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10Respecto a este buen Estado, Platón sostiene a través de Sócrates que los otros tipos de Estado
son deficientes. Para demostrar la veracidad de tal afirmación ante sus interlocutores, Sócrates se
da a la tarea de caracterizar las principales formas de gobierno -timocracia, oligarquía, democracia
y tiranía-, mostrando con ello la validez de su afirmación y agregando otra tesis: el mejor Estado es
el más feliz y el peor el más desdichado (Cfr. Ibíd., 544 a-b). Esta tesis probablemente le lleva a
15mostrar la necesidad del buen Estado para todos los ciudadanos.
Estados Defectuosos
20Como se indicó líneas atrás, el buen Estado es el aristocrático, conformado por hombres buenos y
justos. Éste es el punto de partida de la argumentación platónica, la cual se basa en lo que sigue en
contraponer al Estado justo el más injusto. Para ello, Sócrates recorre las formas de Estado
consideradas defectuosas, guiado por una idea de degradación permanente respecto a ellos, es
decir que, el Estado más defectuoso entre los defectuosos viene a ser aquel más injusto. Pero,
25¿por qué se origina el paso de un buen Estado a otro defectuoso?
Esta idea supone una ley de degeneración inevitable, manifiesta en el numeral 546 a-b, según la
cual “todo lo generado es corruptible”, por tanto el buen Estado una vez constituido será
perturbado y con ello degradado. La ley de degeneración se expresa en las plantas y los seres vivos
cuando se presenta fecundidad e infecundidad y en el caso del Estado se manifiesta del mismo
30modo, pues aun cuando los dirigentes sean sabios, se les pasará por alto los momentos más
propicios para la procreación. De ahí surge la posibilidad de que los guardianes casen a las
doncellas en momentos no propicios y nazcan en consecuencia niños no favorecidos por la
naturaleza ni la fortuna. De ellos, asegura Sócrates, lo mejores serán designados por sus
predecesores, pero, dada su falta de mérito, descuidarán la música, se tornarán más incultos y no
35discriminarán las razas -plata, bronce, hierro-, creando una anomalía inarmónica que genera
guerra y odio. Este sería pues, el origen de la perturbación del buen Estado, en términos de Platón,
la genealogía de la discordia (Cfr. Ibíd., 547 a).
Esta primera perturbación del buen Estado genera la timocracia. A su vez, y teniendo en cuenta la
ley de degeneración, de ella se deriva la oligarquía, de la oligarquía la democracia, y de ésta la
40tiranía. Ahora bien, la pregunta que sigue es ¿cómo se da la constante degradación de uno a otro
Estado, hasta llegar al más injusto?
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Para responder este interrogante, Sócrates precisa de cada tipo de Estado el modo en que
proviene del anterior, el tipo de hombre que le corresponde –pues hay una relación estrecha entre
el tipo de Estado y el carácter del alma humana- y los defectos de tal forma de gobierno,
mostrando con ello que estos modos de organización son deficientes y desdichados con el ánimo
5de reiterar la armonía y felicidad del buen Estado. A continuación se precisan los aspectos
mencionados de cada constitución política.
La segunda forma de Estado más elogiada es la oligarquía. Ésta consiste en el mandato de los ricos
25que tasan su fortuna -avaricia heredada de la timocracia- mientras los pobres no participan. Los
ricos, que tienen su riqueza en secreto, descubren otras maneras de gastar el dinero que les
pervierten al punto de menospreciar la excelencia y las leyes en favor de la riqueza (Cfr. Ibíd.,
550c-e). El hombre de este régimen tiene su origen en la timocracia: según Sócrates, del
timocrático nace un hijo que imita a su padre y lo ve tropezar contra el Estado –es desterrado,
30asesinado, etc.-, de modo que aquel se atemoriza y se entrega a la ambición y la fogosidad.
Humillado por la pobreza y viendo en la guerra que el rico es débil, este hombre considera
vencerlo y luego se vuelve al lucro, entronizando su parte codiciosa por encima de lo racional y lo
fogoso (Cfr. Ibíd., 553d). De tal situación resulta un hombre que se entrega a los apetitos
necesarios, reprime los innecesarios 1 y por tanto se mantiene acumulando riqueza, además, no
35gasta en su renombre ni en la guerra, de modo que es alguien que puede ser derrotado, pero
bastante rico. En este orden de ideas, el defecto del Estado radica en que no se venera la
excelencia, el honor, sino las riquezas y a los ricos, de ahí que se impida que un hombre pobre no
pueda gobernar aunque tuviere la posibilidad de hacerlo mejor (Cfr. Ibíd., 551 c). El Estado, que
según Sócrates debe ser uno y armonioso, en la oligarquía es doble –uno de pobres y otro de
40ricos-, porque con la excesiva riqueza también sobreviene la desmedida pobreza, que engendra
mendigos, malhechores y salteadores. A este Estado también la falta el mejor guardián, que se
disminuye por falta de educación.
