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Nuestro país tiene una característica prácticamente única, de hacer que uno cuando
lee un diario de la época o libros de historia ingresa en una confusión sobre si está
repasando algún suceso histórico o bien, se trata de un tema actual. Estudiar el pasado
económico y político del país refuerza la teoría que Argentina está inmersa en un
conjunto de cuestiones que se vuelven cíclicas, de manera de repetirse a lo largo del
tiempo.
Desarrollo
Argentina paso por 10 crisis económicas que tuvieron lugar desde 1866 hasta
nuestros días (1890, 1914, 1930, 1952, 1959, 1975, 1981, 1989, 2001 y la larga
recesión de la última década). Dichas crisis se produjeron por los siguientes
problemas:
La estrategia económica durante la última parte del siglo XIX estaba basada en el
financiamiento externo para apuntalar la expansión de la actividad. Esta circunstancia
provocaba una gran influencia de los sucesos del exterior en el ámbito doméstico. Así
fue como en 1873 una crisis mundial, desatada en Viena, hizo sentir sus efectos sobre
las cuentas del país. El flujo de empréstitos se detuvo, pero los servicios de la deuda se
debieron seguir cumpliendo, lo cual puso de manifiesto la fragilidad del ciclo de
expansión que se venía experimentado. De allí data la siguiente frase del presidente
Avellaneda sobre que “el pueblo argentino ahorraría sobre su hambre y sed para
honrar los compromisos públicos del país”.
A partir de la mitad de la década del ochenta del siglo XIX se dio un proceso de
expansión del dinero circulante, impulsado principalmente por la sanción de la Ley de
Bancos Garantidos. El presidente Juárez Celman con el objeto de garantizar la cantidad
de oro suficiente para hacer frente a los compromisos externos, permitió que cada
banco pueda emitir billetes con la condición de depositar el equivalente en oro en el
Tesoro Nacional. De esta manera el Estado les entregaría a las instituciones financieras
que adhirieran bonos públicos con los que estos respaldarían sus billetes. La mayoría
de las crisis tienen un factor especulativo que las genera o impulsa.
En este caso los bancos que no tenían oro, lo obtenían mediante la emisión de bonos
propios y los vendían en el exterior. De esta manera el metal que ingresaba a las arcas
del Estado tenía un origen “ficticio”, debido a que provenía de préstamos y su destino
sería cancelar otros préstamos. Desde 1885 a 1890 se produjo un ingreso al país de
fondos extranjeros de alrededor de 710 millones de pesos oro (equivalente a 140
millones de libras esterlinas). El premio o prima del oro, era un indicador de los
desequilibrios de la economía. Este índice marcaba la diferencia entre el precio del
metal precioso que contiene la moneda y el precio de mercado de esa moneda. Este
indicador venía en ascenso desde 1885, marcando una gran iliquidez año tras año.
A partir del considerable aumento del premio del oro, el rendimiento de los
instrumentos de deuda argentinos medido en libras esterlinas se derrumbó.
Por ejemplo, hacia 1975, la crisis política se agudizó y aumentó la intransigencia de los
diversos sectores de la sociedad argentina. Las fuerzas mayoritarias fueron incapaces
de utilizar los instrumentos de la ley para resolver la crisis. Además, el terrorismo, en
un contexto internacional propicio a tales aventuras, desató una gran ofensiva contra
la seguridad del Estado, la vida y la propiedad de las personas, en todas las áreas de la
vida nacional. El retorno de los militares al poder en marzo de 1976 no fue, esta vez,
un episodio más dentro de la historia iniciada el 6 de septiembre de1930. El nuevo
régimen se sustentó en tres apoyaturas principales. Primero, los herederos del país
preindustrial y la ideología librecambista. Segundo, los intermediarios financieros,
ligados, principalmente, a la banca internacional. Tercero, la burocracia, vinculada al
poder militar. De este modo, el régimen se lanzó a una política de retorno a la
Argentina preindustrial, de destrucción de la industria argentina y del movimiento
obrero, de especulación financiera y de manejo incontrolado de los resortes del
Estado. Es decir, el Gobierno militar de 1976 se empeñó en una transformación
profunda de las estructuras económicas y sociales que la Argentina, con éxitos y
fracasos, había gestado desde la gran crisis mundial de los años treinta. Hasta 1975, el
producto por habitante crecía al 3% anual. En 1982 fue un 20% inferior al de 1975. La
industria crecía al 7% anual. En 1982 produce menos que hace 15 años. Los salarios rea
les cayeron el 30% desde 1975. La inflación en el período 1976-1982 fue del 200%
anual, contra el 25% entre 1945 y 1975. La deuda externa se multiplicó por cinco entre
1975 y 1982, y asciende actual mente a 40.000 millones de dólares. Del incremento de
la deuda, dos tercios financió la fuga de capitales y las compras de armamentos, y un
tercio, importaciones superfluas, turismo, utilidades y regalías. La crisis desencadenada
bajo el actual régimen militar no se agota en el plano económico. El país fue llevado a
la guerra y a la derrota en el frustrado intento de recuperar los derechos soberanos de
la Argentina en el archipiélago austral.
