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dfloresgallegos
May 2022
Part I
Código de Derecho Canónico
III:Misión de Enseñar.
Tı́tulo y colocación de la materia en el código.
• Por ser la Palabra y los Sacramentos las bases sobre las que se construye
la Iglesia, es necesario que se le dedicara parte del CIC especialmente a
ello.
• Por ser parte de la Iglesia todo bautizado, a todos afecta la función docente
de la Iglesia: como destinatario y transmisor de esa Palabra que ha de
recibir y enseñar.
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En el código de las Iglesias orientales CCEO, este Código está dividido en
tı́tulos, no en libros, dedica el tı́tulo XIV a la evangelización de los pueblos y en
el tı́tulo XV se ocupa expresamente del Magisterio de la Iglesia.
Fundamentos Teológicos.
1 La función de enseñar.
1.1 C. 747
1. La Iglesia, a la cual Cristo Nuestro Señor encomendó el
depósito de la fe, para que, con la asistencia del Espı́ritu Santo,
custodiase santamente la verdad revelada, profundizase en ella y
la anunciase y expusiese fielmente, tiene el deber y el derecho
originario, independiente de cualquier poder humano, de
predicar el Evangelio a todas las gentes, utilizando incluso
sus propios medios de comunicación social.
2. Compete siempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los
principios morales, incluso los referentes al orden social, ası́ como
dar su juicio sobre cualesquiera asuntos humanos, en la medida en
que lo exijan los derechos fundamentales de la persona humana o la
salvación de las almas.
• El depósito de la fe
• los principios morales
• El derecho de la Iglesia a dar un juicio moral sobre las cosas y los eventos
humanos.
2
de Cristo. . . ” (LG 12). Ésta afirmación se funda en el evangelio, y la autoridad
de Jesús para poder enseñar con autoridad, les promete su asistencia para llevar
este mandato, la asistencia del E.S. cmo Espı́ritu de verdad.
1. La Revelación fue dada a todos los hombres. Cristo ordenó a los Apóstoles
de predicar el Evangelio. Para asegurar una continuidad en la predicación
que perpetuase el Evangelio ı́ntegro y vivo en la Iglesia, dejaron como
sucesores a los Obispos, a ellos confiando su propio lugar de magisterio.
2. Por ello la tarea de interpretar auténticamente la palabra de Dios, escrita y
trasmitida está confiada solamente al Magisterio vivo de la Iglesia. Aunque
enseñar el Evangelio es un deber de toda la Iglesia.
3. Si toda la Iglesia tiene la obligación de evangelizar, entonces:
(a) La evangelización no será jamás un acto individual, será siempre obra
de toda la Iglesia. Quien en la Iglesia predica o enseña, cumple un
acto eclesial, ejerce a nombre de toda la Iglesia.
(b) Ningún evangelizador es dueño absoluto de la propia acción evange-
lizadora. Él transmite un mensaje recibido de otros y a nombre de
otros. Debe actuar en comunión con Cristo, con los pastores y con
toda la Iglesia.
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– a todas las gentes
• Sin embargo, aquellos que forman parte de la Iglesia Católica tienen siem-
pre el deber, también de orden jurı́dico, de perseverar en tal fe.
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definitiva una doctrina sobre la fe o las costumbres; o cuando disper-
sos por el mundo pero manteniendo el vı́nculo de la comunión entre
sı́ y con el sucesor de Pedro, enseñando de modo auténtico junto
con el mismo Romano Pontı́fice las materias de fe y costumbres,
concuerdan en que una opinión debe sostenerse como definitiva.
§ 3. Ninguna doctrina se considera definida infaliblemente si no
consta ası́ de modo manifiesto.
5
Ninguna doctrina se considera definida infaliblemente si no
consta ası́ de modo manifiesto
§ 1. Se ha de creer con fe divina y católica todo aquello que
se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por tradición,
es decir, en el único depósito de la fe encomendado a la Iglesia, y
que además es propuesto como revelado por Dios, ya sea por el
magisterio solemne de la Iglesia, ya por su magisterio ordinario y
universal, que se manifiesta en la común adhesión de los fieles bajo
la guı́a del sagrado magisterio; por tanto, todos están obligados a
evitar cualquier doctrina contraria.
§ 2. Ası́ mismo se han de aceptar y retener firmemente
todas y cada una de las cosas sobre la doctrina de la fe y las
costumbres propuestas de modo definitivo por el magisterio
de la Iglesia, a saber, aquellas que son necesarias para custodiar
santamente y exponer fielmente el mismo depósito de la fe; se opone
por tanto a la doctrina de la Iglesia católica quien rechaza dichas
proposiciones que deben retenerse en modo definitivo.
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teologı́a. Por ejemplo: Error serı́a defender la ordenación sacerdotal de las mu-
jeres como dependiente de la mera voluntad positiva de la Iglesia (Cf. Juan
Pablo II, Ep. Ordinatio Sacerdotalis, 22 mayo de 1994, Comm. 26, 1994, 9-12).
1.5 C. 751
Este canon nos presenta las deserciones que pudieran darse en la materia del
canon anterior: Herejı́a, apostası́a y cisma. Esto es sólo para los bautizados en
la Iglesia Católica. Los términos negación, duda, rechazo deben ser tomados en
sentido estricto, como actos del fiel bautizado en la Iglesia Católica o en ella
acogidos.
Consecuencias penales para cada uno de los casos. Can. 1364 - 1368 del
nuevo libro de sanciones de la Iglesia.
1.6 C. 752
Se ha de prestar un asentimiento religioso del entendimiento y de
la voluntad, sin que llegue a ser de fe, a la doctrina que el Sumo
Pontı́fice o el Colegio de los Obispos, en el ejercicio de su magisterio
auténtico, enseñan acerca de la fe y de las costumbres, aunque no
sea su intención proclamarla con un acto decisorio; por tanto, los
fieles cuiden de evitar todo lo que no sea congruente con la misma.