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Sócrates realiza una distinción entre apetitos necesarios e innecesarios. Los primeros son aquellos que no
pueden ser dejados por su carácter inherente a la vida humana o por ser beneficiosos, como el comer por
ejemplo, los segundos son apetitos improductivos que pueden ser dejados de lado como el despilfarro (Cfr.
Ibíd., 559 b-e).
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De la oligarquía en la argumentación platónica se sigue la democracia. En esta forma de
organización política, los gobernantes compran propiedades y realizan préstamos a alto interés en
honor a su antecedente oligárquico, forzando a hombres nobles a mantenerse en la pobreza. Éstos
entretanto, bien armados, con deudas, odian y conspiran contra los ricos hasta provocar una
5revolución (Cfr. Ibíd., 555 c-e), entonces el Estado enferma y arde en una lucha interna. La
democracia surge allí, cuando los pobres matan, destruyen a los oligarcas y hacen participes a los
demás –el pueblo- en el gobierno; pero esto que parece un triunfo es el principio de algo peor: los
ciudadanos son libres de hablar y actuar de modo que cada uno impulsa su modo de vida
particular según los deseos necesarios e innecesarios –especialmente- que les gobiernen (Cfr.
10Ibíd., 557 a-b). Los hombres libres de la democracia son insaciables en su codicia y ricos, a la vez
son muy distintos uno respecto al otro en sus deseos y voluntades. Ellos para Sócrates son hijos de
oligárquicos educados por sus hábitos, pero la diferencia es que en la democracia son gobernados
por los placeres innecesarios, confundiendo a los necesarios con estos, empero, por la diversidad
misma de la democracia hay algunos casos en que los hombres logran equilibrar sus apetitos. No
15obstante, la mayoría de los hombres asumen la desmesura como cultura, el control de sí como
falta de virilidad, la liberalidad como anarquía (Cfr. Ibíd., 561a). Como resultado, el principal
defecto de este Estado radica en que asigna igualdad a lo igual y a lo desigual, en otras palabras,
valora igual la virtud y el vicio, la rectitud y la corrupción, banalizando en cierto modo la idea de lo
bueno y lo justo. Así para Sócrates, no hay obligación de gobernar ni de obedecer, ni de entrar en
20la guerra ni de guardar la paz (Cfr. Ibíd., 557e-558a). La tolerancia propia de la democracia se
convierte en un desdén por los principios del Estado.
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Efectivamente la exposición revela la deficiencia de cada una de las formas de gobierno
mencionadas. En la timocracia el fallo radica en el predominio de la fogosidad sobre la razón, en la
oligarquía en el auge de la ambición sobre la razón y la fogosidad, en la democracia en la no
distinción entre los apetitos necesarios e innecesarios y en la tiranía, la deficiencia radica en la
5esclavitud. Asimismo, se revela que la tiranía 2 es el más infeliz de los modos de Estado justamente
por terminar en la sumisión del ciudadano a un gobernador injusto y sangriento, pero incluso, los
otros modos de constitución política también resultan desdichados: en la democracia la vida en la
comunidad se hace insostenible y contradictoria por la diversidad de criterios, en la oligarquía el
gobernante termina muerto o desterrado y en la timocracia la fogosidad provoca más guerra que
10paz. Estos son algunos ejemplos que hacen suponer, cómo de una u otra forma tales Estados
terminarán caracterizados por la guerra, la desarmonía entre las partes que lo componen.
30Parece haber aquí una posible contradicción entre el Estado de hecho y el Estado ideal que se
intenta zanjar a través de una supuesta ley. No obstante esta ley parece despertar más
interrogantes que explicaciones satisfactorias, o quizá, la cuestión de la ley de degeneración es
otra manera de formular lo dicho en 473a: “¿se puede poner en práctica algo tal como se dice? ¿O
no es acaso que la praxis, por naturaleza, alcanza la verdad menos que las palabras?
35Bibliografía
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Cabe señalar que la tiranía es el más defectuoso e infeliz de las formas de Estado expuestas porque, dado
que hay una relación de degradación entre un Estado y otro, que va del buen Estado a la tiranía, éste
constituye la síntesis de errores de todos los anteriores, siendo la esclavitud la conclusión de todo un
tránsito que ha dejado de lado la primacía de la razón y la sabiduría.
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