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X Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología Rural (ALASRU)

“Ruralidades en América Latina: convergencias, disputas y alternativas en el siglo XXI”


Montevideo, Uruguay. 25 al 30 de noviembre del 2018

Cambios socio-territoriales y resignificación de los territorios locales como lugares de


producción y de vida en los Valles Calchaquíes

Grupo de Trabajo 05. Territorio, cultura y disputa por los bienes naturales

Morandi, Jorge Luis. Estación Experimental Agropecuaria INTA Famaillá, Provincia de


Tucumán, Argentina. morandi.jorge@inta.gob.ar
Cruz, Rodolfo Dante. Facultad de Ciencias Agrarias, Universidad Nacional de Catamarca,
Argentina. rodolfodcruz@yahoo.com.ar
Pastrana, Karina Virginia. Agencia de Extensión Rural INTA Santa María, Provincia de
Catamarca, Argentina. pastrana.karina@inta.gob.ar
Renfijes, Marta Alicia. Agencia de Extensión Rural INTA Seclantás, Provincia de Salta,
Argentina. renfijes.marta@inta.gob.ar

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Resumen
El propósito de este trabajo es comprender algunos procesos socioculturales y socioeconómicos
de significación y resignificación de la ruralidad y el territorio, sucedidos en espacios
campesinos de los Valles Calchaquíes entre 1990 y el presente. Dichas dinámicas, en tanto
fenómenos sociales, fueron interpeladas, construidas y disputadas tanto en relación con
transformaciones macroeconómicas e institucionales, como a modificaciones socioterritoriales
locales. Abordamos los cambios en los “espacios construidos” (estructura agraria, tenencia,
distribución y uso de la tierra y del suelo, funcionamiento de los sistemas productivos), al
mismo tiempo que centramos la atención sobre las tensiones existentes entre estos procesos y
las prácticas sociales (materiales y simbólicas) puestas en juego por campesinos, pueblos
originarios y otras formas de la agricultura familiar para territorializar el espacio. Nos interesa
especialmente describir las estrategias de producción y apropiación de los “espacios vividos”
en respuesta a los procesos recientes (y vigentes) de desarrollo del capital, que además de
impactar sobre la estructura agraria, los lugares y los recursos locales, construyeron nuevas
valorizaciones territoriales significativas. A su vez, esos procesos de disputa del espacio dan
lugar a la conformación de una nueva geografía del poder, donde los roles de las organizaciones
sociales y del Estado, constituyen un eje transversal y estratégico. El ámbito de estudio
comprende a comunidades de campesinos, productores familiares y pueblos originarios de
distintos lugares de los Valles Calchaquíes: Comunidad Indígena de Amaicha del Valle
(provincia de Tucumán); Asociación de Productores y Emprendedores del Shiquimil - Entre
Ríos (Catamarca) y Comunidad de Cabrería (Salta). El diseño metodológico de la investigación
combina enfoques macrosociales que enfatizan las condiciones del contexto (trayectorias socio-
territoriales, procesos de modernización y reestructuración agraria), con enfoques micro-
sociales (estudios de caso) que abordan las estrategias y las acciones de los sujetos sociales. La
información proviene de fuentes estadísticas y documentos editados e inéditos, y de
información primaria (sistematización de experiencias, entrevistas semiestructuradas y
encuestas) relevadas por los(as) autores(as) durante el trabajo de campo.

Palabras clave: campesinos indígenas – transformaciones territoriales – Valles Calchaquíes

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Introducción
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Esta ponencia refleja avances de una investigación más amplia sobre las
transformaciones socioterritoriales ocurridas en los Valles Calchaquíes. En trabajos anteriores
(Cruz y Morandi, 2017; y Morandi y Cruz, 2015 y 2016) señalamos que esas modificaciones
socioterritoriales comienzan a manifestarse en la década de 1990 y se amplían y consolidan a
partir del nuevo siglo.
Dichos cambios son evidentes cuando se analiza, por ejemplo la dinámica intercensal
de la estructura agraria (tenencia de la tierra, economía productiva y estructura social); el
crecimiento demográfico y urbano de las cabeceras municipales y los pueblos junto a la
disminución de la población rural dispersa; la retracción de la agricultura campesina; la
expansión rururbana de una economía turística de migración de amenidad (Rainer y Malizia,
2015); los procesos de creación/recreación de lo rural, de la cultura y de la producción local; la
resignificación de la identidad indígena; la reconversión identitaria de comunidades campesinas
en pueblos originarios; y los efectos directos e indirectos de la minería extractivista (Valiente,
2013).
Los cambios en la estructura agraria y los paisajes agrarios de los Valles, se expresan
principalmente a través de las modificaciones de la estructura productiva, comandada por la
expansión del agronegocio vitivinícola, evidenciada mediante el incremento de la superficie
cultivada con varietales selectos; el aumento del número, la capacidad y la especialización de
las bodegas; el incremento de la superficie regada con riego tecnificado; y el desarrollo de
nuevos mercados de trabajo con empleos semiespecializados y flexibilizados (Cruz y Morandi,
2017).
Asimismo, muchas de las transformaciones vitivinícolas están asociadas a cambios en
el espacio/paisaje rural, generados tanto por las estrategias empresariales de los bodegueros,
como de los operadores turísticos (Rainer y Malizia, 2014). Cambios que favorecieron la
instalación de nuevos sujetos sociales, de alto poder de inversión, mediante la valorización del
terroir, la construcción distintiva de lo rural y la participación patrimonializada en el viñedo y
el negocio del vino (Rainer, 2014; Villagrán 2013). Como se señala más abajo, las estrategias
de marketing turístico destacan ciertos particularismos de los lugares, compartidos también por
la migración de amenidad/migración de estilo de vida: las montañas, la aridez, las

