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Literatura Española II
Guía de teóricos Nº 1
Contexto cultural
Docente: Julia D'Onofrio
Como sabrán, las obras que estudiamos en Literatura Española II son las del
"Siglo de Oro", tal denominación –de la que luego hablaremos– comprende casi dos
siglos el XVI y el XVII y el reinado de los cinco reyes de la casa de Austria o Habsburgo:
En los videos documentales verán un recorrido histórico por estos reinados que
encapsulan la época de apogeo y caída del Imperio Español. La corona hispánica fue en
esos siglos la más poderosa de Europa y llegó a tener el dominio de un territorio tan
enorme que se podía decir sin mentir que en sus tierras no se ponía el sol.
Los cinco reyes Austria se dividen entre "Austrias mayores" (Carlos I de España
o V de Alemania y Felipe II) y "Austrias menores" (Felipe III, Felipe IV y Carlos II). Tales
etiquetas reflejan los momentos de auge y decadencia de la corona española. Los
reinados también se usan para separar etapas de los distintos estilos artísticos que
predominaron en la España de esos siglos. Desde ya que son divisiones convencionales
y artificiales porque se trata siempre de procesos que no tienen un claro comienzo y un
claro fin.
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que cobra mucha fuerza es la añoranza del esplendor perdido del Imperio Romano. Los
autores de la época perciben la distancia que los separa de ese imperio y cómo el poder
europeo (tanto político como intelectual) pasaba por otros rumbos; en especial por
Francia, que era el mayor centro de intelectualidad de los siglos pasados.
Característico de los primeros humanistas como Petrarca (1304-1374) y del
Renacimiento en general es el interés arqueológico por las ruinas del antiguo imperio
romano. Coleccionaban vestigios romanos, monedas, medallas y prestaban mucha
atención a los monumentos, inscripciones y esculturas. Precisamente, las ruinas les
hablaban del esplendor perdido que reconocen también como suyo, como tesoros que
forman su pasado pero que también se pueden reconstruir para formar su porvenir.
En la búsqueda por retomar el poderío intelectual, cobra especial importancia la
recuperación del esplendor de la lengua latina en su forma clásica. Así, Lorenzo Valla,
cuando hacia 1440 presenta los seis libros de sus Elegancias de la lengua latina (que es
una gramática sistemática de la lengua latina basada en los mejores ejemplos de los
autores clásicos), sostiene que el Imperio Romano dejó un legado más importante que
todos los imperios que lo precedieron: la lengua latina, que permitió la unión de
enormes extensiones de tierras y culturas distintas. El latín, además, conllevaba unas
leyes, unas organizaciones y una cultura que perduraron más que el imperio mismo.
Frente a esta certeza del poder y valor de la lengua latina, comprueba el bajo nivel del
latín entre sus contemporáneos, que es señal del decaimiento de toda la cultura. Así
pues, cuando él con su obra se propone recuperar la pureza de la lengua latina lo
presenta como una defensa ante el invasor bárbaro. Llama a la lucha, exhorta a los
lectores de su obra a aprender el buen latín para arrebatarles a los “galos” invasores lo
que les han quitado y poder dar cabida al necesario florecimiento de una cultura que
sirva para su propio presente.
El ejemplo de Valla nos permite ver rasgos característicos de la mentalidad del
Renacimiento que queremos destacar. Por un lado, la voluntad de recuperar el pasado
clásico, los saberes de la antigüedad, empezando por su lengua. Luego, la idea de la
recuperación del latín como lengua europea e imprescindible como puerta de entrada
para todos los saberes.
La idea misma de la recuperación muestra una concepción innovadora de la
temporalidad y de la historia, porque se deja de lado una idea de continuum y se tiene
conciencia de la distancia que media entre los antiguos y ellos mismos: hay un antes,
un después y un ahora que son distintos. Esta concepción de la historia y la
temporalidad es un cambio de perspectiva esencial con respecto a la cultura medieval;
el pensamiento medieval tenía una mirada más estática e inmóvil, se pensaban como
herederos de una misma linealidad histórica y cultural y por lo tanto no tenían esa
percepción de haber perdido algo que debían recuperar.
