Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
No obstante, desde un sentido subjetivo: ius puniendi, siendo ejercido por el Estado, ya que
tiene el derecho a punir, a determinar que comportamiento es delictivo y a establecer
una pena por ello a quien lo comenta.
Conflicto social:
Es bueno acudir a la Constitución para hacerse una idea de los bienes jurídicos
fundamentales para la convivencia, inclusión hecha de la armonización que debe haber
entre ellos, lo que no siempre es fácil (ej. Libertad de información y derecho al honor). Pero,
para comprender mejor su relevancia penal, hay que conocer también el conflicto social como
resultado del cual se produce la lesión del bien jurídico.
En consecuencia, no hay ni ha habido nunca sociedades sin delitos ni penas. Ello es debido
a que toda sociedad humana genera conflictos entre sus miembros que degeneran en
graves comportamientos que dañan profundamente la convivencia (Por ej: violación
seguida del asesinato de la víctima o la necesidad de proteger la vida humana frente al
homicidio se explica constitucionalmente por el hecho de que un Estado que no la garantizara
no sería un Estado de Derecho).
Por tanto, estamos en una sociedad a la que pertenece un conjunto de individuos y donde
surgen los llamados conflictos sociales o de intereses que entran en conflicto que sería el
llamado el conflicto social, en el que determinados comportamientos amenazan la
convivencia de una determinada sociedad que ponen en peligro el modelo de
convivencia de la sociedad.
Así pues, la aplicación de una pena, por ejemplo, privar de libertad durante mucho tiempo,
como pago por el mal anterior del delito cometido no acarrea bien alguno sino una mera
suma de males. La causa de este atavismo inevitable, nunca se insistirá bastante en ello, está
en el conflicto y en la dificultad de contener la reacción social de otra manera.
Daño social:
Por tanto, se considera un daño social como aquellos comportamientos graves que son
dañinos para el modelo de sociedad.
Bien jurídico:
Son aquellos elementos que configuran el modelo de convivencia, en el que el Derecho Penal
contempla la restricción más grave de derechos (p. ej la privación de libertad) como mero
castigo sin fin inmediato adicional en una sociedad democrática. Se explica, por tanto,
que deba quedar reservado también frente a los comportamientos más graves para la
convivencia (principio de mínima intervención penal).
En consecuencia, los valores constitucionales son piezas clave para establecer los bienes
jurídicos objetos de protección, lo que no determina que solo ellos sean bienes jurídicos
protegibles, por lo que ningún bien jurídico puede ir en contra de los establecidos en la
Constitución Española.
Habrá que partir del Código Penal para la determinación de los bienes jurídicos que son
susceptibles de protección.
Ahora bien, como se puede determinar los bienes jurídicos a priori que deben ser objeto
de protección y cuáles no, donde para ello habrá que utilizar una serie de instrumentos
que nos guíen a la selección de bienes jurídicos, denominando a dicha cuestión política
criminal. A través de la misma, estamos proponiendo al legislador la defensa de
determinados intereses o la supresión de la protección de algún bien jurídico porque ya
no refleja el valor de protección, en el que esas propuestas la puede hacer los propios
ciudadanos, los especialistas (la política criminal en relación a los bienes jurídicos).
En definitiva, para seleccionar los bienes jurídicos y proponer al legislador que proteja
determinados bienes jurídicos o deje de protegerlos, estaríamos ante la política
criminal en referencia a los bienes jurídicos. Para ello, debemos partir de una serie de
principios o criterios sobre los que nos oriente:
1) Principio de eficacia:
Nos llama la atención sobre los peligros de que con las propuestas que hagamos
ocasionemos una hipertrofia del derecho penal. Es decir, si protegemos cualquier valor o
bien jurídico, como intentamos abarcar todo, no llegamos a conseguir realmente la
protección pretendida, de manera que no podemos proteger los principios más
fundamentales para proteger la convivencia.