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En consecuencia, los fieles deben evitar todo aquello que no concuerde con
esta doctrina.
1.7 C. 753
Los Obispos que se hallan en comunión con la Cabeza y
los miembros del Colegio, tanto individualmente como reunidos en
Conferencias Episcopales o en concilios particulares, aunque no son
infalibles en su enseñanza, son doctores y maestros auténticos de los
fieles encomendados a su cuidado, y los fieles están obligados
a adherirse con asentimiento religioso a este magisterio
auténtico de sus Obispos.
El sujeto magisterial, en este caso, son los Obispos actuando individual-
mente, o reunidos en Conferencias y Concilios particulares. De ellos se dice: no
son infalibles en su enseñanza, pero son doctores y maestros auténticos de los
fieles a ellos encomendados. La respuesta debe ser de asentimiento religioso. Se
trata del Magisterio auténtico de los Obispos.
El único requisito para ser considerado tal de los propios fieles es que el
Obispo sea actualmente en plena comunión con la Cabeza y con los miembros
del Colegio Episcopal.
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Si la conferencia Episcopal es unánime no necesita de la ”recognitio” de la
Santa Sede, si solo hay 2/3 es necesaria la ”recognitio” para poder establecerla
como auténtica.
Además, análogamente en cuanto lo establecido en los decretos generales,
solamente la reunión plenaria de la Conferencia tiene el poder de establecer
actos de magisterio auténtico. Ninguna comisión ni algún otro organismo de la
Conferencia misma puede establecer actos similares, mucho menos por delega
de la Asamblea.
1.8 C. 754
Todos los fieles están obligados a observar las consti-
tuciones y decretos promulgados por la legı́tima autoridad
de la Iglesia para proponer la doctrina y rechazar las opiniones
erróneas, y de manera especial las que promulga el Romano Pontı́fice
o el Colegio de los Obispos.
Este canon trata del paso siguiente de la relación entre los fieles y la au-
toridad magisterial eclesiástica. En los cánones precedentes se trataba de la
relación del fiel con la doctrina de fe y de moral definitiva, pero que implicaba
la proposición de determinadas verdades. Aquı́, habla de las intervenciones de la
autoridad, con las cuales, ésta no intenta presentar nuevas doctrinas, sino más
bien explicar o recordar verdades ya dadas o también señalar opiniones difusas o
erróneas y poner sobre aviso a los fieles acerca de ello. El mismo canon lo dice.
Estas constituciones y decretos de los que habla este canon no son de entender
como en los cánones 29-33. Por lo tanto se trata de Constituciones concil-
iares, constituciones pontificias de carácter doctrinal y pastoral, constituciones
y decretos del Concilio Ecuménico, pero también de decretos magisteriales de
Obispos en particular.
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1.9 C. 755
§ 1. Corresponde en primer lugar a todo el Colegio de los
Obispos y a la Sede Apostólica fomentar y dirigir entre los
católicos el movimiento ecuménico, cuyo fin es reintegrar en la
unidad a todos los cristianos, unidad que la Iglesia, por voluntad de
Cristo, está obligada a promover.
§ 2. Compete asimismo a los Obispo y, conforme a la norma del
derecho, a las Conferencias Episcopales, promover la misma unidad
y, según la necesidad o conveniencia del momento, establecer nor-
mas prácticas, teniendo en cuenta las prescripciones dictadas por la
autoridad suprema de la Iglesia.
Siendo por tanto una materia tan importante y delicada, que comporta la
fe y la vida de la comunidad cristiana, el ecumenismo no puede ser dejado a la
libre iniciativa de los fieles, de aquı́ la razón de este canon.
El canon establece:
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1
El Obispo y la unidad de los cristianos: Vademecum Ecuménico, por el
Pontificio Consejo para la Unidad de los cristianos.
En el CCEO:
1.10 C. 756
§ Respecto a la Iglesia universal, la función de anunciar el Evan-
gelio ha sido encomendada principalmente al Romano Pontı́fice y
al Colegio Episcopal.
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• El sucesor de Pedro está envestido, por voluntad de Cristo, del ministerio
preminente de enseñar la verdad revelada, en conformidad al puesto que
Pedro desde el inicio ocupa en la Iglesia y en el Colegio de los Apóstoles.
• Se ha de tener presente que los obispos tienen esta responsabilidad,
en cualquier modo, también de manera singular.
Cada Obispo.
1.11 C. 757
Es propio de los presbı́teros, como cooperadores de los Obispos,
anunciar el Evangelio de Dios; esta obligación afecta principal-
mente, respecto al pueblo que les ha sido confiado, a los párrocos y a
aquellos otros a quienes se encomienda la cura de almas; también a
los diáconos corresponde servir en el ministerio de la palabra
al pueblo de Dios, en comunión con el Obispo y su presbiterio.
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• El fundamento de este adjetivo es de “ser cooperadores de los obis-
pos”. Dicha cooperación tiene un campo muy vasto: ofrecer en medio
del pueblo de Dios el testimonio de una vida ejemplar que conduzca a los
fieles a dar gloria a Dios, anunciar el misterio de Cristo a los no creyentes
mediante la predicación verdadera y propia, desarrollar la catequesis e
ilustrar la doctrina de la Iglesia, examinar los problemas del tiempo a la
luz de Cristo y su Evangelio, etc.
• Todo es ejercicio del ministerio de la palabra, es anuncio del Evangelio y
tarea propia del presbı́tero.