En el plano laboral Martínez de Hoz decretó el congelamiento de salarios
provocando una caída del nivel de vida de la población sin precedentes, así mismo
prohibió el derecho a huelga, e intervino todos los sindicatos. El salario real, sobre una
base 100 en 1970, había subido a 124 en 1975, pero en 1976, en un solo año, cae a 79,
el nivel más bajo desde los años ’30 (OIT 1988). La participación del salario en el PBI
entre 1975 y 1977, se redujo del 43 al 25 %
En 1978, el plan neoliberal del ministro Martínez de Hoz dio indicios de ser un
fracaso total: la inflación anual llegó al 160 por ciento, y el PBI descendió durante ese
año cerca de un 3,2 %. En 1979 la inflación llegó al 139,7 %, con una economía
estancada. Además, se generó una fuga de capitales del 25 % de los depósitos
bancarios; los cuatro bancos más importantes del sistema fueron liquidados. Durante
su gestión la deuda externa creció de 7.000 millones de dólares a más de 40.000
millones de dólares, es decir, que en siete años se multiplicó casi seis veces.
Durante 1980 las exportaciones cayeron un 20% respecto del año anterior, las
importaciones subieron un 30 %. En ese contexto se produjo el “crack bancario” de
1980, que puso fin a la etapa de la denominada “plata dulce”. La quiebra del Banco de
Intercambio Regional junto con el cierre de otras 37 entidades financieras, que a su vez
repercutió en sectores industriales, originó una fuerte corrida bancaria y fuga de
divisas
En 1988 estalla una severa crisis energética que paralizó la industria, se declaró
asuetos administrativos. La escasez de electricidad había comenzado en abril de 1988
por lo que se realizaron cortes de luz rotativos de 5 horas por turno en ese mes. Sin
embargo, con esas interrupciones no se logró solucionar el faltante energético, en
diciembre se restringió a los espectáculos deportivos, la prohibición de la iluminación
con fines ornamentales y la supresión de los trabajos nocturnos. La falta de energía
eléctrica afectó también el abastecimiento del agua.
Para el año 2000 la situación financiera y los problemas del endeudamiento externo,
del Gobierno se fueron haciendo cada vez más críticos, De la Rúa decide realizar dos
operaciones de endeudamiento y refinanciación, bajo la supervisión del Fondo
Monetario Internacional, que el propio gobierno publicitó con los nombres de El
blindaje y El Megacanje.
Durante los siguientes doce días se produjo una alta inestabilidad institucional que
llevó también a la renuncia del presidente sucesor Adolfo Rodríguez Saa. El clima de
inestabilidad social y económica, así como el desconocimiento generalizado de
legitimidad a los representantes políticos, se extendería en los años siguientes.
Las manifestaciones en la calle continuaron durante varios meses y se organizaron
mediante asambleas populares en las cuales los manifestantes debatían y tomaban
decisiones con la pretensión de que se realizara una refundación política que
permitiera una mayor participación de la ciudadanía y control de los representantes.