Porque toda la acción del derecho penal restringe nuestra libertad, de manera que solo
hay que punir aquello en lo que exista un alto acuerdo o consenso entre todos de los que
inducimos que esas conductas sean objeto de protección.
Este principio lo que nos dice es que si ese bien jurídico puede ser protegido por otros
sectores distintos del ordenamiento jurídico y, lo hace de manera eficaz, el derecho penal
debe abstenerse, cuando resulte insuficiente su protección por parte de otras ramas del
ordenamiento jurídico.
Para proteger un bien jurídico, hay que constatar la necesidad de su protección o tutela
(principio indubio pro libertate), constatar la necesidad de que esa tutela sea penal
(principio de intervención mínima).
Finalmente, hay que comprobar que la tutela de ese bien jurídico desde el punto de vista
penal no esté siendo protegida por otro ámbito del derecho, y en caso de que si este
siendo protegida por otra rama, hay que ponderar si pueden protegerse por ambos o si
colisionan, hay que ponderar que bien jurídico tiene mayor valor o cual lo protege
mejor.
La pena:
Las teorías de la pena pueden clasificarse en absolutas y relativas. En primer lugar, relativo a
las absolutas han dominado en amplios períodos de la historia, pero a lo largo del siglo
XX entraron en crisis. En cuanto a las teorías relativas, se han impuesto desde entonces, y
en la actualidad inspiran las legislaciones occidentales.
Las teorías absolutas fundamentan los Derechos Penales del Antiguo Régimen; las relativas,
los basados en el Estado social y Democrático de Derecho surgido tras la Revolución
Francesa (Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, 1789). Por lo que,
podemos hablar de dos tipos de teorías:
Quien fue hallado culpable en el momento de cometer el delito recibe la pena como justo
castigo que compensa el mal de aquél. Que, además, de esa forma, el culpable pueda expiar
su culpa manifestando y demostrando su arrepentimiento o pueda saldar la deuda
contraída con la sociedad volviendo a ser ciudadano de pleno derecho. Ej: teoría de la
retribución, que indica que la pena es el justo pago por el delito cometido, es la realización
de un mal que el pago que ha de recibir la persona que ha realizado otro mal (el delincuente
tendría que pagar por el delito cometido). Kant Y Hegel eran defensores de la teoría de la
retribución.
Además, deberíamos poder afirmar el libre albedrío del delincuente en cometer dicho
delito, y esto no lo podemos afirmar. Como no lo podemos afirmar, aquí también quiebra la
teoría absoluta
2. Teorías relativas de la pena: ante las dificultades de las teorías absolutas provocaron
la aparición y determinación de las teorías relativas de la pena, las cuales son más
utilitarias pues buscan una utilidad en la pena => la finalidad es evitar que en
futuro se puedan cometer hechos delictivos (no se funda en el delito cometido, sino
en el futuro).
Con lo que, según éstas, la pena no es un fin en sí mismo: que al mal del delito se sume el
mal de la pena no dejaría de ser sino un acto de crueldad gratuita. La pena, según las
teorías relativas, de ahí su nombre, ha de ser un medio justo para un fin útil. Surgen así las
llamadas teorías de prevención; se castiga el delito que ya se ha cometido para prevenir
los delitos en el futuro.
Al principio las teorías relativas surgen con un tinte muy utilitarista, porque debemos
sacar de la aplicación de la pena algo de utilidad en beneficio de la sociedad. El ‘tratado
de los delitos y de las penas’ del Marques de Bequener, en el que establece que la pena se
debe establecer para que evitase de algún modo la comisión de futuros delitos.
En consecuencia, incidiendo en lo expuesto antes pero con una mayor precisión, podemos
distinguir entre dos tipos de teorías:
El principal conveniente de esta teoría reside en que el Estado puede caer en la tentación de
utilizar al hombre (el delincuente) como un medio, siendo así que para el Estado de
Derecho el hombre es un fin en sí mismo que debe ser respetado sin excepciones. De ahí
que siempre haya aparecido limitada por principios como los de proporcionalidad,
culpabilidad o prohibición de penas inhumanas o degradantes.