Esto vale para todos los presbı́teros. El orden no es un honor, pero algo
que confiere una misión divina en orden al servicio de la palabra divina para
el pueblo de Dios y de toda la humanidad. Esta obligación también jurı́dica
vincula a los párrocos y aquellos que han recibido de los pastores un especial
encargo que comporta la cura de almas, en cuanto principales colaboradores del
obispo. Clérigos en general, párrocos y vicarios parroquiales, sobre los rectores
de las Iglesias, sobre capellanes.
1.12 C. 758
Los miembros de los institutos de vida consagrada, en virtud de
su propia consagración a Dios, dan testimonio del Evangelio de
manera peculiar, y son asumidos de forma adecuada por el Obispo
como ayuda para anunciar el Evangelio.
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con su vida son el signo de la total disponibilidad hacia Dios, hacia la
Iglesia, hacia los hermanos... este silencioso testimonio de pobreza y
de desapego, de pureza y de trasparencia, de abandono y de obedien-
cia, puede convertirse en una provocación al mundo y a la Iglesia
misma, también una elocuente predicación.
• En este sentido el can. 673 hablando del apostolado de los religiosos: “el
apostolado de todos los religiosos consiste en primer lugar en el testi-
monio de su vida consagrada”.
• Este tipo de evangelización lo ejercitan a buen derecho siguiendo las nor-
mas del derecho particular y bajo la guı́a de los Superiores del respectivo
instituto.
• Como parte de la Iglesia, por ser el instituto reconocido por la Iglesia, es
conveniente que los pastores llamen a los consagrados a colaborar en esta
especial tarea de la evangelización, siempre de acuerdo con su carisma
particular.
1.13 C. 759
En virtud del bautismo y de la confirmación, los fieles laicos son
testigos del anuncio evangélico con su palabra y el ejemplo de su
vida cristiana; también pueden ser llamados a cooperar con el
Obispo y con los presbı́teros en el ejercicio del ministerio de la
palabra.
Los laicos son testimonio del anuncio evangélico con la palabra y la vida
cristiana en fuerza de los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación.
Como tal, viviendo simplemente su vocación cristiana en medio del mundo,
ejercitan una forma singular de evangelización. Por ello, ellos pueden ser lla-
mados a cooperar en el ejercicio del ministerio de la palabra con el Obispo y
con los presbı́teros. Esta afirmación está expresada en modo indicativo, significa
que esta realidad está en la misma calidad de los laicos y en sus deberes, pero
también es un derecho este anuncio del Evangelio.
Viene a ser reafirmado este derecho de los laicos (hombres y mujeres) adquirido
por fuerza del bautismo y corroborado con la Confirmación con el acceso al
ministerio del lectorado y acolitado y la modificación del can. 230 con la carta
apostólica ”Spiritus Domini” en forma de motu proprio del 11 de enero de 2021.
Spiritus Domini
• El Espı́ritu Santo autor que distribuye los dones y carismas al Pueblo de
Dios manifestados públicamente por la Iglesia como carismas.
• Encontramos tareas con un origen sacramental especı́fico y otras institu-
idas por la Iglesia confiadas por un rito litúrgico no sacramental confiadas
a las fieles, como ejercicio del sacerdocio bautismal.
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• Tiene su base en el sacramento del bautismo y pueden ser confiados a
cualquier fiel idóneo.
• Decreta la modificación del Canon 230: ”Los laicos que tengan la edad y
condiciones determinadas por decreto de la Conferencia Episcopal, pueden
ser llamados para el ministerio estable de lector y acólito, mediante el rito
litúrgico prescrito; sin embargo, la colación de esos ministerios no les da
derecho a ser sustentados o remunerados por la Iglesia”.
• Modificación con fuerza de ley
1.14 C. 760
Ha de proponerse ı́ntegra y fielmente el misterio de Cristo en el
ministerio de la palabra, que se debe fundar en la Sagrada Escrit-
ura, en la Tradición, en la liturgia, en el magisterio y en la vida
de la Iglesia.
Los puntos sobre los que se debe basar esta enseñanza, según lo indica el c.
760
• La Sagrada Escritura.
• La tradición.
• La liturgia. Con la cual viene dada a Dios una gloria perfecta y los hombre
son santificados, lex orandi lex credendi.
• El magisterio. (la infabilidad)
• La vida misma de la Iglesia , que sigue el camino trazado de Cristo por
comunicar a los hombres los frutos de la salvación. La vida misma de
la Iglesia cnstituye un criterio auténtico de interpretación de la Sagrada
Escritura.
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1.15 C. 761
Deben emplearse todos los medios disponibles para anunciar la
doctrina cristiana, sobre todo la predicación y la catequesis, que ocu-
pan siempre un lugar primordial; pero también la enseñanza de la
doctrina en escuelas, academias, conferencias y reuniones de todo
tipo, ası́ como su difusión mediante declaraciones públicas, hechas
por la autoridad legı́tima con motivo de determinados acontecimien-
tos mediante la prensa y otros medios de comunicación social.
Este canon es casi una trasposición literal del n. 13 del decreto conciliar
Christus Dominus sobre el ministerio pastoral de los obispos. Dos puntos a
considerar:
1. Un principio general: para anunciar la doctrina cristiana se ha de hacer
uso de todos los medios que se tienen a disposición, también en el aspecto
técnico. El Espı́ritu que anima la Iglesia tiene posibilidades ilimitadas.
2. Los medios a considerar son:
(a) Medios principales: la predicación de la palabra de Dios y la
Catequesis.
(b) Medios secundarios: la enseñanza en las escuelas, universidades, con-
ferencias, declaraciones públicas extraordinarias en eventos particu-
lares, hechas de la autoridad legı́tima, puede ser mediante impresión
y otros medios, que en la actualidad son tan variados.
2.1 C. 762
Como el pueblo de Dios se congrega ante todo por la palabra de
Dios vivo, que hay absoluto derecho a exigir de labios de los sacer-
dotes, los ministros sagrados han de tener en mucho la función de
predicar, entre cuyos principales deberes está el de anunciar a todos
el Evangelio de Dios.