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Proyectos “Dinámica y prospectiva de los Territorios” y “Fortalecimiento de las tramas sociales y la gobernanza
territorial”, pertenecientes al Programa Nacional de apoyo al desarrollo y la sustentabilidad de los territorios”, del
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

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características agroclimáticas, la cultura ancestral que recorre las tierras de los Valles y el
aislamiento geográfico (Troncoso, 2016).
Esas condiciones del contexto modernizador estructuran las intenciones analíticas de
este trabajo. El propósito es comprender cómo impacta la dinámica de cambios en tres espacios
campesinos/indígenas: la Comunidad Indígena de Amaicha del Valle (Tucumán); la Asociación
de Productores y Emprendedores del Shiquimil de Entre Ríos (Catamarca) y la Comunidad
Diaguita Calchaquí de Cabrería (Salta). Además de las incidencias de las transformaciones, se
intenta comprender la praxis de los sujetos sociales subalternos para reproducir los espacios de
vida y al mismo tiempo cumplimentar las demandas y afrentas de los espacios y/o territorios
construidos por el capital. Así, se examinan de forma exploratoria desde las miradas de los
oprimidos cómo la globalización del espacio se negocia, se disputa, se comunica, se significa,
se territorializa y se produce en lugares concretos.

Breves notas teórico-metodológicas

La teoría de Henry Lefebvre (2013 [1974]) sobre la producción social del espacio,
sostiene que en cada momento histórico, las sociedades producen un espacio que es
permanentemente transformado, apropiado y recreado. A diferencia de otros autores que
plantearon teorías a partir de la relación dialéctica entre proceso y objeto, Lefebvre explica esa
relación a partir de tres momentos conceptuales: las prácticas espaciales (espacio percibido o
construido); las representaciones del espacio (espacio concebido) y los espacios de
representación (espacio vivido). La construcción del espacio sería entonces la resultante de una
relación trialéctica de estos tres componentes metodológicos.
El espacio percibido o construido contiene los bienes tangibles e intangibles que
conforman las relaciones sociales de producción y reproducción material (estructura agraria,
infraestructura, ciudades, formas de división social del trabajo, mercados de trabajo, tecnología,
conocimiento acumulado, etc).
El espacio concebido es el que se representa en forma de mapas, planos técnicos,
memorias, discursos, etc. Son conceptualizaciones elaboradas por los “especialistas”
(sociólogos, geógrafos, agrónomos, biólogos, urbanistas, arquitectos u otras disciplinas), que
contribuyen a formar el sentido dominante del espacio y están directamente ligadas con las
relaciones de producción hegemónicas y con el orden que estas relaciones imponen en el
territorio a través de diferentes vías (comunicación mediática; transmisión de códigos;
aplicación de “conocimientos científicos de aplicación universal”; o el empleo de la violencia).