Otro de los convenientes es que resulta dudoso que el futuro delincuente “escarmiente en
cabeza ajena”.
En la actualidad, el fin principal asignado a la pena parece situarse más bien en la propia
sociedad, que necesita saber que existen las amenazas penales para tener un mínimo de
seguridad de que no se cometerán delitos.
De ahí el éxito reciente de la teoría de la prevención general positiva, de JAKOBS, según la
cual con las amenazas penales lo que se persigue es ejercitar al ciudadano en la fidelidad al
Derecho, para lo cual al delito tiene que seguirle la pena inexorablemente, evidenciándose
así que la defraudación de la expectativa social (=que los ciudadanos sean fieles al
Derecho) la soporte quien defrauda (el delincuente) y no quien es defraudada (la
sociedad).
Frente a esta tendencia dentro de la prevención general positiva, es preferible otra que,
compartiendo la misma premisa de partida: ejercicio de la fidelidad al Derecho, como fin
principal de la pena, no exija inexorablemente que ésta sea la única alternativa al delito,
pudiéndose alcanzar el fin de hacer prevalecer a la sociedad sobre el delincuente bien a
través de la pena bien a través de otras alternativas como las medidas de seguridad y
curación o la misma reparación del daño.
Si establecida la pena, sigue realizándose, el Estado debería elevar la pena hasta que el
individuo se abstenga de realizar el delito, pero esto lleva hacia el terror estatal y además
en verdad no erradica la comisión de delitos. Frente a la prevención general negativa,
que indica que la gente deja de realizar el delito por la pena, está la prevención general
positiva, mediante la cual se dirige a la generalidad mediante la afirmación en el
ordenamiento jurídico de cuales bienes jurídicos están protegidos y cuya vulneración
lleva aparejada una pena (mediante el ordenamiento jurídico se indica cuales bienes
jurídicos están protegidos y la pena confirma que es lo que valora y tutela el ordenamiento
jurídico, de manera que se respete el ordenamiento jurídico y lo que este protege).
a. Medidas reeducativas: puede haberse cometido los hechos delictivos por un déficit
educativo, de manera que se le reeduca (en el caso de que pueda ser reeducado).
b. Intimidación como escarmiento: para que el futuro se abstuviera de realizar esos
comportamientos delictivos. Por tanto, si es por dinero, se le intimida si todavía
puede ser intimado.
c. Medidas de inocuización: a través de las penas correspondientes. Ej: castración
química (medida especial), cadena perpetua y pena de muerte.
La teoría de la prevención especial fue la última que se produjo en el tiempo, de ahí que
esta teoría un tinte modernista, no obstante en nuestro ordenamiento jurídico hubo una
corriente en torno a los años veinte y treinta del siglo XX, que se llamaba el
correccionalismo.
1) Medidas de seguridad:
Los Códigos Penales actuales reconocen como alternativa a la pena la medida de seguridad y
corrección, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial, cuando se asumió legalmente
que es mejor prevenir el delito que castigarlo.
La consecuencia jurídica del delito es la pena pero cuando el sujeto haya realizado ese
comportamiento que el legislador ha establecido como delito, podemos dirigirle un juicio
de culpabilidad, es culpable del comportamiento realizado.
Pero cuando el comportamiento que lesiona un bien jurídico protegido (ej. La vida) sea
realizada por una persona que está privada de su libertad (ej. Enajenado o enfermo
mental, un niño pequeño), no se le puede imponer una pena porque está privado de sus
facultades.
