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Historiografía de México I
El título de “Historia general de las cosas de Nueva España” puede resultar un tanto
incoherente debido a que relata la historia del territorio actualmente mexicano antes de
conocerse como Nueva España, pero al tratarse de un conquistador/evangelizador, no
podía otorgar una identidad prehispánica si era aquello de lo que querían deshacerse.
Antes de leer la obra, es importante conocer el contexto en que se desenvuelve, por qué
es que realiza dicho escrito, qué influencia anterior existía y cuál fue la educación que
recibía, así podrá tenerse una mejor visión ante la obra que no puede tomarse
crédulamente como una esencia de la mexicanidad.
La tarea de Sahagún era enseñar latín en los primeros colegios implementados para
enseñar la religión católica, como en aquel que fue fundado por Juan de Zumárraga,
llamado el imperial Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco, cuya educación estaba
orientada a la nobleza nahua. Mientras el fray impartía sus cátedras de latín, comenzó a
interesarse en la investigación del mundo nahua, haciéndose de discípulos de dicha
habla que le ayudaron a acercarse tanto al idioma como a la cultura, aunque hay que
comprender que Bernardino no hablaba náhuatl, evidentemente, por lo que existieron
complicaciones al momento de intercambiar diálogos, a pesar de que trató de aprender
dicho idioma. Gracias a este inconveniente, y otros más, es que pueden existir grandes
inconsistencias en el relato de fray Bernardino de Sahagún.
Aunque el problema del idioma no fue el único impedimento para que este autor
religioso realizara una obra que permita la comprensión cercana del mundo nahua, pues
su simple origen y su labor son la principal influencia de su pensamiento, debido a que
tenía la tarea de evangelizar, eso significa que miró como incorrectas las tradiciones y
cosmovisión de los indígenas; tenía el trabajo de cambiar dicha visión que trató de
estudiar. Además, tiene un fuerte valimiento del mundo clásico, siendo de su
conocimiento la existencia de los dioses grecolatinos, así que este autor realizó grandes
comparaciones con este pasado que podrán verse más adelante en este mismo ensayo.
Lo que se rescata es que tanto dijo Bernardino de Sahagún, pero no toda esa gran
cantidad de información puede tomarse como verdadera y es necesario repensar la
credibilidad de fuentes como la protagonista del presente escrito.
Divinidades mexicas
Lo que fray Bernardino de Sahagún trata en esta primera parte, es lo referente a los
“dioses” que veneraban los naturales. Hay que analizar este primer concepto de dioses,
puesto que esa visión se realiza desde su comprensión teológica, donde un “culto” tiene
que ser precisamente a un dios, como los cristianos lo tienen con un Dios único. Y
entrecomillo culto porque también es una concepción occidental que no puede llevarse
al mundo nahua, es difícil encontrar palabras del castellano que puedan emplearse en
una cosmovisión tan compleja. Posteriormente, Sahagún hace una revisión de los
llamados dioses, donde los compara habitualmente con deidades grecolatinas, pero
también desde el capítulo I surgen otros términos interesantes: “capítulo I que habla del
principal Dios que adoraban y a quien sacrificaban los mexicanos llamado
Huitzilopochtli” (Sahagún, pág. 29).
Lo primero que hay que resaltar de esta frase es que refiere a un dios principal, tal como
los cristianos tienen un dios único, interpretan la necesidad de que exista una jerarquía
entre las divinidades, pues no pueden ser todos por igual, a pesar de que las
representaciones naturales que se les han atribuido demuestran que estos rangos son un
tanto innecesarios. El otro punto se encuentra en la palabra “sacrificio”, tema tan
complejo que ha generado gran polémica, sin embargo, el culto prehispánico suele
asociarse continuamente con los sacrificios, interpretados como el ejecutar a un
individuo para mantener el orden natural del universo. Es difícil corroborar la veracidad
de los sacrificios, pero es cierto que son señalados como una aberración y salvajismo
que cometían, al menos ante los ojos de los occidentales que se apoderaron de América
y de ser verdad, no deberían de ser juzgados en nuestra visión posmoderna influida por
la ideología cristiana que se inculcó.
