal Terrae, Santander 2002, pp. 98-99.
[41] EN 41.
[42] EN 41.
[43] EN 41.
Misión Joven. Número 443. Diciembre 2013

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