Por consiguiente, aquella persona que está enferma mentalmente por ejemplo que no sabe lo
que está haciéndolo, está realizando un comportamiento desvalorado por el ordenamiento
jurídico, pero no podemos aplicar un juicio de culpabilidad, esa persona no es culpable y
no podemos imponerse esa pena. Así pues, se impone la medida para prevenir el delito,
con criterios independientes del principio de culpabilidad, como es el cierre del lugar donde
se practique la prostitución o la suspensión de actividades de la empresa a través de la
cual se cometió un delito económico. En estos casos, algunos autores prefieren hablar de
consecuencias accesorias del delito y no de medidas de seguridad.
Por esos motivos, se da las medidas se seguridad, para evitar que en esas situaciones que no
tienen juicio de culpabilidad, para que no vuelva a realizar ese comportamiento delictivo.
Entonces las medidas de seguridad se aplican en aquellos casos sobre a aquellos sujetos que
está realizando un comportamiento desvalorado y se le aplica dichas medidas.
Hoy en día, el ámbito de aplicación de las medidas de seguridad, ya que se puede imponer a
los sujetos que son semiresponsables han tenido atenuación. En estos casos, que se les
puede imponer además de la pena una determinada medida de seguridad. Ej: una
adicción que le impulsa a realizar determinados tipos de comportamientos que puede ser
atenuada esa responsabilidad añadida a la medida de seguridad (internamiento en un centro
de desintoxicación).
Por consiguiente, una de las principales facetas en que la medida de curación y seguridad
puede dar muchos frutos, es la concerniente a aquellos delincuentes que, sin carecer de
culpabilidad, tuvieron su capacidad muy mermada en el momento del hecho. Por lo que,
cabe pensar en el futuro (incluso en el presente, con una interpretación amplía del CP) en la
posibilidad de medidas terapéuticas también para los plenamente culpables, por
ejemplo, psicópatas, maltratadores, etc... Cuando eso ocurra, se habrá avanzado aún más en
el reconocimiento de que el mejor Derecho penal es el que previene delitos futuros, y el que
mejor los previene es el que permite la terapia.
Por otra parte, de los distintos sistemas de medidas existentes, en la actualidad predomina el
llamado sistema vicarial, según el cual, cuando se puedan imponer pena y medida, primero
se ejecutará la medida y sólo después, si es necesario, la pena.
Fuera del proceso penal, existe un procedimiento informal mediante la cual existen técnicos
sociales que permitan propiciar la reconciliación entre el autor del delito y la víctima o
sus allegados, lo que se denomina la mediación.
Aunque en los países donde está prevista esta forma de resolver el problema creado por el
delito (principalmente los anglosajones: Gran Bretaña y EEUU), no se excluyen ni siquiera
los delitos graves, siempre que se den las condiciones exigidas, lo que no es fácil, en España
sólo se está empezando a introducir en delitos de gravedad leve o media, siendo
supuestos inspirados en esta filosofía los contemplados en el artículo 80.1.II y 2.3º CP
(suspensión de la pena de privación de libertad; especialmente artículo 84.1.1º, introducido
por la Reforma 1/2015, con alusión expresa al acuerdo de mediación) y de manera más
intensa los supuestos contenidos en el artículo 19 de la Ley Orgánica reguladora de la
Responsabilidad Penal de los Menores.
Todos y cada uno de estos contribuyen a la adaptación del Derecho Penal a los grandes
principios supranacionales y del Estado de Derecho.
B. El principio de legalidad:
Por tanto, en base a lo anterior, si solo la ley puede hacerlo, la manifestación de aquello
supone el llamado principio de legalidad, es decir, si no hay delito no hay pena, sin una
ley que lo establezca. En la actualidad, el principio de legalidad se condesa en una serie de
garantías y prohibiciones.