• Los ministros sagrados a los que se refiere la norma son: los obispos,
presbı́teros y diáconos.
• El derecho a recibir la palabra de Dios es uno de los derechos básicos del
fiel, sin el cual no podrı́a desarrollar su vida cristiana. ¿Ante quién lo
puede exigir? Ante su obispo y su párroco.
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• Predicar el Evangelio es uno de los principales deberes (no solo un privile-
gio) de los ministros sagrados. En la sagrada ordenación, al diácono viene
entregado el libro del Evangelio para que él sea en anunciador, y se ora al
Espı́ritu para que el neo-presbı́tero, en comunión con el obispo, ayude a
llevar la palabra del Evangelio a todos. En esta materia de predicación, el
presbı́tero y el diácono están puestos en el mismo nivel de responsabilidad
de predicación.
2.2 C. 763
Los obispos tiene derecho a predicar la palabra de Dios en cualquier
lugar, sin excluir las Iglesias y oratorios de los institutos religiosos
de derecho pontificio, a no ser que, en casos particulares, el Obispo
del lugar se ponga al
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2. Es decir, de hacer la homilı́a, están excluidos los fieles no ordenados,
también si desarrollan la tarea ası́ dicha de asistentes pastorales o catequi-
stas. Esto no es cuestión de capacidad expositiva o preparación teológica,
sino que se trata de una función que está reservada a aquellos que están
consagrados con el orden sagrado.
3. La obligación de la homilı́a existe en los dı́as domingos y fiestas de pre-
cepto, en todas las misas que se celebran con asistencia del pueblo. Sola-
mente una grave causa puede eximir de esta obligación.
4. Para el contenido de la homilı́a, teniendo en cuenta lo dicho antes, se debe
buscar entonces que su contenido sea en base “a los misterios de la fe y
las normas de la vida cristiana”.
5. Los responsables de seguir estas disposiciones son el párroco o el rector de
la iglesia.
2.3 C. 764
Quedando a salvo lo que prescribe el c. 765, los presbı́teros y
los diáconos tienen la facultad de predicar en todas partes, que han
de ejercer con el consentimiento al menos presunto del rector de la
iglesia, a no ser que esta facultad les haya sido restringida o quitada
por el Ordinario competente, o que por ley particular se requiera
licencia expresa.
2.4 C. 765
Para predicar a los religiosos en sus iglesias u oratorios, se nece-
sita licencia del Superior competente a tenor de las constituciones.
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No se trata de concesión de licencias, en cuanto determinación jurı́dica de una
realidad sacramentalmente recibida, sino de autorización propia del buen “pa-
terfamilias” para que alguien entre en su casa y hable a los suyos. Y esto es
válido para casas religiosas tanto masculinas como femeninas.
2.5 C. 766
Los laicos pueden ser admitidos a predicar en una iglesia u orato-
rio, si en determinadas circunstancias hay necesidad de ello, o si, en
casos particulares, lo aconseja la utilidad, según las prescripciones
de la Conferencia Episcopal y sin perjuicio del c. 767 § 1.
2.6 C. 767
§ 1. Entre las formas de predicación destaca la homilı́a, que es
parte de la misma liturgia y está reservada al sacerdote o al diácono;
a lo largo del año litúrgico, expónganse en ella, partiendo del texto
sagrado, los misterios de la fe y las normas de vida cristiana. §
2. En todas las Misas de los domingos y fiestas de precepto que
se celebran con concurso del pueblo, debe haber homilı́a, y no se
puede omitir sin causa grave. § 3. Es muy aconsejable que, si hay
suficiente concurso de pueblo, haya homilı́a también en las Misas
que se celebren entre semana, sobre todo en el tiempo de adviento
y de cuaresma, o con ocasión de una fiesta o de un acontecimiento
luctuoso. § 4. Corresponde al párroco o rector de la iglesia cuidar
de que estas prescripciones se cumplan fielmente
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1. La homilı́a durante la celebración eucarı́stica está reservada a los
ministros sagrados, sacerdote o diácono. Siendo parte esencial de la
liturgia de la palabra, en particular en el cuerpo de la celebración
eucarı́stica, es conveniente que sea reservada al celebrante o a quien,
en la misma celebración, posee la función de proclamar y explicar
la palabra de Dios, como el diácono. No hay dificultad para que en
otra celebración de la palabra de Dios, en ausencia del sacerdote o
diácono, pueda hacerlo un laico. Pero, la homilı́a verdadera y propia
está reservada solo a los presbı́teros y diáconos. El obispo diocesano
no puede dispensar esto.
2. 2º. Es decir, de hacer la homilı́a, están excluidos los fieles no or-
denados, también si desarrollan la tarea ası́ dicha de asistentes pas-
torales o catequistas. Esto no es cuestión de capacidad expositiva
o preparación teológica, sino que se trata de una función que está
reservada a aquellos que están consagrados con el orden sagrado. La
obligación de la homilı́a existe en los dı́as domingos y fiestas de pre-
cepto, en todas las misas que se celebran con asistencia del pueblo.
Solamente una grave causa puede eximir de esta obligación.
3. Para el contenido de la homilı́a, teniendo en cuenta lo dicho antes, se
debe buscar entonces que su contenido sea en base “a los misterios
de la fe y las normas de la vida cristiana”.
4. Los responsables de seguir estas disposiciones son el párroco o el
rector de la iglesia.
2.7 C. 768
§ 1. Los predicadores de la palabra de Dios propongan a los fieles
en primer lugar lo que es necesario creer y hacer para la gloria de
Dios y salvación de los hombres.