Calendarización y sacrificios
En estos capítulos, Sahagún hace una revisión de las fiestas, realizando una propuesta
de un calendario que unifique las celebraciones cristianas con las mexicas, valiéndose
de lo anteriormente visto para comparar divinidades y santos, con una fuerte orientación
a las fechas que correspondían a los sacrificios. Persiste la idea de Bernardino de
Sahagún sobre los sacrificios, juzgándolos como un acto violento y despreciable, como
lo señala en el primer capítulo:
Mitología
A partir del libro tercero, Bernardino de Sahagún pretendía hacer una obra similar a la
de San Agustín, o al menos es lo que menciona el prólogo a este libro escrito por Ángel
María Garibay, donde busca explicar los mitos que giraban en torno a algunas
divinidades, principalmente Huitzilopochtli y Quetzalcóatl quienes eran los más
destacables a su consideración. Desarrolló algunos relatos en torno a estos personajes,
pero todo llevaba a la misma justificación. Abre este título destacando la frase de
“dioses fingidos”, ¿no fueron acaso ellos los que les dieron el valor de dioses?, además,
presenta un desprestigio hacia las representaciones dándoles sin juicio alguno el valor
de fingidos, de inexistentes, pero por supuesto que darían esta visión si los nativos eran
considerados seres inferiores.
Asimismo, señala que veneraban a Huitzilopochtli como a Dios, no uno cualquiera, sino
el “principal”, tratando de buscar en ellos una figura máxima tal como lo sostiene el
cristianismo. Su necesidad de atribuir a los mexicas los únicos elementos que conocían
pudo crear algunas confusiones, pero también teorizo que esta idea de hablar de un Dios
principal, surge de la necesidad de justificar las razones de la conquista espiritual, pues
Sahagún señala que este Dios era realmente el diablo haciéndose pasar por
Huitzilopochtli para gustar a los indígenas, de ahí nace la urgencia de eliminar esta
terrible equiparación de el verdadero Dios, el Dios cristiano, con una deidad
endemoniada de los mexicas. Sahagún demuestra en su escrito lo preocupado que
estaba por esta situación, tachándolo como una herejía, tal como lo hace a lo largo de
toda su obra.
En cuanto a Quetzalcóatl no hay mucho que reprochar, pues el fray lo señala como un
dios un tanto menos relevante que Huitzilopochtli, pero que era rico y tenía una gran
fortuna de oro y plata, cuando estos materiales no eran los más preciados por los
mexicas y no tenían el mismo aprecio por estos metales tal como los europeos.
Conjuntamente, entra al juego el mito de la bebida prehispánica por excelencia: el
pulque. El mito de Quetzalcóatl señala que éste bebió demasiado y terminó siendo
humillado por embriagarse con “el vino blanco de tierra”. (p. 191) Esto refleja y busca
demostrar que los mexicas eran aficionados a las bebidas embrutecedoras de los
sentidos y que, por consiguiente, también era otro pecado del cual tenían que salvar a
los infieles mexicanos, por ser considerada una generalidad de esta sociedad, a pesar de
que usualmente en Europa el vino era un elemento esencial de la alimentación cotidiana
de estos individuos, sin embargo, no era tan mal visto como el pulque.
Nigromancia y adivinaciones
Por este simple hecho de tratarse de una “operación matemática” es que le pareció un
método creado por obra del demonio, de carácter nigromántico que debía de
exterminarse como todos los elementos que les desagradaban y les parecían herejía. Lo
anterior demuestra que todo lo que no conocían o que no cumplía con lo que
acostumbraban, parecía considerarse como una herejía; lo desconocido les generaba
repulsión y no trataban de hondar más en ello, sino simplemente lo despreciaban y
repetían la idea de que debía desarraigarse. Tampoco se desperdicia la oportunidad de
recordar los sacrificios, pues al hablar de los “signos”, menciona al dios que era de
aquel distintivo y la gran cantidad de sacrificios que se realizaban en honor de cada uno.
Lo que le sigue es considerado como mero acto de nigromancia ya que se trata de los
agüeros y pronósticos, donde Sahagún alega que se empleaban animales diversos para
conocer algunas situaciones futuras. Con este uso de animales, se refiere a aullidos de
lobos, canto de aves, mirar a un animal específico, un conejo entrando en su casa, entre
otras manifestaciones. El juicio que emite el autor ante estos augurios es reprobatorio,
pues dice que ven en las criaturas elementos que no tienen o que no hay en ellas,
aunque es bien sabido que en el catolicismo también había elementos similares, su
problema es más orientado a la crítica de cualquier cultura o creencia prehispánica,
además de que también encuentra la herejía en estos agüeros, calificándolos de
nigromancia, al igual que las adivinaciones anteriormente mencionadas, aunque se
puede decir que el fray lo consideraba una herejía menor, el problema residía
principalmente en que no le hacía sentido y le resultaba absurdo que un animal indicara
una predicción.