En este buceo en la Antigüedad desde una nueva concepción histórica que es
consciente de los cambios, se comprende también la importancia que tuvo la filología
en el desarrollo cultural del Renacimiento. Los humanistas se vuelcan a mejorar su
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La conciencia de la temporalidad
histórica se conecta también con una nueva
apreciación de la perspectiva individual y el
cambio que esta produce en la visión de
hechos o en la creación artística. La mirada
subjetiva comienza a ser un valor
determinante. En efecto, otro rasgo central
en la mentalidad renacentista es el interés
en la percepción individual y en la
construcción de un yo como referente en la
relación con los otros y con el mundo. Tal
como nos recuerda la imagen de Leonardo,
"El hombre de Vitruvio", que se ha
convertido casi en un símbolo del
Leonardo da Vinci - El hombre de Vitruvio - ca. 1490 Renacimiento: el hombre pasa a ser la
medida de todas las cosas.
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Imitando lo mejor de los antiguos pero sin sentirse inferiores a ellos, una idea
con poder transformador que surge entonces plantea la necesidad de crearse como
hombres nuevos, esto se presenta como una gran responsabilidad y supone, por
supuesto, una variedad de posibilidades.
Precisamente, uno de los hitos intelectuales que definen la época es el Discurso
sobre la dignidad del hombre de Pico de la Mirandola (1463-1494, la primera
redacción del Discurso es de 1485). Pico plantea que el hombre es capaz de alcanzar su
más alto potencial sin importar cuál sea su origen. Supone una enorme confianza en el
poder de la voluntad y el empeño humanos y resulta un gran ejemplo del optimismo
antropológico que es una de las caras más sobresalientes del humanismo. En su
Discurso se destaca especialmente el ademán de libertad genuina que se basa en la libre
elección y por lo tanto en los derechos de la diversidad. Lo que más resuena del
discurso es su relato mítico y metafórico del principio, que le sirve para sostener toda
su idea sobre el lugar del hombre en el mundo. Allí se relata cómo el hombre no tiene
un lugar prefijado en la creación sino que ha sido colocado en el medio de ella y puede
volcarse, según su libre elección y albedrío, hacia las formas más excelsas o a las más
rastreras; cada uno puede, como dice Pico, ser semejante a los ángeles o a las bestias.
En definitiva, la dignidad del hombre radica en su libertad para construirse a sí mismo,
porque es él quien puede elegir lo que quiere ser.
Otro aspecto de la renovación humanista nos concierne directamente: el
relativo a la valoración de la poesía y la literatura. Frente al general desprecio de la
escolástica por la poesía y en especial la profana, el humanismo valora el provecho que
la literatura ofrece al hombre. Se recupera la idea de la poesía como un compendio de
saberes porque puede reunir todas las ciencias. Quizás el rasgo más importante sea la
valoración del disfrute hedonista de las cosas bellas, que de ninguna manera es un
disfrute vacío porque permite la ampliación del espíritu y el mejoramiento de la propia
vida. La naturaleza en general, el espacio natural, el paisaje, ya sea real o idealizado,
son otro objeto de atención renovado para los renacentistas que no había sido
atendido por los medievales. Así pues, se deja de lado también la idea –de raigambre
medieval– de que las ficciones poéticas sólo sirven si permiten una interpretación
alegórica.
La dimensión humana se manifiesta también en los géneros literarios preferidos
por los humanistas. Proliferan los diálogos sobre los temas más diversos, lo que
condice con la importancia dada a las circunstancias individuales, las diferentes
miradas y el intercambio de opiniones; el diálogo por lo general no concluye doctrinas,
sino que presenta los puntos de vista distintos (es muy distinto de las definiciones
rígidas de los tratados escolásticos). Las epístolas reales o ficticias, muestran el valor
supremo de la propia experiencia, la comunicación del yo, la interioridad.