El Tercer ´problema, al no contar con una moneda sólida que inspire confianza, no
hay volumen de ahorro en moneda propia que le permita al Estado financiarse más
fácilmente. De aquí los recurrentes encuentros con la deuda externa y la necesidad de
divisas para repago de créditos.
Supongamos que estamos a mediados del Siglo XIX, luego de la derrota de Juan
Manuel de Rosas en Caseros, y nos proponen un negocio: criar ovejas. En esa época, el
mercado lanar parecía destinado al éxito. El contexto internacional, en un principio,
nos acompaña. Gracias a la guerra de secesión en Estados Unidos exportamos y
crecemos. Pero, el final de la guerra cambia el panorama y tras el triunfo del norte,
nuestro principal cliente, Gran Bretaña, que ha estado invirtiendo y evaluando otras
opciones, diversifica su cartera de proveedores. Con la consecuente caída del precio
internacional de la lana, entramos en 1866 en la primera crisis económica de una
Argentina unificada. Ni la recién fundada Sociedad Rural logra que el Gobierno nos
ayude, y terminamos teniendo que liquidar nuestro stock ovino. La entrada en el
mercado mundial nos mostraba tanto sus bondades como sus problemas.
Crisis 1914
La guerra afectó de manera dispar a las diversas ramas industriales. Las actividades
que necesitaban de materias primas locales se vieron beneficiadas por la ausencia de
productos importados; en esta situación estaban la producción de papel, zapatos,
muebles y principalmente industrias textiles. En cambio, las industrias que necesitaban
de insumos importados como las metalúrgicas, de cerveza y galletitas, entraron en
crisis. La disminución más severa la sufrió el sector de la construcción, que se
encontró con la paralización de obras de infraestructura (ferrocarriles, por ejemplo)
que significó una caída en su producción del 82 %.
Ese mismo año, se desató la crisis financiera mundial iniciada en Estados Unidos. Esta
afectó a la Argentina por la disminución de los ingresos de la Aduana debido a la
reducción del comercio internacional, la inflación, la caída del salario y la
desocupación. Además, los productos primarios (principal rubro de exportación del
país) perdieron importancia en el mercado mundial. En ese contexto económico los
capitales norteamericanos retornaron a su lugar de origen debido a la alta rentabilidad
de la especulación financiera.
El equipo económico tomó debida nota de los riesgos que se enfrentaban y se dispuso
a aplicar un programa de ajuste. El contexto político no era menos complejo ya que se
estaba en las postrimerías de una nueva elección presidencial que se preveía para
febrero de 1952. La economía se impuso sobre la política, y Perón adelantó las
elecciones para noviembre de 1951, logrando la ansiada reelección.
A comienzos de 1959, mientras Fidel Castro y el Che Guevara entraban triunfantes en
La Habana, Frondizi iniciaba un viaje a los Estados Unidos donde expuso sus ideas
desarrollistas. Frondizi planteaba que no podía retornarse al país de los granos y las
vacas. La salida estaba en el desarrollo de las industrias básicas: petróleo, siderurgia,
maquinarias. Esto permitiría abastecer a la industria liviana y liberaría recursos que
antes se destinaban a importar. Además, la producción agropecuaria también se
beneficiaría, con la abundancia de energía, maquinaria, combustibles y productos
químicos que posibilitarían su tecnificación y modernización. En realidad, el
desarrollismo encajaba en los planes de expansión e inversión de las grandes
compañías extranjeras ya que éstas, a partir de la Segunda Guerra Mundial, notaron
que una gran cantidad de países subdesarrollados tenían incipientes industrias con
sistemas aduaneros que las protegían. La manera más inteligente de aprovechar esos
mercados era controlarlos desde adentro. De esta forma, la inversión en industrias
manufactureras radicadas en estos países creció notablemente a partir de mediados
de la década del ’50. Las casas matrices de estas empresas se beneficiaron además de
las utilidades con el pago de regalías y las exenciones impositivas que acompañaban
las radicaciones.
Conclusión
Cada crisis, así como tiene un problema clave, ya sea por la falta de gobernabilidad o
por la inflación, todas están sujetas a presentar varios problemas, ya sea en el inicio o
desenlace de la crisis.