§ 2. Enseñen asimismo a los fieles la doctrina que propone el magis-
terio de la Iglesia sobre la dignidad y libertad de la persona humana;
sobre la unidad, estabilidad y deberes de la familia; sobre las obliga-
ciones que corresponden a los hombres unidos en sociedad; y sobre el
modo de disponer los asuntos temporales según el orden establecido
por Dios.
El primero objeto de la predicación son las verdades de fe y las normas de
la vida moral cristiana, toda verdad necesaria para la salvación eterna de los
hombres y mediante las cuales se rinde la debida gloria a Dios. Estos dos as-
pectos de la predicación las encontramos ya en el Código de 1917 y ya estaban
presentes en el derecho antiguo y en varios padres de la Iglesia.
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2.8 C. 769
Propóngase la doctrina cristiana de manera acomodada a la condición
de los oyentes y adaptada a las necesidades de cada época.
3 Predicaciones Extraordinaria.
3.1 C. 770
En ciertas épocas, según las prescripciones del Obispo diocesano,
organicen los párrocos aquellas formas de predicación denominadas
ejercicios espirituales y misiones sagradas, u otras adaptadas a las
necesidades.
• Para este tipo de predicación, los párrocos son libres de elegir el tipo
de predicación, ya sea bajo la forma de ejercicios espirituales o sagradas
misiones u otras formas,según la necesidad de cada lugar o personas, en
modo de favorecer más iniciativas pastorales en los ministros sagrados.
• Por la conveniencia de este tipo de predicaciones, el Código remite al
Obispo la responsabilidad de prescribir algún tipo de normativa que tome
en cuenta esta práctica.
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• El canon extiende el campo de esta preocupación cuando establece que la
palabra de Dios debe ser anunciada a aquellos fieles los cuales, “por su
condición de vida, no gozan suficientemente de los cuidados pastorales o
están totalmente privados de ellos”.
4.0.2 C. 772
§ 1. Respecto al ejercicio de la predicación, observen todos también
las prescripciones establecidas por el Obispo diocesano.
• Pero, como estos medios traspasan los lı́mites territoriales, entonces corre-
sponde a la Conferencia Episcopal regular este tipo de predicaciones para
todos los medios.
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5 De la formación catequética.
5.1 C. 773
§ Es un deber propio y grave sobre todo de los pastores de almas,
cuidar la catequesis del pueblo Cristiano, par que la fe de
los fieles, mediante la enseñanza de doctrina y la práctica de la
vida Cristiana, se haga viva, explı́cita y operativa.
5.2 C. 774
§ 1. La solicitud por la catequesis, bajo la dirección de la legı́tima
autoridad eclesiástica corresponde a todos los miembros de la
Iglesia.
5.3 C. 775
§ 1. Observadas, las prescripciones de la Sede Apostólica corre-
sponde al Obispo diocesano dictar normas sobre la cateque-
sis y procurar que se disponga de instrumentos adecuados
para la misa, incluso elaborando un catecismo, si parece oportuno,
ası́ como fomentar y coordinar las iniciativas catequisticas.
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§ 3. En e seno de la conferencia episcopal pude constituirse un
departamento catequético, cuya tarea principal será la de ayudar
a cada diócesis en materia de catequesis.
Responsables de la catequesis.
• Primer responsable en la catequesis de la Iglesia local. Todos los obispos
comparten con el Sumo Pont. en el espı́ritu de la colegialidad episcopal,
la tarea de enseñar la catequesis en toda la Iglesia.
• En calidad de maestro y doctor de la fe, emanar normas sobre la materia
de enseñar en la catequesis, para la propia diócesis.
• Proveer que estén disponibles los instrumentos adecuados para la cateque-
sis, es decir, medios de comunicación, subsidios, personas oportunamente
preparadas, escuelas de preparación de catequistas.
• Preparar un catecismo propio para su diócesis, si lo juzga oportuno.
• Cuidar la publicación de catecismos si lo ve oportuno, con la confirmación
de la Santa Sede, esto no quita el derecho al Obispo Diocesano de elaborar
los propios.
• Instituir una oficina catequı́stica nacional o regional, con la tarea principal
de ofrecer ayuda a las diócesis de la región en materia de catequesis.
5.4 C. 776
En virtud de su oficio, el párroco debe cuidar de la formación
catequética de los adultos, jóvenes y niños, para lo cual empleará
la colaboración de los clérigos adscritos a la parroquia, de
los miembros de institutos de vida consagrada y de las so-
ciedades de vida apostólica, teniendo en cuenta la naturaleza de
cada instituto, y también de los fieles laicos, sobre todo de los cateq-
uistas; todos éstos, si no se encuentran legı́timamente impedidos, no
rehúsen prestar su ayuda de buen grado. Promueva y fomente el
deber de los padres en la catequesis familiar a la que se refiere el
c. 774 § 2.
5.5 C. 777
Procure el párroco especialmente, teniendo en cuenta las normas
dictadas por el Obispo diocesano:
1. que se imparta una catequesis adecuada para la celebración de
los sacramentos;
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2. que los niños se preparen bien para recibir por primera vez los
sacramentos de la penitencia, de la santı́sima Eucaristı́a y de
la confirmación, mediante una catequesis impartida durante el
tiempo que sea conveniente;
3. que los mismos, después de la primera comunión, sean educados
con una formación catequética más amplia y profunda;
4. que, en la medida que lo permita su propia condición, se dé for-
mación catequética también a los disminuidos fı́sicos o psı́quicos;
5. que, por diversas formas y actividades, la fe de los jóvenes y de
los adultos se fortalezca, ilustre y desarrolle.
• C. 776
1. Es en práctica el catequista oficial ordinario. Está obligado a instruir
a sus fieles sea de manera personal, sea mediante otros.
2. Está invitado a pedir la colaboración para este efecto a: otros sacer-
dotes, los miembros de los IVC, otros fieles laicos, los papás.