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El espacio vivido, en cambio, es construido socialmente y expresa una compleja
combinatoria de símbolos, imágenes y otras expresiones sensoriales que los habitantes del
territorio producen como experiencia de vida. Su concepción supera el espacio físico y alcanza
los límites de la propia imaginación humana que busca crearlo, apropiarlo y recrearlo a través
del uso simbólico de los objetos que lo componen.
La interrelación trialéctica entre estos tres espacios, se presenta entonces como una
combinación inestable, compleja y con transiciones inacabadas. El concepto de territorio, bajo
esta perspectiva, sería el espacio resultante entre lo que existe como construcción histórica; lo
que la sociedad hegemónica concibe como atributos deseables para ese espacio; y los proyectos
de vida, los símbolos y las imágenes que los habitantes del territorio construyen durante su
devenir histórico.
Complementamos la teoría de Lefebvre con las definiciones conceptuales de Pierre
Bourdieu (2000) sobre habitus, como proceso de construcción y afirmación de subjetividades
colectivas e individuales socializadas históricamente. Cada combinatoria de esta relación
trialéctica conforma determinados modelos de producción y apropiación del espacio, de la
naturaleza y de los excedentes generados, que se expresan a través de procesos de
territorialización y de posicionamientos de los sujetos (territorialidades) frente a la producción,
distribución y consumo de los recursos para la reproducción de la vida.
En relación a esto, Porto-Gonçalves (2008) sostiene que territorio, territorialidad y
territorialización son tres elementos que coexisten simultáneamente y se encuentran en
permanente interacción. Esto explica la existencia de múltiples territorialidades en un mismo
espacio geográfico. Ante el avance del capital sobre los territorios, los pobladores locales
desarrollan diversas estrategias de resistencia; ante la transformación de sus paisajes y de su
cultura en mercancías, las comunidades fortalecen sus capacidades de afirmación discursiva y
de defensa de su identidad.
Este trabajo intenta entonces interpretar cómo los sujetos sociales locales construyen su
espacio, desarrollan su habitus, aplican prácticas sociales y elaboran estrategias discursivas que
derivan en procesos de territorialización.
A partir de información secundaria, se trabajó con enfoques macrosociales que
describen las condiciones del contexto, las trayectorias socioterritoriales y los cambios en la
estructura agraria (espacios construidos y espacios concebidos). El resultado de esta etapa se
articuló con enfoques microsociales (espacios vividos) mediante informaciones relevadas por
los(as) autores(as) durante el trabajo de campo.

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Las condiciones del contexto local
El desarrollo del capital agrario e inmobiliario, como vector de la reestructuración de la
agricultura o la ruralidad globalizada en los Valles Calchaquíes fue evidente en dinámicas
vitivinícolas previas: el sector central, dinamizado por los departamentos Cafayate, San Carlos
y Molinos (Salta); y el sector sur, ubicado en el departamento Santa María (Catamarca). Pero
la expansión del capital agrario abarcó también lugares históricos de vitivinicultura artesanal
campesina (vinos pateros y caseros criollos) situados en distintos oasis productivos a lo largo
de los Valles y cercanos a los cursos de agua permanentes.
El avance agrario se dio también en espacios de producción familiar, en pueblos
reconvertidos por la modernidad vitivinícola en nuevos espacios que fueron disputados por el
capital (en términos productivos y discursivos), a productores campesinos, de ganadería
extensiva a campo abierto sin delimitar. Sobre éstos recayó el discurso de tierras improductivas,
vacías o con escasa aptitud agrícola. El agua subterránea de perforaciones y los sistemas de
riego presurizados, más los viñedos varietales en espaldera y su riguroso manejo, la bodega y
la búsqueda de la altura (Villagrán, 2013), se constituyeron en materialidades del capital que
reestructuraron espacios, producciones, vidas y trabajos campesinos.
En cualquier sector de los Valles Calchaquíes y aún en las quebradas laterales y valles
adyacentes, está presente este nuevo paisaje agrario vitivinícola moderno, inscripto además
como atractividad turística de las rutas del vino. La pequeña porción de los Valles Calchaquíes
perteneciente a Tucumán, que hasta el siglo pasado tenía una contribución casi inexistente a las
estadísticas viníferas, en la actualidad, esta zona comparte y disputa con sus vinos las mismas
distinciones de calidad técnica y sociocultural que las áreas núcleo, pero a diferencia de éstas
que tienen una alta composición de capitales internacionales, en la porción tucumana los sujetos
sociales que edifican esos nuevos paisajes o son actores locales o son inversionistas tucumanos.
De igual modo, esta dinámica de modernidad agraria fue, tomada, recreada e
implementada por el campesinado y otras formas de la agricultura familiar, de forma individual
o asociada. Mas por otra parte, fue acompañada, instalada y formalizada por las políticas de
desarrollo del Estado y por las regulaciones estatales y público-privadas como el Instituto
Nacional de Vitivinicultura (INV) y la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR). Como
se ve más adelante, en la Comunidad Indígena de Amaicha, se desarrollaron dos experiencias
locales de elaboración y comercialización de vinos propios con distinciones particulares
adicionales: una llevada a cabo por la propia Comunidad Indígena y otra por una Cooperativa
de jóvenes productores comuneros.