En este apartado, fray Bernardino de Sahagún reconoce que todos los pueblos, sin
importar su grado de barbarismo, tienen a hombres sabios que empleaban para las
estrategias militares o los consejos, considerando a este don como filosofía, pero
nuevamente se tacha a los indígenas de mentirosos y reniega de sus costumbres, como
en el caso de las adivinaciones. Sin embargo, ahora también señala que la sabiduría de
los grandes indígenas atenta contra la moral, una moral cristiana que evidentemente
ellos traían consigo y tachaba de ilícitos varios elementos ajenos a la tradición europea,
como el decir que los nativos pedían a Tezcatlipoca y a Yoalli Ehécatl la salvación de la
pobreza, cosa que para los religiosos españoles es terrible, más aún para los
franciscanos que predicaban la humildad, austeridad y sencillez. Es por eso que
mostraban desprecio a Quetzalcóatl por la riqueza que ostentaban sus elementos, así
como a los pipiltin, que representaban una especie de nobleza mexica, aunque era a
ellos a los que Sahagún impartía cátedras de latín y probablemente su fuente principal
de todo lo que citó en su libro.
Lo que también señalaban estos católicos como erróneo y peligroso era el pedir a los
dioses triunfos en la guerra, pues decían que algo tan vil y cruel no debía ser pedido a
una deidad, aunque a éstas las consideraran como el demonio. También resulta un tanto
incoherente si se compara con su pasado, ya que son bien sabidos los sucesos de las
cruzadas por su emblema y su objetivo, prácticamente se encomendaban a Dios.
Aunque por supuesto, no por ser Bernardino de Sahagún un religioso tendría que estar
de acuerdo con todo el pasado que esconde tras de sí el cristianismo, visión que, al
menos en esta obra de Sahagún, no se puede comprender ya que no es su principal tema
de estudio de la “Historia general de las cosas de Nueva España”.
Conclusiones
En fin, fueron pocos los símbolos de la cultura mexica que los europeos no
consideraron incorrectos, inmorales o herejía, por varias razones, englobo a las dos
principales como un desprecio de la otredad en una civilización completamente ajena a
su entorno cotidiano y la justificación de la conquista, la evangelización e incluso el
obtener algún puesto o asegurar un legado. Esto último fue muy eficaz en fray
Bernardino de Sahagún porque hasta el momento sigue siendo reconocido y varios
autores posteriores han tomado sus fuentes como las más cercanas a la cosmovisión
mexica. Si bien no pueden tomarse como información pura por el simple hecho de que
la historia no puede ser enteramente objetiva y siempre será narrada desde la
perspectiva del autor, ha sido de gran ayuda para forjar una identidad nacional para
aquellos que pretenden recuperar el pasado prehispánico y hacerlo trascender hasta la
posmodernidad, prácticamente el que Sahagún describiera lo que querían erradicar,
permitió su rescate, irónicamente.
Tampoco podemos juzgar y señalar a fray Bernardino de Sahagún, si bien existe cierto
“resentimiento” ante la conquista por el rescate del pasado para una identidad que
comenzó a fomentarse desde la Independencia de México, se aprecia la labor que
realizó este franciscano al recopilar en una gran cantidad de tomos la complejísima
visión de los mexicas y que gracias a esta información, es posible generar debates en
torno a ella durante la actualidad y presenciar no solo la historiografía mexicana, antes
de fundarse como ciencia, sino también una pequeña proporción de la historia de las
mentalidades como se estudió en cursos anteriores de Historiografía, así como seguir
sustentando que la narrativa histórica no puede ser objetiva, así como no lo es el
presente ensayo debido a que se puede apreciar cierto rechazo al mismo desprecio de
Sahagún a la cultura mexica.
Iraburu, José María (2003). Hechos de los apóstoles de América (3ª edición).
Pamplona: Fundación Gratis.