El humanismo era una cultura completa, sus ideas se manifestaban no solo en
la filosofía y en el estudio, sino en todos los órdenes de la vida (como la forma de
conversar, de comer, de vestir, etc.). He aquí otra de las grandes divergencias con la
escolástica, que era un saber para iniciados que no tenía contacto con la vida diaria, ni
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con la experiencia vital. De hecho, el éxito del humanismo se explica por el mayor
interés para la vida pública que tienen los estudios que propugnaban, ética, historia y
filosofía política, frente a la teología y dialéctica escolástica. Su programa educativo se
impuso porque les daba a las clases dirigentes los instrumentos necesarios para
intervenir en los asuntos públicos. Si el mayor éxito del humanismo fue producir una
renovación en la cultura, esto fue posible porque tuvo el apoyo de los poderosos que
vieron su utilidad práctica.
Un importante número de humanistas propugnaban ideales de un orden
universal y compartían un pacifismo esperanzador, al menos dentro de las filas
cristianas. Poco de lo que creían y pensaban se terminó llevando a cabo. Numerosos
centros de estudios surgen en toda Europa (los aristócratas y los estratos medios
siguen sus planes de estudio), pero se difumina el sentido excelso y los grandes
objetivos optimistas que veían los primeros humanistas que impulsaban la educación y
la cultura como el valor máximo que transformará la humanidad.
De todas formas, los cambios culturales de occidente en la época de la primera
modernidad se deben en gran medida al impulso de los humanistas. De ellos surge el
desatarse de las verdades heredadas, desafiar a las autoridades y salir a la
investigación directa. Los grandes descubrimientos e inventos de esta época son
posibles gracias a este cambio de paradigma sobre el saber y el estudio.
El invento más revolucionario del momento, la imprenta de tipos móviles,
permitió la divulgación de la cultura humanista, abaratando los libros que
multiplicaron los textos accesibles a capas cada vez más amplias de la población. La
promoción de la alfabetización produjo que aumentara la cantidad de lectores,
consumidores de la creciente industria editorial. Por lo demás, el buen manejo del latín
convierte a Europa en una provincia de intelectuales, donde las comunicaciones viajan
sin problemas y los hombres cultos de diferentes países mantienen fluidas
correspondencias. Erasmo de Rotterdam (1469 – 1536) es el gran ejemplo de esto. Se
escribe con todos, recibe obras de todos y envía las suyas a los distintos países. Todos
los intelectuales de principio del 1500 quieren ser sus corresponsales.
Un rasgo esencial de los intelectuales de este período es el interés por la
actualidad y una aguda comprensión de los problemas de su sociedad. El siglo XVI es
sin duda un tiempo de importantes transformaciones en Europa, desde los
descubrimientos de nuevas tierras en América hasta los nuevos modos de la
religiosidad que se encontraba en disputa, pasando por transformaciones en las formas
de gobierno que se estaban gestando.
Cuando Lutero clava sus 95 tesis en la catedral de Wittenberg en 1517, su gesto
contestatario no es un hecho aislado, más bien podría decirse que llegó a reflejar el
caldeado espíritu de la religión del momento. Su reclamo de cambio y renovación surge
en un tiempo de efervescencia espiritual y de cuestionamiento de las verdades
religiosas recibidas. Toda la primera mitad del siglo está signada por búsquedas de
nuevas formas de relación con lo divino dentro del ámbito cristiano. Gran parte de esas
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búsquedas son la consecuencia de la diferente relación con los textos, las lenguas
clásicas y las autoridades de la filosofía y teología que permitieron los estudios de los
humanistas.
Lo que Lutero critica en primer lugar es el manejo degradado de las cuestiones
de la fe que estaba teniendo el Vaticano desde hacía demasiado tiempo (indulgencias,
bulas, simonías, nepotismo generalizado). Pero en última instancia lo que reúne a todas
las iglesias reformadas es el reclamo por tener una relación más directa con Dios, que
el clero se aparte como intermediario imprescindible y que se permita la enseñanza y
lectura individual de la Biblia en las lenguas nacionales de sus comunidades. Ese
mismo reclamo era compartido también por Erasmo y por muchos otros que
permanecieron fieles a Roma: se trataba de una época que pedía cambios y muchos
quedaron truncos dentro de las filas católicas por el endurecimiento de la Iglesia luego
de la definitiva ruptura con los protestantes.