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Aunque la vitivinicultura es la variable transversal del desarrollo del capital agrario en
los Valles, en ciertas localidades la producción nogalera y de aromáticas tuvieron incidencia en
los cambios de la estructura productiva. En esas producciones se introdujeron innovaciones
tecnológicas sostenidas por PyMEs familiares y no familiares y por campesinos individuales y
asociados, estos últimos apoyados por programas y proyectos estatales. El caso de la Asociación
de Productores y Emprendedores de Shiquimil, en la localidad de Entre Ríos, es un ejemplo de
estrategias de reestructuración de la agricultura familiar local en un contexto general de
modernización inducida y desplazamiento de la producción campesina.
La retracción de las explotaciones campesinas, se vincula a una multiplicidad de
cambios, continuidades y adecuaciones de sus economías frente a las condiciones del contexto.
Desde la década de 1970, el campesinado enfrenta incidencias de continuos cambios de las
estrategias empresariales de desarrollo del capital, donde los patrones de consumo, las
convenciones, protocolos y normas de calidad, fueron eliminando progresivamente de los
mercados locales, los llamados alimentos criollos.
Asimismo, otras dinámicas impactaron sobre los procesos productivos, laborales y las
estrategias generales del campesinado de los Valles, como fue la crisis de la producción
azucarera y su recomposición tecnológica (cosecha mecanizada), que llevó a la desaparición
del trabajo asalariado manual en la zafra, que coadyuvaba a la reproducción de la economía
campesina. Esto provocó la migración de población campesina económicamente activa hacia
las ciudades y el consecuente abandono de los predios de cultivo y de residencia local, por lo
cual el envejecimiento y el decrecimiento poblacional fueron los fenómenos característicos.
Aun en la actualidad, pese a ciertas sinergias de la vitivinicultura, el turismo y la minería
extractivista, el mercado de trabajo local aún no recompone la estabilidad demográfica. Según
Rainer y Malizia (2015) las tasas de crecimiento poblacional están por debajo de los valores
medios de cada una de las provincias que conforman los Valles Calchaquíes. Los departamentos
mejor posicionados son Cafayate y Tafí del Valle, relacionados al turismo y a los
emprendimientos vitivinícolas e inmobiliarios; y Santa María (Catamarca), relacionado a la
minería extractivista y al empleo en la administración pública (Cruz y Morandi, 2016).
Además, el crecimiento de las cabeceras departamentales fue modificando el patrón de
la vivienda-finca típica de los Valles e imponiendo el parcelamiento de las tierras dedicadas a
la producción, sea para la construcción de casas particulares y barrios privados, o para uso
recreacional (countries, campos deportivos, clubes, balnearios y campings). Estos procesos
promueven la construcción de un ámbito rural en regiones periféricas, idealizado con valores

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culturales y paisajísticos, donde los cambios socioespaciales generados en el ámbito rural
mediante la instalación de estos emprendimientos, terminan reproduciendo las mismas
condiciones de la vida urbana que supuestamente los nuevos usuarios pretendían abandonar
(Rainer y Malizia, 2014 y 2015).
En otras palabras, se visualiza la vocación de establecer ghettos exclusivos para los
migrantes de amenidad y para el turismo de alta gama. Prácticas sociales y habitus que
excluyen a la población local, especialmente a sectores sociales de bajos ingresos y grupos
étnicos de pueblos originarios, argumentando razones de seguridad y de mayor confortabilidad
para los visitantes. Asimismo, la construcción de urbanizaciones cerradas, generan efectos
físicos sobre el paisaje (destrucción de laderas, aplanamiento de lomas y morros, desvíos de
cursos hídricos, construcción de estanques artificiales), al tiempo que observan un efecto
devastador sobre sitios arqueológicos y otros reservorios del patrimonio cultural local (Manasse
et. al., 2018)
Finalmente, señalamos a la minería extractivista como sujeto territorializador del
capital, especialmente a partir de 1994 con la instalación de la Minera La Alumbrera, en el
Departamento Belén (Catamarca). Las transformaciones operadas sobre los territorios se
observan tanto a través de sus efectos directos sobre el espacio físico y el paisaje (movimiento
de suelos, caminos, redes de energía eléctrica y mineraloductos, circulación de transportes,
degradación de sitios arqueológicos), como de sus efectos indirectos mediante la intervención
en el mercado de trabajo y en una amplia gama de iniciativas de apoyo a las comunidades
locales bajo la figura de la Responsabilidad Social Empresaria (donaciones, construcción de
infraestructura comunitaria y productiva, suministro de insumos y materiales a productores
locales).

Análisis y discusión de resultados: disputas por los recursos naturales, resignificación de


los territorios locales y construcción de espacios de vida
La Comuna Rural/Comunidad Indígena de Amaicha del Valle (CIAV) (Tucumán)
Los territorios de la CIAV se encuentran comprendidos en la Comuna Rural de Amaicha del
Valle (CRAV), provincia de Tucumán. Ocupa una franja de 33 km de largo por un ancho de 25
km, que se extiende a lo largo de la RP N° 307, entre El Infiernillo, al Este, hasta el cauce del
río Santa María, al Oeste, con una altitud media de 2.300 msnm. Residen allí aproximadamente
7.200 habitantes, de los cuales 2.800 se encuentran concentrados en la Villa de Amaicha y en
las localidades de Los Zazos y Ampimpa, mientras que el resto constituye población rural
dispersa, asentada en parajes y caseríos del pedemonte y del área montañosa de las Cumbres
Calchaquíes.