Si la garantía penal dice que no se puede establecer una pena no establecida en la ley, lo
que quiere indicar es que haya establecida la pena pero que esté determinada, que se
establezca minuciosamente el supuesto de hecho que constituye el delito y la pena que le
venga aparejada.
a) En la época de filósofos y juristas ilustrados, frente a una cierta crueldad de las penas,
de la monarquía absoluta y la aplicación de las penas en ese momento, era una
reacción a que no se podían poner las penas que quisieran las autoridades, sino que
tenía que haber una cierta garantía o certeza para los ciudadanos.
b) También es un interés de las monarquías ilustradas, dado que les interesaba tener toda
la legislación unificada (periodo de la Codificación). Es en esta época en la que se
determina que el juez es la boca por la que se expresa la ley y así es como se va
estableciendo el principio de legalidad.
c) Desde el punto de vista formal, la razón de la existencia del principio de legalidad, es
el reconocimiento de la Constitución Española y el Código Penal.
En lo que concierne al fundamento del principio de legalidad, este se asienta sobre tres
razones:
Para que una declaración de culpabilidad fuera acorde con la dignidad del individuo debía
identificarse que el individuo actuaba con su libre voluntad. Una vez que la ley establece
el comportamiento contrario al derecho, y el individuo opta libremente por realizarlo, la pena
es resultado de ese comportamiento libre del individuo que es conocedor de que es contra
derecho.
3) Garantía del ciudadano frente al poder punitivo del Estado: autolimitación del
ius puniendi del estado para garantizar el principio de transparencia y el de
provisionalidad, de manera que el ciudadano en el momento del hecho delictivo
pueda prever todas las consecuencias de su actuación y cuál va a ser la reacción del
Estado.
a. Ha de saber cómo se ejecutarían las penas en caso de ser declarado culpable, qué
órgano jurisdiccional le va a juzgar, qué penas se le podría imponer... Que se
puedan prever todas las consecuencias de la acción punible
b. Muestra también la finalidad de la garantía de ejecución y la garantía
jurisdiccional conforme al principio de legalidad; aunque este fundamento es el
que consigue explicar todas las garantías (criminal, penal, jurisdiccional y de
ejecución).
c. Este tercer fundamento (garantía del ciudadano frente al poder punitivo del Estado) es
el aplicable pues es el único que consigue explicar el contenido completo del
principio de legalidad
Puede ocurrir, cada vez con mayor frecuencia, que el Código Penal obligue a imponer penas
a conductas descritas total (ej: tenencia ilícita de armas) o parcialmente (artículo 325 delito
ecológico) en leyes no penales, con lo que bastará que la ley de remisión cambie para que
el comportamiento delictivo llegue a o deje de estar prohibido.
Por tanto, en base a lo anterior, si la norma penal describe el núcleo duro del delito, no
infringe el ya citado principio de legalidad, aunque si lo deja abierto si se produciría el
quebranto de dicho principio (las cuestiones técnicas si pueden estar desarrollados en otras
normas).
Ej: En una norma contra delitos medioambientales que lo esencial esté establecido por la
norma penal y luego las cuestiones técnicas, como la descripción de los espacios
medioambientales, se desarrolle reglamentariamente.
Al final, una norma de otro sector del ordenamiento -administrativo, civil, social...- completa
la norma penal, teniendo que ser -para que no vulnere el principio legalidad- la norma penal
la que establezca lo fundamental del delito.
Tal situación es así, porque el Código Penal no puede contener absolutamente todo, puesto
que las cuestiones técnicas mencionadas cambian rápidamente y eso haría que la propia
norma penal sería muy farragosa (Ej: El CP castiga vertidos tóxicos, pero para determinar
cuándo es tóxico hay que ir a la normativa administrativa).
En definitiva, tanto la ley penal como la ley de remisión deben definir bien el ámbito
esencial de lo regulado, no dejándolo al arbitrio de la Administración a través de
reglamentos siempre interesados. Los comportamientos más graves en ese ámbito clara y
legalmente definido, serían los punibles.
A. Criterios de interpretación:
Para ayudar a los tribunales en la tarea de aplicación de la ley penal, la doctrina científica ha
proporcionado los siguientes criterios de interpretación:
Se orienta al tenor literal del lenguaje empleado por la ley, que suele ser el común, aunque
a veces no excluye la presencia de un lenguaje especializado. Para el derecho penal este
criterio es muy importante pues atiende al tenor de la norma (artículo 4.1 CP prohibición
de la analogía).