Otro aspecto filosófico central en la diferencia entre católicos y protestantes –
por el cual Erasmo rompió lanzas con Lutero– se refiere a los modos de alcanzar la
salvación, esta cuestión se proyecta en ideas interesantes sobre el hombre y su
libertad. Simplificando mucho la cuestión, digamos que para el protestantismo la fe
sola alcanza, mientras que para el catolicismo, además de la fe, eran necesarias las
buenas obras. De manera que entre los reformados se sostiene –con matices y
diferencias– una doctrina bastante determinista en cuanto a la salvación individual de
las almas, mientras que la iglesia católica insiste en el libre albedrío humano, la
capacidad del individuo para transformar el destino de su alma a través de las buenas
obras y alcanzar la "vida eterna". De ahí deriva también que la liturgia y el arte
contrarreformista dé tanto lugar a las formas externas de religiosidad, a las acciones
(procesiones, expiaciones, etc.) y a las imágenes que ponen cuerpo a las ideas y
estimulan la devoción. Tengamos en cuenta que estas discusiones que parecen solo
espirituales dieron pie a numerosas guerras en la época y que había muchos intereses
en juego detrás de la afiliación a una u otra práctica religiosa.
La situación en España
Como ya dijimos, la época que estudiamos está delimitada por el reinado de los
Austrias, el primero de ellos es Carlos I de España o V del Sacro Imperio Romano
Germánico, cuando es elegido Emperador en 1519. En los videos documentales verán
los rasgos históricos y culturales del reinado de Carlos V, pero hay que mencionar
algunas cuestiones previas del tiempo de sus abuelos, los Reyes Católicos. La unión de
los reinos de Castilla y Aragón que permitió el enlace de Isabel y Fernando abre las
puertas a la configuración de un estado moderno en España, en el que el poder está
cada vez más concentrado en la cabeza real. En el año 1492, la conquista de Granada, el
último bastión islámico, coincide con el decreto de expulsión o de los judíos, la llegada
a América de Colón y la publicación de la Gramática de la lengua castellana de Nebrija.
Luego de un largo período de guerras civiles y rebeliones, los Reyes Católicos parecían
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los de sangre "no limpia" eran herejes, mantenían su antigua religión y hasta
conspiraban en contra de España. El temor a la inquisición, a ser denunciado por
cualquier desliz de la ortodoxia o por haber querido ocultar un abuelo de origen no
muy "limpio" está muy presente en la mentalidad española de esta época que se
ensombrece con la desconfianza generalizada.
Por otro lado, la situación económica era preocupante. El Imperio tenía enormes
territorios que controlar y eso producía a su vez enormes gastos. De América llegaba
plata pero eso también generaba inflación y se devaluaba cada vez más la moneda
castellana. Las guerras se sucedían por doquier y consumen muchos recursos, hay
conflictos internos con Portugal y con Cataluña y externos en varias regiones Europa,
como pueden ver en los documentales. Para hacer frente a tantos gastos, la corona se
venía endeudando con banqueros europeos. A todo esto se sumaba una administración
deficiente del Estado, no hay en la corona española prácticamente ninguna
modernización, más allá de varios intentos al respecto. La economía no desarrolla casi
ningún tipo de industria, no existe una burguesía innovadora como en Francia,
Alemania o Inglaterra. En fin, el siglo XVII es un siglo de crisis en toda Europa, pero en
España la crisis es doble, su signo es el desastre.
nos resultará útil para señalar algunos rasgos formales del arte barroco que nos
introducen en las problemáticas del estilo y la mentalidad de esta época:
1. Lo lineal frente a lo pictórico (o lo lineal y la masa). En la visión lineal que
define el arte del Renacimiento, las formas y figuras de una composición se
captan con nitidez en sus contornos y cada figura puede ser analizada
aisladamente. En lo pictórico, no hay una definición precisa, se busca una visión
en masa, hay vaguedad en las separaciones, porque se busca lo sobrepuesto, el
volumen, el movimiento.