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Predominan seis sistemas agrarios (Morandi y Cruz, 2015): a) fincas sin actividad agropecuaria;
b) pequeños productores ganaderos de secano; c) pequeños productores de frutales; d) pequeños
productores de cereales con cría de ganado ovino; e) pequeños productores diversificados y
medianamente tecnificados; y f) tierras comunitarias, puestos de ganadería extensiva y tierras
de pastaje en secano.
Estos sistemas productivos ocupan fuerza de trabajo familiar y disponen de escasa
infraestructura. Algunas explotaciones cuentan con huertas familiares cuyos productos se
destinan al autoconsumo. La producción pecuaria en pequeña escala (carne, leche, huevos y
lana) también tiene como destino principal el consumo familiar. La producción artesanal de
alimentos y fibras es destinada a la comercialización local (dulces, aromáticas, lana de oveja y
llama, tejidos artesanales, cueros y quesos).
La CIAV es una organización de primer grado que está conformada por tres órganos de
gobierno: la Asamblea de Comuneros, el Consejo de Ancianos y el Cacique. Para acceder a la
tierra (sea para producción o residencia) los comuneros deben contar con una orden de posesión
otorgada por el Cacique y el Consejo de Ancianos.
Desde el período colonial, la Comunidad, bajo diversas formas de organización y
representación política y social, reprodujo repertorios culturales y modos de vida, al tiempo que
cumplimentó demandas de distintas formaciones estatales y de diferentes modelos de
desarrollo. Esto refleja que los procesos de territorialización campesino/indígena mantuvieron
una profundidad temporal expresada en una diversidad de experiencias y espacios alternativos
construidos y vividos por la Comunidad (Morandi y Cruz, 2017).
En el período que nos ocupa (1990/2015), destacamos algunas de las prácticas sociales que
buscan consolidar transiciones económicas, políticas, ambientales y culturales alternativas a los
modelos de acumulación del capital dominante.
Un hito fundacional es la invocación a la Cédula Real de 1716 (protocolizada por el Estado
Argentino en 1892), que les otorga a la CIAV y a la Comunidad India de Quilmes la posesión
de sus territorios según el derecho comunal español. La intencionalidad simbólica de la Cédula
Real, ha formado parte del imaginario colectivo de la Comunidad y ha sido determinante para
mantener el control del territorio, fortalecer su identidad y reproducir algunas de las prácticas
culturales tradicionales.
El Convenio 169/89 de la OIT, incorporado al corpus legal nacional mediante Ley Nº
24.071/92, adopta el concepto de ‘territorio indígena’, que incluye tanto los ‘espacios

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producidos’ (tierras para sembradío y para la producción y cría de animales; y recursos
naturales) como los ‘espacios vividos’ (cementerios, sitios sagrados, y otros geo-símbolos).
Posteriormente, la reforma constitucional de 1994, reconoció la preexistencia étnica y cultural
de los pueblos indígenas argentinos garantizando el respeto a su identidad cultural y el derecho
a una educación bilingüe e intercultural.
A partir de este marco normativo y en virtud de la Ley N° 26.160, la CIAV inscribió
recientemente una superficie de 52.812 ha bajo la forma de ‘propiedad comunal’ en el Registro
Nacional de Comunidades Indígenas (Re.Na.CI), administrado por el INAI. El relevamiento
del territorio comunitario llevado a cabo por un equipo integrado por profesionales
universitarios, funcionarios del INAI y comuneros, permitió localizar, identificar, clasificar,
cartografiar y mensurar espacios comunitarios actuales y ancestrales (puestos ganaderos,
campos de pastaje, antigales, lugares sagrados, caseríos antiguos, sitios arqueológicos y otros
“espacios vividos”) lo cual significó una importante experiencia para la reconstrucción de la
memoria colectiva y la reafirmación identitaria de la Comunidad (Arenas y Ataliva, 2018).
Otra de las prácticas sociales que la comunidad intenta consolidar, es la política del Buen Vivir,
adoptada como proyecto comunitario e inspirada en las reformas constitucionales de Ecuador
(2008) y de Bolivia (2009). En Amaicha, la estrategia del Buen Vivir, se vincula con lo que
denominamos “lógicas flexibles” (Cruz y Morandi, 2016), o sea transiciones e innovaciones
socioproductivas que aprovechan oportunidades generadas por el desarrollo hegemónico, pero
que también expresan la búsqueda de alternativas de gobernanza autonómica.
La Escuela de Gobernanza Indígena, creada en el ámbito de la CIAV otorga una diplomatura
para jóvenes de diversas comunidades indígenas del país, que ya cuenta con 24 egresados, más
40 participantes que la cursan actualmente. Los contenidos curriculares abordan los marcos
jurídicos sobre los derechos indígenas y representan la intención de construir fundamentos
epistémicos basados en la cosmovisión indígena y en el Derecho Mayor, en contraposición a
las interpretaciones del Derecho Positivo.