Ejemplo: en el lenguaje común un animal no es una cosa, pero a los efectos del delito de
daños (artículo 263) matar a un animal de compañía ajeno (p. ej., un perro de raza) constituirá
la “la propiedad ajena” objeto de ese delito.
Interpretación lógico-sistemática:
Por tanto, se trata de descubrir el sentido del precepto a interpretar extrayéndolo del
contexto de la ley en que está inserto. En Derecho Penal, la ordenación sistemática del
Libro II del Código Penal, que clasifica los delitos por el bien jurídico al que atacan,
desempeña un importante papel.
Interpretación histórica:
Indaga cuál fue la voluntad del legislador que promulgó la ley (interpretación subjetiva), lo
que hoy, dada la complejidad de todo proceso legislativo en el Parlamento, sólo es
alcanzable a través de los debates parlamentarios y, sobre todo, la exposición de motivos
de cada ley.
Por lo que, depende del contexto en el que nace la norma, qué situación conflictiva quería
solucionar. El legislador puede haber tenido la intención de regularlo para resolver un
determinado conflicto.
Interpretación teleológica:
Lo que importa, para ella, es averiguar para qué puede servir la ley en el momento en que
ha de ser aplicada, independizándose del legislador y adaptándose a la situación actual
(interpretación objetiva). Por eso presta atención a la finalidad de la ley en sí misma.
Ejemplo: para determinar la consumación en el hurto (artículo 234) hay varias teorías:
De ellas, se entiende que para las cosas fáciles de mover (pequeñas), se debe seguir la
teoría de aprehensio (en el supermercado, el ladrón la oculta entre su ropa), en tanto que
respecto a los objetos difíciles de mover se debe seguir la teoría de la ablatio. Y ello
atendiendo al fin de protección de la norma de hurto.
A la hora de aplicar los criterios anteriores de interpretación de la ley penal, no hay una
jerarquía entre ellos; todos y cada uno, por separado, puede aportar al intérprete algún
argumento para aplicar la ley (o no hacerlo) al caso concreto. En cualquier caso, sí es
posible un cierto orden de proceder: punto de partida debe ser la interpretación gramatical
(qué dice literalmente la ley). A continuación puede comprobarse la historia de la ley y su
orden sistemático. Para llegar finalmente al criterio más importante, y habitualmente
decisivo, de la interpretación teleológica.
Dicha doctrina dice que la interpretación extensiva es aceptable tanto en bona parte o como
en mala parte; sin embargo la analogía no es nunca aplicable (artículo 4.1 Código Penal).
En cambio, sí tiene efecto retroactivo la nueva ley más favorable para el reo, porque no se
puede calificar como delito hechos que ahora se considera que no deberían ser delitos o
que son menos graves (artículo 2.2 CP). Por ejemplo un condenado a pena de muerte y antes
de ejecutarla se prohíbe la pena de muerte, ya no habría pena de muerte.
Fundamento:
El fundamento de la retroactividad de la ley penal favorable está que si la sociedad ya no ve
tan grave el delito cometido, de ahí que introduzca una regulación más favorable, sería
injusto castigar de una forma que ya no convence aquellos delitos cometidos antes de
estar vigente la nueva regulación.
¿Qué ocurre cuando la ley posterior es en parte más favorable y en parte menos
favorable?
Puede suceder que la nueva ley sea más favorable en algunos aspectos y menos en otro, en
cuyo caso no habrá inconveniente en aplicar lo más favorable de cada una de ellas, en
contra de lo que dice la doctrina mayoritaria, partidaria de aplicar la ley penal “en bloque”.
Determinación cuál es la ley más favorable resulta a veces muy difícil, hasta el punto de que
el artículo 2.1 CP establece que en caso de sucesión de leyes se debe oír al reo.