[En el documento de imágenes complementarias, pueden comparar la
Virgen de Rafael (nº 14) con El Rapto… de Rubens (nº 21)]
2. Superficie frente a Profundidad. En una obra renacentista la composición se
desarrolla en sucesivos planos paralelos al observador; en una obra barroca se
suelen crear dimensiones de profundidad enlazadas para sumergir al espectador
en ellos, la composición está dominada por figuras situadas en ángulo
[La Anunciación de Leonardo (12) o La primavera de Boticcelli frente a
Las meninas (22) o Las hilanderas de Velázquez (23)]
3. Forma cerrada, frente a forma abierta. La obra renacentista aparece definida
en sus mismos límites (figuras fijas y con una estructura geométrica definida)
equilibrio de composición; la obra barroca transgrede los límites, la estructura se
complejiza desaparecen o se disimulan las simetrías puras y se busca retratar el
movimiento, la tensión. Se fija un instante que se desvanece y se nos escapa. Dice
Wölfflin “se tiende cabalmente a no permitir que el cuadro nos brinde un trozo del
mundo con existencia propia, sino un espectáculo que pasa y en el que cabe al
espectador la dicha de participar un instante.”
[La Virgen de Rafael (14) frente a La crucifixión de Caravaggio (20); o el
David de Miguel Ángel (10) frente a Apolo y Dafne de Bernini (18 y19).
También Las meninas son buen ejemplo aquí]
4. Pluralidad frente a unidad. El arte renacentista se compone de una pluralidad
de unidades que pueden ser analizadas aisladamente; la obra barroca parte de la
unidad para la multiplicidad: las figuras están interconectadas, se busca una
síntesis abarcadora, un tema común.
[Se puede comparar La última cena de Leonardo (13) o La Primavera de
Boticelli , con La Ronda Nocturna de Rembrandt (26)]
5. Claridad absoluta frente a oscuridad (o claridad relativa). El arte renacentista
busca representar con la mayor claridad posible los objetos (más allá de si
realmente el ojo llega a percibirlos así), el arte barroco –en algo semejante al
impresionismo– reconoce lo dudoso de la claridad objetiva y suele buscar más
la impresión que la perfección representada. (De esta forma también el
espectador termina la obra “bosquejada”)
[Ver los detalles recortados de la Virgen de Rafael de Las meninas (24)
y el autorretrato de Rembrandt (25)]
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Por más que la insistencia de Wölfflin sea en aspectos formales, sobre ellos se
puede hacer la conexión con las circunstancias históricas. Si el Renacimiento puede ser
una época de apropiación y adecuación con mucho respeto y bastante seriedad de lo
que se recoge de la antigüedad clásica; el Barroco ya lo tomará por propio sin dudarlo y
se permitirá transformarlo a conciencia, incluso parodiarlo y llevarlo al extremo de lo
posible, como se ve en la literatura y en las artes plásticas también al transformar
escenas sacras o mitológicas en situaciones cotidianas. En gran medida, si en el
Renacimiento predomina la imitación en el Barroco predominará la invención.
Uno de los principios del Renacimiento es la idea de la naturalidad: se debe
actuar, escribir y crear objetos artísticos que den idea de naturalidad, de que lo que se
hace, se hace sin esfuerzo. Por el contrario el arte barroco va a rescatar la dificultad y
el artificio: el arte debe mostrarse como algo construido con esfuerzo, ficticio,
artificial.
En el Renacimiento el equilibrio es una de las formas destacadas, en el Barroco
en cambio se va a presentar un desequilibrio como principio artístico. Asimismo, el
arte renacentista busca la proporción, el barroco irá hacia la desproporción como
modo de composición. Si en el Renacimiento se ensalza la serenidad y la
racionalidad, el Barroco destaca la desmesura y el patetismo. De diversas formas, el
arte del Barroco busca siempre producir sorpresa y admiración.
Hay una frase de Baltasar Gracián (un autor de mediados del XVII) que refleja la
mirada sobre el mundo propia de este período. En El criticón se define al mundo como
“un concierto de desconciertos”. El mundo es una compleja y desconcertante relación
de fuerzas en tensión. En el arte y la literatura se expresa también una idea semejante
por el gusto barroco de plantear numerosas relaciones de opuestos que se mantienen
en tensión, sin intentar resolverse con una respuesta única: apariencia y realidad;
verdad e ilusión; engaño y desengaño; naturaleza y artificio; belleza y fealdad; seriedad
y burla. Por eso cobran tanta fuerza en este momento recursos retóricos como las
antítesis, las paradojas y las apariencias engañosas.