La Comunidad de Entre Ríos - Asociación de Productores y Emprendedores del Shiquimil


(Catamarca)
La localidad de Entre Ríos está ubicada en el departamento Santa María (Catamarca), a
2.400 msnm, en el valle del Yokavil, al pie del Aconquija. Pertenece a la región fitogeográfica
del monte, de vegetación achaparrada, con dominancia de jarillas (Larrea sp.) y presencia de
algarrobales (Prosopis sp.) y ejemplares de churquis (Acacia caven), arcas (Acacia sp.) y
chañares (Geofroea decorticans).

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Viven en la localidad 30 familias integradas en promedio por 4 a 5 personas, sumando
un total de 156 habitantes. Un 67% de las familias corresponden a productores/as minifundistas,
mientras que el resto son amas de casa, jubilados/as y empleados/as públicos/as. Las viviendas
están construidas con material de la zona: paredes de adobe, techo de jarilla, caña y barro, piso
de tierra o de cemento. Un 10 % de la población presenta NBI.
La principal fuente de ingreso es la producción agropecuaria. Son pequeños productores
familiares diversificados con predios que no superan las dos hectáreas, con tenencia precaria de
la tierra. Por su relieve montañoso predomina la ganadería de tipo extensiva de caprinos y
ovinos.
La zona presenta un microclima benigno,: baja incidencia de vientos, heladas atenuadas,
precipitaciones de 180 mm/año, y temperaturas que en primavera-verano oscilan entre 15ºC y
30ºC. La zona posee un relieve mixto, diferenciado con pendientes pronunciadas. Los suelos
son de textura franco-arenosa, con bajo contenido de materia orgánica. El agua proviene de
vertientes naturales del Aconquija, encausándose por el rio Shiquimil, e ingresando al sistema
de riego por medio de tres tomas precarias. La infraestructura para el riego está constituida por
acequias de tierra (sólo existen 300 metros de canales revestidos) y una pequeña represa. El
riego está administrado por un Consorcio, integrado por una comisión directiva y un repartidor
de agua pagado por los usuarios.
Estas condiciones agroclimáticas más la gestión del riego favorecen el desarrollo de
cultivos con excelentes características organolépticas y de sanidad, tanto para especies
hortícolas y frutícolas, como para el cultivo característico de la localidad, el nogal (Juglans
australis), especie autóctona del Bosque Montano de las provincias del NOA.
La actividad agrícola se circunscribe a una superficie de 80 ha, donde se cultivan
aromáticas, frutales de pepita y carozo, y fundamentalmente nogales (variedades Chandler,
Franquete, Californiana y Criolla). La superficie plantada con nogales es de 35 ha, de las cuales
la mayor parte corresponde a plantaciones jóvenes (de 0 a 5 años). El rendimiento promedio de
las plantaciones en plena producción es de 6.000 kg/ha y la producción total de la localidad de
aproximadamente 35.000 kg. Las nueces se comercializan con cascara o como pulpa de nuez,
obteniéndose un muy buen precio debido a la calidad de la nuez y la poca o nula aplicación de
agroquímicos (Pastrana et. al., 2017).
A través las huertas y de la actividad de granja, se generan ingresos complementarios y
se obtiene valor agregado a la producción primaria (frutas secas, pelones, vinos, dulces e hilados
rústicos).

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De esta manera, articulando su trabajo con diversas instituciones y promoviendo un
intercambio de saberes científicos y empíricos, la Asociación construyó un proyecto asociativo
de revalorización del cultivo del nogal y lo ha convertido en un símbolo identitario local.
Mediante eventos de capacitación, viajes de observación, jornadas de campo, etc, se trabajó
sobre los aspectos organizativos de la Asociación y la problemática técnica del cultivo (elección
varietal, introducción de material genético de alto potencial productivo, técnicas de vivero,
poda, conducción, sanidad, manejo del suelo, cosecha, post cosecha y comercialización). Este
proceso permitió a los miembros de esta organización convertirse en referentes socio-técnicos
del sector nogalero, tanto a nivel provincial como del Valle Calchaquí.