• C. 777: debe cuidar sobre todo:
5.6 C. 778
Cuiden los Superiores religiosos y los de sociedades de
vida apostólica que en sus iglesias, escuelas y otras obras que de
cualquier modo les hayan sido encomendadas, se imparta diligen-
temente la formación catequética.
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• Los superiores religiosos y de las sociedades de vida apostólica reciben un
mandato directo y no sólo “vı́a párroco” para que en sus instituciones se
imparta diligentemente la formación catequética.
• No cabe, por tanto, una catequesis exclusivamente parroquial, puesto que
el legislador vincula también a los mencionados para que “en sus iglesias,
escuelas y otras obras” se imparta diligentemente la formación catequética.
5.7 C. 779
Se ha de dar la formación catequética empleando todos aquellos
medios, material didáctico e instrumentos de comunicación
social que sean más eficaces para que los fieles, de manera
adaptada a su modo de ser, capacidad, edad y condiciones de vida,
puedan aprender la doctrina católica de modo más completo y llevarla
mejor a la práctica.
5.8 C. 780
Cuiden los Ordinarios del lugar de que los catequistas se pre-
paren debidamente para cumplir bien su tarea, es decir, que
se les dé una formación permanente, y que ellos mismos conozcan
bien la doctrina de la Iglesia y aprendan teórica y prácticamente las
normas propias de las disciplinas pedagógicas.
El ordinario del lugar deber proveer que los catequistas tengan una seria
formación inicial, que les haga capaces de cumplir correctamente su encargo.
Tal preparación debe tener como objeto que:
1. Los catequistas conozcan la doctrina de la Iglesia en modo apropiado al
ambiente y la cultura de los fieles a los que impartirán dicha catequesis.
2. Conocer la teorı́a y la práctica pedagógica. Juan Pablo II exhorta a or-
ganizar centro e institutos apropiados a los cuales les de seguimiento el
Obispo
3. Se les debe ofrecer una formación y actualización permanente, de tal man-
era que pueda estar su catequesis de acuerdo a los tiempos que corren.
26
4. Se les debe formar no sólo académicamente, sino espiritualmente, para
que puedan transmitir no sólo conocimientos, sino un verdadero amor a
Dios, testimoniado con obras.
6.2 C. 782
§ 1. Corresponde el Romano Pontı́fice y al colegio de los
obispos la dirección suprema y la coordinación de las iniciativas
y actividades que se refiere a la obra misional y a la cooperación
misionera.
27
• De hecho, junto a los viejos sistemas de comisión (Ius Commissionis-
la santa Sede confı́a a un Instituto Religioso un territorio misional) de
mandato (lo da la Santa Sede al instituto religioso, a petición del Obispo
diocesano y bajo su autoridad) hoy abunda el sistema convenio entre Igle-
sias de misión e Iglesias de antigua tradición cristiana.
• La intervención de la Santa Sede asegura mejor la estabilidad de las ayudas
a su distribución equitativa.
28
• La finalidad es garantizar y tutelar los deberes entre las partes.
• El mandato viene estipulado a tiempo indeterminado, y caduca con la
revoca de la Santa Sede.
6.3 C. 783
Ya que por su misma consagración se dedican al servicio de la
Iglesia, los miembros de los institutos de vida consagrada están
obligados a contribuir de modo especial a la tarea misional,
según el modo propio de su instituto.
El legislador reconoce la eficaz contribución prestada por los institutos mi-
sioneros, pero también la obligación peculiar derivada de su vida consagrada,
en la que, junto al testimonio, se da una mayor disponibilidad y movilidad.
Entran aquı́ los institutos religiosos, cada uno según su modo propio y los
beneméritos institutos misioneros cobijados bajo la figura de las sociedades de
vida apostólica.
6.4 C. 784
Los misioneros, es decir, aquellos que son enviados por
la autoridad eclesiástica competente para realizar la obra
misional, pueden ser elegidos entre los autóctonos o no, ya sean
clérigos seculares, miembros de institutos de vida consagrada o de
una sociedad de vida apostólica, u otros fieles laicos.
• Se ofrece un amplio concepto de misionero, aplicable incluso a los autóctonos,
en justa correspondencia al deber misionero de toda la Iglesia y a las
enseñanzas de AG 36-41.
• Para una ampliación de las posibilidades abiertas a los fieles laicos, cf. AG
41. Su figura es muy distinta de la de quien, por pura filantropı́a se ofrece
para determinados servicios profesionales.
• Es claro que no puede llamarse misionero. Por otra parte, la aceptación
de estos servicios requiere también determinadas cautelas. (que su vida y
la doctrina propia o que se comprometen, a llevar una vida concorde a la
enseñanza de la Iglesia.)
6.5 C. 785
§ 1. Para realizar la tarea misional se han de emplear catequi-
stas, es decir, fieles laicos debidamente instruidos y que destaquen
por su vida cristiana, los cuales, bajo la dirección de un misionero,
se dediquen a explicar la doctrina evangélica y a organizar los actos
litúrgicos y las obras de caridad. §2. Han de formarse los catequi-
stas en escuelas destinadas a este fin o, donde no las haya, bajo la
dirección de los misioneros.
29
• Destaca la figura del catequista, y la describe.
• Parece referirse no simplemente al voluntariado, que dedica gratuitamente
un tiempo a estas actividades, sino al personal con dedicación plena o
semiplena, que entrarı́a en las previsiones del c. 231.
• Junto a su instrucción pide el c. que destaquen por su vida cristiana. Una
situación personal irregular serı́a un contratestimonio.
6.6 C. 786
La actividad propiamente misional, mediante la cual se
implanta la Iglesia en pueblos o grupos en los que aún no está en-
raizada, se lleva a cabo por la Iglesia principalmente en-
viando predicadores hasta que las nuevas Iglesias queden
plenamente constituidas, es decir, cuando estén provistas de fuerzas
propias y medios suficientes para poder realizar por sı́ mismas la
tarea de evangelizar.