El mundo es una unidad compuesta por variedades. Puede parecer que todo
encaja formando un mecanismo uniforme pero dentro de sí es un desconcierto, es algo
disonante que está en constante tensión. Y justamente una gran preocupación de los
contemporáneos es no quedar engañados por las apariencias sin poder valorar lo que
es "verdadero", entendido como aquello que trasciende las apariencias. El correlato de
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es fundamental la clara conciencia de estar viviendo en una crisis que tienen los
hombres de la época. La tesis más fuerte de Maravall es que la cultura del Barroco
consiste justamente en la respuesta que han dado los grupos activos de la sociedad
ante esa crisis que perciben a su alrededor.
Toda la cultura del período es vista en su interpretación como un instrumento
de alienación que sirve para ocultar la crisis del sistema económico y estamental de la
monarquía absolutista. Maravall postula que la monarquía es la clave de bóveda de la
sociedad española del Barroco (es, al igual que en el punto central de una bóveda, el
lugar donde confluyen todas las líneas de fuerza que juegan en la sociedad). Y, según él
lo plantea, los productores culturales se pliegan a sus directrices, la sostienen con sus
obras; son, en fin, agentes que colaboran en la transmisión masiva de los presupuestos
y programas del régimen. En este sentido el planteo de Maravall resulta un poco
excesivo, puesto que en su insistencia sobre el arte como formador de conciencias, los
artistas parecieran ser como agentes del régimen.
Vamos a ver las cuatro características de la sociedad Barroca que, según
Maravall, conforman esta estructura histórica. El Barroco español es una cultura
dirigida, de masas, urbana y conservadora.
Una cultura dirigida (porque busca y estudia los modos de accionar sobre el
público). Una cultura que está conformada por técnicas de atracción, de
persuasión y de compromiso con el sistema señorial monárquico. Luego del siglo
XVI, signado por la expansión de las capacidades humanas, el siglo XVII busca
encauzar el poder del hombre de manera operativa y tendiente a conservar el
orden imperante. El estudio de lo humano continúa el giro producido en el
Renacimiento, pero se da ahora un interés que no es metafísico ni esencialista,
sino operativo: se busca descubrir las mejores maneras de influir en los ánimos,
crear efectos, conmover. De aquí surge para Maravall la explicación del dirigismo
que observa como rasgo constitutivo de la cultura de la época.
Una cultura masiva (es la primera vez en la historia de la cultura occidental que
la misma cultura llega a amplias zonas de la sociedad). Es masiva en el sentido de
que es pensada para amplias masas de la sociedad que sirve a diferentes estratos
sociales y culturales. Maravall la considera una cultura estandarizada (repetición
de modelos y recursos) y preparada para las masas: Maravall piensa que el
teatro es la producción cultural que mejor da cuenta de este rasgo. Pero también
hay que tener en cuenta la importancia de las fiestas organizadas por la corona y
por la iglesia, con una participación muy heterogénea donde se transmitían los
valores de la sociedad, las formas artísticas y los modos de lectura del mundo.
Una cultura urbana. Porque se desarrolla básicamente en las ciudades que han
aumentado enormemente en estos años. Y se relaciona con todo lo que la ciudad
grande, a diferencia del pueblo supone: anonimato, heterogeneidad,
circunstancialidad.
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Fernando Rodríguez de la Flor analiza la cultura del barroco hispano desde una
posición crítica de los postulados de Maravall (no es que los niegue de plano, sino que
los considera insuficientes y simplificadores). Hay un par de formulaciones de
Rodríguez de la Flor, con los que dio título a dos libros, que nos sirven para entender su
mirada sobre la España del Seiscientos.2
Por un lado, llama a la España de la época "la península metafísica", porque
mientras en el resto de Europa estaba entrando y triunfando la ciencia moderna,
2 Ustedes tienen para leer el capítulo introductorio de otro de sus libros (Barroco. Representación e
ideología en el mundo hispánico (1580-1680) que es de 2002.
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3 Que pueden encontrar completa en la "Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes" (en este link).
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Nosotros veremos en este curso a dos autores del momento central, Lope y
Cervantes, que recibieron todo el bagaje cultural de los períodos previos y que además
irradiaron la influencia de sus obras a todos los autores posteriores, no solo de habla
hispana, sino también del resto del mundo.