Por tanto, en caso de duda de cuál pena es más o menos gravosa, se le pregunta al reo cuál le
es menos gravosa (ej a lo mejor al reo le causa menos daño una pena de privación de libertad
que la inhabilitación). Lo que no se puede es coger por parte del juez las partes más
favorables de una y otra norma, pues eso sería crear una tercera norma.
Cuando criterios orientativos básicos, valgan los siguientes:
1º. Una ley que amplía el ámbito del comportamiento punible es más desfavorable. Ej: el
delito de impago de pensiones lo cometía quien no cumplía durante tres meses seguidos o
seis no consecutivos su obligación; a partir de 1995 basta con el impago de dos seguidas o
cuatro no seguidas.
2º. Una ley que restringe lo punible es más favorable. Ej: el delito de daños imprudentes
se castigaba hasta 1995 con pena si su cuantía superaba las 30.000 pesetas, a partir de 1995
sólo si supera los 80.000 euros.
D) Leyes temporales:
Son promulgadas con una declaración expresa o tácita de vigencia en el tiempo, casi
siempre al hilo de alguna circunstancia excepcional (guerra, carestía, calamidad, etc..).
Las leyes temporales suelen ir seguidas por una ley más benigna, una vez aplacada la
situación crítica, por lo que presentan el problema de que, en virtud del principio de
retroactividad de la ley posterior más favorable, no podrían aplicarse a hechos cometidos
durante su vigencia pero juzgados después (es una excepción a la excepción de
retroactividad de las leyes favorables).
Por eso introdujo en 1995 el último párrafo del artículo 2.2 CP: los hechos cometidos
durante la vigencia de una ley temporal se juzgarán conforme a ella, aunque en el
momento de ser juzgados ya no esté vigente.
Cuando recupera la vigencia la ley normal, las sanciones son inferiores, y si aplicaríamos la
regla de la retroactividad de las leyes favorables, las leyes temporales no habrían tenido
ningún tipo de virtualidad (no habrían servido de nada). Por ello, ante los hechos cometidos
durante el periodo de vigencia de las leyes temporales no se puede aplicar el principio de
retroactividad de la ley más favorable al reo. Y se entiende cometido el delito en el
momento en el que el autor dirige su acción a hacer el comportamiento prohibido por la
norma u omite la obligación que le exigía la norma.
Ej: Cuando A disparó sobre B para matarle, el homicidio estaba castigado con una pena
que varios meses después, pero antes de que B fallezca, fue agravada por el Parlamento: la
pena a aplicar a A será la vigente en el momento del disparo no la posterior.
El artículo 23.1 de la LOPJ define la jurisdicción penal, en primer lugar, por referencia al
territorio español. Está vigente pues el principio de territorialidad, según el cual la
jurisdicción española es competente para perseguir los delitos cometidos en territorio
español. Ahora bien, eso no impide pueda ser aplicado a delitos cometidos fuera de
España en algunos casos.
En España no rige sólo este principio de territorialidad, sino que se puede aplicar la ley penal
española a delitos cometidos fuera del territorio español conforme a los siguientes principios:
A. Principio de personalidad:
El principio de personalidad porque se entiende que el Estado puede ejercer su ius puniendi
sobre sus ciudadanos se encuentre donde se encuentren. Según el artículo 23.2 LOPJ
España es competente para juzgar a los españoles que delinquieron en el extranjero siempre
que concurran los siguientes requisitos:
Hay bienes jurídicos que el Estado tiene especial interés en perseguir aunque se cometan
en el extranjero por extranjeros, pues de otra forma el bien jurídico estaría
insuficientemente protegido o el Estado español se vería en entredicho. Se trata de una
submodalidad del principio de subsidiariedad o personalidad pasiva. Para que se pueda
aplicar este principio, es necesario que España haya obtenido la extradición del autor.