• El fin propio de esta actividad misionera es la evangelización y plantación
de la Iglesia en los pueblos o grupos en los que todavı́a no está enraizada
(AG 6)
• ¿Cómo hacerlo? No se planta la Iglesia si no se evangeliza; pero la evange-
lización no pretende mantener una permanente dependencia, sino lograr
que, “provistas suficientemente de jerarquı́a propia unida al pueblo fiel y
de medios connaturales al pleno desarrollo de la vida cristiana, aporten su
parte correspondiente al bien de toda la Iglesia” (AG 6) y realicen por sı́
mismas la tarea de evangelizar.
• No se busca, por tanto, transplantar la Iglesia, sino enraizarla y hacer que
germine de manera autónoma.
6.7 C. 787
§ 1. Con el testimonio de su vida y de su palabra, entablen
los misioneros un diálogo sincero con quienes no creen en Cristo,
para que, de modo acomodado a la mentalidad y cultura de éstos,
les abran los caminos por los que puedan ser llevados a conocer el
mensaje evangélico.
30
• A este paso sigue el acompañamiento, instaurar relaciones de estima en
este grupo humano en el que le ha tocado vivir.
• Conocer bien las tradiciones, sea religiosas como profanas, sea con el es-
tudio que con la experiencia de vida.
6.8 C. 788
§ 1. Quienes hayan manifestado su voluntad de abrazar la fe en
Cristo, una vez cumplido el tiempo de precatecumenado, sean
admitidos en ceremonias litúrgicas al catecumenado, e inscrı́banse
sus nombres en un libro destinado a este fin.
El M. P. Ecclesiae Santae III, 18, señala que es de desear que las Conferen-
cias Episcopales en misiones se unan en agrupaciones orgánicas en razón de los
diversos “ámbitos socio-culturales. El catecumenado del que aquı́ se habla es el
propio de los paı́ses de misión.
6.9 C. 789
Fórmese a los neófitos con la enseñanza conveniente para que
conozcan más profundamente la verdad evangélica y las obligaciones
que, por el bautismo, han asumido y deben cumplir; y se les inculcará
un amor sincero a Cristo y a su Iglesia.
31
• No es suficiente nacer en la Iglesia mediante el bautismo. Es necesario ayu-
dar a los neo-bautizados a consolidar la gracia y las enseñanzas evangélicas
recibidas, mediante una catequesis apropiada.
• La profundización de la verdad evangélica y la capacidad de cumplir los
deberes contraı́dos con el bautismo tiene necesidad de posteriores instruc-
ciones y de experiencia de vida en el seno de la comunidad cristiana.
• También las nuevas comunidades tienen necesidad de ayuda para que
aprendan a vivir solas y a proveer a las propias necesidades.
6.10 C. 790
§ 1. En los territorios de misión compete al Obispo dioce-
sano:
1. promover, dirigir y coordinar las iniciativas y obras que se re-
fieren a la actividad misional;
2. cuidar de que se hagan los oportunos convenios con los moder-
adores de los institutos que se dedican a la tarea misional, y de
que las relaciones con los mismos redunden en beneficio de la
misión.
§ 2. A las prescripciones del Obispo diocesano indicadas en el § 1,
1 , están sujetos todos los misioneros, incluso los religiosos y sus
auxiliares que residan dentro de la demarcación del Obispo.
32
equiparados a la Diócesis, a menos que no conste diversamente.
6.11 C. 791
En todas las diócesis, para promover la cooperación misional:
6.12 C. 792
Las Conferencias Episcopales deben crear y fomentar institu-
ciones que acojan fraternalmente y ayuden con la conveniente atención
pastoral a quienes, por razones de trabajo o de estudio, acuden a su
territorio desde las tierras de misión.
• En cada diócesis del mundo, y no solo en aquellas existentes en territorio
de misión, se debe favorecer la cooperación misionera. A este fin, el Código
establece:
• En cada diócesis se debe favorecer las vocaciones misioneras. Este es el
principal medio de colaboración, favoreciendo el nacimiento del ideal mi-
sionero en los jóvenes, hombre y mujeres, que puedan anunciar el Evangelio
a los no cristianos. Las vocaciones son los principales signos de vitalidad
en la Iglesia.
33
• cada Diócesis debe existir un sacerdote expresamente designado a pro-
mover iniciativas a favor de las misiones.
• Cada año en todas las diócesis se debe celebrar la jornada misionera,
para sensibilizar al pueblo cristiano sobre la importancia de las misiones.
También cada año se destina una contribución para las misiones a la Santa
Sede.
• A las Conferencias Episcopales se les da la responsabilidad de acoger fra-
ternalmente y ayudar a aquellos que de los territorios de misiones vienen
al territorio de la Conferencia Episcopal.
7 La escuela católica.
Gravissimum educationis
7.1 C. 793
§ 1. Los Padres y quienes hacen sus veces tienen la obligación
y el derecho de educar a la prole; los padres católicos tiene también
la obligación y el derecho de elegir aquello medios e instituciones
mediante los cuales, según las circunstancias de cada lugar, puedan
proveer mejor a la educación católica de los hijos.
7.2 C. 794
§ 1. De modo singular, el deber y derecho de educar compete a la
Iglesia, a quien dios ha confiado la misión de ayudar a los hombres
para que puedan llegar a a plenitud de la vida cristiana.
§ 2. Los pastores de almas tiene el deber de disponer lo necesario
para que todos los fieles reciban educación católica.