La Comunidad de Cabrería – Valle de Luracatao (Provincia de Salta)

La Comunidad Diaguita Calchaquí de Cabrería se sitúa en el Municipio de Seclantás,


departamento Molinos. Las difíciles condiciones de accesibilidad (caminos de ripio en alta
montaña) determinan el aislamiento de las familias del lugar, no sólo por las condiciones
geográficas, sino también por la falta de servicios públicos (energía eléctrica, comunicación,
salud y educación). Se localiza en la cuenca del río Luracatao, que conforma parte de la región
de valles semiáridos de altura, con lluvias que no superan los 200 mm/año, concentradas en
verano y con una marcada amplitud térmica.
En los Valles Calchaquíes salteños, todavía existen resabios del sistema de haciendas
instaurado en la época colonial y consolidado durante la era republicana. Se trataba de grandes
propiedades que sujetaban a la tierra la fuerza de trabajo campesina, bajo un régimen de
relaciones precapitalistas, como la “arrendería”, una forma de servidumbre que consistía en el
disponer de fuerza de trabajo a cambio del usufructo de una pequeña parcela para la subsistencia
familiar campesina.
El territorio que actualmente ocupa la Comunidad de Cabrería, conjuntamente con otras
once comunidades 2 formaba parte de la Finca Luracatao, antigua propiedad de la familia Patrón
Costas, propietaria también del Ingenio San Martín del Tabacal.
En 2004, después de un largo período de lucha que incluyó la etapa de la dictadura
militar, a través de un acuerdo entre las organizaciones campesinas, el Estado Provincial y los
dueños de la Hacienda, se consiguió restituir el derecho de propiedad de la tierra a 213 familias
de “arrenderos” cuyos ancestros habían sido pobladores del lugar durante varias generaciones.

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Comunidades de La Sala, Buena Esperanza, Alumbre-Condorhuasi, Churquío, Patapampa, Cieneguilla, Cuchiyaco-Refugio,
La Aguadita, Brealito, La Puerta y La Laguna.

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Además de recibir el título de propiedad de los lotes que ocupaban, los campesinos accedieron
al derecho de servidumbre para el usufructo perpetuo de pastaje y abrevaje.
Actualmente, la comunidad concentra 35 familias que tienen entre 6 y 8 integrantes cada
una, conviviendo muchas veces hasta tres generaciones en una misma vivienda. Generalmente
los jóvenes emigran en busca de oportunidades a los principales centros urbanos de Salta y del
país.
Poseen fincas con una superficie promedio de 5 hectáreas, donde se realizan actividades
agropecuarias destinadas principalmente al autoconsumo y los excedentes para la venta. Entre
los principales cultivos se destacan: el maíz (capia blanco, capia amarillo, capia tábano, culli,
pisingallo, morocho amarillo, morocho blanco, cuarentón), papas andinas (rosada, overa,
blanca, oca, papa dulce), poroto (overo, mantecoso, pallar), cebolla, tomate, zapallo, pimiento
para pimentón, alfalfa, durazneros, manzanos, tunas, higos, nogales y hortalizas varias.
Además, crían cabras y ovejas con pasturas naturales, complementando la alimentación con
alfalfares en pequeñas parcelas. El ganado vacuno se cría en áreas de montaña bajo sistemas de
pastoreo extensivo.
Generalmente los hombres se encargan del trabajo agrícola, del mantenimiento de los
sistemas de riego y del cuidado del ganado mayor, mientras que las mujeres, además de las
tareas del hogar y de la crianza de los niños, se dedican a la cría de animales menores, a la
huerta y al hilado de lana forma manual.
Tradicionalmente las familias de Luracatao se destacaron en la confección de telas y
artesanías en telar (barracán, picote, tapices, alfombras). Actualmente, a través de un proceso
de trabajo colectivo, se han desarrollado otros productos con diseño y con una marca colectiva
propia, junto a otras 15 comunidades de la organización de segundo grado “Comunidades
Unidas de Molinos” (CUM).
Desde que accedieron a la posesión de la tierra en 2004, los comuneros transitan un
proceso de resignificación de sus territorios, lo cual, después de más de un siglo de
subordinación al sistema hacendario terrateniente, implica una transición hacia nuevas formas
de apropiación y representación del espacio local como lugar de producción y de vida.
Aunque un primer elemento distintivo de esta transición, es la autoidentificación como
pueblo originario (como lo indica su nombre), se identifican principalmente como campesinos,
al igual que todas las comunidades integrantes de la CUM. La recuperación de su condición de
campesinos independientes, permitió consolidar sistemas productivos y de uso del suelo
basados en la parcela campesina como unidad de producción, de consumo y de reproducción
familiar. El acceso a la tierra y al agua los fortaleció como sujetos de derecho y contribuyó a

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gestar procesos autogestivos para mejorar sus sistemas de producción y lograr alternativas
autónomas de comercialización.
Otro elemento constitutivo de esta resignificación identitaria, es la revalorización de su
cultura, lo cual se manifiesta en sus prácticas productivas, como el rescate de cultivos
tradicionales (quinua, maíces, papas, porotos) y técnicas de hilados y tejidos artesanales.
Esta concepción campesino/indígena del territorio, coexiste en forma inestable con el
sistema hacendario, ya que la Finca Luracatao, administrada por los descendientes de sus
antiguos propietarios, sigue ocupando un lugar central en el espacio geográfico y en la gestión
de una parte de los recursos del territorio (aguas, tierras y campos de pastaje).
Aunque por el momento no se registran operaciones de ocupación del espacio por parte
de corporaciones turísticas y vitivinícolas (posiblemente debido a las malas condiciones de
accesibilidad y a la carencia infraestructura y de servicios), en zonas vecinas de la región, como
Angastaco, Tomuco, o El Carmen, se evidencian indicios de controversias entre los modos de
vida campesinos y los intereses de corporaciones internacionales y de grandes propiedades.