Los delitos sometidos a este principio se encuentran recogidos en el artículo 23.3 LOPJ, y
entre ellos aparecen: delito de traición, delitos contra la Corona, falsificación de moneda
española, delitos cometidos por funcionarios españoles en el extranjero, relativos al control
de cambios (tráfico de divisas), etc.
Se trata del compromiso de todos los Estados para perseguir delitos que o bien se suelen
cometer por encima de las fronteras nacionales o bien se dirigen contra los derechos
fundamentales y contra los principios más elementales de humanidad, cualquiera que
haya sido el lugar de comisión, la nacionalidad del autor o el país de su detención.
Los delitos sometidos a este principio se encuentran recogidos en el artículo 23.4 LOPJ y
entre ellos se encuentran: genocidio, terrorismo, piratería, tráfico de drogas, prostitución,
tráfico ilegal o inmigración clandestina de personas, etc..., y cuanto sean sometidos a ese
principio en virtud de acuerdos internacionales suscritos por España.
Una reciente reforma de la LOPJ, la 1/2009, incluye entre los delitos sometidos a este
principio los de lesa humanidad, en tanto que especifica dentro de los Convenios
internacionales los de Derecho Internacional humanitario y de protección de Derecho
Humanos. Pero, de otro lado, exige que el presunto responsable se encuentre en España, la
víctima sea española o el delito tenga conexión con España y no se haya iniciado
procedimiento en otro país o ante tribunal internacional. Restricciones que hacen
prácticamente irreconocible al principio.
1ª. Teoría de la actividad: el delito se entiende cometido en el lugar donde actúa el actor.
2ª. Teoría del resultado: el delito se entiende cometido donde la acción delictiva produce
sus efectos.
3ª. Teoría de la ubicuidad: el delito se entiende cometido tanto donde actúa el autor como
donde produce sus efectos.
En España no se ha regulado expresamente esta cuestión, pero hay argumentos para defender
la teoría que parece más adecuada, que es la de la ubicuidad: si el Estado puede perseguir el
delito cometido en España, y el delito se compone de un disvalor-acción, constituido por el
comportamiento, un disvalor-resultado, constituido por la lesión del bien jurídico ambos
momentos (actividad y resultado) están abarcados por la voluntad de aplicación de la ley
española conforme al principio básico de territorialidad. Convendría, en cualquier caso, que
el Código Penal subsanara la laguna.
Tras ensayos puntuales, como la implantación del Tribunal internacional creado por las
Naciones Unidas para juzgar los crímenes contra la humanidad cometidos en la ex
Yugoslavia, el último intento de crear definitivamente el Tribunal penal internacional,
se ha producido a través del Convenio de Roma, de 1998, que llegó incluso a someterse a
votación, en la que EEUU lo hizo en contra, dando al traste con su implantación.
El Convenio tipifica los delitos del Derecho Penal Internacional y establece en términos muy
amplios las penas aplicables, de garantías penales y procesales, y regula los órganos y los
procedimientos para aplicarlo, siendo su objetivo fundamental que el Tribunal
internacional sólo intervenga cuando los tribunales nacionales de los países suscriptores
del Convenio no lo hagan.
A) Inviolabilidad:
Así, el artículo 56.3 CE establece la inviolabilidad del Rey (estando todos sus actos
refrendados por el Presidente del Gobierno, que será el responsable, o el Ministro
correspondiente); el artículo 71.1 CE contempla la inviolabilidad de Diputados y
Senadores. El artículo 26.1 del Estatuto de Autonomía de Extremadura contiene la
inviolabilidad de los Diputados de la Asamblea, etc.
B) Inmunidad:
Un caso especial de inmunidad es la del Presidente del Gobierno y sus Ministros, ya que el
artículo 102.2 CE exige que para procesarlos la iniciativa para la cuarta parte de los
miembros del Congreso, y que se apruebe por mayoría absoluta, siempre que se trate de
delitos cometidos realizando funciones de gobierno y afecten a la seguridad del Estado.