7.3 C. 795
7.4 C. 796
§1. Entre los medios para realizar la educación, los fieles tengan
en mucho las escuelas que constituye una ayuda primordial para los
Padres en el cumplimiento de su deber de educar. §2. Es necesario
que los padres cooperen estrechamente
7.5 C. 797
Es necesario que los padres tengan verdadera liberad para elegir
las escuelas; por tanto los fieles deben mostrarse solı́citos para que
la sociedad civil reconozca esta libertad de los padres y, conforme a
la justicia distributiva, la proteja también
34
7.6 C. 798
7.7 C. 799
Deben esforzarse los fieles para que, en la sociedad civil, las leyes
que regulan la formación de los jóvenes provean también a su edu-
cación religiosa y moral en las mismas escuelas, según la conciencia
de sus padres.
• Nada más difı́cil en la actualidad de lograr. . .
• El canon enuncia otro deber de los fieles. Se deben empeñar también en
el campo civil de promover y favorecer la emanación de leyes en materia
de educación, en las cuales contemplen también la educación religiosa y
moral de los jóvenes en las escuelas.
• Muchas veces en los Estados modernos, por una acepción más bien parcial
del concepto de pluralismo, se pretende eliminar de la educación de los
jóvenes la dimensión religiosa, o relegarla al ámbito privado o puramente
personal. Ası́ con el pretexto de no querer violentar las conciencias ni
de querer condicionarlas de algún modo, los jóvenes son privados de un
elemento esencial para la misma formación de la conciencia humana.
• Para los fieles católicos existe el deber fuertemente vinculante de hacer
presión sobre las autoridades públicas a fin de que con las leyes sobre la
educación, sea dado a los papás una verdadera ayuda en la formación de
los jóvenes y niños.
7.8 C. 800
§1. La Iglesia tiene derecho a establecer y dirigir escuelas de
cualquier materia, género y grado. § 2. Fomenten los fieles las
escuelas católicas, ayudando en la medida de sus fuerzas a crearlas
y sostenerlas.
• Enuncia el derecho de la Iglesia en materia escolar. Se sitúa dentro del
derecho de la libertad de enseñanza, propio de las democracias occiden-
tales.
• Exhorta además a los fieles a que ayuden para que este derecho sea real-
izable.
7.9 C. 801
Los institutos religiosos que tienen por misión propia la enseñanza,
permaneciendo fieles a esta misión suya, procuren dedicarse a la ed-
ucación católica también por medio de sus escuelas, establecidas con
el consentimiento del Obispo diocesano.
35
• Durante un tiempo al interior de los Institutos religiosos se cuestionó la
importancia de las escuelas en la evangelización. Hoy en dı́a es una necesi-
dad urgente la de cumplir con el mandato de evangelizar desde las escuelas
católicas.
• Hoy las escuelas quieren hacerlo desde el modelo “Escuela evangelizadora”
o “Escuela en pastoral”, donde el Evangelio debe permear todo la currı́cula
académica, ası́ como todo el quehacer y ser de la escuela. Teniendo al
centro al alumno, pero buscando que todo lo que hacex contribuya a formar
seres humanos más fraternos, capaces de servir y amar al estilo de Jesús.
• Visto desde este ángulo, la escuela católica cobra una importancia vital
para la vida de la Iglesia y su evangelización.
7.10 C. 802
§ 1. Si no existen escuelas en las que se imparta una edu-
cación imbuida del espı́ritu cristiano, corresponde al Obispo dioce-
sano procurar su creación. §2. Allı́ donde sea conveniente, provea
también el Obispo diocesano a la creación de escuelas profesionales
y técnicas, y de otras que se requieran por especiales necesidades.
7.11 C. 803
§ 1. Se entiende por escuela católica aquella que dirige la au-
toridad eclesiástica competente o una persona jurı́dica eclesiástica
pública, o que la autoridad eclesiástica reconoce como tal mediante
documento escrito.
§ 2. La enseñanza y educación en una escuela católica debe
fundarse en los principios de la doctrina católica; y han de destacar
los profesores por su recta doctrina e integridad de vida.
§3. Ninguna escuela, aunque en realidad sea católica, puede
adoptar el nombre de escuela católica sin el consentimiento de la
autoridad eclesiástica competente.
36
1. Autoridad titular de la escuela, es decir por el solo hecho de ser dirigida
por una autoridad eclesiástica competente o una persona jurı́dica pública.
2. Reconocimiento de tal por parte de la autoridad eclesiástica “mediante
documento escrito”.
Los anteriores criterios externos han de corresponder a otros dos criterios
internos:
• Inspiración cristiana de la enseñanza y la educación (humanismo cristiano,
respeto a la vida, defensa de la familia, empeño por la justicia, solidaridad,
etc.
• Profesorado que destaque por su recta doctrina e integridad de vida; y
aunque no todos los profesores deban ser necesariamente católicos, todos
han de ser de conducta digna y respetuosos del proyecto educativo del
centro.
Por ello lo que señala el § 3, acerca de tener la autorización necesaria por la
autoridad correspondiente para fungir como escuela católica.
7.12 C. 804
§ 1. Depende de la autoridad de la Iglesia la enseñanza y ed-
ucación religiosa católica que se imparte en cualesquiera escuelas o
se lleva a cabo en los diversos medios de comunicación social; corre-
sponde a la Conferencia Episcopal dar normas generales sobre esta
actividad, y compete al Obispo diocesano organizarla y ejercer vigi-
lancia sobre la misma.
§ 2. Cuide el Ordinario del lugar de que los profesores que se
destinan a la enseñanza de la religión en las escuelas, incluso en las
no católicas, destaquen por su recta doctrina, por el testimonio de
su vida cristiana y por su aptitud pedagógica.
7.13 C. 805
El ordinario del lugar, dentro de su diócesis, tiene el derecho a
nombrar o probar los profesores de religión, ası́ como de remover
o exigir que sean removidos cuando ası́ lo requiera una razón de
religión o moral.
7.14 C. 806
37