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Nombre: Claudia V.

Araujo Caviedes
CI: 5541911 Pt.
Título: SUEÑO, MEMORIA Y APRENDIZAJE
Celular: 67198680

Desde la Edad Antigua el hombre ha intentado explicar el funcionamiento del

cerebro, desde estudios sobre sus características anatómicas hasta su

complejo funcionamiento. Durante la llamada “Década del cerebro” estas

investigaciones avanzaron a pasos agigantados, puesto que se podía estudiar

al cerebro in vivo a través de técnicas no invasivas (Campos, Velásquez,

Lázaro. 2019)

La Neurociencia vincula la práctica con los aportes neurocientíficos, fomenta

investigaciones que motivan a seguir conociendo el cerebro como por ser: su

plasticidad, sus particularidades, la importancia de la nutrición y el ambiente

socioeconómico para su buen desarrollo, la capacidad de almacenamiento de

información, la estimulación que las emociones generan en él o el ejercicio y el

movimiento que mejoran las actividades cognitivas.

El aprendizaje desde la neurociencia son aquellos cambios que ocurren en un

individuo a escala neuronal y del comportamiento, el cual está estrechamente

vinculado a la memoria.

El aprendizaje es un cambio relativamente permanente en el Sistema Nervioso

que resulta de las experiencias y que origina cambios duraderos en la

conducta; la memoria es un fenómeno que le da a nuestras vidas un sentido de

continuidad, define nuestra identidad y permite que esa información retenida

condicione las conductas futuras; por tanto, mejorar la memoria, ayuda a

fortalecer los aprendizajes mismos que conducirán a un desarrollo intelectual y

cultural fundamental para el crecimiento personal.


El efecto positivo del sueño ha sido observado en 2 tipos de memoria: la

memoria declarativa (memoria que es fácilmente expresada verbalmente:

información de hechos y eventos), y la memoria procedimental (memoria

acerca de habilidades y destrezas motoras). Hasta el momento no existe

ninguna evidencia que sugiera lo contrario, es decir, que el sueño favorezca el

olvido o la alteración de la memoria previa.

Carrillo y Ramirez (2013) sugieren que brevísimos periodos de sueño (o

siestas) de hasta 6 minutos de duración son capaces de provocar una mejoría

significativa en la retención de información; sin embargo, también es prudente

señalar que una mayor duración del sueño, se asocia con una mejor retención

de la información al compararlo con un periodo más breve de sueño.

La National Sleep Foundation (2017) publicó un informe sobre los rangos de

sueño recomendados para las personas de acuerdo al grupo etario al que

pertenecen, el informe sugiere que los niños en edad escolar deben dormir

entre 9 y 11 horas, adolescentes entre 8 y 10 horas, adultos jóvenes y adultos

(18-65 años) entre 7 y 9 horas diarias.

Hoy en día los niños y jóvenes son más proclives a disminuir su tiempo de

sueño, esto por diferentes motivos, entre los más importantes se puede señalar

el fácil acceso a medios tecnológicos, redes sociales o juegos de video los

cuales los mantienen despiertos hasta altas horas de la noche.

La falta de sueño provoca que tanto niños como jóvenes despierten más

cansados por la mañana y no aprovechen de la mejor manera sus horas de

estudio, ya que el cerebro así como necesita del sueño, también necesita de un

lapso de tiempo entre el despertar y el inicio de las actividades académicas.


Es importante que todas las personas, independientemente de su edad,

conozcan la importancia del sueño para la consolidación la memoria, la cual a

su vez es una de las piezas fundamentales para potenciar el aprendizaje.

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