Conclusiones

La dinámica socioterritorial en los Valles Calchaquíes manifiesta una tendencia a la


valorización de ciertas porciones del espacio rural, en detrimento de otras que sufren el
desplazamiento, la degradación de sus recursos naturales y de sus tramas sociales. La
valorización del espacio o la globalización localizada de lo rural implicó el incremento del
precio de la tierra, el aumento de los costos de producción de las producciones agrícolas y la
aparición y consolidación de nuevos sujetos sociales que construyen territorialidades mediante
la apropiación de los recursos naturales locales y la disputa por el sentido del territorio bajo la
perspectiva de una ruralidad modernizante y excluyente.
A través de las evidencias recogidas en trabajos de campo propios y en investigaciones
previas (Belli y Slavutsky, 2008; Villarreal, 2010; Rainer y Malizia 2014 y 2015; Vázquez y
Álvarez, 2015), se observa un deterioro gradual de las condiciones de acceso, gestión y control
de la tierra por parte de las comunidades, así como pérdida en las capacidades de producción
de alimentos para autoconsumo. Se registra la configuración de una geografía de territorios
expulsores de población y de valores identitarios de la cultura campesina e indígena, al igual
que un incremento de la precariedad laboral y empeoramiento de las condiciones de trabajo.
Asimismo, se observan mayores dificultades de la población local para el acceso a servicios,
bienes e insumos básicos, debido a procesos de readecuación de la obra pública, de los circuitos
comerciales y del encarecimiento de los bienes de primera necesidad.

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No obstante, frente a la territorialidad que construye el capital bajo el discurso de la
modernidad agraria, se manifiesta una diversidad de respuestas, resistencias y adaptaciones de
las comunidades indígenas, campesinas y de otras formas de la agricultura familiar. Prácticas
sociales y acciones colectivas que crean y recrean formas de organizar la producción, el trabajo
y los espacios de vida a partir de la revalorización simbólica y material de los patrimonios
locales. Esta revalorización de lo local suele ir acompañada de nuevas formas de producción de
conocimientos basadas tanto en conocimientos y saberes rutinarios como en nuevos sentidos
epistémicos alternativos a los modelos cognitivos hegemónicos.
El caso de la Comunidad Indígena de Amaicha del Valle es un proceso de recreación de
las culturas y las identidades junto a la consolidación de la Comunidad como pueblo originario.
A partir del espacio social creado por el reconocimiento del Estado de los derechos
comunitarios sobre el territorio, así como de diversas estrategias, discursos y resignificaciones
del pasado-presente-futuro, la Comunidad afianzó el control y la gestión de sus territorios desde
una perspectiva de relativa autonomía. Entre esas acciones destacan al presente el Relevamiento
Territorial de Comunidades indígenas y la creación de la Escuela de Gobernanza Indígena.
En el Valle Calchaquí salteño, la Comunidad Diaguita Calchaquí de Cabrería y otras 12
comunidades campesinas del Valle del Luracatao después de una larga trayectoria de lucha y
pleitos judiciales accedieron al derecho de propiedad de la tierra. La Comunidad de Cabrería
en ese proceso se integró a una organización de segundo grado, la CUM, inscribiéndose así en
disputas por los sentidos y los significados del territorio que fortalecieron los modos de vida
campesinos, los lugares de vida, la organización comunitaria y la reivindicación de identidades
distintivas.
Más al sur, en la localidad de Entre Ríos, ubicada en el valle medio del río Santa María,
la Asociación de Productores y Emprendedores del Shiquimil construyó una trayectoria socio-
territorial de empoderamiento socioproductivo. A través del trabajo articulado con diversas
instituciones estatales construyeron un proyecto asociativo de revalorización del cultivo del
nogal (que se ha convertido en un símbolo identitario local) y a la Asociación posicionarse
como referente sociotécnico del sector nogalero del Valle Calchaquí y de la provincia de
Catamarca.
En síntesis, el trabajo muestra trayectorias de adaptación y resistencia protagonizadas
por tres organizaciones integradas por sujetos sociales con orígenes, intereses e identidades
diferentes, pero que coinciden en adoptar prácticas de valorización de los patrimonios locales,
del rescate de la identidad y de la apropiación de los espacios vividos, como estrategias de
defensa y resignificación de sus territorios.

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